RUROUNI KENSHIN – SAMURAI X
LA ÚLTIMA REDENCIÓN

CAPITULO V

LA DECISIÓN

22 de Diciembre de 1878

La ciudad se encuentra sumida en una extraña calma esta mañana, pero al mismo tiempo, había algo de incertidumbre en el aire. Todas las calles parecían estar llenas de policías y soldados, que custodiaban todo, esperando a que algo pasara. La gente murmuraba en voz baja, preguntándose entre ellos que era lo que pasaba. De pronto, un grito rompe el silencio, al mismo tiempo libera las dudad de muchos.

Niño¡Extra¡Extra! – Gritaba un joven mientras corría por la calles, tirando periódicos al aire mientras la gente los agarraba. – ¡Político es atacado en media fiesta¡General de alto rango asesinado¡Antiguo realista de la Restauración acusado de traicionar al Imperio!

La gente tomaba los pedazos de papel y los leía con gran detenimiento. Comentarios rondaban entre la gente sobre lo ocurrido esa noche. La mayoría de las personas de la ciudad conocían a Kenshin, y estaban muy sorprendidos al ver de lo que lo acusaban-

Mientras tanto, en la Mansión Kanryu, la llamada "Escena del Crimen", se encuentran varios policías y soldados, inspeccionando el lugar. El lugar se encuentra en gran movimiento a pesar de que la fiesta ya había acabado. Al mismo tiempo, en el segundo piso de la Mansión, se llevaba acabo una discusión.

Gral. Yamagata¡Esto es ridículo! – Gritó el Gral. Yamagata azotando sus manos en el escritorio. Hirokazu se encontraba sentado en su silla, con un rostro despreocupado, el General estaba de pie frente a él, enojado, mientras el Capitán Kawada observaba por detrás – ¿Cómo pueden acusar a Himura de ser un traidor¡Después de todo lo que ha hecho por este país!

Hirokazu: El señor Himura atento contra la vida del señor Ito y asesinó a sangre fría a un militar del Ejército Imperial¿Acaso esta sugiriendo que estos actos queden impunes solo porque el criminal es uno de los Realistas de la Restauración Meiji, no importa que tanto haya ayudado en la Revolución, un crimen contra el gobierno es un crimen.

Gral. Yamagata¡Himura no ha matado ni a una sola persona desde el final de la Restauración¿Porqué atacaría a un soldado del ejército!

Hirokazu: Los motivos no los conozco General, pero el hecho es que así fue.

Gral. Yamagata¡Eso es imposible!

Kawada: No lo es General – Le dijo el Capitán tratando de calmarlo – Sé que parece imposible, pero yo mismo vi cuando pasó. Uno de sus acompañantes cayó cuando trato de asesinar al General Yamagata. El Señor Himura entró el cólera y se le lanzó encima.

Gral. Yamagata: No puede ser, debe de haber otra explicación.

Hirokazu¿Y usted la tiene General, ya que según tengo entendido usted es muy amigo de Battousai Himura.

El comentario de Hirokazu desconcertó un poco al General. No sabía muy a que se refería, pero por su tono de voz, supo que le trataba de insinuar algo.

Gral. Yamagata¿De qué habla General Takamura?

Hirokazu: Usted dejó que civiles se involucraran en la batalla en Osaka, y unos meses antes de eso, movilizó al ejército imperial sin permiso, lo que fue razón de un castigo¿lo recuerda, y todo esto bajo la influencia del señor Himura. Él le dijo que dejara de atacar a los hombres de Daimyo y usted lo hizo, lo dejo entrar al castillo y esté dejo escapar a Daimyo Akai y a sus hombres. Usted y su negligencia ante la influencia de Kenshin Himura hicieron que Daimyo siguiera libre y nos atacará esta noche, y todo por su culpa General Yamagata.

Kawada¿Cómo se atreve a decir esas cosas!

Gral. Yamagata¡Esto ridículo¿Cómo osa acusarme de esa manera?

