Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 7

Prisioneros de juramento

Imrahil

El camino desde Minas Tirith hasta Ithilien parecía eterno, al menos, lo parecía al joven elfo que no podía quitar de su mente la imagen de su hermano por el escaso tiempo que habían podido compartir. Eso y lo poco que había podido saber acerca de lo que hacía en ese lugar. Era una suerte que viajara con Iorlas, que era un jinete ya avezado y con experiencia en los largos tramos que habían estado recorriendo.

Esa noche, mientras encendían una pequeña fogata para pasar la noche al descampado, Imrahil dejó libre de la silla a su caballo y se acercó al fuego. Las noches solían ser frías y aunque él no lo resintiera, no tenía corazón para pedirle al humano que pasara frío sin sentido. El hombre lo miró revolver con la cuchara el potaje que habían preparado. No era muy bueno, pero no tenía carne, era cebada y verduras, cosas que en general, el estómago del elfo aceptaba de buen grado.

- ¿Preocupado?- preguntó por fin.

- Un poco.

El hombre esperó unos minutos, pero no parecía que el elfo fuese a agregar otra cosa.

- He tenido conversaciones más fluídas con mi caballo.- comentó con calma.- ¿Te parece que podrás decirme de qué se trata?

El elfo dudó un poco, no estaba acostumbrado a ese tipo de confianza y mucho menos con un humano. Toda su vida había estado rodeado por elfos, y de hecho, solo tenía confianza en tres personas: su padre y sus dos hermanos. Sin embargo, quizás hablar un poco del asunto ayudara.

- Es mi hermano...

- Ah, sí... El elfo que nos encontró en las caballerizas. Vaya susto me dio, son condenadamente parecidos ustedes.

Imrahil estaba seguro de que no eran tan parecidos, pero quizas esa era una apreciación subjetiva y los demás sí los viesen muy similares. Sonrió al recordar algo mas.

- Dá gracias a los Valar que no nos viste a los tres...

- ¿Tres? ¿Ustedes son tres?

- Sí.- había estado a punto de decir 'eramos', pero aunque no estuviesen juntos, ellos siempre serían tres.

- ¿Cómo diantres fue a dar un hermano tuyo a Minas Tirith?

- Lo siento, no puedo decírtelo.

- Oh. Bueno, en todo caso ¿Qué es lo que te preocupa de él?

- ¿Acaso no te diste cuenta cómo estaba vestido? Tenía lo más parecido que he visto al aspecto de un criado...

Iorlas intentó recordar un poco lo que había visto del otro elfo y asintió con suavidad.

- Sí, eso parecía, aunque esas ropas se veían como las que usan en un lugar que hay en el sexto nivel...

- Sí, lo sé, fui hasta ahí la primera vez aunque en ese momento no lo encontré... Ehmm... ¿Qué sabes acerca de ese lugar, Iorlas?

- Muy poco... Es un barrio cerrado, muy pequeño, lo habrás visto. Hay gente muy exótica ahí dentro.

- ¿Pero a qué se dedican?

- Uhmm... Bueno, lo que supe, es que van a reuniones con gente importante... los entretienen...

La espantada cara del elfo le indicó que ésa no había sido una buena frase.

- Espero que no estés dando a entender lo que creo...

- Mira, no estoy del todo seguro que no hagan tambien algunas de esas cosas que te estás imaginando, pero sí puedo decirte algo. Ese lugar no es un burdel.

- ¿Se supone que eso debe tranquilizarme?

- Creo que sí. No es un mal sitio, ahí le enseñarán muchas cosas, aprenderá modales, comportamiento de cortesía, bueno... creo que una cantidad de cosas que en general no se aprenden...

Imrahil estuvo muy a punto de decir que su hermano era un príncipe, no necesitaba aprender ninguna de esas cosas, pero se detuvo a tiempo. Las palabras de Iorlas no lo estaban ayudando.

- De cualquier modo, sus ropas no parecían las de un estudiante... Creo que todavía no está muy adelantado en ese aspecto. No te preocupes más, Imrahil; cuando regresemos podrás preguntarle mejor... Al menos ahora sabes dónde está y que no se encuentra mal. ¿No era ésa tu principal preocupación?

- Si.- admitió el elfo, aunque era más para sí mismo que para el hombre. Y decidió que tenía razón, en unos días, cuando regresaran a Minas Tirith, podría preguntar todo lo que hiciera falta.

Con algo de congoja, deseó con todas sus fuerzas que Iorlas tuviese razón porque por más que Legolas hubiese estado en un burdel, no hubiese podido hacer nada por ayudarle.

No tenía hambre, pero no podía quedarse sin comer, así que le dio una probada a una generosa cucharada del potaje y sonrió. Iorlas era un hombre considerado, las veces que habían salido juntos, aceptaba dejar de lado el consumo de carne y se conformaba con lo que el elfo pudiese comer. Ya que se preocupaba por esas cosas, bien podía él ser un poco amigable con el humano.

- ¿Y como sabes tanto de ese lugar...? No me dirás que todos los Jinetes mensajeros de Rohan lo frecuentan...

Iorlas sonrió complacido al ver que el elfo empezaba a mostrarse un poco más abierto. Él era un hombre ya maduro y le agradaba conversar; todos sus compañeros decían que si no tenía con quien hablar, hablaba con su sufrido corcel.

- ¿Estás dispuesto a escuchar?

