Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Lo siento, no pude resistirme, la escena del fic se prestaba a la perfección... Modifiqué un poquitín una línea y otra la dejé tal como estaba en la peli. Ya las reconocerán )

Capítulo

La prueba del tiempo

El aire fresco de la madrugada hizo que Legolas parpadeara y despertara casi al instante. Tardó un poco en identificar el sitio donde se encontraba. Había esperado encontrarse en su pequeña habitación en la okiya, o tal vez en la que Aragorn le había asignado en el palacio, pero no estaba en ninguno de esos sitios, y pese a que con rapidez identificó el lugar, no se sintió del todo feliz por ello porque eso solo le daba la pauta de lo lejos que estaba del sitio donde realmente quería estar.

La brisa cálida llenó la habitación, pero el elfo se arrebujó un poco en las sábanas. Ninguna alegría le deparaba la aparición de Anar sobre el horizonte, sino el único recuerdo que un día más iba a deslizarse perezosamente sin que él pudiese hacer nada por apurarlo.

Todavía tenía frescos en la mente, los últimos momentos en Minas Tirith, los precipitados preparativos para la partida y las despedidas rápidas para no recargar de tristeza esos instantes ya tan tristes de por sí.

Le dolía cuando rememoraba el rostro entristecido de Baldor, que se acurrucaba en los brazos de Haldir, todavía débil por el esfuerzo que le había demandado esa larga caminata hasta el salón de audiencias. En realidad le había costado mucho separarse de su oniisan, nunca pensó que llegaría a estimar tanto al joven humano. Pero era lo mejor, y Legolas sabía que no hubiera podido resistir el quedarse allí.

Haldir le había ofrecido su casa para que pudiese quedarse sin tener a la vista a esa elfa, pero ambos sabían que era demasiado. Todas las afrentas sufridas por la perfidia de Arwen no podían ser olvidadas, mucho menos pasadas por alto. Además la constante ausencia de Aragorn sería el indicio claro del lugar donde se hallaría.

Por fin, la comitiva había abandonado la ciudad, con paso ligero y el corazón oprimido.

Trató por todos los medios de no dejarse ganar por el abatimiento, pero era innegable que cada metro que se alejaba de Minas Tirith, le dolía en el alma. Cuando los caballos se alejaron por el camino real, recordó el día que había entrado por ese mismo camino, dentro del carruaje donde lo acompañaba Gandalf. Nunca hubiese podido imaginar todos los sinsabores que su nueva vida le tenía deparados.

No conocía gran cosa de los humanos y le resultaban sospechosos, pero nunca había podido prever que todos sus infortunios no provendrían de aquella raza, sino de alguien que compartía la misma raza con él.

Pero también el amor lo aguardaba detrás de los muros de la Ciudad Blanca y pese a todo, Legolas supo que no podría renunciar a ninguno de los preciosos momentos que había compartido con Aragorn.

El viaje era pasado, no tenían prisas y por ello pudo darse cuenta de algo más. Mientras se vestía para bajar a desayunar, recordó la noche en que se acercaban a las llanuras de Anorien.

Tal como imaginaba, Éomer no estaba durmiendo sino que montaba guardia en los alrededores del campamento que habían levantado para que los animales pudiesen descansar de las largas jornadas de marcha. Todavía persistía una leve amenaza por los pequeños grupos haradrim que regresaban a sus tierras luego de la derrota.

Isilme, llena, luminosa, permitía una visión casi perfecta en medio de la noche, y por ello, Eomer vio al elfo acercándose.

Esos días, rodeado por esas tres criaturas tan similares le habían enseñado una lección muy importante a la hora de ser demostrativo: asegurarse que el que se acercase, fuese 'su' elfo y no alguno de sus hermanos antes de cualquier tipo de demostración afectiva. Lo supo el día que se acercó a uno de ellos y luego de estamparle un delicioso beso, se encontró azorado, conque no era Imrahil, sino Elroy. Por fortuna, los tres elfos estaban bastante acostumbrados a esas confusiones, y el heredero de Mirkwood le tomó con bastante hilaridad. Hasta admitió que besaba bien para ser humano.

Cuando estuvo más cerca, el innegable aire de tristeza le dio la pauta perfecta para saber quien era.

- Legolas.

- Qué extraño que mi hermano no esté contigo.

- Debe estar por llegar... Le permití que me acompañe, siempre y cuando no me 'distraiga'...

Legolas sonrió y se quedó en silencio, pensativo. En eso, los tres elfos se parecían, pensaba Éomer, mientras no dejaba de mirarlo y recordaba los lejanos días en que había creído estar enamorado de Legolas. Un enamoramiento sin fundamentos, puesto que apenas sí conocía al elfo en esos días.

¿Realmente estás enamorado de Imrahil, o es sólo porque nos parecemos...- preguntó Legolas, de repente.

No habían tenido ocasión para hablar a solas mientras estuvieron en Minas Tirith, y Eomer supo que esa inquietud no era más que preocupación fraterna, y no deseos de inmiscuirse en su vida. Se alegró al poder contestar esa pregunta con total sinceridad.

- Supongo que todos los que te ven, se enamoran de ti, tal como me pasó a mí...- comenzó Eomer tratando de tranquilizarlo -. Cuando nos encontramos, yo supe que Imrahil y tú debían tener algún parentesco por lo parecidos que eran, y no te mentiré... Al principio, quería estar cerca porque era tan parecido a ti... Luego, con el correr de los días, encontré que ustedes también son muy diferentes y eran esas diferencias las que me acercaban a Imrahil... Un día, Imrahil dijo que debía marcharse, que ya no era necesaria su presencia en Meduseld y ese día supe que no eras tú. Era él quien estaba metido en mi corazón, porque no pensé en ti cuando lo besé.

Una vez más, solamente los ruidos de la noche se escucharon entre ellos.

- Me alegra tanto oír eso, Eomer... ¿Harás feliz a mi hermano, verdad...?

¿Qué te pasa, Legolas...? Hablas como si tuvieras que despedirte de él... Ya arreglamos que Imrahil y Elroy irán contigo a Mirkwood... Los necesitas contigo.

- Así es, hermanito. Nos necesitas contigo- comentó Imrahil, apareciendo en la noche justo para oír la última parte de la conversación.

- No, Imrahil. Quiero que cuando Eomer se separe de nuestra comitiva, te vayas con él.

Sentados uno frente al otro, eran una imagen un tanto inquietante. La luz de plata de la luna suavizaba las diferencias, ponía el mismo brillo en el cabello de seda y los ojos, la misma blancura en la piel, como si de pronto un reflejo en el agua pudiese haber cobrado vida y surgir del espejo líquido para conversar con su imagen.

- No fue eso lo que acordamos, Legolas ...

- Lo sé, pero cuando hablamos yo estaba aturdido y acepté sin pensar... No, Imrahil, del mismo modo que tú sientes mi angustia, yo puedo sentir tu amor hacia Eomer, tu felicidad cuando están juntos... Si vienes conmigo, entonces estarás casi tan triste como yo.

- Por supuesto que no, yo puedo...

- No intentes mentirme, hermanito... Has intentado no pensar en ello, pero cada día que pasa, cuanto más cerca estamos de las llanuras de Anorien, la tristeza se asienta más y más en tu corazón... Por favor, Imrahil...

- Pero no seré de ninguna ayuda para ti si estoy tan lejos- insistió.

- Te equivocas. Serás mucha más ayuda para mi si estas feliz, aunque estés lejos, que con tu tristeza a mi lado... Hermanito... ¿Acaso si me vieses cargando una enorme roca, sumarías a mi carga el peso de la tuya...?

