Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 22

Proteger lo que amamos

Con mucho cuidado, Baldor subió los escasos peldaños de la que había sido su okiya.

Una vez más, Denethor había sido muy rudo la última noche. Cierto es que nunca había sido tierno ni demasiado agradable, pero nunca tan brusco como la noche anterior. No solo lo había usado sin ningún miramiento, sino que había sido particularmente desagradable luego. Parecía como si quisiera desquitar con él sus continuos nervios y desazones.

Por eso, se anunció y se sentó con cuidado a la espera del dueño de la okiya. Unos minutos después un hombre ya casi anciano, vestido con demasiada ostentación, apareció. No llegó a cambiar el gesto de fastidio lo bastante rápido como para que Baldor no lo viese.

- Señor Anborn, buenos días.

Pese a que ya no estaba viviendo allí, Baldor se puso de pie y le dedicó una profunda reverencia.

- ¿Qué se te ofrece, Baldor?

- Por favor, Anborn, necesito saber a cuánto asciende mi deuda este año.

- ¿Qué pasa, Baldor? ¿Tu 'danna está de visita?- preguntó con evidente malicia.

El joven tuvo que recurrir a todo su auto control para no replicar ante esa frase. Probablemente fuese cierto, él solo iba por la okiya cuando quería saber por su deuda pendiente, y eso sucedía solo cuando su 'danna' estaba en la ciudad.

- Todavía me debes bastante, Baldor.

- Quisiera ver los libros.- pidió tratando que su voz sonara neutra. Se adelantó ante la protesta.- Tengo derecho a verlos.

- Está bien... Espera aquí.

Volvió a desaparecer en el interior de la okiya y regresó con un gran libro entre sus manos, el cual abrió y ojeó delante del joven. Finalmente señaló algunos números.

- Aquí está. Creo que en dos temporadas más habrás podido cancelarla.

- ¿Dos temporadas?

Tal vez la pregunta había sonado lo bastante desesperada como para que el hombre lo mirara.

- Sí, dos temporadas. Si fueses otro geijin, tardarías más; pero con tus ganancias y lo que recibes por la enseñanza de tu 'hermano menor' calculo que en dos años serás libre.

- Libre...

Baldor había pronunciado esa palabra casi como un deseo inalcanzable. Y es que en esos momentos casi así parecía. Tratando de esconder su desesperanza y angustia, se puso de pie y volvió a saludar.

-Muchas gracias, señor Anborn... Buenos días.

Salió de la okiya tan despacio como había llegado.

Lo que le había contado a Haldir sobre el modo en que había llegado al Barrio era cierto, pero no toda la historia.

Tal como le había dicho, Anborn lo había comprado al grupo haradrim, pero al llevarlo al barrio, lo engatusó para hacerlo firmar un contrato por el cual se comprometía a devolver, no solo el dinero usado en su educación, sino también el utilizado en su compra.

Había sido un trato sucio y despiadado de Anborn con un niño de doce años solo y aterrorizado que apenas podía leer y a duras penas escribir su nombre, pero los ancianos del Barrio lo habían validado cuando Denethor pagó su mizuage. Con ese dinero quedaba saldado lo que adeudaba por su educación, pero entonces quedó pendiente lo de su compra.

Por eso había aceptado a Denethor, porque en aquel momento era Senescal de Gondor y con ello hubiese podido cancelar su deuda más rápido. Pero Aragorn depuso al Senescal poco después que lo aceptara como 'danna' y el hombre había perdido parte de su prestigio.

Pese a eso, como continuaba pagando religiosamente, Baldor continuaba siendo su 'protegido'.

Denethor era un hombre callado y un poco brusco, cerrado, concentrado en sus recuerdos. Recuerdos de los que Baldor se había enterado de a pequeños retazos. Una esposa, al parecer muy querida, pero cuya muerte había reforzado el carácter hosco del hombre. Cuando se convirtió en su 'danna', el Senescal se preocupaba apenas por tener alguien con quien desfogar sus necesidades. Jamás hizo mención a algún sentimiento hacia el joven que era su 'protegido', por lo tanto él tampoco se sintió afectivamente atado a él. Además, Denethor había cambiado en los últimos tiempos. Antes no era brusco y violento...

Y antes Baldor no tenía en mente a cierto elfo de Lórien a cada minuto del día.

"Dos años... No sé si podré tolerarlo los próximos días..."

A pesar de ir por el medio de la calle, no podía evitar las intensas ganas de llorar como cuando tenía doce años. Deseaba con todas sus fuerzas tener algún sitio dónde refugiarse, pero no volver a la casita.

Sonrió con amargura.

"Igual no podría correr" se dijo, y subió muy despacio los escalones de su casa.

(-0-)

Aragorn no podía aceptar eso y daba vueltas por todo el recinto mientras un atemorizado grupo de consejeros lo miraba ir y venir a la espera del estallido.

Sin embargo, la reacción no fue tan violenta como habían esperado.

- Me niego a aceptar eso. Tiene que haber algún modo.

- Majestad...- empezó uno, envalentonado porque no había gritos ni puntapiés.- Es lo usual. Un soberano toma un consorte y luego de un tiempo prudencial... Bueno, es de esperar ciertas noticias...

- ¡Tiene que haber otra solución!- vociferó y el grupo pareció contraerse ante el grito.

- No la hay, Majestad... Es la ley.

- No puede ser... Tiene que haber una forma... Tiene que haberla.

