Parte 2:

-Eres una estúpida!

Fue lo primero que escuchó al despertar, y luego una feroz bofetada en la mejilla. Kagome se incorporó asustada en la cama y miró aterrada a su madrastra.

-Otra vez fallaste! Eres una estúpida! Tonta criatura!- Le decía mientras se paseaba casi histérica por la habitación. Kagome la miraba atónita con la mano en su lastimada mejilla.

-No me dices nada! – Preguntó lanzándole una mirada de hielo, pero al no obtener respuesta de la muchacha, frunció el ceño y se acercó al armario sacando el primer vestido que encontró y lanzándoselo a la cara.

-Iremos a la recepción del club ecuestre hoy... - Le dijo con severidad-... si no me sirves para deshacernos de ese estúpido abogadito, al menos me servirás para otra cosa- Las últimas palabras se las dijo más para sí misma que para la chica.- Vístete, debemos llegar temprano porque almorzaremos allá.

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Tratando de aparentar completa calma y seguridad, la chica caminaba firmemente hacia el salón principal en donde ya todos la esperaban. Al entrar, vio a un grupo de empresarios sentados alrededor de una gran y lujosa mesa, y en la cabecera, su madrastra mirándola fríamente, disgustada tal vez ante su retraso. Algunos de los hombres, la mayoría en edad madura, la conocían desde bebé y fueron amigos de su padre. Otros, en cambio, eran relativamente nuevos en el mundo de los negocios y Kagome no dudaba que más de alguno debía su riqueza a negocios ilícitos. Cuando cerró la puerta tras de sí, todos la miraron y se pusieron de pie. Avergonzada, caminó rápidamente hacia la única silla que se encontraba vacía y se sentó, en el momento que lo hizo, todos los demás la imitaron. El almuerzo fue como lo esperó. Aburrido, pero mientras veía que la hora avanzaba, el corazón comenzaba a latir violentamente al pensar que el joven abogado pronto vendría y les informaría a todos de su noviazgo. Cuando la comida terminó, Kagome se levantó de su asiento pero en el momento que cruzaba el umbral de la puerta sintió una fría mano en su hombro, al girarse, vio a su madrastra junto a un hombre.

-Kagome, querida.

Kagome la miró asustada, conocía a su madrastra y la expresión de su rostro no le gustaba nada.

-Él es el Sr. Naraku... y ella es mi querida hijastra, Kagome- Kagome miró al hombre. Era alto y de cabellos castaños, de aproximadamente 40 años. Él le sonrió ampliamente pero a Kagome ello le dio escalofríos.

-Mucho gusto, Kagome... veo que tu madrastra no mintió... eres muy bella- Dijo él al tiempo que le besaba la mano.

-La dejaste sin habla... pobrecita... - Dijo Kagura burlonamente, mientras miraba divertida a Naraku. Kagome apartó su mano y se volteó rápidamente para salir de ese lugar y evitar la presencia de aquellas dos personas que le causaban nauseas. Tan mal se encontraba que sin darse cuenta chocó contra el cálido pecho de alguien.

-Lo... siento... - Cuando alzó la vista vio aquellos increíbles ojos color miel que la miraban divertido.

-Kagome... - Dijo él alegremente, mientras le brindaba una sonrisa. Ella lo miró asustada, sin creer que él se estaba convirtiendo en su tabla de salvación en aquella terrible reunión.

-¿Te sucedió algo? – Preguntó él preocupado. Fue en ese momento que la chica se dio cuenta que llevaba algunos segundos mirándolo como boba, pestañeó repetidamente y se ruborizó bajando la vista.

-No... nada... no ha pasado nada... - Respondió apenas. Inuyasha se sorprendió al ver a aquella muchacha ruborizarse. Le provocaba un sentimiento de ternura e inocencia, algo tan escaso en las mujeres que rodeaban su círculo social. Ella se encontraba mirando el suelo cuando de pronto sintió que él rápidamente tomaba su mano y entrelazaba sus dedos con los suyos. Kagome alzó la vista sorprendida y vio que el semblante del joven era rígido y serio, mientras su mirada se dirigía hacia una mujer que acaba de llegar, increíblemente bella y que se acercaba directamente a él.