Hirokazu: Yo no soy el único que piensa así General, esto viene de puestos superiores a nosotros.

Gral. Yamagata¿Qué?

Hirokazu se puso de pie lentamente. En cuanto se puso derecho, la puerta de la habitación se abrió y entraron tres soldados armados que apuntaban al General con sus armas.

Hirokazu: Gral. Yamagata, se le acusa de negligencia, y además es sospechoso de apoyar a un grupo rebelde y atentar contra el gobierno regente. Por orden directa del Ministerio de Defensa y el Consejo de Guerra Imperial queda destituido de su puesto por tiempo indefinido. Quedará bajo arresto domiciliario hasta que se le llame a compadecer frente a una corte marcial.

Kawada¡Imposible!

Hirokazu: Le pido que no oponga resistencia General. Un hombre de su posición debe de entender como son estas cosas. Mis hombres lo escoltaran hasta su residencia.

Yamagata se le quedó viendo detenidamente, mientras Hirokazu lo observaba con una expresión fría en sus ojos castaños. Sin decir nada más, el militar se dio media vuelta y caminó hacía los soldados.

Kawada: Pero general…

Gral. Yamagata: Estaré bien Kawada. Te encargo todo.

Ante los ojos del impotente capitán, el General Yamagata salió de la habitación, seguido por detrás por los soldados. Kawada se quedó inmóvil ante lo ocurrido.

Hirokazu: Capitán Kawada – Dijo de pronto Hirokazu sacándolo de sus pensamientos. Al girarse de nuevo hacía el escritorio, Hirokazu se estaba sentando de nuevo en su silla – A partir de ahora estaré a cargo de este incidente. Ahora denme el informe.

Kawada: Sí – Aún algo desorientado, tomó varios papeles que traía consigo – 19 de nuestros hombres murieron en manos de los atacantes, sin contar al Gral. Joshuya que murió en manos de Himura. Se vieron cinco atacantes en la fiesta, de los cuales escaparon cuatro. Los únicos reconocidos fueron Kenshin Himura y Saigo Makaiju. Estaban acompañados de una mujer desconocida, y el cuarto era un hombre disfrazado y nadie vio su rostro. El quinto fue el hombre que murió al tratar de atacar al General. Se identificó como "Muro Yosuke"

Al oír el nombre de Yosuke, Hirokazu pareció exaltarse un poco, aunque no mucho para que el capitán no lo notará.

Kawada: Se le buscaba en casi todo el Japón por robo y por algunos asesinatos. Además…

Hirokazu: Esta bien así Capitán – Interrumpió de pronto mientras se ponía de pie y se asomaba por la ventana detrás de él – Puede retirarse.

Siguiendo sus órdenes, el capitán Kawada se retiró de la oficina, dejando sólo a Hirokazu, que estaba de pie frente a la enorme ventana, viendo con gran detenimiento el cielo nublado.

Hirokazu: "Yosuke esta muerto, al igual que Manami" – Pensó sin mover sus ojos de la ventana – "Ahora de los Cuatro Rurounis, solo quedamos tú y yo Himura…"

Kaoru¿QUÉ! – Gritó Kaoru a todo pulmón al momento de leer el periódico.

Kaoru, Yahiko y Sanosuke se encontraban sentados en una de las mesas del Akabeko, mientras Tae se encontraba de pie a lado de ellos. A pesar de toda la gente que ahí se encontraba, Kaoru no se esforzó en bajar su voz. En el periódico relataban lo ocurrido, y en especial mencionaban la intervención de Kenshin, y como esté había matado a un militar.

Tae: Kaoru, cálmate un poco – Le decía su amiga tratando de tranquilizarla.

Kaoru¿Cómo se atreven a escribir eso¡Esto es un chantaje¡Es amarillismo!

Yahiko¿Amari qué!

Sanosuke: Kenshin no llegó a dormir anoche¿No es así?

