1.- El Viaje
Bueno, aquí empieza mi nueva historia. Esta vez es íntegramente propia (disclaimer, menos todo lo que pertenece a JK). Espero que os guste. Como en la anterior, acepto teorías. La historia preveo que será larga pero no sobrepasará los 20 capítulos, y serán así de cortos.
-A la derecha. Empieza por "v".
El tren se balanceaba suavemente hacia ambos lados mientras atravesaba interminables prados verdes, salpicados de vez en cuando de árboles. Hacía tiempo que había abandonado el último bosque, y se notaba claramente la diferencia entre el azul brillante del cielo y el verde intenso de los pastos.
Remus suspiró profundamente antes de volverse hacia su ventana. Llevaban tres horas de viaje en un expreso muggle... y las que les quedaban. También a su compañero de viaje Sirius, con el que combatía su profundo aburrimiento jugando al veo-veo.
Sirius se apartó el pelo de la cara, apoyada contra el cristal de su propia ventana. Su voz sonó como un gruñido.
-Es eso de ahí –señaló.
-No vale –protestó Remus-. Tienes que decir el nombre completo.
-No puedo –Sirius se giró hacia su amigo con una sonrisa en los labios-. Me da la risa.
¿Cómo te va a dar risa? Si no lo dices, no aciertas.
-Ya. Tú ganas –respiró profundamente para coger el máximo posible de oxígeno-. ¡Es una "cosaconcuernosblancayconmanchas"!
Remus entornó los ojos.
¿Todo esto por no decir "vaca"?
Sirius rompió a carcajadas, dejando ver sus relucientes dientes blancos. Lágrimas de la risa se escapaban de sus profundos ojos azul marino y resbalaban por sus morenas mejillas.
-Qué quieres que te diga –consiguió articular al final-. Estos muggles no saben elegir nombres.
-Venga, te toca –Remus lo miró de refilón con sus ojos color miel, antes de volverse de nuevo hacia su propia ventana.
Sirius concentró toda su atención en lo que alcanzaba ver a través de los sucios cristales de las ventanillas del viejo tren de madera. De repente, soltó un grito.
¡Eso¡Ya est�¡Es como un theastral, pero marrón, peludo y sin alas!
-Desde luego eres un experto en zoología.
La voz salió del banco opuesto del compartimento, donde una joven pelirroja de ojos verdes se encontraba abstraída en el inmenso cuaderno naranja que apoyaba en sus rodillas. De vez en cuando posaba en él un diminuto lápiz que sujetaba entre los dedos, creando trazos abstractos que poco a poco iban dando formas más concretas. Lily había hablado casi sin despegar los labios y sin desviar la mirada de su trabajo.
-No es culpa mía –contestó Sirius compungido-. Los muggles ponen unos nombres más raros a los animales... Además, esto yo no lo había visto nunca.
-Si no lo sabes describir... �¿Cómo esperas que lo adivine! –le reprochó Remus.
-Fácil. Es lo único que llevamos viendo todo el camino, aparte de hierba, algún árbol y los "vacos" esos...
-Vacas –le corrigió Lily-. No es tan difícil de recordar... Sólo recuerda que es un nombre femenino.
¿Femenino¿Te parecen estos bichos femeninos? –contestó Sirius pegándose aún más al cristal y señalando a los animales, que pastaban a sus anchas.
-No pienso discutir –sentenció la pelirroja, volviendo de nuevo a su arte.
-No, no, seguid –intervino Remus con una sonrisa-. Me estaba divirtiendo.
-Eres cruel, Moony –dijo su compañero con simuladas lágrimas de tristeza.
Una sonrisa triunfante se asomó por los labios de la pelirroja. Movió rápidamente el lápiz contra el cuaderno un par de veces más y luego lo giró hacia sus amigos.
-Una pista –murmuró.
Los dos se quedaron boquiabiertos. En el cuaderno que Lily sostenía se vía una ostentosa figura, de pelo pardo y crin negra.
-Un... caballo –dijo Remus al final.
¿Os gusta? –preguntó la autora con timidez.
¡Es fantástico, Lily! –chilló admirado Sirius-. ¡Me tienes que enseñar a hacer eso¿Qué hechizo usas?
-Ninguno, bobo –contestó-. Me gusta pintar al estilo muggle.
