12.- LA LIBERACIÓN PROHIBIDA.


Así que...

Yan no es un Shinigami. Ni siquiera es realmente Yan. El verdadero Yan murió hace meses atrás, el gusano sólo tomó su lugar y ¡puf! Se le olvidó quien era realmente y siguió su vida creyéndose Yan y haciendo de Shinigami.

Era increíble que mi mente todavía tratara de asimilar todo eso mientras mi cuerpo trataba de esquivar la espada del capitán. Su absoluta imbecilidad me confundió al principio, pero no era un mal contrincante. En absoluto. Me atacó directamente al cuerpo, interpuse ambos sais para esquivar su espada, nos separamos por un instante, pero luego volvimos a saltar el uno en dirección al otro. Ninguno de los dos logró golpear a su objetivo y ambos terminamos parados en el lugar en donde había estado antes el otro.

Parecía que la cosa iría para largo, no estábamos tan lejanos en fuerza y en velocidad, ninguno de los dos había logrado tocar al otro hasta el momento. Aún así, el muy desgraciado estaba sonriendo.

.- ¿De qué te ríes? - Le grité.- No has conseguido nada todavía.

.- Eso es lo que tú crees.- Dijo en un siseo.

Entonces lo sentí.

La mitad de la manga derecha de mi kimono cayó destrozada, revelando un profundo corte en el brazo. Casi al mismo tiempo, sentí que algo me ardía en la cara también en el lado derecho, me llevé la mano hasta ahí y encontró otro corte. Maldita sea, ni me había dado cuenta.

.- Es más...- Siguió hablando, volviendo a envainar la espada.- Ni siquiera necesito de esto para hacerme cargo de un Shinigami falso como tú.

.- Tú sigue hablando.- Respondí.- Así puedo verte bien los dientes antes de tirártelos.

Me lancé sobre él. Recordé que el gusano había dicho que las zanpakutos cambian de forma y son distintas dependiendo de la energía espiritual del Shinigami. Cuando yo la sostuve, se transformó en un par de sais. Desde ese momento, siempre estuvieron ahí, cada vez que me transformaba, nunca les presté demasiada atención, hasta ese momento, cuando comenzaron a comportarse un tanto extraño. Traté de no prestar atención, pero…

Comenzaron a vibrar en mis manos. Cada vez que trataba de hundirlos en el capitán y fallaba, se ponían a vibrar en mis manos, cada vez con más fuerza, casi me hacen soltarlos. Y el capitán era aún más rápido sin la espada, cada vez que llegaba hasta él, ya no estaba ahí...

De pronto despegó los pies del suelo y saltó varios metros por sobre mi cabeza, sólo para terminar aterrizando sobre mi pecho, botándome al piso. Ahí comenzó a darme de golpes con el pie, más rápido cada vez. Pero yo ya había decidido que había tenido suficiente de este tipo…

En la última de sus patadas, logré sostener uno de sus pies y lo torcí. Sentí sus huesos al quebrarse... Aún así, logró zafarse de mí, retrocediendo a saltos con el pie que le quedaba, dándome tiempo de levantarme.

Lástima que el tiempo de recuperación fue breve.

Ninguno de los dos perdió un segundo. Nos lanzamos el uno contra el otro, sus brazos y los míos se confundieron en una lluvia de golpes que iban y venían; él con sus puños desnudos, yo tratando de calzarle los sais. Era demasiado bueno, cómo alguien tan condenadamente idiota podía ser tan rápido… Aún así, le estaba dando problemas, quise ver cuánto tiempo podía soportar ese ritmo conmigo presionándolo.

.- No es tan fácil ¿Eh?- Le dije.- Será mejor que saques de nuevo tu espadita.- Le dije, pero el capitán no respondió.

Y al segundo siguiente dejé de verlo. Alcancé a pasear la vista frente a mí antes de descubrir lo que estaba haciendo, pero ya era tarde. Se agachó fuera de mi vista y no supe de él hasta que me llegó una patada en el mentón desde abajo.

Me hizo volar varios metros lejos de él, volví a caer de espaldas y él volvió a mandarme una patada de aquellas mandándome a volar con rumbo desconocido, hasta que finalmente me estrellé contra un foco.

El poste de hierro se dobló bajo mi peso. Ahora y para siempre, tendría la forma de mi costado.

Ya para entonces estaba bastante fastidiado. Me puse en pie y los sais vibraron con mayor fuerza, hasta ellos pretendían sacarme de mis casillas al parecer, vibraban tan fuerte que apenas si los podía sostener.

Alcé la vista buscando al imbécil del capitán. Lo encontré a un lado del muchacho, justo cuando levantaba su pie y lo hacía aterrizar sobre la herida que tenía en el pecho. El gusano gritó.

