RUROUNI KENSHIN – SAMURAI X
LA ÚLTIMA REDENCIÓN

CAPITULO VII

LA TRISTEZA DEL DESTAJADOR

Reunidos en una de las calles, la misma en la que hace unos minutos Hayai y Makaiju fueron atacados por los policías, vemos varios soldados vestidos con uniformes negros y armados con sus rifles y sables. Estaban recogiendo los cuerpos de aquellos que habían muerto, mientras tomaban notas de lo que vieron los testigos. Un militar alto, de uniforme negro y rojo, con cabello pelirrojo que salía por debajo de su gorra, se encontraba hablando con una señora mayor.

: Así que... ¿Eran dos? – Le preguntó el militar después de escucharla.

Señora: Sí, eran dos jovencitos vestidos de negro – Le respondió la señora – Traían consigo a una mujer lastimada, y fueron con la doctora; yo supuse que buscaban el que la curara. Se me hicieron muy sospechosos.

: No se preocupe señora – Le dijo mientras ponía sus manos sobre sus hombros – Nosotros nos encargaremos de esto.

Señora: Pero por favor señor, le pido que la doctora Megumi no salga afectada por este incidente.

: Despreocúpese, dejé todo en mis manos... – Al alzar su mirada, muestra como sus dos ojos rojizos brillan con la luz del sol.

Dos hombres se encontraban frente a un gran portón de madera cerrado; pegado en esté había un cartel que indicaba que el consultorio de la Dra. Megumi y del Dr. Gensai se encuentra cerrado esta tarde. Los dos se encontraban muy extrañados ante esto.

Hombre 1¿Por qué el doctor habrá cerrado tan temprano el día de hoy?

Hombre 2¿Crees que haya pasado algo malo?

Hombre 1: No lo sé, pero la ciudad es una locura este día.

En el interior de la casa vemos a Kenshin, sentado en el pasillo a lado de la puerta de uno de los cuartos, como esperando algo. Su mirada era baja y con un tono de preocupación. En el suelo, se encontraban la capa y el sombrero que traía puesto, y como siempre, a su lado estaba su leal espada, esa espada que se supone fue hecha para no matar a las personas y que ahora había sido manchada con sangre. Esto aún no salía de su mente, pero también otras cosas en que pensar.

El interior del cuatro solo era alumbrado por dos velas, que se encontraban a lado de las únicas personas ahí. Recostada boca abajo sobre un colchón blanco, se encuentra Hayai, aún inconsciente, y a su lado estaba Megumi, con su pelo y mangas recogidas, mientras se encontraba curándola. A lado del paciente había un plato, donde se encontraban dos balas cubiertas con sangre que ya había retirado.

Megumi estaba ahora concentrada en la pierna derecha de su paciente. Lentamente acercó el bisturí a donde se encontraba la herida, haciendo un corte fino para abrirse paso. Aunque estaba inconsciente, parecía que Hayai lograba sentir el dolor, pero como guerrera que era, lograba soportarlo. Luego tomó unas pequeñas pinzas, introduciéndolas lentamente en el interior de la herida hasta llegar a donde se encontraba la bala. Una vez que la tenía agarrada, la retiró lentamente, hasta que pudo extraerla y colocarla en el plato junto con las demás.

Una vez retirada la herida, la limpió una vez más y luego la desinfectó. Acto seguido, tomó un largo y fino hilo de color negro y lentamente comenzó a cerrar con este la herida, cociéndola con la delicadeza que sólo una doctora posee. De inmediato tomó un paño y lo colocó sobre la herida, deteniendo cualquier hemorragia que pudiera ocurrir, para luego tomar algunas vendas y comenzar a enredarla alrededor de la pierna, de tal manera que cubriera el paño que esta sobre la herida. Por fin había terminado la operación.

Megumi: Termine – Se dijo así misma mientras se retiraba el paliacate de su cabeza. Luego la acomodó para que se recostara boca arriba y salió de la habitación.

Kenshin pudo escuchar los pasos de Megumi acercarse, por lo que rápidamente se puso de pie. Uno segundo después, la puerta del cuarto se abrió.

Kenshin¿Cómo salió todo? – Le preguntó en cuanto la vio salir.

Megumi: Retiré las tres balas y curé sus heridas. Además de esas heridas de bala en sus piernas, sólo tiene algunos rasguños y golpes. Estará bien, pero ahora necesita descansar. Sería bueno que no hiciera mucho esfuerzo hasta que se cure, pero...

Kenshin: Lo sé señorita. Le agradezco mucho lo que hizo y me disculpó por involucrarla en esto.

Megumi: No te preocupes Kenshin. Ya te había dicho antes que yo no soy una peleadora como Kaoru o Sanosuke. Esta es la única forma en que he podido ayudarlos en los combates pasados, por lo que si tengo la oportunidad de ayudarte en algo, debo de hacerlo; esté es mi deber.

Ambos se quedaron viendo el uno al otro durante un tiempo, sin decir una sola palabra. Kenshin se sentía extraño ante esto. Ella ni siquiera le había preguntado que había ocurrido o sí era cierto lo que se decía en la ciudad. Simplemente le pidió ayuda y ella se la dio.

