Capítulo 17:
Qué irónica es la vida. Se sufre y se ama, todo de una vez. Pero es cruel que cuando al fin se ha encontrado la felicidad que por tanto tiempo se ha estado buscando, esta se te escape de las manos, inevitablemente. Esto debe ser una pesadilla... seguro debe ser una pesadilla...
- Kagome... - Fue todo lo que pudo pronunciar, sin creer que de pronto todo se había convertido en una pesadilla... ¿cómo diablos era posible haber sido feliz y luego caer al infierno en tan poco tiempo? Caminó lentamente hasta la puerta y se quedó allí, aún sin entender bien que era todo lo que estaba pasando... ella se iría a Londres y ya no la volvía a ver hasta que fuese mayor de edad. Tal vez los meses no son nada para las personas, pero son una eternidad para los amantes. ¿Qué podría hacer contra Lady Kagura para evitar que se la llevase?... nada... la muy maldita disponía de su voluntad y poder de tutora para hacer con Kagome lo que se le antojase... ahora la chica debía resistir... debía ser fuerte, ser como últimamente lo estaba demostrando. - "Maldición!"- Sus manos se crisparon de rabia e impotencia... "esto debe ser una pesadilla, seguro debo estar dormido... sé que esto no es real... no es real..." golpeó la puerta con su puño tan fuerte que de sus nudillos brotó un poco de sangre. Era toda la rabia que debía ser descargada de alguna manera, y que quedó plasmada con la pequeña hendidura que le hizo a la dura madera de la puerta.
El día pasó lentamente en la ciudad. Acostado sobre la cama como un bebé aún podía sentir sobre las sábanas de su cama y la cabecera el dulce perfume de ella. El teléfono sonó varias veces pero eso no le importó. A lo lejos escuchaba como una y otra vez la máquina de contestar se activaba para dejarse escuchar la inconfundible voz de su asistente.
- Inuyasha. Sólo llamaba para saber cómo estabas. Llámame por favor.
- Amigo... ¿sabes? Sango y yo hemos organizado una pequeña comida en un restaurant... para celebrar el inicio del año ¿porqué no nos acompañas?
- Inuyasha, habla Sango. No es bueno que estes sólo tanto tiempo, por favor, ven a vernos, estamos en el restaurant "Shinjitsu".
Sus ojos adoloridos se fijaron en una pequeña cajita cuadrada de color negro con un lazo blanco que yacía sobre el velador, junto a la cama. Se incorporó lentamente mientras tomaba el pequeño objeto.
Flasback
- Es para ti, es tu obsequio de Navidad. Eres abogado... espero que cada firma que plasmes con ella te de suerte.-
- ... tu regalo...
- Ya me lo has dado... - dijo ella complacida- el solo verte esta noche me basta.
- Pero sí te compré un regalo... es sólo que no lo he traído... creí... que no vendrías...
- Me lo darás...
- ¿Cuándo te veré?
- No lo sé... las cosas se han complicado mucho en casa... ella quiere que me case con Naraku...
- Tu regalo... - Dijo en un murmullo, mientras se levantaba súbitamente. - Lo siento Kagome... debo verte antes que te vayas... lo necesito... no puedo quedarme así... aunque no quieras decirme adiós.
Se vistió rápidamente y se llevó la pequeña caja en el bolsillo de la chaqueta. Condujo en el auto rojo del que disponía cuando no necesitaba de chofer y a toda velocidad por las calles vacías de Tokio se dirigió al lejano barrio residencial de Kagome. Bajó del auto dando un portazo y con el corazón desbocado intentó abrir la reja de hierro forjado, pero fue en vano.
- Demonios! Nadie me impedirá ver a Kagome... aún sea pasando por el cadáver de esa bruja!. - Movió desesperado la reja esperando que esta se abriera pero sólo emitió fuertes y estruendosos chirridos - Kagome!- Gritó a todo pulmón, esperando a que por último la chica apareciera por alguna ventana de la mansión.- Kagome!
