Capi ten: Llevando la teoría a la práctica.
Cuando Harry se despertó la mañana siguiente, la cama de al lado ya estaba vacía. Rápidamente se vistió, y bajó al salón.
En la cocina se encontró a Hermione, dándole el desayuno a un muy alborotado Simon, mientras algo sospechosamente verde Slytherin olfateaba los cereales.
-Buenos días, Harry-saludó la chica- Sarah ha ido a la ciudad a hacer unas compras. Tú y yo tenemos que cuidar de Simon todo el día, y aunque ella no me lo ha pedido, quiero que me ayudes a ordenar y sacar el polvo por aquí. Hoy por la noche van a celebrar una cena. Para eso son las compras. ¿Puedes darle de comer a los animales? Greenie lleva protestando toda la mañana, y Munin me está mirando de un modo extraño...
-¿Dónde está Snape?-preguntó Harry reprimiendo un bostezo cuando su amiga frenó el torrente de palabras.
-Una reunión.-contestó Hermione secamente.-Harry alzó la vista y comprobó que el rostro de su amiga estaba extrañamente serio. Voldemort.
Durante todo el día, estuvieron limpiando y ordenando, pues Hermione era mucho más meticulosa de lo que Harry había imaginado, y aunque la casa estaba bastante limpia, la loza había que lavarla una y otra vez hasta que Hermione estaba satisfecha.
Aun así, la chica le demostró que además de ser un genio con la magia, también lo era en la limpieza muggle, pues cuando Harry se daba por vencido al ver que una mancha no salía, se acercaba Hermione, y en un momento la mancha se había ido. Era como si estuviese haciendo magia. Pero por supuesto, eso era imposible...
Y lo más prodigioso para Harry fue como, aún a pesar de las protestas del niño, Hermione se las arregló para mantener a Simon ocupado todo el día, manteniendo a raya el extraño hiperactivismo crónico que padecía ese día.
Ciertamente Simon seguía siendo un misterio para Harry. Parecía que tenía un sexto sentido para intuir en qué momentos tenía que llamar la atención para romper la tensión. Y luego estaban sus cambios de humor. Unos días, como hoy, estaba eléctrico y lleno de energías, y otros simplemente dormía y protestaba si alguien trataba de distraerle.
Para cuando al atardecer llegó Sarah, Simon estaba durmiendo su siesta y la casa estaba impoluta, de modo que los dos amigos ayudaron a Sarah a preparar la cena. O mejor dicho: Harry observó atónito como las dos hacían una cena espectacular... ¡y sin magia! Pues Sarah, cuya madre era muggle, había sido educada para entender que la comida sin magia era mucho más deliciosa.
Harry trataba de mantener a Simon alejado de sus gafas y concentrado en su puzzle, cuando escuchó que Hermione bajaba las escaleras.
Se había cambiado los jeans que había vestido todo el día por un precioso muggle de color lavanda, pero por supuesto eso no fue lo que llamó la atención de Harry.
Snape había aparecido de pronto en las escaleras, a su lado, amarrándose a ella. Harry pudo oír cómo Hermione gemía de dolor cuando Snape se agarró a su codo. Al mismo tiempo ella le sujetó el hombro opuesto para ayudarle a mantenerse en pie. Él la miró a los ojos y ella asintió. Se dieron la vuelta lentamente y comenzaron a subir las escaleras.
-¡Severus!-gimió Sarah desde la puerta de la cocina. Tanto Hermione como Snape se quedaron parados, pero ninguno de los dos se dio la vuelta
-Ya has vuelto... -musitó la mujer. Parecía que quería decir algo más, pero que no se atrevía.
-Sí... -susurró Snape.
-Deberías cambiarte... los demás están a punto de llegar... Hermione, querida, ¿le has planchado la túnica, como te pedí?
-Sí, Sarah... -informó Hermione desde lo alto de la escalera.- Está encima de vuestra cama.
