Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 14
Inesperado, inevitable
El último día oficial de las celebraciones en Minas Tirith iba a ser especial. Aragorn había ocupado los últimos días verificando que todo estuviese en perfectas condiciones, nada tenía que salir mal porque planeaba disponer de toda esa jornada para estar con Legolas. Ya había tolerado bastante de las bromas de Faramir y Haldir y necesitaba tener una excusa para volver a ver a su elfo.
No se planteaba demasiado el por qué lo llamaba así en su fuero interno. Mi elfo. Mi Legolas. Solo sentía que era la manera correcta y se sentía muy bien al hacerlo.
El mensaje de la Dama Galadriel traído por Haldir no dejaba de rondarle por la cabeza.
La flor y el junco.
Había encontrado a los dos, pero ahora tenía que escoger al adecuado. Por supuesto no tenía que meditar mucho acerca de la elección que había hecho en beneficio de Legolas, pero no era tan fácil. Tenía muchas otras consideraciones que tomar antes de hacer una elección definitiva. Sacudió esos pensamientos de su cabeza por el momento.
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A pesar de la informalidad, el almuerzo había sido frustrante para Aragorn. Había olvidado que tanto Baldor como Legolas y el resto de los geijin y geikos invitados por la Casa Real debían prestar una mínima atención a todos los presentes, de manera que durante gran parte de la mañana, el elfo había estado conversando con unos cuantos ministros y representantes de otras ciudades.
Ver que la pequeña y deslumbrante sonrisa era dedicada a otros, hacía que Aragorn tuviese serios deseos de salir corriendo a interponerse.
En un segundo que lo vio quedar solo, inició el ademán para levantarse e ir hacia él, pero alguien se interpuso en sus intenciones.
- Majestad... Qué fortuna encontrarlo a solas.
Aragorn no tuvo más remedio que dirigir la vista hacia quien le hablaba.
- Arwen.
- Me siento tan complacida que su Majestad recuerde tan bien mi nombre.- comentó levemente la elfa, sentándose a su lado, y con ello, también él tuvo que sentarse.
Había cambiado.
Si bien mantenía el vestuario, ahora no usaba esos complicados peinados que usaban la mayoría de las geiko. Había dejado su cabellera casi libre, pero conservaba los pasadores adornados con pequeñísimas perlas y flores. Ya no tenía el maquillaje tradicional sino que la piel lucía perfecta, casi traslúcida. El cambio era abrumadoramente beneficioso para Arwen, que ahora dejaba ver por completo la deslumbrante belleza élfica de la cual todos hablaban.
Por unos instantes, Aragorn no pudo dejar de contemplarla.
- Tenía la impresión que luego de mi ceremonia, su Majestad solicitaría mi compañía en otras oportunidades...
- No... No he tenido tiempo para reuniones, Arwen. Al menos hasta estos días.- dijo Aragorn, dándose cuenta hacia dónde derivaba la conversación y deseando salir del tema cuanto antes.
- Comprendo, Majestad. La atención de un reino tan vasto debe demandar toda su atención.
En realidad, lo que estaba demandando toda su atención, era que en aquel momento, Eomer estaba tomando asiento cerca de Legolas. Casi no prestó atención a lo que Arwen le estaba diciendo, solo podía mantener la mirada fija en la pareja que sentada en uno de los bancos situados bajo los árboles, conversaba, al parecer, con todo ánimo.
Aragorn sintió la pequeña y suave mano posarse sobre su brazo, pero tambien en ese instante Eomer pareció acercarse demasiado a Legolas y ya no pudo controlarse. Se levantó de repente, y solo la necesidad de dar una explicación antes de irse, hizo que no se lanzara hacia ellos.
- Yo... lo siento, Arwen... Tengo algo urgente que hacer. Con tu permiso.
Eomer se había acercado a Legolas, sin saber muy bien qué decir, solo dejándose guiar por la atracción que le despertaba la visión del elfo. Aquel, sin embargo, había comenzado a preguntarle cosas sobre sus llanuras, sobre la vida de los Jinetes, y Eomer no se había cuestionado mucho el porqué de esa curiosidad, sino que se había puesto a conversar tranquilamente sobre eso.
Hacía algún tiempo que era rey y eso le había significado dejar su puesto de Mariscal de la Marca, extrañaba esos días, y hablar de ellos hacía que su voz resonara y los ademanes se volvieran enérgicos y activos. Su entusiasmo se notaba en cada palabra. Y ese entusiasmo no había pasado desapercibido a Aragorn que luego de intentar una débil disculpa, se encaminó hacia ellos.
- Legolas.
Durante unos segundos, el silencio entre los dos fue un poco tenso, hasta que Eomer se decidió a intervenir. Conocía a Aragorn lo suficiente como para conocer esa mirada hosca.
- Elessar, realmente tus invitados son muy amables... Ya sabes lo difícil que me resulta hablar con la gente, y sin embargo Legolas consiguió sacar de mí mas de dos frases seguidas...
- Sí, amable realmente.- dijo con sequedad.
Si esperaba que el elfo se sintiera incómodo o avergonzado de alguna manera, tuvo una seria desilusión. Legolas lo miraba limpiamente, sin terminar de comprender del todo la actitud del humano.
Eomer, conciente que había despertado los celos del montaraz, se apresuró a acercarse y murmurar en su oído antes de marcharse.
- Ten calma, Elessar.- deliberadamente usó su nombre.- Piensa lo que vas a decir, o no habrá flores y dulces que arreglen tus tonterías esta vez.
Con una ligera reverencia al elfo, Eomer se unió a la gente que se dirigía al sitio donde ya se oían algunos toques de arpa.
- Tan interesante conversación no merecía ser interrumpida, tal vez...
- Tu amigo Eomer es un hombre agradable.- contestó Legolas, sin saber que esas palabras ponían todavía peor al montaraz.- Su relato era muy interesante, su descripción de las llanuras de Rohan hicieron que tuviese muchos deseos de conocer esas tierras. Nunca creí que un Jinete de la Marca tuviese tanta pasión para describir su lugar de origen.
Legolas comenzó a caminar hacia donde se oía la música, pero Aragorn lo guió levemente por el brazo hacia el lado opuesto de los jardines. Caminó en silencio junto al elfo durante unos minutos, hasta que se alejaron bastante de los pabellones que habían levantado para protección de los invitados. Cuando estuvo seguro que estaban bastante lejos, Aragorn giró hacia el elfo, enfrentándolo.
- No quiero que vuelvas a hablar con nadie... No quiero que les sonrías de ese modo.
- Eso es lo que hago, Aragorn. Hablo con los invitados, los mantengo entretenidos, y eventualmente debo sonreír, sino todos pensarán que sus presencias me son desagradables.- contestó Legolas.
- No me gusta que te miren como si estuviesen a punto de devorarte.- masculló entre dientes.
- La mayoría de los hombres lo hace...- ahora la mirada azul se posó con calma sobre el humano, causando una secreta revolución interna.- Tú también me miras así.
- Es distinto.
- Y también miraste así a Arwen.- terminó Legolas con suavidad demostrando que no había estado 'tan' enfrascado en el conversación con Eomer.
Aragorn solo se quedó unos instantes en silencio, dejando que su ánimo pasara de los celos, al enojo y luego a una interesante revelación. Sonriendo, esta vez con seguridad se acercó a su elfo, muy cerca hasta que pudo sentir su fresco aliento.
- ¿Eso te molestó?- susurró posando su rostro en el del elfo.
La sensación de la cuidada barba del humano sobre su piel no se sentía desagradable, todo lo contrario. Necesitaba mantener la cabeza en su sitio, pero no podía conseguirlo cuando Aragorn hacía esas cosas. Sintió las manos posándose sobre su cintura, y los labios del mortal buscaron el cálido lugar donde el cuello se unía al hombro para depositar allí pequeños y leves besitos que hicieron que el elfo dejara escapar el aire que tenía por alguna olvidada razón, guardaba en los pulmones.
- ¿De... debería haberme molestado?- consiguió preguntar.
- Para nada. Arwen no significa nada... - la lengua hizo un lento y sugestivo recorrido hasta la deliciosa oreja y disfrutó de ella, lamiéndola, recorriendo su forma. Hubo un leve gemido en respuesta a eso.
Olvidados los mutuos instantes de celos, finalmente los labios se encontraron, con algo de timidez al principio, pero luego; recordando las placenteras sensaciones que se despertaban, tomaron confianza. El aire no debía ser necesario, al menos no parecía serlo para ninguno de ellos en esos momentos de exploración.
Legolas debía intentar separarse, pero en realidad no quería hacerlo. Los fuertes brazos del rey lo mantenían firmemente sujeto, la delicada ternura de sus manos desmentían la ocasional rudeza de sus modales de montaraz, y a eso, el elfo encontraba muy difícil resistirse. Sin embargo las prevenciones de Baldor lo hacían tratar de imponer la razón. Había demasiada gente en los alrededores, cualquiera podía verlos, y eso era algo que no era bueno para él.
En un momento en que sus labios quedaron libres, se separó un poco. Las manos de Aragorn estaban intentando introducirse dentro del 'keikogi', empresa para nada fácil, considerando los cruces de la prenda. La separación del elfo hizo que tuviese que desistir de sus ideas.
- ¿Por qué todos ustedes usan tantas prendas encima...?- gruñó, frustrado.
- ¿Para prevenir cosas como ésta?- susurró Legolas, acomodándose la ropa mientras intentaba recuperarse.
Sentía la frustración del humano y la suya también, pero de momento, no había mucho más que pudiese hacer mientras veía al humano paseando molesto unos pasos más lejos. Al final, se sentaron juntos sobre el césped, a conversar, a una distancia prudencial hasta que llegó el momento de regresar.
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Luego del día tan entretenido, se acercaba el momento de la cena final, de manera que cada uno fue hacia las habitaciones que les habían sido asignadas para ese día. Baldor y Legolas, se prepararon en la misma habitación y salieron juntos rumbo al gran salón donde se haría la cena.
Por una cuestión de protocolo, debían entrar en un orden riguroso, de manera que ambos aguardaron a un lado hasta que les dieran la indicación. Otros geijin y algunas geiko se unieron al grupo y ya eran bastantes para el momento en que les permitieron entrar.
- Es una reunión formal, Legolas.- dijo la insidiosa voz suave tras él y avanzó hasta enfrentarlo.- Evidentemente no estás prestando bastante atención a la educación que te da Baldor, de lo contrario sabrías cual es el lugar que debe tener un aprendiz cuando está con sus hermanos mayores.
No hubiese valido de nada que Legolas intentara explicarle que no tenía ninguna intención de adelantarse a sus hermanos y hermanas mayores, si decía algo en presencia de todos ellos, solo conseguiría ganarse la animadversión de todos, de manera que solo se alejó en silencio.
El único inconveniente de la intervención de Arwen, fue que Legolas quedó relegado a una de las mesas externas, lógicamente donde se ubicaban los aprendices y los geijin de poco prestigio o con su fama en decadencia. Intentando no dejarse desanimar por eso, el elfo trató de pasar desapercibido, de no llamar la atención, al tiempo que con todo el disimulo que podía, miraba hacia la mesa central.
Como la mayoría de las cenas formales que él mismo había tenido como príncipe de Mirkwood, ésta fue tanto o más aburrida; y parecía que el tiempo no transcurría. Por cuarta o quinta vez, se corrió un poco para dejarle espacio al geijin que, a su lado ya estaba ebrio como una cuba y encima, tenía el horrible hábito de fumar en pipa.
Envuelto en la nube de humo, Legolas refrenó la tos, pero intentó volverse hacia el otro lado. No era propio que un aprendiz hiciera reconvenciones a un geijin establecido. Además, ése en particular, era el que había empezado a tramar con Arwen el día de su presentación, podía recordarlo bien. Tal vez lo mejor sería que saliera a tomar un poco de aire fresco a los corredores. La mano del geijin lo detuvo.
- Búscame dónde vaciar mi pipa.- pidió con voz ronca, y casi al punto, sonrió y tomándole la muñeca, le hizo volver la mano con la palma hacia arriba. Sin mediar otra cosa, y ante la azorada vista del hombre que estaba a su lado, vació las ardientes cenizas en la palma de Legolas, cuyo primer gesto ante la quemadura, fue sacudir los desechos.
Aquellos cayeron sobre la ropa del geijin, pero aquel estaba tan beodo que ni siquiera lo notó. Luchando con el ardor, el elfo se puso de pie y ensayó una rápida pero cortés reverencia ante él.
- Perdona, pero las cenizas están quemando tu 'hakama''... Con tu permiso.- alcanzó a balbucir antes de salir por la primera puerta que encontró.
Apenas estuvo fuera, revisó su mano.
- Eso debió doler...
Legolas levantó la vista y encontró muy cerca la gallarda presencia del rey de Rohan, que lo miraba, ceñudo como siempre. Sin esperar la respuesta del elfo, avanzó y le tomó la mano para inspeccionarla. Atónito, el elfo vio cómo Éomer acercaba la mano a su propio rostro y soplaba muy suavemente sobre la piel, para desprender las cenizas que aún habían quedado adheridas.
- Hay que limpiarlo mejor.- dijo, y llevó la mano y por supuesto a Legolas hasta un sitio adornado con grandes floreros. Quitó las flores, las arrojó a un lado y vertió con mucho cuidado el agua sobre la palma. Sin salir de su asombro, Legolas dio un pequeño respingo al sentir la fría sensación en la piel quemada.
- Majestad, yo... - empezó el elfo, pero la concentración de Éomer con su mano parecía imposible de romper.- No es grave... Apenas una quemadura.
- Claro. ¿Por qué no le dijiste nada a ese idiota?
- Él es un geijin establecido, uno de mis superiores, por decirlo de algún modo... Baldor me ha dicho que hay dos cosas fundamentales por cumplir en una reunión: primera, nunca seas irrespetuoso con tus 'hermanos mayores' y segundo: nunca te enfades ni seas grosero delante de un cliente. Y si la reunión es formal, esto es doblemente importante.
- Supongo que sí... Eso no impedirá que yo le rompa la cara más tarde.
El elfo estaba a punto de pedirle que ya lo dejara, porque estaba bien y pensaba con algo de diversión que todos parecían creer que él siempre necesitaba protección; pero entonces, una de las manos de Éomer le sujetó el rostro y luego sintió los labios llenos del rey de Rohan sobre los suyos.
En los primeros instantes, Legolas no atinó a hacer nada, pero luego, tomó conciencia de lo que estaba sucediendo y tratando de no ser brusco ni descortés, lo apartó.
- No...
Era preciso ver el rostro del hombre. Parecía genuinamente asombrado por lo que había hecho, como si hubiese ocurrido sin su consentimiento. Dio dos pasos atrás.
- Dioses... ¿Qué demonios estoy haciendo...?- fue el susurro desesperado.- Yo... lo siento... De verdad, Legolas, no sé qué se apoderó de mí... yo...
- Majestad...
- No, espera.- el hombre pareció tomarse un par de segundos para meditar lo sucedido y luego suspiró.- Mentiras. Sí sé lo que hice. Acabo de estropear una amistad de años con Aragorn... Pero supongo que podré culparte, Legolas... Ningún ser, hombre o elfo debería ser tan hermoso como tú.
El elfo permaneció en silencio, sin saber cómo proceder.
- No suena creíble, lo sé. Si te dijera que no he podido dejar de pensar en tí desde que te ví en aquella reunión... ¿Eso sonaría mas real?- meneó la cabeza, disgustado por su propia confesión.- Mucho menos, supongo... A pesar de que he visto cómo miras a Aragorn, permíteme hacerte esta pregunta... ¿No existe ninguna posibilidad de que me consideres dentro de tus sentimientos?