Kenshin: Señorita Megumi, yo... – Kenshin trató de explicarle, pero ella lo interrumpió.

Megumi: No me digas nada Ken. Me di cuenta de que no te tengo tanta confianza como la que te debo, no como la que te tiene Kaoru y Sanosuke, y no debe de ser así. Si hiciste lo que todos dicen, debió de ser una buena razón, y yo no soy nadie para criticarte por eso.

Kenshin: Gracias – Le respondió el joven con una sonrisa.

Mientras tanto, en otra habitación del sitio, Makaiju y el Dr. Gensai estaban sentados, los dos en el suelo, sin cruzar una sola palabra. Todo el alrededor estaba cubierto por completo por un denso silencio, incomodo y espeluznante. El Dr. Gensai se encontraba tranquilo, dando pequeños sorbos de su té. Makaiju por su parte no se sentía del todo cómodo; aún llevaba puesta la capa negra, mientras que su sombrero estaba en el piso, a su lado.

Dr. Gensai: Y bien – Comenzó a hablar el doctor, rompiendo el silencio. Al oír su voz, Makaiju reaccionó, poniendo una cara de nerviosismo – Así que… ¿Usted es un asesino?

Makaiju: Bueno, soy un soldado, así que técnicamente si mató, pero no soy un asesino – Le respondió, tratando de decirlo lo más tranquilo posible.

Dr. Gensai: Ya veo – Le dijo por último, antes de dar otro trago de su taza.

Makaiju dio un suspiro, no de alivió, sino de frustración. De pronto, la puerta de la habitación se abre de golpe. Cuando el militar voltea a ver hacía la puerta, Kenshin se encontraba de pie frente a él.

Makaiju¿Cómo esta? – Pregunto algo preocupado al tiempo que se ponía de pie.

Kenshin: Estará bien – Le respondió – La señorita Megumi ya se encargó de ella.

Makaiju: Bien – Una vez que ya tuvo buenas noticias, tomó de nuevo su sombrero y se lo acomodó en su cabeza para luego comenzar a caminar hacía la salida.

Kenshin¿Adónde vas? – Le preguntó el destajador, deteniéndolo.

Makaiju¿Cómo que adónde, es obvio que voy a la Mansión de Serizawa.

Kenshin: Si vas ahora, no sólo Hayai nunca te lo perdonará, si no que además harás que te maten.

Makaiju: En ese estado la matarán a ella también va. Es mejor que yo termine con esto.

Kenshin: No dejaré que vayas tú solo. Si alguien tiene que combatir a Hirokazu soy yo.

Makaiju: Ya te habíamos dicho esto, pero tendré que volverlo a decir. Tú ya no eres parte de este combate. Has hecho una nueva vida aquí, una vida plena y pacífica, una vida que todos nosotros hubiéramos deseado. Pero hemos elegido desde hace mucho seguir este camino, y tú no quieres ni debes de seguirlo. Quédate y cuida de Hayai.

Kenshin: Tú no sabes ni la mitad de lo que esta pasando…

Ambos espadachines se quedaron viendo fijamente el uno al otro, clavando su mirada justo en los ojos del otro. En medio de ellos, se encontraba la figura del Dr. Gensai, que se limitaba a mirar su discusión desde el lugar en el que estaba sentado.

De pronto, el agudo oído de cada uno comienza a oír algo a lo lejos, pero al mismo tiempo cerca. Era varios pasos que se acercaban a la puerta de entrada.

Makaiju: Battousai…

Kenshin: Sí, lo sé…

Los ojos de Hayai se abrieron lentamente, confundiendo la oscuridad que veían antes con la tenue luz que iluminaba su habitación. Lo primero que vio fue el techo de madera que se posaba sobre su cama. Usando las fuerzas que poco a poco regresaban a su cuerpo, logró sentarse en el colchón blanco.

Hayai¿Dónde estoy? – Se preguntó así misma mientras volteaba hacía todos lados. De pronto, la puerta se abre, llamando de inmediato la atención de la guerrera.

Megumi¡Oh¡Ya despertaste! Me alegra que estés bien. Se ve que eres una mujer fuerte – le decía la doctora mientras caminaba hacía ella. Hayai se le quedó viendo fijamente y en cuestión de segundos recordó su rostro.

Hayai¿Tú otra vez? – Preguntó algo extrañada – Es la segunda vez que eres lo primero que veo al despertar.

Megumi: Bueno, mientras no se haga costumbre.

La más reciente paciente de Megumi retiró lentamente la sábana que la cubría, viendo las vendas que cubrían sus piernas.

Hayai¿Otra vez me curaste?

Megumi: No te sientas mal. A Kenshin y a Sanosuke los he tenido que curar en muchas ocasiones, la verdad son un dolor de cabeza. Pero bueno, después de tanto tiempo ya me acostumbre, pues hemos vivido muchas cosas juntos.

Hayai se le quedó viendo unos segundos. Pareció notar cierta tristeza en sus palabras. Toda su vida se había acostumbrado a ignorar las emociones de los otros, pero desde lo ocurrido en Osaka parecía haberse hecho más sensible a este tipo de cosas.