-Buenas tardes, Sr. Inuyasha- Saludó la mujer con voz realmente sensual. Kagome no pudo dejar de sorprenderse ante tanta belleza y sofisticación. Ella era alta y bien formada, con una estrecha cintura que acentuaba más sus formas. Estaba vestida con un traje de dos piezas color marfil tan osado como ajustado. La falda estaba varios centímetros arriba de sus rodillas, un pequeño blazer ajustado a un botón y zapatos de tacón aguja del mismo tono que el traje. Su rostro era extremadamente pálido, ojos grandes y profundos, enmarcados por finas cejas y labios perfectamente pintados color rojo. Llevaba la cabellera suelta y su liso cabello negro caía sobre su frente, como flequillo, y en su espalda, más abajo de la cintura.

-Señorita Kikyo... – Escuchó Kagome decir a Inuyasha, al tiempo que sentía que él le apretaba más su mano. La mujer sonreía coquetamente al joven, pero su sonrisa desapareció cuando su mirada se dirigió a las manos entrelazadas de ambos.

-Oh!- Ella arrugó el ceño sin entender.- Y... ¿quién es ella?- Preguntó mirando a Kagome despectivamente.

-Ella es la Señorita Kagome Higurashi- Respondió Inuyasha orgullosamente. Kikyo la miró con una sonrisa burlesca, luego de unos segundos de rápida inspección a la chica, le tendió la mano.

-Mucho gusto, soy Kikyo.- Dijo ella apenas tocándola con sus finos dedos. La mujer desvió su mirada hacia Inuyasha con una ceja arqueada, seguramente para preguntar por ella, se dijo Kagome, pero el apuesto abogado sólo se limitó a sonreír.

-Discúlpenos... debemos atender algunos asuntos- Dijo Inuyasha mientras arrastraba a Kagome hacia las afueras de la estancia.

-¿Tienes problemas con ella?- Preguntó finalmente Kagome.

-Emmm... digamos que... se volvió aburrido.- Respondió él apenas, sin mirarla. En unos segundos su semblante cambió otra vez y le sonrió encantadoramente.- Mira... no me trates de usted... soy mayor que tú pero si vas a ser mi novia debes tratarme con mayor familiaridad.- Kagome asintió apenas. Se quedaron un rato callados mientras caminaban uno al lado del otro, bastantes separados. Salieron de la gran casona e Inuyasha indicándole con una dedo mientras cerraba un ojo le decía a la chica.

-Mira, allá hay un mirador¿quieres acompañarme un momento?

Ella asintió con la cabeza y se dejó llevar hacia el lugar. Había estado muchas veces en aquel club ecuestre pero jamás había salido más allá de los límites de los extensos jardines. El mirador para ella era casi una leyenda. Nunca tampoco tuvo interés en conocerlo. Ahora, desde su vista, podía ver toda la ciudad de Tokio. Era realmente bello.

-Cuéntame, Kagome... dime algo de ti.

La chica despertó de sus pensamientos y lo miró preguntándose si él hablaba en broma o no. Ayer ella había intentado matarlo y ahora él le pedía que le contara de su vida... ¿porqué se comportaba tan amable con ella si apenas la conocía?

-Soy hija única... emmm... tengo 17 años... ingresaré pronto a la universidad... - Dijo insegura.

-¿De veras? – Preguntó él con interés.

-Hace algunas semanas me gradué.- Dijo ella tímidamente.

-¿Y qué es lo que vas a estudiar en la universidad?

-Inglés.

-¿Inglés?...- Repitió en actitud pensativa- Bien... entonces... cuando sea embajador en Norteamérica, te llevaré conmigo.

Kagome rió ante tan disparatado comentario y él, por primera vez, la vio reír alegremente. Inuyasha quedó sorprendido ante aquella alegría pura que ella irradiaba.