Por toda respuesta, Imrahil solo pudo abrazar con fuerza a su hermano, porque solamente entre ellos podía haber esa comunicación y ese entendimiento. No podía ocultar lo que había en su corazón, no había podido cerrar por completo sus sentimientos a Legolas y aquel había captado a la perfección lo que le sucedía.

Contento porque al menos no contribuiría a la desdicha de Imrahil, Legolas se puso de pie para retirarse.

- Si te viese cargando una enorme roca, elfo tonto- dijo su hermano desde los brazos de Eomer -. Tú serías un enano y yo no sería tu hermano...

Y había resultado cierto. En verdad, algunas veces extrañaba a Imrahil, pero en esos momentos sólo tenía que concentrarse un poco y la felicidad de su hermano le llegaba nítidamente, casi como si estuviese con él.

Además estaba en casa. Thranduil no escatimaba esfuerzos para no dejarlo caer en la apatía, y Elroy casi no se despegaba de su lado.

Legolas había tenido cierta reticencia para conocer a la esposa de Elroy, sabiendo que era pariente de Arwen, pero se había llevado una increíble sorpresa al darse cuenta que la joven esposa de su hermano era totalmente diferente a su prima.

Bueno, había alguna veta de firmeza de carácter que era innegablemente parte de la herencia Peredhil, sin embargo, en todo lo demás era distinta y pronto Legolas encontró una agradable compañía en ella. Salvo por el hecho que su creciente embarazo le recordaba lo que seguía sucediendo tan lejos.

Terminó de vestirse y tomó por enésima vez la carta de Aragorn.

"Amor mío, la caravana que te aleja de mí acaba de desaparecer de mi vista y ya te extraño. Gandalf me ha prometido prestarme sus mensajeras... Todavía no me ha dicho dónde las tiene, pero me dijo que escriba mis cartas y que él se ocupará de que te lleguen sin más demora que las necesarias por la distancia. Ah, cómo quisiera poder enviarte una de éstas cada día, para que nunca olvides que mis pensamientos están contigo día y noche. Ahora mismo te escribo pensando qué contarte, y me temo que no tengo mucho para decirte, pero te contaré mis planes para llenar los días que tengo frente a mí.

Ya he decidido que no pararé en palacio más que para comer y dormir. Ese tiempo tendrá que ser suficiente. Tengo planeado enviar una proclama para reunir constructores que me ayuden a remodelar parte de la ciudad y también el palacio. Sé que los jardines no cuentan con toda tu aprobación, así que también me ocuparé de ellos. Ya verás, mi amor... Cuando regreses, no podrás reconocer el lugar...

El muy taimado de Gandalf tenía en su poder unos documentos que extrajo de los archivos del palacio hace ya muchos años. Son tan antiguos que creo son incluso anteriores a mi antepasado Isildur. Allí hay una ley que proclama que un rey puede tomar un consorte siempre y cuando pueda asegurar un descendiente para continuar reinando. Eso ya lo sabíamos, pero escucha esto: dice también que el enlace entre dos consortes no es solo formal y simbólico, también es físico. Si ambos se han amado y se han dado sin reservas uno al otro, su enlace es tan firme y valedero como si fuese formal. ¿Te das cuenta, amor...? No importa cuanto hubiese despotricado mi padre, o el tuyo, o Galadriel, no hubiesen podido enlazarme con ella, porque mi enlace contigo es válido. Me siento feliz con solo recordar la última noche que pasamos juntos en el barco...¿Recuerdas? Esa noche, ninguno de los dos lo sabía, pero sellamos nuestro enlace. Ya eras mío, y esa noche fui tuyo... Nada puede deshacer nuestra unión. Ahora solo tenemos que luchar contra el tiempo que nos separa... No dejes que la nostalgia gane tu corazón, amado mío. Sé fuerte por mí, como yo lo seré por ti hasta que volvamos a vernos... Esperaré tu respuesta. Tuyo, Aragorn... Por cierto... Creo que los documentos de Gandalf dicen otras cosas pero el viejo ladino ha vuelto a esconderlos."

Intento ser fuerte, amor... Pero es tan difícil cuando no estás conmigo... Tu ausencia me duele, me desgarra pensar que estás cerca de ella... No, no pensaré en eso... Seré fuerte, seré fuerte...

Decididamente, Legolas se puso de pie, guardó la carta en un bolsillo pequeño de su túnica y salió de sus habitaciones. Iba a retomar su puesto en la Guardia y en las rondas de vigilancia. Así al menos se sentiría útil.

(-o0o-)

Estaba tan terriblemente cansado, que casi arrastraba los pies por los brillantes pisos de mármol de Palacio. Aragorn había pasado el día en la Puerta Grande de la Ciudad, con más exactitud, en el enorme edificio donde se encontraban las caballerizas del Correo Real, dando órdenes para la remodelación y en muchos casos para la reconstrucción de gran parte de ese sitio.

Verificó por sí mismo el estado de los animales, pese a que los caballerangos que los cuidaban venían desde Rohan, y no había nadie mas diestro que ellos en el cuidado y adiestramiento de caballos.

Cuando llegó a palacio, no sólo olía a caballo, hasta parecía uno de ellos, lleno de heno y tierra por todos lados. Tan cansado estaba, que se hubiese arrojado a dormir así como estaba, pero pensó que tenía que asearse y prepararse para la cena.

Se había prometido que no estaría en Palacio más que para las comidas, de modo que la cena era parte del poco tiempo que podía permitirse estar allí y pese a que la idea no terminaba de agradarle, debía compartirlo con Arwen. Pese a la tristeza que sentía por la lejanía de Legolas, no podía dejar de pensar en la sabiduría de su amado para decidir su marcha. No podía pensar en qué clase de extraña convivencia hubiesen tenido los tres juntos.

Luego del baño, se dirigió al salón donde cenaba generalmente en compañía de Arwen y su padre, que había insistido en quedarse en Minas Tirith a fin de supervisar el embarazo de su hija; y para su sorpresa, el salón estaba vacío.

Uno de los sirvientes le dijo que por pedido de Lord Elrond, la cena había sido dispuesta en las habitaciones del ala sur. Una vez más el disgusto se asentó en él, pero se dirigió hacia allá.

Golpeó suavemente al llegar y al no recibir respuesta, entró con cuidado. La mesa estaba dispuesta en medio de la habitación, con sitio para tres, aunque Aragorn no vio a Elrond por allí y si tenía que ser sincero, el tercer sitio en la mesa parecía puesto solo por una formalidad. Eso encendió nuevas luces de alerta en su mente.

Arwen entró en esos instantes. Había desistido de usar las ropas del Barrio y retomado sus vestimentas élficas, que ya empezaban a dejar ver su estado pese a la abundancia de pliegues de tela. En esos momentos, Aragorn vio a la elfa que un día muy lejano le había hecho creer que su búsqueda por fin había terminado, que tal vez había encontrado la compañera con quien pudiese compartir el resto de su vida. No pasó mucho tiempo antes de darse cuenta que había vuelto a equivocarse.

Oh, Aragorn...- dijo, sonriente -. Espero que no te moleste si te llamo así... pero todos lo hacen y espero que de este modo, nuestro hijo se acostumbre a oír tu nombre...

"Si pudiese decirte cuánto me molesta..." pensó Aragorn, recordando que únicamente sus amigos lo llamaban de esa forma.

"Y Legolas".

¿Dónde está Elrond- preguntó, obviando responder.

No ha llegado todavía- respondió Arwen, a quien la evasiva no pasó desapercibida -. Recibió un mensaje de Rivendel y debe estar contestándolo todavía... Siéntate por favor.

Aragorn decidió que no esperaría demasiado a su padre.

No has estado mucho tiempo en palacio...- murmuró Arwen, empezando a disponer todo en la mesa -. No pareces muy entusiasmado con la idea de ver cómo progresa nuestro hijo.

