Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Aclaraciones2: A ver si pueden leer este capítulo sin dejar un mensajito, aunque sea para enojarse conmigo... :- )

Capitulo 15

Mizuage

Al día siguiente, muy temprano, Tyra-san se había levantado de muy buen ánimo. Presentía que las ofertas por el mizuage de Legolas habían sido mucho más que substanciosas, y tenía la intención de aprovechar al máximo la situación. Sabía que luego de eso, ya no estaría en capacidad de ordenar al elfo ningún otro acto de índole tan íntima, a lo sumo podría sugerirlo o aconsejarlo, pero no imponerlo.

Luego de vestirse en forma conveniente, se dirigió a la sala donde desayunaban pero antes de entrar, escuchó la voz de Arwen hablando, seguramente con alguna de las estudiantes de la okiya.

- ... Estoy segura que ese elfo de Lothlórien debe haber hecho una oferta impactante, pero lamentablemente, no deja de ser un simple Capitan de Guardias. Sé que Tyra-san elegirá lo más conveniente para la okiya... Supongo que algún ministro o algo así... Algo que represente no solo un ingreso que cancele las deudas de Legolas, sino tambien un prestigio para nuestra okiya...

La mujer no entró a la sala, pero los oídos de Arwen la oyeron alejarse, y sonrió porque la noche anterior había se 'equivocado' al guardar los papeles y la oferta del galadrim ahora, estaba en el sobre de alguien más que no solo era prestigioso, sino que tambien tendría a su favor la mejor de las ofertas.

Al atardecer, luego del almuerzo; Legolas junto a Baldor fueron convocados a la sala principal de la okiya, donde en presencia de ambos, se abriría el cofre y las ofertas.

Si hubiese podido decir que estaba ansioso, era poco, pero la cuidadosa educación que Baldor le había inculcado, hacía que su rostro se mostrara calmo, distendido, cuando la realidad, era que en su interior, estaba tambaleante de incertidumbre.

Con toda la ceremonia del caso, fue abierto el cofre, y frente a ellos, Tyra-san abrió el primer sobre, leyó la oferta y lo colocó sobre la mesa. Del mismo modo procedió con cada uno de ellos, tomándose unos cuantos segundos para estudiar cada papel, haciendo que incluso la calma marmórea de Baldor comenzara a flaquear.

- Realmente, Legolas, me sorprenden las ofertas que han hecho por tu mizuage. Es preciso destacar que parte de esto es, sin duda, fruto del trabajo impecable que Baldor ha hecho contigo.- miró por unos segundos más los papeles frente a ella y luego tomó uno.- He decidido conceder tu mizuage al señor Dervorin, Mayoral de las Casas de Curación de Gondor.

Durante los segundos que siguieron a esas palabras, Legolas simplemente permaneció impávido, sin poder creer lo que había oído, sintiendo que todo lo que había esperado se rompía en cientos de pedazos.

- Debes saber.- continuó Tyra-san, a quien no había pasado desapercibido el silencio del elfo.- que no he tenido en cuenta solamente la oferta, sino tambien el prestigio y los beneficios futuros que esta relación daría a nuestra okiya. La relación con el Mayoral de las Casas de Curación, será invalorable para nosotros.

Aún hubo silencio, y esta vez eso sí molestó a la mujer. Se suponía que el elfo debía estar sumamente agradecido por la elección tan buena hecha en su favor. Conciente del gesto de desagrado que empezaba a tener, Baldor reaccionó primero. A decir verdad, fue el que reaccionó.

Legolas continuaba helado, casi sin pestañear.

- Señora, estamos muy complacidos con tu elección, y esperamos que haya sido una decisión acertada desde todo punto de vista. No dudamos que hayas tenido en cuenta mucho más que el valor del mizuage, sino tambien todo lo que detallaste anteriormente... Espero que puedas disculpar a Legolas... Creo que se ha quedado sin palabras, pero sin duda se siente honrado por tu consideración.

Hizo una pequeña inclinación y codeó a Legolas para que al menos lo imitara, cosa que el elfo hizo sin saber con exactitud lo que estaba haciendo.

Tranquila ahora por las palabras de Baldor, la mujer respondió a la reverencia y con cuidado guardó todas las ofertas recibidas, eran personas que sin duda había que tener en cuenta para el futuro del elfo.

- Si me permites, señora; creo que será necesario que aleccione a Legolas sobre los pormenores de la ceremonia... Para que todo resulte bien. ¿Para cuando debo tenerlo listo?

- Había pensado en consultar al señor Dervorin, pero creo que será la espera normal en estos casos. En tres días.

- Si no te importa, iremos a conversar a mi casa, señora.

Ante un gesto afirmativo de la mujer, Baldor se puso de pie, y casi remolcó a un aturdido elfo hacia la salida y luego hacia el exterior.

Aun después de varios minutos de estar sentado en la sala de la casa de Baldor, Legolas continuaba sin hablar. El impacto de las palabras de la dueña de la okiya había sido demasiado fuerte como para que no acusara el golpe. Había estado seguro que Haldir iba a ser el elegido, y aunque hubiese preferido otra cosa, al menos, si tenía que elegir, sin duda alguna el galadrim hubiese sido 'su' elección.

