Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Ali, muchas gracias por revisar y corregir )

Capítulo

Algunas Verdades

Era el segundo día consecutivo que Haldir lo dejaba solo para atender a los recién llegados. Incluso sabiendo lo importante que era el asunto, Baldor no podía dejar de sentirse un poco abandonado. Mejor dicho, extrañaba la constante presencia del elfo a su lado y esperaba con muchas ansias el momento en que aquel podía librarse de sus deberes, porque sabía que de inmediato iba a verlo. Apenas la rubia cabellera aparecía en el umbral de la puerta, Baldor se sentía por completo feliz.

Por eso, cuando sin previo aviso, la puerta se abrió, sonrió esperando ver a Haldir, pero se asombró bastante cuando quien entró, fue uno de sus antiguos colegas del Barrio.

El muchacho, vestido de manera sencilla, pero sin duda a la usanza de los geijin, sonrió y le dedicó la reverencia acostumbrada a alguien de más jerarquía.

- ¿Seisuke...?- preguntó, todavía incrédulo.

- Baldor... ¡Qué alegría que estés bien...! ¿Puedo hacerte compañía unos momentos?

- Claro... Toma asiento...

Baldor le ofreció la silla donde siempre se acomodaba Haldir, y se quedó mirándolo por unos instantes.

- Sé que te asombra verme... Yo quería venir antes, cuando supe que te habían herido, pero la dueña de mi okiya no me lo permitía. Hoy tuve que decirle que venía a visitar a esa Arwen para que me dejaran en paz...

Esas explicaciones lastimaron un poco a Baldor, porque solo vinieron a confirmarle algo que ya sabía; que su presencia en el Barrio ya no era bien vista. Y no era que extrañara demasiado aquella vida, pero tenía conocidos y buenos amigos allí a los que era muy improbable que pudiera volver a ver a menos que los encontrase fuera del Barrio.

- Lo siento... No debiste mentir para venir...

- ¡Tonterías!- exclamó el muchacho, con un gesto impaciente.- Yo no creo en las idioteces que dicen por allí, y sé que los únicos que pierden al no admitirte de nuevo, son ellos... Ya sabes que la competencia y la envidia es moneda corriente, pero aunque les pese, eres el mejor geijin de Minas Tirith.

- Ya no. Y aunque me recupere, no volveré a eso.- dijo suavemente.

De forma casi inconsciente, el muchacho tomó con afecto la mano de Baldor y sonrió.

- Me alegro por ti... Y sé que muchos en el Barrio sólo te envidian, por eso se dedican a decir cosas horribles. Pero no les hagas caso, y sé feliz... Yo sé que ese Denethor era un perro rabioso, espero que esté bien lejos de aquí.

Tal vez por el hecho que Seisuke no preguntase nada, sino que se limitase a expresarle sus buenos deseos, Baldor le creyó.

- Siento no poder atenderte como mereces, Seisuke... Pero ya ves, apenas puedo moverme...

- No te preocupes, tampoco puedo quedarme mucho rato... Ja, cuando regrese, y les diga que estás bien, y muy feliz, les va a sangrar el hígado... Y yo estaré contento viéndolos morir de envidia...- de pronto, se puso serio y la siguiente pregunta no parecía tener relación con lo que venía hablando antes -. ¿Han sabido algo de Legolas...?

Baldor dudó antes de contestar. No quería esparcir rumores ni reafirmar falsos comentarios, que sabía, andaban circulando por ahí.

- Estoy preocupado por él...- continuó Seisuke, sin darse cuenta que no le habían contestado -. Esa elfa desgraciada que vivía con él, no podía ocultar la envidia que le tenía; no dudo que sea ella la que anda esparciendo esas blasfemias...

Una vez más, el silencio se interpuso entre ambos y en ese ínterin, Seisuke pareció recordar lo que había colocado en su regazo. Extendió la caja y la puso sobre la cama, cerca de las manos de Baldor.

- ¿Qué es esto?

- No lo sé muy bien. Hace varios días, Mamoru la tomó de las pertenencias de Arwen y la escondió en mi okiya. Puedes figurarte todo lo que le dije cuando la encontré... No quiero educar a un geijin ladrón, y le dejé en claro que otra cosa como ésta y dejaré de enseñarle.

- ¿Fue tu aprendiz el que la tomó...? ¿Para qué?

- Para vengarse. Arwen le hizo la vida imposible mucho tiempo, y solo quería hacerla rabiar. Me dijo que contenía cosas raras y bastantes joyas, pero no he querido ni siquiera abrirla. No gracias, no deseo tener nada que ver con esa mala criatura. Como sé que está instalada aquí, aproveché que venía a verte e iba a devolvérsela... Pero hay toda una convención de elfos aquí... Dioses, no pude acercarme, así que si no te molesta, puedo dejarla aquí...

- Bueno... Ella no es precisamente mi amiga, lo sabes...- musitó Baldor.

- Lo sé, así que si quieres arrojarla al fuego, por mí está bien... lo que sucede es que no podía dejarla en mi okiya, ni devolvérsela a la de ella sin exponer a Mamoru... Pobrecito, con el reto que le di, se le quitarán las ganas de estar tomando cosas ajenas.

- Está bien... Le pediré a Haldir que se la regrese. Yo tampoco quiero saber nada de ella.

- Estamos de acuerdo...

Como si lo hubiesen llamado, Haldir empujó la puerta y encontró a los dos jóvenes charlando. No lo esperaba, pero la expresión relajada en el rostro de Baldor, le indicó que la visita no era desagradable y se acercó al lecho. Para demostrar que no le importaba en absoluto cualquier cosa que hubiese dicho o hecho Baldor en el pasado, el elfo estiró la mano, acarició con suavidad la mejilla y tomándolo por el mentón, lo hizo girar un poco el rostro, sólo para poder depositar un beso tierno en los labios.

Después, con la marcial postura que lo caracterizaba, ejercitó una pequeña reverencia hacia el visitante, mientras ignoraba el suave rubor que en esos momentos ponía algo de color en las mejillas de Baldor.

- No sabía que tenías visita, amor...- comentó, como si fuese lo más natural del mundo, sentándose en la cama.

- Baldor no sabía que vendría a verlo- lo disculpó Seisuke -. Y a decir verdad, no puedo quedarme más tiempo... Me alegró mucho ver que está bien y contento.

Diciendo eso, Seisuke se puso de pie, y luego de los saludos acostumbrados, se dirigió a la puerta. Por educación y en parte por su natural galantería, Haldir estaba dispuesto a escoltarlo hasta la salida de palacio, pero el muchacho lo detuvo al llegar a la puerta.

- No se moleste, Capitán Haldir; puedo llegar solo a la salida... Espero que cuide muy bien de Baldor... Se ha llevado usted lo más valioso que tenía el Barrio.

- Lo sé, pero ahora veo que todavía quedan cosas hermosas y valiosas en ese sitio.

Sonrojado por el comentario, Seisuke hizo una precipitada reverencia antes de desaparecer.

- ¿Y desde cuando eres tan amable con mis amigos...?- fue la pregunta, en parte divertida, y en parte no tanto, de Baldor.

Haldir giró hacia él, sonriendo por adelantado.

- ¿Celoso...?

Baldor se mordió el labio inferior para no contestar, porque era cierto que ver al elfo tan galante con otro, le había picado un poquito.

- No tienes por qué estarlo...- comentó Haldir, sentándose de nuevo a su lado -. Tú eres absolutamente todo lo que yo quiero, pequeño...

Por unos instantes se dedicó a ser él quien mordisqueara con total deleite el labio algo maltratado del muchacho, antes de hundirse en el beso. Sólo después de unos momentos, cuando recordó que no debía alterar tanto a Baldor, lo dejó tomar aire y notó la caja situada algo más lejos.

- ¿Qué es esto, amor?

- El hermano menor de Seisuke la tomó de las pertenencias de Arwen antes que se instalase aquí. Seisuke la trajo para devolvérsela pero no pudo verla, así que la dejó aquí...

- No me gusta que haya cosas de ella aquí- comentó Haldir, a quien no le había causado ningún regocijo escuchar el nombre de Arwen -. ¿Qué contiene?

- No lo sé. Seisuke no la abrió... Y bueno, yo iba a ver qué había dentro en cuanto él se fuese...

- No lo harás- dijo en forma terminante -. No quiero que tengas contacto con nada de lo que le pertenezca. No me interesa saber qué hay dentro de ella, y estaré más tranquilo sabiendo que no estás involucrado en nada de eso... ¿De acuerdo...?

Tomó la caja y la colocó sobre uno de los muebles de la habitación. Baldor, que jamás había visto al elfo tan serio y terminante, asintió obedientemente, dispuesto a olvidarse de esa caja con tal de no enojar a su amado.

(-o0o-)

Después de oír las explicaciones que su hija le dio para la situación en que estaba, Elrond insistió en proceder a una revisión para asegurarse que madre e hijo estuviesen en buenas condiciones. Luego de constatar ese hecho, le informó concisamente que instruiría una comadrona para que la ayudase en el futuro.

Paseando en el silencio de las habitaciones que le asignaron, el elfo repasaba una y otra vez todo lo que había escuchado, sopesando las palabras de su hija con lo que él mismo conocía de Aragorn. No comprendía que no estuviese allí para recibirlo, no comprendía que hubiese dejado sola a su hija rodeada de extraños y un hijo en camino. La situación que había requerido su partida debió ser realmente urgente.

"Estel... Te eduqué con mis hijos, te di techo y mi corazón de padre... Me resisto a creer que pudieses obrar en la forma en que Arwen me dice, pero las consecuencias están a la vista y no es posible cerrar los ojos a esta evidencia. ¿Por qué entonces algo en mi interior grita que hay más de lo que puede observarse a simple vista...? No lo sé, no lo sé... Elbereth, necesito sabiduría, porque la hija de mi sangre y un hijo de mi corazón pueden salir lastimados con una mala decisión... Sin mencionar la criatura que viene en camino..."

Así pensaba Elrond sin dar sosiego a su mente ni por un momento, y hubiese querido interrogar al elfo de Lórien acerca de todo ese asunto, pero el galadrim era escurridizo y parecía que en cuanto dejaban de observarlo, se escabullía de las reuniones y desaparecía.

La presencia de Galadriel y Celeborn tampoco ayudaba a aclarar sus ideas, pese a que apenas había cruzado con ellos algunas palabras cuando las comitivas se encontraron. La Dama y su esposo, permanecían en el pabellón apartado que les habían asignado, y tomaban sus alimentos por separado como si no quisieran tomar más contacto que el necesario e imprescindible.

