Parte 14:
A veces las personas creen estar enamoradas, creen sentirse en las nubes pero luego todo termina y el amor que se sentía es olvidado, hasta que otra persona aparece en nuestras vidas y volvemos a sentir los mismos sentimientos y creemos que esta vez si estamos enamorados... hasta que un día, nos percatamos que sólo hemos estado jugando, porque cuando conoces al verdadero amor, te quedas sin habla, con solo verla, un sin fin de emociones te embargan a la vez, con solo verla, casi ni puedes respirar... y aunque muchos digan que eso es cursilería... esa la verdad...
Con la vista perdida en la pantalla del televisor que hacía ya bastante había terminado la programación normal, Inuyasha se veía más sumergido en sus pensamientos. ¿Él la había rechazado? No se arrepentía tanto el haberlo hecho, tal vez porque de alguna forma, sabía que ella merecía algo especial... si la amaba demasiado¿no sería tal vez mejor esperar por el momento preciso para demostrarlo? O tal vez... tal vez en el interior de su corazón había sentido miedo... miedo a amarla tanto como para después perderla... sí, porque todo estaba en contra de ellos y aunque se sentía lo suficientemente fuerte para pelear y dar la batalla contra los enemigos... aún así no podía dejar de sentir miedo.
Se levantó casi por inercia y se quedó en el umbral de la puerta de su alcoba, allí la miró dormir sobre su cama. Recordó que en aquel mismo umbral se habían besado por primera vez, recordó aquello con una sonrisa... por fin la tenía, después de tanto tiempo... y todo había comenzado como un juego, es cierto, él ya estaba interesado en ella cuando hizo aquel tonto trato pero fue fácil caer enamorado de ella. Kagome...
El teléfono irrumpió el tranquilo silencio de la noche e Inuyasha lo miró preocupado. Caminó rápidamente para que este dejara de hacer el ruido tan estridente y lo contestó.
-Inuyasha... siento llamarte a esta hora pero... ¿la señorita Kagome esta contigo?
Inuyasha arrugó el ceño confundido ante la indiscreta pregunta del asistente pero más extrañado estaba al escuchar su tono de voz demasiado asustado.
-¿Pasa algo?- Preguntó el abogado un poco exasperado.
-Si estas con ella vas a tener bastantes problemas porque he sido informado, ya sabes, uno de nuestros contactos, que Lady Kagura armó un gran alboroto al no encontrar a la Srta. Higurashi en la clínica... lo peor es que vieron tu firma en el acta de alta. Creo que ya deben estar por llegar...
Varios golpes en la puerta hicieron que Inuyasha mirara enojado hacia donde estos venían.
-Ya estan aquí- Dijo Inuyasha secamente, mientras colgaba el auricular y se aproximaba a la puerta mientras escuchaba.
-Señor Inuyasha... abra por favor...
Inuyasha abrió la puerta y lo primero que vio fue la irritante cara de Lady Kagura mirándolo enojada, a su lado Naraku junto a dos policías.
-Pero... ¿qué sucede?... ¿Qué hacen aquí?- Preguntó el joven exasperado.
-Kagome esta aquí¿verdad?- Dijo Kagura intentando entrar al departamento pero Inuyasha se lo impidió poniendo un brazo en la entrada.
-Alto. Usted no pasará.- Dijo Inuyasha seriamente.
-Es mejor que facilite las cosas, señor Inuyasha... - Dijo Naraku irritado.-... la muchacha esta con usted y eso no es correcto.
-¿Correcto! Ella estaba sola cuando la dieron de alta... ¿dónde estaba usted Lady Kagura?
-Será mejor que Kagome venga... soy su tutora ¿lo olvida?
-Es mejor que la señorita vuelva a su casa, por su bien, señor Inuyasha.- Dijo un policía conciliatoriamente.
-¿Era necesario que viniera la policía con usted?- Preguntó Inuyasha.
-La joven es menor de edad... - Trató de decir el policía, en ese instante todos vieron a Kagome caminando hacia Inuyasha, le tocó el hombro y sonrió tristemente.
-Esta bien. Me iré.- Respondió mirándolo a los ojos unos segundos y luego miró a Lady Kagura enojada.- No fue necesario tanto escándalo.
-Pero Kagome... – Protestó el chico cuando ella soltó el brazo que él tenía afirmado en la pared, para pasar hacia el otro lado.
-Estaré bien.- Respondió dulcemente. Caminó hacia el ascensor y enseguida todos la siguieron, excepto Lady Kagura.
-No me mire con esa cara, sé muy bien que usted tuvo algo que ver en el accidente de Kagome!- Dijo el muchacho completamente irritado y furioso porque la pandilla de víboras se había salido con la suya, arrebatándoles a Kagome de su lado.
-Eso no importa... fue un accidente... pero quiero que me escuche bien. No lo quiero cerca de Kagome, ya no. Y sí usted no quiere entender, puedo poner una denuncia en la policía... Kagome aún es menor de edad... puedo perfectamente acusarlo de abuso a menores... no querrá un escándalo de esos¿verdad?
