Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 13
S
Durante los dos días que siguieron, Aragorn estuvo bastante atareado y ocupado con la recepción de los distintos representantes y mandatarios que llegaban a Minas Tirith para la conmemoración de sus cuatro años en el trono. Aunque conservaba un rinconcito de su mente apartada para dedicar un pensamiento ocasional para Legolas, y rebuscar la manera de conseguir el permiso que había solicitado.
Junto con la nota de disculpas del reino de Mirkwood, tambien llegó la comitiva que pertenecía a Rohan y entre ellos, para su sorpresa, tambien venía Eomer.
Ahora, los cuatro paseaban por los jardines del palacio, de momento en silencio. Debido a las normas de seguridad, ninguno de los cuatro llevaba armas a la vista, pero Aragorn estaba absolutamente seguro que ninguno de ellos estaba desarmado, empezando por él mismo.
De Haldir, no le asombraba en absoluto, el elfo ni siquiera usaba guardias personales, él se bastaba para mantenerse a salvo. Faramir tenía un par de escoltas que lo seguían algunos pasos más lejos, y dos rohirrim seguían los pasos de su señor a una distancia prudencial. Aragorn no los veía, pero sus propias escoltas no andaban lejos. Algo más a lo que había tenido que acostumbrarse en su vida de monarca.
Allí en los jardines, era el único lugar donde estaban más o menos seguros que no habría nadie cerca escuchando pero aún así, Aragorn habló con voz suave luego de escuchar los informes que Faramir le había dado.
- No tenemos ninguna prueba de todo esto, me imagino.
- Pruebas, ninguna. El movimiento ha sido lento y mínimo pero constante.- los brillantes y cautelosos ojos color miel del príncipe de Ithilien se dirigieron ahora al rey de Rohan.- Me sorprendió verte llegar con tus Jinetes, tenía dudas que tus mensajeros hubiesen llegado a destino.
- No conoces a mis Jinetes.- replicó, con confianza.- Hubiesen entregado ese mensaje aunque hubiesen debido cabalgar medio muertos... De hecho, uno de ellos casi lo hizo. Intentaron interceptarlos en el camino.
- Lo imaginé y se los hice saber. ¿Están bien?
- Sí, los dos llegaron con bien. Uno estaba herido, pero se estaba recuperando, creo.
- ¿Dónde los atacaron?-intervino Aragorn, sin detener el paseo.
- Antes de cruzar el Ringló, cerca del paso.
- ¿Cerca del paso???- esta vez, la voz sí resonó un tanto mas alta, pero dominándose de inmediato, retomó su tono tranquilo.- Es demasiado cerca...
- Tardaron en ubicarlos porque se suponía que debían venir aquí a cumplir unos encargos.- explicó Faramir.- En cuanto les dí el mensaje, les pedí que evitaran venir a Minas Tirith y seguramente esa información no llegó con la suficiente celeridad al enemigo. Solo pudieron alcanzarlos en el cruce del Ringló.
Durante unos segundos más, Aragorn siguió pensando.
- ¿Sabemos quienes pudieron ser?- preguntó al fin.- ¿De dónde pudo venir el ataque?
- Oficialmente, no; pero uno de mis Jinetes tuvo la astucia de guardar algo a pesar de la situación.- contestó Eomer, sacando de entre sus ropajes un envoltorio de tela que extendió a Aragorn.
Aquel desenvolvió las telas y contempló los dos pedazos de flecha, madera oscura, la punta y el asta eran negras. Eso no eran buenas noticias. Las cubrió y se las pasó a Haldir para que las viera. El galadrim apenas les dio un vistazo y con gesto preocupado las extendió a Faramir, el último que quedaba.
- Esto quiere decir que estaban bastante cerca de Emyn Arnen, al menos lo suficiente como para movilizar hombres que atacaran a los mensajeros.- conjeturó Aragorn, hablando casi para sí mismo.- ¿Es posible que ya estuviesen apostados en Ringló y recibieran el mensaje de que irían por allí?
- No se puede descartar.- comentó sombríamente Eomer.- Y eso los sitúa demasiado cerca de mi ciudad.
- ¿Crees que fue buena idea venir aquí con semejante perspectiva?- preguntó Aragorn.- Dejar la ciudad en otras manos...
- Olvidas, Aragorn, que mi padre fue rey durante muchos años. Son manos más que eficientes y dispuestas para manejar la ciudad por algunos días, aunque haya abdicado.
- No quise dudar de la capacidad de tu padre, amigo.
- Lo sé... Pero Faramir tenía razón, teníamos que hablar sin intermediarios, y esta era una ocasión ideal, la excusa perfecta. En cuanto regrese, convocaré a mis Mariscales. Reorganizaremos patrullas a lo largo de las Montañas.
- Perfecto. Faramir... ¿Tienes hombres de confianza que puedas infiltrar en las fronteras del sur?
El aludido meditó apenas unos instantes y asintió.
- Tengo algunos, será arriesgado, pero necesario. Ithilien es la puerta de entrada a Minas Tirith desde el sur.
Ante esa frase, Aragorn y Haldir se miraron comprendiendo casi al mismo tiempo.
- ¿Qué pasa?- preguntó Faramir.
- La Dama de Lórien me envió un mensaje, una advertencia que no había comprendido. Hablaba de las tres puertas de Minas Tirith, y yo pensé que se refería a las puertas de la ciudad. Eso me confundió, ustedes saben que la ciudad solo tiene una Gran Puerta. Pero ahora creo que se refiere a otra cosa, a Minas Tirith como región. Una de las puertas a esta región, como bien dijiste, Faramir; es Ithilien.
- La otra es Edoras.- intervino Eomer.- A través del Valle del Ringló y el paso.
- La tercera aún te queda sin cubrir, Aragorn.- intervino Haldir, por primera vez.- Minas Morgul. Tienes que reforzar esa guarnición.
- Lo haré. La reconstrucción de la ciudad está comenzando y a nadie le extrañará la llegada de algún contingente de hombres... Soldados encubiertos, claro.
Durante unos instantes, los cuatro meditaron en silencio las nuevas amenazas que al parecer se cernían sobre todos ellos, pero las medidas podrían ser tomadas en cuanto cada uno regresara a sus dominios.
- No nos queda mucho por hacer entonces.- comentó Faramir al final.- Salvo aprovechar los días de las celebraciones. Dicho sea de paso, Aragorn, has mejorado mucho la ciudad.
- El amor le sienta bien.- comentó Haldir, suave e insidiosamente, lo que le granjeó una mirada asesina de parte del rey de Gondor.
- Esa es una buena noticia, entre tantas malas.- Faramir exhibió una amplia sonrisa.- Sobre todo para mí, que fui presa de todas tus bromas cuando me enamoré de Eowyn.
- ¿Quién puede culparte? Mi hermana es preciosa...- intervino Eomer.-¿Y quien es la feliz agraciada?
Antes que Aragorn pudiese amenazar de manera conveniente a Haldir, aquel lo soltó sin preámbulos.
- Nuestro buen Aragorn tiene modales montaraces pero gustos por demás finos... Un elfo aprendiz de geijin parece tener toda su atención en estos días.
- Haldir, una palabra más y voy a desterrarte de por vida.- masculló el rey, un poco avergonzado.
- No puedes. Soy súbdito de Lothlórien, no tuyo.- comentó, arrogante y sonriente.- Además... ¿Qué harías sin mí, Majestad?
- ¿Aprendiz de geijin?- intervino Faramir, ahora mucho más sonriente que antes.- Tendrás que invitarlo a la próxima recepción, no lo crees Eomer?
Como los tres sin excepción habían sido víctimas de las mordaces observaciones de Aragorn durante la época en que era un rey recién establecido, iban a cobrarse con mucho deleite todo eso durante los próximos días.
Con un suspiro resignado, Aragorn puso camino de retorno al palacio. Lo único que podía hacer que los días pasaran más rápido, era la perspectiva de volver a ver a Legolas. Aunque para ello tuviera que atravesar todos los comentarios que sin duda iba a recibir de sus tres amigos.
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Al tercer día después de haber hablado con Aragorn, Legolas dormía tranquilo luego de haber acompañado a Baldor durante la noche anterior en no menos de tres reuniones diferentes. No solía dormir demasiado, pero siguiendo el consejo de su 'oniisan', estaba cumpliendo lo que le habían indicado: tomar una o dos copitas de licor antes de ir a dormir para que su organismo comenzara a tolerar el alcohol de a poco. El resultado, es que a veces dormía un poquito más que de costumbre.
La puerta corredera de la habitación se deslizó y la figura de Fumio apareció en el resquicio. Casi a continuación, un hombre entró trayendo en brazos dos hermosas vasijas en las cuales había plantas floridas. Las colocó a un lado del futón donde Legolas comenzaba a despertar, ante el ruido.
Mientras ése dejaba su carga, otro entró inmediatamente después, con una carga similar. El elfo se restregó un poco los ojos, somnoliento, sin comprender nada en absoluto pero sus ojos se detuvieron en las hermosas flores que ahora tenía frente a sí. Los hombres resultaron ser tres, y continuaron entrando y saliendo hasta que convirtieron la habitación en un pequeño vivero.
Legolas miraba con absoluto placer las plantas repletas de flores hermosas, algunas de las vasijas contenían pequeños árboles que no habían terminado de crecer y que luego podrían ser trasladados a otras vasijas más grandes, o incluso a tierra.
Fumio miraba todo sonriente y disfrutaba una enormidad el intenso asombro en los ojos del elfo. Al final, uno de los hombres habló unas palabras con él y él dio su consentimiento, por lo cual aquel se acercó a Legolas y le extendió algo más.
Era un especie de platón de fina plata, con algo de agua en él y algunas florecitas flotando. Con una sonrisa de comprensión, Legolas se sentó en el futón y recibió el obsequio y un pequeño sobre del cual extrajo el mensaje.
'Para que tengas un pequeño Mirkwood en Minas Tirith... ¿Ya tengo tu permiso?'
Luego de leer las palabras escritas, una sonrisa leve subió al rostro del elfo, que se estiró para tomar algo y poder contestar la nota.
'Es muy hermoso tu obsequio, gracias. Aun no'.
Volvió a cerrar el sobre y lo regresó al hombre que aguardaba.
- Por favor, lleva la respuesta.
Aquel hizo una pequeña reverencia y se retiró con el sobre. Desde la puerta, Fumio lanzó una suspicaz mirada al elfo, y por una cuestión de la dignidad que debía guardar como custodio de la okiya, reprimió la sonrisa que había tenido antes.
- Un obsequio agradable.- comentó.- ¿Algun cliente agradecido?
- Sí... muy agradable.- contestó Legolas, lo más ambiguamente que pudo.
Ante el despliegue de movimientos que había percibido, Arwen se asomó desde su habitación y sin poder contener la curiosidad, se acercó a observar. Lo que vio no le agradó en absoluto porque de inmediato comprendió que ése era el primero de muchos regalos que el elfo seguramente recibiría.
Tambien ella había pasado por esa etapa, pero como era un aprendiza había tenido que ceder todos los obsequios a la okiya, cosa que Legolas tambien debería hacer.
- Sabrás elfito, que no puedes guardarte nada de esto... ¿Se lo has explicado, Fumio-san?- comentó con su habitual vocecita suave.
- No pensaba hacerlo.- replicó Legolas, contento.- Iba a colocarlas en el jardín, donde todos pudieran disfrutarlas... Por cierto, ¿quieres elegir alguna en especial? Tengo muchas y podría regalarte la que más te guste.
El cándido ofrecimiento fue tomado, no como lo que era, sino como una afrenta más, por lo que Arwen giró y se encerró de nuevo en sus habitaciones.
- Algún día van a tener que dejar de pelear, ustedes dos.
Pero Legolas no le prestó ninguna atención y se dedicó a comenzar a pensar en cómo iba a distribuir todo eso en el pequeño jardincito para no estropear el delicado diseño que ya tenía. En vista de eso, Fumio dejó al elfo soñando despierto y se retiró.