"El destino es extraño, Estel... Nunca conociste a Arwen en Rivendel. Cuidadosamente planeaba yo sus visitas para que no coincidieran con las tuyas y bastantes esfuerzos pasé para eso. No porque te considerase indigno, sino porque eras joven y sin experiencia. Y sabiendo el destino de grandeza y el trono que te esperaba, te envié a que te convirtieses en un hombre sabio, valiente y fuerte... Cuando la Dama de Lorien me indicó que enviase aquí a Arwen, pensé que por fin el destino de ambos era unirse... No lo entiendo... ¿Qué desvió tu atención de ella?"

En esas cavilaciones seguía el Señor de Rivendel cuando uno de sus elfos se presentó en sus habitaciones para avisarle que el rey había regresado.

(-o0o-)

Aragorn abrió de par en par los amplios ventanales de la habitación que daban a los jardines de palacio. El aroma fragante de los árboles, la brisa fresca y la luz de la tarde entraron en el recinto. Era la mejor habitación del palacio, porque su ubicación le permitía iluminación natural tanto por la mañana como por la tarde.

En cuanto arribó al palacio, pidió ver a Haldir. Aquel acudió rápidamente y ambos se pusieron al tanto de las últimas novedades. El saber que su padre adoptivo se encontraba allí no asombró tanto a Aragorn como saber que la Dama de Lórien también estaba. Y sin embargo, no envió por ninguno de ellos, porque de momento sólo una cosa ocupaba su atención.

Tomó la camisa y se acercó a la cama donde yacía Legolas.

- Yo sé que no te gusta que te toque, amor... Pero no quiero que estés desnudo...- explicó, mientras se inclinaba sobre él para empezar a ponerle la prenda.

Tuvo que luchar un poco, pero al final, consiguió vestirlo y con todo cariño terminó de acomodarlo.

- ¿Ya ves...? Así estás hermoso y todos los elfos que han venido a la ciudad querrán conocerte, y ver quien es el dueño de mi corazón...

Posiblemente, lo que más le dolía, era no obtener respuestas en todo lo que le decía. Aragorn se pasaba horas hablándole; quería, necesitaba creer que Legolas lo escuchaba, y que sólo estaba esperando para contestarle, pero era muy duro para él, ver inexpresivo y distante el rostro que tanto amaba. Se sentó a su lado y pese a la pequeña resistencia inicial, consiguió mantener la mano blanca y fina entre las suyas.

- ¿Sabes algo, amor...? Hace bastante tiempo, alguien me dijo que no tomaría esposa ni que me ligaría a ninguna mujer en promesa de matrimonio, hasta que llegase la hora. Era un elfo sabio, supo ver mucho más allá de lo que yo veía en ese momento...

Sin meditar, solamente sintiendo lo que hacía, se arrodilló al lado del lecho, quitó de su mano un anillo, la única joya que usaba y lo deslizó en uno de los delgados dedos del elfo.

- Éste es el Anillo de Barahir, Legolas... Quiero que lo tengas, junto con la promesa que te hace mi corazón porque sé que ha llegado el momento. Te juro, Legolas, que no me ligaré en matrimonio ni nada similar a nadie que no seas tú. No quiero a nadie más que a ti a mi lado... Si alguien ha de acompañarme en esta vida, quiero que seas tú. Yo sé que si pudieses contestarme, sonreirías y aceptarías... Lo sé...

Guardó silencio por unos instantes, con la esperanza que los azules ojos se abriesen y lo mirasen con el amor y la ternura que siempre lo hacían, esperando oír su voz clara y suave; pero nada de eso sucedió.

Con un suspiro resignado, Aragorn besó los dedos, se irguió y acarició apenas la boca amada con sus propios labios, con pleno conocimiento que un contacto más duradero sólo conseguía alterar al elfo.

Pensó en la tarea que todavía tenía por delante. Enfrentar a Lord Elrond y posiblemente también a la Dama de Lórien. Apenas un vistazo al elfo rubio que continuaba inconsciente, le dio toda la fuerza que necesitaba para enfrentar a todo un ejército de elfos si hubiese hecho falta.

(-o0o-)

Galadriel se sentía tan fuera de lugar en ese sitio cerrado y lleno de mortales, que por momentos tenía muchos deseos de regresar a su amado bosque y olvidar la ingrata tarea que los había llevado allí. Ciertamente, salir de Lórien no era uno de sus planes, y las razones por las cuales debió hacerlo, eran peores todavía.

Las últimas imágenes que flotaron en el Espejo, la dejaron horrorizada y estática. De todas las posibles consecuencias del comportamiento de su nieta, jamás llegó a considerar las que efectivamente tenían lugar en ese momento. Simplemente para llegar a ellas, había tenido que ocurrir un comportamiento previo demasiado indigno y por supuesto, al estar ligadas a acciones que todavía no se habían llevado a cabo, el Espejo las había mostrado de manera difusa y borrosa.

Desde un alto mirador, la Dama contempló la llegada de Aragorn, el grupo de guerreros y la carreta. Sabía quien venía dentro y tuvo compasión por la pobre criatura cuyo único error había sido interponerse en los deseos de otro.

Iba a resultar muy duro mediar en ese conflicto. La lealtad a su familia tiraba de su voluntad, pero las injusticias cometidas eran demasiadas como para ignorarlas, dos inocentes podían pagar una mala decisión.

Antes de poder arrepentirse, llamó a uno de los elfos que los acompañaban y lo envió a solicitar una reunión con el rey.

(-o0o-)

Aragorn se irguió en su sillón. Frente a él, en el silencio del salón, tenía el rostro pétreo de Elrond y justo a su lado, la belleza fría de la Dama de Lórien.

"Perfecto... Es un alivio que los ancestros de Arwen ya hayan partido a Valinor, sino, también los tendría aquí, reclamándome..." pensó Aragorn, un poco desesperanzado, pero el recuerdo de Legolas, que esperaba en su habitación, le dio nuevos bríos.

- No, padre... Yo no supe que era tu hija hasta después del mizuage.- reiteró.

- ¿El... miz...?

El tono y el rostro evidenciaban que el alto elfo no comprendía. Con algo de paciencia, y sin poder evitar un cierto rubor, Aragorn procedió a explicarle en qué consistía el asunto del mizuage.

- ¿Y oficiaste esa bárbara ceremonia con ella?

- No es una ceremonia bárbara, es una tradición establecida en el sitio al cual tú la enviaste. Tal vez hubiese sido buena idea que te informases sobre las costumbres locales antes de enviarla a un lugar determinado. Y es un derecho del rey.

Pese a que las palabras habían sido pronunciadas con respeto, también tenían un tono claro de reproche. Elrond acusó recibo del mismo y Aragorn continuó:

- No consigo explicarme las razones por las cuales nunca me hablaste de Arwen, pero en última instancia, no tiene importancia... Supongo que tenías reservado para ella algún destino mejor que yo.

- No puedo imaginarme un destino mejor para Arwen que tú. Si no te hablé de ella antes, fue porque eras demasiado joven... Necesitabas madurar...

- Está bien, aceptaré eso, por ahora; pero de cualquier modo, el haber oficiado su mizuage, no implica que debo convertirme en su esposo. Ni entre hombres ni entre elfos existe ley alguna que obligue a un hombre a desposar a alguien solo porque ha tomado su virginidad.

- Supongo que te das cuenta lo que dices... 'Tomaste' su virginidad, y ahora tendrá a tu hijo.

- Son dos temas diferentes, padre. 'Tomé' lo que me fue ofrecido, no lo arrebaté ni lo violenté. Y si haces las cuentas correctamente, te darás cuenta que el embarazo de Arwen no procede de su mizuage, sino que es posterior. Lo cual haría que yo estuviese en mi perfecto derecho a sospechar...

- Ten cuidado, Estel... Te quiero como a un hijo, pero no consentiré que insultes el buen nombre de mi hija.

Consciente de pronto que debía tener mucho más tacto, Aragorn tuvo la decencia de enrojecer un poco por el reto, pero no cedió. No podía permitirse ser débil. Serlo, podía implicar perder lo que más amaba en el mundo.

- No renegaré de mi hijo. Arwen juró que ese bebé es mío, y no creo que sea capaz de hacer un tal juramento sobre bases falsas. Pero no me casaré con ella.

- Tal vez debiste pensar en las consecuencias antes de... ¿Tienen algún nombre especial para esa 'otra' ceremonia?

El sarcasmo no pasó desapercibido, y Aragorn volvió a perder la paciencia.

- Creo que sí. Le llaman 'Aprovéchate Del Rey Que Esta Noche Está Ebrio Como Una Cuba'.

Elrond se quedó sin palabras y Galadriel que hasta el momento había permanecido en silencio ahogó un ligero gemido; pero ninguno de los dos pudo cultar el perfecto asombro al escuchar eso. El primero en reaccionar fue, lógicamente, Elrond y casi se aprestaba a una calurosa defensa de su hija, pero Aragorn se adelantó.

- Lamento que Arwen haya 'olvidado' hacer mención a ese pequeño detalle, padre... Y realmente lamento ser yo quien tenga que exponerlo, pero tarde o temprano debía salir a la luz; y yo prefiero que sea temprano. Sé que mi comportamiento no fue ejemplar ni digno de imitación, pero no voy a pagar una eternidad de desdicha por un error del que ni siquiera tuve conciencia.

- Pero cuyas consecuencias ya están en camino. ¿Acaso piensas también proceder como los salvajes mortales que te rodean y terminar con una vida que aún no ha visto la luz de Anar?

- No creo haber hecho jamás algo que te lleve a pensar que soy capaz de algo tan bajo...- comentó Aragorn, claramente herido -. Sin embargo, ya te lo dije. No quiero renegar de mi hijo.

- ¿Entonces por qué...?

- Pero no me casaré con ella- repuso, terco.

- ¿Sería tan difícil eso, Aragorn...? Muchos matrimonios son arreglados y con el tiempo y el conocimiento llegan a buen término- insistió Elrond, pensando en la sobrina que había enviado a Mirkwood y ansiando que sus palabras fuesen ciertas, al menos para ella.

- No la amo- soltó al final harto de esa situación.

- Es al elfo rubio que trajiste contigo al que amas...- murmuró Elrond, y muchas cosas tuvieron sentido entonces.

- Estel... ¿Nunca tuviste dudas acerca de la elección de tu corazón?- preguntó Galadriel, por primera vez.

