Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 10
Ocultar no es bueno
Aragorn giró alrededor de la mesa del estudio en el que había dispuesto un inmenso mapa de sus tierras y una buena parte de otras. Rohan, Gondor e Ithilien. Contempló la disposición de las ciudades, pensando.
- ¿De dónde dices que era ese comerciante?- preguntó al final.
- Pelargir.- contestó Haldir al punto.
- ¿Y cómo se supone que conocía tan bien las defensas de Osgiliath?
- ¿Cómo se supone que voy a saberlo yo? Supongo que pudo haber viajado por allí, no es raro el comercio entre los dos puertos.
- Sí, puede ser.
El galadrim contemplaba al soberano que en ese momento estaba barajando en su mente cada uno de los datos que él le había proporcionado acerca de lo escuchado en la reunión dos días antes. Lo bueno del hecho que el rey no se presentara en esas reuniones, era que los comensales se sentían libres para hablar entre ellos, y no sabiendo demasiado de elfos, confiaban en que el bullicio general tapara sus murmullos. Si hubiesen sabido que los finos sentidos élficos podían enfocar con total seguridad sus conversaciones, no se hubiesen atrevido a abrir sus bocas.
- Muy bien, dímelo.- dijo al final Haldir.
- ¿Qué debo decirte?
- No te hagas el desentendido. Estoy hablando de Legolas. ¿Por qué no le dijiste quien eras?
- Oh, eso.- comentó Aragorn, sonriendo para sí.
- Sí, eso. Cuando entró en el salón y me dio tu mensaje, casi me echo a reir; entonces me di cuenta que realmente no sabe quien eres.
- Supongo que no le habrás dicho...
- No, no le dije.- replicó Haldir, molesto.- No le dije porque no estaba seguro de lo que te proponías. Pero creo que no me gusta lo que estás haciendo.
- ¿Y qué estoy haciendo?- preguntó Aragorn, inocente.
- Estás jugando con él, creo. Y no me gustaría que nuestra amistad se vea empañada porque te empeñas en jugar con uno de los míos.
- No sabía que Legolas era de los tuyos...- indicó suavemente, sin mirarlo, pero un poco molesto por la defensa que el galadrim hacía del elfo.
- Sabes a lo que me refiero. Legolas ya tiene bastante con aguantar las tonterías de Arwen, para preocuparse tambien por tí... ¿Me dirás qué te propones al mentir de esa forma?
- En realidad, no me propongo nada. Y no le estoy mintiendo, solamente no le dije quien era.
- Es casi lo mismo, además, él se arriesga demasiado a verte a solas... Eso lo pondría en una situación muy delicada si lo sorprendieran hablando contigo en un corredor oscuro. Nadie creería que solo 'hablan'.
- Pero es todo lo que hacemos.
- Escucha Aragorn, ya tienes un problema en puerta con el asunto de Arwen... ¿Por qué no dejas afuera a Legolas? Es demasiado inocente en...
- Me habías dicho que tiene casi 3000 años... Nadie es inocente con esos años a cuestas.
- Bueno, pues él sí lo es. Y lo que quería decir, es que es inocente en su conocimiento de los humanos. ¿Te das cuenta que hasta hace unos días atrás, el único contacto con humanos que ha tenido se reduce a los que ha visto en el Barrio de los Cerezos?
- Ahora que es aprendiz, estará mas en contacto con nosotros, los pobres mortales...
Haldir resopló, aunque Aragorn era su amigo, a veces tenía muchos deseos de sacudirlo para ver si eso acomodaba un poco sus ideas.
- ¿A qué te refieres con un problema en puerta con Arwen?- preguntó de repente Aragorn.
- Veo que conseguí tu atención.- replicó ácidamente el elfo.- Espero que no tengas tan mala memoria, Aragorn. Oficiaste su 'mizuage' ¿Lo olvidas?- disfrutó un poco al ver la cara de sorpresa del rey.- Y sí, eso tambien lo escuché en una taberna. No hace mucho de eso ¿Me equivoco?
Esta vez, el hombre tardó un poco mas en contestar. No hacía demasiado, pero era algo de lo que ya se arrepentía. Si tan solo hubiese encontrado a ese hermoso elfo antes...
Sacudió esos pensamientos con algo de enojo. Lo hecho, hecho estaba, no podía deshacerlo, iba a tener que idear una manera de remediarlo.
- No, no hace mucho de eso.- contestó al fin.
- Me imaginé. La tradición indica que podrías convertirte en el protector de esa geiko. Es la hija de Lord Elrond, de Rivendel... ¿Lo sabías, no?
En ese instante, Aragorn sí dejo de mirar el mapa. Nadie le había dicho nada de eso antes.
- No puede ser... Yo crecí con Elladan y Elrohir, los hijos de Lord Elrond en Rivendel, él fue casi un padre para mí y nunca la ví mientras estuve allí.
