Título: Peneth Nin (Mi pequeño)

Clasificación: AU (Alternate Universe) no todo lo que paso en los libros sucedió igual aquí.

Advertencia: Contiene SLASH es decir, relación hombre / hombre, mas bien hombre / elfo, mención a MPREG (varón embarazado) Si no te gusta tal tipo de género, favor de buscar otro mas apropiado a tu gusto.

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.R.R. Tolkien y/o NewLine Cinema. Escrito sin fines de lucro, no ganaría nada ni pretendo ganarlo así que nada de demandas por favor.

Traducciones

Meleth nîn – Mi amor

Ion Nin -Hijo mío

-ooOoo-

2. Creciendo

Aun era muy temprano para que el sol apareciera, seguía oscuro y tranquilo. Con el aire frío y la necesidad de quedarse en cama. Aragorn sintió que Legolas se movía, pero él, deseoso de retenerlo durante mas tiempo, lo atrajo con su brazo que durante las noches descansaba envuelto en su cintura.

- Aragorn…

- ¿Mmph? – musitó el rey semidormido

- Debo irme…

- No… Te quedas conmigo.

- Aragorn, imposible, sabes bien que debo salir temprano, es un desayuno lo que me espera en Mirados.

- Mmph – refunfuño Aragorn por toda respuesta apretándolo un poco mas.

Fue una noche fría y Legolas seguía tan cálido como siempre, un espléndido compañero de cama. Ambos seguían envueltos entre las sábanas y cubiertos por un grueso cobertor azul, la única diferencia es que el rey tenía los ojos cerrados medio dormido y Legolas, con sus ojos azules esperando el momento por desembarazarse del abrazo de su esposo.

Pero no fue fácil mover su cabeza, por que el largo de sus cabellos rubios yacían bajo del brazo de Aragorn, quien ofrecía esa peculiar almohada para el descanso del elfo. Además las piernas estaban entrelazadas y desnudas como siempre. Aragorn empezó a roncar débilmente, era momento de intentar salir de allí.

En Mirados iban a empezar a reforestar un predio solitario, hacia meses que lo habían planeado pero por alguna razón los pequeños retoños de árboles no crecían como se esperaba, solicitaron la ayuda del príncipe consorte y él accedió a colaborar. Le tendrían preparado un apetitoso almuerzo cuando llegara, y había una hora de camino sin descanso para el caballo, así que Legolas deseaba partir temprano.

Tomó la muñeca de la mano izquierda de su esposo y la quito de su cintura con rapidez, en cuanto estuvo libre, aparto las mantas para salir de ellas. Aragorn sintió el cambio repentino, la fría brisa que llegó a su cuerpo le hizo sacudirse ligeramente, abrió los ojos perezosamente y alcanzo a tomar el brazo de Legolas antes que saliera completamente de la cama. Le obligo a recostarse nuevamente.

- Aragorn…

- No vayas… Hace frío…

- No tanto, además no me afecta.

- Pero a mi si… - replicó Aragorn aun con los ojos cerrados apretando al elfo contra su cuerpo.

Las piernas de Legolas estaban casi por completo fuera de la cama y Aragorn empezaba a perder su barbilla en el cuello de Legolas tentándolo.

- Que bien hueles… - suspiró Aragorn hundiendo su nariz en el cuello de Legolas

- No puedo decir lo mismo de ti, pero…

Aragorn coloco su pecho y cabeza sobre el torso desnudo del elfo, todo eso con el fin de evitarle la partida, somnoliento pero lo bastante despierto para sentir una naciente necesidad al sur de su cuerpo.

- Por favor, Aragorn, llegare tarde.

- No llegaras…

- ¿Por qué lo dices? No puedo cancelar a ultimo minuto…

- ¿Ya le dijiste a Auril?

- Sí, le dije ayer.