De pronto, la puerta de la habitación se vuelve a abrir. Kenshin y Makaiju rápidamente entraron al interior del cuarto, reflejando cierta preocupación en sus rostro.

Makaiju: Hayai, tenemos que movernos ahora.

A la puerta del consultorio, se pararon varios hombres vestidos con uniformes negros y armados con rifles. El Capitán Toshiro, que se encontraba al frente, tocó la puerta con fuerza para que así le abrieran. Lentamente el gran portón de madera se abrió, apareciendo del otro lado la figura del Dr. Gensai.

Dr. Gensai¿Qué sucede caballeros?

Toshiro: Buenos días señor. Soy el Capitán Toshiro de la Guardia Imperial. Lamento molestarlo, pero tenemos órdenes de registrar todo la ciudad, incluyendo este consultorio.

Dr. Gensai¿Están buscando algo?

Toshiro: Sí. Creemos que los culpables del ataque de anoche aún siguen en Tokio, y podrían estarse escondiendo¿Nos permite pasar?

Dr. Gensai: Por supuesto, adelante. – Sin mayor preocupación, el Dr. Gensai se hizo a un lado para que todos ellos pudieran pasar.

Los soldados comenzaron a registrar todo el lugar con mucha cautela, cuidando de que no se les fuera a escapar ningún detalle importante. Aunque en el exterior no lo aparentaba del todo, Toshiro no tenía pensado retirarse del sitio hasta no encontrar a las personas que estaba buscando.

El militar caminó por el pasillo de madera acompañado de dos soldados detrás de él y el Doctor. Los cuatro caminaron hasta llegar a la habitación donde habitualmente atendían a los pacientes. Una vez ahí, los dos uniformados comenzaron a registrarla. Toshiro por su parte dio unos pasos al frente y luego centro su atención en dos tazas de té que estaban servidas en el suelo. Lentamente se agachó y tomó una de ellas. La taza estaba llena.

Toshiro¿Tuvo visitas doctor? – le preguntó Toshiro volteando a verlo por encima de su hombro.

Dr. Gensai: No, sólo estuvo aquí la señorita Megumi Takani que me ayuda, pero ya se ha retirado.

Toshiro¿Hay alguien más aquí?

Dr. Gensai: No, sólo yo y mis dos nietas que duermen en una habitación.

Toshiro: Ya veo – Con una sonrisa maliciosa en el rostro, colocó de nuevo la taza en el suelo.

Al mismo tiempo, el resto de los hombres seguían buscando por todos los rincones de la casa, tratando de buscar algo que estaba prácticamente bajo sus pies. Sí, mientras arriba los soldados se movían de su lado otro con miradas asertivas sobre todo lo que veían, estos se encontraban ignorantes de que alguien los escuchaba caminar desde abajo.

Justo debajo del suelo de una de las habitaciones, se encontraba un espacio hueco, como un gran hoyo, tapado por la madera del piso, inteligentemente hecho para que no sonara hueco cuando alguien lo pisara. Resguardándose aquí, se encontraban Kenshin, Makaiju y Hayai, los tres vestidos con sus capas negras y sus sombreros. Además los acompañaba Megumi.

Makaiju¿Por qué tienen un escondite como este? – Preguntó Makaiju casi en susurros para que no los escucharan.

Megumi: Esto no siempre fue un consultorio – Le contestó la doctor de la misma manera – Unos de sus propietarios anteriores la hicieron especialmente para poder escapar en casi de una guerra o algo como esto. Hacía aquella dirección se sale hasta el patio trasero – Agregó señalando hacía su derecha – Desde ahí creo que podrán escapar.

Hayai: Me parece bien, pero es muy arriesgado que nos sigas. Si salimos y hay soldados en el patio tendremos que librarnos de ellos como podamos.

Megumi: No sé preocupen por mí, estaré bien. Dije que los ayudaría, y eso voy a ser.

Kenshin: Será mejor que nos movamos de una vez, pero tratemos de no hacer mucho ruido.

Moviéndose con mucha cautela por el túnel, los cuatro comenzaron a moverse en dirección a la salida, esperando no llamar para nada la atención de los soldados sobre ellos.

Mientras tanto, Toshiro caminaba junto con el Dr. Gensai y otros dos soldados que los seguían. El dueño del consultorio trataba de mantener cierta serenidad frente a sus registradores.

Dr. Gensai: Así que… ¿Están haciendo esto en toda la ciudad? – Preguntó el Doctor con un tono serio. Al escuchar esta pregunta, el militar se detuvo justo frente a una puerta, dándole la espalda.

Toshiro: Bueno, si quiere saberlo, sólo lo hemos hecho en los lugares donde lo hemos creído necesario.

Dr. Gensai¿Necesario?

Toshiro: Este consultorio, también el Dojo Kamiya y el Restaurante Akabeko están estrechamente relacionados con Battousai Himura¿no?

Dr. Gensai¿Habla de Kenshin, sí, es un viejo amigo.