- Vivió mucho tiempo en Lothlórien, pero algunas veces iba a Rivendel. Supongo que sus visitas no coincidieron con tu estadía allí. La Dama Galadriel es su pariente tambien.
- Maldición.- dijo, sentándose en uno de los cómodos sillones de la estancia. Eso sí que no estaba en sus planes.- ¿Qué hace una hija de Elrond aquí, y como geiko?
- Creo que hizo estallar la paciencia del buen Elrond hace algun tiempo... ¿Quien puede culparlo si su hija tiene el carácter de un balrog? Así que decidió que tenía que rodearla de otro tipo de gente. ¿Ahora te das cuenta del tipo de problemas de que te hablaba?
-Sí.- dijo solamente.
Sí era un inconveniente porque con seguridad, por más que hubiese sido como un hijo para Elrond, aquel no iba a dejar pasar el asunto con Arwen, aunque el hecho de haber oficiado el 'mizuage' de la elfa no lo comprometía de modo serio con ella, el asunto tampoco sería del agrado de su padre adoptivo.
No podía explicarle a Haldir lo que sentía porque en realidad, tampoco terminaba de explicárselo a sí mismo.
Hasta hacía unos años atrás, todo era mucho mas sencillo. La vida era dura y salvaje para él, pero infinitamente mas simple. Ahora siempre estaba cuidándose de los que se acercaban a él, siempre estaba sospechando de los que se arrimaban. Pero lo peor de todo, era que la mayoría de las veces, tenía razón.
Cuando permitía que alguien se internara un poco en su intimidad, terminaba descubriendo que solo estaba interesado en obtener algun beneficio del rey de Gondor. A nadie parecía interesarle la persona detrás de la corona.
Había creído que Arwen podía ser una persona diferente, se había dejado guiar por su hermosura, por la amabilidad con que se le había acercado para hablarle y había creído que ella lo escuchaba, pero una vez más se había desengañado. Y no había tenido que pasar mucho tiempo, solamente verla frente al espejo mientras se vestía, luego del 'mizuage'. Ella no se había dado cuenta que él observaba, y la mirada de ambición y satisfacción en aquellos ojos, le había hecho comprender de una sola vez, que se había equivocado de nuevo.
Pero unos días después había encontrado a ese elfo en el Barrio de los Cerezos. Aquel estaba tan encerrado en sus propios problemas, que no se había dado cuenta que había alguien con él. Y cuando lo miró... Elbereth, esos ojos tan inmensamente límpidos habían quedado grabados a fuego en su mente.
No había podido quitarlo de su memoria. Ni los ojos azules, ni el bello rostro, ni la voz suave. Y lo mejor de todo, era que al encontrarlo un par de noches atrás, el elfo lo había mirado exactamente de la misma forma que antes. Legolas no sabía que él era el rey, el interés que había visto en el elfo era por Aragorn, el hombre, no por el monarca y ahora, se dio cuenta que ésa era la razón final para no haberle dicho quien era. Quería eso, pero esta vez no quería que el soberano le arrebatara al hombre lo que podía tener.
- Le diré quien soy, pero no por ahora.- dijo, esta vez en forma terminante.- Y te pido que no se lo digas, Haldir.
El galadrim no pudo reprimir un gesto de contrariedad, y meditó un poco antes de hablar.
- Eres mi amigo, Aragorn; pero no mentiré por tí. No revelaré tu secreto, pero si Legolas me pregunta quien eres, no le ocultaré nada.
- Eso no pasará.
- Oh, claro que no... ¿Cuántos Aragorns hay en Minas Tirith?- replicó mordaz.- Pero en honor a nuestra amistad, Aragorn te daré un consejo. Díselo antes que se entere de alguna otra forma, porque si eso pasa, vas a tener muchos problemas para explicarle, cualquiera que sean tus razones.
- Lo tendré en cuenta. ¿Cuándo harás tu próxima reunión?
- En una semana.
- Perfecto. Invítalos por favor, necesito verlo de nuevo.
Haldir solo asintió. No había tenido mucha oportunidad de estudiar a Legolas con respecto a Aragorn, pero tendría que hacerlo. La idea de que el rey estuviese empezando a interesarse en el elfo no le complacía demasiado, pero no terminaba de explicarse por qué.
Después de llegar a eso, ambos volvieron a dedicarse a los temas que habían tratado con anterioridad. No volvieron a hablar de Legolas durante esa noche.
Pero eso resultaba algo imposible. Descubrió cuanto ansiaba verlo de nuevo, y entonces ya no pudo evitar los pensamientos. Las relaciones entre elfos y humanos no eran del todo bien vistas entre su gente y no podía dejar de pensar en su padre, en lo que diría si tan solo tuviese una idea de lo que rondaba por su mente. Por fin, tambien recordó con pensar que su existencia y regreso a Mirkwood estaban ligadas al cumplimiento de su destino, y si la Dama le había señalado a ese humano como parte de su destino, entonces su padre debería aceptarlo.