-Pero así no se mueve...
-Es más divertido. Tienes que conseguir el movimiento por ti mismo, sin ayuda de los hechizos.
-Ahora que lo mencionas –interrumpió Remus, todavía no me ha quedado muy claro en qué consiste exactamente el "Proyecto Muggle".
Lily sacó de su bolsillo un folleto arrugado de colores brillantes.
-Veréis –explicó, ya que este año a mí me tocaba planificar nuestras vacaciones, he pensado que podríamos hacer algo diferente. Y estoy convencida de que más de uno de los presentes no sabría defenderse en un mundo no mágico. Así que he contactado con esta agencia que realiza unas vacaciones en un albergue, junto con un grupo de magos, para intentar hacer las cosas del modo muggle. ¡A la aventura!
-No, si eso ya lo sabía –comentó Remus –Lo que no sabía era que íbamos a compartir la casa donde nos alojaríamos.
-No es mi culpa -dijo Lily con voz de reproche-. Si Peter no nos hubiese dejado por irse a Australia con sus tíos o cualquiera de vosotros hubiese traído pareja... quizá habríamos conseguido una cabaña para nosotros solos. Pero así está mejor¡conoceremos gente nueva!
¿Gente¿aquí? –Sirius alzó las cejas-. Como no quieras que me haga amigo de las vacas esas.
-Pues son unas cuantas personas, según me dijo el agente. Creo que somos diez en total.
-Ya, y seguro que la mitad son jubilados y ancianitas –dijo el moreno con voz socarrona.
-De eso no tengo ni idea –dijo la pelirroja encogiéndose de hombros.
GGGGGGGHH!
En la esquina opuesta del compartimiento (al lado de Lily) roncaba muy sonoramente una figura, echada hacia atrás en el banco del compartimiento y con una revista de Quiddich tapándole la cara. De la revista salían varios magos jugadores de diferentes ligas que revoloteaban alrededor de su pelo moreno, alborotándolo aún más de lo que estaba (cosa aparentemente imposible), y sostenía unas redondeadas gafas en la nariz, que parecían mantenerse en la punta de la misma con ejemplar maestría.
De pronto, el hombre se despertó, haciendo que las gafas se depositasen en su regazo y la revista cayese con estrépito al suelo.
-Bienvenido al mundo, James –bromeó Lily.
¿Ya...ya hemos llegado? –preguntó mirando en todas direcciones.
La pelirroja le miró con dulzura.
-No –contestó-. Has estado dormido mucho tiempo, pero aún no hemos llegado...
-Nos has dejado a solas, cobarde –reprochó Sirius con falso enfado.
-Déjale. Nos hemos aburrido como ostras –intervino Remus-. Tu novia, en cambio, parece haber aprovechado el tiempo mucho más.
Lily se sonrojó.
-Venga, enséñaselo –la animó Sirius.
Ella cogió de nuevo su cuaderno y pasó las páginas hasta llegar a su último dibujo. James lo miró con curiosidad.
-Es bonito –dijo-. Aunque no se mueve. ¿Qué hechizo usas?
Lily se giró en su asiento, furiosa y colorada, dándole la espalda ante esta simple respuesta. Sirius y James intercambiaron una mirada interrogante. Remus, en cambio, sacudió la cabeza hacia los lados con resignación, murmurando:
-No tienes remedio, Prongs.
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El tren se adentró en un espeso bosque de altos pinos, cuya sombra hizo que desapareciese casi por completo la luz en el interior del compartimiento. La máquina fue traqueteando suavemente cada vez más despacio, hasta que finalmente se paró en un claro.
Aparentemente, eso era todo: un claro. Un tramo en que la vía estaba acompañada de una sórdida caseta, olvidada en medio de la espesura de aquel pinar.
Los únicos pasajeros que se bajaron fueron los tres chicos y la pelirroja, cuyo equipaje iba galantemente repartido entre sus tres compañeros.
¿Ya est�! –dijo el joven de ojos azules mirando alrededor-. ¿Es así como vives los muggles¿Como las lechuzas!
-Cálmate, Sirius –pidió la pelirroja-. Ésta es nuestra parada, nada más. Según las indicaciones tenemos que caminar un poco hacia allí.
