Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 4

Primeros pasos

Aclaraciones: Algunas palabras en élfico entre =...=

Cuando Mamoru saltó del futón al amanecer, Legolas ya estaba despierto. A decir verdad, no había dormido mucho y agradecía mil veces no necesitar tanto del sueño como los humanos. Se levantó tambien, y juntos comenzaron las tareas de todas las mañanas, que debían quedar hechas antes de salir.

El desayuno estuvo listo a la hora acostumbrada, y como aún oficiaban de criados, Legolas y Mamoru lo tomaron en la cocina, junto con los otros. Eso solo sucedería hasta que fueran aprendices. Luego de eso, por fin fueron a asearse y prepararse para salir.

Decir que estaba espectante era poco. Vestido con sus nuevas ropas, muy rápido, Legolas estaba listo y tuvo que esperar todavía un poco a que su compañero estuviese en condiciones de salir. Era tan temprano que no había gente en la callecita principal, solamente los estudiantes que salían de sus respectivas okiyas. Era la primera vez que Legolas los veía a todos juntos encaminándose hacia la escuela. No es que fueran muchos, pero todos se dirigían al mismo sitio. Había bastantes mujeres jóvenes, pero apenas cinco o seis muchachos.

Al llegar al portón que separaba el Barrio del resto de la ciudad, torcieron hacia la izquierda y el elfo descubrió que había otra calle más, paralela a la anterior, solo que esta era mucho más angosta, era casi un pasaje y solo un edificio ocupaba la extensión del mismo.

A la entrada, había un vestíbulo muy similar al del lugar donde vivían, de modo que a Legolas no le resultó desconocido por completo. Estaba empezando a comprender que la mayoría de esos lugares estaban construídos en forma similar. A un lado, había unos estantes donde cada uno dejaba su calzado. Por ser los más nuevos en la escuela, debían usar los estantes menos accesibles, pero eso no representaba ningun inconveniente para el elfo, solo tenía que empinarse un poquito para alcanzar el lugar indicado.

Entraron por un pasillo estrecho, cuyo piso de madera estaba muy bien pulido. A uno y otro lado, se abrían las puertas de las respectivas clases. Algunas de las puertas estaban abiertas, de manera que con bastante curiosidad, Legolas echaba una mirada dentro a medida que pasaban.

Dentro de una de las habitaciones, el elfo vio a tres muchachas que estaban armando un extraño instrumento. Parecía un pequeño laúd, con tres cuerdas. Una vez que estaba listo, empezaron a tañer las cuerdas y a tensarlas hasta obtener el tono adecuado.

- ¿Qué es eso...?- preguntó Legolas, reteniendo a Mamoru por un brazo y enseñándole.

- Un shamishen. Tambien tenemos que aprender a tocar, así que no te hagas problemas por adelantado.

- No parece difícil.- murmuró el elfo mientras seguía caminando.

Una habitación más adelante, había otras dos muchachas, pero éstas no vestían los kimonos azules de las estudiantes, llevaban kimonos de colores y sus peinados eran muy elaborados. Legolas reconocío un estilo similar al que llevaba Arwen el día que la conoció. Las jóvenes se movían al compás de la música que tocaba una mujer mayor sentada en una esquina. Los pies, enfundados en delicados zoquetes blancos, se deslizaban con facilidad y extraordinaria delicadeza sobre los tatamis verdes, casi parecían deslizarse. Los abanicos se abrían y cerraban en movimientos medidos y exactos.

- Ellas no son estudiantes...- dijo una vez más el elfo, sujetando a su compañero para mostrarle.

- No, ellas ya son aprendizas. ¿Ves el peinado?

- ¿Nosotros tenemos que bailar así...?- comentó, porque los movimientos mórbidos parecían sumamente femeninos.

- Claro que no... Ésas son danzas para geiko... Por favor, Hikari, luego te explico todo lo que pueda, ahora apresúrate o llegaremos tarde a nuestra primera clase.

