Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Advertencia2: Como dicen en la TV de mi país: El siguiente capítulo contiene escenas de violencia y NonCon. Recomiendo que tengan esto en mente.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo 26
Días de infierno
Haldir había pasado buena parte del día tratando de encontrar a Aragorn, porque aquel iba de un lado a otro, supervisando personalmente la búsqueda de Dénethor. Cuando por fin lo encontró, pudieron ponerse al tanto de toda la situación. Pese a todo, solo pudo regresar a su casa cuando atardecía.
Buscó a Baldor en sus habitaciones, pero al no encontrarlo allí, conjeturó que podía estar con Legolas, por lo que partió hacia los aposentos que en general destinaban a los huéspedes. Tampoco estaban allí, entonces buscó al encargado de los guardias de su casa, a quien ubicó poco después.
- El señor Legolas y el señor Baldor salieron juntos hace algo así como... dos horas, Capitán. Recibieron una nota proveniente del Barrio y partieron poco después.- informó el guardia.
Luego de agradecer, Haldir retornó a sus habitaciones, dispuesto a esperar que regresaran. Ubicado en el nivel siguiente, no había mucha distancia por recorrer, pero no era eso lo que preocupaba al galadrim, sino que Baldor regresase a aquel lugar. Denethor aún no había sido hallado y eso también era motivo de preocupación, porque no olvidaba el resentimiento que vio impregnado en el rostro del hombre cuando lo sacó de la casa del muchacho, y mucho menos lo que había intentado apenas algunas horas después de eso.
Esos recuerdos terminaron de decidirlo y salió nuevamente de su casa. Después de todo no le costaba nada ir hasta la okiya de Legolas y comprobar que estuviesen allí y bien. Además ya estaba casi oscuro y no le hacía ni pizca de gracia que Baldor anduviese solo por las calles. No temía por Legolas, sabía que podía defenderse, pero no era lo mismo con el joven humano.
Su paso ágil lo llevó rápidamente hasta el acceso al sexto nivel, y se internó en el túnel.
Aquel estaba bastante iluminado, cosa extraña, y tambien demasiado poblado, ya que un grupo de personas estaban aglomeradas en un sitio casi a mitad del túnel. Algunos guardias empezaban a llegar en esos momentos.
Cruzó delante de ellos sin detenerse, pensando solo en llegar pronto a la okiya cuando el olor a sangre golpeó fuertemente sus sentidos. Sangre fresca. De modo totalmente mecánico, pensó que los guardias tendrían trabajo esa noche buscando a un asesino.
- Un muchacho tan joven...- decía una mujer sacudiendo la cabeza con reprobación.
- Es de los que viven en ese lugar... En el otro nivel... Mira sus ropas...- le contestó una voz masculina.
Y Haldir se detuvo en seco al escuchar esas palabras. De manera extraña, sus ojos repararon en ese instante en la inmensa mancha roja que estaba a punto de pisar y la siguió con la vista. Con las palabras de esas personas retumbando en sus oídos, se acercó al grupo de gente y los apartó para ver.
Una bota de cuero suave, la tela de esa prenda que él mismo había quitado la noche anterior con tanto anhelo. Conteniendo el aire en sus pulmones, quitó del camino un montón de desperdicios, solo para enfrentar algo que nunca hubiese querido contemplar: el pálido rostro de Baldor y su cuerpo a medias enroscado en ese rincón maloliente.
Sin tener mucha noción de lo que hacía, se arrodilló junto a él, y movió un poco el cuerpo. Casi no se veía el color original de la ropa del muchacho, ya que estaba empapada en sangre, y con dedos sorprendentemente firmes, como si no fuesen propios, Haldir abrió las prendas para enfrentar las dos heridas que para ese momento apenas sangraban.
Sus dedos tocaron la piel fría, incrédulos.
No podía ser cierto. Apenas la noche anterior, esa piel había estado ardorosa y anhelante de sus caricias, los labios, ahora pálidos estaban rojos e hinchados, deseosos de mas besos... El cabello se enredaba cubriendo parte del rostro, y Haldir retiró unos mechones, al hacerlo, creyó captar un pequeño latido en uno de los párpados y retiró sus dedos.
Con más angustia de la que nunca hubiese admitido ante nadie, extrajo un puñal de entre sus ropas. Las personas que contemplaban la escena retrocedieron un paso pensando que el asesino había acudido a completar su tarea, pero en vista que era un elfo, y ellos solamente campesinos, solo empezaron a disgregarse.
- Desgraciado... ¿viniste a terminar...?- preguntó furioso un campesino algo más robusto que los otros.
- Silencio, mortal ignorante.- siseó Haldir, y acercó la hoja brillante hasta colocarla debajo de la nariz del muchacho, luego esperó.
Un par de segundos después, una leve sombra empañó la hoja y se retiró. Se repitió una vez más, pero luego se detuvo.
- No, no pequeño... Respira...- rogó Haldir dejando su puñal a un lado y ante la azorada vista de los que lo rodeaban, insufló su propio aliento en los labios del muchacho.- No me dejes todavía, mi pequeño humano...
Durante un tiempo interminable, o al menos interminable para él, siguió con la tarea de mantener a Baldor dándole aire con sus propios pulmones. En un momento, dejó de hacerlo y volvió a acercar el puñal. El aire caliente proveniente del muchacho empañó la hoja con algo más de firmeza esta vez.
Ligeramente aliviado, Haldir se quitó la túnica y con ella improvisó algunas vendas con las que intentó detener la hemorragia de esas dos horribles heridas y mientras lo hacía, se dirigió a los guardias que se habían acercado y tambien observaban.
- Necesito llevarlo a palacio... Urgente. Que uno de ustedes se adelante y den aviso al rey.
- ¿El rey...? El rey no nos atenderá por uno de esos...- empezó a decir uno, pero la fulminante mirada gris lo detuvo en mitad de la frase.
- Háganlo. Digan que es un mensaje del Capitán Haldir y el rey escuchará. Rápido.
Como la voz no admitía réplica, uno de los guardias giró y salió a escape rumbo al palacio, en tanto los otros improvisaban una manera de trasladar al herido sin moverlo demasiado.
El recuerdo de la noche anterior, tan especial, tan magnífica todavía le llenaba los sentidos, y aquellos se negaban a aceptar que el cuerpo laxo y casi frío que mantenía junto al suyo, fuese el mismo.
Por primera vez en su larguísima vida, el elfo emprendió el camino con el corazón encogido de temor para no dejar escapar la frágil existencia que en esos momentos transportaba en brazos.
(-o0o-)
Para el momento en que Haldir llegó al palacio, Aragorn también lo hacía, y casi coincidieron en la entrada. Sin perder un solo instante, ubicaron al herido en una de las mejores habitaciones mientras el galadrim explicaba lo poco que sabía de lo sucedido. Apenas escuchó eso, las alertas se encendieron en la mente de Aragorn.
A la carrera, sin detenerse, Aragorn tomó por el brazo a uno de los soldados que los acompañaban.
- Necesito que vayas hasta el Barrio... ¿Conoces ese lugar? De acuerdo, busca la casa con los postes negros y dorados, pregunta si Legolas está allí. Es muy importante que yo sepa eso cuanto antes, ¿Entiendes?
- Sí, Majestad.
El soldado giró al punto dispuesto a cumplir la orden.
Colocaron a Baldor cuidadosamente en el lecho, y mientras el elfo lo libraba de la ropa, Aragorn daba órdenes para que le trajesen lo que iba a necesitar pero una apenas mirada, lo convenció que lo más necesario, iba a ser una inmensa cantidad de buena suerte.
- Hazte a un lado, Haldir; necesito ver esas heridas.
- No puedo... Si lo suelto, dejará de respirar...- dijo en un murmullo el elfo, mientras sostenía los delgados dedos del muchacho, arrodillado a un lado de la cama.
Pese a la aparente calma de esa frase, Aragorn se sobresaltó por la incoherencia de las palabras. Nadie inteligente podía pensar que sosteniendo una mano se mantenía respirando a una persona. Apenas unas cuantas palabras para darse cuenta de lo profundamente afectado que el elfo estaba por ver así al muchacho.
Con firmeza, puso su mano en el hombro de Haldir oprimiendo un poco.
- Haldir, tienes que dejarme trabajar... Haré lo mejor que pueda, pero tienes que darme espacio.