Kaoru¿Acaso tú también crees que lo hizo, Kenshin ya no es un asesino, él sería incapaz de matar a una persona, mucho menos a un militar del ejército.

Sanosuke: Yo lo sé muy bien, pero debes de admitir que hay algo muy raro en todo esto. No creo que Kenshin haya matado a ese General, pero de seguro si estuvo en esa fiesta.

Kaoru¡Van a ver que Kenshin es inocente! – Les dijo poniéndose de pie – ¡Iré a buscar a Kenshin y él arreglará todo, Pero primero iré con la policía y les enseñaré a no inventar historias.

Kaoru caminaba totalmente enojada hacía la puerta, pero Sanosuke y el resto rápidamente trataron de detenerla.

Tae: Espera Kaoru, si vas con la policía a gritarles no mejorarás las cosas.

Yahiko: Mejor volvamos al Dojo, puede que Kenshin vaya hacía haya.

Megumi¡Imposible! – Fue lo único que pudo decir Megumi, igual de sorprendida que Kaoru al momento de leer el artículo en el periódico, aunque algo más calma. – ¡Ken, No puede ser, esto no puede ser cierto.

Dr. Gensai: Megumi – Decía el doctor al tiempo que salía de una habitación – ¿Qué pasa, tus pacientes te esperan.

Megumi: Lo siento Doctor – Le respondió mientras se ponía de pie – Por favor hágase cargo, tengo que ir a ver a Kaoru.

Sin poder explicar más, Megumi salió corriendo del lugar rumbo al Dojo Kamiya. Había mucha incertidumbre en el aire en esta mañana.

Hirokazu ya estaba completamente solo en su oficina. Estaba sentado en su asiento, con sus brazos cruzados y los ojos cerrados. Parecía estar dormido, pero en verdad estaba más despierto que nunca. De pronto, la puerta de la habitación se abre sin que hayan llamado primero. De inmediato Hirokazu abre sus ojos. Su rostro no refleja ninguna sorpresa al ver al hombre frente a él.

Hirokazu: Buenos días… - Saludó el militar con una sonrisa maliciosa en el rostro pero con algo de sarcasmo en la voz. El visitante era un hombre de traje azul, con un pelo negro corto, trayendo consigo una espada a su lado –… oficial Goro Fujita. Dígame¿Qué lo trae a mi oficina?

Saito se encontraba viéndolo con una expresión seria en el rostro, que estaba combinada con algo de enojo. Sin embargo, más que nada, seguía teniendo esa despreocupación típica de él.

Saito: Mi olfato no me falló – Dijo de pronto sin acercarse – En verdad hay una rata muerta en esta oficina.

Hirokazu: No debería de estar aquí insultándome oficial. Su deber es estar afuera, cuidando la ciudad. Recuerde que tenemos cuatro asesinos sueltos en las calles – La voz de Hirokazu seguí siendo sarcástica, como si quisiera hacerlo enojar.

Saito: Veo que te diviertes jugando con tu papel de chico bueno. La verdad no puedo creer como una cucaracha como tú pudo poner a toda la ciudad contra Battousai y subir a lo más alto al mismo tiempo, y todo sin llamar la más mínima atención.

Hirokazu: Talvez soy un genio… creo que aún sigue enojado por lo de Hijikata… Hajime Saito.

En cuanto dijo su nombre verdadero, Saito se dio cuenta de que ya estaba hablando enserio. Hirokazu seguía sentado en su silla, con los brazos cruzados y volteando a verlo con un malicia en su mirada.

Hirokazu: Deberías de agradecerme que no he contado muchos de los secretos de nuestra operación en Osaka. Por ejemplo, que Daimyo Akai era en realidad Hijikata Toshizou. Eso hubiera manchado por siempre el bueno nombre del Shinsengumi¿no? – Saito no decía nada, simplemente se le quedaba viendo sin cambiar de expresión – Pero bien que me hubiera gustado presumir por ahí que derrote al más grande de los espadachines del Grupo Shinsen.

