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De nuevo en la mansión Black

En cuanto cruzaron el umbral de la puerta, se formó un gran alboroto en el vestíbulo.

— ¡Bastardos, malditos sangre sucia! ¡Cerdos! ¡Amantes de los muggles! ¡Traidores a la sangre! ¡¿No habéis mancillado lo suficiente esta casa?! ¡¿No os basta con haber corrompido al último de mi linaje?!

El resto de los cuadros se sumaron a los gritos de la señora Black.

Lupin y Moody se abalanzaron contra el cuadro y consiguieron, con mucho esfuerzo, correr las apolilladas cortinas y tapar el retrato.

Los gritos aún se oían débilmente cuando entraron en la cocina.

Albus Dumbledore, Severus Snape y la familia Weasley al completo, a excepción de Ron y Ginny, ocupaban las sillas alrededor de la mesa. El ambiente parecía tenso.

— ¡Harry!—la señora Weasley se abalanzó sobre él para abrazarle— ¡Estábamos tan preocupados...! ¿Estás bien?

Harry movió la cabeza en un gesto afirmativo.

Antes de que pudiera darse cuenta, la señora Weasley ya le había sentado en una silla y le había puesto una humeante taza de té en la mano.

—Me alegro de que estés bien, Harry. Ahora cuéntame cómo ha sucedido—dijo Dumbledore.

Harry no soportaba la mirada de aquellos ojos azules. Con todo lo acontecido había perdido la confianza en aquel hombre, y el resentimiento habló por él.

—Me sorprende profesor... Usted siempre lo sabe todo—dijo lentamente.

— ¡Potter! ¡No olvide con quién está hablando!—exclamó Snape con desprecio.

Dumbledore alzó una mano para hacer callar a Snape.

—Harry, entiendo tu actitud hacia mí, pero ¿serias tan amable de contarme lo sucedido?

Harry no sabía qué le molestaba más, si sus palabras o la odiosa tranquilidad con la que hablaba.

¿Entender? No, no lo entendía. Nadie podía enteder cómo se sentía. De nuevo la rabia y el rencor llenaron sus palabras.

— ¿Para qué? Supongo que podrá hacerse una idea... Ah, si. Lo olvidaba. La explicación final: se lo cuento todo, luego le preguntaré por qué han hecho esto y usted me dará largas y me ocultará los motivos. Esa es la parte que más le gusta, ¿verdad?

Todos quedaron sorprendidos. Jamás habían visto un Harry tan frío y cortante.

Sus palabras parecieron afectar mucho al viejo director, que clavó los ojos en la mesa.

Harry vio que Percy le miraba con aire de reproche.

Lupin, que había permanecido de pié detrás de la silla de Harry, puso una mano sobre el hombro del muchacho.

—Es suficiente Harry—susurró.

Después, él mismo relató los hechos.

Molly se llevó las manos a la boca, asustada al oír lo que tío Vernon pretendía hacer.

Nadie habló durante unos segundos, hasta que Fred rompió el silencio.

—Entonces... no puede volver allí, ¿no?

—Y no volverá, no lo permitiré—sentenció Remus.

Dumbledore, que había permanecido en silencio con los ojos fijos en una beta de la madera de la mesa, alzó la vista al oír las palabras de Remus.

—Esa decisión no es tuya, Lupin—dijo Snape en actitud desafiante—El chico no es responsabilidad tuya.

—No, en realidad sería decisión de Sirius. Pero como debido a una serie de... desafortunados errores él no está aquí, yo mismo me ocuparé de Harry—respondió Lupin con una mirada cargada de odio hacia Snape.

Harry se sentía como una marioneta. No dudaba de las buenas intenciones de Remus, pero ahí estaba él, sin voz ni voto, viendo cómo los demás discutían sobre su futuro.

Los demás no dijeron nada, pero por sus caras podía adivinarse lo que opinaban: todos, salvo Molly y tal vez Percy, estaban de acuerdo con Remus.