-Bueno... eh... pues acompáñale y... ayúdale a buscar los zapatos.
Snape y Hermione siguieron subiendo las escaleras, y por los movimientos mecánicos del profesor, Harry se imaginó que no era una tarea demasiado fácil.
Finalmente desaparecieron de la vista, y Sarah se dirigió a Harry.
-Harry, cielo... ¿podrías recoger esos juguetes y ponerle el babero nuevo a Simon?
-Por supuesto.
Harry miró un poco atónito a la mujer, que conservaba una expresión serena en el rostro, aunque tenía el ceño algo fruncido. Harry no podía entenderlo. Si su mujer acabase de llegar de una reunión donde probablemente había sido torturada, él se abalanzaría sobre ella y no dejaría que nadie más la tocase (salvo un médico, tal vez) Sarah, en cambio... ¡era cómo si no quisiese saber nada del tema! ¿Sería eso a lo que se refería Hermione con lo de "yo ocupo el lugar que ella se niega a admitir que existe siquiera"?
Los pensamientos de Harry fueron interrumpidos por el sonido de un timbre.
-Ya están aquí- declaró Sarah - Harry... ve a avisar a Severus y Hermione, ¿sí?
Harry la miró atónito unos segundos. Luego, al ver la súplica dibujada en su rostro, asintió. Pero subió las escaleras lo más lentamente posible, mientras oía en el recibidor las voces de McGonagall y Dumbledore.
Mas pronto de lo que hubiese deseado, se encontró ante la puerta de la habitación de los Snape. Dentro todo estaba silencioso, y de vez en cuando se oía la voz de Hermione murmurar lo que parecían hechizos. Harry cogió aire y golpeó la puerta.
-Pase, Potter.
Harry se sobresaltó. La voz de Snape había sonado cansada, pero igual de siniestra que siempre... un momento...¿cómo sabía que era él? Y sobre todo... ¿de verdad le había dado permiso para entrar? Harry se encogió de hombros y abrió la puerta.
Dentro estaba todo oscuro, salvo por un par de velas en una de las mesillas de noche a las que Harry les había sacado el polvo concienzudamente esa mañana.
-Cierra la puerta, Harry... hace frío ahí fuera.
Harry obedeció y se quedó parado en la puerta.
-Eh... los invitados...
-Siéntate. Termino en cinco minutos y bajo contigo. Tranquilo, ellos lo entenderán.
Harry miró a su alrededor, y se sentó en un sillón verde oscuro que había en la esquina. Snape suspiró y Harry sintió un escalofrío. Ese no era un sonido agradable viniendo de un Snape que estaba tumbado bocabajo en su cama mientras la mejor amiga de Harry Potter le masajeaba la espalda...bueno, ese no era un sonido agradable viniendo de Snape en general.
Hermione murmuró otro hechizo y esta vez, Harry sí reconoció lo que les había enseñado el falso Moody.
Hermione terminó su maldito masaje y se inclinó para besar la mejilla de su profesor.
-¿Te hizo algo más?-preguntó, muy bajito en su oído.
-Nada que tú puedas curar...-murmuró Snape. Harry estaba teniendo serios problemas para oír la conversación.
-Rétame. Me he informado mucho desde la última vez, ¿sabes? Dime... ¿otra vez lo de los pies?
-No, esta vez fue en los dedos, pero sonó como si fuese el mismo hechizo, y la verdad es que duele igual... el demonio ha aprendido mucho en los años que estuvo fuera...
-Déjame ver...
Snape se tumbó de lado, dándole la espalda a Harry, y tendiéndole las manos a Hermione. Ella las cogió y le miró a los ojos.
-Probaré un hechizo que leí en un libro que me prestó Víctor... no sé que vas a sentir, tal vez te duela... ¿Estás listo?
Snape respiró hondo.
-Adelante. Es imposible que hagas que duela aún más.