Reinició sus paseos para no estallar de nuevo. No iba a renunciar tan fácilmente. Lo que deseaba con todo el corazón era darle a Legolas el lugar que merecía. Quería alejarlo de esa okiya, trasladarlo a Palacio, que se sentara a su lado en el salón del trono y tuviese el respeto y la admiración de todos sus súbditos, empezando por él mismo. No se atrevía a hablar de ese tema con el elfo hasta no estar seguro de lo que podía proponer. Cierto que podía ser el 'danna' de Legolas, pero aunque esa relación era válida y respetada, Aragorn quería algo mejor, lo quería a su lado siempre, con un lazo que nadie pudiese destruír. Y no iba a cejar en su propósito hasta conseguir lo que quería, con la determinación que lo caracterizaba.

'Tozudez de montaraz' según diría Haldir.

No iba a renunciar.

- Tal vez...- la trémula voz de uno de los ministros apenas se escuchó en el salón, pero Aragorn giró hacia él al punto.

Apenas lo vio, lo recordó. Era el ministro que había sacado a puntapiés de la cama.

- Habla.

- Creo recordar que había leyes antiguas al respecto escritas en los archivos privados del Palacio... pero solo Gandalf tenía acceso a los sótanos donde se guardan esos libros.

- ¿Gandalf? ¿Por qué él?

- No lo sé, Majestad... pero decían que solo él podía entrar en los laberintos del sótano.

- Muy bien, entonces buscaremos a Gandalf.

Aragorn fue hasta el tembloroso ministro y apoyó en los hombros las manos grandes y fuertes.

- Esto es lo más importante que me ha pasado... ¿Puedo confiar en ti para que busques a Gandalf y me lo traigas cuanto antes?

De pronto, el hombre perdió todo su temor, porque el rey que estaba mirándolo fijamente en esos momentos no era un hombre insensato y cruel. Tal vez era algo impulsivo, demasiado propenso a los puntapiés, pero había demostrado ser un magnífico soberano, preocupado por su gente, por todos sin exceptuar a ninguno y era justo que pudiese tener lo que quería.

- Sí, Majestad. Las últimas noticias de Gandalf lo ubicaban en La Comarca... Partiré cuanto antes.

"Tienes que ser agradecido, Aragorn... El agradecimiento abre el corazón del dador."

El consejo de su elfo resonó en la mente del soberano.

- Muchas gracias. Veré que tengas todo lo necesario para tu viaje. La reunión terminó, señores, tengo mucho que hacer.

Antes que el boquiabierto ministro se recuperase de su asombro, Aragorn dio la vuelta y salió a grandes pasos del recinto.

Al menos tenía una esperanza. Un tanto débil, pero esperanza al fin y no iba a renunciar a Legolas. Antes prefería renunciar al trono.

(-0-)

Baldor entró en la salita silenciosa y respiró con alivio. Denethor no estaba.

Se quitó el haori y pensó en prepararse un té, algo calmante, que relajara un poco sus músculos doloridos. Al dirigirse a la cocina, reparó en la nota escrita que había sobre la mesa.

Era la letra de su 'danna' podía reconocerla y pensó que era para dejarle un aviso, pero no era eso, aunque no comprendió de que se trataba.

'El momento se acerca, Boromir. Procede de acuerdo a nuestro plan original, los aliados estarán listos y a tu disposición esperando tus indicaciones... El puerto...'

Había algunas cosas más, pero al darse cuenta que la nota no era para él, Baldor dejó de leer y fue hacia la cocina. El té le sentó muy bien y consiguió aliviarle un poco de la continua tensión que llevaba en hombros los últimos días.

Escuchó la puerta de entrada abriéndose y cerrándose y supo que Denethor había regresado pero decidió terminar su té, iba a necesitarlo.

La mano de hierro se cerró en su brazo con fuerza descomunal, y la tacita que sostenía entre sus manos cayó al suelo haciéndose añicos. Sin tener tiempo para protestar o resistirse, fue remolcado hasta la sala.

- ¿Leíste esta carta?- tronó Denethor, y la expresión de su rostro era por lo menos terrible.

- Nnno, danna...- tartamudeó Baldor, asustado por la magnitud de la furia que parecía hacer presa en el hombre.

- ¡Mientes!- lo zarandeó con fuerza hasta que el muchacho gimió.- ¡La leíste!

- No, danna... No era para mí... no la leí...

- ¿Y cómo sabes que no era para ti si no la leíste? Me estás mintiendo...

Probablemente lo que más asustaba a Baldor, era que Denethor no estuviese gritándole. De hecho, hablaba con voz medida y fría; los ojos dorados fijos en él. Con mucha lentitud, para que el joven viese lo que iba a suceder, alzó la mano que tenía libre y la descargó en una sonora bofetada.

- No me mientas, muchacho...

- No te miento, danna...- sollozó Baldor, ahora en verdad asustado.- Leí el principio... solo el principio, danna... y como ví que no era para mí, ya no leí más... Te lo juro...

Denethor no volvió a pegarle, pero lo arrojó con fuerza hacia el suelo, donde se quedó acurrucado sin saber si podía levantarse o no. El hombre meditó unos instantes si convenía ser más drástico, pero vio que el joven estaba lo bastante atemorizado como para no estar mintiendo, por lo que se limitó a tomar la nota y salir de la casa dando un portazo.

El ruido de la puerta azotándose hizo saltar a Baldor, pero no se animó a moverse demasiado. Solo se sentó en el suelo y abrazó sus piernas tratando de calmarse un poco.

Su danna nunca lo había golpeado antes, pero no podía entender por qué esa carta parecía tan importante. De cualquier modo era cierto que no la había leído por completo y con el susto, no hubiese podido repetir lo poco que sí había llegado a leer.

"No puedo... no puedo seguir con esto..." gimió bajito, tratando de no dejarse ganar por la angustia, de no llorar desesperadamente.

Pero tampoco quería regresar a la okiya, bajo el dominio absoluto de Anborn.

"Atrapado. Estoy tan atrapado como lo estuvo Legolas con su mizuage... Hace mas de cuatro años que estoy atrapado en esto... solo que hasta ahora me doy cuenta..."

