Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 16

Puede ser grandioso?

Elroy

Tal como sucedía en la mayoría de esos eventos, Löne estaba conversando con las esposas de algunos ministros y la conversación era vacía y sin sentido. Había visto a Elroy salir de la reunión un rato antes, y un poco después, Silmatar había salido también. Como si nadie supiese lo que pasaba.

A fuerza de pasar por esas situaciones había aprendido a mantener el rostro neutro y calmado, aunque por dentro, la desesperación estuviese carcomiéndola. A veces se preguntaba por qué su tío la había elegido a ella para ser la esposa del heredero de Mirkwood, cuando su prima Arwen estaba tan desesperada por poder, que era capaz de cualquier cosa por conseguirlo.

Además, con seguridad Arwen hubiese sabido cómo conducirse en situaciones como ésa. Con un suspiro resignado, luego de un rato, vio que Elroy regresaba y algo después el otro elfo tambien reaparecía. Se envaró al ver que aquel se dirigía al grupo donde ella estaba.

Sonriente, Silmatar vio a la Princesa Consorte y decidió que aún no se había cobrado el asunto de la regencia de Elroy. Si no hubiese sido por la molesta intevención de la jovencita, ahora él sería el amante del rey. Sabía que no era bien visto entre muchos de los presentes, pero eso le importaba bastante poco.

- Todos han sido muy amables esperando que su Alteza terminara de arreglar sus asuntos para ir a cenar...- dijo haciendo una galante reverencia a las damas elfas presentes.- Pero esos pequeños... inconvenientes ya han sido solucionados y ya podemos contar con la presencia del Regente.

Su sonrisa autosuficiente, la calmada seguridad de su posición hacían que la Princesa se viese algo tímida, cosa que así era, pero en esos momentos, no era timidez lo que sentía, sino unos profundos deseos de hacer desaparecer a ese elfo desvergonzado.

- Traté de no retenerle demasiado...- continuó Silmatar, regocijándose ante la palidez de su víctima.- Pero hay que ser considerados... Sin duda alguna, su Alteza, la Princesa Consorte tendría muchos deseos de encontrar a su esposo.

Löne no supo muy bien qué le sucedió en ese momento. Tal vez fuese simplemente la humillación al ver que ese elfo era capaz de hacer alarde descarado de su relación con su esposo. Se encogió de hombros en un gesto totalmente fuera de protocolo.

- Pero... ¿Es así como se expresa una reverente esposa...?- dijo el elfo, disfrutando la situación a más no poder, al ver tambien la consternación entre los demás concurrentes que ya deseaban encontrarse en otro sitio que no fuese el medio de esa conversación.

- ¿Reverente?- replicó Löne con amargura.- ¿Debo ser reverente...? Si alguno en esta reunión hubiese querido encontrar a mi esposo, seguramente hubiese podido preguntarte a tí dónde pasa el regente gran parte de sus días y la mayor parte de las noches.

Ante esa respuesta, en casi todos los rostros presentes, se dibujó una pequeña sonrisa y el elfo sintió con fastidio que se le coloreaba un poco el semblante. Aunque se ocupaba personalmente que todos supiesen que clase de relación tenía con el regente, le molestaba de forma genuina que lo mencionaran así.

Recompuso su actitud rápido, pero ya todos habían notado su sonrojo momentáneo.

- Lamento que su alteza se haya sentido tan abandonada... Tal vez pueda convencer al regente que no deje tan sola a su esposa en el futuro.

La frase había pretendido ser digna, pero se escuchó como un desesperado intento de conservar su posición. Con una corta reverencia, dio la vuelta y se marchó.

La Princesa Consorte estaba conviertiéndose en un estorbo y tendría que plantear al grupo la seria conveniencia de sacarla del paso. Definitivamente.

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Elroy paseaba, nervioso, de un lado a otro, esperando. Entre sus dedos, tenía con todo cuidado la nota aquella que su padre había recibido; la misma que lo había hecho salir con tanta premura de Mirkwood.

Durante todos los días que había durado su búsqueda, no había dejado de dar vueltas en su cabeza, la idea de que aquella había sido demasiado oportuna, y la emboscada había sido perfecta. La idea de la traición ya había empezado a formarse en su mente, pero tenía que confirmarla.

Traición era una palabra demasiado horrible para pensarla, pero tenía que hacerle frente. Y hacerlo implicaba enfrentar tambien que no sabía en quien podía confiar. En esos instantes de angustiante incertidumbre, de manera inexplicable, recordó que de todos los que deseaban verlo convertido en rey, el más insistente con la idea, era su amante.

No, no podía pensar en eso, no quería admitir ni siquiera la posibilidad. Casi como contraposición a esa idea, cayó en la cuenta que la única que había apoyado su desición de mantenerse al margen y que le había dado la idea de convertirse en regente, había sido su esposa.

La misma a la que no había prestado mas atención que la indispensable las pocas veces que se encontraban en las cenas oficiales, ya que ni siquiera eso hacían juntos. Con un toque de culpa, sin embargo, tuvo que reconocer que tal vez, podía confiarle a ella su sospecha principal.

Por eso la había citado en aquel abandonado lugar de palacio. Una vieja caballeriza bastante alejada de la ruta de sus guardias. Un leve chasquido lo hizo girar rápidamente, y su mano fue directamente a la pequeña daga que guardaba entre sus ropas al notar la figura larga y delgada de un elfo acercándose. Solo cuando estuvo algo más cerca, descubrió con algo de asombro, que las sueltas ropas de varón, ocultaban la figura de su esposa.

Los ojos negros de su esposa lo enfocaron con cierto recelo antes de hablar.

- Me parece algo irreal tener que ocultarme así para hablar con mi esposo.- fue la primera frase que Elroy escuchó, y no pudo sino darle algo de razón.

- ¿Estás segura que no te siguieron?

- La única que sabe dónde estoy es mi doncella, confío plenamente en su silencio.- obtuvo por toda respuesta.- Y me gustaría saber el por qué de todo esto.

- Porque no estoy seguro en quíen puedo confiar.- dijo solamente.

- ¿Y crees que puedes confiar en mí?- a pesar de que su voz sonó calmada y casi fría, Löne sintió su corazón golpeando tan fuerte que estaba segura que Elroy podría oírlo.

- Creo... creo que sí.- murmuró Elroy, sintiéndose mucho más culpable de lo que se veía. sin embargo lo que pasaba en el reino era mucho más importante que sus sentimientos, de manera que tomando aire, se armó de coraje para continuar.- Necesito saber si tú o alguno de tus acompañantes escribió a Lord Elrond contándole... contándo cosas que...

- Quieres saber si mi tío sabe lo que hay entre ese elfo y tú.- terminó ella y bastante avergonzado, Elroy asintió.- Pues tanto mis acompañantes como yo, no hemos divulgado este... pequeño inconveniente conyugal. Si eso era todo lo que te preocupaba, pudiste haberte molestado en venir a mis habitaciones y preguntármelo allí, y no hacerme...

