Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capítulo 11
Revelaciones
Elroy
Sentado delante de una mesa de aspecto descomunal y llena de papeles, el heredero de Mirkwood daba un último repaso antes de la reunión con los consejeros de su padre. Los asuntos internos del reino eran mucho más complicados de lo que él había pensado en un principio.
"Imrahil, Legolas... ¿Dónde estarán en estos momentos? ¿Estarán bien?"
Esas preguntas lo acuciaban en sus momentos de soledad, que cada vez eran más seguidos. Y en ocasiones, sentía una fuerte opresión en el pecho y eso lo desesperaba. Sabía que en esos momentos, alguno de los dos restantes, estaría en apuros o pasando alguna dificultad.
Siempre había sido así entre ellos. Siempre habían podido saber cuándo uno necesitaba de los otros, ahora que estaban lejos, la conexión parecía haberse debilitado un poco, pero continuaba allí.
"Quizás estén pasando dificultades... Tal vez, hasta privaciones... No, padre no lo permitiría, no dejaría que mis hermanos sufrieran."
Su padre entró en el estudio interrumpiendo sus meditaciones.
- Tengo que hablar contigo de un tema un poco delicado.- dijo.
- Te escucho, padre.
- Es referente a la situación que hay entre tu esposa y tu amante.- dejó salir la frase de una sola vez.
- No hay situaciones entre mi esposa y él. No se ven, no se cruzan.
- No hace falta. Todo el palacio sabe que pasas más noches en las recámaras de ese elfo que en las de tu esposa. Y que la niña está desolada por eso.
- ¿Qué sugieres que haga, padre? No la amo, lo sabes. Me hicieron tomarla por esposa porque era necesario, y lo hice, pero no puedo obligar a mi corazón a responder a ella.
- No, pero tienes el deber de guardarle el respeto que merece, y pasearte del brazo de tu amante por los pasillos de palacio no es precisamente respetarla. En el último torneo de arquería llevaste su emblema en el broche de tu capa...¿Realmente te resulta tan difícil acercarte a esa niña...?- preguntó con suavidad.- ¿Ser amable con ella?
- ¡Soy amable con ella pero no la amo! ¿Es eso tan complicado?
- ¿Y amas a ese elfo que comparte tu cama?
Contrariamente a lo pensado, Elroy dudó en contestar. No se había planteado amar a Silmatar, solo lo necesitaba mas que a su esposa, porque lo había elegido por propia voluntad.
- No quiero dejar a Si...
- No quiero saber su nombre.- cortó Thandruil.- No es de mi estima y no deseo saber nada de él. Lo único que deseo es que, si no puedes terminar esa relación, la mantengas controlada.
- ¿Qué significa eso?
- Que si todo el palacio sabe que pasas mas tiempo con tu amante que con tu esposa, es porque él mismo se encarga de decirlo a todos. No es discreto ni recatado, de modo que intenta meterlo en cintura antes que cause problemas que puedan ser muy perjudiciales.
- No te entiendo.
- Veo que no. Como recordarás, Löne es sobrina de Lord Elrond...
- ¡No puede obligarme a amarla! ¡No puede obligarme a dejar a... a dejarlo!
- En principio, no; no puede obligarte a nada. Pero si llega a pensar que su sobrina es desgraciada por causa de ese elfo, las compensaciones las pedirá al rey de Mirkwood y si su pedido fuera alejarlo de aquí, eso es lo que pasaría. No planeo arriesgar las relaciones con Rivendel por tus problemas de alcoba.
- ¿Serías capaz de hacer algo así?
- Procederé como crea conveniente, Elroy. Por eso, procura mantener bajo control a tu amante, o uno de estos días despertarás para descubrir que ha sido asignado a las patrullas que custodian las fronteras con las Tierras Pardas.
Salió del estudio esperando que esas palabras fuesen lo bastante claras para Elroy.
(-o-)
Habían pasado varias horas desde la medianoche, y por los pasillos del palacio, solo cruzaban las sombras de los guardianes que velaban. Pero no todos dormían, y una silueta cubierta por una capa larga y una capucha, cruzó varios corredores antes de detenerse y entrar en una habitación.
Dentro, una luz tenue delineaba otras dos figuras más, las dos tambien convenientemente cubiertas.
- Pensábamos que ya no vendrías.- comentó con un poco de irritación uno de ellos.- ¿Tu real amante no te dejaba salir?
- Así era, en efecto y lo sabes bien. Mantenerlo ocupado es parte de mis funciones según recuerdo.
Los otros dos se deshicieron de sus caperuzas, revelando, en un caso, las vestimentas de un miembro del Concejo, y en otro, un capitán de la guardia. Silmatar se acomodó en un sillón y desde allí contempló a sus acompañantes.
- ¿El heredero está listo?- preguntó uno.
- En el mejor momento. Sabe bastante del manejo del reino como para no ser un completo inepto, pero no lo suficiente como para entorpecer nuestros planes.- Silmatar habló en un murmullo suave.
- ¿Nervioso?
- No tengo por qué estarlo. Si nos descubrieran aquí, ustedes tendrían muchas mas dificultades que yo para explicar lo que hacen en medio de la noche por el palacio. Yo regreso a mis habitaciones luego de hacer lo que ya todos saben que hago... Algo que por cierto preferiría hacer con la princesa que con su esposo...
- Sabías lo que tendrías que hacer cuando se te eligió para esto.
- No me estaba quejando, solo exponía una opinión.- se arrebujó en la capa, conciente que debajo de ella no tenía nada.-Yo estoy cumpliendo mi parte. ¿El resto del plan está listo?
- Sí. La nota debe llegar en estos días, nadie sospechará.- el miembro del concejo miró un poco nerviosamente hacia la puerta.-Todo estará bien si el príncipe se encuentra bajo control.
- El príncipe está bajo control.- afirmó Silmatar, acicateado.- No se plantea demasiado las cosas que le propongo, no ve a su esposa mas que lo estrictamente necesario, será fácil manejarlo cuando nos hayamos librado del rey.
- Perfecto, entonces, solo nos resta esperar a que la nota llegue.
Silmatar se puso de pie, dispuesto a retirarse. Las sesiones de sexo con el heredero solían dejarlo bastante agotado y quería descansar antes de que amaneciese.
- Espero que estén preparados. Dentro de poco, seremos los tres elfos más poderosos de Mirkwood.- comentó, y poniéndose nuevamente la chapucha se dirigió a la salida.
(-0-)
Elroy se paseaba con bastante nerviosismo por el salón de audiencias vacío mientras daba vueltas y más vueltas a la nota que su padre le había dado momentos antes de partir. La carta concisa, precisa de Lord Elrond, era por demás explícita. Ya le habían llegado las noticias de lo que sucedía en Mirkwood, y la reacción había sido inmediata, solicitó una reunión urgente para tratar el tema antes que se hiciese más grave. Y siendo la parte que se hallaba en falta, sería Thandruil quien debería movilizarse hacia Rivendel.
Las palabras de su padre cuando hablaron la última vez de ese tema, resultaron casi proféticas. Tenía temor por el resultado de esa reunión y decidió ir a las habitaciones de Silmatar a desahogarse. No le había avisado que iría, pero su amante nunca se negaba a sus visitas.
La comitiva atravesaba una parte de bastante espesura, donde los árboles crecían muy juntos unos a otros, y el sendero utilizado era apenas un reducido sitio libre de malezas. El cruce del pequeño barranco a través del puentecito era el último tramo antes de internarse en la parte verdaderamente peligrosa del bosque, por lo que el grupo se compactó un poco más.
Fue apenas un segundo en el que se desató la lluvia de flechas que cayeron. Concientes de su deber primario, los elfos encargados de la seguridad del rey se arracimaron en torno al que portaba la corona, aun sabiendo que las saetas que volaban por el aire podían hacer blanco en ellos antes de encontrar su verdadero objetivo, mientras otros respondían con sus propios arcos.
En medio de los primeros momentos de sorpresa, alguno de los más allegados, dio un violento golpe a la grupa del caballo del rey y aquél salió al galope rumbo al puentecito atropellando todo lo que encontró a su paso para salir de aquel atolladero.
