Capítulo 23. "El Pacto"

¡Harry! ¡Harry! – una voz familiar lo estaba llamando pero, ¿de dónde provenía? Todo estaba borroso y era tan confuso . . .

¡ZAS! Un fuerte golpe en el rostro hizo que Harry volviera a la realidad en cuestión de segundos. Cuando abrió los ojos se topó cara a cara con Ékuva. Aparentemente ella era quien lo había golpeado.

– ¡Vaya! ¡Al fin despertaste! – exclamó la joven con una ligera nota de alegría en la voz –. Estabas comenzando a preocuparme.

Harry se sentó en el suelo, con una mano en la mejilla que había recibido el puñetazo.

– ¿Por qué me golpeaste? – inquirió dolido –, ¿no podías haber usado algún hechizo para despertarme?

– Podría – respondió –, el problema es que en estos momentos no puedo usar magia.

Harry la miró totalmente desconcertado al tiempo que Ékuva le tendía una mano para ayudarlo a incorporarse.

– La buena noticia – continuó con su tono alegre – es que lo logramos. Pudimos abrir el portal, y para ser franca, eso es algo que me enorgullece mucho, con esa resistencia me demostraron que tienen muy desarrollados sus poderes mágicos.

– Pero yo me desmayé – repuso Harry lastimeramente.

– Por eso no te preocupes – lo reconfortó Ékuva con una gran sonrisa –. Todos se desmayaron.

– ¿En serio?

– En realidad no. Sólo tú, Ron y Hermione lo hicieron.

– Bueno, al menos no fui el único – dijo Harry, con una ligera sonrisa de consuelo.

– ¡Ya basta de charla! – gritó Navs para hacerse oír –. Todavía tenemos mucho qué hacer, no hay que perder tiempo.

Fue hasta ese momento cuando Harry se percató de que ya no se encontraban en el Bosque Prohibido. En lugar de eso estaban en un enorme desierto, bañado por la luz del sol.

– ¡Vamos! – exclamó Navs y comenzó a avanzar, con su larga capa ondeando al compás del viento.

Gracias a la luz del sol Harry también notó que no sólo la capucha le impedía ver el rostro de Navs. Un fino velo negro le cubría la cara. Ni siquiera se le podían ver los ojos.

Todos se dispusieron a seguirla por el gran terreno arenoso.

– ¿En dónde estamos? – inquirió Ron, dirigiéndose a Ékuva.

– La verdad, no tengo idea – contestó la joven.

– Entonces, ¿cómo sabes que vamos por buen camino? – preguntó Hermione un poco inquieta.

– Porque si se fijan bien, ahí adelante hay un arco de piedra y esa es la puerta del Limbo.

Era verdad. Varios metros adelante, un enorme arco de piedra se edificaba, y estaba resguardado por unas enormes gárgolas.

– ¿E . . . esa es l . . . la entrada? – balbuceó Harry torpemente, al darse cuenta de que todo aquello era exactamente igual al último sueño que había tenido.

– Así es – respondió Ékuva –, justo del otro lado es donde comenzará nuestra búsqueda.

Conforme avanzaban Harry comprobó que al igual que en su sueño, además de las gárgolas, dos figuras encapuchadas cuidaban la entrada del recinto.

– Ékuva – Harry se acercó más a la joven para poder hablar mejor –, allá atrás dijiste que en estos momentos no podías usar magia, ¿por qué?

– No es conveniente usar la magia en esta parte de nuestro viaje – explicó con calma.

– Pero eso quiere decir que estamos desprotegidos – concluyó Harry con un poco de temor –, si no podemos usar nuestra magia entonces . . .

– Sólo es algo temporal – aclaró la joven –, si hiciéramos uso de nuestra magia en este momento, las gárgolas que resguardan el recinto despertarían y nos atacarían. Pero no hay por qué preocuparse, la razón principal por la que ustedes vinieron es para poder hacer un pacto de sangre. Después de hacerlo podremos usar nuestra magia libremente.