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Aragorn había pedido que le llevaran la respuesta a su nota en cuanto la tuvieran, sin importar dónde o qué estuviese haciendo él, por lo que la recibió en medio de una reunión con sus ministros.
El sirviente entró con discreción, murmuró unas palabras muy cerca y le dejó la nota.
Los ministros vieron el semblante dudar un momento antes de abrir y luego iluminándose de a poco, hasta terminar en una sonrisa. Por supuesto no había esperado obtener una respuesta afirmativa en su primera tentativa, pero la palabra 'aún' le daba muchas esperanzas.
Guardó el pequeño papel en un bolsillo en su pecho y continuó durante toda la sesión con esa sonrisa que ninguno podía explicarse.
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Arwen terminó de vestirse y sin siquiera desayunar, salió de la okiya rumbo a la escuela. No era que tuviese demasiados deseos de asistir, pero no podía tolerar ver la expresión de deleite del elfo mientras dedicaba una parte de la mañana a distribuir sus plantas y arbolitos en el jardín.
"Es solo un aprendiz... No puede danzar en público todavía, en las reuniones no puede hacer más que conversar algunas palabras, servir el vino y acompañar a los servicios a los clientes beodos. ¿Qué puede haber hecho para que le hicieran semejante regalo...? No solo qué hizo... Sino con quién lo hizo..."
Esos pensamientos no se reflejaban en su rostro amable que miraba casi con dulzura a la estudiante que tenía frente a sí. La jovencita estrujaba un pañuelo, nerviosa sin animarse a mirar a la elfa. Que la geiko más importante del Barrio se acercara a hablar con ella, era un honor con el que cualquier estudiante soñaría.
- Así, pues... ¿Crees que puedes pensar mi propuesta...?- insistió Arwen dulcemente.- Hay tres geijin en tu okiya, pero ninguna geiko... Si me ayudas en esto, yo estaría dispuesta a considerar la idea de convertirte en mi hermana pequeña...
- ¿Y... qué tendría que hacer...?- preguntó todavía temerosa.
- No tienes que estar tan asustada, niña...- Arwen podía ser en verdad amable cuando se lo proponía.- Solo tienes que estar muy atenta. Hay muchas cosas que se comentan entre geijin que no se dicen a una geiko, y yo quiero saber todo lo que hablen con respecto a Legolas, aunque sean solo rumores... Es que es una promesa para nuestra okiya, y no queremos que nadie pueda esparcir habladurías mal intencionadas de él. Tenemos que cuidarlo. ¿Comprendes?
Arwen vio que la frase entraba de a poco en la comprensión de la jovencita. Ella tambien sabía que a veces, un rumor podía arruinar toda la carrera de un aprendiz, así que asintió. Había visto al elfo en la escuela y concordó en que había que cuidarlo, eso terminó de decidirla. Además, tal vez así, Arwen aceptaría ser su hermana mayor y eso era un honor increíble.
- Sí, señora... Haré lo que pueda.
- ¡Así me gusta!- exclamó Arwen contenta.- Eres muy inteligente. Ahora apresúrate o llegaras tarde a tus clases. Y recuerda... Necesito saberlo todo... ¿Si?
Con una reverencia, la jovencita retomó su atado de cosas y entró en la escuela dejando atrás a una satisfecha elfa que empezaba a extender sus tentáculos para saber lo que quería.
"Nadie da nada por nada, Legolas; y yo voy a averiguar quien te envió eso."
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Esa nueva reunión en casa de Haldir era importante, según le había dicho Baldor, aunque informal, por lo tanto; Legolas informó del asunto a Fumio, quien se encargó de elegir para él un traje acorde a la circunstancia. El 'hakama' y el 'haori' en color ciruela con leves toques dorados se veía impactante y hacía que los cabellos rubios resaltaran como un rio de oro.
No había demasiados invitados esta vez en el salón, como siempre precediendo a Baldor, Legolas entró con bastante confianza ahora y saludó respetuosamente a tres miembros del Concejo del reino a los cuales ya había visto antes, quienes los acapararon y solo los dejaron ir cuando les prometió volver pronto. Fue hasta la mesa donde estaba Haldir, para presentarle sus respetos y de acuerdo a lo prometido, luego regresó.
No había visto a Aragorn en el lugar que solía ocupar, y eso lo desilusionó un poco, pero recordó que era el soberano, y eso requería tiempo y no tenía horarios. Por unos instantes recordó las veces que siendo pequeño, había esperado junto a sus hermanos que su padre apareciera para llevarlos a algún sitio, esperar hasta que el día terminaba. Cuando Thandruil por fin aparecía, la frase solía ser siempre la misma: lo siento, surgió algo impostergable. Solo cuando crecieron, comprendieron lo que eso significaba.
"Debió tener algo muy importante por hacer." Pensó, tratando de conformarse, y se enfrascó en la conversación de los hombres que tenía frente a sí.
Bastante rato después, hubo un pequeño espacio de silencio y todos se pusieron de pie. Legolas se volvió a mirar y con una pequeña sonrisa vio a Aragorn entrando al salón. En ese momento, recordó la primera vez que lo había visto, cuando llevaba esa raída y vieja capa verde pero que aquella no había podido ocultar el porte majestuoso que tenía. Ahora, vestido con toda la magnificencia que requería su rango, era por demas imponente.
El leve codazo de Baldor en su costado, lo hizo regresar a tierra.
- Cierra la boca.- murmuró el joven, divertido y lo arrastró de nuevo a la conversación anterior.
Pasó un buen rato, pero de pronto, los tres hombres y Baldor se quedaron callados al ver al sirviente parado a un lado de Legolas., sin embargo aquél se dirigió al geijin.
- Su Majestad consideraría un inmenso honor, si el señor Baldor y su hermano menor accedieran a acompañarlos en su mesa.- dijo el hombre luego de una reverencia.
Baldor ni siquiera tuvo que pensarlo. Sabía del pequeño altercado entre el rey y Legolas, y todavía no estaba muy convencido de perdonar al galadrim por engañarlo para llevar al elfo a su casa; pero no se le hacía un desaire al rey en presencia de invitados aunque la reunión fuera informal. De modo que en vista de eso, asintió con suavidad.
- Informa a su Majestad que estaremos honrados de aceptar su invitación en cuanto hayamos presentado las excusas del caso a quienes estamos acompañando.
El sirviente se retiró y Baldor ni siquiera tuvo que mirar la brillante expresión en el rostro de Legolas. Como los tres ministros habían oído la invitación, no tenían mas que aceptar el hecho, cosa que hicieron con tanta gracia como les fue posible. Un par de minutos después, geijin y aprendiz se pusieron de pie para dirigirse a la mesa que compartían el rey, Haldir y dos hombres más.
En cuanto llegaron, ambos saludaron con una leve inclinación. Haldir iba a encargarse de las presentaciones, pero Aragorn se adelantó a él haciendo un pequeño gesto para que tomaran asiento.
- Por favor, evitemos las formalidades por hoy.- esperó a que los dos se sentaran casi frente a ellos.- Baldor, Legolas; ellos son dos queridos amigos: Eomer y Faramir. Ya conocen a Haldir, claro.
Hubo unos instantes de contemplación y evaluación por parte de todos.
Legolas conocía a ambos al menos por el nombre luego de haber fisgoneado durante meses la correspondencia oficial de su padre, así que sabía los rangos que cada uno ostentaba, lo que nunca hubiese podido imaginar, era que fuesen humanos tan jóvenes. En ambos casos parecían más jóvenes que Aragorn.
Aunque estaba sentado, el rey de Rohan se veía alto y fornido; el cabello rubio no caía sobre el rostro porque las hebras que hubiesen podido hacerlo, estaban sujetas hacia atrás dejando suelto el resto. La piel estaba bastante bronceada por el sol y eso hacía resaltar los ojos profundamente celestes. Miraba a Legolas levemente ceñudo, como si estuviese enfadado, pero luego aquel se dio cuenta que era un gesto que hacía cuando estaba concentrado.
El príncipe de Ithilien, en cambio era todo lo contrario. El rostro se veía distendido y divertido, el cabello color miel hacía perfecto juego con el matiz de los ojos que contemplaban tambien al elfo con una admiración honesta que no se molestaba en ocultar. Y fue de hecho, el primero en decir algo.
- Tus amigos son realmente notables, Elessar... Si no estuviese felizmente casado, podría perder mi principado por alguno de ellos.
- Será bueno que lo recuerdes, querido cuñado, o mi preciosa hermana se encargará de demostrarte porqué me acompañaba entre las tropas efectivas que traje hace cuatro años a Minas Tirith.-comentó Eomer, perdiendo en ese momento el ceño fruncido.
Los comentarios consiguieron desvanecer la tensión inicial, y poco después, la conversación rondó por temas más que nada relacionados con la cacería que abundaba en las inmediaciones del Mindolluin. Como aprendiz, Legolas solo podía escuchar y ocasionalmente hacer alguna observación, entonces, vio que Aragorn se alejaba apenas un poco, dejando a los otros conversar libremente y le hizo una seña para que hiciese lo mismo.
Siendo que continuaban en la misma mesa, Legolas ni siquiera lo pensó.
- ¿Puedo decirte que estás radiante esta noche, sin que eso arruine tu reputación?- comentó sonriente Aragorn, que no podía quitarle los ojos de encima ni un segundo.
- Supongo que si no lo gritas en medio del salón... Sí, puedes decirlo...- murmuró, aceptando el cumplido.- Gracias.
- Y eso no es bueno para mí.
La frase hizo que los increíbles ojos azules lo miraran con algo de asombro.
- ¿Sabes que mis amigos han hecho apuestas toda la tarde acerca de tu aspecto? Que si eras peludo y horrible...- vio la pequeña sonrisa convertirse en una mas amplia.- Y ahora no me van a dejar en paz, y probablemente a ti tampoco...
- ¿Hubieses preferido que fuese peludo y horrible?
- Solo para que no te miraran con cara de orcos hambrientos.
Legolas tuvo que hacer un esfuerzo para no decir que ninguno de sus amigos tenía aspecto de orco, pero estaba descubriendo que al rey no le hacía gracia ver las miradas de apreciación que le dirigían otros, así que consideró que era mejor saltarse esa observación.
Mientras tanto, Aragorn contemplaba al elfo con algo rayano en el asombro absoluto.
- ¿Recibiste mi obsequio?- preguntó, aun sabiendo que así era, puesto que había contestado la nota.
- Sí. Fue muy agradable despertar y ver todo eso a mi alrededor... Por un instante creí que había vuelto a casa.- la sonrisa de placer fue una recompensa que Aragorn no había esperado.- Gracias de nuevo.
- Pero aún no tengo tu permiso.
- Aún no.
Lo estaba poniendo a prueba, Aragorn lo sabía y aunque lo comprendía un poco, no dejaba de causarle un tanto de decepción verse limitado a hablar cuando lo que en realidad quería era acercarse y atrapar esos labios en un beso lento que lo llenara del tenue sabor que había probado tan rápidamente la vez anterior.
Decidió que él no sería el único en sufrir esa noche. Se acercó un poco y como estaban sentados uno junto al otro, su cabeza quedó muy cerca de la de Legolas.
- Estaba pensando en algo...- susurró en forma apenas audible.- Estamos en una reunión... y un aprendiz siempre debe hacer lo que le pidan. ¿No es así?
- Bueno...
- Sí, es así. Además... yo soy el rey.- la frase fue firme, haciendo que los ojos azules lo miraran con cierta cautela. Se acercó un poco más.- Y podría besarte ahora sin que nadie pudiese hacer algo por impedirlo...
Sentía el perfume tenue que provenía del cabello del elfo. El aroma de alguna de las flores que le había mandado, seguramente el elfo había estado junto a ellas antes de ir a la reunión.
Legolas solo podía centrar sus ojos en los labios que le hablaban, prestando una muy difusa atención a lo que decían. No se movió, no quería ceder, quería que respetaran lo que había solicitado, aunque tambien le estuviese costando una enormidad no desear que rompieran su promesa. Contuvo el aliento sin moverse un centímetro.