Viendo que las palabras de Éomer eran tan discretas como sinceras, supo que tenía que tener mucho cuidado con su respuesta, no quería herirlo, pero tampoco podía darle falsas expectativas.
- Majestad, me siento honrado por tener tu atención... pero lamentablemente, no puedo darte esperanzas en ese sentido. Me sentiré doblemente complacido si puedo contar con tu amistad y a la vez ofrecerte la mía. En cuanto a tu amistad con Aragorn... No temas por ella, no creo que sea necesario que sepa de esto. Siempre y cuando no vuelva a suceder.
Durante unos instantes, Éomer observó al elfo, notando la firmeza de sus palabras y aunque le costara aceptarlo, quizás fuese mejor así. Legolas y Aragorn se pertenecían, y él no tenía nada por hacer en medio. Resultaba dolorosamente gracioso que él nunca se hubiese sentido atraído de esa forma por nadie, y cuando finalmente sucedía, el corazón de ese alguien ya pertenecía a otro que no era él.
- No volverá a suceder.- afirmó.- Ahora me explico por qué Aragorn ha perdido la cabeza por tí. Hermosura, discreción... ¿Qué otros dones secretos y maravillosos tienes, Legolas? Aragorn es el hombre más afortunado que existe sobre la Tierra Media, espero que al menos sepa apreciarlo.
Un poco ruborizado por elogios que no acostumbraba recibir, Legolas no dijo nada, entonces Éomer volvió a tomarle la mano herida y con rapidez sacó de uno de sus bolsillos un pañuelo e improvisó una venda. Con gentileza cerró los dedos del elfo sosteniendo la pieza de tela suave.
- Consérvalo como un recuerdo de este día, Legolas. A partir de este momento, puedes contar con mi ayuda incondicional, si algún día necesitas la ayuda de Rohan, solo tienes que solicitarla.
Retrocedió de nuevo y le dedicó una solemne reverencia, luego de lo cual desapareció por las sombras del corredor.
- Interesante conquista, elfito...- comentó Arwen sonriente, apareciendo desde atrás de una columna.- Deberías aceptarlo... Convertirte en el favorito de un hombre poderoso como el rey Éomer aseguraría tu futuro.
- No quiero convertirme en el favorito de nadie.- dijo Legolas, tratando de ocultar su nerviosismo. No tenía idea de cuánto había visto u oído Arwen, pero no dudaba que no tardaría en ir a esparcir comentarios al respecto en cuanto saliera de su vista.
- Sí, claro... Yo solo te señalo que para un pobre elfito como tú, es un gran honor contar con el favor de un humano como el rey de Rohan, ya que nunca podrías aspirar a alguien de más importancia. El rey Elessar, por ejemplo... ¿Quien podría creer que prestaría atención a un simple aprendiz...? A menos que solo lo quiera para pasar un momento de placer, por supuesto.
Legolas apretó los puños, pero se negó a contestar.
- Oh, por supuesto, no he querido decir que tú te prestarías a eso, claro... Todos saben que Baldor te ha enseñado muy bien los 'valores' que debes proteger.
Viendo que no iba a obtener ninguna reacción de parte de Legolas, Arwen sonrió apenas y se retiró, dejando sembradas dos dudas en el corazón del elfo.
Primero, cuánto había escuchado y presenciado de lo ocurrido con Éomer, y segundo, hasta qué punto estaba enterada de lo que lo unía con Aragorn, porque sus observaciones habían sido demasiado puntuales para ser casualidad.
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Imposible.
Era simplemente imposible de asimilar.
- El rey Elessar no puede preferirlo a él, no puede preferirlo antes que a mí... - se repitió, como un mantra religioso mientras se paseaba por el silencioso pasillo de la okiya.
Era de madrugada y apenas llegaba de su última reunión, por lo que todos estaban durmiendo, inclusive Legolas. Sin embargo, Arwen no había podido conciliar un descanso tranquilo desde que habían finalizado las celebraciones y de esto hacían ya dos largas semanas.
Haberlos visto besándose en un oscuro corredor había sido totalmente inesperado, difícil de asimilar. No podía creer lo que había presenciado y le había costado un enorme esfuerzo dominarse lo suficiente como para no armar un escándalo en ese mismo sitio. Escándalo que solo la hubiese perjudicado.
Necesitaba astucia y un examen detallado de la situación.
Había esperado que luego de oficiar su 'mizuage' el rey se mostraría más interesado en ella, pero había sucedido todo lo contrario. No había vuelto a solicitar su compañía en ninguna reunión, y el último día de las celebraciones, apenas había podido cruzar un par de palabras con él.
Había bastado con que otro acercara a Legolas para que el rey prácticamente saltara de su sitio, dejándola con la sonrisa en los labios. No iba a perdonar esa humillación, no iba a olvidarla con facilidad, pero tenía que elegir sus pasos con mucho cuidado y asestar un golpe que cortara esa relación de raíz.
Pensó en lo que había visto durante la cena, con el rey Eomer, pero eso no ayudaba, porque aquél había partido junto con sus hombres y la verdad es que apenas había llegado para oír el final de la conversación. Podía esparcir el rumor, pero si uno de ellos ya no estaba, sería casi inefectivo. No. Necesitaba algo rotundo, que golpeara al rey en lo más profundo de su orgullo y lo hiciera dejar al elfo.
Casi amanecía, y dio una vuelta más, tropezando con un cesto de ropa para lavar. Aquel cayó sobre uno de sus costados y las prendas se desparramaron. Eran las que Legolas había usado la noche anterior.
- ¿Es posible que esté en todos sitios donde dirijo la vista?- murmuró enfurecida, pisoteando el 'hadajuban' de suave color crema con el precioso cuello azul cosido en él.
Se quedó mirándolo por un largo minuto y luego, muy lentamente una idea empezó a formarse en su mente. Era sumamente arriesgado para ella, pero si resultaba podía ganarlo todo y el rey volvería a sus brazos, tal como había estado la noche de su mizuage. Solo tenía que esperar la ocasión justa.
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Aragorn se paseaba impaciente por la salita de la casa de Baldor, en un círculo interminable mientras Haldir lo contemplaba, esta vez comprendiéndolo un poco. Ambos estaban preocupados, porque el mensaje llegado desde Ithilien, además de urgente era peligroso.
Apenas unos días después de llegados de Minas Tirith, Faramir había caído presa de una enfermedad, misteriosa y por eso particularmente inquietante. El mensaje, enviado por Eowyn, hacía ver que muy poco podían hacer sus conocimientos de curación con la enfermedad de su esposo, y angustiada, solicitaba la ayuda de Aragorn. No cabía posibilidad de otra cosa que no fuese acudir, de manera que rápidamente, Aragorn había delegado el mando de la ciudad en el Concejo y partía con un pequeño contingente hacia Emyn Arnen.
Las sospechas de un atentado contra la vida de Faramir daban vueltas constantemente en su cabeza, al mismo tiempo que la advertencia de la Dama de Lórien. La tormenta que llamaba en las tres puertas de Minas Tirith. Acaso en ese momento, estuviesen resonando truenos de advertencia sobre la vida del príncipe de Ithilien.
Sin embargo no podía irse sin hacer algo sumamente importante primero. Y era ver a Legolas. Por eso, se había colado dentro del Barrio con la ayuda de Haldir y ahora esperaba impaciente que Baldor regresara con su elfo para ponerlo al tanto de lo que sucedía.
La puerta se abrió y Baldor entró seguido por Legolas. Aquel sonrió apenas entró y vio a Aragorn en el interior, pero la sonrisa se borró al instante al contemplar el rostro serio y concentrado.
- ¿Qué pasa...?
- Esperemos afuera, Baldor.- dijo Haldir, arrastrando al joven al exterior.
Lo primero que Aragorn hizo, antes de pronunciar palabra, fue enlazar la cintura de su elfo y atraerlo hacia sí. A pesar de su preocupación, Legolas permitió el abrazo como tambien el apasionado beso que siguió.
- No viniste solo a besarme... ¿Verdad?- preguntó, suspirando, e intentando quitar un poco de la preocupación que veía en el rostro del humano.
A pesar de todo, Aragorn sonrió.
- Más de una noche he soñado en venir... no sólo para esto...- dijo, y sus manos acariciantes evidenciaban qué era lo otro que planeaba.- Pero hoy es diferente.
- ¿Qué es lo que te preocupa tanto?
- Faramir.- en pocas frases le explicó lo sucedido, lo que sabían y los planes.- No quería que te enteraras mañana, con el resto de las personas... Tenía que venir a decírtelo. No estaré fuera mucho tiempo, serán solo algunos días, hermoso mío.
Una parte del corazón del elfo saltó al oír el modo en que el humano se dirigía a él. Era la primera vez que lo llamaba de esa forma, y se sentía maravillosamente bien. La otra parte captó el sentido de la frase.
- Prométeme que tendrás cuidado... No hay enfermedades tan graves, lo sé... Baldor me lo ha dicho... La gravedad de Faramir solo puede deberse a otra cosa...
Rápidamente, Aragorn puso un dedo sobre los labios de Legolas impidiéndole continuar.
- No lo menciones, no lo digas. Iré a Emyn a Arnen y trataré de aliviar a Faramir... solo espero no llegar tarde... ¿Me esperarás?
- No iré a ningún sitio.- declaró Legolas, sonriendo.- Solo tienes que regresar.
Por toda respuesta, Aragorn volvió a atrapar su boca, esta vez con renovada pasión y Legolas se entregó a eso, disfrutando la sensación plenamente.
- ¿Tienes una idea de cuánto te deseo...?- murmuró Aragorn, deslizando sus labios en un lento recorrido por las bien perfiladas cejas, los párpados cerrados, la nariz perfecta antes de volver a mordisquear golosamente los labios.
- Lo sé... - Legolas fijó sus ojos azules en Aragorn antes de hablar.- Estaré esperando que regreses... No importa lo que pase después, no me importa nada...
Embelesado por la promesa implícita detrás de esa frase, Aragorn dejó que su mente elaborara imágenes de sus manos recorriendo el cuerpo de piel sedosa que ahora tenía entre sus brazos separados por infinitas capas de ropa. Después recapacitó.
- Primero arreglaré el asunto con Faramir, y cuando regrese, hermoso mío... Haremos las cosas bien. Me alienta saber que tu corazón corresponde al mío, pero no haré nada que pueda acarrearte problemas... Por ahora, recuérdame durante estos días.
Legolas asintió, sintiéndose doblemente complacido, porque ahora sabía que Aragorn no solo lo deseaba tanto como él, sino que tambien se preocupaba por él; al punto tal de posponer ese deseo para hacer las cosas del mejor modo posible.
Luchando con las ganas de mantener al elfo encerrado en el cálido círculo de sus brazos, Aragorn consiguió soltarlo y fue hacia la puerta para llamar a Haldir y Baldor. Luego de unas breves explicaciones al joven, Aragorn y Haldir se marcharon.
Esa noche, Legolas no pudo dormir.
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Un par de días mas tarde, Arwen contemplaba con mucha atención uno de los tantos obsequios que Legolas había recibido y que ahora eran parte de los adornos de la sala principal de la okiya. No sabía a ciencia cierta quién lo había enviado, pero era bastante costoso. Tyra-san entró en esos momentos.
- ¿Hermoso, verdad?
- Sí, Tyra-san... Hermoso en verdad, y muy costoso...- Arwen fingió estar realmente interesada en contemplarlo.- Legolas ha recibido regalos en verdad costosos, pero...
Dejó la frase inconclusa, sabiendo que eso haría picar la curiosidad de la mujer. Y tuvo razón.
- Pero... ¿Qué?
- Ay, Tyra-san... yo no tendría que decir nada, porque son solamente habladurías malintencionadas de gente que quiere perjudicar a nuestra okiya...
- ¿Perjudicar a nuestra okiya? Ahora no solamente tienes, sino que debes decírmelo.
Arwen se sentó cuidadosamente, cuidando cada plieque de su vestimenta, como si estuviese sopesando lo que iba a decir. Y así era, en efecto.
- Bueno... He oído que algunos se preguntan ya qué clase atenciones prodiga Legolas a sus clientes para recibir tales regalos... Como solamente es un aprendiz, se supone que no conversa mucho en las reuniones... ni puede todavía danzar en público... Por supuesto, son todas palabras llenas de veneno... Baldor está enseñando muy bien a Legolas, él nunca permitiría que hiciera algo así...
- Legolas es incapaz de hacer algo impropio.- dijo muy convencida la mujer, y Arwen estuvo a punto de lanzar una imprecación, pero se contuvo.- Pero eso no impide que las habladurías corran.
- No te preocupes, Tyra-san... Ya olvidarán esas cosas. Son personas envidiosas y malvadas, nada más.
- Hay un dicho que dice: "miente, miente, miente... que algo quedará..." y si estas cosas se corren demasiado, el buen nombre de Legolas podría quedar manchado, y eso...
Arwen se llevó la mano al rostro como si recién entonces se le ocurriese la idea.
- Oh... sus posibilidades de un 'mizuage' exitoso serían cada vez menores... Qué pena, pobre Legolas...
- Sí... A menos que...
- A menos que todas esas habladurías se corten Tyra- san... Sí, eso hay que hacer. Voy a prohibir a todas mis amigas que hablen de este tema.
- ¡No! Niña tonta, hacer eso sería incentivarlas a hablar más todavía.
- ¿Y entonces...?- preguntó cándidamente.
- Entonces...- la mujer meditó unos segundos en silencio y asintió levemente.- Si, eso debo hacer. Déjame ahora, Arwen, tengo que hacer planes.
Respetuosa, la elfa se levantó y luego de saludar se retiró. Había dicho las palabras justas en el contexto adecuado. Ahora solo tenía que esperar y ver si la mujer las reunía y llegaba a la conclusión que con tanto cuidado había implantado en su mente.
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Legolas caminaba sin demasiado apuro rumbo a la casa de Baldor mientras rememoraba la pequeña conversación que había mantenido con Tyra- san apenas minutos atras. En realidad, ni siquiera había sido una conversación, la mujer lo había llamado a la habitación para decirle apenas unas frases cortas.
- Necesito que Baldor venga a hablar conmigo mañana, Legolas. Ha llegado el momento de tu 'mizuage'.
Llegó a la casita, donde fue recibido por Sati, quien como de costumbre, lo hizo pasar y le preparó una reparadora taza de té mientras esperaba que Baldor se reuniese con él en la sala, cosa que sucedió al poco rato.
- ¿Hoy nos tocaba reunirnos...?- preguntó el joven, un tanto desorientado. Recién se levantaba de una siesta muy necesaria.
- No, pero vine porque la dueña de la okiya habló conmigo hoy y me pidió que trajese el mensaje. Dice que necesita hablar contigo, que ya es tiempo de mi 'mizuage'.
El elfo lo había dicho con tanta despreocupación, que Baldor que también estaba tomando té, casi se atraganta con el líquido.
- ¿El mizuage...? Pero... ¿Por qué...? Aún no estás listo.
- Sí, estoy listo, Baldor... El Maestro Egaldus dice que ya podría danzar en público sin ningún inconveniente y ya no tengo problemas con las presentaciones y todo eso...
- Legolas... ¿Sabes en qué consiste el mizuage?- preguntó Baldor, cortando las palabras del elfo.
