8.- ESPÍRITUS INTRANQUILOS.


La semana que siguió fue sólo más de lo mismo.

El gusano maldito apenas si me daba un respiro, que para allá que para acá... Ya había matado suficientes vacíos como para una vida completa. No puedo decir que no era entretenido, ir por ahí cortando en tajadas a enormes monstruos... Pero ya había tenido suficiente, todo eso ya me estaba hartando. Estaba casi seguro de que para el gusano también era lo mismo: hacía un par de días atrás, lo sorprendí haciendo unos extraños ejercicios... Creo que estaba comprobando si sus poderes regresaban. Por lo que pude ver y por la frustración de su cara, parecía que no había avanzado gran cosa.

Genial. Estaré atrapado en este kimono por el resto de mi vida.

En un momento libre, logré perderme del gusano y me dejé caer en una silla de la mesa de la cocina. Sentí ganas de irme a lo de Casey por unas cervezas, pero la verdad, el ánimo no me daba para tanto. Estaba muerto, espiritual y físicamente.

De pronto Don entró en la habitación, destellando felicidad. En ese momento me sentía capaz de odiar la felicidad.

.- ¿Qué tal viejito? - Me saludó con una palmada en el hombro. Le gruñí de vuelta.- Veo que tan bien como siempre.- Respondió él, sacando un yogurt del refrigerador y sentándose a mi lado a comerlo.- Parece que el kimono nos tiene de mal humor ¿Eh?.- Comentó con una sonrisa.

.- ¿Cómo supiste...?

.- Leo nos contó.- Contestó, aguantando la risa. Me acerqué más a él y le observé con los ojos entrecerrados.

.- ¿Ah sí? ¿Y que más les contó Leo? - Donatello me miró un segundo, luchando contra los músculos de su cara que morían por estallar en una carcajada. Finalmente estallaron. Casi se cayó de la mesa de la risa.

.- Recuérdame matar a Leo la próxima vez que lo vea.- Le dije con fastidio.

De pronto, el rostro de Don se enserió.

.- Hablando de eso... está raro.

.- ¿Quién? ¿Leo? Él es raro ¿A qué te refieres?

.- ¿No lo has visto últimamente? - Dijo alzando una ceja.

.- ¿Y cómo quieres que me entere de nada si estoy todo el día fuera haciendo este asunto?

.- ¿Lo del kimono?

La cara de Don estuvo a punto de ceder nuevamente a las carcajadas, pero lo atajé en el acto.

.- Una bromita más, payaso... - Mi cara de furia le congeló la sonrisa en los labios. Volvió a su atención al yogurt.

.- Como decía, Leo... ha estado... extraño. Tal vez alguien debería ir y ver que todo esté bien.

Arqueé una ceja.

.- ¿Alguien? Cuando dices alguien no te estás refiriendo a mí ¿Verdad?- Pregunté. Don se encogió de hombros.

.- Tal vez.

.- ¿Por qué yo? el que está preocupado eres tú.

.- Si, pero...

.- Además, si algo le pasa ¿Por qué no lo dice y ya?

.- Ya sabes como es...

Me quedé en silencio, molesto.

.- No me metas en esto.- Le dije al fin.- Yo ya tengo suficiente con lo mío.

.- Pero...

.- Pero ¿Qué? Maldita sea... Sólo ve allá y preguntas qué cresta le pasa para que podamos seguir adelante con nuestras vidas.

.- No me dirá nada.

.- Tal vez no haya nada que decir.

.- Tal vez, pero yo creo que sí.

.- No te metas en lo que no te importa, deja al tipo en paz... Lo que sea, ya se le pasará.- Le dije, sin darle mucha importancia a la cuestión. Yo siempre he sido un gran respetuoso de la vida privada de los demás, principalmente porque no quiero que se metan en la mía y por que la de los demás me importa un carajo.

.- Habla con él.- Casi me suplicó Don.- Por fis...

Me le quedé mirando. No me había escuchado una palabra de lo que había dicho en todo ese rato. Por qué no me extraña.

.- Está bien, está bien, pero sólo para que no vuelvas a pedirme una cosa más por el resto de tu vida.

En vez de disgustarse, Don sonrió. Me puse de pie dispuesto a terminar con el problema lo más rápido posible, todavía no había visto a Leo y ya me sentía todo incómodo. No sé que le hacía pensar a Don que iba a contarme algo o qué le hacía pensar que todo eso me importaba…

Lo busqué en el dojo. No estaba. Lo busqué en la sala y en su habitación. No estaba. Subí hasta la bodega donde guardamos la van. Nada. Todos los vehículos estaban ahí, así que no podía haber salido, aunque en verdad a Leo no le gusta conducir. De pronto se me ocurrió...

Me deslicé muy en silencio. Estaba acostumbrado a moverme así cerca de la habitación de Splinter, y ahora que ya no estaba, se había convertido en una especie de santuario para todos, así que la regla del silencio continuaba. Sentí un vacío en el estómago, creo que no había estado ahí desde la muerte de Splinter. Desde antes incluso... Desde que supimos que ya no se recuperaría de esa maldita enfermedad.