Tal vez el contacto firme consiguió hacer que Haldir volviese a su habitual lógica o al menos que parte de ella volviese a hacerse presente. Posó suavemente los labios sobre los dedos, y se incorporó para darle lugar a su amigo.
Intentando concentrarse, tratando de no pensar en nada más, Aragorn revisó las heridas. Eran profundas y bastante graves, pero nada que unas cuantas suturas no pudiesen cerrar si actuaba con rapidez. Porque el peligro inmediato ya no eran las heridas, sino la impresionante cantidad de sangre que el muchacho debía haber perdido y continuaba perdiendo.
Durante mucho tiempo, Haldir permaneció a un lado, ocasionalmente alcanzando a Aragorn sus instrumentos, o limpiando la sangre que continuaba manando, roja y tibia entre las manos del rey.
- Es todo.- dijo Aragorn, incorporándose y limpiando sus manos en un paño limpio.- Prepararé un emplasto de hierbas para detener por completo el sangrado y evitar que la herida se contamine, pero ahora solo podemos esperar... Y rogar que la sangre que le quedó sea suficiente para mantenerlo con vida.
Sin decir palabra, Haldir volvió a ocupar su lugar original junto al herido y volvió a tomarle la mano. Así estuvo varios minutos, concentrado solo en el errático y lentísimo subir y bajar del pecho, como si al mirarlo con tanta atención pudiese asegurarse que el movimiento siguiera en forma ininterrumpida.
Aragorn jamás había visto así a Haldir. El elfo siempre había sido tan frío y calmado, siempre tan dueño de sus reacciones y sus emociones que ahora parecía otro. Respetando la angustia que veía en él, decidió salir un momento para que estuviese a solas y verificar que su soldado ya hubiese regresado.
Sus peores temores se confirmaron entonces, porque el soldado solo pudo decirle lo que ya presentía: que Baldor y Legolas nunca habían llegado a la okiya.
Desesperado, Aragorn encontró que ahora todo parecía tener un horroroso sentido porque solo había una cosa que ligaba a Baldor y a Legolas y era Denethor. Solamente ese hombre podía haber actuado de manera, vengándose del muchacho que lo había rechazado, y con un escalofrío, recordó que el ex Senescal tenía pleno conocimiento de la relación que mantenía con el elfo.
Si lo que buscaba era desesperarlo, lo estaba consiguiendo a la perfección, porque quería encontrar a Legolas, y no tenía idea dónde empezar a buscar.
(-o0o-)
Arwen revisó con parsimonia y absoluta atención la indumentaria que habían elegido para ella esa noche, y decidió que le gustaba. Resaltaba su cabello oscuro y brillante y los ojos celestes, que esa noche parecían más centelleantes que de costumbre.
"Probablemente ya hayan terminado con él... Aunque no lo creo... Creo que ese viejo tenía planes mucho más interesantes para Legolas. Bueno... Espero que lo disfrute."
Sonriendo, terminó de secarse el cuerpo antes de empezar a vestirse.
Un golpecito leve dado en la ventana, la puso en alerta y esperó. Al repetirse el sonido estuvo segura, y se acercó a la misma, abriéndola apenas. Desde la oscuridad, surgió una mano oscura sosteniendo un diminuto envoltorio.
- Esto es suyo, señora. Usted ya sabe quién lo envía.
Apenas se aseguró que lo hubiesen tomado, el hombre que hablaba desde afuera, se alejó y Arwen regresó a la silla donde había estado sentada antes. Depositó el pequeño envoltorio en su regazo y lo contempló en silencio algun tiempo. Finalmente, los dedos largos manipularon la cinta que lo unía y lo desarmó.
Deslizó la yema por la tela suave, y delineó el recorrido del bordado, reconociendo las formas.
- Ya esta hecho...- murmuró.- Al fin pude deshacerme de él... Ahora sí se cumplirá mi destino.
Recordó que tenía un compromiso para esa noche, el último antes de mudarse al palacio tal como el rey le había prometido. Ahora tenía el camino libre y ya nada podría detener su avance.
Contenta, guardó el pequeño recuerdo del elfo y se dedicó a terminar de prepararse.
(-o0o-)
Abrió los ojos muy despacio, con la mente nublada, sin saber dónde se hallaba pero sin hacer ningún movimiento. De a poco, el recuerdo de lo sucedido acudió a él, haciendo que sus ojos recorrieran rápidamente el entorno para tratar de ubicarse e intentó incorporarse, pero no pudo.
Entonces calibrar su situación se volvió algo urgente, porque la mano izquierda estaba firmemente sujeta por un grillete de metal, y mediante una cadena, asegurado al poste de la cama en la cual estaba tendido. En idéntica situación estaba su tobillo derecho por lo que sus movimientos estaban muy restringidos.
De momento no había nadie con él en la habitación. La cama era amplia, adoselada aunque el olor de las sábanas decía a los sentidos del elfo que no había sido ocupada en largo tiempo. Una silla de madera algo más lejos, una mesilla con una jofaina y una jarra; eso era todo el mobiliario.
"Parece un calabozo" pensó Legolas y la idea no le gustó en absoluto.
Tironeó un poco de la cadena que sostenía su mano izquierda ayudándose con la otra, pero aquella no solamente no cedió, sino que le dio la pauta que algo más sucedía. La cadena no se veía demasiado gruesa, sin embargo por más que tiraba de ella no conseguía nada. Desistió con esa y trató de llegar al a que sujetaba su pierna, pero ese movimiento fue imposible.
"Qué hicieron conmigo...? Tampoco en el túnel pude defenderme... El túnel... Elbereth... Baldor..."
El recuerdo completo de lo sucedido lo golpeó con fuerza. Cerró los ojos solo para encontrar que la imagen permanecía intacta detrás de sus párpados. Uno de los hombres que los atacaron apuñaló dos veces a su hermano mayor. Dos puñaladas certeras y demasiado bien colocadas como para que fallaran en su cometido. Pero aunque la tristeza por eso lo inundaba, tenía que pensar en su propio problema presente.
Problema que parecía ser bastante grave. Dado que no resentía frio o calor, no había notado que lo habían despojado de gran parte de sus ropas, solo conservaba encima el hadajuban y la ropa interior.
Le dolía un costado del rostro y recordó el golpe recibido antes de caer inconciente. Tambien le ardían las comisuras de la boca como si lo hubiesen amordazado durante mucho tiempo. La habitación no tenía ventanas ni otras aberturas, de manera que no podía saber si aun era de noche o tan siquiera podía estimar cuanto tiempo había estado inconciente.
La puerta se abrió muy despacio, y Legolas giró el rostro para enfocar a quien entraba. A pesar de haberlo visto solo una vez, pudo reconocerlo demasiado bien.
- Denethor...
- Que buena memoria tienes, elfo. Solo nos vimos una vez.
El hombre se acercó a la cama, tomó la silla que había cerca y se sentó. La mirada recorrió de manera casi obscena el cuerpo tendido frente a él, de manera tal que Legolas casi deseó poder escapar de ese escrutinio descarado.
- ¿No vas a preguntar nada?- inquirió Denethor, curioso por el silencio del elfo.
- ¿Por qué no me mataste aún?
- Esa no era una pregunta que Denethor esperara.
- ¿No vas a preguntar por qué te traje?
- No lo necesito... – los ojos azules lo enfocaron con una calma que estaba muy lejos de sentir, y solo agregó una palabra.- Boromir.
- Perfecto. Realmente perfecto... Sí, esa es una parte de las razones.
- ¿Una parte...? ¿Cuál son las otras?
- Aragorn, por supuesto. Él tambien es culpable de la muerte de mi hijo.
- Tú eres el único culpable. No tenías ni tienes derecho sobre el trono de G...
Denethor se movio bastante rápido para su edad y silenció al insolente elfo con una sonora bofetada que restalló en la cara de Legolas. El gusto metálico de su propia sangre le llenó la boca.
Calmadamente, Denethor volvió a tomar asiento ignorando la fulminante mirada que estaba recibiendo.
- Como te decía, tambien Aragorn tendrá que pagar... Ya está empezando a pagar. En un par de días, cuando lo hagas venir por ti, pagará el resto.
- Jamás haré tal cosa.- aseguró Legolas.