Toshiro: Ya veo. Supongo que esta enterado de que la policía lo esta buscando¿verdad?

Dr. Gensai: Algo así escuche. Parece que toda la ciudad esta conmocionado por ello.

Toshiro: Sí, así es. Una cosa más – Toshiro volteó a verlo con una mirada penetrante – ¿También esta enterado de que proteger a un fugitivo es un delito grave?

Ambos se quedaron viendo el uno al otro fijamente, como esperando a que alguno desvíe la mirada. De pronto, si mayor preocupación, una sonrisa se dibujo rápidamente en el rostro del doctor.

Dr. Gensai: También estoy enterado de eso. Soy un hombre ya muy mayor, y conozco muy bien las reglas viejas y nuevas que hay en este país. También tengo suficiente edad como para distinguir en lo que uno debe hacer y lo que no.

Toshiro¿Qué se supone que significa eso?

Dr. Gensai: Sé identificar muy bien que gente ha hecho más por este país y a cual hay que darle mi ayuda. No estoy afirmando nada, pero si un paciente y amigo viene a pedirme ayuda, no dudaría en ayudarlo antes que a ustedes.

Toshiro se quedó algo extrañado ante estas afirmaciones. Pareció fruncir en seño como señal de enojo, pero no pasó a más. De pronto, algo hizo que se olvidara un poco de este desafío por parte del anciano.

Soldado¡Capitán! – Escuchó de pronto que un soldado gritaba detrás de él. Sin pensarlo, se dio la media vuelta para ver que pasaba. – Mire lo que encontramos.

El soldado corrió rápidamente hacía el militar, sosteniendo en sus manos un plato redondo de un material casi metálico. Toshiro acercó su rostro para ver su interior. Su rostro reflejó algo de sorpresa al ver en contenido de esté: Tres balas manchadas ligeramente con sangre. Una sonrisa de satisfacción surgió al ver esto.

Toshiro: Soldados – Dijo de pronto – Aprendan al Doctor ahora mismo.

Siguiendo sus órdenes, los dos soldados que estaban detrás de él rodearon al Dr. Gensai, acercando sus rifles a él. Toshiro se dio rápidamente la media vuelta, tomó con su mano el traje del hombre y agachó un poco la cabeza para ponerla a su altura.

Toshiro¿Dónde están viejo!

Dr. Gensai: No sé de que esta hablando – Le respondió con firmeza.

Toshiro¿Enserio? – Toshiro lo soltó de golpe, parando erguido de nuevo. – Talvez quiera reconsiderarlo y ser más cooperativo Doctor.

Acto seguido, el militar colocó su mano derecha sobre la puerta ubicada a su lado, abriéndola lentamente. El Dr. Gensai volteó a ver hacía la habitación con espanto; en el piso del cuarto, se encontraban durmiendo Ayame y Zusume, las dos nietas del Doctor.

Toshiro: No nos gustaría hacer algo desagradable – Ante la amenaza del capitán, el hombre trató de mantenerse firme.

Dr. Gensai: No sé… de lo que esta hablando… - Repitió mostrando de esta manera que no diría nada.

Toshiro estuvo apunto de reventar en rabia ante su osadía. Sin embargo, simplemente se limitó a golpearlo con fuerza con su mano derecha justo en la mejilla derecha del doctor, haciendo chocar contra la pared.

Toshiro: No importa – Mencionó – Tómenlo a él y a las niñas y luego llénenlos al frente¡Ahora!

Soldados¡Sí Señor!

Después de recorrer con cautela el camino, los cuatro escondidos llegaron hasta el final del túnel. Encima de ellos, aparecieron de nuevo varias maderas, aparentemente de otro piso. Kenshin acercó su oído a las tablas para ver si escuchaba algo, pero todo estaba callado.

Kenshin: Parece que no hay nadie arriba – Le dijo, y de inmediato comenzaron a levantar las tablas para poder salir.

En lugar en el que salieron era un cuarto pequeño, lleno de polvo, telarañas y algunas cosas guardadas.

Hayai¿Es un bodega?

Megumi: Es la pequeña bodega del patio trasero. Se encuentra pegada a la barda, por lo que podrán escapar por facilidad. – Megumi se iba a acercar a la puerta para abrirla, pero fue detenida por Makaiju, quién tomó su mano y le hizo la señal con el dedo de que no hiciera ruido.

Makaiju se acercó a la puerta, pegando su espada a ella. Luego, lentamente comenzó a abrirla, no mucho, sólo lo suficiente como para que su ojo pudiera ver hacía afuera. Lo primero que vio fue la figura de dos soldados que corrían aparentemente apresurados hacía la entrada.

Makaiju: Se están yendo muy rápido hacía el frente¿Ya se irán a retirar?

Kenshin: Tengo un mal presentimiento sobre esto.

Hayai: Iré a ver que pasa.

Makaiju: Sé muy cuidados Hayai. Lo menos que necesitamos ahora es que te atrapen.

Hayai: Ya lo sé, no tienes que decírmelo.

