Título: El destino del árbol y el junco
Autor: abysm
Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.
Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.
Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.
Capitulo
Resiste...
Apenas salió de los calabozos llevando en brazos a Legolas, Aragorn casi tropezó con Halbarad que lo buscaba para ponerlo al tanto de los sucesos.
- Necesito una habitación limpia, Halbarad y agua...
El hombre apenas dio un rápido vistazo al rey, a la figura que se adivinaba debajo de la capa que la envolvía y giró sobre sus talones, dándose cuenta de la gravedad del caso, sin hacer otras preguntas e instándolo a que lo acompañase.
- En el piso superior, Majestad. Denethor estaba ocupando una de las habitaciones, es de suponer que estará más limpia que las demás.
Ambos iniciaron el camino mientras Aragorn continuaba con su preciosa carga.
- ¿Dónde esta Denethor?- preguntó, ansioso de tener el cuello de ese hombre entre sus dedos.
- Muerto, Majestad. Cuando se vio acorralado, se arrojó desde una de las torres. Un final cobarde para un cobarde.
Halbarad pronunció las últimas palabras con absoluto desprecio, al tiempo que abría las puertas de la habitación que ocupara Denethor para franquearle el paso.
- No te vayas, Halbarad... Quiero que quites el colchón, ponlo a un costado... Y por favor, necesito agua limpia.
Antes de retirarse, el guerrero hizo lo pedido, deshizo la cama y empujó el colchon a un costado, dejando al descubierto los tirantes de madera. Sobre ellos, Aragorn depositó suavemente a Legolas, que luego de esas pequeñas palabras, había vuelto a quedar inconsciente.
Necesitaba estar cómodo para la tarea que tenía por delante, de manera que Aragorn se quitó la chaqueta y todo lo que pudiese estorbar. Miró alrededor, y vio la jofaina con agua. Eso podía servir hasta que Halbarad regresara con lo pedido. Tomó una de las sábanas e hizo con ella tiras y paños más pequeños. Luego, tomando aire y coraje, se dedicó a la penosa tarea de limpiar e iniciar las primeras curas a Legolas. El guerrero regresó poco después y luego de dejar lo pedido, salió de la habitación anunciando que estaría fuera si hacía falta.
Aragorn cortó la venda sucia y andrajosa que habían colocado sobre la herida en la pierna y se dedicó a limpiarla. Después retiró la camisa, que era la única prenda que le habían dejado, y se horrorizó por las marcas y las huellas de los golpes. A medida que con todo cuidado el paño limpiaba el cuerpo, ya no era solamente el agua lo que caía sobre la piel del elfo, sino también las lágrimas del hombre. Lágrimas de rabia, de enojo por no haber llegado antes, de impotencia por no poder hacer más de lo que estaba haciendo.
Dejó que el agua corriese abundantemente por el cuerpo, esperando que eso se llevase toda la suciedad y con todo el corazón deseó tener el poder de hacer que los recuerdos de esos días terribles también se fuesen con el agua. Por fin, terminó con eso, colocó una venda improvisada pero limpia sobre la herida del muslo y volvió a envolverlo en su capa antes de llamar a Halbarad.
Lo tomó en sus brazos mientras el guerrero volvía a colocar el colchón sobre la cama, y recién entonces, el rey dejó reposar al elfo sobre las sábanas limpias.
La sola idea de usar la habitación que había sido de Denethor, revolvía las entrañas de Aragorn, pero de momento no tenía mejor elección y planeaba regresar a Minas Tirith en cuanto estuviese seguro que Legolas podría resistir el viaje. Lo acomodó lo mejor que pudo y reemplazó la capa por una manta abrigada. Recién entonces se dedicó a esperar a que el elfo despertase.
(-o0o-)
- No... Por favor...
El gemido fue apenas audible, pero hizo que Aragorn se irguiese de pronto, conciente que se había quedado dormido por unos minutos.
En esos momentos, Legolas seguía al parecer, dormido, los ojos cerrados con fuerza y los labios se movían apenas, musitando palabras que Aragorn no llegaba a comprender, ya que eran emitidas detrás de las mandíbulas apretadas, como si hubiese intentado reprimirlas incluso estando inconsciente.
- No... Ada... Ayúdame...
Jamás pensó Aragorn que podía llegar a escuchar tan desvalida, tan infantilmente indefensa, la voz de Legolas en ese pedido que le destrozó el alma. Había sido demasiado lento, había tardado demasiado en llegar junto a él. Nunca podría perdonarse eso. Un par de días, incluso uno, hubiese ahorrado tantos sufrimientos a su amor.
Desesperado por apartarlo de esas visiones, para que no reviviese en sueños el horror de lo sucedido, Aragorn le tomó suavemente la mano, para intentar despertarlo, sin poder dejar de impresionarse por lo frías que estaban.
- ¡Aragorn...!- llamó el elfo, en un clamor angustiado.- ¡No vengas...! No vengas... Es una trampa... No vengas, amor... no vengas...
- Despierta, Legolas... Por favor, tienes que despertar...
- Aragorn... No los dejes... no dejes que me lastimen de nuevo...
Desesperado, llorando de impotencia por no poder arrancar a Legolas de su delirio, el hombre se acomodó a su lado y lo abrazó con fuerza, sin dejar de acariciarlo, meciéndolo suavemente, como si fuese un niño, pese a que aquel, en un primer momento se debatió para liberarse del contacto.
- Estoy aquí, amor... No los dejaré, no dejaré que vuelvan a lastimarte...- repitió una y otra vez, murmurando cerca del oído de Legolas, para no asustarlo.- Tranquilo, amor... Tranquilo, ya estoy aquí...
De alguna manera, el contacto tibio, las caricias, las suaves palabras y el amor implícito en cada gesto, consiguieron calmar al elfo, que dejó de luchar de a poco, tranquilizándose. Los gemidos se hicieron cada vez más débiles hasta que por fin cesaron. Con un suspiro agotado, Legolas pareció reconocer al fin los brazos que lo rodeaban, el timbre de la voz, o quizás fuese tan solo el olor de la ropa de Aragorn, y se acomodó dentro del abrazo.
(-o0o-)
Los leves golpecitos en la puerta despertaron una vez más al rey, quien a menos que el asunto fuese de extrema urgencia, no pensaba dejar solo a Legolas.
- Adelante.
El rostro de Halbarad se asomó apenas antes de hablar.
- Majestad, hemos identificado a esos dos mercenarios... ¿Qué hacemos con ellos?
Súbitamente, el rostro de Aragorn perdió la suavidad que había tenido hasta ese momento. Esos dos, ésos eran en parte responsables del estado en que estaba Legolas, ellos también colaboraron para ponerlo en el estado en el que estaba en esos momentos... Sin embargo, tenía algo que resolver antes de poder ir por ellos.
- Halbarad, necesitaré que estés conmigo, pero también necesitaré a alguien de confianza para que cuide a Legolas mientras yo arreglo ese asunto.
- Entiendo, Majestad... Sé quien puede cumplir esa tarea. Volveré en unos instantes.- dijo, y cerrando la puerta, volvió a dejarlos solos.
Entonces, con mucho cuidado, Aragorn acomodó al elfo, arropándolo.
- Voy a resolver un asunto, mi amor...- le susurró al oído, un murmullo tierno que no hubiese asustado a un pajarillo.- Yo les haré pagar lo que te hicieron... Van a pagar por cada rasguño...
Sin darse cuenta, sus manos estrujaban con fuerza un extremo del cobertor, se obligó a soltarlo, a tomar aire y tranquilizarse un poco. Con toda la ternura que fue capaz, acomodó algunas hebras de cabello que se empeñaban en desacomodarse y ponerse sobre el rostro que solía ser tan blanco y ahora estaba cubierto de moretones. Apenas apoyó sus labios en la frente y se irguió.
Los nuevos golpecitos lo hicieron girar hacia la puerta que se abrió, dando paso a Halbarad y un muchacho enorme, fornido y de rostro bonachón.
- Majestad, él es mi hijo, Beregond. Cuidará al señor Legolas mientras resuelves el problema.
Aragorn estudió detenidamente al muchacho, antes de asentir. No tenía motivos para desconfiar del Capitán de su guardia, mucho menos de uno de sus propios guerreros.
- Es mi vida lo que estarás cuidando... ¿Comprendes, verdad?- preguntó.
- Sí Majestad.
- Ante cualquier cambio, que me avisen de inmediato. ¿Dónde tienen a esos malnacidos?
- Los llevé al patio de armas, están esperando allí.- indicó Halbarad.
- Bien. Ya sabes dónde buscarme si hay alguna novedad.- anunció Aragorn mientras volvía a colocarse el cinturón del cual pendía Ánduril en su vaina.