Nadie lo dijo en voz alta, pero llegó un momento en que todos nos convencimos, supimos que no sobreviviría a esa... Creo que fue peor época de todas, Miguel lloriqueaba por los rincones, se veía tan indefenso, trataba de ocultarse, pero siempre acababa en el hombro de Don. Y Don trataba de animarnos a todos. Y yo...

Yo me tuve que ir. No soportaba ver la cara de Miguel toda llorosa. No soportaba ver como Don hacía esfuerzos sobrehumanos por tratar de ser fuerte. No soporté ver a Splinter tirado en esa cama mientras se moría.

No podía creer que esa era la misma persona que un par de años antes me daba de bastonazos... Y ahora estaba ahí, delgado, sólo en los huesos, consumido completamente. No lo soporté. Como tampoco soporté estar presente cuando nos reunió a todos, cuando supo que ya era cuestión de minutos... No lo soporté y me tuve que ir...

No sé si lo lamento ahora, sé que sería mucho peor si tuviera esos recuerdos... Creo que mi vida es mucho mejor para mí sin tener eso para recordar.

Me paré antes de entrar a la habitación, me quedé pegado en el umbral de la puerta. De pronto pensé que no iba a ser capaz de entrar, ni entonces ni nunca. Pero tuve razón, Leo estaba ahí, justo en el medio de la habitación, en la alfombra redonda rodeada de cirios donde Splinter solía sentarse a meditar.

Ahí estaba Leo, de rodillas, dándome la espalda.

Durante los últimos días de Splinter, no se despegó de su lado, ni para comer, ni para dormir, cómo si quedándose ahí fuera a impedir que se muriera. Sé que tenía miedo... le vi la cara, estaba aterrado. Yo sé que lo estaba, yo sé por qué, yo sé a qué le tenía más miedo que a nada...

Pero fue sólo hasta que murió, después de eso, fue una roca. Nunca más lloró, se transformó en un muro de contención, estuvo ahí cuando las fuerzas de Don flaquearon y finalmente se desplomaron.

Yo me alejé. Estuve fuera por una semana. No estuve en el funeral. Lo enterraron en los terrenos de la granja de Casey, pero yo no estuve ahí. Simplemente me perdí, necesitaba hacerlo. Creo que a Leo le hubiese gustado hacer lo mismo, perderse. Pero él no podía hacerlo, él debía estar ahí. Él siempre debe estar ahí…

.- Raphael.- Sentí su voz. Pensé que yo le sorprendería, pero el sorprendido fui yo.

.- Eh... ¿Te molesté? Lo siento... vuelvo más rato...- Estaba por dar media vuelta pero me detuvo.

.- No...- Dijo, volviéndose a mirarme. Tenía los ojos ennegrecidos con ojeras. Ahora entendía a Don cuando decía que estaba raro, parecía como si no hubiera dormido en semanas.- ¿Querías estar aquí un rato o me estabas buscando?- Preguntó.

.- Más bien lo segundo.- Dije, sintiéndome cada vez más incómodo. Quería dar media vuelta y salir de ahí.

.- Tú dirás...

.- Yo...- Comencé, desviando la mirada.- Sólo me estoy asegurando que todo esté bien. Yo bien, los chicos bien. Tú bien... Eso. Así que ¿Estás bien? - Ya me sentía lo suficientemente imbécil a esas alturas. Leo me sonrió.

.- Si... Estoy bien.- Respondió, algo vacilante. Suspiré profundo.

.- Qué bien, entonces.- Estaba por dar media vuelta cuando algo me retuvo. La forma en que Leo volvió a su posición anterior. Fue sólo un segundo, pude hasta haberme confundido... Pero me pareció que la sonrisa desaparecía lentamente y su cara cambiaba de expresión. Yo me podía ir de ahí, pero era obvio que algo no estaba bien.

Maldición.

Me quedé inmóvil, volviéndome hacia él otra vez. Avancé hasta quedar a sólo un par de metros. Me senté, en la misma posición en la que él se encontraba. No dijo nada, no se volvió a mirarme...

.- Estoy cansado.- Dijo de pronto. Me puse rígido de inmediato.- Eso es todo.

Lo miré con atención.

.- Te ves cansado.- Le dije.

Se produjo un largo silencio entre los dos. Sé lo que quiso decir. No cansado de cuando haces cinco mil flexiones en el dojo... Cansado de otra cosa.

.- Cuando Splinter estaba aquí...- Continuó Leo en voz muy baja.- Me hizo prometer que me encargaría de todo, me hizo prometer que iba a cuidar de ustedes… Como si alguna vez hubiera sido distinto... Pero me hizo prometer, me hizo jurar y lo hice, tuve que hacerlo ¿Cómo le dices que no a alguien que se muere? Aunque sepas que no vas a poder, aunque no te sientas capaz…

.- Leo...