Una vez que el camino estuvo libre, Hayai abrió rápidamente la puerta para luego cerrarla detrás de él cuando estuvo afuera. Sin perder ni un instante, dio un largo salto hacía arriba, parándose en el techo de la casa. Cubriéndose por completo con su capa oscura, trataba de moverse por el techo sin llamar la menor atención.

Hayai se movió sigilosamente hasta poder ver la entrada del sitio. Oculta detrás de la construcción, vigilaba lo que pasaba. Frente a la puerta, se encontraban todos los soldados que habían ido a registrar, incluyendo a Toshiro. Sin embargo, esto no fue exactamente lo que llamó la atención de la guerrera. Un grupo de militares, armados todos con rifles, se encontraban rodeando a tres personas como rehenes: el Dr. Gensai y sus nietas Ayame y Zusume. Frente a ellos, parado con firmeza, se encontraba Toshiro.

Toshiro¡Battousai! – Gritó a todo pulmón, tanto que Kenshin y los otros lograron escucharlo desde su posición – ¡Más te vale que tú y tus amigos salgan ahora mismo¡Si no lo haces estas personas van a pagarlo!

Hayai sintió ganas de saltar en ese mismo momento y cortarle la cabeza con sus cuchillas. Sin embargo, pudo contenerse y ser algo prudente. Con el mismo cuidado con el que había ido, se regresó hacía donde los demás la aguardaban.

Kenshin¿Qué sucedió! – Preguntó asustando Kenshin en cuanto Hayai volvió a la bodega.

Hayai: Tienen como rehenes al doctor y a dos niñas. – Le informó.

Megumi¿A Ayame y a Zusume¿Qué clase de personas son!

Makaiju: La clase de personas que se Serizawa.

Kenshin¿Cómo ustedes? – Mencionó Kenshin con seriedad.

Makaiju: Oye, podremos no ser la bondad personificada, pero nunca usamos a niños como carnada. Ese no es el estilo de un Shinsen.

Hayai: Cálmense, debemos de pensar en que hacer. No podemos irnos y dejarlos aquí. Esos sujetos de seguro los mataran.

Kenshin: Si los atacamos pondremos en peligro al Doctor y a las niñas.

Makaiju: Y entregarnos no puede ser una opción.

Todos se quedaron en silencio unos segundos, meditando unos momentos en que podrían hacer. De pronto, Megumi rompió este silencio con su voz.

Megumi: Si les interesa, creo que tengo una idea. – Los tres voltearon a verla con una expresión de sorpresa ante sus palabras.

Mientras tanto, en la entrada, Toshiro comenzaba a impacientarse ya que ninguno de ellos se dignaba a pararse ahí.

Ayame: Abuelo¿Porqué están todos estos sujetos aquí? – Preguntó algo asustada la niña, aferrándose al traje de su abuelo.

Dr. Gensai: Tranquila pequeña – Le respondió mientras acariciaba su pelo con su mano – Todo va salir bien.

Toshiro: Más les vale que Himura y los otros aparezcan – Le dijo a los tres volteando a verlo por encima de su hombro derecho. Luego, se giró lentamente hacía a ellos, para luego agacharse justo frente a Zusume. – Talvez deba de matar a alguno de ustedes para obligarlos a salir.

La niña se asustó mucho al escuchar esto, y se alteró aún más cuando ese hombre comenzó a acercar su mano derecha a ella. Sin embargo, no pudo ni llegar a tocarla, ya que una voz detrás de él lo distrajo.

Megumi: No toque a esa niña – Escuchó que le dijo la voz de una mujer. Al girarse, ve la figura de Megumi, con una expresión tranquila, parada frente a todos los soldados.

Dr. Gensai¡Megumi!

Rápidamente los hombres la apuntaron con sus rifles, listos para dispararle en cualquier momento. Sin embargo, Toshiro detuvo sus intenciones.

Toshiro: Bajen sus armas – Le ordenó mientras caminaba hacía ella – Ella no representa un peligro.

El militar caminó hacía ella, hasta que ambos estuvieron frente a frente. Toshiro era algo más alto que Megumi, pero aún así la doctora lo miraba directo a los ojos sin desviar ni un centímetro su mirada.

Toshiro: Estoy buscando a tres personas, y usted no es ninguna de ellas.

Megumi: Es curioso – Le respondió con una sonrisa – Según el periódico eran cuatro los fugitivos¿o no? – Este comentario molestó un poco a Toshiro, pero trató de no demostrarlo.

Toshiro: Tres o cuatro da igual. El punto es que sabemos que están aquí y que los están protegiendo. No trate de negarlo porque no le funcionará. Le sugiero que nos diga ahora donde están.

Megumi: No tenía pensado negarlo señor.

Toshiro¿Qué dice?

Megumi: En efecto, estamos protegiendo a tres fugitivos, pero adivine qué: ya se fueron.

Toshiro¿Qué! – Gritó enojado – ¡Imposible¡No se irían dejando en peligro la vida de sus amigos!

Megumi: Bueno capitán, si son unos asesinos y unos criminales como ustedes dicen, no sé porqué se le hace tan extraño.