Este último comentario no le pareció del todo a Saito, pero no reflejaba su enojo en su rostro.

Hirokazu: Pero bueno, Daimyo Akai me sirve vivo como alguien a quien echarle la culpa. Mientras el gobierno libre esta batalla con un enemigo muerto, yo puedo controlar las cuerdas¿No le parece?

Saito: Y ahora que Joshuya ha muerto, tú te quedarás con el control absoluto de todo el ejército y del país¿No es así?

Hirokazu: La muerte de Joshuya fue una coincidencia para todos. Nunca pensé que Himura se atreviera a matarlo – Esas palabras sorprendieron a Saito, y Hirokazu lo notó – Así es, Himura sí mató a Joshuya, eso no lo invente yo. Parece que el viejo Battousai no era tan viejo aún.

Ambos se quedaron en silencio, viéndose el uno al otro fijamente. De pronto, Saito tomó su espada por la funda con la mano izquierda, colocándola frente a él. Luego, colocó su mano derecha sobre la empuñadura, desenfundándola lentamente, hasta que toda la hoja salió a relucir.

Hirokazu no se vio sorprendido ante esto. Pareció mantener por completo la calma al ver que Saito sacaba su arma. De inmediato el antiguo Shinsen pasó su arma a su mano izquierda y se colocó en l apostura clásica del Gatotsu.

Hirokazu¿Qué piensas hacer¿Matarme?

Saito: Debiste haber muerto en Osaka, lo único que haré será terminar lo que hizo Hijikata.

Hirokazu: Sí, supongo que podría matarme. No tengo mi espada aquí, no tengo alguna otra arma cerca, así que supongo que podría atacarme con facilidad. Pero bueno, podría moverme antes de que la espada me toque y usted terminaría estrellándose en la ventana detrás de mí. Estamos en un segundo piso, quién sabe que tanto daño le podría hacer una caída de este tipo. Dígame señor Saito¿Qué siente con suerte?

Saito¿Tratas de asustarme?

Hirokazu: No, claro que no. Solo quiero preguntarle algo¿Esta conciente de que si me ataca con esa espada será acusado como traidor al igual que Himura?

Saito: El único traidor aquí eres tú.

Hirokazu¿Puede probarlo?

Saito no dijo nada ante esto último. En efecto sabía que tenía razón, y esto muy en el fondo lo molestaba demasiado.

Hirokazu: Por supuesto que no puede, si no¿por qué no le ha dicho al capitán Kawada o alguien más de lo ocurrido en el Castillo de Osaka, porqué sabe muy bien que sería inútil¿No es así? También sabe que si se atreve a ponerme un dedo encima, por encima de todo su rango y prestigió, terminará perseguido como un animal. Si lo logré con el legendario Battousai¿Por qué no con usted?

Saito: Tus amenazas no me asustan comadreja.

Hirokazu: Lo supuse, de seguro a usted no le importa que lo miren como un traidor o que lo persigan, siempre que tenga a su estúpido "honor" y su "Aku…" no sé qué por delante. Usted y Hijikata son igual de tontos. Pero dígame¿Su esposa y su hijo piensan igual?

Parecía que este comentario si le había llegado a lo más profundo. Hirokazu había dado en el clavo que necesitaba, y lo supo en cuanto vio su rostro.

Hirokazu: Si usted es perseguido¿Qué será de ellos sin su compañía¿Quién los protegerá en la noche por si alguien quiere atacarlos, es mucho riesgo.

Saito¿Cómo se atreves…? – le preguntó con algo de enojo en su voz.

Hirokazu: La pregunta es simple señor Saito¿Esta dispuesto a sacrificar su carrera y su lugar en la policía y la sociedad, sin mencionar a su propia familia, solo para defender el honor de un montón de lobos muertos y cobrar venganza, el precio es muy alto. Si lo ve desde mi punto de vista, su lema de exterminar a la maldad no tiene mucho valor, y menos en esta nueva era.