¿Por qué me estaba contando eso a mí? ¿Qué se suponía que debía hacer yo con eso? ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que él también tenía diecisiete años? ¿Que estaba bien no saber qué hacer cuando sólo se tiene diecisiete años? Pero él lo olvidaba, lo olvidaba constantemente. En todo en lo que podía pensar, era en que nuestro padre moribundo había puesto el peso de toda la familia sobre sus hombros. Eso era todo en lo que pensaba.

Leo suspiró.

.- He estado... Soñando cosas.- Dijo después de un rato.

.- ¿Que? - Pregunté arrugando la frente. Sabía cuanta importancia le daba Leo a sus sueños. Tomó aire y lo dejó ir.

.- He estado soñando con Splinter.

.- ¿Sí?

.- En mis sueños, está enojado. Decepcionado. Le digo que esto es todo lo que puedo dar y se enfurece. No sé lo que quiere de mí.

.- Leo...- Comencé y en la mitad solté un bufido de exasperación. Sabía que todo eso no era más que Leo dándose de palos a sí mismo y tenía que encontrar la forma de que él lo viera de la misma forma… Y de que se detuviera.- Eso es mierda, Leo. Lo sabes.

Leo se rió.

.- No en mi mundo...- Murmuró.

No le respondí.

Después de un rato más en silencio, se puso de pie y se dirigió a la puerta... Me puso la mano en la cabeza al pasar por mi lado.

.- No te preocupes.- Dijo, dándome una palmadita.- Todo estará bien.

Después de eso, dejó la habitación y yo me quedé a solas por un buen rato más, pensando. Sólo me podía imaginar cómo sería estar siempre preocupado, tener que siempre obligarse a pensar en todo, sintiéndose responsable de todo, todo el tiempo. Todo el tiempo. Siempre aterrado de cometer un error, siempre estar temiendo lo peor… Cuando sólo se tiene diecisiete.

Me puse de pie ofuscado. Sólo había pensando en ello por unos cuantos minutos y ya me había parecido insoportable. Quería dejar de hacerlo, quería dejar de pensar en todo…

Después de una ducha caliente de hora y media las cosas se vieron mucho mejor. Me recosté contra la almohada, con los brazos tras la cabeza. En serio, estaba muerto, pero no lograba dormir. Algo estaba mal y no era sólo lo de Leo que todavía me daba vueltas en la cabeza.

Dios, odio esa sensación y últimamente se estaba haciendo tan frecuente.

Me puse de pie de un salto. Mi mano fue hasta el dispensador de los caramelos, tirado en alguna parte del piso. Los sostuve sin hacer ningún movimiento, sólo esperando.

Un Vacío, en mi casa ¿Por qué otra vez? Lo sentía con fuerza. Venía justo hacia mí. Deseé que el desgraciado gusano estuviese conmigo, últimamente repartía su tiempo entre la tienda de Abril y la guarida, pero justo esa noche decidió desaparecer. Y lo necesitaba, para saber si lo que sentía realmente era un Vacío o no; mis sentidos no estaban del todo afinados, a veces confundía a un simple espíritu con un Vacío. Pero no tuve que esperar demasiado para comprobar de qué se trataba.

El Vacío llegó a través de mi pared.

¿Por qué aquí de nuevo? ¿Por qué nosotros otra vez? La atravesó limpiamente, sin causar ningún destrozo... Me lo encontré mirando cara a cara.

Me tomé el caramelo.

Estaba frente a él y estaba dispuesto a terminar con el asunto cuanto antes... Pero entonces... Entonces supe porqué el Vacío había elegido nuestro hogar. Lo supe al instante. Me quedé inmóvil, congelado en una posición de ataque, no pude mover un solo músculo... El Vacío pasó por mi lado, sin siquiera detenerse. Mi mente se quedó en blanco... No sé cuánto tiempo pasó, no sé cuánto rato estuve así, de pie en medio de la habitación. Dios, no podía ser ¿Cuán retorcido podía ser el mundo? ¿Cuán maldito nuestro destino? No podíamos simplemente sufrir, además de eso, alguien o algo tenía que venir y ponernos el dedo en la yaga, una y otra vez...

Permanecí en la misma postura hasta que vino Yan junto a mí. Había venido corriendo. No dijo nada, creo que lo adivinó al instante.

.- Hay una razón adicional por la que es mejor atacar a los vacíos por la espalda...- Me dijo en voz baja.- No sólo es para matarlos más rápido, es mejor si no llegas a verles la cara. Uno nunca sabe cuando puede tratarse de…

.- Ese Vacío.- Le interrumpí, la voz me temblaba.

.- Raphael...

.- Splinter.- Le dije, sin poder apartar los ojos del muro por el que había aparecido.

.- Lo sé.- Me contestó simplemente.

Me acordé de un trozo de conversación... "Los vacíos siempre intentan devorar primero a quienes fueron sus seres queridos".

"Es una forma de tenerlos siempre cerca".

TBC