RUROUNI KENSHIN – SAMURAI X
LA ÚLTIMA REDENCIÓN

CAPITULO VIII

LA ÚLTIMA REDENCIÓN

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- Manami: Yo sí puedo soñar Hirokazu. Yo sueño con un mundo dónde la gente no tenga que matarse entre ellos, un mundo dónde un niño o una niña no pierda a sus seres queridos por el egoísmo de las personas, un mundo sin espadas asesinas, un mundo dónde todos podamos vivir sin asesinos…y sin Destajadores…

- Hirokazu: Manami… Tú sueñas con un mundo de sueños…

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Kawada: Más muertes… - Dijo el Capitán Kawada, mientras veía el cuerpo de todos los soldados tirados en el patio.

El patio estaba lleno de policías y demás hombres uniformados, que se movían por todos lados, investigando lo ocurrido. En un lado del suelo, se encontraban alineados varios bultos, cubiertos con sabanas blancas; estas eran las victimas del último incidente, que tuvo como escenario este modesto consultorio médico.

Soldado: Por lo menos en esta ocasión hubo más heridos que perdidas humanas – Le comentó un soldado que estaba a su lado.

Kawada: Una muerte es una muerte – Agregó – No importa de quien sea. Aún me negaba a aceptarlo, pero al parecer esto se ha complicado demasiado. Daimyo Akai nos esta declarando la guerra, y me temo que si no hacemos algo haya más incidentes como éste.

La gente comenzó a reunirse frente a la puerta del consultorio, tratando de ver algo. Los policías se encargaban de mantener a la gente al margen, mientras intentaban hacer su trabajo. Sin embargo, ni siquiera los oficiales serían capaces de detener a uno de ellos.

Sanosuke¡Qué es lo que pasa aquí! – Escuchó de pronto el capitán que alguien gritaba desde la entrada. De inmediato su voz resonó en sus oídos.

Kawada¡No puede ser! – Dijo con algo de desgano.

Abriéndose paso violentamente entre toda la gente, se veía la cabellera de picos y oscura perteneciente a Sanosuke. Detrás de él, se movían Kaoru y Yahiko. Cuando se disponía a entrar, fue interceptado de inmediato por un policía.

Policía: Señor, no puede entrar, esta es una actividad de la policía.

Sanosuke¿Qué esta diciendo¡Déjeme pasar o le rompo la cara!

Policía¡Espere un momento…!

Kawada: No hay problema oficial – Escuchó de pronto que le decía desde atrás – Déjalo pasar.

Policía: Pero señor…

Sanosuke: Ya lo oíste – Le dijo Sanosuke, haciéndolo a un lado. Los tres caminaron hacía el interior de la escena.

Todos se sorprendieron en cuanto vieron los cuerpos cubiertos con las sabanas, y algunos destrozos hechos durante el combate.

Kaoru¿Qué fue lo que pasó aquí? – Preguntó trastornada.

Kawada: Si quieren saberlo, esto lo hicieron Battousai y sus cómplices.

Kaoru¿Qué esta diciendo!

Kawada¿Acaso no fui muy claro, al parecer Himura y sus acompañantes vinieron hasta aquí para pedirle ayuda a la doctora de este consultorio. Un ciudadano los vio entrar, y de inmediato intervinimos para atraparlos. Himura y los demás lograron escapar, no sin antes hacer esto, e incluso meter a una civil en el fuego.

Este último comentario llamó de inmediato la atención de todos. Sanosuke rápidamente se le acercó, lo tomó de sus ropas, y con un tono de enojo empezó a hablar.

Sanosuke¿Qué quiere decir con eso! – Le gritó el peleador. De inmediato, varios de los soldados se acercaron al sitio.

Kawada¡Tranquilízate tonto!... – Kawada bajó un poco la mirada – la doctora de este consultorio fue alcanzada por un disparo de bala y… murió

Sanosuke quedó en shock con tan sólo escuchar eso. Inconscientemente soltó al capitán, mientras sus ojos reflejaban una mirada perdida.

Kaoru: No… - Dijo la maestra de Kendo – No puede ser…

Yahiko¿Megumi… muerta…?

Sanosuke¡Imposible! – Gritó – ¡Megumi¡Megumi! – Empezó a gritar al aire mientras corría.

Con furia en los ojos, corrió por todo el patio gritando su nombre, esperando recibir una respuesta que no existía. Se había negado voltear hacía donde estaban los cuerpos, pero después de un tiempo se giró hacía ellos lentamente. Asomándose por debajo de la sabana blanca, vislumbró una delicada mano blanca que yacía sobre el suelo.

El peleador cayó al suelo de rodillas, clavando la mirada sobre ese bulto blanco frente a él. Ni siquiera se atrevía a ir y verla. Kaoru y Yahiko sólo lo miraban con expresiones tristes, combinadas con algo de impotencia, y hasta coraje.

: Fue su culpa – Escucharon que una voz a lado de ellos les decía. Kaoru y Yahiko voltearon a ver de quien se trataba, mientras Sanosuke seguía de rodillas.

Era un militar de cabello pelirrojo y corto, con piel clara y ojos rojizos. Su rostro estaba lleno de raspones y moretones, así como una que otra venda que lo cubría. También tenía algunas vendas médicas en sus brazos, en especial en el derecho, que lo tenía colgado de su cuello.

Yahiko¿Qué quiere decir con eso? – Preguntó Yahiko, mientras Kaoru guardaba silencio.

Toshiro: Si esa chica no le hubiera dando sustento a esos delincuentes, y si no se hubiera metido en lo que no le incumbía, otro hubiera sido su destino, y de seguro el de todos. Si no fuera por ella, hubiera matado a Battousai.

Esto último llamó la atención de Sanosuke. No volteó a verlo, pero en su rostro se reflejó cierto asombro. Toshiro siguió hablando, como si estuviera presumiendo.

Toshiro: En realidad fue una mujer muy tonta, y algo arrogante. Si mejor se hubiera quedado quieta, no hubiera terminado así. Pero bueno, eso le pasa a todas las mujeres que se meten dónde lo las llamas.

Sanosuke: Desgraciado – Dijo entrecortado Sanosuke, pero aún así todos los escucharon. De pronto, se paró de golpe y se giró hacía Toshiro – ¡Te voy a cerrar esa bocota que tienes!

Sin aviso alguno, se lanzó en su contra a gran velocidad, tanto que ni siquiera le dio tiempo de moverse. El puño derecho de Sanosuke se clavó con fuerza justo en el rostro de Toshiro, lanzándolo con fuerza hacía atrás hasta chocar contra la pared de madera. El cuerpo de Toshiro atravesó con fuerza la construcción, cayendo en el interior de la casa. Para cuando alzó de nuevo su mirada, Sanosuke estaba justo frente a él.

Toshiro¿Qué crees que estas haciendo! – Logró decirle disgustado, mientras trataba de ponerse de pie después del golpe. Sin embargo, de inmediato recibió un poco de ayuda: Sanosuke tomó con su mano izquierda su uniforme, y lo levantó con fuerza. Luego, extendió su puño derecho hacía atrás.

Sanosuke¿Cómo te atreviste maldito!... ¡Te voy a matar!

Toshiro lo miraba su puño completamente muerto del miedo, con su rostro completamente llenó de sudor. Los ojos de Sanosuke reflejaban una furia que nunca se había visto antes en él. Sin pensarlo, sin importarle nada, estaba dispuesto a lanzar un golpe certero contra él, cuando…

Kaoru¡Sanosuke! – Le gritó Kaoru desde afuera de la casa – ¿Qué crees que estas haciendo!

Sanosuke volteó a verla por encima de su hombro derecho. Ella estaba de pie frente al agujero que Sanosuke había hecho, parada con firmeza y con una expresión seria en su rostro.

Kaoru¿Te parece que en estos momentos necesitamos que ataques a u n militar del ejército! – Le gritó en un tono de furia, que casi asustó a Sanosuke. Sin embargo, desde su perspectiva, pudo notar una lágrima cristalina que surgía de su ojo derecho y se resbalaba por su mejilla.

Algo más tranquilo, pero no del todo, soltó el uniforme de Toshiro, haciéndolo caer al suelo. Sanosuke lo volteó a ver una última vez con una expresión de furia, antes de darse la media vuelta y caminar hacía afuera.

Toshiro¡Soldados! – Gritó desde su posición – ¡Aprendan a ese hombre!

Antes de que Sanosuke saliera, fue rápidamente rodeado por un grupo de militares, que lo apuntaban con sus rifles. Sanosuke lo miró algo desconcertado, pero esto no duró mucho.

Kawada: Soldados, déjenlo – Ordenó el capitán desde su posición, y los soldados lo dejaron de apuntar. Kawada caminó al interior de la casa, colocándose frente a Toshiro, quien sin comprender el porqué de esa orden, se puso a duras penas de pie.

Toshiro¿Qué cree que esta haciendo Capitán Kawada¡Este hombre atacó a un militar del Ejército Imperial!

Kawada¡Capitán Toshiro, si quiere saberlo, eso fue su culpa.

Toshiro¿Qué dice!

Kawada: Habiendo civiles en los alrededores¿Cómo piensa en abrir fuego contra alguien¿Acaso ha olvidado que nuestro trabajo es el de proteger este país y a sus habitantes? Una vida civil se ha perdido, y todo por su negligencia.

