Capítulo 23:
Kagome se incorporó apenas y abrió la boca como tratando de decir algo, pero se perdió en la dulce y profunda mirada de aquel hombre que le demostraba la otra faceta del amor. La del amor que se siente en la piel, en el cuerpo, el deseo de pertenencia, de amor completo, de entrega. Suspiró profundamente como trayendo a sus pulmones del aire que había retenido segundos antes. Perfecto... todo era perfecto. Apoyó la cabeza nuevamente en su pecho aún sin separase de él, con el cabello totalmente alborotado, sintiendo la agitada y luego acompasada respiración de su pareja, escuchando como los latidos del corazón de su amante volvían lentamente a la calma. La mano del joven se fue a la larga cabellera de la joven, arreglándosela para poder ver mejor su rostro. Kagome volvió a levantar la cabeza lentamente y lo miró unos segundos. Tan pálida a la luz de los rayos de la luna que traspasaban las ventanas del dormitorio y aún así notaba el candor de sus mejillas y sus labios casi hinchados de tanto beso.
- No sabes cuanto te extrañé- Dijo ella melancólica, rompiendo aquel silencio.-... creí que moriría...
Inuyasha abrió los ojos de par en par y en el instante que lo hizo Kagome sonrió a medias. Era increíblemente hermoso ver el brillo de aquellos extraños ojos.
- Sentí lo mismo.- Dijo él casi en un suspiro.- Me haces falta, demasiada falta... yo... jamas me había enamorado...
Kagome lo miró casi incrédula, pero sonrió ampliamente ante la sinceridad de sus palabras.
- Creo que somos dos.- Dijo ella, mientras se acercaba a su boca y rozaba casi como una caricia los labios varoniles. Él le tomó la cabeza y la acercó más a su rostro, respondiendo a aquella demostración de afecto tan tierna que casi no podía creerlo. Cerró los ojos respirando su aroma dulce que ahora volvía a inundar la habitación y las sábanas de su cama. Abrió su boca para dar termino a aquella suave caricia y demostrar que él era así, sólo pasión, sólo amor. Kagome suspiró pesadamente entre sus labios, correspondiendo de nuevo al deseo que iba sintiendo en las venas, en la sangre. Sus manos se fueron nuevamente hasta su cuello, acariciándolo suavemente. El joven la volteó suavemente, cambiando de posición esta vez. Ella bajo su pesado y fornido cuerpo, sin dejar de besarse aún. Pero esta vez todo era lentamente, sin prisa, besándose despacio, tocándose suavemente. Inuyasha bajó hasta su cuello, saboreando el exquisito sabor de su piel, mientras escuchaba nuevamente la respiración agitada de la chica.
- Ahhhh- Se quejó él de pronto con voz ronca, mientras hablaba entre sus besos.- te dije... que... ¿me tienes... loco?.
La chica sonrió.
- Creo que... ya lo habías dicho...
Inuyasha levantó la cara y la miró con una sonrisa. Entrelazó sus manos con las pequeñas manos de Kagome y las afirmó contra el colchón de la cama fuertemente, sintiendo de pronto como el corazón de ella comenzaba a latir con violencia y cambiaba su mirada casi infantil por otra totalmente distinta, de deseo. Se adentró en ella nuevamente mientras cerraba los ojos, sin poder evitar que un gemido se escapara de sus labios. Abrió los ojos lentamente, sintiendo que su cuerpo temblaba por completo... Kagome tenía bien abiertos los ojos, la cabeza casi levantada de la cabecera, aguantando la respiración. Otra pequeña embestida y ella se incorporó levemente, gimiendo y cerrando los ojos. Inuyasha soltó sus manos y ella de inmediato se abrazó a su cuello, sintiendo que el ritmo iba poco a poco creciendo, hasta otra vez quedar todo en completa calma. Sudada, con los ojos cerrados y los labios temblando sintió como al fin él se apartaba de ella, colocándose de costado y pasando un musculoso brazo bajo su cuello y la otra mano en su cintura que con un pequeño ademán hizo que su cuerpo quedara pegado al suyo. Un besó cálido en su frente fue lo último que sintió, para luego quedarse dormida.