- Bueno... Me dijiste que debo pasarlo para ser un geijin... ¿Es una ceremonia, verdad? Algo así como el 'misedashi' y la ceremonia que hicimos juntos...
Baldor tomó aire muy despacio, no había planeado en absoluto tener esa conversación justo en ese momento.
- Hay una ceremonia, la parte formal del asunto; pero no sería conmigo y todavía quedaría una parte... ehmm... personal.
- No te entiendo. Baldor. Sé más claro, por favor.
- Dijiste que nunca habías tenido ningún amante... ¿Qué tanto sabes acerca de... la intimidad entre las personas...?
Legolas no tuvo más remedio que sonreír ante la pregunta, aunque no pudo evitar un pequeño rubor.
- Baldor, soy inexperto; no ignorante... Tenía... tengo un hermano que se encargó de explicarme con bastante detalle ese asunto.
Por unos instantes, Legolas recordó el día que un entusiasta Elroy les había explicado tanto a Legolas como a Imrahil todos los descubrimientos que había hecho al respecto. Descubrimientos que abarcaban una no desdeñable cantidad de experiencias.
- Dije que nunca había tenido un amante...- se sonrojó levemente al aclarar ese punto.- Y es cierto... nunca tuve intimidad con otro varón... pero...
Por su parte, el joven humano agradeció en su fuero interior la existencia de ese hermano. Ya bastante difícil iba a ser explicar lo que seguía, y como era complicado, lo mejor era hacerlo en pocas palabras, lo más claras posibles.
- La okiya elegirá para tu mizuage... al cliente que presente la oferta más conveniente a cambio de... ser el primero en tener intimidad contigo.
En un principio, Legolas pensó que había oído mal. Definitivamente debía haber oído mal, simplemente no podía ser lo que Baldor le estaba dando a entender. Sin embargo, el rostro serio del joven casi lo hizo tambalear.
- Dime que no estás hablando en serio.- pidió en un susurro.
- No.- replicó Baldor con suavidad.- Legolas... ¿Nadie te había dicho de qué se trataba el mizuage antes de que quisieras ser geijin?
El elfo solo pudo negar en silencio. De hecho, nadie le había dicho absolutamente nada del lugar adonde se dirigía, ni lo que tendría que hacer. Lo que sabía, lo había ido descubriendo por sí solo, con errores y aciertos variados.
- Entonces, en nombre de todos los dioses... ¿Por qué juraste que harías todo lo que la dueña de tu okiya te indicara para ser geijin...? ¿Te das cuenta que si no hubieses hecho eso, ahora podrías retractarte...? Nada te obligaría a tener un mizuage.
- Pero... pero tampoco sería geijin...
- Definitivamente, no...
- ¿Qué pasaría si... si me niego?
- Principalmente quedarías con enormes deudas. Deudas que probablemente tendrías que pagar trabajando como criado en la okiya. Si llegara el caso que alguien pagara por ti, tendrías que dejar el Barrio... pero podrías volver a tu hogar.
- No, no podría... No sabiendo que he quebrantado mi palabra.
Las ideas revoloteaban locamente en la cabeza del elfo. Había jurado, había empeñado su palabra de honor en que sería obediente, que cumpliría todo lo que le indicaran... pero eso era demasiado. Y si no lo hacía, ya no cumpliría con lo que la Dama le había marcado como su destino. ¿Era su destino ser geijin? ¿O solo lo era estar junto a Aragorn?
Él había interpretado que debía ser geijin, si era su destino o no ahora no importaba, porque había jurado... y ese juramento lo obligaba a ser obediente, al menos hasta convertirse en geijin... Y para serlo debía pasar el mizuage.
El círculo simplemente se había cerrado dejándolo dentro.
- No puedo... no puedo hacer eso...- murmuró más para sí mismo que para Baldor.- ¿Por qué...?
Baldor creyó entender la pregunta.
- Porque es la única oportunidad para la okiya para recuperar y ganar por toda la educación que te ha dado. La escuela, las clases extra del Maestro Egaldus, los trajes... Lo que paguen por tu mizuage cubrirá todos esos gastos.
Hubo unos segundos de silencio.
- ¿Cual es entonces la diferencia entre nosotros y... como tú dices... lo que se puede obtener en las cantinas del nivel inferior de la ciudad?
Ante la pregunta, Baldor se irguió, ofendido.
- ¿Acaso te parezco igual a esos hombres? ¿Te parece que yo me entregaría a cualquiera por unas monedas?
- Lo siento... No quise ofenderte, Baldor, pero...
- Pero lo hiciste.- cortó el joven, levantándose para tratar de sosegarse un poco.
Intentando no seguir ofendiendo a su 'hermano mayor', Legolas continuó.
- Perdóname, no creo que seas igual... pero sinceramente, tampoco veo tantas diferencias.
Aunque las palabras continuaban siendo ofensivas para él, Baldor intentó explicar.
- Esta es la única oportunidad en que la okiya decidirá algo con respecto a tu vida íntima. Aunque la dueña de la okiya permitirá participar de las ofertas a dos o tres hombres de su elección, tú elegirás a los que quieras que participen o no. Eso, seguramente no lo tienen esos hombres que solo se arrojan en un lecho a esperar que los... tomen.- el joven respiró hondo antes de seguir.- Ahora, Legolas... Quisiera pedirte que te retires y pienses en lo que harás.
- Baldor...
- Ahora no, Legolas... Si seguimos hablando ahora, es probable que sí me sienta muy ofendido.
Dándose cuenta que sus palabras habían herido mucho al joven, Legolas se levantó en silencio y salió de la casa. No fue muy lejos, apenas bajó los escalones y se sentó allí.
La única intimidad que deseaba, la quería con Aragorn, con nadie más y era algo tan extraño y a la vez tan intenso que hasta le costaba admitirlo para sí mismo. Si al menos Aragorn estuviese en la ciudad, Legolas estaba seguro que no permitiría que nadie ofertara su mizuage, se aseguraría de ser el único participante del evento.
Pero no estaba, tampoco sabía a ciencia cierta cúando regresaría, y la dueña de la okiya parecía deseosa de llevar a cabo su mizuage muy pronto... Sus propias palabras se burlaron de él desde sus recuerdos.
"Nuestra raza no nos permite quebrantar la palabra empeñada. Debemos cumplir nuestros juramentos a cualquier precio."
Así que en realidad, ése era el precio. Si le agradaba o no, no tenía importancia, debía hacerlo porque ése era el juramento que había hecho. Ser obediente, y si la dueña de la okiya decía que debía presentar su mizuage, pues entonces debía hacerlo. Se levantó y volvió a entrar en la casa, sin llamar.
Baldor seguía en la sala, había vuelto a sentarse y parecía muy afectado aún por lo que habían hablado, por eso, levantó la vista asombrado. No esperaba que el elfo regresara tan pronto.
- Debo hacerlo.- dijo Legolas, aunque la voz no le salió tan firme como quería.- ¿Podemos...? ¿Podemos retrasarlo...?
Viendo la palidez en el rostro de su hermano menor, Baldor tuvo que asegurarse.
- ¿Estás seguro...?
- No me queda opción. Juré, tengo que cumplir... ¿Podríamos retrasarlo...?
- ¿Cuánto tiempo?
- Todo lo posible... Hasta que él vuelva...
- Podríamos intentar retrasarlo, Legolas, pero si la dueña de tu okiya decide que es tiempo, ni siquiera yo puedo impedirlo.
Desesperado, Legolas volvió a sentarse donde estaba antes.
- No quiero Baldor...
Dándose cuenta de una parte de los motivos reales para la desesperación de su 'hermano menor' Baldor decidió olvidar la ofensa recibida.
- Está bien, Legolas... Si te vas ahora, no tendrás que hacer tu mizuage. Tendrás que dejar Minas Tirith, para seguridad tuya, pero tengo un amigo... Fue mi hermano mayor hasta que se retiró, vive en las afueras de la ciudad. Te daré una nota para que te reciba en su casa, hasta que el rey vuelva.
- No, Baldor, no entiendes... No quiero, pero no puedo irme.
- ¿Por qué no? Nadie lo sabría.
- Yo lo sabría.- el elfo repasaba todas las posibilidades una y otra vez, buscando un leve resquicio en el que pudiera resguardarse para no cumplir con ese juramento, pero al parecer no lo había.
-Haldir.- dijo de pronto Baldor.
- ¿Cómo?
- Claro. Le pediremos que oferte en tu mizuage, que su oferta sea... imposible de superar, y entonces... pedirá tiempo para oficiar la ceremonia.
- ¿Eso se puede hacer...?
- Solo el cliente puede aplazar la realización. Una vez que obtenga el derecho, le pediremos que vaya a buscar al rey hasta Emyn Arnen y lo traiga de inmediato.
Parecía que había una pequeña posibilidad para el elfo y aquel se aferró a esa esperanza con uñas y dientes. El solo pensar en pedirle algo así al galadrim lo hacía enrojecer hasta la raíz del cabello, pero no tenía opción y así cumpliría su parte sin faltar a su palabra.
Al día siguiente, luego de hablar con la dueña de la okiya, Legolas y Baldor le explicaron los planes a Haldir. Aunque en un principio, aquel se negó, no tuvo más que ver la desesperación de Legolas para terminar accediendo.
Cuando se quedó a solas, el galadrim tuvo que enfrentar la idea que no tenía posibilidades de conquistar al elfo de Mirkwood. Sin embargo, aunque eso le causó un cierto desasosiego, no llegó a ser el dolor o la decepción que pensaba hubiese podido sentir si en verdad estuviese enamorado de él. Le atraía, sí; pero tal vez eso no era suficiente.
(-0-) (-0-) (-0-)
Legolas salió de la tina, y se envolvió en el lienzo que Baldor le alcanzó. Se secó, intentando aparentar una calma que no sentía.
Dos días después de la conversación con Haldir, Tyra-san le había dicho al elfo que por la tarde, iría un sanador de las Casas de Curación por lo tanto era imprescindible que Baldor estuviese con él. Con toda paciencia, y tacto, el joven había intentado explicarle a Legolas.
- El sanador debe verificar que... eres... inexperto. Solo será una revisión, Legolas, nada más.
- De ninguna manera. Nunca he tenido intimidad con nadie, lo juro.
- Eso está muy bien para mí, pero no para los clientes. Ya se hizo correr el rumor que estás disponible para el 'mizuage' y si deseas que tus 'ekubo' sean recibidos, tienen que llevar la certificación del sanador. Es lo primero que querrán saber... Que el elegido realmente será el primero para tí.
- No. No permitiré que me revisen... No dejaré que... me pongan un dedo encima.
- Si no lo permites, entonces los únicos que aceptarán tus 'ekubo' serán los guardias del perímetro exterior de la ciudad, quizás algún granjero y posiblemente todos los pastores de cabras del Mindolluin.
- No me interesa. Haldir los aceptará, incluso sin la certificación.
- Escucha, si alguien se entera que intentamos manipular tu mizuage, ambos seremos expulsados de aquí, así que le dije a Haldir que procediera como si fuese un mizuage normal. Por lo tanto, no aceptará tus 'ekubo' sino tienes la certificación. Y no tiene sentido que te enojes conmigo.- el joven cortó en seco la respuesta del elfo.- No soy yo quien quiere esto, es parte del ritual que debes obedecer.
Y eso, había terminado la discusión. Ahora Legolas se colocó la holgada camisa con el cuello azul, y encima la bata que Baldor le extendió inmediatamente después.
- ¿Estás listo?- preguntó el joven humano y el elfo solo asintió porque nunca hubiese podido decir que sí sin mentir.
Entonces Baldor fue hasta la puerta de la habitación y se asomó para dar aviso. Minutos después, ingresaron al recinto, la dueña de la okiya, y el sanador.
- ¿Este es el joven?- preguntó el hombre y entonces abrió desmesuradamente los ojos.- Es... es un elfo...
- Sí, éste es.- dijo Tyra-san sin prestar atención al asombro del hombre y le hizo una pequeña indicación a Fumio, que ingresó tambien portando una mesa baja que colocó en medio de la habitación.
Colocó una tela blanca sobre la misma y dispuso dos lámparas en un extremo.
- Quítate la bata y siéntate en ese lado, Legolas.- indicó Baldor.
Un poco automáticamente, el elfo hizo lo que le pedían, pero solo porque la camisa tenía apenas el largo justo para cubrirlo, de lo contrario nunca se hubiese quedado sin ropas interiores enfrente a dos desconocidos como lo eran el sanador y la dueña de la okiya.
- Acércate un poco hacia afuera... No tanto. Ahora recuéstate hacia atrás y coloca los pies en el borde.
Legolas miró a Baldor como si le hubiesen salido dos cabezas, y negó de modo apenas perceptible. Tenía los labios fuertemente apretados, pero el joven no se amedrentó por eso. Sabiendo de qué se trataba esa negativa, tomó la bata y la colocó sobre las rodillas del elfo.
- Hazlo ahora.
Cuando el elfo se reclinó y levantó las piernas sobre el borde, la bata formó una suerte de tienda que lo cubrió al menos de la vista de la mujer, que de cualquier modo no tenía ningún interés en observar. Tanto ella como Fumio y Baldor, se quedaron de pie del lado opuesto de la mesa, en tanto el sanador se colocaba en la posición adecuada para la revisión.
Absolutamente avergonzado, humillado, el elfo respiraba agitadamente, ahora sin poder ocultar la indignación que sentía. Y cuando de manera imprevista, las manos del sanador intentaron separarle las piernas para proceder a la verificación, no pudo evitar la reacción y disparó una de sus piernas con fuerza sobre el pecho del hombre que cayó hacia atrás, entontecido por el golpe.
Cuando intentó incorporarse, las fuertes manos de Fumio le sujetaron los brazos hacia atrás.
- ¡No...!- iba a empezar a forcejear, entonces Baldor se acercó a él mientras la escandalizada mujer ayudaba al sanador a levantarse.
Los ojos azules, estaban dilatados por la humillación e incluso Fumio sintió el temblor en el cuerpo que estaba sujetando.
- Legolas, ya habíamos hablado de esto...- intentó tranquilizarlo.- Respira hondo, una vez... dos. Una más. Bien, ahora por favor Fumio- san, suéltalo, ya no dará problemas.
- Solo serán unos segundos, Legolas... Si quieres que esto termine rápido, haz el favor de recostarte de nuevo.- con suavidad lo empujó hacia atrás y con cierta resistencia, el elfo se dejó guiar. Baldor murmuró a su lado.- Si quieres que te toque lo menos posible, abre las piernas por tí mismo, eso lo hará más fácil.
Legolas sabía que eso era cierto, pero saberlo no lo hacía más fácil y a decir verdad, estaba casi paralizado. De algún modo, consiguió hacer lo que le decían y luego se aferró con ambas manos a los bordes de la mesita. Si no se descargaba de algún modo, no estaba del todo seguro de poder contenerse cuando el hombre volviese a tocarlo.
Cerró los ojos con fuerza cuando sintió las manos sobre ciertas partes de su cuerpo que otro hombre había tocado y aunque el sanador fue totalmente profesional y rápido, esos segundos fueron lo más humillante que el elfo hubiese atravesado hasta ese momento. Solo abrió los ojos cuando sintió que con cierta gentileza le acomodaban las piernas hacia abajo.
Sentándose muy despacio, vio al hombre secándose las manos luego de haberse lavado.
- ¿Y bien...?- preguntó la mujer, impaciente.
- El elfo está intacto.- determinó con firmeza.- Felicitaciones, obtendrá excelentes ofertas por su mizuage.