Toshiro: Pero yo…

Kawada: El General Takamura sabrá de esto, se lo juró.

Toshiro pareció temblar y retroceder con tan sólo escuchar ese nombre. Kawada se dio la media vuelta, y salió del lugar acompañado de los demás soldados.

Kaoru se encontraba parada en el mismo sitio, con su mirada baja y clavada en el suelo. Aunque no volteaba su mirada al frente, se podían ver claramente las lagrimas que pasaban por sus mejillas. Sanosuke se quitó el sacó de la parte de arriba de su traje, y lo colocó delicadamente sobre los hombros de Kaoru.

Sanosuke: Vayamos a casa¿sí? – Ambos salieron del lugar sin mencionar alguna otra palabra.

El militar colocó su mano en la perilla, y la puerta de la oficina se abrió lentamente, mostrando poco a poco la figura que se escondía detrás de ella. Hirokazu clavó su mirada despreocupada al frente, directo a su escritorio.

Hirokazu¿Qué haces aquí? – Le preguntó.

Sentada sobre el mueble de madera, se encontraba una mujer de cabello negro y largo, vestida con un kimono de color azul y rojo. Lo estaba mirando desde su posición con expresión maliciosa.

Minako: Te estaba esperando¿no es lógico?

Hirokazu entró en la oficina, cerrando detrás de él la puerta de roble. Sin ponerle mucha atención a la mujer, comenzó a caminar hacía la silla.

Minako: Realmente eres una persona increíble. Incluso cuando algo pase fuera de tus planes, todo ocurre a tu favor. – Hirokazu se sentó silla, clavando su mirada al frente. En ese instante, Minako se paró y caminó hacía él – Todo el país ha volteado de nuevo su mirada hacía lo ocurrido en Osaka, dándote por completo la espalda. Incluso fuiste capaz de hacer que uno de los más conocidos realistas de la restauración fuera culpado en tu lugar – Minako se paró atrás de la silla, y pasó sus manos hacía el frente, abrazando el cuello del Militar. – Joshuya y Daimyo Akai están muertos. Ahora tú eres la cabeza principal de esta operación. Esto significa que en menos de una mes, tú tendrás a todo el Japón a tus pies… ¿no te sientes emocionado?

Hirokazu no respondió. Simplemente acercó su mano derecha a los brazos de ella, liberándose de ellos. Luego, se puso de pie y prácticamente haciéndola a un lado, se paró frente a la ventana de cristal detrás de él, como ya se le había hecho costumbre desde que llegó a esa mansión.

Hirokazu: Ve a empacar Minako – Le dijo con un tono serio.

Minako¿Empacar¿Para qué?

Hirokazu: Hoy al anochecer, tomarás un tren con escalas hacía Hokkaido, así que vete preparando.

Minako¿Qué! – Gritó enojada – ¿A Hokkaido¿Es que acaso estas loco, Acaba de entrar el invierno¿Tienes idea del frío que ha de hacer haya?

Hirokazu: Eso a mí no me interesa – Le respondió volteando a verla con sus ojos castaños – Quiero que vayas a supervisar la siguiente fase de nuestro plan.

Minako: Pero… ¿Porqué tan pronto¿A que se debe esa prisa?

Él no respondió de inmediato. Lentamente volteó de nuevo su mirada hacía el frente, levantándola hacía el cielo. Éste se encontraba parcialmente nublado.

Hirokazu: No quiero que intervengas en lo de esta noche – Le respondió únicamente.

Minako¿Esta noche…? – Preguntó extrañada ante esta respuesta.

El rostro del militar estaba totalmente serio, carente casi por completo de alguna expresión. Esto no era tan común de él, normalmente le pasaba cuando realmente le preocupaba algo.

Minako: Muy bien – Contestó sin preguntar nada más – Pero me voy a comprar un abrigo Europeo realmente caro¿Oíste!

Minako salió apresurada de la oficina, azotando la puerta a sus espaldas. Aún sólo Hirokazu se quedó de pie frente a la ventana por unos instantes más. De pronto, acercó su mano izquierda hacía su costado, tomando de la funda la espada que traía consigo. Empujando el protector de la mano con su dedo pulgar, sacó un poco la hoja de la espada. Después acercó su mano derecha a la empuñadura, y la desenfundo lentamente.

La hoja era reluciente, pero se veía que ya se había usado antes. El protector de mano era de un color dorado, al igual que la punta de empuñadura. Ésta a su vez se encontraba enredada en una especia de cinta color café. Hirokazu la alzó, colocando la hoja frente a su rostro. A su mente vinieron muchas cosas, imágenes y escenas del pasado…

Manami: Yo sí puedo soñar Hirokazu. – Le dijo la joven con un firmeza, colocando su mano derecha sobre su pecho – Yo sueño con un mundo dónde la gente no tenga que matarse entre ellos, un mundo dónde un niño o una niña no pierda a sus seres queridos por el egoísmo de las personas, un mundo sin espadas asesinas, un mundo dónde todos podamos vivir sin asesinos…y sin Destajadores…

Hirokazu: "Manami, eras una tonta." – Pensó sin quitar los ojos de su espada – "Al final seremos yo y Himura quienes decidiremos el destino de este país. Y así verás que yo tenía razón: que soñar con un mundo de sueño sólo es un perdida de tiempo" – Hirokazu bajó con fuerza su espada hacía lado derecho, cortando el aire en todo su trayecto – "No importa que tanto lo desees o llores por eso, si quieres que tus sueños se hagan realidad, debes de pisotear el de los otros. Y eso es lo que voy a hacer Manami…"

La noche cayó de golpe sobre la ciudad de Tokio. Ningún otro incidente o disturbio se suscito después, y ahora la ciudad se podía asentar en la tranquilidad. Sin embargo, aún se podían ver algunos policías y soldados, rondando por las calles por si algo pasara.

Había sido un día difícil para ellos, pero aún así los habitantes del Dojo Kamiya también habían tratado de adaptarse a la quietud de la noche. Todo se encontraba el completo silencio; el patio, el dojo, los pasillos, las habitaciones. Aún se veían algunas cosas fuera del lugar, debido a la repentina visita de la gente del gobierno, pero todo parecía normal.

Pero no, no era normal, ya que no estaban todos los que deberían de estar ahí. Faltaba algo realmente importante para este sitio, que sin él no es el mismo. Sanosuke se encontraba sentado en el suelo, justo a lado de la puerta de la habitación. A pesar del frío, no lleva la parte de arriba de su traje. En el interior del cuarto había dos colchones: uno donde debería de estar él, y en otro dónde estaba acostado Yahiko.

No podía dejarlos ahora, y menos con la última noticia que habían recibido. Tantas cosas en estos dos días, y esto era lo que más le había llegado. Aún recordaba en su mente su imagen, su rostro, su voz…

Sanosuke¿Qué acaso estas loca! – Le gritó enojado a la mujer, mientras sostenía la daga con su mano. – ¡Nosotros nos arriesgamos todo este camino para salvarte¡No hagas que todo esto sea en vano.

Megumi: Curaré cualquier enfermedad, menos el mal de amor…

Megumi: Será mejor que dejes de lastimarte, la verdad ya me cansé de estarte cuidando y curando todas tus heridas. Esta vez tuviste suerte, pero si por alguna razón, te vuelves a romper esa mano, puede que no se te vuelva a curar.

Megumi¿Otra vez lastimándote, la verdad no sé cuando me dejarás de dar problemas.

Sanosuke: Ya basta, sólo cúrame las heridas y acabemos con esto.

Megumi¿y yo qué?

Megumi también salió de la posada, y al igual que Sanosuke, también se unió a la conversación.

Sanosuke¿Y tú qué de que?

Megumi: yo me la paso curando todas sus heridas, así que también quiero ser parte del Kenshin - Gumi.

Sanosuke: Vamos, no te pongas así. Ya verás que todo saldrá bien al final.

Megumi¿Cómo estas tan seguro?

Sanosuke: Porqué siempre pasa así. Kenshin reaparecerá dentro de poco y aclarará todo esto, y dentro de algunos días todo esto será un recuerdo. Kenshin ha sobrevivido a cosas peores que estas, y verás que saldrá bien.

Megumi: No siempre las cosas son tan simples – Le dijo volteando a verlo con un tono duro en su voz – Kenshin no es un mago o un dios que puede solucionar todo¿crees con tan solo sacar su espada o dar algunos golpes como ustedes acostumbran se solucionaran todas las cosas?

Sanosuke¿Por qué hablas de esa manera! – Le respondió girándose hacía ella – ¡Yo tengo confianza en que Kenshin lo hará porque el siempre lo hace, él no es un ser súper poderoso, pero te aseguro que él sabrá muy bien como salir de este problema.

Sanosuke contemplaba con mucha cautela su puño izquierdo, aquel que había sido lastimado en el combate de Shishio, aquel que ella había curado. No sólo había curado ese puño. Ella siempre había estado al cuidado de todos ellos, siempre como un apoyo, siempre como una amiga.