- Creo que soy mejor escuchando que hablando, así que adelante.

- Bien, eres la compañía enviada por los dioses. Como sabrás, el actual rey de Gondor ocupó su trono hace relativamente poco, hasta ese momento, el mando de Minas Tirith estaba en manos del señor Dénethor, de la Casa de los Senescales... Bien, cuando Aragorn decidió tomar el lugar que le correspondía, el Gran Senescal no estuvo muy de acuerdo en ceder su sitio y estuvo a punto de sublevar a Minas Tirith.

- ¿A punto?

- Sí. El señor Dénethor tiene dos hijos, Boromir el mayor, estaba de acuerdo con él; pero Faramir, su hijo menor es mas sensato y trató de hacer razonar a su padre. Negocio mas o menos inútil, porque Dénethor ya no es el mismo que era... Desde que su esposa murió, cambió por completo... Bueno, eso es otro asunto. El caso es que Aragorn, haciendo uso del derecho que tenía, solicitó apoyo a Édoras, que por supuesto contestó su pedido, y tambien pidió ayuda a los pueblos élficos... ¿Dónde estabas tú en ese momento?

Algo avergonzado, Imrahil tuvo que reconocer que ésos habían sido asuntos de estado, probablemente el más enterado de eso hubiese sido Legolas, quizás Elroy, pero él debía haber estado metido dentro de alguno de sus libros.

- No prestaba atención a esas cosas...

- Bueno, el caso es que el asunto no pasó a mayores, porque el señor Faramir facilitó la entrada de Aragorn a Minas Tirith y aunque eso casi le vale el repudio de su padre, le granjeó el agradecimiento del rey y por eso pudo conservar sus propiedades en la ciudad y el cargo de Senescal para él y sus herederos. Un año después, se casó con la Dama Éowyn, que había asistido a la posible batalla junto con su hermano Eomer.

- Una doncella guerrera... Eso no es muy común entre los mortales.

- ¿Es mas común entre los elfos?

- No es extraño, en todo caso.

- Así que ahora, el señor Faramir cerca de Ithilien del Sur con su padre.

- ¿Y Boromir?

- Creo que lo enviaron a Belfalas... a Dol Amroth. Supongo que los dos deberían estar más que agradecidos al señor Faramir... Lo que hicieron fue casi traición.

- Eso no contestó mi pregunta inicial, Iorlas.- comentó sonriendo el elfo, mientras terminaba su cuenco de potaje.

- Oh, cierto. Yo estuve entre los Jinetes que partieron de Rohan para apoyar la entrada del rey Aragorn en Minas Tirith. Durante las celebraciones, hubo unas cuantas de esas mujeres y muchachos del Barrio de los Cerezos... Eran un espectáculo te lo aseguro... Cualquiera habría estado mas que tentado de poner una mano encima de esas pieles perfectas, esos...

- Iorlas, por favor...

- Lo siento, Imrahil, lo olvidé; pero es cierto. Todos podían desearlo, pero te aseguro, que convertir ese sueño en realidad es algo bastante lejano. Hay todo un conjunto de requisitos que cumplir y créeme que la mayoría no los reúne, y creo que aunque los reúna, si ellos no quieren aceptarte, no tiene caso que insistas.

- De modo que tambien por eso estamos de viaje hacia Ithilien. Por la amistad entre el rey Aragorn y el rey Éomer.

- Cierto. Luego de aquel suceso, nació una gran amistad entre el rey Aragorn, el señor Faramir, y nuestro señor Éomer, que un poco después se convirtió en rey, cuando Theoden decidio abdicar.- ahora el humano tuvo una sonrisa inevitablemente picaresca.- Según recuerdo, incluso el estricto y circunspecto Gran Senescal tuvo algo con uno de esos muchachos... pero no estoy muy seguro.

- Creo que tus compañeros tienen razón, Iorlas; hablas por dos.

- Cierto.- dijo el hombre sin ofenderse.- A mi edad, ya prefiero hablar de glorias pasadas que buscar glorias futuras, muchacho.

- Este elfo 'muchacho' podría ser varias veces tu padre.

- Este elfo no conoce más que el bosque donde vivió, ni siquiera sabía que su pueblo había enviado tropas a apoyar al rey Aragorn... Así que dejemos las edades en paz. Durmamos que mañana llegaremos a Ithilien y tenemos mucho que hacer.

En parte porque sabía que el hombre tenía razón, Imrahil se acomodó a un lado, dispuesto a descansar aunque no durmiese demasiado profundamente.

Al día siguiente, tuvieron una marcha rápida hasta llegar a Ithilien, pero como no tuvieron mayores contratiempos, hacia el mediodía, entraban en la ciudad.

Se anunciaron cerca de la entrada, puesto que así debían hacerlo todos los mensajeros llegados de ciudades lejanas. Lo que no esperaban de ningún modo, era que al cabo de algunos minutos, mientras descansaban, un pequeño piquete de guardias llegara hasta ellos. El que venía al frente se adelantó.

- ¿Son los mensajeros de Rohan?

- Así es.- contestó Imrahil, extrañado.

- El señor Faramir desea hablar con ustedes en privado. Síganme.

Aunque ninguno de los dos entendía demasiado, fueron con los guardias, quienes los escoltaron a traves de las calles hasta el lugar donde residía Faramir y a un salón inmenso, evidentemente destinado a recepciones.