Una vez más, todo se quedó en silencio. Hirokazu lo miraba como esperando una respuesta. Saito por dentro sentía una gran frustración. Dentro de su mente pensaba en todas las consecuencias que traería el hacer lo que tenía planeado. Paso cerca de un minuto hasta que de pronto el antiguo samurai abandona la posición del Gatotsu, parándose derecho.

Hirokazu soltó una pequeña risa de satisfacción mientras se ponía de pie y caminaba hacía la puerta. De pronto se para a lado de Saito, antes de continuar.

Hirokazu: Con su permiso oficial, tengo cosas que hacer.

Hirokazu salió de la habitación, dejando atrás de él al enojado Saito.

Las calles estaban llenas de hombres que buscaban sin descanso a los presuntos atacantes de esa noche. Con tanta gente afuera, lo más seguro era que estuvieran escondidos, y así eran. En el interior de una vieja bodega, la misma en la que Yosuke les había contado los planes de Hirokazu, se encuentran dos personas: Kenshin y Hayai. El primero estaba sentado en el suelo, con su espalda recargada en una de las cajas, mientras que ella estaba sentada sobre una caja de madera, aparentemente revisando sus armas.

Su armadura había sufrido daños en Osaka, pero ahora Hayai traía algo nuevo. En los brazos llevaba unos brazaletes que ocupaban todo su antebrazo. Luego, tenía el torso protegido con un peto del mismo material que las pulseras. En la parte posterior del peto, aún tenía unas ruedas, aunque más pequeñas que las otras, en done estaban agarradas las cadenas. Una vez que revisó que todo estaba bien, se colocó de nuevo la parte de arriba de su disfraz. Luego, se giró hacía de las cajas que estaban frente a ella y movió su mano derecha al frente, y de su muñeca, salió su cadena, rompiéndola en mil pedazos.

Hayai: Funciona bien – Dijo satisfecha con el resultado. En ese momento, voltea a ver a su compañero, que se ve con una mirada pensativa y la cabeza baja. – ¿Aún sigues triste por lo de tú amigo, pudimos haber sido cualquiera. No lo culpo por lo que hizo, si yo hubiera visto a Serizawa talvez hubiera hecho lo mismo… y talvez también me hubieran matado, pero así es la venganza.

Kenshin: No solo estoy triste por Yosuke – Le respondió el espadachín, dejándola muy sorprendida.

Hayai¡No me digas que estas triste por ese maldito de Joshuya, ese sujeto era un miserable, si no la mataba él, lo matabas tú, y si no, lo haría otro.

Kenshin: No me refiero a eso – Volvió a decir – Yo lo maté…

Hayai¿Es eso, no puedo creerlo, tú eres Battousai¿Porqué te impresionas como si hubiera sido el primer hombre que matas?

Kenshin: Porqué sí fue el primero.

Hayai¿Qué!

Los comentarios de Kenshin eran totalmente extraños para Hayai. ¿Cómo era posible que fuera el primero que mata si Battousai era conocido por todos los hombres que había matado y que incluso era capaz de matar a tres contrincantes al mismo tiempo?

Kenshin: Durante le Restauración Meiji, bajo el Battousai el Destajador, mate a muchas personas con mi espada. Sin embargo, la mayoría eran personas que me encargaban el asesinar, y el resto era por defensa propia. Prácticamente ni siquiera conocía a la persona que mataba. Pero esta noche fue diferente. Joshuya nos hizo mucho daño en el pasado, incluyendo cuando mató a Manami. Cuando Yosuke también murió, todo el odio que sentí por dentro brotó. No quería que viviera, en ese momento deseaba que muriera. Fue la primera vez en mi vida que realmente deseaba matar a una persona, la primera vez que mataba por odio. Battousai nunca conoció a Joshuya, él nunca le hizo nada ni tenía razones para odiarlo. Quien lo mató, el que lo odiaba, ese fue Kenshin el Vagabundo, fue él quien mató a Joshuya, y no Battousai.