- Si no dices algo en cinco segundos, voy a darte un golpe.- anunció Baldor.

- ¿Qué puedo decirte, Baldor? Había puesto todas mis esperanzas en Haldir, pero es claro que... las cosas están dispuestas de otro modo.

- ¿Entonces... qué vas a hacer...?

Era una pregunta que Legolas estaba haciéndose desde hacía ya un largo rato y a la que todavía no tenía respuesta.

- Aún podemos intentar algo.- dijo Baldor, poniéndose de pie.- Si Haldir sale ahora, tal vez pueda llegar a Ithilien a tiempo y encontrar al rey. No regresarán a tiempo, pero quizás puedan enviar un mensaje... Ni siquiera la dueña de tu okiya podría negarse al pedido del rey para participar en las ofertas de tu mizuage. Espera aquí. Volveré pronto.

Tomando su haori, salió dispuesto a hablar con Haldir y pedirle un nuevo favor.

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Sentado en el futón, Legolas sabía que al día siguiente era el día del mizuage. Pese a que Haldir había partido casi al momento de oír el pedido de Baldor, los tres tenían en claro que sus posibilidades de conseguir el objetivo eran mínimas. Y al llegar la noche sin tener ninguna noticia del galadrim, terminó con las esperanzas del elfo.

Tal como le había dicho a su 'hermano mayor' su inexperiencia con hombres era absoluta, pero no era eso lo que le causaba temor, era que no quería intimidad con nadie de ese modo. Tal vez por la situación, no podía recordar demasiado la fisonomía del Mayoral, a quien seguramente conocía de las reuniones y eso también lo inquietaba. No conocía en absoluto a ese hombre, no sabía cómo era, no podía decir casi nada de él.

"Y tendré que tener sexo con él... No puedo."

No se dio cuenta en qué momento se levantó sin hacer ningún ruido y buscó en el baúl donde guardaba sus escasas pertenencias. Sacó la ropa burda con la que había llegado a Minas Tirith y se vistió, también tomó un pequeño broche que Baldor le había prestado para sostener el 'haori'. Sabía que no había nadie despierto y aún así salió con todo sigilo. No necesitó trepar por el muro esta vez, ahora sabía dónde estaba la llave que cerraba la puerta principal. Solo tuvo que buscarla, abrir y salir.

El aire estaba fresco en la noche, y deslizándose entre las sombras, llegó hasta el paredón que separaba el Barrio del resto de la ciudad. Los portones estaban cerrados pero sin cerrojo ya que del otro lado, los custodios vigilaban que no entrara nadie que no perteneciera al lugar. Legolas conocía ahora la ronda que hacían esos hombres y no le resultó difícil buscar el momento en que se alejaran para trepar la pared y saltar del otro lado.

Se alejó corriendo rumbo a la puerta de acceso al nivel siguiente y no se detuvo hasta que se encontró, de pronto ante el túnel de la Gran Puerta.

El silencio de la noche solo se alteraba de vez en cuando por el paso de los guardias que hacían las rondas por los parapetos superiores, y desde allí vigilaban tanto el exterior como el interior de la ciudad. Ahora, necesitaba salir, pero no podía esperar a que abrieran la puerta, porque para ese momento en la okiya ya se habrían dado cuenta de su huída. Avanzó a través del túnel semi oscuro.

-¡Alto! ¿Quién anda?- demandó el guardia, acercándose amenazando con su lanza.- ¡Conteste!

- No estoy armado...- contestó Legolas, y avanzó muy despacio hacia la luz de la antorcha más cercana.

- Vaya, eres tú otra vez, elfo... ¿Qué haces de nuevo por aquí?

Esas palabras sorprendieron un poco a Legolas, que tardó un poco en recordar al guardia que una vez, hacía ya bastante había ayudado con su problema en la puerta. Y decidió aprovechar eso también.

- Yo... necesito salir de la ciudad.- dijo, antes de poder arrepentirse.

- Todavía va a tardar un poco en abrirse la puerta, faltan dos o tres horas para el amanecer.

- No, no me comprendes... Necesito salir de la ciudad ahora... Por favor, tengo que irme esta noche.

- Lo siento, pero eso no puede ser.

- Por favor... Yo te ayudé en aquella ocasión, ahora necesito que me ayudes... Tengo que irme.- desesperado, rebuscó en los bolsillos del pantalón y extrajo el broche. Se lo extendió al hombre al tiempo que hablaba.- Mira, sé que no es mucho, pero es lo único que tengo... Te lo daré si me permites salir. Yo puedo ayudarte a abrir, apenas un poquito, no necesito mucho espacio... Y también puedo ayudarte a cerrar cuando esté del otro lado... Por favor, te lo suplico...

El hombre miró el broche. Era evidentemente costoso, una joya fina y elaborada. Aunque se cuestionó qué hacía el elfo con esa alhaja, no lo preguntó, sino que se limitó a pensar durante un largo minuto. Luego habló con mucha calma.