Por unos instantes, miró la chaqueta que se había quitado. El emblema de la Casa Real de Gondor, el árbol blanco bordado sobre el terciopelo negro resaltando sobre algunas manchas de sangre. Sangre de Legolas. Desestimó la chaqueta y resueltamente salió de la habitación siguiendo a su Capitán que lo guiaba por la pequeña fortaleza.
Cruzaron un par de galerías y al salir a uno de los patios, Aragorn reparó en la mancha pardusca que teñía las piedras del suelo. Se quedó parado allí unos instantes, observando.
- ¿Qué hicieron con el cuerpo de Denethor?
- Está en un almacén en desuso, Majestad. No me atreví a tomar alguna decisión al respecto.
En silencio, Aragorn agradeció la calmada eficiencia de ese guerrero, y se alegró de poder contar con él.
- Que lo preparen adecuadamente. Fue un desgraciado y si por mí fuera, lo dejaría para comida de gusanos y orcos, pero es el padre de Faramir y sé que a pesar de todo, él deseará darle un último adios.- dijo, antes de seguir su camino.
Un guardia custodiaba la puerta que parecía conducir al patio de armas al cual Halbarad había hecho referencia y Aragorn se detuvo justo allí, como si no pudiese decidirse a entrar.
- Necesito las armas de esos dos.- pidió al guardia, aquel asintió sin preguntar y fue a buscarlas.
Con gestos medidos y bastante meditados, Aragorn se despojó de la corona y la miró largamente, antes de hablar.
- Halbarad, cuando te dije que te necesitaba para esta misión, también te dije que era una cuestión personal, no te lo oculté en ningún momento... Ni siquiera se me ocurrió preguntarte qué opinabas de los motivos que nos lanzaron a esta búsqueda y finalmente al combate con los mercenarios contratados por Denethor.
- Denethor traicionó a Gondor, atentó contra tu vida en el ataque del barco... contestó el guerrero, diplomáticamente.
- Sabes que no me refiero a eso.
- Sí. En lo que a mí respecta, esta misión también incluyó rescatar a Legolas... Mis disculpas, no es exceso de confianza, pero es de la única manera en que puedo dirigirme a él... Lo considero un guerrero, un compañero de armas desde la batalla en el barco, ya que también salvó mi vida en esa ocasión... Salvó la vida del rey, y eso es suficiente para mí. Pero no creo que sea eso lo que te inquieta, Majestad.
- No, lo que quiero, es que algo quede claro. Lo que voy a hacer ahora, es tan personal como lo fue esta misión. No sería adecuado que me presentara allí como el gobernante de Gondor, porque si así lo hiciera, debería llevar a esos hombres a Minas Tirith y someterlos a juicio... Y no tengo ni siquiera la más mínima intención de hacer eso...
Aragorn dio una vuelta a la corona entre sus dedos, dándose cuenta en esos momentos que el trono que había ocupado durante esos cuatro años realmente no le interesaba, no tanto como para dejar a Legolas o dejar pasar la afrenta que aquel había sufrido por su culpa.
- El que entre allí dentro, será un hombre común y corriente, que está dispuesto a matar a esos dos por lo que le hicieron a lo que más amo en la tierra... Voy a dejar al rey aquí afuera, y si quieres entrar conmigo, te pediré dos cosas: que no intervengas porque este asunto es mío, y tu silencio acerca de todo lo que has visto y lo que verás. Sé que eres un guerrero fiel y leal a Gondor, por lo que comprenderé perfectamente que desees permanecer aquí.
- Por supuesto mi primera lealtad es hacia Gondor, pero inmediatamente después, viene la lealtad al hombre, hacia lo que es justo. Y lo que sucedió aquí, estuvo lejos de ser justo... Si el rey se queda aquí afuera, también lo hará el Capitán de la Guardia... Pero Halbarad entrará en ese patio de armas. Y se reservará el derecho de intervenir si lo cree necesario.
Dándose cuenta que lo que el hombre decía era tan justo como lo que él pedía, Aragorn asintió e hizo una señal al guardia que ya había regresado, y al notar que los dos hombres hablaban, esperaba a prudente distancia.
Sin titubeos, Aragorn tomó las espadas al tiempo que le daba la corona al guardia, que lo miró con auténtico asombro.
- Cuida eso, muchacho... Acabo de descubrir que no vale gran cosa, pero cuídala mientras tanto regreso... Abre, por favor.
El guardia manipuló el cerrojo y dando un paso atrás permitió la entrada de los dos hombres.
Del otro lado, sentados en un extremo del patio, apoyados en el muro de piedra, los dos mercenarios esperaban, con la plena seguridad que disfrutaban de sus últimos momentos de vida. En cuanto vieron entrar a dos personas dirigieron la mirada hacia el lugar, pero ni siquiera hicieron el ademán de ponerse de pie.
Por supuesto, Aragorn no lo esperaba, de manera que avanzó apenas unos pasos sin perderlos de vista un instante.
- La diferencia entre un guerrero y un mercenario,- dijo con voz serena pero gélida.- Es que un guerrero no vende su espada y su lealtad al que mejor paga... y definitivamente, un guerrero no comete actos tan viles y deshonrosos como los que ustedes cometieron. Lo único que merece escoria como ustedes, es morir de la peor manera... Pero para mal mío en este momento, yo soy un guerrero y no un mercenario, porque de serlo, me limitaría a matarlos ahora mismo...
- Solo cumplíamos órdenes...- intentó defenderse uno de ellos.
- Y un guerrero jamás se escudaría en una excusa tan pobre.- terminó Aragorn.
Dándose cuenta que estaba divagando un poco, y ofreciendo explicaciones a quienes ni siquiera lo merecían, arrojó las espadas al suelo, cerca de los dos hombres y retrocedió al tiempo que desenvainaba.
- Este es el trato. Si consiguen llegar a esa puerta, y atravesarla, podrán irse, bajo condición de nunca regresar a Gondor... por supuesto, primero tendrán que vencerme, pero si lo logran, estarán en libertad.
Lentamente, los dos mercenarios se pusieron de pie, sopesando la oferta, midiendo las posibilidades que tenían de conseguir lo que les estaban ofreciendo.
- ¿Y qué pasa si no aceptamos?
- No creo haber mencionado que tuviesen esa opción.
La perspectiva no era buena, pero planteado de ese modo, al menos al aceptar, tenían la oportunidad de sobrevivir. Además eran dos contra uno.
- ¿Qué pasa con él?- preguntó el otro, señalando a Halbarad.
- Él no intervendrá, a menos que sea necesario... Digamos que es un espectador... Rápido, señores, tengo cosas más importantes que hacer.
Y eso era del todo cierto, porque lo que más ansiaba era terminar de una vez con eso y regresar al lado de Legolas.
Uno de los mercenarios se agachó prestamente y levantó una de las armas, el otro tardó apenas unos segundos más, pero también lo hizo.
- ¿Tenemos tu palabra de honor que respetarás tu promesa...?
Era una ironía que esos hombres solicitaran su palabra de honor, cuando eso era lo que ellos menos tenían. Aragorn asintió y al punto, aquellos se abrieron hacia dos extremos opuestos.
Desde un extremo, Halbarad observó con cierta inquietud el andar lento y estudiado de los dos mercenarios. Debían ser buenos, o al menos parecían serlo. Sus desplazamientos eran fluidos y constantes. De manera casi inconsciente, quitó el seguro a la vaina de su propia espada. No confiaba en esos hombres.
Cuando atacaron lo hicieron juntos, pero no en vano Aragorn había pasado la mayor parte de su vida luchando contra diferentes enemigos, y en ese momento, tenía un incentivo mucho más poderoso incluso que esos dos.
Esquivó el primer espadazo y aprovechando el envión que el mercenario traía, lo dejó pasar y cuando cruzaba junto a él, alcanzó a tomarlo por la ropa y empujarlo violentamente hacia uno de los muros. Apenas tuvo tiempo de girar y ver al otro. La espada trazó un amplio abanico en el aire, pero solo encontró eso, aire; porque Aragorn se agachó y el filo pasó silbando sobre su cabeza. Cuando se levantó, lo hizo llevando adelante el pomo de la espada que chocó con violencia contra el rostro del segundo mercenario, que cayó a un lado sangrando profusamente.
El expectante capitán se preguntó por qué no los había matado ya. En apenas unos movimientos, había demostrado que no eran contrincantes demasiado hábiles, definitivamente no eran rivales para el rey.
Aragorn hubiese podido contestarle a la perfección. Tenía tanta furia dentro, tan increíble enojo, que aunque no fuese del todo digno, no iba a despachar a esos dos muy rápido. No eran más que luchadores vulgares, acostumbrados al ataque en masa, o a contrincantes con escasa experiencia, y saber eso, solo puso más ira en el rey. La sola idea que esos seres tan indignos se ensañaran de la manera que lo habían hecho con una criatura un centenar de veces mejor que ellos, ponía fuego en sus venas y necesitaba dejarlo salir de algún modo.
