Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 25
Intrigas y trampas
Elroy
Desde lo alto de las murallas del palacio, los arqueros mantenían a raya el ataque de las bestias que habían llegado casi hasta las orillas de los dominios de los elfos sindarin.
En la tarde anterior, junto con las sombras, habían llegado los últimos grupos de elfos, escapando del acecho de esas criaturas horribles que venían pisándoles los talones. Para una raza que había dado tan grandes batallas en el pasado, huir así era casi una afrenta, pero era menester llegar a las murallas de palacio.
Pronto amanecería, y junto con las luces de Anar, las bestias regresarían a sus cuevas oscuras a refugiarse y eso daría un respiro para componer las defensas y recuperar flechas.
- ¡Faenor!!- gritaron desde una de las murallas.- Tenemos algunos heridos aquí... Hay que bajarlos pronto.
Con la cabeza envuelta en telas que simulaban un gran vendaje, el elfo que se hacía llamar Faenor, subió la escalerilla hasta el parapeto superior y alcanzó a ver los cuerpos caídos de varios elfos con heridas de distinto tenor.
El corazón se desgarró en su pecho. Después de años de luchar para mantener a esas malas bestias alejadas de su reino, ahora tenía que ver cómo se habían acercado hasta estar casi a las puertas de su palacio. Y no conforme con eso, veía a sus hermosos elfos muriendo para defender sus hogares.
"¿Dónde está mi hijo..? Se supone que debería estar aquí, y no corriendo detrás de ese elfo descarado que seguramente en estos momentos lo tiene encadenado entre sus piernas... ¿Acaso me equivoqué tanto al educarte, Elroy?"
Esos tristes pensamientos eran los que ocupaban la mente del oculto rey Thandruill mientras alzaba en brazos el cuerpo herido de uno de sus soldados tratando de no causarle más dolor.
Llegó abajo, a la zona que habían preparado para atender a los heridos, y lo depositó en uno de los catres. Usó algo de su propia ropa para cubrir la herida de la flecha orca y detener la sangre.
Hubo un murmullo apagado desde lo alto de las murallas, y Thandruill alzó la vista nuevamente hacia ese lugar.
La espigada figura de Elroy aparecía apenas recortada por la tenue luz de Anar, pero era imposible de confundir. Llevaba su arco a la espalda y la aljaba vacía, por lo que no sería raro que hubiese estado junto con sus guerreros en la defensa de las murallas. La silueta a su lado, era difícil de identificar debido a la capa con capucha que lo cubría por completo.
Estaba dando indicaciones para que rearmaran los turnos de las guardias, y repartieran agua y víveres entre los soldados. Aún desde lejos, Thandruil notaba lo mucho que había cambiado desde que lo había visto por última vez. La voz tenía un nuevo matiz de mando que antes no tenía y una seguridad que desconocía en su hijo.
Había renunciado a llevar el cabello suelto, y lo había trenzado para que no le molestara durante la batalla, eso resaltaba el parecido con el difunto rey, por lo que Thandruil se alegró de haber simulado esa herida cuyo vendaje cubría gran parte de su rostro. Por unos instantes, al darse cuenta que había adelantado conclusiones, una especie de orgullo feroz por ese hijo le subió a la garganta, y hubiese querido decirle en ese momento que estaba allí, pero se contuvo por la figura que seguía sus pasos como si fuese su sombra.
Tal vez también en eso se había equivocado y ese elfo sí amaba a su hijo lo suficiente como para acompañarlo en ese momento. Eso haría que sus opiniones sobre él cambiaran de forma radical, pero antes que eso sucediese, el viento del amanecer hizo ondear la capa y la capucha cayó hacia atrás descubriendo la cabellera oscura.
"¿Löne...? Esa pequeña debe estar realmente enamorada de Elroy para seguirlo a una situación tan arriesgada..." pensó Thandruil y al segundo siguiente, vio que, con mucho disimulo, el heredero tomaba la mano de su esposa, apretaba levemente los dedos delgados, y luego la soltaba.
Quizás era un gesto poco significativo para otros, pero para él era distinto, porque era un gesto de compañerismo y afecto que Elroy solo podía haber visto entre dos personas: él y su amada esposa. Que lo usara en esa situación y con Löne le daba todo un nuevo giro a los pensamientos de Thandruil.
Aunque se detestara por haber albergado ese pensamiento en su corazón, en algún momento pensó que Elroy estaba implicado en la emboscada que casi consigue exterminarlo, pero luego, al meditar mejor sobre ello, y saber que su hijo se había negado a aceptar el trono hasta que hubiese noticias exactas de su paradero y que las búsquedas solo se habían detenido por el acecho de las bestias oscuras; Thandruil tuvo que replantearse sus sospechas.
Necesitaba entender más y ver más cosas, en lo posible, en el interior de palacio. Tenía que saber qué había sido de ese elfo, el tal Silmatar y verificar cómo había evolucionado la relación entre Elroy y su esposa para saber si podía confiar en ellos. Su corazón le decía que sí, que Elroy había madurado mucho desde que no estaba con él, pero Thandruil había pasado muchas vidas de hombre como rey de Bosque Negro y sabía que debía ser cauteloso en extremo.
Cuando Elroy y su esposa desaparecieron caminando a lo largo de la muralla, 'Faenor' se dedicó a continuar con su atención a los heridos. Su hijo parecía estar haciendo bien su labor al frente de las tropas de defensa, así que él podía cuidar de sus elfos hasta idear una manera de entrar a palacio sin ser reconocido.
(-o0o-)
Elroy entró al estudio sintiéndose emocionalmente desgastado no solo por la noche transcurrida en medio del ataque de esas bestias, que había dejado las defensas de palacio en situación un tanto difícil; sino también por la creciente sensación que tenía desde hacía ya dos días. Como si permanentemente, alguien estuviese observándolo.
No era extraño que eso sucediese, siempre se sabía observado, pero en esos dos días, la sensación se había acrecentado de manera tal que a veces tenía que hacer muchos esfuerzos para no girar y echar una nerviosa mirada a sus espaldas.
Estaba consciente que Silmatar lo hacía seguir y vigilar, lo cual era previsible, suponiendo que estuviese interesado en él de forma genuina. Esto era distinto, era una mirada penetrante, escrutadora, una evaluación lenta y concisa. Lo peor de todo, era que una vez que lo hubo comentado con Löne, su esposa coincidió en eso. Tendrían que extremar aún más los recaudos.
Los informes en sus manos le daban cuenta de las bajas que habían tenido, que por suerte no eran demasiadas, pero igualmente penosas. Entró al estudio todavía leyendo, calibrando la posibilidad de éxito en mandar un pedido de ayuda a Rivendel o incluso al lejano Lothlorien; pero las probabilidades que un mensajero consiguiese atravesar el cerco de enemigos, eran bastante remotas.
Leyó de nuevo la cifra de elfos muertos sintiendo sobre sus hombros la responsabilidad por esas muertes. Si él no hubiese estado corriendo detrás de Silmatar, si hubiese prestado la atención debida a sus deberes en el momento adecuado, con seguridad la situación no hubiese llegado a tanto. Al menos había conseguido que la mayoría de sus súbditos llegaran a refugiarse dentro de las murallas de palacio.
Tomó asiento frente al escritorio para redactar algunas cosas más y de pronto, se quedó helado.
En general, su mesa de trabajo era un pequeño caos, pero al sentarse, se dio cuenta que alguien había acomodado las cosas en el escritorio. No era simplemente el hecho que lo hubiesen ordenado, sino el modo en que estaban dispuestas las cosas.
Una pila de papeles a su derecha con los asuntos urgentes internos, y junto a esa, otra con los asuntos urgentes externos al reino. Los problemas que podían esperar, pero no demasiado, estaban acumulados al costado izquierdo, y los asuntos de poca importancia estaban en una ordenada pila luego de la anterior.
El corazón de Elroy empezó a golpear con fuerza, porque reconoció el orden. La última vez que había visto el escritorio ordenado de esa forma, era porque el propio Thandruil lo había acomodado, los sirvientes tenían indicaciones de no tocar los papeles del rey.
"No es posible..." pensó, pero al mismo tiempo, la mirada fue directamente hacia el soporte que sostenía la corona de mithril que desde tiempo atrás nadie usaba.
El soporte estaba vacío, la corona no estaba.
Era una insensatez pensar en que alguien podía tomar la corona, solo podía haberlo hecho un elfo que conociera tan bien el palacio, que hubiese podido entrar hasta esa recámara sin ser avistado por los guardias.
Pensando en todo eso, Elroy trató de recordar más detalles del quehacer diario que su padre desplegaba cuando iba a trabajar al estudio.
Entrar, quitarse la corona, dejarla en el soporte e ir al escritorio a ponerse al día con las novedades del reino. O cuando estaba algo preocupado y olvidaba quitarse la corona, la dejaba un poco descuidadamente en la primera gaveta del escritorio.
Con mano algo temblorosa, Elroy abrió muy despacio la gaveta, pero aún antes de terminar de hacerlo, el brillo del mithril lo recibió desde el interior del cajón. La retiró de su encierro y la mantuvo entre sus dedos, detallando con sus yemas los intrincados diseños labrados y la duda se convirtió en una certeza.
"Estás vivo... Estás vivo, ada... Y estás cerca... ¿Por qué no reapareciste?".
Pero al mismo tiempo que lo pensaba, sabía que luego del intento de matarlo, sería una temeridad reaparecer sin estar seguro en quien confiar. De algún modo, Thandruil había encontrado la manera de estar cerca, y dejarle su mensaje, sabiendo que solo él entendería.
"Muy bien, ada; entiendo... Estaré atento entonces."
Y tal como hacía cuando trabajaban juntos, Elroy tomó la corona y la llevó hasta el soporte para volver a colocarla en el lugar que le correspondía.
"No. El lugar que le corresponde es en la frente de mi padre... Y juro que ahí es donde volverá a brillar."
(-o0o-)
Se le estaba escapando de las manos, podía sentirlo perfectamente. Sus espías le habían llevado la información que el Regente y su esposa habían estado en las murallas durante el asedio de la noche anterior. Ese no era el problema, el problema era que Elroy no le había dicho nada, no le había comentado que iría con esa elfa y eso no era bueno.
Muy despacio estaba perdiendo el control sobre el heredero y si sus cómplices se daban cuenta de ello, pronto él sería una pieza descartable en ese juego.
Necesitaba reconquistar su lugar de algún modo, pero no conseguía ver cómo. Además, había esperado que esa elfa quedara encinta muy pronto, pero eso no sucedía todavía, y ahora Elroy pasaba mucho tiempo con ella. Ese era otro punto flojo que no terminaba de cuadrar.
Cruzó los pasillos de palacio con su habitual paso elástico y ágil, cruzándose con varios grupitos de elfos que no conocía. Sin embargo, parecía que aquellos sí lo conocían porque apenas pasó, los murmullos crecieron. Por primera vez desde que todo había comenzado, eso le molestó y apuró el paso hasta llegar a sus habitaciones.
Necesitaba relajarse, el asedio a la ciudad estaba poniéndolo fuera de sí. Ver todos esos rostros desconocidos cruzándose era algo inesperado. Entró al baño, donde ya lo esperaba la tina llena de agua tibia y perfumada y rápidamente se quitó sus ropas. Si entraba a calibrar todo lo sucedido, parecía que nada había salido del todo bien desde el principio.
