Parte 4:

Vestido en un impecable traje de color negro, seguramente de marca extranjera, Miroku vio llegar sonriente a la espaciosa oficina al joven abogado.

-Vaya, vaya... ya lo sé todo... y qué sorpresa ha sido eso!.- Dijo entregándole el periódico mientras Inuyasha lo tomaba y se sentaba en su cómodo escritorio. Miró la portada y lo primero que vio fue una foto de él y Kagome, de archivo, refiriéndose al inesperado romance. - Nunca me dijiste nada... eres en verdad impredecible, Inuyasha - Dijo Miroku sonriendo divertido. Inuyasha sonrió levemente y luego lo miró seriamente.

-¿Puedes cerrar la puerta? Necesito contarte algo- Contestó y Miroku, sorprendido, corrió veloz a obedecer la orden encomendada.

-Ya sabía que aquí había algo escondido. Cuéntame.- Dijo sentándose.

Inuyasha lo miró detenidamente levantando una ceja.

-Supongo que puedo confiar en ti¿verdad?

-No hace falta que lo digas, soy tu asistente pero también tu mejor amigo.- Respondió él alegremente.

-Lo sé... pero esto... es muy privado.- Murmuró Inuyasha.

-Ah!... ¿Estas metido nuevamente en líos de faldas?... ¿Cuándo aprenderás? Sabes bien que ahora trabajas para el gobierno y...

-Ya cállate Miroku!... ¿Vas a escucharme o no?- Interrumpió Inuyasha impaciente. El joven se quedó mudo. - Bien... la verdad es... que este noviazgo... es una mentira.

Miroku lo miraba sin entender y sin decir nada.

-¿Escuchaste lo que dije?- Preguntó el abogado un poco exasperado. Miroku se acomodó hacia atrás en la silla y lo miró confuso.

-Creo que no escuché bien, dijiste...

-Es una mentira.

-Pero...

Inuyasha lo miró seriamente mientras pasaba una mano por su sedoso y oscuro cabello.

-Como sabrás... ella es la hijastra de Lady Kagura.

-Sí, la presidenta del consejo de empresarios- Contestó Miroku sin entender bien a que lo llevaba la conversación. Inuyasha cruzó los brazos en su escritorio y se acercó a Miroku con aire de confidencialidad.

-Lady Kagura... quiere matarme- Dijo en un susurro. Miroku abrió los ojos pasmados.

-Pe... pero... cómo...

-Como soy el abogado querellante y estoy en contra de sus políticas esclavizantes contra los trabajadores...

-No puedo creerlo!- Respondió Miroku llevándose una mano a la frente- Pero... ¿eso qué tiene que ver con tu noviazgo?

-Encontré el sábado recién pasado a la señorita Higurashi en mi departamento... con una bomba...

-Qué!- Gritó Miroku levantándose de un salto de su asiento mirando pasmado a Inuyasha. El abogado le hizo una seña para que hablara más bajo y Miroku se tranquilizó y volvió a sentarse en la silla, más incomodo e intrigado.

-Pero... qué demonios... entonces... – Dijo confuso.

-Fue obligada... - Respondió Inuyasha levantándose de su asiento y dándole la espalda mirando el paisaje que desde su ventana apreciaba. –... pero nunca tuvo la intención de hacerlo... la bomba estaba desactivada. Le teme a su madrastra y entonces prometí ayudarla.

-¿Prometiste ayudarla?... ¿Y por eso te haces pasar por su novio?... ¿Ese fue tu plan?- Preguntó Miroku más sorprendido.

-Ella es frágil y tímida... si tú la conocieras... - Había dicho esas palabras con demasiada ternura que él mismo se extrañó. Calló de pronto y se volteó para ver a Miroku que lo miraba con la boca abierta.

-Oye... no me dirás que... sientes algo por ella!- Preguntó el asistente levantándose de su asiento. Inuyasha lo miró enojado.

-Qué te pasa! – Respondió gritando- Te estoy contando una confidencia y me sales con esos disparates!

Miroku le hizo una mueca.

-He visto a la señorita Higurashi en algunas reuniones a las cuales hemos asistido... es una jovencita tímida y huérfana, no puedes hacerle esto! – Respondió el asistente enojado.