- ¿Sabes algo...? Ese broche podría comprar muchas cosas para mi esposa y mis hijos... Pero también compraría muchas noches de insomnio para mí. Soy un hombre mediocre, un soldado regular, gano un salario regular, y en general, mi vida es regular... Pero cuando voy a dormir, abrazo a mi mujer, beso a mis hijos, y me digo que a pesar de todo, les heredaré una vida honorable porque he cumplido con mis deberes de forma digna y honesta. Si acepto tu broche y te dejo salir, habré faltado a la palabra que di cuando me encargaron esta tarea, y eso no me dejaría en paz por el resto de mis días...

Legolas oía las palabras del hombre y cada una de ellas parecía taladrarle el corazón. Parecía como si su padre estuviese hablándole desde la distancia a través de ese mortal que le recordaba el valor de la palabra empeñada. De pronto sintió una profunda vergüenza de sí mismo. Ese hombre, que no era más que un soldado, dejaba escapar esa posibilidad por cumplir con una promesa, y él, príncipe elfo, noble de nacimiento, estaba huyendo para no cumplir un juramento dado.

Y no solo eso, por huir, había tomado ese broche que a fin de cuentas, era de Baldor, no suyo; y con él había intentado quebrantar el honor de ese hombre. Supo, sin lugar a dudas, que si su padre estuviese con él, podría repudiarlo, no por lo que podría suceder en el mizuage, sino por lo que había intentado hacer para librarse de eso.

Legolas contempló largamente el broche y respirando hondo tomó una decisión.

- Gracias... Acabas de recordarme muchas cosas que había olvidado.

- No puedo dejarte salir.

- Lo sé, no volveré a pedirte eso... - dio la vuelta para regresar.- Dale un gran abrazo a tu mujer y besa a tus hijos cuando vuelvas a tu casa, soldado...

No regresó hacia la okiya, sino que se dirigió hacia el jardín que había al final del Barrio, allí donde había encontrado a Aragorn por primera vez y de nuevo se sentó a reflexionar porque las palabras de ese hombre le habían recordado que había cosas mucho más importantes que una noche con un desconocido, aunque en forma personal, eso significara una enormidad para él.

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El revuelo en la okiya cuando al amanecer descubrieron que Legolas no estaba, fue enorme. Tyra-san se enojó muy seriamente con Fumio, quien no sabía qué decir, ya que era su completa responsabilidad cuidar de quienes habitaban en esa casa. Y en ese caso, cuidar significaba asegurarse que nadie saliera sin el permiso adecuado.

De inmediato, un mensajero salió rumbo a la casa de Baldor, tanto para asegurarse que el elfo no estuviese allí, como para ponerlo al tanto de la situación. Al enterarse, el joven no pudo sino comprenderlo, pero ahora tenía que ir a hacer frente a esa situación. Rápidamente se vistió y salió hacia allá.

El desconcierto en la okiya aún era generalizado, y la única que mantenía una calma apacible era Arwen mientras Tyra-san continuaba reprochando, ahora no solo a Fumio, sino tambien a Baldor. En medio de ese embrollo, la puerta de la sala se abrió y Legolas entró dejando a todos asombrados.

- ¿Se puede saber dónde estabas??- casi gritó la mujer.

- En el jardín del Barrio... Necesitaba pensar. Lamento haber causado tanto alboroto, señora.

Las calmadas palabras del elfo hicieron que la furia de la dueña de la okiya vacilara un poco. Después de todo, el elfo no había querido escapar, entonces.

- Espero que no habrás arruinado tu mizuage.- dijo, no obstante.

- No señora. El... Mayoral no tendrá objeciones del mizuage.- respondió sabiendo a la perfección cual era el temor de la mujer: que hubiese pasado la noche con alguien más.

- Entonces olvidemos este incidente, tenemos muchos preparativos para hoy.

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De todos los días en la vida de un geijin o una geiko, el del mizuage era el más importante, pero en el caso de Legolas, sería tambien inolvidable.

Por más que Baldor había intentado hablar con él con respecto a lo sucedido durante esa noche, el elfo mantuvo un hermetismo casi histérico al respecto y al final desistió, limitándose a aleccionarlo con respecto a los detalles de la ceremonia y lo que se esperaba de él para esa noche.

Al anochecer, luego de un largo baño, convenientemente peinado y vestido, Legolas esperó que Baldor lo acompañase a la escuela, donde se celebraría la parte ritual del mizuage.

Como era una ocasión formal, el hakama y el haori eran negros, con algunos ribetes en plata, el keikogi blanco hacía parecer aún más blanca la piel del elfo. Los únicos detalles de color eran el pequeño cuello azul de la camisa interior y los ojos, tan azules como aquel.

En una salita privada, destinada a esos fines, se celebró una pequeña ceremonia muy parecida a la que Baldor y Legolas habían llevado a cabo para el misedashi, con algunos pocos testigos: los maestros, Fumio, Tyra-san y por supuesto Baldor.