Primero la boda del heredero con esa elfa, había sido una jugada inesperada del desaparecido Thandruil. Si en principio no hubiese aparecido esa pequeña entrometida, él podría haber enredado con más facilidad a Elroy... Tal vez hasta hubiese conseguido que lo tomara como príncipe consorte, aunque tuviese que tolerar que más adelante Elroy otorgase herederos a la corona mediante otras vías.
Luego, durante la emboscada, se suponía que Thandruil moriría; pero en lugar de ello, el rey desapareció sin dejar rastros, aunque en un rincón de su mente, Silmatar esperaba que los orcos o las arañas hubiesen dado cuenta de él. Para rematar todo, Elroy evidenció ser extraordinariamente terco cuando se lo proponía, como lo demostró cuando se negó a convertirse en rey.... Y ahora el ataque de esas bestias, ocasionando que todos los elfos desperdigados por Bosque Negro, viniesen a refugiarse bajo el ala protectora del palacio real.
Dejando que el agua lo cubriese por completo, Silmatar volvió a pensar en la ventaja de estar tan alejados, al menos así se habían asegurado que los elfos de Rivendel no se entrometieran; pero eso solo duraría si eran capaces de defenderse por sí solos. Caso contrario, ya sabía que enviarían mensajes de pedido de ayuda urgente.
Un rato después, algo más tranquilo, decidió que iría a las habitaciones del Regente, pondría en juego sus habilidades y una vez más lo tendría bajo sus encantos. Sí, eso siempre lo ponía de buen humor y era algo que necesitaba con bastante urgencia luego de tan lóbregos pensamientos.
Saliendo de la tina, se envolvió en una bata, y regresó a las habitaciones. No notó nada extraño en un principio, pero algo llamó su atención desde su cama. No era un objeto grande, tal vez por eso no la había notado antes.
Era una flecha con el asta rota. Todavía tenía adheridos a la madera, rastros de sangre, y con solo verla, Silmatar supo que era sangre élfica.
"¿Quién querría dejarme una flecha rota...?
No obstante, había algo relacionado con aquello que hacía que su memoria se retorciese sin saber exactamente de qué se trataba. Finalmente, decidió que sería alguna de las estúpidas bromas que siempre le jugaban en palacio. No era raro, la mayoría pensaba que en lugar de estar allí entre perfumadas sábanas de seda, hubiese debido estar ayudando en la defensa de los muros de palacio.
"Jamás." Pensó. "Si hubiese querido eso en mi inmortal vida, hubiese entrado en la guardia real."
Arrojó la flecha rota a un lado y empezó a vestirse.
(-o0o-)
Ahora estaba seguro que lo estaba evitando. Durante todo el día, Silmatar intentó encontrar a Elroy, lo esperó en sus habitaciones, luego fue al estudio, finalmente hacia las barracas de los guardias, pero parecía que siempre llegaba cuando el Regente ya se había marchado. Salió de la zona de los guardias porque sentía las miradas cargadas de reproche sobre sí a cada paso que daba.
Además estaba aquello de las flechas.
Al regresar a sus habitaciones, alguien había recuperado la punta de flecha que arrojara a la basura y la había colocado otra vez en su cama, esta vez sobre las almohadas. Achacándolo de nuevo a los pesados bromistas de siempre, decidió simplemente que cerraría sus habitaciones con cerrojo para que nadie entrase cuando el no estaba.
Pero al día siguiente, una nueva punta de flecha apareció sobre su cama; esta vez con algunas pequeñas hojas ensartadas en ella. Y una vez más, el elfo se dijo que había algo muy importante que recordar en eso, pero fracasó al tratar de ubicar la imagen.
Por segundo día, Elroy no apareció en sus habitaciones, y Silmatar estaba seguro que estaba pasando todas las noches en los aposentos de la Princesa Consorte. Con algo de asombro, se dio cuenta que esa sensación horrible que venía sintiendo desde hacía un par de días, no eran otra cosa que celos.
"Celos de esa estúpida... Imposible..." pensó, pero conocía bastante bien sus propias reacciones como para no reconocer también ésa.
Pero se encaminó hacia el estudio, donde esperaba encontrar a Elroy. Entró sin anunciarse, como era su costumbre y apenas lo vio detrás del escritorio, sonrió ignorando la mirada indiferente que lo recibió.
- Señor mío... He estado detrás de ti durante dos días...- se acercó y depositó un beso leve sobre los labios del Regente.
- Estaba ocupado, Silmatar... Muy ocupado. Estamos sitiados, por si no lo recuerdas.
- ¿Cómo no recordarlo? Los guardias y todos esos elfos desconocidos deambulan día y noche por todo el palacio... No me gustan.
- No podía dejarlos librados a su suerte. Es mi deber proteger a mi pueblo.- dijo Elroy sin alejar su vista de sus papeles.
Silmatar decidió que no quería discutir con él. Solo se ubicó detrás de la silla y empezó a masajearle los hombros, notando con un destello de auténtica preocupación lo tensos que estaban los músculos. Era hábil en eso, y poco a poco sintió como el Regente se iba relajando bajo sus manos.
- Señor mío... -empezó a decir, aunque no estaba del todo seguro de lo que quería decirle.- Estoy preocupado por algo... Alguien ha estado entrando en mis habitaciones... Deja... Dejan cosas en mi cama...
- Deberías verificar mejor a quién dejas entrar en tus habitaciones.- comentó Elroy, despreocupadamente.
- ¡Mi señor! ¡Sabes que eres el único que entra a mis habitaciones!- replicó indignado.
- Sí, claro... Lo siento, solo quise decir que debías tener más cuidado...
Las manos detuvieron su masaje de pronto, dándose cuenta que sus atenciones y su conversación estaban resultando poco menos que molestas.
- Estoy intentando decirte que con toda la cantidad de elfos desconocidos que circulan libremente por el palacio ahora, en apariencia, cualquiera puede llegar a las habitaciones principales... Y entonces, no les costaría nada llegar a tus aposentos reales...
- ¿Y qué con eso? ¿Acaso crees que alguien querría lastimarme o tal vez hacerme desaparecer como hicieron con mi padre?
En ese punto, los dorados ojos de Elroy buscaron la mirada de su amante, y aquel, comprendió de pronto que no debía seguir hablando de ese tema porque esos ojos lo contemplaban con la misma frialdad que ocasionalmente había visto brillando en los del desaparecido Thandruil.
Su memoria se retorció una vez más, pero no la dejó seguir adelante. Conciliador, intentó sentarse en el regazo de Elroy, pero aquel se lo impidió con un gesto seco y terminante.
- Ahora no, Silmatar... Ya tengo muchas cosas en la cabeza... No puedo atenderte ahora.
- ¿Atenderme? ¿Así es como lo llamas ahora?- explotó, al fin.- Antes venías cada noche a mis habitaciones para 'hacer el amor' conmigo... Luego 'atendías' a tu esposa. Si ahora me 'atiendes' a mí... ¿Es a tu esposa a quien haces el amor?
- Ella es mi esposa.- dijo Elroy, sin delatar demasiado de lo que sentía.- Tú eres mi amante, siempre fue así. Y ahora no tengo tiempo para atenderte.
Volviendo su atención a sus informes y demás, Elroy lo invitó a retirarse con un pequeño gesto de despido.
Absolutamente frustrado y humillado, Silmatar luchó algunos segundos con la marea de palabras que ya se agolpaban en su boca, pero al final decidió esperar. Tenía que meditar mejor su situación y no perder el escaso ascendiente que aún conservaba.
Con una rígida reverencia, salió del estudio de regreso a sus habitaciones.
Apenas abrió las puertas y entró, su mirada viajó de manera inequívoca hacia su lecho y con la boca seca, vio que una vez más alguien había burlado toda seguridad dejándole un presente.
Era un pequeño atado de tela, y con gesto nervioso, los finos dedos del elfo desarmaron el paquetito, para descubrir una nueva punta de flecha más el asta cortada de la misma. Era una flecha élfica, no había duda de eso, pero había algo más, y Silmatar intentó ahora sí, con todas sus fuerzas ubicar qué era.
De pronto, el reconocimiento le llegó, no por la flecha, sino por el lienzo que contenía todo, porque en un extremo del jirón de tela, había un botón de plata. Un botón de plata labrada con el escudo de la Casa Real de Mirkwood.
"El rey está vivo..." supo, conteniendo la respiración. " Y está cerca, está en palacio...".
Y era evidente que tenía absoluto acceso a cualquier rincón de palacio, de manera que la precaución de cerrar las puertas de sus aposentos era totalmente fútil. Pensó en el reciente rechazo de Elroy intentando vislumbrar algún indicio de reconocimiento en eso, pero no parecía que el Regente estuviese al tanto de eso. Por lo visto, el recién aparecido Thandruil solo tenía interés en él.
"Tengo que prevenir a los otros" pensó y de inmediato salió a dejar los mensajes correspondientes a la urgencia del caso.
(-o0o-)
Ahora que los guardias iban y venían sin cesar por los corredores de palacio, Silmatar debía tener muchísimo cuidado para salir de sus habitaciones y dirigirse a otro sitio que no fueran las habitaciones del Regente sin despertar sospechas. Cruzando entre las sombras, finalmente accedió a una escalera y desde allí a un recinto alejado y sin uso.
Un par de veces se detuvo en el camino, y giró con rapidez, seguro que alguien le seguía los pasos, pero en ambas ocasiones, solo las sombras parecían seguirlo.
- Al fin.- dijo el consejero, al verlo entrar.
- Era hora.- terció Anarion, el comandante de la guardia, dando un despectivo vistazo al elfo que recién entraba al recinto.
- Celebro que estén tan pendientes de mis horarios.- declaró Silmatar, molesto.- Ya bastante tengo con aguantar las miradas de los elfos bajo tu mando, Anarion para tolerar también las tuyas. Tenemos graves problemas.
- Si vas a detallarnos el modo en que estás perdiendo terreno con el Regente, ahórratelo. Ya todo el palacio comenta que eres historia pasada.
- Siempre pensé que un Consejero Real debía mantenerse al margen de los chismes, pero es evidente que no todos siguen esa norma.- contestó con acritud, y acto seguido sacó de entre sus ropas, un par de envoltorios que arrojó de forma imprevista a las manos de los dos elfos restantes.
Aquellos se sorprendieron un poco por el gesto, pero luego procedieron a abrirlos sin comprender demasiado aún. Desde un rincón, Silmatar veía los rostros de sus dos cómplices y vio también cuando el reconocimiento hizo palidecer un poco el rostro de Anarion.
- ¿Qué significa esto?- preguntó aquel, no obstante.
- Es una buena pregunta, diría yo... ¿Reconoces ese jirón de tela, Anarion? Yo lo reconocí al instante, aunque tardé un poco en darme cuenta del asunto de las flechas... El rey Thandruil está vivo, y está en algún lugar de palacio... Yo diría que ésa es una buena explicación para estos 'presentes' que alguien ha estado dejando en mis habitaciones.
- No puede estar con vida... – argumentó Terendul.- De estarlo, ya se hubiese dado a conocer... Más aún al ver la situación en que se encuentra el reino... Lo conozco bien, Thandruil no resistiría mantenerse al margen de un problema como éste.
- Nunca encontramos el cuerpo.- comentó Anarion, recordando.- Y el príncipe nunca quiso tomar el lugar de su padre, como hubiese correspondido... ¿Crees que Elroy esté al tanto de esta situación? Eso, suponiendo que efectivamente Thandruil esté con vida.