Legolas suspiró y dejó de hacer preguntas por el momento. Pronto arribaron a una sala donde habían dos jóvenes esperando, sentados en el tatami. Mamoru hizo una pequeña reverencia y se ubicó a un lado de ellos, sin comprender demasiado, Legolas lo imitó. En el extremo opuesto de la sala, habían unos tambores, al menos eso, el elfo pudo identificarlo bien. Unos minutos después, entró un hombre enfundado en un kimono muy similar al que vestía Fumio y se sentó frente a ellos, al punto los estudiantes hicieron una profunda reverencia.

El hombre llamó a uno de los jóvenes y aquel se levantó y con mucho aplomo se dirigió al instrumento que le indicaban. Volvió a sentarse y se acomodó el tambor en el regazo. Era evidente que no era únicamente aporrear el parche del tambor, porque los movimientos eran bastante estudiados y luego de unos instantes, el elfo se dio cuenta que debía haber una técnica para eso tambien. Cuando finalizó, el maestro le dio unas cuantas indicaciones y el estudiante dio las gracias antes de volver a su sitio.

El otro joven se ubicó a un lado de un tambor inmenso, de hecho era tan grande que estaba sobre una plataforma y empuñó las baquetas de madera. Un nuevo estilo de tocar, adivinó Legolas al ver que esta vez los movimientos eran diferentes.

Cuando llamaron a Mamoru, aquel tomó el tambor más pequeño, que se acomodó en el hombro y comenzó a tocar con la mano. Era un ritmo algo complicado, pero no tanto. Luego de escuchar unos cuantos toques, Legolas podía decir en qué partes su compañero fallaba con el tiempo. Al terminar su interpretación, el maestro le dio muchas más indicaciones que a los otros, pero Mamoru se mantuvo en silencio y tambien dio las gracias por las correcciones.

Luego, el maestro tomó el tambor mediano y tocó algo diferente, haciendo luego que el alumno lo repitiese. Era una lección nueva. Hizo lo mismo con el otro, pero a Mamoru le indicó que volviese a tocar lo de antes. Una vez que terminó, dio por finalizada la clase. Entonces, su compañero le tironeó de la manga.

- Ven, Hikari, voy a presentarte al maestro.

El hombre estaba acomodando los instrumentos nuevamente en su sitio y giró al oír a Mamoru llamándolo.

- Maestro, éste es Hikari. Es el nuevo estudiante de mi okiya, le pido que sea paciente con él, ya que no tiene mucho talento.

Para esas alturas, Legolas ya sabía que Mamoru no pretendía ridiculizarlo, sino que era una fórmula de humildad que la mayoría usaba. Un modo simple de excusarse si las cosas no salían bien de primera intención. El hombre estudió al elfo que lo observaba muy erguido pero sin malicia.

- Bienvenido a mi clase, Hikari. Hoy has podido presenciar de qué se trata, de manera que para la próxima clase podremos empezar a enseñarte los diferentes modos de tocar... Dime, ¿Has notado cuantos estilos hay?

- No sé cuantos hay, maestro.- respondió con presteza.- pero creo que hoy vi dos.

- Ahá... ¿Mamoru, podrías esperarlo un segundo?- preguntó, invitándolo a dejarlos solos. El muchacho saludó y salió.

-¿Y qué opinas de la ejecución de tu compañero?

- No conozco lo que quiso tocar, maestro...- respondió con diplomacia.

- Ya lo sé, quisiera que me digas si te pareció adecuada.

Legolas tomó aire, y decidió decir lo que había notado, encomendándose a los Valar para no equivocarse y hacer enojar al hombre.

- Había una falla en las pausas. Creo que debían ser iguales cada dos golpes, pero... no lo eran.

El hombre lo estudió unos segundos más y sonrió. Bien, el elfo tenía un buen sentido de los tiempos y el ritmo, iba a aprender rápido. Asintió con suavidad.

- Correcto. Mira esto: el tambor pequeño es el 'tsutusmi' y es el primero que aprenderás a tocar. El mediano se llama 'okawa' y el más grande es el 'taiko'. A medida que avances, podrás aprender los otros. Ahora, es mejor que no hagas esperar a tu compañero.

Lo despidió con una pequeña reverencia que Legolas respondió antes de retirarse. Aliviado, salió de la sala, esa primera clase no había sido problema y el hombre parecía severo pero amable. Después de todo, quizás sí podía dedicarse a eso. Apenas salió, Mamoru lo tomó por el brazo y prácticamente lo arrastró hacia otra sala.

