Capítulo 21:
Las semanas pasaron lentamente para Inuyasha. Derrotado, había al fin renunciado a su trabajo en el gobierno, declarándose incompetente para seguir en el puesto y que arriesgaba en gran parte el futuro de los trabajadores. Sin embargo, día a día Kikyo iba a visitarlo al departamento para pedir que pronto se fuera con ella. Tampoco había visto mucho al niño, a Akago. El bebé resultaba en verdad ser demasiado pasivo, que cada vez que iba a verlo dormía plácidamente. Cada vez que lo miraba dormir en su cuna se preguntaba si era normal que no sintiera nada por la criatura, ni un lazo de afecto, ni pena, ni amor, ni nada. Era como si no existiera. Miraba de reojo a Kikyo que lo observaba feliz desde el umbral de la puerta. No. Jamás sería feliz al lado de esa mujer, jamas podría demostrar afecto ni para ella ni al niño, ni una palabra de amor saldría de sus labios. ¿Acaso ella se conformaría con eso? ¿Con retenerlo sin importarle sus sentimientos? Tal vez sí. Ella sería capaz de todo.
Entristecido, se lo pasaba encerrado en su departamento. Miroku venía de vez en cuando, él también había renunciado y ahora se encontraba de asistente de un amigo de ellos que trabajaba en el ministerio también, aunque no era abogado, un joven llamado Akitoki. El asistente le había contado que el nuevo abogado del gobierno, su reemplazante, se llamaba Bankotsu y que según los comentarios de Sango, parecía esconder algo. La chica no renunció a su trabajo, más porque no tenía otra oferta laboral y otra porque Miroku le pidió que se quedara en su puesto, ya que para él, todo esto parecía algo sumamente arreglado. Ella debía quedarse ahí para investigar también. Miroku a pesar de trabajar tranquilamente para su nuevo y bondadoso jefe, pidió al hombre que les averiguó el secreto de Kikyo en Hong Kong, que la siguiera investigando, que vigilara sus pasos, que revisara sus antecedentes por si había algo que se les escapaba. Pidió los documentos que acreditaban la paternidad de Inuyasha y además los de nacimiento de la criatura pero al parecer Inuyasha ni se acordaba de ellos, al parecer los retenía Kikyo. Miroku solicitó que se los pidiera y se los entregara, deberían ser investigados por un experto para averiguar si aquellos papeles eran en verdad legítimos. El asistente miraba con inevitable pena a Inuyasha, al parecer ni siquiera había tenido la preocupación para cerciorarse de lo primordial para saber si era en verdad el padre de la criatura. Tanto había sido su shock de solo imaginarlo... pero ella había actuado con demasiado astucia, le había dado la noticia justo en el mejor momento, cuando el abogado se encontraba totalmente indefenso y vulnerable por la perdida de la señorita Kagome, para que así él no se tomara las molestias de averiguar. Inuyasha era tan apasionado con sus sentimientos que eso había perjudicado todo al final.
- ¿Vas a buscar los documentos que te pedí?- Preguntó Miroku.
- Sí... sí, claro... debo hacerlo.- Respondió Inuyasha apenas.
- ¿Sucede algo?- Preguntó el asistente, preocupado. Esta vez Inuyasha se encontraba más ausente de lo que últimamente estaba.
- Hoy es 21 de marzo.- Respondió él nostálgicamente.
- ¿Y eso?
- Que hoy es el cumpleaños de Kagome.
Kagome. Siempre ella. Ya había pasado demasiado tiempo desde la última vez que la vio. Claro que comprendía la doble importancia de este día. El cumpleaños de Kagome y además, sería mayor de edad.
- Ah, vaya, a partir de ahora ella ya es mayor de edad. Me pregunto si se alejará definitivamente de su malvada madrastra.- Dijo Miroku pensativamente.
- Eso espero.- Dijo Inuyasha seriamente. También le preocupaba la seguridad de ella.
Miroku caminó lentamente por la sala de estar hasta que sus ojos se encontraron con un elegante sobre color crema y con el sello del gobierno Japonés.
- ¿Y esto?- Preguntó mirando a Inuyasha.
- Ah... es una invitación para la próxima semana... no sé muy bien de que se trata, será en el palacio Keiko.
- Vaya, pero si es un concierto de primavera... deberías ir... te servirá para que te distraigas un poco.
- Sí... tal vez...
- Pero Inuyasha... necesito los documentos, escúchame amigo... de ello depende tu vida.
Inuyasha lo miró como recién entendiendo el significado de aquellas palabras. Arrugó el ceño confundido. Pero era cierto, de ello dependía su vida.
- Lo haré, no te preocupes.- Respondió firmemente, como si de pronto entendiera la gravedad del problema.