Furioso por la arrogancia de la mujer, Toshiro la tomó con fuerza de su brazo para acercarla hacía él. Luego, desenfundó su pistola, pegando el cañón directo en su rostro.

Toshiro: Sabes qué, no te creo nada, y más le vale a tus amigos que salgan ahora, o te volaré todo ese lindo rostro…

Megumi trataba de no demostrar miedo ante sus amenazas y se dignaba a mirar con furia. Toshiro colocó con firmeza su dedo en el gatillo, listo para dispararlo. Sin embargo, como ya se había hecho costumbre, algo hizo que su atención cambiara de rumbo.

Desde lo alto, dos cadenas de metal se extendieron a toda velocidad hacía el frente, pasando por entre todos los soldados hasta llegar a donde se encontraban los rehenes. Toshiro se olvidó por unos instantes de la doctora para ver que era lo que pasaba. Sin embargo, cuando volteó la mirada hacía atrás, sólo pudo ver como las cadenas regresaban en la misma dirección en la que vinieron, teniendo cada una agarrada a una de las niñas.

Las pequeñas volaron hasta llegar al techo, dónde fueron recibidas por la figura de Hayai que las tomó en sus brazos.

Hayai¿Están bien niñas? – Les preguntó mientras las sostenía con fuerza, a lo que ellas respondieron afirmando con la cabeza.

Toshiro¡Es uno de ellos¡Abran fuego! – Les ordenó el militar, y de inmediato todos apuntaron sus armas hacía el techo.

Hayai¡Sujétense! – Les ordenó la guerrera a sus protegidas mientras las acercaba a su cuerpo y comenzaba a moverse rápidamente para no ser alcanzada por las balas.

Al mismo tiempo, mientras la atención de Toshiro estaba en el techo, esté no notó que una segunda figura se acercaba a él de frente. En un abrir y cerrar de ojos, la cabellera rojiza de Kenshin, protegida además por su sombrero de paja, se interpuso entre él y Megumi.

Para cuando Toshiro volteó de nuevo frente, Kenshin ya tenía su espada desenfundada. Sin que él pudiera verlo siquiera, abalanzó la parte sin filo de su arma de abajo hacia arriba, golpeándolo justo en la muñeca de la mano con la que sostenía su pistola, haciendo de esta manera que soltara el arma. Siguiendo el mismo movimiento, dirigió la espada de arriba hacía abajo, para así golpear su otro brazo y hacer que soltará a Megumi.

El militar retrocedió ante los ataques del destajador, y una vez que la mujer estuvo libre, Kenshin la tomó en sus brazos y se alejó de ahí a toda velocidad.

Los soldados se veían entre ellos confundidos. De pronto, escucharon un ruido justo detrás de ellos. Todos los hombres giraron su vista hacía donde estaba su rehén. Tirados en el piso, se encontraban dos soldados con heridas de espada en sus cuerpos. En medio, cubierto con su sombrero y su capa oscura, se encontraba la figura de una persona, con su mano derecha extendida. En esa mano, sostenía una espada con su hoja cubierta de sangre. Con la otra sostenía con fuerza al Doctor.

Makaiju: Sosténgase con fuerza señor – Le dijo con seriedad mientras lo tomaba.

Soldado¡Es otro! – Gritó un soldado y de inmediato todos lo apuntaron con sus pistolas.

Makaiju dio un largo salto junto con el Dr. Gensai, cayendo de pie sobre la el techo que se encontraba sobre la puerta. De ahí, comenzó a correr por la barda que rodeaba la casa, esquivando los disparos de los militares.

Toshiro¡Con un demonio! – Les gritó Toshiro mientras trataba de recuperar la compostura después de los ataques de Kenshin – ¡No que queden ahí¡No podemos dejar que se escapen!

Siguiendo las órdenes del capitán, los soldados comenzaron a dispersarse para así poder atrapar a los fugitivos.

Kenshin corrió rápidamente con su amiga en brazos, quien simplemente se dignaba a aferrar sus manos al traje y la capa del destajador. Megumi inconscientemente recargó su cabeza en el pecho de Kenshin, escuchando el latir de su corazón. Siempre se había sentido a salvo a lado de él, y hoy no era diferente. En se instante, un recuerdo llega de golpe a su cabeza.

El destajador corrió hasta llegar a la parte trasera de la casa. Una vez ahí, colocó delicadamente a Megumi de pie en el suelo. Luego, pegó su espalda a la pared, centrando su mirada hacía un lado para poder ver si alguien venía.

Kenshin: Su plan fue algo muy arriesgado – Le mencionó sin desviar la mirada.

Megumi se le quedó viendo fijamente, con algo de tristeza o preocupación en su expresión. Recordó en ese momento cuando fue al Dojo Kamiya, el ajetreo que ahí había y todo los que le dijeron.

- Sanosuke: Kenshin reaparecerá dentro de poco y aclarará todo esto, y dentro de algunos días todo esto será un recuerdo. Kenshin ha sobrevivido a cosas peores que estas, y verás que saldrá bien.

