Capítulo 14. "La Conversación"

– ¡Rápido Harry! – apresuró Hermione –. Si le vamos a mostrar todo Hogsmeade a Joey, ¡debemos salir lo más pronto posible!

– ¡Ya voy! – contestó Harry un poco irritado.

Habían decidido mostrarle a Joey el único pueblo enteramente de magos, y en la noche irían a la fiesta de Halloween de la escuela.

Ya había transcurrido mucho tiempo desde aquel misterioso paseo nocturno, y Harry aún no había hablado con Ékuva sobre el tema.

Estuvo muy ocupado desempeñando su cargo de capitán. Preparó al equipo para el primer partido de la temporada: Gryffindor vs Slytherin, aunque sin Malfoy como obstáculo, tenían el juego ganado desde antes de comenzarlo.

– Bueno, ¿por dónde vamos a empezar? – preguntó Ron.

– Yo hice una lista de los posibles lugares a visitar – contestó Hermione, siempre práctica –. Podemos ir a Honeydukes, a Zonko, Dervish y Banges, Las Tres Escobas . . .

– Sí Hermione – interrumpió Ron de tajo –, ya te entendimos.

– ¿Por qué no dejamos que Joey decida? – sugirió Harry.

Los tres amigos miraron ansiosos al joven.

– Bueno . . . – contestó pensativo –, he escuchado cosas muy interesantes de Zonko . . .

– Está decidido – intervino Ron –, primero vamos a Zonko.

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron con su recorrido turístico.

Harry tampoco había hablado con Joey sobre aquella noche, puesto que se suponía que él dormía, aunque llegó a la conclusión de que Ékuva le había contado todo a su compañero, ya que Joey no volvió a salir de noche.

El paseo fue bastante agradable. Le mostraron todo Hogsmeade y al final, fueron a tomar una reconfortante cerveza de mantequilla a Las Tres Escobas.

– ¿Es esa La Casa de los Gritos? – preguntó Joey cuando regresaban a Hogwarts –. He oído que es la más embrujada de toda Gran Bretaña.

– Así es – contestó Hermione, compartiendo una mirada de complicidad con Harry y Ron –, aunque dicen que desde hace mucho tiempo ha permanecido en silencio.

– Supongo que así están más contentos los habitantes del pueblo – comentó Joey –. Viven más tranquilos.

Continuaron su camino hacia Hogwarts sumergidos en una interesante plática, en la cual Harry no participó.

El volver a ver La Casa de los Gritos lo hizo sentirse profundamente triste. Recordó todo lo que había pasado en esa casa cuando cursaban el tercer grado. Pensó en Sirius y en Colagusano y se sintió totalmente vacío.

– ¿Te encuentras bien Harry? – preguntó Ron cuando entraron al vestíbulo del castillo –. Estás muy callado.

– Para ser sincero no me siento bien – contestó Harry inexpresivo –. Tengo un fuerte dolor de cabeza.

– ¿Por qué no vas con la señora Pomfrey? – sugirió Joey.

– Sí Harry – concordó Hermione –, podría ser algo grave.

– No se preocupen – dijo Harry –, creo que es mejor que no vaya al banquete.

– ¿Estás seguro? – inquirió Hermione preocupada.

– Sí – respondió un poco impaciente –, vayan ustedes. Yo regresaré a la torre.

– De acuerdo – terció Ron –. Nos vemos luego.

Los tres se dirigieron al Gran Comedor mientras Harry tomaba el camino contrario. En realidad no le dolía la cabeza, solamente quería estar solo.

Súbitamente había recordado cuando Hagrid fue por él antes de su primer año en Hogwarts. En su conversación, Hagrid le dijo que sus padres habían sido asesinados una noche de Halloween, lo cual significaba que ese día cumplían 15 años de muertos. Eso lo deprimió aún más, si es que era posible estar más triste.