- ¡Oh, perfecto!- exclamó sin ocultar su alegría.- Venga, le pagaré sus honorarios... Y necesitaré que extienda unos seis o siete certificados.
Ambos salieron de la habitación sin prestarle mayor atención a Legolas, que simplemente seguía sentado en la mesita, intentando dominar los intensos deseos que tenía de ocultar su vergüenza de todos. Baldor cruzó unas palabras con Fumio, aquel asintió y salió también.
Fumio regresó trayendo una taza de té, humeante y aromático que le extendió al elfo. Aquel lo miró por unos instantes sin atinar a tomarla, pero al final lo hizo. El hombre sonrió amablemente.
- Felicitaciones, Legolas. Tu mizuage será el mejor que haya tenido esta okiya, estoy seguro.- dijo, y se retiró sin esperar respuesta.
Fue mejor, porque Legolas no hubiese sabido qué responder a esa frase que para Fumio había sido una alabanza y un honesto deseo de éxito. Baldor se sentó a su lado sobre la mesita.
- Bebe el té, Legolas... Es tranquilizante.- indicó, y esperó hasta que el elfo bebiera unos cuantos sorbos. - Ahora solo nos queda la distribución de los 'ekubo'. Luego de eso, ya no hay nada más que debas hacer, la recepción de las ofertas no es algo en lo que podamos hacer mucho.
- Fue tan vergonzoso... jamás me había sentido tan avergonzado.
- La vergüenza no mata. Yo aún estoy con vida.- comentó risueñamente, intentando quitarle algo de tensión al momento.
Entonces Legolas recordó que Baldor tambien era un geijin y también habría tenido que pasar por ese momento.
- ¿Cómo pudiste soportarlo...?
- No fue fácil para mí tampoco... pero ya verás... Con el tiempo, podrás reírte de este día.
- No lo creo, Baldor.
- Bueno, ya pasó ahora, así que, a menos que pienses quedarte sin ropa interior toda la tarde, vístete y continuaremos con nuestros planes.
(-0-) (-0-) (-0-)
Al día siguiente, Baldor y él fueron hasta una pastelería y encargaron los 'ekubo'. Aunque ya había oído hablar de ellos, era la primera vez que Legolas los veía. Eran una especie de pastelitos con forma de almohadón con una pequeña depresión en medio, pintada de rojo. 'Ekubo' significaba precisamente eso: hoyuelo y en el preciso momento de ver la forma de los mismos, Legolas enrojeció hasta la punta de las orejas, sabiendo con exactitud cual sería el pensamiento de los hombres al recibirlos.
Era tradición que el aprendiz que presentaba el mizuage, ofreciera una cajita de 'ekubo' a los clientes que elegía para participar del evento. Dentro de la cajita, iba un sobre con la certificación que el sanador había extendido. Si el cliente aceptaba el presente, luego escribiría su oferta en la parte de atrás de la certificación y la remitiría a la okiya. El día que todas las ofertas hubiesen llegado, procederían a abrirlas y verificar cual era la mejor.
Cuando llegó el momento de entregarlos, Legolas se dio cuenta que el momento de la revisión no sería nada en comparación con lo que tenía por delante todavía. La mayoría de los aprendices, los daba al menos a diez o doce clientes, pero en el caso suyo, Baldor había decidido que no hubiese demasiados ofertantes, pero que fuesen importantes.
La idea tal vez hubiese resultado halagadora en otro caso, pero para Legolas, el asunto era tan penoso y desagradable, que casi agradecía no tener que dárselos a Aragorn. Sin embargo, sí tenía que dárselos a Haldir, si quería que lo ayudara. Y Baldor decidió que fuese él, el primero en recibirlos. Al menos, Haldir comprendería al elfo si cometía errores o se avergonzaba.
Como de costumbre cuando lo visitaban fuera de las reuniones, Haldir los recibió en un pequeño saloncito aireado y fresco. Sentado al extremo de la mesa, observaba a Legolas, con algo de lástima por el momento que estaba pasando, pero también sabiendo que tenía que superarlo para hacer frente a los otros hombres.
Aún de pie, Legolas hizo una pequeña reverencia y deslizó la cajita por encima de la mesa hasta que quedó frente al galadrim.
- Haldir, yo... ehm... Agradezco todas las atenciones que has tenido conmigo estos últimos tiempos... y... los obsequios que me enviaste... Yo... yo me sentiría muy honrado si aceptaras estos 'ekubo'.
Por supuesto, la frase no dicha e implícita en todo, era la invitación a participar de las ofertas del mizuage, pero era claro que nadie iba a decirlo en forma directa porque hubiese sido de mal gusto. Sabiendo que ése momento era particularmente importante para Legolas y como no quería avergonzarlo más de lo que ya iba a estarlo, Haldir decidió que pasaría por alto los titubeos y tartamudeos.
- Los acepto, y te agradezco que pensaras en mí para este evento.- dijo con mucha seriedad.
Tomó la cajita y con mucho cuidado quitó la cinta que sujetaba la tapa para abrirla. Ante la enrojecida cara de Legolas, la puso a un lado y sacó el sobre. Extrajo el papel y leyó con detenimiento la certificación del sanador que daba fe de la integridad del elfo. Luego la puso a un lado, tomó uno de los pastelitos y lo mordió con evidente beneplácito, mientras lanzaba una inequívoca mirada hacia él.
Incapaz de seguir martirizando a Legolas, que a esas alturas, como no sabía hacia donde mirar, había optado por dirigir la vista al suelo, dejó todo a un lado.
- Lo siento, Legolas, no era mi intención avergonzarte.- explicó al ver el rostro pálido de humillación.- Pero la mayoría de los hombres que recibirán tus 'ekubo' pueden actuar de un modo más o menos similar. Ahora al menos sabes qué puedes encontrar.
A pesar de que el momento había sido simplemente embarazoso, el elfo tuvo que darse cuenta que las intenciones del galadrim habían sido para su beneficio. No había pensado en la reacción que tendrían los otros, pero si era como Haldir decía; al menos ya estaba preparado para enfrentarlas. Aun así, le costó un poco calmarse lo suficiente como para ser agradecido.
Entregar el resto de los 'ekubo' fue igual de humillante, pero de algún modo, consiguió entregar la última cajita con el rostro neutro y para nada parecido al que solía tener en las reuniones.
Ahora solo tenía que esperar. La okiya había puesto como fecha límite unos tres días luego de recibido los 'ekubo' por lo tanto la mayoría tendría tiempo para contemplar sus finanzas y meditar la oferta que podían hacer y que estaban en condiciones de pagar.
El día que uno de los emisarios, lujosamente vestido llamó en el vestíbulo, y anunció que portaba la oferta de uno de los invitados, Legolas estuvo a punto de atragantarse con lo que estaba comiendo. Estaban almorzando y las miradas de las aprendizas y la de Arwen se posaron sobre él con una sonrisita comprensiva.
Por toda respuesta, y ante una seña de Tyra-san, Fumio fue hasta una de las habitaciones y regresó con un cofre de tamaño regular, cerrado con llave y con una pequeña ranura en la parte superior. Luego, los tres fueron hasta el vestíbulo.
Entonces enfrente de él, con Fumio por testigo, ella introdujo el sobre en la ranura del cofre y eso dio por finalizada la recepción de la oferta. El sobre quedaría allí dentro hasta que todos se hubiesen recibido.
(-0-) (-0-) (-0-)
El último sobre había entrado al cofre durante la tarde y Tyra-san había anunciado con evidente placer que por la mañana procedería a abrirlo y verificar las ofertas. En vista de la importancia del día que venía, Legolas no había ido a ninguna reunión esa noche, y estaba en un estado de nervios cercano a la histeria. En vista de eso, Fumio había preparado una buena dosis de té calmante para todos los que esa noche debían quedarse en la okiya.
Arwen regresó de su último compromiso bastante entrada la noche, se desvistió con ayuda de una de las otras jovencitas y luego se quedó unos minutos en la cocina, meditando sobre su buena suerte.
La partida del rey había sido algo inesperado, y sumamente provechoso para ella. Sin demasiado esfuerzo había conseguido implantar en la dueña de la okiya la idea de adelantar el mizuage del elfo entrometido. Las ofertas estaban completas, al día siguiente se abrirían y el mizuage se llevaría a cabo a lo sumo en dos días más.
Cuando el rey regresara, encontraría que su elfo dorado ya pertenecía a otro.
"Probablemente al galadrim... es increíble que ese elfo tenga tanta suerte. Aunque no sea con el rey, igual tendrá un gran mizuage, no creo que ese elfo de Lórien haya hecho una oferta despreciable... Sería tan interesante darle una mirada a esos sobres..."
Aguzó los oídos, pero no había nadie despierto en la okiya salvo ella, y eso terminó de decidirla. Atravesó el pasaje interno en completo silencio y llegó a la sala principal. Allí, en un mueble apartado, estaba el cofre cerrado. Volvió a escuchar antes de tomarlo.
Miró la cerradura antes de decidirse a tomar una de sus horquillas de pelo y tratar de abrirlo. Si no lo conseguía en los primeros intentos, lo dejaría. No iba a arriesgarse por una tontería, pero para su propia sorpresa, la cerradura evidenció ser para nada segura. La tapa cedió con facilidad.
Súbitamente contenta por el inesperado golpe de suerte, miró los seis sobres y tomando uno, leyó de quien provenía, lo abrió y extrajo el papel donde figuraba la cantidad. Era increíble que fuesen capaces de pagar tanto por un mizuage.
De pronto, ya no se sintió tan contenta. A pesar de haber sido oficiado por el rey, el suyo, había sido un mizuage ritual, la okiya había obtenido renombre y reconocimiento por eso, pero nada de valor efectivo. Ahora resultaba que el elfo también podía sobrepasarla en eso. Abrió el segundo y el descontento se convirtió en enojo. Para el tercero, ya era simplemente envidia feroz. La oferta del galadrim, la dejó sin aliento.
Ningún mizuage ritual conseguiría competir con esas cantidades y supo que su lugar preponderante en la okiya tenía fecha de vencimiento: al día siguiente, cuando abrieran el cofre.
"Te vas a arrepentir de haberte cruzado en mi camino, Legolas..." se dijo y con mucho cuidado acomodó los papeles. "Vas a recordar tu mizuage durante toda tu inmortal existencia".
Cerró el cofre y salió de la sala para dirigirse directamente a sus habitaciones. El día próximo sería muy interesante.
TBC...
N/A1: Bueno, creo que aquí debo separar los inventos míos de la tradición real. Como dije en una oportunidad, el mizuage real, solo era una ceremonia formal, en la cual la maiko pasaba a ser una geiko, y luego venia otra ceremonia conocida como 'erikae' o cambio de cuello. A partir de ese momento, el cuello bordado de la prenda interior pasaría de ser rojo a blanco. También cambiaban el estilo del peinado cambiándolo por uno más sobrio y formal.
N/A2: El reparto de los pastelitos llamados 'ekubo' es real. La jovencita que pronto se convertiría en geiko, entregaba una cajita de estos pastelitos a cada cliente que fuese a participar en la ceremonia del mizuage, lo cual era un gran honor. La elección de estos clientes recaía casi siempre en la 'okasan' la dueña de la okiya. Creo que la forma real de los pastelitos, era más bien similar al pecho de una adolescente, es decir, con una puntita apenas coloreada en rojo porque antes las niñas empezaban a prepararse para la carrera cuando tenían poquitos años, y llegaban a geiko siendo muy jovencitas.
N/A3: El mizuage en el sentido que usaré en el fic, era el que aparentemente se estilaba en los distritos donde las prostitutas se vestían como geikos para tener algo de respeto y prestigio (si no, cual es la gracia, eh?) Y prometo que será la única vez que meteré al elfito en algo así... ;-) Con respecto a la revisión por parte de un doctor que certificara que eran vírgenes se usaba en aquellos lugares y era lógicamente para dar más valor al mizuage. La terrorífica idea de poner la certificación en la cajita de 'ekubo' y el cambio de forma de los mismos, es solo parte de lo que mi retorcida mentecita puede hacer jejeje. Ya terminé con las notitas, pufs. Si algo no quedó muy claro, me avisan, plis.
Reviews:
Alym: Hola! Sí me tardé... Sorry... Y no tienes idea lo que me cuesta que no se encuentren todos con todos, vaya que sino se desarma todo el rollo antes de lo previsto. Te imaginas la carita de Elroy si viese a Leggy en medio de todo ese lío? Y viceversa... Creo que a mi elfito le dá un ataque. Con respecto a Imrahil, no te preocupes, ya pensé en eso también... No lo podemos hacer menos, pobechito. Y como todo estaba tan lindo, Arwen empezó a hacer cositas. Lo de esta vez no será nada... Muejejeje... Besitos.
Vania: Sí, por fin, verdad? Ja, se estaba poniendo difícil el elfo, casi y yo también lo ahorco. Tengo a Haldir en reserva, pero los celos del rey estarán a medias justificados... err... no diré más. Y si Aragorn pierde al elfito será por su propio orgullo, ufa. Las PC son a veces un dolor de cabeza... Ya sabes lo que decía Murphy... Si alguien quiere complicar las cosas, solo tiene que colocar un ordenador... O algo así. La cuidaré, sino, cómo subo mis locuras...?
Forfirith: Holis! Qué lindo que te haya gustado, a mí me agradó mucho escribirlo... Hacer que el elfito se pusiera en difícil y el reyecito en insistente, pero con un toquecito maligno también... Mira que hacerlo desear así en medio de esa reunión... Leggy pidiéndole opinión a la niña, jejeje... Lamento decirte que la bruja será más que un pelo en la sopa, será casi una cabellera completa y ya ves ahora. Sí, era ella, quien más, si la muy ·"$% está en todos lados. Causará muchos problemas y dolores, te voy avisando... Besotes.
Azalea: La niñita gustó... menos mal, es la primera vez que pongo un niño en un fic, es que no me sale escribir de un niño... Ah, así que también te gustó que Arwen se enterara? Sí era ella, pero no sé si te gusta lo que está haciendo... Envidia, rabia y por supuesto la ambición, vaya que me salió odiosa jejeje. Los hermanitos están en el tintero todavía, y el pretendiente de Imrahil va marchando, lo estoy preparando sicológicamente, pero ya lo he mencionado antes... Besitos.
Iona: Ja, tuvo que trabajar el reyecito para que le dieran permiso. Y sí, ya perdió la real cabeza por el elfo, pero todavía no se lo admitirá a nadie, a él menos... Cabezotas. Ya ves que Arwen no se iba a quedar de brazos cruzados luego de enterarse. Es una porquería y ya empezó a meter sus garras de arpía. Juntos, juntos... por supus, será al final del fic jajaja, pero primero yo haré de las mías, quiero decir, Arwen hará de las suyas. Tus preguntitas, a ver: sí, podrá enamorarse. También le será permitido tener pareja, de hecho, es un tema que aclararé en las notitas del final, porque son parte de la vida de las geiko... Sorry por la tardanza. Mi PC hizo piff y se murió pero ya la recuperé. Muchos besotes.
Monce: Hola! Ya dijo que sí, era tiempo, además también a él se le estaba haciendo agua la boca, pero era cuestión de un poquito de orgullo también. La condenadísima bruja, tan odiada por todas nosotras se desvive espiando al elfito, envidiosa culebra y así se entera de todo. Y como todas la extrañaban mucho, ya apareció y empezó a meter al elfo en problemas porque no es de las que envidian y se quedan con los brazos cruzados. Besos mil.
