Nerwen: Me alegra que te guste Porry. Bueno, me estabas esperando? El que espera gana! Acá voy, estoy super inspirada.

Lulita-YeLlOw: Gracias! Argentina tambien, no? Me emociona mucho encontrar compatriotas en la red, no sé por qué. Yo tengo una negación con los argentinismos. Trato de usarlos lo menos posible para hacerme entender y terminan pensando que soy colombiana, cubana, cualquier cosa menos argentina.

Sabela: Gracias! Pronto viene el capítulo siete, lo prometo.

Les repito que aprecio mucho los reviews. A mí me cuesta mucho escribir reviews y soy una más de esos lectores silenciosos... Por eso aprecio mucho el esfuerzo de gastar un par de minutos en escribir algo.

Este capitulo no es muy divertido pero sienta las bases para los próximos. Ya saben que no tengo dinero, y por lo tanto, no soy dueña de nada? Bueno, les avisé.

El Verdugo San' Cho-Panza San era de origen dudoso, características indefinibles y detalles difusos. De alguna manera, se creía que era oriental, y se sabía a ciencia cierta que había matado a su mujer porque no tenía dinero para irse al café; aunque su identidad sexual seguía siendo un misterio insondable, y pensándolo bien, era mejor no saberlo. Podría haber sido una mujer que mató a su marido, pero el hecho era que mataba y se hacía llamar Señora.

Ginny Weasley, mirando un reloj que amenazaba con perderse en unas doce de la noche interminables, pensó que el famoso video había sido visto a esa misma hora por su hermano, y dos horas antes por Harry y Hermione. Vio al Verdugo San' Cho-Panza San, y observó esa lista de nuevo. De sólo mirarla se sentía desanimada.

Ron, sentado a su lado, ahora estaba en Intelectual!Ron, por lo que era una delicia de compañero.

Voy a hablar con la Señora.- dijo Ginny. Se levantó tan rápido que nadie pudo entender bien lo que decía. Pero sus amigos y la mitad del Caldero Chorreante se quedaron más que helados al verla acercarse a la mesa del Verdugo.

¿Puedo sentarme?- le preguntó. La cara, enorme, redonda, de ojos aceitunados y expresión amorfa, daba miedo en su aparente inocencia. Tenía una cara de bebé, la piel muy pareja y los cachetes sonrosados. La expresión de los ojos era infantil y sorprendida, y todo esto era terrible, como una broma amarga, o como una sombra que acecha a las niñas mientras juegan. Pero el Verdugo no hizo más que asentir.

Ginny lo miró a los ojos con una sonrisa.

Tengo un problema.- dijo, inclinándose hacia delante.

No veo qué puedo yo hacer con eso. No tengo nada que ver.- dijo el Verdugo, aún con esa tétrica expresión de niño asombrado.

Oh, no. Seguro que no.- asintió ella. – Pero tal vez pueda ayudarme. Como… como un favor personal.

El verdugo la miró desconfiado. Se concentró en su cazuela de mariscos, con una ceja erguida. La muchachita pelirroja no se movió de su lugar, y él/ella procedió a ignorarla. Pero, pasados unos momentos, el Verdugo comprobó que esa estaquita colorada no tenía intenciones de moverse.

Señora…- empezó la joven.- Por favor. Es sólo si conoce a alguna de estas personas.

Y extendió una lista de papel arrugado, escrita a los arañazos con tinta roja.

El Verdugo la miró, reblandecido/a. Frunció el ceño, pues sabía que esos nombres apuntaban a una sola cosa.

Virhinia vive en Hogsmade, Frutville Sticks.

¿Perdón?

Frutville Sticks.-repitió el Verdugo, ya un poco irritado/a.

¿Y eso dónde queda?

Vete si no quieres que actúe como un personaje de una película de Quentin Tarantino.

La chica pareció recibir la indirecta y se fue sonriendole. El Verdugo volvió a mirar fijamente la cazuela de mariscos, pero no pudo evitar pensar, con una sonrisa interna, que era una chica simpática. Lástima que se estuviera metiendo sola en la boca del lobo. Luego recordó las frases garrapateadas en ese solitario papel, y supo que Porry Hatter estaba, de nuevo, en problemas.