- Ah, por fin han llegado.- dijo Faramir en cuanto los vio entrar.- He estado esperando con ansia. ¿Han podido tomar algun alimento? Por favor, sentémonos.

Con un gesto, indicó a un sirviente que preparara alguna cosa y les trajera mientras ellos continuaban hablando. Ocuparon lugares alrededor de una gran mesa de roble y por un instante, Faramir contempló extrañado al elfo, quizás preguntándose qué hacía ahí uno de ellos. Luego habló.

- Sé que puedo confiar plenamente en los Jinetes que el rey Éomer envía, por eso estaba impaciente; no quiero usar mis propios mensajeros.- de entre sus ropas extrajo algunos papeles, varios pliegues escritos doblados con prolijidad.- Esto es muy importante, debe llegar cuanto antes a manos de Éomer.

- Señor, tenemos algunos encargos que hacer en Minas Tirith al regreso.- comentó Iorlas.

- No, esto es más importante. Debe llegar sin dilaciones a Edoras. Sé que Éomer comprenderá que no hayan cumplido esos encargos al leer esto.

- ¿Tan importante es?

- Sí. Siento no poder ser más claro, pero de momento, es todo lo que deben saber. Sé que casi no han descansado, pero les suplico que partan cuanto antes.

- Señor Faramir,- intervino Imrahil por primera vez.- ¿Sería posible que mi compañero lleve tu mensaje a Edoras y yo cumpliera los encargos en Minas Tirith?

- Si fuera un mensaje común, te diría que lo hicieras según tu conveniencia, mi buen amigo y disculpame, no sé si dirigirme a tí como a un señor elfo o a un Jinete de la Marca; pero es de vital importancia que esto llegue. No deseo llamar a desgracia, pero no me resultaría raro que intentaran interceptar esto, por lo tanto, debo pedirte que olvides tu paso por Minas Tirith y me brindes la seguridad que alguno de los dos llegará con este mensaje a Edoras.

- Está bien, señor Faramir, haremos según nos indiques.- declaró Iorlas y con una mirada indicó al elfo que no debía interferir.

-Perfecto. ¿Cuando pueden partir?

- Mañana a primera hora, los caballos necesitan descansar.

- Muy bien. Les aconsejo que crucen el Anduin con los balseros. Sé que es un tramo muy largo y complicado, pero pueden acortar camino si utilizan cruzan Gondor de este lado de las Montañas Blancas y luego usan los pasos que solo conocen los Jinetes.

- Sí, señor Faramir, no te preocupes. Tu mensaje llegará. Disculpa que no podamos quedarnos, pero debemos prepararnos para partir lo antes posible.- diciendo así, Iorlas se puso de pie e hizo un saludo respetuoso antes de retirarse.

Sin haber dicho casi nada, Imrahil salió detrás de su compañero, intentando hablar con él, pero aquel, contra toda previsión no dijo nada mas, salvo recordarle que había jurado acatar la autoridad sobre él y en ese momento, Iorlas era quien estaba al mando de la salida.

- Lo siento mucho, compañero, pero yo conozco al señor Faramir; y pude ver su preocupación. Créeme cuando te digo que debe ser sumamente importante. Tu hermano deberá esperar.

Imrahil no dijo nada pero de pronto se sentía sumamente perdido. Había sido un encuentro tan corto el que habían tenido en Minas Tirith con Legolas, que casi no había sabido nada de él y ahora lo lamentaba en el alma. Había estado tan seguro que podría volver y hablar con calma...

Al día siguiente, antes que Anar despuntara en el cielo, los dos jinetes salían de la ciudad. Durante todo ese día, Imrahil cabalgó junto a su compañero sin descanso, y la noche los sorprendió aun en movimiento. Cabalgar en la oscuridad era algo temerario, por lo que se detuvieron, pero esa velada, Iorlas no pudo convencer al elfo que comiera algo.

Con el corazón desconsolado, Imrahil pasó la noche despierto, pensando que en algún lugar de Minas Tirith, su hermano estaría esperándolo en vano.

Nunca supo que tampoco Legolas había asistido a la reunión.

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Elroy

Envuelto en una bata suave, Elroy regresó a la habitación luego de tomar un largo baño y comenzó a prepararse para su boda. Todavía se le cortaba la respiración cuando pensaba en eso. Recordaba con detalle la noche de la recepción, cuando había llegado su futura esposa.

La comitiva que había viajado desde Rivendel era numerosa, un increíble desfile de elfos provenientes del sur, pero la recepción había sido de carácter íntimo, ya que solo habían asistido los nobles de Bosque Negro y los llegados en la comitiva.

Cuando Lord Elrond ingresó en el salón, llevando a su sobrina por el brazo, Elroy se había quedado atónito por la sorpresa. Su padre le había comentado que su novia era joven, pero se había quedado por demás corto. Era jovencísima, casi ni había perdido los redondeados rasgos infantiles.

Por otro lado, era bellísima, lo cual no era de extrañar. Ya había escuchado que la hija de Lord Elrond era deslumbrante, así que era evidente que tanta hermosura era de familia.

Empezó a vestirse con calma, aún tenía tiempo.

- Estás pensativo, señor mío.- dijo la voz desde el lecho y Elroy se volvió con una sonrisa hacia el elfo que lo miraba apenas envuelto en una sedosa sábana azul.- ¿Tu boda te inquieta, quizás?

- Por supuesto, eso pondría inquieto a cualquiera.