- No se me ocurre que alguien más pudiese tener en su poder un trozo de tela de la ropa del rey...
- Eres tan iluso, Silmatar.- dijo con desprecio Anarion.- Los aposentos reales están llenos de ropa del rey, solo bastaría con que alguien tomara una prenda y se dedicara a dejarte estas cosas... Podría ser una trampa para llegar hasta nosotros... Trampa que funcionó a la perfección, debo decir.
- ¿Pero por qué a mí...?
- Supongamos que realmente es él... Esto sería una jugada inesperada, un truco de nuestro buen rey... Debo decir que no en vano ha sido monarca por tanto tiempo...
Terendul se puso de pie y comenzó a caminar dentro del recinto, meditando, pensando cada posibilidad. Desde el principio había sido su idea, desde que supo que solo uno de los príncipes podía ascender al trono y que los otros debían exiliarse. Hacerse con el poder a través del príncipe que quedase en Mirkwood, ése siempre había sido su objetivo y para ello había contado con la ayuda de Anarion y Silmatar.
Pero si no podía manejar al príncipe, ahora Regente, tendría que prescindir de él. Tal vez pudiese acceder al poder como Consejero de la Princesa Consorte, cuando aquella quedase viuda. Esa idea terminó por decidirlo.
- Creo, Silmatar, que tu tiempo como amante real está a punto de terminar.- dijo, en un susurro.
- ¿Qué...?- el elfo se quedó estático, lo que tanto temía, se estaba haciendo verdad. Ya no era útil.- ¿Qué quieres decir?
- Digo que ya es tiempo que haya un renuevo de sangre en la Casa Reinante de Mirkwood. Ya es tiempo que la Casa de Thandruil deje lugar a un nuevo gobernante... Y para eso, es preciso que Elroy desaparezca.
Por unos instantes, Silmatar pensó no haber oído bien y se quedó mirándolo. Recién en ese momento, se dio cuenta que nunca había prestado mucha atención a ese elfo, y que el rostro pétreo que lo observaba a través de las penumbras, era todavía más inexpresivo de lo que pensaba antes.
Debido al silencio que siguió a sus palabras, Terendul volvió a enfrentar al elfo.
- No será complicado... ¿Anarion, todavía queda alguno de los guardias que hicieron el encargo del rey?
El aludido pensó unos instantes y luego asintió en silencio.
- Perfecto... Entonces, solo será cuestión que tú lo lleves hasta la muralla... No te será difícil, con el asedio, Elroy suele ir seguido por allí a ayudar en la defensa... Idiota, eso, definitivamente demuestra lo parecido que es a Thandruil... Él tampoco supo nunca que un rey debe permanecer en su trono y debe dejar que los otros asuntos los manejen los que saben... Anarion, que usen alguna de las tantas flechas que los orcos arrojan por las noches, así nadie sospechará del 'penoso deceso' de nuestro buen Regente.
- Puede hacerse.- replicó Anarion.- No será difícil esconder un par de esas flechas. En la confusión de los disparos de las noches, alguna de ellas podría herir al Regente.
- ¡Pero seré el primer sospechoso!- protestó Silmatar.- En cuanto Elroy caiga, todas las miradas se volverán hacia mí...
- ¿Por qué? ¿Acaso alguien podría relacionarte con una flecha orca? Vamos, Silmatar... Por una vez, piensa... Estamos en medio de un asedio, el Regente acude a ayudar en la defensa y cae víctima de los sitiadores. Puede que no les caigas simpático, pero no tienen manera de relacionarte con lo sucedido... Al final, tendré que pensar que todos tienen razón... Solo sirves para calentar la cama del Regente.
Esa frase consiguió sacar de su estupor al elfo, que se irguió, humillado y enfurecido.
- Probablemente, pero mientras yo calentaba la cama del Regente, ustedes pudieron hacer sus planes... Así que también eso te fue útil en su momento... Y por lo visto aún me necesitas, a menos que planees ir tú mismo con el Regente hasta las murallas, de manera que ten cuidado con lo que dices.- tomó aire antes de seguir e impedir que los otros volviesen a insultarlo.- Y deberían ir pensando qué van a hacer con el rey, porque cuando Elroy caiga, Thandruil aparecerá, y más vale que tengan algo pensado para ese momento.
Sin dejarlos replicar, Silmatar volvió a envolverse en su manto y salió de la habitación. Ahora tenía muchas cosas más en qué pensar.
(-o0o-)
- No me gusta que vayas a las murallas.- comentó Löne en un murmullo.
- Es mi deber, lo sabes... No puedo dejar que los guardias se apañen solos. Y todavía no tenemos noticias de los dos mensajeros que partieron a pedir ayuda a tu tío en Rivendel... Temo por esos elfos...
Sentados en una glorieta oscura, bajo la luz de Isilme, Elroy mantenía a su esposa muy aferrada a su cuerpo mientras hablaban. Sentía su respiración leve, pero sabía que estaba inquieta. Detestaba bastante la situación en que estaba, pero de momento, sabía que era lo más seguro para ella, para dejarla al margen de toda la situación.
- Voy a contarte algo...- empezó Elroy, y la acercó más hacia sí, hasta que quedaron tan juntos que podía hablarle al oído, sin riesgo a que otros escucharan sus susurros.- Pero quiero que te mantengas junto a mí, y no demuestres nada, como si solo estuviésemos juntos...
Ante el leve asentimiento de la joven, Elroy procedió a relatarle lo que había descubierto en relación a su adar. Cuando terminó, Löne solo permaneció junto a él, como si solo estuviese disfrutando su cercanía.
- ¿No existe posibilidad que te equivoques?- preguntó sin embargo.
- No lo creo. Solo él pudo dejar ese tipo de mensaje... Estoy seguro.
Ella asintió en forma casi imperceptible, aceptando su palabra del mismo modo que aceptaba todo el resto de sus cosas y Elroy se encontró admirando la lealtad férrea que había en alguien a quien había maltratado tanto en un principio.
- ¿Todavía te sientes encadenado a este matrimonio?- preguntó Löne casi con temor.
- ¿Quién dijo que me sentía encadenado?
- Tú lo mencionaste un par de veces... Al principio.
- Al principio, muchas cosas eran distintas... Yo era diferente...- sabiendo que no era eso lo que su esposa quería escuchar, continuó.- Y no, ya no me siento encadenado... Nuestro lazo ya no pesa más que esos hermosos listones que usas en tus vestidos.
Recordando de pronto la visión que la Dama de Lórien le mostrara, Elroy reconoció que ahora todo parecía encajar. Porque sí era cierto que en un principio su matrimonio había sido una pesada cadena que lo inmovilizaba, y su memoria volvió a traerle aquel sonido triste y gimiente que escuchara en la oscuridad. Ahora sabía que era el llanto de su esposa, y también eso era cierto. Lo que en un comienzo no le importaba en absoluto, con el correr del tiempo sí le interesó y al mismo tiempo que crecían los sentimientos por la esposa que le habían impuesto, disminuía el peso de sus cadenas.
- ¿Qué pensará tu ada cuando sepa que será abuelo?- preguntó de pronto.
Elroy se quedó pensativo por unos instantes, y luego sonrió. Casi podía imaginarse la cara que pondría su adar cuando lo supiera... Si al menos la situación pudiese variar un poco...
- Se pondrá eufórico, te lo aseguro.
Aprovechando las sombras, Elroy se permitió acariciar el vientre todavía sin señales del embarazo. No hacía falta verlo, sus sentidos le indicaban que sí había una nueva vida allí. El poder de la sangre élfica era perceptible, o al menos para él lo era.
- Tengo que ir a las murallas a ayudar.- recordó entonces.
- También puedo ayudar en la defensa... Me gustaría que me permitas acompañarte, sabes que puedo manejar el arco tan bien como uno de tus guardias.
- No serías sobrina de Lord Elrond si no supieras, amor.- comentó Elroy con una amplia sonrisa.- Pero no quiero que te arriesgues, ni a nuestro futuro hijo. No niego que me gustaría tenerte a mi lado, pero es mejor que te mantengas a salvo.
Aunque la idea no terminaba de gustarle, Löne volvió a acceder. Debía cuidar a su hijo por nacer.
Minutos después, la pareja se retiró rumbo a las habitaciones reales, pero en medio de la noche, toda la escena había sido contemplada desde dos diferentes puntos de vista.
(-o0o-) (-o0o-) (-o0o-)
Imrahil
Gríma cerró el pequeño orificio oculto que le permitía contemplar el recinto adjunto, con un gesto de fastidio.
"¿Dónde demonios se habrán metido ahora?" se preguntó encaminándose hacia otro sector del palacio.
Meduseld no era tan amplio como a él le hubiese gustado, pero si alguien quería escabullirse por allí, seguro podía hacerlo. Mantener vigilado a ese elfo advenedizo le llevaba una buena cantidad de tiempo en el día.
Sobre todo porque luego de convertirse en algo así como la pareja del rey, el elfo había asumido el control de los guardias de palacio.
"Todo por salvar la vida del rey..." masculló Grima mientras abría otro de sus diminutos agujeros espías.
Los tenía diseminados por todo el palacio, le eran de extrema utilidad para seguir los pasos de sus enemigos, ya que no tenía amigos. Así mantenía vigilado al ya anciano Théoden, a Eomer y ahora también al elfo.
"Aquí están."
Dentro del recinto, apenas hubo un levísimo movimiento cuando se corrió la oculta mirilla y Grima asomó su ojo curioso.
Un grupo de tres guardias, Eomer e Imrahil se inclinaban sobre algunos planos de las zonas cercanas a Edoras, de momento la conversación giraba exclusivamente sobre temas militares y la forma de resguardar a la población de los eventuales ataques de esos salvajes que ahora merodeaban en las zonas cercanas.
Mientras los guardias ponían toda su atención a los planos, Eomer intentó tomar la mano del elfo, pero aquel se la escabulló y le dirigió una intensa mirada de prevención, a lo que el monarca respondió con una sonrisita en pedido de indulgencia.
Grima ya sabía cómo era eso, los había observado durante días completos.
El elfo no se acostumbraba a las demostraciones de afecto del rey cuando había extraños cerca, pero eso no era del todo extraño. Eomer parecía tener siempre necesidad de tocarlo, o simplemente de rozarle una mano, el cabello...
La reunión terminó y los tres guardias salieron del recinto. En cuanto las puertas se cerraron, Eomer giró y en tres grandes zancadas estuvo al lado del elfo, que en esa ocasión no hizo ningún movimiento para evitarlo; y lo envolvió en sus brazos. A renglón siguiente, ambas bocas se unieron en un beso tan largo y profundo que en la oscuridad de su escondrijo, Grima contuvo el aliento.
- ¿Pensabas que ibas a escapar todo el día?- preguntó el rey, en cuanto lo soltó.
- Nunca pensaría semejante cosa...- murmuró Imrahil acomodándose mejor en el abrazo.
Pese a que tenían casi la misma altura, la contextura delgada y esbelta del elfo se acoplaba a la perfección a la figura fuerte de Eomer, y eso era algo que Imrahil disfrutaba enormemente, sentirse rodeado por los brazos poderosos del rey de Rohan. Eso, y los labios demandantes que sitiaban su boca con tenacidad y ardor. Suspiró levemente dentro del beso.
