Capitulo 6

A través de la oscuridad

Durante los dos días posteriores a su fugaz encuentro con Imrahil, Legolas había tratado de permanecer al margen de cualquier actividad que no fuesen sus idas y venidas a la escuela; pero aún así no pudo dejar de observar a los emisarios que entraron ese día en la okiya. Estuvieron un largo rato hablando con Tyra-san y luego Arwen tambien entró a la reunión.

No era que le interesara demasiado, pero preguntó a Fumio; no necesitaba tanta gente entrando y saliendo del lugar al día siguiente. La respuesta del hombre fue bastante ambigua,

- No es algo que te afecte, Hikari. Solo asegúrate de no causar problemas.

Bien, si no le afectaba a él, entonces intentaría hacer lo que le mandaron: no causar problemas.

La noche señalada, Legolas tuvo que esperar con toda la paciencia que fue capaz a que todos se fueran a dormir, y luego por precaución, un rato más, hasta que los ronquidos llenaron las habitaciones. Muy despacio, se vistió y con cautela salió de la habitación.

Cruzó el corredor oscuro teniendo buen cuidado de no tropezar con nada, ya conocía cada tramo del pasaje y consiguió llegar al jardin interior. Lo atravesó para llegar a la casa de los criados. Casi no había luna, pero no necesitaba de esa luz para ver. Trepó por un lado de la habitación más alejada, el mismo sitio que había usado tres días atrás y llegó al techo. Era en ese momento donde debía tener cuidado porque con seguridad los pasos se oírían desde abajo, pero no por nada sus pies eran ligeros como los de todos los elfos.

Avanzó un par de pasos, y entonces, no supo cómo, pero al llegar al muro, las maderas del techo cedieron a su peso, y con un estrepitoso fragor se vino abajo dentro de la casa de los criados. No era demasiada altura, pero lo tomó desprevenido y no pudo protegerse lo suficiente como para no golpear duramente al caer. La cabeza rubia rebotó contra el suelo de piedra sumiéndolo en la inconciencia.

El despertar fue penoso. El punzante dolor en su cabeza le hizo recordar de repente lo sucedido. Se movió con demasiado impetu para sentarse y todo giró a su alrededor. O al menos hubiese debido girar, el problema es que a su alrededor, todo estaba oscuro.

No había más que oscuridad rodeándolo. Sentía que estaba sentado en un catre o algo similar, pero al margen de eso, no podía distinguir nada y eso era grave. Si sus agudos ojos no podían detallar más que algún que otro borde, es que estaba en un sitio muy cerrado.

Se tanteó la frente pero a pesar del dolor, sus dedos no percibieron heridas, entonces intentó identificar el sitio donde estaba. El catre estaba junto a una pared de piedra, y Legolas no recordaba que hubiese paredes de piedra en la okiya, todas las habitaciones eran de madera.

"Los únicos lugares de piedra son... los sótanos."

Un sótano. Un lugar fresco, pero encerrado y oscuro donde generalmente guardaban algunos alimentos para conservarlos, pero Legolas sabía que no todos los sótanos se usaban para eso. Antes de pensar otra cosa, tanteó la pared y siguió el recorrido hasta que, luego de recorrer dos paredes peladas, llegó a algo que sus manos identificaron como el inicio de una escalera.

Bien, sí era un sótano, ahora todo lo que tenía que hacer, era subir por ahí y salir. Cuando llegó a la puerta, tardó un poco en encontrar la aldaba pero al intentar abrir, aquella no cedió. Tiró con más fuerza, sin resultados.

"No estoy encerrado aquí" pensó tratando de conservar la calma y entonces golpeó un poco para llamar la atención.

- ¿Hikari?- la voz de Mamoru.- Estás despierto...

- Mamoru... ¿Puedes abrirme...? No puedo salir.

- Lo sé. Lo siento, Hikari; no puedo abrirte. Fumio me dijo que le avisara cuando hubieses despertado.

A continuación, Legolas escuchó los pasos alejándose, y estuvo a punto de golpear mas fuerte para hacerlo volver, pero aquel parecía haber salido corriendo.