Cuando entraron, ya había dentro un hombre. A primera vista, sus ropas eran similares a la del maestro anterior, pero cuando se dio vuelta, Legolas parpadeó admirado. Si ese hombre no era un elfo, hubiese merecido serlo por la absoluta perfección de sus facciones. Era el humano más agraciado que Legolas hubiese visto y eso que ya no era un joven sino un hombre que debía rondar los cuarenta años humanos. El cabello rojo fuego estaba perfectamente atado sobre la nuca con una cinta blanca y los ojos grises miraron el rostro arrebatado de Mamoru con una expresión divertida.

- Maestro...- jadeó el muchacho.- Lo siento, no sabía que la clase empezaba más temprano... Le pido que disculpe mi falta de puntualidad.

- La clase todavía no empezó, Mamoru.- y acto seguido, la mirada se posó en el elfo rubio que lo seguía.- ¿Quien te acompaña?

- Él es un estudiante nuevo de mi okiya.- repitió.- Le pido que...

- Sí, sí... Seré paciente.- el hombre se acercó a Legolas, que también lo observaba pero que empezaba a ponerse nervioso por la cuidadosa inspección. El hombre dio una vuelta completa a su alrededor evaluando.- A ver... Tienes buena postura, erguido, la columna recta... Extiende los brazos. No así, no. A los lados, en cruz. Mmm... Buen largo de brazos...

Legolas dio un respingo cuando los dedos le tantearon los muslos, pero fue un toque ligero que se retiró rápido y que no se repitió.

- Piernas fuertes.- dictaminó, al parecer satisfecho.- ¿Cómo te llamas?

- Leg... Hikari, Maestro.- contestó haciendo una corta reverencia.

- Espero que tu coordinación sea tan buena como tus proporciones, Hikari... Por lo pronto, vamos a corregir algo importante. La reverencia es una muestra de respeto. Hay tres maneras de hacer una reverencia y depende de la persona a quien estás saludando. Si es un compañero como Mamoru, o algún otro estudiante, la reverencia es corta y ágil.

Diciendo así, le demostró lo que iba enseñando.

- Si es uno de tus hermanos mayores, es decir, un geijin o una geiko, el gesto es apenas un poco más pronunciado y si es la dueña de tu okiya, una persona mayor, un cliente o un maestro, la reverencia es mas profunda y dura unos segundos más... ¿Comprendido? A ver, salúdame.

Legolas hizo lo que le pedían, pero cuando estaba inclinado, el maestro le dio un pequeño golpecito en la cabeza con una vara que tenía en la mano. No fue fuerte, apenas una llamada de atención.

- Una cosa más. De ninguna manera quites los ojos de la persona a quien saludas. Recuérdalo, la espalda recta, la cabeza se mantiene en posición para observar.

Esta vez, Legolas pudo imitarlo con bastante eficacia y el hombre sonrió complacido.

- Gracias por su corrección, Maestro.- dijo Legolas y por una vez se permitió corresponder a la sonrisa del hombre. Ahora tenían sentido las diferentes cosas que había estado viendo durante esos días y que nadie se había molestado en explicarle.

Con apenas una indicación, fueron a un lado de la inmensa sala y se sentaron a esperar que llegaran los demás estudiantes.

- Su nombre es Egaldus.- susurró Mamore cerca de Legolas.- Es el mejor maestro de la escuela, es muy estricto pero tiene muy buen humor y le agrada enseñar. Es un gran bailarín.

Un grupo de cuatro muchachos entraron, saludaron y uno de ellos se ubicó cerca de Legolas y Mamore, en tanto los otros tres se sentaban más alejados. Unos minutos después, el maestro comenzó la clase.

Primero dedicó unos minutos a enseñar algunas cosas a los otros tres jóvenes y luego los dejó a solas en un extremo de la sala. Se reunió con los otros estudiantes unos minutos después. A pesar de que ahora su expresión continuaba siendo relajada, tenía la severidad propia de un maestro.