Jamás se le hubiese ocurrido pensar que la vida de Baldor era tan agitada, algunas veces iban a tres reuniones por noche. Como siempre en esos casos, la invitación era para Baldor, pero a esas alturas, ya todos sabían que iba acompañado por el elfo.
Esa noche, por primera vez, Fumio llamó al elfo y le pidió que lo acompañara. Aquel lo siguió pero vaciló un poco ante la entrada que conducía al sótano. Comprendiendo, el hombre lo tranquilizó y bajó ante él. Tal como Legolas recordaba, no todas las habitaciones del sótano eran para conservar alimentos. Fumio abrió una puerta y entró en un recinto que estaba lleno de estanterías de madera. En cada estantería, había numerosas cajas de gran tamaño.
Legolas no podía comprender los caracteres escritos en las mismas, pero Fumio al parecer sí, porque iba leyendo mientras avanzaba, lámpara en mano.
- Éste.- dijo al fin, y manipuló una gran caja hasta sacarla.
Quitó la tapa y unos papeles muy finos para extraer finalmente, un nuevo 'hakama' en brillante color rojo intenso. El resto del traje estaba prolijamente doblado en el interior. El hombre extrajo otra prenda y la midió sobre el cuerpo de Legolas, comprobando que tuviese el largo adecuado y el efecto del color sobre la piel.
- Me gusta cómo se ve el rojo.- meditó en voz baja.
- ¿Rojo..? Es demasiado llamativo...
- Exacto. ¿Sabías que esta okiya tuvo alguna vez hasta cuatro geijin trabajando al mismo tiempo? Hay trajes suficientes como para muchas reuniones, eso hasta que tus ingresos puedan comprar unos nuevos... Sí, este estara bien. Rojo y negro.
Puso las dos prendas cerca del elfo y contempló embelesado el contraste de los colores, en tanto Legolas intentaba no decirle que no se sentía demasiado cómodo con colores tan llamativos. Pero había prometido ser obediente, así que no iba a discutir. Además sabía que ni siquiera Arwen elegía las ropas que usaba.
Fumio le tendió la lámpara y acomodando todo en la caja, le indicó que saliera. Ya tenían la ropa para esa noche.
Consecuencia inmediata de eso: una merienda ligera luego de las clases de Egaldus por la tarde, una nueva visita a la peinadora, un baño refrescante y ligero luego, vestirse y si tenía algo de tiempo, pasaba unos minutos repasando alguna de las lecciones del día siguiente hasta que Baldor llegara a buscarlo.
Esa noche, Legolas estaba más que contento, al menos de momento, Arwen no estaba; y con un poco de suerte, no se presentaría, si sus propios compromisos no le dejaban tiempo. Mientras tanto, veía los esfuerzos de Baldor por interesarse en la conversación de uno de los comensales, conversación francamente aburrida según él.
Como de costumbre, Haldir permanecía un tanto alejado, como si no disfrutara demasiado la reunión, pero al mismo tiempo, muy atento a todo. De pronto, Legolas se encontró estudiando a su anfitrión. Los ojos grises del galadrim recorrían el salón de forma continua, en ocasiones parecía dirigir su atención a algun sitio en especial y luego pasaba a otra cosa.
También se dio cuenta que el elfo sólo bebía agua fresca, a pesar de que ofrecía a sus invitados vinos de muy variada especie; desde los ásperos preferidos por los guerreros hasta los burbujeantes preferidos por los comerciantes ricos. Las mesas tenían abundantes bocadillos de toda índole, pero el elfo solo tenía cerca un plato con fruta que ocasionalmente probaba.
Era todo un enigma ese elfo y Legolas se encontró preguntándose por qué hacía esas reuniones si no parecía estar a gusto en ellas. En ese momento, el galadrim fijó sus ojos en él y por un instante ambos se miraron.
Hubo una sonrisa leve en Haldir, cuando se dio cuenta que Legolas estaba estudiándolo y de inmediato aquel desvió la vista, un poco avergonzado por haber sido atrapado en un escrutinio tan abierto como descarado.
Un criado entró con discreción y murmuró algunas palabras al oído del galadrim y aquel salió del salón unos momentos. Cuando regresó, no ocupó su lugar, sino que fue directo a Legolas.
- Alguien te espera en la galería que dá al jardin interno.- comentó muy suavemente.
Ante esas palabras, Legolas intentó no delatarse y continuó como si no hubiese comprendido. Eso no engañó a Haldir, que pudo ver a la perfección cómo se iluminó el semblante cuando le dio el aviso.
- Si quiere verme, lo mejor sería que entrara al salón. Es lo correcto.
- Sí, pero a Aragorn no le gustan estas reuniones y me pidió que le permitas verte unos minutos.
Eso era lo que había estado esperando todo el día, de modo que tratando de no llamar la atención de Baldor, se levantó para salir del recinto.
