¡Hola! De nuevo os traigo una escenita nueva de REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED¿QUÉ HUBIERA PASADO SI...? Me alegro muchísimo de vuestra participación en este "fic", que se ha multiplicado últimamente. Gracias. Más gracias aún a Marce, Gwen Lupin y Valita J. Lupin por sus "reviews".

Por último lugar, quería agradecer también su sugerencia a Marce, fruto de la cual surge esta escena que le dedico con todo mi cariño y que ojalá le guste (aunque realmente deja mucho que desear). Para informaros a todos, Marce me propuso una escena en la que reflejase las razones por las que Dumbledore llegó a dudar de Sirius. Aunque es una propuesta difícil, me la he tomado como un reto. Espero que salga bien.

ADVERTENCIA: Para algunas escenas me apoyo en MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO y en los diálogos allí expuestos.

ESCENA N.º 7 (GÉNESIS DE UN TREMENDÍSIMO ERROR)

–¡Sirius Black! –llamó McGonagall apartando la mirada del pergamino al tiempo que Dumbledore, reincorporándose en su asiento dorado, levantaba la vista.

Era Sirius un chico alto y delgaducho, de anchos hombros, pelo muy moreno y cortado a tazón y ojos azules como el mar; ojos que se deslizaron vagamente por la figura del director con el nerviosismo propio del momento. Se sentó en el taburete, la subdirectora puso sobre él el Sombrero y éste se estremeció, ladeándose de un lado a otro, hablando en su cabeza. Dumbledore ardía en deseos de saber qué le estaría diciendo; ya tendría oportunidad más tarde, cuando el Sombrero Seleccionador regresase a su sitio en su despacho y le contase cuantas cosas había podido ver en las seseras de sus recién incorporados alumnos.

–¡Gryffindor! –gritó el Sombrero en un alarde de impetuosidad.

Dumbledore aplaudió en tanto por su cabeza pasaban un sinfín de pensamientos: Black, uno de los linajes más antiguos de las familias de brujos; su poder se corrompía en las altas cúpulas mientras su sangre se limitaba a aquéllos que llamaban su "raza". Cuando Voldemort se alzase como las estrellas sobre la noche, los Black se apostarían a su lado.

«¿Gryffindor?», se preguntaba Dumbledore. «Gryffindor. ¿Acaso es el inicio de una nueva saga en los Black?»

Sus temores se apagaron aquella noche, pero los rescoldos adquirieron el calor de aquel primer día de clase cuando el anciano director, sobresaltado, saltó de la cama y vagó por los pasillos del colegio, alertado por los cuadros de su despacho. Encontró a Sirius con su amigo James Potter en el vestíbulo de la escuela, riendo el primero con una carcajada infernal, demoníaca.

Pronto conocería todos los detalles, que había intentado matar a Severus Snape, y su aliento se posicionó tras la nuca de Sirius Black, siempre atento, siempre vigilante. Expectante y cauteloso, el anciano nunca se manifestó, pero ya hacía tiempo que dudaba del pequeño Sirius. Pensó largo tiempo si sería lo mejor llevarlo consigo a la Orden del Fénix, pero, por encima de todo, deseaba salvar a Remus. Durante doce años creyó que había cometido el mayor error de su vida; y, en efecto, durante todo ese tiempo lo estuvo haciendo.

Sus bromas se recrudecieron, sus comentarios perdieron su chispa. Sirius apenas pasaba por la orden y Dumbledore se comenzó a preocupar. A la señal de un traidor, a la persistente obstinación del auror Moody por encontrar un culpable, Dumbledore no reveló sus sospechas, por otro lado poco fundadas, pero inciertas. Dejó el agua correr por sus manos mientras envejecían por la edad.

Hasta que hubo un día..., uno, en que no volvería a confiar ya nunca más...

–Qué buen papel –dijo Sirius a Remus.

Todos estaban tan callados que no supuso un gran problema escuchar las palabras de Canuto, pero nadie dijo nada, ni tan siquiera Dumbledore, que seguía sentado con las piernas cruzadas en el suelo.

–Yo... Lo siento... No sabía... –se disculpó Remus para ver si aquellas malditas mariposas echaban a volar por su boca.

–¿Qué vas a sentir? –le espetó Sirius con rabia.

–¿Qué estás queriendo decir? –le preguntó Helen mirándolo con enfado.

–¡Oh, vamos¡Está claro! Se quedó solo cuando nos encontramos con Voldemort la primera vez y se escapó aunque estaban todos sus mortífagos y él. ¿Se escapó? No. Voldemort lo dejó marchar. Ahora dice que te está buscando, pero no te persigue a ti¡sino a nosotros! Creo que está bastante claro quién es el traidor en la orden¿no?

La voz del director se elevó como un huracán y la voz de Sirius quedó ahogada.

Aquella noche... Aquellas palabras... Desafortunadas, no sentidas, desconsideradas... Sirius se arrepentiría de ellas, Dumbledore las recordaría largo tiempo.

Y el día que Sirius se levantó para proteger a Lily y James y este último le dijo a Dumbledore que no pasaba nada, su mundo creyó ceder. Les había fallado, pensó durante largos doce años. En realidad se había fallado a sí mismo, había fallado a un hombre inocente. Reconocería tarde su error, mas lo reconoció.