Sentados a una pequeña mesa baja, Legolas había servido una pequeña cantidad de licor en una copa, y la había ofrecido con gesto amable al Mayoral quien bebió de la misma y luego la devolvió para que el elfo hiciera otro tanto. Despues, tomó el cuenco con unos ekubo y lo ofreció al hombre, que tomó uno, y esperó a que Legolas hiciese lo mismo.

Al finalizar la ceremonia, todos pasaron a otro de los salones que habían preparado con una cena de celebración. A diferencia del misedashi, esta era más íntima y solo asistían los que habían presenciado la ceremonia anterior. Como si estuviese en trance, Legolas se limitó a permanecer en su sitio, intentando probar algún bocado ocasional, pero sin tener la presencia de ánimo para hacer otra cosa.

En algunos instantes de distracción, había aprovechado para mirar al hombre que había ganado el derecho a su mizuage. Ahora sí lo recordaba. El Mayoral solía estar en algunas reuniones y en ellas destacaba por ser algo adusto y bastante serio. En ese mismo momento no parecía en absoluto entusiasmado por la posibilidad que pronto tendría a su alcance.

Era de complexión robusta, sin llegar a ser obeso, alto de ojos oscuros y piel trigueña. Las ropas eran severas y oscuras, en conjunto se veía digno y serio.

Baldor le había aconsejado a Legolas que se mantuviese concentrado durante la ceremonia, y considerando lo que tendría que pasar, eso no le costó nada al elfo, que mantenía una lucha con un creciente nerviosismo.

Nerviosismo que se convirtió en desesperación cuando el Mayoral se excusó con los presentes y se retiró hacia la casa donde pronto ellos debían reunírsele, ya que siendo su hermano mayor, Baldor era el encargado de escoltarlo.

Una media hora después, Tyra-san, hizo una seña a Baldor y aquel le indicó a Legolas que ya era tiempo de retirarse.

El pequeño carruaje los llevó hasta una hermosa casa situada en el mismo nivel del Barrio, una hostería mucho más lujosa que la 'Hostería Vieja' del nivel inferior y obviamente destinada a viajeros pudientes. Una vez allí, Baldor lo acompañó hasta una habitación de escasas dimensiones, contigua a la que ocuparían esa noche y una vez allí le ayudó a quitarse el haori, y las botas, porque el elfo continuaba parado en medio del recinto sin hacer ningún movimiento.

- Tienes que reaccionar, Legolas.- dijo Baldor, parado frente a él.- No puedes estar así. Entiende esto, no se espera que sepas hacer nada, de manera que no puede exigirte que hagas nada. Y si él trata de hacer algo... impropio, puedes negarte.

- Todo esto es impropio...- musitó al fin.- Pero es lo que debe ser... ¿Tengo que...? ¿Tengo que desvestirme...?

- No, supongo que él se encargará de hacerlo; pero puedes quedarte con el 'hadajuban' si lo deseas.

Legolas no podía reprimir los deseos que tenía de salir corriendo y no detenerse jamás, pero eso no era digno. Ya había tomado su decisión, ahora tenía que llevarla a cumplimiento. Después del mizuage, estaría libre para hacer lo que quisiera. Solo esperaba que Aragorn estuviese lo bastante interesado en él como para resistir la desilusión que tendría al regresar.

Eliminó el pensamiento con toda la fuerza que fue capaz de reunir. Lo último que necesitaba era tener a Aragorn en la mente. Giró y empujó la puerta que lo llevaba a la otra habitación.

- Estaré esperando aquí, por si me necesitas.- dijo Baldor y Legolas, solo asintió y cruzó la puerta cerrandola tras él.

La habitación del otro lado, era agradable, cálida. Muebles de madera oscura muy trabajados, las ventanas tenían las cortinas corridas, de manera que era imposible ver hacia afuera y la chimenea esparcía un leve calor. Los pasos, de por sí leves del elfo, fueron atenuados aún más por la mullida alfombra que cubría gran parte del piso de madera.

La cama no tenía mantas, pero las sábanas de color marfil se veían suaves y muy hermosas. Legolas casi dio un salto cuando una puerta cercana se abrió dejando pasar al Mayoral.

Venía envuelto en una bata de color gris, el cabello oscuro húmedo, evidentemente había tomado un baño antes. Ahora se veía mucho más distendido que cuando estaban en la cena, y se acercó a Legolas con seguridad, mirándolo detenidamente. El elfo tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para no retroceder.

La mano del hombre avanzó hacia él, y tomándo un mechón de pelo, lo deslizó entre los dedos, disfrutando la suavidad y el brillo del mismo.

- Eres hermoso.- dijo apenas mientras dejaba caer las hebras doradas.

- Gracias.- fue lo único que Legolas pudo decir. "Que no intente besarme... Elbereth... que no intente besarme..."

- Creo que necesitamos algo para calmarnos.

Diciendo así, pasó a su lado y de una mesita cercana, tomó un botellón y sirvió dos copas. Con gentileza alcanzó una al elfo, que la tomó sin dudarlo. Era evidente que el mortal no necesitaba calmarse, solo él estaba a punto de correr, de modo que tomó todo el contenido de una sola vez ante el gesto de asombro del hombre.

