Parte IV:

-A.. ¿Aome?...- Inuyasha estaba con el corazón paralizado, ni siquiera su cuerpo le respondía. Una furia enorme se fue apoderando de pronto de él, ganas de matar al monje y golpear a la chica. Se acercó nuevamente a ellos, paso a paso.

-¿Qué sucede aquí?!- Gritó a todo pulmón.

-¿Inuyasha?- Dijo la chica, mirándolo sorprendida y acercándosele.

-Aome! Aome, qué estas haciendo!- Volvió a gritar, mientras retrocedía unos pasos para evitar el acercamiento de ella.

-Que... ¿Qué sucede?...- Preguntó ella incrédula.- Me tienes preocupada toda la noche y te apareces así, de mal humor!

-Ja... eres una cínica, Aome!

Aome lo miró sorprendida.

-Inuyasha... ¿porqué tratas así a la señorita Aome?- Preguntó el monje.

-Tú, maldito bastardo! Te mataré ahora mismo, eres de lo peor! Te aprovechaste que estaba afuera para seducir a Aome!

Miroku miró sin entender y luego volteó hacia Aome que se encontraba igual de anonadada que él. Inuyasha estaba con el rostro contraído por la ira y las manos empuñadas, listas para golpear.

-Inuyasha... ¿Te encuentras bien?- Preguntó Aome temerosa, intentando nuevamente acercarse a él.

-Nunca creí que estarías así... lo que me dijiste del monje con Sango era mentira, verdad? Eras tú! Eras tú!

-Inuyasha... creo que te estas pasando de la raya... - Dijo el monje mientras intentaba pegarle con su báculo en la cabeza, aunque este lo esquivó velozmente, el monje aún creía que todo era una broma del chico.

-No te lo perdonaré!... - Gritó el hanyou, mientras se lanzaba hacia el monje intentando golpearlo.

-ABAJO!

El conjuro hizo efecto enseguida y el chico cayó inmediatamente al suelo.

-Maldita Aome, mentirosa, proteges al monje... - Gritó él con rencor e intentando levantarse.

-Inuyasha! ABAJO ABAJO ABAJO ABAJOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

El pobre chico dio repetidos golpes contra el suelo hasta quedar finalmente inconsciente.

-Que... ¿qué pasó? – Preguntó Sango saliendo de la cabaña.

-Inuyasha... estaba como loco... - Dijo Aome, casi poniéndose a llorar.

-No lo sé... estabamos hablando y de pronto de acercó a nosotros, trató muy mal a la señorita Aome- Dijo Miroku, acercándose a Sango.

-Que extraño... y justo que íbamos a ir en su búsqueda, teniéndonos preocupados toda la noche... preocupándote a ti Aome... - Dijo Sango.

-La trató muy mal... – Volvió a repetir Miroku mirando preocupado a Sango.

-Imaginó... no sé... cosas entre yo... y el monje... - Sollozó Aome.

-Que?!- Dijo Sango sorprendida.

-No se lo perdonaré!- Dijo la chica, corriendo en dirección al poso.

-Aome... Aome... ¿dónde vas? Aome... - Sango y Miroku corrieron tras ella, pero ya era demasiado tarde, la chica se había ido a su época, lanzándose al poso.

-Argggg... qué pasó... - Se quejó Inuyasha, abriendo poco a poco los ojos.

-Por fin despertaste, Inuyasha... - Le dijo la anciana Kaede.

El hanyou se incorporó lentamente. A su alrededor estaban la anciana, Shippo y Sango, en una esquina, desviando la mirada, Miroku.

-Arggg, me duele la cabeza... - Se volvió a quejar Inuyasha, al tiempo que se la tomaba con las dos manos.

-Eso fue por el golpe de Aome- Dijo Shippo.

-¿Aome? ¿Golpe? ¿Dónde esta Aome?- Preguntó un tanto preocupado, mientras miraba a todos lados buscándola.

-¿No lo recuerdas?- Dijo el Monje con un tono bastante frío, pero aún sin mirarlo.

Inuyasha lo miró y unas escenas se agolparon en su mente.

-Tú y ella...

-No sé qué fue lo que creíste, pero puedo imaginar... lo que no entiendo es tu grado de desconfianza contra la señorita Aome... ella no lo merecía- Dijo Miroku fríamente. Todos miraron a Inuyasha con la peor de sus miradas. Ahí el chico comprendió que se le había pasado la mano... que se había descontrolado por una situación... pero ellos dos estaban juntos... pero Aome... ella lo amaba... ¿porqué de pronto desconfiaba de su fidelidad?

