Capítulo: III
Ambos guardaron silencio cuando Duo abrió la puerta y sus miradas se encontraron.
¡Hola Heero, que alegría verte! –decía el chico hermoso de la trenza rompiendo el silencio con una gran emoción.
Hola Duo, tu siempre tan alegre –dijo Heero mientras entraba observando el departamento.
Y tu siempre tan sarcástico. Bueno, ahora me doy cuenta que no has cambiado en nada desde la última vez que te vi. –mientras hablaba cerró la puerta y miraba emocionado a su amigo de pies a cabeza.
Tu tampoco. –Heero volteó y sus miradas se cruzaron de nuevo. El silencio volvió adueñarse de la escena, un silencio más incómodo que cualquier otro que hubiesen tenido. Duo no pudo soportar la mirada de Heero y enseguida la apartó dirigiéndola hacia la cocina.
¡La comida ya esta lista! ¿Quieres sentarte a comer? –dice dirigiéndose al comedor para luego esperar la respuesta.
Sí –Heero da unos pasos para llegar al pequeño comedor y se sienta.
Enseguida traeré la comida –le sonríe y se va a la cocina sin darse cuenta que Heero se había sonrojado un poco.
¿Por qué? ¿Por qué siento esto?
Duo llega con dos platos de los cuales salían vapor.
Espero te guste. No es por nada pero soy un espléndido cocinero.
¿Enserio? Veamos que tan bien sabe –Heero corta un pedazo de carne y se lo lleva a la boca.
¿Y bien? ¿Qué tal sabe? –pregunta mientras se sienta frente a Heero.
No esta mal –dice con una sonrisa pícara que casi hace que Duo se derrita en la silla.
¡Que bueno que te gustó! –dijo para disimular un poco la reacción que tuvo la sonrisa.
Heero miró a Duo y entre cerró sus ojos para poder observarlo mejor.
¿Te sucede algo? Tienes muy roja la cara.
¿¡Qué? –exclamó nervioso- Debe ser por el calor que me dio al entrar a la cocina. –y comenzó a abanicarse con su mano izquierda.
¡Ah! Claro... –dice con cara de incredulidad arqueando una ceja.
Ash... Creo que ese cuento no fue muy convincente pero, ¿Por qué me sonrojé al ver su sonrisa? Será que me...
Así que te encontraste con Trowa... –habló de pronto interrumpiendo los pensamientos de Duo.
Sí, hace como una semana. Me lo encontré paseando con Quatre, habían ido a comprar un helado y después iban a ir al cine. Quatre me preguntó si te había visto o sí sabía como estabas y le comenté que ni siquiera tu teléfono tenía. Trowa sacó su cartera y me dio su directorio para apuntar tu número. Así fue como lo conseguí; por cierto, tal vez Quatre y Trowa ya sean novios, no les quise preguntar para no incomodarlos pero cuando me los encuentre de nuevo les preguntaré.
No creo que lo sean. Quatre ya te lo hubiera comentado ¿no?
Sí tal vez –Duo se metió un pedazo en la boca mientras analizaba lo que Heero le acababa de decir, sin darse cuenta que él lo observaba.
¿Qué es este sentimiento? ¿Por qué me tiene así?
Y cuéntame...¿Cómo ha sido tu vida después de la guerra?
Mmm... Monótona y pacífica. No sucede nada.
Bueno pero al menos ya no sufrimos con aquella guerra... donde sólo habían muertes. –la sonrisa de Duo persistía pero su mirada parecía sombría, triste.
¡Rayos! Parece que no es suficiente para mí atormentarme en sueños con aquellos recuerdos... ahora tenían que aparecer en mi mente.
Hay algo que desconozco... quisiera saber más...
Sí tal vez. Pero realmente mi vida ya no me interesa para nada.
Tal vez lo que necesitas es una novia... –Duo cambió la mirada al dirigir sus ojos a los de Heero. -¿No te gusta Relena? ¿Por qué no se hacen novios? –penetró su mirada como si en sus ojos estuviera la respuesta.
¿Qué tal si dice: ¡Qué buena idea! Ush... ¿Por qué me angustio tanto? ¿Es porque me...?
No. Realmente no me interesa Relena –miró su plato que estaba casi por terminar.
¿Te interesa otra chica? –Heero regresó su mirada a la de su interrogador.
¿Qué si me interesa otra chica? No. Hasta ahora no hay nadie que me interese o ¿sí?