Auril. Aragorn tendría que encargarse de él toda la mañana, el aya podía cuidarlo y asearlo por algún tiempo, pero el pequeño príncipe siempre tenía necesidad de estar con alguno de sus dos padres. Legolas recordó que la noticia no había gustado mucho a Auril, le había rogado que le llevara, y lloró mucho cuando Legolas se lo negó.

- ¡¿Por qué?!

- Lo siento penenth nîn, no podré cuidarte y tu aya no va a ningún lado sin una carreta cómoda donde vigilarte, estaré ocupado, no tendré tiempo para estar contigo.

- ¡Yo quiero ir! ¡Yo sé plantar árboles! – reclamó Auril señalando los cinco retoños de arbolitos que él y su ada habían sembrado hacia un par de semanas. - ¡Yo te puedo ayudar!

- Hijo, no es posible, será otra ocasión, te quedaras aquí con tu padre.

- ¡No! ¡No quiero que vayas! – exclamó el pequeño medio elfo con lágrimas cayendo por sus mejillas.

Se apretó contra las piernas de su adar y siguió llorando. A Legolas se le quebrara el corazón al ver a su hijo con sus ojos grandes y grises como los de su padre, llenos de lágrimas. Auril no era un elfito que debía sufrir. Aun así, no quería descuidarlo si le llevaba consigo. Querría participar, y a pesar de que sería buen tiempo para enseñarle a trabajar en equipo, tal vez retrasaría los planes de los aldeanos y traería molestias con ello.

- ¿Lloró? – preguntó Aragorn aun con los ojos cerrados

- Si, quisiera llevarlo pero no es posible. Ahora, debo arreglarme… - señalo Legolas abrazando a Aragorn por el cuello y besándole con pasión.

No era que quisiera hacerlo en ese momento, ganas no le faltaban, pero necesitaba partir, así que no quiso dejara su esposo sin una buena razón para volver.

- Mmmm – disfrutó el rey buscando la entrepierna del elfo

- No, nada de eso, no hay tiempo.

- Tan sólo un poco meleth, quiero sentirte.

Esas palabras lograban derretir al elfo, y bien sabía el rey como y cuando utilizarlas, se le estaba entregando y Legolas debía de partir.

- ¡Es injusto! ¿Por qué lo dices ahora que me retiro?

- Por que quiero que te quedes…

- ¡Eso es chantaje!

- ¡Pero funciona!... Vamos, vuelve a la cama y enviemos un mensaje, alguna excusa… No se molestaran…

- Claro que si… - dijo Legolas interrumpiéndose cuando la mano de su esposo bajaba un poco mas abajo de la cintura - No, Aragorn…

El rey había dado con la pieza perseguida y empezaba a masajearle mientras sus labios bajaban por el suave cuello desnudo de Legolas.

- Vuelve a la cama, amor.

- No, con tu permiso, me retiro. – finalizó Legolas apartando el cuerpo de su esposo.

Lo regresó a su lugar, lo sujeto firmemente de las muñecas y Aragorn con sus ojos cerrados disfruto por breves minutos de los labios de su esposo trabajando rápidamente hasta alcanzar su alivio.

- ¡Ah! ¡Elfo traidor! Te vas y me dejas así… - gritó Aragorn debajo de las mantas en las que se había vuelto a refugiar - ¡Ya verás cuando regreses!

Legolas sonrió y empezó a asearse.

-ooOoo-

Auril despeinado, con su rubio cabello cubriendo apenas sus orejitas puntiagudas, corría descalzo por todo el pasillo. Llevaba en su mano derecha, sujeta de una cinta, la bota de su padre, arrastrándola de lo pesada que era. Llevaba una sonrisa pícara en los labios, por que esperaba pasarse un buen día con sus padres.

- ¡AURIL! – salió una voz fuerte e imperiosa de las habitaciones reales.

El pequeño Auril apretó los dientes, apretaba el paso y se acercaba a las escaleras, ya faltaba poco.