Cuando el Canon está jodido, pues, está jodido. Cuando el Canon no te quiere, bueno, tengo que informarte que no hay posibilidades de que empiece a quererte de repente, así como así.

Y el Canon estaba jodido. Hoy, la voluntad de los autores quería estropearles los negocios. Después de un sueño flaco en el Caldero Chorreante salieron a Diagon Alley, sabiendo que las redes Flu estaban tan congestionadas como el día anterior, cuando habían tenido que atravesar la ciudad desde lo de Hermione hasta el viejo pub por medios muggles. Un poco frustrados, sólo tenían la lista y los datos del Verdugo.

¿Cómo se supone que vamos a llegar hasta Hogsmade?- dijo Hermione, hoy Pesimista!Histérica!Hermione.

Elemental, Hermione.- dijo Intelectual!Ron con tono snob.- a pesar de tus conocimeintos teóricos, no tienes una pizca de cultura general. Vamos a trasladarnos al Ministerio de la Magia y buscaremos transporte de emergencia.

Ginny suspiró quedamente.

No sean estúpidos. Hablaremos con Fred y George y tomaremos el túnel ilegal hasta el Bosquecillo Maquiavélico de la Señora Fungus.

¿Qué?- preguntaron los no-Weasleys a coro.

Ah, sí.- admitió Ron.- Lo olvidaba.

Entraron en Sortilegios Weasleys, y Fred estaba sentado leyendo una revista de corte y confección que enseñaba a hacer bragas.

Hola, chicos.- dijo, apenas levantando la vista.

Hola Fred. – saludó Ginny.- ¿qué haces?

Estamos haciendo un chasco para una señora amargada. Queremos hechizar una de sus pertenencias para que se vea como otra cosa. George pensaba hacer un encantamiento de ilusión en una de sus revistas. –respondió vagamente.- ¿A qué venían? – preguntó.

A usar tu túnel ilegal hasta el Bosquecillo Maquiavélico de la Señora Fungus.- respondió Hermione.

Es necesario. Hay vidas en juego.- dijo Harry, sin poder contenerse más.

Pasen, sí sí. Con tal de que no vuelvan pronto.

Ginny suspiró, muuuy cansada. Mary Sue, que estaba haciendo cosas casi nunca vistas en una Mary Sue, como ser colaborativa y mantenerse al margen, o no robar pantalla, le sonrió tristemente. Como diciendo "Vamos, Ginny, un poquito más y ya terminamos". Pero Ginny era uno de los personajes más reactivos ante la falta de canon, y estaba muy enojada.

Hoy es el cuarto día, Ginny.- comentó Harry, esquivando una estalactita colosal.

No me digas.- murmuró ella, esforzando la vista en la oscuridad del túnel.

Pues, ya sabemos que nada de esto va a funcionar.- dijo resueltamente Hermione.

No digas eso- rogó Harry con ojos enrojecidos.

"La vida es un plato de fideos." Redbird Taylor.- recitó Ron, con aire sabihondo.- Así, para desarrollar una metáfora elocuente no es necesario utilizar comparaciones rebuscadas. Con los sencillos elementos de la vida cotidiana se pueden establecer alegorías muy eficaces.- y sonrió, satisfecho.

Los demás lo miraron extrañados.

Muy bien, Ron. Felicitaciones. – dijo Ginny.- Ahora vuelve a la realidad.

Ay, ustedes no comprenden el alma del artista.- suspiró Ron, mientras avanzaban cuidadosamente.

No, la verdad no.- le soltó Ginny.

No tenían ni la más pálida idea de qué hora podría ser. Se suponía que el túnel, a duras penas, se cruzaba en dos horas. Pero estaban yendo muy lento y la oscuridad era casi maciza, como una prescencia más que una ausencia de luz (1), y las luces de las varitas no eran de mucha ayuda.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Lo que en ese momento sucedió no podría ser explicable con facilidad. Pero fue como si el piso los tragara, cual un pantano, solo que de él salieron a una grieta, un vacío, algo infructuoso e interminable.