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Inuyasha se miró al espejo y vio las profundas sombras negras que se colaban bajo sus dorados ojos. Era un desastre. Arregló la solapa de su esmoquin negro y se miró por ultima vez en el espejo. Al menos el traje le daba un aspecto decente a su persona. Sonrió a medias. Escuchó tocar a la puerta y caminó de inmediato a abrirla.
- ¿Vas a algún lado?- Preguntó Kikyo mirándolo con sorpresa. Inuyasha la dejó en el umbral y caminó hacia el centro de la sala tomando sus documentos y llevándoselos al bolsillo. Sus ojos miraron un fino bolígrafo sobre la mesita con la inscripción "te amo". Su corazón nuevamente había comenzado a latir rápidamente.
- Oh, Kagome... - Dijo en un murmullo.
Kikyo se acercó a él de mal humor, mientras el joven tomaba rápidamente el bolígrafo y lo guardaba en el bolsillo de su camisa.
- Sí... he sido invitado a un concierto... nada importante.- Respondió sin mirarla.
- ¿Y porqué no me dijiste? Quiero ir contigo.
- La invitación es sólo para mí... además... entiende... no pueden vernos juntos.
Aquello no le gustó para nada a la mujer, hizo una mueca de desagrado y lo miró enfurecida.
- Nunca te preocupas por mí o por Akago!
Inuyasha la miró apenas. Odiaba aquellas arregladas escenas que le provocaba cada vez que la ignoraba, y que solía ser frecuentemente.
- Esto es todo lo que puedo ofrecerte. Quieres mi compañía... la tendrás... pero no me pidas más, porque no te lo daré, no puedo.
Kikyo sintió que iba a llorar. Sí, la despreciaba, era más que obvio. ¿En verdad quería esta vida? ¿En verdad se conformaría con su compañía?
- Eres cruel.- Dijo con lágrimas en los ojos. Inuyasha caminó hacia la puerta dispuesto a marcharse.- Ya no hay más plazo. Nos vamos en tres días. Ya esta todo arreglado... como nunca te decidiste tuve que tomar esta decisión.
Inuyasha volteó rápidamente furioso.
- Pero qué haz hecho! No te da cuenta que tengo cosas aún por hacer aquí!
- Lo siento. O me acompañas ahora o no hay trato.- Dijo ella aguatándose las lágrimas de rabia. Inuyasha la miró con desprecio. La odiaba, el chantaje que estaba utilizando era de lo peor. Volteó furioso y cerró la puerta. Dios! Al menos estaría unas horas lejos de ella, pero esto no se iba a quedar así, el viaje no se realizaría, él también podría poner sus condiciones... pero... qué clase de vida estaba llevando!
Los vastos y hermosos jardines del palacio Keiko estaban completamente preparados y adornados para una gran ocasión, un exclusivo concierto de primavera de la filarmónica nacional del Japón sólo para la gente más importante del país. Inuyasha llegó en la limosina casi en el instante en que el concierto comenzaba. Se dirigió hacia un costado permaneciendo de pie y saludando a sus antiguos compañeros de trabajo, gente de gobierno y para su extrañeza también había algunos empresarios, los que estaban casi en contra de las leyes que quería instaurar Lady Kagura. Sin mucho animo miró a su alrededor tratando de alejar de su mente los acontecimientos que estaban agobiando su vida. Un garzón pasó con una bandeja llena de estilizadas copas con burbujeante champan que él tomó enseguida y se la llevó a los labios.
- Inuyasha...
El joven abogado miró intrigado a su lado para ver a la persona que lo nombraba, este era Miroku, con traje de etiqueta, que lo miraba extrañamente ansioso.
- ¿Miroku?- Dijo el joven intrigado. Vio que el joven asistente se inclinaba hacia su oído y miraba hacia todos lados.
- Necesitamos hablar urgente...
- Pero... ¿no puede ser más tarde? ¿No me dijiste que esta fiesta me serviría para distraerme?- Dijo Inuyasha un tanto mal humorado. Miroku le hizo una seña para que lo siguiera hasta situarse al final de la multitud, tras la última fila de asientos.
- Nuestro informante ha averiguado algo... algo con respecto a la señorita Kikyo.
Inuyasha levantó una ceja intrigado.
- ¿Y?- Preguntó casi a media voz, pero sin poder evitar el tono de ansiedad también.
- Todo es mentira... ese niño no es tuyo.- Respondió más bajo aún junto a su oído.
- Ahhh ¿y cómo saben eso?- Preguntó casi incrédulo, porque en el fondo de su corazón no quería hacerse falsas expectativas, aunque bien deseaba que todo fuera un engaño.
- Porque la señorita Kikyo no puede tener hijos... ese es el problema que tiene con su esposo, el vice ministro Chino Onigumo Hai.