Ahora sí con algo de angustia, recorrió con los dedos los bordes de la puerta, descubriendo que no filtraba ni un pequeño rayo de luz por los resquicios. No estaba herméticamente cerrado, pero no había claridad que pudiese infiltrarse por allí. Escuchó que mas personas se acercaban al otro lado de la puerta.

- Así que ya despertaste.

- Fumio-san... Por favor, déjame salir... No puedo estar aquí...

- Debiste pensar eso antes de intentar escapar, elfo tonto.- la voz de Arwen sorprendió a Legolas.- Estuviste a punto de causar un escándalo en un día muy importante para mí... Tienes suerte que me sienta muy generosa, y no les haya pedido que volvieran a azotarte. De momento, me contentaré si te mantienen fuera de mi vista durante estos días.

"¿Días?" se preguntó Legolas, ahora completamente horrorizado. No podía permanecer ahí por días, no en esa oscuridad tan completa. " Ella lo sabe, sabe que para nosotros, esto es peor que unos cuantos azotes..."

- Pero podemos sacarlo para que tome sus alimentos.- intercedió Fumio, tentativamente.

- De ningún modo. ¿Y si intenta escapar de nuevo? Fumio-san, sabes muy bien lo importantes que serán los próximos días, para mí y para nuestra okiya... No, no pienso arriesgarme. Por supuesto hay que alimentarlo, pero no saldrá de ahí hasta que Tyra-san lo indique.

A pesar de que las palabras sonaban un tanto atenuadas por la gruesa madera de la puerta, Legolas escuchaba la conversación con toda nitidez. No tenía sentido que intentara explicar que él no había intentado escapar, al menos no como ellos pensaban. Solo había querido ir hasta el séptimo nivel a encontrar a su hermano, hablar con él y regresar.

" Imrahil va a esperarme en vano..." apoyó la frente en la madera y escuchó los pasos de la elfa alejándose.

- Fumio... ¿Cuanto falta para el amanecer...?- preguntó.

- ¿Para el amanecer? Ya es casi mediodía, Hikari.

Esa frase terminó de completar el cuadro de completo horror ante los ojos del elfo. Ya hacía varias horas que su hermano había esperado y ya se había marchado tambien, con toda seguridad. Legolas pudo imaginarlo, paseando de un lado a otro, esperando, esperando hora tras hora hasta que tuvo que irse. Se preguntó si habría intentado ir a buscarlo hasta la okiya, pero si bien el Barrio estaba abierto, por la noche, solo podían entrar los que vivían allí, así que si eso había pasado, probablemente solo le hubieran permitido llegar hasta los portones exteriores.

"Lo perdí de nuevo... Ahora quien sabe si podrá regresar...Estoy solo de nuevo" giró hasta quedar de espaldas a la puerta, y ante sus ojos se extendio la intensa negrura del sótano. Respiró hondo antes de empezar a bajar los peldaños. "Muy bien, tengo que calmarme. Tengo que tranquilizarme y no ceder ante esto. Es sólo un sótano"

Enfrentó la oscuridad y entró en ella, hasta encontrar, tanteando, nuevamente el catre donde había estado acostado. Se sentó en él y vigiló que su respiración tuviera un ritmo pausado, que no se descontrolara como había pasado antes. Cerró los ojos con fuerza, así al menos, la oscuridad tenía sentido.

"Tengo los ojos cerrados, es lógico que esté oscuro" pero la sensación de encierro amenazaba con aplastarlo en cualquier momento. Intentó evocar en su mente, los umbríos bosques de su tierra, los inmensos árboles, la sombra fresca, los difusos rayos de sol colándose entre el follaje. Al menos por el momento, se hundió en esos recuerdos para dejar que las horas transcurrieran.

Arriba, la puerta se abrió apenas y muy rápido, deslizaron dentro un cuenco con alimento y otro con agua. Desde abajo, el elfo alcanzó a vislumbrar el pequeño resplandor pero aquel desapareció antes que pudiese moverse hacia él. Llegó hasta la puerta y tomó lo que habían dejado, pero al regresar al catre, descubrió tambien que no tenía apetito a pesar de no haber probado nada en muchas horas. Se obligó a unos bocados y sí bebió el agua. Después de eso, devolvió las cosas junto a la puerta y se alejó.