Cayeron. Si uno hubiera pasado cerca, seguramente habría oído algo así como:

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH!-(Hermione, liberando un si sobreagudo.)

¿EEEEEEEEEEEEEEEEHHHHHHHHHHH?- (Ron, muy distraído y sin comprender.)

¡AAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUXIIIILIIIIIOOOOOOOOOOOO!- (Harry)

¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! - (Mary Sue, discreta como siempre.)

¿AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH?- ( de nuevo, Harry)

¡aaaaaaaAAAAAAaaaaaaAAAAAAAAaaaaaaAAAA!- (Harry)

¡LAPUT!SIMMADREYMECGOENSANPETERSBURGOYENLASBARBBASDEMATUSALÉN!- (Ginny)

¡ AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYY!- (Harry, otra vez.)

Pero esa caída, como todas, tenía un final. Ese final dio en el centro de una laguna cenagosa y helada, envuelta en niebla. Era enorme, y las cavernosas paredes estaban tapizadas en hiedra verde. La iluminación era mejor que la del túnel, pero azulada y difusa.

Los cinco cayeron en ella haciendo diferentes variedades de splash, y lanzando luego una serie de imprecaciones del estilo de "¡Qué fríooo!".

¡Argh!- soltó Ginny, muy frustrada, mientras se arrastraba, entumecida, por la costa barrosa.

Ron y Hermione forcejeaban para salir, y lograron finalmente subirse a una roca. Se tendieron allí, con la respiración entrecortada. Mary Sue estaba panza abajo en la orilla, y Harry, de rodillas, la cabeza apoyada contra el suelo.

Muévanse.- indicó Mary Sue entre toses, tratando de ponerse de pie.

Creo que me rompí un güeso.- se quejó Harry.

Se dice Hueso.-corrigió Hermione.- Y qué esperaban. Ya les dije yo que no iba a funcionar.

"El optimismo es la llave del éxito." Pino Alam, 1982.-recitó Ron.

Salgamos de aquí antes de helarnos, por favor.- insistió Mary Sue.- Si nos quedamos quietos será peor.

Cierto.- dijo Ginny, que ya estaba de pie.

A regañadientes, todos empezaron a movilizarse.

¿A dónde vamos ahora?- le dijo Ginny, entre susurros, a la chica rubia.- A mí me late a la izquierda. ¿Qué piensas tú?

Es un poco difícil.- comentó Mary Sue. Recuerdo que avanzabamos hacia el sur. Haz el encantamiento brújula.

Ginny sacó la varita, y el norte apuntaba hacia la derecha.

A la izquierda, entonces.- sonrió.

Avanzaron por el rocoso camino, resbalando sobre el barro y temblando entre la niebla. El viento aullaba entre las grietas, llorando no se qué penas. Sombras indecisas los saludaban a cada esquina.

Vamos a morir.- dijo Harry.

"La Muerte es sólo la oscuridad en que la vida se apoya para brillar." Eline McEnthyre.- Ron recibió un golpe en la nuca.- Ay. "La ira es miedo, el miedo es…" ¡Auch!

Así está mejor.- comentó Hermione, mientras Ron se sostenía la oreja con la mano.- Ah, Ron, no te quejes. Ya crecerá de nuevo.

¿No hace más calor aquí?- le preguntó Mary Sue a Ginny.

Los cinco se detuvieron. Era cierto. Hacía un poco más de calor.

Debemos estar cerca de la salida.- murmuró Ginny.

De repente, la pelirroja se echó a correr, riendo como una loca.

¡Ginny, espera!

Pero fueron unos metros apenas los que recorrieron antes de detenerse de nuevo, porque la luz no provenía de una apertura, ni el calor de la seguridad del mundo exterior.

Un enorme Casino se erigía en medio de la gruta. Sí, un casino.

Con unas puertas derruídas y de hierro, modeladas y forjadas en formas extrañas, y el nombre "Casino Bonacap" en legras de un azul eléctrico que lastimaba la vista, era custodiado por dos tipos colosales vestidos en azules y verde flúo. Los cinco amigos no podían mirarlos directamente, pero uno de los tipos les dio gafas negras a todos.