Los cuatro comenzaron a andar por el camino de piedras que Lily había señalado, por supuesto sin parar de quejarse, ya que el albergue se encontraba (obviamente) en lo alto de una colina.
Al poco rato descubrieron una construcción de madera, una cabaña de dos pisos que se encontraba situada ante un nuevo claro que había aparecido entre ellos. La escena era bastante bucólica: pájaros cantando, el ruido de un riachuelo en la lejanía. La vista desde allí, una vez libre de las copas de los árboles, permitía ver algo del cielo azul que antes dejaron atrás en los pastos.
¿No es maravilloso? –exclamó Lily con una gran sonrisa.
Los demás no contestaron. James parecía embobado con el entusiasmo de su novia, Remus lanzaba miradas intranquilas al bosque de donde venían, y Sirius tuvo... su primer contacto con la naturaleza.
¡GRHG9867969JKRJ/¡ESTO ES OBRA DE LAS VACOS, SEGURO! –chilló mientras intentaba levantar el pie de la masa marrón, maloliente y uniforme en la que lo había metido. Por suerte, (y al contrario de lo que nos hubiese pasado a nosotros) Sirius recuperó la cordura suficiente como para recordar que podía deshacerse de eso con un movimiento de varita.
Entretanto, un hombrecillo enjuto con gafas de culo de vaso había salido del interior de la casa y se les acercó.
-Bienvenidos, señores y señorita –sonrió mostrando unos dientes de castor-. Soy el señor Groeham, el dueño, del albergue "Proyecto Muggle". Me alegra que hallan venido.
Lily le tendió la mano y se saludaron. Por desgracia, los demás tenían demasiado ocupadas las suyas con equipaje propio y ajeno, así que mostraron su saludo con un ligero movimiento de cabeza.
-Los demás están en el interior –continuó el hombrecillo-. Si hacen el favor de seguirme...
La doble puerta de madera crujió con ruido al abrirse. Nada más cruzarla, se encontraron ante un recibidor estrecho y alargado, con bancos de madera junto a las paredes y macetas con plantas en las esquinas.
La siguiente sala los recibió con una ola de aire caliente, que contrastaba agradablemente con el tiempo inestable y húmedo del exterior. En esta sala había una serie de sofás distribuidos al azar por la estancia y toda clase de pieles animales forraban el suelo. Frente a una de ellas, la más grande (de un oso) se encontraba una enorme chimenea encendida, cuyas brasas se mantenían mágicamente en el interior, sin dañar las alfombras.
En uno de los sofás descansaba una mujer de unos veinte años. Estaba recostada de medio lado, con la cabeza inclinada hacia delante. Espesos rizos rubios caían con gracia sobre sus mejillas sonrosadas, que conjuntaban con el resto de su piel, rosada y aterciopelada. Su cuerpo gozaba de unas bonitas proporciones que se vislumbraban tímidamente a través de un vestido blanco que llegaba hasta poco más del límite de las rodillas cada vez que se movía. Inmersa en las páginas de un libro, no había oído entrar a los recién llegados.
Ante un carraspeo del señor Groeham, la joven levantó la cabeza, mostrando su sorpresa en unos profundos ojos azul cielo. Habló con una vocecilla dulce y casi infantil.
¡Uy! Lo siento... Sabía que vendríais, pero no pensaba que hoy.
Rió brevemente, mostrando una sonrisa arrebatadora. Seguidamente se levantó de su asiento y salió por otra puerta, situada en la otra esquina de la habitación.
El total del público masculino parecía profundamente conmocionado. Lily no pudo hacer otra cosa que sonreír. La chica le había caído bien.
-Mandy es un ángel –dijo el señor Groeham-. Encantadora. Pero un poco... ingenua. No tiene la cabeza muy bien amueblada¿me entienden?
-Es decir –le murmuró Sirius a James al oído- que está buenísima pero que es tonta perdida.
James sonrió de medio lado. Seguro que Sirius estaría pensando en ella todas las vacaciones. La verdad era que a él tampoco le había dejado indiferente.
Sacudió con fuerza la cabeza. No. Él ya estaba cansado de muñequitas perfectas y tontas. Por eso quería a Lily. Al menos ella era inteligente... incluso más que él.