Sanosuke: "Megumi, tú arriesgaste tu propia vida para ayudar a Kenshin, yo lo sé." – Pensaba Sanosuke sin dejar de contemplar su puño. – "Al final fuiste alguien más valiente que nosotros, ya que aunque no poseías una gran fuerza o una espada, te enfrentaste con firmeza ante esta amenaza, y no sólo a esta, sino a todas las otras también."

El peleador apretó con fuerza su puño, tratando de ahogar de esta manera la furia que traía consigo. Se sentía impotente, se sentía débil. No estuvo ahí para protegerla, ni siquiera había estado para proteger a Kenshin. Ésta había sido la peor de sus derrotas. No había lanzado ni un solo golpe, pero había recibido unos muy dolorosos.

De pronto, Yahiko se sienta en su cama, volteando a ver hacía donde se encontraba Sanosuke. Su rostro no reflejaba nada de sueño, o alguna expresión que se le pudiera parecer.

Yahiko: Sano – Dijo el chico – ¿No puedes dormir?

Sanosuke¿Y tú? – Le preguntó él sin voltear a verlo.

Yahiko se puso de pie y camino hacía donde se encontraba su amigo. Luego, se sentó a su lado sin decir ni una sola palabra. El sentimiento que tenían era mutuo, al igual que el de todos. Él tampoco había podido hacer nada, y se sentía tan inútil después de ver todo esto.

Yahiko: Sano… ¿Tú crees que en verdad Kenshin nos haya abandonado a nosotros y a Kaoru?

Sanosuke¿Qué estas diciendo!

Yahiko: Si no me equivoco, y de acuerdo a todo lo que he oído, él llegó a esta ciudad como una parte de su viaje, un viaje que no inició con nosotros, sino con ellos. Él no vino a quedarse en el Dojo Kamiya, la verdad nunca supe porque decidió quedarse a vivir en este sitio. Creo que todo eso se dio por si solo. Sin embargo, todo esto, talvez signifique que Kenshin ya no puede seguir en Tokio. Él es un Vagabundo, un Rurouni, una persona que va de un lado a otro. Creo que su destino no era el quedarse aquí… con nosotros…

Sanosuke, aunque tenía la mirada fija en las sombras de la habitación, escuchaba con cuidado cada palabra que le decía. De pronto, una sonrisa se dibujó en su rostro.

Sanosuke: Has madurado¿lo sabías?

Yahiko¿Qué significa eso? – Preguntó, algo desconfiado.

Sanosuke: No te pongas así, esta vez no fue un insulto. Creo que nos ha pasado a todos, desde la primera vez que conocimos a Kenshin el Vagabundo, todos comenzamos a madurar y a cambiar. Después de que mataran a todos mis compañeros y quede sólo en este mundo, nunca me imagine siquiera que en alguna ocasión pelearía por el futuro de este país, que conocería a nuevas personas importantes en mi vida, que me haría más fuerte o cosas así. No sé si Kenshin se ha ido para siempre, pero estoy seguro que lo que enfrente a su lado nunca lo olvidaré…

Yahiko: … Tú también has madurado Sano – Mencionó Yahiko con una risa.

Sanosuke: Parece que ya no somos unos niños – Agregó Sanosuke, sonriendo.

Por un instante los dos se olvidaron de lo ocurrido, recordando todo lo que habían vivido en el pasado. En ese instante todo pareciera como un sueño, o algo irreal.

Mientras tanto, afuera, del otro lado de la puerta, un par de pies se abrían paso por la escasa hierba del patio. De inmediato, Sanosuke sintió una presencia parada frente a la puerta. Moviéndose lo más rápido y cauteloso posible, dirigió su mano hacía la puerta y la abrió de golpe.

Sanosuke¿Quién esta ahí…! – Gritó, volteando hacía afuera, pero su voz fue cortada de pronto.

Parecía aparición, como un fantasma, parado ahí frente a él, iluminado por la luz de la luna. Apenas y podía creerlo, sentía un largo escalofrío por todo su cuerpo. Él, por su parte, lo miraba con esa expresión sensible y despreocupada que siempre los había animado. Su cabello rojizo caía delicadamente sobre su rostro, moviéndose a un lado a otro por la ligera brisa de invierno, al igual que la capa negra que cubría su cuerpo.

Lentamente se retiró el sombrero de paja que traía en su cabeza, alzando su cabeza al frente con firmeza.

Kenshin: Hola Sanosuke – Le dijo tranquilamente esa aparición, con una sonrisa.

Al escuchar su voz, el chico salió rápidamente hacía afuera, colocándose a lado de su amigo, que ni siquiera se podía mover ante el asombro.

Yahiko¡Ken… shin! – Logró decir el joven, también estático.

El joven pelirrojo notó de inmediato su sorpresa. La sonrisa de su rostro se desvaneció poco a poco, pero no por esto su tranquilidad. En el fondo tenía miedo de cómo pudieran reaccionar sus compañeros ante todo lo ocurrido. De pronto, Sanosuke pareció regresar a la realidad. Se paró con firmeza sin dejar de verlo, y una sonrisa también se reflejó en su rostro.

Sanosuke: Sabía que vendrías, yo lo sabía…

Ambos se miraron el uno al otro, de esta manera se mostraban cierta confianza. Kenshin caminó hacía ellos, sentándose en el suelo de madera, colocando su espada a su izquierda y el sombrero en el otro lado. Se quedó en silencio unos segundos, simplemente viendo el suelo del patio.

Kenshin: Tenía que volver – Mencionó – Era algo que no podría evitar, aunque lo quisiera. Cuando llegue a Tokio me encontraba perdido. Aquel que creía mi mejor amigo terminó por traicionarme; una persona importante para mí había muerto; el único compañero que me quedaba terminó por abandonarme, siendo guiado por su propio rencor. Durante casi diez años, nunca me había sentido tan solo. Entonces llegue a este lugar, a este dojo. Aquí los conocí ustedes, aquí todo cambió. Aquí ya no era el Battousai de la Restauración, ni el Vagabundo que viajaba por el Japón. No, aquí simplemente era alguien diferente, alguien que había olvidado durante muchos años… por eso tenía que volver.

Kenshin recordó en este instante muchas cosas. Recordó aquel día de niebla en que conoció a Kaoru, cuando vio por primera vez a Yahiko, su combate con Sanosuke, todo lo que le había pasado desde que llegó a ese dojo. Se recordaba así mismo en el patio, lavando la ropa. Recuerda a Ayame y a Zusume jalando su traje para tratar de hacerlo jugar con él.

Sanosuke: Kenshin – Dijo Sano, sacándolo de sus pensamientos – Esté no es un regreso¿verdad?... esto es más bien una despedida.

Todos se quedaron muy serios en esta parte de la conversación. El destajador miraba al frente, con su expresión perdida aún en sus pensamientos de lo vivido en ese dojo. El silencio de Kenshin fue una respuesta más que obvia para Sanosuke.

Sanosuke¡Dime una cosa Kenshin! – Le dijo con un tono ahora más duro – ¿Sabes de lo de Kaoru¿Sabes que ella esta embarazada!

Yahiko¿Qué! – Gritó Yahiko, casi el Shock – ¿Kaoru!

Kenshin por su parte se quedó muy serio. Sanosuke lo miraba fijamente con una expresión fulminante, esperando de inmediato una respuesta.

Kenshin: Sí… Lo sé – Le respondió sin voltear a verlo – Megumi me lo dijo antes de morir.

Sanosuke: Pero entonces…

Kenshin: Sí, ese hijo es mío.

Sanosuke¿Y aún así te vas! – Le gritó enojado – ¿Aún sabiendo que Kaoru tendrá un hijo tuyo te vas así como así!

Kenshin: Eso es un motivo más para que haga esto – La respuesta de Kenshin dejó mudo a su amigo – Porqué no quiero que mi hijo nazca en medio de otros disturbios como los de hace diez años. No quiero que crezca en un Japón en Guerra como el que Hirokazu tiene pensado hacer. Por todo esto tengo que irme, tengo que detener a Hirokazu ahora, evitar que cumpla su cometido, y talvez así pueda darle una mejor vida, no sólo a él, sino a toda esta nueva generación que ha de habitar el Japón. Por eso también te pido que te quedes Sano, quédate y cuida de Kaoru y de mi hijo – Kenshin volteó a verlo con una expresión despreocupada en su rostro, algo que dejó perplejo a Sanosuke – a ninguna otra persona se lo pediría.

Sanosuke: Kenshin…

Todo el sitio se quedó unos momentos en silencio después de que el Destajador expresara sus razones. Una brisa ligera comenzó a soplar, moviendo de un lado a otro la escasa hierba que crecía en el patio. Kenshin tomó de nuevo su espada y la colocó en su cinta, tomándola con firmeza a su lado. Luego, se puso lentamente de pie y se colocó una vez más su sombrero en la cabeza.

Kenshin: Despídanme de Kaoru por mí – Les dijo por último, al tiempo que decidido comenzaba a caminar hacía el camino que había escogido seguir esa noche. Pero una vez más sus intenciones fueron detenidas.

Kaoru¿Por qué no te despides tú mismo? – Pudo sentir su voz atravesarlo, más que si lo atravesara la hoja de una espada. Al escucharla, rápidamente se gira hacía ella, clavando su mirada sobre la silueta de la joven, que estaba de pie en el patio, alumbrada por la luz de la luna, así como él.