Bienvenidos a Casino Bonacap.-los saludó.- Pasen.- Y con una sonrisa malévola.- Los estábamos esperando.

Gra… gracias.- tartamudeó Hermione, que era la que estaba más cerca. Ginny le dio un codazo a Harry para que dejara de temblar.

Las puertas se abrieron con un chirrido espeluznante, y nuestros cinco amigos entraron, medio muertos de frío y azorados, a un casino de pisos fluorescentes y luz negra. Había máquinas tragaperras colosales que al décimo intento te tragaban entre gritos. Mesas de pool rojas cuyas bolas salían despedidas con violencia y atacaban a los jugadores desprevenidos. Las cartas tenían doble filo, la ruleta rusa era el juego más frecuente; toda clase de malabares peligrosos y extrañezas circences poblaban las esquinas.

Ay no.- dijo Harry.- Estoy empezando a hiperventilar.

"Valiente de corazón es el que no se deja avasallar." Maurice…-comenzó Ron, pero Ginny le pegó un puñetazo en la sien.- Ay.

De veras, estoy, ay… creo que me da asma.- lloriqueó Harry.

No tienes asma.-rugió Ginny entre dientes.

Yo les avisé.- dijo Hermione, con suficiencia.

Ginny Weasley estalló en un bramido sobrenatural. Unos cuantos de quienes estaban a su alrededor miraron con curiosidad durante unos instantes y pronto desviaron su atención hacia una mujer a la que una mesa de billar estaba intentando aplastar.

¡Calma, Ginny, calma!- Mary Sue abrazó a su compañera pelirroja.- ¡No te alejes del canon¡Tú no eres así!

Fue como si hubiera pronunciado una serie de palabras mágicas. Ginny abandonó la ira y se echó a llorar.

Calma, calma, Ginny. Calma¿sí?

La chica asintió, mientras Mary Sue le ofrecía un pañuelo.

La autora de esta historia quiere volverte violenta. No te dejes vencer. No dejes que te haga lo que les hizo a ellos.

Lejos de estar preocupados por la menor de los Weasleys, como lo estarían normalmente, Hermione bailaba sobre una mesa con una fuente de frutas sobre la cabeza, Ron inspeccionaba la pata de una mesa y Harry le contaba a una moza que era un pobre héroe trágico. Ginny hizo un par de snif snifs, y se limpió la cara.

Creo que necesitaba estallar.- murmuró.

Eres una persona estable y relajada. Entiendo que todo esto del video y los días te haga trizas los nervios, pero… creo que si te irritas demasiado vas a caer en el personaje que quieren que ocupes.

Voy a necesitar que me ayudes.- observó Ginny.- Ellos están… como estúpidos¿sabes? Y van a morir si no logramos nada.- Miró a una mujer que bailaba esquivando cuchillos que se clavaban a sus pies.

Mary Sue se sintió más conmovida por esta declaración que por el llanto de Ginny. No supo bien qué decir, pero asintió. Ese simple movimiento significó el inicio de una gran amistad entre ambas. Pero claro, en ese momento no lo sabían.

Si llegamos aquí debe haber sido por algo¿no crees?- observó Ginny, casi recobrada.

Mary Sue miró a su alrededor.

Deberíamos buscar a los chicos y averiguarlo.- dijo.

Ginny levantó a Ron de un rincón en el piso en el que estaba recitando poesías de Torcuato Gémini a la pata de una silla Luis XVI. Mary Sue separó a Harry casi a arañazos de una mujer que estaba por darle limosna.

¿Dónde está Hermione?- preguntó Ginny, haciendo un gran esfuerzo para no sonar demasiado frustrada.

Aquí.- respondió la aludida, con un racimo de uvas en la mano y un manojo descomunal de billetes en el escote. Ginny cerró los ojos y tragó saliva.

No… quiero… saber… de dónde… sacaste… eso.- murmuró.

Vamos a investigar. Vengan.- dijo Mary Sue, mirando a Ginny con preocupación.

Pero…-dijo Harry, entre lágrimas.- ¡Estaban por darme dinero!

¡Esto es grave, Harry!- rogó Ginny.- Debemos irnos.

Te conseguiremos más dinero.- colaboró la blonda compañera.