Una vez más, el jardín estaba en semipenumbras, pero no le fue difícil al elfo distinguir la silueta que ahora esperaba sentado en una de las bancas de mármol más alejadas de la vista de cualquiera que pudiese salir del salón.
Y como estaba esperándolo, Aragorn no tuvo dificultad en verlo llegar, avanzando entre las sombras del jardín. Lo que no esperaba era que luciera mejor que la última vez que lo había visto. Definitivamente, la luz de la luna hacía maravillas en esa piel blanca que parecía tan suave. En un rincón de su mente, el rey sintió el impulso de alargar la mano y verificar si así era.
- Que bueno que viniste.- dijo el humano en un murmullo.- Haldir trató de convencerme que no saldrías.
- No debería haber salido. Si Baldor o alguien más se da cuenta, podría causarme problemas.
- No quiero que eso pase.- dijo, con sinceridad.- Pero quería verte de nuevo.
Esas palabras resonaron con bastante fuerza en los oídos del elfo que no atinó a decir nada en respuesta en un primer momento y desvanecieron todas las advertencias de Baldor acerca de que ningún geijin debía aceptar encontrarse a solas con un hombre.
- ¿Por qué no entraste a la reunión...? Ahí podríamos hablar sin que eso pudiera causarme inconvenientes.
- A esa gente no le gustaría para nada verme entrar ahí, puedo asegurártelo.
- ¿Por qué no?
- Digamos... que no les gusta la amistad que tengo con Haldir, y menos aún lo mucho que conozco al rey.- dijo, sin mentir del todo.- Solo quiero conversar contigo unos minutos... Por favor...
No estaba meditando mucho lo que decía, aunque en realidad, no le importaba pedirle 'por favor' a Legolas. Cosa extraña, porque en general, detestaba usar esa expresión. Le daba la impresión de quedar siempre en deuda. Vio que el elfo suspiraba y echaba un rápido vistazo hacia el salón, sentándose luego en un extremo de la banca.
Durante unos incómodos segundos, él, el rey de Gondor no supo qué decir, todas las palabras que había pensado durante el día, parecían haberse esfumado de su mente. Estaba en blanco, lo único que podía hacer era contemplar al elfo.
- ¿De qué conoces a Haldir?- preguntó de pronto Legolas para quebrar el silencio.
- De... Hace unos años, él me ayudó en un problema bastante grave que tuve. Desde entonces, hemos sido amigos. ¿Vivías... en Lothlórien, con él?
- No, lo conocí aquí. Yo vivía en Mirkwood.
- He cruzado esos bosques en alguna ocasión. Son muy extensos... Un poco peligrosos.
- Bastante, pero no hay lugar más hermoso. Bien, dicen que el Bosque Dorado es magnífico, pero creo que es diferente... Mirkwood es... agreste, una belleza salvaje. El paisaje que ahora estás contemplando embelesado, puede esconder un gran peligro... No todos pueden vivir allí.
- Si tanto amabas ese lugar, ¿por qué viniste a Minas Tirith?
Apenas hizo la pregunta, se arrepintió porque el semblante que segundos atrás había estado tan sereno, se vio ensombrecido por un gesto de pena.
- Tenía que venir.- dijo, tan solo pero al instante se recompuso.- Esta ciudad no es tan horrible como había pensado al principio.
- ¿Ah, no?
- No. Y he descubierto que los humanos son seres muy complicados.- comentó con total inocencia.- Siempre pensé que los hombres eran todos... descorteses, maleducados... mentirosos... pero en realidad no conocía a ninguno. Ahora conozco al Maestro Egaldus, por ejemplo. Es amable y le encanta lo que hace. Baldor es increíble, nunca se cansa, siempre es tan educado y siempre parece saber qué hacer o qué decir para que la gente se sienta bien... Incluso Fumio, el encargado de cuidarnos en la okiya...
Un poco celoso por no haber sido incluído en la lista de 'humanos notables' del elfo, Aragorn decidió arriesgar un poco.
- ¿Y qué piensas de 'este' humano?
Esta vez, los ojos azules lo miraron fijamente, con una especie de conocimiento antiguo, y entonces Aragorn recordó que ese rostro que parecía más joven que el suyo, tenía muchos más años. Sin embargo, el lento escrutinio duró apenas unos instantes. Legolas desvió la vista antes de contestar.
- Creo que tienes miedo de confiar.
Perturbado por la exacta descripción, Aragorn se levantó de improviso, un poco asustado por la percepción perfecta que el elfo había hecho de él.
- Lo siento...- susurró Legolas, levántandose tambien y maldiciéndose en su interior porque con menos de diez palabras había arruinado la noche.- Perdón... No quise...
- No te disculpes, yo pregunté.
Tal vez la falta de práctica, hizo que la voz le saliera un poco mas brusca de lo normal, pero la apreciación de Legolas había causado una profunda impresión en él. Dándose cuenta del silencio que siquió a sus palabras, Aragorn giró solo para encontrar el rostro un poco mortificado del elfo.