En respuesta a esa frase, el elfo se sentó en la cama y desde allí contempló con ojo crítico el fantástico contraste de las caderas estrechas y la espalda amplia y fuerte. Realmente, el heredero era un elfo digno de admirarse. Atento a ese escrutinio lento y sensual, Elroy dejó la ropa en la silla de donde la habían tomado y se acercó de nuevo a la cama para tomarlo entre sus brazos.

- Estás a punto de casarte, señor mío.- comentó el elfo retorciéndose en el abrazo, pero sin verdaderos deseos de resistirse. Unos instantes después, los labios del heredero se cerraron sobre su boca, impidiendole cualquier posible protesta.

Por supuesto que Elroy sabía que una vez casado tendría deberes que cumplir con su esposa, pero eso no le impediría seguir con su vida. Y menos porque Silmatar era todo lo que hubiese querido para compañía. Los dedos delicados de Elroy se metieron en la brillante cabellera castaña, ondeada y larga deleitándose en esa suavidad mientras saboreaba el beso de su amante.

Definitivamente no estaba en sus planes terminar con algunas de sus costumbres, y Silmatar era una hermosísima y arraigada costumbre.

La misma Dama Galadriel y su esposo Celeborn, venidos desde Lothlórien, oficiaron la ceremonia de unión del Príncipe Heredero y la Princesa Consorte. Uno junto al otro, Elroy primero y Löne después repitieron los votos con palabras solemnes, aunque no excentas de un ligero temblor. Alrededor, una inmensa cantidad de invitados de los tres grandes pueblos élficos de la Tierra Media.

Sin embargo, Elroy apenas escuchó la ceremonia. Por un lado del ojo, contemplaba a quien estaba convirtiéndose en su esposa. Advirtió que era delgada y muy alta, y para ser tan joven, ya tenía incuestionables curvas femeninas. Vestía de blanco, y tanto las joyas como la tiara que adornaba su frente eran de mithrill, lo cual era adecuado para la nobleza de la novia. La blancura del atuendo hacía que resaltara con mucha mas notoriedad el cabello y los ojos negrísimos. Al menos, su esposa era hermosa.

Inopinadamente, al salir llevándola del brazo, sus ojos se cruzaron con los de su amante. Había una expresión indecifrable en el rostro, pero Elroy creyó adivinar una sombra de angustia en ellos.

Luego de la ceremonia, siguió la cena oficial y Elroy se encontró deseando que terminara de una vez para poder verse libre de todo eso. Sentados en el lugar central de la mesa, la joven pareja estaba escoltada a ambos lados. Junto a Elroy, se ubicaba Lord Elrond y junto a Löne, estaba Thandruil. Justamente por estar así dispuestos, Elroy pudo escuchar a su padre hablando con su esposa.

- Ahora que la ceremonia ha terminado, ya eres de la familia, Löne... Espero que te sientas como en tu hogar.

- Ya me han hecho sentir así, Majestad.- la voz de la jovencita era leve, pero dulce y muy educada.- Siempre recordaré que la bienvenida más cálida que he tenido en Bosque Negro, ha sido la de su rey.

Esa respuesta, agradó en forma evidente al buen rey, que de todo corazón ansiaba que la jovencita se sintiera a gusto. No es que estuviese desconforme con su familia, pero algunas veces se había preguntado cómo habría sido todo si uno de sus hijos hubiese sido mujer.

En un momento en que Thandruil conversaba con Galadriel, la joven elfa se atrevió a dirigir la mirada al Príncipe Heredero. Le habían hablado mucho de las cualidades del hijo del rey, pero nadie le había dicho que fuese tan atractivo, aunque en ese momento, el rostro estuviese mas bien serio y algo sombrío. En cierto modo, debido a que la boda había sido del todo arreglada, había esperado que él le causara algo de aprehensión y disgusto pero no era así para nada.

El corazón se le aceleraba al mirarlo pero notó que él no estaba prestándole atención, de manera que siguió el curso de la mirada de su reciente esposo hasta una mesa un tanto alejada.

La atención del heredero estaba fija en un elfo algo mayor que ella, pero evidentemente atractivo. En un instante, el elfo tambien miró en su dirección y al advertir que lo observaban, sonrió de manera sensual pero leve, a lo cual, su esposo respondió casi de igual forma.

La joven se sintió un poco herida porque ahora, el heredero tenía la expresión radiante, los ojos dorados refulgían y no era por ella, su esposa, sino por ese otro elfo.

Bien, tal como había deseado, el día de la boda había terminado y Elroy estaba acostado junto a su joven esposa en la suntuosa cama nupcial. Ambos inmóviles y quietos.

De acuerdo a la costumbre, los sirvientes los habían desvestido y los habían conducido ceremoniosamente a la cámara nupcial, para luego dejarlos a solas. Elroy hubiese debido suponer que con su experiencia, no debía estar temeroso, pero lo estaba. De alguna manera, la inocencia y candidez de la muchacha lo inhibían. Sin embargo, ahí estaba y tenía que cumplir su parte así que intentaría hacerlo del mejor modo posible.

Se acercó suavemente a la temblorosa muchachita y le habló en susurros, para tranquilizarla y que aceptara de a poco, tanto sus besos como sus caricias, pero pese a la cálida recepción que tuvo, no pudo dejar de compararla con el fuego que encontraba en el cuerpo de Silmatar.

