Capitulo 2: Vuelta al Hogar. Hogwarts, querido Hogwarts.
El director, Albus Dumbledor, se levanto, con un cada vez mas conocido discurso de bienvenida tras la selección empezó la noche:
¡Bienvenidos todos a Hogwarts! Es un autentico honor y placer ver cada año caras nuevas. Tengo que recordar que el bosque prohibido esta totalmente prohibido, como bien su nombre indica y como todos los años hay alguna incursión en el que no estaba planificada por ningún docente de esta escuela, serán 200 puntos menos para la casa correspondiente, como se adentren mas 10 metros en el bosque, sin un profesor. Créanme cuando les digo que hay medidas tomadas para que yo mismo me entere. Bien el señor Flich me ha encomendado comunicar que 20 artículos mas están prohibidos este curso. La lista esta en las puertas del despacho del mismo. Bien por ultimo y para no perder la costumbre, este año hay 3 nuevos profesores, de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Las puertas del Gran Comedor se abrieron de par en par dejando ver tres figuras muy esbeltas de melenas largas de cristal. Un ser femenino y dos masculinos. Eran claramente parecidos a los humanos, pero desde luego en el espíritu de cada uno de los presentes, quedaba bien claro que ninguno de los tres lo era. Se veía claramente que uno de ellos era mas joven que los otros dos de miradas moradas, aun que ninguno pudo intuir, que por edad, el mas joven podría ser el hijo de la pareja. Llevaban túnicas del mas bonito color Burdeos, con un escudo en la solapa. Era el escudo que mostraba su categoría entre los elfos, un magnifico y esplendoroso Dragón se alzaba, alas batientes hecho con uno de los mas finos hilos que existían en el mundo, era puro platinotodo calentado hasta tal punto que los metales dejaban pues libre la forma de moldearlos. El escudo en si era magnifico, cada detalle había sido bordado con sumo cuidado y delicadeza, era arte, un ser vivo encarnado en una imagen radiante. Los bordados también deplatino de los bajos de las túnicas se deslizaban unos dos centímetros por encima del suelo, con elegancia. Nadie podía quitar la vista de encima de los nuevos habitantes del castillo. Por fin Albus Dumbledor, retomo la palabra:
- Es un honor poder presentarles a Dilcia Enid, a Orfeo Enid y a Iskandar Enid.
Los tres fueron aplaudidos a rabiar, haciendo que sus miradas brillaran intensamente. Unos minutos después, el Gran Comedor se encontraba con su habitual barullo. Ninguno de los tres ceno, si no que se limitaron a hablar con sus compañeros, en el caso de Iskandar a mirar en cuanto su hogar había cambiado.
La mirada verde selva con algunas rayas doradas imperceptibles a primera vista de Iskandar buscaba a un par de jóvenes que debían de estar sentados sin lugar a dudas en la mesa de Gryffindor, justo cuando Snape pregunto a su tía, no muy seguro de el mismo:
- ... ¿Dilcia?... No puedes ser tu...
- Sabes Sev, que si que puedo serlo y que lo soy, no te sorprendas.
¿Por que ahora?
Toda la mesa de profesores miraban la escena aturdidos, la voz de Snape se había convertido en un susurro de añoranza y tristeza que se reflejaban en su cara y este no tomaba la molestia de disimular.
¿Por que habría de haber venido antes?
- No te vi en el funeral. "Fue un golpe duro para mi"- tradujo la elfa enseguida las palabras de Severus.
- No pude ir. "Y también para mi"- contesto con nostalgia la mujer.
¿No pudiste asistir al funeral de tu hermana? "Me dejaste solo, eras mi apoyo. Me dolió".- reprochó el Slytherin.
- Erèm am tiaté´s te sap eplucni en ej, eplucni´t ennosrep, lam sap snes et en, terep al erffous ut issua iot, noitnetta sap etêrp en. (No le hagas caso. Tu tambien sufres la perdida, no te sientas culpable, nadie te inculpa, yo no te culpo y era mi madre.)- recito Harry con una sonrisa de resignación.
- Gracias Iska.- dijo con la mirada perdida Dilcia.
Severus Snape no dijo nada mas en toda la noche, así como Iska que se mantuvo perdido en sus recuerdos.
El sol de la mañana siguiente se elevo ante uno de los nuevos profesores, en los amplios y verdes terrenos de la escuela. Iskandar había decidido seguir con su entrenamiento físico en la escuela, así como lo hacia en su dimensión. Hacía las 7:45 corrió hasta su habitación, se pego una ducha rápida y se puso unos vaqueros pegados con algo de forma en el bajo y una camiseta negra dejando ver sus bien formados músculos, por debajo de una túnica negra.
Entro al gran comedor con paso lento y pausado mientras leía un libro escrito en un lenguaje denso, iba muy metido en lo que este decía y no se dio cuenta de que poco a poco se iba acercando a una alumna de séptimo. Pronto los dos chocaron, quedando la jovencita encima del profesor. Los ojos verdes miraron divertidos a los avellana que acababan de darse cuenta de encima de quien estaban. Así que con las mejillas coloradas y una sonrisa avergonzada en la cara se levanto para dejar al profesor libre movimiento. Este conociendo a la mujer que se alzaba delante de el, se excuso, después de una risa genuina que hizo creer a muchos que el niño que vivió esta de vuelta:
- Perdóneme señorita Granger, no iba mirando por donde andaba. Creo que tengo que dejar de leer mientras camino.
La chica se quedo un poco azorada unos segundos, se acababa de chocar con el nuevo profesor, que había que decir no estaba nada pero que nada mal, un ser magnifico. Y este sin preguntar si quiera había sabido su nombre. Y cuando había mirado en los ojos del profesor había estado a punto de reprenderle estando convencida de que ese de hay abajo era Harry Potter, su amigo desaparecido hacía dos años, ni mas ni menos.
- La culpa a sido mía profesor. Lo siento muchísimo.
- Señorita Granger, creo que sus amigos la llaman.
Efectivamente en ese mismo momento se oyó las voces de Ronald y Ginevra Weasley reclamar por la joven.
- Si me disculpa profesor.
Y está se fue, dejando a Iskandar con una sonrisa de oreja a oreja rumbo hacía la mesa de profesores. Allí una interesante conversación, más bien disputa quinceañera, entre el profesor de pociones y la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras:
- ... No Severus, si mezclas esos ingredientes de tan forma crearas en antídoto del veneno Petrus, no el veneno...
- Claro que no, estoy lo suficientemente experimentado en pociones como para saberlo...
- No tienes ni idea...- definitivamente parecía para diversión de todos, una pelea de adolescentes, entre los dos profesores.
- Claro que la tengo, sé que es así por mucho que tu cabecita hueca no lo admita, se crea el veneno... Digas lo que digas, no me harás cambiar de parecer. Se crea el veneno.
- No.
- Si.
- No
- Si.
- No.
- Que si.
- Que no.
- Si.
- No, no, no y no
- Si, si, si y si.
- No.
- Si.
- No.
¡Ya basta- termino exasperado Iskandar.- Se crean los dos. El antídoto y el veneno se crean con los mismos ingredientes, solo es la temperatura de cocción es la que cambia y el fuego que se utiliza. ¡Deberíais saberlo!
- Estoy de acuerdo con Iskandar, dios parecía una pelea de quinceañeros. Y creo que los dos habéis dejado esa edad desde hace tiempo.- concluyo Orfeo.
