Capítulo VI: "El fantasma de los recuerdos".
Una noche en donde no pensaron en conflictos ni consecuencias, en donde no existía nadie, excepto ellos. Pero la felicidad no es eterna y así lo creyó Kagome cuando, luego de hacer el amor, se dio cuanta en verdad de lo que había pasado. Agotado, Inuyasha la había mantenido abrazado fuertemente, mientras dormía. Pero ella, ella no podía dormir ¿cómo podía hacerlo? Había hecho algo demasiado importante, demasiado íntimo y ni siquiera tuvo el tiempo para pensar en el paso que iba a dar. ¿Cómo podría haberlo hecho sin estar segura de los verdaderos sentimientos de Inuyasha? Una lágrima de arrepentimiento y culpa resbaló por sus rosadas mejillas, mientras se restregaba con frenesí los ojos. Tenía dolor y pena, y no podía dejar de sollozar. Tonta, tonta, tonta, Kagome! Las imágenes tortuosas venían una y mil veces a su cabeza: "Me convertiré en humano, con ayuda de la perla de shikon, así tú serás una mujer ordinaria, y podremos estar juntos para siempre", "juntos para siempre", "para siempre", se repetían las voces en su cabeza, mientras ella se soltaba de los brazos de él y se levantaba buscando su ropa desparramada por la arena. Era de noche aún y estaba frío, y el sentimiento de arrepentimiento era infinito. Tonta, tonta Kagome, tonta!. Si el arrepentimiento matara ella estaría muerta en este momento. ¿Cómo pudo haber hecho algo tan importante sin saber que él la amara? Caminó y caminó tambaleando ya que no podía ver con las lágrimas que salían abundantemente de sus ojos, y el dolor en la garganta, de dolor, de pena, la estaba ahogando. "Eres una estúpida" – se reprochó con rabia y luego cayó arrodillada en la arena. Y allí se quedó, llorando.
Cuando Inuyasha despertó aún no salían los rayos del sol. Estaba desnudo sobre la arena pero no estaba ella. Se incorporó y miró a su alrededor. Buscó sus ropas y se vistió, para luego salir a buscar a la muchacha. No, no estaba
.¿Kagome¿Dónde diablos te metiste?- Se dijo a sí mismo, mientras apretaba los puños tensamente. En la orilla de la playa no estaba, en el río tampoco y la buscó entre la vegetación de la selva pero tampoco había rastro de ella. Un poco asustado comenzó a rodear la playa y al cabo de varios minutos de caminata la encontró sentada en la orilla, casi al otro extremo de donde ellos estaban, frente a una laguna de mar que se había formado por grandes rocas. Allí estaba sentada Kagome, en su pequeño paraíso, con las rodillas semi- inclinadas y su frente reposando en ellas. Su pelo oscuro caía y casi tocaba la arena. Él se acercó lentamente.
.Ka... ¿Kagome?
Ella permaneció en la misma posición, sin moverse.
.Kagome... –Dijo él más dulcemente, al tiempo que le tocaba el hombro. Ella descubrió su rostro y lo miró dolorosamente.
.Que... ¿qué te sucede?- Preguntó el hanyou, preocupado.
.Déjame sola, Inuyasha- Dijo apenas.
.¿Te encuentras bien?
.Esto no esta bien... ¿porqué no me dejas en paz?- Respondió amargamente. El chico la miró asustado sin comprender.
.¿A qué te refieres?- Preguntó incrédulo.
Ella lo miró pero en sus ojos no había expresión.
.Kagome... - Insistió el hanyou.
Ella lo miró por última vez y luego se cubrió la cara con las manos, sin decir nada.
.¿Porqué estas tan triste¿Fue por lo de... anoche?
.Lo de anoche... nunca debió ser.
Las duras palabras de ella lastimaron el corazón del pobre Inuyasha.
.Te... arrepientes... ¿verdad?- Musitó apenas.
.Sí.- Respondió firmemente, mientras escondía la cabeza entre sus rodillas para evitar que viera su rostro de amargura.