- ¡AURIL! – volvió a escucharse esa voz suprema

¡Por Elbereth!, en su alocada carrera, Auril había olvidado los zapatos, y ahora tendría que bajar por la escalera, tapizada con esa fea tela que le irritó los pies la ultima vez que le recorrió. Auril se detuvo y miró hacia abajo, luego a su izquierda, su padre ya venía acercándose y su cara no le decía nada agradable.

- ¡Auril! ¡Regresa con esa bota, o llegare tarde! – dijo Aragorn tratando de calmarse mientras llegaba con su hijo.

- ¡Atrás! ¡O la bota sufrirá las consecuencias! – advirtió Auril tratando de sonar amenazador, sostenía la bota por las cintas y la balanceaba sobre las escaleras.

Aragorn trato de evitar sonreír, por que aunque Auril tratara de ser malvado, de poner su rostro enojado y furioso, no podía verse más encantador, cuando sus labios se fruncían y sus mejillas se coloreaban. El rey, se agachó, y sosteniéndose en su rodilla derecha, empezó las negociaciones para rescatar al rehén.

- Vamos, hijo, tengo una reunión en unos momentos, y no puedo jugar contigo.

- ¡No! ¡Hoy no irás a esa reunión!… - exclamó Auril para luego abrazar a la bota con todas sus fuerzas- la bota no irá contigo…

- ¿Qué puedo hacer para que recuperarla?

Aragorn no tenía ánimos de empezar mal el día con una discusión con su hijo, Auril tenía casi seis años contados a partir de su concepción, y necesitaba atención y mucho cariño… y una reprimenda de vez en cuando. Legolas había salido temprano, y sólo quedaban ellos dos para hacer su día.

- Vamos con Ada a montar a caballo – sugirió el pequeño ilusionado

- No puedo Auril, tengo una reunión, no puedo…

- ¡Entonces la bota no irá! – amenazó Auril con todas sus fuerzas atrayendo la mirada curiosa de los guardias reales.

- Silencio Auril… además tu ada salió en la mañana, no está en el palacio.

- ¿No está? – preguntó Auril entristecido - ¿Ada no está?

- No, salió temprano.

- ¿Y no me llevó? ¿Salió ada y no me llevó? – preguntó el principito con tristeza.

- ¡Auril!

Los ojos del niño empezaron a humedecerse, su ada no se había despedido de él, dejo caer la bota y miraba al suelo pensando que su ada estaría afuera, disfrutando del viento en cara, corriendo a caballo bajo el sol, sin él.

- ¡Ada!

- ¡Oh, Auril! – exclamó Aragorn enternecido acercándose a su pequeño para tomarle entre sus brazos

- ¡Se fue! ¡Y no me llevo!

- ¿No te dijo ayer?

Auril dejo de llorar y sollozaba recordando.

- ¡Sí! ¡Pero yo quería ir con él! ¡Yo quería que fuéramos los tres!

- Auril…

- ¡Yo quería montar contigo! ¡Yo quería montar con ada! ¡Quería plantar arbolitos!

- Tuvo que irse, volverá para el medio día…

- Pero yo… ¡yo quiero salir afuera! ¡Quiero almorzar afuera! Papá...

Aragorn le tomó entre sus brazos, olvidándose de la bota que momentos después le llevaba uno de los guardias hasta la habitación del pequeño. Auril era ligero, más ligero de lo que debía de pesar, era elfo y tal era su herencia que su anatomía también respondía a la sangre de los Eldar.

Auril lloraba en los brazos de su padre, quien le acariciaba el fino cabello rubio que le llegaba apenas a los hombros. No resistía su corazón ver a su hijo llorar después de estar tan ilusionado. Tenía sus piernas desnudas, heladas por el frío pero no parecía importarle en ese momento. Se había levantado temprano, esperando convencer a sus padres de salir a montar los tres. Había saltado de la cama literalmente sin cuidarse de seguir las ordenes de su aya, había entrado a la habitación de sus padres y tomado como "rehén" la bota de su padre para jugar con él. Creyó que su ada estaba arreglándose, pensó que había llegado el día de descanso ya, pero se había adelantado. Su ada se había marchado y su padre no tenía tiempo de jugar.