Hacía algunos días que su tío se había marchado de Bosque Negro a reasumir su lugar en Rivendel, y durante ese lapso, Löne había comprendido lo que significaba sentirse sola. El rey era un suegro perfecto, amable y tierno casi como el padre que no tenía, pero lo que ella había ansiado, era la compañía de su esposo; y era lo único que no tenía.

Las largas cabalgatas eran un momento de tranquilidad y paz, pero ya atardecía y debía regresar, además el pobre animal que montaba necesitaba descanso. Entró en la caballeriza con paso leve, y dejó al caballo para que se alimentara y bebiera a placer. Ya casi se marchaba, cuando unos sonidos provenientes del fondo la hicieron volver sobre sus pasos.

Sin saber exactamente por qué, se acercó en completo silencio y se asomó a una de las caballerizas vacías. En una paca de paja, sobre una capa colocada para aislarse de ella, dos cuerpos se agitaban en medio de la pasión. No necesitaba ver los rostros, supo de inmediato quienes eran y giró precipitadamente para salir de allí. Habría sido imposible que ella confundiera la dorada cabellera de Elroy, pero aunque así hubiese podido suceder, no podía ignorar lo otro, lo que realmente le afectó.

Que el cuerpo que se agitaba y en esos momentos enlazaba las piernas alrededor de la cintura de su esposo, era el del elfo; el mismo que había visto durante la cena de su boda. Y que los movimientos sensuales y rítmicos que a Löne le hubiese gustado pensar que eran solo para ella, ahora estaban siendo administrados a su rival.

No tenía sentido mentirse más al respecto. Ese elfo era su rival y un rival fuerte, ya que ni siquiera la boda de su principesco amante había conseguido que se hiciera a un lado. Sin saber qué hacer, cómo proceder, la joven se refugió en sus habitaciones donde, a solas pudo desahogar su pena en llanto hasta que se quedó dormida.

El heredero acariciaba con mano diestra la piel de su amante, y al tiempo que se empujaba más y más, en una danza suave y enloquecedora. El otro elfo se movió, ajustándose a su ritmo y pronto, los dos estallaban, uno en un cálido interior, y el otro en la mano que lo sujetaba. Concientes que no tenían mucho tiempo, permanecieron juntos hasta que se recuperaron lo suficiente como para volver a sus respectivas ocupaciones.

Elroy llegó a sus habitaciones reales, o mas bien a la antesala de las mismas y exhausto, se sentó en uno de los inmensos sillones. No habían pasado muchos días, y ya le pesaba el asunto de su matrimonio, y no porque su esposa dejara que desear. Al contrario, la jovencita era deliciosa y dulce, pero no tenía ni un ápice de esa pasión que le daba Silmatar.

Por fortuna, podía verlo a escondidas; eso lo estaba ayudando un poco. Ahora necesitaba tomar un baño y prepararse para la cena. Iba a entrar a la recámara, cuando el sonido le llegó claro y vibrante.

Llanto.

Un llanto desconsolado y solitario. Abrió la puerta muy despacio, y se asomó. Su esposa lloraba, a solas, sin consuelo. Había mucho dolor en aquello y el hecho de sospechar el porqué del llanto, hizo que Elroy se sintiera algo culpable.

No del todo porque él no había pedido la boda, no había querido muchas cosas, pero había tenido que cumplir. Ahora tenía frente a sus ojos el resultado de todo eso. La joven que era su esposa, era a juzgar por lo que veía y oía, completamente infeliz.

Pero eso no era lo peor. Lo peor era que Elroy sabía que no podía hacer nada para remediarlo. Con un suspiro de congoja, volvió a cerrar la puerta y decidió que tomaría su baño en sus antiguas habitaciones.

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Legolas

Decidir lo que iba a llevar a cabo y realmente hacerlo, eran dos cosas difíciles, pero Legolas se aplicó a cumplir lo que se había propuesto. Dejó de lado la apatía que había sentido en esos días y volvió a retomar su humor habitual, aunque no dejó de estar alerta con respecto a Arwen.

Sin embargo, parecía que aquella ya no le prestaba tanta atención como antes y eso de alguna manera era bueno porque pudo dedicarse a sus labores. Una de las primeras cosas que hizo, y que fue mas bien para satisfacer su curiosidad, fue revisar el lugar por donde había caído. Ya había salido por allí en una ocasión y no se explicaba cómo es que apenas unos días después, el techo había cedido con tanta facilidad. Preguntando a los criados, no le fue difícil saber que la elfa había andado por allí el día anterior. Aunque eso no fuese una prueba contundente, para él sí lo era.

De algún modo, ella lo había visto la primera vez, y se encargó de arreglar su caída para el momento en que decidiera intentarlo de nuevo. Saberlo no le servía de nada ahora, pero en todo caso despejaba esa duda.

Cuando Fumio escuchó el llamado desde la entrada del vestíbulo, estuvo a punto de llamar al elfo para que se ocupara de ver quien era, pero en los últimos días, lo había visto sentado en el jardin interior durante los ratos libres practicando lo que había aprendido durante sus días de clase para no olvidar demasiado y no quiso interrumpirlo, así que se allegó hasta la entrada.

El joven saludó con gracia y una sonrisa antes de adelantarse en el vestíbulo.

- Baldor, que sorpresa... ¿Qué te trae por aquí?- preguntó Fumio, sin poder creer lo que veía.