- Al principio...- admitió Aragorn -. Al principio, realmente creí que Arwen era la indicada. Y no porque supiera que perteneciera a alguna noble familia de elfos... Luego del mizuage... No sé... Sentí que algo no estaba bien...

Se quedó en silencio un momento, recordando ese momento; el momento luego del mizuage. La noche había tenido el indiscutible encanto de probar un manjar donde nadie se había posado antes, pero le faltaba calidez. No tuvo que presionar para que el recuerdo de la primera noche con Legolas aflorase al instante. Tal vez no había sido el primero allí, pero nada podía reemplazar la tibia sensación del amor compartido.

- Cuando conocí a Legolas, fue distinto... Él es hermoso, por fuera y por dentro...

Consciente que estaba revelando muchos de sus sentimientos, Aragorn se detuvo. No quería exponer ante ellos lo que sentía por Legolas. Al menos no quería mezclarlo en el asunto de su hijo a menos que fuese totalmente necesario.

- Por supuesto, no planeo desamparar a Arwen, ni desconocer a mi hijo; pero necesito que acepten una cosa: Yo no puedo unir mi vida por toda la eternidad con alguien a quien no amo. No sería justo con ella, conmigo y muchísimo menos con quien merece todo mi amor, porque sería en última instancia el único en sufrir las consecuencias. No espero que comprendan, pero sí que acepten mis decisiones en este aspecto. Ahora, si me disculpan, tengo otros asuntos por atender también antes de poder ir a descansar.

Con esas palabras, se puso de pie, saludó con el respeto conveniente a su padre adoptivo, a la Dama de Lórien y salió del salón rumbo a las habitaciones del elfo.

Ningún asunto era más importante que asegurarse que Legolas estuviese bien.

(-o0o-)

"Definitivamente, en Minas Tirith hay más elfos que en todo el resto de la Tierra Media..." pensó Aragorn, mientras se vestía de forma conveniente con toda rapidez.

Luego de atender los asuntos del reino que no pudiesen ser postergados, Aragorn pasaba el tiempo en la habitación de Legolas, comía allí, se aseguraba de alimentarlo y eso era todo un logro; porque como el elfo seguía sin recuperar el conocimiento, el alimento no podía ser menos que líquido o en un estado muy similar a eso.

Estaba en eso, cuando uno de los chambelanes se presentó para anunciarle que otra inesperada comitiva de elfos, esta vez provenientes del lejano Bosque Negro, solicitaba una entrevista urgente con el soberano de Gondor. Pero una cosa era que una comitiva de elfos solicitara una entrevista y otra muy distinta era saber que era el propio rey de Mirkwood el que aguardaba en su salón de recepciones.

Considerando la rapidez con que tuvo que prepararse, Aragorn decidió que no podía presentar mejor aspecto, se hizo anunciar y entró en el salón.

Lo primero que captaron sus ojos, fue al elfo imponente y con evidente aire de autoridad que esperaba y que saludó con displicencia pese a la preocupación que él pudo captar detrás de la máscara del soberano.

- Mis respetos, Majestad, Thandruill, hijo de Orophin, soberano de Bosque Negro.- saludó Aragorn, sorprendiendo al rey elfo al dirigirse a él en un élfico tan bueno como si fuese su lengua natal.- Lamento si mi aspecto no es el mejor, pero no recibí noticia alguna que me hiciese esperar tal visita... Tal vez algún descuido de mis chambelanes...

- No, rey Elessar, no hubo tal anticipo. Mi visita es inesperada y me temo, desesperada. Decidí recurrir aquí como medida extrema, ya que esta ciudad es grande y necesitaré ayuda para encontrar a quien busco.

Instándole a que se pusiese cómodo, Aragorn le indicó un sillón y él mismo tomó asiento cerca.

Un poco asombrado por la informalidad de la recepción, Thandruil tomó asiento, y al mismo tiempo se sintió algo reconfortado al darse cuenta que el mortal con quien trataba parecía tener buena predisposición a prestarle ayuda.

- Estoy buscando a un elfo que debe haber llegado a esta ciudad hace ya algún tiempo. Iba dirigido a un lugar que no conozco, pero creo que le llaman 'Barrio de los Cerezos'... Antes de iniciar una desatinada búsqueda en un lugar que me es desconocido, me pareció prudente recurrir aquí.

Las palabras del elfo pusieron a Aragorn en alerta. Buscaban a Legolas, y el que lo buscaba no era otro que el mismo rey de Bosque Negro. Pese a la sorpresa, trató de mantenerse lo más indiferente posible.

- ¿Puedo saber las razones de su búsqueda, Majestad? No es común que un monarca salga de sus dominios en una tal búsqueda a menos que las razones sean por demás importantes o urgentes.

- Tengo poderosas razones para pensar que este elfo está en peligro de muerte, o mal herido...

- ¿Cómo...?- Aragorn no pudo evitar interrumpirlo, ante el absoluto asombro por lo que oía -. ¿Cómo supo eso?

En esos momentos, Thandruil se dio cuenta que explicar sus razones, o los motivos que lo habían llevado hasta allí, eran mucho más difíciles de lo que había pensado; y decidió que era mejor mostrarle, al menos una parte.

- Es difícil de explicar, Majestad... Pero tal vez, al ver sea más fácil la comprensión- se puso de pie y fue hasta la puerta, la abrió e hizo una señal para que otros se acercasen.

Iba a comenzar a intentar una explicación cuando Imrahil y Elroy entraron al salón, pero se detuvo al ver que el rostro del soberano de Gondor estaba prácticamente demudado.

Jamás Aragorn hubiese estado preparado para la visión que entró en su salón de audiencias. Apenas la puerta se abrió supuso que entraría algún otro elfo, pero no imaginó nunca que serían dos, y que esos dos, eran en muchos aspectos, una réplica similar a Legolas.

El que entró primero, vestía a la usanza de los Jinetes de la Marca y el segundo, llevaba las ropas tradicionales de los elfos de Bosque Negro. Pero era la similitud de los rostros lo que hacía que Aragorn no pudiese despegar la vista de ellos.

El Jinete llevaba el cabello sujeto hacia atrás, en un estilo que Aragorn había visto usar a Eomer, pero aún así se veía de un tono rubio cobrizo bastante subido, muy parecido al del rey Thandruil. Los ojos grises lo enfocaron con la misma limpia mirada con que Legolas lo hacía, pero la mandíbula tenía contornos un poco más fuertes.

La tiara sobre la frente del segundo elfo, daba clara cuenta del parentesco y la categoría real de éste. El cabello lacio, caía hasta por debajo de la línea de los hombros, en un dorado que era como la miel, casi del mismo tono que los ojos. Éstos, sin embargo, tenían una expresión de mando que era muy similar a la del soberano de Mirkwood.

- Estos son dos de mis hijos, Rey Elessar... Imrahil y Elroy... – Thandruil no sabía muy bien si seguir explicando o no, porque el hombre frente a él no quitaba los ojos de encima de sus hijos.

Como si los conociera, como si los hubiese visto antes.

Las últimas palabras llegaron en forma algo difusa a la mente de Aragorn que intentaba procesarlas sin poder retirar la vista de esos rostros tan dolorosamente parecidos al que lo esperaba, inmóvil y lejano en una de las habitaciones del palacio. Sabía que esa observación tan descarada podía estar molestando a sus invitados, pero no podía evitarlo, como tampoco podía poner en palabras todo lo que su mente empezaba a comprender en esos momentos.

"Hijos..." repitió Aragorn para sí mismo. "Hijos del rey Thandruil. Hijos. Príncipes, y tan parecidos a Legolas..."

- Mi tercer hijo debió llegar aquí hace tiempo-. decía en esos momentos el rey elfo.

Mientras tanto, Aragorn había abandonado su asiento y se acercaba más a los dos elfos jóvenes, sólo para constatar que sus ojos no lo engañaban. Y cuando estuvo junto a ellos, el nombre rodó fuera de sus labios, sin que pudiese evitarlo.

- ¿Legolas...?- murmuró.

Imrahil, que era quien estaba más cerca, se acercó al escucharlo.

- ¿Conoces a mi hermano? ¿Lo has visto? ¿Sabes donde está...? Por favor, Majestad... Sabemos que está en peligro, lo hemos sentido... Si sabes dónde está, por favor dinos cómo encontrarlo...

"Elbereth... Hasta la voz es parecida..."

- Por favor...- intervino Elroy, causando una nueva conmoción interna en Aragorn- Mi hermano está desesperado... Quiere morir, y no podemos dejar que eso pase.

- ¿Morir? ¿Legolas quiere morir?- la pregunta fue casi un grito que incluso alertó un poco a Thandruil-. No... Él no puede morir...

La intuición que esos dos elfos tal vez podrían lograr lo que él no había podido, le hizo tomar una repentina resolución y no se detuvo a meditarla. Su corazón le gritaba que estaba en lo correcto, de modo que, tomando el brazo de Elroy, casi lo arrastró hacia la puerta.

- Vamos. Legolas está aquí.

No hizo falta ninguna otra cosa para que lo siguieran a través de los salones y corredores que los llevaban hacia el ala de las habitaciones reales.

Aragorn se detuvo frente a la puerta, antes de abrir.

- Entiendan esto, por favor... Legolas fue tomado prisionero por enemigos de Gondor, lo maltrataron, lo lastimaron mucho... Y pese a todo mi amor por él, no he podido despertarlo... Pongo en ustedes toda mi esperanza...- dijo, franqueándoles la entrada.

Ni Aragorn ni Thandruil podrían comprender ni captar la terrible angustia de los dos elfos al contemplar a Legolas.

En esos pocos días, las curaciones de Aragorn, más la natural habilidad élfica para sanar, habían difuminado los oscuros golpes que ensombrecían el rostro, pero todavía quedaban algunos rastros violáceos en uno de los pómulos. El corte en uno de los labios ya casi estaba desapareciendo, y apenas algunas aureolas rojizas se vislumbraban a través del cuello de la camisa que Aragorn colocara cuidadosamente al elfo.

Sin embargo, el aspecto de las muñecas todavía era lastimoso, y ninguno de los dos elfos quiso saber qué ocultaba la manta que cubría el resto del cuerpo. No lo necesitaban. Difusos, lejanos pero imposibles de ignorar, los ecos de los dolores pasados hacían mella también en ellos.

Imrahil se arrodilló a un lado de la cama y con dedos temblorosos rozó la mejilla de su hermano mientras Elroy se ubicaba del otro lado y tomaba con cautela la mano menos lastimada. De pie, todavía junto a la puerta, Thandruil no podía quitar la vista de la cama.