- En verdad podría hacerlo...- exhaló Aragorn.
Ahora ambos estaban separados por apenas unos centímetros y ninguno prestaba atención a que los restantes ocupantes de la mesa habían dejado de hablar para observar atónitos la escena.
- Pero no lo haré.- dijo, echándose para atrás de pronto.
Casi pudo sentir el aliento del elfo al exhalar con alivio, y se acomodó de nuevo en su lugar, contento al contemplar que ahora no era el único en anhelar algo que no podía tener. Sonriente, observó el gesto de decepción en los improvisados espectadores de la mesa.
- No hay nada que mirar.- dijo, solamente y sus tres amigos junto con Baldor, regresaron a lo suyo.
Legolas sentía un pequeño temblor recorriendo sus manos y solo en ese momento, se dio cuenta que las tenía fuertemente aferradas a un pliegue del hakama. Se obligó a soltar la tela y respirar hondo para pasar la decepción del momento. Tenía que reconocerlo, sí había deseado que sucediera.
"No. Aún no." se dijo, con ferocidad para recordarse que él mismo había impuesto ese límite.
Satisfecho por el momento, Aragorn tomó su copa y se dedicó a pensar en el próximo paso a seguir.
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Un par de días después de esa reunión, Legolas estaba empeñado en aprender bien la danza por la que Egaldus lo había reprendido con tanto rigor, decidido a no volver a equivocarse la próxima vez que la practicaran juntos. Los bastones giraban ahora con mucha facilidad en sus manos al tiempo que los pies se deslizaban sobre los tatamis como si flotara en lugar de pisarlos.
Fumio entró en la sala de prácticas y esperó a que hiciera un alto.
- Legolas. Hay alguien en el vestíbulo que te espera. Dice que tiene algo para darte, pero solo te lo dará a tí.
El elfo no comprendía en absoluto, pero el rostro del encargado se veía distendido y sereno, así que juzgó que no podía ser nada malo.
- Bien, en ese caso, no habría que hacerlo esperar.
Dejó a un lado los bastones y siguió a Fumio hacia el vestíbulo. Al entrar se encontró con una niñita que miraba extrañada todo a su alrededor. Vestía sencillamente y no debía tener más de seis años. Habia arrastrado tras de sí, un carrito de madera en el cual se veía un gran envoltorio. En cuanto escuchó sonidos se volvió a ver y sonrió.
- Ah, sí, tú debes ser Legolas.- dijo, muy convencida y segura.
El elfo se acercó, sin entender, pero fascinado por la desenvoltura y gracia de la niña.
- Sí, soy Legolas. ¿Cómo lo sabes?
- Me encargaron traerte esto.- señaló el paquete.- Pero me dijeron que me asegurara que fueras tú.
- Oh. Pero cualquiera podría decirte que es Legolas.
- Sí, pero el señor que me hizo el encargo me dijo: vé a la okiya con los postes negros y dorados, pregunta por Legolas y cuando lo veas, sabrás si es él porque es alto, rubio, muy amable y muy pero muy hermoso.
El elfo hincó una rodilla frente a la niña para quedar a su altura y sonrió, con lo cual aquella se sonrojó en forma evidente.
- Sí eres muy lindo.- comentó con inocencia.
- Gracias. Así que eso es para mí... ¿Te parece si lo abrimos y vemos qué es?
Evidentemente, la idea encantó a la pequeña que se apresuró a acercar el carrito. Con cuidado, Legolas rompió el papel y descubrió una inmensa canasta llena de dulces. De todas formas, tamaños, colores; frutas cubiertas de caramelo, bocaditos de miel y avena, maiz inflado cubierto de dulce.
- ¡Ah!- fue toda la exclamación de la niña y resumió a la perfección lo que pensaba del obsequio.
- ¿Otro agradecimiento?- preguntó Fumio desde un costado, casi como sin querer pero fingió no notar que el elfo no había contestado y se retiró.
- ¡Cuantas cosas ricas! ¿Por qué no eliges algunas para tí?- ofreció Legolas mirando complacido, cómo la pequeña se apoderaba de una gran manzana cubierta de caramelo y le daba un suculento mordisco.
- Ya tengo que irme.- dijo, despues de pasar el primer bocado.- ¡Casi me olvido! El señor que me mandó me dijo que te hiciera una pregunta. Quiere saber si ya le vas a dar permiso.
Legolas tomó un bocadito mientras pensaba.
- ¿Tú que crees?- le preguntó a la niña.- ¿Te parece que el señor que te pidió que vinieras es agradable?
- Sí.- asintió vigorosamente.- Me dio monedas, y tambien es muy lindo... ¿Se portó mal?
El elfo no reprimió la sonrisa por la perfecta comprensión de la criatura ante la situación.
- ¿Por que piensas que se portó mal?
- Cuando yo me porto mal, mamá no me deja hacer algunas cosas hasta que me dá permiso de nuevo... Si te pide permiso, pues debe haberse portado mal.
- Creo que tu mamá tiene mucha razón, y hay que hacerle caso. Dile a ese señor, que no, que aún no tiene permiso.
- ¿No se va a enojar si le digo eso?
- Si lo hace, regresas y me cuentas, y entonces le ponemos una penitencia más dura; pero no se va a enojar, no te preocupes.
- Bueno.- iba a retirarse, pero a último momento se detuvo.- ¿Nunca le vas a dar permiso?
- Sí... - el elfo hizo un mohín picaresco.- Pero tiene que portarse bien un poquito más.
- Sí, es más grande, tiene que hacer penitencia más tiempo.- coincidió la niña desde su perfecta lógica infantil.- Adiós.
Legolas la vio salir corriendo a traves de la callecita y volvió a entrar para tomar la canasta. Con ella en brazos, volvió al interior de la okiya hasta la cocina, donde Fumio tomaba té. Colocó la canasta sobre la mesa e instó al hombre a que tomara lo que quisiera, al tiempo que él hacía lo mismo.
No tenía idea de cómo Aragorn se había enterado de lo mucho que le gustaban los dulces, pero de hecho no le importaba demasiado. Le gustaba todo lo que el humano estaba haciendo para ganarse su atención.
- Interesante obsequio.- comentó Fumio.
- Sí.- el elfo tomó unas frutitas y las miró con detalle. Eran kinotos cubiertos con caramelo.- Mira esto, Fumio... Parecen tan dulces por fuera y con un sabor tan áspero y casi desagradable por dentro...
Puso unos cuantos en un pequeño cuenco y sonrió con malicia.
- ¿Crees que si dejo esto en la habitación de Arwen, lo tomará como un insulto?
Por unos instantes, el hombre dudó, pero luego vio la sonrisa del elfo y casi se lo quitó de las manos.
- Tranquilo... No lo iba a hacer... Era curiosidad.
- A veces no sé con cual de los dos quedarme.- lo reprendió Fumio, enfurruñado.
- Eso fue ofensivo.- comentó divertido, mientras ponía otros dulces en un cuenco mas grande, luego de lo cual desapareció rumbo a sus habitaciones.
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- ¿Y bien?- preguntó Arwen, ansiosa aunque su voz no lo dejara entrever para nada.
La jovencita comenzó a caminar rumbo a su okiya luego de las clases, haciendo que Arwen caminara junto a ella.
- Uno de los geijin de mi okiya estuvo en una reunión en casa del Capitan Haldir hace un par de días. Acompañó a uno de los miembros del Concejo del reino... Dice que Baldor y Legolas estuvieron conversando un rato con ellos pero luego el rey los solicitó en su mesa y ya no volvieron.
- El rey...
- Sí, señora. Escuché que había otros hombres importantes con ellos... uno de Rohan y el príncipe de Ithilien. No pudo ver mucho de lo que pasaba allí, pero dice que ellos estuvieron juntos toda la velada.
El resto de la conversación fue intranscendente y Arwen se las arregló para parecer interesada, pero la verdad es que su mente estaba procesando debidamente todo lo escuchado.
El elfo estaba en compañía de hombres muy importantes, pero de todos, el único en verdad importante, era el rey de Gondor. De momento, no quería pensar que aquello que tanto había temido, pudiese ser real: que el rey Elessar se hubiese fijado en el elfo, pero no podía descartar la posibilidad.
Los regalos que seguían llegando a la okiya, eran valiosos, pero podían provenir de cualquiera de los cuatro, y eso incluía al otro elfo que venía de Lothlórien. Tenía que averiguar más, y para eso precisaba algo más que la información que pudiese brindarle una estudiante. Necesitaba ser invitada a esas reuniones en la casa del capitán Haldir.
"Y sé exactamente cómo conseguirlo..." pensó satisfecha, luego de dejar a la jovencita llena de promesas y regresar a la okiya, donde si los Valar eran piadosos con ella; no tendría que cruzarse con el elfo. Estaba empezando a detestar con alma y vida la visión de cualquier persona rubia.
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Ya solo quedaban cuatro o cinco días de las celebraciones del aniversario, y los festejos públicos hacían que la ciudad permaneciera despierta hasta muy entrada la noche en esos días. Como había ferias con comediantes y artistas, los días eran divertidos y en las noches, había innumerables banquetes para recibir a los emisarios y visitantes que provenían de distintas ciudades.
Todo el Barrio era un continuo bullir de actividad, y tanto Legolas como Arwen no tuvieron demasiado tiempo para encontrarse y discutir o pelear ya que no se veían por más de algunos minutos.
La cena a la que asistían en esa oportunidad, ya no era informal, pero no importaba demasiado, porque había muchas personas. Baldor y Legolas eran invitados de Haldir, así que eso les aseguraba una ubicación muy cercana a la mesa donde estaba Aragorn, y si bien eso agradaba a ambos, no podían conversar con la libertad que habían tenido en oportunidades anteriores.
Aragorn se removió inquieto en su sillón, ya un poco cansado de escuchar las conversaciones de todos los que habían desfilado por su lado. Tenía en mente algo especial y no quería dejar pasar más tiempo, así que escribió rápidamente un papel y lo entregó a uno de sus sirvientes, luego se levantó, y presentando las excusas necesarias salió del salón.
Esperó impaciente en uno de los tantos pasillos que había cerca del salón hasta que la figura espigada avanzó desde la oscuridad hasta la suave penumbra que esparcía una antorcha lejana.
- Habíamos quedado de acuerdo en que no volveríamos a vernos de este modo.- comenzó Legolas, en cuanto estuvo frente a él.
- Pero viniste.- dijo, satisfecho y agregó.- Y te lo agradezco... Es que no quiero que nadie sepa de esto.
- Baldor sabe que salí para verte.
- También Haldir sabe lo que tengo planeado.- comentó Aragorn.- Casi... Una cuestión de seguridad...
- Bien. ¿Entonces...?
- Sígueme.
Sin decir nada más, tomó de la mano a un sorprendido Legolas y lo remolcó a través de otros corredores hasta que salieron de la propiedad para entrar en los terrenos pertenecientes al palacio. Sabiendo exactamente en qué lugares estaban sus guardias, Aragorn pasaba a través de pasillos y salones sin encontrar nunca a nadie que los viese.
Atravesaron una parte de los jardines y se internaron en una parte oscura, hasta que finalmente terminaron junto a una muralla. En un sitio casi escondido entre una espesa enredadera, había una puerta de hierro. Rebuscando entre sus ropas, Aragorn encontró la llave que tenía pendiendo del cuello en una cadena y con ella abrió la puerta.
Aquella daba a una escalera, cuyos escalones estaban tallados directamente en la roca, por lo que eran irregulares y ásperos.
- ¿Hacia dónde me estás llevando, Aragorn...? Parece como si estuviésemos saliendo de la ciudad.
- Eso hacemos.- dijo solamente el hombre, mientras comenzaba a subir.- Confía en mí.
La escalera estaba oscura y era bastante larga, pero finalmente terminó junto a una reja que también fue rápidamente abierta. Del otro lado, estaba la espesura de un bosque.