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Poco a poco sus ojos se fueron abriendo y sintiendo la calidez y musculatura de un cuerpo pegado a su costado. Levantó apenas la cabeza y lo vio. Estaba dormido tan profundamente, pero aún así sus manos se encontraban firmemente aferradas a su cintura. Ella volvió a recostar nuevamente la cabeza y miró el techo. Casi no podía creerlo, hubo un momento, allá en Londres en donde creyó todo perdido y ahora... ahora todo era casi perfecto... la respiración suave y a la vez cálida del muchacho hacía cosquillas en su cuello. Se giró lentamente hacia él, de costado y lo miró por unos segundos. Delineó con sus dedos el contorno de su rostro, como memorizando para sí misma cada detalle de él y guardar este momento por siempre en su memoria. Quien lo creería... aquel perverso y caprichoso muchachito se convertiría en el hombre más fiel y apasionado de su vida... el hombre de su vida...
Kagome se levantó de la cama junto con una sábana a cuestas y buscó entre los cajones algo que pudiera servirle. Encontró un gran números de camisas muy bien planchadas y dobladas y sacó una para colocársela encima. Caminó hasta la cocina y preparó del desayuno, que consistía en café, jugos y tostadas con algo de mermelada... el refrigerador de un hombre soltero era un desastre, apenas tenía algo para comer. Lo puso todo en una bandeja y la llevó nuevamente a la cama. Ahí lo vio dormido aún. Puso la bandeja a los pies de la cama y se sentó tras él. Su fornida y perfecta espalda sólo daban deseos de acariciar interminablemente. Se acercó más a él mientras sus ojos se enfocaban en una fea cicatriz que reconoció enseguida. La marca de la ira de Kikyo. Llevó dos de sus dedos y la acarició lentamente. ¿Acaso Kikyo tenía instintos asesinos como para darle una estocada tan peligrosa? ¿Qué tal si aquella herida se hubiera hecho un poco más abajo, en sus pulmones, tal vez ahora las cosas serían diferentes. Frunció el ceño enojada. Acercó sus labios y besó delicadamente aquella cicatriz, un beso largo y delicado, como queriendo transmitir con aquella pequeña muestra su infinito amor y deseo de protección. Inuyasha abrió lentamente los ojos sintiendo aquellos labios cálidos junto su espalda. Sonrió levemente imaginando de quien podrían ser y se giró, para encontrarla a ella con una sonrisa.
- Buenos Días- Saludó ella sonriendo. El joven se incorporó en la cama y se quedó sentado, apenas cubriendo la parte inferir con una sábana.
- Buenos Días.- Respondió llevando una mano al cuello de ella y atrayéndola a su cara, besando furtivamente sus labios. Ella sonrió ampliamente mientras se separaba a duras penas.
- He traído el desayuno.- Dijo, mientras se levantaba y traía la bandeja que colocaba entre los dos.
Inuyasha se sorprendió ante aquella muestra de atención.
- Vaya... creo que... nunca me habían mimado tanto...
Kagome lo miró con el rabillo del ojo mientras bebía un poco de jugo.
- Mentiroso- Dijo cuando terminó de beberlo.
Entre risas y caricias apenas terminaron de desayunar, Kagome se levantó dando un brinco de la cama y miró con los ojos asustados.
- Pero... Rin debe estar muy preocupada!
- ¿Rin?- Preguntó el abogado mientras la tomaba de la cintura y la sentaba sobre sus piernas.
- Rin... la asistente de Sesshoumaru... deben estar preocupados, ellos no saben que estoy aquí... decirles que estoy bien- Dijo sin hacer caso a los pequeños besos que el chico comenzaba a darle en el cuello.
- Mas que bien diría yo.- Dijo él apenas. Kagome levantó una ceja casi sorprendida mientras se levantaba a duras penas separándose de sus brazos.
- No es broma, debo llamarlos, decirles que estoy bien. No, mejor me voy al hotel.- Dijo hablándose para sí misma mientras miraba a su alrededor y recogía su ropa, luego miró el traje de fiesta e hizo una mueca.- Creo que no es apropiado salir de aquí con esta ropa.
Inuyasha rió estruendosamente mientras se levantaba y se colocaba sus bóxer.
- Mejor llámala y dile que venga a dejarte algo de ropa.
Ella sonrió más tranquilamente mientras se dirigía al teléfono.
- Tienes razón.
- Y después de eso... ¿porqué no nos damos una ducha juntos?- Preguntó el chico con voz más sensual que hizo que ella sonriera nerviosamente, mientras se pasaba un mechón de pelo tras su oreja.
- Eh... mejor que no... si llamo a Rin ella vendrá en seguida.