Legolas sintió el calor del licor bajando por su garganta y reconfortándolo un poco.

- Si es así como beben los elfos, me disculparás que no te ofrezca otra copa... No quiero que vayas a dormirte esta noche.

El Mayoral tomó la copa de manos de Legolas y volvió a cruzar a su lado para dejarlas en su lugar original. Solo cuando el elfo sintió las manos posándose sobre sus hombros, se dio cuenta que el hombre quería comenzar con lo previsto y no pudo evitar ponerse tenso.

Las manos le masajearon los hombros, buscando relajarlo.

- No estés tan nervioso... Tendré cuidado.

Aunque esas palabras buscaban tranquilizarlo, no podía decirse que consiguieran mucho y cuando el hombre las deslizó por sus brazos, y finalmente las posó sobre sus caderas, Legolas cerró su mente a cualquier otro pensamiento que no fuese que aquello terminara rápido de una vez.

Sintió el otro cuerpo apoyarse detrás, aunque no fue mas que el acercamiento que se produjo cuando el hombre deslizó los brazos hacia adelante, para deshacer el nudo el obi y dejarlo caer. Era evidente que tenía experiencia en esas cosas, porque a pesar de estar maniobrando a espaldas del elfo, deshizo con mucha pericia el pequeño lazo que aseguraba el keikogi y lo descruzó.

Las manos ascendieron y presionaron levemente el pecho, ahora sí, produciendo el contacto pleno de los dos cuerpos pero apenas por unos segundos; luego se alejó para poder retirar la prenda deslizándola por los hombros y aprovechando el trayecto para deslizar sus dedos por silueta delgada.

Al menos tenía manos suaves, no eran callosas ni ásperas, pero igual, el tacto no era del todo agradable. Inmóvil, Legolas sintió que le apartaban el cabello hacia un costado y ahora sí, los labios del Mayoral se posaron sobre su cuello, besándolo en esa porción de piel con mucho cuidado.

Una vez más se alejó y se movió alrededor del elfo, hasta quedar frente a él.

- Ven.- lo tomó por el brazo y suavemente lo condujo hacia el lecho.- Intenta ponerte cómodo.

La frase parecía una burla, Legolas estaba tan tenso y todo le resultaba tan extraño y espantoso, que ninguna postura le hubiese resultado cómoda, pero al final, se tumbó de espaldas. Intentaba controlar su respiración, pero casi perdió el control al sentir el colchón cediendo ante la presencia de otro.

Arrodillado a su lado, el Mayoral comenzó a desatar los lazos del hakama cuidando de no desarmar los pliegues cuidadosamente hechos. En el mismo trabajo, paso unos cuantos minutos, ya que tambien le masajeaba las piernas, en un intento de relajar al elfo. Por fin deshizo el último lazo y apoyando las palmas en las caderas, deslizó la prenda hacia abajo, para finalmente quitarla.

Todavía le quedaba la ropa interior, y cuando Legolas sintió que las manos volvían a apoyarse sobre sus muslos, cerró los ojos y sin saber qué hacer con sus manos, finalmente las llevó hacia arriba y aferró la almohada. Una vez más lo masajearon antes de quitarle esa última barrera de ropa que lo aislaba, al menos en su parte inferior.

No quería abrir los ojos, no quería ver, pero entonces una vez más sintió que se alejaban y sin poder contenerse miró. El Mayoral estaba contemplándolo de pie, al final de la cama, con un gesto de admiración casi de arrobamiento al tiempo que tomaba dos piezas de tela y las colocaba cerca junto con una pequeña almohada y un cuenco. Entonces, regresó a la cama, pero esta vez, las manos ascendieron desde las pantorrillas y se introdujeron en medio, abriendo las piernas. De forma instintiva, el elfo se resistió.

Semi desnudo, expuesto de esa forma, no era asco, sino humillación lo que Legolas estaba sintiendo en ese momento, una humillación tan grande que pensó que nunca conseguiría reponerse de eso.

- Tranquilo, déjate llevar.

Acarició los muslos blancos de suave piel cálida y en cuanto percibió un segundo de distensión, introdujo una rodilla y luego la otra, logrando así, situarse entre las piernas del elfo. No cesaron las caricias, y solo por eso, no recibió una patada como respuesta a ese gesto. Los dedos largos rodearon las caderas, y tocaron la parte de las nalgas redondas que tuvo al alcance.

De forma inesperada, hubo un roce sobre el miembro de Legolas y eso lo hizo dar un pequeño salto, pero al instante siguiente, la mano lo sujetó y empezó a moverse, proporcionándole una caricia inesperada. Tan inesperada como la sensación que se despertó en él y que hizo que la respiración se entrecortara un poco.

Viendo que el elfo estaba empezando a responder, el Mayoral continuó masajeándolo con una mano, mientras que con la otra, se libraba a medias de la bata que lo cubría y comenzaba a proporcionarse una caricia igual. Legolas sintió los suaves jadeos provenientes del hombre, pero no les prestó mayor atención porque la mano que se movía sobre él era experta y hacía que su cuerpo respondiera de una manera desconocida.

