Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo 24

Dos confrontaciones y una alianza

Como si todo el cuerpo estuviese cubierto de hormigas, así se sentía el elfo mientras paseaba de un lado a otro mientras esperaba al rey. Solo porque lo conocían, le habían permitido entrar a palacio y acceder hasta llegar a ese salón.

Antes de decidirse a ir al palacio, Legolas paseó largamente por todo el sexto nivel de la ciudad, intentando detener las dudas que lo carcomían, y sin conseguir nada. La voz de Arwen, segura, tan firme resonaba en sus oídos con una nitidez despiadada.

Intentaba no pensar demasiado, o más bien, no pensar en nada hasta que pudiese hablar con Aragorn y quitarse esa espina de la mente. Pero cuando las puertas de la sala se abrieron y el humano entró, simplemente se quedó sin palabras, recordando todas las veces que Arwen había intentado interferir en la relación que tenían. De pronto, dudó.

- Legolas... ¿Qué pasa, amor...?- preguntó Aragorn, sorprendido de verlo, ya que hacía pocas horas que se habían separado.- ¿Ocurre algo malo?

Un par de veces, Legolas abrió la boca, buscando las palabras, intentando juntar el aire suficiente para expulsarlas afuera.

- Aragorn... Me pediste que no volviese a creer en lo que Arwen dijese sin preguntarte antes...- dejó salir toda esa frase de una sola exhalación.- Y eso es lo que intento hacer... Arwen... ella dice...

- ¿Qué clase de mentira te contó ahora?- preguntó Aragorn empezando a enfurecerse antes de haber oído.

- Dice... que espera un hijo tuyo.

Por unos larguísimos instantes, el hombre se quedó sin aire y sin palabras para replicar. De todas las mentiras y atrocidades que Arwen podía decir, ésa con seguridad era la mayor de todas.

- Ella... está tan segura... dice que estuviste con ella la noche que enteraste de mi mizuage...- el silencio de Aragorn estaba matándolo, pero tenía que dejar salir todo de una sola vez.- Lo juró... lo juró sobre esa vida, Aragorn.

- Está loca...- alcanzó a balbucear.

- Por favor, Aragorn... Me pediste que no creyera en ella sin escucharte antes... Dime que no es cierto. Dime que ella está mintiendo y te creeré...

Aragorn estaba estupefacto, con muchísimos anhelos de salir de allí a buscar a Arwen y zarandearla hasta que soltase la verdad y admitiese que solo estaba haciendo el último de los intentos para separarlo de Legolas. Por otra parte, el elfo lo miraba con desesperación, ansiando encontrar en él una veta en la cual depositar toda su confianza.

De pronto, una sombra de incertidumbre se cruzó en su mente.

La noche en cuestión, había bebido mucho... Había bebido tanto que no recordaba nada de lo sucedido. Luego de la conversación con Legolas, su primer recuerdo coherente era el encuentro con Haldir a la mañana siguiente. Como si hubiesen esperado ese momento, algunas imágenes difusas cruzaron su memoria. Labios suaves y cálidos, piel delicada... La amargura de la frustración liberada en algunos movimientos casi convulsivos.

- Elbereth...- murmuró, más para sí mismo que para el elfo, pero aquel alcanzó a escucharlo con total nitidez.

Y fue más que suficiente porque no era ésa la palabra que él esperaba oír. Lo que él necesitaba escuchar con todas sus fuerzas era casi mínimo, pero marcaba toda una diferencia.

'No es verdad'.

Tan pocas palabras, pero que le eran negadas. Necesitaba salir de ahí cuanto antes, necesitaba aire y lo necesitaba pronto, porque de repente todo el aire parecía haberse ido de esa habitación. Retrocedió en silencio.

- Legolas... escucha... –empezó Aragorn intentando creer desesperadamente en sus propias palabras.- Esa noche bebí mucho... Bebí demasiado y no recuerdo nada de lo que pasó... Si es que algo pasó.

- Pero sí pasó Aragorn...- ahora, para su propio asombro, Legolas se sentía extrañamente lejano a todo, como si todo eso no estuviese sucediéndole a él.- Arwen juró... Es una Eldar... No haría un juramento así sin estar segura de lo que decía.

- Escucha, Legolas; voy a hablar con ella... No puede ser cierto. Algo así no puede haber sucedido sin que yo lo recuerde.

Aragorn avanzó hasta él, sujetándolo en sus brazos, como si sospechase que en cualquier momento podía girar y escapar de allí, dejándolo solo. Pero el elfo no se plegó a su gesto como siempre lo hacía, solo permaneció entre sus brazos, donde el hombre podía sentir el único signo de su exhaltación: la respiración corta y errática.

Los ojos azules lo miraron con cierto extravío, como si la emoción aún no hubiese todavía llegado a ellos y esa falta de expresión, causó una profunda conmoción en él, que intentaba por todos los medios hacer que su memoria resucitase y le dijese con claridad que todo lo que Arwen decía no era más que un invento desesperado.

- Legolas, voy a hablar con ella, te lo juro... Pero... ahora tengo que buscar a Denethor... Prométeme que esperarás a que yo hable con ella.- su mano avanzó hasta el rostro del elfo para brindar una caricia que pretendía ser tranquilizadora, esperaba alguna reacción, cualquiera, aunque aquella fuese arrojarlo al otro extremo del salón.- Por favor... Te amo, Legolas, te amo... ¿Comprendes eso? No puedo dejar que algo se interponga...

- No es 'algo'- dijo la calmada voz del elfo.- Es 'alguien'. Y podría ser tu hijo...

A pesar de que todo el mundo se estaba derrumbando en su interior, Legolas luchó para mantenerse firme y con suavidad se libró del abrazo.

- Busca a Denethor si tienes que hacerlo. Arwen no irá a ningún lado, puedo asegurártelo... Y aunque quisiera hacerlo, yo tampoco puedo irme.

Antes que Aragorn hiciese algo más para detenerlo, Legolas giró para salir cuanto antes de palacio, sin saber muy bien a qué lugar dirigirse. No podía volver a la okiya y deambuló sin rumbo fijo por el sexto nivel de la ciudad, sin mirar, sin sentir, como si de pronto, su alma hubiese quedado vacía.

Ni siquiera notó que lentamente, a su alrededor las calles comenzaban a quedar solitarias y las sombras invadieron la ciudad. Dentro de su mente, no había diferencias entre la oscuridad de la noche, y la que de pronto había caído sobre él.

(-o0o-)

De rodillas ante el baúl, Baldor quitó todas las prendas que había encima. Lujosos 'hakama' y aún más ostentosos 'obis' llenos de bordados en hilos de oro y plata. Tan costosos y que sin embargo no le pertenecían.