Así lo encontró Sati cuando regresó para preparar la cena. Lo ayudó a levantarse y procuró curarle el magullón del pómulo. Aunque intentó tranquilizarse, Baldor no pudo dormir ni descansar.

(-0-)

Aragorn bajó primero del carruaje y Legolas inmediatamente después. Como el vehículo era cerrado, no había visto hacia dónde se dirigían, y además Aragorn le había pedido que no se asomara, así que dominando su curiosidad, el elfo se aguantó hasta llegar.

El puerto de Osgiliath era bullicioso y grande, pero el muelle al cual ellos habían arribado, estaba algo alejado de los otros. Allí, una barca cabeceaba movida por el vaivén de las aguas.

- ¿Qué te parece, amor...?- preguntó Aragorn, complacido.- Hoy tendremos una pequeña excursión por el río.

Legolas miró estupefacto la nave, las velas blancas hinchadas por la brisa suave, la madera crujía apenas con el movimiento del barco.

- Hace varios días que planeo esto... Quería sorprenderte...

- Pues... Sí lo hiciste...- consiguió murmurar el elfo. Luego lo miró sonriente.- Creí haberte aconsejado de vigilaras Osgiliath, no que organizaras excursiones a través del río.

- Y te hice caso, amor... Tengo hombres vigilando en todo el puerto. Escondidos claro, pero aquí están.

- Ya lo sé... – al ver la cara consternada del rey, se apresuró a aclararle.- Es que yo puedo ver que no se mueven como trabajadores del puerto... Pese al disfraz, se mueven como guerreros... No sufras, amor... Yo no le diré a nadie.

Legolas dijo esa frase en un susurro rápido, con una sonrisita cómplice. Aprovechando eso, Aragorn consiguió para atrapar sus labios en un beso ágil y breve sin que le importara en lo mínimo que la mitad de sus guerreros estuviesen mirando.

Profundamente sonrojado, el elfo no atinó a decir nada, pero el rey no pudo menos que disfrutar la recatada belleza de su amado. Lo tomó de la mano y lo llevó a través del muelle hasta el pequeño puentecito que unía el barco con tierra.

- Iremos río abajo rumbo a Pelargir, pero no llegaremos tan lejos... Ya verás qué hermoso es navegar por el Anduin.

Apenas subieron a bordo, uno de los guerreros se plantó delante del rey y saludó con una reverencia.

- Majestad, los guardias están distribuidos, podemos partir cuando lo desees.

La voz resultó conocida para el elfo, y al alzar la vista, vio que ese guerrero era el que le había dado las espadas para danzar, las espadas verdaderas. Ese fue el segundo sonrojo de la mañana.

- Legolas, éste es Halbarad, el jefe de mi guardia personal...- notó la mirada de reconocimiento entre ambos.- ¿Ustedes se conocen?

- Bueno... - empezó Legolas.

- Sí, Majestad... – la voz del guerrero sonó segura, firme.- Tuve el honor de presenciar un maravilloso despliegue de destrezas con espadas en una reunión...

Un tercer sonrojo coloreó las mejillas del elfo, y Aragorn se sintió orgulloso. Pese a que Legolas le había comentado el suceso, no le había dicho quién era el guerrero, y en ese momento decidió que probablemente ni siquiera lo sabía.

Dando por finalizada la conversación el guerrero se hizo a un lado y les permitió caminar por la cubierta.

Al principio, el elfo se sintió algo avergonzado. A la vista de todos, Aragorn lo tomaba de la mano y lo llevaba de un lado a otro, mostrándole todo mientras la barca zarpaba y comenzaba lentamente a moverse.

Junto a ellos, había otros ministros, algunos consejeros; Aragorn había arreglado todo como para que la excursión tuviese un perfecto marco oficial. Porque ése era su intención: que todos viesen a Legolas, no como un trofeo que se expone, sino para demostrarles que ésa era la pareja que él elegía.

- Todos me están mirando, Aragorn...- murmuró Legolas, un poco molesto.

Si bien se había acostumbrado a que lo miraran, captaba que esta vez, las miradas eran distintas. Estaban calibrándolo, midiéndolo y se sentía terriblemente expuesto.

- Por supuesto que te miran, amor; porque eres lo más hermoso que hay, pero lamentablemente para ellos, eres mío. Así que tienen que contentarse con admirarte de lejos...

No conforme con tenerlo de su mano, le rodeó la cintura con el brazo y lo acercó hacia sí. Al hacerlo, percibió la tensión en el cuerpo del elfo.

- ¿Qué pasa, Legolas? ¿Te avergüenza que nos vean juntos?

Ahora era el elfo el que veía la mortificación en el rostro de Aragorn, y decidió en ese momento, lanzarse de cabeza hacia lo que pudiese suceder. No tenía vergüenza de lo que sentía, porque era puro y estaba seguro que su amor era tan intenso como el que Aragorn tenía por él.

- No, no me avergüenza.- declaró, y sonrió.

La belleza de ese rostro podía encandilar a cualquiera, y por supuesto consiguió terminar con el episodio en ese mismo instante.

(-0-)

Habían almorzado en cubierta, y aunque compartieron el lugar con algunos invitados, el almuerzo había resultado agradable y muy placentero. Pese a que Aragorn vio un poco de asombro en los rostros de algunos de los presentes, la mayoría de ellos quedó subyugada por la conversación inteligente y precisa de su elfo. Eso sin mencionar los que lo miraban con algo rayano en la idiotización.

Luego de eso, se diseminaron en diferentes direcciones, algunos se retiraron a los pequeños camarotes que tenían asignados, otros a disfrutar del paisaje, algunos siguiendo los consejos de los que tripulaban el barco, se animaron a tratar de pescar algo en las aguas del río.