¿No hay nadie que te llamé la atención? –insistía Duo con un todo de incredulidad -¿Alguien en quién pienses? ¿Qué te interese saber más de esa persona? No lo sé... ¡Su pasado tal vez!
No. Ninguna chica. –Heero lo miró con cierta seriedad después de haber remarcado la última parte de lo que contestó.
¿Qué quiso decir con eso? ¿Por qué remarcó la palabra "chica"?
Heero no quería ser interrogado. Ni siquiera él mismo sabía las respuestas... alejó su mirada para toparse con una pequeña cruz que se encontraba en la sala, colgada.
¿Crees en Dios?
¿Qué? –voltea hacia la dirección que Heero miraba -¿Lo preguntas por la cruz? –mira que Heero asienta con la cabeza –No, sólo simboliza un recuerdo...
¿Un recuerdo? –Heero observó la mirada del chico.
De nuevo esa tristeza ¿Por qué?
De una persona que conocí hace tiempo. Murió en esa estúpida guerra. De él tomé el apellido Maxwell... el Maxwell...
¿Tiene alguna relación con la "Tragedia de la Iglesia Maxwell"?
Sí. –guardó silencio por un momento y las imágenes volvieron. Cerró los ojos y sacudió despacio la cabeza. Después dirige su mirada del otro lado de la sala. –y aquella virgen, representa otra persona que también quise –Heero mira y se encuentra con una estatuilla de porcelana con la figura de una mujer blanca y cabellos castaños claros. –Ella fue la que me enseñó a trenzarme el cabello –toma aquella trenza con suavidad mientras sonríe con melancolía. –A pesar que esos objetos no me lo dieron aquellas personas la primera vez que los vi me recordó a ellos. Al padre y la hermana Helen... –las últimas palabras las había susurrado pero aún así Heero dio un gran esfuerzo para escucharlas. Duo tenía tantas ganas de llorar, como nunca en su vida. Había contenido el llanto desde aquella vez y se había prometido así mismo que no lloraría de nuevo pero...
No llores frente a él, no ahora...
Pero sus ojos lo traicionaron y una lágrima recorrió su mejilla derecha. Heero la advirtió pero se quedó paralizado. Era la primera vez que veía llorar a su compañero.
Lo siento. –se levantó de pronto Duo. –No sé que me pasa. Nunca a nadie le había contado lo que... –su voz comenzó a entrecortarse y comenzó a sentir un nudo en la garganta. Trato de secar sus lágrimas pero éstas no cesaban pero aún en esas condiciones seguía sonriendo.
¿Estas bien? –fue lo único que salió de su boca al levantarse y ponerse a su lado. Apoyó su mano en el hombro de Duo, éste al sentirlo alzó la mirada. Heero le sonreía con ternura y con brillo intenso en sus ojos.
Esa sonrisa, esa mirada... ¡Son para mí!
En ese momento recordó que aquella mirada y sonrisa la había visto ya en sueños. Era aquel sueño que había tenido esa mañana y escuchó de nuevo al padre que decía en su mente: "Escucha tu corazón".
Duo ya no pudo contenerse más, y recordar su sueño no ayudó las cosas. Se borró de pronto su sonrisa y todo su rostro reflejaba una inmensa tristeza, enseguida se lo tapó con ambas manos y comenzó a llorar mientras que Heero lo miraba con ternura.
Guíate de tus emociones... No pienses nada más...
Heero volteó lentamente a su compañero, y ahora amigo, quedando frente a él. Después lo abrazó.
Parece que has aguantado esas lágrimas por mucho tiempo. Lo mejor será que te desahogues.
Duo abrió los ojos de par en par debajo de sus manos al sentir aquellos brazos rodeándolo y su voz cerca de él. Eran como un sustento para no caer al precipicio a cuál estaba condenado. Su corazón ya no sentía dolor (que era como si le oprimieran el pecho) y el llanto se había apaciguado.
Sabía que detrás de esa sonrisa se ocultaba algo –dijo Heero acariciando la nuca de Duo.
Todos tenemos una máscara donde ocultamos nuestros verdaderos sentimientos... –agregó con una ironía al hablar – Nuestro pasado. La mía es la sonrisa y la tuya...
La mía es la frialdad...
Aquella frialdad, es sólo tu máscara...Quisiera conocerte más porque tú... eres el único que me salvará de esta oscuridad, lo siento...
Creo que me estoy enamorando...
Una nueva y pequeña sonrisa se mostró en su rostro. Después sacó sus manos del cuerpo de Heero suavemente para poderlo abrazar, para sentirlo más cerca... para no caer.