- ¿Puedes decirme si esta nota realmente pertenece a tu tío?- Elroy cortó la muy fundamentada protesta extendiendole la carta.

Tomada por sorpresa, la elfa la tomó y la examinó.

- Parece la letra de mi tío... y el sello es bastante similar a lo que yo puedo recordar.- repasó una y otra vez las frases, examinando la forma de hilvanar las palabras, pero incluso eso parecía bien. Entonces lo vio- ¿Sabes si tu padre removió el lacre con el sello?

- ¿El lacre? No lo creo... Mi adar abrió la carta en mi presencia y la leímos juntos. No noté que tuviese sello lacrado.

- Entonces, Elroy, esta nota es falsa.- le extendió el papel con mano temblorosa.- Mi tío no envía notas privadas sin colocarles lacre y usa para sellarlo un anillo que nunca se quita. ¿Es por esto que tu adar salió de forma tan repentina?

Sin poder hablar, Elroy asintió. Por unos instantes, la mirada de ambos se conectó en la comprensión súbita de muchas cosas. La nota falsa, había provocado la precipitada salida del rey y con ello, la caída en la emboscada.

- Traición... Dentro de mi propio reino... - susurró incrédulo.- ¿Por qué...?

- Poder, esposo mío. Eso es algo que corrompe a todos... ¿Sabes quien puede estar detrás de esto?

- Alguien cercano a mi padre... o al menos dentro del círculo de sus allegados. De qué otro modo pondría una nota falsa entre su correspondencia privada...

- Y posiblemente tambien alguien dentro de la guardia o al menos alguien que conocía el camino que tomaría el rey para salir de Mirkwood.- razonó Löne.- Recuerda que los esperaron y diezmaron a toda la compañía.

- Elbereth... Tengo que averiguar quienes están detrás de esto. Si quitaron del medio al rey, nada les impedirá intentarlo conmigo.

- No creo que lo hagan, debieron prever que haciendo desaparecer al rey, tú tomarías su lugar, de manera que deberías empezar por registrar a los que están más cerca de tí, Majestad.

Löne no pudo evitar que esa frase se le escapara, por supuesto refiriendose al amante de su marido. Era claro que no tenía más pruebas que una tenue intuición, pero al menos debía intentar poner en guardia a su esposo. Elroy se irguió ante la insinuación.

- ¿Estás diciendo que Sil...?

- No digo nada, esposo mío.- conciente de su error, Löne se desdijo rápidamente.- Solo digo que tengas cuidado con quienes están cerca tuyo.

- Tú estás cerca mío.- Elroy se dio cuenta que había sido una frase errada en cuanto la escuchó salir de su boca.

- No tan cerca como debería.- la elfa decidió que ya era hora de regresar, antes que alguien se diese cuenta de su ausencia.- No te preocupes, Elroy, igual puedes confiar en mí. Si escucho algo o me entero de alguna cosa, te la haré llegar por mi doncella, por nadie más.

Diciendo así, se perdió entre las sombras dejando tras de sí, a un elfo que se preguntaba muy seriamente por qué su esposa insistía en seguir apoyándolo después de los continuos desplantes que le hacía.

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Löne sabía que había cometido un error al contestarle de aquella forma tan frontal a ese elfo. La persistencia de aquel en que Elroy se convirtiese en rey sin esperar la confirmación de la muerte de su suegro era para ella prueba suficiente, pero con esa confrontación lo había puesto en guardia.

Si quería ser de alguna ayuda a su esposo tendría que mantener su postura mansa y sumisa, debía ser algo inconspicuo, algo que se diluyera en el fondo de cualquier habitación y a quien nadie prestara mayor atención. Solo así conseguiría escuchar y comprender cosas.

Al menos ahora que toda esa mansedumbre tenía un propósito, parecía más fácil. Pero no lo era.

Al verla sentada sola en la glorieta de los jardines, Silmatar se dirigió hacia ella, dispuesto a dejarle bien en claro cual era su lugar en la corte, sin embargo al estar frente a la elfa, notó que aquella lo miraba con una timidez que en nada se parecía a la súbita fiereza que lo había enfrentado durante la cena.

- Creo que te debo una disculpa Silmatar... - comenzó aquella.- Creo que desquité contigo la falta de atención que mi esposo tiene conmigo... y es algo que me tiene muy preocupada.

Eso tomó por completo desprevenido a Silmatar, que había ido preparado a un nuevo enfrentamiento, pero no para una disculpa.

- Es que ha pasado tiempo desde que nos casamos.- continuó Löne.- Y como aún no tenemos un heredero en camino, el Concejo planea el modo de pedir a los señores de Lothlórien la manera de disolver nuestra unión...

"Estúpida... ¿Cómo puede poner semejante arma en mis manos? Darme la razón que he estado buscando para deshacerme de ella..." pensó Silmatar, sentándose frente a ella, fingiendo estar sumamente interesado en sus palabras.

- Pero los votos no pueden disolverse.- dijo el elfo.

- Si no hay causa justificada, no... pero en el caso de mi esposo, es primordial que tenga herederos para poder acceder al trono. Eso cuando se declare oficial la desaparición de nuestro querido rey.

La elfa miró a lo lejos, sin prestar atención a quien tenía enfrente. Había pasado toda la noche pensando en algo, pero lo que intentaba era tan arriesgado que un solo error podía ponerla fuera de todo para siempre.

- ¿Quiere decir que si no tienes hijos, el concejo podría disolver tu matrimonio, Alteza?- preguntó con evidente regocijo.

- Podría hacerlo... Pero creo que tienen otra opción mucho más fácil, y que no causaría alboroto en Lórien.

- ¿Y es...?- ahora sí estaba intrigado, no sabía que hubiese otra opción a ese conflicto.

- Podrían hacer volver a alguno de los hermanos de mi esposo... Mi matrimonio continuaría, pero Elroy ya no sería el heredero...

Silmatar se quedó mudo y varado. Esa era una opción que no habían pensado. O al menos él no la había pensado. Mantener al regente lejos de su esposa era una manera de mantener un cierto control sobre él, pero no se había planteado que el concejo pudiese hacer volver a alguno de los otros hijos de Thandruil.

Y si eso pasaba, todo el esfuerzo se habría ido al pozo más oscuro de Mordor. Esa elfa tonta ya no sería Princesa Consorte y futura reina, sino solamente la esposa de un príncipe secundario. Pero lo peor de todo: él no sería más que el amante de un príncipe común y sin ninguna posibilidad de poder.

- Alteza...- dijo, tomando una decisión repentina.- Acepto tus disculpas, ya que comprendo tu preocupación... Si me permites, podría darte algún consejo al respecto... Ya sabes que mi amistad con el regente comenzó antes de que llegaras a Mirkwood... Así que me atrevo a decir que es imperativo que el regente y su alteza tengan hijos.

Iba a tener que usar toda su influencia para convencer a Elroy sobre la conveniencia de atender las necesidades de su esposa, pero ya vería cómo lo conseguía.

- No estás diciendo nada nuevo, Silmatar... Todos saben que cada noche, ruego a los Valar que me concedan tan precioso don.