Kenshin¡Kaoru…! – Sólo pudo mencionar su nombre, ya que en cuanto la vio las palabras parecieron desaparecer por completo de su cabeza.

La joven comenzó a caminar lentamente hacía él, sin quitarle de encima su mirada fulminante. Su expresión parecía estar llena de enojo, pero sus pasos eran tranquilos. El tiempo que tardó en estar frente a él pareció eterno, pero por fin pasó. Ambos se miraron el uno al otro por unos instantes, antes de que Kaoru reaccionara. Rápidamente alzó su mano derecha, golpeando con fuerza a Kenshin justo en su mejilla izquierda. El área de la cicatriz de su rostro comenzó a cubrirse por un tono rojizo debido a la bofetada.

Kaoru¡Idiota! – Le gritó al tiempo que de sus ojos comenzaban a brotar las lagrimas – ¿Porqué siempre te gusta estarme preocupando¿Porqué! – Instintivamente se le echo encima, comenzando a golpearlo suavemente en sus hombros, mientras recargaba su rostro en su pecho. El traje del samurai se humedeció rápidamente por las lágrimas que surgían de los ojos de la joven.

Yahiko: Kaoru… - Yahiko pensó por un momento el acercarse a donde ella estaba, pero Sanosuke lo detuvo con su mano. Con la simple expresión de su rostro, le dio a entender que se quedaran simplemente a ver.

Kaoru seguía llorando en el pecho del pelirrojo, quién aún parecía estar el shock. Poco a poco comenzó a regresar a la realidad, al mismo tiempo que sus brazos lentamente comenzaban a cubrirla por la espalda, abrazándola con fuerza, como queriendo que no se despegara de él.

Kaoru: No me hagas esto Kenshin – Lograba decirle entre sollozos – No me dejes, te lo suplico, por favor. No puedes irte…

Kenshin: Kaoru, tengo que hacerlo – Le respondía mientras la seguía abrazando.

Kaoru¡No¡No es cierto! – Kaoru alzó su mirada hacía el destajador, mostrando como todo su rostro y ojos estaban húmedos por su tristeza – No tienes que hacerlo. Por favor Kenshin… huyamos.

Yahiko¿Qué!

Sanosuke¿Huir?

Kaoru: Vamonos de Tokio, ocultémonos juntos. Yo te acompañaré a donde vayas, huiré contigo a donde sea. No me importa si al final termino como fugitiva, si mi nombre queda manchado o si termino encarcelada… nada de eso me importa si estoy a tu lado. Por favor… no te vayas…

Ambos se vieron fijamente a los ojos por unos instantes, sumidos únicamente en el silencio de la noche y el soplido del viento. Las estrellas, la luna y todos los presentes esperaban su respuesta, pero al mismo tiempo temían de lo que iba a decir. Lentamente, Kenshin retiró sus brazos del cuerpo de la joven, dando un paso hacía atrás para alejarse de ella.

Kenshin: Lo siento Kaoru, pero no voy a permitir eso.

Kaoru¿Qué?

Kenshin: He perdido a demasiada gente en mi vida. Por una o otra forma todo al que he querido a terminado muerto por mi culpa. Mi hermana… Tomoe, Manami… y ahora hasta Megumi. Yo no soportaría que tú tuvieras el mismo destino que ellas. No, eso sería algo que no podría aguantar. Por favor Kaoru, entiéndeme – Kenshin se comenzó a dar media vuelta, como señal de que pensaba irse, pero ella no estaba lista para dejarlo ir. Rápidamente extendió sus manos, sujetando con fuerza la manga de su traje.

Kaoru¡No¡No te entiendo! – Le gritó con desesperación en su voz – ¿Por qué Kenshin¿Por qué tienen que ser las cosas de este modo¿Por qué no puedes olvidarte de Battousai el Destajador y del Rurouni Kenshin¿Por qué no puedes ser simplemente tú, Kenshin Himura¿Por qué no puedes ser la persona a la que amo y a la que quiero¿Por qué no podemos vivir juntos como una familia¡Dime porqué!

El silencio los cubrió de nuevo. Era demasiada la emoción que ella reflejaba en sus palabras, pero él ni siquiera había volteado a verla. Pero ella aún no lo soltaba, lo tenía agarrado con todas sus fuerzas para que no se fuera. De pronto, él se giró de nuevo hacía los ojos de Kaoru, mostrándole por última vez su rostro, mostrándole por última vez esa sonrisa tan despreocupada, tan tranquila, tan de él. Kaoru quedó sorprendida al verlo, ya que sabía que eso era un adiós.

Kenshin: Porqué aún me falta la ultima redención… - Fue su sencilla respuesta, mientras mantenía esa expresión que tan a menudo se veía en él, y que incluso ahora no había cambiado.

Todo esto llenaba de tristeza el corazón de la espadachín, pero al mismo tiempo, al ver esa sonrisa en su rostro, una gran tranquilidad la cubría, como siempre lo había hecho. Esa sonrisa era como un reflejo de que todo iba a salir bien, que todo iba a estar perfecto. Lentamente comenzó a soltar la tela de su traje, hasta dejarlo completamente libre.

Esta era la señal de que lo dejaba ir, y que podía seguir con su camino. El destajador tomó su palabra, y dejando en su recuerdo una última expresión de tranquilidad, se giró de nuevo para darle la espalda e irse, mientras ella caía de rodillas en la hierba, simplemente admirando con la mirada perdida como su silueta se perdía entre las sombras de la noche…

Una densa y blanca niebla comenzaba a elevarse por las calles. La figura del destajador se movía lentamente por el camino, con su mirada baja y la expresión vacía. Aún recordaba vividamente todo, desde que era niño, su familia, conocer al maestro Seijuro, hasta hace unos minutos, cuando se despidió de una de las personas más importantes que ha tenido. Su vida parecía estar destinada a ser así, llena de tragedias. Siempre que creía poseer la paz, algo se la arrebataba.

¿Acaso no era posible para él poder estar tranquilo¿Acaso era designa de los Dioses que cuanta persona se le acercará terminará con la más triste agonía? Talvez Kaoru no tuvo el destino de otras personas que ha conocido, pero aún recuerda la última mirada de tristeza y rencor que había en sus ojos.

Siempre había pensad que su destino como Battousai siempre había sido el causante de esta vida. Sin embargo, ahora se da cuenta que incluso el Rurouni es causa de su infelicidad. Ahora, tristemente, sólo una idea podía llenar sus pensamientos. Para alguien tan miserable como él, para alguien que no es capaz de ser feliz, sólo le queda un camino: Pelear y morir…

Sin embargo, en ese instante, sus pasos se detuvieron. Alguien estaba parado en el camino. Kenshin alzó su mirada con firmeza al frente, tratando de distinguir entre toda la niebla la a su visitante nocturno. Se acercó caminando hacía él, con gran seguridad en sus pasos. Poco a poco su uniforme azul y su cabello oscuro se hicieron visibles. Por su parte, Kenshin clavó su mirada sobre sus ojos dorados.

Kenshin¡Saito…! – Dijo algo exaltado al reconocerlo.

El policía acercó su mano izquierda a su boca, colocando entre sus labios un cigarrillo. Luego, con el encendedor en la otra mano, le prendió fuego. La luz del cigarrillo brilló con fuerza en la noche.

Saito: No te entiendo Battousai – Dijo de pronto, mientras sacaba el humo por su boca – Has perdido tu imagen, tu reputación, a tus amigos, a tu mujer, tu vida y hasta tu promesa de no matar. Pero aún así sigues portando esa espada sin filo en tu cintura. Dime¿Aún sigues siendo guiado por tu deseo de vivir¿O es que también has perdido eso?

Kenshin pareció reaccionar ante estos comentarios. Como queriendo ignorarlo, comenzó a caminar hacía él, pasando a su derecha. Sin embargo, cuando había dado tres escasos pasos después de eso, Saito lo detuvo hablándole de nuevo.

Saito: Cuando peleamos aquella noche en Kyoto me pareciste una persona realmente extraña. Tu mirada, tus movimientos… pero aún así, por primera vez, tuve un combate que no deseaba que acabara. Diez años después con encontramos en Tokio, y volvemos a pelear. Al principio ni te reconocí, y mientras más te convertías en Battousai más veía al mismo destajador que vi en Kyoto. Pero no eras él, y eso lo comprobé aún más en Osaka. Tú no eres el Battousai que enfrenté en Kyoto, y no pude evitar el preguntarme durante todo este tiempo qué fue lo que te sucedió durantes estos diez años¿Qué fue lo que te hizo tomar esa nueva postura¿Qué te hizo portar esa espada?

Kenshin: La gente cambia Saito – Le respondió sin voltear a verlo – Después de diez años me di cuenta de muchas verdades que había omitido en toda mi vida.

Saito: Verdades que ya olvidaste¿no es así Battousai?

Kenshin volteó a verlo por encima de su hombro derecho en cuanto escuchó esto último. Saito aún le daba la espalda. Sin embargo, no pudo evitar el hacerse la misma pregunta. ¿Era cierto¿Acaso ya lo había olvidado…?

