Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 5

Un estorbo en el camino

Apenas se vio fuera de la okiya, Legolas atravesó a toda velocidad la única calle principal y llegó a los portones de madera que separaban el Barrio del resto de la Ciudad. No le intranquilizaba salir porque los portones permanecían abiertos hasta muy entrada la noche, al igual que los de los distintos niveles. Sabía por haber escuchado, que solamente la gran puerta de entrada se cerraba al atardecer.

Era imposible creer que con la hora que era, hubiese tanta gente por las calles, y el elfo hacía verdadera demostración de sus reflejos y velocidad al correr sin llevarse a nadie por delante y sin detenerse a perder tiempo.

Tenía un solo pensamiento: llegar al nivel inferior antes que cerraran las puertas. Cada nivel tenía su propia puerta y Legolas debía recorrer toda la explanada descendente para llegar a la siguiente. Cuando por fin arribó al nivel inferior, las sombras del atardecer empezaban a extenderse, el sol ya desaparecía detrás del Mindolluin tiñendo de rojo las blancas murallas.

El guardia apostado junto a la Puerta Grande alcanzó a tomar al elfo por la manga cuando se aprestaba a atravesar el túnel que lo llevaría fuera del séptimo nivel.

- Pronto cerrarán las puertas, elfo.- le advirtió.- Si no regresas cuando el último rayo de sol haya desaparecido, pasarás la noche en las caballerizas.

- Lo sé.- dijo tan solo, liberándose y corriendo fuera.

En el exterior del séptimo nivel, estaban las caballerizas y las casas donde vivían los Correos del Rey. Los caballos más ágiles tenían allí abrigo y comida, y estaban siempre preparados para salir a escape ante una emergencia. En una caballeriza anexa, se recibían a los mensajeros de otras ciudades y se daba cuidado a sus cabalgaduras mientras sus dueños pernoctaban en la seguridad de la ciudad.

Legolas entró en el edificio donde reinaba una intensa actividad. Estaban llegando los últimos mensajeros que podrían entrar y los que iban a salir ya se aprestaban a retirarse. En ese momento, se aprestaba a partir una pequeña comitiva del Valle de Ringló y llegaba una partida de jinetes de Dol Amroth.

El elfo caminaba entre hombres y animales mirando hacia todos lados, con el corazón en un puño, buscando la figura conocida y ansiada. Una mano fuerte y pesada se apoyó en su hombro y lo hizo girar.

- ¿Qué demonios hiciste con tu ropa, Imrah...?- cuando lo vio de cerca, se dio cuenta que no era quien él pensaba y de inmediato retiró la mano.- Los dioses nos asistan... Eres igual a Imrahil...¿Quien demonios eres?

Bueno, no eran iguales mas que en los rasgos generales, pero la frase consiguió hacer que el alma del elfo volviera a su cuerpo y pudiese juntar aire para contestar.

- Imrahil es mi hermano... ¿Donde está? Por favor, necesito hablar con él...

- ¡Iorlas! ¿No se supone que ibas a preparar las provisiones para mañana? Ya tenemos que irnos...- gritó una voz, con tanta potencia que el aludido dio la vuelta al punto y se encontró con el otro elfo. Miró a uno, luego a otro incrédulo. Sin embargo, ninguno de ellos lo miraba porque estaban absolutamente absortos contemplándose.

La vista de Legolas recorrió a su hermano sin poder creer lo mucho que había cambiado en el tiempo que había pasado. Parecía más alto y sin duda estaba un poco más musculoso que cuando lo había visto por última vez. Además, el estentóreo grito que había lanzado, distaba mucho de la tímida voz que antes apenas sobresalía durante las reuniones oficiales.

Por su parte, Imrahil veía a su hermano pero no tenía tan buena impresión de lo que veía. Cierto era que ninguno de los dos vestía con el lujo que hubiese correspondido al rango que tenían, pero Legolas tenía lo más cercano que Imrahil había visto a la apariencia de un criado. Sin embargo, la expresión amable y gentil que lo caracterizaba, estaba ahí, intacta. Avanzó un par de pasos y temeroso a equivocarse, adelantó una mano para tomarlo por el hombro y asegurarse que no era una visión.

- Hermano...- murmuró, pero tomando rápidamente una decisión, lo aferró y empezó a remolcarlo hacia el interior de una de las caballerizas no sin antes hablarle al otro humano.- Termina de preparar todo, Iorlas, nos vamos en unos momentos.