—Da igual. No puedes hacerlo: todos sabemos que tiene que volver y por qué.

— ¿Y quién va a detenerme, Quejicus? ¿Tú?—Snape se puso lívido y llevó la mano derecha al interior de la túnica, sin duda buscando su varita— No discuto que la casa de su tía fuese el lugar más seguro hasta ahora, pero ya no lo es.

— ¡BASTA! Se hará lo que Remus considere más conveniente—dijo Dumbledore con aire derrotado.

El anciano se puso en pié y anunció que debía marcharse. Harry ni siquiera le miró cuando salía por la puerta acompañado de Snape.

El ambiente era incómodo: la tensión podía cortarse con un cuchillo.

Harry no sabía que hacer o decir, y los gemelos parecieron darse cuenta.

Se levantaron y le abrazaron, dándole la bienvenida.

—Ron y Hermione están arriba, ¿vienes?—dijo George.

Harry asintió y les siguió. En cuanto salieron de la cocina comenzó una fuerte discusión entre Molly y Remus.

Mientras los gemelos le ponían al corriente sobre las novedades, Harry no les prestaba mucha atención. Iba sumido en sus propios pensamientos.

El no volver a Privet Drive no entraba en los planes de su futura fuga. Y Lupin parecía tan dispuesto como Sirius a dar su vida por él, aunque no iba a permitirlo.

—... tenéis suerte. Nosotros hubiésemos dado cualquier cosa por hacer magia durante el verano...—decía Fred mientras subían por las escaleras.

Esto sacó a Harry de sus pensamientos. ¿Hacer magia? No tenía ni idea de a qué se refería, pero no preguntó para que no se notara que no les estaba escuchando.

Un débil murmullo les hizo volverse.

—... mestizo asqueroso... pero Kreacher no permitirá que...

PAF.

Fred le dio una gran patada en la cara al elfo, que rodó escaleras abajo.

Una ira incontrolable recorrió a Harry.

— ¿Qué... qué está haciendo aquí?

—Se pasa el día husmeando. Ni siquiera sabe que Dumbledore ha descubierto que está pasando información, le han modificado la memoria. Utilizan con él Legeremancia para saber los movimientos de Malfoy—respondió Fred irritado.

—Si Hermione te ve tratarle así, te despelleja vivo—añadió George.

—Me tiene sin cuidado. Llevo todo el verano deseando arrearle una patada...—dijo Fred.

Entraron en una amplia habitación y vieron a Ron, Hermione y Ginny apuntándose unos a otros con las varitas.

— ¡HARRY!—gritaron a coro.

Rápidamente los tres muchachos se abalanzaron sobre Harry para abrazarle, y comenzaron a hablar todos a la vez.

—Calma, fieras—dijo George.

—Bueno, Harry, nosotros tenemos que irnos, debemos abrir la tienda. Supongo que nuestro regalo de cumpleaños llegará en cuanto la lechuza se de cuenta de que estás aquí.

Se despidieron de los demás y desaparecieron.

— ¿Cómo es que te han dejado venir?—preguntó Ron.

Harry les contó lo sucedido esa mañana, y omitió la pequeña discusión de la cocina.

—Bueno, lo importante es que estás bien y que no vas a volver a ese lugar horrible—dijo Hermione, cogiéndole una mano para reconfortarlo.

—Hablemos de otra cosa, ¿vale?—suplicó Harry— ¿Qué hacíais con las varitas?

—Entrenar. Hemos estado repasando todo lo que nos enseñaste en el ED. —contestó Ginny.

— ¿Pero...? Se supone que no podemos hacer magia fuera de Hogwarts...

—Se supone...—dijo Ron con una sonrisa de medio lado—Dumbledore ha hecho unos cuantos encantamientos en la casa, y el Ministerio no puede detectar nuestra magia aquí dentro.