El primer mercenario regresó y blandió su arma con ambas manos, por lo que el encuentro entre las dos armas repercutió en el brazo de Aragorn, que a duras penas consiguió mantener la espada firme. Se afirmó sobre sus pies y también aferró a Ánduril a dos manos, para sostener el cruce. Durante algunos segundos forcejearon, tratando de empujarse mutuamente, hasta que el hombre, desesperado al ver la resistencia, puso todo el peso de su cuerpo y empujó. También Aragorn lo hizo en ese momento, y las fuerzas encontradas los hicieron separar.
Aragorn trastabilló y cayó hacia atrás, rápido, más bien presintiendo que viendo, rodó sobre sí mismo para evitar el filo que chocó contra las piedras del suelo y levantó un sonido metálico y vibrante. Intentando aprovechar esa ventaja, el mercenario cargó hacia él, en un estoque en profundidad, pero encontró en su camino, el filo de Anduril. La espada se hundió limpiamente en su cuerpo, y por unos segundos, aquel miró asombrado sin terminar de creer la sorprendente velocidad con que el hombre había girado hacia él en lugar de seguir escabulléndose como él pensaba.
El sonido de la espada al salir de la carne fue desagradable inclusive dentro del silencio del pequeño patio, y además de la respiración anhelante de Aragorn, solo se escuchó luego la caída del cuerpo sobre las piedras.
El mercenario restante, un poco atontado todavía por el golpe, se levantó con cautela, sin dejar de observar al hombre que ahora tenía ante sí.
Los ojos grises estaban impávidos, pero dentro, detrás de ellos, había una lucecita asesina que el mercenario supo reconocer. Y también supo que había mucho más que simple indignación en las causas que motivaban esos actos.
- Esto es por lo del elfo...¿verdad...? No veo porqué tanto alboroto... El viejo ya lo había usado cuando nos dejó divertirnos con él...
- Y él también está muerto.- apuntó fríamente Aragorn, y atacó.
Con renovada energía, como si el combate anterior hubiese sido solamente un inconveniente de fácil resolución.
Ahora que el mercenario había descubierto esa verdad detrás de los actos del hombre que tenía frente a sí, no iba a dejarlo pasar, porque era una posibilidad para quebrarlo y poder llegar a la puerta.
- Fue delicioso poseer al elfo...- dijo, girando, moviéndose despacio.- Ni siquiera una doncella hubiese sido tan estrecha, tan caliente...
Era un intento válido para desestabilizar las emociones de Aragorn, y lo que ese mercenario no sabía, era que estaba jugando con fuego; con una clase de fuego, que en esos instantes empezaba a palpitar con bastante violencia en el pecho del rey y amenazaba con salirse de cauce.
- Suplicó, gritó... Llamó en esa cosa rara que hablan los elfos... Tan delicioso...
Ese hombre estaba usando los últimos momentos de su vida, y los estaba usando mal. Probablemente, Aragorn hubiese podido dejar pasar todas las palabras malsonantes que escuchara, estaba bastante acostumbrado a la jerga de sus guerreros, pero no podía ignorar el gesto de lujuria y el chasquido obsceno que hizo con la lengua, como si aún estuviese saboreando la piel del elfo.
La única expresión que el mercenario llegó a captar, fue un músculo tensionándose en el rostro y los ojos grises que apenas se entrecerraron antes de lanzarse hacia delante, en un ataque furioso que lo hizo retroceder. Uno tras otro, los poderosos mandobles de Anduril chocaban con la espada del mercenario, levantando chispas azules. Un giro velocísimo, un estoque cruzado y la espada del otro hombre voló por los aires junto con su mano.
Ni siquiera llegó a gritar cuando el filo de la espada de Aragorn se hundió limpiamente en sus entrañas. Por unos instantes, se encontraron sus ojos, y el mercenario aún sabiendo que moría, repitió el gesto que hiciera anteriormente. Ahora sí, con un grito de desesperado asco, Aragorn desclavó la hoja y abanicó con toda la fuerza de sus brazos, para quitar esa mueca horrible del rostro que tenía enfrente.
La cabeza se unió a la mano que había caído algunos metros más lejos y el cuerpo se desmadejó a sus pies.
- No te mueras aún...- murmuró, jadeante, enfurecido, lleno de ira negra y borrascosa.
Movió el cuerpo caído con el pie, tan profundamente dolorido aún que no captaba que ya no podía haber vida en él.
- ¡No te mueras aún!!!- gritó, ahora sí descontrolado.- ¡No puedes morirte...! ¡Aún no pagaste del todo!!
Cuando le asestaba el segundo puntapié, sintió la mano de Halbarad posándose en su hombro.
- Ya están muertos... Ya es suficiente...
Ni siquiera el avezado guerrero estaba preparado para la mirada de enloquecido dolor que inundaba las facciones del rey, para tanta furia todavía sin encausar.
- ¡No es suficiente! ¡No es suficiente!!- arrojó la espada al suelo y caminó enfurecido hasta el muro, donde sus puños descargaron unos cuantos feroces puñetazos sin notar el dolor que eso le producía, y que no era ni siquiera comparable al dolor que lo carcomía por dentro.- Nunca será suficiente...
Un toque apenas perceptible en las puertas, impidió a Halbarad intervenir para que el rey siguiera haciéndose daño, pero apenas unas palabras con el guardia que estaba afuera, le dieron la excusa perfecta.
- Majestad,- dijo recuperando el tono formal y respetuoso mientras le extendía la corona que el guardia le había dado.- Mi hijo envía un mensaje: dice que el señor elfo estaba delirando nuevamente y pide por su Majestad.
Las palabras cortaron en seco la corriente de furia relegándola a un rincón, porque la frase penetró en el cerebro de Aragorn con la exactitud con que las flechas de Legolas se hundían en el blanco fijado. No había más por pensar o meditar, Legolas llamaba, pedía por él, y no tenía tiempo por perder. Recuperando un poco su calma, dio una última mirada a los cuerpos y recogió su espada al tiempo que enfilaba hacia la salida.
- Majestad.- llamó Halbarad nuevamente.
Y cuando Aragorn giró hacia él, impaciente vio que su Capitán le extendía la corona con una mano y también un pañuelo para vendar una de sus manos cuyos nudillos sangraban. Con un suspiro resignado, la tomó y se la colocó antes de salir de ese lugar, dispuesto a correr si era necesario para llegar pronto junto a su amado elfo.
(-o0o-)
Todavía anudando el pañuelo sobre sus nudillos despellejados y sangrantes, Aragorn entró en la habitación, esperando encontrar a Legolas en medio de sus delirios, pero había silencio y por unos instantes, el terror se apoderó de él. De inmediato, sus ojos viajaron hacia el lecho. Legolas dormía en aparente calma, junto a su cabeza, sobre la almohada estaba colocada la chaqueta que Aragorn había dejado antes de irse.
Una mirada inquisitiva fue esta vez hacia Beregond, que estaba arrodillado y limpiaba los restos del agua que Aragorn había regado mientras lavaba al elfo. El muchacho se irguió un poco azorado y se secó las manos.
- Empezó a hablar... Decía cosas en élfico... Y lo único que entendí es que llamaba a su Majestad...
El rey fue hasta el lecho y acarició apenas el cabello antes de preguntar.
- ¿Qué pasó entonces?
- Se estaba agitando mucho, y tuve miedo... Entonces recordé que algo que mi padre hacía con mis hermanos pequeños... Cuando los dejaba dormidos para que no se despertasen ni tuviesen malos sueños, les ponía una prenda suya junto a ellos, porque así sentían su olor y dormían tranquilos... Bueno, pensé que no podía dañar si lo intentaba...
Por unos instantes, Aragorn no supo si sonreír por la cándida interpretación del muchacho o felicitarlo por su intuición tan acertada. Al final, viendo la expresión atemorizada, optó por una mezcla de ambas.
- No solo no dañó, sino que hizo mucho bien... Gracias, Beregond...
- Ehh... Majestad, también le di de beber unos sorbitos de agua... Parecía tener los labios secos, pero tuve que darle con una cuchara... No bebió mucho, pero...
- Está bien, hijo.- dijo Halbarad notando que el rey había tomado asiento junto al lecho y ya solo prestaba atención al elfo.- Vamos.
Aragorn ni siquiera los escuchó salir, de tan concentrado que estaba en Legolas. Repasaba mentalmente los golpes que había visto, las numerosas heridas que curó pero a excepción de la herida en el muslo, el elfo no tenía otras de mayor gravedad, y eso, lejos de aliviarlo, lo preocupaba todavía más.