Una vez dentro del pequeño espacio, sí lo abrazó con fuerza y Legolas tuvo que hacer un esfuerzo para no retorcerse cuando los brazos fuertes de su hermano oprimieron la espalda dolorida. Pero fue apenas un segundo, pronto, él mismo estaba tan contento de haberlo encontrado, que eso diluyó un poco el dolor.

- Imrahil... ¿Estás bien? Temí que ya no te encontraría...

- No pude buscarte durante el día, Legolas... Hace varios días estuve en ese lugar donde vives...- hizo una evidente mueca de disgusto.- Encontré una de los nuestros y le dejé el mensaje. Tardaste mucho en venir.

- Ella... Oh, bien, no importa. Vine en cuanto pude. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo me encontraste? Quiero creer que no se te ocurrió faltar a tu juram...

- Despacio, hermanito...- sonrió el elfo tranquilizándolo.- Y no, no he faltado a mi juramento. Estoy sirviendo de correo de los Jinetes de la Marca, por ahora y por eso pude venir hasta aquí, pero casi tengo que irme. No puedo quedarme. Me costó tanto encontrarte... tuve que preguntar por todos lados. Sabía que Gandalf te había traído aquí, pero no sabía dónde te había dejado. Uno de los hombrecitos de los carruajes recordó dónde había llevado al elfo rubio y bien...

Con verdadero afecto, Legolas le tomó las manos, y al hacerlo, no pudo dejar de notar el aspecto tan distinto de las mismas. Delicadamente, Imrahil las retiró para que no las viese más de cerca y ante la muda pregunta de su hermano, se encogió de hombros con un gesto resignado y algo melancólico.

- No se puede evitar... No entiendo esto, Legolas... En apenas unos días, todo parece tan lejano... Es como si toda mi vida anterior hubiese sido una ilusión. Estos días parecen tener más consistencia que todo el resto de mi existencia, como si todo lo que hice antes careciera de valor.

Legolas lo miró por unos instantes, calibrando la tristeza que había en la voz de su hermano.

- No lo creo, Imrahil... Te apuesto a que en cada parada que has hecho en tu camino hacia aquí, has metido en tus alforjas no menos de dos clases diferentes de hierbas pensando en que pueden ser útiles más adelante y tal vez hasta estés pensando en hacer un catálogo nuevo en tus ratos libres.

El otro elfo encontró la mirada a medias divertida de su hermano y tuvo un ligero rubor en el rostro. O era demasiado predecible o Legolas lo conocía inmensamente bien. Decidió, con placer que era la última de las opciones.

- Y eso me ayudará mucho a mí.- continuó Legolas.- Necesito saber qué puedo usar para aliviar una erupción en la piel de un humano...

- Eso depende de qué la haya causado.

- Bebió una infusión de hierbas. No pude verlas, pero tenían el perfume muy agradable, como el 'niphredil'...

- ¿Como el aroma del 'niphredil'?

- Exacto.

- ¡Por Elbereth! ¿Y por qué el insensato humano iba a tomar una infusión de eso?

- Porque quería que su piel fuese tan blanca como la flor, supongo.

- Pero lo que tenía que hacer era lavarse la piel con la infusión, no beberla...- Imrahil sacudió la cabeza, incrédulo. No obstante, fue hasta un rincón donde habían colgadas unas alforjas y revisó dentro de ellas hasta que extrajo unas plantas. Cuidadosamente las envolvió en un lienzo y regresó con su hermano.- Toma, que haga una infusión con esto y lave las erupciones. Pero por los Valar, que no se le ocurra bebérsela.

Legolas tomó el paquetito, lo introdujo entre sus ropas y sonrió de forma cómplice.

- Yo tenía razón... ¿Verdad?

- Siempre sabes qué decir para que los demás se sientan bien, hermanito.- Imrahil respondió al gesto, ahora ya se sentía mucho mejor. Desde donde estaba vio que Iorlas, su nuevo compañero pasaba llevando su propio caballo por las riendas.- Ya tengo que marcharme, Legolas... No puedo quedarme más.

- Pero casi no me has contado nada de tí...

Imrahil tomó sus alforjas y salió de la pequeña caballeriza seguido por Legolas. En la de enfrente, Estrellablanca ya estaba casi listo.

- Escucha, tengo que ir hasta Ithilien y hacer algunos encargos ahí, pero estaré de regreso en tres días. Llegaré casi a esta hora, podríamos hablar entonces, pero tendré que irme a primera hora de la mañana.