- Tú te lo pierdes- Dijo él mientras entraba al baño. Kagome sintió que el corazón comenzaba a latir con fuerza dentro de su pecho.
Unos minutos más tarde Inuyasha se vestía casualmente con jeans y una polera mientras secaba su pelo con una toalla. Kagome abrió la puerta para ver a Rin con un pequeño bolso en su mano.
- Siento hacerte venir.- Dijo ella mientras tomaba el bolso.
- No te preocupes... al menos estas bien... Sesshoumaru estaba bastante irritado pero luego le expliqué donde estabas.- Sonrió la chica divertida de la situación.
- Muchas gracias Rin... volveré pronto al hotel.
- Yo que tú me quedaría aquí- Dijo la muchacha con una sonrisa cómplice que Kagome evitó comentar.- Bueno, nos vemos entonces.
Kagome se despidió con un beso en la mejilla y cerró la puerta tras de sí, para quedarse con la mirada dorada del chico que la observaba seriamente.
- ¿Qué?- Preguntó ella intrigada.
- Ella tiene razón. Deberías quedarte aquí.
Kagome caminó con el bolso al dormitorio sin decir nada, seguida por Inuyasha.
- Es en serio... - Dijo él con voz ronca. Kagome sonrió agradecida.
- Bueno... - Comenzó a hablar nerviosamente.-... creo que aún no es el momento.
- Kagome- El chico tomó sus manos entre las suyas y la miró seriamente.- Sé que ansias tu libertad... pero... no puedes volver a un hotel si me tienes a mí.
Ella sonrió apenas.
- ¿Que hay de Kikyo y el bebé? - Preguntó preocupada.
- Iré a verla y haré que me diga la verdad, como sea... pero por favor... no te vayas... al menos espérame.
- Claro.- Respondió levantándose de puntitas y besándolo. El muchacho se abrazó a su cintura y la acercó más a su pecho.
- Volveré lo más pronto posible.
Kagome lo vio cruzar la puerta del departamento haciendo una seña y ella se quedó sola en el. Caminó lentamente por la habitación hasta llegar al ventanal de la sala, de donde admiró el hermoso paisaje que de allí se era visible. Luego fue hasta la habitación y se recostó nuevamente en la cama, aspirando con una sonrisa el aroma de las sábanas que aún tenían impregnadas el olor de Inuyasha. Dormitó un poco, tenía mucho sueño puesto que la noche anterior no había pegado un solo ojo, dadas las circunstancias en que se encontraba. De pronto sintió un dolor intenso en la cabeza y un movimiento brusco la hizo casi caer de la cama. Cuando abrió los ojos vio con horror la pálida cara de Kikyo y sus manos tenían fuertemente agarrados un buen mechón de su cabello.
- Maldita!- Gritó la mujer histérica, mientras la arrastraba a duras penas y Kagome caía al piso, llevándose las manos al cabello.
- Déjame, Déjame Kikyo!- Se quejó ella, pero era imposible, la mujer no tenía pensado terminar pronto con ella.
- Eres una basura!- Dijo y la abofeteó. Kagome gritó apenas sintiendo el ardor en su mejilla.
- Suéltame -. Gritó nuevamente, mientras en un descuido se levantaba del piso e intentaba correr fuera de la alcoba, pero Kikyo era más alta y tenía más cuerpo que ella. La alcanzó a sujetar de un brazo y con un fuerte ademán, Kagome chocó contra el mueble de la ropa pegándose en el costado y cayendo algunas cosas al suelo.
- Me las vas a pagar maldita perra!- Gritó entre lagrimas de despecho, al tiempo que volvía a tomar a la chica, que se encontraba apoyada en la pared tratando de mitigar el dolor de su costado, y lanzándola al suelo.- Te dije que Inuyasha era mío, era mío!- Gritó entre lágrimas y sujetándole ambos brazos para inmovilizarla.
- Estas loca!- Gritó Kagome con rencor.
- Cállate!- Respondió esta al tiempo que con el puño le pegaba en la cara, haciendo que un pequeño chorro de sangre brotara de sus labios.
- Suéltame!- Gritó Kagome mientras intentaba levantarse, pero estaba totalmente inmovilizada por el cuerpo de Kikyo.
- No creas que has ganado maldita... Inuyasha es mío, sólo mío y no haré que una tonta como tú me lo arrebate.
- ¿Porqué no te rindes? El no te ama!- Desafió la muchacha.