- Vamos hijo, ya no llores.

- Pero me dejaras aquí. Yo quería salir… - respondió Auril tallando sus ojos

- Pero Auril, no se puede, tengo una reunión y…

Auril siguió llorando, apoyó su cabecita en el hombro de su padre, sentía el corazón encogido y Aragorn se sentía peor. Resolvió no retroceder pero no desilusionar a su hijo.

- Te diré que haremos, hijo. – dijo el rey pausadamente

- ¿Qué?

- Iré a mi reunión… no, no llores, tienes que entender que son mis labores y tu adar tiene las propias, ¿comprendes?

- ¡Pero yo quería salir! – insistió el pequeño

- Lo sé hijo, pero hay obligaciones, tu tienes las propias. Tienes que estudiar.

- Pero ya terminé lo que ada me dijo que hiciera, y siempre que termino una lección salimos a pasear

- Lo sé, pero yo no sabía que ya habías terminado, mira Auril – explicó Aragorn sentando al niño en su cama – Báñate, te vistes, tomas un poco de cereal, y después de que termine la reunión principal, saldremos a pasear, ¿te parece?

- ¡Pero tardas mucho!

- No, no tardare. Pero tienes que mostrarme tu lección terminada antes, ¿entendido?

- Sí papá. – sonrió Auril limpiando sus mejillas con la manga de su camisa.

- Bien, ve con tu aya y arréglate.

--ooOoo--

- ¿Te gusta el paseo Auril?

- ¡Sí!

Auril iba montado en el mismo caballo que su padre, así lo prefería el rey y así le gustaba al medio elfo. Ya podía sentarse en un pony y manejarlo un poco, pero siempre que salían le agradaba ir con su ada, que era más ligero y rápido cuando galopaba o con su padre que era un poco más brusco pero le hacia cosquillas con su barba durante el trayecto haciéndole reir.

Auril iba vestido de verde, le gustaba el color por que su ada le había mostrado una imagen de él en Mirkwood, usando los colores de su bosque. Auril ansiaba algún día conocerlo y mas lo añoraba por que en un reino élfico podría encontrar buenos amigos con quien jugar. Su padre lo tenía sujeto por la cintura a pesar de que Auril se aferraba a la crin del caballo como acostumbraba a hacerlo su ada, quería que lo viera y se sintiera orgulloso de él si se lo topaban por el camino.

Se internaron después de cabalgar media hora de camino, en un pequeño bosque por cuyo borde Legolas tenía que pasar a su regreso, Auril salía gustoso a disfrutar de su día de campo con su padre, hubiera preferido que su ada también asistiera pero le consolaba el hecho de poder topárselo en el camino. Tendieron una manta en el pasto frío, sobre la cual el príncipe y rey debían de tomar sus alimentos, el mismo Aragorn se encargó de prepararle un pan relleno con queso, tomate, lechuga y crema a su hijo. Los pocos soldados que componían la guardia real miraban al soberano con asombro, observando el cuidado que el rey ponía al prepararle el bocado a su hijo. Sabían que el rey le amaba tanto como a su consorte, pero nunca pensaron que hasta en el más mínimo detalle cuidaba si se refería a su hijo.

La luz del sol apenas calentaba sus mejillas y Auril ya estaba sonrosado por correr de aquí a allá mirando los árboles y saltando de cuando en cuando desesperado por que no terminaban de prepararle su comida.

- Ven Auril toma asiento.

- ¿Ya está?