Denethor se los regalaba y de forma automática, aquellos pasaban a engrosar la cuenta de Anborn y a disminuir su deuda, pero parecía que nunca alcanzaba. Nunca había suficiente para saldar la deuda que lo encadenaba a esos dos hombres.

Los hizo a un lado para descubrir en el fondo, otras prendas. Eran hermosas, pero a simple vista eran sencillas y mucho menos costosas. Sin embargo, ésas eran las únicas prendas que sí le pertenecían, las había comprado con sus primeras ganancias antes de su mizuage. Denethor detestaba esas ropas, por eso había dejado de usarlas, pero ahora sentía que eran muy apropiadas para él, ya que no quería llevarse nada de lo que ese hombre le había dado. Las puso aparte para acomodarlas en una pequeña alforja de viaje.

Del fondo del baúl extrajo algunas cosas más que colocó en una bolsa que luego llevó a la salita. Ya no debía faltar demasiado para que Sati llegase, la mujer siempre era muy puntual. No era de extrañar, considerando que la idea era no cruzarse nunca con su 'danna'.

Recordó también un pequeño broche que Haldir le había obsequiado y que en algún momento le había prestado a Legolas, lo tenía celosamente guardado en esos días, para que su danna no lo viese y empezara a interrogarlo sobre él. Regresó a la habitación para buscarlo.

"Creo que estaba en el alhajero azul..." pensó, revolviendo en otro arcón.

- ¿Creíste que te dejaría ir tan fácilmente, descarado?- susurró la voz de Denethor a sus espaldas, al mismo tiempo que lo aferraba por la cintura y lo levantaba en el aire para arrojarlo sobre la cama.

Era probable que en otro momento, Baldor no hubiese reaccionado, pero en aquel instante, ya había tenido más de lo que podía soportar de ese hombre. Pese al terror, no había terminado de caer sobre el lecho y ya estaba poniéndose de pie. O al menos intentándolo.

El violento revés se estrelló en su rostro echándolo hacia atrás. Medio se revolvió en el aire, y cayó sobre su estómago al tiempo que se arrastraba sobre la cama para alejarse de ese hombre horrible. La poderosa mano de Denethor consiguió aferrar el borde de la cintura del 'hakama' y tiró de él, arrastrándolo hacia sí; pero no había contado con la desesperación de Baldor.

Viendo que no podía oponerse, el muchacho se aferró al borde de la cama y empezó a patear. Una de esas patadas consiguió impactar en el rostro del hombre. Aprovechando ese instante, Baldor giró de nuevo y propinó un nuevo puntapié, esta vez dirigido con toda intención a la cabeza de Denethor. Cuando aquel cayó hacia un costado, no perdió un solo segundo. Saltó de la cama, cruzó por encima del cuerpo caído, sin dudar que en cualquier momento podia volver a levantarse, y corrió hacia la salita.

Lo sentía mucho por Sati si llegaba luego, pero él no iba a quedarse un segundo más en ese sitio. De un rápido manotazo, tomó la bolsa con sus únicas cosas de valor que había conseguido poner allí y salió de carrera hacia la calle con un solo pensamiento en la mente: salir del Barrio cuanto antes y no regresar nunca. Aunque tuviese que comer basura de las calles, no volvería a poner un pie en ese lugar.

Los caminantes que en ese momento transitaban por la callecita, no hubiesen reconocido nunca en esa desesperada figura que corría a toda velocidad, al geijin más exitoso que tenía Minas Tirith.

(-o0o-)

Parecía que se lo había tragado la tierra. Denethor se le había escapado de entre los dedos. No obstante, los guardias recorrían de forma exhaustiva los niveles de la Ciudad a la espera de poder pescar al ex Senescal de Gondor, pero no se podía descartar que hubiese abandonado Minas Tirith la misma tarde del ataque a la barca real.

Y mientras sus tropas rastrillaban la ciudad, Aragorn aprovecharía para hacer una visita a Arwen e investigar las cosas que le había dicho a Legolas.

Luego de esperar en la salita de la okiya, finalmente, Arwen apareció escoltada por la dueña, que venía a asegurarse su inversión.

- Déjanos.- fue la orden terminante de Aragorn.

- Majestad... Espero que comprenda que no es correcto que...- empezó Tyra-san pero la mirada feroz del rey detuvo cualquier cosa que estuviese a punto de decir.

- Déjanos.- repitió aquel, sin molestarse en agregar una sola sílaba más.

Y la mujer comprendió que el tema era más complicado de lo que hubiese pensado en un principio. Pese a que eso contravenía las normas de la okiya, no podía contradecir una orden directa del rey, de manera que hizo una profunda reverencia de aceptación y se retiró.

- ¿Crees que con un hijo conseguirás alejarme de Legolas?- fue la primera pregunta que formuló Aragorn lanzando lejos la diplomacia, la educación y todo el resto de las normas sociales.

- Majestad... Esto no sucedió por mi deseo.- comenzó Arwen decidida a ignorar la afrenta.

- Mientes. Lo planeaste con bastante astucia, y me temo que yo solo me puse en tus manos la noche que me embriagué... No recuerdo lo que sucedió, así que lo único que tengo es tu palabra de que ese hijo es mío.

- Lo es. Lo juré ante Legolas, Majestad... ¿Es necesario que repita ese juramento delante de ti?

- No estaría demás.- replicó implacable.

- No tengo dificultad en hacerlo: Te juro Majestad, que eres el único hombre que ha estado conmigo, que estuviste conmigo esa noche y que este hijo es tuyo. Sangre real de la Casa Telcontar.

Si no hubiese sido por la porción de sangre Eldar que corría por sus venas, Aragorn hubiese podido apostar que Arwen mentía, pero sabía que eso no era posible con un juramento así de por medio. Una y mil veces maldijo esa noche fatídica y sus detestables celos que al fin, lo habían puesto en esa situación.

- He dado aviso a mi padre, Majestad... Seguramente has oído hablar de él, de manera que...

- Oh, terminemos de una vez con esto, Arwen. Sabes perfectamente que conozco a Elrond, que crecí en Rivendel aunque nunca nos viésemos allí...

- Entonces, Majestad; sabes que mi padre es un sanador de elfos más que reconocido. Vendrá a Minas Tirith y podrá despejar todas tus dudas acerca de este niño. Pero supongo que podrás evitarme esa vergüenza.

- Supones mal. No es mi culpa si te metiste en mi cama cuando estaba ebrio, tengo todo el derecho a desconfiar.