Inuyasha lo miró sorprendido.

-¿Hacerle qué?- Gritó Inuyasha, impaciente ante sus comentarios.

-Estas jugando con ella! Eres un malvado... – Respondió Miroku volteándose enojado para salir de la habitación.

-Oye! Espera!

Miroku volteó y lo miró seriamente.

-No es lo que piensas... sé... que me ha ganado la fama que tengo... pero esto lo hice para ayudarla.- Dijo conciliadoramente. El asistente lo miró sin creerle.

-Como sí no te conociera! Nunca ayudas a menos que sea por dinero!

Inuyasha se puso rojo de rabia, caminó rápidamente hacia él y lo tomó de las solapas del traje, casi, levantándolo del suelo.

-Escúchame bien... - Masculló con rabia-... si digo que la voy a ayudar porque quiero, es porque te estoy diciendo la verdad ¿entiendes?

Miroku lo miró unos segundos y luego Inuyasha lo soltó.

-Discúlpame, amigo... - Dijo el abogado mirando apenado a su asistente, que se arreglaba las ropas.

-Ya... ya... no te preocupes... - Respondió el otro sin mirarlo.-... si tú así lo dices... te creeré... pero es que tú has sido tan... y esa joven es tan... me da pena que sufra.

Inuyasha lo miró levantando una ceja, un poco sorprendido.

-Tú... - Pronunció apenas.

Miroku sonrió un poco.

-No... nada de eso... bueno... es muy bella, no hay duda... pero... es que me inspira... no sé... es huérfana y apenas es una niña... no me gustaría que siguiera sufriendo en este mundo.

Inuyasha suspiró un poco aliviado, se arregló mejor el nudo de la corbata y volvió a su asiento.

-Bueno... le dije que seríamos amigos... que podía contar conmigo.

-¿Y la señorita Kikyo?

Inuyasha hizo una mueca de desprecio cuando escuchó el nombre de esa mujer.

-Ella ya lo sabe... es decir... sabe lo oficial... que es mi novia.

-¿Y?... Bueno... sé muy bien que nuevamente estan separados pero lo de ustedes es... déjame decirte... obsesivo... - Dijo Miroku.

-No te preocupes, esta vez será diferente... con lo que supe... ¿cómo crees que podría estar con ella? Tampoco puedo hacer nada. Debo cuidar mi reputación.

-Te he escuchado muchas veces que jamás te volverías a involucrar con ella, y siempre vuelves a su lado.

Inuyasha lo miró asintiendo. Era verdad, sabía que lo que su amigo le estaba diciendo era verdad. Mil veces terminó con Kikyo y siempre volvía a su lado.

-Esta vez será diferente- Respondió con seriedad y la mirada perdida. Miroku se encogió de hombros. Lo conocía, ya había escuchado eso antes.

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Kagome abrió lentamente los ojos y miró el despertador. Las 11 de la mañana. Sorprendida, se preguntó porqué su madrastra no la había mandado a despertar. Desde que estaba a su cargo, Kagura se empeñaba en fijarle horarios para todo, y ahora, después de tanto tiempo, la rutina se rompía. El desayuno había sido servido hacía ya más de dos horas y ella no fue avisada. Presurosa fue a la ducha y tomó un baño tibio que relajó sus músculos. A pesar de que se encontraba en vacaciones, los recientes acontecimientos la tenían al límite de sus fuerzas. Recordó la gran mentira en la que estaba envuelta y eso la puso más nerviosa. Se vistió con unos jeans y polera y bajó despacio las escaleras, evitando así en parte, molestar a su madrastra. Pero ella no estaba en la casa. Caminó hacia el amplio jardín y allí se sentó en un asiento balanceante. Respiró profundamente el aire del medio día. Tibio y limpio, una ventaja de vivir casi en las afueras de Tokio. Sin embargo, el lugar estaba totalmente en silencio. Aburrido. Triste. Pero tranquilo, estremecedoramente tranquilo. Su mente no pudo evitar recordar nuevamente en lo que estaba envuelta. El asunto la asustaba... pero más la asustaba los enojos de su madrastra. Y él... que se había ofrecido a ayudarla con un plan absolutamente descabellado. Sonrío apenas. Novios. Qué tonta idea. Pero el día de ayer, a pesar de las humillaciones sufridas, había al menos conseguido un amigo. Sí, porque él le ofreció su amistad. Tal vez esto no era tan malo, después de todo. También recordó a esa mujer, Kikyo... le temía a esa mirada gélida que le brindó en la terraza del club. Seguro que tenía una relación estrecha con el abogado, pero Inuyasha se empeñaba en mentirle a ella también. ¿Qué cosas escondía que el noviazgo le servía también a él?