Aquello terminó por derrumbarlo, herirlo en su orgullo.
.Ah... ya veo.- Dijo Inuyasha rencorosamente.- Tal vez no era lo que esperabas... tal vez... te arrepientes de haberlo hecho conmigo en vez de con ese chico, Houyo.
Kagome se descubrió el rostro y lo miró duramente, se puso de pie y mirándolo con rabia le abofeteó la cara.
.¿Es eso lo que crees?- Le preguntó furiosa.
.Si te arrepientes... lo siento... ya no hay remedio.- Respondió él dándole la espalda al tiempo que se llevaba la mano a la mejilla.- Siempre decías que yo era un inmaduro, pero mírate tú...
.No, no me trates así¿Sabes porque me arrepiento? Tú no sabes, nunca has sabido entenderme, nunca!- Le gritó. Inuyasha se volteó y la miró fríamente.
.Pues claro, nunca te he entendido! Ni siquiera sé porqué estoy aquí contigo!
.Oh, lo siento. - Respondió burlonamente- siento no ser Kikyo para hacer de ti una luna de miel en este paraíso!
Inuyasha la miró herido.
.Esto no tiene que ver con Kikyo.- Dijo seriamente.
.¿No? – Kagome seguía hablando sarcásticamente- ¿De verdad¿No la viste a ella en vez de a mí anoche¿No será eso¿Inuyasha? Porque... oh, sí, lo sé... "me convertiré en humano con la perla de shikon para estar contigo Kikyo"- Dijo ella tratando de imitar su tono de voz.- ¿No es eso? Si le dijiste eso... es porque la amabas demasiado... aún...
.No digas cosas que no sabes, Kagome!- Gritó enojado.- Creo que... el estar aquí te ha hecho mal...
.Quiero estar sola!- Respondió ella mirándolo seriamente.
.Si es eso lo que quieres, ya no te molestaré.- Dijo Inuyasha dándole la espalda y marchándose. Kagome volteó para no verlo ir, no se arrepentía de estar sola, sin él ¿no era eso lo que quería? Tal vez todo hubiera sido hermoso si no estuviera en su mente esas imágenes y las palabras de amor extremo que le demostraba Inuyasha a la sacerdotisa para ser igual a ella, par estar junto a ella.
Y el tercer día en la isla pasó lentamente, tristemente para los dos, separados, sin verse, viviendo en extremos opuestos de la isla. Kagome se pasaba la mayor parte del tiempo mirando el mar y el cielo en busca de indicios de sus amigos, pero nada. La noche llegó y no fue capaz de hacer encender una fogata, había visto a Inuyasha hacerlo con trozos de madera provocando fricción pero a ella aquello no le resultaba. Dándose por vencida, se acurrucó entre unas hojas e intentó quedarse dormida.
Frente a la gran fogata el hanyou extrañaba la presencia de la muchacha, pero ella había querido que las cosas funcionaran así.
.Kagome... - Dijo, escapándose de sus labios el nombre de la muchacha.- Cuanto daría para que jamás hubieras visto eso...
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El cuarto día estuvo un poco frío y el hanyou, preocupado, caminó hacia el lugar en donde Kagome estaba para cerciorarse de que la muchacha estuviera bien, sin ser visto, claro. Tras unas rocas se escondió para pasar gran parte de la mañana viéndola caminar por la orilla, mirando el cielo esperando tal vez la presencia de sus amigos y caminar hacia el bosque y comer algunos frutos. Luego él se marchó, para dejarla sola nuevamente.
El quinto día hizo lo mismo, detrás de las rocas vio la misma pequeña rutina que había hecho el día anterior.
Por la tarde, el hanyou ya estaba completamente exasperado de su soledad. Antes tenía a Kagome junto a él, pero ahora que estaban separados la isla lo asfixiaba.
.Maldición... Sango y Miroku no vendrán nunca!... lo mejor es que construya una embarcación porque si nos ponemos a esperar a estos inútiles, no saldremos nunca de este infierno!