Hayai se le quedó viendo muy extrañada, como si le estuviera hablando en otro idioma. Parecía que por unos momentos Kenshin había olvidado con quien estaba.

Hayai: En primera, creo que estas loco, en segundo¿Porqué hablas de ti en tercera persona, y luego¿de que hablas, yo creo que es mucho mejor matar a alguien que realmente odies. El odio es una buena razón para matar a alguien. Deja de llorar.

Kenshin: No importa cual sea la razón, no tenemos el derecho de tomar la vida de nadie.

Hayai: Enserio que estas loco…

En ese momento, Hayai escucha unos pasos que pasan frente a la puerta del lugar. Con gran agilidad y sin hacer ruido, se movió hacía la puerta colocándose a lado de ella.

Makaiju: Soy yo, Makaiju – Escuchó de pronto que decía la voz de su compañero.

Lentamente deslizó la puerta. Del otro lado se encontraba Makaiju, vestido con una larga capa negra y un sombrero largo de paja para protegerse de los policías. El espadachín entró rápidamente al tiempo que Hayai cerraba la puerta detrás de él. Una vez adentro, Makaiju sacó de entre su capa la comida que había ido a conseguir.

Makaiju: Esto es lo que pude conseguir, espero que alcance – Mientras colocaba la comida sobre una de las cajas de madera, Makaiju volteó a ver a Kenshin, que seguía sentado en el mismo lugar con la misma expresión que cuando se había ido – ¿Sigue igual?

Hayai: Va empeorando, ya hasta me dio miedo. Dime¿Cómo están las cosas afuera? – Le preguntó mientras tomaba un bocado de la comida que había traído.

Makaiju: No muy bien. Todas las calles están llenas de policías. Tuve suerte de que no me atraparan. Y además, miren esto.

El samurai sacó un pedazo de papel, colocándolo al frente. Era una parte del periódico, el mismo que se había esparcido por toda la ciudad.

Makaiju: A estas alturas todo Tokio sabe de lo ocurrido. Hirokazu arregló todo para hacernos ver a nosotros como los atacantes, echándole toda la culpa al señor Daimyo. Además miren – Les dijo apuntando una parte del artículo – El Gral. Yamagata se ha convertido en sospechoso de apoyar a opositores del gobierno.

Esto llamó la atención de Kenshin, que de inmediato pareció ser jalado a la realidad.

Makaiju: Él ahora esta bajo arresto domiciliario, y quien esta al mando es el Gral. Hirokazu Takamura, Serizawa.

Hayai¡No puede ser!

Makaiju: Así es, su plan fue todo un éxito. Sembró la desconfianza en el gobierno, culpó de todos a los rebeldes de Osaka, desprestigió el nombre de Battousai en la ciudad, y al mismo tiempo tomó el control absoluto del ejército, y todo esto sin tener que matar a Ito. Además, con Joshuya muerto lo más seguro es que él tomé el mando de toda la operación.

Hayai¿Me estas diciendo que por ir ahí a esa fiesta hicimos que todo saliera perfecto para él y pésimo para nosotros!

Makaiju: Lamento decir que sí…

Hayai¡Ese desgraciado, maldito, engendro del infierno¡Cuando lo vea le voy arrancar la cabeza y luego… y luego…, no sé lo que haré¡Pero haré algo con su maldito cabello de idiota¡

Makaiju: Tranquila Hayai, te ahogarás con la comida.

Hayai se sentó de golpe en el suelo, respirando profundamente para tratar de calmarse, pero su enojo era demasiado. Makaiju agarró un pan que habría traído y comenzó a comer.

Hayai¿Ahora que vamos hacer? – Le preguntó, algo más tranquila.

Makaiju: Bueno, como le veo hay dos opciones. Pensando de manera sensata, pienso que lo mejor para nosotros sería escapar de la ciudad y escondernos.

Hayai olvidó por completo su enojo y se quedó unos momentos callada, como analizando lo que Makaiju acababa de decir. De pronto, una sonrisa dibuja su rostro y de inmediato se gira hacía su compañero.