Hasta ese momento, Arwen había mantenido su serenidad pero las feroces palabras del rey terminaron por exasperarla. Jamás la habían insultado de manera tan directa y no iba a permitirlo a nadie.

- Desconfias de mí... Oficiaste mi mizuage, sabes que fuiste el primero para mí y aún así desconfías. En cambio pareces dispuesto a creer ciegamente en Legolas, cuando sabes a la perfección que fue de otro antes...

- No discutiré contigo mi relación con Legolas...

De pronto, Aragorn cayó en la cuenta de algo que Arwen había dicho, y se quedó pensativo unos instantes. Cuando se volvió para enfrentar a la elfa, sonreía, y esa sonrisa congeló un poco la confianza de aquella. No esperaba ese gesto y trató de tranquilizarse, diciéndose que tenía todas las cartas ganadoras esa vez.

- De manera que ya avisaste a Elrond que estás encinta... Perfecto, supongo que eso lo hará venir de inmediato... Está bien, su presencia aquí será necesaria para establecer la validez de mi reclamo.

- ¿Tu... reclamo...?- preguntó Arwen, confundida.- ¿Qué reclamo?

- El reclamo sobre el heredero, claro... Puedo aceptar que es mi hijo, y si Elrond lo confirma, yo seré el más dichoso. Tendré un heredero de mi sangre y podré tomar a Legolas como consorte.

Por un instante, Arwen se quedó estupefacta pero no tardó en reaccionar.

- No puedes... Es mi hijo, tienes una obligación conmigo, no con ese elfo.

- Te equivocas, Arwen.- ahora, el rostro del rey era una máscara de piedra.- Creo que tendré que refrescarte la memoria con respecto a algunas cosas que 'oportunamente' pareces haber olvidado... Eres hija de Elrond, seguro; pero en este momento, vives aquí, en el Barrio y para que te hayan aceptado seguramente debiste haber jurado respetar las leyes y normas que rigen este lugar ¿Me equivoco?

Ante el silencio de Arwen, Aragorn prosiguió siguiendo una súbita inspiración. Ya que la memoria le jugaba una broma tan pesada con lo sucedido aquella noche, rogó para que al menos en esa ocasión acudiera en su ayuda.

- Las leyes del Karyukai dicen que tengo un deber de protección hacia mi hijo y su madre, es cierto... Cuando un hijo es producto del mizuage, existe obligación de matrimonio para compensar a la madre por cortar su carrera... pero si el hijo surge de una unión posterior... mi deber cambia. Debo protección a ambos, pero en ningún lugar dice que 'debo' casarme contigo... Pero no te preocupes, no tengo intención de abandonarte. Como verás tengo mucho interés en que realmente ese hijo sea mío.

- Eso no es cierto...- tartamudeó Arwen, incapaz de creer que hubiese una tal ley.

- Pero claro que es cierto, Arwen. No había recordado eso hasta que pusiste tanto ahínco en hablar del mizuage de Legolas y el tuyo... Debo decir que conozco bastante bien las leyes de este lugar, al menos las más generales.

- No puedes... no te permitiré que me hagas esto... Mi padre te obligará a cumplir conmigo y si él no puede, el Concejo lo hará.

- Mmm... El Concejo me importa un rábano. Pero es posible que después de todo, mi buen padre adoptivo no tome con mucho agrado la idea de que tengas un hijo fuera de un honroso matrimonio e intente obligarme a casarme... Por supuesto, yo amo mucho a Elrond, no podría causarle un disgusto tan grande, de manera que tendría que casarme contigo...- ahora la sonrisa no solo fue amplia sino casi salvaje.- Cosa que haré... luego de renunciar al trono.

- ¿Renunciar al trono?

Aragorn se encogió de hombros, como si el asunto fuese apenas un trámite sin importancia.

- ¿Por qué no? Traspasaré el poder nuevamente a la casa de los Senescales, Faramir es un excelente candidato, y así estaré en condiciones de ser tu feliz esposo. ¿Por qué te asombra? ¿Crees que no seré capaz de hacerlo? Soy un montaraz, lo sabes... Extraño las noches a la intemperie, bajo el cielo abierto, las largas cabalgatas... Sé que te gustarán Arwen, después de todo, la esposa de un Dúnedain debe acompañar a su marido. Seremos una gran y dichosa familia viviendo a la intemperie.

El último sarcasmo fue lanzado casi frente al rostro hermosísimo y ahora demasiado pálido de la elfa, pero Aragorn no la dejó reaccionar.

- No me conoces, Arwen... Si crees que puedes manejarme a tu antojo, estás equivocada. Esas son tus opciones: puedes aceptar mi protección hacia ti mientras estés encinta. Lógicamente cuando el niño nazca, será reclamado como heredero de Gondor pero como me siento generoso, mantendré mi protección hacia ti y me ocuparé que nada te falte... O puedo casarme, una vez que haya abdicado. No son opciones difíciles, o complicadas... Sé que podrás dilucidar lo que te conviene.

- Claro que puedo, y te aseguro que no vas a salirte con la tuya...

Viendo el rostro perfecto casi deformado por la mueca de odio, Aragorn se dijo que no había punto de comparación entre ella y Legolas. Jamás se arrepentiría de su elección, aun cuando Legolas no pudiese darle hijos, jamás uniría su vida a un escorpión como Arwen.

- Bien, pues Arwen, así es como están las cosas... Te aconsejo que pienses en mi primera propuesta. Es razonable y no tengo dudas que es más fácil encontrar agua en Emyn Muil que instintos maternales en ti...

Por unos instantes, dejó que la elfa pensara o al menos fingiese pensar en lo que haría, pero como no respondía, decidió salir de allí.

- No puedes seguir aquí, tienes que tener todos los cuidados que sean necesarios. No permitiré que Elrond piense que no me preocupo por tu bienestar. Prepara tus cosas, en un par de días enviaré a buscarte para que te instales en algunas habitaciones de Palacio. Deseo estar cerca de mi hijo, podrás comprender, espero.

Aragorn salio de la okiya a grandes pasos, para librarse cuanto antes de esa odiosa presencia y sin poder creer la manera en que estaban resultando las cosas, pero decidido a no ceder en ese punto. No había pasado largos años de su vida exponiéndose a peligros, luchando contra enemigos mucho más formidables para ser vencido por alguien así.

Sabía que había sido vulgar y grosero con Arwen, casi insultante, pero no se arrepintió en absoluto. Después de todo, era cierto, él era montaraz antes que rey y tal como alguna vez le mencionara a Legolas, era un salvaje maleducado... Y cuando se sentía hostigado de esa forma, respondía así; defendiéndose como un animal arrinconado.

'Elbereth... Debí estar realmente borracho para no darme cuenta...'