El capitán se volvió a verme, sonriendo, con el pie todavía retorciéndolo en la herida del chico. Lo estaba haciendo para provocarme y estaba funcionando. Me le tiré encima sin siquiera pensarlo, dirigí ambos sais a su cuerpo...

De pronto había dejado de sentirles el peso, siempre habían sido un estorbo para mí, pero ahora sentía como si no llevase nada en mis manos... Creo que nunca me había movido tan rápido, vi como la risa del capitán desaparecía de su rostro, también se había dado cuenta de que de pronto me había vuelto increíblemente veloz... y por fin los malditos sais habían dejado de temblar.

No le di tiempo de hacerse a un lado, le atravesé ambos costados, los sais pasaron fácilmente a través de la ropa, buscando carne para morder... Encontraron bastante tre sus costillas. El capitán se volvió a mirarme sin creerlo todavía mientras yo seguía ensartándolo.

No retiré los sais de su cuerpo. No todavía. Lo atraje hacia mí, buscando sostenerlo con más firmeza.

.- ¿C-como...?.- Balbuceó. Lo levanté en vilo, sujeto por las puntas y lo arrojé por los aires. Se deslizó varios metros por el pavimento, sin ningún control. Me quedé mirándolo, respirando agitado por el esfuerzo.

Después de eso, no creí que fuera a volver a pararse. Pero lo hizo. Se puso de pie lentamente y comenzó a renguear en mi dirección. Le esperé pacientemente, la sangre le chorreaba por el traje... Estaba impresionado por su resistencia, pero no creí que podría hacer mucho más, estaba casi acabado, si lo golpeaba ahora, ya no se movería más.

Estaba por ir al segundo round cuando la vocecita del gusano me detuvo. Me volví hacia él.

.- ¿Hasta cuándo me interrumpes?- Grité.- ¿Que no ves que estoy ocupado?

Aún así, el pobre me preocupó, estaba todo jodido. Sinceramente, en ese momento no esperaba que sobreviviera, seguía sangrando y el capitán no había ayudado mucho. Quise ignorarlo y seguir combatiendo, pero él insistió en atraer mi atención.

.- ¿Qué mierda pasa? - Le pregunté urgido, arrodillándome a su lado. El chico me agarró por la manga y me atrajo hacia él. Movió la boca, pero la voz no salió sino hasta el tercer intento.

.- No dejes... no dejes que saque la espada de la funda...

. - ¿Qué?

.- Haz me caso... Imbécil... Si la saca estamos fritos... Que... no... la ... saque...

La cabeza le cayó hacía atrás. El muy pelota se había elegido el mejor momento para desmayarse. Me volví hacia el capitán.

.- Esto ya está tomando demasiado tiempo, viejo.- Le dije.- Terminémoslo de una vez.

Salté sobre él, aprovechando que parecía que apenas podía tenerse en pie. Pero me engañó totalmente. Detuvo el golpe del sai con las manos desnudas. Estaba tan impresionado, que la patada en el estómago no la vi venir, salí impulsado hacia atrás y el sai se quedó atrapado en las manos del sujeto.

Me las arreglé para permanecer en pie, pero cuando alcé la vista el capitán ya no estaba ahí, pero tampoco fue necesario que lo buscara demasiado. Lo encontré casi al instante, justo a mi espalda. Me sujetó la muñeca de la mano con la que sostenía el sai que me quedaba, su rodilla voló hasta ella y la hizo pedazos de un solo golpe. El sai cayó al suelo, completamente inútil mientras yo me quedaba aullando de dolor.

.- Mierda.- Mascullé, tratando de recuperar el aliento. Le eché el caparazón encima para sacármelo de la espalda y funcionó, cayó al suelo, pero no alcanzó a permanecer ahí ni dos segundos; saltó sobre mí, usando el pie que le quedaba...

Era increíble que pudiera seguir peleando así, después de cómo había quedado. Se agachó frente a mí y me barrió de una patada, casi me rompe la pierna, pero no logró botarme. Retrocedí torpemente, en un sólo pie, pero no me iba a dejar escapar así de fácil. Me tomó del brazo derecho, lo torció hacia atrás y luego lo usó para impulsarme al suelo, donde caí rodando, completamente desparramado y ahora con el hombro dislocado.

Desde el piso lo vi acercarse. Demonios, no quería reconocerlo, pero me tenía superado. Buscaba una manera de retomar la iniciativa, pero el capitán me obligó a permanecer en el suelo de una patada en el estómago. Terminó por sacarme el aire que me quedaba, dejándome en el suelo enrollado como un gusano.

.- Sé que eres un miserable don nadie...- Me dijo el presuntuoso hijo de puta.- Pero lo haré de todas formas, te mostraré todo el poder que tengo. Por supuesto que no debes saberlo, pero cada Zanpakuto tiene vida propia, su propio espíritu, aunque sólo unos cuantos Shinigami logran descubrirlo. Se llama la Liberación Prohibida. Sólo esos pocos pueden llegar a convertirse en capitanes de un escuadrón Shinigami. Sé que no te lo mereces, pero tendrás el honor de ser destruido por mi Liberación Prohibida ¡La Técnica de las Mil Espadas!