-Señorita Kagome... - Sus pensamientos fueron interrumpidos por una joven empleada de servicio.-... un joven desea hablar con usted... dice que es... su novio.

Kagome vio el rostro de la mujer lleno de confusión. Es cierto, seguro que ellos no estaban enterados de la mentira. La joven sonrió apenas y dio las gracias. Caminó hacia el interior de la casa y tomó el auricular del único teléfono de la sala principal.

-Habla Kagome- Dijo seriamente. Del otro lado del auricular escuchó la inconfundible voz profunda del joven abogado.

-Hola¿cómo estas...¿Tuviste algún problema ayer, después de la reunión?- Preguntó preocupado.

-No... no... nada- Respondió.

-¿Segura?- Preguntó dudoso.

Ella se acercó más al auricular y comenzó a hablar en voz baja.

-No he tenido ningún inconveniente. Ni siquiera la he visto, desde ayer.

Escuchó como él dio un leve suspiro.

Escucha... si se atreve a hacerte algo... sólo me dices y...

Gracias- Interrumpió ella, con una semi sonrisa.

Inuyasha sonrió ante aquella palabra. Hubo un pequeño silencio entre ellos.

-Tu número no estaba en la guía de teléfonos, ah?- Dijo él divertido. Kagome rió a carcajadas.

-Lo siento... lo siento... lo olvidé... es cierto... es número privado... pero... ¿cómo lo conseguiste?- Preguntó intrigada.

-Mmmm... es un secreto... - Respondió Inuyasha con tono de voz juguetón.

-Ah... sí... eres todo un misterio.- Contestó ella casi sin pensar. Inuyasha frunció el ceño pero no dijo nada.

-Bueno... sólo llamaba para eso...

-Gracias por preocuparte por mí- Respondió nuevamente agradecida e Inuyasha cambió otra vez el semblante.

-Trabajo mucho, ya sabes... y me imagino que una señorita como tú no puede salir de su casa tan tarde...

-No... no puedo.

-Supongo que te debo una salida a comer o algo... será este sábado ¿lo harás?

Kagome sintió que su corazón comenzaba a latir violentamente. Salir nuevamente, con él...

-¿Kagome?

Ella despertó de sus pensamientos.

-Eee... yo... no es necesario que hagas esto por mí...

-¿No quieres?- Preguntó él sin evitar que su tono de voz sonara "desilucionado". Pero ella eso no lo notó.

-Sí... sí me gustaría... si tu quieres... - Pronunció ella apenas. Inuyasha sonrió.

-Entonces te pasaré a buscar... a las 12.

-Claro... sí.

-Bueno entonces nos vemos.- Él cortó el teléfono pero ella aún estaba con el auricular en su oído. Su corazón aún latía violentamente. Salir con él, nuevamente... ¿porqué se tomaba tantas molestias con ella? Tal vez sentía lástima... ya había visto el rostro de muchas personas con ese sentimiento para con ella. Qué patético. No quería que las personas sintieran lástima de su débil carácter... debía cambiar... debía ser fuerte...

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Lady Kagura entró en la enorme mansión de aquel hombre dueño de las más importantes empresas textiles del país. Cuando entró a la sala de recepción, Naraku la esperaba sentado con un abano en los labios. Ella frunció el ceño, detestaba el desagradable olor que expelía aquel hombre.

-Lady Kagura... supongo que viene a darme explicaciones.- Dijo él levantándose de su asiento y tomándole una mano. Ella se sentó frente a él.

-Sí. – Respondió seriamente.