- Su Majestad no pasa mucho tiempo contigo, y eso ciertamente sería mucho mejor que las plegarias.

"Te odio" pensó Löne pero se obligó a guardar silencio. "¿Por qué no está conmigo? Porque tú lo alejas de mi lado, alimaña. Te detesto".

"Elbereth... Qué mansa es... ¿Cómo pude pensar que era una amenaza? Seguramente me molestó ese pequeño estallido durante la cena, pero no representa ningún peligro para nosotros..." Silmatar respiró con cierta confianza al ver la sumisión de la jovencita.

- Si me permites darte un consejo, alteza... Creo que eres demasiado evidente en tu interés en que él se acerque... Si te mostraras más indiferente, creo que despertarías más su curiosidad.

Las mejillas de Löne se enrojecieron y Silmatar sonrió interpretando aquello como una señal de que la joven Princesa se sentía algo incómoda por hablar de un tema tan privado. Sin embargo, lo que en esos momentos coloreaba el rostro de la elfa, era la humillación. Esa cruel humillación, era en definitiva, el precio que debía pagar por mantenerse junto a Elroy.

Así durante el resto de la conversación, la muchacha de sonrisa mansa y mejillas ruborizadas, escuchó los consejos que le daba el amante de su marido, tragando cada palabra como una medicina amarga.

Pero esa misma noche, Elroy la visitó en sus habitaciones y era tan intenso el amor que Löne sentía por él, que se sintió feliz de tenerlo aunque fuese bajo esos términos, aunque luego, al quedarse sola, lloró hasta el amanecer.

A partir de ese momento, Elroy fue a sus habitaciones de un modo más regular, y una vez que el regente cumplía su parte con ella, podían conversar con cierta tranquilidad acerca de los descubrimientos que iban haciendo.

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Elroy había escuchado casi atónito la petición de Silmatar. Definitivamente, tener un hijo no era algo que planeara para un futuro inmediato; y tenerlo bajo esas circunstancias, mucho menos. Además, no le hubiese molestado para nada que hicieran volver a cualquiera de sus hermanos. Por supuesto, si le preguntaran, no hubiese sabido a cual de ellos elegir, pero no importaba demasiado.

Sin embargo, pensó tambien que todo el sacrificio realizado hasta el momento, inclusive la desaparición de su padre habrían resultado vanos. Y decidió que si su destino era convertirse en rey, dejaría de luchar contra él. Sería rey, pero primero debía aclarar el asunto de la emboscada y la desaparición de su padre.

Y para eso, tenía que mantenerse en su sitio, por eso, accedió a lo que Silmatar le proponía, y esa misma noche, fue a las habitaciones de su esposa.

No había resultado fácil la primera vez, ambos sabían por qué estaban juntos, al menos en esa ocasión. Una noche, luego de hacer el amor, él había hablado de algunos rumores que había oído entre sus guardias, y ella tambien comentó las cosas escuchadas por su doncella en las cocinas. Conversación poco romántica, si se quiere, pero que establecía, por primera vez una comunicación entre ambos.

Tal vez era la cercanía obligada, Elroy no lo sabía muy bien, pero no había pasado mucho tiempo antes que se diese cuenta que cada vez esperaba con más impaciencia la noche que le correspondía pasar con su esposa. Tal vez era la inteligencia rápida de la elfa, o su humor apacible a pesar de saber que estaban intentando desesperadamente hacer un hijo solo para mantenerlo como heredero.

Cualquiera que fuesen las razones, ya no se sentía extraño ni obligado a quedarse por las noches en la que debía ser su habitación conyugal y lo cierto era que disfrutaba cuando estaba con ella. Y de común acuerdo, decidieron que ese entendimiento que había entre ambos debía quedar en secreto.

Ahora, cada vez que la dejaba dormida, se daba cuenta que la pasión que encontraba en su amante no era suficiente. Siempre había pensado que hacer el amor con Silmatar era grandioso, pero estaba descubriendo que podía ser mejor.

Hacía falta más que pasión, y se preguntó si ese algo era lo que su esposa le ofrecía; un amor incondicional y desinteresado.

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Imrahil

Luego que Brego fuese expulsado de la tropa, Imrahil se había encontrado en la incómoda posición de ser el centro de los comentarios durante varios días. Para algunos, no había necesidad de hacer tanto alboroto, y mucho menos hacer expulsar a un jinete tan avezado como Brego; para otros, las cosas estaban muy bien como se había hecho. El elfo no tenía por qué aceptar atenciones que no había pedido y mucho menos deseado.

Así, en medio de esos comentarios, Imrahil solo se alejó un poco de todos, y el único que se mantuvo a su lado sin hacer comentarios ni emitir opiniones, fue Iorlas.

Por eso, Imrahil se sentía desesperar al pensar que pronto su única compañía iba a marcharse al día siguiente. Comprendía las razones por las cuales lo hacía, pero igual no era fácil. Aunque tal vez, él pudiese hacer algo para que se quedara.

Todo el campamento estaba silencioso, ya todos dormían, salvo los que hacían la guardia por los perímetros exteriores. Confiado en su destreza para no hacer ruido, Imrahil salió de su tienda y se dirigió hacia la de Iorlas.

El hombre dio un respingo cuando sintió que las mantas que lo cubrían se abrían y alguien se metía junto a él en el reducido catre.

- Imrahil... ¿Qué crees que estás haciendo...?- preguntó, sorprendido por completo.

- No quiero que te vayas...- murmuró, y sin saber muy bien lo que hacía, posó sus labios sobre los del hombre.

Tomado por sorpresa, aquel solo atinó a quedarse quieto, luego sintiendo la inmensa suavidad de la boca sobre la suya, no pudo evitar saborear el beso que se le ofrecía. Haciendo un enorme esfuerzo, lo separó luego de algunos segundos.

- Esto no está bien, Imrahil.

- ¿Por qué no?- el elfo lo miraba con cándida inocencia.- Si te doy lo que Brego tanto quería... ¿Te quedarás conmigo? Por favor, Iorlas, no quiero quedarme solo de nuevo...

Y viendo la recepción que había tenido, volvió a besarlo, esta vez acomodando su cuerpo sobre el del hombre para que encajaran uno sobre otro. Nunca había besado a nadie, mucho menos había hecho algo como eso, pero podía recordar a la perfección una lejana conversación con Elroy.

Su hermano le había dicho que era grandioso, así que no tenía temor de intentarlo con Iorlas, porque lo conocía bien y sabía que no le haría daño. Por eso, se sobresaltó muy poco cuando las manos del hombre le recorrieron la espalda e incluso cuando una de ella bajó un poco más explorando zonas que nunca nadie había tocado antes de esa manera.

- Lo que no está bien... son las razones por las que estás haciendo esto...- jadeó Iorlas en cuanto lo liberaron por un segundo.- Y por que...

Dio un saltito cuando Imrahil metió una de sus piernas entre las suyas y se juntó aun más a su cuerpo, produciendo una fricción cálida y agradable.