La barca navegaba cerca de la ribera, para que los paseantes pudiesen contemplar el paisaje que se extendía ante sus ojos con toda comodidad. Algunos pescadores en sus pequeños botes saludaban al paso de la barca, reconociendo el símbolo de la Casa Real de Gondor pintado en el casco. Algunas otras naves mayores permanecían ancladas cerca de la orilla.

- Tu gente te estima...- murmuró Legolas, complacido al ver que la gente, si bien no conocía al rey, saludaba el paso de la barca. Era un gesto espontáneo y por eso mismo, singularmente significativo.

- Los campesinos, la gente sencilla... y los nobles honestos... El resto, debo decir que me desean toda clase de catástrofes.

- El precio del trono, amor. No se puede tener contento a todo el mundo, todo el tiempo.

- De momento, me importa que tú estés contento.- dijo antes de tomarlo en sus brazos para besarlo.

Y como estaban apartados y al amparo de quienes pudiesen observar, Legolas respondió con pasión, para demostrarle lo contento que estaba.

En esos momentos, la barca rebasaba a otra casi tan grande como aquella, muy despacio. Por un costado del ojo, Aragorn vio el lento deplazarse de la barca y la otra que parecía desierta. A pesar de lo placentero de lo que estaba haciendo, algo no estaba bien. Aunque no veía qué era lo que distraía a su pareja, Legolas percibió que aquel estaba lejos.

- ¿Qué pasa...?

- No lo sé... Ese barco...

Ya estaban a la misma altura y entonces sucedió. De algún lugar de la otra nave, que reveló no estar desierta de ningún modo, sugieron una cantidad de hombres que lanzaron garfios de metal con sogas hacia las barandillas en medio de un griterío infernal.

- ¡Corsarios!- gritó Aragorn, en cuanto reconoció las vestiduras.- ¡Corsarios de Umbar!!!

Fue apenas un segundo lo que tardó en desatarse el desastre. La mayoría de los que iban en la barca, eran personas comunes que no estaban acostumbradas a ese tipo de cosas y ante el ataque, corrieron a refugiarse en los camarotes. En cierta forma, fue mejor, porque los guerreros de la guardia se distribuyeron a lo largo de la cubierta tratando de impedir el abordaje.

El otro navío no estaba para nada solitario. Como avispas al ataque, salían los guerreros que pretendían cruzar hacia la barca real.

Protector, Aragorn intentó empujar a Legolas hacia la puerta que llevaba al interior del barco, pero el elfo se resistió vivamente.

- Por favor, amor... Estás desarmado.- intentaba explicar, mientras lo jalaba por un brazo.

Por eso no vio al guerrero que venía hacia él, pero Legolas sí lo vio. Con un movimiento mucho más ágil de lo que Aragorn hubiese podido captar, sacó uno de los puñales que el rey llevaba en su cinturón y lo arrojó hacia el hombre. Aquel cayó justo al lado de Aragorn, que solo pudo mirarlo, atontado.

Sin inmutarse, Legolas se inclinó sobre el caído y le quitó la inmensa espada que traía.

- Ya no estoy desarmado.- dijo, simplemente.

No tuvieron mucho tiempo para volver a hablar porque el desastre era demasiado. Y los enemigos también.

- Cuida esta entrada.- señaló Aragorn.- No permitas que lleguen al interior.

- Bien.

Separarse de Aragorn era lo último que hubiese querido el elfo, pero en esos momentos, no había posibilidad de elegir. Vio al rey meterse entre la marea de combatientes repartiendo mandobles como un poseído. Era un guerrero extraordinario, y si el mismo Legolas no hubiese tenido que defenderse, habría podido ver cómo la legendaria Andúril trazaba surcos mortales entre el enemigo.

- ¡Agarren a ese elfo! ¡Nos divertiremos bastante con él!- gritó uno sin saber, que hacer lo que estaba diciendo, era mucho más difícil de lo que pensaba.

La espada en manos del elfo le demostró que ese deseo no se cumpliría, al menos para él. Cuando cayó a sus pies, Legolas vio el arco y la aljaba llena de flechas en la espalda del hombre. Sin pensarlo dos veces, lo despojó de esas cosas que ya no usaría, y arrojó lejos esa espada.

Para ser realmente útil necesitaba situarse mejor, de manera que con agilidad subió al puente y desde allí, por una de las escalerillas de soga, se ubicó a una buena altura. Afirmó su posición, y comenzó la lenta y certera elección de sus víctimas.

Los agudos ojos azules recorrieron la cubierta llena de hombres, enemigos y guerreros de la guardia, y vislumbró a lo lejos, la figura de ese guerrero Halbarad. Una flecha zumbó en el aire y se clavó en uno de los corsarios que luchaba con él. Asombrado, Halbarad levantó la vista para ver de dónde venía esa ayuda, y vio al elfo, trepado en una de las escalerillas del palo mayor. No pudo evitar una sonrisa. Podía ser un geijin, pero siempre sería un elfo y no había nada más letal que un elfo con un arco en las manos.

Y para desgracia de esos corsarios, ese elfo estaba de parte de las tropas de Gondor.

Sin duda, el rey había tenido algo más que intuición para elegir a su pareja.

Desde su posición, una y otra vez, las flechas hicieron blancos continuos pero escogidos. Legolas no tenía una provisión interminable de flechas, por lo que debía ser cuidadoso y certero al elegir sus blancos.

- ¡Legolas!!- el grito, potente, hizo que el elfo dirigiera la vista de nuevo.

Era otra vez Halbarad que hacía señales desesperadas sin poder librarse del pirata que lo mantenía ocupado.

- ¡Protege al rey!!- vociferó.