El frio atardecer se dejó caer sobre la ciudad y en pocos momentos comenzó a nevar levemente. Pero eso no fue impedimento para Inuyasha, estaba dispuesto a ver a Kagome antes que se fuera, para entregar su regalo, no dejaría que se marchara así, por mucho que ella no quisiera una despedida, no la dejaría ir así, sin más.
- Kagome!- Gritó, y algunos perros de los vecinos comenzaron a ladrar. Era tal el escándalo que finalmente se formó una sonrisa en sus labios cuando vio la puerta de la mansión abrirse lentamente. Era una muchacha del servicio que caminó rápidamente hacia él. - Escúcheme, necesito ver a Kagome, sólo debo entregarle algo... por favor, por favor... - Rogó el muchacho mirando a la joven con ansiedad. La mujer movió la cabeza negativamente.
- Lo siento... - Comenzó a decir y eso exasperó al joven que la agarró del delantal y la miró enojado
- Escúcheme... va a ir a buscarla o le juro que...
La mujer lo miró aterrada.
- No, no puede... ella ya se fue... - Respondió con voz temblorosa.
Inuyasha abrió los ojos con sorpresa tratando de analizar las temerosas palabras de la joven.
- Ella ya se fue... hace bastantes horas... el vuelo salía a las 3 de la tarde... por favor...
Miró incrédulo a la mujer que tenía los ojos llorosos y la soltó lentamente. La joven lo miró expectante.
- Pero... dijo que se iría mañana... - Murmuró él apenas, mirando suplicante a la empleada.
- No... no, el vuelo salía a las 3 de la tarde.-
Inuyasha se quedó sin poder reaccionar. La mujer lo dejó rápidamente murmurando: "Desquiciado".
Afirmó la espalda contra la reja y allí sacó nuevamente la pequeña caja de su bolsillo. Desató el lazo blanco y abrió la tapa, viendo en su interior, descansando sobre una especie de esponjado negro, una fina pulsera de oro que llevaba una fina y pequeña placa con la grabación: "Kagome".
&&&&&&&&
- No quiero despedirme de ti... no lo soportaría... perdóname- Dijo en un murmullo, mientras las lágrimas caían sobre sus mejillas. Afortunadamente viajar en primera clase le permitía disponer de un asiento individual y estaba lo bastante alejada de su detestable madrastra como para soportar sus comentarios o reprimendas. Con esto que estaba haciendo, jamás se lo perdonaría. Se secó las lágrimas tratando de recuperarse del terrible dolor que le provocaba el separarse injustamente de la persona que más amaba en el mundo, mientras de reojo miraba a su madrastra leyendo una revista despreocupadamente. Kagome hizo una mueca de rabia. No dispondría de ella como debía estar pensando. Faltaban sólo dos meses para ser mayor de edad y el mismo día que lo hiciese se liberaría de ella. Como sea. Ya no dejaría que la estuviera manipulando a su voluntad, sus mismas funestas y desgraciadas acciones le habían hecho cambiar de carácter. Ahora sólo debía soportar un poco más... un poco más y volvería al lado de Inuyasha.
Recostó la cabeza sobre el cómodo asiento y cerró los ojos llevando las manos al estómago. Era inevitable recordar aquellas imágenes de su apasionada noche con el abogado. Había sido suya y ya nada importaba, lo amaba tanto, llegaba a ser increíble como todo había comenzado. Sonrió cuando recordó como se disgustó ante el primer beso que él le robó, después de su cita a comer.
- Inuyasha... - Fue todo lo que murmuraron sus labios mientras suspiraba pesadamente y se quedó profundamente dormida.