Impulsivamente comenzó a cortar con sus garras trozos de madera de los árboles y en eso se pasó casi toda la tarde.
El sexto día, ocupado en sus maniobras, no fue a espiar a la muchacha y cuando ya por la noche vio que lo que había construido y amarrando con lianas que había encontrado en el bosque se parecía decentemente a una embarcación, se acordó de la chica y se prometió que por la mañana iría a dar un vistazo para ver cómo se encontraba. Feliz de que sus planes de salir de la isla podrían concretarse durmió tranquilamente, sin importarle lo demás.
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Al amanecer, caminó nuevamente hacia el otro extremo de la isla y detrás de las rocas esperó a que apareciera la chica. Las horas pasaron y no había indicios de ella. Extrañado, salió de su escondite y comenzó a explorar bien los alrededores. No muy lejos la encontró tendida aún en el suelo.
.Perezosa- Se dijo. Pero fue en ese minuto que vio que la respiración de la chica era bastante agitada. Preocupado, caminó hasta llegar a su lado sabiendo que eso provocaría el enojo de ella, pero tenía que saber que se encontraba bien.
.¿Kagome?- Preguntó suavemente ya a su lado, ella se encontraba de costado, acurrucada como un bebé. Inuyasha se arrodilló a su lado y pudo ver pequeñas gotitas de sudor e su rostro. Acercó su mano a su frente y con horror, sintió el fuerte calor bajo ella.
.Kagome!-
Kagome abrió lentamente los ojos.
.Inuyasha... Inuyasha... - Dijo apenas, respirando forzosamente.
.Pero... ¿qué tienes!- Preguntó él al tiempo que la acercaba a sus brazos.
.No lo sé... no lo sé... - Respondió ella apenas. Inuyasha, consternado, miró a su alrededor buscando alguna pista de lo que le había dañado a la chica. Con horror vio unas frutas color amarillo cerca de ellos.
.¿Comiste esto?- Dijo, tomando la fruta con una mano y mostrándosela.
.Sí...
.Demonios, Kagome! Esto es veneno!
Ella lo miró sin entender y él la volvió a tender en la arena.
.Vendré enseguida!
Corrió presuroso entre la espesura del bosque y buscó con desesperación alguna planta que pudiera contrarrestar aquel veneno. Pero estaban en una isla y la vegetación existente no era la misma que existía en las praderas de donde ellos venían. Buscó y creyó volverse loco al no encontrar nada, nada, tal vez la desesperación hacía que estuviera pasando inadvertido las hierbas y respiró hondo para calmarse.
.Tranquilo... sé que hay algo aquí que pueda servirme... sé que lo vi antes... - Se dijo tratando de no imaginar en las graves consecuencias que podría provocar en Kagome la falta de medicina.
.Aquí estas, lo sabía!- Sonrió triunfal, al tiempo que corría veloz hacia la chica.
.Cómelo, Kagome... - Dijo él, mientras acercaba a sus labios una fruta extremadamente blanda y que a los labios de la chica le supo a amargo.
.Es... muy amarga... - Se quejó ella al límite de sus fuerzas.
.Si, lo sé... pero contrarrestará el veneno.- Le prometió, mientras la abrazaba fuertemente. Ella después cerró los ojos y se quedó dormida. Inuyasha no la soltó ni un momento, con desesperación buscaba un indicio de su mejoría, pero ella se agitó y deliró toda la noche. Hablaba de recuerdos y amores eternos, hablaba de amores no correspondidos, de miedos.
.Kagome... ¿es eso¿Tenías miedo?- Besó su frente sudorosa al tiempo que la estrechaba más contra su pecho- jamás debiste haber visto eso, mi tonto impulso me hizo decir estupideces... te ha envenenado el corazón también... pero lo juro... juro que te haré olvidar lo que viste...- Dijo apretando el puño mientras le hablaba al oído-... lo juro, mi querida Kagome.
La abrazó más fuertemente mientras la noche avanzaba, lentamente, fríamente.
Continuará...