Efectivamente, Sirius habría dejado caer estrepitosamente todo el equipaje al vislumbrar los hermosos muslos de la rubia de no ser por Remus, que con un movimiento de varita pegó todos los bártulos al jersey muggle de su amigo.
Mandy regresó por la misma puerta por la que se había marchado acompañada de cinco personas más.
-Permitid que os presente al resto de los que estamos aquí –dijo, y se fue por donde había venido.
Un hombre se adelantó del grupo. Lucía un intenso bronceado por todo el cuerpo, el cual llevaba cubierto con un llamativo traje que hubiese pasado por ser usado por un hombre de negocios, si no llega a ser porque era de color turquesa brillante. Su pelo negro estaba forzado a mantener una situación fija sobre de su cráneo, por medio de fuerte gomina
-Hola, nuevos amigos –su voz sonaba como la de un presentador de concurso de televisión, con tono meloso. Hablaba levantando una ceja y sosteniendo una sonrisa de malicia-. Me llamo Joss. Todo el mundo me llama así. Y... ya se que está mal viniendo de mi, pero estoy casi seguro de que les seré una útil compañía.
El individuo rompió a carcajadas.
-Menos lobos, Joss –soltó una chica detrás suyo-. Que no se den cuenta tan rápido de cómo eres.
Salió de detrás de Joss una chica joven, de la misma edad que el resto, que llevaba el pelo negro recogido en una corta cola de caballo, a excepción de unos mechones que cercaban su cara como flequillo. Sus ojos eran negros, pero llenos de vida. Sería una chica "del montón" si no llega a ser por la fiereza con la que lanzaba sus miradas, como la que arañó al engreído de su compañero tras esta intervención.
El aludido sacudió la cabeza y dejó la habitación, sin perder su aire altivo. Justo entonces entró de nuevo Mandy, esta vez empujando una silla de ruedas donde se encontraba sentado un joven, que no debía de pasar de los veinte, y que sonreía con ojos cansados.
-Perdonen el retraso. Me temo que esa alfombra casi hace que me mate. Menos mal que Mandy me encontró y me ayudó.
-Salí en cuanto vi que no estabas, Tim -dijo con dulzura, orgullosa de hacer de anfitriona.
-Veo que Joss ha vuelto a desaparecer... ¿Te has pasado de la ralla, LJ? –dijo el minusválido con una risita, lo que produjo que la morena pusiese los ojos en blanco.
-Siempre es igual. Me saca de quicio –murmuró exasperada.
-Vamos, Tim. Todos sabemos como es Joss cuando se pone.
Un hombre que había permanecido en la última fila hasta el momento se adelantó hasta quedar a pocos pasos de los recién llegados.
-Me llamo Matt. Me alegra que halláis podido venir...
Se movía al andar, balanceándose ligeramente de un pie a otro para mantener el equilibrio. Un inicio de timidez le hacía hablar despacio, eligiendo las palabras, mientras se hundía la mano en su mata de pelo rubio, cortado elegantemente a la altura de la barbilla. Evitaba mirar directamente a los ojos.
-No hagáis mucho caso a Joss. Es un buen chico, pero algo...orgulloso.
-Pedante –soltó LJ.
-Bueno, tampoco es para eso. Es una personalidad muy complicada. Algún día tendría que retratarle, intentar si capto su personalidad...
¿Dibujas?
Lily había hablado por primera vez desde que entraron en la casa. Matt levantó la cabeza y los dos pares de ojos verdes se encontraron. Las mejillas de Lily se tornaron del color de su pelo.
-Bueno, sí.. –admitió el chico, que también se había ruborizado-. Pinto lo que surja: paisajes, bodegones, retratos... Al estilo muggle, por supuesto.
Lily abrió mucho la boca.
-Me he traído mi colección de dibujos aquí, a ver si me inspiro, pero no parece que haga progresos...
¿Me los dejas ver? –soltó la pelirroja, casi sin aliento.
-S...si, claro –Matt pareció animarse-. Podemos enseñaros vuestras habitaciones, y luego...
No había terminado pero Lily ya se encaminaba hacia el pasillo, caminando cerca de él.
-Falta Sue –dijo Mandy ajena a todo.
-Es cierto... Aunque de esa chica no se puede esperar nada...