- Oh, pero sí lo harás. Una pequeña notita tuya y vendrá corriendo. Tarde o temprano lo harás, yo me encargaré personalmente que así sea... Y esa será tu parte del pago por la muerte de Boromir...
Ante la mirada de su cautivo, se quitó la chaqueta y la dejó con prolijidad mientras seguía hablando.
- Verás, Legolas... Además de terminar contigo, mi deseo principal, es quebrar a Aragorn, verlo suplicar a mis pies, verlo humillado y destruído. La mayoría de la gente piensa que para quebrar a una persona, hay que golpearlo, y todas esas cosas; pero yo sé que no siempre es así. Para quebrar a alguien como Aragorn, primero hay que quebrar todo lo que ama.
A medida que escuchaba, Legolas intentaba deshacerse de alguna de sus cadenas, cualquiera de ellas porque presentía lo que vendría a continuación, y no estaba dispuesto a permitirlo; al menos lucharía con todas sus fuerzas.
El problema, era que sus fuerzas parecían haberlo abandonado. No había manera de librar su mano, y aunque tenía la otra libre, intuía que no le sería de mucha utilidad. Desesperado miró alrededor, buscando algo con qué defenderse, pero no había nada al alcance de su mano libre.
- Muy bien... No espero que lo hagas fácil... – comentó quitándose el cinturón.
Se acercó a la cama y de improviso se sentó sobre las piernas del elfo, inmovilizando así la que tenía libre, pero cuando estuvo bastante cerca, Legolas lanzó su puño hacia él. Consternado vio que no era ni una porción de lo rápido que era antes, y el hombre lo atrapó sin ningún esfuerzo. Pese a que puso toda su fuerza en su brazo, aquel empezó a ser izado hacia arriba, hacia el cabecero de la cama donde fue sujetado con el mismo cinturón que segundos antes se había quitado.
La mano de acero le aferró un puñado de cabello y tiró de su cabeza, exponiéndole el rostro para que al segundo siguiente, su boca fuese oprimida por otra.
Retorciéndose, asqueado ante el contacto, Legolas entreabrió apenas los labios y atrapó entre sus dientes el labio del hombre mordiéndolo con toda su furia. Posiblemente le hubiese arrancado un pedazo, pero el hombre dominó el dolor y descargó un feroz puñetazo en el costado de su cuerpo, logrando así que lo soltaran. Se echó hacia atrás para ponerse a resguardo de esos dientes.
Pese al dolor por el golpe, la mirada desafiante del elfo, la boca manchada de sangre que el hombre supo suya, fue demasiado. Una y otra vez, su mano se descargó sobre el rostro haciendo que la cabeza del elfo volteara hacia uno y otro lado. Se detuvo antes de dejarlo inconciente, quería que estuviese despierto cuando lo tomara. Y quería que lo mirara cuando eso sucediera.
Volvió a tomarlo por el cabello dirigiéndole el rostro.
- Vas a gritar, Legolas... Tú vas a implorar antes que Aragorn...
Por toda respuesta, el escupitajo, mitad sangre mitad saliva, se estampó en una mejilla de Denethor y se escurrió lentamente. Solo dijo algo más.
- Jamás.
La mano del hombre se posó sobre el blanco cuello abarcándolo con sus dedos y empezó a apretar. Despacio, sin prisa. Legolas empezó a debatirse cuando el aire comenzó a faltarle pero no emitió ni un solo sonido. Viendo que eso no lo iba a doblegar, Denethor aflojó la presión y el elfo tosió boqueando para atrapar un poco de aire.
La mano descendió por el pecho, enganchó el cuello de la camisa leve y con un solo movimiento la desgarró por completo. En un intento por quitarse al hombre de encima, Legolas clavó los talones en la cama, empujando hacia arriba con su cuerpo, sin otro resultado más que enojar al hombre y apenas desestabilizarlo un poco. El nuevo puñetazo encontró blanco en sus costillas. Una vez más apretó las mandíbulas para ahogar el quejido.
Por unos instantes, Denethor contempló el torso de perfecta blancura, salvo los dos sitios donde sus golpes ya estaban emergiendo como aureolas rojizas. Deslizó sus dedos por la sedosa piel del abdomen, y atrapó un pezón. Lo retorció con verdadera saña, escuchando el siseo proveniente del elfo al resistir el dolor.
- Ahora entiendo por qué Aragorn ha perdido la cabeza por ti...- hizo correr sus manos por los flancos, disfrutando la sensación de tersura en sus palmas callosas.- ¿Gimes cuando estás con él...? Me pregunto si gemirás igual cuando yo te tome...
Aún sentado sobre las piernas del elfo, tenía la libertad necesaria para maniobrar los lazos de la ropa interior, pese a que Legolas se retorcía para impedirle eso. El nuevo golpe, esta vez en el estómago lo dejó sin aire, y le dio a Denethor el tiempo necesario para rasgar también esa prenda, ya que no podía quitarla.
No necesitó mucho más que desabotonarse apenas como para liberar su tiesa erección y ubicarse entre las piernas del elfo. Solo podía maniobrar con una de ellas, en una posición un tanto complicada, pero que no iba a arruinarle la diversión.
- Grita para mí, Legolas.- susurró y se enterró en el elfo con un solo empujón.
Todo el cuerpo blanco se arqueó ante el relampagueante dolor que se extendió hasta alcanzar su embotado cerebro. Consiguió encajar las mandíbulas dejando escapar apenas un largo y ahogado gruñido. Cerró los ojos con fuerza, para escapar de algún modo de ese horrible martirio. El hombre estaba empujando con tanta violencia que sentía los testículos golpeándole las nalgas, y quería quitarlo de sí, quería de algún modo expulsarlo, pero no podía.
- Ah, no... Me mirarás mientras hago esto...- gruñó Denethor dejando de atormentar sus pezones para aferrarle la cara por la mandíbula y obligarlo a mirar.
Decidido a no darle ni siquiera una pequeña victoria, Legolas abrió sus ojos y lo miró justo antes de hacer puntería con otra perfecta escupida. Pero Denethor no se molestó en limpiarse, y por toda respuesta retiró sus caderas para empalarlo hasta el fondo.
Asqueado, respirando entrecortadamente, todavía intentando liberar alguna de sus manos, Legolas sentía su cuerpo mancillado gritar de dolor, pero no iba a ceder. No importaba lo que ese hombre le hiciese, nunca demostraría su debilidad a su torturador, aunque tuviese que arrancarse la lengua de un mordisco para no gritar. Los empujones se hicieron mas fuertes si eso era posible, desgarrándolo, y el ronco jadeo del hombre precedió a la caliente emisión que le inundó las entrañas. La sensación que ahora estaba quemándose por dentro lo hizo cerrar los ojos de nuevo.
El pesado cuerpo de Denethor cayó sobre él, pero solo por unos cuantos segundos. Con la misma violencia con la que había entrado, se retiró del elfo.
Estremecido por los temblores, Legolas apenas conseguía no perder el conocimiento. El dolor en la zona inferior de su cuerpo parecía quemarle, los golpes, todo parecía demasiado por ese momento. Deseó que Denethor ya hubiese terminado para quedarse solo.
- Eres hermoso, Legolas... Va a ser un inmenso placer doblegarte.
Inmóvil, desmadejado, Legolas solo le lanzó la última mirada desafiante antes de rendirse ante la inconciencia.
(-o0o-)
Algo húmedo y ligeramente frío le recorría el interior de los muslos, y eso estaba tan cerca de su dolorida entrada que se contrajo de forma involuntaria. El contacto cesó al punto y un poco después una sábana lo cubrió. Todavía estaba medio inconsciente, por lo que alguien le hizo incorporar apenas la cabeza y acercó algo fresco a sus labios. Un sorbo de agua se deslizó en su boca y Legolas bebió muy despacio, más un acto reflejo que algo meditado. Luego volvieron a recostarlo y el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose, terminó de hacerlo volver en sí; pero ya estaba solo de nuevo.
Le habían soltado la mano derecha, los profundos surcos rojos en la muñeca, daban cuenta de la denodada pero infructuosa lucha que había librado para tratar de liberarse. El dolor pulsaba de manera agónica en el sitio que Denethor había mancillado con tanta saña y cuando intentó moverse, fue un fogonazo que logró arrancarle el sollozo que había mantenido salvajemente guardado en su interior.