- ¿Has hecho esto antes?- preguntó al fin, Iorlas diciéndose que nadie podría culparlo por lo que sucediese esa noche. Vio la negación del elfo y ante eso, lo tomó por los hombros y lo hizo girar, quedando él arriba.

El catre crujió ante el movimiento y ambos se quedaron quietos un instante, temerosos a que el ruido se escuchara desde afuera.

- En ese caso, yo trabajaré.- dijo el hombre.

Y a continuación, dejó que sus manos quitaran la camisa y el pantalón con que el elfo había acudido. Imrahil se dejó hacer, sintiendo el tacto áspero de la piel del hombre. No era extraño, con la actividad que tenían, pero igual se sentía extrañamente agradable.

El elfo suspiró mientras las caricias le recorrian los hombros, el pecho y el vientre. Los dedos juguetearon en sus pezones, los pellizcaron y casi de inmediato, sintió los dientes mordiéndolos apenas. Todas esas sensaciones eran nuevas por completo y lo inundaban, haciendo que se perdiera en ellas.

La boca del hombre trazó un recorrido implacable desde su ombligo hasta la ingle y de pronto, algo se cerró sobre su ya erguido miembro. El ramalazo de placer le recorrió la espina haciendo que se aferrara a los bordes del catre. Iorlas no se detuvo allí, sabiendo exactamente lo que hacía, succionó con firmeza, sus dedos acariciaron los testículos que comenzaban a llenarse, y continuó su faena, pero se mantuvo prudentemente lejos de la entrada palpitante.

Imrahil había perdido el control de lo que sucedía en su cuerpo, solo sabía que de momento, parecía algo ajeno, pero a la vez tan intensamente conectado a él que cada toque lo hacía retorcer. Se mordió los labios para no gemir demasiado fuerte. En un segundo que no pudo preveer, la sensación creció en su estómago, empujó con fuerza dentro de la boca del hombre y se derramó en él con un angustioso lamento.

Iorlas lamió todo lo que el elfo le dio, y se izó hasta él, hasta que sus rostros estuvieron uno frente a otro. La respiración jadeante de Imrahil le indicaba que ese primer orgasmo lo había dejado un tanto tembloroso y para disipar esos temblores, lo abrazó y buscó sus labios.

De forma un tanto difusa, Imrahil percibió el beso y se dejó besar, dejó que la lengua del hombre registrara todo su interior, porque lo anterior había sido tan agradable, que esto tambien lo era. Sus propias manos abandonaron los lados del catre para acariciar la piel de Iorlas. Pronto, el hombre se ubicó sobre él, entre sus piernas, y empezó a frotar su erección contra la pelvis de Imrahil, que una vez más comenzaba a ponerse duro.

Luego de unos minutos de intensa fricción, de besos y caricias incesantes, Imrahil se vino por segunda vez y esta vez Iorlas lo acompañó con un gruñido de satisfacción. Ambos quedaron, transpirados y jadeantes, hasta que el sueño venció al elfo.

Cuando Imrahil despertó, a la mañana siguiente; Iorlas ya se había marchado dejandole una pequeña notita, a duras penas garabateada.

"Lo siento, Imrahil, no pude tomar lo que me ofrecías. Es demasiado valioso y no tengo derecho a eso. Soy un hombre viejo, casi ignorante, y lo más importante, es que no me amas. Pero algun día amarás a alguien que podrá aceptar y apreciar lo que me ofreciste. En ese momento, podrás comprender lo que estoy haciendo."

Por unos instantes, Imrahil no supo muy bien cómo sentirse. Sabía que no estaba enamorado de Iorlas, pero eso no hacía más fácil aceptar ese momento. Tal vez había hecho algo mal, tal vez no había hecho algo que Iorlas quería. De cualquier manera, estaba solo de nuevo, como al principio.

Sin importarle lo que los demás pudiesen pensar al verlo, salió de la tienda de Iorlas para dirigirse a la propia.

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La comitiva que venía atravesando los llanos de Anorien, frente a las montañas Blancas, era poco numerosa, apenas tres carromatos y luego una veintena de jinetes. Entre ellos, solamente reconocible por el alto penacho de plumas blancas que remataba su casco, cabalgaba Éomer.

El camino de retorno a Edoras luego de las celebraciones en Minas Tirith les estaba llevando bastante tiempo, más que nada porque él no tenía ningún interes en llegar con rapidez. Hacía tanto que había dejado su lugar en las patrullas que quería disfrutar esa sensación de libertad al máximo.

Y al mismo tiempo, en esas largas cabalgatas, podía pensar. Sin cesar, su mente volvía a Legolas, al beso fugaz que había obtenido durante la última noche que lo vio. Y tambien sin cesar, se reprochaba una y mil veces ese mal proceder.

"¿En qué estaba pensando? Aragorn me mataría si se enterase... Con toda razón. Si yo sabía que Legolas estaba enamorado de él... ¿Cómo pude...?"

Esos pensamientos lo asaltaban una y otra vez, no solo mientras la comitiva avanzaba por las llanuras y se adentraba lentamente en la zona de las hondonadas; sino tambien por las noches, cuando en vano intentaba ganar algo más que unas pocas horas de sueño.

Sacudió la cabeza, y se irguió en su silla, resuelto una vez más a desterrar al elfo de sus pensamientos. El viento era frío, y eso le ayudaba a despejar su mente de ideas febriles e inútiles. Ya no faltaba mucho para llegar, habían dejado atrás la desembocadura del valle del Ringló y no pudo evitar el recuerdo de lo sucedido a los mensajeros que regresaban desde Emyn Arnen.

De pronto, sí tuvo urgencia por regresar a Edoras. Tenía mucho por organizar, tenía que convocar a sus Mariscales y reestablecer patrullas en esa zona que ahora recorrían. No pertenecía exactamente a Rohan, pero estaba demasiado cerca de su ciudad como para descuidarla.

El infierno se desató de pronto, sin previo aviso.

Los destemplados gritos de ataque llegaron casi al mismo tiempo que algunas flechas encendidas que impactaron en los carruajes de madera. De inmediato los conductores maniobraron para formar un círculo entre ellos y el resto de los jinetes intentaron buscar refugio entre ellos, pero las flechas cesaron pronto. Las figuras embozadas parecían brotar de la tierra y se arrojaban sobre ellos en una horda enfurecida y salvaje.

Pero no eran tan salvajes, su ataque era previsto y certero.

"Haradrim..." pensó Éomer, desenvainando su espada y organizando a los gritos a sus jinetes."¿Cómo han llegado hasta aquí sin ser detectados...?"

Pronto, todo fue una vorágine de espadas, lanzas, y escudos. Envuelto en la batalla, Eomer registraba muy vagamente que algunos de sus jinetes lo rodeaban en un esfuerzo por protegerlo, pero una lanza penetró el cerco e hirió a su caballo. Recordando el accidente que casi le costara una pierna a su padre, el joven rey se lanzó por el aire antes de quedar atrapado bajo el peso del cuerpo de su cabalgadura.

Hubiese debido viajar en los carros, pero la sangre guerrera en él era demasiado fuerte, no podía viajar metido en esas cajas, y ahora veía lo acertado de su decisión.

