Capítulo 19:

- Esto debe ser una broma... una muy mala broma.- Dijo Inuyasha caminando rápidamente hacia afuera de la habitación, seguido por Kikyo. Con los puños apretados salió de aquella casa que de un momento a otro parecía que le asfixiaba. La mujer lo alcanzó junto a la limosina.

- No creí que reaccionarías así- Dijo herida. El abogado la miró sin expresión.- ¿Dudas de mi palabra acaso?

- Y qué esperabas, si me has mentido todo este tiempo!- Respondió el joven gritando de ira.

Kikyo jamas lo había visto tan enojado en su vida y debió admitir que por unos segundos le asustó. Trató de tranquilizarse poco a poco y lucir lo más herida posible.

- Lo siento... sólo lo hice... para protegerte.

Inuyasha la miró sin creer en sus palabras, hacía ya mucho que había perdido la fe en ella.

- No puedo convencerme de lo que dices... tú eres una persona casada...

- Y bien sabes que nuestro matrimonio es sólo de apariencias.- Respondió ella afirmando la espalda en el auto, luciendo derrotada.

- Lo siento... no puedo creer en lo que me dices.- Dijo Inuyasha y abrió la puerta de la limosina dispuesto a dejar aquel lugar, pero Kikyo sostuvo su mano fuertemente.

- ¿Quieres pruebas? Claro que las tengo. Cuando quieras te las muestro.- Argumentó orgullosa. El chico sintió que el corazón se iba a salir del pecho. Hizo un pequeño ademán para soltarse de su mano y entró a la limosina.

- ¿A casa señor?

El abogado miró al chofer por el espejo con los ojos extrañamente vidriosos.

- A un bar... lejos de aquí.- Respondió secamente.

&&&&&&&&

El chofer tuvo que subirlo hasta su departamento cargándolo por sobre los hombros puesto que el abogado se había excedido bastante en la bebida.

- Señor... es mejor que duerma, mañana debe trabajar- Dijo el pobre hombre dejándolo sobre la cama. Inuyasha lo miró apenas haciendo una mueca.

- Déjame solo, vete, vete.

El hombre suspiró resignado saliendo de inmediato del lugar. Lo mejor era no contrariarlo.

Solo sobre la cama y con la luz de la luna traspasando los ventanales, Inuyasha cerró los ojos sin poder aún olvidar los últimos acontecimientos que agobiaban su alma. Estaba siendo destruido, y de qué manera. Suspiró pesadamente y se metió una mano al bolsillo de la blanca camisa, con dedos torpes sacó un boleto de avión que miró a través de su nublada vista.

- Kagome... - Murmuró en un susurro, sintiendo que cada vez se alejaba más de ella...

&&&&&&&&

Caminaba por entre la bruma sintiendo frío y soledad. De pronto comenzó a escuchar risas, las risas fueron intensificándose poco a poco hasta convertirse en algo molesto e irritante. Kagome miró asustada a su alrededor... ¿qué esta pasando? Corrió buscando una salida, pero la bruma cubría todo no permitiéndole ver absolutamente nada.

- Kagome...

Aquella voz profunda, sí, la conocía, era de él, de su amado Inuyasha. Volteó presurosa con una sonrisa, pero esta se desvaneció al verlo junto a Kikyo, que lo abrazaba del cuello.

- Te lo dije... él nunca me dejará... aceptaste ser su amante, ahora no llores.- Dijo la mujer sonriente, mientras le robaba un apasionado beso al abogado que se dejaba hacer.

Kagome despertó incorporándose súbitamente sobre su cama, con el corazón palpitando a mil, un poco sudada y con el mal recuerdo de aquella pesadilla. Todo estaba en penumbras. Sola en aquella lujosa habitación, nada la reconfortaba. Se llevó lentamente las manos a la boca, como ahogando un grito de dolor. Luego de unos instantes, suspiró hondamente para calmar el dolor y volvió a recostarse poco a poco en la cama. A través del encaje de las cortinas entraba la tenue luz de la luna, haciendo que se crearan formas siniestras en la habitación. Todo parecía una pesadilla, la realidad y los sueños... ¿Dónde escapar si todo era dolor?