Por unos instantes, pensó en la posibilidad de aguardar allí hasta que abrieran para retirar las cosas, y en ese momento aprovechar para huir, pero la realidad era que si lo hacía, no tendría dónde ir. Definitivamente nunca podría regresar a Mirkwood y la noticia de su traición pronto sería conocida por todos pueblos élficos en la Tierra Media. Se habría convertido en un paria. Los ojos azules enfocaron la negrura de la habitación y volvieron a cerrarse para hundirse una vez más en esa suerte de autohipnosis que había conseguido antes.

Segundo Día

No había tiempo, no transcurrían minutos u horas dentro de esa oscuridad absoluta. Muy lejos, probablemente desde otro de los sótanos, llegaba un incesante goteo que quebraba la monotonía del encierro. Legolas no supo en qué momento habían abierto para retirar los cuencos vacíos y habían dejado otros, por lo que dedujo que podía ser otro mediodía.

A veces, escuchaba muchos pasos corriendo o caminando con rapidez sobre los pisos cubiertos de madera pulida en la casa. Había gente entrando y saliendo, mucha gente. De momento, escuchar era lo único que podía hacer para que el tiempo pasara.

Ya no servía la imagen de su ansiado bosque, así que ahora, Legolas recordó el estanque escondido donde él y sus hermanos solían esconderse para huir de las aburridas obligaciones protocolares. Era un sitio tranquilo y lleno de luz, apacible. La imagen consiguió calmar el enloquecido latir de su corazón y volverlo a ese estado que se parecía tanto al sueño.

Tercer Día

"Tengo que salir... Necesito salir de aquí ahora." Ese era el pensamiento que había dado vueltas en su cabeza durante siglos. La respiración del elfo era corta y rápida, y los dilatados ojos azules contemplaban la extensión de sombras a su alrededor intentando descubrir en ella algún indicio de luz.

No quería rogar, no quería suplicar que lo sacaran de ahí, pero la opresión en su pecho se estaba volviendo cada vez mas difícil de soportar. Tragó con dificultad unos trozos de frutas que habían dejado pero ya no pudo comer más. Incluso se le dificultaba beber aunque sabía que tenía que hacerlo si quería estar en condiciones al salir de ahí.

"¿Es que nunca van a sacarme de aquí...? No pueden dejarme aquí por siempre." pero sabiendo que Arwen estaba detrás de eso, no podía asegurar que lo fuesen a sacar pronto. Entonces decidió algo más: no iba a rogarle a nadie. Conservar la coherencia dentro de ese encierro que era lo peor que podía pasarle a un elfo, iba a ser difícil, pero no se iba a dejar vencer.

Ese día, los sonidos provenientes del piso superior, le indicaron al elfo, que gran parte de los ocupantes de la okiya estaban saliendo. Luego, el silencio fue casi sobrecogedor, solo interrumpido por la sempiterna gotita cayendo a lo lejos. Legolas se acomodó en el catre y lentamente, sin darse cuenta de lo que hacía, se acurrucó, cerró los ojos y se evadió. Ni siquiera se molestó en ir a buscar los cuencos de alimento que habían vuelto a colocar a la entrada.

Esa noche, mientras el elfo luchaba contra la angustia de su encierro, en un lugar del palacio, se llevaba a cabo una ceremonia ritual. Una ceremonia que el actual rey realizaba por primera vez.

Con gentileza, las manos del rey quitaron una a una las prendas rituales, para descubrir la blanca piel de la elfa que había cautivado su atención algun tiempo atrás. De manera estudiada, deshicieron el complicado peinado, quitaron sujetadores y dejaron caer la espesa cascada de cabello renegrido y brillante, sumergiéndose en toda esa suavidad. Y cuando estuvo convenientemente desvestida, la condujo amablemente al lecho.