He tenido mucho trabajo, Arwen.

"Y la idea me entusiasmaría muchísimo... En otras circunstancias, con otra madre, tal vez..." pensó.

Además ayer no me sentía bien y envié por ti... Tu sirviente dijo que te habías ido temprano. Mas trabajo, supongo.

Aragorn estuvo a un paso de soltar un bufido de fastidio que contuvo a duras penas.

Así es, más trabajo. La ciudad debe estar en perfectas condiciones de aquí a unos cuantos meses.

¡Para el nacimiento de tu hijo- exclamó encantada.

Exacto- contestó Aragorn.

Tal vez el tono que empleó le dio a Arwen la pauta de las razones por las cuales Aragorn se sentiría feliz de ver nacer a su hijo.

"Seguramente para correr sin tardanza a buscar a ese elfo... Pero te equivocas, Aragorn... No permitiré que lo hagas" pensó, y aunque la certeza de esa idea estaba causándole acidez, sonrió, complaciente y amable.

He visto que también has empezado a remodelar los Jardines Reales... Me gustaría ver cómo planeas arreglarlos... Tal vez pudiese colaborar, dar algunas opiniones al respecto...

No lo creo, Arwen- cortó Aragorn, sintiendo que el estómago se le contraía de disgusto.

Los jardines eran su regalo para Legolas, no permitiría ni en sueños que Arwen metiese sus dedos allí.

Ya he contratado jardineros expertos...- dijo diplomáticamente -. Me han dado sus ideas y ya he dado mi aprobación para que inicien los trabajos.

Pero también mi hijo jugará allí... Necesito saber si serán seguros, si...

He pensado en todo eso, no te preocupes. Cuando nos visites, los jardines estarán terminados y serán muy seguros.

Ese 'cuando nos visites' casi hizo que la elfa perdiese los estribos, porque era evidente que Aragorn no pensaba mantenerla allí una vez que su hijo naciese. Ese 'nos visites' no la incluía a ella. Una vez más, tomó aire y continuó como si esa frase no le hubiese hecho mella.

Se puso de pie y fue hacia la pequeña mesita donde estaban dispuestos los platos.

Creo que nuestro padre tardará más de lo usual. ¿Te parece si empezamos? No creo que le moleste.

Pero no sería correcto- comentó Aragorn, molesto.

Bien... En ese caso... Podemos empezar con algo liviano... Una copa de vino, quizás.

En ese punto, Aragorn también se puso de pie. La imagen de Arwen con la jarra en la mano, evocó una nebulosa imagen perdida en su memoria, la imagen de un episodio por el cual Legolas y él estaban pagando en esos momentos.

Arwen- dijo, seguro y terminante -. Estaré en mi estudio trabajando un poco más, cuando nuestro padre venga, envíen un sirviente a avisarme... El vino, tú y yo son tres cosas que no volverán a coincidir en ninguna habitación de este palacio... Nunca más.

Diciendo eso, sin darle tiempo a una respuesta, giró y salió rápidamente de esas habitaciones para ir a refugiarse en la soledad de su estudio.

Era increíble cómo podía sentirse agobiado y encerrado en ese sitio, siendo aquel tan grande; y sin embargo así era. Pensó en ir a pasar un rato con Haldir y Baldor y luego desistió de eso. Bastante trabajo le había costado convencer al elfo de quedarse allí como para ir a importunarlos.

En cuanto Legolas salió de palacio, le manifestó su deseo de llevarse a Baldor a su casa, para que allí estuviese tranquilo y en reposo. Casi tuvo que rogarle que no lo dejase solo con Arwen en Palacio, pero al fin, Haldir aceptó no del todo convencido.

Al menos tenía que respetarles su privacidad, no podía aparecerse así de la nada y anunciarles muy fresco que quería cenar con ellos.

Fue hasta los ventanales y los abrió de par en par dejando que aire fresco de la noche le diese en el rostro. Un golpecito en la puerta anunció la entrada de Gandalf que traía un pliego de papel entre sus manos.

Acaba de llegar- dijo, dejándolo en sus manos.

Aragorn ni siquiera lo escuchó marcharse.

"Amado mío, la llegada de tu carta mitigó un poco la soledad en que me encuentro. Recurro a ella cada vez que siento que mis fuerzas faltan, la llevo conmigo a todas horas, porque no sé en qué instante me asaltará tu recuerdo y me dolerá tu ausencia... Tus palabras me dan el valor que a veces me falla.

Pese a lo que habíamos arreglado en un principio, finalmente Imrahil viajó con Eomer hacia Edoras al llegar a las llanuras de Anorien. Me hace falta, pero no tuve el coraje para que también él tuviese que renunciar por un tiempo a su amor por quedarse junto a mí. Siento en mi corazón que estuve acertado, a veces lo extraño, pero siento su felicidad y me alegro por haber tomado esa decisión... Aunque mi ada se contrarió en un principio, finalmente terminó dándome la razón.

Tus palabras tan llenas de planes, me dieron ideas para tratar de hacer que también para mí el tiempo transcurra con más rapidez. He retomado mi lugar en la Guardia y casi a diario acompaño en las patrullas que vigilan el regreso de nuestros elfos a sus hogares en la floresta que antaño estuvo ensombrecida por la presencia de esas bestias oscuras.

La batalla que se llevó a cabo aquí fue cruenta, muchos hermosos elfos jóvenes y doncellas valientes dieron sus vidas para conservar nuestro bosque y ahora es nuestro deber reconstruirlo para honrar su memoria. Todavía quedan algunas de esas malas criaturas, así que debemos proteger a quienes regresan y en lo posible terminar con esa amenaza. Estoy recuperando mi destreza con el arco, todos mis antiguos conocidos han tratado de desafiarme desde que llegué, y hasta ahora ninguno ha conseguido vencerme.

Así transcurren mis días... pero cuando llega la noche, y me encuentro en la soledad de mi habitación vacía, y las estrellas brillan con tanta fuerza; voy hacia las ventanas, miro hacia nuestra estrella más amada y me pregunto si en ese momento, tú la estarás contemplando... Ese pensamiento me reconforta y me da fuerzas para enfrentar la oscuridad tan honda que llena de sombras mi alma..."

Había otros párrafos más dedicados a Baldor y Haldir, pero Aragorn los dejó para después y en esos momentos, volvió a mirar el cielo.

Rogó con todas sus fuerzas para que en ese momento, Legolas estuviese pensando en él con la misma intensidad con que él lo hacía.

(-o0o-)

Las patas de los caballos se hundían en el barro mientras andaban por los senderos apenas demarcados. Las largas capas con capuchas los protegían de la lluvia persistente y fina que caía desde el amanecer. El suave olor al bosque recibiendo la bendición del agua los envolvía, y cabalgando sobre su fiel Arod, Legolas trataba de mantener la mente en alerta por cualquier posible presencia indeseada en los parajes que cruzaban en esos momentos.

Su caballo resopló un poco inquieto y murmurando unas palabras en su oreja, Legolas le palmeó el cuello. Aragorn había insistido en que lo llevase con él, y el elfo no tuvo valor para negarse. Bastante trabajo le estaba costando irse como para mantener esas luchas pequeñas e innecesarias que no hacían más que minar sus fuerzas antes que la verdadera lucha comenzase.

Unos metros detrás de él, una pequeña comitiva de familias se trasladaban de regreso a sus hogares, acarreaban las escasas pertenencias que habían conseguido llevarse antes del inesperado éxodo, pero volvían felices a sus casas. Sabían que era probable que aquellas hubiesen sido destruidas por los orcos pero eso no era un predicamento insalvable. Las reconstruirían, volverían a levantarlas entre cantos y alegría, ahora que esa amenaza se alejaba cada vez más.