Cuando tomó la decisión de aceptar las leyes que imponían la separación de sus hijos, Thandruil jamás pensó que podía terminar así.

Tal como Elroy había predicho, Imrahil estaba al tanto de la situación, se habían encontrado en las llanuras de Anorien. O tal vez lo correcto hubiese sido decir que Imrahil los estaba esperando allí, completamente seguro que iban a aparecer.

Conocer las penurias que había pasado ese hijo en las llanuras de Rohan, ya había sido un duro golpe a la conciencia del buen Thandruil, y lo único que le había dado un cierto alivio, fue saber que la vida de Imrahil ya tenía un rumbo claro y un futuro de felicidad pese a todas las desdichas y peligros pasados.

Ver a Legolas en ese estado era demasiado. Nunca iba a perdonarse haberlos abandonado así, nunca iba a disculparse por haber dejado que su sentido del deber fuese más fuerte que su amor de padre. En silencio, juró ante sí mismo que si Imrahil y Elroy conseguían regresar a Legolas, no iba a permitir que nadie volviese a lastimar a sus hijos.

Y si llegaba a descubrir que ese mortal había tenido que ver en todo eso, que se preparase Gondor para quedarse sin rey, porque no habría lugar en la Tierra Media donde ese hombre pudiera esconderse de la ira de Thandruil.

Pero todo eso quedó a un lado, mientras escuchaba a sus dos hijos, murmurando en esa especie de dialecto rápido que usaban entre ellos cuando eran elfitos traviesos y correteaban alborotando por los pasillos del palacio. Susurros suaves como el viento entre las hojas, susurros de amor fraterno que intentaban cruzar las barreras que se habían erigido para protección.

Pasaron largos minutos, y sin darse cuenta, Aragorn también murmuraba desde lejos, como un ruego, una plegaria casi silenciosa.

- Por favor, amor... Despierta... No me dejes, no puedes desear la muerte. Regresa conmigo- y lo repetía con la garganta apretada de dolor, apretando los puños con tanta fuerza que casi se lastimaba a sí mismo.

Incapaz de contener su pena, Elroy escuchó también esa letanía, y levantó la vista hacia el hombre que recién terminaba de conocer, pero habló guiado por instinto, más que por otra cosa.

- No lo llames desde lejos... Si lo amas tanto, ayúdanos a traerlo.

Sin saber demasiado qué era lo que estaban pidiéndole, Aragorn se acercó hasta donde estaba Elroy y puso sus manos sobre las del elfo cubriendo tanto la de Legolas como la de Elroy. Buscó en su interior algo para decir, un llamado que pudiese igualar al de esos hermanos que habían cruzado tanta distancia por la necesidad de encontrarlo; y lo que encontró fueron apenas pocas palabras, pero que salieron desde el fondo de su alma.

- Te amo... Regresa, conmigo por favor.

Y como todas las palabras que salen del corazón, llegan al corazón; fue ese llamado múltiple lo que finalmente alejó a Legolas del borde del abismo en el que se había quedado, suspendido y expectante.

El profundo jadeo con que la conciencia regresó al elfo fue tan repentino y brusco, que Aragorn dio un paso atrás, sorprendido pero a la vez maravillado al ver los párpados abrirse muy suavemente, y el azul que tanto amaba, asomarse entre ellos.

(-o0o-)

La sensación de ternura y tibieza se había extendido a través de su inconsciencia, rodeándolo, apartándolo de ese sitio peligroso donde se hallaba, y con suavidad fue llevándolo lejos, de regreso; y de pronto, un sentimiento más lo alcanzó con demasiada fuerza como para resistirse. Era tan cálido y envolvente, tan protector y Legolas se sentía tan reconfortado que no puso más reparos y se dejó guiar.

No esperaba abrir los ojos y luego de que las formas tomaran contornos definidos, mucho menos esperó ver las dos rubias cabezas inclinadas hacia él. Tardó un poco en comprender quienes eran, y cuando lo hizo, la emoción le impidió hablar. Solamente atinó a alzar las manos para poder tocarlos y verificar que no era un sueño, que no era otra de las visiones que lo asaltaban en su mundo gris.

Durante largos minutos, los tres elfos jóvenes permanecieron abrazados en silencio, como si no necesitasen palabras para comunicarse.

Un par de pasos más lejos, Aragorn contemplaba la escena ansiando poder compartir ese abrazo, poder sumarse a esa emoción, pero comprendió que en ese momento, Legolas necesitaba a su familia. Seguramente se había sentido desarraigado y solo por demasiado tiempo, y tenía que recuperar el tiempo perdido.

Retrocedió en silencio, y sus espaldas toparon con algo. Al girar encontró la mirada de hielo del padre elfo.

- Necesitaré explicaciones acerca del estado de mi hijo, rey Elessar...

- Tendrá todas las que necesite, Majestad; o al menos todas las que yo pueda brindarle... Ahora seguramente tendrá mucho por hablar con Legolas.

- Príncipe Legolas- puntualizó Thandruil implacable.

- Sí...- murmuró Aragorn al tiempo que asentía -. Príncipe Legolas.

De pronto, muchas cosas del comportamiento de su elfo cobraron sentido y estuvieron perfectamente justificadas. No podía explicarse el por qué de su alejamiento de Mirkwood, pero con seguridad, ya tendría las explicaciones necesarias.

Salió de la habitación dejando a los cuatro elfos en paz. Mientras tanto, él intentaría poner en orden sus pensamientos, y trataría de asimilar la nueva e inesperada situación.

(-o0o-)

Thandruil se detuvo en el medio del corredor del palacio, y los elfos que lo escoltaban algunos pasos atrás, se detuvieron también a la espera de la decisión del monarca.

Pero el rey elfo no tenía nada que decidir, y más bien intentaba sosegarse.

Apenas unos minutos atrás había mantenido una larga conversación con el rey de Gondor y durante la misma se enteró de muchas de las circunstancias por las que había cruzado su hijo desde su llegada a la ciudad. La narración de los últimos acontecimientos, se llevó a cabo en medio de un silencio tenso, y los murmullos mortificados de Aragorn, que hubiese querido no ser él quien diese semejantes noticias. Sin embargo, prefería que Thandruil se enterase por su intermedio y no por las cosas que seguramente oiría en los días siguientes.

La mirada de Thandruil recorrió el corredor que todavía tenía frente a sí, preguntándose cómo había sido posible que su hijo se habituase a ese medio, y cómo él le había permitido marcharse de su lado sin estar mejor enterado de las cosas que le esperaban. Respirando profundamente, continuó su camino hacia las habitaciones que ocupaba su hijo.

El día anterior al despertar, Legolas apenas consiguió murmurar algunas palabras, un poco incoherentes, pensando tal vez que lo que en esos momentos tenía frente a sí, era otra de sus visiones. Thandruil recordó cómo había adelantado las manos hacia sus hermanos, tratando de cerciorarse que en verdad estaban allí, y cómo al constatarlo, los tres se quedaron abrazados y juntos, durante mucho, mucho tiempo.

Como cuando eran pequeños, los tres se habían acomodado en la misma cama, uno al lado del otro, cerca, sin separarse ni por un momento, como si todo ese tiempo de alejamiento tuviese que ser subsanado de algún modo; y el único modo parecía ser esa cercanía que el elfo, tan lastimado en cuerpo y alma, necesitaba con mucha urgencia.

Fueron Elroy e Imrahil los que se encargaron de ayudarlo a comer, y lo levantaron para asearlo mientras Thandruil observaba desde lejos, estremecido por la comunicación que a veces fluía entre ellos en susurros rapidísimos, en ese lenguaje que solo ellos entendían.

Cuando abrió la puerta de la habitación, se asombró al oír la risa suave de Elroy y al entrar, descubrió que entre los dos elfos habían conseguido que Legolas se recuperase bastante.

Estaba muy pálido, bastante delgado, y algunas sombras oscuras rodeaban los ojos azules, pero una ligera sonrisa parecía iluminar el rostro mientras intentaba alejar a Imrahil que en esos momentos trataba de quitarle la camisa para cambiarlo.

- Mira Ada... Legolas ya está mejorando...- dijo Elroy, contento.

Sentir la penetrante mirada de su adar recorriéndolo, desvaneció de a poco la sonrisa de Legolas.

Al verlo aparecer así, tan serio, tan concentrado, las palabras terminantes e hirientes de sus delirios retumbaron con fuerza dentro de su mente. El recuerdo de su ada, en las salas de audiencia, dictando sentencias, volvió a él porque le pareció ver la misma mirada severa y orgullosa que había creído ver en sus delirios.

- Por favor, hijos... Necesito hablar a solas con Legolas.

Ese pedido tampoco tranquilizó al elfo, que sin darse cuenta, casi temblaba bajo esa mirada penetrante que no se apartaba de su rostro ni un instante.

Conscientes de la intranquilidad de su hermano, Elroy pareció acercarse más a él y de forma algo automática, Imrahil se acercó a su padre, casi interponiéndose entre ellos. Tal vez la actitud fuese excesivamente defensiva, pero Thandruil no dejó de notarlo.

- Por favor- reiteró, imprimiendo sin embargo en su voz esa característica de mando que incluso sus hijos sabían reconocer.

Un pedido que solo por ser dirigido a ellos, estaba algo atemperado por un tono suave pero que continuaba danzando en la fina línea del mandato real.

Thandruil captó la mirada que cruzaron Imrahil y Elroy tratando de calmar a Legolas, y luego se alejaron del lecho, cruzaron la estancia y salieron. El elfo rey estaba seguro que no irían ni medio centímetro más lejos de esa puerta cerrada.

Sentado en el lecho, Legolas trataba de serenarse, de decirse que las cosas no eran como él recordaba, que su ada lo quería y no le diría las terribles palabras que recordaba. Pero lo cierto era que temblaba como nunca antes, porque tenía pavor que su padre rompiese el silencio en el cual se acercaba, y las frases que tanto lo habían lastimado, se convirtiesen en realidad.

Y en los ojos grises de su padre vio también que él sabía. Seguramente habría hablado con Aragorn o con alguien más, y le habrían puesto al tanto de lo sucedido. Entonces sintió que la vergüenza lo embargaba y hubiese querido con toda su alma volver a aquella inconsciencia donde se sentía a salvo.

Thandruil se sentó a su lado, sin dejar de mirarlo intensamente por eso, vio los azules ojos llenarse de lágrimas, y también comprendió las razones de ese temblor que no conseguía dominar.

- Ada... yo...

Legolas necesitaba intentar una explicación aunque no se le ocurriese ninguna buena en esos momentos, pero al menos tenía que tratar de buscar su voz.