- Antes de comenzar, voy a poner al tanto a nuestro nuevo estudiante. Nuestras danzas, Hikari, reflejan lo que somos. En el 'Karyukai' el mundo de la flor y el sauce, las geiko deben ser la flor, gráciles, delicadas y hermosas y eso es lo que sus danzas reflejan. Nosotros, los geijin, somos como el sauce: elegantes, flexibles pero fuertes y es exactamente lo que nuestros movimientos deben demostrar. Los primeros pasos son las danzas a mano libre, es decir sin instrumentos que acompañen, pero luego cuando hayas aprendido a coordinar brazos y piernas del modo correcto, aprenderás la danza con un bastón largo, con dos bastones cortos, con una y dos espadas y también con lanza larga. Esto es porque nuestras danzas son una forma estilizada de combate. Ahora, de pie, los tres, vamos a empezar los primeros movimientos.

Mamoru y el otro joven iban un poco más adelantados, por lo que les dio algunas instrucciones y luego, el maestro se dedicó por completo al elfo. Deseaba saber si podía ponerlo pronto al nivel de los otros. Luego de unos minutos, se dio cuenta que no solo los igualaría en pocas clases, sino que podía dejarlos atrás en otras pocas también.

No era raro. Legolas había escuchado con atención la explicación del maestro y se había sentido aliviado. Por un momento se había imaginado a sí mismo danzando con abanicos y la sola idea le había parecido un tanto ridícula, pero espadas y lanzas eran algo diferente y que incluso le despertaba el interés. Las primeras posturas eran bastante fáciles y los movimientos no representaban ningún problema para él. Sabía manejar una espada, era parte de las cosas que le habían enseñado desde pequeño. A pesar de todo, había sido un guerrero y tenía equilibrio, fuerza y coordinación.

Ahora Legolas se daba cuenta de lo que Mamoru había querido decir con estricto. Le hizo repetir los movimientos una y otra vez, sin descanso, corrigiendo posturas y el deslizamiento de los pies descalzos. Lo detenía en medio de un avance, lo corregía y de vuelta a empezar. Perdió la noción del tiempo que llevaba en eso, y solo lo notaba por el ligero temblor en sus piernas al mantener una posición hasta que Egaldus daba su aprobación. Conciente de lo mucho que estaba exigiendo a su nuevo estudiante, el maestro lo dejó descansar unos minutos mientras supervisaba al resto de la clase.

Estaba recuperando el aliento mientras miraba que los alumnos que estaban mas lejos, practicaban ya con dos bastones cada uno, aunque de momento no parecían danzar sino ponerse hábiles manipulando los listones de madera. A un lado, Egaldus corregía sin cesar pero de pronto se detuvo y se dirigió hacia la puerta que estaba abierta. Alguien pasaba por el pasillo.

- Baldor.- llamó Egaldus al tiempo que iba a encontrarlo.

El aludido miró hacia el interior de la sala y al ver al maestro, hizo una profunda reverencia, luego de lo cual entró.

- Maestro Egaldus. ¿En qué puedo serte útil?- preguntó con gentileza.

Una vez más, Legolas se quedó mirando al humano que hablaba. No era tan hermoso como el maestro Egaldus pero había otra cosa en él. Era atractivo de manera tal que uno tenía que mirar dos veces para asegurarse lo que veía y aun así todavía seguía mirando para corroborarlo. El cabello color caoba estaba sujeto de la misma manera que el otro humano, pero algunos pequeños mechones escapaban a ambos lados del rostro y lo enmarcaban de manera perfecta. La nariz recta, los labios suavemente rosados, y los ojos del color marrón más hermoso que Legolas hubiese visto, daban la impresión de terciopelo al mirar.

- Baldor... Tengo unos alumnos nuevos para impresionar y unos que están aprendiendo la danza a dos bastones... ¿Sería mucha molestia pedirte los primeros movimientos de la danza? Una vez a solas y una conmigo para que puedan ver lo que intento enseñarles.

- Será un placer ayudarte, Maestro.

Diciendo así, procedió a quitarse el 'haori', quedándose con una camisa similar a la que todos vestían pero el pantalón que tenía le ceñía con fuerza la cintura y se abría generosamente en las piernas, tanto, que la primera impresión que daba al mirar es que era un falda.