"Una emboscada... Esto fue una emboscada." Fueron los pensamientos de Thandruil mientras guiaba su blanco corcel en rápida carrera, escuchando las flechas que silbaban a su alrededor. No quería mirar hacia atrás porque sabía que sus acompañantes, muchos de ellos, elfos conocidos por él, estaban cubriendo su escape, pagando tal vez con sus vidas para darle la oportunidad de salir con vida de eso.
Casi llegaba del otro lado del cruce, y con eso tendría la opción de buscar la manera de regresar, desentrañar ese problema y encontrar a los culpables de esa traición.
La primera flecha debió hundirse en algún sitio en su hombro derecho, y la otra, inmediatamente después, en medio de su cuerpo. Sin darle tiempo a susurrar a su caballo para que siguiera, otras flechas hirieron tambien al animal que se levantó sobre sus patas traseras y arrojó a su jinete al suelo.
O al menos, hubiese debido caer al suelo, pero al estar aún sobre el puente, el elfo rey cayó hacia el barranco y desapareció en las aguas del brazo del río que había intentado cruzar. Las aguas se cerraron sobre él sin darle tiempo siquiera a emitir un solo sonido.
(-0-)
Levantó la corona hasta la altura de sus ojos, donde la luz incidiera sobre el mithril y destellara. El resplandor lo cegó unos momentos, haciendolo entornar los párpados. No quería cerrar los ojos, porque si lo hacía, volvían los recuerdos. El alboroto producido en el palacio cuando el caballo del rey regresó solo y herido; la partida inmediata de un contingente que siguiera los pasos de la comitiva real solo para encontrar el horrible cuadro: ni un sobreviviente de la partida anterior, y ni un solo rastro firme acerca del paradero del rey. Solo la corona que yacía en los últimos metros del puente que había algo mas lejos.
Elroy recordaba tambien la conmoción general al saber lo sucedido, su propia conmoción. Ahora no solo era Heredero; si no encontraban rastro de su padre, sería rey.
- Alteza...
La voz lo sacó de sus pensamientos, recordándole de pronto, que no estaba solo en la inmensa sala de audiencias. El Concejo estaba allí, sus ministros, su esposa y por supuesto Silmatar. Era aquél quien había hablado sacándolo de sus meditaciones.
- Alteza, hay que decidir las exequias...
- No habrá exequias.- declaró volviéndose bruscamente y enfrentó la mirada desorbitada de los elfos que lo rodeaban.- No tenemos seguridad que mi padre haya muerto. Apenas ha pasado un día de su desaparición y no se ha hallado su cuerpo. Que formen grupos para recorrer el tramo del río donde puede haber caído. No elevaré cantos de lamento tan pronto sobre la muerte de mi padre.
- Alteza, el reino no puede estar sin guía.- se atrevió Silmatar, ante la vista asombrada de los demás elfos a quienes no agradaba en absoluto la influencia de aquél sobre el futuro monarca.- Demos gracias a los Valar que su Majestad ya te hubiese nombrado Heredero...
- Es cierto que el reino no puede estar sin guía.- intervino por primera vez Löne, avanzando apenas hasta quedar a la altura de su esposo.
Silmatar la miró con asombro, la elfa lo detestaba y aunque eso no le importaba en absoluto, le sorprendía ese apoyo inesperado a sus palabras.
- ¡He dicho que no aceptaré eso!- la voz de Elroy se salió de los cauces normales de volumen.- ¿Acaso estoy rodeado de elfos sordos?
- Esposo mío.- la dulce voz de la elfa hizo que el Heredero desviara la vista de su amante hacia ella.- Tienes razón en no querer aceptar convertirte en rey antes de tener noticias certeras sobre tu padre... Mi corazón sangra por él, ha sido mi compañía en todos estos días solitarios...
La frase, además del real sentimiento por la pérdida de Thandruil, contenía tambien un leve reproche, porque Elroy sabía que no pasaba tiempo con ella; sin embargo, fue tan suave, que no pudo reaccionar antes que ella siguiera hablando.
- Pero tambien es cierto que tu pueblo te necesita, y no estando tu padre, es menester que asumas tu responsabilidad. Si no quieres aceptar la corona aún, puedes aceptar una Regencia.
Por unos instantes, Elroy miró a la joven elfa que era su esposa un tanto incrédulo ante la sagaz sugerencia. Era tan simple que ni siquiera se le había pasado por la cabeza.
Animada por el súbito resplandor que había visto en los dorados ojos de su esposo, Löne se animó a avanzar hasta él y colocar la mano en su brazo, un gesto de apoyo, mas que sensual.
"Esto no está bien." Pensó Silmatar ante la súbita comprensión entre esos dos. Era preciso que Elroy se convirtiese en rey, no en regente porque entonces, hasta que no se confirmara la muerte de Thandruil, no podría tomar decisiones mayores, solo las más urgentes.
- Alteza, perdona que disienta con esa idea, pero...
Por una vez, la mirada de Elroy se posó sobre su amante con frialdad y aquél comprendió de repente que ése no era un buen momento para insistir. Debía retractarse antes que el asunto se volviese contra él, pero la intervención de esa niña podía arruinarlo todo. Ya vería el modo de recordarle que era él quien tenía el dominio del Heredero.
- Por supuesto, se hará lo que ordenes, Alteza.- terminó, sonriendo de aquella forma en que Elroy no podía resistir.
Vio que el enojo momentáneo se desvanecía en el rostro del Heredero, y reprimió un suspiro de alivio cuando la sonrisa le fue devuelta.
"El momento es éste." Se dijo avanzando hacia él hasta quedar situado a la misma altura de la elfa.
- Pero todo eso puede esperar, Alteza... Has tenido un día muy agitado, tal vez sea bueno que tomaras un pequeño descanso.
- Creo que sería buena idea...- murmuró para luego seguir con algo más de firmeza.- La reunión ha terminado. He dado mis instrucciones, pueden retirarse.
- ¿Qué haremos entonces Alteza?- preguntó uno de los ministros, sin saber quien había ganado aquel duelo de influencias, pero sin demasiadas ilusiones. Todos sabían el pobre papel que tenía la Princesa Consorte, por eso, tuvo que hacer un esfuerzo para ocultar su asombro al oír la respuesta.
- La sugerencia de mi esposa ha sido sensata y acorde a mis sentimientos. Se hará según ella ha dicho, tomaré el cargo de Regente del reino. Ahora, fuera todos.
Con un gesto que Thandruil hacía, y que repitió de forma inconciente, despidió a todos, incluyendo a su esposa, que quitó la mano de su brazo ante el movimiento.
Löne se sintió relegada nuevamente por un instante, pero al instante siguiente se dio cuenta, que ésa había sido una pequeña victoria sobre el amante de su esposo. Tal vez no era una gran victoria, pero era la primera. Al alzar la cabeza para retirarse con toda la dignidad posible, captó una extraña mirada entre Silmatar y uno de los miembros del Concejo.
Fue apenas un segundo, pero había mucho en ese gesto y decidió que luego meditaría sobre eso mientras salía dejando a Elroy y Silmatar a solas. Ya sabía en qué consistiría ese 'pequeño descanso' pero no quería amargarse con eso, preferia disfrutar de ese minuto de entendimiento que había tenido con Elroy, luego vendrían otros, solo tenía que trabajar para ello.
Apenas todos se fueron, Silmatar se acercó a su real amante y le echó los brazos al cuello, haciendo que sus cuerpos se unieran de forma automática. Casi de la misma manera, los brazos de Elroy rodearon su cintura y los labios buscaron su boca con avidez, casi con desesperación.
Dejó que lo despojaran de sus ropas, y que lo tendieran en el piso de la inmensa sala de audiencias, sobre sus propias prendas, y como de costumbre, no le costó demasiado ceder ante los deseos y las expertas caricias del Heredero. Cuando sintió la lenta pero firme invasión en su cuerpo, se retorció con genuino deleite, gimendo de placer. En algún momento, los movimientos cesaron y abrió los ojos para saber el porqué. Encontró los ojos dorados fijos en él con una expresión que por un instante lo desubicó.