Podía lidiar con las heridas de la carne, con las que magullaban y abrían piel y músculo; pero no podía ni quería imaginar las internas, no del cuerpo, sino del alma. No comprendía cómo Denethor había conseguido dominar a Legolas. Él lo había visto combatir, su agilidad, su destreza, perfectamente ocultas bajo la hermosa apariencia y los modales perfectos. Era incomprensible, como también era incomprensible que esos otros dos hombres hubiesen podido reducirlo a ese estado.
Tenía que dejar de pensar en eso sino quería perder el control otra vez.
Se puso de pie, y paseó por el recinto para tratar de sosegarse y retomar la calma. Estaba casi vacío, lo cual era lógico, porque la propiedad había estado abandonada y sin ocupantes ni cuidadores. La mayoría del mobiliario todavía estaba cubierto de amplias piezas de tela para protección del polvo. Un mueble en una esquina estaba descubierto, y tenía algunas cosas encima.
Más por curiosidad que por otra cosa, Aragorn se dirigió allí.
No había mucho, apenas algunas prendas sucias amontonadas. Prendas que no le hubiesen llamado la atención de no ser porque las conocía. Muy despacio, desplegó las ropas que Legolas usó durante el último día que estuvieron juntos. No estaban demasiado maltratadas, salvo por la solapa desgarrada. Aragorn las puso a un lado, las llevaría a Minas Tirith como prueba de lo que ese hombre había hecho. También revisó dentro de la alforja. Solo algunas mudas de ropa y cartas.
Pero cartas escritas por Boromir, en respuesta seguramente a otras enviadas por Denethor. Una simple ojeada al contenido de las mismas, lo dejó perplejo por la magnitud del trabajo que esos dos hombres habían hecho a lo largo de los cuatro años que él los mantuvo lejos de Minas Tirith. Conspiración, alianza con las tribus haradrim y no solo eso; también con los temibles corsarios de Umbar.
Todo estaba allí. Desplegando más y más hojas, Aragorn descubría una por una todas las traiciones, y se quedó pasmado al leer una de las tantas cartas de Boromir, donde mencionaba a su padre que la clave del éxito en la empresa que tenían por delante, era dominar las 'tres puertas de Minas Tirith'.
Como un relámpago vinieron a su mente las palabras de advertencia que la Dama de Lorien le había enviado. Jamás pensó que resultasen tan ciertas. Con algo de incrédulo asombro, también entendió que habían sido ellos los que casi consiguieron matar a Faramir.
"Elbereth... ¿Qué clase de hombre hace cosas como ésta...?" se preguntó horrorizado por todo lo que descubría.
Revolvió de nuevo en la alforja, y sus dedos tropezaron con algo extraño que extrajo con cuidado. Una pequeña redoma de cristal oscuro con intrincados tallados élficos. Quitó la tapa y la acercó cautelosamente a su nariz. El aroma le resultaba conocido, pero no consiguió identificarlo; en realidad, más que nada, estaba intentando imaginar qué hacía algo como eso entre las pertenencias de Denethor. La utilidad del líquido que guardaba, no lo conocía de momento, pero volvió a tapar la botellita y la dejó junto con la ropa de Legolas. Cuando regresaran a Minas Tirith investigaría mejor eso. Quizás Haldir supiese más del asunto.
Apartó todo eso para llevarlo y regresó junto a Legolas.
Beregond tenía razón, los labios que tanto le gustaba besar estaban secos y el hombre resistió a duras penas los deseos de humedecerlos con sus propios labios. En cambio, se acomodó otra vez a su lado y acercó el cuenco de agua. Con una mano levantó apenas la cabeza del elfo y con la otra maniobró un poco desmañadamente la cuchara.
Casi al momento de sentir la frescura del agua en los labios, Legolas sorbió el líquido sin despertar, pero con sed evidente, y bebió unos cuantos sorbos.
Satisfecho, Aragorn volvió a acomodarlo en la almohada y secó algunas gotas que habían escurrido por la barbilla del elfo. Una vez más, se dispuso a esperar.
(-o0o-)
Estaba en medio de un mundo difuso, un espacio gris inmenso, sin fin donde se había refugiado para que el dolor y la humillación no lo alcanzasen. Trataba de mantenerse acurrucado en medio de esa inmensidad, porque así se sentía relativamente a salvo, pero no era fácil. A veces, se veía envuelto en visiones que su mente atribulada ya no conseguía identificar si eran recuerdos o producto de su desolación.
Escuchó las risas de sus hermanos, rebotando una y otra vez en su mundo gris y quiso verlos, entonces se encontró de pronto en aquel sitio al cual iban juntos para escaparse de sus deberes reales. Metidos en el agua de un pequeño y escondido estanque, nadaban y reían por tonterías, exactamente como correspondía a las jóvenes y despreocupadas criaturas que eran. Pero al segundo siguiente, cuando quiso llamarlos y acercarse, todo se desvaneció y estuvo con un pie en el carruaje que lo sacaba de Mirkwood.
"No quiero irme, Ada... No me obligues... Yo aceptaré lo que decidas... No me importa si Elroy o Imrahil se convierten en rey, pero no me alejes... Por favor..."
Se alejaron esas imágenes antes que el rey pudiese consolar al desdichado elfo, y estuvo una vez más solo.
"Cuando veo desperdicios, yo me aparto..." dijo la desdeñosa voz de Arwen.
"Elbereth... ¿También ella está aquí?" se preguntó Legolas tapándose los oídos para no escuchar las despreciativas palabras con que la elfa lo recibiera en Minas Tirith.
Recordó los primeros días alejado de todo lo que conocía, y sin contar con el consuelo de más amistad que la recién iniciada con ese jovencito humano que estaba en su misma situación.
El mundo se puso negro a su alrededor cuando rememoró los días que pasó encerrado en ese oscuro sótano de la okiya y la presión en su pecho se hizo insoportable.
"Es una falta casi imperdonable que ojos tan hermosos estén empañados de lágrimas..."
Tal como en su visión, las palabras y los ojos grises de Aragorn lo acariciaron, y Legolas se sintió reconfortado y tibio. Quiso aferrarse a eso, a esa sensación de calidez que lo invadió junto con el recuerdo, pero una vez más, las imágenes se alejaron, dejándolo solo.
"Aragorn...".
Llamó, deseando verlo, que lo mirara como en ese momento, que lo confortara y acariciara tal como solía hacerlo.
La sensación de manos recorriendo su cuerpo lo embargó por un momento, pero al mirar mejor, se dio cuenta que no eran las manos del rey, sino las de otro hombre. Uno de cabello negro y penetrante mirada oscura que se acercaba hacia él dispuesto a cumplir el ritual del mizuage.
"¡No...! ¡Así no...! ¡No quiero esto!".
Gritó una y otra vez, como no se atrevió a hacerlo en aquel momento y se debatió con uñas y dientes para librarse de esas manos que lo apresaban.
El mundo gris lo rodeó por un instante, solo para lanzarlo hacia otro recuerdo.
"Éste es tu mizuage, mi amor..." decía Aragorn, cuyos labios lo rozaban apenas, encendiendo en él, el deseo de una manera que nunca creyó poder experimentar.
El amor en un establo, en uno de los numerosos salones del palacio, en el barco... La felicidad y la plenitud de esos días lo animaban a regresar al mundo donde podía volver a disfrutar de todo eso.
"Ni lo sueñes, elfito..." repitió una vez mas la voz de Arwen y de repente estuvo en la misma habitación donde la había visto por última vez.
Vestida de forma radiante, la corona brillaba en su frente y su vientre abultado le decía a todo el mundo lo que iba a acontecer en poco tiempo, a juzgar por el tamaño. La mirada de los ojos celestes tenía el filo y la frialdad de una espada de hielo.
"Aragorn jamás se acercará a alguien como tú... ¿Crees que podrá perdonarte y olvidar que Denethor te tomó cuantas veces quiso? Y si lo hiciera... ¿Te parece que podrá olvidar a esos otros hombres...? Estás arruinado, Legolas... Arruinado y sucio, como una ramera mortal..."
"¡No! Esto no es cierto... Ella no sabe nada de esto..." se dijo, desesperado, intentando ir de regreso a su mundo gris, donde esas hirientes palabras no llegasen.
"Aragorn me ama... Me ama..."
La visión de Aragorn cruzó el recinto y aferró por la cintura a Arwen, mirando al elfo con asco, como si estuviese cerca de algo muy horrible. Y la elfa se aferró al hombre, susurrando y sin dejar de mirarlo.