—Si, Percy se pone enfermo cada vez que jugamos al quidditch. Charlie encantó la habitación que está al lado de la suya para agrandarla y...—Ginny se calló al ver la cara de Ron.

— ¿Qué hace aquí Percy?—preguntó Harry, a pesar de las señas de Hermione para que no sacase el tema.

Ron resopló.

—Volvió lloriqueando y suplicando que le perdonáramos hace un mes. Pero la única que le ha aceptado realmente es mamá. Bueno, Charlie y Ginny también—dijo fulminando a su hermana pequeña con la mirada—El resto no le hablamos. Fred y George ni siquiera le gastan bromas, y papá, Bill y yo no olvidaremos tan fácilmente lo que hizo...

Por un momento Harry se sintió incómodo, pero decidió que él también ignoraría a Percy. Estaba seguro que no podría hablar con él sin gritarle a la cara todo lo que pensaba, así que era mejor actuar como si Dumbledore y Percy no existieran para evitar problemas.

—Eh... hace un rato llegaron unas cartas de Neville y Luna para ti, ¿Quieres verlas?—dijo Hermione cambiando la conversación.

—Si, Neville estuvo aquí con su abuela hace un par de días y nos pregunto si podríamos enviártelas... —añadió Ron, ya más calmado.

— ¿Enviármelas? ¿Y por qué no las mandó a Privet Drive?

— ¿Estás de broma?—rió Ginny—Dumbledore desvió tu correo aquí, o de lo contrario el Ministerio tendría que haber enviado un equipo de desmemorizadores a tu casa para que los muggles no sospecharan: has recibido millones de cartas.

— ¿Qué? ¿De quién?

—Uff... pues de admiradores, gente disculpándose por no haberos creído a Dumbledore y a ti... —respondió Hermione.

—Si, tienes un par de sacos llenos. Aunque como últimamente te da por no leer el correo no creo que te interesen...—añadió Ron, en tono de reproche.

Harry se sonrojó. Era cierto que no había leído ni una sola carta de las que le habían enviado ese verano.

Llevaba ya una semana en Grimmauld place. Los días pasaron rápidamente porque estaba ocupado durante todo el día.

Las mañanas las pasaban en la biblioteca, leyendo los libros de la familia Black.

Hermione estaba encantada: tenían a su disposición gran parte de los libros de la Sección Prohibida de Hogwarts, y estaban aprendiendo mucho.

Por las tardes aprendían y practicaban toda clase de hechizos, encantamientos y maldiciones, supervisados por Charlie, Tonks, Bill o Remus y en ocasiones por Fred y George.

Mataban el tiempo jugando al snap explosivo, al ajedrez o con la nueva maqueta de quidditch de Harry (regalo de los gemelos), y de vez en cuando jugaban al quidditch en una habitación vacía que Charlie había encantado. Ron había mejorado mucho como guardián, y Ginny era mejor cazadora que buscadora.

En conclusión: Harry no tenía tiempo para atormentarse con los recuerdos y los remordimientos, a pesar de que cada rincón de aquella casa estaba impregnada de la presencia de Sirius.

Una mañana, mientras estaban desayunando, los gritos de la señora Black advirtieron a todos de la llegada de alguien a la casa.

Segundos más tarde Severus Snape irrumpió en la cocina.

— ¿Está aquí Dumbledore?—espetó el profesor de pociones.

—Por Merlín, ¿Qué te ha pasado?—exclamó Lupin.

Snape tenía moretones por toda la cara. Su túnica estaba desgarrada por una manga y chorreaba sangre.

La señora Weasley ahogó un grito y se acercó a Snape para ayudarle a sentarse.

Hizo a parecer una humeante taza de té y se volvió hacia los chicos.

—Todos fuera. Bill, ve a buscar a Dumbledore, y que traiga a la señora Pomfrey, ¡RÁPIDO!