Londres. La última vez que estuvo en la ciudad había sido hacía ya demasiados años... y cómo no recordarlo, si fue precisamente en esa ciudad donde por primera vez conoció a Inuyasha, en su cumpleaños. El padre de Kagome disponía de una casa enorme en la ciudad y a menudo, en su infancia, solían pasar algunas temporadas en ella. A esa misma casa llegaron, después de tanto tiempo y todo parecía igual. Recorrió cada habitación trayendo a su memoria algunos recuerdos felices ya olvidados junto a su padre. Luego corrió a su amplia habitación, lujosamente decorada, nada parecida a su habitación de la casa de Tokio. Era un cuarto de princesa, así se lo había mandado a decorar su padre. Cerró la puerta con llave para permitirse estar sola. No hablaría con esa mujer a menos que fuera lo indispensable. No, nunca le perdonaría el haberla alejado así de su país de origen. Se recostó sobre la mullida cama y pensó en lo que vendría... ¿qué era lo que sucedería ahora? Lo que viniera, ya no le daba miedo. Y si Lady Kagura creía que ella se casaría con Naraku estaba muy equivocada. Además... ya no era virgen y eso sería un inconveniente para sus estúpidos planes. Podría sobrellevar la carga emocional que le esperaba... aunque eso no la entristecía el sentirse más sola que nunca... porque ya se había acostumbrado a estar acompañada...
&&&&&&&&
Recostado sobre el sillón y con un vaso de licor en su mano, aún no podía creer que estaba sin ella. ¿Qué hacer ahora? Él, que jamas dependió de una mujer, ahora estaba completamente necesitado de Kagome. Días más tarde, las actividades habían comenzado nuevamente y en reemplazo de Lady Kagura, Naraku había tomado su puesto. La reunión del comité y miembros del gobierno se realizó en su mismo edificio de trabajo. De mal humor, veía cada provocativo gesto de aquel despreciable ser que ahora demostraba mucha más fuerza de carácter que su predecesora, haciendo que las cosas llegaran a un completo punto muerto en las conversaciones.
- Si no aceptan las condiciones que proponemos, no hay trato. -Había dicho burlonamente. Todos confiaban en que el joven y destacado abogado Inuyasha saldría con una solución bajo la manga, como siempre. Pero este sólo parecía confundido ante el enemigo. Terminada la angustiosa reunión ya se escuchaban los rumores de triunfo para los empresarios, vanagloriándose que al fin sus leyes serían aceptadas sin que nada pudiese hacer el gobierno, en una especie de boicot como modo de presión.
- Inuyasha... - Escuchó la conocida voz del asistente mientras veía como él ponía una mano en su hombro, dándole apoyo.- Amigo... ¿pero qué sucede? Dijiste que ibas a luchar por los trabajadores y ahora parece ser que el comité ha triunfado.
Inuyasha suspiró mientras entraba al ascensor que lo llevaría de vuelta a su oficina en el piso 25 del mismo edificio, seguido por Miroku.
- Sí, lo sé- Respondió resignado. El asistente lo miró. Qué cambiado estaba, desde la partida de la señorita Kagome, Inuyasha parecía haber perdido completamente el gusto por las cosas.
- Tranquilo amigo... ella volverá... lo sabes- Dijo tratando de subirle el ánimo. Pero Inuyasha parecía perdido en sus pensamientos, el abogado no tomaba en cuenta sus comentarios. Salieron del ascensor en silencio.
- ¿Alguna llamada?- Preguntó el abogado a Sango, que le hizo un movimiento en forma negativa con la cabeza. Inuyasha entró a su oficina dando un portazo.
- Si tan solo pudiera saber de ella, tal vez estaría más tranquilo.- Dijo Miroku mirando a la secretaria.
- Puede ser... - Respondió la chica tristemente. Jamas había visto a su jovial jefe tan triste.
Ambos se quedaron en silencio, como reflexionando internamente acerca de la situación.
- Debemos hacer algo... ¿pudiste conseguir una dirección o un número de teléfono?- Preguntó la muchacha mirando al asistente.