"¿Lo ves, Aragorn? Te lo dije desde el principio... Legolas no es para ti. Yo sí te entregué mi cuerpo por primera vez, yo sí soy solo tuya; no como este elfo sucio, que ha pasado por la mitad de los hombres de Minas Tirith... Y yo voy a darte un hijo...Es de mí de quien tendrás a tu heredero"
"Por favor, Aragorn... dile que no es cierto... Dijiste que me amabas, con o sin mizuage. ¿Recuerdas?"
La voz que contestó a ese pedido desesperado no parecía la de Aragorn, porque era distante, lejana y con un tinte de odio que el elfo nunca había escuchado dirigido a él.
"Jamás volveré a acercarme a ti, Legolas. ¿Acaso crees que sentaré a mi lado a alguien como tú? Te dejaste tomar por Denethor, te dejaste dominar por esos hombres... Un guerrero como tú debió poder con ellos..."
"Lo intenté, amor... Te juro que lo intenté... No sé que pasaba, pero no tenía fuerzas... Tienes que creerme, Aragorn, traté de escapar..."
Ahora, Legolas lloraba sin consuelo, porque lo único que tenía, lo único que podía sostenerlo y que de hecho lo mantuvo durante esos terribles días, se estaba escapando de sus manos. El dolor se volvió insoportable.
"No te creo, Legolas. Eres fuerte, eres ágil... No escapaste porque no quisiste escapar. Te revolcaste con Denethor, te revolcaste con esos hombres... Eres un perdido. No vuelvas a acercarte a mí. No quiero volver a verte en mi vida".
"Aragorn, por favor..." gimió pero los dos se habían ido, dejándolo sumido en su desesperación y miseria.
"Ada... Ayúdame..."
"Jamás" contestó la voz de Thandruil desde lo lejos. "Nunca un hijo mío se dejaría usar como un juguete por unos sucios mortales. Yo ya no tengo un hijo llamado Legolas."
La desolación era demasiado grande y si bien en algún lugar de su mente, el elfo tenía conciencia que eran visiones, también tenía la certeza que podían convertirse en realidad si todos se enteraban de lo que había sucedido en esos días.
Aragorn no podría soportarlo, solo tenía que recordar la horrible reacción del hombre cuando se enteró de su mizuage. Y su padre que era tan amoroso, también era orgulloso y jamás podría recibirlo en su casa con el estigma de la humillación sufrida.
Ya no tenía nada. Estaba solo en la inmensidad de ese mundo en el que se había refugiado, pero ahora la crueldad de los sucesos lo alcanzaba incluso allí, rasgándole el alma, destrozando su corazón. En medio del silencio, solamente se oían los desesperados gemidos del elfo, que ya no tenía ninguna razón para vivir y sí muchas para despedirse de la existencia.
Deseó morir.
Lo deseó con todas sus fuerzas, con el alma, porque únicamente así encontraría tranquilidad y calma, ya que la felicidad se había escapado para siempre de sus manos.
Un abismo oscuro y frío se abrió a sus pies y Legolas supo que lo único que tenía que hacer, era arrojarse a esa negrura y hundirse en el olvido para no despertar nunca.
Las palabras de Aragorn, su desprecio, cada sílaba hería su corazón. Ya no dolían las heridas de su cuerpo, de modo que se irguió y sus pies quedaron casi al borde. Sus lágrimas cayeron primero y se perdieron en el infinito oscuro, como un preludio a su pronta llegada.
"Lo intenté, amor... Sí intenté escapar... No me revolqué con ellos... Yo te amo..." susurró en una última disculpa, un último intento de redención, pero no hubo respuesta a eso.
Cerró los ojos, y se dejó caer.
La negrura lo envolvió por un instante, y al segundo siguiente, se encontró aferrado por dos sogas que se enroscaron en sus muñecas lastimadas, causándole un segundo sufrimiento. Quiso desasirse, pero eran sogas fuertes, sogas de plata que lo mantuvieron en el aire, suspendido por una eternidad.
Y las dos voces, cruzaron el tiempo y el espacio para envolverlo en una sensación de ternura que ya no esperaba porque Legolas había olvidado ese lazo. Ese lazo que era anterior, mucho más primigenio que el de su padre y el de Aragorn.
"Resiste... No te rindas..."
"Resiste... Sé fuerte..."
A pesar de todo el dolor, de las humillaciones, del terrible desasosiego que inundaba su alma, Legolas se aferró entonces a las sogas y en ellas encontró fuerzas. No muchas, pero las suficientes para que sus pies regresaran al borde donde habían estado antes, como si nunca se hubiese dejado caer.
(-o0o-)
Edoras
Después de confrontar a Grima, la verdad había quedado expuesta y el mentiroso consejero fue desterrado de Rohan. En realidad, Eomer tenía muchísimos deseos de pasarlo por las armas, pero si tenía que ser justo, el hombre solo había hecho una jugarreta sucia. Lo cierto era que el resultado de eso puso en riesgo la vida de Imrahil, y en entredicho el buen nombre del rey; y solo por la primera de las razones, Eomer lo hubiese ajusticiado en cuanto confesó lo que había hecho; pero al final, ganó su buena conciencia, y se contentó con desterrarlo de por vida. No en vano todos los que conocían Grima lo llamaban 'Lengua de Serpiente'.
La cena transcurrió sin novedades, tranquila en una amena conversación entre Eomer y Theoden sobre problemas de gobierno en los cuales Imrahil intervenía de forma activa. Por primera vez en tanto tiempo, el elfo se daba cuenta de lo mucho que tenía guardado en la memoria de las conversaciones escuchadas a su padre junto con sus ministros y consejeros.
Nunca pensó que esas reuniones fuesen de provecho para él, ya que su meta era dedicarse al estudio y estaba bastante seguro que Legolas sería el elegido para ocupar el trono, cosa que jamás le molestó. Todo lo contrario, estaba plenamente convencido que su hermano sería un gobernante perfecto para Mirkwood. Su asombro no tuvo límites cuando supo que al final era Elroy el elegido. No porque Elroy fuese incapaz de llevar adelante esa tarea, sino porque era el más proclive a la diversión y la irreponsabilidad.
Luego de la cena, ambos se retiraron cada uno a sus habitaciones. Si había algo que Theoden dejó bastante claro desde el comienzo, era que no podían compartir el aposento hasta que no estuviesen formalmente desposados. Y en vista que el hombre era casi como un padre para Eomer, el joven rey, un poco a regañadientes decidió hacerle caso.
Lo cual no impedía que el elfo se deslizara casi todas las noches a dormir con él.
Como de costumbre, se deslizó dentro de las sábanas suaves y al punto, las manos de Eomer lo acercaron hasta que estuvieron en pleno contacto.
Respetando los deseos de Imrahil, Eomer se había contentado con compartir su lecho junto al elfo sin intentar ir más lejos de unas cuantas caricias y besos apasionados, pero esa noche, realmente lo deseaba. Y era evidente que Imrahil también compartía ese deseo, porque cuando sus labios recorrieron el cuello delgado y suave, no hubo quejas ni alejamientos, sino unos leves gemidos de aceptación.
Contento por tan buena recepción, el joven rey se aplicó a la tarea que más le agradaba: sumir a su elfo en una necesidad tan apremiante que sus pedidos se escucharan por todo Meduseld.
Después del temor pasado en la tienda de esos haradrim, cuando pensaba que su próximo destino era ser violado por Brego, Imrahil se había tomado unos días para tranquilizarse, y agradecía profundamente a su pareja que respetase sus reticencias; pero en esos momentos, cuando la boca de Eomer se encargaba de despertarle todas esas sensaciones, supo que la espera debía terminar esa noche, para bien de ambos.
La boca del hombre empezó a recorrer la cara interna de sus muslos, y una mano experta se deslizó por una de sus piernas hasta encontrar las firmes redondeces y acariciar de manera tentativa la hendidura. Un jadeo lento y delicioso coronó esas actividades tan placenteras.
La sensación de angustia tomó al elfo totalmente desprevenido, lo golpeó con tanta fuerza que el jadeo se cortó en seco, siendo reemplazado por un pequeño grito. Asustado, Eomer levantó la vista hacia él, solo para ver cómo el rostro se descomponía en una mueca de dolor tan genuino que por unos instantes tuvo miedo que no fuese cierto eso de que los elfos nunca enfermaban.
Imrahil se incorporó lentamente, casi no podía respirar porque la desesperación era tan intensa que le oprimía la garganta y le cerraba el paso del aire.
- ¿Amor...?- preguntó despacio Eomer.- ¿Estás bien...?
Pero Imrahil no podía contestar, solo cerró los ojos con fuerza, intentando saber qué era eso, de dónde venía. De pronto, la imagen de Legolas irrumpió en su mente con tanta potencia que eso causó otro gemido involuntario. El dolor, la agonía era imposible de resistir. Las lágrimas escaparon de su control, ante la azorada vista de Eomer, que no comprendía nada.
