Capítulo 18:
Los rayos de sol comenzaron poco a poco a iluminar la ciudad, haciendo que las tenues sombras desaparecieran por completo. El llanto desconsolado de la chica se fue calmando poco a poco, convirtiéndose luego de unos minutos en leves sollozos. Ella se incorporó alejándose del hombre y sin mirarlo por la vergüenza de su descontrolado acto, volteó hacia el río, mientras secaba sus lágrimas con los dedos. Sesshoumaru a su espalda la miraba confundido. El silencio entre ellos era bastante incómodo.
- Toma.- Dijo él de pronto y Kagome se volteó, viendo una mano extendida que le ofrecía un pañuelo azul. Ella lo tomó con temor y secó su ojos con el. Finalmente suspiró pesadamente, pensando en que parte de su pena había sido de alguna manera descargada. Lo incómodo era que lo había hecho delante de él, de Sesshoumaru.
- Gracias- Respondió, devolviéndole el pañuelo. Se quedaron nuevamente en silencio. Kagome poco a poco comenzó a levantar la vista hasta que sus ojos se encontraron nuevamente con aquella dorada mirada que hacía que su corazón comenzara a latir casi con violencia. Él sonrió apenas, tratando de reconfortarla. - Lo siento.- Dijo ella respondiendo a su sonrisa.
- No es necesario- Respondió él suavemente.
- ¿Qué haces aquí?- Preguntó la chica tratando cambiar el tema.
- Bueno... vivo en Londres aún.
Ella sonrió débilmente.
- Me refiero a... qué haces por aquí a estas horas.
Sesshoumaru frunció el ceño y la miró confundido mientras adoptaba una actitud solemne, típica de él.
- Ah... sólo... dando un paseo... y creo que no fui el único en pensarlo... ¿estas sola?
Kagome lo miró tristemente.
- Sí.
- Supe lo de tu padre... lo lamento.
- Fue hace mucho...
- Pero sé que tienes una madrastra.
- Lady Kagura.- Dijo secamente, mientras una mueca se formaba de sus labios.
El silencio se hizo presente nuevamente entre ellos. Kagome sintió el gélido aire invernal sobre su cara y movió la cabeza como sacudiendo los malos recuerdos que le traía cada vez que nombraba el nombre de su madrastra.
- ¿Quieres caminar? No es bueno que estes por aquí sola.- Sentenció severamente. Kagome asintió apenas.
Caminaron lentamente rodeando la rivera del río.
- ¿Qué haces en Londres?- Preguntó el joven de pronto. Kagome se detuvo. Sus pensamientos habían volado nuevamente hacia Inuyasha, que se encontraba tan lejos de ella.
- Mi madrastra... - Lo miró de pronto sorprendida y él detuvo su paso mirándola con curiosidad.-... tú... tú puedes ayudarme... - Dijo ansiosa.-... necesito un teléfono, por favor, necesito llamar a Japón.- Acotó suplicante. Sesshoumaru la miró frunciendo el ceño, pero no dijo nada.
- Aquí es donde vivo- Dijo él, permitiendo a la joven entrar a la lujosa mansión. La chica se adentró en ella y quedó sorprendida ante la riqueza y decoración de la vivienda. Sin lugar a dudas Sesshoumaru vivía la vida como un verdadero aristócrata. De pronto Kagome sintió una mano sobre su espalda y así la condujo el hombre hacia el estudio. - Puedes llamar desde aquí. Estaré afuera.- Dijo y cerró la puerta dejándola sola. Con los dedos temblorosos marcó ansiosa los números que la comunicarían con el otro lado del mundo y con el corazón desbocado esperó lo que le pareció una eternidad los tonos que daba del teléfono.
Al final de todo, sintió que el auricular era levantado y una amplia sonrisa se dibujó en sus labios, para durar menos de un segundo al escuchar no la profunda voz de Inuyasha, sino la de una mujer.
- ¿Sí? ¿Diga?
Kagome sintió que se destrozaba el corazón. Choqueada y tratando después de unos segundos de recobrar la compostura, autoconvenciéndose que todo tenía una explicación convincente, habló lo mejor que pudo, tratando que la voz no temblara.
- Necesito... hablar con Inuyasha.
Al otro lado del teléfono, Kikyo hizo una mueca de desagrado, pero de pronto una idea se posó en su cabeza.
- ¿Inuyasha? Él esta dormido- Respondió con una sonrisa.
La muchacha dejó de respirar, sintiendo que el mundo se derrumbaba. Respiró de nuevo hondamente tratando de que la voz no volviera a temblar.
- Necesito... necesito hablar con él.- Insistió.
Kikyo volvió a hacer una mueca de desprecio sabiendo perfectamente quien era la persona que le hablaba. "Maldita muchacha ¿no te das por vencida?"
- Espera... - Tapó el auricular con la mano pero no lo suficiente para que fuera escuchada que hablaba con alguien a su lado.
- Inuyasha... una mujer quiere hablar contigo... ¿no?
Kagome sintió que las piernas comenzaban a temblar y que apenas podía sostenerse de pie.
- Lo siento.
- Pero... necesito... - Apenas alcanzó a protestar porque fue interrumpida por la fría voz de la mujer.
- Escucha, Inuyasha esta muy cansado, lo siento.- Y cortó al tiempo que reía como una niña traviesa.- Tonta!.
