La oscuridad de un ángel caído. Segunda parte.
En el desierto de Riddle Chase no había vida. Por lo menos no vida inteligente; puesto que, ocultos en la lejanía se alcanzaban a divisar algunos cactus.
Ningún humano en su sano juicio se atrevía a ir a ese desierto, pero un día, un loco se escabulló por una puerta olvidada de la muralla, y andando por los prados donde revoloteaban las mariposas entró en Riddle Chase. Estuvo toda la noche vagando en círculos, y salió cambiado, y absolutamente cuerdo. Sin embargo, nadie se dio cuenta de esto, puesto que el hombre aseguraba que dentro del desierto se sentía una fuerte presencia, que agobiaba el alma; como cuando uno ve a la persona más amada sufriendo y se siente impotente.
Nadie le creyó, hasta que los aullidos se empezaron a escuchar... de eso ya mucho tiempo...
Iliana conocía bien esta historia, los padres siempre se la contaban a sus hijos, y así sucesivamente. Al parecer, los niños pequeños tenían una extraña atracción hacia el desierto, en especial durante los días en que se oían los gemidos.
Alguien está sufriendo. ¡Debemos ir a ayudarlo! Decían mientras se debatían en los brazos de sus padres. Luego, llegaba el miedo, que perduraba para toda la vida, y solo unos cuantos sentían una vaga curiosidad por ir a investigar, pero no se atrevían.
Iliana era uno de ellos, pero ahora que su curiosidad se vería satisfecha, sentía las piernas de plomo, como si estas mismas tuvieran vida propia y le pidieran que regresara.
Un escalofrío le recorrió la espalda, a pesar del abrumante calor. Se volvió y miró a su alrededor. Faltaba poco... Había visto la cueva cuando pasaba en tren, aunque este diera un rodeo para esquivarla.
Se sentó a descansar, lamentando no haber traído algo de agua, pero en seguida prosiguió su camino, temerosa de que su propio cuerpo se rebelara y le llevara de vuelta al pueblo.
Cuánto tiempo pasó caminando no lo supo, pero cuando llegó a la cueva ya estaba atardeciendo. Miró temerosa la figura del ángel tallado en piedra, que, sin embargo, no parecía brillar como otros que hubiera visto, este estaba sentado de perfil, con la cabeza gacha y su largo cabello tapando sus ojos. Esa figura irradiaba tristeza. Iliana acercó la mano hasta tocarlo, y enseguida la retiró al notar lo helado que estaba.
"Una promesa es una promesa"
Dio un paso adelante y se adentró en las tinieblas.
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Temblaba de arriba a abajo, involuntariamente. Gimió cuando su pie chocó con algo, y entonces recordó las cerillas de su bolsillo. Escuchó un débil canto.
No entendía lo que decía, pero en un instante se quedó paralizada, escuchando. Nunca había escuchado una voz tan hermosa, que parecía la de un hombre y una mujer unidad en una sola.
Escudriñó el aire, tratando de divisar al cantante. Olvidando el miedo... El miedo que volvió de pronto cuando, al girar la cabeza, descubrió una pluma negra en el suelo. Retrocedió con el corazón saliéndosele del pecho, recordando de pronto el ser que se encontraba allí adentro... Y que ella estaba con el.
Para su mala suerte, pisó una pequeña rama, que al entrar había tenido tanto cuidado de no pisar. La voz se interrumpió abruptamente.
"Quién está ahí?" Preguntó una voz que parecía venir desde lo más profundo de un pozo, fría como el hielo.
Iliana sintió como todo su cuerpo se paralizaba y sus piernas se negaban a echar a correr. Exhaló un leve gemido, y pensó desmayar cuando escuchó unos pasos, cada vez más cerca. Retrocedió un paso, y luego otro más, hasta llegar a la luz.
La criatura seguía avanzando...
Una cara igual de pálida que la de ella -o quizá más –salió de la oscuridad y parpadeó varias veces, deslumbrada.
Iliana se quedó petrificada, mirando la cara del joven, más alto que ella, de unos ojos que en algún momento fueron castaños, pero que ahora eran de color rojo fuego y una larga melena de color azul grisáceo.
La aparición salió completamente a la luz, sin dejar de mirarla, y fue cuando Iliana divisó un par de extrañas alas negras saliendo de su espalda, alas de pájaro, alas de cuervo, alas de un ángel negro...
Con un suspiro, la joven cayó en brazos del extraño ser.