Antes de sumirse en el placer que le brindaban las sensuales manos del rey de Gondor, Arwen dedicó un fugaz pensamiento a una cierta figura de cabello rubio que en esos momentos debía estar luchando una batalla a brazo partido contra la angustia. Lo había visto llegar a través del muro el día que se escapó y fue tan fácil deducir que iba a hacerlo de nuevo. Solo había tenido que aflojar las maderas del techo en la casa de los criados. Habia sido tan fácil.

El resplandor de su orgasmo tuvo doble satisfacción por haber conseguido lo que se había propuesto.

Cuando Fumio abrió la puerta del sótano para dejar la nueva ración de alimentos, vio que no habían tocado los cuencos dejados el día anterior. Hacía casi una semana que el elfo estaba ahí dentro y el tercer día que retiraba los alimentos sin tocar. No se explicaba por qué aún no lo habían sacado de ahí.

Con un mal presentimiento, tomó la lámpara y bajó los escalones. De algún modo, se hubiese sentido mucho mas tranquilo si el elfo hubiese estado esperándolo agazapado en las sombras para aprovechar ese momento y huir. Pero no era así. La luz amarillenta inundó la reducida habitación, y consternado el buen hombre alcanzó a ver al elfo en el catre.

Parecía dormir, pero la posición era demasiado tensa para que fuese así. Estaba acurrucado de forma tal que las rodillas casi tocaban el pecho, los brazos rodeaban las piernas y el rostro estaba a medias cubierto por el pelo. Dejó la lámpara en un gancho y se acercó. Muy despacio retiró los mechones rubios para descubrir los ojos cerrados, los labios tan pálidos que casi no tenían color, la respiración corta y fatigosa.

Nadie en la okiya sabía demasiado de elfos, ya que la única que conocían era Arwen y ella les había dicho que el elfo no tendría problemas con el encierro. La realidad parecía otra. Tomando una rápida desición, Fumio tocó el hombro del elfo, sacudiéndolo un poco.

- Hikari... Despierta, muchacho... Ven, vamos... Te sacaré de aquí.

No hubo movimientos pese a que repitió las palabras un par de veces. En vista de eso, tomó el brazo de Legolas y lo levantó asombrándose de lo ligero que parecía. Él era un hombre fuerte a pesar de no ser joven, no le costó demasiado asirlo por la cintura y erguirlo sobre sus piernas. En ese momento, el elfo pareció despertar.

- Vamos afuera, Hikari... No te preocupes, saldremos ahora de aquí.

- ¿Afuera...?- murmuró apenas.

- Sí, afuera.

No hubo más palabras del elfo, pero Fumio notó que ayudaba a moverse. Subir las escaleras supuso un poco de tiempo, pero al llegar arriba, tuvo un momento de inspiración. Durante un breve segundo había pensado llevarlo a la habitación y llamar a un curador con urgencia, pero luego razonó que el elfo estaba así por el encierro, de manera que no necesitaba que lo encerraran en otra habitación. Suavemente, lo condujo a través del pasaje interno hasta el jardín interior y lo sentó sobre la pequeña porción de hierba.

En cuanto respiró el tenue olor del pasto verde y la fragancia de las flores, Legolas se recobró un poco. Apoyó las manos blancas sobre la tierra, como si pudiese absorber de ella nuevas fuerzas y se quedó así, por un largo rato, hasta que su respiración comenzó a retomar un ritmo sosegado y calmo. Las nubes llevadas por el viento leve dejaron de ocultar la luna y la luz pálida bañó la figura rubia sentada.

A un lado, Fumio solo observaba, entristecido por el estado en que habían dejado a esa criatura tan hermosa, que podía ser fuerte, pero a la vez tan delicada que el encierro y la oscuridad le afectaban de esa forma. El rostro se elevó y enfrentó la claridad suave sin prestar atención a nada que no fuera la fresca sensación del aire entrando en sus pulmones, y la blanca luz tras sus párpados semicerrados.