Mientras su brazo repartía mandobles sin cesar, los tres carruajes ardían despidiendo densas columnas de humo negro en la tenue luz del atardecer.

Uno a uno caían los rohirrim que cerraban el círculo a su alrededor, y pronto solo quedaron tres. En ese instante, Éomer, rey de Rohan estuvo cierto de su muerte, pero si eso ocurría, tenía muy por seguro que se llevaría con él a todos los enemigos que tuviese enfrente.

Su espada se quebró al chocar contra un escudo y rodó entre la tierra evitando ser alcanzado por una lanza. En cambio,aferró otra y ahora sin más arma que esa, enfrentó al enemigo.

Entonces, un grito que él conocía muy bien vino a retumbar por encima de las voces de los haradrim que ya creían ganada esa batalla.

- ¡Eorlingas! ¡Ataque!

Y lo siguiente que apareció ante sus ojos, fueron los caballos de sus jinetes, de una de las tantas patrullas que vigilaban esos sitios. Unos diez o quince más, no muchos, pero con el valor suficiente como para poner en huída a los haradrim, que no esperaban ese contraataque.

Con una risa salvaje, Éomer arrojó la lanza y corrió hacia uno de los cuerpos caídos para recuperar una espada, con un solo pensamiento en la mente: encontrar al jinete que había lanzado ese grito, el que lo había salvado del final.

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Haciendo caso omiso de los que hablaban a sus espaldas y frente a él, Imrahil había ocupado el lugar de Iorlas en la patrulla. Todavía le dolía lo sucedido, pero no podía enojarse con el hombre más de lo que hubiese podido enojarse consigo mismo.

Había hecho un ofrecimiento y no había sido aceptado, no del todo al menos. De momento se sentía rechazado, pero no quería dejarse ganar por ese sentimiento.

Un par de días después, Jerek le asignó por primera vez el mando de una de las patrullas. Siete pares de jinetes estarían bajo su dirección en esa primera ocasión, y extrañamente, Imrahil no se sintió apabullado por esa nueva responsabilidad. Ahora conocía a los hombres, conocía la región, sabía cuales eran las indicaciones que debía dar y arrojando atrás los recuerdos de Brego, las dio, con firmeza, dispuesto a no permitir que los demás lo recordaran tampoco.

Después de alejarse del campamento, el grupo se detuvo, a la espera de su indicación sobre el rumbo a tomar. Imrahil miró espectante, la amplísima llanura que se extendía frente a sus ojos. Era increíble que ahora se encontrara tan a gusto en ese lugar como jamás se había sentido en sus bosques. Absolutamente comprensible si recordaba que en Mirkwood se pasaba el tiempo encerrado entre los libros de su adar.

El viento frío recorrió la llanura e hizo ondular la inmensa extensión de pasturas como si fueran las olas del mar, y con un estremecimiento interior, Imrahil recordó su visión, la que lo había llevado hasta ese lugar. Siguiendo una inspiración momentánea, señaló el rumbo y poco después, todo el grupo se dirigía hacia la zona de Anorien.

Si alguno de los jinetes tenía alguna objeción con respecto al rumbo, se mantuvo en silencio.

Casi atardecía y ya planeaban buscar un sitio para detenerse y levantar campamento, cuando los agudos ojos del elfo captaron una pequeña sombra gris emergiendo de las hondonadas, algo lejos. No podía pretender que alguno de los hombres viese a tal distancia, pero necesitaba estar seguro. Dio la señal de alto y se puso de pie en la grupa de Estrellablanca. Desde allí miró nuevamente, y estuvo seguro. Era humo.

Lo que quiera que fuese, era extraño, por lo tanto, antes de detener la patrulla decidió investigar. A medida que avanzaban sus ojos afianzaban más sus sospechas que lo sucedido no era bueno y ordenó redoblar la velocidad. Un rato después, consiguió ver lo que desencadenó su decisión: el estandarte de la Casa Real de Edoras. Sin pérdida de tiempo, ordenó marcha rápida.

No mucho tiempo después, ya sus hombres vieron lo mismo que él, pero obedientemente, se mantuvieron detrás, esperando su indicación. Al margen de lo que pensaran del elfo, la disciplina de los rohirrim era fuerte.

Con una desición que nunca había pensado tener, con una potencia que tampoco soñó poseer, dejó que la misma voz que antes nunca se alzaba en ninguna reunión oficial, descargara el avance de los Jinetes.

-¡Eorlingas! ¡Ataque!

Y todos se lanzaron tras él. Soltó las riendas dirigiendo el caballo con las piernas mientras disparaba sus flechas, una tras otra. Reconoció las vestimentas de esos hombres, eran las mismas de los que lo habían atacado cuando regresaba de Emyn Arnen con Iorlas. Cuando se quedó sin flechas, bajó a escape del caballo, luchar con sus puñales era imposible desde allí arriba.

Su llegada fue oportuna, pues casi no quedaban jinetes de aquella partida, pero aún entre el desastre, Imrahil vio una figura más, casi rodeada por el enemigo. Reconoció las ropas reales y el yelmo.

- ¡El rey! ¡Protejan al rey!- gritó una vez más y él mismo se lanzó hacia el lugar.

A medida que avanzaba, veía a uno de los haradrim acercarse al rey por detrás y su mano buscó en la aljaba de flechas, pero aquella estaba vacía.

- ¡Cuidado...!- gritó, pero su grito llegó al tiempo que el haradrim arrojaba la lanza.

Sin pensarlo dos veces, corrió e hizo lo único posible, interponerse para cubrir el cuerpo del monarca.

Alertado por el grito, Éomer giró. La lanza que veía venir hacia él se clavó en el cuerpo que se cruzó en su camino. Viendo que ese último intento había resultado fallido, el haradrim, simplemente dio la vuelta para escapar.

Ya los recién llegados Jinetes hacían huir o atrapaban a los enemigos que quedaban, de manera que Éomer se inclinó sobre el cuerpo caído. No esperaba que estuviese vivo, aunque lo deseaba. No todos los días, alguien era capaz de dar la vida por su rey. Atónito, escuchó un quejido y revisando rápidamente la herida, desclavó la lanza.

Usó parte de lo que quedaba de su capa para impedir el borbotón de sangre que surgió al tiempo que hacía girar muy despacio el cuerpo. Por unos instantes pensó que había enloquecido, luego que era una visión y por fin, no supo qué pensar.

Porque al quedar frente a frente con el Jinete que había arriesgado la vida por la suya, encontró que no era un hombre, sino un elfo y encontró tambien un rostro que era casi la réplica de uno que estaba intentando olvidar muy poco tiempo antes.

- ¿Legolas...?- murmuró, incrédulo.

Pero no era aquel elfo. Éste tenía el cabello un poco menos claro, algunos rasgos eran levemente distintos, pero eran tan parecidos, que no podían ser menos que parientes. Sacudiendo esos pensamientos, Éomer se irguió apenas para pedir ayuda a los gritos.