- Me ama, claro que me ama... siempre vuelve conmigo... siempre.- Respondió casi histérica, mientras sus ojos se dirigían hacia una espada enfundada que yacía tirada sobre el piso, no muy lejos de ella. Sus ojos se iluminaron por completo y estiró la mano para alcanzarla. Cuando la tuvo entre sus manos, Kagome vio con horror el peligro que corría.
- ¿¿Qué haces! Kikyo!- Gritó desesperada, mientras la mujer desenfundaba la espada casi hipnotizada.
- Ahhhh, pero que hermoso objeto... tan brillante... y tan... filoso.
Kagome intentó moverse nuevamente pero fue en vano.
- Kikyo... no... suéltame... Kikyo por favor... - Sollozó la chica, mientras veía con horror como la mujer levantaba como dándose impulso con la filosa espada.
- No... matarte sería... estúpido... pero... ¿que tal si te dejo una marca? En ese rostro tan inocente... - Dijo casi fuera de sí, hablándose más para sí misma. Kagome gritó desesperada cuando esta tomó impulso para clavarla sobre su cara, cerrando los ojos con fuerza. En ese instante nada pasó, abrió los ojos y vio a Kikyo en la misma pose, sólo que la espada también era sujetada por detrás por las manos de Inuyasha.
- Suéltala Kikyo!- Gritó él, pero la mujer no hacía caso.
- No! Ella sabrá con quien se ha metido! Se lo advertí! - Mientras intentaba darse impulso nuevamente pero Inuyasha, más rápido, se impulsó tan fuerte tomando la espada de la empuñadura y levantándola hacia arriba con todo lo que pudo, para que esta no dañara a Kagome. Las manos de Kikyo resbalaron y la hoja de aquella espada pasó filosa por sus manos y también por parte de su cara. Un grito de horror se escuchó en la habitación, mientras Kagome veía como la cara de Kikyo estaba completamente cortada a un costado y la sangre caía a su cara inevitablemente. Se movió esta vez más fuertemente hasta salir de debajo de ella e ir donde Inuyasha, que la miraba preocupado por la sangre que tenía en los labios.
- Sólo es eso... estoy bien- Dijo secamente, mientras no podía dejar de mirar a Kikyo, que estaba sentada en el suelo, con ambas manos sobre su rostro, presionando la herida. Inuyasha caminó hasta el baño rápidamente y luego volvió con una toalla húmeda.
- Pónte esto- Dijo pasándosela. Ella se encontraba llorando y gimiendo desesperadamente. Al escuchar las palabras de Inuyasha cerca de ella lo miró aún llorando y recibió la toalla poniéndosela en la cara. En ese momento se escucharon unas voces y Kagome junto con Inuyasha voltearon para encontrar a tres personas extrañas en el departamento.
- Kikyo... - Llamó uno de ellos, elegantemente vestido con un traje negro y caminando hacia ella. La mujer calmó de pronto su llanto y lo miró demasiado sorprendida.
- Onigumo... - Pronunció apenas. Inuyasha abrió los ojos con sorpresa, mientras miraba a Kagome que se aferraba más a su pecho.
El hombre se levantó y habló seriamente.
- Se acabó Kikyo... ya es hora de volver a casa.
Hizo una seña a uno de los hombres que parecían guardaespaldas.
- Llévenla a casa... que el doctor le haga una curación rápida.
El hombre levantó a Kikyo con muy poca delicadeza y al pasar junto a Inuyasha la mujer lo miró aterrada y sin pronunciar una palabra.
- Supongo que sabe quien soy.- Dijo el hombre pasando hacia la sala seguido por el joven abogado.
- Lo sé... usted es el esposo de Kikyo.- Respondió el chico seriamente. Kagome comenzó a respirar rápidamente. Las cosas podrían empeorar ahora. Con el labio aún sangrando tomó fuertemente la mano del chico, que la miró y luego con su pañuelo comenzó a limpiar la sangre de su rostro.
- Claro que lo sabe... - Dijo el hombre seriamente mientras tomaba asiento. Inuyasha y Kagome lo miraron luego con seriedad.- Vine a buscar a mi esposa... no crea que fui un tonto... sé perfectamente todos los pasos que dio ella mientras estuvo alejada de mí... tantos años ya.
- Yo no... - Quiso explicar que él no sabía de su estado civil pero el hombre lo interrumpió.