- Si, ahora, antes de que comas, enjuaga tus manos. Ven y te ayudo

"Demasiado cuidado y mimos a un niño" pensaban algunos guardias "Algo de mugre no haría mal al pequeño" Pero Aragorn no iba a dar oportunidad a que Auril cayera en enfermedad si él podía evitarlo.

Auril lavó sus manos y doblando sus piernas una sobre la otra, comió su torta a un lado de su padre que preparaba la suya. Tomaba un sorbo de jugo de uva de vez en vez y observaba a los grandes pinos a su alrededor. Escuchaba el trinar de pajaritos, la luz era tibia y la brisa fresca, Auril estaba disfrutando de esa tranquilidad al aire libre.

- Después de que hayas terminado, daremos un paseo, creo que por aquí hay un pequeño lago donde descansar

- ¡Sí! ¿Y me puedo bañar?

- No Auril, acabas de comer y puedes ahogarte

- Aaah

- Además el agua estará helada.

Auril miraba su torta con aire pensativo, la salida no sería muy divertida sin un buen remojón, el no sentía el aire tan frío. Pero tal vez podía jugar unas carreras con su padre. Nadie podía correr tan veloz como él.

- ¿Y si ada viene y no nos ve?

- Tendrá que ver los caballos, los guardias quedan cerca del camino por donde va a pasar.

- ¿Le dirán que estamos aquí?

- Si lo ven le dirán.

- ¿Podemos ir con ada?

- No Auril, está ocupado.

Aragorn observó como Auril terminaba su torta, le sirvió mas jugo. Sintió un poco de celos por que parecía que Auril quería mas a su ada que a su padre, pero no era así, de Legolas sabía que cuando no estaba él presente, Auril empezaba preguntar y cuestionar por su presencia. Una vez que terminaron Aragorn tomó a su hijo en brazos y una vez que le torturo con besos y fuertes abrazos y risas, le puso sobre sus hombros para llevarlo hasta el pequeño lago.

Auril elevaba sus manos y se aventuro a mirar al cielo, cubierto de las ramas de los pinos filtrando levemente la luz. Subiendo y bajando al compás del paso de su padre, Auril se sintió mareado, bajo la cabeza y se aferró al cabello del rey.

A lo lejos, doscientos metros mas, podía verse un claro de agua, cristalina y de manantial subterráneo, debía de tener salida también bajo el agua, por que no desembocaba en ningún río o mar cercano por la superficie.

- ¿Quieres correr Auril? – preguntó Aragorn deteniendo su paso

- ¡Sí!

- Bien, veamos quien es más rápido, ¿quieres?

- ¡Siiii!, una carrera ¿pero que hay de premio?

- ¿Premio? – repitió Aragorn pensativo para agregar segundos después - ¿Y si gano yo?

- Te doy… te doy… mi colección de piedras amarillas

- ¡Oh, "la colección"! – fingió el rey asombro, sabia lo mucho que su hijo había buscado piedras extrañas y tenía tres en particular que le gustaban mucho, era todo un sacrificio para el elfito dar su colección de piedras

- ¿Y tu papá, que me darás si gano?

- Un plato lleno de fresas, azúcar y crema al llegar, cuando regresemos…

- ¡Sí! – exclamó palmeando jubiloso el rubio Auril

Auril ya iba a cumplir seis años de concepción y no por eso dejaba de amar el postre favorito junto con su adar, aunque Aragorn prefería darle otro obsequio a Auril, pero tenía que hablarlo bien con Legolas antes.

- Muy bien Auril, ponte listo por que no te dejare ganar.

- ¡Ah, papá! ¡Yo soy más rápido que tu!

- Iremos hasta aquellas rocas, ¿las alcanzas a ver? (Auril asintió cuando su padre les señaló) El primero que las toque gana, no vayas mas allá de ellas, Auril

- Sí, papá.

Un par de guardias se apostaron en troncos secos y otro par mas observaban la curiosa apuesta, no era nada espectacular, pero ver al rey correr, por el simple hecho de hacerlo, sería un buen entretenimiento.