- Fumio-san... Lamento venir así de improviso, sin avisar; pero me gustaría hablar con Tyra-san; si puede recibirme.

- Oh, pero claro, si gustas acompañarme, puedes esperar un momento en la sala. Le avisaré que estás aquí.

Lo escoltó hasta la sala donde recibían a las visitas importantes y pocos minutos después, la dueña de la okiya entraba al lugar, casi tan asombrada como su ayudante. Como no le pidieron que se retirara, Fumio se quedó de pie a un lado, en silencio.

De inmediato, el joven se puso de pie y le dedicó una reverencia respetuosa, luego de lo cual, ambos tomaron asiento.

- Bien, Baldor; realmente me sorprende verte por aquí...- comenzó la mujer.- Tú dirás en qué podemos ayudarte.

- Oh, mas bien necesito hacerle unas preguntas, y le pido que me disculpe si la incomodo. Es que hace muchos días ya que no veo a su estudiante, Hikari en la escuela... Los maestros están preocupados, piensan que puede estar indispuesto o algo así y como sabemos bastante poco de elfos... Bien, me tomé la libertad de venir a interesarme por él.

- Oh, eso.- al oír el motivo de la visita, la mujer se envaró un tanto, pero siguió.- El elfo está bien ahora, pero sí tuvo unos días difíciles.

- Pero no es nada grave, espero.

- No, su salud está bien.

- Qué alivio. Los maestros están tan entusiasmados con él... Piensan que tiene un gran futuro por delante.

- ¿En serio?

- Pero claro. Qué extraño que Arwen no le haya comentado nada al respecto... Aprende con muchísima rapidez y...- pareció indeciso a continuar y dejó la frase a medio terminar. En forma evidente desvió la vista, como no animándose a lo que iba a decir.

- Por favor, Baldor, continua; sabes que puedes hablar con confianza aquí.

- Oh, bien, es que creo que es un atrevimiento de mi parte... Pero verá, hace un par de días, sin querer, por supuesto, escuché una conversación de Arwen, donde decía que no tenía interés en instruir a Hikari. Sé que por tradición, él debe ser instruído por un geijin o una geiko de esta okiya, pero la verdad es que varias veces he estado a punto de venir a solicitarle que me permitiera tomarlo como mi hermano pequeño...

Probablemente la mandíbula de la mujer hubiese caído hasta su cintura si no hubiese tenido un largo entrenamiento en mantener una expresión neutra en el rostro. Había dado por descontado que si Arwen no quería enseñar al elfo, aquel no tenía un futuro muy promisorio, pero de pronto ocurría esto y no lo comprendía en absoluto.

- Eso sería una gran molestia para tí, Baldor... Es mucho trabajo entrenar a un hermano menor. ¿Por qué lo harías?

- Digamos que es una deuda de agradecimiento, Tyra-san. Al comienzo de las clases, Hikari me hizo un servicio muy especial y desde entonces me he preguntado la manera de retribuírselo sin encontrarla, cuando he oído esa conversación, me dí cuenta que esta puede ser la forma.

- Bastante grande debio ser ese servicio.

- Claro que sí, de no haber sido por su intervención, podría haber tenido graves consecuencias para mí. Además estoy seguro que Hikari triunfará en muy poco tiempo y pagará con creces todo su entrenamiento.

El oír hablar de las futuras regalías, fue quizás el empujón final para que la mujer se dedicara a prestarle más atención al pedido. Rápidamente hizo los cálculos y decidió que podía convenirle, pero aún así había algunos inconvenientes.

- Fumio, hazme un favor.- pidió.- Búscame a Hikari y tráelo, necesitamos hablar con él.

El hombre asintió y salió de la sala con toda rapidez a cumplir lo pedido. Estaba más que complacido con lo que había oído en esa conversación. Realmente el elfo le agradaba y no quería verlo arruinado. Lo encontró exactamente donde lo había visto por última vez.

- Hikari, ven. Tyra-san quiere hablar contigo.

Rápido, Legolas hizo una revisión de lo que había hecho últimamente, pero no recordó nada en lo que pudiera haberse equivocado, por lo que dejó a un lado su labor y se puso de pie.

- Bien, vamos.

Sin embargo, lo que menos esperaba al ingresar a la sala, era ver a Baldor en ella. Lo saludó convenientemente y esperó de pie, en silencio; mientras la mujer lo evaluaba como si nunca antes lo hubiese visto.

- A ver si puedes ayudarme a entender esto, Hikari. Baldor ha venido a preguntar por tu salud y de paso a pedirme que le permita ser tu hermano mayor... Dice que le hiciste un gran favor a comienzos de tus clases en la escuela... ¿Podrías explicarme de qué se trato ese gran servicio?

Legolas trató de pensar en algo que él hubiese podido hacer, pero en realidad solo había visto a Baldor una vez, entonces recordó el asunto de los bastones.

- Es que los estudiantes estaban practicando con los bastones... y bien, uno de ellos voló hacia Baldor. Yo solo impedí que lo golpeara.

- Hikari, eres demasiado humilde para hablar de eso.- interrumpió Baldor.- El bastón iba con mucha velocidad y fuerza, Tyra-san. Si Hikari no lo hubiese visto a tiempo, podría haberme pegado en el rostro. Quien sabe si no podría haberme roto la nariz... Eso hubiese sido fatal para mí, puede imaginarse...