Pero ahora estaba sobrio y agradeciendo a Gandalf cuando, cuatro años antes lo había puesto a estudiar de cabeza las leyes principales de Gondor y de las distintas etnias que convivían allí. Jamás habría pensado que le serían útiles, y en ese momento se daba cuenta que gracias a eso tal vez podía escapar de las garras de ese dragón.

'Primero tengo que encontrar a Legolas y contarle... Avisarle esto...'

Pero el elfo no había regresado a la okiya, y con algo de angustia Aragorn se preguntó dónde estaría. Recordó la mirada entre vacía y dolorida y trató de pensar, pensar dónde podía estar.

Maldijo interiormente a Arwen, a Denethor y en general, a todo lo que le impedía, en ese momento dedicarse a buscar a Legolas

(-o0o-)

Cuando uno de los guardias le avisó que Baldor estaba esperando en el saloncito recibidor y que no estaba bien, que parecía muy alterado; Haldir salió de carrera, solo para encontrarlo. Pero no esperaba hallarlo así.

La ropa sencilla se veía ajada, algo desaliñada como si se la hubiese acomodado a toda prisa, y el cabello largo le caía sobre el rostro, impidiendo que Haldir pudiese verlo bien. Lo habían acomodado en un silloncito donde se había acurrucado aferrando con fuerza la bolsa con sus escasas pertenencias.

El galadrim decidió acercarse con precaución, para no sobresaltarlo. Muy despacio se inclinó hacia el muchacho y lo tocó en el hombro, a lo cual Baldor alzó el rostro hacia él. Ver el rostro magullado y cubierto de lágrimas fue más de lo que pudo soportar. Con infinito cuidado, lo ayudó a ponerse de pie y muy despacio lo condujo hasta su propia habitación.

Pese a las lágrimas que caían sin cesar, lo que de verdad preocupaba a Haldir, era que Baldor no emitía ningún sonido, ni un gemido, nada que indicara que estaba llorando, como si solo sus ojos pudiesen exteriorizar todo lo que sentía y ese silencio era más aterrador para él que si se estuviese desarmando en llanto.

Las ventanas estaban abiertas, una suave brisa llenaba el ambiente del suave perfume de los árboles del jardín y Haldir lo condujo cerca del lecho. Solo entonces se animó a preguntar.

- Baldor... ¿Fue él, verdad...? ¿Fue Dénethor...?- el muchacho asintió, aun en silencio y el galadrim tuvo que apretar con fuerza la mandíbula para resistir la furia.

Tenía que preguntar algo más y no sabía cómo hacerlo sin ofender.

- Él... ¿Lo hizo...? ¿Lo hizo de nuevo?

No hubo más respuesta que una leve negación y ante eso, Haldir respiró aliviado.

- Quiero que descanses, Baldor... Haré que te traigan una taza de té, algo para calmarte, y quiero que lo tomes y duermas...

Mientras hablaba, le acariciaba suavemente el rostro sintiendo cómo temblaba, tratando de confortarlo. Notó que el muchacho continuaba aferrando la bolsa e intentó hacer que la soltara para que estuviese más cómodo. Eso pareció quebrar la inexpresividad de Baldor que la aferró con más fuerza contra sí.

- No, no... Son... mías... Son mis cositas...

- Está bien, está bien... Son tuyas. No te las quitaré.

Haldir desistió de la idea y lo ayudó a recostarse, conformándose con aflojarle un poco la ropa y quitarle las botas. Lo cubrió con una manta y se alejó apenas unos segundos para pedir a un sirviente que le trajera el té, luego regresó junto al lecho. Baldor había cerrado los ojos, pero escuchando la respiración agitada, Haldir supo que no dormía.

Un rato después trajeron lo solicitado y una vez más, el elfo se inclinó hacia el muchacho para ayudarlo a incorporarse y hacerle beber, sorbo a sorbo la infusión. Volvió a recostarlo y se quedó allí, acariciándolo hasta que lo sintió dormir.

De pronto, Haldir descubría en sí un deseo de protección tan feroz y terrible que lo hizo temblar. Jamás había sentido algo así por nadie. Tal vez porque siempre había estado con elfos como él y en general, todos eran tan fuertes, tan autosuficientes, que no lo necesitaban. Y ahora venía a descubrir que él quería ser necesitado, quería que lo necesitaran, poder brindar protección, abrigo y amor; pero la mayoría de sus parejas siempre querían lo último, rechazando las dos primeras cosas como si fuese una cobardía aceptarlas.

Aceptando por fin lo que sentía, Haldir se acomodó en un sillón junto al lecho a esperar que Baldor despertara.

(-o0o-)

Apenas el rey desapareció de su vista, la dueña de la okiya entró a toda velocidad y comenzó a hacerle un sinfin de preguntas, pero Arwen simplemente la ignoró y regresó a su dormitorio.

No podía comprender cómo había quedado enredada en la trama que ella misma había tejido. Creyó que un heredero para el rey era el método seguro para obligarlo a elegirla, pero no había tenido en cuenta las leyes del sitio donde vivía. Era del todo cierto lo que el rey había dicho, revelando que él si conocía a la perfección esas leyes y amparándose en ellas tenía la manera de eludir sus responsabilidades.

Ser la 'protegida' del rey mientras aquel tomaba por consorte al elfo... No, era inconcebible aceptar que el rey se convirtiese en su 'danna'. Esa relación estaba muy bien en el Barrio, pero no para ella. Ella no quería un 'danna' y mucho menos contribuir a que Legolas pudiese instalarse junto al rey dándole el heredero que le hacía falta.

La otra opción era casi tan inaceptable como la primera... Elrond podría obligar a Elessar a casarse con ella, pero no había modo en que pudiese impedir que abdicase a favor de Faramir si ése era su deseo... Nadie, ni siquiera el Concejo podía obligar a un hombre a seguir siendo rey si era su deseo abdicar.

Esposa de un montaraz salvaje... Pasar las noches en una tienda sucia y hedionda, y los días cabalgando de un lado a otro, sin hogar ni comodidades...

Impensable por partida doble.

"Él tiene que cumplir conmigo... Mi padre lo obligará... No, no podrá hacerlo, yo juré atenerme a los principios de este lugar. Maldito elfo, mientras Legolas siga aquí, el rey no pensará siquiera en..."

El pensamiento se detuvo en ese punto, porque ése era el nudo del asunto.

Legolas.

Él era el motivo por el cual, el rey no veía nada ni a nadie, y por el que incluso podría renunciar al trono.

"Pero si Legolas desaparece, ya no habrá motivos para que el rey no cumpla conmigo... y aunque no lo haga en ese momento, yo podré volver a acercarme sin competencia... Legolas debe desaparecer."