- Shhh...

La mano de Thandruil se adelantó y los dedos recorrieron el pómulo donde una marca violácea estaba terminando de esfumarse en esos momentos.

- Ojalá algún día puedan perdonarme- murmuró el rey elfo sin dejar de acariciar la mejilla.

Eso, sin lugar a dudas, era algo que Legolas no esperaba oír, y por ello simplemente se quedó sin palabras. Por eso, Thandruil siguió hablando.

- Creí que ser rey significaba seguir siempre las reglas, cumplir las leyes al pie de la letra, y por eso consentí muchas cosas que atentaban contra mis sentimientos. Los separé entre ustedes y de mí, cuando mi corazón me decía a gritos que no era lo mejor. Casé a Elroy contra su voluntad, empujé a Imrahil a vivir una vida que detestaba y te envíe a ti a atravesar todos estos sufrimientos que casi te acarrean la muerte... Algunas leyes no deben ser obedecidas... Pero debían pasar muchos años, el tiempo de muchas vidas de un hombre para que yo finalmente pudiese comprenderlo.

Lentamente, el alocado ritmo del corazón del elfo más joven retomaba un latido pausado, a medida que comprendía que su padre no estaba juzgándolo.

- ¿Entonces...? ¿No estás avergonzado de mí...?- murmuró Legolas.

- ¿Por qué debería avergonzarme?

- Por... por...- no podía, simplemente no podía poner en palabras lo que había sucedido.

Viendo que el recuerdo de esas horribles vejaciones tardaría mucho tiempo en desaparecer, Thandruil no dejó que el elfo se quebrase nuevamente, y adelantándose, lo tomó en sus brazos. Y ante ese gesto, el angustiado corazón de Legolás se desarmó en un sollozo largo y contenido.

Acariciando esa rubia cabeza como no hacía desde que era un pequeñito, Thandruil lo meció muy despacio, susurrando en su oído.

- Tengo tres hijos maravillosos y no podría avergonzarme de ninguno de ellos... Los tres me han hecho sentir tan orgulloso como jamás pensé sentirme. Ahora que estamos juntos, esperaremos hasta que estés bien, y volveremos a casa...

- ¿Me llevarás... a casa...?

- Sí, pequeño... Regresaremos a casa.

Refugiado en los brazos de su ada, Legolas pensó que si no podía tener a Aragorn, al menos tendría el consuelo de regresar a su bosque. Tal vez allí, lejos de todo, lejos de él, pudiese olvidar lo que no podía tener.

(-o0o-)

Saber que Eomer había llegado junto con el contingente de elfos, sorprendió a Aragorn, aunque no tanto como oír de los labios de su amigo que pensaba tomar a uno de los hermanos de Legolas como consorte.

Posiblemente, Eomer podría haberle dicho que no era el único asombrado en esa sala. Aunque siempre sospechó que Legolas e Imrahil eran parientes, jamás le había pasado por la cabeza que estaba cortejando a un príncipe.

Mientras escuchaba las extrañas circunstancias en que Eomer había encontrado a su pareja, Aragorn no pudo dejar de sentir un pequeño aguijón de envidia. Pese a todas las dificultades que habían pasado, las cosas parecían muy simples para su amigo, en tanto que para él apenas parecían empezar a complicarse.

Todavía no terminaba de asimilar por completo que Legolas no era un elfo como otros, sino que pertenecía a una familia noble. No sólo noble, sino que era parte de la Casa Real de Mirkwood.

No pudo evitar pensar que en ese mismo salón, meses atrás habían estado reunidos con Faramir, Baldor y Legolas, disfrutando una reunión agradable y amena, sin sospechar siquiera la cantidad de sucesos que tenían por delante, los sufrimientos que aguardaban a todos los presentes en aquella ocasión.

Empezó a relatarles lo que sabía, mostrándoles las cartas que había encontrado en el morral del ex Senescal de Gondor, las respuestas de Boromir y los evidentes planes para retomar el poder de Minas Tirith. Quedaron expuestas las alianzas con los pueblos haradrim que asolaban las llanuras de Rohan y Anorien, y con los corsarios de Umbar, con quienes habían fraguado el atentado contra la vida de Aragorn.

El desconcierto y el más absoluto asombro se pintó en los rostros de Haldir y Eomer cuando supieron que los mismos Denethor y Boromir habían planeado la desaparición de Faramir, constatando con aquello que las ansias de poder podían corromper fácilmente a cualquiera.

El relato se prolongó hacia Baldor y su relación con el ex Senescal, hasta el momento de la emboscada en el túnel del sexto nivel y el secuestro de Legolas.

Aragorn extrajo las arrugadas ropas que habían pertenecido al elfo y las puso a un lado.

- ¿Tienes alguna idea acerca de qué es esto?- preguntó el hombre, extendiendo el pequeño frasquito de cristal hacia Haldir.

El elfo lo tomó y destapándolo, lo acercó cautelosamente a su nariz. Un aroma picante, agradable y dulzón.

- Me resulta conocido, supongo que es alguna hierba curativa o algo similar... Denethor no era joven, es posible que estuviese usando algún preparado élfico para...

Se detuvo justo antes de decir 'vigorizar' porque comprendió a tiempo la implicancia que esa frase hubiese tenido, habida cuenta de lo que había hecho.

- Es extraño- dijo Haldir para finalizar el tema -. Pero Elrond está aquí y con seguridad él podrá decirte qué clase de hierba es... Por cierto... ¿Arwen sabe algo acerca de Legolas y su familia?

- No. Le asigné habitaciones en el ala sur de palacio y la verdad... No la he visto desde que regresé, pero supongo que tendrá bastantes cosas por decir cuando lo sepa.

- Avísame cuando tengas planeado decirle- replicó Haldir, que todavía recordaba la 'visita' que Arwen le había hecho a Baldor-. Querré ver de cerca su cara cuando se entere.

- Probablemente Elrond se encargue de decirle, no tengo intenciones de hablar con ella más de lo absolutamente necesario. Ya tuve la primera discusión con mi padre que insiste en oficializar un lazo entre nosotros.

- ¿Y qué harás al respecto?

- No pienso casarme con ella, eso es seguro; aunque me pregunto hasta dónde piensan hacer llegar este asunto...- por un instante, miró a Eomer antes de seguir hablando.- Te envidio, amigo mío... Tienes libertad para tomar el consorte que quieras... Hay veces que quisiera seguir siendo un Dúnadain salvaje, donde no tuviese que dar tantas explicaciones ni tener un trono debajo de mi trasero.

- No te preocupes tanto Aragorn...- trató de confortarlo Eomer-. Sigues siendo un salvaje, y en cuanto al trono... No pensé que te importase tanto.

- No es que me importe el trono en sí, pero... Maldición, soy un buen rey, me preocupa mi gente, trato de evitar guerras y que todos tengan lo mejor para vivir... ¿No puedo pedir un poco de felicidad para mí? Lo único que quiero es poder elegir con quién pasar el resto de mi vida aunque no pueda darme un heredero... ¿Te das cuenta que perfecto consorte sería Legolas? Es un príncipe, educado y con conocimiento de los asuntos de un reino... Y es lo más hermoso que he visto en toda la Tierra Media...

- Y estás enamorado como un desgraciado...- terminó Eomer-. Todo saldrá bien... Ellos tendrán que comprender.

Y Aragorn quiso creer, con todas sus fuerzas, que podía ser así.

(-o0o-)

Aragorn golpeó discretamente la puerta y la empujó apenas, abriéndola muy despacio.

- Adelante, Majestad -. Susurró Imrahil.

- Yo...- todavía se le secaba la garganta al ver juntos a los tres elfos.

En esos momentos, Legolas dormía, sus ojos todavía cerrados denunciaban que no estaba del todo restablecido, pese a que las heridas de su cuerpo habían empezado a evolucionar favorablemente.

- ¿Qué se te ofrece, Majestad? - preguntó Elroy al ver que el hombre no parecía decidirse a seguir.

- Quisiera hablar con Legolas...

- Está dormido - puntualizó Imrahil.- Y no sé si sea buena idea...

- Es necesario... Yo... No sé si han podido hablar entre ustedes... Nosotros...

Estaba balbuceando como un adolescente, y lo peor de todo es que no podía evitar sentirse algo cohibido ante esos dos rostros tan similares que lo escrutaban con algo de frialdad. Si no hubiesen sido tan parecidos, hubiese podido manejar mejor ese asunto.

"Te estás mintiendo miserablemente, Aragorn." Se dijo. "Son los hermanos de Legolas, y te resultaría igualmente dificultoso hablar con ellos aunque no se pareciesen en absoluto."

- Sí, hemos hablado- intervino por fin Imrahil, un poco compadecido del titubeante rey que en esos momentos, sólo era un hombre nervioso-. ¿Qué deseas hablar con él?

- Tengo que decirle... Quiero que sepa que nada ha cambiado para mí...

- Pero sí para él, Majestad... Lo que mi hermano tuvo que pasar...

- Lo que tuvo que pasar, yo lo sé mejor que nadie... Yo fui a buscarlo para sacarlo de ese infierno, yo lo encontré y lo traje en mis brazos hasta aquí...- dominándose a tiempo, tomó aire para seguir hablando un poco más sosegadamente-. Sólo quiero que sepa que lo amo.

- Eso es lo que tenías que haber dicho desde el principio, humano tonto- cortó Elroy, y poniéndose de pie, le hizo una seña a su hermano para que lo siguiese-. Estaremos afuera por si nos necesitas.

- ¿Por qué iba a necesitarlos?- preguntó Aragorn extrañado.

- Probablemente se asuste un poco al ver que no estamos, pero él sabrá que estamos cerca y estará mas tranquilo... Vamos, Imrahil...

- No lo lastimes, Majestad- advirtió el elfo jinete antes de salir.

En cuanto la puerta se cerró tras ellos, Aragorn se sentó en la silla que estaba junto al lecho y por unos instantes se detuvo a contemplar el rostro que con el correr de las horas, perdía los horribles morados que tenía cuando lo sacó de Cair Andros. Ahora que sus hermanos estaban con él, parecía sanar más rápido que antes.

Cuando las pestañas rubias se agitaron un poco, Aragorn supo que iba a despertar en cualquier momento, y de forma preventiva, se alejó un poco.

La ausencia de sus hermanos, despejó de un plumazo al elfo, que se sentó repentinamente sin que pudiese controlar del todo el sobresalto que le produjo encontrar a Aragorn sentado a un lado, en una posición muy similar a la que había ocupado Denethor en los días de cautiverio.