Saito: Recuerdo muy claramente lo que me dijiste en Osaka Battousai. Es más, he repasado cada una de tus palabras…

Saito: Esto es imposible... cuando combatimos en hace cinco meses, Kenshin Himura era mucho más débil, fue Battousai cuyas habilidades me sorprendieron ¿Cómo? – Los ojos de Saito se llenaron de enojo – ¿Cómo es posible que sin tener el instinto asesino de un Destajador me puedas igualar a tal medida!

Kenshin: Eso es porque he obtenido una nueva fuerza a parte del instinto asesino de un Destajador.

Saito¿Una nueva fuerza¿y cuál es?

Kenshin: El Deseo de vivir. – Le preguntó con firmeza. – Aquella fuerza que te sostiene a la vida, te da la seguridad y la fuerza para poderte moverte libremente. Ese es el secreto de la fuerza, no de Battousai, si no de Kenshin el Vagabundo… El destajador que en mí habitaba, ya ha muerto, murió ese día en Kyoto, cuando mi Maestro me lo mostró, fui capaz de encontrar el Secreto del Amakakeru Ryu No Hirameki, y murió en estos días que hemos estado en Kobe y Osaka, donde he reexaminado cada punto importante de mi vida como Battousai, y así he recordado el porque dejé de matar.

Kenshin recordaba esas palabras como un sueño, o como un hecho que lo pertenecía. Sentía que él no había dicho esas cosas, que eso de ninguna manera hubiera podido salir de él; ¿Qué significa eso?

Saito: En ese entonces me parecieron puras tonterías. De hecho me parecieron puras tonterías hace dos días. Sin embargo, ahora me parece aún más tonto el verte en este momento – Saito se giró ligeramente hacía él, casi dándole el perfil al otro – Verte pelear con un instinto asesino es interesante, verte pelear con tu deseo de vivir es impresionante… pero verte esta noche como estas, sin creer ni en una cosa ni en otra, sin desear vivir ni matar, sin esperar nada para mañana, es realmente patético.

Kenshin¿Qué cosa! – Kenshin no entendía claramente sus palabras.

Saito: Estas caminando hacía ese campo de batalla sólo para que te maten. Ya no sabes ni a que defender ni en que creer. Me decepcionas Battousai¿acaso crees que así vas a derrotar a ese sujeto? – Saito apretó con fuerza su puño derecho, mostrando de esta manera su rabia – Ese sujeto humilló y pisoteó el orgullo del Grupo Shinsen, engañó, traicionó y mató a Hijikata. Pero sabes qué, eso no es suficiente para ganarse mi odio. Las basuras como él no se lo merecen. Lo que si me molesta es que no fui capaz de hacerle nada. Estaba frente a él, apuntándolo con mi arma y no lo ataque¿Sabes de qué me di cuenta en ese momento!... me di cuenta de que yo también había cambiado.

Kenshin¡Saito…!

Saito: Es cierto. En diez años la gente cambia, la gente ve otras cosas, y aprende nuevas verdades. Aunque los ideales del Grupo Shinsen aún estén en mí, ya no soy el mismo Hajime Saito de la Restauración Meiji, Así como tú ya no eres Battousai el destajador. Mi vida ha cambiado, la era ha cambiado, y el país también. Si no aceptó esta revolución puede que termine como Hijikata, y no me puedo dar el lujo de eso. Nosotros construimos esta era Battousai¡Y no voy a permitir que trates de defenderla con esa actitud que traes ahora contigo!; ¿Qué pasó con esa fuerza que te hizo levantarte de entre los muertos y derrotar a Makoto Shishio¿Qué pasó con esa fuerza que te hizo poder derrotar a Hijikata aún teniendo tu cuerpo hecho pedazos¿Qué pasó con tu deseo de defender a aquellos que te defendían!

Kenshin reaccionó ante el entusiasmo de sus palabras. Sus ojos se abrieron de par en par, sus pupilas se dilataron, y su cabeza comenzó a dar vueltas. Habían pasado muchas cosas que no podía olvidar¿Cómo podría olvidar estas cosas tan importantes para él?

: … Es mejor que me mate y que tú huyas a que me mate y te lleve con él. Tú debes de irte, ser libre y decidir tu propio destino…

Akane: Shinta... aún eres pequeño, y no puedes elegir tu modo de vida como nosotras. Pero no debes morir... tú debes de vivir... vivir y elegir tu propia vida... ¡Vive Shinta¡Vive...!

Kenshin¡Tomoe¡Tomoe¿Por qué!

Tomoe no contestó, sólo se quedó ahí callada y le sonrió. Con sus últimas fuerzas alcanzó el cuchillo que tenía el Ninja, y lo tomó con fuerza. Acercó el arma al rostro de Kenshin, e hizo una cortada perpendicular a la que el hizo Kiosato, formando un X. Kenshin no entendió muy bien este acto.

Tomoe: No llores… todo estará bien...

- Manami: Mientras viva con una Sonrisa en mi rostro y felicidad en mi alma, no podré morir jamás… así que sonríe Himura, sonríe...

Kaoru¿Por qué Kenshin¿Por qué tienen que ser las cosas de este modo¿Por qué no puedes olvidarte de Battousai el Destajador y del Rurouni Kenshin¿Por qué no puedes ser simplemente tú, Kenshin Himura¿Por qué no puedes ser la persona a la que amo y a la que quiero¿Por qué no podemos vivir juntos como una familia¡Dime porqué!

Kenshin se quedó estupefacto ante los recuerdo. Tantas cosas, tantas personas, y cada una hicieron algo para que pudiera llegar hasta ese día. Mientras tanto, Saito lo miraba con una expresión seria, esperando una respuesta.

Kenshin: Mi Última Redención – Respondió de pronto.

Saito¿Qué dices?

Kenshin: Mi última Redención… ¿Eso es lo que busco? – Se preguntaba así mismo, algo exaltado – Mi última pace con mi pasado. Battousai peleaba por matar, Kenshin el Vagabundo peleaba por su supervivencia… pero yo peleó por algo más… por todas aquellas personas importantes en mi vida, por todos aquellos que se han sacrificado por detrás para que yo siguiera en este camino. Kenshin Himura no ha vivido todo este tiempo sólo para morir – Kenshin lazó rápidamente la mirada hacía su acompañante – ¡No¡No es así, Yo lo que deseo… - En su cabeza, aparecieron imágenes de muchas personas. Tomoe, Manami, Yosuke, Hirokazu, Kaoru, Sanosuke, Yahiko, Megumi, Aoshi, Misao, Okina, Shishio, Soujiro, Saito, Hijikata… - Lo que deseo es ser yo… y aferrarme a esta vida que todos me han dado… Eso es lo que deseo.

Kenshin sonrío con una gran alegría. Su camino era claro de nuevo. Sentía como todos sus compañeros caídos lo acompañaban a su lado, como todos le daban fuerzas para continuar. Todas esas ideas de pelear y morir parecían tontas ahora. Ni Battousai ni Kenshin el Vagabundo tenían porque pelear este combate. No, esta pelea iba a ser librada por una persona totalmente distinta.

Saito se quedó estupefacto ante esta reacción. Veía en los ojos de Kenshin un coraje y una entrega que nunca había visto, ni siquiera como Battousai. Parecía resplandecer por si sólo. Lentamente dirigió su mano derecha a su capa y la izquierda a su sombrero de paja. Con un movimiento rápido, se retiró las dos cosas de inmediato.

Kenshin: Gracias Saito – Le dijo sonriendo – Mas has mostrado mi error. La muerte de todos aquellos que se sacrificaron por mí, no debe de ser algo que me entristezca y me desanime. Al contrario, debo de tomar una parte de la fuerza que ellos me transmitieron y terminar con este combate. Hacer las paces con el pasado, eso es lo que necesito hacer.

Saito: … Como tú digas. Ahora suenas de nuevo como ese débil que conocí en esta era. – Le respondió él con una sonrisa. Luego, se giró hasta darle la espalda, colocando su mano izquierda en su espada – Esta espada es especial¿lo sabías, la tenía para algún día derrotarte con ella, pero hasta ahora no ha cumplido con su cometido. Te la ofrecí en Osaka y tú la rechazaste; sé que si te la ofreciera ahora pasaría lo mismo. Talvez, si la hubieras tomado en aquella ocasión, las cosas serían diferente¿no lo crees?

Kenshin: Sí… Talvez – Fue su respuesta. Tras esto, Saito comenzó a caminar. Sin embargo, antes de irse, le dijo una última cosa.

Saito: Qué tengas mucha suerte… Kenshin…

Después, la imagen del policía se desapareció en la niebla. Con esto, incluso hasta Saito esperaba su regreso. Todos y cada uno lo esperaban. Sólo tenía que hacer este último intento, lograr su última victoria…

En el Dojo, Kaoru se encontraba sentada en el suelo de madera de, mirando hacía el altar colgado en la pared. En su rostro aún se podían ver las marcas de las lágrimas, pero la tristeza ya no estaba reflejada en él. Sanosuke y Yahiko estaban parados en el patio, dónde había ocurrido todo, mirando fijamente hacía el cielo.

El Dr. Gensai estaba en el consultorio, sentado en el suelo, también mirando al cielo. Ayame y Zusume se encontraban recostadas a su lado, completamente dormidas.