Harry no entendía muy bien lo que Ékuva quería decir, pero no siguió insistiendo, ya que al oír mencionar la palabra sangre , recordó lo que la joven había hecho en el fuego, y por inercia sus ojos se fijaron en la muñeca izquierda de ella, pero para su sorpresa, no encontró ningún signo de aquel profundo corte. Era como si Ékuva jamás se hubiera herido con esa navaja.

– Ékuva, creo que no podremos pasar – dijo Hermione muy nerviosa – esos dos seres encapuchados no nos dejarán.

– ¿Tienen algún plan para evadirlos? – inquirió Joey.

– No será necesario hacer tal cosa – aseguró la joven.

– ¿A qué te refieres? – preguntó Ron.

– Ellas saben a qué vinimos y nos dejarán pasar – respondió con calma –, incluso una de ellas nos acompañará.

Justo en ese momento llegaron ante el enorme arco de piedra y las dos figuras encapuchadas se acercaron a ellos.

– Hagámoslo de una vez – exclamó una de las figuras. Era una voz femenina.

– Espera un momento Janis – dijo Navs –, creo que Taikkobo nos quiere dar unas últimas instrucciones.

– Así es – contestó la otra persona, quien también era una mujer –. Antes que nada deben saber que en el instante en que ustedes crucen esa puerta, el mundo que se encuentra al otro lado hará todo lo posible para apoderarse de ustedes. Deben actuar rápido y con inteligencia, y sobre todo, no se dejen llevar por nada de lo que vean.

Según me dijo Ékuva, tienen en su poder una Onimac. Este objeto les facilitará el trabajo, sólo deben seguir el camino que les indica y no prestar atención a nada más.

Yo debo quedarme aquí para resguardar el portal del recinto y mantenerlo abierto hasta que ustedes regresen, pero Janis conoce muy bien ese mundo y sabe de lo que es capaz. Ella será una excelente guía.

– Así es – repuso Janis –, no se preocupen por nada, yo sé exactamente a dónde vamos.

– Creo que eso es todo – dijo Taikkobo.

– Si es así, entonces vamos a hacer el pacto de sangre – indicó Ékuva –. Extiendan su mano derecha, excepto Harry y Joey.

Todos obedecieron, al tiempo que Navs se quitaba su largo guante derecho. Janis, Navs y Ékuva tomaron las manos de Ron, Hermione y Snape respectivamente, y con la ayuda de tres navajas, les hicieron un profundo corte en la palma de la mano. Sin perder tiempo y con las mismas navajas, repitieron el proceso en sus propias manos.

A continuación juntaron sus manos con las de las personas que habían herido respectivamente, de tal forma que los cortes quedaran cruzados, formando una equis. En ese momento un débil resplandor blanco brotó de esa unión. Cuando se soltaron, no había signo alguno de la herida infligida.

– Muy bien. Harry, ¿puedes darme tu Onimac por favor? – pidió Ékuva.

Harry sacó el objeto de sus ropas y se lo dio a su profesora, quien con su varita garabateó algo en el aire, y después tocó el objeto con la misma. El recuadro que contenía la "equis" emitió un brillo momentáneo y cuando volvió a la normalidad, la "equis" había desaparecido y en su lugar se podía leer la palabra Sirius .

– Será mejor que se vayan ahora – sugirió Taikkobo.

Todos se colocaron frente al portal, en medio de las dos gigantescas gárgolas. Estando tan cerca Harry se dio cuenta de que esas estatuas eran realmente tétricas. Ambas figuras carecían de cabeza, tenían los brazos semiextendidos a los lados, y en la mano derecha sostenían una máscara sonriente, mientras que en la otra se mostraba una máscara furiosa.

– Bueno, no tardamos – dijo Navs dirigiéndose a Taikkobo.

– Sí, en menos de lo que te imaginas estaremos de vuelta – complementó Janis.

Y dicho esto último cruzaron el portal, adentrándose en aquel mundo desconocido, sintiendo cierto temor en su interior, pero con el firme propósito de encontrar a Sirius y rescatarlo.