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La nueva profecía

A la mañana siguiente, Harry intentaba asimilar lo que acababan de contarle, en el más absoluto silencio y totalmente abstraído.

De pronto sus ojos brillaron peligrosamente y dirigió una mirada desconfiada a sus dos mejores amigos.

— ¿Y qué demonios estabais haciendo ayer por la noche en el despacho de Dumbledore?

Hermione abrió la boca para después volver a cerrarla, sin atreverse a confesar la verdad. Ron alzó una ceja inquisitivamente y miró a la chica disfrutando al verla sin palabras y esperando que eso le sirviese de lección.

—Bueno, la noche de Halloween siempre es ajetreada para los prefectos... Y Sortilegios Weasley no nos pone las cosas nada fáciles. En teoría había una reunión de los prefectos de todas las casas para distribuirnos las rondas de vigilancia pero resulta obvio que fue suspendida—dijo Ron descaradamente.

Hermione sintió que el aire volvía a llegar a sus pulmones, y por su parte, Harry pareció satisfecho con la explicación.

Los tres quedaron de nuevo en silencio, preguntándose si era casualidad que la noche de Halloween se viera siempre rodeada de extraños sucesos.

A la mañana siguiente, Hermione casi escupe el zumo de calabaza al ver la portada de El Profeta. Ron y Harry se acercaron a ella y comenzaron a leer por encima de su hombro.

Pánico ante la aparición de la Marca Tenebrosa

En la noche de ayer más de una veintena de Marcas Tenebrosas surcaron el cielo, esparcidas por toda la geografía del país. Por el momento no ha habido que lamentar muertes, pero el regreso de Quien-ustedes-saben se hace más evidente cada día.

Un equipo especial de desmemorizadores ha pasado parte de la noche ocupándose de los cientos de muggles que la han avistado, y probablemente se necesite de la intervención de la Oficina de Desinformación, ya que los sucesos han sido relatados en algunos periódicos muggles.

Aún no se ha establecido relación alguna entre los lugares marcados, pero todo parece apuntar a que no han sido escogidos al azar.

Cornelius Fudge, Ministro de Magia no ha querido hacer declaraciones...

Hermione tiró el periódico sobre la mesa y dirigió una furtiva mirada a los Slytherin, dándose cuenta de que la mayoría parecían muy tranquilos y ni siquiera leían el Profeta, todo lo contrario que el resto de las casas.

Harry se sentía tremendamente agobiado. A parte de todo lo sucedido la noche anterior tenía que soportar las miradas de sus compañeros, cargadas a igual proporción de lástima y confusión. Cuando se dio cuenta de que no podía soportar más palmaditas en la espalda, ni más disculpas por no haberle creído el año anterior, se levantó bruscamente de la mesa, sin haber tocado a penas su desayuno.

Esa misma mañana Draco esperaba nervioso frente al despacho del director.

Sin duda le había llamado para darle una respuesta a su proposición.

Tras unos instantes la fea gárgola se apartó y subió las escaleras de caracol hasta llegar a la puerta del despacho.

Abrió la puerta y observó sorprendido a todos los presentes.

A parte de Dumbledore y el profesor Snape, a los que ya esperaba encontrarse, también estaban la profesora McGonagall, Flitwick, Alastor Moody, Remus Lupin, y una joven bruja de pelo largo a la que no conocía.

—Adelante, Draco, siéntate—dijo el anciano director, sacando la varita y haciendo aparecer una silla para Draco.

El joven obedeció, y recorrió a los presentes con la mirada. Dio un respingo cuando Snape le tiró bruscamente algo sobre el regazo.

Draco lo recogió: era un ejemplar de El Profeta, de aquella misma mañana.

Dumbledore le dirigió una mirada reprobadora a Snape antes de dirigirse al joven Slytherin.

—Draco, supongo que estás al tanto de los sucesos ocurridos anoche.

—Si, leí el artículo esta mañana.

—Bien, en ese caso... ¿qué puedes decirnos?

Draco le miró sin comprender.

—Lo mismo que dice el periódico...—dijo cautelosamente.

Moody emitió una exclamación sarcástica.

— ¿Quieres decir que no sabías con antelación que esto iba a ocurrir?

—No.

El anciano le dirigió una mirada escrutadora.

—Bien Draco, te creo. He pensado mucho en nuestra conversación de ayer, y tengo una respuesta. Puedes entrar en la Orden. No necesito explicarte todos los riesgos que eso conlleva... De modo que si estas de acuerdo procederemos con los rituales de ingreso. Serán necesarios también encantamientos de confidencialidad y fidelidad. Y ... siento recurrir a esto, pero no podemos dejar cabos sueltos: Te administraremos Veritaserum y te haremos unas cuantas preguntas ¿Estás de acuerdo?

El joven se limito a asentir.

Durante aquella semana las horas pasaron tan lentas como si fueran siglos.

Harry se sentía frustrado, porque a pesar de haber pasado todas las tardes en la biblioteca buscando una explicación sobre lo ocurrido con aquellas luces de las que salió una mano, había fracasado estrepitosamente. Nada en absoluto. En ocasiones había pensado en recurrir a Lupin, porque estaba seguro que aquello tenía alguna relación con la luz que surgía del espejo de Sirius. Pero no confiaba en él: estaba seguro de que se lo contaría todo a Dumbledore.