Hermione se encogió de hombros, y acariciando suavemente los dedos de Snape murmuró otro hechizo, esta vez, irreconocible. Snape gimió suavemente, y de nuevo Harry sintió un escalofrío. El puñetero hechizo búlgaro tenía los mismos efectos que el maldito masaje.
Hermione sonrió, y Harry maldijo en voz baja. Comprendía perfectamente porqué Sarah no quería estar ahí, pero... ¿porqué tenía que estar él?
-Gracias, pequeña-musitó Snape en voz muy, muy baja- ya no duele. Nada.
Hermione se puso en pie y alisó la arrugada tela del bonito vestido muggle. Sonrió al profesor por última vez y se dirigió a Harry, que estaba visiblemente verde.
-Vamos Harry. Tiene que vestirse.
Y con esas palabras le cogió del brazo y le sacó de la habitación.
-No te ofendas, Hermione... pero creo que voy a vomitar.
Hermione se rió y le dio unos golpecitos reconfortantes en la espalda.
-¿De que iba esto? Quiero decir... ¿porqué tenía que estar yo ahí dentro?
-Harry... muchas veces es muchísimo peor lo que uno se imagina que lo peor que pueda pasar en la realidad. Por muy amigo mío que seas, por mucho que confíes en mí, y aunque tú nunca lo admitas... yo sé que nunca estarías completamente convencido de lo que te conté ayer hasta que lo vieses.
-Pero no fuisteis vosotros quienes me llamasteis. Sarah me mandó a buscaros... y hablando de ella... no entiendo que es lo que pasa por su cabeza... ¿porqué simplemente no vino ella, en lugar de mandar mensajeros?
-Sarah... es una mujer maravillosa en cualquier otro aspecto y sabe que Severus y yo no haremos nada... que se salga de los límites, pero eso no le impide asegurase que así sea. De cualquier modo ya viste que no ha ocurrido nada realmente preocupante.
-¿Y como sabíais que era yo quien estaba ahí fuera y no ella?
-Una dama jamás haría semejante cosa.-contestó Hermione con sarcasmo. Harry no captó la ironía en la voz de su amiga, pues su mente ya estaba ocupada en otra cosa.
-¿Por qué tú sueltas un puñado de hechizos muy raritos y no pasa nada y a mí , sin hacer nada casi me echan del colegio en segundo?
Hermione se quedó parada ante al puerta del salón, mirando a Harry fijamente. Luego se echó a reír.
-Bueno, tú tenías doce años entonces, Harry... yo tengo diecisiete. Soy mayor de edad.
-¿¡QUÉ!?
Hermione se rió de nuevo y entró en el salón, seguida de un muy confundido Harry.
Sin embargo Harry no tuvo tiempo de seguir interrogando a su amiga, pues al entrar al salón se vio atrapado en el abrazo-oso de su peludo padrino y su no menos peludo mejor amigo.
-¡¡Harry!!-exclamaron Padfoot y Moonie al unísono.
***Continuará***
¡Perdón! Sé que es muy corto, pero estoy en época de exámenes, no es como si me sobrase el tiempo... Referencias... lo de siempre: Riley y Silverfox. Para la próxima (¡por fin!) aparecerá el adorado Sirius Black...
Issis Luciano: Ya dije que lo de los elfos domésticos no es idea mía, pero... ¿a qué es original? Kamasutra?! Aquí?! Nope... mira el rating! Yo insinúo mucho pero no digo nada....
Hermi222: Otra que se queda volada con los elfos... pobrecillos, ¿no? Ellos tan violentos que son... ¡lo siento muchísimo! Pero la historia ya es muy larga de por sí, como aún encima introducirme también en la vida de Sarah... ten paciencia, ese prólogo hace tiempo que ronda mi cabeza.
Silvara Waylan: Eh... ¿gracias? No hace falta que babees, pero si quieres Simon te presta el babero. de todos modos a él no le hace ninguna gracia....
¡Hasta la semana que viene!