- No puedo pasar la noche fuera de la ciudad.

- Bien, entonces... Me hospedaré en la Hostería Vieja, está en el séptimo nivel, en la Calle de los Lampareros. Búscame allí y dispondremos de toda la noche para contarnos todo. ¿Te parece bien?

Muy rápido, Legolas calculó que quizás podría salir de la okiya del mismo modo que en ese momento y volver antes que se percataran de su ausencia. Nadie tenía por qué enterarse que había salido. Asintió.

- Estaré allí.

Mientras hablaban, Imrahil había terminado de preparar sus pertenencias y caminaban hacia la salida donde ya estaba esperándolo Iorlas.

- Es un espléndido animal.- comentó Legolas, acariciando suavemente la mancha blanca en forma de estrella en la cabeza del caballo. Aquel pareció complacido, como si supiera que el elfo era muy afín a su dueño.

- Se ha convertido en un gran compañero.

- Mucho mejor que Brego ¿Verdad?- intervino Iorlas.

- Cualquiera es mejor que Brego.- resopló Imrahil, con un gesto de enojo y al ver la expresión de Legolas sonrió.- Ya te contaré eso. No lo olvides...

- No lo olvidaré. Elbereth, están cerrando la Gran Puerta, tengo que irme.

Antes que pudiese decir algo mas, Imrahil volvió a estrecharlo en un cálido abrazo y luego lo dejó correr hacia la entrada a la ciudad sin perderlo de vista hasta que desapareció detrás de la puerta inmensa. Al menos, había encontrado a Legolas, en tres días mas se enteraría mejor de sus actividades. Pensando eso, montó, azuzó a Estrellablanca y partió sin demora.

El elfo atravesó la Gran Puerta cuando aquella ya estaba en movimiento para cerrarse. Del otro lado, los guardias hacían un enorme esfuerzo moviendola, era realmente un gran trabajo movilizar ese peso.

- Justo a tiempo, elfo.- dijo el mismo guardia que lo había visto salir, mientras resoplaba junto con sus compañeros.- Vamos, apresúrense... Si el capitán pasa y vé que la Puerta continua abierta, no necesito decirles lo que va a pasar...

Sonriendo, Legolas se encaminó hacia el extremo del túnel y apenas estuvo afuera, vio al hombre que se acercaba. Era evidentemente el superior de esos guardias. Con apenas un vistazo se dio cuenta que esos hombres no iban a poder cerrar a tiempo y lo meditó apenas un segundo.

El guardia se sobresaltó un poco cuando un par de manos blancas se apoyaron casi a su lado en la madera. De inmediato, el inmenso portal se movió con mas rapidez y no era de extrañar, la fuerza de un elfo era varias veces la de un humano. Con un sonido apagado, la Gran Puerta tomó su lugar y de inmediato se cerraron los inmensos pasadores para asegurarla.

El capitán apareció por el túnel, pero al ver que todo estaba en orden, no se acercó. Hizo un gesto de asentimiento a los guardias apostados allí y continuó su revisión.

- Gracias... Eso estuvo cerca.- murmuró secándose el sudor de la frente.- ¿Por qué hiciste eso, elfo?

- ¿Por qué no?- replicó Legolas, sonriendo.- Solo se trata de ser útil, creo.

Alguien encendió una antorcha para iluminar el túnel y eso le recordó a Legolas que debía volver a toda prisa. Sin pérdida de tiempo, corrió de regreso a la okiya y solo gracias a su habilidad, pudo trepar el muro y regresar por el mismo camino por el que había salido.

Al día siguiente, luego de la escuela, Legolas se aprestaba a recluírse en su habitación para practicar y al mismo tiempo mantenerse fuera del alcance de Arwen. Había decidido que no iba a volver a confiar en ella bajo ningún concepto. Una de las aprendizas lo alcanzó antes.

- Por favor, Hikari, necesito que vayas a comprar cuerdas para shamishen... Las necesito.

- Si Fumio me autoriza a salir, puedo ir ahora mismo.- contestó, porque esa salida le convenía perfectamente y como obtuvo el permiso sin inconvenientes, salió a toda velocidad a cumplir el encargo.

Cuando venía de regreso, ya con lo pedido, se detuvo ante la okiya que estaba casi a la entrada de la calle y tomando aire, entró y llamó.

La mujer salió al vestíbulo sin imaginar siquiera lo que iba a encontrar, pero en cuanto vio quien estaba ahí, su rostro cambió por completo.

