Dragones de fuego
1: Urrim y Marlo
Era primavera, y los cerezos florecidos llenaban las calles de Tokio con un delicado perfume. Los pétalos de cerezo volaban por el aire, dando una atmósfera de felicidad a toda la ciudad. Hikaru, Umi y Fuu, las tres chicas que habían sido Guerreras Mágicas hasta sólo un año antes, caminaban hacia sus escuelas, juntas. Al llegar al lugar donde debían separarse, se despidieron y cada una tomó su camino.
Ese día llegaban dos nuevos alumnos al colegio de Umi. Iban a la primaria, pero todo el colegio estaba emocionado con su llegada. Los gemelos Marlo y Urrim Sword tenían nueve años y venían de Londres como alumnos de intercambio. Se decía que eran muy bien parecidos y muy corteses, y Umi no se quería perder la oportunidad de verlos.
Se los encontró en la puerta, y los saludó en inglés.
-¡Hola! Ustedes deben ser Urrim y Marlo. Yo soy Umi Ryuzaki. Es un placer conocerlos- dijo.
-El placer es nuestro- dijo uno de los gemelos en japonés. Los dos tenían la tez pálida, pelo negro y corto, flequillo dividido en dos y usaban anteojos –Yo soy Urrim-
-Y yo soy Marlo- dijo el otro en el mismo idioma –Estábamos esperando que llegara alguien de la escuela para decirnos dónde es el aula de cuarto grado-
-Yo les indicaré- dijo Umi, empezando a andar. Los gemelos la siguieron.
Umi los llevó hasta el aula, y después se despidió de ellos. Ése día quería ir temprano por si se encontraba con los gemelos, y lo había logrado. Eran dos bomboncitos ingleses encantadores. Umi entró en el aula vacía y se sintió muy feliz, tanto como había estado cuando estaba con Hikaru y Fuu en...
Umi se cuando estaba con sus dos amigas en Céfiro, terminó su cabeza. Sí, eso había pensado.
Umi dejó su mochila en su banco y se sorprendió que ella fuera la única. Cuando llevó a los gemelos al aula no se habían topado con nadie, ni tampoco al volver. La primaria estaba abajo, y ella había tenido que subir dos pisos para llegar a su aula. No había visto ni siquiera a un portero. Pero si la puerta estaba abierta, tenía que haber alguien, y no o había visto.
Sí, eso debía ser. Además, era muy temprano. Dentro de poco llegarían sus compañeros y los profesores y empezarían las clases...
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En el colegio de Hikaru pasó algo diferente. Las puertas estaban cerradas, pese a que era temprano y ella había llegadomucho antes de la hora en que se cerraban las rejas. Después de pensarlo, saltó por encima de la pared que separaba a la escuela de la vereda, y se dirigió al edificio. Tal vez alguien había hecho una broma o se habían olvidado de abrir las rejas, o alguien tenía muy adelantado el reloj o...
Pero las puertas de la escuela también estaban cerradas.
Probó abrirlas, pero no pudo. Ni siquiera el gimnasio estaba abierto. Al fin, decidió salir y regresar a su casa. No sabía qué estaba pasando, pero ya se lo dirían los docentes cuando volviera a clases a la mañana siguiente.
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Fuu llegó a su escuela. Algunas alumnas la saludaron cuando entró, y ella les correspondió. Llegó a su aula, dejó su mochila en el banco y una amiga se acercó a conversar.
-Hola Fuu- dijo Misa, acercándose –A que no sabes la última gran noticia-
-Hola Misa- dijo ella –Dime por favor-
-Han llegado desde Inglaterra dos bomboncitos ingleses al colegio de tu amiga Umi. Las chicas los vieron al venir. Son dos gemelos, y se veían tan lindos con los uniformes... –
-Me alegro por ti-
-Lástima que tengan nueve años... –
-¿Nueve?- Fuu estaba perpleja. Esperaba que tuvieran más edad -¿Nueve años? ¿Y saben hablar nuestro idioma?-
-Parece que sí, y muy bien, según me dijeron. Lindos, inteligentes, y según escuché, caballerosos y sin novia... Yo pensaba que no había caso as–
-Pero son un poco chicos... –
-Para algunas cosas no hay edad- dijo Misa, y desapareció.
No, no desapareció. Se desvaneció en el aire. Y todas las personas que estaban dentro de la escuela. Y en el patio. Fuu estaba asombrada. ¿Realmente había pasado? Se levantó y fue al pasillo. Vacío. Vio algunas aulas. Nadie. Después de revisar toda la escuela, comprobó que era la única persona en toda la escuela.
No entendía lo que había pasado. Cosas así sólo sucedían en...
...en Céfiro
pero no estaba en Céfiro sino en la Tierra, y ésas cosas no pasaban en éste mundo.