No podía saber qué era más intenso, si el dolor o la humillación, pero de momento no había nadie que pudiese contemplarlo, por lo que se ovilló todo lo que pudo tratando de contener el temblor que se había presentado de nuevo. Por unos instantes, roncos sollozos secos lo sacudieron pero los reprimió de inmediato.
"No lo hará... Denethor no va a quebrarme..." se prometió, tragándose las lágrimas."No conseguirá que haga venir a Aragorn..."
De manera casi impensada, se arrebujó con el trozo de tela con que lo habían cubierto, notando de pronto la terrible necesidad que tenía de su amor, del delicado tacto que borrara toda esa sensación de repugnancia que ahora sentía en cada centímetro de su piel. La memoria impiadosa le recordó que muy pocos sitios habían quedado que Denethor no hubiese profanado con su toque asqueroso y ante eso, gimió de nuevo.
"Aragorn...".
Era su recuerdo lo que podía mantenerlo firme en su decisión de no ceder. Respiró hondo, varias veces para controlarse. Tenía que pensar, tenía que haber alguna manera de escapar de allí, y él podría hallarla si conseguía mantenerse calmado y sereno pese a todo.
Su mano izquierda seguía aprisionada por el grillete y la cadena seguía siendo imposible de romper, al menos en sus condiciones actuales. Resistiendo el puntazo de dolor, se incorporó un poco para echar una hojeada a su tobillo. No parecía estar tan mal.
"Tengo que liberarme... Eso es lo primero. Tengo que liberarme de estas cadenas".
Tirar de ellas no iba a reportarle más que horribles rasgones en sus extremidades, tenía que haber otra forma. La puerta se abrió y Legolas dirigió la mirada hacia allí, esperando ver a Denethor, pero en cambio, entró un hombre extraño portando una bandeja y sobre ellas, algunas frutas.
Sin pronuncia una sola sílaba, se acercó para dejar las provisiones cerca del alcance del elfo. Antes, se situó a prudente distancia y comenzó a pelar y trozar las frutas.
- ¿Dónde estoy...?- preguntó Legolas pero el hombre siguió con su tarea como si no lo hubiese oído.
- Por favor... Dime donde estoy...
Por unos segundos, no hubo ninguna respuesta, por lo que Legolas volvió a hablar.
- ¿Cuánto tiempo he estado aquí...? Por favor, dime algo...
Más silencio. Rápidamente, el hombre colocó un plato de madera con unos trozos de manzana sobre la cama.
- ¿Te ordenaron no hablar conmigo...? En ese caso, yo hablaré... Tú fuiste el que... el que...- Legolas se obligó a tomar aire antes de seguir hablando, necesitaba obtener alguna información, algún dato.- Tú fuiste el que me liberó... ¿verdad...? Gracias.
Esa última palabra, hizo que el hombre levantara la vista hacia el elfo, que en ese momento también lo miraba.
- Y me diste de beber...- siguió Legolas, luchando con la humillación de mirarlo.- Supongo que Denethor no te ordenó que lo hicieras...
Ahora tenía toda la atención del hombre, pero no esperaba que aquel hablase, y mucho menos esperaba oír lo que dijo.
- Si respondo a tus preguntas... ¿Me permitirás tocarte sin hacer escándalo...?
Por unos segundos, Legolas se quedó mudo ante la pregunta, ante la proposición. Antes de poder meditar bien su reacción, tomó los trozos de fruta que tenía cerca y se los arrojó con bastante puntería.
- Lárgate de aquí... Déjame solo...- siseó, asqueado tan solo por el pensamiento de esas manos groseras recorriéndolo. Como si no hubiese tenido suficiente con Dénethor.
El hombre lanzó una carcajada y se dirigió hacia la puerta, antes de llegar allí, el plato de madera se estrelló en su espalda. Se volvió a toda velocidad, pero se detuvo de pronto.
- Te salvas porque el viejo te quiere para él primero, y es él quien paga... Pero cuando se canse de ti, yo seré el primero en disfrutarte...
- Vete al infierno.
Cuando la puerta volvió a cerrarse, legolas se quedó tratando de tranquilizarse. No había obtenido nada de información, salvo saber que Denethor estaba rodeado de mercenarios de la peor especie.
Tenía que tratar de recuperar sus fuerzas, y pensar en eso le hizo mirar con algo de pena, la fruta que le había arrojado al hombre. Ni siquiera un trozo había quedado bastante cerca como para poder alcanzarlo.
"No lo necesito" se dijo. "Puedo pasar un par de días sin comer..."
Volvió a recostarse para intentar descansar, pero no era fácil porque cada vez que pestañeaba, el recuerdo de lo sucedido volvía a el. Finalmente, el dolor y el cansancio pudieron más, y sin darse cuenta, cerró los ojos y durmió.
(-o0o)
Denethor recorrió los últimos metros del corredor que lo llevaba hacia la habitación donde tenían encerrado al elfo con una sonrisa en los labios.
Los planes estaban saliendo mejor de lo pensado. Llevarse a Legolas había sido bastante fácil con la ayuda de esa elfa. Por primera vez se dio cuenta que nunca había preguntado las motivaciones que aquella tenía para querer deshacerse de Legolas con tanto ahínco. Igualmente no le interesaban, pero hubiese sido interesante saber cómo era posible que un elfo pudiese detestar tanto a alguien de su propia raza.
Dejó esas maquinaciones de lado, después de todo, ya no tenía nada que ver con ella. Había sido de gran utilidad el preparado que ahora guardaba en sus propias habitaciones porque aunque tuvo sus reservas en un principio, tuvo que admitir por fin, que la elfa no lo había engañado.
Legolas no tenía más fuerza que un jovencito, ya lo había comprobado la noche anterior.
Calculó un poco el grado de desesperación que para ese momento tendría su enemigo y volvió a sonreír.
"Salimos de la ciudad hace tres días... Bien, pasamos dos en camino, pero eso no cuenta para él... Ya deben haber encontrado al infeliz de Baldor, así que también debe imaginar que fui yo... ¿Realmente imaginará lo que estoy haciéndole a 'su' elfo...? Espero que sí."
Entró en la habitación y casi resbala al pisar un trozo de la fruta esparcida por el piso. Pateó lejos los trozos restantes con cierta preocupación, porque si la fruta estaba allí, quería decir que el elfo no la había probado, y no había recibido su dosis del preparado. El cuenco de agua sobre la mesilla estaba a la mitad. Eso era bueno, al menos sí había tomado el agua, que también tenía unas gotas de la preparación.
Con más confianza, se acercó a la cama y volvió a tomar asiento, como el día anterior, en la silla que había junto a ella.
"Realmente, el bastardo de Aragorn tiene buen gusto... "pensó, admirando los contornos delineados debajo de la tela que cubría apenas la desnudez del elfo.
La piel era lo más suave que Denethor hubiese tocado jamás, estaba casi seguro que ni siquiera la de su fallecida esposa era tan tersa como la del elfo. Aunque había tocado muy groseramente el cabello rubio, aquel se había deslizado entre sus dedos con la textura de la seda. Y Legolas resultó ser tan suave por fuera como por dentro.
El recuerdo de las entrañas calientes abriéndose bajo sus arremetidas, era embriagante y la lucha lo hacía doblemente satisfactorio. Sintió la dureza entre sus piernas ante el pensamiento, pero se quedó observando un poco más los finos rasgos del rostro.
No estaban tan delicados luego de los golpes recibidos, y los labios del elfo tenían un pequeño corte, pero aún así se veían deliciosos y apetecibles. Las tupidas pestañas rubias esparcían una leve sombra bajo los párpados cerrados. Era verdaderamente cautivador y deseable.
Se irguió apenas, y con un gesto brusco y repentino, quitó de un tirón la sábana que cubría el cuerpo.
Legolas despertó de un brinco, y rápidamente miró alrededor. Intentó sofocar a toda prisa el terror al ver de nuevo a Denethor junto al lecho.
- Muy bien, elfito... ¿Te agradó nuestra noche de pasión?- ante el silencio de Legolas, Denethor recorrió una vez más el cuerpo largo extendido ante sus ojos.- Eres delicioso.
Estremecido de asco, Legolas prefirió mantener el silencio. Al menos así no corría el riesgo de perder la compostura ante ese hombre. Los ojos azules lo miraron con expresión neutra, casi vacía.