También había desechado la idea de recurrir a Ron y Hermione. Algo en su interior le decía que no podía confiar en nadie, que debía hacerlo sólo.

Era la hora de la comida, y Harry Ron estaban en medio de una discusión sobre quidditch con Neville y Seamus. Un grito de Parvati les hizo girarse. Luna Lovegood la había empujado al pasar corriendo junto a ella.

La Ravenclaw ignoró las protestas de la chica y se sentó junto a Hermione, respirando entrecortadamente.

—Vamos, Luna, respira—dijo Hermione, sorprendida por el comportamiento de la chica.

—Tenemos que hablar. Ha ocurrido algo—dijo misteriosamente.

Todos la miraron con aire expectante.

—Dispara—dijo Ron.

—Aquí no, vamos a otro sitio—respondió Luna, dirigiendo una discreta mirada hacia Seamus.

Harry, Ron, Neville, Hermione y Luna atravesaron las puertas del Gran Comedor.

Luna los llevó hasta el pasillo sur del tercer piso, junto al tapiz de Tarquino el Peludo.

No era un lugar muy concurrido, porque era el pasillo preferido de Peeves.

En esos momentos se encontraba totalmente desierto.

—Bueno¿se puede saber por qué tanto misterio?—preguntó Harry impaciente.

—Acabo de salir de clase de Adivinación. Trelawney se enfadó muchísimo con Ginny porque la oyó decirme que aquella clase resultaba absurda y nos castigó a quedarnos a recoger y limpiar las bolas de cristal.

— ¿Y para eso nos has hecho venir hasta aquí?—exclamó Ron.

Luna ignoró el comentario.

—Ya casi habíamos terminado de recoger, y de pronto Trelawney se derrumbó sobre uno de los sofás. Fuimos corriendo a ver si se encontraba bien, pero tenía los ojos en blanco y estaba sumida en una especie de trance. Después le dieron unos espasmos y comenzó a hablar con una voz profunda y extraña. Yo... creo que era una profecía.

Todos quedaron perplejos.

— ¿Y qué fue lo que dijo?—preguntó Harry rápidamente.

— ¿Cómo era...? Déjame pensar.

—Por favor Luna, es importante—rogó Harry, al borde de un ataque de nervios.

La chica se tomó unos segundos antes de contestar.

Cuando el señor oscuro corrompa las almas buenas el principio del fin se hallará cerca. El hijo del séptimo mes, nacido bajo el signo del león, se enfrentará a la serpiente en la morada de sus antepasados.

Si el último bastión de la luz es conquistado la noche caerá sobre nosotros. Si el bendecido por la Tríada sabe encontrar su camino aún queda esperanza, si no, un halo oscuro nos cubrirá—recitó Luna con solemnidadY después volvió a la normalidad, como si no hubiese pasado nada, creo que no lo recordaba.

—Harry¿estás bien?—inquirió Hermione.

— ¿Cómo puedes acordarte de algo así palabra por palabra?—dijo Ron, mirando a Luna y haciendo una mueca.

—Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres...—respondió Luna, en su habitual tono de misterio.

Ron dirigió su mirada hacia Harry, preocupado. A pesar de que siempre habían considerado a Trelawney una impostora, el pelirrojo sabía que lo que acababa de describir Luna era una profecía en toda regla. Se acercó a su amigo y posó una mano sobre su hombro para infundirle ánimo.

Esto pareció hacer reaccionar a Harry.

— ¿Dónde está Ginny?

Ron palideció al comprender lo que estaba pasando por la mente de Harry, y suplicó mentalmente que su hermana no hubiese hecho lo que estaba pensando.

—Ha ido a ver a Dumbledore—respondió la Ravenclaw tranquilamente, confirmando así las sospechas de Harry y Ron.

Voldemort se paseaba frenéticamente de un lado a otro de la habitación.

Por fin, después de tanto buscar había dado con ello. Ahora sólo quedaba capturar a los prisioneros necesarios y esperar a la noche del Solsticio.

Había llamado a sus más fieles mortifagos para que se encargaran de hacer los últimos preparativos.

Pero se dio cuenta de que aún no había encomendado a nadie la parte esencial de su plan, el toque de gracia, y no quedaba nadie disponible.

Una idea cruzo su mente y sonrió. Era sumamente cruel encargárselo precisamente a él, y además era una misión lo bastante sencilla como para que ni siquiera él pudiese fallar.

— ¡Colagusano! —gritó.

Horas más tarde, un hombrecillo regordete, calvo y con una mano de plata se aparecía en un recóndito valle de las Highlands escocesas, aterrorizado por lo que debía hacer.

Nota: Bueno, he ido acelerando las cosas porque tengo que terminar el fic antes del 16 de julio, voy a traducir el sexto (si alguien quiere que le pase la traducción que lo diga)

Había pensado en hacer un séptimo año, pero he decidido zanjar la historia en sexto curso, de modo que a partir de ahora habrá pocos capítulos de "transición" porque tengo mucho que contar y poco tiempo. Espero que os haya gustado y sigáis leyendo.

Besitooox.

Vampy Weasley

Suma Sacerdotisa de la Orden de las Mortifagas.