-Don... donde esta... - Preguntó apenas.

-Ella se fue a su época- Dijo Sango, cortante.

Inuyasha abrió los ojos sorprendido, luego se relajó y cerró los ojos. Había cometido un error y todos se lo reprochaban en silencio.

-Hola... ya llegué.

-Aome! No te esperábamos tan luego en casa. – Dijo el abuelo.

-Sí... lo sé...

-¿Te encuentras bien, hija?- Dijo la mamá, mientras se acercaba y le tocaba la frente.

-Si... estoy bien... voy a dormir, estoy cansada.

Todos la miraron un tanto preocupados.

-Parece que estaba llorando, tenía los ojos hinchados... - Dijo Sota.

-Ufff? ¿Será por Inuyasha? ¿Habrán peleado otra vez? – Dijo el abuelo, mirándolo.

-Bueno, bueno... ¿quien quiere más pasta?

En la oscuridad de su habitación lloraba nuevamente. Lo que había sucedido le había causado una gran impresión, pero lo que más le impresionó, fueron las duras palabras de Inuyasha: Maldita Aome, mentirosa, proteges al monje.

-¿Por qué? ¿Por qué?- Sollozó, mientras recordaba la cara del hanyou llena de rabia.

-Aome... ¿puedo entrar?

-Mamá... - Dijo asustada, mientras se incorporaba y se secaba las lágrimas.

Su madre entró a la habitación y se sentó a su lado.

-Aome... hija... cuéntame qué sucede...

Aome bajó la vista avergonzada. ¿Cómo podía explicar lo que había sucedido entre ella e Inuyasha? Su madre se sentó a su lado y pasó un brazo por su hombro.

-Mamá... qué sucede... ¿cuando existe la desconfianza?

-¿Te sucedió eso?

Aome no respondió.

-Bueno... a veces... – Dijo su madre solemnemente-... cuando queremos mucho a una persona, sentimos miedo de que ella pueda dejarnos... y se cometen errores, pero con el tiempo la relación se fortalece y todo queda solucionado.

-De... ¿verdad?

-Claro... es natural... cuando no es desmedida... nadie es perfecto, Aome.

Aome escuchaba con atención cada una de sus palabras.

-Cuando quieras contarme algo... lo harás, ¿verdad?

-Sí...

-Entonces... cualquier cosa que necesites, no dudes en preguntarme.

-Gracias... mamá.

Acostada en su cama pensaba una y otra vez en los consejos de su madre, pero aún le dolían las duras palabras de su hanyou hacia ella: Maldita Aome, mentirosa.

-Inuyasha...

Allá, en el Sengoku... Inuyasha aún no cabía en razón lo que había sucedido. No entendía su comportamiento. Extrañaba a Aome, a pesar de que se había ido unas cuantas horas atrás, la extrañaba más que nunca, sobre todo porque se había ido enojada con él. Más que enojada, dolida. Caminó hasta el poso y sin pensarlo dos veces, lo cruzó.

-Aome...

Aome abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fueron dos ojos color ámbar que conocía perfectamente.

-Inu... yasha...

Ella se incorporó súbitamente y lo miró enojada.- ¿Qué haces aquí?...

-Aome... perdóname...

Ella volteó la cara indiferente, Inuyasha sintió un puntazo en su corazón.

-No sé cómo pudiste imaginar cosas entre el monje y yo... no te lo perdonaré!

-Aome... no sé que fue lo que me pasó... lo siento... lo siento mucho.- Dijo él, con el tono de voz más apenado y dulce que no dejó indiferente a una enojada Aome, pero ella trató de mantenerse firme.

-Nunca olvidaré todo lo que me dijiste... – Dijo ella sollozando. Estaba tan preocupada por ti y tú...

Inuyasha se acercó sorpresivamente a ella y la besó. Aome, impresionada al principio, intentó zafarse de él. El hanyou la estrechó más contra su pecho y colocó una mano detrás de su cabeza, dejándola completamente inmovilizada. Derrotada, y también porque deseaba reconciliarse con él, se dejo besar, sintiendo poco a poco el deseo que últimamente le provocaban los besos de Inuyasha. Poco a poco fue cediendo territorio, y casi sin pensarlo se encontraba completamente tendida sobre la cama, con el chico sobre ella, sintiendo sus manos deslizarse por su cuerpo, acariciándolo sin pudores y escuchando sus propios suspiros que trataba de contener para no despertar a nadie en la casa. Todo parecía irreal, algo en su cuerpo la estaba quemando, algo le estaba sucediendo, que ni siquiera podía pensar. Cuando sintió que estaba completamente desnuda se dio cuenta de la realidad, y esquivando un poco aquellos besos que el chico le brindaba en sus hombros, habló:

-Inuyasha... no... no lo hagas...