- Tan delicioso, que anoche casi no pude dormir pensando en venir y hacértelo otra vez... pero soy un hombre mayor... Necesito descansar, recuperar fuerzas.- ante sus propias palabras, lanzó una breve carcajada, como si la situación fuese divertida.
De hecho, para él era divertida. Pese a los extraordinarios esfuerzos del elfo, él podía ver el miedo agazapado detrás de los ojos de hielo, solo tenía que presionar un poco más para hacer que ese terror saliese a flote y el elfo se quebrase. El placer de conseguir eso, era casi tan excitante como la sola idea de volver a apoderarse del cuerpo nacarado que seguía recorriendo con la vista.
- ¿Qué te parece si esta vez te relajas y disfrutas un poco...? No te prometo que seré más suave, pero con la reiteración terminará por gustarte... Lo sé. A tu 'hermano mayor' le sucedió... Las primeras veces lloraba como una virgen deshonrada y dolorida, pero luego terminó tomándole gusto...
Un tanto horrorizado, Legolas notó que al parecer en esa ocasión, Denethor no estaba vestido, solo llevaba una bata de terciopelo que dejaba entrever la primera porción del pecho desnudo. Cuando el hombre se puso de pie, no pudo evitar un pequeño respingo.
- No te acerques.
- ¿No aprendiste nada anoche? No estás en condiciones de imponer... Más bien, estás en posición de suplicar... Eso sí podría escucharlo con cierto deleite.
- En tus sueños, mortal.
- No lo creo, Legolas... Creo que será una realidad, una realidad que cada vez se acerca más...
Confiado quizás en la droga que le suministraba, Denethor se acercó de nuevo, para deslizar sus dedos por los labios ligeramente hinchados del elfo, pero Legolas todavía seguía siendo ágil, al menos lo suficiente como para tomar la gruesa muñeca del hombre. Por unos instantes, aquel se asombró al sentir los dedos largos y finos cerrándose sobre su muñeca, pero no era la intención de Legolas lastimarlo así, ya había comprendido que no poseía en sus brazos la fuerza necesaria para eso.
Sin embargo sabía que siempre hay más potencia en las piernas, por lo que solo retuvo al hombre y en cambio, pese al dolor, retrajo la pierna libre y la rodilla chocó violentamente contra la espalda de Denethor. El ruido retumbó un poco en el silencio de la habitación, y el quejido proveniente del hombre le provocó un pequeño placer. Placer que se redobló cuando Denethor se hizo hacia atrás y entonces su pie se estrelló en la cara del hombre.
Tal vez no fue tan fuerte como Legolas hubiese querido, pero sí lo bastante como para que aquel, sorprendido y desbalanceado cayese de espaldas. Lo único malo fue que así, Denethor quedó fuera del alcance del elfo. De no haber sido por la mala situación, Legolas hubiese reído al ver el cuerpo caído de un modo tan poco digno, pero también sabía que no estaba en posición de burlarse.
Muy despacio, Denethor se puso de pie tomándose el rostro. Retiró la mano cubierta de sangre y la miró un poco atontado todavía por el golpe.
- Me rompiste la nariz...- masculló y solo encontró la fría mirada azul en respuesta y el silencio.- ¡Me rompiste la nariz...! Vas a pagar esto, maldito...
A pesar del enojo, tuvo buen cuidado de no acercarse demasiado, pero giró y salió a toda prisa de la habitación. Con algo de desesperación, sabiendo que no podía esperar nada bueno en represalia por lo que había hecho, Legolas trató de zafar al menos su mano del grillete, pero Denethor entró casi de inmediato.
El primer zumbido desplegó un dolor ardiente sobre las piernas y de forma automática, el elfo enfocó el congestionado y enrojecido rostro del hombre en el momento en que levantaba la fusta antes de volver a descargarla sobre él. Se ovilló todo lo que pudo para impedir que lo lastimara demasiado, pero tuvo que reconocer que la manera en que estaba sujeto le impedía incluso eso.
Una y otra vez, la vara delgada y flexible dejó marcas rojas sobre la blanca piel mientras Legolas intentaba mantener el salvaje y obstinado silencio que había guardado hasta entonces.
La lluvia de azotes parecía no tener fin, perdió la cuenta de las veces que los fustazos enfurecidos surcaron sus piernas, brazos y la parte expuesta de su espalda. Solo mantenía un pensamiento en su cabeza: no ceder, no darle el placer de oírlo gritar, ni tan siquiera un gemido y apretó las mandíbulas hasta que creyó que los dientes se le romperían por el esfuerzo de contenerse.
Para cuando por fin terminó, la agitada respiración de Denethor, y ocasionalmente la suya, llenaron la habitación. Legolas estaba tan dolorido que apenas podía moverse, no quería ni siquiera despegar sus párpados fuertemente cerrados. Escuchó el desplazamiento del hombre alrededor del lecho, como si caminase de ida y vuelta, para serenarse, pero eso le importó poco. Cada centímetro de piel le escocía, le ardía y sabía que debía tener varias lastimaduras.
Oyó el sonido de cadenas, y a continuación, las manos del hombre manipularon el grillete que aprisionaba su tobillo dejándolo momentáneamente libre; pero ahora él ya no tenía las fuerzas para aprovechar eso. Se mordió los labios para resistir el deseo de gemir cuando lo tomaron por la cintura haciéndolo girar sobre sí mismo.
"Por favor... Otra vez, no..." suplicó para su interior Legolas, cuando su piernas fueron separadas con fuerza.
Pero aunque las súplicas resonaran una y otra vez en su mente, no permitiría que traspasasen la frontera de sus labios.
- ¿Sabes, elfito...? Si hubiese sabido lo bueno que era esto, lo hubiese practicado más seguido con Baldor...
Disfrutando la visión del cuerpo delgado y ahora indefenso ante sí, Denethor abrió un poco la bata y alargó una mano hacia las tersas colinas surcadas de las líneas rojizas que él mismo había infringido. La piel estaba ardiente por los golpes, lastimada en algunos sitios. Abarcó la nalga con una sola mano, la oprimió para constatar lo firme de la carne mientras su otra mano buscaba su propio sexo y empezaba a masturbarse. Ni siquiera hacía falta demasiado, la sesión con la fusta había hecho un buen trabajo excitándolo.
Al sentir la mano cerrándose sobre su nalga, Legolas empezó a debatirse de nuevo, pero con mucha menos fuerza que antes, sin embargo eso obligó a Denethor a inclinarse y mantenerlo quieto apoyando todo el peso de su cuerpo.
La presión sobre él hizo que soltara el aire que mantenía en sus pulmones y apenas consiguió girar la cabeza a tiempo como para que el gemido quedase ahogado dentro de las mantas. Sentía la dureza del hombre, creciendo y frotándose contra sus nalgas, pese a que estaba haciendo todo lo posible para resistirse.
"No, por favor..." clamó en un angustiado grito interior y mordió desesperadamente las sábanas cuando un par de dedos se inmiscuyeron con demasiada fuerza en su ya lastimada entrada.
Se retiraron los dedos, y Legolas tomó aire, sabiendo que no podía esperar más que algo peor; cosa que ocurrió segundos después. Ya solo pudo apretar los dientes y dejar que las silenciosas lágrimas de asco y humillación quedaran ocultas cuando Denethor se abrió paso en sus entrañas, desgarrando, lastimándolo una vez más.
"Ya basta... Por favor, que ya termine...".
Las rudas manos recorrían su cuerpo mientras el hombre se movía detrás y dentro de él. El aliento caliente le llegó desde un lado, muy cerca de su oído y tuvo que refrenar los callados sollozos que hasta ese momento, las mantas habían cubierto bastante bien.
- Eres más apretadito que Baldor...- Denethor jadeó e hincó los dientes en su hombro.- Caliente y apretado...
Hubo algunos frenéticos tironeos de la cadena, y el hombre lanzó una risita ahogada.
- ¿Qué pensará... tu Aragorn... cuando sepa esto...? Su elfo usado...- se retiró y empujó con violencia.- Usado y roto...
"Aragorn me ama... él me ama..." Legolas se refugió en ese pensamiento para no gritar su desesperación y dolor ante el empujón que punteaba cada frase.
- Y si sobrevives... Nunca será lo mismo... Cada vez que te toque, recordarás mis manos... Cuando te tome, será a mí a quien recuerdes moviéndose dentro de ti...