Esa era una de las cosas que hacían enloquecer de deseo a Eomer. El elfo era reticente, pudoroso y casi esquivo cuando estaban en público. Rozarlo, tocar apenas un centímetro de nívea piel en presencia de otros, era un auténtico desafío, pero apenas quedaban solos; respondía a sus caricias y avances con naturalidad y a la vez con cierta inexperiencia que no lograba ocultar.
- Me estás volviendo loco... ¿Sabías...?- gimió el humano, incapaz de hacer que sus manos dejaran de recorrer el cuerpo espigado pese a que estuviese cubierto de molestísima ropa.
- ¿Hice algo malo...?- preguntó, un poco temeroso, el elfo ya que tenía completa noción de su inexperiencia en algunos tópicos.
- Por supuesto... ¿Cómo se te ocurre menearte delante de mí de esa forma...? Y luego no me dejas ni siquiera tocarte...
- ¿Y por eso te estas desquitando ahora?- comentó Imrahil con cierta picardía, al sentir las manos cerrándose sobre sus nalgas.
- Absolutamente cierto. Ya sabes que puedes vengarte también, yo estoy dispuesto a afrontar las consecuencias de mis actos.- admitió Eomer, antes de volver a besarlo.
Grima cerró el mirador con un gruñido descontento.
Todavía recordaba cuando había intentado acercarse a Eowyn, el rechazo pertinaz de la joven, y luego la humillación cuando expuso su idea ante el entonces rey Theoden. Sintió el calor subiéndole al rostro al recordar cómo el hombre se rió en sus propias narices por la sola ocurrencia de emparentar con él.
Pero si él no podía unirse con la Casa Real de Edoras, nadie lo haría. Tampoco ese elfo.
(-o0o-)
- Ah, al fin te encuentro...
Entrando en el estudio, Grima aprovechó que el elfo había quedado solo esa tarde mientras Eomer se reunía con su Concejo. Apoyó el grueso libro que traía en un extremo de la amplia mesa de trabajo y sopló sobre la cubierta, esparciendo una pequeña nube de polvo.
- Supongo que su Majestad querrá que te ponga al tanto de tus responsabilidades como su futura pareja.
Con satisfacción vio el pequeño rubor asomándose en el rostro de Imrahil, pero aquel no dijo nada, por lo que continuó.
- Verás... Las leyes de Rohan son bastante permisivas con el asunto de la elección del consorte... Es que no era raro que pasando tanto tiempo con sus Jinetes en medio de las llanuras, un rey o un príncipe terminara enamorándose de alguno de sus compañeros...- mientras hablaba, hojeaba el inmenso libraco fingiendo no mirar al elfo.
- ¿Consorte...?
- Claro, aquí está... Bien, el tema más importante son los herederos.- puntualizó Grima, señalando con el dedo algunas líneas escritas.- Al tomar un Consorte, lo principal, es que el actual rey pueda asegurarse un heredero al trono para no romper la línea de sangre... Como varón, es evidente que tú no podrás brindárselo...
Dejó que sus palabras hicieran efecto antes de continuar.
- Si lo que el rey planea es convertirte en su consorte, tendrás que dar tu consentimiento para que pueda proveerse de un heredero... ya sabes, por los métodos tradicionales: conseguir una doncella de sangre regularmente noble... Claro que eso coloca a la futura madre en un punto de poder, pero al fin y al cabo tú serás el consorte... No es importante.
- Creo... Creo que estás equivocado, Grima. El rey no ha mencionado sus intenciones, pero...
- Oh, estoy seguro que el rey habrá estado meditando sobre estas cuestiones, yo solo intento ahorrarle tiempo explicándote antes todos los puntos necesarios, pero tal vez tengas razón y debamos esperar a que el rey hable contigo de estos temas... Con tu permiso.
Grima cerró el libro y sabiendo que dejaba unas cuantas ideas germinando en la mente del elfo, salió del estudio.
(-o0o-)
La cena terminó y ambos compartieron un pequeño paseo por las terrazas del palacio, a salvo de las miradas escrutadoras del resto de los guardias.
Aprovechando las sombras, Eomer aprovechó para abalanzarse sobre el elfo, sabedor que aquel no haría nada por impedir sus avances. Al menos dentro de lo razonable.
Pero al parecer, esa noche, lo razonable llegaba mucho menos lejos de lo que Eomer quería y sintió los brazos tratando de interponerse entre ambos.
- ¿Pasa algo malo, amor?
- Yo... No, pero es que... Vas muy rápido...
- ¿Rápido...?- preguntó Eomer, y se dedicó a hundir su nariz y besar la tersa piel del cuello.- Esto no es lo más rápido que puedo ir, te lo aseguro...
- Lo sé... – reprimió un pequeño gemido cuando la boca tenaz ascendió hasta su oreja y la lengua recorrió las formas hasta llegar a la pequeña punta aguda.
- ¿Lo ves...? Te gusta...
- Sí, pero... Yo... No sé si estoy listo para esto...- en forma definitiva, interpuso sus brazos entre ambos, obligando así al rubio humano a retroceder un paso.
- No sabes si estás listo... ¿No me amas?- preguntó, a medias dolido y a medias molesto por la interrupción.
- Yo... Creo que sí...
- ¿Crees? Crees que sí...- ahora fue Eomer el que retrocedió por su propia iniciativa.
No era esa la respuesta que esperaba de Imrahil. Estaba seguro de lo que él sentía, y sabía que el elfo disfrutaba y se estremecía con sus caricias. No comprendía en absoluto esa negativa, ese brusco retroceso en el asunto.
- Bueno, sí te amo...- dijo al fin Imrahil, pero no se animaba a confesarle todo el cúmulo de cosas que revoloteaban en su corazón.- Pero aún así... Es... demasiado rápido...
No encontraba manera de explicarle que su corazón brincaba de emoción y placer cuando lo veía, que nada ansiaba más que el momento en que ese humano aparecía por las mañanas y lo besaba. Pero también tenía presente la conversación con Grima, y temía dar un paso tan importante como entregarse al rey para luego tener que compartirlo solo porque él no podía darle un heredero. Y como si todo eso no fuese suficiente, un pequeño atisbo de temor al descubrir que las acariciantes manos del mortal lo sumergían en un mar de sensaciones que no podían compararse siquiera a las que había compartido con Iorlas en su breve escarceo sexual.
- Demasiado rápido... Perfecto.- masculló Eomer.- Entonces iremos más despacio.
Pese a la frase, Imrahil supo que el humano estaba herido por su rechazo y el repentino corte a sus avances.
- Es tarde, creo que debemos retirarnos a descansar.- dijo el rey, iniciando el camino hacia el interior, por una vez sin tomarlo de las manos, o aferrar su cintura.
- Espera... ¿Ya quieres irte a descansar...?
- Sí. Estoy cansado, hoy trabajé mucho y necesito dormir.
- ¿No... No me vas a dar un beso...?¿Al menos de buenas noches?
Eomer ya casi llegaba a las puertas que daban acceso al interior del palacio, entonces regresó, posó apenas sus labios en los del elfo y aunque se moría de deseos de apresarlos y nunca dejarlos ir; se apartó.
- Te veré mañana, Imrahil...
Sin regresarse a mirar, se perdió en la oscuridad, mientras Imrahil luchaba con sus intensos deseos de ir tras él y decirle que no, no iban demasiado rápido y que ya extrañaba sus caricias pese a que solo habían pasado unos instantes desde que no las tenía.
Pero no lo siguió, en cambio se quedó allí hasta que oscureció por completo.
(-o0o-)
Las cosas iban demasiado rápido, era cierto que se sentía fuertemente atraído por Eomer, que sentía algo más que atracción, pero no estaba del todo seguro que fuese lo suficiente como para convertirse en Consorte Real.
"Consorte Real de la Casa de Rohan... ¿Qué pensaría mi ada si supiese esto..? Y si acepto convertirme en consorte... ¿Podré aceptar que Eomer se acerque a alguien más solo para que tenga el heredero que yo no puedo darle...?
La idea le cosquilleó de manera bastante molesta y supo que aceptarlo podía significar una concesión demasiado importante para él. Pensar que el rey pudiese prodigar a otra persona las caricias que le brindaba solo a él, que sus besos serían compartidos... Supo que no podría con eso.
Y para peor, la pequeña discusión con Eomer un rato antes no hacía nada por mejorar su confusión. Ansiaba las caricias del mortal, la sensación de los labios demandantes y firmes sobre su piel, el recuerdo de las manos sobre su cuerpo, recorriéndolo por completo...
- ¿Insomnio, elfo Jinete?- preguntó la voz de Theoden interrumpiendo el flujo de sus pensamientos al salir a las terrazas y encontrarlo solo.
- Algo así.- admitió Imrahil.
Theoden era lo más cercano que tenía para conversar, sin contar a Eomer, pero debía tener en cuenta que el anciano aún no estaba al tanto de lo que sucedía entre el rey y él. Imrahil solo suspiró sin decir otra cosa.
- Supongo que ya habrás tenido tu primera discusión con mi hijo... Es un testarudo cuando quiere... Tengo antojo de algo dulce... ¿Me acompañas a las cocinas...?
No esperó la respuesta del elfo, tomó su camino seguro que el elfo iba tras él. Sonriendo, Imrahil lo siguió. En cierta forma, y salvando muchas distancias, Theoden le recordaba un poco a su adar. Ambos tenían la misma facultad para preocuparse mucho por las personas, pese a que hubiesen ostentado una posición de gran poder, eso no les habías disminuido el interés hacia los demás.
Cuando llegaron a las cocinas, el ex rey empezó a investigar en distintos sitios hasta que triunfante, extrajo una canasta repleta de fresas que colocó sobre la mesa. Luego regresó a su búsqueda hasta que regresó con un recipiente repleto de crema.
- Ahora sí.- declaró satisfecho, se puso a limpiar las frutitas y luego de hundirlas en la crema, las engullía con verdadero placer.
De pronto, levantó la vista hacia el elfo.
- ¿Mi sobrino se comportó mal contigo?
La pregunta tomó desprevenido a Imrahil, que solo atinó a mirarlo sin comprender cabalmente el sentido de la misma.
- Quiero decir... Eomer es un muchacho honorable y muy bueno, es mi sobrino, caramba... Pero lo cierto es que a veces es terco como una mula, y si no obtiene lo que desea; puede ponerse un poco... Insistente.
Imrahil desvió la vista, avergonzado. Se suponía que el anciano no sabía nada de lo que sucedía entre ellos, y el darse cuenta que el suyo no era un secreto, hacía subir algunos colores al bello rostro élfico.
El anciano sonrió, el elfo era encantador como una doncella virgen, pensó, hundiendo otra fresa en la crema. De pronto, entendió que solo la palabra 'doncella' estaba equivocada en ese pensamiento.
- Así que después de todo, mi sobrino sí intentó apresurarse demasiado...- masculló entre molesto y divertido.
Tal vez el elfo tuviese muchísimos más años que él, pero al menos en esas lides, se sentía más experimentado.
- Majestad... ¿Es cierto que el rey puede tomar un Consorte Real?- preguntó cándidamente Imrahil.
- Oh, veo que las cosas en verdad van rápido... Al menos mi sobrino es decente.- comentó con una risita.