En la Mansión Takeda, Hirokazu estaba parado frente a su ventana, mirando hacía el jardín. Toda la mansión estaba en un gran y profundo silencio, custodiada por varios soldados y hombres armados. Hirokazu, miraba hacía afuera con una expresión llena de despreocupación, a pesar de que él sabía que era lo que iba a pasar.

Parados en un callejón, esperando, se encontraban dos figuras oscuras, paradas entre las sombras para evitar ser vistos. En sus rostros se nota cierta inquietud.

Hayai: No vendrá – Dije Hayai con algo de desanimo.

Makaiju¿Por qué lo dices?

Hayai: Es lo más seguro. Estando con sus amigos ellos lo convencieron de no hacerlo. Talvez es lo mejor.

Makaiju¿Olvidas acaso que Battousai ahora buscado por la policía, si se quedara con ellos los estaría metiendo en los mismo problemas en los que él esta. No lo conozco a la perfección, pero con lo que llevó de verlo, dudo mucho que se atreva a arriesga la seguridad de sus amigos.

Hayai sintió cierta seriedad en el tono de su amigo. Su expresión se había vuelto algo más dura últimamente. Recordaba los días en que ambos trabajaban con Daimyo Akai y soñaban con revolucionar al Japón. En ese entonces Makaiju siempre era una persona feliz. Tocando su violín trataba de alegrar el ambiente. Pero ahora al parecer se le veía más pensativo.

Hayai: Hay algo que Nunca me dijiste¿Porqué decidiste perseguir a Serizawa en lugar de escaparte junto con Hien? – Makaiju, que le estaba dando la espalda, sonrío ante su pregunta – la verdad yo sí creía que eso habías hecho.

Makaiju¿Qué puedo decir? – Contestó – Parece que Tatsumi Shinomori no es la clase de persona que disfruta de una escapada romántica. No, ella decidió tomar un rumbo diferente junto con los miembros del Oniwabanshu de Osaka. Yo por mí parte supongo que no me puede olvidar tan fácil, y como antiguo militar Meiji, de seguro me estarían buscando más a mí que a ella.

Hayai: Y no quisiste arriesgarla – Makaiju se quedó una vez más en silencio – Es una lastima, siempre me pareció que hacían una linda pareja. Bueno, ella se lo pierde después de todo.

Makaiju: Si sobrevivo… - Dijo de pronto en un tono que puso nerviosa a Hayai – Si logramos hacer esto y salgo convida, la buscaré por todo Japón. – Luego volteó a verla con una sonrisa tranquila – Y la llevaré a Paris.

Hayai: … ¿Paris…?

En ese momento, unos pasos acercándose al callejón hicieron que los dos se pusieran en alerta. Dentro de poco su preocupación se esfumó, cuando distinguieron la figura de la persona que esperaban, caminando hacía ellos entre la niebla.

Makaiju: Battousai – Dijo más tranquilo al verlo. Sin embargo, hubo dos cosas que le preocuparon. La primera fue que no traía ni su capa ni su sombrero. La segunda era que traía una larga sonrisa en el rostro.

Hayai¿Estas sonriendo!

Makaiju¿Qué pasó, creí que te veríamos igual que en la tarde¿Y porqué no traes la capa…?

Kenshin: Olvídense de eso. – Les respondió, colocando su mano izquierda en su espada – Recordé que ya no soy un destajador, por lo que no tengo que esconderme. Además, ahora sé porque pelear. Por mis amigos, por el Japón… por mi hijo.

Hayai¿Tienes un hijo!

Makaiju¿Se puede saber de que hablas…?

Sin responderles, Kenshin se dio la media vuelta, volteando en la dirección a la que debían de ir. Luego, comenzó a caminar.

Kenshin: Es hora de partir.

Por su parte, Makaiju y Hayai lo miraban sin comprender muy bien de lo que hablaba. Olvidándose un poco de él, Hayai tomó su capa y su sombrero e igual se los quito, quedándose con su traje negro.

Makaiju¿Tú también? – Preguntó sorprendido al verla.

Hayai: No tengo idea de que fue lo que dijo Battousai, pero me siento más cómoda sin eso – Después de dar su explicación, comenzó a caminar para alcanzar a Kenshin.

Makaiju: Qué más da – Se dijo así mismo, al tiempo que igual se quitaba su disfraz – Con disfraz o sin él, si vamos a la Mansión e Serizawa tendremos que pelear.

Sin hacerlos esperar más, Makaiju se reunión junto con sus compañeros, para ir hacía su esperado destino.

El jardín, el patio y todos los alrededores de la casa estaban llenos de hombres, esperando a que pasara algo. En el interior de la mansión también se encontraban varias personas en guardia, simplemente aguardando. Tanta seguridad parecía excesiva, pero así es como lo habían ordenado.

Soldado 1: No lo entiendo – Le decía uno de los guardias a otro. Ambos se encontraban frente al gran portón de madera – ¿Porqué hay tanta seguridad en esta mansión?

Soldado 2: El Gral. Takamura así lo ordenó – Le respondió el otro.

Soldado 1: Lo sé, pero me parece exagerado; ¿Porqué querrían los atacantes de anoche venir de nuevo a esta mansión.

Soldado 2: No lo sé, pero ordenes son ordenes, ya lo sabes. Parece que el General tiene cierto interés en estos sujetos.

De pronto, mientras estaban hablando, uno de ellos nota como algo se mueve sobre ellos, sobre el portón de la mansión. Rápidamente levanta su mirada hacía arriba pero es recibido por una larga cadena que lo golpea en el hombro, dejándolo inconsciente. Al ver esto, el otro sacó de inmediato su silbato para alertar a los demás. Sólo logró dar un soplido de su objeto, ya que al igual que su compañero terminó inconsciente por causa de una segunda cadena.

Los objetos de metal fueron rápidamente jalados hacía su origen, hacía arriba del portón. En este sitio, se encontraban tres personas paradas. Las cadenas se aproximaron hacía una de ellas, perdiéndose debajo de sus mangas. Parados ahí, notaron como los guardias se comenzaban a acercar a la puerta.

Kenshin: No lo quiero ofender – Dijo Kenshin con una gran sonrisa, mientras no quitaba sus ojos de los hombres acercándose – Pero ustedes no son el tipo de personas con las que me gustaría morir.

Makaiju sonrío de una manera despreocupada ante este comentario. Luego, acercó su mano a la empuñadura de su arma y la sacó lentamente de su funda.

Makaiju: En ese caso no mueras – Le contestó, mirando al frente.

En rostro de los tres reflejaba una gran seguridad y carácter. Justo cuando los soldados iban a comenzar a disparar, los tres saltaron al mismo tiempo hacía el frente, descendiendo directo a donde ellos los esperaban. En el aire, Kenshin desenfundo su arma, y sin tener más miedo de tener que atacar a soldados, atacó a varios de ellos, dejándolos fuera de combate.

Por su parte, mientras Kenshin y el resto se abrían paso. Hirokazu los observaba desde la ventana de su oficina. Una expresión de malicia surge en su rostro, al tiempo que se da la media vuelta y sale de la habitación.

Hayai corrió hacía el frente, lanzando sus dos cadenas al frente. Las cuchillas de las puntas lastimaban a su paso a cuanto soldado se les ponía en enfrente. Makaiju se lanzó en la posición del Gatotsu, acabando de esta manera con dos soldados al mismo tiempo. Kenshin simplemente se movía por el jardín, atacado a los guardias con la parte sin filo de su arma y en ocasione usando su funda.

Un grupo de soldados se alinearon frente a ellos, apuntándolos con sus rifles. Los hombres comenzaron a dispararle al destajador, pero esté comenzó a correr hacía el frente sin importarle el peligro. Kenshin se movía de un lado a otro, esquivando dichas balas, hasta colocarse frente a ellos. De un movimiento circular de su arma de izquierda a derecha, logró atacar a todos y empujarlos hasta caer al suelo.

Hayai¡Qué impresionante! – Le gritó Hayai.

Makaiju: Por algo es uno de los más grandes realistas de la restauración Meiji. – Sin embargo, en este momento Makaiju notó algo: Kenshin tenía una herida en su pierna derecha, posiblemente hecha por el roce de una bala. El espadachín se quedó algo extrañado al ver esto.

Kenshin¡Andando! – Gritó Kenshin regresando a Makaiju a la realidad.

Los tres continuar enfrentándose a los guardias por algún tiempo. Mientras Hayai peleaba con uno de los soldados, éste logró dañarla con su sable en el brazo izquierdo. En su rostro se vio cierto dolor ante esto, pero no le puso importancia y de inmediato acabó con él. Después de unos minutos, lograron abrirse paso entre los obstáculos y llegar hasta la puerta principal de la casa. Mientras tanto, por detrás, eran seguidos por algunos disparos.

Hayai una vez más atacó con sus armas, deshaciéndose de esta manera de algunos de ellos. El cansancio era claramente visible en los tres, por sus caras llenas de sudor y sus respiraciones agitadas.

Hayai: Ni crean que voy a dejarme vencer por estos sujetos – Dijo entre respiros, mirando al frente con algo de coraje.

En este momento, Kenshin sintió algo sobre ellos. Rápidamente dirigió su mirada hacía el techo de la casa, en donde un grupo de hombres los apuntaban con sus armas.