.- ¿La qué...?.- Pregunté entre toses. Mientras el capitán estaba distraído en su interminable discurso, había logrado moverme sigilosamente hasta uno de mis sais que había caído milagrosamente cerca.

Recién lo estaba tocando con las puntas de los dedos, cuando el capitán dejó de hablar y me dirigió una mirada siniestra.

.- Sólo porque tuviste el atrevimiento de hacerme daño, te mataré de esta forma tan especial.

.- Gracias.- Balbuceé.

De un tirón extrajo la espada de la funda.

En ese momento no supe que pasó, sólo lo vi blandir la espada frente a él, pero después... Sentí las estocadas antes de verlas, en los brazos, en las piernas, en el pecho... Profundas todas, por todas partes.

Lancé golpes a lo tonto a mí alrededor, tratando de cubrirme de algo que no veía bien, pero entonces presté atención. No podía ser lo que veía, miles de espadas a mí alrededor, a mis lados, sobre mi cabeza... Eran realmente mil espadas, podía sentirlas cortándome.

No tenía como defenderme de tantas, no tenía como esquivarlas todas, no tenía como moverme o abrirme camino hacia otro lugar... No tenía como escapar.

A eso se refería el gusano cuando dijo que no debía dejarle sacar la espada.

Interpuse el único sai que aún sostenía, pero era inútil, si lograba evitar los cortes y tajos de arriba, no podía hacer nada con los que llegaban a mis piernas, era cuestión de tiempo hasta que terminaran cortándome en tiritas. Podía sentir las puñaladas en mis costados. Me iba a morir así, hecho filete, cortado por un imbécil... No, no quería, algo tenía que hacer, algo tenía que inventar... En algo tenía que pensar, no me podía morir así, no así, no ahora, no contra ese pastel, no podía ser ese el fin, después de todo lo que había hecho, después de todas las cosas por las que había pasado, venir a morir así, eso no, por las últimas fuerzas que me quedaban, eso jamás pasaría ¡Jamás!

.- ¡NO!

Grité y al instante todo se detuvo. Tenía los ojos firmemente cerrados y los brazos cruzados al frente en un débil intento por protegerme de las espadas, así que no me di cuenta de inmediato cuando los ataques a mí alrededor se detuvieron. Pero lo habían hecho. De a poco alcé la vista, frente a mí tenía cientos de puntas de espada, detenidas a sólo centímetros de mi cuerpo, cientos de hojas de acero suspendidas, aguardando.

.- ¿Pero qué mierda…?- Fue todo lo que pude decir mientras parpadeaba confundido.

.- Eso fue bastante impresionante.- Dijo una voz cerca de mí. Muy, pero muy cerca de mí. Como pude, me volví a ver alrededor, buscando su origen.

.- Por aquí…- Repitió la voz y esta vez pude seguirla mejor. Casi dejé caer el sai al descubrir que venía de él.

.- ¿Qué...?- Exclamé, mirándolo casi con terror.- ¿Está... está hablando?

.- Por supuesto que estoy hablando ¿Qué otra cosa podría estar haciendo?

.- Pero... pero... ¿Cómo?

.- Ay, por Dios, conserva la compostura. – Suspiró la voz que venía del sai.- Te decía que estoy impresionado.- Continuó.- Haz logrado detener la liberación prohibida del capitán. ¿Cómo pudiste hacerlo? Nadie antes había podido detener una liberación prohibida.

.- ¿Qué...? Bueno, yo... ¿Pero que estoy haciendo? ¡Estoy hablando con el sai!

.- No sólo has bloqueado el ataque del capitán, de paso me has despertado...

.- ¿Qué...?

.- Tienes un vocabulario bastante restringido, muchacho. Para que lo sepas, soy el espíritu de esta Zanpakuto.

.- ¿Qué? Quiero decir… Olvídalo…

.- Está bien.

.- ¿Quién eres tú?

.- El espíritu de esta Zanpakuto ¿Tienes déficit atencional? Acabo de decírtelo.

De pronto, el sai comenzó a brillar intensamente y a vibrar como antes. La luz comenzó concentrarse en un punto y luego salió disparada fuera del sai en un haz brillante. El haz de luz quedó suspendido en el aire a unos metros de mí y lentamente fue adquiriendo forma. Una forma humana. Una forma humana vestida de kimono.

.- Hola.- Saludó la forma semitransparente parada frente a mí.- Mi nombre es Yan, Yan Shimoda. El original, por supuesto.

Hubiera dicho algo, pero no podía cerrar la boca.

.-

TBC