La repentina aparición de eso, hizo que Legolas se detuviera un momento para escuchar los sonidos de la noche. Hacía tanto tiempo que estaba detrás de los muros de la ciudad, que creyó haber perdido para siempre esos sonidos que tanto extrañaba.
Le llegó el perfume de los árboles, el sonido de las hojas movidas por la brisa nocturna, todos y cada uno de los pequeños sonidos que la naturaleza regalaba en lugares agrestes como ése.
Viendo lo importante que eso era para el elfo, Aragorn se detuvo unos instantes y esperó hasta que Legolas pareció volver en sí y lo miró. Solo entonces reinició el camino.
- Espera, Aragorn... ¿Cual es el camino? ¿Hacia dónde nos dirigimos?
- Por este sendero, hacia arriba.- el hombre señaló una vereda abierta entre los matorrales. Era apenas visible, pero él sabía que los agudos ojos del elfo no tendrían dificultad para ubicarla.
- Entonces yo iré por delante.- dijo Legolas, y rápidamente tomó la delantera, absolutamente feliz de encontrarse libre y lejos de cualquier muro que le impidiera correr entre sus árboles. Con una sorprendente agilidad, pasó junto al rey y se adelantó, haciendo que aquel tuviese un buen trabajo para seguirlo porque en algunos sitios, la senda era muy escarpada.
Finalmente, el sendero terminó y llegaron a un pequeño altiplano situado en la ladera meridional del Mindolluin, un lugar que solo Aragorn conocía y que quedaba justo por encima de un precipicio desde el cual se dominaba gran cantidad de tierras.
A la luz de la luna, se veían las blancas torres y techos de la ciudad, más lejos el Valle del Anduin. A un costado, muy a lo lejos, se alcanzaba a percibir Emyn Muil y por el otro, el río guiaba la vista hasta Pelargir. A la distancia, una pequeña línea oscura podía ser el mar.
Conciente que la vista del elfo se dirigía hacia ese sitio, Aragorn se pudo de ese lado, a fin de obstruir esa parte de su visión.
- No mires hacia el mar, Legolas. Aún no es tiempo que oigas el llamado de las gaviotas.- dijo, muy suavemente, instándolo a mirar hacia el otro lado. Así que Legolas, dirigió la vista a otra parte, mirando maravillado el paisaje que se ofrecía a su vista.
- Es... es casi tan hermoso como mis bosques de Mirkwood...- murmuró el elfo, sin dejar de mirar.
- Sabía que te gustaría, sabía que podrías apreciar este lugar.
- ¿Cómo descubriste este sitio?
- Gandalf me lo mostró, hace cuatro años, cuando me convertí en rey. Según me dijo, es un lugar al que solo han venido los reyes de Gondor, el sitio desde donde pueden contemplar lo que les es dado.
- Yo no debería estar aquí.- dijo, con seriedad, ante esas palabras.
- ¿Por qué no? Yo elegí traerte aquí, fue mi decisión.
- ¿Por qué me trajiste?
Ahora fue Aragorn el que miró a lo lejos, buscando las palabras para expresar exactamente lo que quería decir.
- Porque quería darte algo especial... Las flores, los dulces... todas esas cosas, podría dártelas cualquiera. Cualquiera que tuviese los medios para comprar obsequios, podría darte las cosas que te hice llegar hasta hoy; pero yo quería darte algo que nadie más pudiera. Y se me ocurrió esto, porque esto es solo mío y no quiero compartirlo con nadie que no seas tú.
Esas palabras no habían sido más que un tenue murmullo, pero habían resonado con mucha claridad en los oídos del elfo, y conciente de la importancia que habían tenido para el humano, se quedó en silencio durante algunos segundos, incapaz de decir algo. Hasta que al final, encontró la palabra justa para decir en ese momento.
- Sí.
Perdido en sus sentimientos, Aragorn creyó no haber escuchado la primera parte de la frase, y se volvió hacia el elfo, interrogante.
- ¿Qué?
Fue Legolas el que se acercó hasta donde estaba el humano, hasta que estuvo justamente frente a él, y con total confianza fijó sus ojos azules en aquellos grises que ya había visto tanto tiempo antes en su visión; ahora con la plena seguridad de que ése era el lugar donde debía estar.
- Dije que sí. Sí tienes mi permiso.
Por unos segundos, Aragorn no atinó a pensar siquiera, hasta que tomó conciencia de lo que había escuchado, y con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, llevó su mano hacia el rostro que tenía al alcance, para acariciar la piel tan suave como la espuma y acercarlo.
No podía pensar en nada, y cuando finalmente sus labios se encontraron, el mundo se desvaneció de su mente. No existía nada salvo la perfección de esa boca que ahora se posaba en la suya con la misma suavidad que recordaba. Fue apenas un roce, al principio; y luego, se atrevió a solicitar permiso, una vez más, para ir algo más lejos, cosa que le fue concedida, esta vez sin palabras. Y pudo dejar que su lengua inquieta explorara hasta la saciedad la tersura que lo recibía.
Los tumultuosos latidos de su corazón, le indicaban a Legolas que había estado en lo correcto al esperar hasta estar seguro de lo que había en sus sentimientos. Ahora estaba dejando que sus labios hicieran lo que querían, y esto era, doblegarse dulcemente a esa tierna caricia hasta que incluso para sus pulmones fue imposible resistir la falta de aire.
- Valió la pena...- exhaló Aragorn sin abandonar sus labios.- Cada minuto... cada segundo de espera valió la pena, porque la recompensa era ésta...
Legolas se dio cuenta que ahora se encontraba firmemente sujeto por la cintura, que de alguna manera, sus brazos habían buscado apoyo en los fuertes hombros del humano y eso se sentía tan perfectamente bien, que no se cuestionaba siquiera el cambiar de posición antes de ofrecer de nuevo su boca, ansiando sentir de nuevo cómo tomaban posesión de ella con firmeza y tesón.
Lo que Aragorn quería era besarlo hasta perder el sentido, porque sabía que no podría, de momento, ir más lejos de eso. Al cabo de unos minutos, consiguió convencerse que debía soltarlo antes de cometer una imprudencia que sin duda perjudicaría el futuro del elfo. Reuniendo toda la voluntad que pudo, se separó con suavidad, aunque el gemido de ambos por esa interrupción fue la prueba más evidente del modo en que disfrutaban ese momento. Entonces de mutuo acuerdo, decidieron que ya era tiempo de regresar.
El camino de retorno tuvo que ser rápido, porque había pasado mucho tiempo desde que habían salido, y sabían que Baldor y posiblemente también Haldir debían estar preocupados por la tardanza, de manera que no tuvieron mucha oportunidad para detenerse en el regreso. Pero cuando estuvieron cerca del salón, Aragorn no pudo contenerse, ya que sabía que quizás pasarían algunos días hasta que pudiese volver a tener a su elfo entre sus brazos. Entonces, se metieron en un pequeño resquicio oscuro, donde no llegaban las luces de las antorchas, y allí volvieron a besarse.
Cuando por fin regresaron al salón, ninguno de los dos había notado la silueta que había observado toda esa última escena oculta en un pasillo.
(-0-) (-0-) (-0-)
Sentado en su sitio habitual, Haldir había observado cuando Legolas se había escurrido del salón luego de recibir una notita y supo porqué lo hacía. O al menos lo sospechaba.
Y lo vio regresar.
Vio los ojos brillantes, y su vista, mucho más aguda que la de los mortales que lo rodeaban, le hizo ver tambien los labios levemente hinchados, llenos; y sin sombra de duda, supo por qué estaban así. Aragorn había vuelto a avanzar en un sentido que él no lo hacía.
No podía negarse que Legolas lo atraía, le agradaba conversar con él, y se sentía cómodo en su compañía, pero si iba al caso, también sentía eso cuando estaba con Baldor. Con la única diferencia que Legolas estaba interesado en Aragorn, no en él. Y Aragorn era su amigo.
"Y no se le hace una jugarreta de ese estilo a un amigo. No es leal ni propio. Lo que sea esto que siento por Legolas, tengo que olvidarlo. Aragorn es mi amigo, eso es lo que debo recordar."
Durante unos segundos se imaginó a sí mismo besándolo, estrechando la figura delgada entre sus brazos, y entonces decidió que no iba a ir más lejos, no iba a seguir elaborando esas imágenes que no hacían sino empeorar su situación.
A costa de lo que fuese, iba a resistirse. No se dejaría atrapar en ese juego peligroso.
Y esa era una resolución que juró respetar hasta el fin.
N/A: Capitulo romantiquito, no tengo notas por hoy.
Reviews:
Ali: Sí, el capítulo anterior fue liviano para compensar el angustioso de la semana anterior... Éste también, pero Arwen empieza a enterarse y a afilar las uñas. Haldir sigue un poquito indeciso, y ya se sabe: 'a río revuelto, ganancia de pescadores' Pero el galadrim es leal con Aragorn, no le hará jugadas malas. Y la historia sí queda mas linda sin Arwen, pero ni modo, ya vuelve y cuando lo haga, la van a odiar mucho y a mí tambien... Snif. Besos.
Vania: Porfis, no me hables de computadoras, he tenido una semana que bueno... rogando para que arreglaran la mía. Benditos aparatos, hacen lo que quieren, cuando quieren, ufa. Ja, y seguro que el elfito no se iba a dejar de primera intención, pero tampoco se hace de rogar demasiado, porque él también quiere. Haldircito siente algo, pero no va a anteponer su amistad con el rey, es demasiado leal para eso. Competencia habrá, un poquito, pero vendrá por otro lado... Además, con la bruja cerca, ni falta que le hará que yo le ande metiendo al galadrim por el medio. JUAS. Un besito.
Forfirith: Holitas! Gustó el besito? Hay más de eso... Perdón por la tardanza, pero esta vez, mi compu Me la jugó feo y decidió tomarse vacaciones. Me alegro que el asunto de la cultura japonesa no te haya hecho desistir del fic, jeje, yo contentita. Ja, Leggy le dijo que no para que no se crea irresistible, y se dé cuenta que no puede andar besuqueando como si nada, pero no porque no quiera también. Un besazo y hasta prontito!
Amazona Verde: Hola! Gracias, me gusta que te guste : - ) Aragorn tiene que aprender que hay que andarse con cuidado con el elfito, vaya, qué cree que va a poder meter mano así tan fácilmente??? Ah, no, un poco de respeto que mi Leggy tiene su orgullo también. Nos vemos pronto, un beso.
Azalea: Capitulo light por todo el sufrimiento de mis elfitos en el anterior... No puede ser que todo fuera tan mal para todos por culpa de mi deprimosidad... jeje. Así que me desquité haciendo volar a Aragorn, y poniéndole florcitas. Y como verás, también él se cobró su parte, solo para asegurarse que no era el único en andar deseando cositas. Arwen se pondrá morada y más. Muchísimos besitos.
Iona: No estará mal que se niegue un poco para hacer sufrir al rey, no? Aunque ya ves que con todo y su carácter Leggy tambien quiere. ; -) Y ha hecho que el rey tenga que esperar y portarse bien.Lindos los dos. Sorryyy... ya se viene la bruja, de nuevo, así que prepara el remedio antibilioso. Haldir no tendrá más remedio que aceptar que Leggy no es para él, y vaya que el reyecito marcó territorio. Aunque no tanto como él quisiera. Besotes!
Futhark: Sipi, le han marcado los límites al reyecito, pero según ves, al elfito tambien le ha costado mantenerse firme... y ya dieron un pasito más. Arwen ya volverá a meter sus asquerosos deditos en el asunto. Los hermanos seguirán separados un poco más, tienen sus propios embrollos para arreglar. Nos vemos! Muchos besitos.
Monce: holis, ya ves lo que le pasó al reyecito por andar haciéndose el vivo... y sabe que Leggy tiene la fuerza suficiente como para sacudirlo de nuevo si sigue... Pero no lo hará : -) Besote.