Y el elfo supo que su hermano estaba deseando morir.
Pero si Legolas moría, era como si una parte de sí mismo muriese, como si le quitaran un brazo o una pierna. Se levantó de inmediato, y buscó sus ropas para empezar a vestirse.
- ¿Me dirás qué pasa...? ¿Qué hice de malo...?- preguntó Eomer todavía sin entender.
- Mi hermano...- dejó escapar Imrahil, para darse cuenta de inmediato, pero ya no tenía remedio.- No puedo decirte más... Me necesita, tengo que ir a Minas Tirith... Ahora.
- ¿Tu hermano...?
Eomer se hizo el desentendido sin poder evitar pensar que había tenido razón. Legolas era familiar de Imrahil, y muy cercano. Hermanos.
- No me preguntes, Eomer... Por favor, tengo que ir.
"Y tiene que ser pronto... Mi hermano quiere morir." Pensó desesperado, luchando con las botas.
- Pero es de noche, amor...
- No puedo esperar, es urgente.
Y Eomer recordó la promesa hecha, de todo corazón al elfo que en aquel momento tenía su amor y admiración: si alguna vez necesitas ayuda, búscala en Rohan. Bien, el hecho que ahora su corazón perteneciese a Imrahil no lo eximía de su promesa.
- Está bien, voy contigo.- cedió el joven, empezando a vestirse también.
- No puedes venir conmigo... Tienes un reino que...
- Sí, y tengo un tío que estará encantado de retomar funciones por unos días... Voy contigo.
Hubiese querido decirle a Imrahil, que él también tenía sus secretos, y sus promesas por cumplir, pero no lo dijo. De cualquier manera, cuando llegaran todo quedaría descubierto. Además, la desesperación que había visto en el rostro de su pareja, le decía, que cualquier cosa que estuviese sucediendo en Minas Tirith, no era buena.
Agradecido, Imrahil regaló un pequeño beso a su rey mientras terminaba de calzarse, luchando a brazo partido con la agónica desesperación que lo inundaba, mientras intentaba enviar con su mente, con todo su corazón, las fuerzas para que Legolas pudiese resistir.
"Resiste... No te rindas, Legolas... " suplicó en silencio.
Un poco después, el rey despertó a varios consejeros, a su tío y empezó a preparar una precipitada partida que en apenas un par de horas, se encaminó hacia la capital de Gondor.
(-o0o-)
Mirkwood
Bajo la luz titilante de las estrellas, Thandruil observó a Elroy caminando por los jardines llevando a su esposa del brazo, en un paseo nocturno que se había convertido en una agradable costumbre. Resultaba relajante para él, luego de un día de intenso trabajo, ver que su heredero tenía por fin sus ideas y su vida en claro.
Pero era en esos momentos cuando los pensamientos del rey de Bosque Negro viajaban de manera inevitable hacia sus otros dos hijos, a los que recordaba cada noche, preguntándose cómo estarían. Se hacía infinidad de preguntas, entre ellas, la más acuciante, y la que lo acechaba con más asiduidad.
"¿Qué hubiese pasado si yo hubiese decidido dividir mi reino y no a mis hijos?".
No tenía forma de saberlo, y mientras veía a la pareja feliz desaparecer detrás de unas sombras, elevó la vista deseando que donde quiera que estuviesen, Imrahil y Legolas estuviesen bien.
Apenas se metieron detrás de la enramada, Elroy se apresuró a tomar a su esposa en sus brazos, con todo el cuidado que correspondía, pese a saber que esa muchacha era mucho más fuerte de lo que su frágil apariencia mostraba.
Por supuesto, Löne no tenía nada que oponer a eso, todo lo contrario. Todavía la perturbaba un poco recordar la manera en que había muerto su rival. Cuando Elroy le contó eso, no pudo dejar de asombrarse, porque jamás se le habría cruzado por la mente pensar que Silmatar realmente se hubiese enamorado de su esposo al punto tal de dar su vida por él. Y se sentía un poco culpable por todas las veces que le había deseado la peor de las muertes.
En esos momentos, al abrigo de los fuertes brazos de su esposo, no podía dejar de decirse que al menos en el último momento, el elfo había elegido actuar correctamente.
Acariciando la suave cabellera oscura de su esposa, Elroy también pensaba, pero no en Silmatar sino en que ahora que su posición como heredero estaba consolidada, no había ninguna necesidad de que sus hermanos continuaran en el exilio.
En los últimos tiempos, casi no tenía tiempo más que para dedicarles un pensamiento furtivo, un recuerdo fugaz que pronto se desvanecía ante las urgencias del quehacer diario, y luego en medio de los profundos problemas del reino; pero ya era tiempo de pensar en ellos.
No podía dejar de sentirse culpable, aunque sabía que no tenia culpa alguna. Jamás hubiese pensado que la Dama de Bosque Dorado iba a elegirlo justamente a él como sucesor de Thandruil.
"A mí... Justo a mí... Nadie escapaba tan ágilmente ni tan lejos como yo a la hora de presentarse en las reuniones del Consejo... Terminé con la paciencia de mi padre en miles de ocasiones, antes y después de ser nombrado heredero... Si me lo hubiesen dicho, hubiese pensado que la Dama de Lorien ya debía viajar a Valinor antes de empezar a delirar en serio...
Sacudió la cabeza, a medias sonriendo por sus propios pensamientos, y estaba en eso cuando el dolor estalló en su pecho con violencia, con tanta fuerza que se quedó sin aire. Casi al instante siguiente, algo punzó en su pierna, y Elroy no pudo evitar caer de rodillas ante la asombrada vista de su esposa.
Era una herida profunda, Elroy podía sentirlo claramente; hecha con algún objeto punzante. Una espada o una lanza, quizás una flecha.
- Elroy... ¿Estás bien..? ¿Qué pasa, amor?- preguntaba la joven elfa, preocupada.
- Duele...- jadeó Elroy y cuando aún no se recuperaba de eso, otros pequeños y grandes dolores se presentaron, haciendo estallar violentos chispazos de agonía por todo su cuerpo.
Sus gemidos entrecortados realmente asustaron a Löne, que se irguió y salió de las sombras en las que se habían ocultado, hasta quedar de nuevo a la vista del rey.
- ¡Majestad!- llamó, elevando la voz.- Rápido, por favor...
Regresó junto a su esposo, para tratar de calmarlo de algún modo, porque el elfo temblaba y apretaba las mandíbulas, todo el cuerpo en tensión y preso de infinidad de puntos de dolor.
Sin embargo, Elroy tenía una idea de lo que sucedía y tratando de no dejarse vencer, pensó en sus hermanos, porque no era la primera vez que le sucedía eso. El lazo que los unía era tan fuerte que incluso mientras estuvieron separados los sentía. Sabía cuando estaban bien o cuando podían estar pasando dificultades, y del mismo modo, sabía que sus hermanos lo percibían a él. Enfocó sus pensamientos en Imrahil, pero le llegó una leve sensación de angustia, algo relacionado con lo que él mismo sentía.
"Legolas..." llamó en silencio y al punto, la agonía se volvió desgarradora.
Thandruil llegó en esos momentos, alertado por la voz de su nuera y se arrodilló junto a Elroy, que levantó el rostro hacia él.
- Ada... Es Legolas...- trató de explicarle sin gemir en medio.- Está herido... Está...
El dolor lo atenaceó sin piedad y cortó la frase por la mitad, desesperando al rey.
- Elroy, tienes que calmarte... Respira, y cálmate... ¿Qué pasa con Legolas?
- Tengo que ir... Tengo que ir con mi hermano...- musitó, mientras intentaba levantarse apoyándose en su esposa.- Mi hermano quiere morir...
La frase dejó sin aire a Thandruil. No podía ser, Legolas no podía estar deseando morir, su hijo era fuerte, nada podía doblegarlo al punto de desear la muerte.
- No puede ser, Elroy...
La mano del heredero se aferró con fuerza al brazo del rey, y sus ojos no pudieron contener más tiempo las lágrimas de desesperación.
- Ada, yo no sé qué pasa. Lo único que sé, es que está deseando morir; y lo está deseando con tanta fuerza, que si no me apresuro, vamos a perderlo...
Thandruil nunca comprendió ese lazo que desde pequeños había unido a sus hijos, pero sabía que existía y que era real, no solo para los elfos, sino para cualquier criatura que hubiese tenido hijos idénticos. Los tres parecían, por momentos uno solo. Recordaba cuando los tres eran elfitos de poca edad, traviesos como cualquier pequeño, y él un padre desesperado y lidiando solo con ellos; en alguna ocasión, había tenido que dar alguna pequeña nalgada de corrección.