- Inuyasha... ¿porqué? ¿Porqué?... quiero verte... necesito verte... - Murmuró sollozando.

&&&&&&&&

- Inuyasha, amigo... ¿qué sucede? ayer cuando te ibas lucías feliz y ahora otra vez te ves derrotado... ¿qué esta pasando contigo?

Inuyasha permanecía impávido en el asiento sin mirarlo porque la vista la tenía fija en el inmenso cielo gris. Claro que el día anterior estaba feliz. Había decido ir a ver a Kagome dejando todo y luego del trabajo fue a comprar el boleto de avión. Cuando llegó tarde a su departamento fue cuando encontró a Kikyo en el y luego se había desatado la pesadilla.

- Oye... ¿no me lo dirás?- Insistió el asistente. Pero la reacción del muchacho fue nula. Derrotado, salió de la oficina mirando tristemente a Sango.

- ¿Y?- Preguntó la muchacha levantando una ceja, sin duda ansiosa por querer saber lo que le sucedía a su jefe. Exhaló un suspiro derrotada cuando el asistente se encogió de hombros. - No... y ¿ahora? Sabes como es él...- Dijo la muchacha levantándose y acercándose hacia el joven.

- Lo sé... Inuyasha es tan... - Dijo mirando hacia arriba, como buscando las palabras adecuadas en el aire.

- Apasionado.- Respondió la chica. Miroku la miró e hizo un gesto de aseveración.

- Lo sabes Sango... creí que no te habías dado cuenta...

- ¿Lo que sucedió con la señorita Kikyo hace un tiempo?

Miroku la miró sonriendo apenas.

- Creo que sí te habías dado cuenta.

- Soy su secretaria... ¿crees que sólo tú sabes los secretos del jefe?- Respondió la muchacha sonriendo pícaramente mientras le cerraba un ojo. Miroku reaccionó rápidamente tomándola por la cintura y acercándola a su cuerpo.

- Ahhh... nunca dejas de asombrarme - Dijo el joven al tiempo que aprovechaba la cercanía de sus cuerpos para respirar intensamente su aroma. Ella sonrió nerviosamente y se separó a duras penas.

- No te aproveches... estamos en el trabajo.- Dijo, mientras se arreglaba el peinado y se dirigía a su escritorio.

- Ya sé... pero me lo debes.

- Tal vez... - Dijo ella coquetamente, mientras intentaba concentrarse nuevamente en la pantalla del computador y comenzaba a teclear rápidamente.

Miroku sonrió satisfecho, ya sabía lo que vendría. Desde aquel baile de Navidad las cosas habían cambiado drásticamente entre ellos. Estaba casi obsesionado con aquella mujer que siempre estuvo cerca de él y que jamás creyó que alguna vez aceptaría una cita con él, debido a la reputación ganada a pulso junto a Inuyasha. Sií... cuanto lo hacía feliz cada vez que salían del trabajo y apenas se podían contener para llegar al departamento de alguno de los dos.

- El señor Inuyasha... sé que me espera.- Dijo una fría voz femenina sacándolo de sus pensamientos. Alta, esbelta y bien vestida, la señorita Kikyo se dirigía apenas hacia Sango. La secretaria la miró seriamente y se levantó de su asiento, dando una fugaz mirada a su pareja cuando pasó a su lado con la mujer siguiéndole los talones. Golpeó la puerta y entró seguida de ella.

- La señorita Kikyo.- Dijo la muchacha esperando una respuesta de su jefe que se encontraba sentado, de espaldas, mirando hacia el cielo.

- Inuyasha... - Lo llamó la mujer e hizo que en ese momento el joven despertara de sus pensamientos, volteándose apenas y mirándola sin expresión. Sango se asombró de lo pálido que se encontraba y las profundas ojeras negras que se marcaban sin piedad bajo sus dorados ojos.

- Kikyo... - Dijo él en un murmullo. Sango salió inmediatamente de la oficina, confundida.

- Tengo un mal presentimiento. ¿Qué hace ella aquí? ¿Y la señorita Kagome? ¿Acaso ya se olvidó de ella?- Dijo mirando a Miroku enojada, sin lugar a dudas la chica creía que al fin y al cabo, un don Juan sería siempre así y jamás cambiaría. Miroku movió la cabeza.