Kagome se quedó con el auricular junto a su oído, sin reaccionar ante lo sucedido. "Entonces... Inuyasha... ¿ya te olvidaste de mí?"- Murmuró apenas, sin poder creer lo que estaba sucediendo. Las lágrimas cayeron copiosamente sobre sus mejillas. Se sentó pesadamente en la pequeña silla que estaba junto a la mesa del teléfono.
- No... no puede ser... - Dijo tratando de autoconvencerse. Pero... todo... todo encajaba ahora... esa mujer...era Kikyo!
- "Hemos terminado una y otra vez y al final él siempre vuelve a mí".
Se llevó las manos a los ojos y lloró desconsoladamente, como una pequeña niña, como había llorado en los brazos de Sesshoumaru. No, nada podía ser cierto, ¿porqué el destino le estaba jugando esta mala pasada? todo lo que había vivido con Inuyasha... ¿fue una mentira? ¿Fue una amante más en su vida?
De pronto escuchó unos pequeños golpes en la puerta. Lo había olvidado. Estaba en una casa extraña. Se irguió apenas tratando de recuperar la compostura. Secó rápidamente sus lágrimas y pensó en lo horrorosa que debía tener la cara con tanto llanto.
- ¿Te encuentras bien?
Kagome respiró profundamente. No quería que la vieran así. Abrió la puerta con la mano temblorosa y fingió una sonrisa.
- Sí... sí... gracias.
El hombre la miró seriamente sin creer en sus palabras. Era obvio que no lo estaba, su rostro y sus ojos hinchados lo decían todo. Ella salió del estudio con la vista baja, derrotada, y Sesshoumaru la miró preocupado.
- ¿Quieres que te vaya a dejar? No... no te ves muy bien.
Kagome lo miró sin expresión.
- No... estoy bien... pero quiero estar sola... gracias por todo.
Y salió de aquella mansión recorriendo sin rumbo las frías calles de un país que le era ajeno.
&&&&&&&&
Inuyasha entró a su departamento sin ánimos y al encender la luz lo primero que vio fue a una mujer sentada en el sillón, fumando un cigarrillo.
- ¿Kikyo?- Dijo casi como un gruñido, mientras dejaba el maletín sobre la mesita que se encontraba junto a la puerta.- ¿Pero qué diablos haces aquí?
Lo único que faltaba, encontrar a aquella mujer en su departamento era lo último que esperaba de un horrible día. Kikyo se levantó tranquilamente con una sonrisa, aquella sonrisa que no podía evitar al recordar la mentira que había planeado.
- Ah... te extraño... como siempre.- Respondió acercándose a él mientras se colgaba de su cuello. Inuyasha sacó rápidamente sus brazos y la miró enojado.
- Déjame solo.
- Tú de verdad no quieres entender.- Dijo ella con una voz demasiado cómplice que hizo que el joven volteara y la mirara más exasperado aún.
- Déjate de juegos... estas acostumbrada a hablarme a medias palabras últimamente... ¿qué demonios pretendes!
La mujer se paró delante de él cruzando los brazos y mirándolo seriamente.
- Esta bien... pero debes acompañarme a casa... ahí lo sabrás.
- Ah, ya déjame en paz!- Respondió exasperado, mientras se quitaba la chaqueta y aflojaba el nudo de la corbata.
- Acompáñame a casa... hoy te enterarás de porqué estamos más unidos que nunca... y si no te lo dije antes... fue por tu propia protección.
Inuyasha la miró un poco asustado. La actitud de ella era demasiado convincente. Exhaló un suspiro pesado. No era su día en realidad, estaba cansado física y emocionalmente y lo único que quería era dormir. Pero... si quería que ella lo dejara en paz de una vez tendría que ceder, por última vez, a su petición.
&&&&&&&&
Caminó siguiéndole los pasos por un oscuro pasillo de la casa de Kikyo. Hacía demasiado tiempo que no entraba ahí. No sintió nostalgia ni nada. De pronto ella se detuvo y se volteó.
- Sólo quiero decirte Inuyasha... que no te lo dije antes... porque no quiero perjudicar tu carrera... -Y abrió la puerta de la habitación.
Inuyasha miró un poco asombrado la decoración de aquella pequeña alcoba, predominando en color celeste, todo estaba decorado con motivos infantiles y sobre las repisas muchos juguetes. Y junto a la ventana una cuna cubierta con un tul blanco. Kikyo se acercó lentamente hasta la cuna y corrió el tul. Inuyasha, que miraba desde la puerta, estaba confundido.
- Ven... acércate.- Dijo ella con una semi sonrisa.
No supo bien como sus pasos lo llevaron junto a su lado y al mirar dentro de la cuna, vio a un niño pequeño dormido. Inuyasha miró a la mujer sorprendido.
- Sí... es mi hijo... el hijo de ambos.
Inuyasha abrió los ojos sorprendido. Volvió a mirar al niño y luego a Kikyo haciendo una mueca.
- Es mentira... - Respondió secamente.
- ¿Mentira? Akago tiene 1 año. Tú sabes que no es mentira.
El abogado sintió que el mundo se venía encima. La miró sorprendido sin creer lo que estaba pasando... aquel bebé... ¿su hijo?
Continuará...