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 13
S
Durante los dos días que siguieron, Aragorn estuvo bastante atareado y ocupado con la recepción de los distintos representantes y mandatarios que llegaban a Minas Tirith para la conmemoración de sus cuatro años en el trono. Aunque conservaba un rinconcito de su mente apartada para dedicar un pensamiento ocasional para Legolas, y rebuscar la manera de conseguir el permiso que había solicitado.
Junto con la nota de disculpas del reino de Mirkwood, tambien llegó la comitiva que pertenecía a Rohan y entre ellos, para su sorpresa, tambien venía Eomer.
Ahora, los cuatro paseaban por los jardines del palacio, de momento en silencio. Debido a las normas de seguridad, ninguno de los cuatro llevaba armas a la vista, pero Aragorn estaba absolutamente seguro que ninguno de ellos estaba desarmado, empezando por él mismo.
De Haldir, no le asombraba en absoluto, el elfo ni siquiera usaba guardias personales, él se bastaba para mantenerse a salvo. Faramir tenía un par de escoltas que lo seguían algunos pasos más lejos, y dos rohirrim seguían los pasos de su señor a una distancia prudencial. Aragorn no los veía, pero sus propias escoltas no andaban lejos. Algo más a lo que había tenido que acostumbrarse en su vida de monarca.
Allí en los jardines, era el único lugar donde estaban más o menos seguros que no habría nadie cerca escuchando pero aún así, Aragorn habló con voz suave luego de escuchar los informes que Faramir le había dado.
- No tenemos ninguna prueba de todo esto, me imagino.
- Pruebas, ninguna. El movimiento ha sido lento y mínimo pero constante.- los brillantes y cautelosos ojos color miel del príncipe de Ithilien se dirigieron ahora al rey de Rohan.- Me sorprendió verte llegar con tus Jinetes, tenía dudas que tus mensajeros hubiesen llegado a destino.
- No conoces a mis Jinetes.- replicó, con confianza.- Hubiesen entregado ese mensaje aunque hubiesen debido cabalgar medio muertos... De hecho, uno de ellos casi lo hizo. Intentaron interceptarlos en el camino.
- Lo imaginé y se los hice saber. ¿Están bien?
- Sí, los dos llegaron con bien. Uno estaba herido, pero se estaba recuperando, creo.
- ¿Dónde los atacaron?-intervino Aragorn, sin detener el paseo.
- Antes de cruzar el Ringló, cerca del paso.
- ¿Cerca del paso???- esta vez, la voz sí resonó un tanto mas alta, pero dominándose de inmediato, retomó su tono tranquilo.- Es demasiado cerca...
- Tardaron en ubicarlos porque se suponía que debían venir aquí a cumplir unos encargos.- explicó Faramir.- En cuanto les dí el mensaje, les pedí que evitaran venir a Minas Tirith y seguramente esa información no llegó con la suficiente celeridad al enemigo. Solo pudieron alcanzarlos en el cruce del Ringló.
Durante unos segundos más, Aragorn siguió pensando.
- ¿Sabemos quienes pudieron ser?- preguntó al fin.- ¿De dónde pudo venir el ataque?
- Oficialmente, no; pero uno de mis Jinetes tuvo la astucia de guardar algo a pesar de la situación.- contestó Eomer, sacando de entre sus ropajes un envoltorio de tela que extendió a Aragorn.
Aquel desenvolvió las telas y contempló los dos pedazos de flecha, madera oscura, la punta y el asta eran negras. Eso no eran buenas noticias. Las cubrió y se las pasó a Haldir para que las viera. El galadrim apenas les dio un vistazo y con gesto preocupado las extendió a Faramir, el último que quedaba.
- Esto quiere decir que estaban bastante cerca de Emyn Arnen, al menos lo suficiente como para movilizar hombres que atacaran a los mensajeros.- conjeturó Aragorn, hablando casi para sí mismo.- ¿Es posible que ya estuviesen apostados en Ringló y recibieran el mensaje de que irían por allí?
- No se puede descartar.- comentó sombríamente Eomer.- Y eso los sitúa demasiado cerca de mi ciudad.
- ¿Crees que fue buena idea venir aquí con semejante perspectiva?- preguntó Aragorn.- Dejar la ciudad en otras manos...
- Olvidas, Aragorn, que mi padre fue rey durante muchos años. Son manos más que eficientes y dispuestas para manejar la ciudad por algunos días, aunque haya abdicado.
- No quise dudar de la capacidad de tu padre, amigo.
- Lo sé... Pero Faramir tenía razón, teníamos que hablar sin intermediarios, y esta era una ocasión ideal, la excusa perfecta. En cuanto regrese, convocaré a mis Mariscales. Reorganizaremos patrullas a lo largo de las Montañas.
- Perfecto. Faramir... ¿Tienes hombres de confianza que puedas infiltrar en las fronteras del sur?
El aludido meditó apenas unos instantes y asintió.
- Tengo algunos, será arriesgado, pero necesario. Ithilien es la puerta de entrada a Minas Tirith desde el sur.
Ante esa frase, Aragorn y Haldir se miraron comprendiendo casi al mismo tiempo.
- ¿Qué pasa?- preguntó Faramir.
- La Dama de Lórien me envió un mensaje, una advertencia que no había comprendido. Hablaba de las tres puertas de Minas Tirith, y yo pensé que se refería a las puertas de la ciudad. Eso me confundió, ustedes saben que la ciudad solo tiene una Gran Puerta. Pero ahora creo que se refiere a otra cosa, a Minas Tirith como región. Una de las puertas a esta región, como bien dijiste, Faramir; es Ithilien.
- La otra es Edoras.- intervino Eomer.- A través del Valle del Ringló y el paso.
- La tercera aún te queda sin cubrir, Aragorn.- intervino Haldir, por primera vez.- Minas Morgul. Tienes que reforzar esa guarnición.
- Lo haré. La reconstrucción de la ciudad está comenzando y a nadie le extrañará la llegada de algún contingente de hombres... Soldados encubiertos, claro.
Durante unos instantes, los cuatro meditaron en silencio las nuevas amenazas que al parecer se cernían sobre todos ellos, pero las medidas podrían ser tomadas en cuanto cada uno regresara a sus dominios.
- No nos queda mucho por hacer entonces.- comentó Faramir al final.- Salvo aprovechar los días de las celebraciones. Dicho sea de paso, Aragorn, has mejorado mucho la ciudad.
- El amor le sienta bien.- comentó Haldir, suave e insidiosamente, lo que le granjeó una mirada asesina de parte del rey de Gondor.
- Esa es una buena noticia, entre tantas malas.- Faramir exhibió una amplia sonrisa.- Sobre todo para mí, que fui presa de todas tus bromas cuando me enamoré de Eowyn.
- ¿Quién puede culparte? Mi hermana es preciosa...- intervino Eomer.-¿Y quien es la feliz agraciada?
Antes que Aragorn pudiese amenazar de manera conveniente a Haldir, aquel lo soltó sin preámbulos.
- Nuestro buen Aragorn tiene modales montaraces pero gustos por demás finos... Un elfo aprendiz de geijin parece tener toda su atención en estos días.
- Haldir, una palabra más y voy a desterrarte de por vida.- masculló el rey, un poco avergonzado.
- No puedes. Soy súbdito de Lothlórien, no tuyo.- comentó, arrogante y sonriente.- Además... ¿Qué harías sin mí, Majestad?
- ¿Aprendiz de geijin?- intervino Faramir, ahora mucho más sonriente que antes.- Tendrás que invitarlo a la próxima recepción, no lo crees Eomer?
Como los tres sin excepción habían sido víctimas de las mordaces observaciones de Aragorn durante la época en que era un rey recién establecido, iban a cobrarse con mucho deleite todo eso durante los próximos días.
Con un suspiro resignado, Aragorn puso camino de retorno al palacio. Lo único que podía hacer que los días pasaran más rápido, era la perspectiva de volver a ver a Legolas. Aunque para ello tuviera que atravesar todos los comentarios que sin duda iba a recibir de sus tres amigos.
(-0-) (-0-) (-0-)
Al tercer día después de haber hablado con Aragorn, Legolas dormía tranquilo luego de haber acompañado a Baldor durante la noche anterior en no menos de tres reuniones diferentes. No solía dormir demasiado, pero siguiendo el consejo de su 'oniisan', estaba cumpliendo lo que le habían indicado: tomar una o dos copitas de licor antes de ir a dormir para que su organismo comenzara a tolerar el alcohol de a poco. El resultado, es que a veces dormía un poquito más que de costumbre.
La puerta corredera de la habitación se deslizó y la figura de Fumio apareció en el resquicio. Casi a continuación, un hombre entró trayendo en brazos dos hermosas vasijas en las cuales había plantas floridas. Las colocó a un lado del futón donde Legolas comenzaba a despertar, ante el ruido.
Mientras ése dejaba su carga, otro entró inmediatamente después, con una carga similar. El elfo se restregó un poco los ojos, somnoliento, sin comprender nada en absoluto pero sus ojos se detuvieron en las hermosas flores que ahora tenía frente a sí. Los hombres resultaron ser tres, y continuaron entrando y saliendo hasta que convirtieron la habitación en un pequeño vivero.
Legolas miraba con absoluto placer las plantas repletas de flores hermosas, algunas de las vasijas contenían pequeños árboles que no habían terminado de crecer y que luego podrían ser trasladados a otras vasijas más grandes, o incluso a tierra.
Fumio miraba todo sonriente y disfrutaba una enormidad el intenso asombro en los ojos del elfo. Al final, uno de los hombres habló unas palabras con él y él dio su consentimiento, por lo cual aquel se acercó a Legolas y le extendió algo más.
Era un especie de platón de fina plata, con algo de agua en él y algunas florecitas flotando. Con una sonrisa de comprensión, Legolas se sentó en el futón y recibió el obsequio y un pequeño sobre del cual extrajo el mensaje.
'Para que tengas un pequeño Mirkwood en Minas Tirith... ¿Ya tengo tu permiso?'
Luego de leer las palabras escritas, una sonrisa leve subió al rostro del elfo, que se estiró para tomar algo y poder contestar la nota.
'Es muy hermoso tu obsequio, gracias. Aun no'.
Volvió a cerrar el sobre y lo regresó al hombre que aguardaba.
- Por favor, lleva la respuesta.
Aquel hizo una pequeña reverencia y se retiró con el sobre. Desde la puerta, Fumio lanzó una suspicaz mirada al elfo, y por una cuestión de la dignidad que debía guardar como custodio de la okiya, reprimió la sonrisa que había tenido antes.
- Un obsequio agradable.- comentó.- ¿Algun cliente agradecido?
- Sí... muy agradable.- contestó Legolas, lo más ambiguamente que pudo.
Ante el despliegue de movimientos que había percibido, Arwen se asomó desde su habitación y sin poder contener la curiosidad, se acercó a observar. Lo que vio no le agradó en absoluto porque de inmediato comprendió que ése era el primero de muchos regalos que el elfo seguramente recibiría.
Tambien ella había pasado por esa etapa, pero como era un aprendiza había tenido que ceder todos los obsequios a la okiya, cosa que Legolas tambien debería hacer.
- Sabrás elfito, que no puedes guardarte nada de esto... ¿Se lo has explicado, Fumio-san?- comentó con su habitual vocecita suave.
- No pensaba hacerlo.- replicó Legolas, contento.- Iba a colocarlas en el jardín, donde todos pudieran disfrutarlas... Por cierto, ¿quieres elegir alguna en especial? Tengo muchas y podría regalarte la que más te guste.
El cándido ofrecimiento fue tomado, no como lo que era, sino como una afrenta más, por lo que Arwen giró y se encerró de nuevo en sus habitaciones.
- Algún día van a tener que dejar de pelear, ustedes dos.
Pero Legolas no le prestó ninguna atención y se dedicó a comenzar a pensar en cómo iba a distribuir todo eso en el pequeño jardincito para no estropear el delicado diseño que ya tenía. En vista de eso, Fumio dejó al elfo soñando despierto y se retiró.