Siguiendo la dirección que le indicaban, Legolas miró, y la sangre se heló en sus venas. De algún modo, uno de esos hombres, tal vez uno de los cabecillas, había conseguido desarmar a Aragorn, y lo remolcaba hacia la nave. Mantenía un puñal en el cuello del rey, presionando y amenazando con hundirlo cada vez que alguno de los guerreros se acercaba.

- ¡Lo mataré! ¡Si alguno se acerca, lo mataré!- gritaba.

"No lo matarás, porque yo te mataré antes." Pensó Legolas y preparó la flecha. "Mira hacia aquí, Aragorn... Por favor mira hacia aquí..."

Intentó enviar ese pensamiento con toda la fuerza de su mente y su corazón, y tal vez por eso, el hombre levantó la vista y lo vio. Encaramado en el mástil, con la flecha lista en el arco casi tendido.

Hacía tanto que no necesitaba hacer un tiro de tanta precisión, que por unos instantes, el temor se apoderó del elfo. Un fallo, uno solo y podía matar al rey, a su amor.

"Earendil... Guía mi mano... No permitas que cause daño a Aragorn."

En todo caso, el rostro del humano se distendió en cuanto vio al elfo tensar el arco y asintió de forma casi imperceptible. Sabía que Legolas podría interpretar ese gesto y que aceptaba el riesgo.

Tenía razón.

En el segundo en que la flecha abandonó el arco, Aragorn se dejó caer por su propio peso. Se deslizó como una bolsa y en el segundo siguiente, la flecha se hundió en medio de la frente del hombre, que ni siquiera llegó a lastimar el cuello del rey. Aún no había caído cuando otra flecha más se hundió en su pecho y una tercera a medio cuerpo.

Un tanto asombrado por la rapidez con que habían llegado las saetas y la precisión de los blancos, Aragorn tardó unos segundos en recuperarse, pero lo hizo al segundo siguiente. Desde el otro navío, alguien respondió lanzando sus flechas y Aragorn se revolvió, para avisar al elfo.

Una lluvia de flechas salió rumbo al sitio donde el elfo había estado encaramado y se hundieron en el palo mayor. Pero ya no estaba allí. Sabiendo que había herido a alguien importante, en cuanto verificó que sus blancos habían sido perfectos, Legolas se tomó de otra de las sogas y balanceándose con ella, escapó de ese lugar.

Un poco después se reunía con Aragorn dispuesto a seguir junto a él en combate. Aquél ya no duró mucho más. Al parecer el hombre que había intentado llevarse a Aragorn era al menos uno de los jefes, porque cuando lo vieron caído, muchos de ellos empezaron a huir.

Al ver eso, los que quedaban combatiendo decidieron que ese era un buen momento para irse. Algunos consiguieron volver al navío, y desde allí a tierra; y otros, simplemente se arrojaron al agua. Los guerreros de Halbarad dieron buena cuenta de los que quedaron.

Parecía una locura. En cuestión de segundos, una pacífica excursión se había tornado una batalla despiadada. O más bien, una emboscada perfectamente planeada.

-Majestad, tienes que ver esto.- dijo Halbarad, llamando la atención del rey.

Aragorn, seguido de Legolas fue hacia el sitio donde estaban colocando los cuerpos de los enemigos caídos. Juntos, enemigos y algunos de los que habían viajado con ellos. Asombrado, Legolas se quedó mirando uno de los cadáveres y Aragorn volvió sobre sus pasos para saber qué sucedía.

- ¿Lo conocías? -preguntó al notar lo impresionado que estaba el elfo.

Aquel asintió. Eso era evidente, no había pestañeado al matar corsarios, un muerto más no podía causar esa impresión.

- ¿Quién era?

- Era... era el Mayoral de las Casas de Curación...- musitó Legolas.

- ¿De donde lo conocías?

- De... de... algunas reuniones.-dijo al fin.

Aunque no había vuelto a saber de él, ya no tenía sentido que nadie supiera y Legolas solo había intentado olvidarlo luego del mizuage. No parecía haber sido un mal hombre, de manera que a pesar de la experiencia que había vivido con él, el elfo lamentó que hubiese muerto así.

El guerrero le señaló otro de los cuerpos. El del hombre que había intentado llevárselo. Había usado una especie de caperuza para cubrirse, y Aragorn no le había visto el rostro, ni en ese momento, ni luego, pero ahora, Halbarad había quitado la flecha de la frente y también la caperuza.

Por unos instantes, Aragorn no pudo pronunciar palabra.

- Boromir...- murmuró al fin.

- ¿Quién?- preguntó Legolas.

- Boromir, uno de los hijos de Denethor... Hermano de Faramir.

- ¿Hermano de Faramir...? ¿Del príncipe Faramir?- Legolas simplemente no podía creer lo que oía.- Pero Faramir es tu amigo...

- Sí, y por eso me ayudó hace cuatro años, en contra de los deseos de su padre y su hermano. Por él, perdoné a esos dos, pero la piedad fue un error en este caso.

La voz dolida del rey mostraba lo mucho que sentía descubrir eso. No solo por saberse traicionado, sino por el dolor que esa muerte causaría a Faramir.

- Faramir nunca me perdonará esto.- musitó.

- Tú no lo mataste, yo lo hice.- respondió la voz segura del elfo a su lado.- Fueron mis flechas las que acabaron con su vida porque él estaba intentando lastimarte. Y volvería a hacerlo aun cuando supiese quien es.

Probablemente esas palabras consiguieron regresar a Aragorn a la realidad. Miró a Legolas con agradecimiento, porque no solo le debía la vida, sino que la batalla se hubiese decidido a su favor.

- ¡Estás herido!- exclamó al ver la sangre que escurría del brazo del elfo.

-Creo que fue una flecha... No te preocupes, no es grave.

- ¿Cómo sabes que no es grave? Elbereth... Estás herido por mi culpa...