Harry y Ron abrieron la boca para protestar, pero la cara que puso Lupin y el gesto negativo de Hermione les hizo detenerse.

Salieron de la cocina acompañados por Ginny.

—Rápido, vamos a nuestra habitación. —dijo Hermione, que sujetaba la varita en su mano derecha.

Los otros tres se miraron sin comprender, pero obedecieron y siguieron a Hermione, que ya corría escaleras arriba.

Cuando la alcanzaron ya estaban en la habitación de las chicas.

Hermione revolvía en su baúl frenéticamente.

—Esto servirá—dijo cogiendo un libro y apuntándolo con la varita— ¡Accipio!

Oían las voces de los adultos como si estuviesen allí mismo.

Ron intentó decir algo, pero Hermione se llevó el dedo índice a la boca para que guardara silencio.

—... Maldita sea, ¡no lo sé! No creo que se lo haya contado a los demás, pero no puedo estar seguro—exclamó Snape— ¡Ay! Ten cuidado Molly.

—No debiste asumir tantos riesgos, no merece la pena. Si los otros lo saben no tardarán en averiguar quién le mató—aseguró Lupin.

En esos momentos Ginny sufrió un súbito acceso de tos. Hermione le dio un fuerte pisotón y comenzó a hacer señas desesperadamente, apuntando al libro y a su oído.

— ¿Qué ha sido eso?—gruñó Snape.

De nuevo se oyeron los gritos de la señora Black, y por el ruido de la puerta supusieron que había entrado más gente en la cocina.

—Dumbledore viene hacia aquí, estaba en una reunión—dijo la voz de Bill.

Hermione, que se había mantenido en tensión, suspiró aliviada.

Harry no entendía bien la situación. Alguien había muerto, pero ¿quién?

—Déjame ver ese brazo, Severus. Tráeme otro paño Molly, éste está empapado.

Harry reconoció la voz de la enfermera de Hogwarts.

Después de un largo silencio, la señora Pomfrey habló de nuevo.

—No es muy grave, Severus, pero tendrás que quedarte en Hogwarts. No es necesario que duermas en la enfermería, pero tendré que revisarte todos los días. Si se infecta las consecuencias serían terribles, podrías incluso perder el brazo.

Snape farfulló algo que los chicos no entendieron, pero por su tono quedaba claro que no le agradaba el diagnóstico.

— ¿Cómo te encuentras, Severus?—preguntó Dumbledore.

Harry se preguntaba cómo se las habría arreglado para entrar sin que la madre de Sirius se pusiera a gritar barbaridades.

—Bien, eso es lo de menos. Tenemos problemas Albus.

—Cuéntamelo todo.

Más gritos de la señora Black.

—Ah, Alastor, Tonks, llegáis en el momento oportuno. Adelante, Severus, explícamelo con todos los detalles—dijo Dumbledore.

—Martin Rodes me descubrió cuando estaba robando los informes de Lestrange y Malfoy de la reunión de ayer. Me desaparecí, pero me siguió hasta el cementerio de Pequeño Hangleton. Sacó la varita y me retó a un duelo. Me dijo que sabía perfectamente lo que me traía entre manos y que iba a morir por ser un sucio traidor.

Nos batimos y le maté. Después desilusioné su cuerpo y lo escondí en un pequeño mausoleo. Como verás me dejó este bonito recuerdo en el brazo. Luego vine hasta aquí para informarte de todo.

—Debiste apresarle, Severus, no matarle—dijo Dumbledore.

— ¡Por las barbas de Merlín, Albus! ¡Esto es la guerra! ¡Por supuesto que hizo bien en matarle! Una escoria menos...—gritó Ojoloco.

—No me malinterpretes, Alastor. Supongo que si lo ha hecho es porque no ha tenido otra opción...

—Maldita sea, Dumbledore, ¡hablamos de mortifagos! Estaba dispuesto a matarme... por supuesto que no tuve opción...