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Aragorn había pedido que le llevaran la respuesta a su nota en cuanto la tuvieran, sin importar dónde o qué estuviese haciendo él, por lo que la recibió en medio de una reunión con sus ministros.
El sirviente entró con discreción, murmuró unas palabras muy cerca y le dejó la nota.
Los ministros vieron el semblante dudar un momento antes de abrir y luego iluminándose de a poco, hasta terminar en una sonrisa. Por supuesto no había esperado obtener una respuesta afirmativa en su primera tentativa, pero la palabra 'aún' le daba muchas esperanzas.
Guardó el pequeño papel en un bolsillo en su pecho y continuó durante toda la sesión con esa sonrisa que ninguno podía explicarse.
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Arwen terminó de vestirse y sin siquiera desayunar, salió de la okiya rumbo a la escuela. No era que tuviese demasiados deseos de asistir, pero no podía tolerar ver la expresión de deleite del elfo mientras dedicaba una parte de la mañana a distribuir sus plantas y arbolitos en el jardín.
"Es solo un aprendiz... No puede danzar en público todavía, en las reuniones no puede hacer más que conversar algunas palabras, servir el vino y acompañar a los servicios a los clientes beodos. ¿Qué puede haber hecho para que le hicieran semejante regalo...? No solo qué hizo... Sino con quién lo hizo..."
Esos pensamientos no se reflejaban en su rostro amable que miraba casi con dulzura a la estudiante que tenía frente a sí. La jovencita estrujaba un pañuelo, nerviosa sin animarse a mirar a la elfa. Que la geiko más importante del Barrio se acercara a hablar con ella, era un honor con el que cualquier estudiante soñaría.
- Así, pues... ¿Crees que puedes pensar mi propuesta...?- insistió Arwen dulcemente.- Hay tres geijin en tu okiya, pero ninguna geiko... Si me ayudas en esto, yo estaría dispuesta a considerar la idea de convertirte en mi hermana pequeña...
- ¿Y... qué tendría que hacer...?- preguntó todavía temerosa.
- No tienes que estar tan asustada, niña...- Arwen podía ser en verdad amable cuando se lo proponía.- Solo tienes que estar muy atenta. Hay muchas cosas que se comentan entre geijin que no se dicen a una geiko, y yo quiero saber todo lo que hablen con respecto a Legolas, aunque sean solo rumores... Es que es una promesa para nuestra okiya, y no queremos que nadie pueda esparcir habladurías mal intencionadas de él. Tenemos que cuidarlo. ¿Comprendes?
Arwen vio que la frase entraba de a poco en la comprensión de la jovencita. Ella tambien sabía que a veces, un rumor podía arruinar toda la carrera de un aprendiz, así que asintió. Había visto al elfo en la escuela y concordó en que había que cuidarlo, eso terminó de decidirla. Además, tal vez así, Arwen aceptaría ser su hermana mayor y eso era un honor increíble.
- Sí, señora... Haré lo que pueda.
- ¡Así me gusta!- exclamó Arwen contenta.- Eres muy inteligente. Ahora apresúrate o llegaras tarde a tus clases. Y recuerda... Necesito saberlo todo... ¿Si?
Con una reverencia, la jovencita retomó su atado de cosas y entró en la escuela dejando atrás a una satisfecha elfa que empezaba a extender sus tentáculos para saber lo que quería.
"Nadie da nada por nada, Legolas; y yo voy a averiguar quien te envió eso."
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Esa nueva reunión en casa de Haldir era importante, según le había dicho Baldor, aunque informal, por lo tanto; Legolas informó del asunto a Fumio, quien se encargó de elegir para él un traje acorde a la circunstancia. El 'hakama' y el 'haori' en color ciruela con leves toques dorados se veía impactante y hacía que los cabellos rubios resaltaran como un rio de oro.
No había demasiados invitados esta vez en el salón, como siempre precediendo a Baldor, Legolas entró con bastante confianza ahora y saludó respetuosamente a tres miembros del Concejo del reino a los cuales ya había visto antes, quienes los acapararon y solo los dejaron ir cuando les prometió volver pronto. Fue hasta la mesa donde estaba Haldir, para presentarle sus respetos y de acuerdo a lo prometido, luego regresó.
No había visto a Aragorn en el lugar que solía ocupar, y eso lo desilusionó un poco, pero recordó que era el soberano, y eso requería tiempo y no tenía horarios. Por unos instantes recordó las veces que siendo pequeño, había esperado junto a sus hermanos que su padre apareciera para llevarlos a algún sitio, esperar hasta que el día terminaba. Cuando Thandruil por fin aparecía, la frase solía ser siempre la misma: lo siento, surgió algo impostergable. Solo cuando crecieron, comprendieron lo que eso significaba.
"Debió tener algo muy importante por hacer." Pensó, tratando de conformarse, y se enfrascó en la conversación de los hombres que tenía frente a sí.
Bastante rato después, hubo un pequeño espacio de silencio y todos se pusieron de pie. Legolas se volvió a mirar y con una pequeña sonrisa vio a Aragorn entrando al salón. En ese momento, recordó la primera vez que lo había visto, cuando llevaba esa raída y vieja capa verde pero que aquella no había podido ocultar el porte majestuoso que tenía. Ahora, vestido con toda la magnificencia que requería su rango, era por demas imponente.
El leve codazo de Baldor en su costado, lo hizo regresar a tierra.
- Cierra la boca.- murmuró el joven, divertido y lo arrastró de nuevo a la conversación anterior.
Pasó un buen rato, pero de pronto, los tres hombres y Baldor se quedaron callados al ver al sirviente parado a un lado de Legolas., sin embargo aquél se dirigió al geijin.
- Su Majestad consideraría un inmenso honor, si el señor Baldor y su hermano menor accedieran a acompañarlos en su mesa.- dijo el hombre luego de una reverencia.
Baldor ni siquiera tuvo que pensarlo. Sabía del pequeño altercado entre el rey y Legolas, y todavía no estaba muy convencido de perdonar al galadrim por engañarlo para llevar al elfo a su casa; pero no se le hacía un desaire al rey en presencia de invitados aunque la reunión fuera informal. De modo que en vista de eso, asintió con suavidad.
- Informa a su Majestad que estaremos honrados de aceptar su invitación en cuanto hayamos presentado las excusas del caso a quienes estamos acompañando.
El sirviente se retiró y Baldor ni siquiera tuvo que mirar la brillante expresión en el rostro de Legolas. Como los tres ministros habían oído la invitación, no tenían mas que aceptar el hecho, cosa que hicieron con tanta gracia como les fue posible. Un par de minutos después, geijin y aprendiz se pusieron de pie para dirigirse a la mesa que compartían el rey, Haldir y dos hombres más.
En cuanto llegaron, ambos saludaron con una leve inclinación. Haldir iba a encargarse de las presentaciones, pero Aragorn se adelantó a él haciendo un pequeño gesto para que tomaran asiento.
- Por favor, evitemos las formalidades por hoy.- esperó a que los dos se sentaran casi frente a ellos.- Baldor, Legolas; ellos son dos queridos amigos: Eomer y Faramir. Ya conocen a Haldir, claro.
Hubo unos instantes de contemplación y evaluación por parte de todos.
Legolas conocía a ambos al menos por el nombre luego de haber fisgoneado durante meses la correspondencia oficial de su padre, así que sabía los rangos que cada uno ostentaba, lo que nunca hubiese podido imaginar, era que fuesen humanos tan jóvenes. En ambos casos parecían más jóvenes que Aragorn.
Aunque estaba sentado, el rey de Rohan se veía alto y fornido; el cabello rubio no caía sobre el rostro porque las hebras que hubiesen podido hacerlo, estaban sujetas hacia atrás dejando suelto el resto. La piel estaba bastante bronceada por el sol y eso hacía resaltar los ojos profundamente celestes. Miraba a Legolas levemente ceñudo, como si estuviese enfadado, pero luego aquel se dio cuenta que era un gesto que hacía cuando estaba concentrado.
El príncipe de Ithilien, en cambio era todo lo contrario. El rostro se veía distendido y divertido, el cabello color miel hacía perfecto juego con el matiz de los ojos que contemplaban tambien al elfo con una admiración honesta que no se molestaba en ocultar. Y fue de hecho, el primero en decir algo.
- Tus amigos son realmente notables, Elessar... Si no estuviese felizmente casado, podría perder mi principado por alguno de ellos.
- Será bueno que lo recuerdes, querido cuñado, o mi preciosa hermana se encargará de demostrarte porqué me acompañaba entre las tropas efectivas que traje hace cuatro años a Minas Tirith.-comentó Eomer, perdiendo en ese momento el ceño fruncido.
Los comentarios consiguieron desvanecer la tensión inicial, y poco después, la conversación rondó por temas más que nada relacionados con la cacería que abundaba en las inmediaciones del Mindolluin. Como aprendiz, Legolas solo podía escuchar y ocasionalmente hacer alguna observación, entonces, vio que Aragorn se alejaba apenas un poco, dejando a los otros conversar libremente y le hizo una seña para que hiciese lo mismo.
Siendo que continuaban en la misma mesa, Legolas ni siquiera lo pensó.
- ¿Puedo decirte que estás radiante esta noche, sin que eso arruine tu reputación?- comentó sonriente Aragorn, que no podía quitarle los ojos de encima ni un segundo.
- Supongo que si no lo gritas en medio del salón... Sí, puedes decirlo...- murmuró, aceptando el cumplido.- Gracias.
- Y eso no es bueno para mí.
La frase hizo que los increíbles ojos azules lo miraran con algo de asombro.
- ¿Sabes que mis amigos han hecho apuestas toda la tarde acerca de tu aspecto? Que si eras peludo y horrible...- vio la pequeña sonrisa convertirse en una mas amplia.- Y ahora no me van a dejar en paz, y probablemente a ti tampoco...
- ¿Hubieses preferido que fuese peludo y horrible?
- Solo para que no te miraran con cara de orcos hambrientos.
Legolas tuvo que hacer un esfuerzo para no decir que ninguno de sus amigos tenía aspecto de orco, pero estaba descubriendo que al rey no le hacía gracia ver las miradas de apreciación que le dirigían otros, así que consideró que era mejor saltarse esa observación.
Mientras tanto, Aragorn contemplaba al elfo con algo rayano en el asombro absoluto.
- ¿Recibiste mi obsequio?- preguntó, aun sabiendo que así era, puesto que había contestado la nota.
- Sí. Fue muy agradable despertar y ver todo eso a mi alrededor... Por un instante creí que había vuelto a casa.- la sonrisa de placer fue una recompensa que Aragorn no había esperado.- Gracias de nuevo.
- Pero aún no tengo tu permiso.
- Aún no.
Lo estaba poniendo a prueba, Aragorn lo sabía y aunque lo comprendía un poco, no dejaba de causarle un tanto de decepción verse limitado a hablar cuando lo que en realidad quería era acercarse y atrapar esos labios en un beso lento que lo llenara del tenue sabor que había probado tan rápidamente la vez anterior.
Decidió que él no sería el único en sufrir esa noche. Se acercó un poco y como estaban sentados uno junto al otro, su cabeza quedó muy cerca de la de Legolas.
- Estaba pensando en algo...- susurró en forma apenas audible.- Estamos en una reunión... y un aprendiz siempre debe hacer lo que le pidan. ¿No es así?
- Bueno...
- Sí, es así. Además... yo soy el rey.- la frase fue firme, haciendo que los ojos azules lo miraran con cierta cautela. Se acercó un poco más.- Y podría besarte ahora sin que nadie pudiese hacer algo por impedirlo...
Sentía el perfume tenue que provenía del cabello del elfo. El aroma de alguna de las flores que le había mandado, seguramente el elfo había estado junto a ellas antes de ir a la reunión.