-¿Piensas ser embajador?- Preguntó ella aún riendo.

-Claro... ministro primero, luego embajador.

-Vaya... tienes aspiraciones muy altas.- Acotó ella.

-Sí... - Respondió él levemente. Hubo un silencio entre ambos, momento en el cual, él la inspeccionó con el rabillo del ojo mientras ella admiraba el paisaje. Era pálida pero sus mejillas estaban siempre sonrosadas y le daban una mezcla exquisita de inocencia y belleza. Sus labios eran carnosos y muy rosados, sus ojos castaños le daban cierta calidez a su rostro. Sus pestañas tupidas y muy oscuras. Llevaba la cabellera suelta, bien cepillada, en las puntas se formaban unas traviesas ondas que caían en su espalda. Era pequeña y delgada, pero bien formada. No tan exuberante como Kikyo, pero tal vez era porque Kagome apenas era una niña, pensó. Llevaba un vestido blanco puro, sin adornos, simple, con zapatos de tacón bajo del mismo color y como único adorno un collar con una maravillosa perla que él reconoció enseguida.

-Pero si... es la perla de Shikon!- Exclamó asombrado, mientras ella volteaba para mirarlo sorprendida y llevaba su mano hacia la preciada perla.

-Oh... sí... es la perla de shikon... mi padre me la regaló al nacer.- Dijo ella sonriente.

-Siempre había escuchado de ella... bueno, sabía que estaba en poder del Sr. Higurashi pero... no me imaginé que te la había regalado a ti... eres una chica muy afortunada.

-¿Afortunada?- Preguntó ella con extrañeza.

-Claro!- Replicó él- Es una perla de incalculable valor... tiene más de 500 años!

La chica miró tristemente la perla.

-Para mí es importante porque es un recuerdo de mis padres.

Inuyasha la miró detenidamente y se quedó callado.

-Aquella señorita... - Dijo Kagome apenas.

-¿Kikyo?- Preguntó él levantando una ceja.

-Era... ¿era tu novia?- Dijo mirándolo directamente pero él se volteó con las manos en los bolsillos perdiendo su vista en el horizonte.

-Mmmm...

-Bueno... no quise ser indiscreta... perdona- Se disculpó avergonzada. Él permaneció callado y Kagome sintió que su silencio era la prueba certera de que lo que ella había deducido, era cierto.

-Creo que ya es hora- Dijo él de pronto. La chica lo miró aterrada mientras su corazón comenzaba a latir con violencia. Él se giró y dio algunos pasos pero ella lo sujetó del brazo.

-Espera!- Él se volteó y miró la mano de ella en su brazo.- Yo... yo... - Kagome miró el suelo- creo que... esto no es buena idea.

Inuyasha la miró sorprendido.

-¿Tanto le temes?

-Esto es... demasiado para mí... no puedo mentir... de esa manera.

-Oh, tranquila- Dijo él sonriendo.- no pasará nada... tómalo... tómalo como un juego.

-Si mi madrastra se llega a enterar de la verdad... - Ella cayó de pronto.

-Mira Kagome, no te obligaré a nada... sólo te brindé la ayuda que me pedías.

-Lo sé... lo sé... y lo agradezco pero... no quiero además... causarte un problema a ti también... perderás tu tiempo conmigo!

-Nada de eso, yo ideé esto y sé lo que debo hacer. Mira, esto será una amistad... para los demás será un noviazgo... hasta que puedas disponer de tu vida independiente, Kagome.

-Estas en problemas también¿verdad?- Preguntó la chica diciendo algo que sospechaba era cierto.

-Necesito también de tu ayuda.

Kagome lo miró sin decir nada unos segundos. Respiró hondo y al fin, con la voz temblorosa habló.

-Sólo espero que no te arrepientas... y cualquier cosa... si quieres terminar esto... cuando sea... yo lo entenderé...

-Tranquila... todo estará bien... cree en mí- Le dijo al tiempo que le tomaba una mano y la apretaba con la suya.

-Siempre lo agradeceré.- Respondió ella apenas.

Continuará...