- No tienes que disculparte...- reiteró intentando esta vez sonar un poco menos brusco.- Me... impresionó un poco que hubieses podido... leer tan bien en mí. Eso es todo.
Hubo un sonido un tanto cercano y de inmediato Legolas miró hacia el salón.
- No puedo quedarme más.- iba a retirarse antes de terminar de arruinar todo, pero la mano del hombre atrapó la suya antes.
- No te vayas.
- Tengo que hacerlo, no puedo quedarme mas tiempo. Van a notar mi ausencia en el salón.
Contra todo lo esperado, Aragorn encontró que en realidad no quería causarle problemas a Legolas. No quería que ese encuentro pudiese acarrearle consecuencias que estropearan el ascenso que recien comenzaba. Entonces se dio cuenta que le sostenía la mano en la suya, y que la piel sí era tan suave como parecía.
Un poco avergonzado, Legolas retiró la mano, notando un agradable calor que le subía a través de ella.
- La próxima vez pensaré en algo para no traerte problemas y que podamos conversar un rato más... Me gusta mucho hablar contigo.- confesó Aragorn. El sonido se escuchó esta vez más cercano que antes y eso lo alarmó .- Vete, vuelve al salón...
Si no se iba en ese momento, Legolas supo que no iba a poder hacerlo después. A pesar del ligero tropiezo en la conversación anterior, todo parecía estar bien y quería quedarse, pero sabía que era demasiado arriesgado. Le había costado mucho llegar ahí, ahora tenía que mantenerse.
Tomó aire, hizo una rápida reverencia y regresó a la galería. Cuando se volvió a mirar, Aragorn ya había desaparecido entre las sombras.
- ¿Dónde estabas?- preguntó Baldor en cuanto lo vio aparecer.
- En el jardín. Necesitaba un poco de aire fresco.- dijo, sintiendose culpable de inmediato por mentirle y se sintió peor cuando el otro joven aceptó su explicación sin ningún tipo de observación.
- Vamos... a hacer un juego...- interrumpió en ese momento uno de los hombres sentado junto a ellos.
Arrastraba un poco las palabras de lo que podía deducirse que ya había bebido bastante. Tomó un botellón de vino, una copa y plantó todo con fuerza ante Baldor y Legolas. Sirvió vino en la copa hasta que rebalsó y empezó a caer por los bordes.
- A ver quien... puede beber todddo... de una sssola vez... Tú empiezas.- dijo y empujó la copa hacia el elfo.
Aquel miró el envase y el contenido con la repulsión pintada en el rostro pero intentó dominarse.
- Muchas gracias por invitarme a participar, señor... Pero no puedo. Aún soy un aprendiz y...
- ¡Aprendiz, mis barbas!- exclamó.- Yo sé algo de elfos y... tú podrías ser mi... recontraabuelito...- lanzó una sonora carcajada por su mal chiste y tomando la copa la acercó a Legolas, que se hizo hacia atrás sin poder evitarlo.
Como no tomaba la copa, el hombre alargó la mano y tomando la del elfo, casi lo obligó a asirla. Entonces Baldor intervino.
- Muy bien, Legolas, si tanto lo quieres, puedes dar un sorbo... pero nada más.- dijo en tono terminante como si en verdad estuviese haciendo una gran concesión y luego se encaró con el comerciante.- Comprende señor que no está bien que un aprendiz ande a los tumbos... No se vería bien.
- ¿No...? Muy bien, Leg... Legl... eh... elfo... Un sorbo, uno grande...
Conteniendo la respiración, Legolas acercó la copa a sus labios con toda la intención de fingir que bebía, pero en el último momento, el hombre le empujó la mano, y entre la sorpresa y el respingo, dio un gran trago al fuerte vino que contenía la copa.
Dio un salto hacia atrás, pero el líquido ya le había cruzado la garganta. Tosió, ahogado, asqueado al sentir el sabor en su boca. Ante la brusca reacción del elfo, el hombre empezó a reirse descontroladamente, al parecer contento y satisfecho de su broma mientras Legolas intentaba reprimir las toses. Unos pasos más lejos, Haldir se irguió en su asiento, dispuesto a intervenir, pero un pequeño gesto de Baldor lo detuvo.
- Ya ves, señor lo que consigues... Es que ya te dije que es un aprendiz y no está acostumbrado.- diciendo así, tomó una copa de agua y se la tendió a Legolas, que la tomó desesperado. Casi al mismo tiempo, se volvió hacia el comerciante con una sonrisa.- Esto tienes que jugarlo con un geijin.
Ante los asombrados ojos del elfo, Baldor tomó la copa de vino que había quedado en la mesa y se la llevó a los labios, bebiendo todo su contenido de una sola vez. Cuando hubo terminado, la dejó con fuerza delante de la atónita mirada del comerciante.