- ¿Qué buscas aquí, elfo? ¿Acaso no hiciste bastante ya?

Legolas hizo una profunda reverencia, algo más de lo que su orgullo le hubiese permitido en otras circunstancias.

- Por favor, señora... ¿Podría que hablar con Seisuke?

- ¿Para qué?- preguntó, todavía hosca.

- Porque ni siquiera lo conozco y mi estupidez le causó un grave trastorno... Te aseguro que no sabía lo que contenía el paquete. Si yo hubiese preguntado qué traía, quizás hubiese podido prevenirlo.

La mujer estudió por unos instantes el rostro que tenía enfrente. El día anterior había actuado guiada por la indignación del momento, casi sin pensar. Había tanta cándida sinceridad en los ojos azules, que le ahora le estaba resultando muy difícil creer que esa criatura tan hermosa pudiese haber hecho algo así con mala intención.

- Veré si quiere recibirte.- dijo, tan solo y desapareció dentro.

Unos instantes después, apareció de nuevo y tras ella, vino el humano a quien Legolas no habia visto antes. Reprimió un gesto de incredulidad al ver que efectivamente, la reacción en la piel había sido severa y debía causarle un violento ardor. El muchacho vestía una túnica muy liviana, y el elfo adivinó que el resto del cuerpo debía estar en condiciones similares al del rostro.

- Así que tú eres Hikari.- dijo el joven, con una nota de rencor en la voz.

- Sí... Agradezco que me hayas recibido, necesitaba tratar de explicar... Te aseguro que no sabía para qué iban a usar lo que había en el paquete. Era un encargo y lo cumplí sin preguntar. Supongo que soy un tonto, pero de cualquier modo, no tenía ninguna intención de causarte mal.

- ¿Viniste solo para eso?

- En parte sí.- dudó un poco antes de continuar pero al fin, sacó el pequeño envoltorio que Imrahil le había dado.- Las hierbas que traje tenían flores blancas... ¿Verdad?

- Sí.

- ¿Bebiste la infusión que hiciste con ellas?

- Es lo que decía la nota que debía hacer.

- No tenías que beberla, tenías que aplicarla sobre la piel.- explicó el elfo.

- Eso mismo dijo el curador.

- ¿Te dio algo para ayudarte?

- Dijo que las hierbas que necesitaba debía hacerlas traer de otra ciudad, así que me dio otras, pero no están resultando muy bien.

- Sé que no tienes por qué confiar en mí... Así que muéstrale éstas.- le extendió el envoltorio.- Estoy seguro que las aprobará. Tienes que hacerlas hervir y aplicarte el líquido sobre las erupciones.

El muchacho lo miró sin terminar de comprender y por lo mismo, desconfiando; pero al final, decidió que no tenía nada que perder haciendo lo que le pedían. Primero las mostraría al curador, y si aquel daba el visto bueno, las usaría. Legolas respiró con alivio al ver que recibían el paquete.

- ¿Por qué estás haciendo esto?- preguntó al final.

- Tengo una idea de lo que piensas de mí en estos momentos, y no es la clase de pensamientos que me gusta inspirar en la gente porque yo no soy así.

- Pero sí la persona que te envió a traerme el paquete... ¿Quien fue?- vio que el elfo no iba a responder a eso y en parte lo comprendió.- Bien, no importa; creo que ahora mismo puedo pensar en alguien capaz de algo así.

- Tengo que irme... Me escapé para traerte esto.- admitió con una pequeña sonrisa y con alivio, vio que el muchacho la correspondía.- Una vez mas, gracias por recibirme... Espero que esto te sea de utilidad.

Hizo el saludo correspondiente al geijin y a la mujer que no se había separado de él y salió rápido de regreso a la okiya, contento por haber resuelto esa parte del problema. No podía permitir que pensaran que todos los elfos eran igual a Arwen.

Arwen se sentó frente al espejo del tocador y contempló durante largos minutos su reflejo sobre la superficie pulida y clara. El brillante pelo negro no necesitaba artificios como usaban la mayoría de las geiko, tampoco la delicada piel blanca precisaba casi del maquillaje tradicional, aunque por la costumbre, debía usar un poco. Los ojos celestes resaltaban por contraste con el cabello, pero todo eso era poco al lado de la figura que todos los hombres de la ciudad codiciaban.

Tenía que planificar cuidadosamente los pasos a seguir, no podía equivocarse. Mientras se cepillaba el cabello, su memoria volvía a traerle lo sucedido esa mañana con mucha más nitidez de lo que ella hubiese querido.