Generalmente, el que la recibía, era Elroy, siempre el más propenso a sacarlo de su paciencia, pero al final desistió de ese método, porque pocos segundos después, tenía tres elfitos llorando a su alrededor. Y si les preguntaba por qué lloraban, Legolas le decía que sentía la pena de Elroy, e Imrahil le indicaba que también él sentía el escozor de la nalgada. Aunque jamás terminó de explicarse el porqué de eso, Thandruil decidió que no podía arriesgarse a dejarlo pasar.
- Muy bien, haré los preparativos. Saldremos de inmediato a Minas Tirith.- anunció Thandruil.- Tenemos que avisar a Imrahil.
- No es necesario, Ada... Imrahil ya sabe.- puntualizó Elroy, irguiéndose.
- ¿Cómo lo sabes?
- Él también lo está sintiendo.- fue la respuesta que dejó a su padre y a su esposa, más confundidos que antes.
Apoyado en ambos, rengueando todavía, Elroy se puso en camino hacia el palacio.
"Resiste... Sé fuerte, hermanito... Ya vamos por ti".
(-o0o-)
Minas Tirith
Con mucho cuidado, Haldir dejó caer el agua sobre la cabeza de Baldor y se aseguró que no quedaran rastros del preparado que había usado para lavarle el cabello.
Luego de batallar un poco con el sanador, el elfo le prometió que no lo movería demasiado y consiguió que le dieran el permiso para lavarle el pelo. Eso implicó acomodar al muchacho para que su cabeza quedase casi al borde del lecho, colocar una jofaina en el suelo y luego con toda paciencia, ir dejando caer el agua. Sin embargo, Haldir lo hacía con verdadero gusto.
Nadie que hubiese visto al orgulloso galadrim caminando por las calles, podría decir que era el mismo elfo dedicado y paciente que hora tras hora velaba por el joven humano que seguía convaleciente.
"Las heridas están sanando bastante bien. Teniendo en cuenta la cantidad de sangre que perdió, es un milagro que siga con vida, de manera que tiene que ser muy cuidadoso. Su recuperación será lenta, pero es joven... Habrá que tener paciencia."
Recordando esas palabras, Haldir volvió a acomodar al muchacho en su posición original, y procedió a frotarle el cabello para quitarle el resto del agua antes de peinarlo.
- Ya está.- dijo, complacido por los resultados.- Tu pelo está precioso, como siempre.
- Gracias...- murmuró Baldor.
Mientras Haldir recogía todo lo que había usado, el muchacho lo miraba hacer en silencio. Apenas se había movido y estaba cansado como si hubiese corrido una larga distancia. Cuando el galadrim terminó de acomodar las cosas, se volvió hacia él, para encontrar su mirada brillante, casi a punto de las lágrimas.
- ¿Qué pasa, amor...? ¿Tienes dolor...?- preguntó solícitamente, pero ante la negativa del joven, se sentó a su lado, como le gustaba hacer y le tomó las manos.- ¿Entonces...?
- Soy un desastre.- musitó.- Arwen tiene razón, soy una desgracia para los de mi profesión... Soy yo quien debería estar cuidando de ti, ayudándote con tu ropa... Al menos para pagar todo lo que has hecho por mí... Y en cambio estoy aquí, inútil...
- Vamos por partes, pequeño...- interrumpió Haldir.- No eres una desgracia, ni tampoco eres un inútil o un desastre. Estás herido, y para mí es un inmenso placer cuidarte, estar a tu lado y verificar que estés muy bien.
Llevó los dedos delgados hacia sus labios y los besó con suavidad.
- Segundo, Arwen no tiene razón. Jamás serías una desgracia para otros geijin. Fuiste una gran ayuda para Legolas y fuiste leal con tu 'danna' hasta un extremo que inclusive yo todavía intento explicarme.- dijo, seguro que eran las palabras hirientes de la elfa lo que aún seguían persiguiendo a Baldor.- Y no vuelvas a mencionar a esa elfa, o sí voy a enojarme mucho contigo... ¿De acuerdo...?
Como Baldor no contestaba, se inclinó hacia él y atrapó sus labios breve y delicadamente, pero era evidente que algo más molestaba al joven, por lo que se quedó mirándolo, expectante hasta que se decidiese a hablar.
- ¿Te das cuenta que esto puede volver a suceder, Haldir?
- No, Baldor. Esto no volverá a suceder.- replicó el elfo.- Aragorn se hará cargo de Denethor y ese hombre jamás volverá a causar daño. Le perdonó la vida una vez, pero no volverá a cometer ese error.
- No me refería a eso... Quiero decir... Yo no soy un elfo, amor... Ni siquiera soy como el rey. Legolas me dijo que tiene sangre élfica corriendo en sus venas. Pero yo soy humano, un mortal común y corriente... Y Arwen sí tiene razón. Tarde o temprano, moriré...
- Eres joven todavía, Baldor... ¿Por qué insistes en pensar en esas cosas?
- Porque pensar es lo único que he podido hacer en estos días, Haldir... Envejeceré, eventualmente volveré a enfermar y tendrás que cuidar de mí. De nuevo. No es justo contigo...
- ¿Qué tal si dejas que yo me preocupe por lo que es justo conmigo?- repuso Haldir, intranquilo por el curso que tomaba la conversación y que no era buena para la tranquilidad de Baldor.- Tú no vas a morir, no ahora al menos, y eso es todo. Todavía falta mucho para que seas viejo, de manera que nos ocuparemos de ese asunto cuando se presente, no antes.
- Pero...
- Pero, nada...- consciente que quizás estaba siendo un poco brusco, y eso se lo decían los ojos del muchacho que estaban poniéndose más brillantes que antes, volvió a besarlo, esta vez con más firmeza; para que se sintiese seguro en él.- Vas a curarte, con paciencia y esmero como dijo el sanador, y volverás a estar fuerte. Entonces nos ocuparemos del futuro... ¿De acuerdo?
Un poco resentido todavía por el reto, pero feliz, Baldor asintió. Tener el amor de Haldir era un regalo que no podía despreciar, porque había crecido bajo la sombra de Denethor. La presencia de su ex danna en su vida, le había llevado a pensar que un amor tan completo como el que tenía en esos momentos, nunca llegaría a presentarse en su existencia, pero ahí estaba.
La mirada amante de Haldir le decía que todo era cierto, que lo amaba tal como era, con su pasado a cuestas, con su mortalidad inclusive. La idea lo hizo sonreír y eso también alegró al elfo.
- Así está mejor... Eres hermoso cuando sonríes... Tengo hambre. ¿Qué opinas si voy a buscar algo y comemos juntos aquí?
- Está bien, lo que tú digas.
- Así me gusta, que seas mi geijin dócil y obediente y te dejes mimar. Descansa un poco, vuelvo pronto.
Con un último besito de despedida, Haldir salió de la habitación, dispuesto a traer alguna cosa que tentase el apetito exiguo del muchacho. Necesitaba alimentarse bien para sanar pronto.
Uno de los chambelanes de palacio lo encontró cuando regresaba con una bandeja en sus manos.
- Capitán Haldir, el Ministro Principal me ha enviado a buscarlo.
- ¿A mí? Qué extraño... ¿Te han dicho la causa?
- Al parecer dos comitivas, una proveniente de Rivendel y la otra de Lothlórien, han coincidido en su llegada a la ciudad. No los esperaban y necesitan su consejo.
Eso sí fue un motivo de asombro para el galadrim, porque era totalmente inesperado. No dudaba que en la comitiva proveniente de Rivendell, venía Lord Elrond, a buen seguro llamado por Arwen; pero la comitiva de Lothlórien lo desorientaba por completo.
- ¿Quiénes vienen en la comitiva de Lothlórien?
- La Dama más hermosa que se haya visto la Tierra Media, Capitán... – contestó un ruborizado chambelán, sin reflexionar sus palabras y agregó al punto.- Junto con su esposo.
- La Dama Galadriel y Celeborn... Está bien, dile al Primer Ministro que estaré con él tan pronto como pueda.
Con esa respuesta, el chambelán regresó por su camino y Haldir retomó el suyo. Iba a almorzar con Baldor de cualquier manera y luego iría a ver a la Dama de Lórien. Nada era más importante que su Baldor, pero no podía dejar de decirse que la presencia de esos dos notables elfos respondía a alguna causa muy especial y quiso pensar que la causa era Legolas, y no el hijo aún no nacido de Arwen.
(-o0o-)
Algún lugar de Cair Andros
- ¡Adelante!- ordenó Aragorn, sacando la cabeza de la carreta que habían preparado para el viaje.
Dentro, en un improvisado lecho, Legolas seguía todavía inconsciente; pero a pesar de ello, Aragorn no podía quedarse más tiempo en ese lugar. Intuía que incluso permanecer en ese sitio, influía sobre su amado y quería alejarlo de allí a como diese lugar.