Legolas solo podía centrar sus ojos en los labios que le hablaban, prestando una muy difusa atención a lo que decían. No se movió, no quería ceder, quería que respetaran lo que había solicitado, aunque tambien le estuviese costando una enormidad no desear que rompieran su promesa. Contuvo el aliento sin moverse un centímetro.
- En verdad podría hacerlo...- exhaló Aragorn.
Ahora ambos estaban separados por apenas unos centímetros y ninguno prestaba atención a que los restantes ocupantes de la mesa habían dejado de hablar para observar atónitos la escena.
- Pero no lo haré.- dijo, echándose para atrás de pronto.
Casi pudo sentir el aliento del elfo al exhalar con alivio, y se acomodó de nuevo en su lugar, contento al contemplar que ahora no era el único en anhelar algo que no podía tener. Sonriente, observó el gesto de decepción en los improvisados espectadores de la mesa.
- No hay nada que mirar.- dijo, solamente y sus tres amigos junto con Baldor, regresaron a lo suyo.
Legolas sentía un pequeño temblor recorriendo sus manos y solo en ese momento, se dio cuenta que las tenía fuertemente aferradas a un pliegue del hakama. Se obligó a soltar la tela y respirar hondo para pasar la decepción del momento. Tenía que reconocerlo, sí había deseado que sucediera.
"No. Aún no." se dijo, con ferocidad para recordarse que él mismo había impuesto ese límite.
Satisfecho por el momento, Aragorn tomó su copa y se dedicó a pensar en el próximo paso a seguir.
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Un par de días después de esa reunión, Legolas estaba empeñado en aprender bien la danza por la que Egaldus lo había reprendido con tanto rigor, decidido a no volver a equivocarse la próxima vez que la practicaran juntos. Los bastones giraban ahora con mucha facilidad en sus manos al tiempo que los pies se deslizaban sobre los tatamis como si flotara en lugar de pisarlos.
Fumio entró en la sala de prácticas y esperó a que hiciera un alto.
- Legolas. Hay alguien en el vestíbulo que te espera. Dice que tiene algo para darte, pero solo te lo dará a tí.
El elfo no comprendía en absoluto, pero el rostro del encargado se veía distendido y sereno, así que juzgó que no podía ser nada malo.
- Bien, en ese caso, no habría que hacerlo esperar.
Dejó a un lado los bastones y siguió a Fumio hacia el vestíbulo. Al entrar se encontró con una niñita que miraba extrañada todo a su alrededor. Vestía sencillamente y no debía tener más de seis años. Habia arrastrado tras de sí, un carrito de madera en el cual se veía un gran envoltorio. En cuanto escuchó sonidos se volvió a ver y sonrió.
- Ah, sí, tú debes ser Legolas.- dijo, muy convencida y segura.
El elfo se acercó, sin entender, pero fascinado por la desenvoltura y gracia de la niña.
- Sí, soy Legolas. ¿Cómo lo sabes?
- Me encargaron traerte esto.- señaló el paquete.- Pero me dijeron que me asegurara que fueras tú.
- Oh. Pero cualquiera podría decirte que es Legolas.
- Sí, pero el señor que me hizo el encargo me dijo: vé a la okiya con los postes negros y dorados, pregunta por Legolas y cuando lo veas, sabrás si es él porque es alto, rubio, muy amable y muy pero muy hermoso.
El elfo hincó una rodilla frente a la niña para quedar a su altura y sonrió, con lo cual aquella se sonrojó en forma evidente.
- Sí eres muy lindo.- comentó con inocencia.
- Gracias. Así que eso es para mí... ¿Te parece si lo abrimos y vemos qué es?
Evidentemente, la idea encantó a la pequeña que se apresuró a acercar el carrito. Con cuidado, Legolas rompió el papel y descubrió una inmensa canasta llena de dulces. De todas formas, tamaños, colores; frutas cubiertas de caramelo, bocaditos de miel y avena, maiz inflado cubierto de dulce.
- ¡Ah!- fue toda la exclamación de la niña y resumió a la perfección lo que pensaba del obsequio.
- ¿Otro agradecimiento?- preguntó Fumio desde un costado, casi como sin querer pero fingió no notar que el elfo no había contestado y se retiró.
- ¡Cuantas cosas ricas! ¿Por qué no eliges algunas para tí?- ofreció Legolas mirando complacido, cómo la pequeña se apoderaba de una gran manzana cubierta de caramelo y le daba un suculento mordisco.
- Ya tengo que irme.- dijo, despues de pasar el primer bocado.- ¡Casi me olvido! El señor que me mandó me dijo que te hiciera una pregunta. Quiere saber si ya le vas a dar permiso.
Legolas tomó un bocadito mientras pensaba.
- ¿Tú que crees?- le preguntó a la niña.- ¿Te parece que el señor que te pidió que vinieras es agradable?
- Sí.- asintió vigorosamente.- Me dio monedas, y tambien es muy lindo... ¿Se portó mal?
El elfo no reprimió la sonrisa por la perfecta comprensión de la criatura ante la situación.
- ¿Por que piensas que se portó mal?
- Cuando yo me porto mal, mamá no me deja hacer algunas cosas hasta que me dá permiso de nuevo... Si te pide permiso, pues debe haberse portado mal.
- Creo que tu mamá tiene mucha razón, y hay que hacerle caso. Dile a ese señor, que no, que aún no tiene permiso.
- ¿No se va a enojar si le digo eso?
- Si lo hace, regresas y me cuentas, y entonces le ponemos una penitencia más dura; pero no se va a enojar, no te preocupes.
- Bueno.- iba a retirarse, pero a último momento se detuvo.- ¿Nunca le vas a dar permiso?
- Sí... - el elfo hizo un mohín picaresco.- Pero tiene que portarse bien un poquito más.
- Sí, es más grande, tiene que hacer penitencia más tiempo.- coincidió la niña desde su perfecta lógica infantil.- Adiós.
Legolas la vio salir corriendo a traves de la callecita y volvió a entrar para tomar la canasta. Con ella en brazos, volvió al interior de la okiya hasta la cocina, donde Fumio tomaba té. Colocó la canasta sobre la mesa e instó al hombre a que tomara lo que quisiera, al tiempo que él hacía lo mismo.
No tenía idea de cómo Aragorn se había enterado de lo mucho que le gustaban los dulces, pero de hecho no le importaba demasiado. Le gustaba todo lo que el humano estaba haciendo para ganarse su atención.
- Interesante obsequio.- comentó Fumio.
- Sí.- el elfo tomó unas frutitas y las miró con detalle. Eran kinotos cubiertos con caramelo.- Mira esto, Fumio... Parecen tan dulces por fuera y con un sabor tan áspero y casi desagradable por dentro...
Puso unos cuantos en un pequeño cuenco y sonrió con malicia.
- ¿Crees que si dejo esto en la habitación de Arwen, lo tomará como un insulto?
Por unos instantes, el hombre dudó, pero luego vio la sonrisa del elfo y casi se lo quitó de las manos.
- Tranquilo... No lo iba a hacer... Era curiosidad.
- A veces no sé con cual de los dos quedarme.- lo reprendió Fumio, enfurruñado.
- Eso fue ofensivo.- comentó divertido, mientras ponía otros dulces en un cuenco mas grande, luego de lo cual desapareció rumbo a sus habitaciones.
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- ¿Y bien?- preguntó Arwen, ansiosa aunque su voz no lo dejara entrever para nada.
La jovencita comenzó a caminar rumbo a su okiya luego de las clases, haciendo que Arwen caminara junto a ella.
- Uno de los geijin de mi okiya estuvo en una reunión en casa del Capitan Haldir hace un par de días. Acompañó a uno de los miembros del Concejo del reino... Dice que Baldor y Legolas estuvieron conversando un rato con ellos pero luego el rey los solicitó en su mesa y ya no volvieron.
- El rey...
- Sí, señora. Escuché que había otros hombres importantes con ellos... uno de Rohan y el príncipe de Ithilien. No pudo ver mucho de lo que pasaba allí, pero dice que ellos estuvieron juntos toda la velada.
El resto de la conversación fue intranscendente y Arwen se las arregló para parecer interesada, pero la verdad es que su mente estaba procesando debidamente todo lo escuchado.
El elfo estaba en compañía de hombres muy importantes, pero de todos, el único en verdad importante, era el rey de Gondor. De momento, no quería pensar que aquello que tanto había temido, pudiese ser real: que el rey Elessar se hubiese fijado en el elfo, pero no podía descartar la posibilidad.
Los regalos que seguían llegando a la okiya, eran valiosos, pero podían provenir de cualquiera de los cuatro, y eso incluía al otro elfo que venía de Lothlórien. Tenía que averiguar más, y para eso precisaba algo más que la información que pudiese brindarle una estudiante. Necesitaba ser invitada a esas reuniones en la casa del capitán Haldir.
"Y sé exactamente cómo conseguirlo..." pensó satisfecha, luego de dejar a la jovencita llena de promesas y regresar a la okiya, donde si los Valar eran piadosos con ella; no tendría que cruzarse con el elfo. Estaba empezando a detestar con alma y vida la visión de cualquier persona rubia.
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Ya solo quedaban cuatro o cinco días de las celebraciones del aniversario, y los festejos públicos hacían que la ciudad permaneciera despierta hasta muy entrada la noche en esos días. Como había ferias con comediantes y artistas, los días eran divertidos y en las noches, había innumerables banquetes para recibir a los emisarios y visitantes que provenían de distintas ciudades.
Todo el Barrio era un continuo bullir de actividad, y tanto Legolas como Arwen no tuvieron demasiado tiempo para encontrarse y discutir o pelear ya que no se veían por más de algunos minutos.
La cena a la que asistían en esa oportunidad, ya no era informal, pero no importaba demasiado, porque había muchas personas. Baldor y Legolas eran invitados de Haldir, así que eso les aseguraba una ubicación muy cercana a la mesa donde estaba Aragorn, y si bien eso agradaba a ambos, no podían conversar con la libertad que habían tenido en oportunidades anteriores.
Aragorn se removió inquieto en su sillón, ya un poco cansado de escuchar las conversaciones de todos los que habían desfilado por su lado. Tenía en mente algo especial y no quería dejar pasar más tiempo, así que escribió rápidamente un papel y lo entregó a uno de sus sirvientes, luego se levantó, y presentando las excusas necesarias salió del salón.
Esperó impaciente en uno de los tantos pasillos que había cerca del salón hasta que la figura espigada avanzó desde la oscuridad hasta la suave penumbra que esparcía una antorcha lejana.
- Habíamos quedado de acuerdo en que no volveríamos a vernos de este modo.- comenzó Legolas, en cuanto estuvo frente a él.
- Pero viniste.- dijo, satisfecho y agregó.- Y te lo agradezco... Es que no quiero que nadie sepa de esto.
- Baldor sabe que salí para verte.
- También Haldir sabe lo que tengo planeado.- comentó Aragorn.- Casi... Una cuestión de seguridad...
- Bien. ¿Entonces...?
- Sígueme.
Sin decir nada más, tomó de la mano a un sorprendido Legolas y lo remolcó a través de otros corredores hasta que salieron de la propiedad para entrar en los terrenos pertenecientes al palacio. Sabiendo exactamente en qué lugares estaban sus guardias, Aragorn pasaba a través de pasillos y salones sin encontrar nunca a nadie que los viese.
Atravesaron una parte de los jardines y se internaron en una parte oscura, hasta que finalmente terminaron junto a una muralla. En un sitio casi escondido entre una espesa enredadera, había una puerta de hierro. Rebuscando entre sus ropas, Aragorn encontró la llave que tenía pendiendo del cuello en una cadena y con ella abrió la puerta.
Aquella daba a una escalera, cuyos escalones estaban tallados directamente en la roca, por lo que eran irregulares y ásperos.
- ¿Hacia dónde me estás llevando, Aragorn...? Parece como si estuviésemos saliendo de la ciudad.
- Eso hacemos.- dijo solamente el hombre, mientras comenzaba a subir.- Confía en mí.