- Así es como se hace.
- ¡Que me condenen! ¡Claro que así se hace...! Venga, Baldor, vamos a jugar tú y yo a esto...- dijo, olvidándose de la mala broma anterior.
Mientras se recuperaba de lo sucedido, Legolas miraba agradecido a Baldor junto al comerciante. Notó que con bastante astucia, y aprovechándose de lo bebido que el hombre ya estaba, en más de una ocasión, lo engatusaba haciéndole creer que sí había bebido, cuando en realidad, arrojaba el contenido de la copa en una jarra cercana.
"Esto es algo que solo dá la práctica." se dijo Legolas, admirando la habilidad del joven para manipular la situación y que no hubiese pasado a mayores. "Todavía tengo mucho que aprender".
Igual el juego no duró mucho. Un poco después, al parecer, el hombre ya no podía seguir bebiendo y medio se bamboleaba en su silla. Legolas había dejado de prestarle atención, por eso se sorprendió al sentir la mano sobre su hombro y verlo de pie junto a él, al girar.
- Necesito ir al retrete.- proclamó apoyándose en el elfo.
No era extraña esa actitud. Una de las actividades de los aprendices, era conducir a los invitados a los servicios, sobre todo cuando estaban en un estado tambaleante como ese hombre. Baldor se inclinó un poco hacia él.
- ¿Sabes dónde ir?
- Sí, Baldor. Haldir ya me había enseñado el sitio antes, no te preocupes. No tardaré.
Se puso de pie, y ofreciendo apoyo con gentileza al hombre, medio lo acarreó fuera del salón. Tenían que cruzar la misma galería que daba al jardín interno y luego desviarse por un corredor. Era una suerte para ese hombre que Legolas tuviese más fuerza que un humano, porque de lo contrario, no hubiese podido ser de ninguna utilidad. El elfo sentía sobre sí casi todo el peso del voluminoso comerciante cuando llegaron a la puerta del servicio.
- Qué bueno que pudiste traerme hasta aquí... ¿Sabías que eres muy atractivo...?
La frase tomó un poco por sorpresa a Legolas, pero considerando que el hombre estaba bebido no era raro que dijese cosas extrañas.
- Gracias, señor. Ahí están los servicios. Te esperaré aquí.
- ¿No vas a ayudarme con esto?
- Me temo, señor; que eso debes hacerlo por tí mismo.- comentó Legolas, con una sonrisa forzada.
El hombre inició el camino pero a último momento giró hacia el elfo arrastrándolo con el peso de su cuerpo y arrinconándolo contra la pared. Sorprendido, la primera reacción de Legolas fue interponer sus brazos entre los dos cuerpos para evitar el contacto.
- Eres tan lindo... Dame un beso...
Aunque el hombre no hubiese estado tan ebrio como estaba, Legolas igual hubiese sentido la oleada de asco que le hizo girar la cara cuando aquel intentó besarlo. Las palabras de Baldor resonaron en su memoria.
'Un geijin jamas puede ponerse violento con un cliente'.
Maniobró los brazos para alejar un poco el cuerpo que lo oprimía mientras intentaba mantener el rostro vuelto a un lado, donde no le llegara el fétido aliento a alcohol.
- No seas arisco... Nomás un besito...
- No... Señor, tienes que alejarte... Esto no está bien.- dijo, forcejeando para alejarlo.
- Si se siente perfecto...- una de sus inmensas manos le sujetó por el rostro, mientras el otro brazo rodeaba la estrecha cintura aferrándolo contra sí y provocando una molesta fricción.- ¿Dónde tienes tus tesoritos, pequeño elfo?
El siguiente movimiento, fue intentar besarlo de nuevo al tiempo que introducía una pierna entre las del elfo, y esta vez, Legolas supo que no iba a tener más remedio que hacer algo drástico. No iba a permitir que nadie lo manoseara de esa forma.Todo su cuerpo repelía el contacto con ese hombre, sin embargo, cuando reunió la decisión para usar su fuerza y quitárselo de encima, sus manos empujaron el vacío.
El comerciante realizó un pequeño pero violento viaje hasta una columna donde se estrelló. Desde allí, se deslizó muy despacio, inconciente hasta el suelo.
Solo en ese momento, Legolas reparó en la sombra que casi jadeaba de furia, con evidentes deseos de seguir aporreando al hombre. De inmediato, los ojos grises se fijaron en él.
- ¿Por qué no te lo quitaste de encima...?- fue el susurro casi acusador. Como de momento, no hubo respuesta, lo tomó con fuerza por los hombros.
- ¡Suéltame!- el tono en la voz del elfo tuvo un toque disonante que evidenció el esfuerzo que estaba haciendo para contenerse.
Por un par de segundos, permanecieron en silencio, buscando sosegarse. Legolas se apoyó pesadamente en el muro, tratando de calmar los indignados latidos de su corazón. La voz de Aragorn sonó más suave ahora.