- No vuelvas a desafiarme en público.- fue la advertencia clara, hecha con voz ronca de deseo.
- Nunca más, señor mío... Solo no te detengas, por favor...
A pesar de que el pedido era real, una pequeña parte de la mente de Silmatar registró que en realidad no había triunfado, que el resultado final de ese encuentro había sido una pequeña victoria para la Princesa Consorte.
Y antes de dejarse arrastrar por el placer, se prometió que no olvidaría eso.
Imrahil
El camino que estaban siguiendo era endiabladamente complicado y lo estaban recorriendo a velocidades imposibles. Apenas tomando tiempo para que los caballos descansaran y seguían. La angustiosa sensación que lo había asaltado al día siguiente de su frustrado encuentro con Legolas, persistía en su pecho y estaba haciendo todo lo posible para soportarla ya que no podía ignorarla.
Cuando cruzaron el río Ringlo y llegaron al valle se permitieron un alto un poco mas prolongado para reponer fuerzas. Al menos Iorlas necesitaba reponerlas, era un humano y no muy joven, además, por lo que estaba cansado y dolorido por los extensos días de viaje.
- Sé que estás contrariado porque no pudiste ver a tu hermano... Lo siento.
- Sí... pero no estoy contrariado contigo. Así tenía que ser.
Los dos se quedaron en silencio un rato, al cabo, Imrahil se puso de pie.
- Voy a hacer la primera guardia para que puedas descansar.
En el silencio de la noche, a la intemperie, Imrahil se encontró una vez mas dando vueltas en su cabeza todas las cosas que le habían pasado, todo lo que lo había llevado hasta ese momento. Pensó de nuevo en Legolas porque era el único del cual había tenido noticias. En cierto modo, al saber que Elroy se había quedado en Mirkwood, había asumido que no tendría dificultades, pero ahora empezó a pensar que quizás no era tan simple como él creia.
Esa sensación que lo oprimía bien podía deberse a que Elroy estaba angustiado o en problemas.
"Al menos, él está con nuestro padre... Eso debería ser una ayuda."
Sin embargo, él conocía el carácter de su hermano. El más rebelde de los tres, el que quebrantaba con mas asiduidad la paciencia del buen padre. Se sintió un poco culpable por haber pensado tan poco en él.
Las horas transcurrieron en una apacible calma y eso sirvió para poner al menos un poco de tranquilidad a su corazón atribulado.
Se incorporó para despertar a Iorlas, ya era hora de que hiciera su parte, faltaban un par de horas para el amanecer. Lo tocó suavemente en el hombro para despertarlo.
- Iorlas... Despierta.
Entonces el aire quieto de la madrugada se agitó con una brisa leve, pero aunque apenas se sintió, fue suficiente para traer a los sentidos del elfo, un olor extraño. No animal, humano. Esta vez su mano sujetó con fuerza a su compañero y la voz tuvo un evidente tono de alarma.
- Iorlas, despierta ahora.
Ante el tono, el humano despertó de pronto y se sentó. El seco estampido que llegó a los oídos del elfo le indicó con claridad que pasaba. Una flecha cruzó el aire y se clavó a escasa distancia de él.
No lo pensó dos veces. Actuando con una celeridad que nunca creyó poseer, Imrahil se volvió hacia la fogata y arrojó sobre las llamas el resto de comida que había quedado, apagandola y llevando todo a la oscuridad. La aguda visión del elfo descubrió las formas oscuras moviéndose con sigilo entre las sombras de la noche. Puso una flecha en el arco, y escuchó.
Era más de dos, eso seguro, y eran muy experimentados, porque los sonidos que producían hubiesen sido inaudibles para oídos humanos. Cuando atacaron, lo hicieron en silencio. Escuchó a su compañero trabado en lucha con uno o dos y él mismo logró sacar sus puñales cuando usar el arco se hizo imposible. Los guerreros que atacaban no tenían la buena visión del elfo y eso les costó la vida a algunos de ellos.
- ¡Iorlas!- llamó, buscando con la vista a su compañero hasta reparar en un bulto caído no muy lejos. Corrió hacia él, tratando de no pensar en lo peor.
Los guerreros que quedaban, apenas dos, se dieron cuenta que ya no tenían ventaja, ni por número ni por sorpresa, por lo que desaparecieron casi del mismo silencioso modo que habían llegado. En tanto, el elfo llegaba junto al humano solo para comprobar lo que temía; que estaba seriamente herido.
No tenía tiempo para hacer recuento de daños propios, necesitaba alejarse pronto de allí para poder atender las heridas de su compañero, a quien sostenía en brazos.
= Vamos, Estrellablanca. Llévanos lejos.= murmuró al animal en las suaves entonaciones élficas en cuanto consiguió montar en él.
En realidad, no sabía hacia dónde ir, no conocía la zona, era Iorlas el que dirigía todo, de manera que confió en que el instinto del animal los mantendría lejos del peligro.
Un par de horas después, Estrellablanca se detuvo donde el Ringló hacia un pequeño recodo y el elfo desmontó bajando con mucho cuidado el cuerpo desmayado de su compañero. Lo llevó en brazos hasta un lugar cerca de la orilla, iba a necesitar agua pura para limpiar las heridas y lo recostó.
Una flecha negra atravesaba el hombro izquierdo de lado a lado y la sangre ya había formado una amplia mancha oscura en la ropa del hombre. Aunque su conocimiento de los humanos era un tanto escaso, Imrahil sabía lo suficiente como para comprender que la herida estaba peligrosamente cerca de órganos importantes.
Tomando aire para animarse, cortó el asta provocando con eso un largo lamento de dolor en el herido. Lo sentó un poco y antes de poder arrepentirse de lo que iba a hacer, quitó la flecha tirando del extremo que sobresalía por la espalda. Algunos minutos después, había conseguido detener el sangrado pero la situación todavía era muy grave. Limpió la herida, preparó un emplasto y lo aplicó encomendándose a todos los Valar para que diera resultado.
Se dedicó a sus propias heridas, pero aquellas no eran ni por cerca tan graves como la del humano y él sanaría mucho mas rápido que aquel, no obstante les dedicó la atención correspondiente. Luego se puso a revisar lo que tenía.
"Casi nada de provisiones, la mayoría quedó en el campamento... La mayor parte de las armas tambien. El caballo de Iorlas nos sigue pero las sillas tambien quedaron atrás, bien, cabalgo mejor sin ella. El señor Faramir tenía razón, iban a intentar detenernos... ¿Qué puede decir este mensaje...?" la curiosidad era fuerte, pero no lo bastante como para abrir el mensaje. De momento, tenía cosas mas urgentes por resolver.
"Por ejemplo, cómo llegar a Edoras y evitar que nos maten en el camino. Esos estaban bastante determinados a matarnos y solo se detuvieron porque no esperaban tanta resistencia."
Los pensamientos lo llevaron a recordar lo sucedido con algo de incredulidad. Una cosa era patrullar los alrededores del palacio y ocasionalmente enfrentar las bestias oscuras que acechaban en el bosque, y otra muy distinta, disparar y hundir puñales en humanos. Siempre había creído que Elroy era el más arriesgado, el guerrero nato y ahora estaba descubriendo que tambien tenía algo de eso en sí mismo.
"Aún así, tuve suerte, los Valar me ampararon... Será mejor no abusar de su misericordia." por un segundo, miró la flecha que había extraído a su compañero. Era extraña, no correspondía a las que podían usar en Ithilien o en esa parte de Gondor. Sin entender, guardó ambos trozos en la alforja y volvió su atención al herido.
Evidentemente, aunque ya no fuera joven, el hombre era muy fuerte, como todos los rudos jinetes de Rohan porque de manera inesperada recuperó el conocimiento. O quizás se debiera a que Imrahil había empleado algunas hierbas extrañas en el emplasto. Procuró convencer al elfo que lo dejara atrás y continuara, pero se encontró con que Imrahil podía ser tan terco como él, y no se dejó convencer.