Cesó la lluvia y un resplandor suave penetró el follaje, levantando destellos dorados y verdes en las hojas y ramas. Casi de inmediato, cayeron las capuchas hacia atrás para recibir la cálida caricia del sol.

Hubo un revuelo de aves más adelante, Arod lanzó un relincho nervioso, y Legolas detuvo la marcha con un gesto de atención para todos.

Casi de inmediato, los niños más pequeños se escurrieron debajo de las carretas, custodiados por los más grandes, y como por arte de magia, los pacíficos elfos olvidaron sus flautas y cantos, reemplazando todo aquello por los arcos preparados y el silencio.

Silencio que se quebró con los gritos destemplados de ataque de las criaturas oscuras.

Debía ser alguno de los pocos grupos de orcos que todavía se resistía a abandonar la floresta pero que ante el asedio constante, se movilizaban alejándose cada vez más. No eran muchos, y luego de una rápida escaramuza, huyeron metiéndose en el bosque a toda la velocidad que pudieron.

Ustedes sigan adelante, los veré junto al Río- ordenó Legolas y descabalgó, dejando a Arod al cuidado de un acompañante.

Alteza, no puede ir tras ellos... Puede ser una trampa- intentó prevenir uno de los guardias, pero fue en vano, porque Legolas ya desaparecía detrás de los orcos que habían conseguido escapar.

En aquel momento, Legolas no supo muy bien por qué estaba haciendo aquello, teniendo en cuenta que el guardia tenía razón y aquello podía ser una trampa. Para bien suyo no lo era, y para mal de los orcos, el elfo que se lanzó tras ellos tenía algo muy importante para probarse.

Las palabras que le había dicho a Aragorn cuando desafió a Lord Elrond le habían rondado en la cabeza noche tras noche. La incertidumbre que se había arraigado en él desde los días en que estuvo prisionero, no lo dejaban descansar.

"Soy un buen guerrero... Sin esto, soy un excelente guerrero" le había dicho a Aragorn, en un momento de desesperación, pero luego, ya más calmado, la duda había regresado a cebarse en él.

"¿Soy tan buen guerrero...? Si lo soy... ¿Por qué no pude escapar de ellos?" Eran las preguntas que noche a noche le impedían descansar.

Y por no haber podido escapar, lo habían sometido a los vejámenes más crueles que jamás pudo imaginar y que para su desgracia tampoco podía olvidar. Dos hombres, dos humanos a los que hubiese podido vencer, a los que debería haber podido arrojar a un lado sin mayores inconvenientes.

Se agachó y revisó las huellas profundas en el suelo blando por la lluvia. No eran muchos, y no tenían flechas, porque habían atacado la caravana armados sólo con sus espadas y machetes. El corazón de Legolas empezó a latir más rápido. Si no era un buen guerrero, iba a averiguarlo muy pronto.

Sus pasos leves no hicieron el menor ruido entre la hojarasca húmeda, y recordó entonces cuando calzado con aquellas graciosas medias blancas, practicaba en el salón de la escuela, asombrando a todos con la levedad de sus pies. Una vez más, necesitaba de esa habilidad, pero ya no para despertar asombro y danzar con espadas sin filo sino para mantenerse a salvo.

Avanzó un trecho más, en completo silencio, y aún antes de verlos, pudo olerlos, pudo oírlos y descubrió con insólito placer que sus sentidos no se habían atrofiado luego de tanto tiempo viviendo una existencia tan distinta a la suya.

Solamente en ese momento supo por qué lo hacía.

Porque si no recuperaba su auto estima, si no volvía a confiar en sí mismo, nunca podría volver a ser como antes. No podía regresar con Aragorn con aquel estigma sobre sí. No podía seguir existiendo como hasta ese momento con la duda y aceptar para siempre el abrigo y el cuidado del hombre; y no porque no lo apreciase.

Sí quería sentirse abrigado y cálido en los brazos de Aragorn, también quería saber que si hacía falta, aquel lo defendería, pero también quería saber que si no tenía todo eso, podía mantenerse a salvo, que todavía era capaz de cuidarse por sí mismo.

Probablemente aquellas bestias también lo sintieron, porque de pronto se irguieron, y dirigieron sus torvas miradas hacia el sitio donde él estaba oculto.

Sabiendo que había sido descubierto, Legolas también se irguió y por unos escasos segundos enfrentó no sólo a ese grupo de orcos, estaba enfrentando también a los fantasmas de aquellos dos humanos que parecían burlarse de él desde sus recuerdos.

Grishnákh...- gruñó uno, viendo la silueta delineada en la tímida bruma del bosque -. Creo que esta noche, cenaremos carne... Primero nos gozamos al elfito, y después lo cenamos...

No hables tanto- dijo Legolas, y descubrió feliz, que no tenía miedo -. Tu mal aliento espantará los animalitos del bosque... Si es que ya no corrieron al ver tu fea cara...

El grupo aulló, como si fueran uno, y del mismo modo se abalanzaron sobre él.

En el vapor difuso que se estaba levantando a causa de la humedad, brillaron los puñales gemelos que tanto conocían en Mirkwood, y comenzaron su faena.

Nunca antes había podido pensar Legolas que aquellas lecciones recibidas por el Maestro Egaldus podían servirle, pero así era. Ahora no sólo podía luchar como los elfos de su bosque, podía convertir esa batalla en una danza mortal para esas criaturas que estaban en cierto modo acostumbradas al modo de combatir de los elfos, pero no esperaban un elfo que mezclara también un desconocido estilo humano en la pelea.

Casi de improviso, todo cesó, y Legolas se encontró solo, en medio de los cuerpos caídos de unos cuantos orcos. Tenía varias heridas leves pero ninguna seria. En ese momento, deploró haber ido solo, ahora tendría que arreglárselas sin ayuda para no dejar esos cuerpos allí.

Esa noche cuando apoyó la cabeza en su almohada, se entregó al descanso, y los fantasmas de esos hombres volvieron a presentarse; pudo enfrentarlos y enviarlos de regreso a la oscuridad desde donde esperaba que no volvieran. Pero si regresaban, estaba listo para ellos.

"Soy un buen guerrero..." se dijo, complacido. "Cuando estemos juntos de nuevo, amor, aceptaré tu abrigo y tus cuidados, pero no porque no pueda valerme por mí mismo; sino porque deseo aceptarlos. Y sabré que cuando me los ofrezcas, lo harás por amor y no por compasión".

Pensando eso, a la titilante luz de las estrellas, desdobló el último pliego recibido antes de salir del palacio.

"Hermoso mío, el tiempo se burla de mí... Desde la sombra de mis habitaciones, demasiado espaciosas, el eco de tu risa me ha mantenido despierto otra noche más y deseo con tanta fuerza tenerte a mi lado, que me duelen las manos de estrujar el vacío. La esperanza, la esperanza es lo único que mantiene mi sangre corriendo por mis venas, la esperanza que cuando el tiempo deje de reírse de nosotros, no será el eco de tu risa lo que me mantenga despierto, sino el placer de oírte reír a mi lado.

Las obras de la ciudad adelantan, los jardines están quedando espléndidos pero a sabiendas dejaré algunas cosas sin finalizar. Sé que te gustará dar tu opinión final al respecto, y disfrutaré mucho viéndote y ayudándote a terminarlos. ¿Sabes algo? Una mata de juncos había crecido junto al Arbol Blanco en el Patio del Manantial y todos los días yo los veía sonriendo, preguntándome cómo habría sido posible que crecieran allí, pero feliz porque me recordaban a ti. Hace algunos días, el árbol comenzó a languidecer... Los jardineros se arrancaban los cabellos, pensando que habían usado mal algún abono, o algo por el estilo, intentaron varias cosas y al final tuvieron que decírmelo, ya que habían intentado solucionarlo antes de avisarme.