Iremione
Cuando Harry se despertó la mañana siguiente, la cama de al lado ya estaba vacía. Rápidamente se vistió, y bajó al salón.
En la cocina se encontró a Hermione, dándole el desayuno a un muy alborotado Simon, mientras algo sospechosamente verde Slytherin olfateaba los cereales.
-Buenos días, Harry-saludó la chica- Sarah ha ido a la ciudad a hacer unas compras. Tú y yo tenemos que cuidar de Simon todo el día, y aunque ella no me lo ha pedido, quiero que me ayudes a ordenar y sacar el polvo por aquí. Hoy por la noche van a celebrar una cena. Para eso son las compras. ¿Puedes darle de comer a los animales? Greenie lleva protestando toda la mañana, y Munin me está mirando de un modo extraño...
-¿Dónde está Snape?-preguntó Harry reprimiendo un bostezo cuando su amiga frenó el torrente de palabras.
-Una reunión.-contestó Hermione secamente.-Harry alzó la vista y comprobó que el rostro de su amiga estaba extrañamente serio. Voldemort.
Durante todo el día, estuvieron limpiando y ordenando, pues Hermione era mucho más meticulosa de lo que Harry había imaginado, y aunque la casa estaba bastante limpia, la loza había que lavarla una y otra vez hasta que Hermione estaba satisfecha.
Aun así, la chica le demostró que además de ser un genio con la magia, también lo era en la limpieza muggle, pues cuando Harry se daba por vencido al ver que una mancha no salía, se acercaba Hermione, y en un momento la mancha se había ido. Era como si estuviese haciendo magia. Pero por supuesto, eso era imposible...
Y lo más prodigioso para Harry fue como, aún a pesar de las protestas del niño, Hermione se las arregló para mantener a Simon ocupado todo el día, manteniendo a raya el extraño hiperactivismo crónico que padecía ese día.
Ciertamente Simon seguía siendo un misterio para Harry. Parecía que tenía un sexto sentido para intuir en qué momentos tenía que llamar la atención para romper la tensión. Y luego estaban sus cambios de humor. Unos días, como hoy, estaba eléctrico y lleno de energías, y otros simplemente dormía y protestaba si alguien trataba de distraerle.
Para cuando al atardecer llegó Sarah, Simon estaba durmiendo su siesta y la casa estaba impoluta, de modo que los dos amigos ayudaron a Sarah a preparar la cena. O mejor dicho: Harry observó atónito como las dos hacían una cena espectacular... ¡y sin magia! Pues Sarah, cuya madre era muggle, había sido educada para entender que la comida sin magia era mucho más deliciosa.
Harry trataba de mantener a Simon alejado de sus gafas y concentrado en su puzzle, cuando escuchó que Hermione bajaba las escaleras.
Se había cambiado los jeans que había vestido todo el día por un precioso muggle de color lavanda, pero por supuesto eso no fue lo que llamó la atención de Harry.
Snape había aparecido de pronto en las escaleras, a su lado, amarrándose a ella. Harry pudo oír cómo Hermione gemía de dolor cuando Snape se agarró a su codo. Al mismo tiempo ella le sujetó el hombro opuesto para ayudarle a mantenerse en pie. Él la miró a los ojos y ella asintió. Se dieron la vuelta lentamente y comenzaron a subir las escaleras.
-¡Severus!-gimió Sarah desde la puerta de la cocina. Tanto Hermione como Snape se quedaron parados, pero ninguno de los dos se dio la vuelta
-Ya has vuelto... -musitó la mujer. Parecía que quería decir algo más, pero que no se atrevía.
-Sí... -susurró Snape.
-Deberías cambiarte... los demás están a punto de llegar... Hermione, querida, ¿le has planchado la túnica, como te pedí?
-Sí, Sarah... -informó Hermione desde lo alto de la escalera.- Está encima de vuestra cama.