- Megumi: No siempre las cosas son tan simples – Le dijo volteando a verlo con un tono duro en su voz – Kenshin no es un mago o un dios que puede solucionar todo¿crees con tan solo sacar su espada o dar algunos golpes como ustedes acostumbran se solucionaran todas las cosas?

- Sanosuke¿Por qué hablas de esa manera! – Le respondió girándose hacía ella – ¡Yo tengo confianza en que Kenshin lo hará porque el siempre lo hace, él no es un ser súper poderoso, pero te aseguro que él sabrá muy bien como salir de este problema.

Ella tenía razón, Kenshin no era un ser sobrenatural ni tenía algo que lo hiciera más que las personas normales. Pero Sanosuke tenía razón también: había algo especial en él, algo que siempre lo hacía salir de cualquier problema, algo que siempre les daba esperanzas. Al mismo tiempo que recordaba esto, también recordaba otra cosa…

Megumi: Kenshin… - Comenzó a decir en voz baja – Dime¿Ya fuiste a ve a Kaoru?

Kenshin voltea a verla con una cara de extrañes. No comprendió cual era le propósito de hacerle esa pregunta en ese instante.

Kenshin: No, aún no – Le respondió mientras desviaba la mirada de nuevo hacía su derecha.

Megumi: Entonces… hay algo que debes saber… - Antes de que Megumi pudiera decir algo, los pasos rápidos de los soldados la interrumpieron.

Kenshin¡Ahí vienen! – Gritó Kenshin, al tiempo que una vez más la tomaba con fuerza para luego dar un largo salto hacía arriba y subir al tejado, teniendo detrás de ellos los disparos de los rifles.

Al mismo tiempo, Hayai se movía en el interior de la casa, cargando a las dos niñas consigo. Se encontraba corriendo por uno de los pasillos, cuando frente a ella se pararon dos hombres uniformados.

Hayai¡Rayos! – Pensó la guerrera al verlos.

Soldado¡Deténgase ahí! – Le gritó uno de ellos, apuntándola con su rifle.

Hayai sabía muy bien que no podía hacer mucho trayendo consigo a Ayame y a Zusume. Sin embargo, su eterno Ángel Guardián hizo otra vez su acto de presencia. Detrás de ellos pudo ver como la capa oscura de Makaiju, seguido de inmediato por el destelló luminoso de la hoja de su espada atacando a los dos soldados. Ambos cayeron al suelo, aparentemente inconscientes.

Makaiju: Te dije que tuvieras cuidado Hayai – Le dijo mientras se le acercaba junto con el doctor.

Hayai: Y lo tuve – Le contestó mientras le entregaba a las niñas – Quédate aquí y cuídalos a todos. Iré afuera a ayudar a Battousai.

Makaiju: De acuerdo.

Sin decir más, Hayai salió corriendo hacía el exterior.

En el tejado, Kenshin, tomando de la mano a su acompañante, se mueve lo más rápido que pude. Sin embargo, es interceptado por un grupo de soldados que logran subir hasta el tejado. Algunos de ellos desenfundan sin pensarlo sus sables y se lanza al ataque.

Kenshin: Quédese atrás de mí – Le ordenó a Kenshin, indicándole que retrocediera.

El antiguo destajador se cubría los ataques de los sables, para luego contraatacar con su espada. De un golpe tumbó a uno de los soldados del techo, haciéndolo caer en el patio inconsciente.

En ese instante, desde la entrada, Toshiro divisaba las figuras peleando en el tejado. Rápidamente se agachó para tomar el rifle de uno de los soldados que había atacado Makaiju. Aún le dolían sus extremidades por los golpes de la Espada sin Filo, pero sin vacilar apuntó su arma hacía el techo, tratando de apuntar con su cañón al destajador.

Toshiro: Todos son unos inservibles… yo soy el único que puede acabar contigo… - Se decía así mismo mientras trataba de apuntarlo.

El destajador seguía peleando en el tejado con sus atacantes, contraatacando con el lado sin filo de su hoja o con su funda, sin ningún propósito de matar a alguno de ellos. Toshiro se encontraba a relativamente lejos de él como para que Kenshin lo pudiera notar. Sin embargo, Megumi, que estaba a las espaldas de Kenshin, por simple reflejo volteó hacía la entrada, sólo para poder distinguir de enseguida la figura de Toshiro, apuntando desde su posición al Destajador.

Megumi¡Kenshin¡Cuidado! – Gritó la mujer mientras corría hacía él. Sin entender lo que pasaba, Kenshin volteó de enseguida hacía ella.

Toshiro¡Muere maldito! – Gritó Toshiro al tiempo que tiraba con fuerza del gatillo de su arma.

Kenshin escuchó el disparo estallar a su izquierda. Para cuando se giró hacía esta, la bala ya estaba prácticamente frente a él. Todo fue tan rápido, que ni siquiera con sus agudos reflejos pudo notar lo que pasó. Sin embargo, cuando menos lo pensó, Megumi se había colocado justo frente a él, abrazándolo con fuerza al tiempo que lo empujaba delicadamente hacía atrás. La bala disparada por Toshiro penetró por la espalda de Megumi hasta casi atravesarla.