No tengo que decirte lo importante que es para nuestra ciudad. El Árbol Blanco es nuestro símbolo más apreciado... Cuando lo ví, no podía creerlo, estaba mustio, las hojas marchitas. Y casi al mismo tiempo noté otra cosa. Tomé por el cuello al primero de los jardineros que pude y le pregunté si ellos habían quitado los juncos que crecían junto al Árbol. El insensato dijo: Majestad... eran unos hierbajos... Casi lo llevé a puntapiés (no lo hice porque recordé todo lo que me has dicho al respecto) hasta donde habían arrojado la mata que habían arrancado e hice que volviesen a plantarlos juntos. No pasó un día completo y los dos volvían a estar lozanos... ¿Tengo que explicarte algo acerca de esto?

Languidezco si no estás a mi lado, amor... No puedo estar demasiado tiempo lejos de ti, o terminaré como el Árbol Blanco, seco y mustio... Resistiré en espera del día que volvamos a estar juntos.

He comenzado a remodelar también Osgiliath, y recuerdo muy bien tus recomendaciones con respecto a cambiar y modificar el asunto de sus defensas. Estoy trabajando mucho en las pequeñas notas que hicimos juntos... Ahora me explico de dónde sacabas tan buenas observaciones con respecto a mis escuálidos intentos por planear buenas defensas... Has pasado más tiempo que yo planificando defensas...

Creo que esta noche no me siento muy bien... Me temo que he pasado algunas noches a la intemperie... Huyendo de los malos sueños y de tu ausencia, volví a vestir mi capa vieja y mi sombrero raído y me escabullí de Palacio. He ido a aquel jardín donde nos vimos por primera vez.

Todavía recuerdo tus ojos brillantes, tu voz al hablar... Creo que tengo algo de fiebre, porque si me empeño, creo que incluso puedo oler el perfume de tu cabello... ¡Ah, qué tonto fui en ese momento! En cuanto te vi, mi corazón dio un salto y te reconoció, supo que eras el compañero para mi vida, y yo, tonto de mí, no le hice caso. Te sobraba razón la noche en que dijiste que tenía miedo de confiar... Tuve miedo de confiar en mi corazón, y por eso tardé en darme cuenta... Pero te tuve y esos momentos preciosos son mi escudo, el escudo que levanto cada vez que piensan que sólo porque no estás, mi amor por ti puede menguar..."

Pensando en el lento transcurrir del tiempo, Legolas trató de descansar, aunque las últimas frases de la carta lo habían dejado un tanto inquieto.

Sabía que eso podía suceder si se alejaba, que Arwen intentaría acercarse a Aragorn nuevamente, pero se armó de coraje y confianza.

Aragorn lo amaba, y se mantendría lejos de ella, al menos todo lo alejado que pudiese; confiaba en eso.

(-o0o-)

Elrond se había pasado la mayor parte de la mañana tratando de averiguar dónde estaba su hijo, pero aquel parecía tener alas en los pies, u hormigas en el trasero, porque en cuanto conseguía llegar al sitio donde le habían dicho que estaba, ya había partido nuevamente.

Por fin, luego de ir y regresar un par de veces por gran parte de la ciudad, regresó al palacio, dispuesto a esperarlo sentado en la puerta si hacía falta. Y vaya que hacía falta.

En cuanto Aragorn avanzó por la explanada de ingreso, supo que algo no estaba bien si su padre lo esperaba de pie casi en la entrada. Podía suponer por dónde venían los inconvenientes, de modo que tomando aire, se encaminó hacia él.

Me he pasado todo el día tratando de encontrarte, Estel.

Lo siento, padre... Tengo muchos asuntos que atender- dijo, sin detenerse y marchando hacia sus habitaciones.

No tengo ninguna duda de ello. Casi no paras en el palacio, y en ocasiones tu presencia es necesaria.

Lo lamento. ¿Era algo muy urgente?

Depende de que tan importante sea tu hijo para ti.

¿Qué pasa con mi hijo¿Algo anda mal?

Si algo anduviese mal, ya sería tarde para que te enterases. No, por suerte, Arwen ha podido sortear bastante bien sus malestares hasta ahora con la escasa ayuda que le estás prestando.

Aragorn entró a sus habitaciones seguido de Elrond, que no cejaba en sus intentos de hacerle ver su punto de vista. Se quitó la ropa sucia que traía luego de un día completo de visitar las carboneras y la arrojó a un costado. Tenían tanto hollín encima que cuando cayeron, levantaron una pequeña nubecita negra.

Es necesario que pases más tiempo con ella- dijo por fin, Elrond.

Paso con ella todo el tiempo que puedo.

No es cierto. Te atiborras de tareas para no estar aquí demasiado tiempo y cuando estás, apenas estás con Arwen el tiempo que tardas en engullir tu cena. Y cuando digo engullir, me refiero a que es eso lo que haces: masticar con la educación de un orco, y retirarte inmediatamente después. Supongo que tenemos suerte en que no eructes apenas terminas.

Aragorn asomó la cabeza dentro del cuarto de baño para comprobar si los sirvientes ya le habían preparado la tina, y comprobó con placer que así era.

Lo sé, padre... Y en verdad lo siento, pero no puedo dedicarle más tiempo del que le doy...

Supongamos por un instante que te creo... ¿Te das cuenta que tu hijo puede sentir el rechazo que sientes por él?

En ese punto, Aragorn se volvió hacia él.

¿Y tú te das cuenta del inmenso esfuerzo que tengo que hacer para separar lo que siento por mi hijo y el...- estuvo a punto de decir 'rechazo', pero supo que eso ofendería con cierta razón a su padre -. El sentimiento poco amigable que tengo por Arwen?

Sí, me doy cuenta- admitió Elrond, con aspecto cansado -. Te pido, sin embargo que te esfuerces un poco más... Sé que no es tu culpa lo que sientes por mi hija... Sé que ella misma se ha granjeado esos sentimientos, pero también sé que hay ocasiones en las que tu presencia es necesaria. Pronto será indispensable que la ayudes a prepararse para el momento de dar a luz, y te darás cuenta que para eso será tu presencia la que ella necesitará. Ni siquiera la mía le será útil.

Aragorn no tuvo coraje para contarle acerca de los intentos que Arwen hacía para acercarse nuevamente a él. Tenía que pensar en su hijo también.

Está bien, padre... Intentaré pasar más tiempo con Arwen, pero solamente si tú estás presente.

Pero son momentos de intimidad entre padre e hijo...

No, no habrá momentos de intimidad entre padre e hijo mientras no haya nacido y ésa es mi condición: estaré más tiempo con ella, siempre y cuando tú estés allí.

¿Tanto desconfías de ella?

Aragorn no contestó a esa pregunta para no herir más a su padre, pero su silencio fue más que evidente y produjo casi el mismo efecto que si lo hubiese gritado a toda voz.

Está bien, Estel. Le haré saber esto y tendrá que conformarse.

Exactamente, padre... Lo lamento, pero tendrá que conformarse... Y yo no rechazo a mi hijo... Si yo pudiese explicarte lo confundido que me siento cuando estoy con ella... Desearía poder acercarme y tocar su vientre, sentir cómo crece... Sentir que me conoce, que reconoce mi voz y se mueve al oírla... pero su presencia... A veces desearía tanto que fuese posible...

Se detuvo antes de seguir, porque sus deseos no eran posibles, y no tenía sentido expresar algo que no podía suceder. Se quitó la camisa y se limpió con ella el rostro.

De acuerdo, hijo... Te esperaremos para cenar- dijo Elrond.

