YU YU HAKUSHO

( EL FIN DE SEMANA, TERCER CAPÍTULO )

—Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz...zzz...z...zzzzzzzzz...

—Hn...zzz.zzzzz...HN...zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz...

—--Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.

—...Z.

¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIINNNNNNNNNNNNNNGGGGGGG!

—¡AAAARRRRRGGGG!

Yûsuke se levantó, estirándose.

Kurama se levantó, sonriendo.

Hiei se levantó, gruñendo.

Kuwabara se levantó, bostezando.

—¡Buenos días! – dijo Kuwabara sonriendo estúpidamente.

—Buenos...¿eh¿Dónde estan Jin, Touya, Chû y Rinku? – Los cuatro chicos miraron las camas de sus amigos, vacías.

—Hay algo anotado aquí... – Yûsuke cogió el papel que había encima de la cama de Chû.

—¿Qué dice? – Kuwabara se inclinó encima de Yûsuke para poder leerlo mejor.

—Quita¡Kuwabara! Dice : Chicos, nos hemos tenido que ir. Al parecer, Suzuki y Wacamaru necesitaban nuestra ayuda ( no sabemos porqué ). No hemos querido despertaros, aunque Chû insistia en ello. Esperamos veros pronto. – Yûsuke la leyó rápidamente.

—Si me llegan a despertar, ya no estarían aquí – gruñó Hiei.

—Que rollo, queria acabar de pasar el dia con ellos...- se quejó Kuwabara.

—Bueno, ya los veremos más adelante – dijo Kurama.

—Por cierto¿qué hora és?... – preguntó Yûsuke.

—Las diez... – respondió Kurama tras mirar su reloj.

—¿A qué hora sirve el desayuno? – preguntó Hiei mientras se quitaba el pijama.

—A las diez... – respondió Kurama.

Hiei se quedó paralizado a medio ponerse la túnica.

—Me estás diciendo...que mientras estamos aquí poniendonos mínimamente decentes...¿ABAJO ESTÁN SIRVIENDO COSAS DELICIOSAS...? – preguntó calmadamente aún sin moverse.

Kurama se intentó alejar lentamente.

Tres segundos de silencio.

Hiei salió corriendo y bramando con solo los calzonzillos puestos.

Yûsuke, Kuwabara y Kurama salieron detrás con su túnica, chillándole.

—¡Hiei! Vuelve, por favor...nos estás haciendo hacer el ridículo...- decía Kurama con voz ahogada y sonrojado.

—¡No hasta que consiga una bolsa de dulces! – bramó Hiei, sin parar de caminar.

Kuwabara y Yûsuke, intentando pasar desapercibidos, se fueron a troncharse a la habitación. Además, ellos, al contrario que Kurama que ya estaba vestido, iban en pijama.

Kurama estaba desesperado. ¿Que iba a pensar la gente cuando vieran a un chico bajito, con cara de mal humor...y en calzoncillos...caminando rápidamente por el pasillo?

No le hizo falta esperar mucho para saberlo.

Se oyó un chillido y una señora de la organización cayó de espaldas. Seguidamente la palabra más usada del vocabulario de Hiei, un fuerte "HN".

Kurama pensó en la solución más rápida.

—Hiei¡si vuelves te compraré una bolsa de caramelos!

Los pasos de Hiei se pararon. Kurama vio como su amigo se volvía, interesado.

—¿Que són "caramelos"¿Alguna cosa dulce?

—Si. Te gustarán. Pero para tenerlos, tienes que volver y ponerte la ropa. – dijo Kurama sonriendo levemente.

Hiei, silencioso, cogió bruscamente la túnica que Kurama llevaba y se la puso.

Luego, los dos se alejaron de la multitud que se había reunido para presenciar a Hiei "casi" desnudo.

Entraron en el comedor, que estaba lleno de mesas redondas. Puediron ver a Yûsuke y Kuwabara haciéndoles señas desde una que estaba a un rincón y se acercaron, contentos de que hubieran encontrado una tan tarde.

La mesa estaba ya llena de cosas deliciosas.

Había tostadas con mantequilla y melmelada, vasos de leche, cacao, nocilla, croissants, ensaimadas, madalenas, chocolate, café, zumo, pan con jamón, queso y tomate, y muchas cosas más.

Todos puedieron notar un brillo en los ojos de Hiei cuando se sentó en la mesa.

Diez minutos después, el camarero se acercó a poner galletas...unos cuantos pares de manos se acercaron a la bandeja, y cuando el "hombre" volvió a mirar, no quedaba ninguna. Ni, como luego pudo observar, ningun otro manjar en ninguna otra bandeja.

El camarero se alejó rápidamente mientras los chicos se levantaban.

—Kurama, estoy esperando los carmilos. – gruñó Hiei.

—Ca-ra-me-los. Enano.

—Estúpido ningen... – murmuró Hiei - ...vale, caramelos, lo que sea. Pero los quiero. Ahora.

Kurama suspiró y murmuró un apresurado "ahora vuelvo".

—...¿ Donde ha ido? – murmuró Hiei – No se escabullirá de darme los caramelos. Me lo prometió.

—A comprarlos al super de aquí al lado... – respondió Yûsuke riendo – ¿ Te parece a ti Kurama una persona que falte a sus promesas? Por cierto...le prometí a mamá que iría al súper a comprar. Iré luego...

—...Hn.

Pocos minutos, Kurama llegó con una enorme bolsa de caramelos.

Hiei, interesado, se iba a poner uno en la boca con papel y todo...

—¡Hiei, no! – Yûsuke, riendo, le quitó el caramelo, lo desenvolvió y se lo volvió a dar.