Y decía bien el medio elfo, por que Aragorn lo había visto correr contra otros niños con anterioridad y ninguno le había podido aventajar, sin embargo contra un adulto podía ser diferente, de todas formas dejaría ganar a su pequeño por poco margen.

- ¡Yo cuento papá! – sugirió Auril

- Bien, empieza.

- Uno…dos…

Y al decir "tres" el pequeño medio elfo salió corriendo tan rápido que Aragorn apenas escuchó gritar el último número. Auril corría y no volteaba, su ada le había dicho que se guiara por sus oídos, captando la cercanía de su perseguidor, su ada era el único que podía correr mas rápido que él.

Aragorn tuvo problemas para alcanzar al elfito, pero con un par de zancadas mas lo atraparía, quería llegar igual que él pero Auril era más ligero, de pasos pequeños pero veloces.

- ¡Corre más rápido Auril! ¡Tu papá casi te alcanza!

Auril sintió una gran felicidad al escuchar a su ada animarle, Aragorn sonrió y con una rápida mirada observó a Legolas junto a los guardias gritando a su hijo. Auril ganó y después de tocar las rocas comenzó a brincar levantando las manos.

- ¡Ada! ¡Ada! ¡Gané! ¡Gané! ¡Le gané a papá!

Legolas tranquilamente se aproximaba a los dos, Auril le acortó el camino abriendo sus brazos para que su ada lo abrazara. Legolas se inclinó sobre una rodilla y recibió a su hijo besándole con cariño. Auril tenía la suerte de no sudar como la mayoría de los elfos, en cambio su padre… El rey estaba empapado en sudor, al menos la frente y los cabellos que le cubrían, no pensaba que Auril ya pudiera correr tan rápido. El pequeño príncipe estaba creciendo.

Creciendo muy rápido.

- Si, Auril, eres más rápido que tu viejo padre… - dijo Legolas sonriendo.

Los guardias permanecieron en sus sitios, dejando un poco de privacidad a la familia, después de la curiosa carrera, no había mas que ver sin que los ojos perspicaces del rey les reprendieran con la mirada.

- ¿Viejo? ¿Quién es viejo? – preguntó Aragorn llegando hasta donde los dos elfos se habían encontrado - Sólo que a un elfo no hay humano que le pueda ganar corriendo.

- ¡Excusas! – exclamó Legolas bromeando - ¡Excusas!

- Papá, ahora me vas a dar el plato de fresas que dijiste…

- Cuando lleguemos a palacio, hijo

Auril sonrió, y sus hermosos ojos grises se iluminaban cuando estaba rodeado de sus dos padres, se sentía a gusto y muy dichoso de que le rodearan con sus brazos.

- Ada, voy al lago…

- Muy bien hijo, pero no entres, el agua debe estar helada. Ten cuidado con la orilla.

- Sólo lanzare piedras, quiero ver si tengo mejor puntería… no traje mi arco, ada.

- Lástima, es buen lugar para practicar, pero no te acerques a la orilla y no te alejes, que quiero verte.

- Sí, ada.

Auril fue a buscar piedras, pequeñas y secas que pudiera arrojar. Aragorn tomó asiento junto a Legolas en el suelo, entre pasto y algunas florecillas silvestres.

- Auril está creciendo, no creí que corriera tan rápido, supongo que con el arco también es muy bueno.

- Está muy bien para su edad, aunque su puntería aun es deficiente

- Sólo tiene cinco años – observó el rey

- Lo sé, no le exijo mas que a un elfo, pero no menos que a un humano de su edad… Quiero que lo disfrute, no que lo odie… Y Auril lo disfruta.

- ¿Usa el arco? – preguntó Aragorn arqueando una ceja inquisitivamente

- Sí. – respondió Legolas llanamente, bien sabía a que arco se refería. Auril no se despegaba de él en sus prácticas, no por que conociera su origen sino por el simple hecho de que era más ligero.