- ¡No! El no ha mencionado nada... Es... Es que Grima habló conmigo hoy... El dijo que si el rey tomaba un consorte varón debía asegurar primero un heredero al trono... Y a menos que haya muchos más secretos de los que yo estimo entre mi gente, no creo poder cumplir con ese requisito...- terminó el elfo, en un murmullo absolutamente avergonzado.
"Grima... Ese hombre debería aprender a quedarse callado de vez en cuando" pensó Theoden, contrariado por el entrometido de su Consejero.
- Escucha el consejo de un viejo tonto que ha vivido menos que tú, pero tal vez tenga más experiencia en estas cosas... Sí, un heredero es importante... Pero no es lo más importante.- el hombre se mesó la barba pensando, rumiando recuerdos antes de seguir.- Sino, mírame... Tuve una buena vida, una buena esposa, un buen hijo... Mi buen Theodred... Un heredero como las leyes requerían... Y cuando parecía que todo estaba bien, mi hijo murió... Y Eomer se convirtió en mi heredero...
- Yo... Lo siento... No quise apenar tu corazón con recuerdos tristes.
El anciano hundió los dientes en otra fresa y desestimó la disculpa con un gesto amable.
- No has apenado mi corazón... Cierto es que los extraño enormemente, pero tuvimos muchos tiempos felices los tres y son esos tiempos felices los que se quedan en mis recuerdos. Bien, como te decía, el asunto del heredero es discutible.
Diciendo así decidió que ya había comido suficientes fresas y podía convidarle a Imrahil que hasta ese momento permanecía en silencio.
- ¿No resultará extraño a las gentes de Rohan, que su rey decida tomar como consorte a un varón?
- Supongo que al principio, sí... Pero la historia dice que no serán los primeros y estoy seguro tampoco serán los últimos... Por supuesto, siempre habrá descontentos, hijo... He visto la sonrisa en la cara de mi sobrino en estos últimos tiempos... Nunca lo había visto tan feliz, y estoy contento con eso. ¿Fue eso lo que motivó la discusión entre ustedes?
Aunque había otra buena cantidad de razones, ésa era la principal. Imrahil asintió en silencio.
- No pienses en esos temas, Imrahil... Confía en Eomer... Deja que los asuntos del heredero los decida él, después de todo, es el rey y no dudo que sabrá tomar las decisiones correctas.
Claro que era un buen consejo y a diferencia de la conversación con Grima, ésta lo hacía ver la situación desde otro punto de vista.
"Theoden tiene razón... Debo confiar en Eomer, él debe conocer mejor lo que hay que hacer... Y yo soy un tonto que está aquí comiendo fresas con crema cuando quisiera estar con él... Aunque las fresas estén tan ricas..."
- Majestad... Yo... Tengo algo que hacer... Eh...
- Sí, claro... Ve tranquilo y déjame comer mis fresas en paz...
Con una sonrisa cómplice, el anciano vio cómo el elfo desaparecía en el corredor oscuro. Sabía casi con certeza dónde se dirigía y esperaba que al menos su sobrino no estuviese roncando como un patán a esa hora de la noche.
(-o0o-)
Eomer dio la cuarta o quinta vuelta en su cama, sin poder conciliar el sueño.
Una y otra vez recordaba la pequeña disputa que había tenido con Imrahil y cada vez que le volvía a la memoria, sentía deseos de insultarse. Había estado tan encendido de deseos, que cuando el elfo le pidió que fuesen más despacio, se sintió frustrado y disconforme.
Y no tenía por qué sentirse así, después de todo, salvo en los momentos en que había público, Imrahil se plegaba dócil y deseoso a sus caricias. Solo porque en esa ocasión lo había detenido, él se había comportado peor que un mercenario o un corsario de Umbar.
No se dio cuenta en qué momento se abrió la puerta de sus habitaciones, y no vio a Imrahil hasta que el elfo prácticamente se materializó al lado de su cama.
La tenue luz de la luna que entraba por las ventanas abiertas, se reflejó en el cabello rubio y deslumbró al joven rey cuando el elfo dejó caer la capa que lo cubría revelando con ello que estaba desnudo debajo. La piel relucía blanca y perfecta en ese resplandor difuso.
Como el mortal se estaba mudo de asombro, Imrahil avanzó hasta la cama, abrió las mantas y se deslizó dentro con agilidad, casi sin perturbar la perfecta quietud de la habitación. Acercó su cuerpo al de Eomer que continuaba mudo hasta acurrucarse a su lado.
- Sí te amo.- dijo convencido.- Y quiero estar contigo.
En ese momento, los brazos de Eomer recuperaron su movilidad y avanzaron para rodear el cuerpo tan cercano al suyo. Percibió el estremecimiento cuando las piernas se tocaron.
- Solo... Empecemos despacio, por favor...
El pedido hizo sonar campanas de alarma en el cerebro del joven rey, que comprendió en ese momento una parte de lo que había motivado la reacción anterior. Había dado por sentado que el elfo no era virgen, que había tenido al menos alguna experiencia, ya que las respuestas a sus caricias siempre eran naturales y espontáneas, aunque no del todo expertas.
Una vez más se maldijo interiormente por haber intentado apresurarlo, y la certeza que tal vez el elfo estuviese accediendo a sus demandas por su presión, lo llevó a recuperar la voz para hablar.
- No tienes que hacer esto, Imrahil...- dijo, acariciando suavemente el contorno de la mandíbula para luego seguir con el delineado de los labios perfectos.- Lamento lo que dije antes... No es necesario que hagas esto si no quieres...
- Pero sí quiero... – para demostrarle que estaba seguro de lo que hacía, se irguió hasta que fue él quien capturó los llenos labios del rey, urgiéndolo a que lo besara.
No había manera en que Eomer pudiese resistir la locura que le producía el roce de la cálida y húmeda lengua que buscaba la suya. Al menos besando, Imrahil ya había acumulado un pequeño caudal de experiencia, conocía la boca del rey, sabía dónde tocar para hacerlo estremecer; cosa que consiguió a la perfección.
De manera peregrina, Imrahil pensó que si no hubiese tenido ese minúsculo asunto con Iorlas, sin duda hubiese estado un poco atemorizado al sentir que las manos del humano empezaban a deslizarse a través de su espalda hasta regiones más septentrionales. Antes, algunas capas de ropa impedían un contacto directo, pero en esta ocasión, por su propia decisión no había barreras.
Sin embargo las manos fueron gentiles, acariciaron con suavidad las turgentes colinas acercándolo apenas un poco para que el elfo notara cómo crecía su deseo.
Cuando las bocas se liberaron, la mirada confiada y ligeramente turbia del elfo se centró en el rostro del humano, perdido en los ojos celestes del soberano de Edoras que sonrió ante el espectáculo que tenía ante él.
- Tienes una sonrisa muy bella para ser humano.- susurró Imrahil, provocando con ese comentario una pequeña risa antes de ser besado nuevamente.
- Semejante elogio proveniente de un elfo hará crecer mi orgullo...
- ¿Tu orgullo está por debajo de tu cintura...?- preguntó no sin cierta picardía el elfo.
Por supuesto, podía no tener experiencia, pero nada impedía que se le hubiesen pegado muchos de los comentarios y los modos de los Jinetes de las llanuras. Y esa mezcla de inocencia y audacia estaba empezando a enloquecer a Eomer, que no podía creer que esa criatura hermosa y fantástica estuviese entre sus brazos y por nada del mundo quería hacer algo que arruinara ese momento glorioso. De pronto se sentía cohibido y ligeramente temeroso a estropearlo todo.
- Dime qué quieres, amor...- musitó, recorriendo con sus manos el pecho amplio, la seda de la piel.- Dime que hacer para no arruinarlo...
- Tócame como lo haces siempre... Nada tiene que cambiar, solo... solo llévame más allá.
Los dedos tropezaron con un pequeño pezón escarlata y las yemas ágiles del humano lo rodearon.
- ¿Te agrada suave...?- acarició apenas rozando la punta erguida.- ¿O prefieres un poquito rudo...?
A sus últimas palabras, siguió un pellizco que hizo respingar un tanto a Imrahil, pero que también aceleró su respiración de manera evidente y en ese momento, el elfo supo que no todo era mejor si era suave.
- Rudo... Pero un poquito...- murmuró con voz ligeramente ronca.
El siguiente pellizco encontró como víctima al otro pezón, ante lo cual, Imrahil arqueó todo el cuerpo por el toque. Girando para hacer que su cuerpo quedase sobre el del elfo, Eomer volvió a besarlo lenta, suavemente y las manos abandonaron sus pequeñas presas para viajar hacia las caderas, las cuales acercó hacia sí, provocando el encuentro de los dos cuerpos.
Imrahil jadeó dentro de sus labios, y murmuró algo, el humano tuvo que dejar de besarlo para entender.
- Ropa...
Los ágiles dedos del elfo tironearon un poco la tela de la camisa de dormir del rey, el cual estaba tan concentrado en el cuerpo de su amante, que poca atención estaba prestando al propio. Comprendiendo que la necesidad de contacto era mutua, Eomer se irguió un poco y con impaciencia y rapidez se deshizo de las prendas que conservaba encima. Apenas había terminado con eso, cuando las manos del elfo lo acercaron de nuevo, ofreciendo sus labios con avidez, esta vez sin ningún trazo de vergüenza.
Entonces los fuertes brazos del rey lo apresaron contra la cama y el hombre subió a horcajadas sobre él con una amplia sonrisa.
- Así que mi tierno elfo resultó un potro sin domar...- silenció la aparente protesta a surgir con un beso profundo, sellando sus labios con fuerza, sintiendo el jadeo dentro de su boca.
Sujetó las manos del elfo hacia arriba, y sus labios derivaron hacia la puntiaguda oreja, donde los dientes se cerraron con algo de fuerza controlada e Imrahil volvió a gemir. Maravillado por las respuestas recibidas, seguía hablando y punteaba cada apreciación con un leve mordisco.
- Elfo salvaje... Un potro sin domar... - una pequeña mordida en el cuello blanco.- Has llegado al lugar exacto... - un beso leve en el pecho.- Este rohirrim es el mejor...- succionó con fuerza un enrojecido pezón.- El mejor domador de todo Rohan...
Eomer retornó hacia el rostro arrebatado de Imrahil para volver a apresar sus labios, haciendo con ello que ambas erecciones entraran en contacto. Hombre y elfo gimieron al unísono.
Con los ojos fuertemente cerrados, Imrahil se animó a dejar que sus manos viajasen hacia el cuerpo del hombre que ahora se mecía con cierto ritmo sobre él para aferrar los hombros amplios y tantear los músculos poderosos de los brazos mientras el rey atormentaba también sus labios con sus dientes perfectos. Con algo de desconexión, pensó que al día siguiente todos sabrían lo sucedido con solo mirarle la boca pero se dedicó a responder de la misma forma.
- ¿Quieres conocer los secretos de la caballería de Rohan...?- susurró la voz grave e invitante del hombre.- ¿Quieres ser mi potro salvaje...?
- Sí...
- Voy a domarte, mi precioso elfo...
- Lo que quieras...- jadeó Imrahil, dispuesto a dejarse hacer cualquier cosa, porque estaba totalmente seguro que nada de lo que Eomer pudiese hacerle podría dañarlo.
Sonriente, el hombre frotó con más ahínco su pelvis contra la del elfo, dispuesto a empezar sus lecciones.
- Punto uno... Impulsión... El Jinete trasmite al caballo el impulso de ir hacia delante... Impulso que se origina en las caderas...