Varios días después, los guardias apostados por la cerca de espinas que rodeaba la colina donde se erguía el dorado castillo de Meduseld, vieron acercarse un caballo. Cuando estuvo bastante cerca, vieron que eran dos los que cabalgaban sobre el mismo animal y uno de ellos estaba herido.
Si alguno se hizo preguntas, en ese momento se las guardó. El hombre estaba algo mejor pero de forma notoria ambos necesitaban descanso. A pesar de su resistencia, Imrahil había sobrepasado largamente el tiempo que incluso un elfo podía estar sin dormir y con alimento escaso. En cuanto estuvo seguro que Iorlas estaba a buen cuidado, se durmió exhausto en una de las caballerizas donde habían alojado a Estrellablanca.
El hombre estaba algo mas despierto que su acompañante, y fue él quien se encargó de entregar en mano el mensaje de Faramir al rey Eomer.
Después del esfuerzo, Iorlas tuvo una fuerte recaída, y lo poco que había mejorado en esos días se consumió ante el acceso de fiebre que lo acometió. Sintiéndose culpable por no haber resistido un poco más como para no obligar al hombre a hacer el enorme esfuerzo de presentarse ante el rey y rendir cuentas; Imrahil se aplicó a cuidarlo con todo lo que sabía.
Fueron largos días hasta que el humano comenzó a recuperarse y en los que Imrahil descubrió algo más. Era cierto que los avances hechos por los sanadores en las Casas de Curación eran tan notables que habían desterrado muchas graves enfermedades, pero tambien era cierto que los sanadores estaban muy lejos de Edoras.
De pronto, el elfo se encontró atendiendo quemaduras, abrasiones, golpes, quebraduras; accidentes inevitables pero que podían ser tan mortales como una enfermedad si no se trataban adecuadamente. Y las Casas de Curación estaban demasiado lejos para la mayoría de los habitantes de la ciudad.
La recuperación de su compañero ahora fue mucho más lenta, después de todo, el humano ya no era joven. Sin embargo, por fin reaccionó y comenzó a evolucionar bien aunque tuvo que pasar más tiempo hasta que estuvo en condiciones de cabalgar sin que eso resultara en un posterior perjuicio para su salud.
El día que partieron de Edoras para regresar a la zona en que habitualmente se encontraba su campamento, Iorlas encontró que muchos de los habitantes de la ciudad habían cobrado afecto al elfo que con tanta amabilidad y eficiencia atendia sus dolencias.
La llegada al campamento había sido un poco más escandalosa de lo que Imrahil hubiese querido. Sabía que al llegar a Edoras para entregar su mensaje, otro mensajero había partido hacia el campamento para dar aviso que los dos mensajeros no se habían perdido ni habían muerto, sino que habían tenido que cambiar su recorrido esperado.
Por eso, se sorprendió cuando Jerek lo hizo llamar a su tienda para hablar con él.
- Siéntate, Imrahil.- dijo, y esperó a que el elfo se ubicara, luego de lo cual continuó.- Supongo que sabes para qué te hice venir.
- La verdad, no.
- Iorlas ha solicitado permiso para dejar las llanuras, y como nos quedaríamos con un hombre menos, te ha recomendado para ocupar su lugar en las patrullas, aunque hacía algún tiempo que él ya no patrullaba con nosotros.
- Pero no hace tanto que estoy con ustedes... Hay otros hombres que podrían reemplazarlo.- comentó Imrahil, incrédulo.- ¿por qué yo?
- Iorlas dice que encontraste muy bien tu camino, que luchaste con valentía y que no lo dejaste cuando perfectamente podrías haberlo hecho.
- Eso no es del todo cierto. Primero, Iorlas me ayudó a orientarme, de lo contrario nunca hubiese llegado. Segundo, luché como pude, los Valar pusieron su mirada de misericordia sobre mí, no tengo dudas de ello y salimos bien librados; y tercero no podría haberlo dejado.
Imrahil se quedó pensativo unos momentos, no consideraba que sus acciones tuviesen tanto mérito.
- No te preocupes, Imrahil. Lo harás bien, tengo confianza en tí.- comentó Jerek, complacido al ver que el elfo tomaba con mucha seriedad las nuevas responsabilidades.- Esta noche habrá una fiesta para despedir a Iorlas y darte la bienvenida como nuestro nuevo Jinete.
Imrahil estuvo a punto de negarse, pero muy a tiempo se dio cuenta que ese era el primer paso para su aceptación entre esos humanos; y aunque jamás se le hubiese ocurrido que eso podía pasar, de hecho, lo estaban aceptando entre ellos. Asintió para dar su consentimiento y luego le permitieron salir rumbo a su propia tienda.
Había una gran actividad en el campamento ese atardecer. Habían cocinado más que de común, y las fogatas eran más grandes, más luminosas, en previsión de la pequeña celebración que tendría lugar a cielo abierto.
Cuando por fin se reunieron todos, y se repartió la comida, Imrahil descubrió que ya no le molestaba el olor de la carne, aunque seguía sin poder consumirla, y tampoco le parecieron estridentes las risas y conversaciones de los hombres con los que ahora compartía su existencia. Es cierto que no era lo mismo que las plácidas reuniones con sus conocidos en Mirkwood, pero tampoco era tan malo.
Iorlas se sentó a su lado junto a la fogata y miró a su compañero.
- ¿Qué vas a beber?- preguntó, divertido porque sabía la respuesta.
- Agua, claro.
- Sabía que dirías eso. No puedes beber agua esta noche, elfo tonto.- le dijo, amistosamente.- Las tradiciones son compartir fuego, comida y vino. Solo así te aceptarán entre ellos.
- Iorlas, yo no bebo vino, ni nada de esas cosas.- murmuró el elfo.
- Es hora de que empieces.
Sabiendo que tenía razón, Imrahil dudó unos instantes.
- ¿Qué puedo tomar que no me afecte tanto...?
- Bueno, déjame ver... El vino es fuerte, sobre todo el que tomamos todos nosotros... Hay sidra, eso es un poco más suave y es dulce... te gustará. Y tambien hay cerveza, es lo más liviano, pero es amarga...
- Tomaré cerveza.- decidió.- Si es amarga no me gustará tanto y un jarro me durará toda la noche, espero.
El razonamiento hizo reir al buen hombre que se levantó para traer lo pedido y regresó poco después. Le alargó el jarro y el elfo lo tomó con gesto dubitativo, pero antes de arrepentirse le dio un largo sorbo al líquido oscuro y espumoso.
- Elbereth... Esto es horrible...- jadeó.
- Vamos, Imrahil... Es nuestra mejor cerveza.- replicó uno de los hombres que en ese momento pasaba junto a él, pero sin ofenderse por la frase del elfo. Ya se habían acostumbrado a algunas de sus peculiaridades. Lo tomó por el brazo, instándolo a levantarse.- Vamos, allá están los demás, vamos a beber juntos...
Imrahil lanzó una mirada de súplica hacia su antiguo compañero, pero aquel solo sonrió. No podía salvarlo de eso, era parte de su comienzo como Jinete así que se limitó a seguirlos hasta que estuvieron cerca de la fogata donde todos comían y bebían juntos.
Largo rato después, Iorlas miró a Imrahil con un poco de preocupación. Era el tercer o cuarto jarro de cerveza del elfo, al menos de los que él había servido, pero no estaba muy seguro si había bebido más. Estaba tolerándolo bastante bien para ser que no bebía nunca, pero la mirada estaba algo vidriosa y parecía un poco bamboleante. Cuando uno de los hombres se acercó para tratar de levantarlo y que bailara, el elfo intentó ponerse de pie, y solo lo consiguió luego de un par de intentos.
- Iorlas... Todo se mueve...- lanzó una risita tonta.- Es divertido...
- Y se pondrá más divertido, elfito.- comentó Brego, asiéndolo por la cintura para que se mantuviese en pie.
Imrahil tardó un poco en enfocar el rostro que tenía a un lado, pero en cuanto lo consiguió, arrugó la nariz.
- No... ya no es divertido... Hueles feo...