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 14
Inesperado, inevitable
El último día oficial de las celebraciones en Minas Tirith iba a ser especial. Aragorn había ocupado los últimos días verificando que todo estuviese en perfectas condiciones, nada tenía que salir mal porque planeaba disponer de toda esa jornada para estar con Legolas. Ya había tolerado bastante de las bromas de Faramir y Haldir y necesitaba tener una excusa para volver a ver a su elfo.
No se planteaba demasiado el por qué lo llamaba así en su fuero interno. Mi elfo. Mi Legolas. Solo sentía que era la manera correcta y se sentía muy bien al hacerlo.
El mensaje de la Dama Galadriel traído por Haldir no dejaba de rondarle por la cabeza.
La flor y el junco.
Había encontrado a los dos, pero ahora tenía que escoger al adecuado. Por supuesto no tenía que meditar mucho acerca de la elección que había hecho en beneficio de Legolas, pero no era tan fácil. Tenía muchas otras consideraciones que tomar antes de hacer una elección definitiva. Sacudió esos pensamientos de su cabeza por el momento.
(-0-) (-0-) (-0-)
A pesar de la informalidad, el almuerzo había sido frustrante para Aragorn. Había olvidado que tanto Baldor como Legolas y el resto de los geijin y geikos invitados por la Casa Real debían prestar una mínima atención a todos los presentes, de manera que durante gran parte de la mañana, el elfo había estado conversando con unos cuantos ministros y representantes de otras ciudades.
Ver que la pequeña y deslumbrante sonrisa era dedicada a otros, hacía que Aragorn tuviese serios deseos de salir corriendo a interponerse.
En un segundo que lo vio quedar solo, inició el ademán para levantarse e ir hacia él, pero alguien se interpuso en sus intenciones.
- Majestad... Qué fortuna encontrarlo a solas.
Aragorn no tuvo más remedio que dirigir la vista hacia quien le hablaba.
- Arwen.
- Me siento tan complacida que su Majestad recuerde tan bien mi nombre.- comentó levemente la elfa, sentándose a su lado, y con ello, también él tuvo que sentarse.
Había cambiado.
Si bien mantenía el vestuario, ahora no usaba esos complicados peinados que usaban la mayoría de las geiko. Había dejado su cabellera casi libre, pero conservaba los pasadores adornados con pequeñísimas perlas y flores. Ya no tenía el maquillaje tradicional sino que la piel lucía perfecta, casi traslúcida. El cambio era abrumadoramente beneficioso para Arwen, que ahora dejaba ver por completo la deslumbrante belleza élfica de la cual todos hablaban.
Por unos instantes, Aragorn no pudo dejar de contemplarla.
- Tenía la impresión que luego de mi ceremonia, su Majestad solicitaría mi compañía en otras oportunidades...
- No... No he tenido tiempo para reuniones, Arwen. Al menos hasta estos días.- dijo Aragorn, dándose cuenta hacia dónde derivaba la conversación y deseando salir del tema cuanto antes.
- Comprendo, Majestad. La atención de un reino tan vasto debe demandar toda su atención.
En realidad, lo que estaba demandando toda su atención, era que en aquel momento, Eomer estaba tomando asiento cerca de Legolas. Casi no prestó atención a lo que Arwen le estaba diciendo, solo podía mantener la mirada fija en la pareja que sentada en uno de los bancos situados bajo los árboles, conversaba, al parecer, con todo ánimo.
Aragorn sintió la pequeña y suave mano posarse sobre su brazo, pero tambien en ese instante Eomer pareció acercarse demasiado a Legolas y ya no pudo controlarse. Se levantó de repente, y solo la necesidad de dar una explicación antes de irse, hizo que no se lanzara hacia ellos.
- Yo... lo siento, Arwen... Tengo algo urgente que hacer. Con tu permiso.
Eomer se había acercado a Legolas, sin saber muy bien qué decir, solo dejándose guiar por la atracción que le despertaba la visión del elfo. Aquel, sin embargo, había comenzado a preguntarle cosas sobre sus llanuras, sobre la vida de los Jinetes, y Eomer no se había cuestionado mucho el porqué de esa curiosidad, sino que se había puesto a conversar tranquilamente sobre eso.
Hacía algún tiempo que era rey y eso le había significado dejar su puesto de Mariscal de la Marca, extrañaba esos días, y hablar de ellos hacía que su voz resonara y los ademanes se volvieran enérgicos y activos. Su entusiasmo se notaba en cada palabra. Y ese entusiasmo no había pasado desapercibido a Aragorn que luego de intentar una débil disculpa, se encaminó hacia ellos.
- Legolas.
Durante unos segundos, el silencio entre los dos fue un poco tenso, hasta que Eomer se decidió a intervenir. Conocía a Aragorn lo suficiente como para conocer esa mirada hosca.
- Elessar, realmente tus invitados son muy amables... Ya sabes lo difícil que me resulta hablar con la gente, y sin embargo Legolas consiguió sacar de mí mas de dos frases seguidas...
- Sí, amable realmente.- dijo con sequedad.
Si esperaba que el elfo se sintiera incómodo o avergonzado de alguna manera, tuvo una seria desilusión. Legolas lo miraba limpiamente, sin terminar de comprender del todo la actitud del humano.
Eomer, conciente que había despertado los celos del montaraz, se apresuró a acercarse y murmurar en su oído antes de marcharse.
- Ten calma, Elessar.- deliberadamente usó su nombre.- Piensa lo que vas a decir, o no habrá flores y dulces que arreglen tus tonterías esta vez.
Con una ligera reverencia al elfo, Eomer se unió a la gente que se dirigía al sitio donde ya se oían algunos toques de arpa.
- Tan interesante conversación no merecía ser interrumpida, tal vez...
- Tu amigo Eomer es un hombre agradable.- contestó Legolas, sin saber que esas palabras ponían todavía peor al montaraz.- Su relato era muy interesante, su descripción de las llanuras de Rohan hicieron que tuviese muchos deseos de conocer esas tierras. Nunca creí que un Jinete de la Marca tuviese tanta pasión para describir su lugar de origen.
Legolas comenzó a caminar hacia donde se oía la música, pero Aragorn lo guió levemente por el brazo hacia el lado opuesto de los jardines. Caminó en silencio junto al elfo durante unos minutos, hasta que se alejaron bastante de los pabellones que habían levantado para protección de los invitados. Cuando estuvo seguro que estaban bastante lejos, Aragorn giró hacia el elfo, enfrentándolo.
- No quiero que vuelvas a hablar con nadie... No quiero que les sonrías de ese modo.
- Eso es lo que hago, Aragorn. Hablo con los invitados, los mantengo entretenidos, y eventualmente debo sonreír, sino todos pensarán que sus presencias me son desagradables.- contestó Legolas.
- No me gusta que te miren como si estuviesen a punto de devorarte.- masculló entre dientes.
- La mayoría de los hombres lo hace...- ahora la mirada azul se posó con calma sobre el humano, causando una secreta revolución interna.- Tú también me miras así.
- Es distinto.
- Y también miraste así a Arwen.- terminó Legolas con suavidad demostrando que no había estado 'tan' enfrascado en el conversación con Eomer.
Aragorn solo se quedó unos instantes en silencio, dejando que su ánimo pasara de los celos, al enojo y luego a una interesante revelación. Sonriendo, esta vez con seguridad se acercó a su elfo, muy cerca hasta que pudo sentir su fresco aliento.
- ¿Eso te molestó?- susurró posando su rostro en el del elfo.
La sensación de la cuidada barba del humano sobre su piel no se sentía desagradable, todo lo contrario. Necesitaba mantener la cabeza en su sitio, pero no podía conseguirlo cuando Aragorn hacía esas cosas. Sintió las manos posándose sobre su cintura, y los labios del mortal buscaron el cálido lugar donde el cuello se unía al hombro para depositar allí pequeños y leves besitos que hicieron que el elfo dejara escapar el aire que tenía por alguna olvidada razón, guardaba en los pulmones.
- ¿De... debería haberme molestado?- consiguió preguntar.
- Para nada. Arwen no significa nada... - la lengua hizo un lento y sugestivo recorrido hasta la deliciosa oreja y disfrutó de ella, lamiéndola, recorriendo su forma. Hubo un leve gemido en respuesta a eso.
Olvidados los mutuos instantes de celos, finalmente los labios se encontraron, con algo de timidez al principio, pero luego; recordando las placenteras sensaciones que se despertaban, tomaron confianza. El aire no debía ser necesario, al menos no parecía serlo para ninguno de ellos en esos momentos de exploración.
Legolas debía intentar separarse, pero en realidad no quería hacerlo. Los fuertes brazos del rey lo mantenían firmemente sujeto, la delicada ternura de sus manos desmentían la ocasional rudeza de sus modales de montaraz, y a eso, el elfo encontraba muy difícil resistirse. Sin embargo las prevenciones de Baldor lo hacían tratar de imponer la razón. Había demasiada gente en los alrededores, cualquiera podía verlos, y eso era algo que no era bueno para él.
En un momento en que sus labios quedaron libres, se separó un poco. Las manos de Aragorn estaban intentando introducirse dentro del 'keikogi', empresa para nada fácil, considerando los cruces de la prenda. La separación del elfo hizo que tuviese que desistir de sus ideas.
- ¿Por qué todos ustedes usan tantas prendas encima...?- gruñó, frustrado.
- ¿Para prevenir cosas como ésta?- susurró Legolas, acomodándose la ropa mientras intentaba recuperarse.
Sentía la frustración del humano y la suya también, pero de momento, no había mucho más que pudiese hacer mientras veía al humano paseando molesto unos pasos más lejos. Al final, se sentaron juntos sobre el césped, a conversar, a una distancia prudencial hasta que llegó el momento de regresar.
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Luego del día tan entretenido, se acercaba el momento de la cena final, de manera que cada uno fue hacia las habitaciones que les habían sido asignadas para ese día. Baldor y Legolas, se prepararon en la misma habitación y salieron juntos rumbo al gran salón donde se haría la cena.
Por una cuestión de protocolo, debían entrar en un orden riguroso, de manera que ambos aguardaron a un lado hasta que les dieran la indicación. Otros geijin y algunas geiko se unieron al grupo y ya eran bastantes para el momento en que les permitieron entrar.
- Es una reunión formal, Legolas.- dijo la insidiosa voz suave tras él y avanzó hasta enfrentarlo.- Evidentemente no estás prestando bastante atención a la educación que te da Baldor, de lo contrario sabrías cual es el lugar que debe tener un aprendiz cuando está con sus hermanos mayores.
No hubiese valido de nada que Legolas intentara explicarle que no tenía ninguna intención de adelantarse a sus hermanos y hermanas mayores, si decía algo en presencia de todos ellos, solo conseguiría ganarse la animadversión de todos, de manera que solo se alejó en silencio.
El único inconveniente de la intervención de Arwen, fue que Legolas quedó relegado a una de las mesas externas, lógicamente donde se ubicaban los aprendices y los geijin de poco prestigio o con su fama en decadencia. Intentando no dejarse desanimar por eso, el elfo trató de pasar desapercibido, de no llamar la atención, al tiempo que con todo el disimulo que podía, miraba hacia la mesa central.
Como la mayoría de las cenas formales que él mismo había tenido como príncipe de Mirkwood, ésta fue tanto o más aburrida; y parecía que el tiempo no transcurría. Por cuarta o quinta vez, se corrió un poco para dejarle espacio al geijin que, a su lado ya estaba ebrio como una cuba y encima, tenía el horrible hábito de fumar en pipa.
Envuelto en la nube de humo, Legolas refrenó la tos, pero intentó volverse hacia el otro lado. No era propio que un aprendiz hiciera reconvenciones a un geijin establecido. Además, ése en particular, era el que había empezado a tramar con Arwen el día de su presentación, podía recordarlo bien. Tal vez lo mejor sería que saliera a tomar un poco de aire fresco a los corredores. La mano del geijin lo detuvo.
- Búscame dónde vaciar mi pipa.- pidió con voz ronca, y casi al punto, sonrió y tomándole la muñeca, le hizo volver la mano con la palma hacia arriba. Sin mediar otra cosa, y ante la azorada vista del hombre que estaba a su lado, vació las ardientes cenizas en la palma de Legolas, cuyo primer gesto ante la quemadura, fue sacudir los desechos.
Aquellos cayeron sobre la ropa del geijin, pero aquel estaba tan beodo que ni siquiera lo notó. Luchando con el ardor, el elfo se puso de pie y ensayó una rápida pero cortés reverencia ante él.
- Perdona, pero las cenizas están quemando tu 'hakama''... Con tu permiso.- alcanzó a balbucir antes de salir por la primera puerta que encontró.
Apenas estuvo fuera, revisó su mano.
- Eso debió doler...
Legolas levantó la vista y encontró muy cerca la gallarda presencia del rey de Rohan, que lo miraba, ceñudo como siempre. Sin esperar la respuesta del elfo, avanzó y le tomó la mano para inspeccionarla. Atónito, el elfo vio cómo Éomer acercaba la mano a su propio rostro y soplaba muy suavemente sobre la piel, para desprender las cenizas que aún habían quedado adheridas.
- Hay que limpiarlo mejor.- dijo, y llevó la mano y por supuesto a Legolas hasta un sitio adornado con grandes floreros. Quitó las flores, las arrojó a un lado y vertió con mucho cuidado el agua sobre la palma. Sin salir de su asombro, Legolas dio un pequeño respingo al sentir la fría sensación en la piel quemada.
- Majestad, yo... - empezó el elfo, pero la concentración de Éomer con su mano parecía imposible de romper.- No es grave... Apenas una quemadura.
- Claro. ¿Por qué no le dijiste nada a ese idiota?
- Él es un geijin establecido, uno de mis superiores, por decirlo de algún modo... Baldor me ha dicho que hay dos cosas fundamentales por cumplir en una reunión: primera, nunca seas irrespetuoso con tus 'hermanos mayores' y segundo: nunca te enfades ni seas grosero delante de un cliente. Y si la reunión es formal, esto es doblemente importante.
- Supongo que sí... Eso no impedirá que yo le rompa la cara más tarde.
El elfo estaba a punto de pedirle que ya lo dejara, porque estaba bien y pensaba con algo de diversión que todos parecían creer que él siempre necesitaba protección; pero entonces, una de las manos de Éomer le sujetó el rostro y luego sintió los labios llenos del rey de Rohan sobre los suyos.
En los primeros instantes, Legolas no atinó a hacer nada, pero luego, tomó conciencia de lo que estaba sucediendo y tratando de no ser brusco ni descortés, lo apartó.
- No...
Era preciso ver el rostro del hombre. Parecía genuinamente asombrado por lo que había hecho, como si hubiese ocurrido sin su consentimiento. Dio dos pasos atrás.
- Dioses... ¿Qué demonios estoy haciendo...?- fue el susurro desesperado.- Yo... lo siento... De verdad, Legolas, no sé qué se apoderó de mí... yo...
- Majestad...
- No, espera.- el hombre pareció tomarse un par de segundos para meditar lo sucedido y luego suspiró.- Mentiras. Sí sé lo que hice. Acabo de estropear una amistad de años con Aragorn... Pero supongo que podré culparte, Legolas... Ningún ser, hombre o elfo debería ser tan hermoso como tú.
El elfo permaneció en silencio, sin saber cómo proceder.
- No suena creíble, lo sé. Si te dijera que no he podido dejar de pensar en tí desde que te ví en aquella reunión... ¿Eso sonaría mas real?- meneó la cabeza, disgustado por su propia confesión.- Mucho menos, supongo... A pesar de que he visto cómo miras a Aragorn, permíteme hacerte esta pregunta... ¿No existe ninguna posibilidad de que me consideres dentro de tus sentimientos?