El hombre esperaba que el elfo se pusiese de pie y regresara hacia él, pero la silueta se quedó así, inmóvil como una estatua de mármol durante toda la noche. Cuando llegó el día y los primeros rayos del sol reemplazaron la claridad de la noche, Legolas continuaba en la misma posición que lo habían dejado por la noche. Fumio se preguntó hasta qué punto lo que habian hecho había afectado al elfo.

Durante los quince días que siguieron al encierro del elfo, Fumio siguió con cierta preocupación su comportamiento. Ya no asistía a la escuela, Arwen había declarado que no iba a perder el tiempo en enseñar a alguien que en cualquier momento podia huir y Tyra-san le había dado la razón. Cuando le comunicaron esto al elfo, aquel había escuchado en silencio, pero Fumio que estaba parado muy cerca de él, alcanzó a escuchar algo así como 'no iba a huir', pero fue tan leve que solo él pudo oírlo. Luego ya no dijo nada más.

En el trascurso de esos días, Legolas simplemente se movía de acuerdo a lo que le indicaban que debía hacer. Las interminables horas de oscuridad parecían remitir de a poco, y cuando las recordaba, le parecía estar reviviendo la pesadilla. Todavía se asombraba de su propia resistencia ante eso.

El hecho de que Arwen ya no quisiera ser su instructora no le había afectado tanto como el haber dejado de concurrir a las clases, aunque tampoco eso parecía apenarlo mucho. En realidad, estaba en un estado de emociones un tanto embotado. Despertaba de a poco y el único que parecía darse cuenta de eso, era Fumio, que no sabía que hacer para que reaccionara. Para los demás, el elfo simplemente había aprendido la lección y ahora estaba domado, tranquilo y con el futuro casi arruinado.

Ahora que de nuevo no era más que un criado, Arwen no perdía oportunidad de utilizarlo para sus pequeños caprichos. Cosas nimias como llevar un mensaje que bien podía esperar o hacerle llevar los pasantes del cabello hasta algun sitio alejado para despues finalmente no usarlos. En otro momento, eso hubiese hecho estallar al elfo, pero ahora, solo hacía lo que le indicaban y no hablaba ni una sílaba más de la necesaria.

- Hikari, Arwen mandó un recado pidiendo que le lleves los abanicos para la danza.- dijo Fumio, extendiendole un envoltorio.

El elfo dejó a un lado la escobilla que tenía en las manos y tomó el paquete.

- ¿No vas a decir nada? Es la tercera vez que vas a llevarle algo hoy.- intentó acicatearlo el hombre, pero los ojos azules lo enfocaron, impávidos, pestañearon un par de veces y negó sin hablar. Fumio rehusó otro intento.- Apresúrate, sino después se pone insoportable.

Legolas salio de la okiya rumbo a la escuela, hacía apenas tres días que había empezado a salir a hacer encargos de nuevo. Recorrió la callejuela sin prestar atención a las personas que se cruzaba, algunas de las cuales se extrañaban porque por más apurado que hubiese estado, el elfo siempre había tenido un instante para un saludo o una palabra amable.

A la entrada de la escuela, Arwen esperaba la llegada del elfo con evidente expresión contrariada. Recibió el envoltorio que Legolas le extendió sin decirle ni una sílaba.

Esa actitud la estaba exasperando. Los ojos azules ya no tenían el respeto que hubiesen debido tenerle, de hecho no tenían nada. No dejaban ver cuales eran los sentimientos que el elfo rubio guardaba para con ella. Antes, con una mirada, Arwen podía saber si estaba contento o agobiado, y por supuesto servirse de eso. Ahora, era un rostro indecifrable. Bufó de un modo bastante inadecuado para una geiko.

- Ya era hora, pensé que estabas fabricando los abanicos con tus propias manos...

Como no obtuvo más que silencio, se volvió para entrar a la escuela. En ese momento, un muchacho entraba corriendo, con tanta prisa que casi tropieza con el escalón del vestíbulo.

- Hikari...- Arwen sonrió amistosa.- Ven, pequeño elfo... ¿Has visto a ese muchacho?

Legolas asintió apenas, pero no lo conocía así que no comprendía a qué venía la pregunta de manera que dejó que su mirada interrogara a la elfa.