De improviso, cesó su fricción y cuando se elevó sobre sus rodillas, de forma automática, el elfo arqueó el cuerpo hacia delante, ansioso de seguir en contacto. Tan perfecta reacción le mereció un beso lento y delicado.
- Dos... Sumisión... La montura debe estar atenta, tener confianza en su Jinete...y buena posición...
La boca del hombre descendió a través de los músculos del abdomen, besó el ombligo perfecto y alzó la vista para ver cómo respondía su 'potrillo'. Imrahil había entornado los ojos y con mirada levemente extraviada seguía sus movimientos. Era evidente que tenía toda su atención.
La mano del hombre acarició la ansiosa dureza del elfo, sin perder de vista sus reacciones, y ante el roce, Imrahil dejó escapar el aire, y se relajó en la tensa espera de lo que podía seguir. Y mientras los dedos se cerraban sobre su palpitante carne, la otra mano de Eomer corrió por el interior de los muslos, para ubicarlo en la mejor posición que le permitiese quedar entre las blancas piernas.
- El grado de... sumisión del potrillo... se aprecia en cómo acepta... el contacto ligero... y la 'embocadura'...
Esas últimas palabras fueron pronunciadas justo unos segundos antes que Eomer reemplazara la mano por su boca, y aquella se cerrara sobre el miembro del elfo sumergiéndolo de pronto en un océano de placer. El jadeo profundo que llenó la habitación fue la mejor respuesta que el mortal pudo obtener.
Pero todavía no era tiempo de terminar, las lecciones recién comenzaban y el rey de los rohirrim todavía tenía lecciones que administrar. Dejó de tratarlo como una deliciosa golosina justo antes que Imrahil estallara. Y como era parte de la 'sumisión' de un buen potrillo el aceptar la voluntad del Jinete, se mordió los labios para no protestar por el abandono momentáneo.
Todavía relamiéndose, Eomer maniobró sus manos sobre las caderas para hacerlo girar, disfrutando la piel sedosa, y comprobando que el elfo se dejaba manejar. Tomó aire profundamente, intentando mantener el control, cosa que le resultaba cada vez más difícil.
Imrahil no podía retener ningún pensamiento coherente en su cerebro, cada vez que intentaba decir algo, las manos, la boca del humano se encargaba de ahogarlo en una gigantesca ola de placer. Cuando lo hicieron girar y quedar de bruces, se dejó acomodar sin oponer nada, sintiendo que cada minúscula parte de su piel ardía.
- Ahora... A montar...
La voz del humano sonó algo lejana en los embotados sentidos del elfo, pero no importaba. No importaba que le estuviesen elevando las caderas, y que casi a continuación, una lengua inquieta y húmeda se encargara de empezar a prepararlo. Cada roce le producía tan violentas sacudidas de ansiedad que ni siquiera podía controlar los gemidos desesperados, solo quería más.
Un travieso dedo se inmiscuyó con cautela en su cuerpo, provocando un pequeño temblor, pero siguió despacio y una vez más esparcieron besos sobre su espalda ardiente, calmándolo. Un poco después, fueron dos, lo estiraron, lo llenaron para prepararlo.
Luchando con fiereza con el autodominio, Eomer se colocó en la entrada y empujó. Ante él, se arqueó la espalda blanca, y la cabeza del elfo se irguió ante el súbito dolor, pero el humano permaneció quieto, dejando que su mano avanzara hacia el pene olvidado del elfo para regresarlo al placer. Unos segundos después, el cuerpo se distendió, y Eomer empujó un par de veces más hasta estar completamente dentro.
- Al... paso...- dijo roncamente el hombre e inició un vaivén suave, retirándose con lentitud y reacomodándose del mismo modo. Empujes profundos, contenidos.
- Tro...te... - jadeó luego de algunos minutos, y el ritmo cambió a uno más rápido. Las embestidas se hicieron más continuas, y de la misma manera se aceleró el bombeo sobre la húmeda carne del elfo.
Ya no podía resistirlo más, ya no podía aguantar más sin sucumbir ante el desesperado deseo de poseerlo por completo, de hacerlo suyo hasta el cansancio. El humano dejó por un instante de sostenerlo por la cadera para acariciar la tersa espalda y tomar un puñado del cabello rubio obligando así a Imrahil a levantar la cabeza. Con cierta rudeza, pero no sin cuidado, le hizo girar el rostro e inclinándose más sobre él, profundizando la penetración, atrapó los labios ya hinchados y rojos en un beso intenso y apasionado.
Era desesperante para el elfo sentir esa cruda necesidad en su cuerpo, sentirlo a punto de estallar a cada segundo, esperando el detonante que lo hiciera sucumbir. Cuando la boca de Eomer se fijó sobre la suya, y repitió con su lengua las caricias que sentía en su interior, todo su mundo se nubló.
- Galopa conmigo, Imrahil...- pidió Eomer en un susurro grave, el último rastro de autodominio.
- Sí... sí, sí... Por favor...- las primeras palabras que pronunció desde que todo comenzó.
La jadeante respuesta diluyó para ambos la última frontera de control y entonces Eomer se dedicó a demostrar al elfo cual era el galope tendido de la caballería de Rohan.
Probablemente todos en el castillo se enterarían de lo que estaba sucediendo en esos momentos en las alcobas reales, pero a Eomer no le importaba en absoluto; y a Imrahil menos todavía, los dos concentrados únicamente en los movimientos que ahora eran tan intensos como intensos eran los sonidos que resonaban en la habitación. Cuando una de las embestidas encontró el punto interno exacto de placer, todo el cuerpo del elfo se tensionó, y en respuesta, empujó de regreso para repetir el contacto una y otra vez, cada vez más fuerte, cada vez más hasta que simplemente, el placer fue demasiado para contenerlo dentro de sí, se liberó en una ardiente explosión.
Eomer supo el momento justo en que tocó aquel punto, porque los músculos que lo aprisionaban se apretaron en torno a su miembro, sujetándolo con tanta fuerza que casi dolió, y ese fue el mazazo final a sus sentidos. El orgasmo se arremolinó en su vientre y se extendió violentamente en dos direcciones opuestas. Hacia arriba, llenando su mente de un abismo blanco y hacia el sur, donde su emisión caliente llenó las entrañas que lo recibían con tanta estrechez.
Con un grito final, ambos colapsaron sobre las sábanas, sin que el hombre dejara de acariciarlo, de besar la húmeda nuca rubia.
- Te amo, te amo...- repetía, casi incoherente.
Ahogado por las intensas sensaciones, el elfo jadeaba tratando de recuperar el aliento y el sentido sin contestar. Preocupado por eso, Eomer se retiró con delicadeza y se ubicó a su lado.
- ¿Estás bien...?
Por toda respuesta inmediata, Imrahil se arrebujó contra su cuerpo. Aunque no resintiera el frío o el calor, sí quería continuar en contacto con la caliente piel del humano. Todavía no comprendía muy bien cómo había pasado eso. O mejor dicho el modo en que había pasado.
Alguna lejana conversación con sus hermanos, le recordó que para Legolas debía ser delicado, suave y perfecto. Imrahil rememoró que había coincidido con él en ese momento; pero ahora comprobaba que no era así para él.
Perfecto era esto. Ardiente, avasallante, un remolino de placer que lo levantara en el aire, lo elevara hasta el cielo y luego lo dejara caer desde lo alto. Su remolino de placer y amor resultó llamarse Eomer de Rohan.
- Te amo...- contestó entonces, besando el pecho y acariciando la tupida mata de vello rubio que lo cubría.
Más tranquilo, exhausto y feliz, Eomer lo cobijó entre sus brazos, todavía un poco preocupado.
- Sangraste un poquito... Lo siento...
- No tienes que hacerlo... Así me gustó... Aunque seguramente no podré 'cabalgar' mañana.
- En ese caso, y como ya has aprendido cómo montar... Tal vez quieras mostrarme qué tanto has aprendido...- dijo con una risita.
Incrédulo, Imrahil elevó los ojos hacia Eomer, pero solo encontró allí sinceridad y algo de picardía.
- Lo pensaré esta noche...
- Perfecto, así podré descansar... Yo no soy un elfo, amor... Necesito dormir.
- Duerme entonces.- susurró el elfo, dándole el último besito antes de volver a acurrucarse junto a él.
Luego de un rato, solo la respiración acompasada y tenue del hombre se oyó en la habitación, porque la de Imrahil, que también descansaba era casi inaudible.
En un extremo de la habitación, un pequeño orificio se cerró en silencio.
(-o0o-) (-o0o-) (-o0o-)
Legolas
Caminó durante horas sin rumbo, sin dirección, sin mirar; completamente lleno de palabras, imágenes, todas diferentes y todas opuestas.
Aragorn diciéndole que lo amaba, diciéndoselo una y otra vez; y Arwen con la noticia de su embarazo. Aragorn admitiendo que tal vez sí era cierto y sí había estado con la elfa, pero diciendo también que había estado tan ebrio que ni siquiera podía recordarlo. Luego Arwen recordándole así que ella sí podía dar un hijo al humano, cosa que él nunca podría hacer.
Sentado en el resquicio oscuro de una casa vacía, Legolas pasó las largas horas de la noche casi sin notar que el tiempo pasaba, que las calles que habían quedado solitarias, empezaban a animarse de nuevo.
Tenía que ir a algún sitio, pero no quería regresar al Barrio, así que tampoco podía ir a casa de Baldor.
"Haldir... Puedo ir a su casa... Él llamará a Baldor..."
Era el primer pensamiento coherente desde que había hablado con Aragorn, y no se detuvo a meditar si era correcto o no, solo se puso de pie y dejó que sus pasos lo guiaran por el conocido camino hacia la vivienda del galadrim.
(-o0o-)
Baldor despertó en dos etapas. En la primera notó que estaba desnudo y leves caricias recorrían su espalda. En la segunda, insistentes besitos sobre sus labios intentaban despejar la niebla del sueño.
- ¿Dormiste bien?- la voz levemente burlona de Haldir susurró junto a su boca.
Sonriendo, todavía medio dormido, Baldor asintió.
- Te hubiese despertado con un buen desayuno... pero no pude moverme demasiado.- explicó divertido, el elfo.
Ante eso, el joven notó no sin cierto rubor, que su cuerpo estaba medio tendido sobre el de Haldir, sus brazos lo rodeaban y las piernas estaban entrelazadas, mezcladas como si no hubiese manera de saber a quien pertenecía cada una.
- Prefiero esto.- declaró, convencido y cuando se aprestaba a frotar su también despierta erección matutina contra el muslo del elfo, su estómago emitió una sonora protesta, en evidente desacuerdo con la frase anterior.
- Parece que no todo tú está de acuerdo con eso.
- Bueno... sí prefiero esto; pero creo que no me vendría mal el desayuno.- admitió al tiempo que recordaba que no había comido nada en todo el día anterior.
- Si me dejas levantarme, ordenare que nos traigan el desayuno... Después de todo, los sirvientes ya saben que deben prepararme el baño cada mañana.
La sola idea de compartir también ese momento con Haldir hizo que la sonrisa del muchacho fuese aún más amplia, cosa que no pasó desapercibida al elfo. En medio de besos y caricias, se desembarazó de la maraña de brazos y piernas y logró salir de la cama, pero al regresar, sin hacer caso a las fingidas protestas de Baldor, lo levantó en brazos para llevarlo así, desnudo y pataleando hasta el cuarto donde los esperaba la tina, ya llena con perfumada agua tibia.