Antes que el elfo siguiera diciendo cosas que pudiesen ofender al hombre, Iorlas se puso de pie junto a él y lo ayudó a mantenerse, librandolo del abrazo del otro.
- Vaya, será mejor que vayas a dormir, Imrahil... Tienes razón, los elfos no deben acercarse a la cerveza o a nada que tenga siquiera olor a vino.
A pesar de la mueca de disgusto de Brego, Iorlas se llevó al elfo alejándolo de las fogatas para conducirlo a las tiendas. Sonrió, sería interesante ver qué cara tenía un elfo luego de una noche de borrachera. Iorlas se prometió que sería el primero en averiguarlo y se encaminó hacia su propia tienda dejando al elfo dormido y mascullando cosas entre dientes.
Imrahil despertó en medio de la noche con un horrible gusto en la boca, la cabeza latiendo en horribles pulsos de dolor y el estómago revuelto. En una raza no acostumbrada a las enfermedades, lo primero que pensó, fue en algo fulminante y feroz como veneno o algo similar, luego recordó el asunto de la cerveza. Además del gusto espantoso, tenía la boca reseca y necesitaba salir con urgencia.
Afuera, todo estaba solitario, las fogatas eran apenas pequeños fuegos y el silencio solo se interrumpía por los ocasionales sonidos de la noche.
"Necesito agua fresca... Mucha..." pensó el elfo y se encaminó hacia el pequeño arroyo de donde obtenían el agua. "Posiblemente necesite meter la cabeza ahí dentro... lo que sea para que deje de latir... Dulces Valar... Prometo que no volveré a acercarme a la cerveza..."
Por si fuera poco la migraña palpitante, sabía que las piernas no le respondían y no coordinaba muy bien, pero mal que bien consiguió alejarse como para aliviar su necesidad más urgente. El malestar le subió desde el estómago, llenandole la boca de un líquido amargo y con una mueca de asco se inclinó detrás de unos arbustos para vomitar todo lo que había comido esa noche.
Se acercó al borde del arroyo y bebió, agradecido por ese don de los Valar, prometiendo una vez más que no volvería a desperdiciarlo. Se mojó la nuca, y luego toda la cabeza.
- ¿Enfermo, elfito..?
Solamente por estar así no debía haberlo oído llegar. Imrahil ni siquiera se volvió a mirarlo.
- Ahora no, Brego...
Una nueva nausea lo hizo doblarse sobre el curso de agua pero solo soltó saliva amarga. Una mano del hombre se posó sobre la frente y la otra en su espalda, masajeándolo suavemente. Aunque en principio el contacto lo alertó, la tenue mejoría lo hizo desistir de librarse por el momento. Sin embargo, unos instantes después, un brazo fuerte le rodeaba la cintura, llevándolo hacia el cuerpo del hombre.
Todavía un poco descoordinado, Imrahil intentó maniobrar para alejarse, pero ahora los brazos lo aferraron con más fuerza.
- No... Déjame.
- Vamos, elfito... Tienes que airear la borrachera... Tengo el método perfecto...- el rostro barbudo se enterró en el cuello del elfo, pasando la lengua áspera por toda la extensión del mismo hasta llegar a la oreja que mordisqueó levemente.
El contacto desconocido hizo que Imrahil respingara un poco, pero el brevísimo contacto con aquel punto sensible de su cuerpo no consiguió vencer la repulsión que sentía por el hombre. Intentó quitárselo de encima, pero los brazos no le respondían como necesitaba y ante eso, Brego empujó, haciendolo caer hacia atrás.
Al sentir el cuerpo fornido cayendo sobre él, Imrahil intentó incorporarse, pero sus pies descalzos no consiguieron afirmarse en el suelo barroso. Encontrando más resistencia de la que pensaba, Brego se irguió apenas, soltó un violento puñetazo al rostro del elfo y al no conseguir demasiado, propinó dos o tres más.
- ¡No...! No quiero...- a pesar de los golpes el elfo continuaba resistiendo, a pesar de sentir en su propia boca el regusto a la sangre. Una de las inmensas manos del hombre descendió por la cadera y empezó a luchar para deslizar la ropa.
Cuando Brego intentó buscar su boca, Imrahil giró la cara con mucho mas asco de lo que pudo manejar, y la nausea le subió desde el estómago.
- Maldito seas... no vas a ahogarte en tu propio vómito...- masculló el hombre, y con un movimiento brusco, se levantó y lo hizo girar sobre sí mismo para ponerlo de bruces y que así, todo lo expulsara hacia el suelo.
Enfermo de repulsión, Imrahil solo pudo dejar que todo saliera mientras el hombre aprovechaba esos instantes de debilidad para librarlo de los pantalones. El peso del otro cuerpo lo mantenía inmóvil y no podía encontrar manera de afirmarse lo suficiente como para quitarse de encima al hombre, pero el movimiento constante lo hizo notar la prueba evidente de la excitación de Brego.
Desesperado, una de sus manos encontró algo. Era un tronco o una rama, pero lo asió con fuerza y en el momento en que sintió que los gruesos dedos de Brego buscaban abrirse paso entre sus piernas, consiguió afirmar una mano en el suelo, hizo una desesperada torción y sin mirar, descargó el golpe con aquello que había conseguido tomar.
Aunque el golpe no dio por completo en el blanco, tomó por sorpresa a Brego, que aflojó la presión por un instante. Aprovechando ese instante, Imrahil giró un poco más y descargó un segundo y un tercer golpe al tiempo que se escurría de debajo de él. Estaba demasiado asqueado y aturdido como para pensar en otra cosa que no fuera salir de ahí, alejarse de ese hombre.
Incrédulo todavía por todo, vio que Brego no se movía, había caído a un lado y no se estaba recuperando, pero de momento, eso le convenía. Consiguió alejarse un poco, todavía sin poder ponerse de pie, y fue entonces, cuando razonó que quizás había matado a Brego. Quiso levantarse y se dio cuenta que primero tenía que acomodarse la ropa, cosa que consiguió a medias. Atontado y ahora sí, asustado por lo que había hecho, regresó hacia las tiendas, sin saber qué hacer en un primer momento, pero luego, sin meditarlo mucho, se dirigió a la tienda de Iorlas.
Cuando la tela se abrió, el hombre se incorporó de repente, un poco sobresaltado; no se veía bien en la oscuridad.
- Iorlas...
Por supuesto, el hombre reconoció al instante la voz de su compañero y tambien el timbre exhaltado que lo puso alerta de inmediato. Saltó del catre y encendió una lámpara con la lumbre del brasero que mantenía tibia la tienda; y lo que vio lo dejó pasmado por unos segundos.
A la entrada de la tienda, Imrahil sostenía con ambas manos la ropa desgarrada y cubierta de barro. El cabello estaba medio mojado y medio cubierto de fango tambien, y las sombras oscuras en el rostro pronto se convertirían en magullones evidentes. De un salto, el hombre tomó una manta y se acercó al elfo, cubriéndolo con ella, haciendolo pasar al interior. En ese pequeño contacto, se dio cuenta que el cuerpo estaba temblando. Lo guió hacia el calor del brasero.
- ¿Qué demonios pasó...?
- Creo... creo que lo maté...- susurró Imrahil, tan despacio, que Iorlas tuvo que acercarse para oírlo.
- ¿A quién?
- Brego... Él... él quiso...
- Sí, me imagino lo que quiso, maldito bastardo...- despejó el rostro golpeado de un mechón embarrado solo para comprobar que el corte sobre la ceja estaba sangrando bastante.
- Lo golpeé con algo... No sé con qué... Un tronco o una piedra... Creo que lo maté...
Las frases entrecortadas y débiles igual tuvieron sentido para Iorlas.
- ¿Consiguió...?- no se animó a terminar la idea, pero al ver la negación de Imrahil, suspiró con alivio. Puso otra manta sobre los hombros del elfo.- Ten calma. Voy a ver si ese malnacido está muerto, cosa que no estaría tan mal después de todo... ¿Dónde lo dejaste?
- En... el arroyo... donde sacamos el agua...
- Ojalá y se haya ahogado.