- La verdad, no recuerdo su nombre... Pero como habrás visto, no es muy hermoso que digamos... Es más bien feúcho y los maestros dicen que es más torpe que un orco... Sin embargo, él 'sí' será un geijin. Y tú no.

Por unos segundos, Arwen miró espectante la reacción del elfo, pero aquel continuó impávido, por lo que se encogió de hombros y desapareció en el interior de la escuela.

'Él sí será geijin. Y tú no.'

'El sí'.

'Tú no.'

Legolas continuaba de pie ante la escuela mirando el vestíbulo dentro del cual habían desaparecido las dos figuras y donde él ya no podía entrar. No es que deseara precisamente convertirse en geijin, si iba al caso, él nunca hubiese elegido ir a ese lugar, pero tampoco quería seguir por el resto de sus días aguantando a Arwen en el papel de su criado personal.

Sin saber hacia dónde se dirigía empezó a caminar. Fue una suerte para él que siguiera el recorrido del pasaje hasta el final, y no que caminara hacia el otro lado, porque distraído como estaba, hubiese podido llegar hasta la Gran Puerta sin darse cuenta.

Donde la muralla externa se unía a las rocas de la montaña, donde terminaba el Barrio, una pequeña fuente surgente corría como un arroyito. Era apenas un hilo de agua, pero fresca, proveniente del interior de la montaña y muy pura. Los habitantes del Barrio habían usado eso para hacer un pequeño jardín. Parecía que a todos les gustaba tener esos lugares en miniatura, donde reproducían un trocito de naturaleza.

Las paredes del muro se confundían con la roca viva, y el efecto estaba resaltado porque la unión de las mismas estaba cubierta de musgo verde. Rocas grandes y pequeñas estaban artísticamente colocadas entre la hierba y algunos árboles, distribuidos con gran acierto, esparcían una fresca sombra.

Era la primera vez que el elfo llegaba a ese sitio, aunque había escuchado a Arwen referirse a él, y sin embargo, no estaba en disposición de disfrutarlo.

Las palabras de la elfa habían conseguido hacerle ver la realidad de su situación. De su desesperada situación. Se sentó al pie de uno de los árboles.

"¿Entonces éste era mi destino en Minas Tirith? ¿Convertirme en el juguete de una de los nuestros...? Mi padre no pudo haberlo permitido..." con algo cercano a la desesperación, recordó que el buen rey no parecía alegre al saber dónde debía ir. Ahora que lo pensaba mejor, nunca le había dicho si él sabía mas acerca de su destino. Esa certeza lo dejó casi sin aire por unos segundos.

Una cosa era segura, no podía seguir así y si eso implicaba irse... Pero al mismo tiempo que lo pensaba, sabía que no podría llevarlo a cabo. Su propio sentido del honor le impedía pensar siquiera en la posibilidad de huir. Estaba encadenado a su juramento.

"Dulces Valar... ¿Qué voy a hacer...? Yo solo quiero irme a casa... No quiero saber mas nada de este sitio, no quiero seguir aquí..."

Pero no podía. No tenía pasado, su vida, tal como la había conocido, ya era una parte de un pasado que no podía recuperar, y de momento, tampoco había un futuro para él. Casi como había hecho durante su encierro, se abrazó las piernas y recargó la cabeza en las rodillas, buscando un poco de sosiego, alguna respuesta pero solo podía ver lo mal que había estado todo para él desde el principio.

Sin saber por qué, Arwen lo había declarado su enemigo y se había propuesto destrozarlo, cosa que, hasta ese momento había casi conseguido. Y sin posibilidad de irse, se había dejado insultar, golpear y encerrar echando por tierra el orgullo que alguna vez había tenido. Todo para nada. Una vez más, las lágrimas de humillación al recordar esos momentos, inundaron sus ojos, pero esta vez no se preocupó por esconderlas, ya que no había nadie que pudiese contemplar ese instante de debilidad.