No importaba mucho quien era, por el momento. Le había salvado la vida, y ahora él iba a hacer lo mismo, luego averiguaría quien era.

(-0-) (-0-) (-0-)

Legolas

La luz apenas empezaba a filtrarse a traves de las cortinas de la habitación cuando Legolas por fín decidió emerger del sueño. No porque la idea de despertar fuese agradable, sino porque sabía que no podía seguir así por siempre.

Se sentía extrañamente despojado, seguro de haber concedido algo de gran valor a alguien que no lo apreciaría nunca lo suficiente, aunque hubiese pagado una fortuna por ello. Recordando lo sucedido, se movió despacio, pero el pequeño dolor solo se presentaba cuando se sentaba, de manera que se levantó y se envolvió en una de las batas de Baldor que encontró cerca.

En la salita, el joven estaba frente a la mesa, aprestándose al desayuno.

- ¿Quieres acompañarme?- ofreció.

Aunque no estaba muy seguro de poder comer algo, Legolas asintió y con cautela se sentó frente a Baldor. Durante unos minutos, solo vio cómo Sati disponía las cosas para él.

- Me mintió.- dijo al fin, y las palabras sorprendieron a Baldor, que no las comprendió.

- ¿Quien te mintió?

- Mi hermano... Él me había dicho que era grandioso... - la mirada estaba fija en la taza que tenía delante, y no se atrevía a levantar la vista hacia el joven humano.- No fue grandioso...

- ¿Te lastimó...?- preguntó alarmado.- ¿Por qué no llamaste? Hay cosas que no pueden hacer, por más que hayan ganado el derecho al mizuage...

- No, no me lastimó... es decir... supongo que no con intención... Hasta diría que fue amable, pero... no fue... agradable...- tragó con fuerza antes de continuar.- Dolió.

Ahora sí, Baldor comprendió.

- Lo sé.

- ¿Lo sabías...? ¿Y no me dijiste nada?

- Tambien tuve un mizuage, ¿Recuerdas? ¿Y qué iba a decirte en todo caso? Existía la probabilidad que no fuese tan malo... Que pudieses sobreponerte al temor y que llegaras a excitarte lo suficiente como para disfrutarlo, aunque fuese un poco. Decirte que podía doler, no hubiese ayudado en nada.

Legolas tuvo que coincidir que tenía razón. Sin saber más de lo necesario había estado tan tenso que solamente el roce de las manos del Mayoral lo habían hecho saltar, entonces no hubiese podido predecir sus reacciones si hubiese estado al tanto del resto.

- Además...- continuó Baldor.- Tu hermano no te mintió. Sí puede ser grandioso, si estás enamorado, si realmente deseas estar con alguien, entonces, sí puede ser grandioso. Ya lo verás, la próxima vez...

- No habrá próxima vez.- cortó Legolas, espantado ante la sola idea.- Esto no volverá a suceder nunca, nunca más dejaré que alguien me haga esto... Lo...

Iba a decir 'Lo juro' cuando la palma de Baldor le tapó la boca.

- Creí que por vivir más tiempo, los elfos eran más sabios; pero veo que no es del todo cierto. Mira en lo que te envolviste por jurar sin saber... No jures renunciar a algo que no conoces, Legolas.

El elfo volvió a quedarse en silencio.

- Baldor... ¿Qué va a pasar cuando Aragorn vuelva...?

- ¿Quién...? Oh, el rey...

- Es que él quería... yo le pedí que esperara y él aceptó esperar. Ahora, cuando regrese, toda esa espera habrá sido en vano.

- Entonces lo único que el rey quería de tí era la oportunidad de un mizuage, ser el primero...- aventuró Baldor.

- Creo que no, espero que no.

- En ese caso, supongo que sufrirá una gran decepción, pero si tiene un interés genuino en tí, podrá sobreponerse a eso, del mismo modo en que tú lo harás a esto. En caso que lo único que haya perseguido era ser el primero en llevarte a la cama, es mejor que lo hayas sabido ahora, y no cuando ya le hubieses entregado tu corazón.

Aunque su 'hermano mayor' tenía razón, Legolas sabía que en parte ya era tarde. Aragorn ya era dueño de su corazón, quizás desde el primer momento en que se habían encontrado, si bien el elfo no lo hubiese admitido en ese entonces.

- ¿Y si no puede sobreponerse?

- Entonces, tal vez, él no esté en tu destino.

Jamás nadie, sin saber hubiese podido usar palabras más justas. Baldor no sabía nada de la visión que había llevado a Legolas hasta ese momento, por lo tanto, no podía saber el efecto que causarían en el elfo. A pesar de todo lo que sentía por Aragorn, tuvo que reconocer que no le había quedado más opción que cumplir con su palabra. Ahora sabía que el soldado que había encontrado en la puerta, había tenido razón.

De nada hubiese valido escapar, incluso aunque Aragorn fuese por él; el recuerdo de su juramento incumplido hubiese empañado toda relación, cada día le hubiese recordado la terrible falta al honor. Nada hubiese podido prosperar con ese antecedente.

Mientras Legolas meditaba sobre eso, Baldor elegía las palabras para contarle algo más.

- Legolas, hay algo que sí es mejor que te diga yo antes que vuelvas a la okiya y te enteres de otra forma... Si solo se trata de ocasiones para mizuage, el rey ya tuvo su oportunidad y la aprovechó.

- ¿De qué estás hablando?

- Él ofició el mizuage de Arwen.

El elfo no atinó a decir nada. Si algo no esperaba era eso. Cerró los ojos por un instante y las imágenes de Aragorn con Arwen llenaron su mente. Ella sí le había dado a Aragorn lo que todo hombre espera; ser el primero.

- Siento decírtelo ahora, pero no dudo que será lo primero que esa... que ella te dirá cuando regreses a tu okiya.- siguió Baldor.- Pero no merece que te preocupes por eso. Por el tiempo que pasó desde entonces, calculo que tú apenas habías llegado al Barrio cuando sucedió. Él no te conocía.

- Pero... ¿No te das cuenta, Baldor...? Ella sí consiguió...

- Mira, lo único que consiguió fue que el rey oficiara su mizuage, solo eso.- cortó el joven.- Y desde entonces, el rey no le ha prestado más atención que a sus ministros, así que ya ves; el haber sido el primero para Arwen no ha significado gran cosa.

Era cierto y era una esperanza. Legolas se aferró a eso para continuar adelante.

- Y algo bueno sale de todo esto, Legolas. Si antes hubieses decidido por tu propia cuenta tener... 'algo' con el rey, la revisión antes de tu mizuage lo hubiese demostrado. Ni siquiera hubieses tenido 'ekubo' para repartir... Tu futuro hubiese terminado antes de empezar. Ahora, ya eres un geijin. Mientras tu conducta no afecte la reputación de tu okiya, eres libre de hacer lo que quieras... ¿Comprendes?

Legolas tardó un poco en comprender, pero al final la idea casi lo hizo sonreír. Ahora solo tenía que esperar a que Aragorn regresara, y buscar la manera de decírselo de la forma adecuada.

Entonces tal vez, no todo estuviese perdido.