- Sí, también lo sé. Sé que mi querida esposa ingresó a este país con el nombre de Kikyo Kisuna... claro... su nombre de casada es Kikyo Hai. Aquí llevó una vida de lo más descarada. Sé que tuvo un romance con usted hace algunos años, que hace poco se enteró de la verdad. Sé que estuvo haciendo averiguaciones que lo llevaron hasta Hong Kong, en donde se enteró de mí. Es por eso que no lo culpo. Sabe perfectamente que no nos conviene, a ambos, hacer un escándalo de esto.
Inuyasha permaneció callado, mientras Kagome apretaba nerviosamente más su mano.
- Pero la culpa de todo esto... no es de mi tonta esposa... - Dijo el hombre enojado-... sé que ha estado viendo a personas de muy baja calaña... uno de ellos llamado Naraku.
Inuyasha abrió los ojos de sorpresa mientras miraba a Kagome que lo miraba de igual manera. Entonces... ahora todo concordaba.
- Eso es todo lo que tenía que hacer aquí.- Dijo levantándose, pero Inuyasha habló.
- Espere! Como...
- Hace unos años tuvimos problemas con Kikyo... yo quería un hijo... ella no... creí que sería bueno que se tomara un tiempo... pero aún así lejos de mí mandé a personas para que vigilaran sus pasos... conozco todo de usted también... es un buen hombre... a pesar de que también le vieron la cara de idiota.
Inuyasha sonrió a medias. No podía decir nada puesto que dejarse engañar una y otra vez por Kikyo no era mentira.
- Qué... qué pasara con ella.- Preguntó el abogado. El hombre sonrió medias.
- Puede que lo que diga resulte cruel... pero se lo merece. Kikyo volverá conmigo a nuestra casa... aunque sé que detesta mi presencia... se quedará conmigo lo quiera o no... y esa cicatriz que quedará en su rostro... no permitiré que se borre, se quedará así para que todos los días sepa lo afortunada que es al tenerme a mí a su lado.
Kagome suspiró dolorosamente. Aquellas palabras tan fuerte casi destrozan su corazón.
El hombre se acercó hasta él y ofreció su mano.
- Adiós... espero no volvernos a ver... pero todo esto quedará entre nosotros... como un pacto de caballeros.
Inuyasha respondió a su gesto apretando levemente su mano. El hombre se giró y antes de salir del departamento habló por última vez.
- Hay una mujer llamada Kanna que esta hospedada en el hotel central... debería hablar con ella... para que explique lo del bebé...
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- Miroku ya había hablado con ella... precisamente anoche, después de vernos en el concierto. La mujer habló casi sin obligarla. Fue contactada por Naraku y luego por Kikyo para que ella le diera las características del bebé que andaban buscando. Debido a la importancia de este hombre no fue difícil falsificar los documentos que me mostraron.
Kagome bebía un poco de agua mientras se encontraban sentados en una de las mesas del bar del hotel en que se hospedaba.
- Naraku... todo esto es plan de Naraku.- Dijo la muchacha con la vista perdida. Inuyasha acercó una mano y acarició su cabello.- ¿Y el bebé?
- Era un pequeño que sacaron a escondidas de un hogar... ese niño tenía familia...
- Que malvados... - Susurró Kagome disgustada.
- ¿Estas bien?
Ella sonrió levemente.
- Me los has preguntado 10 veces y te vuelvo a repetir lo mismo, estoy bien.- Dijo ella levantándose del asiento y luego dándole un beso.- Debo hacer... algo... nos vemos mañana.
Inuyasha frunció el ceño.
- ¿Adónde vas?
- Voy a dar un paseo a casa... la extraño mucho.
- Pero... ¿vernos mañana?- Le reprochó levantándose del asiento.
Ella sonrió mientras le daba otro beso en los labios.
- Pasaré a tu departamento entonces...
El muchacho sonrió satisfecho mientras la veía alejarse del lugar. Pero los pasos de Kagome no se dirigieron hacia su mansión precisamente, sino a otra mucho más grande y lujosa.
- Deseo verlo... necesito hablar con él.- Dijo la chica nerviosamente al mayordomo.
- Pero él no esta en estos momentos señorita.