Viendo que las palabras de Éomer eran tan discretas como sinceras, supo que tenía que tener mucho cuidado con su respuesta, no quería herirlo, pero tampoco podía darle falsas expectativas.
- Majestad, me siento honrado por tener tu atención... pero lamentablemente, no puedo darte esperanzas en ese sentido. Me sentiré doblemente complacido si puedo contar con tu amistad y a la vez ofrecerte la mía. En cuanto a tu amistad con Aragorn... No temas por ella, no creo que sea necesario que sepa de esto. Siempre y cuando no vuelva a suceder.
Durante unos instantes, Éomer observó al elfo, notando la firmeza de sus palabras y aunque le costara aceptarlo, quizás fuese mejor así. Legolas y Aragorn se pertenecían, y él no tenía nada por hacer en medio. Resultaba dolorosamente gracioso que él nunca se hubiese sentido atraído de esa forma por nadie, y cuando finalmente sucedía, el corazón de ese alguien ya pertenecía a otro que no era él.
- No volverá a suceder.- afirmó.- Ahora me explico por qué Aragorn ha perdido la cabeza por tí. Hermosura, discreción... ¿Qué otros dones secretos y maravillosos tienes, Legolas? Aragorn es el hombre más afortunado que existe sobre la Tierra Media, espero que al menos sepa apreciarlo.
Un poco ruborizado por elogios que no acostumbraba recibir, Legolas no dijo nada, entonces Éomer volvió a tomarle la mano herida y con rapidez sacó de uno de sus bolsillos un pañuelo e improvisó una venda. Con gentileza cerró los dedos del elfo sosteniendo la pieza de tela suave.
- Consérvalo como un recuerdo de este día, Legolas. A partir de este momento, puedes contar con mi ayuda incondicional, si algún día necesitas la ayuda de Rohan, solo tienes que solicitarla.
Retrocedió de nuevo y le dedicó una solemne reverencia, luego de lo cual desapareció por las sombras del corredor.
- Interesante conquista, elfito...- comentó Arwen sonriente, apareciendo desde atrás de una columna.- Deberías aceptarlo... Convertirte en el favorito de un hombre poderoso como el rey Éomer aseguraría tu futuro.
- No quiero convertirme en el favorito de nadie.- dijo Legolas, tratando de ocultar su nerviosismo. No tenía idea de cuánto había visto u oído Arwen, pero no dudaba que no tardaría en ir a esparcir comentarios al respecto en cuanto saliera de su vista.
- Sí, claro... Yo solo te señalo que para un pobre elfito como tú, es un gran honor contar con el favor de un humano como el rey de Rohan, ya que nunca podrías aspirar a alguien de más importancia. El rey Elessar, por ejemplo... ¿Quien podría creer que prestaría atención a un simple aprendiz...? A menos que solo lo quiera para pasar un momento de placer, por supuesto.
Legolas apretó los puños, pero se negó a contestar.
- Oh, por supuesto, no he querido decir que tú te prestarías a eso, claro... Todos saben que Baldor te ha enseñado muy bien los 'valores' que debes proteger.
Viendo que no iba a obtener ninguna reacción de parte de Legolas, Arwen sonrió apenas y se retiró, dejando sembradas dos dudas en el corazón del elfo.
Primero, cuánto había escuchado y presenciado de lo ocurrido con Éomer, y segundo, hasta qué punto estaba enterada de lo que lo unía con Aragorn, porque sus observaciones habían sido demasiado puntuales para ser casualidad.
(-0-) (-0-) (-0-)
Imposible.
Era simplemente imposible de asimilar.
- El rey Elessar no puede preferirlo a él, no puede preferirlo antes que a mí... - se repitió, como un mantra religioso mientras se paseaba por el silencioso pasillo de la okiya.
Era de madrugada y apenas llegaba de su última reunión, por lo que todos estaban durmiendo, inclusive Legolas. Sin embargo, Arwen no había podido conciliar un descanso tranquilo desde que habían finalizado las celebraciones y de esto hacían ya dos largas semanas.
Haberlos visto besándose en un oscuro corredor había sido totalmente inesperado, difícil de asimilar. No podía creer lo que había presenciado y le había costado un enorme esfuerzo dominarse lo suficiente como para no armar un escándalo en ese mismo sitio. Escándalo que solo la hubiese perjudicado.
Necesitaba astucia y un examen detallado de la situación.
Había esperado que luego de oficiar su 'mizuage' el rey se mostraría más interesado en ella, pero había sucedido todo lo contrario. No había vuelto a solicitar su compañía en ninguna reunión, y el último día de las celebraciones, apenas había podido cruzar un par de palabras con él.
Había bastado con que otro acercara a Legolas para que el rey prácticamente saltara de su sitio, dejándola con la sonrisa en los labios. No iba a perdonar esa humillación, no iba a olvidarla con facilidad, pero tenía que elegir sus pasos con mucho cuidado y asestar un golpe que cortara esa relación de raíz.
Pensó en lo que había visto durante la cena, con el rey Eomer, pero eso no ayudaba, porque aquél había partido junto con sus hombres y la verdad es que apenas había llegado para oír el final de la conversación. Podía esparcir el rumor, pero si uno de ellos ya no estaba, sería casi inefectivo. No. Necesitaba algo rotundo, que golpeara al rey en lo más profundo de su orgullo y lo hiciera dejar al elfo.
Casi amanecía, y dio una vuelta más, tropezando con un cesto de ropa para lavar. Aquel cayó sobre uno de sus costados y las prendas se desparramaron. Eran las que Legolas había usado la noche anterior.
- ¿Es posible que esté en todos sitios donde dirijo la vista?- murmuró enfurecida, pisoteando el 'hadajuban' de suave color crema con el precioso cuello azul cosido en él.
Se quedó mirándolo por un largo minuto y luego, muy lentamente una idea empezó a formarse en su mente. Era sumamente arriesgado para ella, pero si resultaba podía ganarlo todo y el rey volvería a sus brazos, tal como había estado la noche de su mizuage. Solo tenía que esperar la ocasión justa.
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Aragorn se paseaba impaciente por la salita de la casa de Baldor, en un círculo interminable mientras Haldir lo contemplaba, esta vez comprendiéndolo un poco. Ambos estaban preocupados, porque el mensaje llegado desde Ithilien, además de urgente era peligroso.
Apenas unos días después de llegados de Minas Tirith, Faramir había caído presa de una enfermedad, misteriosa y por eso particularmente inquietante. El mensaje, enviado por Eowyn, hacía ver que muy poco podían hacer sus conocimientos de curación con la enfermedad de su esposo, y angustiada, solicitaba la ayuda de Aragorn. No cabía posibilidad de otra cosa que no fuese acudir, de manera que rápidamente, Aragorn había delegado el mando de la ciudad en el Concejo y partía con un pequeño contingente hacia Emyn Arnen.
Las sospechas de un atentado contra la vida de Faramir daban vueltas constantemente en su cabeza, al mismo tiempo que la advertencia de la Dama de Lórien. La tormenta que llamaba en las tres puertas de Minas Tirith. Acaso en ese momento, estuviesen resonando truenos de advertencia sobre la vida del príncipe de Ithilien.
Sin embargo no podía irse sin hacer algo sumamente importante primero. Y era ver a Legolas. Por eso, se había colado dentro del Barrio con la ayuda de Haldir y ahora esperaba impaciente que Baldor regresara con su elfo para ponerlo al tanto de lo que sucedía.
La puerta se abrió y Baldor entró seguido por Legolas. Aquel sonrió apenas entró y vio a Aragorn en el interior, pero la sonrisa se borró al instante al contemplar el rostro serio y concentrado.
- ¿Qué pasa...?
- Esperemos afuera, Baldor.- dijo Haldir, arrastrando al joven al exterior.
Lo primero que Aragorn hizo, antes de pronunciar palabra, fue enlazar la cintura de su elfo y atraerlo hacia sí. A pesar de su preocupación, Legolas permitió el abrazo como tambien el apasionado beso que siguió.
- No viniste solo a besarme... ¿Verdad?- preguntó, suspirando, e intentando quitar un poco de la preocupación que veía en el rostro del humano.
A pesar de todo, Aragorn sonrió.
- Más de una noche he soñado en venir... no sólo para esto...- dijo, y sus manos acariciantes evidenciaban qué era lo otro que planeaba.- Pero hoy es diferente.
- ¿Qué es lo que te preocupa tanto?
- Faramir.- en pocas frases le explicó lo sucedido, lo que sabían y los planes.- No quería que te enteraras mañana, con el resto de las personas... Tenía que venir a decírtelo. No estaré fuera mucho tiempo, serán solo algunos días, hermoso mío.
Una parte del corazón del elfo saltó al oír el modo en que el humano se dirigía a él. Era la primera vez que lo llamaba de esa forma, y se sentía maravillosamente bien. La otra parte captó el sentido de la frase.
- Prométeme que tendrás cuidado... No hay enfermedades tan graves, lo sé... Baldor me lo ha dicho... La gravedad de Faramir solo puede deberse a otra cosa...
Rápidamente, Aragorn puso un dedo sobre los labios de Legolas impidiéndole continuar.
- No lo menciones, no lo digas. Iré a Emyn a Arnen y trataré de aliviar a Faramir... solo espero no llegar tarde... ¿Me esperarás?
- No iré a ningún sitio.- declaró Legolas, sonriendo.- Solo tienes que regresar.
Por toda respuesta, Aragorn volvió a atrapar su boca, esta vez con renovada pasión y Legolas se entregó a eso, disfrutando la sensación plenamente.
- ¿Tienes una idea de cuánto te deseo...?- murmuró Aragorn, deslizando sus labios en un lento recorrido por las bien perfiladas cejas, los párpados cerrados, la nariz perfecta antes de volver a mordisquear golosamente los labios.
- Lo sé... - Legolas fijó sus ojos azules en Aragorn antes de hablar.- Estaré esperando que regreses... No importa lo que pase después, no me importa nada...
Embelesado por la promesa implícita detrás de esa frase, Aragorn dejó que su mente elaborara imágenes de sus manos recorriendo el cuerpo de piel sedosa que ahora tenía entre sus brazos separados por infinitas capas de ropa. Después recapacitó.
- Primero arreglaré el asunto con Faramir, y cuando regrese, hermoso mío... Haremos las cosas bien. Me alienta saber que tu corazón corresponde al mío, pero no haré nada que pueda acarrearte problemas... Por ahora, recuérdame durante estos días.
Legolas asintió, sintiéndose doblemente complacido, porque ahora sabía que Aragorn no solo lo deseaba tanto como él, sino que tambien se preocupaba por él; al punto tal de posponer ese deseo para hacer las cosas del mejor modo posible.
Luchando con las ganas de mantener al elfo encerrado en el cálido círculo de sus brazos, Aragorn consiguió soltarlo y fue hacia la puerta para llamar a Haldir y Baldor. Luego de unas breves explicaciones al joven, Aragorn y Haldir se marcharon.
Esa noche, Legolas no pudo dormir.
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Un par de días mas tarde, Arwen contemplaba con mucha atención uno de los tantos obsequios que Legolas había recibido y que ahora eran parte de los adornos de la sala principal de la okiya. No sabía a ciencia cierta quién lo había enviado, pero era bastante costoso. Tyra-san entró en esos momentos.
- ¿Hermoso, verdad?
- Sí, Tyra-san... Hermoso en verdad, y muy costoso...- Arwen fingió estar realmente interesada en contemplarlo.- Legolas ha recibido regalos en verdad costosos, pero...
Dejó la frase inconclusa, sabiendo que eso haría picar la curiosidad de la mujer. Y tuvo razón.
- Pero... ¿Qué?
- Ay, Tyra-san... yo no tendría que decir nada, porque son solamente habladurías malintencionadas de gente que quiere perjudicar a nuestra okiya...
- ¿Perjudicar a nuestra okiya? Ahora no solamente tienes, sino que debes decírmelo.
Arwen se sentó cuidadosamente, cuidando cada plieque de su vestimenta, como si estuviese sopesando lo que iba a decir. Y así era, en efecto.
- Bueno... He oído que algunos se preguntan ya qué clase atenciones prodiga Legolas a sus clientes para recibir tales regalos... Como solamente es un aprendiz, se supone que no conversa mucho en las reuniones... ni puede todavía danzar en público... Por supuesto, son todas palabras llenas de veneno... Baldor está enseñando muy bien a Legolas, él nunca permitiría que hiciera algo así...
- Legolas es incapaz de hacer algo impropio.- dijo muy convencida la mujer, y Arwen estuvo a punto de lanzar una imprecación, pero se contuvo.- Pero eso no impide que las habladurías corran.
- No te preocupes, Tyra-san... Ya olvidarán esas cosas. Son personas envidiosas y malvadas, nada más.
- Hay un dicho que dice: "miente, miente, miente... que algo quedará..." y si estas cosas se corren demasiado, el buen nombre de Legolas podría quedar manchado, y eso...
Arwen se llevó la mano al rostro como si recién entonces se le ocurriese la idea.
- Oh... sus posibilidades de un 'mizuage' exitoso serían cada vez menores... Qué pena, pobre Legolas...
- Sí... A menos que...
- A menos que todas esas habladurías se corten Tyra- san... Sí, eso hay que hacer. Voy a prohibir a todas mis amigas que hablen de este tema.
- ¡No! Niña tonta, hacer eso sería incentivarlas a hablar más todavía.
- ¿Y entonces...?- preguntó cándidamente.
- Entonces...- la mujer meditó unos segundos en silencio y asintió levemente.- Si, eso debo hacer. Déjame ahora, Arwen, tengo que hacer planes.
Respetuosa, la elfa se levantó y luego de saludar se retiró. Había dicho las palabras justas en el contexto adecuado. Ahora solo tenía que esperar y ver si la mujer las reunía y llegaba a la conclusión que con tanto cuidado había implantado en su mente.
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Legolas caminaba sin demasiado apuro rumbo a la casa de Baldor mientras rememoraba la pequeña conversación que había mantenido con Tyra- san apenas minutos atras. En realidad, ni siquiera había sido una conversación, la mujer lo había llamado a la habitación para decirle apenas unas frases cortas.
- Necesito que Baldor venga a hablar conmigo mañana, Legolas. Ha llegado el momento de tu 'mizuage'.
Llegó a la casita, donde fue recibido por Sati, quien como de costumbre, lo hizo pasar y le preparó una reparadora taza de té mientras esperaba que Baldor se reuniese con él en la sala, cosa que sucedió al poco rato.
- ¿Hoy nos tocaba reunirnos...?- preguntó el joven, un tanto desorientado. Recién se levantaba de una siesta muy necesaria.
- No, pero vine porque la dueña de la okiya habló conmigo hoy y me pidió que trajese el mensaje. Dice que necesita hablar contigo, que ya es tiempo de mi 'mizuage'.
El elfo lo había dicho con tanta despreocupación, que Baldor que también estaba tomando té, casi se atraganta con el líquido.
- ¿El mizuage...? Pero... ¿Por qué...? Aún no estás listo.
- Sí, estoy listo, Baldor... El Maestro Egaldus dice que ya podría danzar en público sin ningún inconveniente y ya no tengo problemas con las presentaciones y todo eso...
- Legolas... ¿Sabes en qué consiste el mizuage?- preguntó Baldor, cortando las palabras del elfo.