- ¿Aragorn? ¿Dónde...? ¿Dónde están mis hermanos...?

- No están lejos, Legolas... Tranquilo.

El elfo debió notar que así era, porque se distendió un poco, no mucho.

- Les dije que necesitaba hablar contigo.

- No... No tenemos nada de qué hablar, Aragorn...- musitó Legolas, sin mirarlo.

Pese a que estaba haciendo todos los esfuerzos posibles, el elfo no podía levantar la vista hacia Aragorn. Verlo tan cerca, había reavivado de pronto todas las escenas que hasta ese momento habían estado acalladas por la presencia de sus hermanos.

Denethor y esos dos hombres de los cuales ni siquiera conocía el nombre, parecían volver a acecharlo detrás de la figura de Aragorn, que en ese momento, para Legolas, no era más que otro hombre que podía lastimarlo. Casi sin darse cuenta, retrocedía para ponerse a resguardo, y sin poder controlarlo, sus ojos buscaron alguna vía de escape posible mientras aferraba con fuerza la manta que lo cubría.

- Por favor, Legolas... No tengas miedo... No de mí, yo te amo...

Angustiado por las reacciones que Aragorn veía en su amado elfo, intentó tomarle una mano, rozarlo apenas para tranquilizarlo, pero eso lo hizo saltar más.

- ¡No!- exclamó el elfo, ahora completamente incapaz de reconocer si lo que sucedía en esos momentos pertenecía a la realidad o a sus sueños.

Casi podía verlo, aferrado a la cintura de la elfa, los dos mirándolo con tanto desprecio que el solo recordarlo lo hería con ferocidad inaudita. Cerró los ojos con fuerza para no contemplar la escena.

- Me dijiste... Me dijiste que no querías verme de nuevo...- musitó apenas-. Estabas... estabas con ella... Dijiste que me había... que me había revolcado con ellos... y yo no...

Por unos instantes, mientras escuchaba los balbuceos temblorosos de Legolas, Aragorn se sintió completamente confundido y al segundo siguiente, comprendió que el elfo no podía distinguir lo que había sucedido en sus delirios, y los hechos reales. Supo que debía arriesgarse para sacar a Legolas de ese torbellino de ideas erróneas, y sin meditarlo, se levantó, fue hacia él y lo envolvió en sus brazos.

El elfo comenzó a debatirse desesperadamente, intentando alejarlo, con angustia, con verdadero terror; pero sus brazos habían quedado atrapados dentro del círculo de los brazos del hombre, y no estaban en buena posición para resistir.

- ¡No...! ¡Suéltame...! Déjame, por favor...

En vano se retorció, y hasta pataleó un poco. Estaba algo débil y no tenía todavía las fuerzas suficientes como para alejar a Aragorn. Si éste hubiese sido un hombre normal, posiblemente lo hubiera conseguido, pero la porción de sangre élfica que había en él, le permitía usar algo más de potencia de lo normal. Y así mantuvo al elfo aferrado, con fuerza, pero sin hacer ningún otro movimiento, hasta que aquél, vencido, se quedó inmóvil y tembloroso dentro de su abrazo.

- Te amo...- susurró Aragorn una y otra vez, sintiendo el aliento cálido y agitado de Legolas golpeándole el pecho -. Y nunca dije esas cosas...

- Sí dijiste, sí dijiste...- porfió Legolas.

- No era real, amor... Yo no estaba con Arwen, y jamás hubiese permitido que te dijese cosas como ésas.

Ahora que estaba más tranquilo, lo alejó un poco de sí, y muy despacio, deslizó su mano hasta el rostro de Legolas. Aquél retrocedió un poquito, pero el contacto en su rostro, suave y tibio, le recordó aquella sensación que también le había llegado durante su inconsciencia.

- Esto es real, amor...- susurró Aragorn, tratando de poner en ese gesto toda la suavidad del mundo.

Por algunos instantes, Legolas se dejó ganar por esa cálida sensación, y viendo eso, Aragorn deslizó su otra mano hasta la mano del elfo, tomó ligeramente los dedos delgados entre los suyos y los guió hasta su propio rostro. El tacto de la mejilla del hombre mitad suave, mitad áspera por la barba, trajo nuevos gratos recuerdos a Legolas .

- Y esto también es real...- el hombre hizo descender la mano del elfo hasta su pecho, donde su corazón latía con tanta fuerza, que los sentidos de Legolas lo percibieron a la perfección-. Esto es real... Lo que me haces sentir cuando estás conmigo...

Sintiendo ese tumultuoso latido bajo la yema de sus dedos, Legolas se animó a levantar la vista hacia Aragorn, para encontrar una vez más, los ojos que lo habían guiado a través de tantas cosas desde el principio de todo, desde su lejana visión en Mirkwood. Tiernos, amantes, envolviéndolo como una cálida brisa de otoño. Sólo al calor de esa mirada fue capaz de hacer la pregunta que lo carcomía por dentro.

- ¿Aún...? ¿Todavía... me amas...? A pesar...

Por segunda vez en muy poco tiempo, le impusieron silencio.

- Shhh...

Y lo tenía tan cerca, que Aragorn no pudo resistir la tentación de acercarse, con la misma cautela y cuidado con que ahora lo mantenía aferrado, y posar sus labios en la boca trémula para susurrar la respuesta.

- Nunca podría dejar de amarte.

No intentó ir más lejos que eso, porque en esos instantes, comprendía que un solo movimiento brusco o errado podía desencadenar de nuevo las reacciones anteriores, así que se limitó a acariciar los labios tiernos, que simplemente se dejaron hacer.

Esa vez fueron los buenos recuerdos los que ganaron la partida. El amor compartido la primera noche, los momentos de felicidad, las caricias tiernas, cada instante de tibieza regresó a la mente de Legolas que comprendió algo más mientras cerraba los ojos y se dejaba estremecer por la magia del sentimiento.

- Estabas ahí...- susurró también-. Estabas con mis hermanos cuando me trajeron de regreso...

- He estado aquí a cada momento. Mis ministros han venido a consultarme sus cosas a tu puerta...- comentó sonriendo Aragorn, pero sin alejarse ni un milímetro.

- ¿No estabas con Arwen...?

- No, no...

- Y aún me amas...

- Mucho, mucho... Más que antes si eso es posible, precioso mío... No importa lo que pase, no me importa nada si estás conmigo... Lo único que quiero es tenerte a mi lado.

- Pero ella... Tendrá tu bebé.

En ese punto, Aragorn se alejó un poco, solo para poder mirarlo y recorrer el contorno del rostro con sus dedos. Su rostro cobró seriedad.

- Sí. Y aún queriéndolo con todo mi corazón, no puedo cambiar eso, amor... Voy a hacerme cargo de esa responsabilidad, porque será mi hijo, pero no dejaré que eso nos separe. Te amo y si estás conmigo, si tu amor es tan fuerte como el mío; yo puedo enfrentar todo lo que sea necesario. Lucharé con lo que haga falta, pero sólo si estás a mi lado.

- Pero...

Una parte de Legolas quería gritar desesperadamente que sí, que siempre estaría allí con él; pero la otra parte, le decía que no podía interponerse entre un hijo y su padre.

Interpretando con toda corrección los sentimientos que colisionaban dentro de su amado, Aragorn volvió a refugiarlo dentro de sus brazos. De nuevo hubo un pequeño respingo de sobresalto, pero esta vez fue controlado con bastante eficacia.

- Lo arreglaré de algún modo. Estaremos juntos.

- Está bien, Aragorn...- aceptó al fin.

- Entonces... ¿Te parece que podremos hacer entrar a esos dos elfos curiosos que seguramente están escuchando del otro lado de la puerta...?

Sin querer moverse ni un poco para no salir de esa calidez que le hacía olvidar todas las penurias al menos por unos momentos, Legolas sonrió. Por supuesto que sabía que sus hermanos andaban cerca, los había sentido muy cercanos cuando Aragorn lo había abrazado pese a su resistencia. Asintió suavemente.

- Muy bien, ya pueden entrar...- llamó Aragorn en voz alta, y al punto, la puerta se abrió y dos cabezas rubias se asomaron.

- Uf... Ya era hora, mortal... ¿Tienes una idea de lo que me costó mantener afuera a este elfo?- dijo Elroy, mientras acarreaba a Imrahil por un brazo-. Creo que se ha contagiado del salvaje carácter de sus caballos... Estaba seguro que entraría y la tomaría contigo a coces y mordidas... Los humanos tienen influencias un poco extrañas en los elfos de Bosque Negro.

- Estaba a punto de hacerlo- puntualizó Imrahil, pero no se veía totalmente serio -. Pero en el fondo, este elfo travieso no quería que interrumpiésemos... ¿O me equivoco...?

Nunca Aragorn agradeció tanto una broma que pudo devolver al menos, una pequeña sonrisa y algo de color en el rostro de su amado elfo. Ahora, con algo de suerte, podía convencerlos para que cenaran juntos en el salón principal.

(-o0o-)

"Es culpa de ese elfo..." jadeó Arwen, en medio de un violento ataque de náuseas.

Durante los primeros días se había sentido bastante bien, incluso sin señales evidentes de embarazo, sin embargo, desde que el rey regresó trayendo consigo al elfo, había empezado a sentirse mal y con el correr de los días parecía ponerse peor.

Pero el hecho que estuviese así se debía por supuesto a las últimas noticias.

Elrond había estado con ella un rato antes, y lo primero que había salido a flote en la conversación, era el asunto del mizuage.

Dentro de los límites de la discreción, Elrond la había interrogado con una minuciosidad alarmante, y Arwen se encontró de pronto en una cruenta lucha para no dejar salir ni una sílaba que pudiese ser de ayuda a ese elfo advenedizo. Las cosas no estaban saliendo tan fácilmente como había pensado, sobre todo, cuando Elrond le preguntó sobre la segunda noche pasada con Aragorn.

Al final, tuvo que admitir que sí, que el rey estaba ebrio en esos momentos, pero no era cierto que no tuviese conciencia de lo que sucedía. Como ya no podía volverse atrás, acumuló mentira sobre mentira, y dijo que el rey le había jurado que se casaría con ella si accedía a una noche más. Y ella, enamorada como estaba de él, accedió sin pensar en las consecuencias.

Debió sonar convincente, porque Elrond dejó de atormentarla con esas preguntas y la conversación derivó hacia sus malestares más recientes.

No esperaba que en algún momento de la charla, su padre dejase caer esa frase acerca de la familia del elfo, recién llegada desde Mirkwood.