-Bueno... eh... pues acompáñale y... ayúdale a buscar los zapatos.
Snape y Hermione siguieron subiendo las escaleras, y por los movimientos mecánicos del profesor, Harry se imaginó que no era una tarea demasiado fácil.
Finalmente desaparecieron de la vista, y Sarah se dirigió a Harry.
-Harry, cielo... ¿podrías recoger esos juguetes y ponerle el babero nuevo a Simon?
-Por supuesto.
Harry miró un poco atónito a la mujer, que conservaba una expresión serena en el rostro, aunque tenía el ceño algo fruncido. Harry no podía entenderlo. Si su mujer acabase de llegar de una reunión donde probablemente había sido torturada, él se abalanzaría sobre ella y no dejaría que nadie más la tocase (salvo un médico, tal vez) Sarah, en cambio... ¡era cómo si no quisiese saber nada del tema! ¿Sería eso a lo que se refería Hermione con lo de "yo ocupo el lugar que ella se niega a admitir que existe siquiera"?
Los pensamientos de Harry fueron interrumpidos por el sonido de un timbre.
-Ya están aquí- declaró Sarah - Harry... ve a avisar a Severus y Hermione, ¿sí?
Harry la miró atónito unos segundos. Luego, al ver la súplica dibujada en su rostro, asintió. Pero subió las escaleras lo más lentamente posible, mientras oía en el recibidor las voces de McGonagall y Dumbledore.
Mas pronto de lo que hubiese deseado, se encontró ante la puerta de la habitación de los Snape. Dentro todo estaba silencioso, y de vez en cuando se oía la voz de Hermione murmurar lo que parecían hechizos. Harry cogió aire y golpeó la puerta.
-Pase, Potter.
Harry se sobresaltó. La voz de Snape había sonado cansada, pero igual de siniestra que siempre... un momento...¿cómo sabía que era él? Y sobre todo... ¿de verdad le había dado permiso para entrar? Harry se encogió de hombros y abrió la puerta.
Dentro estaba todo oscuro, salvo por un par de velas en una de las mesillas de noche a las que Harry les había sacado el polvo concienzudamente esa mañana.
-Cierra la puerta, Harry... hace frío ahí fuera.
Harry obedeció y se quedó parado en la puerta.
-Eh... los invitados...
-Siéntate. Termino en cinco minutos y bajo contigo. Tranquilo, ellos lo entenderán.
Harry miró a su alrededor, y se sentó en un sillón verde oscuro que había en la esquina. Snape suspiró y Harry sintió un escalofrío. Ese no era un sonido agradable viniendo de un Snape que estaba tumbado bocabajo en su cama mientras la mejor amiga de Harry Potter le masajeaba la espalda...bueno, ese no era un sonido agradable viniendo de Snape en general.
Hermione murmuró otro hechizo y esta vez, Harry sí reconoció lo que les había enseñado el falso Moody.
Hermione terminó su maldito masaje y se inclinó para besar la mejilla de su profesor.
-¿Te hizo algo más?-preguntó, muy bajito en su oído.
-Nada que tú puedas curar...-murmuró Snape. Harry estaba teniendo serios problemas para oír la conversación.
-Rétame. Me he informado mucho desde la última vez, ¿sabes? Dime... ¿otra vez lo de los pies?
-No, esta vez fue en los dedos, pero sonó como si fuese el mismo hechizo, y la verdad es que duele igual... el demonio ha aprendido mucho en los años que estuvo fuera...
-Déjame ver...
Snape se tumbó de lado, dándole la espalda a Harry, y tendiéndole las manos a Hermione. Ella las cogió y le miró a los ojos.
-Probaré un hechizo que leí en un libro que me prestó Víctor... no sé que vas a sentir, tal vez te duela... ¿Estás listo?
Snape respiró hondo.
-Adelante. Es imposible que hagas que duela aún más.