- ¿Por qué no hiciste algo...?
- Estaba intentando. Yo no puedo... no debo nunca... - le estaban faltando las palabras para explicarle lo que quería decir.
- Tranquilo.
Aragorn descubrió que sus manos nunca habían abandonado los hombros del elfo, y se encontró deseando abrazarlo para poder infundirle calma. Pero no lo hizo, porque alguien más entró en el corredor.
- ¿Legolas, qué pasó aquí?- preguntó Haldir, mirando al comerciante despatarrado a un costado.
- Él intentó...-Legolas intentó explicar, pero la indignación casi le impedía hablar.
- El bastardo intentó propasarse.- resumió Aragorn.- Y fue una suerte que yo me haya quedado dando vueltas por aquí en vez de irme.
- ¿Tú lo golpeaste?
- Aún no empiezo a golpearlo.- dijo entre dientes, el humano, sin esconder los deseos que en verdad tenía de seguir en esa actividad.- ¿Por qué?
- Porque con lo ebrio que está podría pensar que Legolas lo hizo... ¿No sabes que ellos nunca deben usar la fuerza contra sus clientes, Aragorn? Podrías arruinar su reputación con esto... - Haldir lo pensó solo unos segundos.- Ya hiciste bastante, Aragorn. Vuelve a... tu casa. Hablaremos luego.
El galadrim se volvió al aturdido Legolas y con gentileza lo sacó de entre las manos del humano empujándolo hacia el hombre en el suelo.
- Tú y yo vamos a llevarlo al salón y escucha bien esto, Legolas. Yo lo golpeé. Yo entré en el corredor, ví lo que pasaba y fui yo quien le pegó. ¿De acuerdo?
- De ninguna manera, Haldir.- intervino Aragorn a quien no le gustaba ni pizca el papel que el galadrim empezaba a jugar en eso.- No tienes por qué decir eso.
- Sí tengo. Es mi casa, soy responsable de lo que sucede aquí y no tengo intenciones de permitir que arruinen a Legolas por algo como esto. A nadie le sorprenderá que haya sucedido así como yo lo digo, y si este desgraciado despierta y dice que el elfo lo golpeó, podré decir que sí, que un elfo lo golpeó, solo que no habrá sido Legolas, sino yo... ¿Comprendes? Ahora, haz tu parte y lárgate.
Destellaron los ojos de Aragorn de tal forma que Haldir de pronto recordó que estaba hablando con el rey de Gondor, pero ya era tarde para otra cosa. Además, si Aragorn no porfiara en ocultarle su identidad a Legolas las cosas serían mas sencillas.
- Hablaremos luego, Haldir.- susurró Aragorn, con tono de advertencia.
- No te quepa duda.- contestó el galadrim sin amilanarse.
En ese instante, Legolas recobró parte de su voz, pero fue tarde. Aragorn había desaparecido otra vez en las sombras del corredor. Mientras ayudaba a Haldir a llevar al hombre de regreso al salón, Legolas trató de entender.
El humano había intervenido de un modo casi salvaje al ver lo que sucedía.
"Aragorn pensó que ese hombre me estaba haciendo daño". razonó el elfo y luego recordó la mirada acusadora al ver que él no hacía demasiado para librarse. "Elbereth... ¿Habrá pensado que me estaba gustando...? ¿Que estaba... disfrutando eso?"
Esos pensamientos eran demasiado terribles para darles cabida. Además, estaba el hecho que luego, el humano lo había mantenido cálidamente aferrado con sus manos, y el elfo había sentido que si hubiesen tenido unos segundos más, Aragorn se hubiese animado a acercarse otro poco.
Con todos esas cosas dando vueltas en su cabeza, Legolas y Haldir llegaron al salón acarreando al comerciante. Luego que Baldor obtuvo una explicación coherente de lo sucedido, tuvo que dedicarse a explicarle a su indignado aprendiz, que lamentablemente había algunos hombres que no parecían diferenciar entre los geijin y sus actividades; y lo que podían obtener visitando las oscuras tabernas de los niveles inferiores de la ciudad.
Una vez que consiguió hacerle comprender esto, Baldor insistió en llevar a Legolas de regreso a la okiya y por esa noche, dar por concluidas sus intervenciones.El hombre se tambaleó por la calle, vomitó en un rincón oscuro y luego, mas aliviado y con la cabeza algo más despejada se aprestó a entrar en su casa. Ya había ascendido algunos escalones cuando un carruaje pequeño se detuvo a su lado.
- ¿Y bien?- susurró la voz tenue sin molestarse en bajar del mismo.
- No del todo bien, señora... Durante la reunión, su 'hermano mayor' lo sacó del apuro, aunque pasó un rato difícil con el asunto del vino. No lo suficiente, creo.
- Supongo que eso no habrá sido todo...
- Conseguí que me acompañara y nos quedamos a solas unos minutos.