(-0-) (-0-) (-0-)

"Es una hermosa mañana." pensó Arwen en cuanto la luz inundó sus habitaciones.

Estaba tan contenta por el buen desarrollo de sus planes que se levantó a toda prisa y salió rumbo a la cocina. Tomó un desayuno ligero y se aprestaba a ponerse a practicar algunas cosas para sus clases cuando recordó que tenía algo muy importante por hacer.

Había actuado un poco aceleradamente al cambiar las ofertas del mizuage de Legolas, se había dado cuenta de ello al meditar sobre lo hecho ya en la seguridad de su cuarto. Sin embargo, podía arreglar todo para que nadie se percatara de lo hecho.

Regresó a sus habitaciones, sin esfuerzo, deslizó el mueble donde acomodaba el maquillaje que ya casi no usaba, y quitó algunas maderas sueltas en el piso. Del hueco oscuro que dejó al descubierto, extrajo una caja celosamente guardada.

Con verdadero placer, contempló su contenido luego de abrirla. Como geiko, había recibido inmensa cantidad de valiosos kimonos, calzado, abanicos; todo aquello si bien le pertenecía, era del conocimiento de la okiya. En cambio lo que había dentro de esa caja, no lo conocía nadie.

Varios anillos, broches, joyas de costosa y fina hechura. Piedras preciosas, oro y plata. Recordaba muy bien la cantidad ofrecida por el galadrim para el mizuage y tambien la oferta del Mayoral. Si quería que todo quedase en el secreto, tendría que cubrir la parte faltante de esa oferta, o sus maniobras saldrían a la luz.

No había planeado ser quien perdiera por ese mizuage, pero ningún precio era alto si conseguía apartar al elfo del rey, así que resueltamente tomó algunas de las joyas, y las guardó en las amplias mangas de su atuendo. Echó una mirada más al contenido de la caja. En unas pequeñas bolsitas de tela, guardaba algunas de las hierbas que había traído y recordó con una sonrisa la artimaña que había colocado a Legolas en aquella difícil situación con otro geijin.

Tambien guardaba ahí dos o tres de los clavos que había quitado de las maderas de la casa de los criados cuando el elfo había intentado huir. Había estado muy cerca de conseguir sacárselo de encima en esa ocasión. No había podido resistirse tampoco a colocar allí el único sobre no utilizado de las ofertas del mizuage de Legolas y que tambien había tomado de la caja de las ofertas. Nadie lo echaría en falta, ya que no se había usado, y a ella siempre le traería un buen recuerdo de lo conseguido.

Cerró la caja al tiempo que trataba de recordar a quien conocía que pudiese cambiarle esas joyas por oro. Cuando volvió a deslizar el mueble, el chirrido de las patas sobre la madera del piso, cubrió los pasos que sigilosamente se alejaron de detrás de la puerta corredera, que había quedado apenas entreabierta.

(-0-) (-0-) (-0-)

El Mayoral se sorprendió cuando su sirviente le anunció que una geiko aguardaba en la sala para hablar con él, pero más se sorprendió al ver de quien se trataba. Nadie en Minas Tirith podía decir que no conociera de nombre al menos a Arwen y su deslumbrante belleza.

Cierto que a él no le interesaba ese tipo de belleza, por lo que no sucumbía al encanto de la elfa, aunque no podía evitar sentir curiosidad por saber qué hacía allí.

Luego de ofrecerle una taza de té y que la misma fuese presentada, se sentó frente a ella, esperando.

- Sé que mi presencia aquí debe sorprenderlo.- comentó Arwen, suavemente.- Deseo hablar con usted acerca del mizuage de Legolas... Usted sabe, el aprendiz de mi okiya.

- Ya no es aprendiz.

- Sí, claro. Sé que le sorprenderá escuchar esto, pero no fue su oferta la que ganó el mizuage de Legolas.

Por supuesto que esa frase consiguió toda la atención del hombre. Él había oficiado el mizuage, de manera que no comprendía qué quería decir con eso. Su rostro expresó a la perfección su incomprensión del asunto, por lo que Arwen decidió continuar.

- Bueno... Verá usted...Legolas era el aprendiz más prometedor que la okiya había tenido después de mí, claro... Y la oferta que se presentaba como más probable para ganar, era la de ese elfo de Lothlórien... Usted debe conocerlo... Uno rubio y alto...

- Claro que lo conozco. El capitán Haldir es muy conocido en la ciudad... ¿También él recibió los 'ekubo' de Legolas?

Arwen asintió y sonrió mientras bebía su té a pequeños sorbos meditando muy bien qué decir a continuación.

- Sí... Comprenderá que aunque el capitán Haldir es muy conocido en Minas Tirith, no representaría ningún motivo de orgullo para Legolas el anunciar que su mizuage había sido oficiado por alguien como él... Después de todo, es solo un capitán de guardias.- bebió un sorbo más, y como el Mayoral continuó en silencio, siguió hablando.- Yo quería que Legolas tuviese un mizuage que no pudiese olvidar...

Dijo aquello con total convicción, después de todo, era absolutamente cierto.

- ¿Entonces...?

- Entonces... cambié su oferta por la del capitán Haldir...- murmuró haciendo un puchero compungido.

- ¿Hiciste qué...???

La voz del Mayoral tronó en la sala, y eso sobresaltó un poco a la elfa. Tenía que calmarlo si no quería que hiciese un desastre.

- Es que yo quería beneficiar a Legolas... Que su mizuage fuese con alguien amable y responsable como usted... Alguien con mucho prestigio verdadero, no como el del capitán Haldir. Alguien que tuviese cuidado con él, después de todo, somos de la misma raza...

- ¿Pero te das cuenta de que eso fue un engaño? Ahora cuando la dueña de la okiya venga a reclamar el pago del mizuage, ni siquiera sabré qué se supone contenía la oferta.

- Por eso estoy aquí.- diciendo eso, colocó sobre la mesa varias bolsitas conteniendo monedas.- Yo sí lo sé... y sé que después de todo, no estuvo bien con usted ponerlo en semejante aprieto... Esto es lo que faltará para completar su oferta.

Por unos instantes, el Mayoral se quedó sin palabras. Lo que esa geiko había hecho era una muy grave falta a las leyes del Karyukai, nadie podía interferir o manipular así las ofertas de un mizuage bajo riesgo de expulsión inmediata.

- Por favor, señor Mayoral, acepte usted esto. Sé que Legolas estará orgulloso de poder decir que usted ha oficiado su mizuage... Y ya no tiene sentido que todos sepan lo que pasó... Despúes de todo, usted ya... Bueno... usted comprende.

Vaya si comprendía. Tambien comprendía al ver las bolsitas repletas que si no aceptaba eso, nunca podría hacer frente al pago de un mizuage que ya había disfrutado. Interpretando correctamente el silencio que siguió, Arwen se sintió más confiada y terminó su té poniéndose de pie para despedirse.

- Hágame caso, señor Mayoral... Complete con esto lo que falta a su oferta y continue como si nada... Estoy tan contenta por Legolas... Haber tenido un mizuage con alguien tan respetable como usted, es algo de lo que cualquiera podría sentirse orgulloso...