Yo te daré un poco.-ofreció Hermione, muy feliz. La pelirroja y la rubia tuvieron que reprimir un ligero escalofrío de asco.

Por un momento pareció que Harry estaba considerando lo mismo que ellas. Pero luego simplemente sonrió, y se limpió las lágrimas.

Está bien.-

Bueno…-dijo Ginny, aún muy sensible.- vamos…

Ron, murmurando mala poesía por lo bajo; Harry, feliz, contando billetes; Hermione comiendo uvas con los billetes en el corpiño.

Lo único que ayudaba al único personaje canon era que sentía, en el fondo del pecho, que algo iban a encontrar. Mientras observaba a un hombre de mal aspecto que ofrecía sospechosos dientes de oro a quien acertara a la ruleta, no podía evitar preguntarse quién podría estar allí. Pero entonces vio, entre el mar azul del casino, una palabra verde bordada en una bandera negra.

¡Padaboof! - exclamó.

¿Dónde?- preguntó Mary Sue.

¡Allí!- dijo Ginny, corriendo hacia el cartel.

Bajo la bandera había una mujer de pelo amarillo, con raíces negras y larguísimo. Tenía los ojos anormalemente grandes y claros. Tenía muchos dientes de metal, adosados con diamantes, en la extraña sonrisa. Estaba vestida con un mallón dorado y era obvio que bailaba como corista o algo por el estilo. Las largas piernas blancas estaban enfundadas en botas azules.

¡Observad!- decía una voz- ¡Malistra, la bella asistente del mago Padaboof, trae ya el blanco cajón¿Para qué usará Padaboof este cajón, Malistra?

Oh, ya verán. - dijo con una voz muy grave la mujer.

Oh, tan misteriosa como siempre. ¡Ahora, con ustedes, el grande el único, Xavier Padaboof!

El público aplaudía a rabiar.

Gracias, gracias, querido público.-dijo un hombre vestido de blanco que apareció en ese mismo instante.- Hoy voy a complacerlos con el Cuartel –señaló el cajón.- de la Descuartización Indolora.

El público lanzó gritos de entusiasmo. La multitud azul se veía tétrica, y a nuestras dos amigas se les pusieron los pelos de punta.

Voy a necesitar un voluntario.

Silencio total. Se pudo escuchar una tos aislada. El canto de un par de grillitos, que festejaban el fresco de la gruta. De repente, un llanto de bebé.

¡RON DICE QUE QUIERE IR!- aulló Harry.

Toda la multitud volvió la cabeza hacia ellos.

¿Qué¡No, yo no… !- protestó Ron.

Vamos, anda, así podrás investigar.- le dijo Harry, empujándolo al escenario.

Es cierto, Harry. Muy buena idea.- comentó Ginny, bastante sorprendida.

¡Pero…!- continuó Ron.

¡RON SE OFRECE!-gritó Hermione, señalándo al pelirrojo.

¡Tenemos un participante!- festejó la voz en off.- ¡Malistra, ve a buscarlo!

La aterrorizadora rubia lo tomó del brazo con una fuerza poco común en una mujer de su tamaño y lo arrastró al escenario. Cabe mencionar que Ron estaba defecándose de miedo.

¡Un aplauso para nuestro valiente colaborador!-aulló el locutor. El público rugió y aplaudió. Los cuatro jóvenes entonaron un cantito de "¡Ron¡Ron¡Ron!" para darle ánimos, pero el chico estaba blanco como un papel de impresión.

¿Está listo, Señor, para entrar en el Cuartel de la Descuartización Indolora?- preguntó el mago, sonriendo malignamente.

Eh… creo que sí.- dijo Ron, pálido, pero con expresión solemne.

Pues bien. Malistra.-llamó el mago.

La mujer metió a Ron en el cajón a empujones. Ginny tenía un nudo en la garganta. Un ruido de tambores empezó a sonar, para dar suspenso.

Ahora voy a alejarme un poco de la narración de los hechos propiamente dicha. No puedo explicar, no podría hacerlo ni aunque lo intentara, cómo cortaron ese cajón.