-Usted me había prometido en matrimonio aquella muchachita, Kagome.

-Lo sé... sé todo lo que dije y lo siento. Pero debo decirle que fue toda una sorpresa para mí también. Al igual que usted, fui informada de su noviazgo ayer en la recepción.

-¿Y ahora? – Preguntó él levantándose de su asiento y caminando a su alrededor.

-No se preocupe... es sólo un noviazgo, lo cual significa que no van casarse. Ella es libre aún- Dijo Kagura con una sonrisa maquiavélica.

-¿Y si esto termina en matrimonio?

-No se preocupe... las cosas cambiaron, es cierto, pero sólo hay que saber acomodar las piezas.

-Usted sabe que quiero casarme con ella. Nuestras riquezas serán unidas, usted obtendrá protección y prestigio. Es un arreglo que hicimos hace varios meses, Lady Kagura.

-Lo sé, lo sé... y por eso no tiene de qué preocuparse. Ella se casará con usted... aquel noviazgo... no durará... pero necesito que ella este con él un tiempo, así será más fácil destruirlo. Kagome nunca me desobedece. Es demasiado débil para hacerlo.- Respondió orgullosa de su fortaleza y de tener una salida ante los inesperados problemas.

-Confío en usted, Lady Kagura- Dijo el hombre mirándola con una semi sonrisa.

-Déjelo todo en mis manos... pero recuerde... necesito un poco de tiempo.

-No soy muy paciente- Respondió secamente el hombre. Ella no respondió, sólo sonrió y se levantó del asiento abandonando la sala.

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Kagome estaba sola en la gran mesa con la sopa ya fría pero aún sin siquiera probarla. No podía dejar de pensar en la "cita" que tendría en un par de días más. Aquello la ponía nerviosa, ella no estaba acostumbrada a tratar con extraños ¿cómo iba a comportarse con él si apenas lo conocía? Aunque en realidad él, con aquella sonrisa sincera sentía que estaba protegida. "Protegida"... era primer a vez que se sentía así. En eso estaba, revolviendo la sopa fría con la cuchara cuando vio a su madrastra llegar.

-Lady Kagura!- Se irguió la joven en su asiento.

-Ah... qué bien... aquí estas... - Dijo la mujer secamente y se sentó en su asiento mientras se sacaba los guantes.

-Usted dirá- Musitó ella sintiendo que su corazón comenzaba a latir violentamente. Estaba asustada.

-Lo de ayer realmente no me lo esperaba... – Dijo frunciendo el ceño mirándola a los ojos. Kagome estaba paralizada. Ella estaba disgustada, lo sabía.-... ahora entiendo tus fracasos por poner las bombas... sin embargo, no creas que he desistido de mis propósitos, nuestro plan debe llevarse a cabo y TÚ... - Dijo levantado la voz y apuntándola con el dedo en el pecho-... vas a ayudarme. Dejaremos que se encariñe bien contigo... luego sabremos como actuar... ¿entendiste?

Kagome la miró aterrada. Confiaba en las suposiciones del abogado al creer que su madrastra se quedaría tranquila pensando que podría manipularlo a través de ella... pero no se esperaba que su cruel madrastra no desistiría de sus planes de muerte.

-Pero... no es necesario que muera... - Aquellas palabras llenas de angustia se escaparon de sus labios y en el momento en que lo dijo se arrepintió de haberlo hecho. Su madrastra la miró con furia y ella sólo pudo esperar lo peor. Kagura se levantó de su asiento y se acercó a ella abofeteándole la cara. El golpe fue tan fuerte que la chica tambaleó en su silla y luego perdió el equilibrio, cayendo al suelo no sin antes golpear parte de su cara contra el borde de la dura mesa de madera.

-Nunca, nunca me cuestiones!

Kagome sólo pudo cerrar los ojos y aguantar el dolor lo mejor que pudo. Su madrastra la dejó y subió a su habitación. La muchacha se incorporó lentamente y entre sus vidriosas lágrimas vio gotitas de sangre que caían en el mantel de la mesa. Se llevó la mano a la nariz y luego vio que sus dedos estaban rojos de sangre.

Continuará...