Mientras él se preparaba, el maestro había ido por los otros alumnos y todos se reunieron a un lado. Egaldus le extendió a Baldor un par de los bastones que habían estado usando los otros alumnos. Aquel los tomó, los hizo girar un par de veces y se ubicó en el centro de la sala. Hizo una profunda reverencia hacia el maestro y una leve hacia los otros estudiantes.

Desde ese momento, Legolas no pudo dejar de observarlo. El rostro tenía una profunda concentración, y cuando hizo el primer movimiento, el elfo supo que eso no era nada parecido a lo que hacían las geiko. Los bastones surcaban el aire en perfectos semicírculos, se cruzaban por encima de la cabeza o a un lado. Parecía como si cada parte del cuerpo tuviese vida separada, el rostro se movía primero, y luego el tronco le seguía. Un par de minutos después, se detuvo.

Entonces Egaldus tomó otro par de bastones y se ubicó frente a Baldor. Se saludaron y ahora la danza tuvo sentido, porque cada vez que los bastones trazaban un semicírculo, encontraban uno de los del otro bailarín, y cuando se cruzaban sobre la cabeza, detenían un golpe procedente del supuesto contrincante; cada vez que la cabeza giraba primero, era para prever el próximo movimiento del teórico contrincante. Ahora entendía lo de la coordinación, hubiese bastado conque uno de ellos se equivocara y los listones de madera podían golpear al otro bailarín.

Por fin, los dos hombres se detuvieron y volvieron a saludarse.

- Muchas gracias por permitirme ayudarle, Maestro Egaldus.- dijo Baldor mientras le extendía los bastones.

- Es un placer ver tus adelantos, Baldor. Sigue así. Si me esperas unos instantes, tengo unas palabras que decirte.

- Dioses...- murmuró Mamoru, sentado al lado de Legolas.- Nunca voy a poder hacer algo así.

El maestro regresó junto a los estudiantes avanzados y los puso a un lado para que continuaran ejercitándose con los bastones. Dio algunas instrucciones a los otros dos, y le preguntó a Legolas si podía repetir solo los movimientos que había aprendido. Como el elfo asintió, lo dejó también para hablar un momento con el otro humano.

Concentrado en sus ejercicios, Legolas pensaba en lo que había visto y decidió que le gustaba. No era desagradable como había pensado al principio, sino algo que reunía fuerza y belleza. Quizás se había apresurado demasiado al juzgar el lugar donde lo habían enviado y por un instante, recordó que Gandalf no había querido darle ninguna pista acerca de las cosas que hacía un geijin. Algo más lejos, los bastones volaban de modo incierto por el aire.

"No, así no era" pensó Legolas, repitiendo todo desde el principio.

Tal vez por haberse detenido vio lo que iba a suceder. Uno de los estudiantes lanzó su bastón al aire, y cuando caía, el bastón de otro lo golpeó cambiando del todo la trayectoria. Antes que cualquiera pudiese reaccionar, se movió con toda la agilidad de que fue capaz, llegó junto a Baldor y tomándolo por la cintura lo sacó del paso.

Por supuesto ambos cayeron enredados en el piso, pero el bastón impactó de lleno en la pared de madera haciendo una muesca en el material.

Preocupado, Egaldus se acercó para ayudarlos a ponerse de pie.

- Baldor... ¿Estás bien? Hikari...

- Sí, maestro.- contestó el elfo, y enfrentó al otro joven que se arreglaba la ropa.

Cuando estuvo presentable, los ojos marrones estudiaron al elfo con detenimiento y sonrió. Le dedicó una reverencia que pareció un poco más profunda de lo que debía.

- Muchas gracias, tu intervención fue oportuna, de lo contrario, ese bastón me hubiese golpeado. ¿Eres nuevo, verdad?

- Así es.- intervino Egaldus.- Su nombre es Hikari, y se supone que debería estar practicando.

- Una vez más, Hikari, muchas gracias.

Legolas saludó y regresó a sus ejercicios. Se concentró tanto en hacerlo bien, que ni siquiera se dio cuenta cuando Baldor abandonó la sala.