Pero decirlo era fácil. Lograr la consecución del plan requería mucho más. Alguien que lo llevase a cabo, porque ella no podía hacerlo y tampoco iba a arriesgarse. No, tenía que conseguir a alguien que lo hiciese por ella.

"Y sé exactamente dónde buscar."

En cuanto pudo, se escabulló de la okiya y salió del Barrio. Necesitaba ropa de campesina, de una mortal humilde para que nadie pudiese reconocerla, pero eso no representaba ningún problema.

Atardecía cuando envuelta en una capa burda y un tanto rotosa, entró en una de las menos recomendables cantinas de los niveles inferiores de Minas Tirith.

(-o0o-)

Baldor había dormido varias horas, y por fin se veía relajado y tranquilo. Durante la primera vuelta que dio, soltó la bolsa que había mantenido tenazmente aferrada, y aquella se deslizó hacia el suelo.

Sintiéndose un tanto culpable, Haldir la recogió preguntándose qué contendría y si Baldor se enojaría mucho si investigaba un poco. De hecho, se preguntaba si a pesar de lo sucedido, el muchacho habría tenido la presencia de ánimo como para llevarse las cosas de valor que Denethor le hubiese obsequiado.

Desechó la idea casi al tiempo que la había formulado. Baldor no era interesado, lo sabía a la perfección, si continuaba con el viejo, era porque necesitaba cancelar su deuda, no por otra cosa.

La dejó a un costado, cerca de la almohada, para que la viese en cuanto despertara.

Atardecía cuando finalmente Baldor despertó.

Tardó unos segundos en darse cuenta de su situación, y durante ellos, recordó lo sucedido. Todavía no podía explicarse de dónde había sacado las fuerzas para resistirse como lo había hecho. Si lo pensaba mucho, el miedo volvía a instalarse en su cuerpo paralizándolo, de manera que era prácticamente imposible de comprender la manera en que había enfrentado a su ex danna, la desesperada carrera que lo había sacado del Barrio. No quería volver a pensar en eso nunca más.

Por primera vez en muchos días, se sentía tranquilo, confortable y seguro.

Tal como Haldir había planeado, lo primero que vio al abrir los ojos, fue su bolsita; e inmediatamente más lejos, el rostro amable del elfo.

Los dedos suaves de Haldir le retiraron unos mechones de pelo y en el trayecto acariciaron levemente la frente al tiempo que sonreía.

- ¿Ya estás mejor?

- Sí...- se sentó en la cama, un poco extrañado por hallarse en un sitio desconocido.

Cuando estiró la mano para tomar la bolsa, el galadrim notó que había recuperado los modales medidos y plácidos de siempre. La colocó en su regazo, y luego miró a su alrededor con curiosidad, disfrutando la vista de la habitación tan fresca y tan luminosa pese a que atardecía.

- ¿Quieres ver qué contiene?- preguntó de pronto, asombrando a Haldir y le extendió el objeto que el elfo tomó.- Puedes mirar...

- ¿No te importa...?

- No... Si eres tú el que mira.

Con cuidado, Haldir extrajo un envoltorio de tela que puso sobre sus piernas. No había nada más en la bolsa, de modo que empezó a deshacer los pliegues de la tela para descubrir que era una prenda. Una túnica de tela rústica pero que no podía ser de Baldor porque era demasiado pequeña.

Pese a que había sido lavada, lucía rota, una rasgadura la abría casi al medio, pero no había destruido los bordados del cuello ni de las mangas. Era una túnica de niño, y de repente, Haldir comprendió que esa prenda sí era de Baldor. De un Baldor ocho años menor.

Había también una especie de alforja pequeña, de cuero crudo, pero cosida con prolijidad, y una sola letra marcada a fuego sobre la solapa que la cerraba. Dentro, había un par de sedales para pescar, y algunos anzuelos viejos y desgastados.

- Iba a acompañar a mi padre cuando ellos llegaron...- explicó desapasionadamente.- Mi madre bordó esa túnica... Esto es todo lo que conservo de mi familia.

Sintiéndose como un saboteador de recuerdos, Haldir volvió a poner todo como estaba y lo devolvió al muchacho. Y él había pensado que Baldor se había llevado joyas o regalos de Denethor... Era evidente que no terminaba de conocer todo acerca de los humanos y sus afectos.

- Lo siento...- musitó, una disculpa más relacionada con sus pensamientos que con su curiosidad.

- No importa...- se encogió de hombros, sonriendo levemente y Haldir no pudo dejar de notar que en algunos aspectos, ellos dos se parecían mucho.- Pensaste que me había llevado joyas o algo así... ¿No?

Una vez más el elfo fue sorprendido por esa percepción, al segundo siguiente recordó que Baldor había pasado largos años haciendo eso, captar los matices de sus ocasionales acompañantes para juzgar con rapidez y certeza lo que podía o no decir y hacer.

- No...

- Los elfos son muy malos mintiendo... Mejor deja eso a los humanos.- ahora sí miró a Haldir, buscando sus ojos.- Gracias... por lo de anoche... y por no... Investigar en mis cositas...

El elfo se trasladó a la cama, para sentarse frente a él, y una vez más deslizó la punta de sus dedos por el contorno del rostro oval, extasiándose en la extraordinaria suavidad de los ojos castaños.

- Eres hermoso.- afirmó, delineando también el contorno de los labios.

- No, Haldir... Legolas es hermoso, tú también lo eres... Yo solo soy un hum...

Como era evidente que tanto Aragorn como Baldor compartían el terrible defecto de todos los humanos de hablar demasiado, Haldir decidió que no quería seguir escuchando, y lo silenció apresando sus labios con un beso delicado pero firme. Y luego, se dedicó a explorar el tibio y húmedo interior de esa boca que todavía no conocía bien, pero planeaba investigar a fondo.

El deseo se despertaba en el elfo de un modo que nunca había sentido antes, y casi sin darse cuenta, quitó la bolsita del regazo del muchacho para poder acercarse más, para poder sentir su proximidad. Sin meditarlo realmente, iba reclinándolo sobre la cama; cuando ambos tuvieron que tomar aire, sus miradas se encontraron por unos segundos.

Sabiendo que tal vez Baldor no estuviese en las mejores condiciones luego de lo sucedido la noche anterior, Haldir hizo el ademán de erguirse, pero casi de inmediato, los brazos del muchacho volaron hacia su cuello, manteniéndolo cerca.

- No te vayas...

- No quiero hacerte daño, Baldor...

- No me harás daño. Yo sé que tú nunca me harías daño... Estoy bien.- afirmó, comprendiendo exactamente cual era el temor del elfo.