Como de costumbre, había asistido a las clases. Aun cuando fuera ya una geiko, debía seguir perfeccionándose, así que esa mañana, por supuesto algo mas tarde que los estudiantes, había tomado un ligero desayuno y una vez preparada, se encaminó hacia la escuela.

Ya al entrar notó que algo estaba distinto. No había el habitual revuelo y bullicio que solía haber cuando llegaba. Se asomó al pasillo y vio que la mayoría estaba dentro de una de las salas más alejadas, algunas de sus colegas entraban en ese momento al lugar en completo silencio.

Entonces se dio cuenta que no estaba todo silencioso, algo se oía y ella siguió el sonido. A medida que se acercaba, supo que era.

Era una voz tan increíblemente dulce, tan suave que apenas salía del recinto donde estaban cantando. Las palabras, cantadas en la Lengua Común, hablaban de legendario Bosque Dorado de Lorien, y aunque la mayoría de los que estaban ahí no lo conocía, no podían dejar de sentirse hechizados.

' He cantado las hojas, las hojas de oro, y allí crecían hojas de oro; he cantado el viento, y un viento vino y sopló entre las ramas. Más allá del sol, más allá de la luna, había espuma en el mar...'

Era tan tenue la voz, que parecía frágil como las alas de una mariposa, sin embargo, se elevaba apenas por un momento y permanecía flotando en el aire, del mismo modo que el tañido de una campana de bronce.

Sin que nadie se percatara de su presencia, se acercó y se asomó apenas por el hueco de la puerta, solo para comprobar lo que temía. Era el elfo, por supuesto que estaba cantando sin darse cuenta la cara de arrobamiento de los que estaban escuchando, cantando con los ojos cerrados como si en verdad estuviese contemplando lo que cantaba. Poniendo el corazón y el sentimiento en cada palabra que salía de sus labios.

- Nunca pensé que alguien pudiese cantar más hermoso de lo que Arwen lo hace...- dijo una de las estudiantes en un susurro que los finos sentidos de la elfa captaron a la perfección.- Ahora que lo he escuchado, sé que nadie puede superarlo.

Esas palabras habían sido suficiente para que ella diera la vuelta y regresara hacia la calle, furiosa, innegablemente envidiosa de lo que ese pequeño elfo había hecho: quitarle la supremacía que tenía en la escuela.

Ya durante los dos días anteriores había escuchado al maestro de música alabando el acertado oído musical del elfo, y más tarde, Egaldus, había comentado la maravillosa combinación de elasticidad y fuerza en los movimientos de su estudiante. Y ahora esto. Su voz era la única que se había escuchado con tanta reverencia en ese lugar.

Era una situación peligrosa para ella, una situación que debía manejar con el cuidado que exigía. Se aproximaba una ceremonia particularmente importante para cualquier geiko, pero mucho más en su caso porque el encargado de oficiar esa ceremonia no era otro que el rey de Gondor.

Era el enojo de su padre el que la había conducido a ese lugar, esperando que aprendiera a dominar su mal carácter, pero era probable que el buen padre no supiera que justo en ese sitio, ella había podido establecerse como una reina. Era la geiko más solicitada en las reuniones sociales y todos se desvivían por complacer hasta el mínimo de sus caprichos.

Volvió a la realidad, observando la nívea curva del cuello majestuoso, ese mismo cuello que todos los hombres de la ciudad ansiaban besar, pero al que ninguno había tenido acceso. Se había mantenido pura, porque ésas eran las condiciones: la geiko más exitosa, la más hermosa, pero también la que fuera de reputación intachable, podía aspirar a que fuese el rey el encargado de su 'mizuage', su desfloración. Y no variaba en nada el hecho que ese puesto lo tuviese un geijin.

Hizo una rápida evaluación de los acontecimientos. Hacía varios meses que era una geiko de pleno derecho, y en esos meses se había enterado de la tradición. Una vez, cada cuatro años, si el rey manifestaba su conformidad, se le concedía el derecho de tomar a la geiko o al geijin más exitoso que hubiese.

Hasta ese momento, Arwen había tenido la tranquilidad de ser la única que podía aspirar a eso. Los únicos que hubiesen podido presentar competencia, eran Egaldus, pero el hombre, si bien era hermoso, ya no era joven y había dejado su trabajo como geijin para dedicarse a Maestro; y también estaba Baldor. Ése hubiese sido un competidor feroz, y Arwen no podía tolerar la fama del geijin, pero había un inconveniente. Baldor ya no era puro, su mizuage había tenido lugar cuatro años antes, y eso lo dejaba fuera de la competencia.