Luego de una exhaustiva revisión, concluyó que el elfo no tenía heridas graves y eso lo motivó a ordenar la partida. La carreta era un poco vieja, pero una vez limpia fue acondicionada lo mejor posible para trasladar al herido. Junto a él, Aragorn vigilaba cada cambio y notaba que la tensión presente en los primeros momentos había cedido un poco pero ahora, cada vez que se acercaba a él, todavía sin conocimiento, Legolas se debatía para liberarse hasta liberarse, y luego se acurrucaba envolviéndose en las mantas.
Dolido por ese alejamiento, Aragorn se contentaba entonces con acariciar el cabello con la punta de sus dedos.
Por una de las aberturas de la carreta, miró hacia el camino que dejaba atrás.
En cuanto llegara a Minas Tirith, enviaría una partida de trabajadores para que derrumbasen ese lugar. Era un lugar maldito, donde su elfo había sufrido, los ecos de sus gritos habían rebotado una y otra vez en sus paredes, sus suelos de piedra recibieron la sangre de sus heridas, era un lugar detestable y no quería volver a verlo en toda su vida. Y sobre todo, no quería recordar que él había obsequiado ese lugar a Denethor.
Apretó los puños con furia y regresó al interior dispuesto a cumplir sus tareas de sanador. Dejó un beso leve sobre la frente fría y pálida antes de tomar su lugar en la cabecera del lecho.
- Resiste, amor... Te amo, Legolas, nunca lo olvides... Resiste...
TBC...
Notitas: De nuevo, sorry por la tardanza... Han escuchado hablar de los cierres anuales? Cierres Fiscales? No? No saben la fortuna que tienen... Grrr... Bueno, no me olvido de ustedes y me alegra mucho que tampoco me olviden. Besitos mil :- )
Reviews:
Ashura: Bueno, no sé si me saldrá otro capítulo tan largo como ése, porque era indispensable que cada uno de los hermanos desenrrollara su propia historia; tenían que estar disponibles para éste capitulo. Baldor sigue vivo porque ha tenido muchas peticiones para que así sea... Sé que Denethor merecía algo peor, pero alguien que hace todas esas cosas por la espalda, es un cobarde y quería que eso se viese hasta el final. Ahora Aragorn ha encontrado a Legolas y tiene la penosa tarea de curarlo y cuidarlo, pero el pobre elfito quedó muy traumado por todo lo que le sucedió en los últimos capítulos... Y ya ves quienes tienen que ayudar también en esa tarea. Tus ideas no andan muy lejos de la verdad jiji... No te diré más porque ya queda poco para que se desenreden trampas. Un besito!
Iona: Qué lindo, review largo para capítulo kilométrico!! Así que conseguí hacerte llorar con la muerte de Silmatar? Toy contenta... No por hacerte llorar, sino porque ya que todos le habían tomado mucha bronca a ese elfo, quise que al menos al final hiciera algo bueno. Elroy ya es feliz con su esposita. Con Imrahil... jeje... Yo no iba a dejar que ese humano hediondo le pusiese las manos encima al elfito, faltaba más. En cuanto a Grima, ni hablar, es un mentiroso y ladino... Yo no sé de dónde saca esas ideas ¬.¬... Y ahora queda el poechito Legolas, que tenía un destino lindo, junto a Aragorn, pero vino a meterse cierta elfa por el medio...Grr... Denethor ya no hará más daño, todavía queda Arwen en carrera, pero ya veremos cómo la quitamos del camino. Leggy necesitará mucha ayuda para recuperarse, y no solamente de Aragorn pero la ayuda viene en camino y no tardará. Un besote, gigante inmenso y así de agrade!!
Fedia: Gracias, en serio... Pero no creo que tengas nada que envidiar. Siempre me tuve por alguien con una buena redacción, pero por supuesto obtenida por el largo método del ensayo-error-corrección; y también con un léxico aceptable, con un buen conocimiento de las palabras, y al leer tu fic, me dí cuenta que tengo muchas cosas que arreglar todavía. Tu historia ha hecho que más de una vez tenga que recurrir a un diccionario a verificar si lo que yo tenía por una clara definición de una palabra no era errado, y más de una vez, comprobé que estaba equivocada. Así que ya ves... Creo que esto también sirve para ir aprendiendo de la calidad ajena :- ) Un gran beso...
Anya D: Hola!! Ays, sí lo que esos dos le hicieron al elfito fue muy malo, tanto que si bien lo imaginé y lo maquiné, me pareció que escribirlo era caer en una morbosidad sin sentido... Y hubiese tenido que usar expresiones muy groseras que en general no me gusta usar, pero hubiesen sido necesarias por que esos dos eran unos desgraciados ·"$#. Imrahil y Elroy ya están bien, y como verás, tienen que seguir haciendo algo más en el fic. Y bueno... la verdad es que el fic se me atrasó una semana más porque tuve un problemita en un ojo y eso me alejó un poco de la compu por unos cuantos días, pero ya estoy bien. Gracias por tu preocupación. No creo que agregue lo que esos dos hicieron con el pobre elfito, pero fue básicamente una repetición mucho más grosera, mucho más violenta y horrible de lo que ya había hecho Denethor. Muchos besitos!!
Azalea: Jajaja... No, porfis, no quiero morir joven... Así que me esconderé hasta que pasen esos deseos que ponen en peligro mi integridad física ) Denethor no molesta más, y el elfito ya está a salvo, pero ahora tiene otra lucha por delante, porque recuperarse será difícil. Espero que el final de esos dos tipejos te haya conformado, si Aragorn no los tortura, es porque es un buen hombre y sabe que eso no está bien... Pero no porque no tenga deseos de hacerlo. Arwen estaba segura que se había quitado a Legolas de encima, y que Aragorn ya era suyo, pero esta equivocada. Lamentablemente, todavía no pueden hacerle nada por el niño, pero ya veremos... No estará embarazada para siempre muejeje... Me encanta que al final todos compadecieran a Silmatar... y yo disfruté mucho con ese elfo, porque al principio, lo quisieron hasta que supieron qué tramaba; entonces lo odiaron y cuando me aseguré que lo odiaban mucho, mucho... ZAS! Resulta que hizo algo noble... jejeje... ¿A que se habian olvidado de Brego, no? Era mi as en la manga para complicarle la vida a Imrahil... Y si sirve para que te vengas a Argentina, estuvo bien, claro, si traes a Haldir contigo jeje. Así que ya sabes, puedes venir cuando quieras, elfito moso incluído (interesada yo? Nuuuu). Muchos besitos!!
Nina: Ya he arreglado la vida de Elroy, con su papi Thandruil, una linda esposa y un hijito en camino; y pese al Lengua de Serpiente, también Imrahil está feliz. Baldor se recupera gracias a ustedes, y mal que le pese a Arwen... Ahora todo convergirá en Minas Tirith, y llegarán las últimas etapas de este fic. Nos vemos! Kisses!!
Lahore: Jeje... supongo que quisiste escribir algo más, y por esos vericuetos y caprichosidades de internet, quedó solo eso, así igual, besitos por el intento de comentario!
Prince Legolas: Arfs, Quise darle a Denethor una muerte peor, pero eso hubiese implicado tal vez que Aragorn se pusiera al nivel de esa alimaña, y no quise eso... Aragorn está muy enojado pero no es así... (Lástima, el vejete lo merecía). Arwen cree que tiene todo arreglado con su bebé, pero lo único cierto de todo esto, es que ese bebé si es de Aragorn... Y eso no es suficiente. Saludines élficos!
Monce: Holitas!! Yo toy bien, gracias... Tapada de trabajo, pero bien ¬.¬... Los tres hermanitos tienen que luchar mucho por salir adelante. Elroy finalmente perdió a su amante (jeje... lloraste por el elfo traidor... consuelo: no fuiste la única, yo también snif). ¿Verdad que salió decidida la esposita de Elroy? Era por su bebé... y luego, es la prima de la bruja de Arwen... Algo de carácter tenía que tener. IIMI... ays, me gusta ese nombrecito ) también pasó cosas feítas, pero el lindo Eomer llegó a tiempo de despachar a ese sucio de Brego que era el cabo suelto que me quedaba por allí. Ahora mantendré a Arwen lejos de mi precioso Baldor, pero eso la acercará mucho al elfito... Snif, snif... todavía no puedo terminar con ella... Los altos señores elfos, Elrond, Galadriel y Celeborn han llegado y pronto se sumarán otros con los que ellos no cuentan. Bueno niña... cuando se terminen las clases, solo nos echarás la culpa a nosotras por tus pobres uñitas ;-P Besazos!!