La escalera estaba oscura y era bastante larga, pero finalmente terminó junto a una reja que también fue rápidamente abierta. Del otro lado, estaba la espesura de un bosque.
La repentina aparición de eso, hizo que Legolas se detuviera un momento para escuchar los sonidos de la noche. Hacía tanto tiempo que estaba detrás de los muros de la ciudad, que creyó haber perdido para siempre esos sonidos que tanto extrañaba.
Le llegó el perfume de los árboles, el sonido de las hojas movidas por la brisa nocturna, todos y cada uno de los pequeños sonidos que la naturaleza regalaba en lugares agrestes como ése.
Viendo lo importante que eso era para el elfo, Aragorn se detuvo unos instantes y esperó hasta que Legolas pareció volver en sí y lo miró. Solo entonces reinició el camino.
- Espera, Aragorn... ¿Cual es el camino? ¿Hacia dónde nos dirigimos?
- Por este sendero, hacia arriba.- el hombre señaló una vereda abierta entre los matorrales. Era apenas visible, pero él sabía que los agudos ojos del elfo no tendrían dificultad para ubicarla.
- Entonces yo iré por delante.- dijo Legolas, y rápidamente tomó la delantera, absolutamente feliz de encontrarse libre y lejos de cualquier muro que le impidiera correr entre sus árboles. Con una sorprendente agilidad, pasó junto al rey y se adelantó, haciendo que aquel tuviese un buen trabajo para seguirlo porque en algunos sitios, la senda era muy escarpada.
Finalmente, el sendero terminó y llegaron a un pequeño altiplano situado en la ladera meridional del Mindolluin, un lugar que solo Aragorn conocía y que quedaba justo por encima de un precipicio desde el cual se dominaba gran cantidad de tierras.
A la luz de la luna, se veían las blancas torres y techos de la ciudad, más lejos el Valle del Anduin. A un costado, muy a lo lejos, se alcanzaba a percibir Emyn Muil y por el otro, el río guiaba la vista hasta Pelargir. A la distancia, una pequeña línea oscura podía ser el mar.
Conciente que la vista del elfo se dirigía hacia ese sitio, Aragorn se pudo de ese lado, a fin de obstruir esa parte de su visión.
- No mires hacia el mar, Legolas. Aún no es tiempo que oigas el llamado de las gaviotas.- dijo, muy suavemente, instándolo a mirar hacia el otro lado. Así que Legolas, dirigió la vista a otra parte, mirando maravillado el paisaje que se ofrecía a su vista.
- Es... es casi tan hermoso como mis bosques de Mirkwood...- murmuró el elfo, sin dejar de mirar.
- Sabía que te gustaría, sabía que podrías apreciar este lugar.
- ¿Cómo descubriste este sitio?
- Gandalf me lo mostró, hace cuatro años, cuando me convertí en rey. Según me dijo, es un lugar al que solo han venido los reyes de Gondor, el sitio desde donde pueden contemplar lo que les es dado.
- Yo no debería estar aquí.- dijo, con seriedad, ante esas palabras.
- ¿Por qué no? Yo elegí traerte aquí, fue mi decisión.
- ¿Por qué me trajiste?
Ahora fue Aragorn el que miró a lo lejos, buscando las palabras para expresar exactamente lo que quería decir.
- Porque quería darte algo especial... Las flores, los dulces... todas esas cosas, podría dártelas cualquiera. Cualquiera que tuviese los medios para comprar obsequios, podría darte las cosas que te hice llegar hasta hoy; pero yo quería darte algo que nadie más pudiera. Y se me ocurrió esto, porque esto es solo mío y no quiero compartirlo con nadie que no seas tú.
Esas palabras no habían sido más que un tenue murmullo, pero habían resonado con mucha claridad en los oídos del elfo, y conciente de la importancia que habían tenido para el humano, se quedó en silencio durante algunos segundos, incapaz de decir algo. Hasta que al final, encontró la palabra justa para decir en ese momento.
- Sí.
Perdido en sus sentimientos, Aragorn creyó no haber escuchado la primera parte de la frase, y se volvió hacia el elfo, interrogante.
- ¿Qué?
Fue Legolas el que se acercó hasta donde estaba el humano, hasta que estuvo justamente frente a él, y con total confianza fijó sus ojos azules en aquellos grises que ya había visto tanto tiempo antes en su visión; ahora con la plena seguridad de que ése era el lugar donde debía estar.
- Dije que sí. Sí tienes mi permiso.
Por unos segundos, Aragorn no atinó a pensar siquiera, hasta que tomó conciencia de lo que había escuchado, y con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, llevó su mano hacia el rostro que tenía al alcance, para acariciar la piel tan suave como la espuma y acercarlo.
No podía pensar en nada, y cuando finalmente sus labios se encontraron, el mundo se desvaneció de su mente. No existía nada salvo la perfección de esa boca que ahora se posaba en la suya con la misma suavidad que recordaba. Fue apenas un roce, al principio; y luego, se atrevió a solicitar permiso, una vez más, para ir algo más lejos, cosa que le fue concedida, esta vez sin palabras. Y pudo dejar que su lengua inquieta explorara hasta la saciedad la tersura que lo recibía.
Los tumultuosos latidos de su corazón, le indicaban a Legolas que había estado en lo correcto al esperar hasta estar seguro de lo que había en sus sentimientos. Ahora estaba dejando que sus labios hicieran lo que querían, y esto era, doblegarse dulcemente a esa tierna caricia hasta que incluso para sus pulmones fue imposible resistir la falta de aire.
- Valió la pena...- exhaló Aragorn sin abandonar sus labios.- Cada minuto... cada segundo de espera valió la pena, porque la recompensa era ésta...
Legolas se dio cuenta que ahora se encontraba firmemente sujeto por la cintura, que de alguna manera, sus brazos habían buscado apoyo en los fuertes hombros del humano y eso se sentía tan perfectamente bien, que no se cuestionaba siquiera el cambiar de posición antes de ofrecer de nuevo su boca, ansiando sentir de nuevo cómo tomaban posesión de ella con firmeza y tesón.
Lo que Aragorn quería era besarlo hasta perder el sentido, porque sabía que no podría, de momento, ir más lejos de eso. Al cabo de unos minutos, consiguió convencerse que debía soltarlo antes de cometer una imprudencia que sin duda perjudicaría el futuro del elfo. Reuniendo toda la voluntad que pudo, se separó con suavidad, aunque el gemido de ambos por esa interrupción fue la prueba más evidente del modo en que disfrutaban ese momento. Entonces de mutuo acuerdo, decidieron que ya era tiempo de regresar.
El camino de retorno tuvo que ser rápido, porque había pasado mucho tiempo desde que habían salido, y sabían que Baldor y posiblemente también Haldir debían estar preocupados por la tardanza, de manera que no tuvieron mucha oportunidad para detenerse en el regreso. Pero cuando estuvieron cerca del salón, Aragorn no pudo contenerse, ya que sabía que quizás pasarían algunos días hasta que pudiese volver a tener a su elfo entre sus brazos. Entonces, se metieron en un pequeño resquicio oscuro, donde no llegaban las luces de las antorchas, y allí volvieron a besarse.
Cuando por fin regresaron al salón, ninguno de los dos había notado la silueta que había observado toda esa última escena oculta en un pasillo.
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Sentado en su sitio habitual, Haldir había observado cuando Legolas se había escurrido del salón luego de recibir una notita y supo porqué lo hacía. O al menos lo sospechaba.
Y lo vio regresar.
Vio los ojos brillantes, y su vista, mucho más aguda que la de los mortales que lo rodeaban, le hizo ver tambien los labios levemente hinchados, llenos; y sin sombra de duda, supo por qué estaban así. Aragorn había vuelto a avanzar en un sentido que él no lo hacía.
No podía negarse que Legolas lo atraía, le agradaba conversar con él, y se sentía cómodo en su compañía, pero si iba al caso, también sentía eso cuando estaba con Baldor. Con la única diferencia que Legolas estaba interesado en Aragorn, no en él. Y Aragorn era su amigo.
"Y no se le hace una jugarreta de ese estilo a un amigo. No es leal ni propio. Lo que sea esto que siento por Legolas, tengo que olvidarlo. Aragorn es mi amigo, eso es lo que debo recordar."
Durante unos segundos se imaginó a sí mismo besándolo, estrechando la figura delgada entre sus brazos, y entonces decidió que no iba a ir más lejos, no iba a seguir elaborando esas imágenes que no hacían sino empeorar su situación.
A costa de lo que fuese, iba a resistirse. No se dejaría atrapar en ese juego peligroso.
Y esa era una resolución que juró respetar hasta el fin.
N/A: Capitulo romantiquito, no tengo notas por hoy.
Reviews:
Ali: Sí, el capítulo anterior fue liviano para compensar el angustioso de la semana anterior... Éste también, pero Arwen empieza a enterarse y a afilar las uñas. Haldir sigue un poquito indeciso, y ya se sabe: 'a río revuelto, ganancia de pescadores' Pero el galadrim es leal con Aragorn, no le hará jugadas malas. Y la historia sí queda mas linda sin Arwen, pero ni modo, ya vuelve y cuando lo haga, la van a odiar mucho y a mí tambien... Snif. Besos.
Vania: Porfis, no me hables de computadoras, he tenido una semana que bueno... rogando para que arreglaran la mía. Benditos aparatos, hacen lo que quieren, cuando quieren, ufa. Ja, y seguro que el elfito no se iba a dejar de primera intención, pero tampoco se hace de rogar demasiado, porque él también quiere. Haldircito siente algo, pero no va a anteponer su amistad con el rey, es demasiado leal para eso. Competencia habrá, un poquito, pero vendrá por otro lado... Además, con la bruja cerca, ni falta que le hará que yo le ande metiendo al galadrim por el medio. JUAS. Un besito.
Forfirith: Holitas! Gustó el besito? Hay más de eso... Perdón por la tardanza, pero esta vez, mi compu Me la jugó feo y decidió tomarse vacaciones. Me alegro que el asunto de la cultura japonesa no te haya hecho desistir del fic, jeje, yo contentita. Ja, Leggy le dijo que no para que no se crea irresistible, y se dé cuenta que no puede andar besuqueando como si nada, pero no porque no quiera también. Un besazo y hasta prontito!
Amazona Verde: Hola! Gracias, me gusta que te guste : - ) Aragorn tiene que aprender que hay que andarse con cuidado con el elfito, vaya, qué cree que va a poder meter mano así tan fácilmente??? Ah, no, un poco de respeto que mi Leggy tiene su orgullo también. Nos vemos pronto, un beso.
Azalea: Capitulo light por todo el sufrimiento de mis elfitos en el anterior... No puede ser que todo fuera tan mal para todos por culpa de mi deprimosidad... jeje. Así que me desquité haciendo volar a Aragorn, y poniéndole florcitas. Y como verás, también él se cobró su parte, solo para asegurarse que no era el único en andar deseando cositas. Arwen se pondrá morada y más. Muchísimos besitos.
Iona: No estará mal que se niegue un poco para hacer sufrir al rey, no? Aunque ya ves que con todo y su carácter Leggy tambien quiere. ; -) Y ha hecho que el rey tenga que esperar y portarse bien.Lindos los dos. Sorryyy... ya se viene la bruja, de nuevo, así que prepara el remedio antibilioso. Haldir no tendrá más remedio que aceptar que Leggy no es para él, y vaya que el reyecito marcó territorio. Aunque no tanto como él quisiera. Besotes!
Futhark: Sipi, le han marcado los límites al reyecito, pero según ves, al elfito tambien le ha costado mantenerse firme... y ya dieron un pasito más. Arwen ya volverá a meter sus asquerosos deditos en el asunto. Los hermanos seguirán separados un poco más, tienen sus propios embrollos para arreglar. Nos vemos! Muchos besitos.
Monce: holis, ya ves lo que le pasó al reyecito por andar haciéndose el vivo... y sabe que Leggy tiene la fuerza suficiente como para sacudirlo de nuevo si sigue... Pero no lo hará : -) Besote.