Aunque le pesara terriblemente, comprendía a su hijo y su conflicto. No debía ser para nada fácil querer a un hijo por nacer y no sentir más que rechazo hacia la madre que lo albergaba en su vientre. Salió de las habitaciones con pesar porque su presencia no resolvía ninguno de los problemas, y contra todo lo que había pensado, tampoco el alejamiento de Legolas había terminado con los malestares de Arwen.

Tal vez, no era el elfo lo que le causaba esas molestias, sino que la criatura no se sabía deseada, pero no por su padre, sino por su madre.

En cuanto Elrond salió de sus habitaciones, Aragorn terminó de desvestirse y se metió en la tina. A veces no sabía si lo agotaban más las largas jornadas de trabajo o esas pequeñas batallas que lo aguardaban al llegar a la casa. No se permitió dormirse en la tina, se aseó y luego de vestirse, se presentó a cenar, tal como había prometido.

No había alegría en el rostro de Arwen cuando la vio y supuso que su padre ya le había comunicado su decisión.

No lo lamentaba por ella. Al menos así, podría asegurarse de acercarse a la elfa sin que aquella volviese a ponerse pesada y quizás pudiese hacerle sentir a su hijo que si su madre no lo esperaba con toda el ansia que hubiese debido, él sí lo hacía aunque no pudiese demostrárselo tanto como quería.

Al regresar a sus habitaciones, sobre la mesita de noche, lo aguardaba una carta que Gandalf había dejado allí mientras cenaba. Con rapidez se desembarazó de sus ropas y se metió entre las mantas, para disfrutar con comodidad mientras leía. Así, luego de leer, podía poner el papel sobre la almohada a su lado e imaginar que en el futuro, no sería un papel lo que ocuparía ese sitio, sino el autor de las palabras que ahora leía.

"Amado mío, las estaciones están cambiando, y el calor de Anar calienta con lentitud el aire de las mañanas. Empero, no parece pasar el tiempo tan rápido como yo quisiera... Empujo los días en muchas actividades, pero éstos no se dejan avasallar, se resisten a mis deseos y hasta me parece que se empeñan en pasar más despaciosamente que nunca.

Es tu ausencia la que hace más largos los minutos y me resulta difícil por no decir imposible, gastar el tiempo en el que no estás conmigo. Nunca pensé en definir la eternidad, puesto que nuestra raza inmortal no se ocupa en esas cosas, pero me temo que he descubierto su significado: la eternidad es cada segundo que no estás junto a mí, cada segundo que no pasa, que se arrastra y no se apresura, ni aún viendo mi desolación.

Tengo tu última carta entre mis dedos y sin embargo, me siento súbitamente inquieto... He intentado no pensar en ella, no mencionarla entre nosotros, pero es en estos momentos en que ya no puedo evitarlo. Su sombra crece en mi mente día a día, me oculta el sol, no puedo disfrutar los días sabiéndola tan cerca de ti... Mas cerca de lo que yo puedo estar. He aprendido a confiar en ti, amor mío... pero también he aprendido con dolor a desconfiar de ella. Mi soledad es su venganza, y sé que disfruta cada momento que nos ha robado y sigue robándonos... Por favor, amado mío... Sé precavido..."

"Sé precavido..." pensó Aragorn apagando la lámpara y acomodándose entre las mantas. "Tienes un sentido extra cuando se trata de nosotros, amor... He sido precavido, no me dejaré envolver por ella, te lo prometo".

De manera casi natural, ocupaba el lado izquierdo de la cama porque sabía que a Legolas le gustaba el derecho. Estiró la mano hacia el sitio vacío. Colocó en ese lugar la carta y cerró los ojos esperando poder dormir. A pesar de que Elrond había estado presente en todo momento, no podía evitar sentirse levemente traidor al haber compartido unos minutos extra con la madre de su hijo.

(-o0o-)

El elfo prácticamente corría a través de los pasillos oscuros, alejándose. Necesitaba alejarse para que su dolor no lastimase a su hermano y por eso corría a toda la velocidad que le permitían sus ligeros pies. Sabía que no había distancia que cortase definitivamente la conexión con Elroy, pero tal vez si se alejaba, no lo lastimaría tanto.

De pronto recordó el refugio donde los tres huían para escapar de sus deberes de la corte y se arrojó a través del pasaje clandestino que lo sacó del palacio y lo llevó a las afueras.

La noche, con su manto de oscuridad ayudaba a ocultar algunas lágrimas que se escapaban, y Legolas agradeció tener ese lugar para aislarse. A las orillas del estanque, se sentó para tratar de calmarse y conjurar esa visión que la soledad, la ansiedad y las sombras se habían conjurado para formar.

La cena había transcurrido en silencio, al menos por su parte.

Llevaba varios días esperando la carta de Aragorn en respuesta a la última suya, sin novedades y la espera se estaba haciendo imposible de tolerar para él. Una y mil veces se reprochaba haber escrito aquellos renglones mencionando a Arwen, como si el haberlo hecho, la hubiese atraído hacia ellos, la hubiese hecho real de nuevo. La lejana figura de la elfa parecía haber cobrado nitidez y preponderancia entre sus recuerdos una vez más.

Apenas terminaron de cenar, escapó hacia los jardines, a tratar de calmar su impaciencia, a decirse que tal vez por unos días, Aragorn había tenido muchas más actividades de las planificadas y por eso se había retrasado al mandar su carta... Casi no había probado bocado esos últimos días, y cosa extraña, no sentía demasiado la falta de los alimentos, pero sí la falta de la carta. Esa falta sí lo afectaba más que la falta de descanso o de alimento.

Ni siquiera supo cuánto tiempo pasó en los jardines, la calma de la noche lo ayudó a sosegarse un poco.

"Seguramente fue eso... Alguna actividad no planeada debe haberse presentado... Eso debió suceder, seguramente en un par de días llegará su carta..."

Diciéndose esa y otras frases que pretendían tranquilizarlo, decidió ir a sus habitaciones a intentar descansar. Cruzaba por un claro cuando divisó no muy lejos, la figura sentada en uno de los bancos de piedra.

En las penumbras, no distinguía demasiado pero eran evidentes las formas femeninas, y mucho más evidente la sombra que arrojaba el vientre grávido, redondo. El cabello negro y lacio caía en cascada hasta la cintura, y la piel blanca deslumbraba bajo la temblorosa luz de las estrellas. Acariciaba su vientre y musitaba una melodía entre los labios, sin atreverse a elevar la voz.

Legolas contemplaba, sin atreverse a interrumpir ese pequeño instante de unión entre madre e hijo, y fue entonces cuando una sombra más entró en su campo visual. Se acercó en silencio y al verlo, la madre sonrió, con una sonrisa tan plena, tan llena de felicidad que ni siquiera todas las estrellas del firmamento hubiesen podido competir con ese brillo. La otra sombra se inclinó hacia ella y depositó un beso gentil y amoroso en los labios, compartiendo ese momento, luego se arrodilló a su lado y sus manos se posaron en el estómago crecido.

Había una entrega incondicional en ese gesto, una tan terrible fuerza que unía las dos figuras, que Legolas se sintió un observador clandestino, inoportuno a más no poder. Pero entonces todo se confabuló en su contra. Su mente sabía que ésa era Löne y que el otro era Elroy, pero de repente, era Arwen y la otra figura...

Aragorn...- fue el gemido que se escapó de sus labios.

Toda la inquietud de esos días de espera, explotó en su corazón, como si en verdad aquellos dos fueran Arwen y Aragorn. El sólo imaginar una escena similar hacía que su corazón sangrara porque pese a todo su amor, él nunca podría estar en ese sitio. Jamás podría ocupar el lugar que ocupaba Arwen. Reconocer eso, fue un filo hundiéndose hondamente en su alma.