Ante la cara de espanto del elfo, Iorlas decidió que mejor no decía más nada. Salió de la tienda en silencio.
Estremecido ante la posibilidad de haber matado a Brego, Imrahil solo se quedó quieto, sin querer moverse para no tomar conciencia de que lo sucedido era real, y no parte de una pesadilla. Tuvo apenas noción que afuera, comenzaba a haber ruido, pasos, voces que llamaban.
Un buen rato despues, la entrada de la tienda volvió a abrirse, y esta vez Iorlas entró acompañado de Jerek. Aquel se adelantó en silencio y se agachó cerca de donde el elfo estaba acurrucado cerca del calor. Como Imrahil no daba muestras de notar su presencia, llevó la mano hacia el rostro del elfo, para hacer que girara el rostro hacia él. Hubo un momentaneo gesto de alejamiento, pero al final, se dejó guiar.
- ¿Lo... maté...?- preguntó casi sin aliento.
Jerek inspeccionó detenidamente los golpes antes de contestar.
- No, no lo mataste.- meditó un poco su siguiente pregunta pero al final, la hizo del modo mas delicado que pudo.- ¿Llegó... a tomarte?
La turbación que causó la pregunta, fue mas que notoria, pero el hombre necesitaba saberlo; por lo que insistió ante el silencio del elfo.
- Imrahil, necesito saberlo. Si no me lo dices, tendré que pedirle a alguno de mis hombres que te revise.
- ¡No! No quiero que me... revisen.
- ¿Entonces?
- No... no lo hizo.
- Entiende esto Imrahil, si Brego llegó a hacerlo; es tu privilegio decidir su castigo... Si no lo hizo, su destino quedará en manos de la justicia de Edoras. ¿Puedes comprender esto?
- No lo hizo.- murmuró Imrahil, avergonzado pero con firmeza.
- Bien. Ahora Iorlas te ayudará a lavarte y va a curar esas lastimaduras. Tienes que descansar, mañana, cuando estés repuesto, seguramente habrá que confrontar tus palabras con las de Brego, pero no creo que haya mucho más que preguntar de lo que se ve.
Con esas palabras, volvió a ponerse de pie, con un gesto le indicó a Iorlas que procediera y salió de la tienda.
Aunque Brego llevaba mucho tiempo entre ellos, no era la primera vez que se sobrepasaba un poco con alguno de sus camaradas más jóvenes sin embargo, siempre había tenido la astucia suficiente como para elegir a los que aceptaban sus atenciones. Ahora no había sido capaz de aceptar que el elfo no quería nada con él y había sido lo bastante tonto como para usar la violencia con él aprovechándose que estaba ebrio. Lo peor del caso, es que no era la primera vez que el elfo lo rechazaba. Todavía recordaba el incidente ocurrido en los primeros días de la llegada de Imrahil al campamento. Y como él, con seguridad, otros lo recordarían tambien.
Meneó la cabeza, disgustado. Brego era un buen jinete, pero ahora no podía hacer nada por ayudarlo.
Al día siguiente, cuando ambos estuvieron en condiciones, se enfrentaron ante un grupo de los cinco jinetes mas antiguos del campamento y por fin se decidió que el hombre debía regresar a Edoras, donde sería puesto a disposición de los guardias del rey, con la acusación de haber atentado contra la integridad de uno de sus propios compañeros.
Al atardecer, Brego y dos de sus camaradas partieron rumbo a la ciudad, pero no llegaron a ella. En un alto del camino, y aprovechando un descuido de sus ocasionales guardias, el hombre profundizó su crimen hiriendo a quienes lo custodiaban y huyendo.
Legolas
Furibundo, Aragorn paseó a todo lo largo de la estancia donde generalmente recibía a Haldir, quien en esos momentos, lo contemplaba con toda la paciencia que conseguía reunir.
- ¡No tenías derecho a intervenir y mucho menos a hablarme de esa forma!- vociferó por enésima vez.
- Sabía que los oídos de los mortales se deterioraban con la edad, pero no pensé que en tu caso eso sucediera tan pronto... después de todo, creí que tenías algo de sangre Eldar...- replicó el galadrim.- Te lo dije anoche: es MI casa, o al menos, la que me cedes mientras estoy aquí, por lo tanto, soy responsable de lo que sucede en ella. Y lo que sucedió podía afectar seriamente...
- Sí, sí; ya me sé de memoria esa parte... 'Podría afectar seriamente la reputación de Legolas...'
- Entonces si la recuerdas tan bien y no puedes comprender lo que hice, debe ser que no te importa causarle daño.
- ¡No dije que no me importara!
- Pues lo parece, de lo contrario podrías aceptar con algo de agradecimiento lo que hice.
Haldir tenía razón, y aunque le pesara, Aragorn lo sabía. Lo que le molestaba de forma genuina, era cómo el galadrim había calibrado la situación con mucha más rapidez que él, y había actuado en consecuencia mientras él solo podía pensar en sostener al elfo entre sus manos. Definitivamente, Legolas le afectaba de una manera mucho más profunda de lo que podía admitir ante sí mismo.
- De acuerdo, tienes razón... Lo siento, estaba... celoso, creo.- admitió al fin, sin mirarlo.
Fue mejor que no lo hiciera, porque al oírlo, Haldir no pudo evitar la sonrisa que le subió al rostro, pero que ocultó cuidadosamente en cuanto el humano giró de nuevo hacia él.
- Creo que MIS oídos están fallando ahora...- dijo igual, en tono burlón.
- No te abuses, galadrim...- advirtió Aragorn, todavía serio.- Igual no debiste hablarme de ese modo.
Fue el turno de Haldir para recordar que él mismo había notado eso la noche anterior.
- Tienes razón, lo siento... Pero yo no estaba hablando con el rey, sino con Trancos. Y hay ocasiones en que ese montaraz merece algo más que palabras duras... Tal vez alguno de esos proverbiales puntapiés en el trasero que es tan afecto a proporcionar...
Durante unos instantes, ambos guardaron silencio, calibrando las respectivas disculpas. Probablemente por eso se llevaban bien, los dos se complementaban bastante. Haldir era más calmado y frío, en tanto Aragorn era mucho más enérgico y emotivo; pero ninguno intentaba cambiar al otro. Simplemente aceptaban el carácter que tenían.
- Espero que moderes ese horrible carácter cuando estás con Legolas.- dijo al fin, Haldir.- Realmente no sé que ve en tí, mortal.
Aragorn ya conocia bastante las ácidas observaciones de su amigo y se acercó a él hasta apoyar sus manos en los apoyabrazos del sillón en el cual Haldir estaba sentado. Inclinado hacia él, sabiendo que la cercanía siempre lo ponía un tanto nervioso, sonrió de manera lobuna.
- Si fueses capaz de ver lo mismo, mi estimado elfo del Lórien, entonces tal vez serías tú el enamorado de mí...
- Los Valar me amparen de semejante cosa... aléjate de mí, humano peludo. Y Legolas no está enamorado de tí.
- Eso es lo que tú crees.
Diciendo así, Aragorn se puso a cotejar las próximas reuniones en las que podría encontrarlo. Se acercaban las celebraciones del aniversario por su ascenso al trono, y con ello, la llegada de las comitivas de las distintas ciudades. Se iba a complicar un poco el verlo sin delatarse, pero ya vería cómo se arreglaba.
Los bastones se movieron con fuerza cortando el aire, girando certeramente entre las manos del elfo.
- Perfecto. Ahora, paso atrás. ¡Vamos, rápido, rápido!- indicaba Egaldus mirando las evoluciones de su alumno.- ¡Cruce arriba, cruce abajo, giro y cruce al lado! ¡Alto!
Agitado, Legolas se detuvo en cuanto el hombre dio la indicación y se quedó en esa posición, preguntándose qué estaba haciendo mal ahora. Había supuesto que al hacer su presentación, las clases extra se espaciarían o al menos serían un poco más suaves. Nada mas alejado de eso.
Si antes Egaldus había sido estricto, ahora era peor. Quieto, Legolas esperaba la crítica y la corrección a la posición que estuviese equivocada.