Ahora sintió el aliento del hombre posándose sobre su vientre, y una caricia leve y húmeda en el ombligo. Casi a continuación, una mano levemente pringosa ascendió por su cadera y se metió dentro del 'hadajuban'.

- Podríamos quitar esto...- aventuró una voz ronca.

Legolas agitó vigorosamente la cabeza.

- No...- y fue la única palabra que emitió.

- Como quieras.

No tuvo tiempo de asombrarse por la rápida aceptación de su negativa, porque sintió un pellizco en uno de sus pezones, mitad rudo, mitad delicado, pero que lo hizo gemir sin poder evitarlo. Y repitieron la técnica con el otro consiguiendo idéntica reacción. Estaba empezando a odiarse porque su cuerpo lo estaba traicionando, se estaba entregando al placer que crecía desde su vientre. Entonces lo soltaron, y se ubicaron sobre él, restregando una creciente erección contra la suya.

Eso, en lugar de provocar una reacción adversa, consiguió hacer que su dureza tomara más vigor y que Legolas se detestara todavía más al no poder dominarse. El movimiento fue suave y cadencioso por unos cuantos minutos, durante los cuales, el Mayoral no intentó besarlo ni desvestirlo por completo, solo mecía la cintura sobre él, manteniéndose sobre sus brazos para no hacer más contacto del prometido.

Entonces la fricción se cortó porque el hombre se retiró.

- Levanta las caderas.- indicó y ya sin pensar, Legolas obedeció.

El hombre coloco la almohada pequeña debajo de sus caderas, elevándolas y una vez más, empezó el lento masaje al endurecido miembro del elfo, que ahora emitía suaves gemidos en respuesta a sus atenciones. Hundió uno de sus dedos en el cuenco que había dejado cerca y lo retiró cubierto de una sustancia aceitosa. Muy despacio, para no destruir la labor hecha hasta ese momento, lo acercó a la entrada y la acarició con toques leves.

Eso por supuesto, consiguió una pequeña retracción, pero al cabo de unos segundos, empezó a introducirlo ayudado por el lubricante. Desde donde estaba, vio el gesto contraído en el rostro levemente enrojecido del elfo y esperó mientras continuaba su masaje. Cuando el rostro volvió a distenderse, lo introdujo por completo y empezó a moverse con suavidad en su interior. Le llevó unos minutos prepararlo lo suficiente como para que aceptara otro dedo más, pero eso lo excitó de un modo casi imposible de resistir.

Después de todo, era cierto, el elfo estaba intacto. Sus dedos rozaron una pequeña protuberancia interna y hubo un jadeo evidente que provenía del otro cuerpo ante el contacto. Y ya no pudo esperar más.

Sentir la invasión en su cuerpo había provocado un instante de dolor y Legolas había cerrado los ojos con más fuerza, pero aquel se había disipado pronto. Después el movimiento en su interior le había provocado una serie de chispazos de placer que habían conseguido opacar tambien el aguijón al recibir un dedo más. Pero cuando tocaron aquel sitio dentro, había tenido que morderse para no lanzar un gemido, aunque no pudo evitar el jadeo quebrado.

Tal vez no tenía que ser del todo malo, quizás había estado nervioso sin sentido. Pero entonces, cuando intentaba despojarse de todo ese caudal de cosas, algo demasiado grande empezó a luchar para introducirse en él. Ya sabía lo que era, pero no estaba listo.

Aunque el hombre no empujó con fuerza, sí lo hizo con firmeza, sin detenerse. El dolor fue relampagueante, intenso y Legolas intentó rechazarlo, pero una mano firme sobre su cadera le impidió hacerlo. Por unos instantes, volvieron a masajearlo haciendo que de nuevo el dolor se mezclara de forma confusa con el placer, pero luego dejaron de estimularlo para aferrarlo y poder embestirlo con ritmo.

Ya no había placer, el placer se había diluído y ahora, Legolas apretaba las mandíbulas con fuerza para no dejar escapar ni un sonido, al tiempo que sus manos aferraban la almohada sin soltarla ni por un segundo. Cuando creyó que ya no podría resistir más, algo caliente se derramó en su interior y las embestidas se hicieron erráticas, al igual que las emisiones y por fin, el cuerpo del hombre se dejó caer sobre él.

Ambos respiraban agitadamente, pero solo uno de ellos había gozado plenamente de todo. Cubierto por el cuerpo del Mayoral, transpirado y dolorido, Legolas solo quería que se quitara, que ya lo dejara ir. Se sentía levemente tembloroso aunque no sabía del todo porqué, entonces, el hombre se irguió sobre sus manos y muy despacio salió de él.

Aun con los ojos cerrados, el elfo sintió que lo limpiaban con bastante gentileza. Luego, ponían un lienzo húmedo entre sus piernas en la zona irritada, y se las juntaron para que el lienzo quedara firme. Solo entonces, Legolas se atrevió a mirar de nuevo.