Cualquier pensamiento quedó relegado a un rincón lejano cuando Elrond le informó que el elfo, al cual él no había visto todavía, era hijo de Thandruil, el soberano de Bosque Negro. Entonces era hermano del actual heredero de ese reino lejano, el mismo que estaba casado ahora con su prima Löne.

Ese parentesco elevaba al elfo a una situación similar a la suya, ya no era un elfito desamparado que había llegado a las puertas de Minas Tirith por algún capricho del destino. Si bien no podía ostentar el título de príncipe, ya que técnicamente había dejado de serlo para que su hermano pudiese ser Heredero, la dignidad de una familia noble igual quedaba implícita.

"Príncipe Legolas..." murmuró y tuvo otra penosa arcada que casi la hizo vomitar.

Al cabo de un rato se sintió un poco mejor, y decidió salir a despejarse un poco. A pesar de lo pobres que eran, los jardines reales podían ser una buena opción antes que quedarse metida entre esas cuatro paredes que en los últimos días parecían crecer a cada hora y agobiarla cada vez más.

El palacio era lo bastante amplio como para que su presencia o su ausencia pasaran desapercibidas, pero si algo la molestaba realmente, era que el pabellón que le habían asignado estuviese tan alejado del cuerpo principal. No hubiese debido molestarse tanto, después de todo, su padre y la Dama de Lorien también se alojaban allí.

Sin embargo sí le molestaba, porque sabía que Baldor y peor aún, ese elfo, estaban cómodamente instalados en la parte principal del palacio.

Deambuló por varios corredores, con la primera intención de dirigirse a los jardines, pero al final, se encontró vagando por los alrededores del Salón del Trono. Conocía algunos de esos pasillos, los había recorrido en varias ocasiones rumbo a los salones donde Aragorn solía celebrar las reuniones con sus invitados. Se sentía perfectamente bien transitar por esos lugares conocidos, esa sensación reafirmó en ella la convicción que ése era el lugar que le estaba destinado.

Reconoció el amplio corredor por el que caminaba en esos momentos. En el salón cuyas puertas tenía frente a sí, el rey ofreció la cena al final de las celebraciones de sus cuatro años en el trono. En ese mismo corredor, había escuchado aquella interesante conversación entre el rey de Rohan y el elfo.

"He oído que el rey Eomer también está aquí... Tal vez pueda usar ese recuerdo... Quizás si el rey sabe que su elfo no es tan tímido como él cree..."

Mientras pensaba en eso, empujó la puerta y entró en el salón.

Pero el salón no estaba vacío. Sentado en uno de los cómodos sillones que rodeaban la gran mesa central, Legolas parecía ensimismado en desenvolver un pequeño envoltorio, pero levantó la vista en cuanto escuchó que alguien entraba.

Arwen...

¿Legolas? ¿Qué se supone que haces aquí?

La pregunta salió un tanto estridente debido a la sorpresa de encontrarlo allí, justo donde no esperaba hallarlo. La verdad era que había escuchado que el elfo no estaba bien, y lo que esperaba es que estuviese tumbado en alguna cama, lo más próximo posible a la muerte.

Verlo allí, de repente; y además en franca mejoría, no entraba entre sus planes. Sin embargo, eso no la amedrentó.

Resueltamente, avanzó hasta poder tomar asiento a escasos metros del elfo desde donde se dedicó a observarlo con más detenimiento.

Definitivamente debió haberlo pasado muy mal, porque todavía había huellas visibles para ella en el rostro, aunque ya estaban casi curadas. La prenda que el elfo sostenía entre sus manos, no le interesó tanto como el estado de las muñecas, con evidentes signos de haber soportado estrechas ligaduras.

Arwen sonrió interiormente, al parecer, las cosas habían resultado bastante difíciles para Legolas. Se preguntó hasta dónde habría llegado Dénethor antes que el rey llegase a rescatarlo y se propuso averiguarlo, después de todo, eso podía resultar un arma eficaz para quitarlo del medio.

Mientras tanto, Legolas no salía de su asombro al verla aparecer allí. De inmediato, y sin poder evitarlo, sus ojos viajaron hacia el vientre de la elfa, pero el embarazo aun no era notorio. No se explicaba qué hacía allí, pero seguramente Aragorn le diría luego; después de todo, le había dicho que no iba a renegar de sus responsabilidades como padre, y mal que le pesara, cuidar de la madre era parte de esas responsabilidades.

Otra vez estamos juntos, Legolas... Es evidente que el destino se empeña en enfrentarnos, así que hemos llegado a un punto definitivo. Es hora de saber quién se queda con el trofeo.

- ¿El trofeo? ¿De eso se trata para ti, de un trofeo que puedas enseñar a todos?- respondió Legolas, suavemente.

No tenía deseos de discutir con Arwen. Luego de la cena compartida con sus hermanos, Aragorn y Eomer; los dos humanos se habían retirado a atender algunos asuntos privados, y ellos tres los esperaban en ese salón. Apenas unos minutos antes que apareciese Arwen, Imrahil y Elroy lo dejaron solo y salieron dispuestos a tenderle una broma a Eomer cuando regresase.

- No te hagas el virtuoso conmigo, Legolas... Yo sé la clase de elfo que eres. Tuviste que dejar tu reino y ahora buscas otro donde asentarte... Pues tendrás que buscar en otro lado, este lugar es mío.

- No me interesa Gondor, y no conoces las razones por las que tuve que salir de Mirkwood, así que...

- Tienes razón, no las conozco, y de hecho, tampoco me interesan...- con toda intención, fijó su vista en las muñecas en vías de curación e hizo un gesto de preocupación-. Eso no se ve bien... Y no luces muy saludable que digamos, elfito... ¿Tuviste días difíciles con Denethor? Supongo que sí... Tengo entendido que él sabía cómo tratar a sus 'protegidos'.

Legolas cubrió con las mangas de la camisa sus muñecas, sintiéndose repentinamente incómodo y deseando que sus hermanos volviesen pronto. La pierna herida estaba sanando bien, pero no quería forzarla en una caminata precipitada y tampoco quería huir de ella.

Viendo la turbación que habían causado sus palabras, Arwen se convenció que había encontrado el punto débil del elfo y no dudó demasiado acerca de todas las posibles consecuencias que le habrían acarreado esos días de cautiverio con Denethor, sobre todo porque el hombre estaba muy decidido a vengarse por la muerte de su hijo. Con todo acierto hizo el cálculo de lo sucedido y hacia ese posible blanco dirigió sus dardos envenenados.

- Decían en el Barrio que a pesar de su edad, Denethor era un hombre muy fornido y resistente... Incluso Baldor tuvo pruebas suficientes de ello... ¿Es cierto, Legolas? Supongo que tuviste oportunidad de comprobar algo de todos esos comentarios...

No necesitaba que le recordaran eso. Definitivamente, Legolas no quería recordar nada de lo sucedido en esos días infernales y trató de negarse a oír las palabras maliciosas de la elfa, pero aquella siguió hablando, con pleno conocimiento de las cosas que provocaba.

- De cualquier modo, no creo que eso sea algo demasiado importante para ti, después de todo, ya has tenido varios hombres contigo... El Mayoral, el rey, Denethor... Diría que al menos has recabado bastante experiencia con mortales... Yo no sé mucho de eso, después de todo, solo he estado con el rey...

Horrorizado, Legolas se dio cuenta que las palabras de Arwen estaban pareciéndose de manera desesperante a las que había escuchado en sus delirios, y hubiese querido decir algo que la acallase, algo que la obligara a guardar silencio pero no podía hablar, parecía que la voz se le había secado en la garganta y sólo podía retorcerse las manos y luchar con las imágenes del pasado que empezaban a presentarse nuevamente en sus recuerdos.

La verdad, Legolas... No sé que es lo que el rey ve en ti. Has tenido más hombres que una ramera mortal, y sin embargo él no ve a nadie más... Ha sido el primero y el único en mi vida y no parecía apreciarlo, pero sé que ahora será diferente.

"Que se detenga... Elbereth, que se detenga... " rogó para sus adentros el elfo, porque casi podía predecir lo que seguiría a esas palabras. No quería ni siquiera mirar hacia la puerta. Tenía terror que aquella se abriese y Aragorn entrase por ella para decirle exactamente lo mismo que había dicho en sus visiones.

El rey no querrá saber nada contigo ahora... No podrá olvidar que Denethor puso sus manos en ti... Porque eso fue lo que pasó durante esos días... ¿Verdad...? Y yo tendré un hijo... Al final de cuentas, es una suerte que hasta donde yo sé, los elfos varones no puedan tener bebés, porque de lo contrario tú ya habrías tenido al menos tres...

Para completo terror de Legolas, las puertas del salón se abrieron, y el elfo dirigió hacia ese lugar sus ojos dilatados de espanto, pero no fue Aragorn quien entró, sino Elroy.

También Arwen dirigió la vista hacia allí, pero por unos instantes no pudo pronunciar ni una sílaba, porque el elfo que acababa de entrar era otro Legolas. No solo se veía igual, sino que vestía casi igual. Incapaz de ocultar su asombro, Arwen se puso de pie y avanzó un par de pasos hacia Elroy, que la miraba con rostro neutro.

Elroy envió apenas un vistazo hacia su hermano, aquel se repuso al punto y comprendió que la broma que iban a gastarle a Eomer, ahora tenía otro destinatario. Con algo de esfuerzo, Legolas se puso de pie, y recompuso su rostro hasta que presentó un gesto tan neutro como el de Elroy.

- Dos... Hay dos... -. Murmuró Arwen, que no terminaba de comprender.

Y entonces la puerta volvió a abrirse y otro Legolas entró en la habitación.

Demasiado aturdida como para detenerse a observar el color diferente de los tres pares de ojos que la observaban, Arwen miró a Legolas, al primero, luego al otro y finalmente al que terminaba de entrar.

- ¿Tres...?

- Siempre...- dijo Elroy.

- Hemos sido...- siguió Imrahil.

- Tres - Legolas terminó la frase, en ese jueguito que solían jugar con su adar, y que lo ponía particularmente molesto porque nunca sabía quien era el que hablaba.

- No es posible... No pueden ser tres...- musitó la elfa, confundida, las voces sonaban exactamente iguales.

- Pero claro...

- Que podemos...

- Ser tres...

Si Arwen hubiese prestado atención, hubiese podido oír el susurro rapidísimo que cruzaba de uno a otro, en apenas un segundo, pasando la frase que iniciaría uno, continuaría otro y finalizaría el tercero. Pero por supuesto, la mayoría solo atinaba a mirarlos, entontecidos por el insólito parecido y nunca oían ese diálogo compartido.