Mientras terminaba de retirarse, hizo una última reverencia.

- Por supuesto, Legolas estaba intacto... ¿No es así?

- Por supuesto. La certificación era por completo cierta.

- ¡Lo sabía! Muchas gracias por su atención... Buenos días, señor Mayoral.

Salió de la casa del hombre, con el corazón palpitante de alegría. Legolas 'estaba' intacto, pero ya no lo estaba. Y no había sido el rey el encargado de hacer que ese estado variara.

Realmente, el día se presentaba precioso.

TBC...

Reviews:

Vania: Hola! No te puedo explicar lo nerviosa que estaba... Pensé: me van a acuchillar, me van a destasar en muchos pedacitos, me van a quemar en leña verde y después esparciran mis cenicitas al viento... La Liga de protección al elfito desvalido me hará trizas... pero tambien a mí me gusta meter al elfito en problemas gordos. Al menos en 'Lagrimas' el elfito lo pasó bien con Haldir. Aquí no lo pasó del todo mal, pero al final el Mayoral se apresuró un poco. Al rey no le hará gracia, no señor. Gracias por el apoyo .

Futhark: No llores, plis. Al menos por ahora jejeje. Ya los juntaré a estos dos y tendrán un ratito de muchos suspiros y movimiento, no falta mucho, creo. Una más que quiere la muerte lenta y dolorosa para Arwen. Tomé nota. Besitos.

Alym: Gracias!! (coloradita yo) al menos no me has matado por hacerle esto al elfito... ¿Buena, yo? Muejeje... Te pareció cortito el capítulo? Bueno, es que no quería hacer sufrir a Leggy mas de lo necesario, pobechito él. Tanto me pediste a los hermanitos, que inserté este capitulo aquí, porque lo tenía pensado para después del encuentro entre el elfo y el rey ;-P así que ahora, tendras un tiempito más para ver qué hace Aragorn. Con respecto a tu dudita, el que oficiaba el mizuage se convertia en una especie de tutor o algo similar, pero la mayor parte de las veces no volvía a tener trascendencia en la vida de la geiko. Y como ellas no son prostitutas, no, no podrán pedir al elfito para esto nuevamente. No, señor, con el elfito no. No, porfis, nada de harakiri... Bueno, China y Japón tienen algunas costumbres parecidas, de hecho, se dice que Japón fue un desprendimiento de población china... La cosa es que ya hiciste que me imaginara así al elfito... Yom, yom...

Iona: Otra más que mataría a la bruja en este instante... menos mal que es a ella, y no a mí. Pobre Leggy, si el Mayoral hubiese tenido un poquito más de paciencia, los dos podrían haberlo pasado mejor, pero vaya, apurado. El reyecito... Err... bueno, mucha gracia no le hará. Tú crees que YO permitiría que esa perra ganara y se llevara a Aragorn? SOBRE MI CADÁVER. Pero primero, todos sufrirán... jejeje. Un besote.

Relley-chan: Gracias, volví a salvarme de la hoguera. No quieres que mande a Arwen a Valinor? Bueno, de momento ya tiene el pasaje asegurado, pero creo que pa' mas adelante la quemarán con todo y barco incluído. Buena idea, es un universo alterno, seguro que podría inventarle alguna cosa de ésas y que termine pelada y horrible. Lo del Mayoral salió sin querer, porque aunque para que el fic siguiera tenía que darle el mizuage del elfito a otro, no sabía a quien, y leyendo por quincuagésima vez los libros encontré ese personaje cuando Faramir y Eowyn se encuentran en las casas de curación. Abysm se frotó las manitas, y encontró a quien darle el mizuage del elfito. De ese nuevo libro no tenía noticias, espero que esté bueno... Ohhh... Lo de Ai no Kusabi, plizzz, plizzz... si te parece, de los mensajitos en el Reino creo que puedes tomar mi mail, y quizás podamos hablarlo por el MSN... Muero por eso. Besotes. Por cierto, adhiero al Movimiento.

Monce: Como han sufrido con el elfito... Y eso que no fui muy cruel con él y el Mayoral se portó casi bien. Y es cierto, por salvar a Faramir el reyecito no pudo saber a tiempo lo de Leggy. Mmm... No le va a causar mucha gracia...Besitos...

Forfirith: Bueno, sí hay palabras para describirla, pero no se pueden escribir por aquí, creo. Una más que quiere la opción de muerte para ella, nada de viajecito a Valinor...En cuanto a Faramir, nop, no fue ella, fue alguien que aparecerá en algunos capis más, si mi neurona lo permite. Hija de su madre naturaleza, juas, juas, me gustó eso... Finales de la uni? Ah, bueno, entonces estás perdonada ;-P Espero que te haya ido bien en los exámentes. Un montón de besitos. Nos leemos!!

Fedia: Uf... (respirito de alivio) menos mal pensé que me ibas a torturar. Esa es la idea, probar al reyecito y ver si de verdad quiere tanto a Leggy. No todo es siempre como uno quiere y espero que caiga en la cuenta más temprano que tarde. Por cierto, el día que Aragorn prefiera a Arwen en este fic, yo me tragaré el teclado sin masticarlo, jejeje, aunque tal vez el rey tenga un ratito de idiotez, después de todo, alguien le quitó su golosina. Saluditos.

Azalea: A ver niña... Tranquilita, respira, respira... uno, dos... ya? Arwen es lo mas brujeril que he hecho hasta ahora, sí definitivamente. Ays, no te angusties tanto, plis, ya los arreglaré... es que sí quiero vivir, juas (abysm con ojitos inocentes) Leggy ya no tendrá que hacerle caso a la mujer esta, al menos en este sentido, así que tranquila. Cuando Aragorn se entere, creo que va a tener un patatus aunque el elfito no tenga la culpa. Besazos.

Amazona Verde: Holis! Bueno, pobechito Legolas, el rey tendrá un berrinche, creo; solo espero que lo supere y no lo haga sufrir ;-P Aquí van los hermanito. El puerco de Brego se escapó pero no descarto que regrese muejeje. El futuro rey sigue enmarañado con su amante y su esposita, y Haldir... sí ya sé con quien lo pondré y seguro tambien te haces una idea... Solo tengo que ver cómo hago. Adieu...

Legolas611: Ohhh!!! Perdón, perdón... Soy cruel con el elfito, y sí escucho a todas las que querían que el reyecito llegara y salvara a Leggy... pero sino el fic se me terminaba prontito y todavía tengo mucho planeado por aquí Y sí, esto sirve para que el fic se enrolle más, pero no te preocupes, luego de sangre, sudor y lágrimas, se desenrrollará bien. Muchos besos.

Zac malfoy Snape: Malvada yo??? Mente malévola??? Bueno, si, pero ya está dicho: no, no y no. No señor, en este fic, esa bruja no se saldrá con la suya. El romance será difícil pero imposible no. No te puedo asegurar que el elfito no volverá a pasarlo mal, pero ya veremos... Besos.