Cinco días más tarde, Legolas ensayaba sus primeras notas en el shamishen mientras su mente estaba en otro lado. No podía dejar de pensar en Imrahil y en que Arwen no le había dicho ni una sola palabra más al respecto. Algunas veces, el elfo levantaba la vista y encontraba los ojos celestes fijos en él, mirándolo con una sonrisa que no lo tranquilizaba en absoluto.

"No puede haber sido capaz de romper su juramento... Nunca podría volver a casa si lo hizo, con todo lo que nos ama, nuestro padre no podría perdonar semejante traición... ¿Qué haré si viene a pedirme que me vaya con él? ¿O que lo ayude a huir?"

Una y otra vez, esos pensamientos lo asaltaban y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para concentrarse en otras cosas.

- Ah, aquí estás.- dijo la vocecita suave de Arwen al cruzar el umbral y provocando que las cuerdas emitieran una nota claramente discordante.- Necesito que lleves un recado a una okiya vecina.

Legolas estudió por unos segundos el rostro de la elfa. Ya la conocía lo suficiente como para saber que esa expresión de inmensa amabilidad era solo una máscara.

- No puedo salir de la okiya sin permiso.- le recordó, esperando que eso lo liberara de ella.

- Yo te doy permiso, pequeño Hikari.- le extendió un fragante paquetito envuelto en fino papel de arroz.- Solo tienes que correr hasta la okiya que está al principio de la calle, la que tiene los parantes azules y le entregas esto a la mujer que te atienda. Le dices que es para Seisuke.

- ¿Eso es todo?- preguntó, todavía indeciso.

- Eso es todo. Luego puedes regresar a tus prácticas, veo que te hacen falta.

El elfo suspiró y tomó el pequeño paquete. Solo llevar una entrega, no podía haber nada de malo en eso.

- De acuerdo, lo llevaré.

- Perfecto.

Minutos después, muy pocos, había hecho la entrega y volvía a sus prácticas. Tenía mucho por practicar, y como ya había hecho las tareas de la tarde, podía dedicarle a eso todo el tiempo que hiciera falta.

Había pasado un par de horas enfrascado en eso y no se dio cuenta de que había un pequeño alboroto en el vestíbulo, solo tomó nota cuando Fumio apareció en el resquicio de la puerta.

- Ven conmigo, elfo.- dijo sin preámbulos y sin entender demasiado, Legolas lo siguió.

En el vestíbulo, estaba la mujer a la cual le había dado el paquete que le entregara Arwen. En cuanto lo vio, su rostro reflejó un profundo enojo.

- Es él, por supuesto que es él.- se dirigió al elfo esta vez.- ¿Por qué hiciste algo tan bajo? Ahora Seisuke tiene una horrible erupción en la piel y el curador ha dicho que tardará al menos diez días en desaparecer.

- No entiendo de qué habla...- alcanzó a decir el elfo.

- La infusión con las hierbas se supone que iban a blanquear la piel de Seisuke, le provocaron un horrible sarpullido en cuanto la bebió. Está todo deformado... Eres deshonesto y malvado.

- Yo... le juro que no sé...- empezó de nuevo, pero entonces, vio la mirada brillante de Arwen y comprendió todo. La furia puso un leve color en las mejillas blancas del elfo.

- No te preocupes, Satoka, nosotros nos encargaremos de esta situación.- dijo Tyra-san mientras la tomaba gentilmente por el brazo y la acompañaba hacia la salida.

= Será mejor que aceptes tu culpa, Hikari. =susurró Arwen, en élfico, para asegurarse que nadie más comprendiera.= Después de todo, sí llevaste esas hierbas...=

= ¿Por qué me estás haciendo esto...? Yo no te hice nada... No voy a aceptar la culpa de algo que hiciste con tan mala intención...=

= Oh, pero seguramente quieres saber acerca de tu hermanito... ¿Verdad? Y el tiempo se te está acabando.=

- ¿Qué estás cuchicheando, Arwen?- preguntó Fumio, que había seguido el pequeño intercambio aunque no lo hubiese comprendido.