- No, Sango... la señorita Kikyo esta aquí por otra cosa... no es por lo que tú crees.

La joven secretaria lo miró tratando de creer en sus palabras.

&&&&&&&&

- Vine... porque me pediste pruebas. Aquí esta el acta de nacimiento... los exámenes de sangre... si quieres una prueba de paternidad no me opondré.- Dijo la mujer mientras dejaba sobre la mesa de su escritorio los papeles que lo señalaban como el padre de la criatura.- Nació hace un año... en Kioto... ¿no te acuerdas? Una de nuestras grandes peleas... dejaste de verme varios meses, los suficientes para esconder mi embarazo... - Dijo ella mirándolo seriamente. El chico se llevó las manos a la cabeza como tratando de afirmarla.

- Claro que recuerdo aquella pelea... - Dijo él apenas.

- ¿Entonces... ? - Preguntó mirándolo ansiosa.

- La prueba de paternidad... y luego... lo que quieras.- Dijo derrotado y sin mirarla. Ella sonrió levemente. Al fin, lo tenía en sus manos.

&&&&&&&&&

Los días pasaron lenta y angustiosamente para Inuyasha esperando el resultado de paternidad que había solicitado y pensando en lo que sería de él si resultaba ser el padre de la criatura. Kikyo no se conformaría con una pensión alimenticia, ni dinero, ni nada ¿para qué, si ya era lo suficientemente rica? Lo quería a él.

Caminó hacia su oficina lentamente con el maletín en una mano, al llegar al despacho fue saludado por Sango que lucía ansiosa y que al verlo se levantó enseguida de su asiento.

- Antes que entres, déjame decirte que hay alguien esperándote.- Dijo la muchacha seriamente. Inuyasha la miró frunciendo el ceño. - Es la señorita Kikyo...

Inuyasha abrió los dorados ojos con sorpresa. Sin lugar a dudas Kikyo traía los exámenes de paternidad que había solicitado. Su corazón comenzó a latir rápidamente. Sin dejar que la agonía inundara su alma, se separó rápidamente de su secretaria y entró de súbito a su despacho.

La mujer se encontraba de espaldas, sentada frente a su escritorio, cuando escuchó la puerta abrirse. Se giró ansiosa mirando con felicidad a Inuyasha. El joven abogado la miró sin expresión y se dirigió a su cómodo asiento, tras su escritorio, sin saludarla.

- ¿Y?- Preguntó de mala gana. Toda su vida dependía del resultado de aquel documento que ella tenía en sus manos. La mujer sonrió más ampliamente y se lo entregó en sus propias manos. Antes de leerlo, sólo por una fracción de segundos, su mente se fue hacia Kagome... aquella noche con la bomba, la fiesta del club ecuestre, su salida a comer, cómo curó sus heridas, su beso después del temblor, aquella noche de Navidad y luego, sus últimos momentos en aquella noche de amor que le brindó, antes de que se marchara. Si el niño resultaba ser su hijo... toda esperanza de recuperar a Kagome se convertirían nulas... lo sabía, Kikyo lo quería a él, nada más. Suspiró hondamente hasta que sus ojos se focalizaron en el centro de la hoja que con unas pocas palabras le revelaba la verdad. Resultado: Positivo, probabilidades, 99.99

El documento cayó de sus manos y mirando a Kikyo sorprendido, apenas le habló.

- Qué es lo que quieres...

La pregunta estaba formulada, ahora sabría que era lo que ella deseaba.

&&&&&&&&&

- Kagome, querida...- Dijo la mujer justo en el instante en que ella salía de la casa. La chica volteó exasperada.

- ¿Qué quiere?

- No te olvides que esta noche iremos a la fiesta del embajador.