Kenshin¡Cuidado! – Les advierte Kenshin antes de oír los disparos. Los tres rápidamente se mueven hacía un lado para esquivar los disparos. Sin embargo, una de las balas toca al destajador directo en el tobillo izquierdo. Este disparo le hizo perder el control del salto, haciéndolo caer al suelo y rodear hacía la dirección en la que se había lanzado.

Makaiju¡Battousai! – Gritó Makaiju volteando a verlo. De pronto, sintió un dolor muy intenso en su brazo derecho y se dio cuenta de que él también había sido alcanzado por una bala. – ¡Demonios!

Los disparos seguían volando con fuerza por el aire, pero aún así Hayai logró moverse hasta donde se encontraba Kenshin tirado. Él por su parte trataba de ponerse de pie.

Hayai¿Estas bien? – Le peguntó, viéndole el tobillo.

Kenshin: Estoy bien – Respondió – La bala me dio en el hueso y no fue tanto daño.

Mientras tanto, a pesar del disparo en su brazo, Makaiju seguía peleando con sus atacantes.

Makaiju¡Haya que entrar a la casa! – Le gritó mientras corría a la puerta. Hayai ayudó a Kenshin a ponerse de pie y ambos corrieron hacía Makaiju.

Una vez frente a la gran puerta de madera, Makaiju le dio un fuerte golpe con su pie, abriéndola de este modo. Sin embargo, la sangre de los tres se heló al ver lo que había del otro lado: la punta de una ametralladora, dirigida directo a donde estaban ellos parados, y un soldado del otro lado, con su mano en la manija de ésta. El soldado comenzó a darle vuelta, y las balas salieron como demonio de la punta. Los tres se alejaron unos pasos de la puerta y se pegaron en la pared de afuera para no ser alcanzados por las balas. Sin embargo, los que sí recibieron los disparos, fueron los soldados del patio, que cayeron muerto al suelo de inmediato.

Kenshin¡Una ametralladora! – Se dijo así mismo Kenshin.

Hayai: El pasillo es muy angosto como para poder esquivar a la perfección las balas.

Makaiju se había quedado muy serio en cuanto vio esa arma. Su mirada se encontraba fija en los soldados muertos frente a ellos. Lo que más le llamaba la atención eran aquellos que no habían muerto por su intervención, sino por las balas de esa cosa de metal, balas de sus propios aliados.

Makaiju: Hayai – Dijo de pronto el antiguo Shinsen, haciéndola voltear hacía dónde él estaba – Si alguna vez vuelves a ver a Hien… dile que me hubiera encantado llevarla de nuevo a Europa.

Estas palabras desconcertaron demasiado a Hayai. De pronto, Makaiju se movió rápidamente hasta ponerse frente a la entrada, y en menos de un segundo se encontraba en posición para ejecutar su Gatotsu, lanzando hacía el frente, directo hacía el soldado que manejaba el arma.

Hayai¡Makaiju! – Gritó al ver lo que hacía. Al verlo, el soldado comenzó a dispararle lo más rápido que pudo.

Mientras Makaiju se abalanzaba al frente, sentía como las balas se clavaban en varias partes de su cuerpo, pero nada de esto lo detenía…

Makaiju¿Y ahora que harás Hien? – Le preguntó el militar, viéndola con gran despreocupación en su mirada.

Ambos estaban de pie, rodeados por los grandes árboles del bosque. La mujer de traje ninja volteó a ver por encima de su hombro a tres hombres que la aguardaban en el camino.

Hien: Ahora que el señor Daimyo ha muerto, ni yo ni ustedes podremos ser libres. Es mi culpa. Se supone que soy su líder, y los he puesto en una situación muy prometedora.

Akai¿Qué esta diciendo Jefa? – Le preguntó uno de ellos, sonriéndole – ¿No cree que si no confiáramos en usted no la hubiéramos seguido hasta aquí?

Hien¡Muchachos…!

Gawa: No te lamentes Tatsumi. Más que servirle a Daimyo Akai, nosotros le servimos a usted. Iremos y haremos lo que usted nos diga.

Todos parecieron compartir esta idea, cosa que llenó de felicidad a Hien. Al mismo tiempo, Makaiju la veía. Le daba mucha alegría poder verla tan feliz…

De pronto, sin que el se diera cuenta, dos cadenas pasaron sobre sus hombros; una sobre el derecho y otra por el izquierdo. Ambas se abalanzaron hacía adelante, directo a donde estaba el soldado, quién debido a la sorpresa inconscientemente dejó de disparar. Las dos cuchillas se clavaron en el cuerpo del hombre, empujándolo hacía atrás y dejándolo fuera de combate.

Makaiju cayó al suelo debido al efecto de todos los disparos que había sufrido. Logró caer de rodillas y apoyarse con su espada. En ese momento, Hayai, muy enojada, se le acercó por detrás.

Hayai¡Eres un tonto! – Le gritó la guerrera, tomándolo de su traje – ¿Porqué te quieres hacer el héroe!

Makaiju: ... Así soy yo... – Le respondió entrecortado Makaiju. Mientras ella lo veía con coraje, él parecía despreocupado.

Kenshin¿Estas bien? – Le preguntó Kenshin, acercándose a él.

Makaiju: Nunca he estado mejor – Fue su respuesta al tiempo que se trataba de poner de pie. Sin embargo, de no ser por Hayai, hubiera caído de nuevo al piso a causa de sus heridas. Makaiju tenía varios disparos en su cuerpo, pero aún parecía no estar dispuesto a rendirse.

De pronto, los tres escuchan como varios pasos se acercan hacía ellos. Kenshin alzó su mirada al frente y logró ver como varios soldados se acercaban desde el otro lado del pasillo. Vio de reojo a sus compañeros para luego comenzar a caminar hacía adelante, sosteniendo con firmeza su espada.

Kenshin: Yo me encargo de estos últimos – Después de decir esto, dio un largo salto, impulsándose con su pie derecho, directo hacía los hombres que venían a él. – ¡Estilo Hiten Mitsurugi...!

Mientras Kenshin y el resto se abrían paso entre los guardias que quedaban en el interior de la Mansión, el salón donde esa noche había sido la fiesta se encontraba muy silencioso. El lugar ya estaba totalmente limpio; no había ni mesas ni sillas, ni siquiera personas. Sólo se veía el suelo de madera. Situado sobre éste, se encontraba un balcón en el que se encontraba en aquella ocasión la orquesta. También era ahí donde Yosuke había subido para atacar a Joshuya. De pronto, las puertas por las que se llegaba al balcón se abren lentamente. Del otro lado, se distingue la silueta oscura de un largo saco negro.

El salón estaba alumbrado por los candelabros colgados en el techo, mientras a lo lejos se escuchaban algunos disparos y golpes. La persona que acababa de entrar al salón comenzó a caminar hacía el frente. De pronto, justo cuando se encontraba frente al barandal de madera del balcón, los disparos y el resto de los ruidos que se escuchaban cesaron. Bajó sus ojos castaños hasta que su mirada se centró en la puerta principal del salón.

El silencio se prolongo por unos segundos, hasta que fue roto. Las puertas principales se abrieron de golpe, con tal fuerza que casi eran separadas de la pared. Del otro lado, tirados en el suelo, se veían a varios soldados, aparentemente inconscientes. Sin embargo, él no le puso mucha atención a esto. Lo que hizo dibujarse una sonrisa de satisfacción en su rostro eran las tres personas que entraban en la enorme habitación.

Kenshin entró clavando con fuerza sus pasos lentos en el piso de madera. Hayai le seguía por atrás, ayudando a caminar a Makaiju, que se recargaba en su hombro. Sus ropas, principalmente las de Makaiju, se manchaban de sangre debido a las heridas que acababan de recibir. En cuanto los tres estuvieron dentro del salón, alzaron su mirada hacía el balcón, clavando su atención en quien los observaba desde ahí; aquella persona que ellos habían venido a detener: Hirokazu Takamura.

Hayai¡Serizawa...! – Logró decir Hayai con enojo.

Hirokazu¡Tardaron mucho! – Les dijo con cierta ironía en su tono – ¡Creí que si llegaba aquí ya los encontraría¿Acaso mis hombres fueron demasiado para ustedes?

Hayai¡No sabes cuanto espere para clavarte mis armas en el cuerpo desgraciado! – Le gritó la guerrera, llena de furia.

Hirokazu: Qué resentida Hayai¿Así le hablas a un antiguo compañero tuyo? Deberían agradecerme, después de todo era mejor para Hijikata morir como Daimyo Akai en lugar de ensuciar el nombre del Shisen-gumi como lo hizo.

Makaiju¡Maldito infeliz¡Tú eres el único culpable de todo esto¡Si alguien siguió los ideales y el honor del Grupo Shinsen hasta la muerte, ese es Hijikata Toshizou!

Hirokazu: Yo sólo tire las cuerdas Makaiju, si Hijikata y ustedes quisieron ser la marioneta, esa no es mi culpa. Como consuelo sepan que el sacrificio de Hijikata no fue en vano. Gracias a él, se abrieran las puertas a un nuevo Japón, mismo que ustedes tendrán que ver desde el otro mundo.

Hayai¡Maldito¡Voy a matarte ahora mismo! – Hayai estaba lista para lanzarse en su contra. De pronto, Kenshin, que estaba frente a ellos, alzó su brazo derecho, deteniendo su paso.