—Hn.

Hiei, gruñendo, se puso el caramelo en la boca.

—¿Queréis? – Kurama ofreció a los demás amablemente, pero ellos negaron con la cabeza.

—Bueno...¿que haremos la última mañana de estar por aquí? – preguntó Yûsuke.

—No se...la verdad és que no hay mucho por hacer... – suspiró Kurama.

—¡Busquemos al hermano de Yukina! – chilló Kuwabara contento.

—E...eje...ejem, no estará por aquí, creenos. – Dijo riendo Yûsuke.

—Bueno, y entonces¿qué hacemos? – preguntó Kuwabara cansándose.

—Aburrirnos. – le respondió el detective.

—¡Noooo! Que rollo... – le contestó su amigo echándose hacia atrás.

—¿Qué propones que hagamos, Hiei? – preguntó Kurama educadamente.

—...¿Hiei? – volvió a preguntar.

—Está muerto, jajajajajajjajajja...

—¡Cállate, Kuwabara¿¿Hiei?

Kurama agarró a Hiei por los hombros.

—...¡HN!

—¿Que le pasa? - preguntó Yûsuke un poco alarmado.

Se empezaron a reir. Y es que daba basante gracia...Hiei, siempre tan serio, con la mandíbula enganchada por un simple tofee.

Le explicaron, entre risas, que lo chupara, a secas. Al cabo de unos minutos, Hiei pudo volver a hablar.

—¿ Bueno, y que hacemos? – preguntó Yûsuke estirando los brazos.

Kurama, algo triste, le respondió :

—Me parece que ya no queda mucho que hacer...nos vamos en una hora...

Todos se quejaron.

—Que rollo...¡yo quiero quedarme!

—Seh...aquí se come muy bien...

—¡Nos lo estáamos pasando genial!

—Mhh..."todos los sueños deben terminar algún dia".

Todos se quedaron mirando con las cejas arqueadas a Kuwabara, que había dicho la última frase.

—¿ Desde cuando dices esas cosas, Kuwabara? – preguntó Yûsuke, leyendo el pensamiento de todos.

—Desde que Kurama me dejó un libro...-dijo Kuwabara, provocando una sonrisa por parte de todos. Hiei sonriendo, exclamó :

—Ya me extrañaba a mí que el idiota pudiera decir algo así...

A lo que Kurama, divertido, contestó :

—Seh...Kuwabara solo usa vocabulario vulgar.

—Bueno, ya vale¡¿no¡¡Que estáis queriendo decir con eso! – gritó Kuwabara, simulando estar enfadado.

—Vamos, Kuwabara¡que era broma! – dijeron todos, animados.

Kuwabara, haciéndose rogar, dijo :

—Bien, a canvio, me ayudais a buscar el hermano de Yukina.

Hiei se agarró con fuerza a la silla, tratando de parecer el de siempre.

—Ve...verás, Kuwabara, ya lo hemos...preguntado a dirección, y no está aquí... – respondió, con cautela, Kurama.

—Awww...yo quería darle una sorpresa a Yukina. – Gimió Kuwabara.

—¡Uy! Tengo que ir al súper, si no mi madre me mata literalmente. ¿Me acompañais? – dijo Yûsuke.

—Tampoco tenemos nada mejor que hacer... – murmuraron los demás al unísono.

—Además, por la manera como habla de ella, Atsuko debe de ser terrible enfadada... – añadió Kurama.

—No te lo puedes ni imaginar – gimió el detective espiritual.

Los cuatro ya famosos amigos fueron hasta el súper charlando sobre el hermano de Yukina ( ¿QUIÉN SERÁ! ) para incomodidad de cierto Hiei, que decidió estar aún más callado que de costumbre...si eso es posible, claro.

El súper era una edificación de algunos pisos divididos por comida, ropa y un largo etcétera. Los chicos buscaron la sección de comestibles y cogieron el gran ascensor que estaba especial hecho para demonios de mucho peso.

En unos segundos bajaron y se encontraron en un sitio lleno y lleno de estanterias con latas y latas, y fruta y fruta, y carne y pescado, y gran cantidad de otras cosas. Kurama iba hablando solo, sin ver que el único que le escuchaba era Hiei.

Así que será mejor que vayamos por la sección de comes...¿eh?...¿Yûsuke, Kuwabara...?

No hace falta que los llames, he visto como se iban a otra planta hace unos minutos – gruñó el más bajo, aburrido. Kurama arqueó una ceja.

Yûsuke tenia que ir en la planta de comestibles, probablemente estarán allí...¡vamos antes de que hagan algun desastre!

Kurama y Hiei echaron a correr por las escaleras hasta la planta de alimentos.

Miraron un poco a su alrededor y no vieron nada, así que avanzaron hacia una columna de latas de anchoas que se sostenia de milagro.

—Donde se habrán metido esos tontos... – murmuraba el zorro.

—Hn.

Kurama, apesadumbrado, se giró y llegó a timpo de ver como...un carrito empujado por un Yûsuke que ponia cara de terror y un Kuwabara sentado en el interior con la pies de un plátano en la cabeza que chillaba ( Kuwabara, no él plátano ) se dirigia hacia ellos y hacia la lata de anchoas a gran velocidad.

Pobres, no tuvieron tiempo de reaccionar y apartarse.

Mejor no comentemos eso último. Podemos decir que Kurama y Hiei no estaban muy atractivos ( con anchoas y pintura blanca que algún desaprensivo había colocado en una estanteria ) por todo el cuerpo y la ropa manchada, y que Yûsuke y Kuwabara tendrían problemas para sobrevivir.

Vaya fin de semana.