- Vaya... Parece que Anar dejó olvidado uno de sus destellos...- comentó con mucha seriedad una voz tenue y grave.- Lo cual explicaría por qué este rayo de sol parece tan triste...

En otro momento, Legolas no hubiese prestado mayor atención, porque no había razón para creer que estaban hablándole a él, pero la caricia de esa voz caló con profundidad en sus recuerdos.

Él la conocía, la había escuchado antes, aunque antes no hubiese comprendido lo que decía y en cuanto recordó dónde la había oído, no se atrevió a respirar, a la espera que volvieran a dirigirse a él. Pero . como eso no sucedió, levantó la vista muy despacio, casi con temor a lo que podía encontrar.

En ese momento, el hombre que le había hablado, estaba inclinándose hacia él, hincando una rodilla en el suelo para poder mirarlo mejor, y entonces Legolas enfrentó los ojos grises mas intensos que jamás hubiese contemplado. No recordaba que lo hubiesen mirado así en su visión.

- Elbereth... Es una falta casi imperdonable que ojos tan hermosos estén empañados de lágrimas.

De forma inconciente, el elfo pestañeó para aclarar la vista, y con eso, una brillante gotita se deslizó por la mejilla ligeramente sonrosada. La tenue caricia de unos dedos limpiandola, impidió que cayera del todo y entonces pudo ver mejor a quien le hablaba.

El cabello castaño oscuro caía con suavidad de un modo estudiadamente desprolijo a los lados del rostro anguloso y fuerte. Sin embargo, había una cierta serenidad y calma en las facciones, la nariz recta, la boca firme. Y la expresión de total concentración con que esperaba la reacción del elfo, como si no tuviese nada más importante que hacer en ese momento.

Al darse cuenta de eso, el elfo recordó que debía respirar y eso pareció levantar una risa quieta en el hombre.

- Señor... Se hace tarde.

En ese instante, Legolas se dio cuenta que no estaban solos. Un par de pasos más lejos, una geiko y un geijin esperaban con paciencia, era evidente que iban a alguna reunión.

- Mmm... Sí... Adelántense, los alcanzo en unos momentos.- dijo y aunque el tono fue suave, el aire de autoridad estaba implicito. Los dos asintieron y empezaron a alejarse. Entonces el hombre se acomodó la capa oscura que cubría todo su atuendo y se sentó frente al elfo. Sonrió una vez más.- Mi nombre es Aragorn. ¿Cómo te llamas?

- Legolas...- dijo y al instante siguiente se dio cuenta del error y buscó corregirlo.- Hikari, señor.

Legolas esperaba que le pidieran una explicación por el error, pero no hubo ninguna pregunta, el hombre parecía comprenderlo todo.

- Eres estudiante de una de las okiyas ¿no es cierto?

- Ya no.- musitó, bajando la vista, porque con apenas unas palabras, le habían recordado su miseria actual.

- ¿Y por qué ya no?

- Creen que quise escapar y por eso ya no quieren seguir enseñándome.

- Oh. ¿Y quisiste escapar?

Con un poco de asombro, Legolas se dio cuenta que era el primero que le preguntaba eso, en realidad, era el único que se había interesado por saber si eso era cierto. Negó suavemente.

- Necesitaba salir y sabía que no iban a darme permiso... Pero iba a regresar.- se apresuró a agregar.

- ¿Por qué no vuelves a casa?

- No... no puedo. Mi destino está aquí. Debo ser un geijin.

- Nosotros hacemos nuestro destino.- dijo, con total seguridad.- Mmm... en todo caso, quizás te resignaste a que debías ser un geijin, pero no lo aceptaste en realidad.

- Pero lo intenté...

- No tienes que intentarlo, tienes que serlo. Cuando lo seas aquí,- un dedo se posó en frente del elfo y a continuación sobre el pecho.- Y aquí, entonces no tendras más que intentar. Estoy seguro que en ese momento, te convertirás en el geijin más exitoso de este lugar...

Se puso de pie, era un humano alto y majestuoso, tenía porte de rey. Desde allí, sonrio esta vez con una mezcla de picardía y esperanza.