—Lo entiendo perfectamente, Severus, mejor él que tú. Pero ya sabes lo que opino sobre los asesinatos... no somos como ellos, debes recordarlo. Bien, Alastor, ¿podrías ocuparte del cuerpo? Esperemos que no lo hayan encontrado...

Harry, Ron, Hermione y Ginny oyeron a Ojoloco maldecir entre murmullos y el peculiar ruido que hacía al andar. Después más gritos de la señora Black.

—Ahora me surgen ciertas dudas. Habrá que averiguar si Rodes te descubrió por casualidad o si alguien más desconfía. Espero que sea lo primero. Tonks, siento pedirte esto. ¿Recuerdas lo que hablamos ayer? Creo que es hora de ponerlo en marcha.

Reúnete con Moody para los preparativos y ten mucho cuidado.

—A la orden. Me alegro de que confíes en mí—dijo la chica.

—Poppy, Severus, volved al colegio. Me reuniré con vosotros más tarde.

Se oyó ruido de sillas moviéndose y los chicos supusieron que Snape, Tonks y la señora Pomfrey ya se marchaban. La suposición fue confirmada segundos más tarde por los gritos del retrato de la señora Black.

— ¿Dónde estás los chicos?—preguntó Dumbledore.

—Los he mandado arriba—respondió Molly.

—Supongo que Harry seguirá negándose a hablar conmigo... tiene todo el derecho. Salúdalos de mi parte, Molly.

—Albus, ¿Se sabe algo de la misión de Deirdre?—dijo Lupin.

—Si, ésta mañana Fawkes trajo noticias.

— ¿Y que te ha dicho? Ya ha encontrado la forma de...

—Aquí no, Remus—le interrumpió Dumbledore.

—Puedes hablar tranquilo, he impasibilizado la cocina—dijo Molly.

Dumbledore rió divertido.

—Me temo que nuestros pequeños espías han mejorado mucho sus sistemas de escucha, Molly. Deberías estar orgullosa, son muy listos—dijo Dumbledore aún riendo.

Hermione abrió mucho los ojos, y su cara competía con el color del pelo de los Weasley.

Finite incantatem—susurró. El libro brilló y dejaron de oírse las voces de Dumbledore y Lupin— ¿Cómo se ha dado cuenta?

—Ni idea. Es más, ni siquiera se cómo has hecho todo esto—dijo Harry.

—Es un encantamiento que he encontrado en uno de los libros de la biblioteca. Cuando vi entrar a Snape supuse que nos echarían, así que encanté mi silla para que sirviera de receptor y luego hice el mismo encantamiento en el libro. Perdona por el pisotón Ginny, pero ellos también podían escucharnos a nosotros... Debo haber hecho algo mal y Dumbledore se ha dado cuenta. Tendré que preguntar a los gemelos, las orejas extensibles deben funcionar con algo parecido...

—Hermione, a veces me das mucho miedo...—dijo Ron, a lo que ella respondió sacándole la lengua.

—Jamás pensé que Snape se arriesgase tanto por ayudar a la Orden—dijo Ginny, pensando en voz alta.

—Supongo que esos informes que quería robar valdrían la pena... Tal vez algo relacionado con un ataque. —aventuró Harry.

—Si, es una lástima... lo cerca que hemos estado de perder a Snape de vista...

— ¡RON!—chillaron Ginny y Hermione a coro.

— ¿Y quién es Deirdre?—preguntó Harry.

—Ni idea—dijo Ron.

Las chicas se encogieron de hombros.

—Pues estoy hasta las narices de no enterarme de nada—dijo Harry con fastidio.

Ninguno de ellos advirtió la presencia invisible de una persona, que les observaba sonriente.

Respuesta r/r

Vicuticu H/hr: Muchas gracias por leer, espero que sigas haciéndolo

VampyWeasley

Suma Sacerdotisa de la Orden de las Mortifagas