"Por favor, ya es suficiente... Ya no me lastimes más... Ya detente...".
Era el silencio obcecado del elfo lo que estaba desquiciando a Denethor hasta el enojo absoluto y ante la falta de la respuesta que él quería oír, redobló sus movimientos.
- Vendrá a buscarte... Vendrá y estará en mis manos... Y volveré a tomarte frente a él... para que vea y se quiebre también...
Legolas intentó hundir el rostro entre las mantas, aislarse de lo que sucedía, de lo que ese hombre le hacía, de las horribles cosas que jadeaba en su oído, de ir lejos con su pensamiento, allí donde Denethor no lo alcanzara, donde no pudiese lastimarlo más. Únicamente el fulminante dolor de su cuerpo lo mantenía consciente de manera penosa.
Con una embestida final, Denethor se derramó en su interior, llenándolo de su asquerosa semilla y aplastándolo contra la cama.
Su salida fue casi tan dolorosa como su intrusión, pero no se alejó tan rápido como la vez anterior, sino que, mientras se acomodaba la bata, se inclinó hasta que su rostro quedó muy cerca del oído del elfo, casi tanto como cuando estaba sobre él.
- Voy a montarte hasta que él llegue... y lo haré de nuevo bajo sus propias narices. Deseará morir, y hasta deseará que te mate. Lo que te hice hasta ahora, no será nada comparado a lo que te espera. Solo lamento no ser lo bastante joven como para hacértelo mas seguido. Y no necesito que escribas nada, mañana yo mismo le enviaré la nota; en menos de dos días estará aquí.
La lengua, grosera y áspera le recorrió el cuello y ante el incontrolable gesto de repulsión que siguió a eso, solo sonrió y por fin se alejó.
Apenas el sonido de la puerta le indicó que Denethor ya no estaba, Legolas se animó a respirar con fuerza, tratando de calmarse pero sin moverse demasiado.
Le dolía cada músculo, cada pequeña porción de piel; pero lo peor de todo, eran las palabras de ese hombre que una y otra vez retumbaban en su mente.
"Usado... usado y roto..."
De nuevo las lágrimas se agolparon detrás de sus párpados cerrados y empezaron a correr por su rostro.
"Si tan solo pudiese morir ahora..."
Una vez más, el nudo de angustia llenó su corazón y abatió su alma. Se dejó deslizar poco a poco por la pendiente de la inconsciencia y se quedó mucho, muchísimo rato sin moverse, más que nada por no despertar todos los dolores que sabía se presentarían en cuanto se moviese.
Cuando despertó, continuaba en la misma posición que cuando se había dormido, pero no podía continuar así. Con todo cuidado, juntó las piernas ahogando el angustioso gemido que casi se le escapó al hacer ese movimiento. Se acurrucó de lado, y descubrió que tenía frío, mucho más frío del que jamás había sentido, de hecho estaba casi tiritando.
Estiró la mano libre y trató de soltar una punta de la sábana que tenía debajo de él para cubrirse. Por fin lo logró, y entonces se ovilló, buscando mantener un poco el calor, detener algo ese temblor que lo sacudía de pies a cabeza.
Los ojos azules se abrieron de pronto, al notar que estaba tan acurrucado que sus rodillas casi le tocaban el pecho.
Eso no podía suceder. No de haber tenido la pierna sujeta con la cadena; pero aquella estaba libre.
"Denethor olvidó volver a colocar el grillete cuando se fue..." pensó el elfo y ese solo pensamiento, desvaneció un poco el temblor."Estoy casi libre..."
Aunque todavía los aguijones de dolor le recordaban todo lo sucedido, ahora ya no les estaba prestando demasiada atención. En cambio, se movilizó un poquito para cerciorarse y luego revisó la cadena que sujetaba su muñeca derecha. Sujetó aquella con ambas manos y tiró con todas sus fuerzas, pero fue inútil.
"Muy bien, Legolas, piensa... Piensa antes que ese hombre regrese y vuelva a lastimarte."
La argolla del grillete no ajustaba de manera exacta sobre su muñeca, sino que quedaba ligeramente suelta pero antes, él estaba tan decidido a aflojar la cadena que no lo había notado. Tal vez pudiese deslizar la mano, después de todo, sus manos eran muy delgadas.
Sujetó el grillete con la otra y comenzó a luchar para liberarse. Aunque aquel estaba flojo, parecía que no era suficiente como para que su mano pudiera zafar de la argolla.
"Necesito algo que me ayude a deslizarla..."
Se movió un poco más, hasta acercar su cara y trató de ensalivar la zona. Volvió a intentar, esta vez con más fuerza, y aunque avanzó algo, no era suficiente. Necesitaba algo más pero no tenía nada cerca, inclusive el cuenco de agua estaba demasiado alejado.
"Un momento... Sí tengo..."
La idea le revolvió el estómago y le provocó un violento ataque de náuseas. Tuvo que esperar a que pasase para ponerla en práctica. Tomó aire y antes de poder arrepentirse, llevó su mano libre hacia su entrepierna, exactamente al lugar donde ese hombre había depositado su semilla.
Sus dedos encontraron la húmeda pringosidad y venciendo su asco, Legolas consiguió reunir algo como para untar con eso la muñeca. Dos veces tuvo que detenerse para controlar las intensas ganas de vomitar, pero eso no lo detuvo y pronto comenzó a intentarlo de nuevo.
Pese a la innegable ayuda del líquido, el metal rugoso empezó a levantar la piel y de a poco, su propia sangre se mezcló con el semen esparcido.
"Un poco más... Solo un poco más..." pensó tirando desesperadamente, haciendo caso omiso de lo muy lacerada que ya estaba esa zona.
De forma casi peregrina, recordó cuando recorría los bosques con sus hermanos y descubrían las trampas que los humanos dejaban para los animales. A veces los animalitos que caían en ellas, en su desesperación por escapar, se arrancaban a mordiscos una pata, con tal de quedar libres. Ahora los comprendía a la perfección. No importaba nada, ni siquiera las tiras de piel que pudiesen quedar en el grillete, tenía que aprovechar esa oportunidad.
De repente, su mano se deslizó fuera de la argolla y Legolas tuvo que morderse para no gritar cuando la mitad de su mano quedó en carne viva.
"Pero estoy libre..."
En completo silencio, se deslizó de la cama, con cuidado, sin saber muy bien si sus piernas podrían mantenerlo y de hecho, aquellas cedieron un par de veces antes de decidirse a quedar firmes. Sin embargo, la sola frase consiguió poner fuerzas nuevas en su maltratado cuerpo y la salvaje resolución a salir de allí se tornó más definida.
"Puedo hacerlo... Saldré de aquí antes que Aragorn venga..."
(-o0o-)
Luego de las curaciones de Aragorn, Haldir se quedó junto al lecho, atento al más mínimo cambio en el muchacho que frente a él, luchaba por seguir respirando.
El aire parecía entrar de manera muy trabajosa en los pulmones, produciendo un silbido extraño e inquietante, pero al menos respiraba. Al menos ése era el pensamiento del galadrim mientras velaba a su lado.
Hacia la madrugada, se presentó la fiebre, entonces Haldir ya no se separó del lado de Baldor, siguiendo al pie de la letra cada una de las indicaciones de Aragorn. Aplicó paños fríos, colocó nuevos emplastos, y cuando terminaba con todo eso, volvía a ocupar su lugar hora tras hora, tomando entre sus dedos, la frágil mano del muchacho.
Pasó un día entero y para completa desesperación de Haldir, la nueva noche trajo más fiebre y delirios. Entre sus visiones, Baldor murmuraba y ocasionalmente gemía, causando tanto pesar al elfo que por una vez se sentía impotente, incapaz de hacer algo para ayudarlo.
Al amanecer del segundo día, la fiebre comenzó a ceder, muy despacio y también cesaron los delirios. Durante ese día, la respiración de Baldor dejó de ser tan sonora, y retomó un ritmo pausado, más parecido al sueño profundo que a la de un enfermo. Vigilando ese sueño, Haldir dejaba transcurrir las horas sin moverse, temeroso a perderlo de vista y perderlo del todo.