El elfo escuchaba con cierta dosis de incredulidad las palabras del humano sin terminar de comprender tampoco. Era cierto que había impedido que el bastón lo golpeara, pero no podía imaginar que hubiese sido un favor tan grande, sin embargo no dijo nada. El hecho que Baldor quisiera ser su hermano mayor era inesperado pero el primer gran paso para convertirse en geijin.

- Así que eso fue...- comentó la mujer.- Sientate Hikari. Fumio, haz venir a Arwen.

Eso sí podía arruinar esa buena perspectiva. Legolas no tenía ninguna duda que la elfa iba a hacer todo lo posible para hundirlo más si era posible. Unos minutos después, la elfa entró a la sala.

Los calculadores ojos celestes tuvieron un destello de sorpresa al ver a Baldor allí, pero se recuperó rápido y con su habitual gracia le dedicó la reverencia que correspondía.

- Siéntate, Arwen.- pidió Tyra.- Era necesaria tu presencia porque aquí Baldor ha venido a pedir formalmente convertirse en el hermano mayor de Hikari. La tradición marca que tú debes instruírlo, así que tienes la prerrogativa en este caso.

- Bueno, Tyra-san, ese es un tema que ya habíamos hablado... No puedo permitirme perder el tiempo entrenando a alguien que intentará escapar 'otra vez'.

La frase expresada con tanta suavidad y malicia, se oyó con más claridad de la que Legolas hubiese querido. No podía ponerse a explicar ahí todo el asunto que lo había llevado a intentar salir por el muro, pero tampoco iba a dejar que se le escapara esa oportunidad. Además, incluso Baldor había mirado con asombro al elfo al escuchar eso. Seguramente cualquier buena intención podía esfumarse si creía eso.

- Tyra-san... ¿Me permitirías hablar?- preguntó el elfo, atreviéndose por primera vez a intervenir en una discusión, que si bien lo tenía como asunto, no admitía su opinión. Ante el gesto afirmativo de la mujer, continuó.- Sé que lo que hice fue una estupidez... Tuve varios días para meditar sobre ello y sé que si te dijera que no volverá a suceder, no tendría mucha credibilidad... Pero sí puedo hacer otra cosa. Permíteme estudiar de nuevo... - tomó aire antes de pronunciar sus siguientes palabras.- Te juro por el honor de mi raza que no intentaré escapar y que haré todo lo que me indiquen. Seré obediente... Nuestro honor no permite romper un juramento bajo ninguna circunstancia, debemos llevarlo a cumplimiento a cualquier costo, Arwen puede confirmar esto.

Ahora, los dos rostros espectantes enfocaron a la elfa, que no esperaba eso y no tuvo más remedio que confirmarlo a su pesar. En vista de eso, la mujer meditó un instante más antes de decidir.

- Tomaré por bueno ese juramento, elfo; y eso salva la primera parte de los inconvenientes. Ahora bien, por tradición, Arwen debe ser la instructora de Hikari ya que pertenece a nuestra okiya y no tenemos ningún geijin que lo haga. Pero tú has manifestado no querer asumir esa tarea, Arwen. Lo que te pido ahora es que nos confirmes tu decisión o la revoques.

Legolas estaba seguro que los ardientes ojos celestes lo estaban taladrando con un odio inexpresable, ya que no la estaba mirando, pero sentía la vista fija en él.

No se hubiese equivocado. En esos instantes, Arwen intentaba sofocar la ira que amenazaba inundarla por estar en semejante encrucijada. Había estado segura de que si ella no instruía al elfo, continuaría como criado, pero nunca se le había ocurrido pensar que Baldor iba a querer tomar ese papel, ni siquiera sabía que se conocían, y mucho menos que Tyra-san iba a meditar en aceptarlo.

Además, estaba la brillante jugada del elfo. El prestar semejante juramento y obligarla a confirmar la validez del mismo había sido un golpe magistral. Ahora ella estaba en la disyuntiva. Si se negaba a instruírlo, Baldor tomaría su lugar, y Baldor era su peor opositor. Si aceptaba, en algún momento iba a tener que cumplir su palabra. Y ahora que Tyra-san había sido informada del valor del elfo, no permitiría que pasara demasiado tiempo sin que Hikari comenzara a aprender.

Ganó el resentimiento. No podía impedir que el elfo comenzara su instrucción, pero no tomaría parte activa en ello. Simplemente no podría tener cerca al elfo sin perder los estribos por completo.

- Como te dije, Tyra-san, no puedo perder mi tiempo enseñándole. Posiblemente no intente escapar, pero creo que los maestros lo han sobrevalorado. No creo que llegue a ser más que un geijin del montón. Rehúso entrenarlo.

- Muy bien, en ese caso, puedes retirarte.

Con toda la elegancia que pudo reunir en ese instante, Arwen se puso de pie y con una corta y envarada reverencia se retiró de la sala.

- Entonces, Tyra-san.- continuó Baldor.- Espero que Hikari retome sus clases lo más pronto posible, no ha de perder ni un instante más y estoy seguro que en pocos días habrá recuperado el tiempo perdido.

- Sí, claro. Mañana mismo concurrirá de nuevo a la escuela.

Ahora el joven volvió su rostro serio hacia el elfo.

- Has de saber, Hikari, que soy estricto en la enseñanza. No tolero a holgazanes ni desobedientes y esto requerirá tu mejor esfuerzo. Nos reuniremos despues de clases día por medio para poder hacer que estés en condiciones de debutar como aprendiz muy pronto.