Kagome la miró apenas y luego salió de la casa. Caminó como siempre, sin rumbo, con el solo propósito de apartarse de la víbora de su madrastra y su mala influencia. Ya llevaba más de un mes en Londres y el tiempo se le había hecho eterno. A menudo en sus caminatas matutinas, antes de que saliera el sol, se encontraba siempre en el mismo lugar que lo vio la primera vez, en la rivera del río, a Sesshoumaru, que acompañaba su paseo casi sin decir nada. Poco a poco la confianza se fue haciendo entre ellos. El joven le habló de su negocio, una tienda internacional de gran prestigio en el país y Europa y que pensaba en un futuro muy cercano abrir nuevas sucursales en su país de origen. Kagome escuchó con interés detalles de su vida. Desde pequeño, al igual que Inuyasha, había vivido en Londres, con la diferencia que él vivía aún en el país. No se llevaban bien, sin embargo su relación se quebró abruptamente hacía poco tiempo en un viaje que Sesshoumaru había realizado a Japón. Vivía solo en aquella lujosa mansión, sin embargo tenía una asistente que siempre le llamaba al teléfono móvil y que a menudo interrumpía sus conversaciones. Su nombre era Rin.

Pero a Sesshoumaru lo veía en las mañanas. Las tardes eran sólo ella y su soledad. Mil veces deseó volver a llamar a Inuyasha pero el miedo a verse enfrentada nuevamente a la humillación que aquella mujer la exponía, se acobardaba. Su desanimo fue decayendo poco a poco. No quería creer que había sido utilizada por el joven abogado, no podía concebir que hubiese sido sólo parte de una agenda de colección de amantes. Había creído en cada una de sus palabras... pero..."no creas que eres especial para él", había dicho Kikyo. Cada día que pasaba las palabras de aquella mujer le confirmaban sus aseveraciones. Y aún así, aún en contra de todo aquello, no podía dejar de amarlo casi con locura. Lo extrañaba demasiado, era desesperante. Cada noche era una tortura, los recuerdos de su corta relación se agolpaban en su mente incansablemente, haciendo que su corazón y alma se destrozaran una y otra vez. Inuyasha...

&&&&&&&&

Kagome miró a su alrededor, por donde mirara sólo había gente extraña para ella. Caminó entre la multitud con una fina copa de champan entre sus manos hasta el balcón. El invierno ya estaba casi desapareciendo, aunque aún se sentía el hielo invernal. Faltaba tan poco para la primavera, el día que llegara sería su cumpleaños. Su ansiado cumpleaños. Lady Kagura no había hecho ningún comentario al respecto, pero veía con cierto temor como la muchacha se revelaba día a día ante ella. Kagome miró a través de la oscuridad a una gran limosina que se estacionó frente a la puerta de entrada. Con cara de repugnancia vio que el hombre que salía de ella era nada más y nada menos que el detestable Naraku, que bajaba sonriente arreglándose la chaqueta del esmoquin. La muchacha sintió que su corazón comenzaba latir con violencia. ¿Qué estaba haciendo ese sujeto aquí?

- Kagome- Dijo una voz conocida a sus espaldas y la chica volteó rápidamente. Frente a ella estaba Sesshoumaru vestido elegantemente con un esmoquin negro. Sus ojos se fundieron en su figura nuevamente, al ver a Inuyasha en aquella cena de Navidad. Pestañeó confundida mientras le brindaba una sonrisa aliviada.

- Qué bueno que estas aquí... - Dijo. El joven se acercó a ella también mirando hacia afuera, afirmándose en el barandal del balcón.

- Es inevitable... estas fiestas son de lo más aburridas- Respondió sin mirarla.

Kagome sonrió divertida. Ya lo sabía, él nunca se divertía, ni siquiera lo veía sonreír. Sesshoumaru era tan serio y parco, pero su aire de misterio le brindaba un cierto encanto entre las mujeres. Así como a ella, que siendo una niña, se maravilló de su personalidad. Nunca lo olvidaría.

Lloraba escondida debajo de una mesa mientras veía con horror como un chico de 13 años, de largo cabello negro, la buscaba incansablemente con un encendedor en sus manos.

- Te encontré!- Dijo el chico de pronto levantando el mantel. Ella lo miró horrorizada mientras intentaba escapar. El chico la alcanzó junto a la puerta y riendo traviesamente encendió el encendedor y lo acercó a una de sus largas trenzas, la cual comenzó a quemarse en las puntas. Ella gritó con todas sus fuerzas, asustada, tratando de salirse del rincón en que el niño la tenía cercada.