- Bueno... Me dijiste que debo pasarlo para ser un geijin... ¿Es una ceremonia, verdad? Algo así como el 'misedashi' y la ceremonia que hicimos juntos...
Baldor tomó aire muy despacio, no había planeado en absoluto tener esa conversación justo en ese momento.
- Hay una ceremonia, la parte formal del asunto; pero no sería conmigo y todavía quedaría una parte... ehmm... personal.
- No te entiendo. Baldor. Sé más claro, por favor.
- Dijiste que nunca habías tenido ningún amante... ¿Qué tanto sabes acerca de... la intimidad entre las personas...?
Legolas no tuvo más remedio que sonreír ante la pregunta, aunque no pudo evitar un pequeño rubor.
- Baldor, soy inexperto; no ignorante... Tenía... tengo un hermano que se encargó de explicarme con bastante detalle ese asunto.
Por unos instantes, Legolas recordó el día que un entusiasta Elroy les había explicado tanto a Legolas como a Imrahil todos los descubrimientos que había hecho al respecto. Descubrimientos que abarcaban una no desdeñable cantidad de experiencias.
- Dije que nunca había tenido un amante...- se sonrojó levemente al aclarar ese punto.- Y es cierto... nunca tuve intimidad con otro varón... pero...
Por su parte, el joven humano agradeció en su fuero interior la existencia de ese hermano. Ya bastante difícil iba a ser explicar lo que seguía, y como era complicado, lo mejor era hacerlo en pocas palabras, lo más claras posibles.
- La okiya elegirá para tu mizuage... al cliente que presente la oferta más conveniente a cambio de... ser el primero en tener intimidad contigo.
En un principio, Legolas pensó que había oído mal. Definitivamente debía haber oído mal, simplemente no podía ser lo que Baldor le estaba dando a entender. Sin embargo, el rostro serio del joven casi lo hizo tambalear.
- Dime que no estás hablando en serio.- pidió en un susurro.
- No.- replicó Baldor con suavidad.- Legolas... ¿Nadie te había dicho de qué se trataba el mizuage antes de que quisieras ser geijin?
El elfo solo pudo negar en silencio. De hecho, nadie le había dicho absolutamente nada del lugar adonde se dirigía, ni lo que tendría que hacer. Lo que sabía, lo había ido descubriendo por sí solo, con errores y aciertos variados.
- Entonces, en nombre de todos los dioses... ¿Por qué juraste que harías todo lo que la dueña de tu okiya te indicara para ser geijin...? ¿Te das cuenta que si no hubieses hecho eso, ahora podrías retractarte...? Nada te obligaría a tener un mizuage.
- Pero... pero tampoco sería geijin...
- Definitivamente, no...
- ¿Qué pasaría si... si me niego?
- Principalmente quedarías con enormes deudas. Deudas que probablemente tendrías que pagar trabajando como criado en la okiya. Si llegara el caso que alguien pagara por ti, tendrías que dejar el Barrio... pero podrías volver a tu hogar.
- No, no podría... No sabiendo que he quebrantado mi palabra.
Las ideas revoloteaban locamente en la cabeza del elfo. Había jurado, había empeñado su palabra de honor en que sería obediente, que cumpliría todo lo que le indicaran... pero eso era demasiado. Y si no lo hacía, ya no cumpliría con lo que la Dama le había marcado como su destino. ¿Era su destino ser geijin? ¿O solo lo era estar junto a Aragorn?
Él había interpretado que debía ser geijin, si era su destino o no ahora no importaba, porque había jurado... y ese juramento lo obligaba a ser obediente, al menos hasta convertirse en geijin... Y para serlo debía pasar el mizuage.
El círculo simplemente se había cerrado dejándolo dentro.
- No puedo... no puedo hacer eso...- murmuró más para sí mismo que para Baldor.- ¿Por qué...?
Baldor creyó entender la pregunta.
- Porque es la única oportunidad para la okiya para recuperar y ganar por toda la educación que te ha dado. La escuela, las clases extra del Maestro Egaldus, los trajes... Lo que paguen por tu mizuage cubrirá todos esos gastos.
Hubo unos segundos de silencio.
- ¿Cual es entonces la diferencia entre nosotros y... como tú dices... lo que se puede obtener en las cantinas del nivel inferior de la ciudad?
Ante la pregunta, Baldor se irguió, ofendido.
- ¿Acaso te parezco igual a esos hombres? ¿Te parece que yo me entregaría a cualquiera por unas monedas?
- Lo siento... No quise ofenderte, Baldor, pero...
- Pero lo hiciste.- cortó el joven, levantándose para tratar de sosegarse un poco.
Intentando no seguir ofendiendo a su 'hermano mayor', Legolas continuó.
- Perdóname, no creo que seas igual... pero sinceramente, tampoco veo tantas diferencias.
Aunque las palabras continuaban siendo ofensivas para él, Baldor intentó explicar.
- Esta es la única oportunidad en que la okiya decidirá algo con respecto a tu vida íntima. Aunque la dueña de la okiya permitirá participar de las ofertas a dos o tres hombres de su elección, tú elegirás a los que quieras que participen o no. Eso, seguramente no lo tienen esos hombres que solo se arrojan en un lecho a esperar que los... tomen.- el joven respiró hondo antes de seguir.- Ahora, Legolas... Quisiera pedirte que te retires y pienses en lo que harás.
- Baldor...
- Ahora no, Legolas... Si seguimos hablando ahora, es probable que sí me sienta muy ofendido.
Dándose cuenta que sus palabras habían herido mucho al joven, Legolas se levantó en silencio y salió de la casa. No fue muy lejos, apenas bajó los escalones y se sentó allí.
La única intimidad que deseaba, la quería con Aragorn, con nadie más y era algo tan extraño y a la vez tan intenso que hasta le costaba admitirlo para sí mismo. Si al menos Aragorn estuviese en la ciudad, Legolas estaba seguro que no permitiría que nadie ofertara su mizuage, se aseguraría de ser el único participante del evento.
Pero no estaba, tampoco sabía a ciencia cierta cúando regresaría, y la dueña de la okiya parecía deseosa de llevar a cabo su mizuage muy pronto... Sus propias palabras se burlaron de él desde sus recuerdos.
"Nuestra raza no nos permite quebrantar la palabra empeñada. Debemos cumplir nuestros juramentos a cualquier precio."
Así que en realidad, ése era el precio. Si le agradaba o no, no tenía importancia, debía hacerlo porque ése era el juramento que había hecho. Ser obediente, y si la dueña de la okiya decía que debía presentar su mizuage, pues entonces debía hacerlo. Se levantó y volvió a entrar en la casa, sin llamar.
Baldor seguía en la sala, había vuelto a sentarse y parecía muy afectado aún por lo que habían hablado, por eso, levantó la vista asombrado. No esperaba que el elfo regresara tan pronto.
- Debo hacerlo.- dijo Legolas, aunque la voz no le salió tan firme como quería.- ¿Podemos...? ¿Podemos retrasarlo...?
Viendo la palidez en el rostro de su hermano menor, Baldor tuvo que asegurarse.
- ¿Estás seguro...?
- No me queda opción. Juré, tengo que cumplir... ¿Podríamos retrasarlo...?
- ¿Cuánto tiempo?
- Todo lo posible... Hasta que él vuelva...
- Podríamos intentar retrasarlo, Legolas, pero si la dueña de tu okiya decide que es tiempo, ni siquiera yo puedo impedirlo.
Desesperado, Legolas volvió a sentarse donde estaba antes.
- No quiero Baldor...
Dándose cuenta de una parte de los motivos reales para la desesperación de su 'hermano menor' Baldor decidió olvidar la ofensa recibida.
- Está bien, Legolas... Si te vas ahora, no tendrás que hacer tu mizuage. Tendrás que dejar Minas Tirith, para seguridad tuya, pero tengo un amigo... Fue mi hermano mayor hasta que se retiró, vive en las afueras de la ciudad. Te daré una nota para que te reciba en su casa, hasta que el rey vuelva.
- No, Baldor, no entiendes... No quiero, pero no puedo irme.
- ¿Por qué no? Nadie lo sabría.
- Yo lo sabría.- el elfo repasaba todas las posibilidades una y otra vez, buscando un leve resquicio en el que pudiera resguardarse para no cumplir con ese juramento, pero al parecer no lo había.
-Haldir.- dijo de pronto Baldor.
- ¿Cómo?
- Claro. Le pediremos que oferte en tu mizuage, que su oferta sea... imposible de superar, y entonces... pedirá tiempo para oficiar la ceremonia.
- ¿Eso se puede hacer...?
- Solo el cliente puede aplazar la realización. Una vez que obtenga el derecho, le pediremos que vaya a buscar al rey hasta Emyn Arnen y lo traiga de inmediato.
Parecía que había una pequeña posibilidad para el elfo y aquel se aferró a esa esperanza con uñas y dientes. El solo pensar en pedirle algo así al galadrim lo hacía enrojecer hasta la raíz del cabello, pero no tenía opción y así cumpliría su parte sin faltar a su palabra.
Al día siguiente, luego de hablar con la dueña de la okiya, Legolas y Baldor le explicaron los planes a Haldir. Aunque en un principio, aquel se negó, no tuvo más que ver la desesperación de Legolas para terminar accediendo.
Cuando se quedó a solas, el galadrim tuvo que enfrentar la idea que no tenía posibilidades de conquistar al elfo de Mirkwood. Sin embargo, aunque eso le causó un cierto desasosiego, no llegó a ser el dolor o la decepción que pensaba hubiese podido sentir si en verdad estuviese enamorado de él. Le atraía, sí; pero tal vez eso no era suficiente.
(-0-) (-0-) (-0-)
Legolas salió de la tina, y se envolvió en el lienzo que Baldor le alcanzó. Se secó, intentando aparentar una calma que no sentía.
Dos días después de la conversación con Haldir, Tyra-san le había dicho al elfo que por la tarde, iría un sanador de las Casas de Curación por lo tanto era imprescindible que Baldor estuviese con él. Con toda paciencia, y tacto, el joven había intentado explicarle a Legolas.
- El sanador debe verificar que... eres... inexperto. Solo será una revisión, Legolas, nada más.
- De ninguna manera. Nunca he tenido intimidad con nadie, lo juro.
- Eso está muy bien para mí, pero no para los clientes. Ya se hizo correr el rumor que estás disponible para el 'mizuage' y si deseas que tus 'ekubo' sean recibidos, tienen que llevar la certificación del sanador. Es lo primero que querrán saber... Que el elegido realmente será el primero para tí.
- No. No permitiré que me revisen... No dejaré que... me pongan un dedo encima.
- Si no lo permites, entonces los únicos que aceptarán tus 'ekubo' serán los guardias del perímetro exterior de la ciudad, quizás algún granjero y posiblemente todos los pastores de cabras del Mindolluin.
- No me interesa. Haldir los aceptará, incluso sin la certificación.
- Escucha, si alguien se entera que intentamos manipular tu mizuage, ambos seremos expulsados de aquí, así que le dije a Haldir que procediera como si fuese un mizuage normal. Por lo tanto, no aceptará tus 'ekubo' sino tienes la certificación. Y no tiene sentido que te enojes conmigo.- el joven cortó en seco la respuesta del elfo.- No soy yo quien quiere esto, es parte del ritual que debes obedecer.
Y eso, había terminado la discusión. Ahora Legolas se colocó la holgada camisa con el cuello azul, y encima la bata que Baldor le extendió inmediatamente después.
- ¿Estás listo?- preguntó el joven humano y el elfo solo asintió porque nunca hubiese podido decir que sí sin mentir.
Entonces Baldor fue hasta la puerta de la habitación y se asomó para dar aviso. Minutos después, ingresaron al recinto, la dueña de la okiya, y el sanador.
- ¿Este es el joven?- preguntó el hombre y entonces abrió desmesuradamente los ojos.- Es... es un elfo...
- Sí, éste es.- dijo Tyra-san sin prestar atención al asombro del hombre y le hizo una pequeña indicación a Fumio, que ingresó tambien portando una mesa baja que colocó en medio de la habitación.
Colocó una tela blanca sobre la misma y dispuso dos lámparas en un extremo.
- Quítate la bata y siéntate en ese lado, Legolas.- indicó Baldor.
Un poco automáticamente, el elfo hizo lo que le pedían, pero solo porque la camisa tenía apenas el largo justo para cubrirlo, de lo contrario nunca se hubiese quedado sin ropas interiores enfrente a dos desconocidos como lo eran el sanador y la dueña de la okiya.
- Acércate un poco hacia afuera... No tanto. Ahora recuéstate hacia atrás y coloca los pies en el borde.
Legolas miró a Baldor como si le hubiesen salido dos cabezas, y negó de modo apenas perceptible. Tenía los labios fuertemente apretados, pero el joven no se amedrentó por eso. Sabiendo de qué se trataba esa negativa, tomó la bata y la colocó sobre las rodillas del elfo.
- Hazlo ahora.
Cuando el elfo se reclinó y levantó las piernas sobre el borde, la bata formó una suerte de tienda que lo cubrió al menos de la vista de la mujer, que de cualquier modo no tenía ningún interés en observar. Tanto ella como Fumio y Baldor, se quedaron de pie del lado opuesto de la mesa, en tanto el sanador se colocaba en la posición adecuada para la revisión.
Absolutamente avergonzado, humillado, el elfo respiraba agitadamente, ahora sin poder ocultar la indignación que sentía. Y cuando de manera imprevista, las manos del sanador intentaron separarle las piernas para proceder a la verificación, no pudo evitar la reacción y disparó una de sus piernas con fuerza sobre el pecho del hombre que cayó hacia atrás, entontecido por el golpe.
Cuando intentó incorporarse, las fuertes manos de Fumio le sujetaron los brazos hacia atrás.
- ¡No...!- iba a empezar a forcejear, entonces Baldor se acercó a él mientras la escandalizada mujer ayudaba al sanador a levantarse.
Los ojos azules, estaban dilatados por la humillación e incluso Fumio sintió el temblor en el cuerpo que estaba sujetando.
- Legolas, ya habíamos hablado de esto...- intentó tranquilizarlo.- Respira hondo, una vez... dos. Una más. Bien, ahora por favor Fumio- san, suéltalo, ya no dará problemas.
- Solo serán unos segundos, Legolas... Si quieres que esto termine rápido, haz el favor de recostarte de nuevo.- con suavidad lo empujó hacia atrás y con cierta resistencia, el elfo se dejó guiar. Baldor murmuró a su lado.- Si quieres que te toque lo menos posible, abre las piernas por tí mismo, eso lo hará más fácil.
Legolas sabía que eso era cierto, pero saberlo no lo hacía más fácil y a decir verdad, estaba casi paralizado. De algún modo, consiguió hacer lo que le decían y luego se aferró con ambas manos a los bordes de la mesita. Si no se descargaba de algún modo, no estaba del todo seguro de poder contenerse cuando el hombre volviese a tocarlo.
Cerró los ojos con fuerza cuando sintió las manos sobre ciertas partes de su cuerpo que otro hombre había tocado y aunque el sanador fue totalmente profesional y rápido, esos segundos fueron lo más humillante que el elfo hubiese atravesado hasta ese momento. Solo abrió los ojos cuando sintió que con cierta gentileza le acomodaban las piernas hacia abajo.
Sentándose muy despacio, vio al hombre secándose las manos luego de haberse lavado.
- ¿Y bien...?- preguntó la mujer, impaciente.
- El elfo está intacto.- determinó con firmeza.- Felicitaciones, obtendrá excelentes ofertas por su mizuage.