- ¿Qué es lo que estás haciendo mal?- preguntó Egaldus, con calma.
El elfo revisó mentalmente los pasos que había seguido, uno por uno y se dio cuenta.
- Hice el cruce a la izquierda y debió ser a la derecha.
- Bueno, al menos te percataste dónde estaba el error. Descansa ahora, hoy hemos avanzado mucho.
- Gracias, maestro.
- Tengo un mensaje de Baldor para ti. Dice que no se ha sentido muy bien hoy y no asistirá a la reunión que tenían prevista.
- Debe ser algo molesto para que Baldor cancele una reunión. Maestro, ¿podría irme ahora? Me gustaría pasar por su casa antes de regresar a mi okiya.
- Está bien, puedes ir Legolas. Llévale mis saludos.
Legolas fue a asearse rápido, para salir cuanto antes. Aunque le inquietaba un poco la salud de su amigo, no podía negar que una noche completa de descanso le vendría muy bien. Lo que lo desilusionaba un poco, era que si Baldor no asistía a la reunión esa noche, él solo aún no podía hacerlo, por lo que perdería la oportunidad de volver a ver a Aragorn.
Mientras caminaba hacia la casa de su 'hermano mayor', Legolas pensaba en las veces que había visto al hombre a escondidas. No había sido mucho tiempo, pero en esos momentos, la mayoría de las ocasiones durante la noche, apenas unos minutos robados a alguna reunión en casa de Haldir; habían conversado.
El humano le había confiado algunos recuerdos de su niñez y juventud. Al principio con algo de recelo, había ido soltando retazos de historia familiar, de cómo su madre se había casado muy joven con un hombre ya maduro y cómo aquel había muerto cuando Aragorn tenía solo dos años. Le había contado que luego de eso, él y su madre habían ido a vivir a otro lugar, y que quien lo había educado, se había convertido en más que un tutor. Había sido casi un verdadero padre para él, hasta el momento en que su madre le había confiado que su destino se encontraba lejos de ese sitio.
Decidido a comprobar si ello era cierto, había consultado con su padre de adopción, y luego había partido rumbo a las tierras salvajes. Era en esos caminos duros y hostiles que había formado un carácter un tanto hosco, y que no era dado a confidencias ni risas, y justamente por eso, el elfo tenía la cálida sensación que estaba haciendo una gran concesión con él al contarle esas cosas.
Pensando en esas cosas, llegó a casa de Baldor, donde Sati lo hizo pasar y lo condujo hasta la habitación del joven. Un poco desalentado, Legolas vio que debía sentirse realmente mal, porque estaba en bata sentado en la cama. No podía decirse que estuviese pálido, sino mas bien verde.
- Legolas... Le dije al Maestro Egaldus que te avisara...
- Lo hizo, pero quise venir a ver cómo estabas.- dijo, sentándose cerca.- No te ves bien.
- No me siento bien. ¿Recuerdas el juego que propuso aquel comerciante?
- Mas de lo que quisiera.
- Bien. Hay veces en que se puede engañar un poquito al cliente para no terminar ebrio... Bueno, anoche fue una de las veces en que no pude.- se recostó y cerró los ojos.- Esto no es enfermedad, Legolas, es lo que los humanos llamamos resaca.
- ¿Resaca?
- Lo que queda de tí después de una noche bebiendo demasiado.- hizo un gesto elocuente señalándose a sí mismo.- Una piltrafa, segun ves.
- Menos mal que no bebo.
A ese punto, el joven lo miró.
- Supongo que estás haciendo lo que te indiqué ¿Verdad? Un traguito de vino o de licor cada noche... Tienes que acostumbrarte, Legolas.
- Bueno... No puedo, Baldor; no me gusta.
- No te pregunté si te gustaba; te indiqué que lo hicieras. Todavía eres aprendiz y puedes servirte de esa excusa para negarte a beber; pero cuando seas un geijin de pleno derecho ya no podrás negarte siempre.
- Lo intenté, en verdad.
- Inténtalo más. Dioses... La cabeza me va a estallar. Y yo quería que fueras a esta reunión.
- ¿Algo en especial?
- Han empezado a llegar las comitivas para los festejos en conmemoración de la coronación del rey. Haldir iba a recibir hoy en su casa al señor Faramir, príncipe de Ithilien.
El joven vio la desilusión en el rostro del elfo e interpretó que se debía a que no podría conocer al ilustre personaje, aunque las verdaderas razones eran otras muy distintas.
- Aunque ya envié una nota a Haldir advirtiendole que no iría, quiero que hagas algo. Vuelve a tu okiya, descansa, dile a tu encargado que seleccione un buen traje para esta noche y mantente listo. Todavía es temprano, así que si mi resaca mejora hacia la noche, aún podremos ir y darle una sorpresa a Haldir.
Esa perspectiva alegró a Legolas que, poco después, volvía a la okiya dispuesto a tener todo listo por si Baldor pasaba por él.
Esa noche, la casa de Haldir parecía otra. Estaba mucho mas iluminada y numerosos guardias iban y venían por los pasillos y galerías. Era evidente que mandatarios y ministros importantes iban a concurrir, visto el despliegue de soldados por todos lados.
Ya perfectamente asentado en su papel de aprendiz, Legolas dio un rapido repaso a su aspecto general y de paso un vistazo a Baldor. El joven ya se veía mejor, no tan verde y de mucho mejor humor que por la tarde. Estaban llegando tarde, pero ellos podían hacer eso, y de hecho, el prestigio de Baldor era tal, que se le disculpaba de inmediato cualquier tardanza con tal de contar con su presencia.
Esta vez el salón estaba muy concurrido, a diferencia de otras oportunidades y la entrada de ambos pasó un poco desapercibida. Tambien debido a la tardanza, no iban a hacer la tradicional ronda de presentaciones, por lo que Baldor y Legolas tomaron asiento en un par de lugares que encontraron disponibles esperando la oportunidad de acercarse a Haldir para saludarlo.
No hacía falta, Haldir ya los había visto llegar casi desde la otra punta del salón, y estaba sin aire. La presencia de Baldor y Legolas era por completo inesperada, sobre todo después de recibir la nota donde el joven geijin le había informado que no se presentaría.
En vista de eso, Haldir le había avisado a Aragorn, diciéndole que podía ir a esa reunión con total tranquilidad y de hecho, el rey ya estaba allí. En esos momentos había salido a fumar una pipa, un pequeño vicio que tenía, pero con seguridad no tardaría en reingresar al salón. Por unos instantes, el galadrim no supo qué hacer. Definitivamente no podía ir a Baldor y decirle que se retirara, y tampoco podía decirle al rey que no entrara al salón.
No tuvo que pensar mucho tiempo. Aragorn entró al recinto por una de las puertas laterales seguido por Faramir que había estado conversando con él en la galería.
Esta vez vestido en sus galas reales, Aragorn retomó su lugar preferencial en la cabecera de las mesas y siguió hablando con su amigo. Sin pérdida de tiempo, Haldir se acercó.
- Están aquí.- murmuró.
- ¿Quienes?
- Legolas y Baldor llegaron hace unos minutos.
Era preciso advertir el rostro desesperado del humano al recibir semejante noticia y pareció que de algún modo, del otro lado del salón le hubiesen percibido, porque cuando se irguió para comprobar en la dirección que le indicó Haldir; Legolas tambien giró hacia él.
Por unos segundos, las miradas se encontraron.
En un primer momento, Legolas no supo qué pensar. Primero detectó el rostro conocido de Aragorn, pero al instante siguiente, sus ojos derivaron de manera inevitable hacia las majestuosas ropas, y sobre todo a la corona que ceñía su frente.
Creyó estar viendo mal, creyó que era una broma que Haldir y ese humano le estaban haciendo, pero reparó entonces en la mirada asustada de aquel y supo que estaba viendo bien. Lo que no estaba bien entonces era lo que había creído saber. La certeza del engaño cayó frente a sus ojos y aunque no quería hacerlo, buscó la confirmación a todo en los ojos del galadrim.