- Aragorn...- la voz del elfo sonaba casi divertida.- No estoy herido por tu culpa... Estoy herido porque estuvimos en medio de una batalla... Luchamos y es normal que haya heridos... No se lucha para salir ileso... Se lucha para corregir algún mal, o porque es inevitable... Pero no para salir indemnes.

Era evidente que Halbarad pensaba lo mismo porque aunque lo intentaba, no podía evitar asentir ante las palabras del elfo. No solo era una criatura hermosa, sino también valiente y sabia.

- Majestad... Creo que en el camarote del capitán encontrará lo necesario para curar al señor Legolas... Yo me ocuparé de terminar con esto.

Legolas miró al hombre para saber si había ironía o burla en esa frase, pero encontró que hablaba con auténtico respeto y se sintió aliviado por eso. Hubiese querido agradecerle sus palabras, pero antes que pudiese hacerlo, Aragorn lo acarreó hacia los camarotes dejando atrás todo ese desastre resultante.

(-0-)

Inquieto, Haldir intentó calmarse pero ese estado de ansiedad no era normal en él. En general era calmado, mucho mas controlado. No podía reconocerse en ese estado. Nunca había sentido ese desasosiego que lo hacía dar vueltas y más vueltas en una y otra habitación de la casa.

Había declinado la oferta de Aragorn de acompañarlos en esa excursión navegando en el Anduin porque sabía que no iba a disfrutarla.

No mientras las palabras de Legolas siguieran resonando en sus oídos.

'El danna de Baldor estara de visita... Tal vez necesita privacidad...'

No se dio cuenta en qué momento salió de la casa aunque ya era de noche. No era la primera vez en esos días que de pronto, se encontraba frente a los portones del Barrio. Cuando se daba cuenta del lugar al cual lo habían llevado sus pies sin que su voluntad mediara, daba media vuelta, un poco enojado consigo mismo por no haber podido controlar eso, y regresaba a su casa.

Una vez más se encontró allí, frente a los gruesos portones de madera labrada. Se detuvo y estaba por regresar, pero entonces la sensación se intensificó en su pecho.

Era de noche ya, estaba cerrado y nadie que no viviese en el Barrio podría entrar... pero no sería la primera vez que se colaba dentro. Ya en una ocasión había entrado y hecho entrar también al rey, de modo que podía hacerlo de nuevo.

"¿Por qué estoy haciendo esta tontería...?- se preguntó, sin embargo caminó a lo largo del murallón hasta un sitio oscuro y con la agilidad de su especie, en un segundo, estuvo en el borde superior, y al siguiente, del otro lado.

"Estoy quedando como un estúpido." Siguió pensando, pero no se detuvo.

No había nadie en la callecita, no obstante prefirió mantenerse entre las sombras hasta llegar casi al final. Allí estaba la casa de Baldor. Estaba muy cerca. No había luces encendidas a la vista.

"Seguramente estará 'atendiendo' a su danna..." respiró hondo y trató de alejarse, pero de algún modo, no podía despegar la vista de ese lugar, de una de las ventanas.

Con seguridad nadie en las casas vecinas, ni siquiera alguien que hubiese pasado en ese momento justo debajo de la ventana hubiese oído algo, pero los agudos oídos de Haldir, largamente entrenados para captar ese tipo de murmullos casi inaudibles para otros, consiguieron escuchar.

- ... No... Por favor, danna... No...

No solo fueron las palabras, sino el quejido ahogado que siguió justamente luego, lo que hizo que el galadrim se acercara con todo sigilo y abriese la puerta de la casita. Aquella no estaba cerrada, lo cual no era de extrañar, salvo las okiyas, casi nadie cerraba sus puertas.

El silencio de la salita lo recibió junto con las sombras que llenaban todo el recinto. Por unos instantes casi dudó de lo que había oído. Sacudió la cabeza, no podía creer que estuviese haciendo eso...

"Tengo que salir de aquí antes que piensen que soy un vulgar malhechor..."

- Por favor...

El sonido que siguió no era de placer, eso era seguro porque eran claros sollozos. Lo que estaba sucediendo ahí dentro, no era placentero para Baldor.

Antes que pudiese pensar o meditar con claridad en lo que hacía, guiado solamente por esos sonidos que le arrebataban toda su proverbial frialdad, el elfo atravesó el cuarto y entró en la habitación de la cual provenían los sonidos.

Entonces toda aquella calma de que siempre había hecho gala, se convirtió en fuego y la sangre fría en lava ardiente.

Lo único que vio, fue el cuerpo macizo moviéndose con demasiada fuerza sobre el otro cuerpo más delgado, con furia, casi con ensañamiento, pese a los pedidos para que se detuviese. Ni siquiera llegó a registrar la desnudez de los dos ocupantes, lo único que podía entender era que ése que se movía, estaba lastimando a Baldor.

Lo tomó por los hombros y tiró con fuerza de él arrojándolo hacia un lado. El cuerpo de Denethor casi salió volando para aterrizar sobre un sillón, despatarrado.

En cuanto se vio libre del peso que lo oprimía y martirizaba, Baldor solo se acurrucó, ovillándose sobre sí mismo. En ese momento, lo único que su mente captaba era el dolor y la terrible humillación de estar así, tan indefenso. Ni siquiera se había dado cuenta que era Haldir quien lo había liberado de eso.

Mientras, una vez repuesto de la sorpresa inicial, Denethor comprendió lo que estaba sucediendo y la furia se encendió como una hoguera. Intentó ponerse de pie para reclamarle a ese intruso, pero una mano potente lo envió de regreso al sillón.

- ¿Quién demonios te crees?? ¿Cómo te atreves a interrumpir?- gritó, desde allí, mas preocupado por su enojo que por su desnudez.

Sin embargo nada podía inquietar menos al galadrim, que en ese instante, si bien no dejaba de observar al ex Senescal de Gondor, tampoco podía ignorar los sollozos ahogados que venían desde el lecho.