Kenshin: Por favor, quédense atrás. – Les dijo aún dándoles la espalda. Este comentario no agradó del todo a Hayai.

Hayai¿Qué estas diciendo¿Acaso crees que te voy a dejar que tú hagas todo...!

En ese instante, antes de que terminara de hablar, Kenshin volteó a verla por encima de su hombro derecho. Su rostro una vez más era adornado por esa sonrisa tan despreocupada que tenía hace un momento. Esa expresión la hizo callar. No comprendía el motivo de esa actitud.

Kenshin: Por favor... – Dijo por último, y ella no respondió. Con su silencio Hayai le dijo todo, inspirándolo de esta manera a voltear de nuevo al frente.

Kenshin dio un par de pasos al frente. En cuanto sus ojos se clavaron de nuevo en Hirokazu, su expresión cambió a otra de nuevo seria y dura. El militar mientras tanto lo observaba con su rostro llenó de malicia. Ambos se vieron el uno al otro, directo a los ojos.

Hirokazu: Hola Himura, cuanto tiempo sin verte.

Kenshin: Cada vez que te veo me pareces más desconocido Hirokazu. No puedo creer que te hayas convertido en una persona sin corazón y sin sentimiento.

Hirokazu: Exageras Himura, me describes como si me hubiera transformado en un monstruo. Sí, como ya te he dicho, yo he cambiado. He visto la verdad de este país y de este mundo, he aprendido como hay que actuar para llegar a cumplir tus sueños. Cosa que ni tú, ni Yosuke, ni Manami alguna vez hubieran podido comprender.

Kenshin¿Qué se debe hacer para cumplir tus sueños Hirokazu¿Acaso se debe aplastar a los demás¿Acaso se tiene que eliminar a cuanta persona se te oponga!; ¿Vale la pena cumplir tu sueño si a costa de ello debes de destruir a otros!

Hirokazu¡Por supuesto que vale la pena¡No puedes vivir toda tu vida preocupado por los sueños de las otras personas, lo hicimos durante todo nuestro viaje¿y qué recibimos a cambio, odios, enemigos, heridas, cansancios, desprecios… y la gratitud de personas que ahora ni siquiera recuerdan nuestros nombres. No, si uno quiere lograr algo debe de ocuparse de si mismo, tomar cartas en el asunto y actuar. Alguien como el gran Hitokiri Battousai debería de entenderlo¿no?

Kenshin: No sabes lo que estas diciendo¡Tampoco sabes cuantas personas se han sacrificado para cumplir tu absurda ambición!... Megumi… Yosuke… Hijikata… ¡Manami!... ¡Tú eres el único responsable por sus muertes y por las de otros tantos¡Únicamente tú!

Hirokazu¿Y qué si lo soy? – Le contestó con indiferencia – ¿Qué vas a hacer tú al respecto¿Qué puede hacer un samurai que ha perdido todo?

Kenshin: …Ni una sola alma se sacrificará por ti Hirokazu. Yo voy a detenerte¡Voy a detenerte aquí y ahora!

La habitación se cubrió por un escalofriante silencio después de tales palabras por parte del pelirrojo. Sin embargo, Hirokazu ni siquiera se mutó ante los reclamos del destajador. De pronto, se escuchó como una ligera risa rompía tal quietud, explotando de golpe en una fuerte y aguda carcajada que venía del militar.

Hirokazu¿Qué vas a detenerme¿Tú a mí? – Le dijo entre carcajeo, antes de recuperar de nuevo la compostura. – Himura, Himura, Himura… Después de diez años de viajar por el país, después de años de combatir hombro con hombro¿Ahora terminamos en esto? – Hirokazu colocó su pie derecho sobre el barandal de madera, para luego pararse sobre él. – Ahora después de tanto tiempo, vienes tú ante mí con otra de tus espadas sin filo en tus manos, diciéndome que me matarás, cuando tú bien sabes que no puedes hacerlo. La verdad me das lástima pobre Destajador fracasado. Mientras que tú sigues siendo el mismo débil samurai que aún busca su camino en este mundo, yo ya he encontrado el mío, y he cambiado para mejor, a diferencia de ti que aún vives en los tiempos en los que viajábamos por el Japón. Y aún así¿dices que vienes a matarme¿A detener todos mis planes y ambiciones¿A pisotear mis sueños¡Himura, hay una gran diferencia entre tú y yo, como de un niño a un demonio. Si tú y yo peleamos, el combate sólo puede tener dos resultados¡O tú mueres¡o vamos los dos juntos al Infierno!

Ambos se miraron el uno al otro con gran detenimiento, como esperando a que el contrario titubeara o se arrepintiera de lo que acababa de decir. Sin responder aún a las amenazas de Hirokazu, Kenshin tomó con firmeza su arma y la acercó hacía su costado derecho. Lentamente pasó le hoja por el extremo de la vaina, para luego guardarla delicadamente en ésa. Una vez hecho, colocó su pie derecho al frente, de tal manera que su espada quedara algo hacía atrás. Por último, sin ninguna clase de duda en su mano, acercó ésta a la empuñadura.

Kenshin:... Qué así sea... – Respondió Kenshin con una voz dura y segura.

Ésta actitud dejó sorprendidos tanto a Hirokazu como a Hayai y a Makaiju. Cierta ira se comenzó a reflejar en la expresión de Hirokazu. De pronto, con su mano izquierda, hizo a un lado su saco, revelando de esta manera la espada que en su costado cargaba. Tomó la funda con su mano izquierda, colocando la derecha en el mango.

Hirokazu¡Qué así sea entonces Himura! – Le gritó él, al mismo tiempo que daba un salto, impulsándose con su pie derecho.

Hirokazu se lanzó hacía el frente, descendiendo hasta donde estaba su contrincante. Por su parte, Kenshin dobló sus rodillas un poco para poder agarrar impulso y luego dio un largo saltó hacía arriba, en línea recta a Hirokazu. Ambos peleadores estaban a punto de chocar en el aire. En un instante de tiempo, ambos desenfundaron sus armas al mismo tiempo, y claramente se vieron chocar sus hojas la una contra la otra, en un largo destello…

"Si vivimos nuestras vidas tras una espada, ésta nunca nos dejará ver con claridad la belleza de nuestro mundo. A veces tenemos que bajar nuestra arma y contemplar unos segundos el paisaje. Por favor, nunca olviden esto mis queridos Rurounis…"
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Manami Hamaguche

F I N

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NOTAS FINALES: Pues bien, después de creo dos años de atraso, por fin esta saga llega a su fin. La verdad me sentía muy emocionado al momento de escribir este último capitulo (Qué por cierto me quedó algo largo). Bueno, primero que nada, una disculpa para todos aquellos que esperaban con ansias la pelea final entre Kenshin y Hirokazu, pero analizando bien a como iba la historia, la forma de la trama y otras cosas más, concluí con que el mejor final para este Fanfic era un final "Flotante". De seguro esto decepcione mucho a algunos, pero a mí en lo personal estoy satisfecho con él.

Bien, como ya le comentado antes, lo que más me gusto de esta historia es que toca una etapa muy importante en la vida de nuestro protagonista, misma que tanto en el Manga, Anime y en todos los Fanfics que he leído de esta serie no la tratan tanto. La mayoría de los autores siempre se centran en lo ocurrido durante la restauración, la guerra y todo eso. Sí, es una etapa muy importante y alrededor de ésta gira gran parte de la trama, lo acepto. De hecho, en la "Saga de Osaka" al principio me centró mucho en ella. Sin embargo, al final de ésta y en toda la "Última Redención" me concentré en otra etapa, que por si no se han dado cuenta, es la de los Diez Años que Kenshin vivió como Vagabundo por el Japón, y todo lo que tuvo que vivir para pasar de ser el Battousai que vemos al final de los OVAs y en algunas partes del Anime, al Kenshin Himura que era al principio de la serie.

Como pudieron notar además, se dejan muchos puntos al aire. Sobre el supuesto viaje de diez años, se mencionan datos en recuerdos y demás, pero el resto al parecer debe de quedar a la imaginación de cada uno (Incluyendo el final). Y entonces¿qué pasó¿Kenshin murió¿Hirokazu murió¿Cómo murió Manami¿Porqué Hirokazu traicionó a sus amigos¿Qué pasó con el hijo de Kaoru¿Habrá una continuación?... No les puedo responder a ninguna de esas preguntas, en especial a la última. Por el momento no tengo planeada ninguna continuación a esta historia, y quien sabe si en algún momento se me ocurra algo. Lo que si tengo en planeación son algunos "Sidestorys", pero para ello hay que esperar.

Bueno, como ahora hasta las notas se me están alargando, creo que es hora de terminar. Me gustaría agradecerle de manera personal a muchas personas, pero por falta de memoria, tiempo y espacio no me será posible. Por favor, todos los que han leído estas dos historias, todos los que me han mandado sus comentarios, todos los que me han apoyado, reciban mi sincera gratitud. Y aún queda mucho Wing Beelezemon para al rato. Para cualquier comentario para ésta o otra de mis historias, ya saben, ahí esta mi correo.

Atte.
Wing Beelezemon – Wingzemon X
"The last Power of This Revolution..."