- ¿No?- Dijo ella fingiendo sorpresa, sabía perfectamente que Naraku estaba como cada atardecer en el club ecuestre al igual que su madrastra.- Lo esperaré en su despacho entonces... es muy urgente... - Dijo mientras pasaba sin más ante la insistencia del hombre por detenerla.- Escuche... él deseaba hablar conmigo... sólo estoy aquí porque él me lo pidió.- Mintió la chica. El mayordomo suspiró resignado mientras la dejaba entrar al amplio despacho del dueño de casa. Una vez sola en aquella oscura y fría habitación, Kagome miró a su alrededor rápidamente mientras sus ojos se focalizaron en un gran cuadro pintado a mano que reflejaba una escena de batalla del antiguo Japón. Caminó rápidamente hasta el con el corazón casi desbordando su pecho y lo levantó mirando la pared. Y allí estaba, una pequeña caja fuerte. Sonrió nerviosamente mientras descolgaba la pintura y aplicando aquellas mismas técnicas que su propia madrastra le había dado para educarla como delincuente, abrió la caja encontrando dentro de ella una gran cantidad de documentos que miró con rapidez y luego los sacó para guardarlos en su cartera. Dejó todo como estaba y salió rápidamente del lugar.
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- ¿Bankotsu es familiar de Naraku? - Preguntó el chico mientras miraba a Sango.
- Te dije que mi linda novia lo averiguaría- Dijo Miroku sonriendo.
- Lo escuché claramente en una conversación que tuvieron... Bankotsu nunca hacía llamadas utilizando el teléfono de la oficina... siempre su teléfono móvil... lo que me hizo sospechar y cada vez que escuchaba el timbre del teléfono ponía atención a sus palabras. Lo escuché claramente.
- Es cierto.- Dijo Kagome entrando al departamento completamente roja y apoyándose en la pared.
- ¿Kagome?- Inuyasha se acercó a ella.- ¿Te encuentras bien? ¿qué te sucede?
La chica respiró hondamente con los ojos cerrados y luego los abrió para encontrarse con al mirada dorada sobre la suya.
- Bankotsu es un sobrino lejano que Naraku tiene... recuerdo que me lo presentaron hace algunos años en una de esas horribles fiestas del club ecuestre.
- Malditos!- Dijo Inuyasha apretando los puños.
- ¿Todo esto era para que Inuyasha dejara el cargo? - Preguntó Sango asombrada.
- Al tener a Inuyasha fuera del juego, podrían asegurar que sus políticas esclavizantes contra los trabajadores serían de igual manera aceptadas, gracias a Bankotsu... que imagino engañaría al gobierno para que estas fueran aceptadas... - Dijo Miroku mirando a Sango.
- Bastardo!- Dijo Inuyasha mientras golpeaba la pared de rabia con su puño.
- ¿Y ahora? - Preguntó Sango ansiosa. Kagome sonrió satisfecha al tiempo que llevaba una mano a su cartera y sacaba unos documentos.
- Sé perfectamente que Naraku no es un empresario honorable... aquí esta la prueba de ello.
Todos la miraron con sorpresa. Inuyasha que estaba a su lado tomó los documentos en sus manos, los leyó con rapidez y luego sonrió ampliamente.
- Evasión tributaria... lavado de dinero... malversación de caudales públicos... - Todos sonrieron feliz.-... ahhh, Kagome... ¿cómo lo conseguiste?
La chica lo miró seriamente.
- Si te lo digo te vas a enojar.
La sonrisa del abogado desapareció de su rostro y la miró asustado.
- Kagome...
- No te preocupes... ya estoy aquí y no pasó nada.- Respondió mientras le daba una pequeña caricia a su cara y caminaba hacia la cocina. Inuyasha quedó sin habla.
- Vaya... pero... que valiente es... - Dijo Miroku. Inuyasha sonrió apenas.
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Lady Kagura llegó al Aeropuerto Narita bajando de un taxi y con muchas y pesadas maletas a cuestas. Caminó seguida de un ayudante que las acarreaba con dificultad mientras la mujer altiva llegaba hasta la ventanilla de la línea aérea que la llevaría a Estados Unidos. Esperó en una fila por cerca de 10 minutos. Estaba feliz, había vuelto a la mansión y en las maletas llevaba todo lo que ella decía le pertenecía. Joyas de la madre de Kagome que el muy estúpido de Ginta Higurashi había heredado para su hija, documentos bancarios, dinero en efectivo, artículos de antigüedad de incalculable valor... se lo merecía, por haber cuidado de esa estúpida y malagradecida mocosa que se había marchado de Londres sin siquiera avisarle. Pasó el pasaporte y esperó a que este fuera timbrado, pero extrañamente no fue devuelto enseguida. Miró preocupada hacia todos lados y luego vio con pavor como media docena de policías llegaba hasta su lado y la tomaban de un brazo, sacándola rápidamente del lugar.