Para convencerlo que era cierto lo que decía, Baldor se irguió apenas, para ser él quien buscara el beso ofreciendo sus labios como nunca lo había hecho con su 'danna'. Y eso era porque sus motivos para aceptar a Haldir eran mucho más profundos de lo que el elfo hubiese podido comprender o que él mismo hubiese podido explicarle. A la vez, eran infinitamente simples; solo se reducía a la necesidad de sentirse amado y protegido.

Por una vez en su vida, Baldor quería estar con alguien preocupado por él.

Captando esa necesidad, Haldir acarició el sedoso interior de la boca que se le ofrecía, aceptándolo, pero al mismo tiempo prometiéndose ser muy cuidadoso.

Tuvo poco tiempo para seguir prometiéndose cosas, porque las oficiosas manos del joven empezaron a deshacer los lazos de su camisa para liberarlo de esa prenda, cosa que consiguió unos segundos después. Extasiado ante la blancura de la piel del elfo, dejó correr las yemas de los dedos con mucha suavidad por el pecho como si quisiera cerciorarse que era verdad; y que ahora podía permitirse no solo imaginar sino también constatar que era realidad.

- No voy a romperme, Baldor...-dijo Haldir, sonriente y en respuesta a eso, los labios del muchacho se posaron en el cuello y descendieron muy despacio hasta rozar una de sus tetillas.

- Oh, no... Eres mi invitado... Yo voy a atenderte.- murmuró el galadrim, separándose apenas.

Antes que Baldor pudiese protestar, lo acalló con sus labios, esta vez con incontenible pasión al tiempo que empezaba a luchar con los lazos de la ropa de Baldor. Por una vez, el elfo comprendió lo que era sentirse frustrado, cuando consiguió deshacerse de la primera capa de ropa, solo para descubrir que debajo había una más.

Aunque leve, el 'hadajuban' continuaba siendo un estorbo, y sin demasiados preámbulos, Haldir se deshizo de él arrojándolo luego a un lado. Ahora sí tenía a ese mortal exactamente como lo había soñado más de una noche, a pesar que jamás lo hubiera admitido antes.

Besó el cuello, lamió los hombros mientras los dedos hacían presa de los rosados pezones, pellizcándolos con mucha delicadeza arrancando gemidos suaves, que eran casi inaudibles pero deliciosos. Su boca descendió entre ellos, dejando una húmeda estela de besos hasta encontrar el vientre plano y el ombligo. Se detuvo en esa perfecta oquedad dejando que su lengua trazara una y otra vez su circunferencia antes de sumergirse en ella mientras sus manos dejaban de atormentar el pecho para ir a deshacerse de los lazos del 'hakama'.

La proverbial paciencia de un elfo también podía acabarse si cada vez que se liberaba de una prenda, otra aparecía inmediatamente debajo. Haldir se irguió apenas mientras las manos acariciaban la delicada curva de los huesos de las caderas notando las marcas moradas en ese sitio y al tiempo que liberaba a Baldor de esa última prenda, besó cada uno de esos moretones, deseando poder con eso borrar el recuerdo del modo en que habían llegado allí.

Estremecido bajo el embrujo que los dedos y los labios del elfo esparcían sobre su piel, Baldor jadeaba despacito; sin darse cuenta que se había acostumbrado tanto a ser silencioso cuando estaba con Denethor, que ahora se comportaba de manera similar. Cada vez que los labios de Haldir se posaban sobre una pequeña porción de su piel parecía que aquella se encendía en llamas y el reguero interminable se esparcía por todo su cuerpo, llenándolo de calor. Porque era cálido y envolvente, seguro y se sentía tan bien que por segundos, Baldor tenía temor de despertar de algún sueño.

Y no quería despertar.

La boca del elfo se salteó la necesitada zona en su entrepierna para acariciar y besar sus piernas, como si aquellas fuesen un bocado imposible de resistir. En algún momento cesaron las caricias, y Baldor consiguió reunir la coherencia suficiente como para dirigir la vista hacia donde estaba el elfo. Conteniendo el aire, lo vio deshacerse de su propia ropa para abalanzarse luego hacia él, acomodándose sobre su cuerpo. Acostumbrado al peso y los bruscos frotamientos de su 'danna', Baldor apenas consiguió exhalar un gemido de éxtasis al sentir el peso considerablemente menor del elfo y la delicadeza del roce de la piel contra la piel. Sentir la creciente dureza de Haldir frotándose contra la suya, lo hizo echar la cabeza hacia atrás en busca de un poco de aire para no explotar allí mismo.

Buscaron su boca con tanto ahínco, que cuando finalmente la hallaron, el beso fue profundo pero también lleno de cuidado. Gimiendo dentro de la boca del elfo, el joven humano ya no pensaba sino en el momento en que por fin dejaran de atormentarlo y lo tomaran; pero Haldir tenía sus propios planes al respecto, y abandonando sus labios, volvió a descender hasta encontrar esta vez sí, la endurecida virilidad del muchacho.

Sin preámbulos, su lengua trazó un recorrido ascendente hasta la punta, y allí se entretuvo haciendo que su lengua jugueteara en el pequeño orificio como si intentase meterse en él. Saboreó la sonrosada cabeza hasta que por fin lo tomó por completo en su boca. Todo el cuerpo del humano pareció sacudirse ante esa sensación, y se arqueó ante las acompasadas succiones que siguieron.

Con un sollozo casi inaudible, Baldor se vino en la boca del elfo y Haldir se aplicó a tomar todo lo que le fue dado.

- Por favor, Haldir... Yo... yo quiero...

- Shh, pequeño... Tenemos tiempo...- susurró el elfo, volviendo a acomodarse a su lado sin dejar de tocarlo.

Eran tan tiernas las palabras de Haldir, que Baldor se dejó envolver por ellas, y se entregó a las manos acariciantes que una vez más empezaron a recorrerlo registrando cada uno de sus accidentes.

Maravillado por el silencioso éxtasis de Baldor, Haldir comenzó a estimularlo nuevamente, y fueron esta vez los dedos largos y finos los que se cerraron sobre el pene del humano masajeándolo hasta que empezó a endurecerse entre sus manos. Cuando las caderas del muchacho comenzaron a ondular y a intentar presionar hacia sus dedos, Haldir supo que era momento.

Ubicado de nuevo entre las piernas, hizo que sus dedos oprimieran apenas los suaves testículos y algunas gotitas blanquecinas volvieron a surgir. Con ellas, Haldir lubricó sus dedos para expandir el canal que ya palpitaba de deseo. Primero uno, luego otro y un tercero al final; cada uno de ellos levantaba un suave quejido, tan tenue que solo los atentos oídos del elfo hubiesen podido captar. Desalojó sus dedos, ubicó su ya dolorosa erección en la entrada expandida y se introdujo de a poco.