- Espero que habrás aprovechado esos minutos ¿Verdad?- ahora había una clara espectativa en la voz.
- Apenas empezaba a disfrutarlo, pero alguien me atacó...
- ¿Lo hizo...? ¿Fue capaz de usar la fuerza...?- exclamó, ahora contenta por la información.
- No, pero casi habia conseguido desesperarlo y alguien me atacó con fuerza... fue el capitán Haldir, el otro elfo. Al menos él asumió la responsabilidad de lo que sucedió. No pude decir nada, el golpe me dejó inconciente unos minutos. Para cuando desperté, él ya había contado su versión de todo...
La blanca mano que surgió de la capa que la cubría por completo dejó caer una pequeña bolsita en las manos del hombre. Claramente tintinearon dentro las piezas de metal.
- No nos conocemos, señora.- dijo el hombre y girando entró en la casa al tiempo que embolsaba lo que había obtenido por sus acciones.
El carruaje se puso en marcha, y dentro del mismo, Arwen se preguntó qué clase de protección especial tenía ese elfo que nada parecía dañarlo en forma definitiva. Siempre aparecía alguien dispuesto a ayudarlo y no podía entenderlo pero eso solo fortaleció su decisión de quitarlo de en medio aunque probablemente, eso le llevaría más tiempo y astucia de lo que había calculado en un principio.
TBC...
N/A: Aunque parezca extraño, las aprendizas no hacen mucho en las reuniones, ocasionalmente, si las invitaban a hablar, podían intervenir, servían el sake, y acompañaban a los clientes hasta los sanitarios, porque la mayoría terminaba un poquito mareados para ir solos, je. El asunto de la reputación de una aprendiza era muy delicado, porque no se podía permitir que se empezaran a correr rumores acerca de su 'honestidad' ya que eso podía arruinar su 'mizuage' y por consiguiente, su futuro. Esto es para que no crean que mi pobrecito elfo es un mojigato ;-)
Reviews:
Vania: Ya va adelantando mi Leggy, porque es tan lindo él... Bue, las noticias de Haldir no fueron las mejores, pero al menos sabe algo del hermanito que había quedado en casa. Creo que pondré a alguien más entre el elfito y el rey, creo... no toy muy segura. A Arwen no le gustó ni tantito que le devolvieran la pelota, juas! Disfruté mucho escribiendo esa partecita. Besote.
Fedia: Todavía tengo mis dudas acerca de la mezcla que hice, pero en todo caso ahí va quedando... Total, como los mayores cambios quedan encerrados en el Barrio donde vive Leggy, de afuera no se nota mucho (espero). Con respecto a los reviews, je, no te preocupes, yo sufrí el mismo mal... Hasta que puse la primera historia y me quedé mordiéndome las uñas a la espera del primer mensajito... ahora sé lo lindo que es recibirlos, asi que me pone feliz que hayas dejado el tuyo. Besito.
Iona: Si!! Encuentro a la luz de la luna! Por ahora, salvo Haldir, nadie sabe que se estan empezando a entender el elfito y el rey... cuando la bruja se entere, espero que le dé una apoplejía. Uf, cierto, los elfos no se enferman :-( Ja, el rey le está haciendo el esquive a buscar pareja... Mi galadrim favorito no tiene sus intereses muy claros, creo que le gusta mi elfito, pero no sé... todavía no tengo muy en claro si lo pondré en medio... es que para qué? Si nunca gana, pobecito. Beso.
Forfirith: Ja, el dialoguito cuando Aragorn le habla del rey... si me divertí con eso. Explicaciones al porqué de lo que hizo el reycito, aquí en este capi. Lo que no sé es cómo lo tomará el elfito cuando se entere... se me hace que mucha gracia no le va a hacer. Nos leemos! Aun me estoy riendo con la canción del olifante... :-) Besos
Ayesha: Sip, ya sé que Haldir es de Finwe... pero como tu elfito no anda por aquí, creo que lo usaré para otras cositas, je. Entre ellas, ponérselo dificil al rey. Por ahora el elfito no se está planteando mucho haberse enamorado, sino mas bien que le está gustando... pero creo que no me enredaré mucho con el tema de que sea varón. Es que si es normal que soliciten la compañía de los geijin, y el rey podía tomar al mas exitoso, ya fuese él o ella, no sé si cabe enroscarme mucho por ese lado... Total, ya tengo otros temitas para hacerle difícil la vida al elfo. :-P Je, ya verás...
Azalea: Si Legolas se aguantó hasta ese momento, fue porque no podía contestarle a la bruja... pero ahora ya van equiparándose, así que podrá defenderse un poquito mejor. Porqué Aragorn no le dijo nada? Bueno, aquí fueron las explicaciones, en este capitulo, pero más le valdría decirle la verdad, ya se lo está advirtiendo Haldir, lindo él. Y lo usaré para complicar un poquito las cosas, ya veré... besitos.