- ¿Y el que yo le hice? ¿Lo usa también?

Legolas no quería confesarle, que a pesar de que trató de que Auril lo utilizara, el niño aun estaba muy pequeño para usarlo, la madera era un poco mas pesada y el diseño un poco oscuro a comparación del hecho en Lothlorien.

- Lo presume a los otros niños, cuando juegan con él.

- Pero no lo usa… - señaló el rey desviando la mirada

- Aun es un poco pesado para él, el arco de Galadhrim es…

- Sí lo sé. Está mucho mejor hecho, es más ligero y…

- Aragorn, por favor no pienses mal, a él le gusta tu arco, lo cuida mucho pero con la madera de Gondor es más pesado para él y no…

- Lo sé Legolas, lo s

El rey dio un hondo respiro en silencio, aun le molestaba el hecho de no pasar los primeros días de la vida de Auril a su lado. Tenía muchos deseos de ver el rostro de su esposo iluminado por una nueva esperanza, ver su hermoso rostro después de siete meses de gestación, saber lo que sentía, lo que pasaba, sus dolores, sus frustraciones los problemas que acarreaba tener la barriga tan crecida. Tanto que perdió.

Aragorn se acercó a Legolas, quien con tierna mirada no le quitaba el ojo de encima a Auril. El cabello rubio un poco alborotado, los labios carnosos y entre abiertos, apoyado en las palmas de sus manos, con los dos primeros botones de su túnica abiertos, dejando ver una pequeña porción de su cuello y pecho. Fascinante que era su elfo.

- Legolas…

- ¿Sí?

- Te ves hermoso, meleth

- Gracias amor, pero no puedes decirlo cuando vengo lleno de tierra mojada y mis ropas están sucias.

- Aún así, te ves hermoso

Aragorn arriesgo un beso fugaz frente a los guardias, que aun lejanos, podían ver lo que hacían pero no escuchar lo que decían. El rey tenía deseo de tomar al elfo allí mismo, recordar sus días en la comunidad, al aire libre, sin ningún tipo de peligro ni presión.

- ¿Cuándo lo haremos, amor? – preguntó el rey sonriendo, mientras acariciaba aquí y allá el cabello de Legolas

- ¿Haremos que…?

- Al aire libre, a la luz del sol… de las estrellas…

- ¿Qué? ¿Qué quieres hacer Aragorn…? – repitió Legolas volviendo la vista a su esposo, pero al ver su pícara sonrisa comprendió – No, aquí no…

- No digo que aquí – sonrió Elessar jugando - por eso preguntó cuando…

- Algún día, se presentara la oportunidad y…

- Así me dices con el bebé también – reprochó Aragorn sentido.

Legolas observó como su esposo se volvía a apoyar sobre sus palmas para después dirigir la mirada a Auril

- Aragorn… Aun no… Aun no estoy listo. Eso es todo - titubeó Legolas

- Pero si ya tenemos un hijo amor, no sé por que dices que no estás preparado. – refutó Aragorn mirándolo de frente ahora - La cicatriz ya desapareció hace tiempo. Ya no hay riesgos, amor. – añadió el rey poniendo su mano encima de la del elfo.

- No, aun no…

- ¿Entonces cuando?

- No sé, aun no…

Legolas volvió a fijar la vista en su Auril, cuanto había sufrido para tenerle, pero la recompensa era mucho mayor. No quería recordar ni hablar de un nuevo integrante en la familia. Dio un beso en la mejilla a Aragorn y se puso en pie para acompañar a su hijo. El rey nuevamente suspiró. No comprendía o al menos no parecía entender la razón por la que Legolas prolongaba tan feliz acontecimiento, estaba seguro que para Auril sería fantástico tener un hermanito o hermanita y por lo que respecta a él mismo, no sería más dichoso.

-ooOoo-