Hayai: Pero, no haremos eso¿verdad? – Le pregunta muy sonriente, a lo que Makaiju responde con una sonrisa idéntica.

Makaiju: Pensando de manera inadecuada e impulsiva, lo mejor para nosotros es armarnos, caminar hacía la mansión de Serizawa y pelear con quien se nos ponga enfrente hasta llegar a donde él se encuentra.

Hayai: Sabes muy bien que nos podrían matar a la mitad del camino.

Makaiju¿Y eso nos detendrá?

Hayai: Claro que no. Ya estamos siendo más que buscados por la policía, no podremos hacer otra vida en otro lugar. Por lo que lo mejor en estos momentos es morir peleando, por nosotros y por el señor Daimyo.

Makaiju: Y dejarle el destino de este país a las futuras generaciones – Agregó mientras se ponía de pie y se colocaba de nuevo su sombrero. – Hagámoslo entonces.

Entusiasmada, Hayai también se puso de pie, colocándose al igual que Makaiju una capa negra y un sombrero. Ambos se vieron el uno al otro y luego se disponían a salir, pero antes de irse, Makaiju volteó a ver a Kenshin. El destajador seguía sentado ahí, teniendo su mirada en el suelo.

Makaiju se le quedó viendo un rato con una expresión seria en el rostro. De pronto, la sonrisa reaparece en su rostro.

Makaiju: Hasta luego Battousai – Le dijo mientras hacía una señal de despedida, moviendo su sombrero con sus dedos – Fue un gusto volver a verte.

Sin decir más, ambos se dieron media vuelta y caminaron hacía la puerta. Makaiju acercó lentamente su mano a la puerta con la intención de abrirla, pero algo lo detuvo.

Kenshin: Esperen – Les dijo Kenshin desde su espalda. Cuando ambos se dieron media vuelta, se sorprendieron al ver al destajador, poniéndose la tercera capa negra que tenían – Iré con ustedes.

Hayai¿Qué! – Dijo sorprendida.

Makaiju¿Estas loco Battousai, el acompañarnos solo significara el hundirte aún más. Si atacas a Serizawa junto con nosotros el gobierno tendrá más razones para ejecutarte. Hayai y yo ya hemos decidido que eso no nos importa, pero tú tienes una vida aquí en Tokio, amigos y demás. Aún no es muy tarde, aún puedes salvarte sin sacrificarte.

Kenshin: Esto lo comenzamos Hirokazu y yo ya hace muchos años – Le respondió mientras tomaba un sombrero como el de ellos – Si no lo terminó ahora, todo el Japón perecerá bajo su puño, la nación, y también las futuras generaciones que dices. Se lo debo a Manami y a Yosuke, por lo que tengo que hacer esto.

Hayai: Pero Battousai¿Estas seguro de esto¿Crees ser capaz de matarlo?

Kenshin volteó a ver su espada sin filo, que se encontraba recargada en la misma caja en la que estaba él. Rápidamente la tomó y la colocó en la cinta de su cintura.

Kenshin: Esta espada no se manchará otra vez con sangre – Les dijo mientras se puso el sombrero – Pero aunque tenga que hacerlo con mis propias manos, detendré a Hirokazu.

Hayai y Makaiju se veían sorprendidos ante esta reacción; nunca pensaron que él los acompañaría después de lo sucedido esa noche. De pronto, Kenshin voltea a verlos con una sonrisa en el rostro, como era su costumbre. Al mismo tiempo que estaban sorprendidos, sus rostros se adornaron con una sonrisa, no sabían si era felicidad, pero esta simbolizaba que deseaban que él los acompañara.

Makaiju: Bien Battousai¡Entonces vamos! – Makaiju abrió rápidamente la puerta. La luz entró con fuerza en el lugar, alumbrándolos a los tres. Hombro a hombro, los tres salieron decididos del lugar, dispuestos a librar que talvez sería, su última batalla…