- ¿Qué!- Preguntó dando un brinco y mirándolo asustadamente.- Pero entonces...
- Todo mentira.- Respondió Miroku incorporándose y mirándolo serio.
- Maldita... - Dijo mientras apretaba los puños de rabia. Qué estúpido se sentía ahora, el haber confiado demasiado en ella, en creer todo lo que a gritos le decía que era imposible ¿porqué? ¿porqué?
- Amigos... este concierto de primavera, queremos dedicárselo a nuestro gran amigo Ginta Higurashi.
Inuyasha sintió que su corazón comenzaba a latir rápidamente en su pecho, haciendo increíblemente desaparecer el estado de ira que estaba dominando su ser. Miró al hombre que hablaba y arrugó el ceño. ¿Dijo Ginta Higurashi?
- Agradecemos su presencia. Hemos de informar que, como ya muchos saben, el presidente del comité de empresarios ha sido reemplazado...
Todos comenzaron a murmurar. ¿Ya no era Lady Kagura? ¡Qué diablos estaba pasando? ¡Acaso era... Naraku? Porque si era él las cosas si empeorarían...
- Señorita Higurashi, por favor...
Inuyasha retuvo el aire al escuchar que llamaban a... ¿Kagome? La chica, que estaba sentada casi en primera fila, subió al estrado lentamente vestida con un ajustado y largo vestido negro de satén. Cuando volteó, sonrió a todos y se acercó al micrófono que el hombre le brindada. Antes de hablar, su mirada recorrió por unos segundos a quienes estaban frente a ella y al final atrás, una atónita mirada dorada que la miraba con insistencia. El corazón de la chica comenzó a latir con violencia. Sonrió tratando de ganar tiempo para tranquilizarse internamente y luego habló.
- Gracias... espero poder seguir con el trabajo de mi padre, es un honor y una alegría para mí ser presidente del comité. Haré lo mejor que pueda, era su deseo.
Todos sonrieron ante la calidez, sinceridad y encanto de la muchacha que aplaudieron estrepitosamente. Ella sonrió agradecida mientras intentaba esquivar la mirada dorada que la estaba incomodando. Bajó los peldaños lentamente e Inuyasha intentó, luego de unos segundos de estupefacción, seguirla, pero estaba demasiado atrás y le costaba abrirse paso entre al multitud. Cuando ella bajaba las escaleras vio que al final de ellas era recibida por... ¿Sesshoumaru! ¿Qué diablos hacía él con ella otra vez? Sintió la cara roja de ira y rabia nuevamente contra su primo, creía que estaba todo aclarado, pero el que le estuviera sujetando la mano a Kagome... eso no lo soportaba. Dejó la copa casi llena de champan sobre la bandeja que un mesero pasaba y se abrió a duras penas para alcanzar a la chica. Ella lo vio de reojo y se escondió entre al multitud. Cuando él llegó al estrado no había rastros de ella.
- ¿Dónde esta la señorita Higurashi?- Preguntó ansioso a las personas que lo rodeaba, pero nadie sabía donde estaba. Recorrió con el corazón a mil los rincones del palacio Keiko y no la encontró. - Ahhh, Kagome... dónde estas... - Se dijo entre dientes y con los puños apretados.
- Oye Inuyasha... ya sé que buscas a la señorita Higurashi... - Dijo Miroku acercándosele y mirándolo apenas.-... pero... ¿qué vas a hacer con Kikyo?
El abogado hizo una mueca y mirando hacia todos lados apenas le habló.
- Luego veo ese asunto... necesito ver a Kagome... - Y se alejó rápidamente de él para comenzar una nueva búsqueda. El concierto terminó y los jardines del palacio comenzaron a desocuparse. Más ansioso aún, corrió hasta la limosina.
- A la casa de la señorita Higurashi... ahora!
El conductor partió a toda velocidad hasta el lugar que ya conocía de memoria. Al llegar ahí vio que todo estaba a oscuras. A su mente se vino las últimas dolorosas imágenes de su visita al lugar, cuando había llegado demasiado tarde para encontrarla. Bajó lentamente del auto preguntándose si la chica volvería a su antigua casa o estaba hospedada en algún hotel.
- Pero si esta con el maldito de Sesshoumaru... - Retuvo el aliento de sólo pensar que ella estuviera con él. ¿Y si tenían algo? No, maldición, Kagome! No ahora era que era libre otra vez... respiró agitadamente mientras intentaba sacar las lúdicas escenas que podrían haber tenido su primo y la chica. Se quedó con la espalda apoyada contra la reja del frío hierro esperando por su posible arribo, pero las horas pasaron y ella no aparecía. Era la 1 de la madrugada cuando vio su reloj nuevamente. Enojado, subió nuevamente a la limosina.