Cuando le faltaba poco para llegar a la torre, cambió de opinión. Le apetecía más tomar aire fuera del castillo.

Regresó sobre sus pasos hasta la puerta principal de la escuela. No sabía con exactitud a dónde lo llevaban sus pies, pero no le importaba. Simplemente quería salir, respirar aire puro, estar solo.

El cielo estaba salpicado de estrellas, y una bella luna llena se erigía en lo más alto. De repente, el movimiento de una silueta llamó su atención. Fue entonces cuando se percató de que estaba en la orilla del lago y, contrario a sus planes, alguien más deambulaba por ahí.

– ¿Hola? – dijo Harry sin darse cuenta y al instante se arrepintió, porque si había alguien ahí, lo más seguro es que le pidiera una explicación del por qué no estaba en el banquete.

– ¿Harry?, ¿eres tú? – la voz de Ékuva fue la que respondió.

Unos segundos después la tuvo enfrente. Contrario a lo usual, ella no estaba sonriendo. Parecía que algo le preocupaba, aunque era difícil saberlo, ya que sus ojos estaban tan muertos como siempre. Permanecieron unos minutos en silencio, hasta que Harry habló:

– ¿No vas a preguntarme por qué no estoy en el banquete?

– Si lo hiciera, yo también tendría que contestarte esa pregunta – respondió con naturalidad –. La asistencia al banquete no es obligatoria Harry.

Esa respuesta aligeró la tensión del ambiente. Caminaron juntos hasta un árbol cercano al lago y se sentaron contemplando el reflejo de la luna.

– ¿Te encuentras bien? – inquirió Ékuva después de un rato.

– No – contestó Harry, sorprendiéndose de su sinceridad. Por alguna razón sentía que podía confiarle lo que fuera a Ékuva. Volvió a sentir esa extraña conexión entre ellos.

– ¿Quieres hablar de eso? – preguntó Ékuva tranquilamente.

– Es por mis padres – respondió instantáneamente –, en una noche como esta fueron asesinados por Voldemort.

Harry esperaba la reacción típica que todos los magos tenían al oír aquel nombre, pero Ékuva no se alarmó ni se inmutó.

– Me hacen mucha falta – dijo con una profunda tristeza –. Siempre me he preguntado por qué me tuvo que pasar a mí.

– Yo sentí lo mismo cuando murió mi hermano – confesó Ékuva –, aún lo siento, pero no olvidándolos es una forma de mantenerlos vivos.

– Desgraciadamente yo no recuerdo mucho a mis padres.

– ¿Tienes fotos de ellos?

– Sí.

– Ahí está. Tal vez no recuerdes mucho de ellos, pero puedes verlos, sabes que fueron felices.

Harry sonrió, pero no porque se sintiera feliz. Fue una sonrisa una tanto irónica.

– A veces me siento tan solo – murmuró, como si le apenara decirlo –, quisiera que todo terminara y que estuviéramos juntos otra vez.

Ékuva no dijo nada. En lugar de eso, lo abrazó. Harry sintió un tremendo alivio con esa acción.

– No sé si te sirva de algo – le susurró tiernamente –, pero si alguna vez necesitas desahogarte, puedes confiar en mí. Cualquier día, no importa la hora o el lugar, yo estaré ahí si me necesitas.

Harry no quería que ese momento terminara. No era porque sintiera una atracción física hacia Ékuva (o al menos eso creía), en realidad era porque en los brazos de la joven él se sentía resguardado, protegido, como si nada malo pudiera pasarle.

Ékuva lo soltó, lo besó en la frente y le sonrió, después se levantó y se fue. Harry se quedó ahí un rato más, meditando las palabras de aliento que le había brindado la joven.

Cuando regresó al castillo, se sentía diferente. Se dio cuenta de que en realidad no estaba solo. En Hogwarts se encontraba otra persona capaz de entenderlo y consolarlo. Después de todo, Ékuva también había sufrido la pérdida de un ser muy amado.