El Mayoral ya estaba de pie cerrándose la bata, y al verlo, sonrió.

- Manten el lienzo allí un poco, eso calmará el temblor.- indicó y luego se dirigió al cuartito de donde había venido y que probablemente era su vestidor.

Al encontrarse a solas, Legolas trató de controlar su respiración agitada y de pronto se dio cuenta que necesitaba salir de allí con urgencia. Sin importarle la indicación del Mayoral, se movió y el dolor en la zona inferior de su cuerpo le indicó que debía hacerlo con cautela. Salió de la cama y buscó con la vista su ropa. Apenas estaba poniéndose el hakama cuando la puerta del vestidor se abrió y el Mayoral reapareció.

- Al parecer, te recuperas rápido... ¿Estás bien?

Legolas asintió sin hablar, aunque no fuera cierto. Entonces el hombre se dirigió a un mueble y extrajo una prenda que extendió hacia el elfo. Era un 'hadajuban' una camisa interior, pero esta vez, el cuello de la misma era blanco.

Por supuesto, era un regalo ritual, su consagración definitiva como geijin.

- Legolas, me siento honrado de haber oficiado tu mizuage.- dijo, y le dedicó una profunda reverencia. Luego se dirigió hacia la puerta de la habitación donde aguardaba Baldor y salió por allí.

Baldor entró al punto, para encontrar a Legolas, aún con la prenda en la mano. Adivinando en parte el estado de quien ahora era su colega, el joven miró alrededor y encontró el keikogi. Tomó el regalo y lo ayudó a vestirse. Lo veía tan pálido y desencajado que tuvo que preguntar.

- ¿Te sientes bien?

A Baldor no tenía que mentirle, podía ser sincero con él, por eso la voz le salió angustiada al responder.

- No... Quiero irme de aquí...

Comprendiendo, Baldor le puso el haori sobre los hombros y le ofreció apoyo, aunque en otro momento, Legolas no lo hubiese necesitado, en esa ocasión lo aceptó. Salieron de la hostería sin que nadie se les cruzara por el camino, ya que aún era de noche. Afuera, los esperaba el carruaje que los llevó hasta el Barrio. Por ser una ocasión tan especial, permitieron que el vehículo entrara y los dejara frente a la casa de Baldor.

Apenas entraron, Sati, que se había dormido en la sala esperando, salió a su encuentro. Iba a preguntar cómo había ido todo, pero ante una silenciosa advertencia del joven, se limitó a tomar el haori de ambos.

- Ven, te llevaré a mi habitación y podrás descansar.- dijo Baldor.

- No... necesito... quiero tomar un baño...

- Hay agua caliente, señor.- indicó al punto Sati.- Puedo preparar el baño en unos minutos.

Salió a toda prisa a hacer lo que había dicho y pronto, Legolas pudo meterse en una humeante tina de agua caliente. En un principio permaneció allí, intentando recobrarse, luego tomó un paño y comenzó a restregarse para quitar cualquier rastro de ese hombre de su piel. Solo se detuvo cuando la piel se le puso roja, entonces salió del agua y se envolvió en la bata que le habían dejado allí.

Baldor lo vio salir, y tambien vio la piel enrojecida en el cuello y parte de los brazos, pero no dijo nada; podía comprender a la perfección lo sucedido, por lo que se limitó a hacer lo que antes había ofrecido. Guió al exhausto elfo hasta su habitación, y lo acomodó en su propia cama. Como si fuese en realidad su hermano pequeño, y de hecho, según las normas del Karyukai, siempre lo sería, lo arropó y vigiló hasta que el ritmo en la respiración le indicó que descansaba.

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A pesar que todo su sentido común le decía que la misión era imposible, Haldir había tomado el mejor caballo que había podido encontrar y se lanzó en una carrera enloquecida hacia Ithilien.

El pedido de Baldor había sido un tanto sorprendente, pero no tanto como saber que su oferta para el mizuage de Legolas había sido pasada por alto. Algo no estaba bien con eso, pero no tenía manera de arreglarse, de manera que solo se preocupó por intentar hacer lo que le habían pedido.

Era preciso enfrentar lo que había en su mente y Haldir lo sabía. Saber que el mizuage de Legolas no sería suyo no le causó demasiado pesar, y eso terminó por convencerlo que todo lo que había en él hacia el elfo de Mirkwood no era más que atracción física. Lo deseaba, había tenido algunas fantasías con él, pero no era esa sensación que todos describían. Se suponía que amar a alguien se sentía diferente.

No sabía muy bien a qué se referían cuando decían aquello, nunca se había enamorado. Nunca le había dado su corazón a nadie, aunque eso no lo había hecho célibe. Y era evidente que no sería Legolas el que le mostrara lo que podía sentirse al amar.

Azuzó a su caballo para que fuese más rápido. Iría cambiándolo por el camino todas las veces que fuese necesario, hasta llegar a destino.