En medios, cuartos tercios, octavas, dieciséisavos. Los restos quedaron en la mesa como polígonos blancos de madera, sin la más mínima relación con la forma anterior del cajón, ni con Ron.

Ahora, joven amigo, díganos. ¿No es cierto que casi no duele?- preguntó el mago.

Masomenos.- dijo la voz ahogada de Ron.

Ah, pero no dirá que duele demasiado.- observó el mago, acariciando su serrucho.

No, por supuesto que no.-se apresuró a afirmar Ron.

Ah, ya me parecía.- comentó el mago, produciendo risas entre los espectadores.- Ahora¡Abando!- exclamó, y con una nube roja, Ron reapareció, pero con una mano en la cabeza.

Oh, es un ligero inconveniente.- dijo Padaboof, tranquilo, ante el silencio atónito del público. - ¡Abando!

Ron recuperó su mano, y bajó a las corridas, con expresión de shock, entre los aplausos y vítores de la multitud.

¡Saludos al Señor Ron!- aullaba la voz en off.

Cuando por fin terminó Míster Padaboof, Nuestros amigos se acercaron a la parte trasera del escenario, un cortinado negro que defendía los camarines. Entraron silenciosamente, y lo primero que observaron fue que en los camarines había luz artificial.

Señor Padaboof.- llamó Ginny.

Sí. Aquí estoy.- dijo una voz aburrida.

Frente a ellos había un hombre regordete y de aspecto cansado.

Se había quitado las pelucas y los maquillajes, el gran traje blanco, y la faja. Parecía arruinado y triste, con las entradas en el pelo y la barriga prominente.

Supongo que quieren saber cómo hago mis trucos.-dijo, con un dejo de ilusión.

Me… me temo que no.- dijo Ginny.

Ah. Debí suponerlo. Ya nadie se interesa por los hechizos. Ya nadie se interesa como antes.

No crea…- dijo la muchacha.

No, niña. Eres joven. Los jóvenes no entienden los dolores de los viejos. No los entienden. Antes era famoso y lograba que la gente sintiera ánimo, odio, alegría o terror. Hoy ya me conocen. Ya no soy una novedad. Ahora nadie se asombra.

Ginny no supo muy bien qué podía decirle a ese señor que se sentía tan desanimado por los años. Pensó que tal vez, si lo consolara, los ayudaría. Era egoísta, pero sólo podía pensar así en ese momento.

Pero hablemos de ti, niña.- dijo el hombre, y al mirarla, parecía otra vez el mago que habían visto antes. Tenía un poco de malicia en los ojos.- Vienes a buscar y no a dar. No te molestes en fingir interés. ¿Qué es lo que buscan?

A la Momia.-

La respuesta de Ginny Weasley produjo una chispa en los ojos del mago.

No puedo decirles nada. ¡A ellos!- gritó.

De repente se vieron atacados por millones de tipejos extraños. Comezaron a correr, saliendo del camarín, cruzando por sobre las mesas, pero los mozos, los clientes, las máquinas tragaperras les cerraban el paso. Una mesa de pool se lanzó sobre Hermione pero Ginny la apartó. Las bolas de billar caían del techo en dirección a ellos, y al errar producían cráteres en el suelo.

¡A ellos!- se oía por todos lados.

Corrieron y un mozo los atacó a bandejazos, mientras un par de coristas tiraban arañazos. Los esquivaron y llegaron a un hueco enorme. Cuando estaban atravesándolo oyeron un grito desgarrador, y vieron cómo unos perrazos enormes salían tras ellos.

¡Reducto!- aulló Hermione. El hueco se tapó con cascotes y los perrazos no pudieron hacer más que ladrar, ofuscadísimos.

Traumatizados, aterrados, se apartaron del hueco cerrado entre toses y jadeos.

Recién después de unos segundos se dio cuenta ginny de que el aire era puro y de que estaba pisando una hermosa parcela de pasto verde.

Chicos.- exclamó.- estamos afuera.

Luego no dijo nada entendible. Aulló de felicidad y se arrojó al cesped antes de echarse a correr en dirección a unas edificaciones que se veían en la lejanía.

Mary Sue sonrió y se lanzó detrás de ella.