Capítulo 28. "La Revelación de lo Inesperado"

– ¿Pero cómo? – cuestionó Anya sin comprender.

– La pregunta no es cómo, sino por qué – contestó esa mujer –. Por qué he estado todos estos años de incógnita.

Todas las personas presentes en la habitación fijaron su vista en ella, esperando la respuesta.

– Pues es muy simple – continuó –. Todos estos años he estado vigilando a Harry y Neville.

– ¿Vigilándonos? – repitió Harry escéptico.

– Era más fácil estar cerca de ustedes siendo la mascota de alguno – explicó –, así que utilicé mi habilidad como animaga y me oculte en las manos de Neville.

– Es por eso que perdí contacto contigo – dedujo Anya.

– Así es – confirmó con un movimiento de cabeza –, creí que era mejor cortar todos los lazos que me unían al mundo y dedicarme de lleno a mi misión.

Guardaron silencio, asimilando lo que acababa de ocurrir.

– Bueno Alemis – comenzó Navs –, tenemos un pequeño problema, verás . . .

– El profesor Dumbledore ya me explicó todo – interrumpió abruptamente –. Me dijo que necesitan mi ayuda para rescatar a un muchacho.

– ¿Y? – preguntó Anya ansiosa –. ¿Nos vas a ayudar?

– Pues no sé . . .

– ¡Oh vamos! – exclamó Navs –. Puedes tomarlo como un descanso de tu vida de sapo.

– De acuerdo – dijo alegremente –. ¿Nos vamos ya?

– No podemos – informó Anya –. El ritual tiene que hacerse a la media noche de una noche sin luna. Tendremos que esperar a mañana.

– En ese caso – terció Dumbledore – sugiero que nos vayamos a dormir. Debemos recuperar energías para mañana.

Obedecieron al instante. Para alivio de todos, ya habían encontrado una solución a su problema, y sólo era cuestión de horas para rescatar a Joey.

– No hagan tanto ruido o nos descubrirán – susurró Harry en un tono apenas audible.

– No me digas a mí – se defendió Hermione –. El escandaloso es Ron.

– ¡Oye! – exclamó el pelirrojo.

– ¡Ya cállense los dos! – ordenó Harry –. Aunque estamos unos metros atrás, alguno podría oírnos.

Una vez más los tres se las habían arreglado para ocultarse debajo de la capa invisible. Estaban caminando por el bosque, siguiendo a los profesores del colegio.

– No entiendo por qué Dumbledore no nos dejó acompañarlos – comentó Ron frustrado.

– Anya lo dijo, ¿recuerdas? – le contestó Hermione –. Dijo que no era necesario que arriesgáramos nuestras vidas, que los profesores estarían presentes en el ritual.

– Ah sí – dijo Ron en tono reflexivo –, recuerdo algo de eso; y hablando del ritual, ¿cómo es posible que lo puedan hacer esta noche, si Anya dijo que debía ser en una noche sin luna?

– Por si no lo sabes Ron, el período de tiempo que duramos sin luna es aproximadamente de cuatro días – informó Hermione –, es lo que se conoce como Luna Nueva, ¿qué no has puesto atención a las clases de Astronomía?

Ron abrió la boca para contestar, pero Harry fue más rápido y dijo:

– Ya llegamos. Están bajando hacia las ruinas.

Cuando los tres amigos se disponían a bajar, la voz de Anya rompió el silencio:

– ¿Realmente creen que no sabemos que están ahí?

No dijeron nada, se quedaron totalmente estáticos, aunque en ese punto ya no tenía caso ocultarse. Habían olvidado que Anya veía a través de las capas invisibles.

– Es mejor que se nos unan – indicó Dumbledore con calma –, no podemos dejar que regresen solos.

Como no tenían otra opción, se despojaron de la capa y descendieron por el cráter, reuniéndose con los profesores.

– Bueno Alemis – dijo Navs de pronto –, ya sabes qué tienes que hacer.

– Sí – corroboró entusiasta –, no se preocupen, estaremos de regreso en menos de lo que se imaginan.

– Es hora – comunicó Anya.