- Querida Sango ¿crees que él no ha tratado de conseguirlo?... pues nadie parece saber donde se fueron... lo único que tenemos es su dirección, porque el padre de la Srta. Higurashi tiene una casa en Londres, según lo que me contó Inuyasha... pero el teléfono ha sido imposible conseguirlo, parece ser que esa bruja tiene muy bien planeado todo... sólo espera que ella lo llame.
- ¿La va a ir a ver a Londres?- Preguntó Sango.
- Mmmm, no lo sé... se hace más complicado, tiene deberes que cumplir aquí también... el gobierno no esta muy satisfecho con su desempeño últimamente... aunque... creo que no le importa... un día de estos dejará botado todo esto.
- ¿Lo crees capaz?- Dijo la chica sorprendida.
- Lo creo capaz de todo.- Respondió Miroku con convicción.
&&&&&&&&
Kikyo entró al departamento del abogado con la llave que tenía guardada hacía bastante tiempo. Aunque Inuyasha jamas le dio una copia, ella había tenido la astucia para sacar a escondidas un par y hacer una copia para ella. Cuando aparecía de improvisto en su departamento el joven nunca solía enojarse... claro, eso era antes que apareciera la otra. Caminó lentamente mirando a su alrededor. Se acercó hacia el ventanal y observó el horizonte, esperando a que él llegara de su jornada de trabajo, a ver si tenía suerte y pasaban una ansiada noche de amor.
&&&&&&&&
Hastiada de la soledad salió al amanecer de la mansión nuevamente para recorrer la ciudad y así aliviar sus penas. Pero no podía dejar de sufrir, el aislamiento le lastimaba enormemente. Caminó lentamente por las frías y brumosas calles de Londres pensando en la única persona que amaba en la vida y que se encontraba a miles de distancia de la suya. Qué estúpido castigo! Sin ni un peso en los bolsillos ni siquiera disponía para hacer una llamada larga distancia. Se apoyó en las barandas de la orilla del río Támesis mientras veía el horizonte. Sus lágrimas cayeron nuevamente sobre su pálido rostro. Los días habían sido demasiado eternos y ya estaba cansada.
- Inuyasha... - Repitió por milésima vez sus labios acongojados.
- ¿Le sucede algo, Señorita?- Preguntó una profunda voz varonil a sus espaldas en acento japonés. La chica se volteó sorpresivamente mirando con ansias el rostro del que hablaba. Sus ojos sólo vieron un par de ojos color miel que hizo que su corazón comenzara a latir violentamente. Restregó los ojos creyendo estar viendo mal por las lágrimas.
- ¿Se siete mal?- Insistió él. Kagome lo miró boquiabierta. El hombre que estaba frente a ella tenía los mismos dorados ojos de Inuyasha, pero era más alto y robusto, de larga cabellera clara y mucho más adulto.
- Se... ¿Sesshoumaru? - Dijo con voz temblorosa, mirando sorprendida al hombre. El joven la miró con confusión.
- ¿Me conoce?- Preguntó él levantando una ceja. Oh, Dios, tenía casi los mismos gestos de Inuyasha.
- Soy la hija de... Ginta Higurashi... - Respondió ella con voz temblorosa.
- Kagome?- Preguntó él con sorpresa. La chica se llevó las manos a los ojos y estalló en llanto. Había colapsado al creer en un principio que el hombre era Inuyasha que ahora todo parecía más triste y se veía más lejana a él. El joven la miró sorprendido unos instantes y luego se sintió incómodo al verla llorar. Y en un acto que no estaba en los parámetros normales de su fría y reservada conducta, acercó dubitativamente una mano a su hombro como apoyo. La chica levantó la vista y luego nuevamente creyó verlo a él, a Inuyasha, que se aferró llorosa y temblorosa a su pecho, llorando con desesperación, por primera vez lloraba con amargura y desesperación, extrañando demasiado a su lejano amor.
Continuará...