- Nada, Fumio-san; solo le decía al elfo que el castigo será mas leve si admite su culpa...- comentó sonriente.= Ya lo sabes, pequeño Hikari... =

Entró hacia las habitaciones interiores cuando Tyra-san regresaba. La mujer tenía una expresión sumamente contrariada, y enfrentó al elfo.

- No sé porqué hiciste eso, pero va a costarnos muy caro. Seisuke no podrá trabajar en diez días y tuve que aceptar hacerme cargo de los costos del curador durante esos días. ¿Tienes algo que decir?

"Tengo que saber qué hace Imrahil aquí... Dulces Valar... No es posible que haya decidido romper su juramento... ¿Habrá sido capaz de escapar? Tengo que saber..."

- No, Tyra-san.

- ¿Me dirás, en nombre de todos los dioses, por qué hiciste algo tan deshonesto? Pusiste en riesgo la salud de uno de tus futuros hermanos mayores.

- ¡Yo no...! Yo... me equivoqué de hierbas.- dijo al fin.- Lo siento.

- No, todavía no lo sientes.- a una señal suya, Fumio aferró al elfo por un brazo y ella solo agregó una palabra antes de meterse al interior de la casa.- Diez.

- Vamos, HIkari.- dijo el hombre, a quien evidentemente no le agradaba lo que iba a tener que hacer.

- ¿Dónde vamos...?- preguntó, plantando con firmeza sus pies descalzos en el tatami.

- Ya escuchaste a Tyra-san, vamos a la casa. Son sólo diez azotes, no tardará mucho.- intentó hacerlo avanzar pero se encontró con la sólida resistencia del elfo.- Escucha, puedes hacerlo difícil, pero entonces tendré que llamar a los otros hombres y finalmente no podrías contra todos. Y eso quizás acrecentaría el castigo.

Durante unos segundos, Legolas intentó sosegarse. Una cosa era admitir algo que no había hecho, y otra diferente aceptar que le pusieran las manos encima. Había sido un príncipe, nunca nadie, ni siquiera su padre había levantado la mano contra él, y ahora tenía que aguantar eso por un poco de información. La rebeldía le encendió la sangre como nunca antes había sentido y por unos instantes luchó con la tentación de mostrarle cuanto podía costarle el intentar arrastrarlo contra su voluntad.

Sintió la mano de Fumio tironeando de él y recordó la frase que su padre le había dado al despedirse: Vive con dignidad.

Bien, él iba a demostrarles lo que era la dignidad de un elfo. Con un gesto brusco y fuerte se libró de la mano del hombre y le dirigió una tal mirada que aquel no intentó aferrarlo de nuevo.

- Puedo ir solo.- dijo y se encaminó hacia el interior de la okiya. Cruzó el pasaje interno y siguió hasta el patio interior, cerca de las viviendas de los criados. Cuando llegó allí se volvió hacia Fumio casi desafiándolo.

- Quitate la camisa.- indicó el hombre y desenrolló la correa de cuero.

Mientras se quitaba la prenda, los ojos de Legolas adivinaron una presencia detrás de unas cortinas cerradas y miró directamente hacia ese lugar antes de darse la vuelta para buscar apoyo y ofrecer la espalda desnuda.

El primer azote cortó el aire y lo tomó algo desprevenido, no pudo evitar el gemido que se le escapó de los labios; pero se recompuso. Arwen no iba a escuchar un solo lamento proveniente de su boca. Nunca.

Con toda la voluntad que consiguió reunir, detuvo cada uno de los quejidos que hubiese debido emitir ante los azotes. Intentaba no pensar en la causante de ese momento, imaginando que por fin podía encontrarse con su hermano, que por fin podría verlo y eso hizo que apretara obstinadamente la mandíbula. Pero contra toda su fuerza de voluntad, las lágrimas de humillación se le escaparon sin que pudiese retenerlas como retenía los gemidos. Cuando Fumio dio el último de los azotes, se acercó al elfo, preocupado por el silencio y contemplando las oscuras marcas rojas en la piel. Odiaba haber tenido que hacer eso y más porque tenía casi la seguridad que Arwen había metido sus lindas manecitas en todo ese asunto.

- Hikari...