- Y creo que estaré esperando impaciente a que llegue ese momento.

Legolas lo vio alejarse hasta que varios metros mas adelante se reunió con los que esperaban por él y lo siguió con la vista hasta que ya no pudo verlo.

Era increíble lo bien que el humano había analizado su estancia en ese lugar. Era cierto que se había resignado a tener que ser un geijin, pero en el fondo nunca lo había aceptado. Había hecho un buen esfuerzo, pero no había dado lo mejor de sí. Eso tenía que cambiar.

Recordó con un poco de desánimo que Arwen había desistido de ser su instructora, pero eso podía modificarse. Iba a trabajar el doble que todos, iba a convencer a Tyra-san que no tenía ninguna intención de huir, si hacía falta iba a pedirle a Arwen que lo instruyera, pero tenía que salir adelante.

"Bueno, tal vez pedirle a Arwen sea una exageración... Pero haré que Tyra- san se convenza y le ordene enseñarme. Yo fui un príncipe, no puede ser mi destino ser un criado." se dijo, esta vez, totalmente decidido. Recordó cada una de las facciones del hombre y sintió que un ligero rubor le subía al rostro. "Mi destino es estar con él, de alguna forma. Y si la forma es convertirme en geijin, entonces seré uno de ellos."

En forma curiosa, una vez que hubo tomado esa decisión, el futuro ya no pareció tan incierto y tampoco deseó regresar a casa. No todavía.

TBC...

N/A1: Supuestamente, el 'mizuage' era solamente una ceremonia de transición, pero en apariencia tambien había distritos en los cuales, esta ceremonia consistía en ofertar la 'primera vez' de una maiko (el paso anterior a geiko). Se consideraba que contribuía al prestigio de la futura geiko si el 'mizuage' obtenia un buen precio, a lo que contribuia lógicamente el hecho de que la geiko fuese virgen, y tambien que el mismo fuese llevado a cabo por alguien importante. Las geiko actuales insisten en que esta ceremonia se realizaba únicamente en los distritos donde no había geishas, sino prostitutas. N/A2: Creo que no había pensado en poner esto antes. Si alguien se pregunta por qué los hermanitos no tienen los esperados nombres élficos similares, es por lo siguiente: son trillizos, casi iguales, y como se supone que iban a estar separados (el papi no quiso cuando eran babys) no podían tener lazos que alguien fuera a conectar. Sí? N/A3: Hasta aquí llegó lo que tenía en SF, asi que ahora recen para que lo pueda seguir de acuerdo a lo que tengo en la cabeza.

Reviews: Zehken_angel: Jen-san, que bueno que pusiste esa dirección. De allí saqué la información de los taikomochi, pero como mi máquina hizo 'pif' en algún momento, la perdí. Gracias, lástima que no haya ninguna imagen de ellos. Bueno, me voy a dejar arrastrar por mi imaginación ^_^*. Por supuesto, si tienes sugerencias serán bienvenidas. OK? Piedad?? Pero si todavía no empecé... ¬¬

Azalea: Hola! Cómo no voy a recordarte? Que bueno que hayas venido a seguir el fic... jeje, eso significa que algo estoy haciendo bien. Y nada de infartos, que para eso, el mío cuando me dí cuenta que SF ya no estaba... justo cuando había subido este capi. Espero que te guste.

Vania: Ah, sí...Arwen envidiosa, es que era muy fácil ser la mejor cuando nadie metía la cuchara en tu sopa, no? Pero ahora tiene a alguien por quien preocuparse y aunque ganó este round, una batalla no hace a la guerra, aunque va a sacar las uñas, la gata... Te das cuenta?? Me has contagiado la maldad ^_^*

Iona: Los hermanitos de Leggy... eso está por verse, de a poquito. Te gustó este primer encuentro? Suavecito, pero le dio que pensar al elfo, ahora ya no le tiene tanto susto a ser geijin... y si antes podía sobresalir sin proponérselo, ahora que ya puso el ojo en el mismo lugar que la bruja... jejeje... Y Arwen, aparte de envidiosa, será mala, muy, pero muy mala.