- ¿Cómo me atrevo?- la voz calmada de Haldir no condecía con los intensos deseos que tenía de desarmar a golpes a ese hombre.- ¿Acaso no escuchaste que estaba pidiendo que te detuvieras? ¿Estás sordo?

- A él le gusta así... ¿No es cierto, Baldor?

Si buscaba alguna especie de afirmación, se equivocó del todo. El muchacho solo escondió el rostro entre sus manos, mas que nada para refrenar la visión de sus lágrimas.

- No me pareció que estuviese disfrutando.- indicó Haldir.

- Y de cualquier modo... ¿Qué demonios te importa? ¡Yo soy su 'danna', tengo derecho sobre él!

- Probablemente seas su 'danna', pero te aseguro que eso no te dá ningún derecho sobre él... y mucho menos para lastimarlo así.

Haldir tomó algunas prendas del suelo y las arrojó al rostro del antiguo Senescal.

- Ahora, creo que es mejor que te vayas para que Baldor pueda descansar.

- No tienes derecho a echarme. Soy su 'danna'...

- Y él te recibirá de nuevo... cuando esté mejor. Si quiere.- puntualizó Haldir, aunque la idea le revolvió el estómago.- Pero ahora te irás.

Mientras se vestía, Denethor intentaba ver el modo de sorprender al elfo, pero aquel no le quitaba la vista de encima ni por un segundo. Entonces la furia tomó otro cauce.

- Me lo imaginaba, Baldor... ¿Me estabas engañando, verdad? Por eso estabas tan arisco últimamente... Te estabas encamando con este elfo... Eres peor que una ramera... ¿Desde cuando dejas que te monte...?

En su ira, el hombre escupía las palabras y el joven, que todavía no había movido un solo músculo, solo se ovilló un poco más al oírlo, tratando de protegerse de esos insultos que solo venían a reforzar la profunda vergüenza de encontrarse así.

Y la visión de eso terminó con el escaso control que Haldir había mantenido sobre sí. Con brusquedad, recogió el resto de la ropa del hombre, y tomándolo por el brazo, prácticamente lo levantó en el aire y lo sacó de la habitación.

Mientras lo remolcaba por la salita, intentaba decirse que ese hombre 'era' el danna de Baldor, y que lo que estaba haciendo solo podía perjudicar ese vínculo, pero ya no podía detenerse. No iba a permitir que semejante bestia volviese a poner las manos encima del joven humano.

Para su propio asombro, una vez que hubo decidido eso, la presión que sentía en su pecho, pareció aliviarse.

- Escucha esto, Denethor... Nos conocemos hace bastante tiempo... Sabes que no amenazo en vano. Si Baldor quiere volver a recibirte, lo aceptaré; pero quiero que algo te quede muy claro: jamás le puse un dedo encima. No lo he tocado. Por alguna razón que no puedo entender, ese muchacho te respeta lo suficiente como para no engañarte, pese a que no hayas estado en la ciudad y el modo en que lo tratas... Elbereth sabrá por qué, yo no lo sé... Y si vuelvo a escuchar que lo insultas de ese modo... Encontraré la manera de hacértelo pagar.

Lo soltó, y esperó a que el hombre se vistiese, erguido y firme, sin quitarle la vista de encima. Y cuando terminó, le indicó la salida.

- Vas a pagar esto, galadrim... Tú y ese...- iba a lanzar un fuerte insulto, pero la centelleante mirada de los grises ojos del elfo lo instaron a ser prudente.- Dile a ese desgraciado que puede ir olvidándose de mí... Tendrá que buscar otro que le pague sus gustos caros... Espero que tengas tanto como para eso, elfo.

Dijo esa frase cuando ya había bajado los escalones de la entrada, pero Haldir ni siquiera le respondió. Solo se limitó a cerrarle la puerta en la cara.

(-0-)

Cuando el elfo salio de la habitación llevándose casi a la rastra a Denethor, Baldor se animó a moverse un poco y tuvo que morderse para resistir el dolor y los intensos deseos de volver a ovillarse en la cama.

En el momento que los insultos de Denethor lo buscaron como blanco, fue que se dio cuenta de la presencia de Haldir en la habitación y entonces sí quiso morir. Desaparecer, hacer cualquier cosa con tal que el elfo no lo hubiese visto en semejante situación.

A duras penas consiguió ponerse de pie y envolverse en la bata que le habían quitado un rato antes. Trató de cerrar la mente a los recuerdos, pero los últimos días habían sido tan humillantes, que no conseguía conjurar esas imágenes y hacerlas desaparecer.

Había deseado tanto que alguien llegara a ponerlo a salvo, aún sabiendo que no era posible, que él mismo le había dicho a todos que no se acercaran en esos días porque a su 'danna' no le gustaba ver a nadie... Y era cierto, Denethor se ponía aún más irascible cuando llegaba a la casa y veía a algún desconocido. Había aprendido eso durante el primer año con él, cuando el Senescal todavía vivía en Minas Tirith y sus visitas eran más frecuentes, pero menos violentas.

Todo le temblaba tanto que ni siquiera podía cerrar la bata pero tenía que controlarse, porque seguramente Haldir regresaría en poco tiempo y no podía dejar que lo viese en ese estado desastroso. Y cuanto más pensaba en que debía controlarse, más temblaba.

La puerta de la habitación se abrió con suavidad, pero Baldor no se atrevió a volverse en un primer momento. El silencio era tan profundo que casi podía escuchar su propia respiración agitada todavía. Tampoco podía aguantar ese silencio, quería estar solo, y si tenía que desarmarse, que nadie pudiese contemplarlo.

- Haldir...