- Pero... qué sucede! Responda!- Gritó altiva mientras era conducida a una habitación sin ventanas.
- Lady Kagura, tiene orden de aprensión por robo, conspiración y estafa. Esta detenida.- Respondió secamente un policía.
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- Miroku ha llamado.- Dijo el abogado mientras se sentaba en la cama y miraba a Kagome.- Entregó los documentos que encontraste a la policía y también ingresé un escrito con orden de aprensión para Naraku... en este momento deben estarlo arrestando.
- Hice una denuncia... Lady Kagura ha robado todo lo que se encontraba en la mansión.- Dijo ella tristemente.
- Tranquila... si hiciste la denuncia la encontrarán...
- Sólo quiero que todo esto termine.- Respondió la chica mientras se recostaba en la cama. Inuyasha se incorporó hasta ella y acarició su cabello.
- Si todo sale como creo debe ser, los cargos para Naraku lo dejarán con más de 20 años en la cárcel. La estafa y evasión de impuestos no son castigados tan drásticamente como la conspiración.
- ¿Y como probarán que existía una conspiración?
- Porque Onigumo Hai se encargó de ello. Habló con el Primer Ministro y le contó todo. El Primer Ministro me mandó a llamar esta mañana y se lo dije. - Inuyasha sonrió.- Tenemos a esa mujer Kanna para que atestigüe, Bankotsu y el propio Naraku. Kikyo será sólo testigo... su esposo desea protegerla, después de todo.
-Y el Primer Ministro... ¿Se disgustó?- Preguntó ella asombrada mientras se levantaba levemente.
- No conmigo... me dijo que si esas personas se habían tomado todo ese trabajo para que yo renunciara era porque era un excelente abogado.
Kagome sonrió satisfecha.
- Claro que lo eres- Dijo mientras lo besaba en los labios.- ¿Volverás a tu cargo?
Inuyasha levantó una ceja.
- Bueno... dada las circunstancias...
Kagome lo miró asustada.
- ¿Dada las circunstancias?
- No sería buen visto que yo, abogado del gobierno, tenga tratos con el Presidente del Comité... osea tú.
- Pero Sesshoumaru esta encargado de eso!- Luego lo miró con una sonrisa. - No... con Sesshoumaru tampoco ¿verdad?
- Tampoco. Somos parientes desgraciadamente.
La chica se sentó nuevamente en la cama y lo miró preocupada.
- Pero entonces... ¿qué pasará contigo?
- Tranquila... aún sigo trabajando para ellos... sólo que me darán otros casos.
Kagome respiró satisfecha mirándolo feliz.
- Entonces supongo que todo esto ha terminado.
- No.
- ¿No?
- No. ¿Vas a vivir conmigo?
Kagome lo miró asombrada sin pronunciar una palabra.
- No quiero que estemos separados... ¿Sabes cuanto sufría cada vez que tenía que ir a dejarte a tu casa? ¿Sabes lo solo que me sentí cuando me dejaste después de curar mis heridas?
- De... ¿verdad?- Preguntó ella apenas bajando la vista.
- Ya lo sé... una señorita como tú siempre duerme en su casa... pero esta será tu casa... soy tu novio... no hay nada de malo en ello...
Kagome sonrió ampliamente mientras se acercaba a gatas en la cama y llegaba hasta su lado.
- Ahhh, eso no me importa... - Dijo mientras se abrazaba a su cuello y lo besaba fuertemente. Inuyasha la rodeó por detrás con sus brazos mientras la tumbaba en la cama con una sonrisa. Esta si era vida, al fin podría disfrutarla al lado de aquella muchacha que veía en sus antiguos recuerdos como una niñita llorona que suplicaba para que no quemase sus trenzas. - Supongo que terminó el juego. - Dijo ella de pronto.
- ¿Juego?
- El juego que me propusiste para engañar a mi madrastra.
- Ja!. - Rió estruendosamente. Qué estúpida idea se le había ocurrido aquella vez sólo para estar a su lado y conocerla. La miró con sus dorados ojos brillantes y habló seductoramente- El juego apenas comienza...
Fin
Febrero, 2005.-