- He jurado Baldor, daré mi mejor esfuerzo.

- Muy bien, entonces nos veremos mañana, despues de clases. Pasaré a buscarte al horario de salida de la escuela.

- Puedes retirarte, Hikari. Baldor y yo tenemos otros asuntos más que tratar.- dijo Tyra-san, ante lo cual, Legolas se puso de pie y luego de saludar, salió de la sala.

Cuando cruzaba el pasaje interno, rumbo a su habitación, Arwen pasó junto a él.

- Parece que nuestro gusanito ha encontrado quien lo convierta en mariposa... No te hagas ilusiones, pequeño elfo. Yo soy la mejor y pienso seguir siendolo.

Con esas palabras, la elfa pasó a sus propias habitaciones, donde ya iba a prepararse para sus compromisos de ese día.

Con una sonrisa interna, Legolas recordó al hombre del jardin, el rostro, la voz, y supo que estaba un paso más cerca que antes de encontrarlo de nuevo. Ni siquiera las palabras amenazantes de Arwen podían empañar su entusiasmo. En otra ocasión no le hubiese importado ser el mejor, pero ahora debía serlo para mantenerse fuera del alcance de Arwen que no iba a dejarlo avanzar.

Además, no podía olvidar que el humano que había encontrado en el jardín, iba acompañado por una geiko y un geijin, así que probablemente tenía la costumbre de solicitar esas compañías, así que por el momento, iba por buen camino.

Ahora tenía que mantenerse en él.

TBC...

N/A1: Además de todo lo que se enseñaba a una aprendiza en la escuela, necesitaba aprender otras cosas que no se enseñaban allí, y de eso se encargaba una geiko ya formada. El vínculo que se formaba entre las dos era similar a la hermandad por eso la geiko era la 'hermana mayor', y la aprendiza la 'hermana menor o pequeña'. La hermana mayor le enseñaba a maquillarse, a saludar con propiedad, y la daba a conocer a las dueñas de las casas de té, donde se celebraban los banquetes. Era muy importante que una aprendiza tuviese una 'hermana mayor' de cierto prestigio, porque eso la llevaba casi a 'heredar' a sus clientes cuando aquella no podía asistir a un banquete o cuando se retiraba de la profesión.

N/A2: Debido a que no hubo Anillo, ni guerra, ni Sauron, hay que reescribir la historia un poquito para que tengan sentido las relaciones entre todos. He ubicado a Faramir casi en Ithilien del Sur, en Emyn Arnen, cerca de Minas Tirith donde Aragorn le pide que viva (en el libro, claro). Muchas gracias, Jun por tus datos, me ayudaron a deshacer mi confusión :)

Reviews:

Azalea:Sí, lo sabía, la muy... pero claro, si ella lo iba a estar pasando bomba, qué le importaba que el elfito se me estuviera apachurrando encerrado. Ya llegó la ayuda para él...

Ayesha: Te lo advierto, será de odiar y eso me lo enseñaste en "El corazón..." así que así estamos. Y sí que esta gente podía tener costumbres extrañas, pero muy interesantes. Como algunas no están del todo claras, el asunto del 'mizuage', por ejemplo, y otros para más adelante, es que al pie pongo las notas. Así no se confunden las costumbres verdaderas con las que estoy retorciendo para el fic Jejeje. Me alegra que te esté gustando. Un beso.

Zekhen_angel: El tiro por la culata... Mmm... Has oído eso de que todo en la vida vuelve? Pues solo que a algunos les tarda más que a otros, pero ya veremos. Y la moralidad de Arwen, después de todo, era virgen la muy bruja, porque sino el rey no la toca ni con un palo. No tienes idea lo que me costó escribir esos pocos rengloncitos del encuentro entre Arwen y Aragorn (abysm se da la cabeza contra el teclado). En fin, me gustó lo del látigo. Jejeje. Besito.

Relley-chan: Niña!! Qué bueno que apareciste aquí tambien! Si llegaste aquí, ya te habrás dado cuenta que nop, no es Seisuke; es Baldor. Es que ya empiezo a despegarme de "Memorias..." y a tomar otros rumbos, espero que te siga gustando entonces. ^_^* Todavía habrá algunas coincidencias por los pasos que atraviesan todas las geiko. Wow... Todavía falta, pero ya tengo que ir pensando en el mizuage del elfito...

Vania: Las cosas dejarán de ser tan malas para el elfito por ahora, porque viene la ayuda. Te hice llorar??? Oh, la venganza es maravillosa!!! Eso por hacer que me terminara mi provisión de pañuelos descartables con tu fic ;_; Algunas cositas empezaran a mejorar para Leggy. Un besito.

Iona: Sí podrás odiarla mas, te lo aseguro. El reycito ya apareció (POR FIN) y ya seguirá avanzando con el elfo, pero con calma. No se me había ocurrido aclarar antes lo de los hermanos, y es que para mí estaba reclaro hasta que leyendo otros fics me dí cuenta del asunto de los nombres O_O y resulta que de pronto, tan claro no estaba... Igual con los otros términos, intentaré seguir con eso para que se comprenda todo. Adiosito.

Alym: Bueno, quien no se recupera si encuentra semejante rey en su camino? Ahora empezaré a divertirme, cuando el elfo y la bruja empiecen a estar equiparados... Muejeje... Habrá chispas...