Ante la intrusión, Baldor se mordió los labios para acallar los gemidos. Sí estaba haciéndole un poco de daño, pero no por falta de delicadeza o preparación, sino porque toda esa zona aún estaba demasiado sensible luego de la última noche con Denethor; sin embargo no iba a decir nada.

Por una vez, ese pequeño dolor no importaba en absoluto. Cada caricia de Haldir, cada beso, cada gesto había sido de auténtica preocupación, Baldor había disfrutado de todo eso y si conseguía relajarse, puede que también consiguiera disfrutar eso. El tercer empujón hizo que el elfo se situara por completo en su interior y rozara su próstata. El chispazo de placer fue tan inesperado que sí logro liberar su voz en un gemido quebrado. Tembloroso, pero deseando repetirlo, enlazó las piernas en la cintura de Haldir, oprimiéndolo contra su cuerpo y lo abrazó con fuerza.

Había sido un sollozo tan claro, que Haldir casi estuvo a punto de retirarse, creyendo que lo estaba lastimando demasiado; pero muy a tiempo se dio cuenta que quizás sí había algo de dolor, pero el rostro ruboroso de Baldor le decía que también era placer. Lo extraño era que el muchacho parecía asombrado como si esa sensación lo hubiese sorprendido incluso a él. Al segundo siguiente, Haldir comprendió que Baldor sí estaba sorprendido y la explicación inundó su entendimiento. Denethor había sido el primer y único hombre en la vida de Baldor y era harto evidente que aquel jamás se había preocupado en ninguna otra cosa que no fuese su propio placer.

Posiblemente el único placer que Baldor conociese en aquel sentido, fuese el que él mismo podía proporcionarse, pero el placer de compartir un momento de intimidad con alguien más, aún era un misterio.

La certeza de ser el primero en poder despertar esa sensación en Baldor, hizo que Haldir comenzara a moverse muy lentamente, tratando de hacer contacto de nuevo con ese minúsculo nódulo interno que haría estremecer el cuerpo que tenía bajo el suyo.

El miembro del elfo se retiró casi por completo para volver a enterrarse en él y una vez más, las luces se encendieron detrás de los párpados fuertemente apretados de Baldor. Su garganta había tomado vida propia pero sus jadeos se perdieron dentro de la boca de Haldir. Por primera vez, sus sollozos no eran de dolor o humillación sino de un placer intenso; y también por primera vez, eran acallados con tiernos besos apasionados en lugar de una sudorosa palma oprimiéndose contra su boca.

Incoherente, pidió más, y más, deseando que nunca terminara hasta que el orgasmo se disparó y estalló en cada partícula de su cuerpo drenándolo por completo, vaciando su descarga entre los dos cuerpos al tiempo que la poderosa emisión caliente de Haldir lo llenaba hasta rebosar.

Con sus brazos rodeando el amplio pecho de Haldir y el rostro hundido en su hombro, Baldor no quería moverse para no quebrar toda la magia que ese momento había tenido para él. Descubrió que una vez más, las lágrimas habían escapado de su control, pero en esta ocasión no estaba avergonzado de ellas. Por un largo rato, continuaron uno en brazos del otro hasta que Haldir sintió que la respiración del muchacho ya era normal. Solo entonces se deslizó fuera de él con todo cuidado, y lo mantuvo dentro del cálido nido de sus brazos, conciente de la terrible necesidad de ternura.

- ¿Te sientes bien...?- preguntó Haldir, su aliento tibio en un susurro apenas perceptible.

- Muy bien...- la respuesta llegó al mismo tiempo que Baldor se acurrucaba más todavía hacia él.- Haldir... Nunca me dejes...

Ferozmente protector, el elfo le abrigó aún más.

- Nunca, pequeño...

Con un suspiro de alivio, satisfecho, Baldor dejó que el sueño lo invadiera. Un poco después, Haldir también se sumó al descanso.

(-o0o-)

En vez de ropas de campesina, finalmente había conseguido las ropas de un granjero, pero al menos con el sombrero inmenso, quedaban ocultas sus facciones delicadas y sobre todo, las delatoras orejas en punta.

Apenas entró en la cantina, el hedor a comida, bebida y sobre todo a esos detestables mortales la golpeó en pleno rostro, pero eso no iba a hacerla retroceder. Había recorrido varios lugares similares pensando que podía acostumbrarse a los olores y la escabrosa visión de esos humanos detestables, pero no era así. Igual, no iba a cejar en su propósito.

Ahora que la idea ya había tomado forma en su mente, y se había puesto en movimiento, ya no había manera de detenerse.

Ella misma había visto su futuro en el espejo de Galadriel. Luego de algunas nubes, el reflejo de plata le había mostrado la Ciudad Blanca, el salón del trono, allí había visto por primera vez al rey. También su visión le había mostrado a su hijo, corriendo sonriente hacia los brazos de su padre... Y una torre de hermosa vista, donde su hijo tenía sus habitaciones. Era claro que ése era su futuro, ella no había visto ningún otro elfo allí.

Legolas había aparecido de algún lugar lejano, dispuesto a arruinar esa visión de futuro promisorio, pero no lo iba a permitir. No, luego de todo lo que había hecho.

Pensando en eso, se lanzó hacia delante, atravesó el bullicioso salón, evitando con todo cuidado hacer contacto con cualquiera de esos horribles hombres que reían, bebían y eructaban ruidosamente. Recorrió con la vista el lugar, buscando algún rostro que le mostrara lo que necesitaba. Se alejó del centro, donde las voces eran más destempladas y groseras para finalmente terminar en un rincón. No estaba del todo mal, desde allí podía escuchar más o menos bien en cualquier dirección.

-... quiero a ese elfo, necesito saber cómo encontrarlo.

La voz le resultaba conocida, aunque el que hablaba, estaba tan convenientemente oculto debajo de una capucha como ella bajo su sombrero. Giró un poco para escuchar mejor.

- Siempre acompaña al rey, suele andar por el sexto nivel... acompañado de un muchacho. Los dos son geijin del Barrio.

Arwen no necesitó más para convencerse que ese hombre, quienquiera que fuese, tenía mucho en común con ella; el rencor que su voz no conseguía ocultar, se lo decía con claridad. Se movió con agilidad, acercándose a la mesa donde esos dos estaban bebiendo y sin que la invitaran, se sentó en una silla que arrastró con ella.