Al margen de ellos, solo quedaba una tanda de geikos lindas pero que no podían competir con la deslumbrante belleza élfica, y algunos geijin desabridos. Nadie había podido hacer sombra a su futuro.

A menos, claro, que el rey se cruzara en algún momento con ese elfo hermoso que ahora más que nunca evidenciaba ser una feroz competencia aunque todavía ni siquiera fuese un aprendiz.

"Si Aragorn lo ve, retrasará mi 'mizuage' hasta ver lo que resulta de su educación..." pensó con fría lógica. "Por lo tanto, es menester que el elfito no llegue a ser aprendiz. No debe dejar de ser un criado, y debo hacer que aceleren mi ceremonia."

Arwen sabía que el rey estaba interesado porque ella misma se había encargado de encontrarlo, una vez en durante una importante reunión en el palacio, donde habían solicitado a las geiko y geijin para amenizar los encuentros.

Había bailado ante él de la forma más suave y gentil, y con inmensa amabilidad, se había preocupado por permanecer cerca del monarca para mantener su copa llena de vino fresco y ofrecerle su conversación. Había puesto en juego todo su encanto y había dado resultado. Al día siguiente de la reunión, un enviado de palacio se había presentado en la okiya informando que el rey Aragorn estaba dispuesto a oficiar la ceremonia del mizuage de la bella geiko en cuanto las formalidades fueran cumplidas.

Así que estaba presente también la posibilidad de convertirse en algo más que la favorita del rey, y eso era algo que bien valía la pena y que por eso mismo no estaba dispuesta a arriesgarse a perder.

"No, mi pequeño Hikari... o como te llames. No vas a interponerte en mi camino."

Pensó un momento más en el día que lo había enredado con el asunto de las hierbas. Eso había sido apenas una diversión. Iba a tener que idear algo más contundente para mantenerlo como criado, y recordó que ese día había visto algo más casi al anochecer. Entonces, los fríos ojos celestes brillaron y el reflejo del espejo le mostró su deslumbrante y famosa sonrisa. Podía conseguir todo si hacía las cosas bien. Y ella siempre hacía las cosas bien.

N/A: A ver, el 'mizuage' es una ceremonia de transición para la futura geiko (según ellas mismas dicen, no implica el hecho de otorgar su virginidad al mejor postor). Mientras no es geiko, el cuello de la prenda interior del kimono será roja, pero luego del mizuage y cuando se convierta en geiko, será blanco; también cambia el estilo del peinado durante las distintas etapas del aprendizaje, para que a primera vista se vea en qué etapa de evolución se encuentra. El aprendizaje para pasar de una etapa a otra es de varios años, pero me he tomado la libertad de reducir los tiempos... No voy a dejar a mi elfito en semejante lío tanto tiempo. Como de los verdaderos taikomochi no hay demasiada infomación, me he dedicado a inventar soberanamente *^_^*...

Reviews:

Zekhen-angel and Zekhen: Mmm... Sí la idea que las geishas eran prostitutas está demasiado extendida y es una pena. Creo que había prostitutas que se vestían como geishas para obtener prestigio y por eso, a la larga, se les dio esa fama a todas... En fin, no es la idea poner a mi elfo favorito en ese papel, aunque algunas cositas va a tener que pasar.

M@rina Mortensen: Geishas masculinos!! Sí, sí!! Dudé un poquito (mas bien muchito) antes de poner un lugar así en Minas Tirith, pero como es un barrio cerrado, pudo haber estado en un rinconcito. Menos mal que te pareció original y no hubo tomatitos volando. Gracias por leer. Un beso. Vania: Pobrecito, mi Leggy, es que si no cedía, Arwen no le decía nada, y se tuvo que aguantar. Pero la muy bruja tiene sus razones para lo que hace, no es tonta. Creo que en este cap queda clarito donde tiene puesto el ojo. Tiene maldades para rato...Jejeje... Besitos.

Iona: Está bien, puedes odiarla, se lo merece. Tenías razón, por allí venía la envidia. El elfo va a tener problemas porque Arwen también es muy buena en lo que hace y ya consiguió algunas cositas. Creo que el rey va a aparecer en el próximo capítulo. Ya se está tardando mucho en salir, no? Besito.