Durante la noche del segundo día, llegó a Ithilien y pero no le permitieron ver a Aragorn, ya que el rey estaba luchando por la vida de Faramir. Lo que hubiesen usado con él, era potente y devastador; la vida del príncipe de Ithilien pendía de un hilo y Aragorn usaba todo su conocimiento para mantenerlo con vida.

Mientras Legolas intentaba salir de Minas Tirith para escapar a su mizuage, Aragorn pasaba la noche en vela junto al lecho de Faramir, y Haldir intentó tanto hablar con él, que finalmente los guardias del príncipe pusieron al galadrim bajo una fuerte custodia impidiéndole salir de sus habitaciones.

Todo el día siguiente fue de tensa espera, los lamentos de Faramir llenaban la habitación, como si todas las curaciones no hicieran ningún efecto, el dolor lo devastaba. Por fin, en algún momento de la noche, el dolor cesó, la fiebre cedió y el príncipe de Ithilien recuperó apenas el conocimiento. Como si hubiese vuelto a nacer, sonrió al cansado rostro de su amigo y recibió el beso leve de Eowyn, que no se había separado de su lado en ningún momento. Luego volvió a dormir.

En esos momentos, en la capital de Gondor, el Mayoral de las Casas de Curación terminaba de oficiar el mizuage de Legolas.

TBC...

N/A: No me maten, plis. El mizuage siempre es por dinero...

Reviews:

Vania: Sí. Tremendo calor pasó el elfo repartiendo sus pastelitos. Si llegaste hasta aquí, quiere decir que ya leíste, y ya estarás pensando en todas las cosas que me dirás por hacerle esto... Sorry... pero estaba planeado así desde el principio :- ( Además la culpa la tiene Arwen... Estuvo a punto de ir con el chisme, pero como verás, se le ocurrió algo mas efectivo... No? Besazos.

Legolas611: Lo siento!!! (abysm con la manito sobre los ojos, pa' soportar la hipnosis) Que bueno que te viene gustando esto... Espero que después del capítulo de hoy, te siga gustando y no me odies... Saluditos.

Amazona Verde: pobechito, Legolas... ¿Cómo no iba a pasar vergüenza con semejantes cositas para repartir? A ver... La idea era que Haldir gane el derecho al mizuage, pida una "prórroga" y se vaya de carrera a buscar a Aragorn. ¿Debo decirte ya que eso no sucedió? Y por supus tampoco tendré que decirte quién tendrá una sorpresa poco agradable cuando regrese? Adieu... y besitos.

Forfirith: Todavía sigues detestando a la bruja?? Jejeje, totalmente justificado, creo yo... Y no, no se enferma, que si no yo ya le habría inventado una enfermedad élfica galopante que la dejara seca ahí nomás... Eómer... Resultó arriesgado el rey de Rohan. A Aragorn le llevó un montón de capítulos besar al elfito, y él viene y sin MI permiso le pega un besito. Que dé gracias que Leggy no lo mandó a volar. Lo siento, Arwen ya lo hizo... Creo que si ahora la detestan, qué quedará pa'l próximo capi... Un monton de besitos... ¿por cierto... cómo sigue el asunto del 'Karaoke...? Porfis, porfis...

Fedia: Gracias... Me 'mocioné... snif... No, en serio, toy contenta que te guste lo que hago, a mí me divierte mucho escribir y me alegra que te guste esta locura mía. Y como ya dije antes, fics con finales tristes, no, no y no... que la musa se espanta y no me mira hasta que no se le pasa. La advertencia en la respuesta a un review era justamente por éste capítulo jejeje... A ver hasta dónde llega el amor del rey... Un besote.

Zekhen- angel: Aahhh!! Estás de regreso!!! Te extrañé... Sí, Arwen es una perra inmunda. Aragorn vuelve... pero como habrás podido comprobar... llegará tarde. Y ahora... Se armará o no? Qué crees que haré con estos dos...? Besito.

Azalea: Te lo dije, te lo dije!!! Ya sabía yo que no te iba a gustar!!! Supongo que para ahora, ya seguirás temblando pero de ira (yo tambien lo estuve je) Eomer resultó bastante arriesgado, después de todo... aunque de momento lo hayan sacado del juego, ya tendrá lo suyo. Faramir está teniendo problemillas con algún malvado que no tardará en aparecer, pero no temas por Eowyn. Tienes razón, no, no te diré eso, tendrás que esperar... Un beso grandote.

Prince Legolas: Haldir tenía muchas admiradoras esperando que gane el mizuage, pero si pasaba eso, iba a perder la amistad con el rey... Y no tengas miedito, Haldir y Eomer tendran algo bueno. Arwen, no; aunque eso será a la larga, primero le hará cositas feas al elfito. Muchos besitos.

Iona: Hola angustiada lectora! Aragorn celosito, y el elfo tambien, un poquito nomás. Tienes razón, no eres la única que odia a la bruja, y después de esto, creo que habrá algo como un club de "Todos los que odian a Arwen" El elfito ya lo pasó bastante difícil, no te parece? Sorryyyy... tu angustia era justificada. No me odies, plis. Odia a la bruja. Un montón de besitos.