Los dos hombres respingaron un poco ante su aparición, y por poco hubiesen desenvainado sus espadas. Dénethor no estaba dispuesto a dejarse aprehender y se encontraba dispuesto a ofrecer una fuerte resistencia. No llegó a hacerlo.

- Yo puedo ayudarte a encontrar al elfo.- dijo antes que el otro pudiese reaccionar.

Hubo apenas un instante de indecisión, pero al siguiente, Denethor hizo un gesto para que se pusiese cómoda y también para que su acompañante hiciera lo mismo.

- No sé de qué estás hablando.- dijo el hombre, dispuesto a verificar que no estaba cayendo en una trampa.

- Dije que yo puedo ayudarte a encontrar a ese elfo que estás buscando. Lo conozco muy bien.- dijo Arwen, manteniendo la vista relativamente baja para que el sombrero continuara cubriéndole el rostro.

- ¿Y por qué harías eso?- preguntó el hombre que acompañaba a Denethor y que no era otra cosa que un mercenario, un malhechor a sueldo.

- Podría decirse que también tengo interés en que ese elfo desaparezca de la ciudad.- contestó Arwen, inusualmente sincera, y creyó oportuno agregar.- En forma permanente, de ser posible.

Por unos segundos, ambos parecieron estudiarse, pero al cabo de ellos, Denethor decidió intentarlo, después de todo, no tenía demasiado que perder. Él iba a pagar a los hombres de ese mercenario para que se encargaran del trabajo.

- Habla entonces.

- Un momento, señores.- señaló Arwen.- Puedo ayudarte a llegar al elfo, pero quiero saber qué harás con él.

- Tengo una deuda personal que arreglar con ese elfo, no tienes más que saber, salvo que; eventualmente, morirá, claro.

Esas palabras fueron suficientes para Arwen. Había encontrado a la persona indicada para hacer el trabajo y quedar totalmente al margen. Con una sonrisa interna, se dedicó a escuchar lo que Denethor tenía para decir, y luego podrían elaborar la manera más eficaz de liberarse para siempre de ese elfo entrometido.

Para el momento en que salió de la cantina, ya había un plan perfectamente trazado que ponía a Legolas fuera de su vida para siempre.

TBC...

Reviews:

Azalea: Hola! Ahora amarás más a Haldir... Err... quien dijo que no puedo hacer sufrir a Baldor? El fic aún no terminó, aún tengo tiempo ;-) Denethor está enloquecido de furia ahora, no se detendrá, snif, pobre elfito... Casamiento???? Y con Aragorn?? JAJA, en sus sueños, solamente así, esa elfa conseguirá casarse con el reyecito, pero... En algo tienes razón, la bruja ya sirvió para algo, pero ahora sí está enfurecida y eso no es bueno para Leggy así que prepárate pa' llorar. Adiosito!

Nina: Hi! Haldir ha encontrado que es más fácil para él demostrarle a Baldor que lo ama... Y creo que Baldor estará contento con eso. Arwen embarazada... Eso sí que ha costado, y sí, es hijo de Aragorn, pero las cosas no le han salido exactamente como pensaba, ya lo ves... Y ahora está muy enojada. En consecuencia, la pagará el elfito. Besitos!

Vania: La Flecha de Mirkwood!!! Sí, ahora le tocó a Aragorn ir abajito... Al menos por una vez, Legolas on top :- ) Denethor será mucho mas malo aún... Haldir ya invitó a Baldor a casita, pero pobechito mortal llegó un poquito machucado y traumadito, pero allí habrá cierto elfo pa' curarlo... Ah, no especifiqué elfito... Bueno, mientras no metas a ese Daguel en medio, haz cualquier elfito ;-)

Fedia: Sí, elfa embarazada... y de Aragorn, para tristeza del elfito. Y como te dije, será capaz de cualquier cosa, ya lo estás viendo. Legolas arriba por una vez... jiji, se piadosa con el pobre elfito, aunque sea una vez que se saque el gusto... Besitos.

Forfirith: Reapareciste!!! Yo pensé que te habías extraviado en la Tierra Media, o te habías ido de juerga con todos tus elfos al Gondor's Kareoke ... Es una indirecta, no sé si se entiende :- ) Ves, sí es justo que alguna vez sea Aragorn el que esté abajo... Además el elfito es muy cuidadoso, no le hace pupa, todo lo contrario jeje. Denethor y Arwen se están potenciando ahora, ya lo ves...y no, la elfa no tiene colitis o esas cosas... Tiene bebé... grr... Aquí tienes Haldir/Baldor? Te parece suficiente? Jeje. Espero que sí. Besitos mil.

Alym: Holis. Así que el hermano elfito es tu segundo consentido? Que bien, aquí te pongo un poquito de Baldor que ya merecía un poquito de felicidad. La que encontró algo que no esperaba era Arwen, creyó que con un bebé tendría a Aragorn en sus garras jeje... Tengo a los hermanitos un poco estancados, pero no a Leggy, así que no te preocupes. Todavía les queda un ratito de sufrim... er... de fic... Besitos!

Iona: Que bueno que ya estés bien, me alegro. Sí, Aragorn uke, solo por una vez, jiji... Aquí te dejo un capitulín con Baldor feliz por un ratito. Y la bruja es detestable, pero tuvo la lucidez para no meterse con otro que no fuera el rey... Solo que no contó con MI astucia, jeje... aunque las cosas se complicarán mucho para todos. Porfis, ataque al hígado no, que recién te estás recuperando del resfriado P Un besazo.

Prince Legolas: Aunque estés planeando mi muerte jeje, pero si me matas no sabrás qué voy a hacer con el fic muejeje... Jajajaja desodorante para orcos!!! Eso me gusto! Ahí tienes, bebé o no bebé, Aragorn acaba de probarle a esa elfa golfa que no solo sus ministros reciben puntapiés... Saludines élficos!

Monce: ays, ays... abysm corre entre las pedraditas de monce Era necesario, porfis, porfis... y sí, el hijo es de Aragorn... Pero te regalo a Baldor y Haldir para que me perdones... Si consigo levantar el bloqueo, los hermanitos se vienen en el próximo capítulo. Besotes!

Amazona Verde: Al menos estás aquí, tarde pero seguro jiji... Haldir no habla mucho, pero vaya si actúa... Esa arpía de Arwen, si no lo conseguía con Aragorn borracho, no lo conseguía de ninguna otra forma porque el rey no la iba a tocar ni con un palo... Ah, es posible que Elrond reconozca a Legolas cuando lo vea... Falta ver si llegará a verlo... vivo. Jajaja, no era broma, lo juro; pero falta un poquito para que reconozcan al elfito. Besotes!