Atardecía de nuevo y el galadrim se puso de pie para estirarse un poco. Fue hasta las ventanas y las abrió, permitiendo que el aire fresco entrara, pero luego recordó que eso podía afectar al humano, y las cerró apresuradamente.
Llenó de agua una jofaina y la trasladó cerca de la cama. Enjugó un paño limpio y procedió a humedecer y limpiar el rostro del muchacho; después le acomodó el cabello, todavía húmedo por la transpiración. Por fin, satisfecho con el resultado, iba a sentarse a su lado pero un pequeño cambio en la respiración lo hizo detenerse.
Durante apenas unos segundos, Baldor abrió sus ojos y encontró el rostro anhelante del elfo, justo frente al suyo. Conteniendo el aliento, Haldir adelantó su mano hasta deslizar los dedos por una mejilla en una caricia suavísima.
- Hola, pequeño...- susurró.
Los labios pálidos parecieron moverse, pero no consiguieron más que emitir un pequeño siseo.
- Shh... Descansa, Baldor... Todo estará bien.
Los párpados se cerraron apenas y volvieron a abrirse, como si pudiese, con ese gesto negar las palabras de Haldir. Una pequeña lágrima se escurrió por un lado de la cara, y el elfo la enjugó a toda prisa. Temeroso a perder ese ínfimo contacto, Haldir encontró algunas de las muchas palabras que durante esas largas noches de vigilia se reprochaba no haber dicho antes.
- Estoy aquí contigo, como te prometí... ¿Recuerdas? Te dije que no te dejaría nunca y no lo hago... Pero tienes que quedarte conmigo, pequeño... Hiciste que te amara... Eres tú el que no tiene que dejarme... ¿Oíste eso, Baldor? Te amo... No me dejes.
El rostro del joven pareció distenderse de pronto, los labios se estiraron un poquito en una débil sonrisa y luego volvió a cerrar los ojos. La respiración lenta indicó que había vuelto a dormir. Con increíble suavidad, Haldir depositó un besito leve sobre la boca de Baldor y mucho más tranquilo regresó a tomar asiento, dispuesto a pasar una noche más en vela.
Baldor durmió bien toda la noche y todo el día siguiente. En algún momento de la tarde, volvió a despertar y una vez más, encontró la mirada concentrada y atenta del elfo que se acercó y recibió en respuesta, la más bella sonrisa que jamás pudo apreciar.
Una vez más, aquel intentó decir algo, y Haldir puso su índice sobre los labios para impedirlo.
- No hables, amor... Tienes que recuperarte, luego podrás hablar.
Con gran esfuerzo, Baldor ladeó el rostro, porfiando y agitándose en el proceso.
- Tranquilo, Baldor... No te agites.- pero como el muchacho continuaba esforzándose, el elfo se acercó hasta que su sensible oído quedó casi junto a los labios.
- Leg... Legolas...
Haldir se encontró en la terrible disyuntiva de mentirle diciéndole que Legolas estaba bien o decirle la verdad, ya que sabía que el muchacho estaba demasiado débil como para asimilar la noticia de la desaparición de su 'hermano menor'. El siguiente susurro le ahorró la decisión.
- Túnel...
Ahora sí, Haldir miró fijamente al muchacho, para discernir si aquel en realidad sabía lo que estaba diciendo. A pesar de la intensa palidez en el rostro, los ojos castaños parecían resueltos a terminar de convencerlo.
- ¿Recuerdas lo que pasó en el túnel?- preguntó el galadrim sin demasiado convencimiento y el levísimo gesto de la cabeza le demostró que Baldor al menos entendía lo que sucedía.
- Le... golas...
- Tranquilo, tranquilo...
La mano de Baldor se cerró con desesperación sobre la del elfo, oprimiéndola, para darle a entender la importancia de lo que tenía que decir.
- Ca... ir... And... ros...
Haldir se irguió, comprendiendo de pronto la urgencia de lo que Baldor había intentado decir desde el día anterior y una oleada de feroz orgullo por el valor de ese muchacho lo hizo sonreir. Lo dejó un momento para asomarse a la puerta y tomar al guardia que estaba apostado allí.
- Llama al rey, urgente. Que venga.
Regresó junto a Baldor y una vez más posó sus labios sobre los otros.
- No te desmayaste cuando te hirieron.- aventuró Haldir y vio la negación suave.- Y escuchaste eso... ¿Llevarían a Legolas a Cair Andros...?
Una vez más el asentimiento.
- Eres tan valiente, mi pequeño humano...- con inmenso cariño besó su frente, y los párpados hasta llegar de nuevo a sus labios.- Descansa ahora, Baldor...
Unos minutos después, Aragorn entró a la habitación, pero Baldor ya dormía; no obstante, Haldir lo recibió sin tardanza.
- Baldor despertó, no estaba inconsciente cuando se llevaron a Legolas. Escuchó que irían hacia Cair Andros.- informó con rapidez.
- Cair Andros...- Aragorn repasó mentalmente la zona y cayó en la cuenta del único lugar donde podían estar.- Ese desgraciado... Ya sé donde está... Voy a encontrarlo, juro que voy a encontrarlo.
Giró dispuesto a salir y entonces reparó en la lucha interna que en ese momento libraba su amigo. El deseo de acompañarlo, de brindarle su ayuda y su amistad en ese momento; y el querer quedarse junto a su amor, a cuidarlo. Decidió que ya era tiempo de dejar de arrastrar a Haldir en sus problemas.
- Tienes que quedarte, amigo mío... Baldor cuenta contigo para aferrarse a la vida, no puedes dejarlo.- lo abrazó con fuerza.- No temas, me llevaré a Halbarad, él es el capitán de mi guardia... Estaré bien.
Aceptando esa dispensa, Haldir solo asintió y retornó el abrazo antes de regresar junto a Baldor pero agregó algo antes de que el rey saliese de la habitación.
- Aragorn... Mátalo por mí. Por todo lo que le hizo a Baldor.
- No te quepa duda que va a pagar. Por todo lo que hizo... Y lo que haya hecho.
Aunque no quería siquiera pensar en las posibilidades, Aragorn salió de la habitación para organizar una partida fuerte pero ligera de hombres que lo acompañaran. En su interior, rogó para que Legolas estuviese bien, para que esperara su llegada.
"No te rindas, amor..." rogó silenciosamente. "Yo voy por ti."
(-o0o-)
Los altos mallorn se mecían y el viento de la noche traía rumores suaves hasta el flet de la Dama de Lorien, que llegaba de regreso a él con paso leve.
Era tal su gesto de preocupación y tristeza que Celeborn no pudo dejar de notarlo; por eso, cuando se sentó al borde del lecho, se movilizó hacia ella y con todo cuidado y suavidad comenzó a deshacer el peinado de los cabellos dorados con movimientos sedantes y delicados.
Ante la solícita caricia, Galadriel exhaló un sonoro suspiro, tratando de poner en claro sus ideas y todo lo que el Espejo le había mostrado esa noche.
- ¿Recuerdas, Celeborn, cuando llegaron las cartas de Thandruil y Elrond, hace ya tiempo?
- Sí, amor, lo recuerdo perfectamente... Ambos tenían una decisión por tomar y la tomaron casi al mismo tiempo.
- Y para la misma situación, decidieron diferente. Thandruil aceptó las leyes que lo obligaban a separar a sus hijos, condenando a dos de ellos casi al destierro; Elrond en cambio decidió dividir su reino y mantener juntos a sus hijos...
- Dijiste que muchas cosas podían cambiar su curso por esas decisiones...
- Y cambiaron.
En silencio, Celeborn tomó un cepillo y empezó a peinar las hebras doradas del cabello de su esposa mientras aquella recordaba todos los futuros posibles que el Espejo le había mostrado al recibir las dos cartas.
La de Thandruil aceptando cumplir con las leyes, y pidiéndole que lo ayudara a ver cual era el heredero elegido. La de Elrond, avisando que no podía separar a Elladan y Elrohir, y que estaba dispuesto a dividir su reino, al tiempo que le pedía su ayuda para resolver su problema con el peligroso giro que estaba dando el carácter de su hija Arwen.
Si Elrond hubiese aceptado cumplir, como lo había hecho Thandruil, las cosas hubiesen sido mucho mas sencillas. Todos los problemas que se conjuraban sobre Gondor hubiesen podido resolverse sin mayores inconvenientes.
"Tal vez si Arwen se hubiese dejado manejar..."