- Déjame solo.- pidió solamente Legolas sin dedicarle ni una mirada. No confiaba en poder seguir manteniendo esa postura mucho tiempo más. Escuchó los pasos del hombre alejándose y se permitió relajarse un poco para resistir el intenso ardor en su espalda. Desesperadamente, un poco enojado consigo mismo por permitirse esa debilidad, se limpió la cara.

Unos pasitos leves lo pusieron alerta y giró con viveza, sabiendo a quien iba a encontrar ahí. Ella ya había disfrutado suficiente, no iba a darle otro espectáculo gratis.

- ¿Donde está mi hermano?

Por un momento, Legolas pensó que Arwen iba a negarse a decirle, pero sorprendentemente, la elfa sonrió de ese modo casi angelical que todos admiraban.

- En aquel momento, dijo que regresaría a la ciudad en cinco días y se iría al atardecer.- suspiró de forma melodramática.- Y como eso fue hoy, creo que ya se te hizo tarde, pequeño Hikari... Los mensajeros tienen que salir antes que cierren las puertas de la ciudad. Qué pena por ti...

Dio la vuelta y se alejó con rapidez perdiéndose en algún lugar de la okiya.

"Todo esto por nada..." pensó el elfo, desesperado. " Dejé que me hicieran esto para nada..."

Calculó rápidamente la hora, miró el cielo. No faltaba mucho para que cerraran las puertas, pero quizás...

"Ya me azotaron por algo que no hice, bueno, hagamos algo para merecerlo, entonces."

Sin meditarlo más, tomó su camisa, reprimió el gesto de dolor cuando la tela rozó la piel de su espalda y miró hacia la casa. No había nadie mirando, todos estaban muy confiados en que se iba a quedar tranquilo después del castigo. Con destreza, trepó hasta el tejado de la casa de los criados, llegó hasta el muro y sin dudarlo un segundo más, saltó del otro lado.

Una vez que estuvo de pie en la calle, se lanzó a correr a toda la velocidad que le permitieron sus piernas.

TBC...

N/A 1: Esta aclaración va para enmendar un error en la nota donde escribí que no había hombres que se dedicaran a este trabajo. Lean esto: SI HABÍA GEISHAS MASCULINOS!!! Y fueron antecesores a las mujeres, tanto que la palabra geisha se usaba solo para ellos. Se dedicaban a amenizar las reuniones con charlas, danzas, actuaciones y música; pero también daban consejos de estrategia militar y acompañaban a sus señores a la guerra. Al principio se los diferenció llamando onna geisha a las mujeres y otoko geisha a los varones; pero luego se les llamó 'taikomochi' (el que lleva el tambor) porque muchos de ellos aprendían a tocar estos instrumentos, o houkan (bufón). El asunto del sexo nunca estuvo muy claro, porque el tema de la homosexualidad fue y es tabú entre ellos. Actualmente, existen todavía cinco taikomochi, cuatro viven en Tokio y uno en Kioto. Sorry, no podía quedarme con esto, y sirve para aliviar mi conciencia por haber mandado al elfito a algo así. Si a nadie le molesta, voy a seguir usando la palabra 'geijin' y espero que no signifique nada obsceno porque la acuñé con total irresponsabilidad... Jejejeje.

REVIEWS: Miss Moony: No creo que leas esto, pero igual gracias por avisar que había puesto mal el fic.

Vania: Ow, estoy peleandome muy feo con todo lo que hay que hacer para subir los fics aquí... Es muy complicadito. Ya tomé en cuenta tu advertencia, gracias mil.

Iona: Que bueno que te guste la idea (tenía miedito de los tomatazos generalizados) pero para ser honesta, el fic está basado en 'Memorias de una geisha'. Al menos al principio, luego, va a ir por otros carriles. La historia de los hermanos surge de mi mente extraña. Y sip, el elfito tendrá que perseverar y aguantar a la bruja... ejem... a Arwen.

Alym: Que emoción que hayas venido a leerlo aquí, intentaré subir esta semana hasta donde tenía el fic. Espero poder subir el cap nuevo prontito. Por cierto... Actualizarás los tuyos? Hace tiempo que no sé de ti...Besitos.