Tenía que alejarse de allí si no quería estropear tan bello momento a su hermano, de manera que amparándose en las sombras, retrocedió y en cuanto pudo, corrió y corrió como si pudiese alejarse así del dolor.

Se quedó sentado en las orillas del estanque hasta que comenzó a clarear y solamente en ese momento regresó al palacio, directo a sus habitaciones. Si la carta de Aragorn no llegaba en los próximos días, él escribiría, aunque tuviese que conformarse con sus mensajeras en lugar de las que Gandalf usaba.

(-o0o-)

"Amor mío, sé que esta carta tardará mucho más de lo común en llegar, pero confío en que lo haga... En vano he esperado tu respuesta, pero no ha llegado... Por favor, sólo tranquilízame y hazme saber que todo está bien, que mis inquietudes son únicamente eso: inquietudes tontas propiciadas por esta larga ausencia.

Intento no pensar, pero los pensamientos vienen a mí sin que pueda hacer nada para evitarlos. Se amontonan en mi mente y me quitan la calma, el hambre, el sueño... Necesito tus palabras, amor, necesito saber de ti y cada día que pasa sin noticias es una espina que se clava en mi corazón. No me hagas sufrir esta espera que se une a la que no podemos evitar.

Daría toda mi vida inmortal por regresar a tu lado y terminar de una vez con este martirio porque no puedo seguir adelante. Es únicamente la palabra de honor que di de mantenerme lejos de Arwen, lo que impide que tome a Arod y me lance a los caminos rumbo a Gondor. Dime que no fue un error alejarme de ti, que esta lejanía que llena de dudas mi corazón terminará pronto... Aragorn, tengo frío... Necesito tu abrigo..."

Aragorn leyó las últimas líneas y se dispuso a escribir de inmediato, cuando un par de golpes secos en su puerta lo detuvieron. Sin esperar a su consentimiento o su aprobación, aquellas se abrieron y Elrond se asomó.

Deprisa Aragorn, llegó el momento- anunció y desapareció de nuevo.

De inmediato abandonó todo lo que tenía entre manos y salió corriendo detrás de su padre.

La carta de Legolas quedó abandonada sobre la mesa y también la respuesta que no llegó a escribir.

(-o0o-)

Thranduil terminó de leer algunos papeles, estampó firmas y se dedicó a algunos problemas internos cuando Elroy entró en el estudio. Había aprendido a conocer mejor a su heredero y de inmediato supo que algo no estaba bien.

No te ves bien... ¿Algún problema...?

Legolas no se presentó en su lugar de la guardia esta mañana. Fui a sus habitaciones y aún dormía... ¿Sabías que lo hace con sus ojos cerrados?

Lo imaginaba... Desde hace un tiempo está así, desde que no llega la carta de ese humano.

Casi no come, y es evidente que no descansa bien... – Elroy se sentó en uno de los sillones para tratar de explicar la causa de sus temores -. Ada, tengo temor por él... Lo único que lo mantenía activo eran esas cartas. Ellas mantenían la esperanza de que el tiempo pasase con rapidez, pero ahora las cartas han cesado y siento que lentamente la esperanza se apaga en él... Los hombres son como las hojas que se mueven con el viento... Y temo que ese hombre...

No, eso no sucederá...- cortó el rey elfo, no porque estuviese defendiendo al humano, sino porque no podía creer que su hijo se hubiese equivocado tanto al elegir a alguien tan voluble.

La puerta del estudio volvió a abrirse y Thranduil observó por sí mismo el desfavorecedor cambio que había tenido su hijo en los últimos días. Y no es que no lo hubiese observado antes, pero tal vez se había negado a percibirlo. Ahora que Elroy se lo confirmaba, no podía negarlo.

Lo siento ada... No quería interrumpir. ¿Llegó...- la pregunta se desvaneció antes de terminar cuando vio el gesto de negación de su padre.

No, Legolas, no ha llegado ninguna carta para ti, lo siento.

Conmovido por la sensación de desilusión que percibió en su hermano, Elroy se puso de pie y lo animó a entrar, prácticamente lo acarreó dentro y lo sentó a su lado en el sillón.

No tienes que preocuparte, hermanito... Seguramente, ese rey tuyo ha tenido algún contratiempo y no ha podido responderte... Hasta ahora sus cartas nunca habían faltado... ¿No es así?

Sí...

Entonces no te preocupes... Ya te escribirá nuevamente, y estoy seguro que su carta será tan extensa que cuando termines de leerla, estarás tocando su puerta en Minas Tirith- tratando de animarlo, Elroy le tomó las manos y por un instante se asombró por lo frías que estaban -. Ven, acompáñame a desayunar...

No tengo hambre.

No puedes no tener hambre, Legolas... Anoche casi no comiste.

En serio, Elroy... No tengo hambre. Creo que regresaré a mis habitaciones, tengo frío.

Con esas palabras, Legolas se desembarazó de las manos de Elroy que insistían en mantenerlo allí y salió del estudio.

Se sentía totalmente agotado. Mantener a sus hermanos lejos de toda la angustia que lo embargaba le demandaba tanto esfuerzo como seguir adelante. Ellos eran tan felices que no tenía corazón para agobiarlos con sus penas. Bastante habían tenido al ir a buscarlo hasta Minas Tirith, encontrarlo en el lastimoso estado en que lo habían hallado y luego tener que cargarlos con sus angustias... Decidió que no era apropiado, pero mantener sus sentimientos encerrados en sí mismo era un proceso desgastador.

Y lo más extraño de todo, era que realmente sentía frío y esa era una sensación inusual para él. Recordaba haber sentido escalofríos en varias oportunidades, pero era algo puramente físico. En esos momentos, el frío que sentía no se limitaba a sus manos, que estaban heladas, ni al resto de su cuerpo. Parecía que nacía dentro de él y día a día se extendía hacia el exterior.

Llegó a sus habitaciones y se envolvió en una capa que Aragorn le había obsequiado. No quería meterse en la cama, de manera que se acomodó en un sillón cerca de la ventana, donde la luz entraba a raudales y esparcía calor pero no era ése el calor que él necesitaba.

"Por favor, Aragorn... Ayúdame a esperarte..."

Pero los días siguieron pasando, y la carta nunca llegó.

Los días comenzaron a acortarse, el frío real del otoño se asentó sobre Eryn Lassgalen, como habían llamado al antiguo Bosque Negro, y las hojas comenzaron a amarillear y a caer.

Aunque Legolas ya no medía el tiempo, el nacimiento de su sobrino puso una nota de relevancia en los días que pasaban haciéndole notar que el hijo de Aragorn también tenía que haber nacido ya. Sin noticias, sin una sola línea que le indicara algo, sólo podía esperar.

(-o0o-)

Thranduil avanzó por los jardines escuchando la hojarasca crujiendo bajo sus pies pese a que sus pasos eran leves como la brisa otoñal que ocasionalmente las arremolinaba. A través de las ramas semi desvestidas de los árboles, Anar les obsequiaba su luz y su calor, y alcanzó a ver a su hijo sentado en una de las bancas de piedra más alejadas.

Todavía recordaba el momento en que un mensaje por fin había arribado proveniente de Minas Tirith. El despacho iba dirigido a la Casa Real por lo que el papel fue derivado directamente al estudio de Thranduil.

En su sistemática espera a que apareciese la carta ansiada, Legolas revisaba por sí mismo la correspondencia que llegaba, por eso fue el primero en ver la misiva.