Por primera vez en su larga vida, el elfo de Lorien tuvo que bajar la vista con verguenza, ante la mirada acusadora de Legolas, que no quería corroborar la mentira. Ver ese simple gesto en el cual no solo admitía el engaño, sino tambien su participación en él, fue más de lo que el elfo pudo manejar en ese momento. Sin decir ni una sílaba, volvió la espalda a ambos como si estuviese absolutamente enfrascado en la conversación del hombre que tenía a su lado, mientras trataba de coordinar alguna reacción.
Era evidente que Baldor lo estaba entrenando bien, su rostro no dejó ver la profunda decepción que sentía, sino que incluso pudo sonreír cuando alguien soltó un chiste. Pero la idea martilleaba impiadosa porque él habia estado arriesgando todo lo que había conseguido hasta ese momento solo por pasar unos momentos con ese humano a quien no le había importado ocultar algo tan importante.
- ¿Me acompañarías... Legolas...?- preguntó el hombre que tenía a su lado.- Creo que ya bebí mucho.
- Claro, señor, con gusto.
De momento, eso convenía a la perfección a los deseos de Legolas, que lo único que quería era salir de ese salón con cualquier excusa viable para no ver a ninguno de esos dos. Todavía no podía entender por qué lo habían hecho. Por más que buscaba una explicación, aquella simplemente parecía escapársele.
Llegaron al lugar donde estaban los retretes y con amabilidad, Legolas ayudó al hombre a dirigirse hacia la entrada sin errar a la puerta. Apenas se había cerrado aquella cuando sintió la voz a sus espaldas.
- Legolas...- no había la consabida seguridad ahora en la voz del rey y cuando el elfo giró hacia él, los ojos azules lo enfocaron con tanta frialdad que se sintió algo conmocionado.
- Rey Aragorn.- dijo Legolas, y había un innegable tinte de lejanía.
- Déjame explicarte...
- No es necesario, Majestad. Creo que entiendo... Debe haber sido divertido. ¿No? Debe haber resultado una broma interesante ver al tonto elfo que no conocía al legendario rey de Gondor a tal punto que ni siquiera sabía uno de sus nombres... Lo que no comprendo es... ¿Cómo es posible que Haldir se prestara a esto?
- No es así, nunca fue una broma. Y Haldir...
- Sí ya sé, Haldir es amigo del rey.- si hubiese podido, hubiese sonreído pero por alguna razón, no parecía poder poner ninguna expresión en su rostro que no fuera una amarga decepción.- Elbereth... Cómo deben haberse reído de mí...
- Si tan solo me dejaras explicarte.
- ¿Para qué? En primera instancia, su Majestad no debe ninguna explicación a un simple aprendiz de geijin; y luego... ¿Podría creer lo que vas a decir? Si fuiste capaz de mentir en algo así, puedo suponer que todo el resto de lo que hablaste tambien era mentira. Y tambien puede serlo lo que digas ahora.
Aragorn solo deseaba que la tierra se abriera y se lo tragara con todo y corona incluída. No sabía qué le afectaba más, si las duras palabras del elfo, del todo merecidas; o la intensa desilusión que traslucián esos ojos con los que había empezado a soñar.
La voz de Legolas sonó inconfundiblemente amarga cuando volvió a hablarle.
- Ya que lo tramaron juntos, espero que al menos... que al menos la broma les haya resultado bastante divertida. No todos los días se consigue entretenimiento tan barato.
El hombre salió del retrete en ese momento y por un instante no comprendió al ver a dos personas allí. Luego recordó que uno de ellos venía acompañándolo y su propia ebriedad le impidió reconocer al otro. A los trompicones se aferró otra vez al brazo del elfo.
- Volvamos al salón... Quiero ver danzar a las geiko.
- Como quieras, señor.
Sin volver a dedicarle ni siquiera una mirada al atribulado humano que dejaba atrás, Legolas escoltó al hombre de regreso.
Cuando Aragorn volvió tambien, vio que solo estaba Baldor.
Legolas había dejado la reunión.
TBC....
REVIEWS.
Vania: Haldircito será más sensato que Aragorn, y ya ves que el rey no le hace mucho caso que digamos. Y así le irá jeje. Lo de los servicios es cierto... a mí tampoco me gustaba mucho, pero me dio la excusa perfecta para meter al elfito en problemillas. Arwen ronda y ronda... Ay, Haldir no puede perder siempre snif, snif... después de todo lo que le hiciste en tu fic, quieres que siga sufriendo? Eres malita... Beso.
Ali: Está caminando el asunto entre estos dos, despacito pero va. Arwen es mala ahora, y cuando sepa que el elfito y el rey se entienden, saltarán chispas y será MUY mala. Y sí, el asunto ya se armó por el tema de que el rey no le dijo nada a Legolas, y el elfo está un poco enojado, pero ya se le pasará jejeje. El rey no pensó con la cabeza (no la que tiene sobre los hombros) con Arwen y ya se arrepintió. Si se entera Elrond puede que se le arme. Besitos.
Alym: Te gustó, te gusto!! Metí al elfito en líos! Y ahora le toca uno de los hermanitos, que la pasó bastante mas feo que Leggy... Aragorn estaba preocupado, celoso,celoso, preocupado en ese orden jejeje. Por eso se le escaparon esas palabrejas, pero ya iba a rectificar cuando llego Haldir... Y ahora que se le descubrió el pastel, va a sudar tinta china para que lo perdonen. Besotes!
PrinceLegolas: A mí tambien me gusta Aragorncito protector, el elfito lo necesitaba en ese momento, porque él no podía sacárselo de encima sino se le armaba. Mala yo, je. El tema de Haldir lo iré resolviendo según mi inspiración del momento, pero igual me servirá porque el rey es celoso de cualquiera, así que creo que tendrá su turno... Con Arwen... pero sí, puedes bailar nomás. Reserva el malambo con botas de espuelas para más adelante. Besos.
Iona: No quiero que Aragorn y Haldir sean rivales, al menos no del todo, por ahí algunos celitos del rey muejeje... creo que ya tengo varias que no quieren ver sufrir de nuevo al galadrim por ponerse en el medio. ¿Cómo reaccionará Legolas? Contesta este capi tu pregunta? Se enojó nomás, pero se le pasa pronto... espero, sino cómo sigo el fic? Arwen es de las brujas, la 'pior', no te quepa duda y seguirá haciendole la vida imposible al elfito, espera a que se entere... ahí sí será mala. Muchos besos.
Amazona Verde: Hola! Muchas gracias por leerlo :-D menos mal que no hay problemas con que Arwen sea la malísima del fic. Legolas y rey viento en popa por ahora ;-) Besiños.
Forfirith: Holis! Aragorn celoso, por ahora un poquito nomás, pero sí que defendió al elfito que no podía, o mejor dicho, no debía romperle la cara al #$"%& que quiso manosear cosita ajena. La presencia de Arwen será necesaria hasta el final del fic grr... gracias por seguir aquí, aguantando mis locuras... Suerte y besitos!
Azalea: Odios generalizados para la bruja! Que la quemen en leña verde es lo menos que desean para ella, jeje. Decir que no le va a hacer gracia, es poco... Lo del mizuague...mmpphfff (abysm se tapa la boca con las dos manos juntas) sí, pero no, ay no puedo decir más... Aragorn llegó justo, porque sino el elfito iba a tener que defenderse y se le iba todo lo conseguido por un caño. Bruja desgraciada, Arwen sabía muy bien a eso. Pequeño cruce entre el galadrim y el rey, no mucho porque son amigos, al fin... Y Legolas ya se enteró y se enojó tambien. Besitos.
Ayesha: Yo, contentita de que te haya gustado. Haldir es buenito, me gusta mucho pero ni modo, Leggy es del rey. Por consenso general, muerte a Arwen, pero no hasta que el fic termine, necesito a la malvada.
Fedia: Caballero sin armadura, con capa vieja y botas gastadas, que importa... yo quiero uno así. Pero yo no soy Legolas : -( Snif... quiero que ya haya al menos un besito para el próximo capitulo... aunque sea de apuro... Te parece que podemos cambiarlo por lo de las manitas? Besos mil.