- Inuyasha!- Protestó una voz profunda, momento en cual el chico se volteó asustado, mirando al imponente joven que llevaba un libro en su mano. Ella corrió desesperada hasta su lado, sujetándose de su pantalón y mirándolo suplicante, mientras el joven Sesshoumaru se agachaba y apretaba con su mano el pequeño mechón encendido. Agradecida le sonrió feliz. Para ella, él se convertía en su héroe. El joven la miró sin decir nada y luego se levantó y miró enojado a Inuyasha. - Eres un mocoso insensato. ¿No te da vergüenza molestar a una pequeña niña? ¿no le dijiste a tu padre que ya eras un hombre como para tener un cumpleaños de niños? entonces, compórtate como tal!

Inuyasha lo miró he hizo una mueca. Sonrió luego sin decir nada y salió corriendo de la habitación.

- Caprichoso niño mimado. -Murmuró Sesshoumaru entre dientes.

- Kagome, querida... - Kagome despertó de sus recuerdos y miró a la persona que le hablaba. Sesshoumaru volteó también a mirar.- Mi querida niña, ¿cómo estas?- Saludó el hombre tomando una pálida mano de ella y se la llevó a los labios. Kagome lo miró seriamente sintiendo que el estómago se revolvía de asco.

- Usted por aquí... - Dijo la muchacha fríamente.

El hombre sonrió desentendiéndose de la cara que Kagome le brindaba.

- Ah! He escuchado mucho de usted, señor Sesshoumaru.- Dijo extendiéndole la mano. El joven extendió la suya también y lo saludó apenas. - Soy Naraku... ¿me permite hablar con la señorita?- Preguntó y Sesshoumaru frunció el ceño, mirando a Kagome.

- No tengo nada que hablar con usted- Respondió la muchacha secamente, al tiempo que se disponía a dejar el lugar.

- Es acerca de Inuyasha- Dijo el hombre elevando un poco el tono de su voz. Kagome se detuvo de pronto y lo miró expectante.

- ¿Inuyasha?- Repitió apenas, sintiendo que el corazón saldría por la boca. Sesshoumaru miró intrigado a Naraku y luego a Kagome...

- Tengo noticias a cerca de él.- Dijo el hombre con una semi sonrisa. La chica tragó saliva dolorosamente. Naraku caminó hacia ella y la tomó de un brazo, llevándosela luego a una sala cercana.

- Dígame que es lo que tiene que decir... - Preguntó ella, sintiendo que sus piernas temblaban y sin dejar de sentir un mal presentimiento.

- Mi pequeña niña... - Comenzó el hombre acercándose a ella y acariciando su rostro. Kagome reaccionó rápidamente y se alejó unos pasos.- No sé por qué te comportas así conmigo... - Acotó el hombre herido.

- Dígame que sucede con Inuyasha- Dijo la chica encarando al hombre. Naraku la miró fijamente, para disfrutar la reacción que tendría la muchacha cuando le diera la noticia.

- Las cosas han cambiado mucho desde que estas aquí... y más aún para ese abogado.

- ¿Le sucedió algo?- Preguntó temerosa.

- Claro! Es padre de un hermoso niño!

Kagome lo miró atónita sin creer lo que había escuchado.

- Lo siento... parece que lo tenía bien escondido... bueno, debía hacerlo, ya que el hijo es con esa amante suya... Kikyo, creo que se llama.

La chica dejó de respirar unos instantes, mientras sentía que todo a su alrededor daba vueltas.

- No... no lo creo... - Murmuró. El hombre quiso abrazarla, pero ella salió corriendo de allí, aguantando el dolor de sentir nuevamente y de manera mucho más dolorosa, su corazón.

- Kagome...

Sesshoumaru la había detenido tomándole un brazo.

- Suéltame- Protestó ella con voz temblorosa.

- Mañana viajo a Japón- Dijo él serio. Kagome lo miró expectante.

- Entonces... entonces... comprueba si Inuyasha tiene un hijo... por favor... te lo suplico.- Dijo ella gritando.

Continuará...