Contrario a lo que Harry había pensado, sólo unos pocos maestros formaron parte del círculo. Los demás se colocaron alrededor de ellos, tal vez cuidando que no se acercara ninguna criatura del bosque. Navs formaba parte del círculo, mientras que Anya era de los que vigilaban. Alemis repitió el mismo proceso que Anya había realizado la noche anterior para abrir el portal. Cuando la cegadora luz blanca iluminó el bosque, solamente fueron transportadas las personas que conformaban el círculo, los demás se vieron obligados a esperar.

Pasados cinco minutos, aquel resplandor brilló nuevamente, regresando a los que habían desaparecido. Parecía que todo había resultado bien, puesto que se había agregado una persona más al grupo de profesores. Sin embargo, aquél no era Joey.

El joven que tenían ahí era aproximadamente de la edad de Bill Weasley. Obviamente no tenía la edad para estar en sexto curso. Cuando ese muchacho se percató de la presencia de los tres amigos, miró significativamente a Dumbledore, quien le dijo:

– Tienes plena libertad de decirles todo, pero te sugiero que lo hagas en la calidez de su sala común.

Aquel joven asintió en un gesto de aprobación, y una vez más, todos regresaron sobre sus pasos, hasta encontrarse fuera del bosque.

La profesora McGonagall los acompañó hasta la torre de Gryffindor, tal vez para asegurarse de que no se desviaran de su camino. Pronunciaron la contraseña y entraron a la sala común.

– ¿Quién eres tú? – preguntó Ron bruscamente, dirigiéndose a ese joven.

– Soy Joey – contestó sencillamente.

– Eso es imposible – contradijo Hermione –. Joey es un muchacho de nuestra edad.

– No – negó el joven –. Joey es una persona que aparentaba ser un muchacho de su edad.

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Harry sin comprender.

– Que todo este tiempo ustedes han estado conviviendo conmigo, pero para no levantar sospechas yo tenía que parecer un muchacho de 16 años. Era parte del plan.

– ¿Qué plan? – cuestionó Hermione.

– El plan que idearon algunos integrantes de la Orden del Fénix: cada determinado tiempo yo bebería una poción para rejuvenecer y actuaría como alguien de su edad, y de esta forma podría estar más cerca de ustedes y vigilarlos.

– ¿Quieres decir que tú eres integrante de la Orden? – aventuró Ron.

– Sí.

– ¿Y sólo estás en Hogwarts para vigilarnos? – preguntó Harry.

– Así es. Era una misión especial que me pidieron realizara. Para ser preciso, fue tu hermano quien me pidió que los vigilara Ron.

– ¿Mi hermano? – repitió desconcertado.

– Sí, tu hermano Bill, fue mi compañero de escuela y somos buenos amigos.

Ron permaneció callado, asimilando aquella explicación, después dijo:

– Pero entonces todas las clases que has tomado, todas las tareas, las investigaciones . . .

– Eran una farsa – lo interrumpió –. Los profesores conocían mi misión desde un principio y me ayudaban en todo lo posible. Me parece que la única que no sabía de mí era Anya, pero lo disimuló muy bien.

– Nos has engañado desde un principio – sentenció Hermione irritada.

– Yo no lo consideraría un engaño – reflexionó Joey con una ligera sonrisa –, lo consideraría una estrategia.

Los tres amigos lo observaron atentamente y en silencio. Estaban algo molestos con Joey. Después de todo, ellos habían confiado en él, y resulta que él solamente estaba ahí para vigilarlos.

– No se pongan así – pidió Joey –, lo único que cambia es que ya no me veo tan joven como ustedes, pero sigo siendo el mismo.

– No es tan fácil Joey – dijo Hermione en tono neutral –. Nos va a costar un poco de trabajo acostumbrarnos a esto.

El silencio se apoderó de la sala común. Estaban muy tensos e incómodos.

– Bueno – comenzó Joey –, tal vez todo este asunto luzca mejor en la mañana, así que por ahora, me voy a dormir. Estoy exhausto.

Y sin decir más, subió con paso decidido a los dormitorios de los chicos. Los tres amigos se quedaron unos minutos más ahí, reflexionando en silencio, pero después de un momento el cansancio los venció, así que imitaron a Joey y también subieron a dormir, totalmente agotados.