Luego de hacer el amor en medio de la espuma, regresaron a la habitación, a devorar todo lo que había en la bandeja que los sirvientes habían dejado. Zumo de frutas, leche, cereales, fruta fresca; todo desapareció en poco tiempo.
Aunque quedarse allí era una idea más que tentadora, Haldir tenía algunas cosas por hacer y por fin de común acuerdo, decidieron vestirse y salir de la habitación.
Iban camino al recibidor, cuando uno de los guardias se acercó para informar al galadrim que había un visitante, y que el visitante no era otro que Legolas.
Extrañados, y presintiendo algo, ambos fueron a su encuentro.
(-o0o-)
- Me estoy arriesgando demasiado al encontrarnos ahora.- protestó Denethor, sentado en un rincón de la misma cantina donde habían hablado la noche anterior.
- No eres el único que se arriesga. Y me agradecerás esto.
Arwen metió la mano en un bolsillo de la capa que la cubría y extrajo una pequeña redoma de cristal oscuro. Con disimulo la extendió al hombre.
- ¿Qué es esto?
- Un destilado de hierbas élficas... Me pasé toda noche haciéndolo, así que escúchame con atención porque así podrás dominar al elfo. Sumerge el filo de un puñal en ella, un pequeño corte y en unos cuantos segundos se quedará dormido al menos por doce horas. Es muy fuerte, así que luego que despierte, tendrás que disolverla en el agua que le des a beber... Y tendrás un elfo con la fuerza de un humano de doce años.
Denethor miró el minúsculo frasquito con renovado respeto.
- ¿Qué pasa si se lo doy todo?
Arwen sonrió.
- Si le das demasiado, tendrás el primer elfo con diarrea de la Tierra Media. Si le das todo... ¿Quién puede saber? Es un preparado que relaja los músculos... Tal vez incluso relaje su corazón también...
Ahora con bastante precaución, en vista de lo valioso que era aquello, el hombre guardó la redoma.
- ¿Dónde puedo encontrar al elfo?
- No regresó a la okiya anoche, pero solo puede estar en dos sitios: en casa de Baldor, su hermano mayor...
- No está ahí.- interrumpió el hombre.
- ¿Cómo lo sabes?
- Es asunto mío. ¿Cuál es el otro lugar?
- En casa de otro elfo... El Capitán Haldir de Lothlórien.
- También conozco a ése.
- Perfecto. Entonces que tus hombres estén listos al atardecer en el lugar que acordamos, poco antes que cierren la Gran Puerta. Yo haré que Legolas vaya hacia ellos.
- Así que su nombre es Legolas.- rumió Denethor.
- ¿Quieres matarlo y ni siquiera sabes su nombre? ¿Qué fue lo que te hizo?- preguntó Arwen intrigada, ya que a pesar de todo no podía imaginar nada.
- Mató a mi hijo.- contestó sin ocultar el odio que destilaban sus palabras.
Arwen no dijo nada aunque la revelación fuese casi increíble. De todos modos, a ella le importaban muy poco las razones por las que ese hombre deseaba deshacerse del elfo. Lo único que le interesaba, era que lo hiciese pronto y bien.
- Solo tengo algo que pedirte.- dijo al fin, dejando el otro tema de lado.
- ¿Y es...?
- Algo que me indique que tus hombres cumplieron su trabajo...- la elfa pensó un momento y volvió a sonreir.- Legolas siempre lleva en sus ropas, un bordado especial... Un junco... Quiero un pedazo de su ropa, el que lleve ese bordado.
- ¿Y si no lo lleva?
- Oh, bueno, espero que sí lo lleve... Sino, tendré que conformarme con un mechón de cabello, un dedo, una oreja... Lo dejo a tu criterio, pero preferiría la tela... La sangre es muy difícil de quitar cuando mancha...
Dejando al hombre para que empezase a hacer sus propios preparativos, Arwen salió del lugar para regresar al sexto nivel de la ciudad.
Ya tenía en mente la manera de atraer al elfo, y en realidad no era ni rebuscada ni difícil. Y justamente por eso era perfectamente creíble.
(-o0o-)
Había sido terriblemente dificultoso para Legolas explicar las razones por las cuales estaba allí, pero todavía estaba tan conmocionado por todo lo sucedido, que las palabras empezaron a fluir, y siguieron hasta que hubo contado casi todo.
Mientras oía, Haldir meneaba la cabeza, sobre todo al escuchar la parte en que Aragorn casi había admitido lo sucedido. Él mejor que nadie sabía cómo estaba cuando lo encontró el día siguiente de la llegada desde Ithilien. Intentó recordar algo que pudiese servir para desenmascarar alguna posible mentira de Arwen, pero consternado tuvo que desistir, porque todo parecía coincidir a la perfección.
- Siento haber venido a molestar... No sabía que Baldor estaba aquí...- murmuró, compungido al haber ido a interrumpir el momento de bienestar de sus amigos.
En otra situación, nadie hubiese estado más feliz que él al enterarse que por fin Haldir había aceptado a su lado a su 'hermano mayor'.
- Eso es algo dificil de explicar...- empezó Baldor.- Pero luego te contaré...
- Sí, creo que no has tenido una buena noche.- terció Haldir.- Así que sería bueno que descansaras un poco. Haré que los sirvientes te preparen una alcoba. Por cierto, avisaré en tu okiya que estás aquí... No deseo que tengas más problemas con esa gente. Baldor se quedará contigo mientras yo voy a conversar con Aragorn.
- Él debe estar buscando a Denethor...
- ¿Buscando a Denethor? ¿Por qué?- preguntó Haldir.
Entonces Legolas tuvo que ir más atrás, y explicarles lo sucedido en el barco, y por qué Aragorn estaba en la búsqueda de ese hombre.
Haldir se puso de pie resolviendo salir en ese momento.
- Baldor, haz que Legolas descanse... Sería bueno que coma algo, y duerma un poco. Espérenme, yo iré a ver qué novedades hay.
- Claro... Haldir, ten cuidado... Mi 'danna' es...
- Ex danna.- puntualizó al instante el galadrim.- Y no te preocupes, tendré cuidado.
Poco después, mientras Legolas y Baldor hacían lo indicado, Haldir partía rumbo al palacio esperando encontrar allí a Aragorn.
(-o0o-)
- Podríamos esperar a Haldir...- comentó Baldor mientras salían de la casa.
- Solo iré hasta la okiya... Tyra-san está preocupada... Ayer apenas estuve unos minutos... Cuando llegué, Arwen me dio la noticia y salí casi de inmediato... Anoche no regresé... Solo serán unos minutos, no hay necesidad de molestar a Haldir...- a pesar de todo, Legolas sonrió con cierta malicia mirando a Baldor.- Y supongo que no querrás que esté cansado por la noche...
Enrojecido, el joven no dijo nada, solo tomó su haori y se encaminó hacia la salida.
Haldir había salido temprano, luego de hablar con ellos en busca de Aragorn y no había regresado aunque ya caía la tarde. Legolas y Baldor habían almorzado juntos en el jardín de la casa, hablando por momentos de todo lo sucedido.
Ya las luces de Anar en el cielo avisaban que se acercaba el atardecer, cuando llegó la nota de la okiya donde le pedían que regresara al menos para dar cuenta de lo sucedido. No era una petición extraña ni fuera de lo común, por lo que reuniendo coraje y deseando con todo el corazón no cruzarse con Arwen, Legolas se aprestó a cumplir el pedido.
- Lamento mucho no haber podido ayudarte con Denethor...- dijo Legolas a medida de caminaban rumbo al túnel que conducía al sexto nivel.
Baldor siguió caminando, solo un pequeño parpadeo rápido delató que el recuerdo le afectaba.
- No lo sabías... Yo nunca le dije a nadie. No creí que hubiese algún modo de salir de eso...
- Al menos Haldir sí pudo ayudarte.
- Haldir ha hecho mucho más que ayudarme...- musitó Baldor, con su habitual rostro neutro pero al mirar a Legolas, aquel vio que los ojos castaños estaban más vivaces que nunca.
- Me alegro mucho por ti...
Entraron al túnel que a esas horas ya empezaba a ponerse oscuro, pues aún no habían encendido las antorchas para iluminarlo. En medio del mismo, una carreta tirada por dos bueyes se había detenido y dos hombres luchaban para cambiar el eje de la rueda.
Apenas habían cruzado ante ellos, cuando la palanca de madera con la cual mantenían la carreta en el aire, pareció quebrarse, y uno de los hombres lanzó un grito.
De manera casi impensada, Legolas giró para ver y como el hombre se tomaba el vientre y se revolcaba en el piso entre gritos de dolor, se acercó; pero aquel se enrolló sobre sí mismo impidiéndole ver su herida.
- Busca ayuda, Baldor... Creo que está mal herido.- pidió Legolas.- Por favor, señor... Permíteme ver si puedo ayudarte...
El hombre se desenvolvió con rapidez, descubriendo que no solo no estaba herido, sino que ocultaba un puñal entre sus ropas. Blandió aquel hacia el elfo, pero con sus rápidos reflejos, Legolas consiguió quitarse el camino del arma, aunque no pudo impedir que la punta hiciera un rasgón en la manga de su ropa y cortase un poco la piel en el trayecto.
¡Corre, Baldor!- gritó Legolas, quien en ese momento solo pudo pensar que se trataba de salteadores.
A pesar de las constantes rondas de los guardias de palacio, algunas cosas eran inevitables, y los ladrones parecían imposibles de erradicar por completo. Pero no eran ladrones.
Baldor tardó apenas unos segundos en reaccionar, pero fueron suficientes. Dos hombres más surgieron de algún lugar entre las sombras y corrieron hacia él. A pesar que el muchacho giró con toda la velocidad que pudo, solo llegó a recorrer un par de metros antes que lo atrapasen.
Mientras, los dos restantes intentaban retener a Legolas. Por unos instantes, forcejeó, y consiguió librarse de uno de ellos arrojándolo violentamente contra el muro del túnel, pero segundos después, pareció como si de pronto, los músculos de sus brazos se estuviesen convirtiendo en agua, las piernas se negaron a ser el sólido sostén de siempre. En tanto el otro se abalanzaba sobre él para sujetarlo, el que había chocado con el muro, se reponía y volvía a la lucha.
Algo no estaba bien. Legolas trató de girar para evitar la mano que iba directo a su rostro, pero no se movió con la rapidez suficiente, y el puño impactó con violencia en su cara lanzándolo hacia atrás. Lejanas, sin comprender lo que decían, le llegaban las voces toscas de los otros dos humanos y a pesar que ahora yacía desmadejado en el suelo, volteó para mirar.
En medio de una bruma, veía a Baldor debatiéndose entre los brazos de uno de los supuestos campesinos. Aquel parecía reír al ver infructuosos los denodados esfuerzos del muchacho. Era tan alto y fornido, que con un solo brazo lo mantenía aferrado por detrás, impidiéndole mover los brazos, por lo que Baldor solo podía lanzar desesperados pataleos en el aire. La otra mano estaba firmemente apoyada sobre la boca del joven, con lo que no emitía siquiera un grito que pudiese atraer ayuda.
- ¡Terminen de una vez con eso!- gritó uno de los que sobre el elfo, lo mantenían sujeto al suelo, ya casi sin hacer esfuerzo.