Inuyasha miró asqueado la sonrisa burlona de la mujer, que luego de eso, volteó feliz por sentir que sus amenazas habían quedado claras para el arrogante abogado.
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Kikyo caminó presurosa por los vastos jardines y entró a la mansión directamente al despacho del hombre con el cual tenía sus negocios.
-¿Ya lo han encontrado?- Preguntó el hombre con voz ronca mientras se sentaba en su mullido sillón y encendía un puro.
-No aún... hemos visitado varios hogares pero... Kanna dijo que pronto lo encontraríamos...
-Eso espero... nuestro abogado esta siendo demasiado insolente con nosotros.
-Pero con esto... no le quedará otra que dejar todo lo que tiene... Naraku, esto sí va a resultar.
Naraku se levantó del sillón y caminó hacia la ventana.
-Quiero casarme con esa niña... pero veo que ellos estan demasiado unidos... ¿acaso él ya no te hace caso?... ¿Será posible que una chiquilla haya conquistado el duro corazón de ese hombre?
Kikyo se mordió el labio de la rabia mientras en su mirada se encendía un fuego de ira y celos.
-Pero... qué estupideces dices! Inuyasha no se enamora de nadie, lo más cercano del amor que ha tenido ha sido conmigo... ¿no lo ves? No ha podido dejarme del todo... – Respondió fanfarroneándose de ello.
-Eso espero... - Dijo Naraku sin mirarla.
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Los días pasaron lentamente y aunque la amenaza de Lady Kagura era como para prestarle atención, jamás intentó hacerle caso. Llamó a Kagome diariamente pero jamás fue comunicado con ella. Estaba irritado, exasperado... ¿pero quien se creía esa Lady Kagura para impedirle ver a Kagome? Miroku intentó animarlo a diario dándole palabras de esperanzas, diciendo que pronto la muchacha cumpliría la mayoría de edad para hacer lo que se le antojase... pero para eso aún faltaba... ¿cuanto? Un par de meses... y la Navidad se acercaba y el ambiente se hacía más solitario a su alrededor. La había invitado a la fiesta de Navidad del primer ministro pero así como iban las cosas tendría que ir solo. Se vistió de mala gana con un elegante frac negro que lo hacía lucir más apuesto de lo normal, mientras miraba su cara al espejo del baño y veía su apagado reflejo en él. Pequeñas sombras oscuras delataban su preocupación por la chica en aquellas noches en vela. Suspiró cansadamente mientras el chofer lo llevaba al centro de eventos donde se realizaba la gran cena. Cuando subió las grandes escaleras de entrada vio a Miroku junto a una hermosa muchacha vestida con un largo traje negro que le pareció extrañamente conocida.
-¿Sango?- Preguntó sorprendido. Ella le hizo un gesto con la cabeza sonriendo.- Vaya... te ves muy bien.- Acotó mirando de reojo a Miroku que sonreía satisfecho.
-¿Verdad que si? Ella no me creía- Dijo el asistente sonriendo mientras Sango le daba un pequeño codazo en el estómago.
Sonrió después de largos días sin hacerlo y siguió a sus amigos hasta el interior del recinto. Todo estaba adornado de acuerdo a la ocasión navideña, dando aquel mágico toque de calidez y romanticismo que la fiesta trae. El gran árbol de Navidad llamaba la atención por sus hermosos adornos y en los jardines del exterior se podía apreciar las tenues luces de lámparas y guirnaldas adornando el lugar. Cuando todos comían, alguien notó que la primera nevazón de la temporada estaba cayendo precisamente aquella noche buena e Inuyasha sintió que su corazón se quebraba del dolor. "Dónde estas Kagome..."- dijo en un susurro, mientras bebía del champan que le era servido.
Luego el baile comenzó y él joven, desde una esquina vio a su asistente y su secretaria bailando muy juntos y riendo a carcajadas. Parecía que se llevaban bien... sonrió levemente y luego pensó que sería mejor retirarse del lugar habiendo ya cumplido con su presencia. Caminó hasta el vestíbulo mientras entregaba un tiquet al empleado el cual le traería su abrigo, pero en el instante que el empleado se retiró hacia el interior, Inuyasha sintió un aliento cálido en su oído.
-¿Ya te vas?
El dulce y suave tono de esa voz hizo que volteara enseguida mientras sentía que el corazón comenzaba a latir violentamente. Y allí estaba ella, tras él, con el hermoso y ajustado vestido chino y su oscuro cabello tomado dejando caer suaves rizos sobre sus hombros, sonriendo ampliamente. Inuyasha la miraba atónito, jamás la había visto más bella y exquisita.
-Su abrigo señor... - Dijo el chico tras su espalda.
-Creo que... aún no lo necesitaré... - Dijo sonriendo sin dejar de mirar a Kagome.
Continuará...