Iba a decir 'quiero que te vayas', pero al dirigir la mirada hacia el elfo, las palabras se esfumaron, porque en realidad no quería que se fuera y porque no lo dejaron continuar.

El galadrim nunca había visto a Baldor así. Siempre había sido un joven alegre, amable con todos, una imagen sólida y confiada. Ahora descubría que esa era la máscara que mostraba, para que nadie viese sus debilidades. Tal vez, como él, para protegerse y que nadie pudiese contemplar lo que guardaba en lo profundo del corazón.

Se veía tan frágil y desvalido, envuelto en esa bata oscura demasiado grande, que no pudo resistir el deseo de acercarse y detener la frase que empezaba, poniendo levemente sus dedos sobre esos labios maltratados.

Pretendía calmar al joven con ese gesto, pero ante esa mínima muestra de afecto, toda la compostura que Baldor había conseguido reunir, y que era bastante escasa, se desarmó en un sollozo quebrado. Viendo los esfuerzos que el muchacho hacía para no desfallecer, Haldir se acercó un poco más y siguiendo un impulso irrefrenable, lo atrajo hacia sí, envolviéndolo en un abrazo cálido.

Al abrigo de los fuertes brazos del elfo, Baldor ya no pudo seguir manteniendo esa postura, y terminó de desmoronarse. Durante largos minutos, solo se oía el llanto desesperado del joven y conciente que no podía decir nada que aminorara toda esa angustia, Haldir solo lo aferró tratando de infundirle fuerza.

Ninguno de los dos supo cuanto tiempo estuvieron así, hasta que las lagrimas disminuyeron y los sollozos fueran espaciados y tenues.

Solo después, Haldir lo sacó de esa horrible habitación y lo ayudó a llegar a la habitación pequeña que siempre ocupaba el joven. Con infinita ternura lo ayudó a acostarse y lo abrigó, pero cuando quiso retirarse, lo aferraron con tanta desesperación, que finalmente se ubicó también en la cama pequeña y siguió sosteniéndolo, inclusive cuando estuvo seguro que Baldor ya dormía.

Continuará...

N/A

Reviews:

Azalea: Si!! Sufren y requetesufren todos... yo tambien sufro con Baldor, pobrecito mío. Como ves, el mismo Denethor ha hecho algo 'bueno' tratando mal a mi preciosito geijin. Ahora Haldir se da cuenta por fin de algunas cosas. Ya me imaginaba que habrías adivinado quien era el danna de Baldor jeje. El trato si se puede deshacer, pero aquí explico un poquito las razones por las cuales Baldor no lo hizo hasta ahora. Elroy ya se desengañó de su 'amante' aunque todavía no pudo liarlo con lo que le sucedió a su papi... También tienes razón en eso. El retorno del rey... pero del rey elfo jajaja... En cuanto a Imrahil, tendrá su ratito de felicidad, que ya le va tocando a él... Grima será como siempre 'Lengua de Serpiente' juasjuas... Besitos!

Forfirith: Holaaaa! Pues si a mí me ponen enfrente a los tres... me quedo con los tres. Elroy con una elfita... bueno, es que lamentándolo mucho, este fic no tendrá mpreg porque sino se mi iba todo al caño, uf... así que tiene que tener una esposita que le dé un baby. Y hay que ver lo que le ha tolerado a su esposo, vaya, si yo me entero que mi marido me 'adorna la frente' a vista de todos, lo asesino jeje. Imrahil tuvo un 'aprouch' con Iorlas, pero había un futuro mejor para él, no te parece? Baldor está perdidito por el galadrim y viceversa, ahora ya se encontraron. En cuanto a Leggy, pues sí... Peazo de rey tiene en sus manos... Un poquito de envidia no daña, no? Bueno, amiguis, te prometo que no abandonaré a los hermanitos. Un besito enorme!!

Iona: Ves? Las cosas mejoran un poquito para Elroy ahora que se dio cuenta que ese elfo que tenía al lado no es la joyita que pensó. Y Eomer no es ningún tonto, ya le ganaron con Legolas, no iba a dejar pasar el tiempo con el hermanito... y creo que es el único hasta ahora que sabe que hay dos elfos tan parecidos... El futuro de los hermanitos les mostraba lo que 'podía' suceder... todo dependía de lo que ellos hicieran. Si Imrahil se hubiese escapado como pensaba al principio, no hubiese conocido a tremendo rey que tiene ahora (y capaz lo encontraba yo... Nop, no creo) Baldor la está pasando feíto, pero aquí llega el caballero Haldir para rescatarlo de las manos del viejo feo. Leggy tiene un ratito más de felicidad, que lo aproveche... Muchos besotes!

Nina: Hi! Snif, pobrecito mi Baldor... Ah, que mente sagaz, niña linda!! Algo de eso habrá, sino habré hecho sufrir a mi precioso en vano? Nooo... Bueno, Haldir ya se encargará de consolar a Baldor, no te preocupes. Los hermanitos de Legolas necesitarán mucha, pero mucha suerte. Yo también quiero desaparecer a Arwen, pero todavía la necesito... Paciencia, ya desaparecerá. Nos vemos! Kisses.

Fedia: ¡Te encariñaste con Baldor!!! Qué alegría... yo pensé que me iban a matar por poner a Haldir con un mortal... ¿El nombre de un texto de álgebra??? XD, XD, yo siempre me he llevado a las patadas con el álgebra, así que ni siquiera recordaba que hubiese algún texto con ese nombre jajajaja... Dénethor no quedó muy bien después de la muerte de su esposa y ahora está complotando para recuperar Minas Tirith, creo que eso lo pone fuera de sí. Pero está abusando de mi precioso, y Haldir se va a encargar de meterlo en cintura. Me queda un cachito más para empezar con el elfito, por ahora, ya pasó lo que tenía que pasar para que empiece a desencadenarse todo. Besinhos!!