- No hagas eso, Legolas... - dijo Arwen, dirigiéndose a Elroy, que era el que tenía más cerca en ese momento.

- Yo no soy Legolas. Él es Legolas - respondió aquel señalando a Imrahil.

Arwen se volvió hacia allí y encontró el rostro idéntico, mirándola sin un gesto de expresión.

- Yo no soy Legolas. Él es Legolas - apuntó Imrahil, indicando a su hermano.

Yo no soy Legolas - dijo Legolas, disfrutando por una vez, ver la expresión en la cara de la elfa -. Ellos son Legolas.

- ¡Ya es suficiente! ¡No puede haber tres Legolas! - exclamó Arwen, que empezó a sentirse peor que cuando salió de sus habitaciones.

- Increíble... - empezó Imrahil, implacable.

- Los tres... - siguió Elroy.

- Somos Legolas - terminó Legolas, y casi sonrió al preguntar-. ¿Tú también eres Legolas?

Fue una punzada de dolor, lo que hizo crispar el hermosísimo rostro de la elfa, que sin entender, sin poder captar que realmente eran tres elfos diferentes, retrocedió un paso hacia la puerta en busca de una salida. Simplemente no podía soportar que esos tres elfos la mirasen con el rostro idéntico, las mismas voces suaves, el mismo rubio cabello que había llegado a detestar.

Sabiendo que era ella la causante de muchos de los sinsabores que su hermano había debido pasar, Imrahil y Elroy se aprestaban a continuar con el jueguito hasta desquiciarla, pero Legolas los detuvo y negó suavemente. Había visto el gesto de dolor y no quería ser partícipe en algo que pudiese poner en riesgo la salud del inocente que venía en camino, ya había tenido un pequeño pago por el momento difícil que le había hecho pasar.

En su afán por salir del salón, Arwen atropelló a Imrahil y abriendo precipitadamente, casi se arrojó fuera.

- Ella no hubiese tenido compasión de ti - comentó Imrahil, al verla desaparecer-. No sé que estaba diciendo antes que llegásemos, pero no tenía intención de detenerse pese a lo mal que te estabas poniendo.

- Aún me cuesta creer que es prima de Löne... Son tan diferentes.

- Puedes sentirte agradecido por ello, hermanito - dijo Legolas, sentándose nuevamente-. No te hubiese agradado estar casado con Arwen.

Luego miró a sus hermanos, ataviados con ropa que seguramente habían sacado de los arcones que Aragorn había ordenado traer desde la okiya y sonrió. Se sentía tan bien tenerlos cerca y hacer cosas como la que habían hecho juntos...

- El obi está mal colocado - observó Legolas.

- Debes estar bromeando, hermanito... Ni siquiera sé a qué te estás refiriendo, mucho menos puedo saber cómo colocarlo bien... - repuso Elroy luchando con las cintas del hakama.

- Acércate, te ayudaré...

- Todavía podemos hacerle la bromita a Eomer... ¿Verdad? - preguntó Imrahil, sonriente y los otros dos asintieron.

Sin embargo, el bullicio proveniente del corredor interrumpió los planes, y Eomer entró al salón poco después.

- ¿Sucede algo? -. Interrogó Imrahil.

- Algo inesperado... - informó aquel.- Arwen se dirigía a sus habitaciones, y al parecer algo la asustó. Se desvaneció en uno de los corredores, un guardia en su ronda la encontró inconsciente. Lord Elrond está atendiéndola en estos momentos, pero al parecer no se sentía bien últimamente y teme que la criatura que espera no llegue a nacer.

A pesar de todo lo malo que eso podía significar para él, Legolas se encontró rogando para que Aragorn no tuviese que conocer la desdicha de perder un hijo.

TBC...

Notitas: Gente linda, no sé si podré actualizar nuevamente antes que termine el año, pero me esforcé mucho para tener este antes de Navidad y así poder ponerles aquí mis buenos deseos para estas Fiestas y para el añito que empieza a todas/os los que han leído este fic hasta este momento. Su compañía en este proyecto loco es muy apreciada para mí y espero que me sigan acompañando por los capitulines que me quedan. Un beso muy grandote para todos!!

Reviews:

Alym: Hey, hola aquí también. Arfs, estoy enloquecida, y a medida que se acerca el final del año, parece que se pone peor... Pero esto debe quedar terminado antes que me tome mis vacaciones, jejeje... Bueno, ya ves, el pobre elfito sigue sufriendo a la arpía, y peor que antes, porque ahora la tiene cerca. Lo bueno es que Legolas ya no está solito :- ) Muchos besitos!

Fedia: No temas, ya ves que Aragorn no se comportó como en el delirio de Legolas, que por suerte no pasó de ser nada más que eso: un delirio. Pero me encantó que quieras reencarnarte en Gimli aunque solo fuese para correr a hachazos al pobre Aragorn. Un besote.

Ashura: Oh, felicitaciones por adivinar! Sí, eran los hermanitos nomás. Dicen que los hermanos gemelos tienen una conexión especial entre ellos, y se me ocurrió que entre elfitos tenía que ser mejor todavía. La noticia de que el 'elfito ordinario' es en realidad el príncipe Legolas hará que a la elfa le dé algo jiji... Y ni te cuento cuando vea a los tres hermanitos. Por Denethor, pues a mí también me hubiese gustado hacerlo sufrir más, pero ése no se merecía ni siquiera morir a manos de Aragorn, y eso hubiese arruinado para siempre la amistad de Aragorn y Faramir. Baldor sigue vivito... También, si Haldir lo cuida y le da besitos y lo apachucha... Así cualquiera sana. Elrond, pobre elfo no sabe la clase de hija que tiene, aunque sospecha que no todo anda como debería, pero quiere hacer las cosas bien. Esperemos que así sea ¬.¬...

Vania: Síp, el elfito está tristísimo... Le han pasado muchas cositas feas y creyó que su ada y Aragorn lo iban a despreciar... Menos mal que los hermanitos lo mantuvieron a salvo, ahora lo recuperarán de a poquito. Y sí, ya empezaré a arreglar algunas cositas porque no le queda mucho al fic. Como pediste, todavía durante el 2004

Nina: Hola! Tenías razón, Aragorn y Thandruil lo aman, nunca lo despreciarían por lo que le sucedió, pero pobre Legolas, estaba tan desesperado que los delirios lo ganaron por un momento. Tus esperanzas se cumplieron :- ) Hermanitos y Aragorn están recuperando al elfito. Kisses!

Ishtar: Já, flor de review!! Bueno che, nada de quejas, el cbc está primero, luego los fics jajajaja... Parezco alguno de tus padres? A ver, empecemos: Qué te parece Thandruilcito de pelirrojo? Al menos por un ratito, pa que nadie se dé cuenta quien era... Quién dijo que las doncellas elfas no podían luchar? Creo que Tolkien no dijo nada al respecto, y si él no lo dijo, pues yo me aprovecho. Mis doncellas elfas luchan ) Che, no seas malita con el pobre Silmatar, que al final de todo dio su vida por Elroy... Tenía que darle una pequeña alegría antes de mandarlo pal otro mundo, no te parece? Por el nombre del bosque, no te preocupes. Según Tolkien, luego que Thandruil saneara Bosque Negro de las criaturas oscuras, deja de llamarse Mirkwood para llamarse Eryn Lassgalen, así que él dejó resuelto el problema y yo no tuve que desgastar la neurona con eso. Eomer resultó ser todo un 'potro' JUAS! Él enseña y el elfito contento de aprender... Ves que Grima era un desgraciado? Ni hablar de Brego, que seguro ya te habías olvidado de él. Arwen Furcia... jajajaja... Sí yo también aprendí un montón de interesantes palabras nuevas. Abysm sale corriendo a esconderse, de nuevo ya sabe qué parte estaban leyendo... Pero Aragorn se encargó de vengar al elfito, no? No sos la única que pidió el tratamiento 'Haldircito special para enfermedades y heridas varias' jeje... La verdad, sí me alegra mucho leer tus comentarios, no importa si te parece que quedaron desordenados (Abysm sigue hablando desde debajo del escritorio... por lo de la katana, vio?). Por tus PD: guarda con la compu, que están caros estos bichos, reunión familiar a pedido... Ishtar feliz, Abysm sanita, el fic sigue... matemática pura, jajaja... (Xd, Xd... jamás me llevé bien con esa porquería de materia). Y por mí, puedes dispararle a mi jefe hasta dejarlo como alfiletero, que a mí ni me molestará Y aunque sea tarde, espero que hayas pasado un muy feliz cumple!!! Besotes mil!!

Azalea: Vaya, entre Denethor y esos dos, han despertado instintos asesinos en mis lectoras jajaja... Mientras no la tomen conmigo, todo bien... Hermoso lazo que une a los hermanitos, por fin me sirvió, vengo trabajándolo desde que empezó el fic P... Poecito elfo, está tan lastimadito que creyó lo que la bruja le dijo en sus delirios, pero ya verás que estará bien. Todavía no pueden linchar a la muy maldita, porque tiene bebé a bordo, que sino... pero bueno, ya se le descubrirá el pastel, no te quepa duda. Y la elfa seguirá en sus trece hasta el final, linchamiento no habrá, pero algo le prepararé a esa bruja... Aunque sea al final, va a pagar, lo juro! Besitos!!

Iona: Pobre Leggy!! Ves que triste está el elfito? Menos mal que todos los que le hicieron esas cositas tan feas ya están bien muertos. Uno por mano propia, y los otros porque Aragorn se encargó muy bien de mandarlos al otro mundo! O mejor aún al infierno, donde espero que reciban lo mismo que le hicieron al elfito TT... A cierta elfa también le llegará su turno, aunque no todavía, no te olvides que para pesar de todos, tendrá el bebé de Aragorn. El secreto de los hermanitos por fin dejará de serlo, es necesario para que puedan ayudar en la recuperación del elfito lindo... Arfs, cierto que son gemelos... Son igualitos ;-) Un montón de besos!!!

Nyarel: Holitas! Gracias!! Por leer y por dejarme tu comentario. Me siento contentita que te guste la historia, y todo ese universo exótico que tenían o mejor dicho aún tienen las geishas y los taikomochi que quedan. El vínculo de Legolas con sus hermanitos es muy especial, no te parece? A mí me gustaría mucho tener hermanas gemelas con ese tipo de relación... Bueno, espero seguir viéndote por aquí. Un besito.