Legolas lo miró unos instantes sin comprender, pero como aquel seguía mirando hacia donde estaban los otros, regresó su vista a aquel sitio.
El cuerpo del segundo hombre que se abalanzó sobre Baldor le obstruyó la visión por unos segundos, y cuando se retiró, lo primero que notó, fue que el muchacho ya no tenía la boca tapada; pero al parecer no emitía sonido. El gesto incrédulo en el rostro, los ojos súbitamente abiertos descendieron sobre su propio cuerpo donde dos grandes manchas rojas empezaban a extenderse sobre las ropas.
"No... Por favor... Baldor, no..." susurró Legolas, pero no supo si sus labios llegaron a emitir sonido.
Muy despacio, ante su vista, Baldor se deslizó dentro del abrazo del hombre que lo sostenía, cayendo, primero sobre sus rodillas, y luego; grácilmente, pareció inclinarse de a poco hasta quedar tendido de lado sobre el piso de piedras.
Legolas hizo un desesperado intento más para deshacerse del agarre que lo mantenía sujeto al piso. Necesitaba ayudar al muchacho, Baldor estaba herido, y seguramente necesitaría un sanador pronto. Pero eso fue solo un pensamiento.
No consiguió hacer más que lanzar una última mirada al cuerpo inmóvil de su 'hermano mayor' para luego hundirse en una negra inconsciencia sin poder hacer nada para evitarlo.
- Maldición, por fin...- gruñó uno de los hombres, animándose a soltarlo.- Se suponía que esa porquería iba a calmarlo...
- Apenas le hiciste un rasguño, estúpido... Tal vez fue muy poco lo que llegó a rozarlo... Bien no importa, muévanse rápido, no tenemos mucho tiempo.
Ante las palabras del mismo mercenario que había hablado con Denethor, uno de los hombres fue hasta la carreta, quitó algunos bultos de encima y abrió un doble fondo en el piso de la misma. Mientras, los otros dos tomaban al elfo por brazos y piernas para colocarlo allí.
- ¡Quiten a ese otro del medio, está tapando el camino de la carreta! Apresúrense, antes que alguien venga...
- ¡Maldito seas, pásale por encima!- gritó el que estaba en el pescante de la carreta esperando para azuzar los bueyes y partir.
- Claro, pedazo de idiota... Y en el control de la Puerta Grande te dejarán pasar sin hacerte preguntas aunque una vulgar carreta de campesinos lleve las ruedas llenas de sangre... ¡Hagan lo que les digo, imbéciles!
En vista de esa idea lógica, uno se movilizó hacia Baldor, lo tomó por un brazo y lo arrastró hacia un costado un par de metros. En vista del reguero de sangre que iba quedando, otro se acercó y lo ayudó a levantarlo para arrojarlo entre unos desperdicios en un rincón oscuro.
Lejos de observar las actividades de sus secuaces, el mercenario se ocupó de atar los tobillos y las muñecas del elfo para que no fuese a moverse si llegaba a despertar antes de tiempo. Tenía que colocarle una mordaza embebida en la droga que le habían dado, pero cuando estaba por colocarla, se quedó unos instantes contemplando el rostro hermoso que tenía frente así.
Con razón el viejo que lo contrató había perdido el seso por esa criatura, si era magníficamente hermosa. Con un rápido vistazo verificó que sus cómplices continuasen ocupados, y se inclinó hasta posar su grosera boca sobre los labios levemente pálidos del elfo.
Era embriagante, una suavidad tan intensa que adelantó su mano y maniobró la mandíbula para permitirse el acceso a esa boca. Saboreó la sensación largos segundos deslizando su lengua por todo el interior, hasta que recordó que debía soltarlo.
"Una pieza magnífica... Tal vez le pida al viejo que me deje tenerlo cuando se haya cansado de él... No creo que le importe" se dijo, e irguiéndose, colocó la mordaza.
Entonces recordó el encargo. Sacando su propio puñal de entre sus ropas, revisó las del elfo, esperando encontrar lo que le habían indicado. Realmente no tenía ningún deseo de arruinar la belleza de esa criatura cortándole un dedo, mucho menos una oreja como le había pedido Denethor.
El haori era simple por eso no tenía símbolos, pero la camisa que Legolas llevaba debajo, tenía como toda su ropa, el bordado que lo distinguía en todo el Barrio. Con un par de certeros cortes, el mercenario separó la solapa y llamó a uno de sus hombres.
- Lleva esto al lugar que te indiqué. Nos encontraremos en el túnel del primer nivel. - dijo, y tomándolo, el hombre salió del túnel y se perdió en la noche.
Con un último vistazo, corrió la tapa del doble fondo dejando en el oscuro interior al elfo inconsciente. Volvió a colocar bultos y todas las cosas que tenían en la carreta al tiempo que los otros dos regresaban y subían.
- Apresúrate... Tenemos que llegar a la Gran Puerta antes que cierren... Hay un largo camino hasta Cair Andros.
Lentamente en un principio, los bueyes comenzaron a movilizar la carreta y aquella traqueteó sin demasiada prisa, porque eso hubiese levantado sospechas, pero sin pausa nivel tras nivel.
Al llegar al túnel que conducía del segundo al primero, la carreta se detuvo en la penumbra. Una vez más, el mercenario y sus hombres esperaron a que unos campesinos se alejaran y bajaron, quitando nuevamente todos los bártulos y abriendo otra vez el doble fondo.
- Ahora... Rápido.- indicó el mercenario y una figura enfundada en andrajos se deslizó desde la oscuridad, metiéndose rápido en el espacio que quedaba del compartimiento oculto. A pesar de ser un hombre mayor, Denethor aún era fuerte y ágil, y la sed de venganza lo hacía aún más veloz.
- ¿Iba con alguien?- siseó antes de acomodarse.
- Con un muchacho.
- ¿Qué pasó con él?
- Está muerto.- indicó en un susurro, a lo que Denethor sonrió.
- Que pena que no pudimos mandárselo al galadrim en una caja. Que lo aproveche ahora..
Rápidamente se ubicó en el sitio que había y dio la señal para que volviesen a cubrir todo.
Justo antes que la Gran Puerta fuese cerrada, el vehículo abandonó Minas Tirith sin que ninguno de los guardias apostados en la salida sospechase siquiera la carga oculta que llevaba esa desvencijada carreta.
TBC...
N/A: Algo que olvidé aclarar en el capítulo anterior. A pesar del enojo de Arwen, lo que Aragorn le propone al querer ser su 'danna' aunque sea de un modo nominal para proteger a su hijo, era perfectamente legal y aceptado. Aunque mixta al principio, la sociedad de las geiko se convirtió luego en una sociedad puramente femenina y quedar embarazada siendo soltera no era ningún deshonor, al contrario. Muchas veces se incentivaba a las geiko a tener hijas a quienes pudiesen iniciar en los secretos de la profesión desde pequeñas, así esos secretos no pasaban a extrañas. La expresión 'danna-sama' era usada por las mujeres para dirigirse a sus esposos, pero un 'danna' no siempre era el esposo, aunque se suponía que un esposo siempre era un protector ... Y un hombre podía perfectamente ser casado y además ser el 'danna' de alguna geiko (a veces las esposas lo sabían, otras veces se hacían las tontas, arfs). Por esa razón, si un hombre embarazaba a una geiko, no significaba de ninguna manera que 'debía' casarse con ella... Mala suerte para Arwen jajaja...
Reviews:
Ishtar: Pero si te quedó recontraordenadito, el comentario :- ) Ah, que alegría!!! Ya me parecía a mí que ese 'Aguante Eomer' no salía así como así... y me encantó porque salió supernatural. Toy contenta! Así que del oeste, bueno, yo soy del sur... Paredón y después, como dice el tango jajaja... Sorry por lo del escorpión, cierto, pobre bichito venir a compararlo con semejante engendro de elfo... Ya buscaremos alguna alimaña que no se sienta ofendida por la comparación (dudo encontrarla). Baldor no está en venta... jeje. Que no te oiga Haldir o te correrá a flechazos. Desafortunadamente para todos, la bruja todavía rondará un rato más, ufa con ella. Bueno, espero que sigamos en contacto, no te pierdas!! Un besito!
Anya D'merack: También le tenía que tocar alguna vez al rey ;-P jeje... Si no, no era justo con el elfito... Ahora todos empiezan a juntarse para la debacle final. Me temo que el elfito sufrirá mucho, por muchas razones, Aragorn, Baldor, todos... Y yo seré feliz haciendolos bailar!!! Intentaré no retrasarme demasiado, pero ando con mucho trabajito... Haré lo posible. Muchas gracias por tu comentario. Nos vemos!!
Iona: Jaja, la elfa se creyó que iba a poder enganchar así al rey, ya se quedó con los ojos largos... Sí ya tengo pensado el final para la elfa, no te preocupes, pero todavía har maldades ¬.¬... Tan lindo mi Baldor, disfrutó su ratito de felicidad, para que no me maten ahora, snif, snif... Ya ves lo que pasó con la reunión de bichos parece que han conseguido su objetivo... Tengo que adelantar mas la historia de los hermanitos, pero se resiste jeje. Presiento una nueva recaída por culpa de un viejo horrible y una elfa malnacida... Muchos besitos.
Monce: Me parece que tu perdón me va a durar poquito, snif, snif... pero en algo si tienes razón, Dios los cría y ellos se juntan, y no para bien, según has podido observar... Bueno, solo te diré algo: Aragorn no volverá a cometer esos errores... creo. El bloqueo tardó un poquito en desaparecer, pero de cualquier forma, aquí están los hermanitos... Espero que te guste. Besitos!!
Amazona Verde: Hola!! Espero que no me mates con este capítulo... Ahora ves que Denethor puede ser tan malo como la bruja, y si me das un tiempito, será peor... ¬¬... Besotes!
Prince Legotas: Me alegro que esa parte te haya gustado, yo disfruté muchísimo escribiéndola, te lo aseguro... Hubiese disfrutado más, de no ser porque ya tenía en mente esto... Me temo, amiguita que Arwen y Denethor sí estaban hablando del mismo elfito... Ahora le toca el turno a todos de sufrir muejeje... Saluditos élficos de regreso!
Vania: Siiiii, me habías dejado mensajito tambien allí, pero a mí me gusta que los dejes en los dos sitios... ;-) Bueno, la elfa no perderá al baby, aunque como dijo Aragorn, creo que los instintos maternales no le abundan a la elfa ésta... Todavía queda por ver cómo lo tomará el elfito, pero creo que de momento, tendrá otros graves problemas para preocuparse.
Fedia: Síp, tú lo has dicho, se avecinan tiempos malísimos para todos... Lo de Baldor... Er... Bueno, creo que sí, te tocará sufrir por partida doble :- ( Un besote, y espero que no me mates por esto...
Azalea: jaja... No hay problemas con las babas... mientras no caigan sobre el ordenador, mira que los cortocircuitos son peligrosos jeje. Pero aunque el rey le puso las notas claras, la elfa no se quedó tan tranquila. Ves lo que hizo? Muy buena observación la tuya acerca de la visión de Arwen, habrá que tenerla en cuenta. Besos.
Nina: Haldir y Baldor ya están juntitos y felices... pero que poquito les ha durado, snif, snif ... Aragorn le contestó a la elfa como se merecía, pero ahora la muy bruja y Denethor están aliados contra el elfito. Tienes razón, son uno para el otro. Nos vemos pronto... Kisses!