Pero el carácter de su nieta había revelado muchas cosas adversas. Si se hubiese dejado influenciar por la amabilidad de los humanos que habitaban en el lugar donde la había enviado... Pero eso no sucedió, y luego tampoco resultó afectada por la sencillez y la nobleza de Legolas.
En ese caso, todo hubiese estado bien.
Arwen, con un carácter firme pero más dulce y amable, hubiese sido la reina perfecta para Aragorn. De hecho, había empezado a llamar la atención del rey. Legolas hubiese terminado enamorándose de Haldir, el capitán que envió para auxiliar a Aragorn y cuando ella y Celeborn tuviesen que marcharse a Valinor, Haldir y un príncipe de sangre noble hubiesen podido quedar a cargo de Lothlorien...
Tantas cosas habrían resultado diferentes.
Elladan o Elrohir, el Espejo no le había mostrado cual de ellos, hubiese ido a Ithillien, y allí habría capturado la atención y luego el amor de Boromir, apartándolo de las maléficas influencias de su amargado padre quien, ya sin ese importante aliado hubiese debido resignarse a la pérdida de Gondor.
Pero todo había tomado el camino más tortuoso y difícil. Arwen no solo no se dejó influenciar por el elfo, sino que lo había combatido con fiereza y deslealtad., por lo que Aragorn había vuelto su amor a Legolas, quien había demostrado una notable convicción al aferrarse al destino que tenía trazado. Con las cosas que el Espejo le había mostrado, Galadriel no podía menos que comprender a Aragorn, y eso le causaba una terrible tristeza.
Todo parecía equivocado. Los hijos de Elrond se habían quedado en Rivendel, Haldir se había enamorado de un humano, Boromir estaba muerto y su padre, perdido para siempre en una marea de venganza que solo podía conducir a todos a muchas más tristezas.
- Recuerdo que también dijiste otra cosa.- dijo Celeborn interrumpiendo las silenciosas divagaciones de Galadriel.- Que de acuerdo a lo que sucediese, tendríamos que salir en dos ocasiones de Lórien... ¿Es acaso eso, lo que sucede, esposa mía? ¿Debemos salir de nuestro amado bosque?
- Así es. Mucho me temo que las acciones de nuestra nieta han puesto en peligro la vida de inocentes, y pese a todo mi amor por ella, no puedo permitir semejante injusticia... Tal vez, todavía tengamos una esperanza con ella... Mañana empezaremos a disponer una discreta llegada a Minas Tirith.
Diciendo así, giró para quitar el cepillo de las manos de su esposo, y acomodarse en sus brazos. El paso de los años a veces parecía ser mucho más agobiante, sobre todo cuando la llevaban a enfrentarse a sus propios errores. Todavía no conseguía entrever cual había sido el error, pero ya no podía regresar el tiempo, sino solo tratar de enmendar las consecuencias de sus actos.
O en su caso, las consecuencias de los actos de su nieta.
TBC...
Reviews:
Alym: Hola!! Bueno, te contesto los dos mensajitos... Ah, pillina, te fuiste a leer directamente lo de Leggy!! No puedes con la impaciencia, jeje... Te gustó como 'domaron' a Imrahil?? No podía esperarse menos del rey de los Jinetes, jajaja y resultó una linda montura abysm coloradita, de solo pensarlo Los hermanitos siempre me hacen sufrir, pero ya tienen su historia... Me queda poco con ellos. Beshitos!
Azalea: No molestas para nada. No, en absoluto!! El rey de los Jinetes de Rohan... ¿Quién mejor para dar clases de montar? Grima es un mal bicho, fisgón y envidioso... Elroy puso en el lugar que correspondía a ese elfo ·"$, pero como ves, no es el único maloso en Mirkwood, pobrecito Elroy, esta rodeado de elfos malos, snif, snif... Menos mal que el papi ya anda por allí, dispuesto a ayudar jiji... Por lo de Legolas... Buuahhhh... Yo les advertí!! Les dije que el elfito la iba a pasar mal... Si no te gustó eso, creo que este capítulo te gustará menos... Y por Baldor, bueno, es un personaje secundario y encima inventado, podría morir todavía... Abysm corre antes que lleguen pedraditas y demás Plizz, amenazas no... Besitos!!
Iona: ;; Ves? Ves que te advertí que compraras muchos pañuelitos descartables? Mi niño precioso, Baldor lindo, voy a ver que hago con él... Todavía no decidí si sobrevivirá a esto, porque ya cumplió casi todo su papel en el fic... Yo te mando muchos abracitos pa' que se te pase la angustia. Besotes!!
Nina: Hi!! Eomer es todo un profesor de equitación :- ) y su elfo privado disfrutó mucho las lecciones jeje. Elroy por fin está portándose como corresponde y Thandruil ya puede estar tranquilo por su heredero, aunque todavía no sabe que será abuelito. La vida de Baldor está pendiendo de un hilo, no sé que haré con él. Como dije, con la ayuda de Arwen, Denethor está haciendo cosas muy feas con Legolas. Yo tambien los odio. Bye!
Fedia: No importa si es rapidísimo ;-) Yo también ando super ocupada y ya ves que a veces me tardo en dejar los mensajitos... ¿Se muere Baldor? No sé. Por ahora, está mejorando... Ese demonio horrible llamado Denethor quiere vengarse de todos... y ya no tiene límites.
Monce: ¿Qué hizo Baldor? Bueno, pues mandó a ese viejo horrible a freír espárragos, pero eso no le hizo ninguna gracia a Denethor y ahora busca venganza TT... El ada de Leggy está ayudando a su hijo, y quien mejor que él para conocer su castillo y moverse por todos lados sin que nadie lo pesque? Al menos sí te gustó lo de Imrahil jiji... (cuidado con las babas, plizz). Theoden resultó un viejito feliz, pese a todo y que quiere mucho a su sobrino, por eso dá esos consejos... Tienes razón, eso de andar espiando así no es de alguien con todas sus neuronas funcionales. Buuuaaahhhh... yo sabía que el perdón me iba a durar muy poquito, ya sabía... TT A partir de aquí, el fic se pondrá muuuyyyy triste... Besitos mil!!
Ishtar: Hola!! Ays, mejor voy a esconderme... No sé, eso de la guadaña me pone nerviosita... Veo que tuviste unos días interesantes, por llamarles de alguna manera. Veníamos bien con Elroy, no? Seguíamos mejor con esas clases de equitación (babas, babas) Mmm... Hay que tener cuidado con lo que leemos en casa mientras andan cerca, no? Jiji... Yo vivo sola, así que no tengo historias... Entonces hace su aparición la facultad, el viaje, y el benditísimo profe (fue ironía, se notó?), puedo imaginar el estado de ánimo... Arg! Ahora entiendo lo de la guadaña... Menos mal que tengo que terminar el fic, porque sino... TT ... A ver: Mirkwood empezará a arreglarse, y no te preocupes, Elroy no quería ser rey a costa de la desaparición de su papi, así que no le costará dejarle de nuevo su lugar. Dos: Ya querría yo tambien que los profesores fuesen todos como Eomer, pero te imaginás el descontrol que serían las clases? Juá!. Tres: Arfs, sí me confundí... Así que querés quedarte con Haldir? Ninguna duda, Baldor te perseguirá con sus espaditas :- ) La compra del aire acondicionado puedes canjearla por una compra masiva de pañuelitos descartables... Te saldrán más baratos y te serán más útiles... Cabezas cortadas no habrá por ahora, pero ya veremos. A mí me encantan los reviews larguitos -... Creerás que esto es lo más largo que he escrito? Y no te das una idea de la fiesta que hice cuando pasé los 10 capítulos, que era mi tope... Todavía ni yo me puedo creer que haya llegado hasta aquí... Muchos besitos!!
Vania: Síp, se me fue la mano con ese capítulo, pero con todo lo que me costó no iba a quitarle ni una sílaba jiji... Ya ves, yo tambien me tardé en actualizar porque también ando con muchísimo trabajito. En fin, mejor que haya jiji... Thandruil regresa a ocupar su lugar, como corresponde! Eomer e Imrahil ya han dado su primer 'trotecito' En cuanto a Leggy... A él sí que no le irá nada bien... y Baldor... Puesssss... yo también espero que no esté tan malherido... ¬.¬ Un besote!!