Los otros tres recién llegados se quedaron clavados, con la torre de maletas encima. A los pocos segundos, LJ les pidió que la siguieran.
¿Siempre eres tan galante? –preguntó Sirius mientras iba tras ella.
-Créeme. Ya había disfrutado suficiente de veros plantados como macetas en el salón sin saber qué decir. Tenemos que mantener la casa ordenada...
Al final del pasillo, torcieron al la izquierda y subieron unas largas escaleras.
¿Cómo se las apaña Tim aquí? –preguntó James, intrigado.
¿Cómo va a ser? Pues con magia, claro. El que no se deba hacer magia aquí dentro no quiere decir que esté prohibido. De igual forma, podrías haberos evitado las lesiones de espalda haciendo levitar esos paquetes...
El alma se le vino a los pies a Sirius.
-Claro –murmuró.
-Es por la estación –dijo Remus-. Tuvimos que cargar con ellos para no levantar sospechas.
Al llegar arriba, a la derecha se extendía otro corredor, esta vez lleno de puertas.
-Cada una de las puertas lleva un nombre –continuó su guía-. Ya que somos pocos, no merecía la pena poner números.
-Aquí pone solo mi nombre –dijo James con recelo-. ¿Y Lily?
-Tenemos cuartos individuales –dijo la pelirroja con una sonrisa. No pasa nada, no creo que te asustes si entro por la noche, y así tienes más libertad...
¿Los has pedido tú? –inquirió entornando los ojos con desconfianza.
-Por supuesto que no –contestó Lily secamente-. Son todos así. No hay posibilidad de doble.
¿Y por qué no los juntamos con magia?
-No des la vara, James. –dijo exasperada-. Qué mas da. Nadie tiene habitaciones dobles. Tampoco pasa nada, ya te he dicho que me colaré en tu cuarto y no tendrás que dormir solito –añadió en tono acaramelado-. Con camas más pequeñas, estaremos más acurrucaditos.
-Seguro. Ahora no te importa ir sola en vez de conmigo.
¡No empieces!
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Remus dobló la esquina del pasillo, rumbo a su propia habitación. Se alejo de la ruidosa pelea, y de la emocionada presencia de Sirius, hacia un cuarto solitario que había pedido expresamente. Pronto habría luna llena...
Un ruido lo sobresaltó.
Una joven menuda se encontraba en la habitación frente a la suya. Tenía la tez blanca como la harina y llevaba el pelo castaño extremadamente largo, con flequillo recto por delante. Sus ojos grises rebotaron contra los de su sorprendido vecino.
-No sabía...
-..me dieron este ala...
-..porque estaba muy...
-alejada –acabaron al unísono.
La muchacha rió débilmente.
-Me parece que somos compañeros entonces –dijo Remus con una sonrisa, aunque no demasiado contento.
-Bien... Entonces... Adiós.
La puerta se cerró ante el extrañado licántropo, dejándole ver la chapa que lucía.
"Sue"
N/A: Aquí empieza la historia. El principio es un poco flojo, pero os prometo que pronto se anima. Como las descripciones de personajes se me dan fatal, os dejo aquí unas frases con descripciones de andar por casa, al estilo de Agatha Christie(en orden de aparición en el fic):
Mandy: Bonita, inocente, angelical... y rematadamente tonta. Atrae muchas miradas, aunque no tiene conciencia de "mujer fatal".
Joss: Un morenazo, con aires de gigoló de Hollywood, pero demasiado creído para acosar pretendientes (lo que proporciona un descanso a sus acompañantes femeninos). Para quien conozca la serie de manga "Detective Conan", es parecido a Mouri.
LJ: Son las siglas de nombre y apellido, nada que ver con Lily-James, lo juro. Es enérgica, con mucho carácter. Elimina rápido a los moscones con frases cortantes. Domina el sarcasmo hasta niveles insospechados.
Tim: Simpático y abierto. Paralítico desde la infancia, mantiene siempre una sonrisa, a pesa de su permanente aspecto cansado.
Matt: Tímido, guapo y encantador. Le gusta mucho el arte, en especial la pintura. Le gusta tener quien comparta sus aficiones, en especial si comparten inspiración.
Sue: Callada, discreta... Se mantiene apartada y sin decir nada, pero sonríe a menudo.