- ¡Oh, perfecto!- exclamó sin ocultar su alegría.- Venga, le pagaré sus honorarios... Y necesitaré que extienda unos seis o siete certificados.
Ambos salieron de la habitación sin prestarle mayor atención a Legolas, que simplemente seguía sentado en la mesita, intentando dominar los intensos deseos que tenía de ocultar su vergüenza de todos. Baldor cruzó unas palabras con Fumio, aquel asintió y salió también.
Fumio regresó trayendo una taza de té, humeante y aromático que le extendió al elfo. Aquel lo miró por unos instantes sin atinar a tomarla, pero al final lo hizo. El hombre sonrió amablemente.
- Felicitaciones, Legolas. Tu mizuage será el mejor que haya tenido esta okiya, estoy seguro.- dijo, y se retiró sin esperar respuesta.
Fue mejor, porque Legolas no hubiese sabido qué responder a esa frase que para Fumio había sido una alabanza y un honesto deseo de éxito. Baldor se sentó a su lado sobre la mesita.
- Bebe el té, Legolas... Es tranquilizante.- indicó, y esperó hasta que el elfo bebiera unos cuantos sorbos. - Ahora solo nos queda la distribución de los 'ekubo'. Luego de eso, ya no hay nada más que debas hacer, la recepción de las ofertas no es algo en lo que podamos hacer mucho.
- Fue tan vergonzoso... jamás me había sentido tan avergonzado.
- La vergüenza no mata. Yo aún estoy con vida.- comentó risueñamente, intentando quitarle algo de tensión al momento.
Entonces Legolas recordó que Baldor tambien era un geijin y también habría tenido que pasar por ese momento.
- ¿Cómo pudiste soportarlo...?
- No fue fácil para mí tampoco... pero ya verás... Con el tiempo, podrás reírte de este día.
- No lo creo, Baldor.
- Bueno, ya pasó ahora, así que, a menos que pienses quedarte sin ropa interior toda la tarde, vístete y continuaremos con nuestros planes.
(-0-) (-0-) (-0-)
Al día siguiente, Baldor y él fueron hasta una pastelería y encargaron los 'ekubo'. Aunque ya había oído hablar de ellos, era la primera vez que Legolas los veía. Eran una especie de pastelitos con forma de almohadón con una pequeña depresión en medio, pintada de rojo. 'Ekubo' significaba precisamente eso: hoyuelo y en el preciso momento de ver la forma de los mismos, Legolas enrojeció hasta la punta de las orejas, sabiendo con exactitud cual sería el pensamiento de los hombres al recibirlos.
Era tradición que el aprendiz que presentaba el mizuage, ofreciera una cajita de 'ekubo' a los clientes que elegía para participar del evento. Dentro de la cajita, iba un sobre con la certificación que el sanador había extendido. Si el cliente aceptaba el presente, luego escribiría su oferta en la parte de atrás de la certificación y la remitiría a la okiya. El día que todas las ofertas hubiesen llegado, procederían a abrirlas y verificar cual era la mejor.
Cuando llegó el momento de entregarlos, Legolas se dio cuenta que el momento de la revisión no sería nada en comparación con lo que tenía por delante todavía. La mayoría de los aprendices, los daba al menos a diez o doce clientes, pero en el caso suyo, Baldor había decidido que no hubiese demasiados ofertantes, pero que fuesen importantes.
La idea tal vez hubiese resultado halagadora en otro caso, pero para Legolas, el asunto era tan penoso y desagradable, que casi agradecía no tener que dárselos a Aragorn. Sin embargo, sí tenía que dárselos a Haldir, si quería que lo ayudara. Y Baldor decidió que fuese él, el primero en recibirlos. Al menos, Haldir comprendería al elfo si cometía errores o se avergonzaba.
Como de costumbre cuando lo visitaban fuera de las reuniones, Haldir los recibió en un pequeño saloncito aireado y fresco. Sentado al extremo de la mesa, observaba a Legolas, con algo de lástima por el momento que estaba pasando, pero también sabiendo que tenía que superarlo para hacer frente a los otros hombres.
Aún de pie, Legolas hizo una pequeña reverencia y deslizó la cajita por encima de la mesa hasta que quedó frente al galadrim.
- Haldir, yo... ehm... Agradezco todas las atenciones que has tenido conmigo estos últimos tiempos... y... los obsequios que me enviaste... Yo... yo me sentiría muy honrado si aceptaras estos 'ekubo'.
Por supuesto, la frase no dicha e implícita en todo, era la invitación a participar de las ofertas del mizuage, pero era claro que nadie iba a decirlo en forma directa porque hubiese sido de mal gusto. Sabiendo que ése momento era particularmente importante para Legolas y como no quería avergonzarlo más de lo que ya iba a estarlo, Haldir decidió que pasaría por alto los titubeos y tartamudeos.
- Los acepto, y te agradezco que pensaras en mí para este evento.- dijo con mucha seriedad.
Tomó la cajita y con mucho cuidado quitó la cinta que sujetaba la tapa para abrirla. Ante la enrojecida cara de Legolas, la puso a un lado y sacó el sobre. Extrajo el papel y leyó con detenimiento la certificación del sanador que daba fe de la integridad del elfo. Luego la puso a un lado, tomó uno de los pastelitos y lo mordió con evidente beneplácito, mientras lanzaba una inequívoca mirada hacia él.
Incapaz de seguir martirizando a Legolas, que a esas alturas, como no sabía hacia donde mirar, había optado por dirigir la vista al suelo, dejó todo a un lado.
- Lo siento, Legolas, no era mi intención avergonzarte.- explicó al ver el rostro pálido de humillación.- Pero la mayoría de los hombres que recibirán tus 'ekubo' pueden actuar de un modo más o menos similar. Ahora al menos sabes qué puedes encontrar.
A pesar de que el momento había sido simplemente embarazoso, el elfo tuvo que darse cuenta que las intenciones del galadrim habían sido para su beneficio. No había pensado en la reacción que tendrían los otros, pero si era como Haldir decía; al menos ya estaba preparado para enfrentarlas. Aun así, le costó un poco calmarse lo suficiente como para ser agradecido.
Entregar el resto de los 'ekubo' fue igual de humillante, pero de algún modo, consiguió entregar la última cajita con el rostro neutro y para nada parecido al que solía tener en las reuniones.
Ahora solo tenía que esperar. La okiya había puesto como fecha límite unos tres días luego de recibido los 'ekubo' por lo tanto la mayoría tendría tiempo para contemplar sus finanzas y meditar la oferta que podían hacer y que estaban en condiciones de pagar.
El día que uno de los emisarios, lujosamente vestido llamó en el vestíbulo, y anunció que portaba la oferta de uno de los invitados, Legolas estuvo a punto de atragantarse con lo que estaba comiendo. Estaban almorzando y las miradas de las aprendizas y la de Arwen se posaron sobre él con una sonrisita comprensiva.
Por toda respuesta, y ante una seña de Tyra-san, Fumio fue hasta una de las habitaciones y regresó con un cofre de tamaño regular, cerrado con llave y con una pequeña ranura en la parte superior. Luego, los tres fueron hasta el vestíbulo.
Entonces enfrente de él, con Fumio por testigo, ella introdujo el sobre en la ranura del cofre y eso dio por finalizada la recepción de la oferta. El sobre quedaría allí dentro hasta que todos se hubiesen recibido.
(-0-) (-0-) (-0-)
El último sobre había entrado al cofre durante la tarde y Tyra-san había anunciado con evidente placer que por la mañana procedería a abrirlo y verificar las ofertas. En vista de la importancia del día que venía, Legolas no había ido a ninguna reunión esa noche, y estaba en un estado de nervios cercano a la histeria. En vista de eso, Fumio había preparado una buena dosis de té calmante para todos los que esa noche debían quedarse en la okiya.
Arwen regresó de su último compromiso bastante entrada la noche, se desvistió con ayuda de una de las otras jovencitas y luego se quedó unos minutos en la cocina, meditando sobre su buena suerte.
La partida del rey había sido algo inesperado, y sumamente provechoso para ella. Sin demasiado esfuerzo había conseguido implantar en la dueña de la okiya la idea de adelantar el mizuage del elfo entrometido. Las ofertas estaban completas, al día siguiente se abrirían y el mizuage se llevaría a cabo a lo sumo en dos días más.
Cuando el rey regresara, encontraría que su elfo dorado ya pertenecía a otro.
"Probablemente al galadrim... es increíble que ese elfo tenga tanta suerte. Aunque no sea con el rey, igual tendrá un gran mizuage, no creo que ese elfo de Lórien haya hecho una oferta despreciable... Sería tan interesante darle una mirada a esos sobres..."
Aguzó los oídos, pero no había nadie despierto en la okiya salvo ella, y eso terminó de decidirla. Atravesó el pasaje interno en completo silencio y llegó a la sala principal. Allí, en un mueble apartado, estaba el cofre cerrado. Volvió a escuchar antes de tomarlo.
Miró la cerradura antes de decidirse a tomar una de sus horquillas de pelo y tratar de abrirlo. Si no lo conseguía en los primeros intentos, lo dejaría. No iba a arriesgarse por una tontería, pero para su propia sorpresa, la cerradura evidenció ser para nada segura. La tapa cedió con facilidad.
Súbitamente contenta por el inesperado golpe de suerte, miró los seis sobres y tomando uno, leyó de quien provenía, lo abrió y extrajo el papel donde figuraba la cantidad. Era increíble que fuesen capaces de pagar tanto por un mizuage.
De pronto, ya no se sintió tan contenta. A pesar de haber sido oficiado por el rey, el suyo, había sido un mizuage ritual, la okiya había obtenido renombre y reconocimiento por eso, pero nada de valor efectivo. Ahora resultaba que el elfo también podía sobrepasarla en eso. Abrió el segundo y el descontento se convirtió en enojo. Para el tercero, ya era simplemente envidia feroz. La oferta del galadrim, la dejó sin aliento.
Ningún mizuage ritual conseguiría competir con esas cantidades y supo que su lugar preponderante en la okiya tenía fecha de vencimiento: al día siguiente, cuando abrieran el cofre.
"Te vas a arrepentir de haberte cruzado en mi camino, Legolas..." se dijo y con mucho cuidado acomodó los papeles. "Vas a recordar tu mizuage durante toda tu inmortal existencia".
Cerró el cofre y salió de la sala para dirigirse directamente a sus habitaciones. El día próximo sería muy interesante.
TBC...
N/A1: Bueno, creo que aquí debo separar los inventos míos de la tradición real. Como dije en una oportunidad, el mizuage real, solo era una ceremonia formal, en la cual la maiko pasaba a ser una geiko, y luego venia otra ceremonia conocida como 'erikae' o cambio de cuello. A partir de ese momento, el cuello bordado de la prenda interior pasaría de ser rojo a blanco. También cambiaban el estilo del peinado cambiándolo por uno más sobrio y formal.
N/A2: El reparto de los pastelitos llamados 'ekubo' es real. La jovencita que pronto se convertiría en geiko, entregaba una cajita de estos pastelitos a cada cliente que fuese a participar en la ceremonia del mizuage, lo cual era un gran honor. La elección de estos clientes recaía casi siempre en la 'okasan' la dueña de la okiya. Creo que la forma real de los pastelitos, era más bien similar al pecho de una adolescente, es decir, con una puntita apenas coloreada en rojo porque antes las niñas empezaban a prepararse para la carrera cuando tenían poquitos años, y llegaban a geiko siendo muy jovencitas.
N/A3: El mizuage en el sentido que usaré en el fic, era el que aparentemente se estilaba en los distritos donde las prostitutas se vestían como geikos para tener algo de respeto y prestigio (si no, cual es la gracia, eh?) Y prometo que será la única vez que meteré al elfito en algo así... ;-) Con respecto a la revisión por parte de un doctor que certificara que eran vírgenes se usaba en aquellos lugares y era lógicamente para dar más valor al mizuage. La terrorífica idea de poner la certificación en la cajita de 'ekubo' y el cambio de forma de los mismos, es solo parte de lo que mi retorcida mentecita puede hacer jejeje. Ya terminé con las notitas, pufs. Si algo no quedó muy claro, me avisan, plis.
Reviews:
Alym: Hola! Sí me tardé... Sorry... Y no tienes idea lo que me cuesta que no se encuentren todos con todos, vaya que sino se desarma todo el rollo antes de lo previsto. Te imaginas la carita de Elroy si viese a Leggy en medio de todo ese lío? Y viceversa... Creo que a mi elfito le dá un ataque. Con respecto a Imrahil, no te preocupes, ya pensé en eso también... No lo podemos hacer menos, pobechito. Y como todo estaba tan lindo, Arwen empezó a hacer cositas. Lo de esta vez no será nada... Muejejeje... Besitos.
Vania: Sí, por fin, verdad? Ja, se estaba poniendo difícil el elfo, casi y yo también lo ahorco. Tengo a Haldir en reserva, pero los celos del rey estarán a medias justificados... err... no diré más. Y si Aragorn pierde al elfito será por su propio orgullo, ufa. Las PC son a veces un dolor de cabeza... Ya sabes lo que decía Murphy... Si alguien quiere complicar las cosas, solo tiene que colocar un ordenador... O algo así. La cuidaré, sino, cómo subo mis locuras...?
Forfirith: Holis! Qué lindo que te haya gustado, a mí me agradó mucho escribirlo... Hacer que el elfito se pusiera en difícil y el reyecito en insistente, pero con un toquecito maligno también... Mira que hacerlo desear así en medio de esa reunión... Leggy pidiéndole opinión a la niña, jejeje... Lamento decirte que la bruja será más que un pelo en la sopa, será casi una cabellera completa y ya ves ahora. Sí, era ella, quien más, si la muy ·"$% está en todos lados. Causará muchos problemas y dolores, te voy avisando... Besotes.
Azalea: La niñita gustó... menos mal, es la primera vez que pongo un niño en un fic, es que no me sale escribir de un niño... Ah, así que también te gustó que Arwen se enterara? Sí era ella, pero no sé si te gusta lo que está haciendo... Envidia, rabia y por supuesto la ambición, vaya que me salió odiosa jejeje. Los hermanitos están en el tintero todavía, y el pretendiente de Imrahil va marchando, lo estoy preparando sicológicamente, pero ya lo he mencionado antes... Besitos.
Iona: Ja, tuvo que trabajar el reyecito para que le dieran permiso. Y sí, ya perdió la real cabeza por el elfo, pero todavía no se lo admitirá a nadie, a él menos... Cabezotas. Ya ves que Arwen no se iba a quedar de brazos cruzados luego de enterarse. Es una porquería y ya empezó a meter sus garras de arpía. Juntos, juntos... por supus, será al final del fic jajaja, pero primero yo haré de las mías, quiero decir, Arwen hará de las suyas. Tus preguntitas, a ver: sí, podrá enamorarse. También le será permitido tener pareja, de hecho, es un tema que aclararé en las notitas del final, porque son parte de la vida de las geiko... Sorry por la tardanza. Mi PC hizo piff y se murió pero ya la recuperé. Muchos besotes.
Monce: Hola! Ya dijo que sí, era tiempo, además también a él se le estaba haciendo agua la boca, pero era cuestión de un poquito de orgullo también. La condenadísima bruja, tan odiada por todas nosotras se desvive espiando al elfito, envidiosa culebra y así se entera de todo. Y como todas la extrañaban mucho, ya apareció y empezó a meter al elfo en problemas porque no es de las que envidian y se quedan con los brazos cruzados. Besos mil.