El chico se detuvo y la miró sorprendido.

-No... no... ¿quieres?- Preguntó él casi en un susurro entrecortado y su aliento cálido chocaba contra el rostro de la chica.

Aome lo miró y tragó saliva dolorosamente. Ahí estaba su decisión para aquel momento tan importante en su vida.

-Si no quieres... no lo haré.- Dijo él suavemente, volviendo a besar su cuello.

Aome cerró los ojos y deslizó sus manos por sobre su varonil pecho, desabrochando su haori. Segundos más tardes, ambos se consumieron en un ritual que para los dos era totalmente desconocido.

-Fue la primera vez, Aome...

Ella lo miró dulcemente.

-Y te amo más porque tú fuiste la primera.- Prosiguió Inuyasha.

La chica se acercó a su pecho desnudo y le acarició la mejilla.

-Te amo.

El chico la miró tiernamente y la besó.

Se quedaron abrazados hasta que los primeros rayos del alba entraron por entre las cortinas de su habitación.

-Aome... levántate para ir al colegio!

Aome abrió los ojos pesadamente y lo primero que vio fue al hanyou desnudo a su lado, dormido. No pudo evitar sonrojarse al pensar en lo que habían hecho, sin embargo, tenía una sensación extraña: Sentía que comenzaba una nueva vida. ¿Acaso lo que había hecho en realidad cambiaba la vida de una persona?

-Aome... despierta!

-Ya... ya voy, mamá!- Dijo, mientras se levantaba apresurada.

-Arrrgg, ¿qué sucede?- Preguntó Inuyasha despertando. Al mirarla, se sonrojó levemente, pero luego le tomó una mano.

-¿Dónde vas?

-Al colegio... - Respondió ella soltándose y comenzando a vestirse.

-¿Al colegio? ¿No volverás conmigo?- Preguntó el chico, incorporándose en la cama.

-Sólo iré hoy, cuando vuelva, regresaré al Sengoku.

Inuyasha la miraba atentamente, casi embobecido con cada paso que ella realizaba de su meticulosa rutina. Cuando Kagome se encontraba con el uniforme del colegio puesto, se sentó a orillas de la cama y comenzó a cepillarse el cabello. El chico se acercó más a ella y comenzó a oler su cuello. Amaba el perfume que expelía su cuerpo.

-Qué haces... - Reprochó levemente ella.

-Hay... algo que quiero aclarar...

-Dime... - Dijo ella dejando de peinarse y mirándolo con atención.

-Yo vi... que estabas abrasada al monje...

-¿Abrasada? Creo que imaginaste mal... Sango incluso, había entrado a la cabaña segundos antes que tú aparecieras... y sólo hablábamos yo y el monje, estábamos poniéndonos de acuerdo para ir a buscarte.

Inuyasha la miró pensativo.

-Fue un error... entonces... ¿lo imagine?

Ella lo miró dulcemente y le tocó la frente.

-Sí... ¿estas bien?

-Ahora que lo pienso... no me sentía muy bien...

-¿De verdad? Estas... ¿enfermo?

Aome lo miró con preocupación, aquello causó en el chico una infinita ternura. Jamás nadie había demostrado tanto interés en él, salvo su madre.

-No... tal vez, antes, ahora ya no.

-Entonces... vístete y regresa a tu época... si te ven aquí se armará un gran lío.

Ambos sonrieron, cómplices.

-Iré, pero vendré a buscarte más tarde.

-Esta bien... ahora me voy - Dijo ella levantándose y tomando su mochila.

-Oye...

Aome volteó preocupada.

-¿Si?

-No me... darás... ¿un beso?

La chica le sonrió y caminó nuevamente hacia él, se inclinó y lo besó. Inuyasha tomó su cintura y la acercó más a él.

-Debo... irme... - Dijo ella entre sus labios.

-Vuelve pronto- Respondió él.

Cuando Aome dejó su habitación, el chico comenzó a vestirse apresuradamente. No quería encontrase con algún miembro de la familia Higurashi porque si no, las consecuencias serían fatales. Salió por la ventana y corrió directamente al poso.

Entre los árboles, la sacerdotisa lo vio salir de el y maldijo a Aome por el poder que causaba en el chico. Pero ya tendría otra oportunidad... el polvo que le había lanzado y que causaba alucinaciones aún estaba activo en el hanyou.

Continuará...