- ¿A casa señor?
- ... no... no aún... vamos a dar una vuelta... - Pensó en los gustos de multimillonario de Sesshoumaru.-Aal hotel Hilton.- Porque si Kagome volvió sin su madrastra, debía haberlo hecho al lado de Sesshoumaru. Sintió la sangre hervir en sus venas de solo imaginarlo... ¿acaso existía algo entre ellos?- ... pero primero pasemos a mi departamento, necesito el otro auto...
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- Pueden subir... voy a saludar a mi amiga... hace mucho tiempo que no la veo.- Dijo Kagome en la recepción del hotel, dirigiéndose hacia Sesshoumaru y su asistente Rin.
- Te estaremos esperando.- Dijo la joven asistente, mientras se colgaba de un brazo del hombre y lo conducía hacia el ascensor a duras penas. Kagome les sonrió a ambos. Caminó hacia una muchacha que la miraba desde afuera del hotel.
- Ayumi.- Dijo Kagome, mientras abrazaba a la chica.
- Te seguí porque fui con mi padre al concierto de primavera y quise saludarte, pero cuando quise hacerlo ya no estabas. - Dijo la muchacha alegremente. Kagome recordó la circunstancia que la había hecho salir abruptamente del concierto y sintió que su piel se erizaba, tratando de olvidar aquella mirada dorada que la quemaba.
- Eee... si... bueno, no importa- Respondió confundida. - Me alegra verte... después de que nos graduamos nunca más te vi.
- Viajamos a China, volvimos hace unos meses pero tú ya no estabas.- Dijo ella sonriendo.
- Ah... si... vengo llegando de Inglaterra... hace sólo unos días que volví.
- Wow! Que bien... ¿y ya estas estudiando?
Kagome sonrió apenas.
- Creo que este año no ingresaré a la universidad... además las clases comenzaron hace bastante tiempo... no, me tomaré un año sabático... debo ponerme al corriente en lo que mi padre me ha heredado.- Respondió seriamente. Ayumi le sonrió complacida.
- Estas muy cambiada.- Dijo ella con sinceridad.
Kagome sonrió no muy satisfecha. Claro que estaba cambiada, las innumerable y difíciles situaciones que habían pasado en los últimos meses la habían hecho madurar irremediablemente.
- Me alegra haberte visto. Espero que nos juntemos un día.- Dijo la chica, despidiéndose con un beso en la mejilla.
- Gracias, te llamaré- Respondió Kagome, viendo a la chica alejarse de ella y entrado a un auto negro que la esperaba desde hacía rato. Kagome la vio alejarse y se quedó parada afuera en la oscuridad, pensando irremediablemente en aquella mirada dorada que aún ahora, después de varias horas, la estremecía por completo.
- Kagome.
Una voz ronca sopló cerca de su oído haciendo que la piel instantáneamente se erizara. Miró sorprendida hacia el receptor de aquella voz que conocía perfectamente, mientras sentía que una mano se aferraba fuertemente de su brazo.
- Inu... yasha... - Fue todo lo que pudo musitar cuando se vio de frente a él, que la miraba con los ojos brillantes de alegría.
El abogado se acercó más a ella que lo miraba apenas, con temor, mientras aspiraba descaradamente el perfume de su cuello. Luego de unos electrizantes y eternos segundos, ella trató de recuperar la compostura e intentó zafarse de su brazo, pero él se lo sujetó más.
- Necesitamos hablar... ha pasado... demasiado tiempo.- Dijo él nuevamente, mientras acercaba su cara a la de ella. Kagome retuvo el aire.
- No... no Inuyasha... no quiero... - Respondió con la voz temblorosa mientras intentaba zafarse nuevamente pero era inútil. Miró aterrorizada hacia todos lados en busca de ayuda, pero estaba sola afuera del hotel, en la madrugada, ¿quien iba a ayudarle?- Déjame... no quiero...
El chico sonrió ampliamente sin creer en sus palabras.
- Dije que vamos a hablar.- Dijo él nuevamente mientras caminaba con ella sujetada hacia el auto. Ella intentó detenerlo, pero apenas podía contra su varonil fuerza.
- No quiero hablar... déjame... ¿vas a obligarme?- Preguntó luego enojada, cuando él la subió al auto y aseguró la puerta, mientras el joven se sentaba frente al volante y luego la miraba con una semi sonrisa.
- Vamos a hablar... lo quieras o no. Tengo mucho que decirte, Kagome.- Dijo él serio al instante que hacía partir el auto.
- Voy a bajarme... - Se quejó ella mientras intentaba en vano abrir la puerta. Inuyasha sujetó de pronto una de sus muñecas fuertemente y la miró seriamente.
- Será mejor que te calmes, me conoces... dije que íbamos a hablar...
Continuará...