Pareciera que un grito de dolor se escaparía de la boca de la doctora, pero simplemente se digno a reflejar el dolor en su rostro. Kenshin se le quedó viendo a sus ojos, entendiendo a través de ellos lo que acababa de pasar. La expresión del destajador cambió de golpe a miedo, a espasmo y sorpresa.

Como en cámara lenta, ambos cayeron. Kenshin cayó boca arriba, teniendo a Megumi sobre su pecho. Se quedó un minutos inmóvil, como no creyendo lo que acababa de pasar.

Toshiro¡Desgraciada¡Se metió en mi camino! – Decía Toshiro mientras cargaba de nuevo su arma – ¡Pero esta vez no fallaré!

Justo cuando se disponía a apuntar su arma e nuevo hacía el tejado, sitió como algo se clavaba con fuerza en su muñeca derecha, haciéndolo soltar el rifle. Lentamente desvió su mirada hacía su mano, y vio la punta de una cuchilla clavada por completo en su muñeca, manchando su guante blanco con su sangre. La cuchilla se encontraba amarrada al extremo de una cadena, que se alargaba hacía el frente, hasta perderse por completo en la oscuridad perteneciente al traje de su atacante, quien lo miraba con un expresión de odio en sus ojos.

Hayai¡Maldito! – Le dijo Hayai, casi estallando de la rabia – ¿Cómo te atreves! Hayai jaló su cadena, desprendiendo la cuchilla de la mano de Toshiro. Luego, corrió rápidamente hacía él, al tiempo que abalanzaba su cadena izquierda al frente, de tal manera que se enrollara en el cuelo del militar. Una vez que se encontraba justo enfrente de él, dio un largo salto hasta colocarse sobre la barda que rodea a la casa. Una vez ahí, comenzó a jalar la cadena, comenzando a ahorcarlo.

Hayai¿Y te haces llamar Soldado¡Tú y Serizawa no son más que una vergüenza!

Le guerrera jaló con fuerza su cadena y luego la alzó hacía arriba, de tal manera que Toshiro se elevara por encima de su cabeza. Luego, llena de rabia, abalanzó su mano al frente, jalando la cadena consigo y haciendo que la cabeza de Toshiro chocará con fuerza contra la orilla del tejado de la casa.

El militar quedó prácticamente estampado en las tejas del techo, completamente inconsciente y con la casa sangrada. Una vez terminado, Hayai jaló de regreso su cadena, quitándola del cuello de su victima. Luego, saltó hacía tierra firma, para luego impulsarse hacía donde estaba Kenshin.

Por su parte, Kenshin no ponía mucha atención al castigo de Hayai. Lentamente dirigió su mano a la espalda de Megumi y notó que estaba comenzando a sangrar con mucha fuerza. Logró sentarse de tal manera que Megumi quedará sobré sus rodillas y pudiera sostener su cabeza con la mano derecha.

Kenshin¡Señorita¡Señorita Megumi! – Decía con un tono de preocupación – ¡Por favor¡Responda! – Megumi logró abrir lentamente los ojos al escuchar la voz del chico pelirrojo. Sus pupilas estaban completamente dilatadas y desde sus labios hasta su mentón se comenzaba a dibujar un ligero hilo de sangre.

Megumi: Ken… - Megumi tosió inconscientemente en este momento, manchando de sangre el traje Kenshin – Parece que la bala me hirió en el corazón… no me queda mucho…

Kenshin¡No¡Eso no! – Gritó desesperado – ¡Ya he perdido a demasiada gente¡No quiero perderla a usted también…!

Megumi¡Kenshin! – Logró gritarle con las pocas fuerzas que le quedaban, haciendo que guardara silencio – Olvídate de esto… hay algo importante que quiero decirte.

Kenshin estaba tan perdido en la voz de Megumi que ni siquiera notó el momento en que Hayai llegó y se paró a su lado. Megumi respiraba agitadamente, tratando de agarrar aire y poder hablar.

Megumi: Escúchame…. Kenshin… No puedes abandonar a Kaoru, no puedes…

Kenshin¿Qué quiere decir con eso…?

Megumi: Escucha Kenshin… Kaoru esta embarazada… - Al escuchar esto, fue como si algo le atravesará el pecho. Creía haber escuchado mal, o talvez era una broma, pero él sabía en el fondo que no era así. Sin importarle la sorpresa del espadachín, ella prosiguió – Ella te ama Kenshin, y ahora va a tener un hijo tuyo… no puedes dejarla, no ahora… Kenshin, ella te necesita… todos te necesitan…

Megumi recostó por completo su cabeza sobra la fuerte mano del destajador, al tiempo que cerraba sus ojos cubiertos de lágrimas. Kenshin se le quedó viendo con una expresión de espasmo, sintiendo un asombro en su interior que nunca había sentido antes. Este asombro rápidamente se combinó con tristeza, y una vez más sus ojos se llenaron de lágrimas.

Hayai se agachó y colocó su oído derecho contra el pecho de la mujer. Kenshin no necesitaba eso, ya que sabía muy bien lo que había pasado. Había caído otra victima de esta maldita pelea; ¿Quién sería el siguiente?...