Hermione se encogió de hombros, y acariciando suavemente los dedos de Snape murmuró otro hechizo, esta vez, irreconocible. Snape gimió suavemente, y de nuevo Harry sintió un escalofrío. El puñetero hechizo búlgaro tenía los mismos efectos que el maldito masaje.
Hermione sonrió, y Harry maldijo en voz baja. Comprendía perfectamente porqué Sarah no quería estar ahí, pero... ¿porqué tenía que estar él?
-Gracias, pequeña-musitó Snape en voz muy, muy baja- ya no duele. Nada.
Hermione se puso en pie y alisó la arrugada tela del bonito vestido muggle. Sonrió al profesor por última vez y se dirigió a Harry, que estaba visiblemente verde.
-Vamos Harry. Tiene que vestirse.
Y con esas palabras le cogió del brazo y le sacó de la habitación.
-No te ofendas, Hermione... pero creo que voy a vomitar.
Hermione se rió y le dio unos golpecitos reconfortantes en la espalda.
-¿De que iba esto? Quiero decir... ¿porqué tenía que estar yo ahí dentro?
-Harry... muchas veces es muchísimo peor lo que uno se imagina que lo peor que pueda pasar en la realidad. Por muy amigo mío que seas, por mucho que confíes en mí, y aunque tú nunca lo admitas... yo sé que nunca estarías completamente convencido de lo que te conté ayer hasta que lo vieses.
-Pero no fuisteis vosotros quienes me llamasteis. Sarah me mandó a buscaros... y hablando de ella... no entiendo que es lo que pasa por su cabeza... ¿porqué simplemente no vino ella, en lugar de mandar mensajeros?
-Sarah... es una mujer maravillosa en cualquier otro aspecto y sabe que Severus y yo no haremos nada... que se salga de los límites, pero eso no le impide asegurase que así sea. De cualquier modo ya viste que no ha ocurrido nada realmente preocupante.
-¿Y como sabíais que era yo quien estaba ahí fuera y no ella?
-Una dama jamás haría semejante cosa.-contestó Hermione con sarcasmo. Harry no captó la ironía en la voz de su amiga, pues su mente ya estaba ocupada en otra cosa.
-¿Por qué tú sueltas un puñado de hechizos muy raritos y no pasa nada y a mí , sin hacer nada casi me echan del colegio en segundo?
Hermione se quedó parada ante al puerta del salón, mirando a Harry fijamente. Luego se echó a reír.
-Bueno, tú tenías doce años entonces, Harry... yo tengo diecisiete. Soy mayor de edad.
-¿¡QUÉ!?
Hermione se rió de nuevo y entró en el salón, seguida de un muy confundido Harry.
Sin embargo Harry no tuvo tiempo de seguir interrogando a su amiga, pues al entrar al salón se vio atrapado en el abrazo-oso de su peludo padrino y su no menos peludo mejor amigo.
-¡¡Harry!!-exclamaron Padfoot y Moonie al unísono.
***Continuará***
¡Perdón! Sé que es muy corto, pero estoy en época de exámenes, no es como si me sobrase el tiempo... Referencias... lo de siempre: Riley y Silverfox. Para la próxima (¡por fin!) aparecerá el adorado Sirius Black...
Issis Luciano: Ya dije que lo de los elfos domésticos no es idea mía, pero... ¿a qué es original? Kamasutra?! Aquí?! Nope... mira el rating! Yo insinúo mucho pero no digo nada....
Hermi222: Otra que se queda volada con los elfos... pobrecillos, ¿no? Ellos tan violentos que son... ¡lo siento muchísimo! Pero la historia ya es muy larga de por sí, como aún encima introducirme también en la vida de Sarah... ten paciencia, ese prólogo hace tiempo que ronda mi cabeza.
Silvara Waylan: Eh... ¿gracias? No hace falta que babees, pero si quieres Simon te presta el babero. de todos modos a él no le hace ninguna gracia....
¡Hasta la semana que viene!
Iremione