Pero esto ha pasado.
Debía ser una broma. O un efecto especial. No estaba en Céfiro, y aquí había otras explicaciones. Después de revisar toda la escuela, decidió salir del edificio y regresar a su casa. Tal vez había recibido un aviso que hoy no había clases y no lo había leído. Pero cuando llegó a las rejas, éstas se hallaban cerradas.
Eran las nueve de la mañana.
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También eran las nueve cuando Hikaru decidió irse a su casa, pero no pudo. Apenas tocó la reja, ésta le dio un toque de electricidad. La chica retiró la mano de inmediato. No era un día seco de otoño, y la reja no estaba hecha de metal. Volvió a tocarla, y ésta vez no le dio un choque: trató de atraparla.
La reja se deshizo en algo parecido a cables e intentó atrapar a Hikaru, pero ella logró escapar. La parte de la reja que estaba pegada a las paredes se desprendió, y empezó a perseguir a la chica. Cuando llegó a la cancha de básquet, saltó hasta agarrase del aro, y después se subió al tablero. La reja intentó atraparla, pero se estrelló contra el tablero, después que Hikaru saltara.
La reja quedó como inconsciente en el suelo, pero Hikaru no quería quedarse a averiguarlo. Dio un rodeo para llegar a la entrada –ahora libre, sin la reja- y poder salir de una vez. Pero cuando puso el pie en la vereda, sintió que el piso cedía debajo de ella, y cayó.
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Umi esperó hasta las nueve menos cinco, pero nadie venía. Decidió que algo debió pasar, y, tomando su mochila, decidió irse. Pero primero pasaría a saludar a los gemelos. Y tal vez la necesitaran para volver a su casa con alguien mayor. Se fue contenta hasta el aula de cuarto grado, y cuando abrió la puerta, el reloj de la escuela dio las nueve.
Adentro, los dos gemelos habían limpiado el salón, borrado el pizarrón y puesto flores en el florero. Umi supuso que no era la primera vez que venían a una escuela japonesa, y les peguntó si querían volver a su casa.
-Usualmente empezamos con las clases a las ocho y media, pero creo que hoy no tendremos- les dijo.
Los gemelos asintieron, y se dispusieron a salir. Caminaron junto a Umi, hablando de cualquier cosa, hasta que llegaron a la puerta de salida. Urrim tomó la mano que Umi había levantado para tomar el picaporte.
-No lo hagas, por favor- le dijo, con una voz que sonaba a adulto.
-¿Qué?- dijo Umi, sin entender.
-No salgamos por aquí- los gemelos tenían una mirada extraña, como s supieran o sospecharan que pasaba. Umi entendió que era mejor hacerles caso.
-Hay una puerta trasera que da al patio. Podremos salir por allí para después ir a la puerta de entrada... –
Pero no pudo terminar. Un gran estrépito se escuchó al otro lado de la puerta. Los gemelos tomaron a Umi de cada mano y le dijeron que debían irse. Umi corrió con ellos, pero antes de poder doblar, la puerta de entrada explotó, llenando el piso de vidrios rotos.
Los tres se dieron vuelta. Lo que había entrado era los postes de voleiball, que se doblaban como si fueran dos gigantescas serpientes. El trío siguió corriendo, pero antes de llegar a un lugar seguro, la ventana que estaba a su izquierda fue destrozada por uno de los postes de básquet. Les impidió el paso y los hizo retroceder hasta que los gemelos y Umi sentían que el piso se hundía bajo sus pies.
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Fuu vio que la reja estaba cerrada. Y las farolas que iluminaban todo el camino hasta la escuela parecían mucho más inclinadas que lo normal. Y estaban mucho más inclinadas que lo normal, porque los focos tocaban el suelo. Cuando Fuu las miró, las farolas se levantaron, como si hubieran recibido la orden de volverse lo más altas que pudieran.
Fuu no entendía. Las farolas empezaron a moverse en su dirección, como si quisieran pegarle. Fuu esquivó algunas, pero otras le pegaron en el estómago. Dio unos pasos hacia atrás, aturdida, y una farola que estaba echada sobre el piso la hizo caer.
Pero el golpe que esperaba recibir la chica no llegó; sentía como si cayera de nuevo, como había sucedido dos veces antes, pero ahora sentía que era diferente, porque el cielo que veía no era el de Céfiro.
Hola! Disculpen la larga ausencia, pero aquí estoy de nuevo. Urrim y Marlo son dos personajes míos de un libro que estoy por terminar, pero si quieres hacerse una idea más precisa de su aspecto, piensen en Eriol Hiragizawa. Pero sus historias son muy diferentes... Y hasta extrañas si se quiere.
Nakokun