El sobre lacrado con el sello de la Casa Real de Gondor fue rápidamente roto y dentro, una nota impersonal, daba noticias que en Minas Tirith había nacido el heredero de la Casa Real Telcontar. Pero la nota era similar a las que se enviaban de forma protocolar a todos, no había ninguna otra cosa para él, y eso fue un nuevo golpe, porque además, esa nota había sido remitida con un mensajero común, y había tomado mucho tiempo para llegar a un sitio tan lejano.

Cuando se dio cuenta del tiempo que en realidad había transcurrido desde el nacimiento, Legolas dejó de esperar una carta. Lo único que lo mantenía eran las palabras de Aragorn jurándole que lo amaría siempre. Se aferraba a esas palabras con la clara certeza que en el momento en que dejara de creer en ellas, no despertaría a un nuevo día.

Habían pasado tres largos meses desde que aquella nota había llegado.

Thranduil casi no podía reconocer en aquella figura a su hijo, estaba tan delgado que parecía que una brisa tenue podría voltearlo, y la blancura de su piel se había convertido en palidez alarmante. Sus manos, de por sí delgadas estaban continuamente frías, y no solamente las manos. El elfo tenía que estar abrigado como si fuese un simple mortal, porque siempre decía tener frío. Lo único que parecía tener vida en él eran sus ojos. Tan azules, tan diáfanos como siempre, esperaban y en ocasiones tenían un brillo que Thranduil siempre reconocía como lágrimas no derramadas.

La tristeza que rodeaba a su hijo era casi palpable y hasta ese momento, se había reprochado terriblemente no poder hacer nada para impedir que la luz de la vida se extinguiese a medida que la esperanza moría.

Avanzó hasta estar casi junto a él y eso le dio una nueva noción de lo débil que podía sentirse el elfo, ya que ni siquiera pareció percatarse de su cercanía. Los dedos blancos mantenían abierto un libro, pero entre las hojas, el rey elfo adivinó más que vio, los pliegues de las cartas recibidas.

Legolas...

Aquel levantó la vista hacia él y sonrió levemente, como si el gesto le costase un gran esfuerzo.

Ada... No te oí llegar.

Sé que no- Thranduil trató de elegir las palabras para dar su noticia -. Pequeño... Tenemos un problema... Aquí hay alguien que me está reclamando justicia. Dice que tomaste algo que le pertenecía y quiere que se lo devuelvas.

Legolas pestañeó, incrédulo.

Eso no es posible, ada... Sabes que yo jamás haría algo así...- murmuró.

No estás diciendo la verdad, príncipe.

Por unos instantes, Legolas se quedó inmóvil, incapaz de hacer un solo movimiento, ni siquiera uno mínimo, por temor a equivocarse, por miedo a engañarse y resultar terriblemente herido con tal equivocación, por el simple hecho que no podría enfrentar la desilusión de haberse equivocado. Casi con desesperación, sus ojos buscaron el rostro de su padre.

Thranduil estaba distendido, no sonreía porque no perdía detalle de las reacciones de su hijo, pero estaba sereno, casi inescrutable como siempre.

No podía ni tan siquiera controlar el desbocado ritmo que tomó su respiración, y con cierto temblor cerró el libro que tenía entre sus manos para girar y enfrentar a quien venía a reclamar.

El reclamante avanzó hasta estar a su altura, y alargando el brazo apoyó la palma en el agitado pecho del elfo, sintiendo el descontrolado latir del corazón.

Te llevaste mi corazón, príncipe... ¿Lo has mantenido tibio como te pedí, o lo has dejado olvidado en un rincón frío y oscuro...?

Legolas no podía hablar, no podía emitir un solo sonido, únicamente podía observar al hombre que tenía delante de sí, y que por desear tanto su presencia, casi temía que fuese una alucinación.

Aragorn estaba mucho más delgado que cuando lo vio por última vez, desarrapado y sucio, como si hubiese recorrido un largo camino sin detenerse en absoluto. El cabello desgreñado y pegoteado, la barba no estaba cuidada y prolija, sino crecida de muchos días.

La capa que había sido verde, ahora era una mezcla de muchos tonos de gris y las botas estaban casi tan embarradas como el resto de la ropa.

Pero para el elfo, jamás estuvo más hermoso.

Fue el contacto de la palma caliente en su pecho lo que de pronto pareció infundirle calor, justamente el calor que Anar no le proporcionaba, el que había estado ansiando tanto tiempo y por fin lo convencía de que no era una alucinación, ni el producto de su corazón anhelante. Casi había conseguido reunir el aire suficiente para responder, pero la mano ascendió, acarició su mejilla y él solo se dejó conducir.

Y la mano lo condujo exactamente al sitio con el que había soñado todos esos largos meses anteriores: el cálido refugio de los brazos del hombre. Dejó caer el libro para poder aferrarlo y las cartas que había mantenido entre sus hojas se volaron con la brisa, pero no importó, porque ya no las necesitaría. Lo que necesitaba, en esos momentos, era escuchar el latido del corazón de Aragorn, que retumbaba dentro del pecho amplio casi al mismo enloquecido ritmo que el suyo.

El movimiento siguiente llevó su rostro directo hacia el rostro del hombre, para poder dejar de soñar con sus besos y disfrutarlos en la realidad.

En el extremo de sus fuerzas, Aragorn sostenía el cuerpo de su amado elfo mientras volvía a saborear sus labios como si fuese la primera vez. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había podido gustar su boca, que temía haber olvidado el sabor de sus besos; pero no era así. Nunca podría haber olvidado ese dulce sabor.

Un solo brazo le alcanzaba para ceñir la estrecha cintura de Legolas, y en eso, Aragorn reconoció con un toque de alarma, lo delgado que estaba. Se separó un momento para mirarlo mejor.

Tuve miedo que ya no me esperaras...- susurró, casi temblando al ver lo cerca que había estado de perderlo.

Y yo tuve temor que te hubieses olvidado de mí...- dijo el elfo, avergonzado pero sin poder seguir ocultando la causa de su terrible tormento durante esos meses de espera -. Tuve miedo que... que tener a tu hijo hubiese sido una tentación demasiado fuerte para ti... Que tal vez pudieses encontrar que con un bebé en medio de ustedes, las cosas podrían funcionar... Pero quería creer en ti, en tu promesa.

Juré que vendría por ti, y yo también tengo sangre de elfos, mi amor... Cumplo mis juramentos.

Sí- dijo únicamente antes de volver a buscar sus labios -. Tus cartas dejaron de llegar y yo me aferré a tus palabras...

Tengo mucho para contarte, amor mío... En cuanto me dejes hablar...- dijo Aragorn, pero tampoco él tenía intenciones de soltar los ansiosos labios que tan bien se ofrecían a los suyos.

Con la primera sonrisa plena desde hacía muchos meses, Legolas asintió y entonces dejó que sus manos reconocieran de nuevo el rostro amado.

La piel estaba oscurecida por el sol, era evidente que Aragorn había cabalgado bastante tiempo, recorrió las cejas oscuras y se maravilló de nuevo ante el deslumbrante gris de los ojos de su amado. La nariz recta, los labios que acarició con sus yemas. El recuerdo del delicioso escozor que la barba producía sobre su piel lo hizo sonreír antes que sus ojos divisaran la cicatriz nueva que emergía apenas desde el cuello y que estaba convenientemente oculta por los ropajes.

Alarmado, y pese a las protestas, desprendió la capa, y también la túnica para descubrir que la piel apenas se estaba curando en esa zona y también encontró el grueso vendaje que cubría parte del hombro.

¿Qué... qué pasó¿Te atacaron cuando venías...- entonces notó que el rey estaba solo, y no vestido de monarca precisamente -. ¿Dónde está tu escolta¿Mataron a todos?

Shhh...- Aragorn puso su dedo gentilmente sobre la boca del elfo -. No traje escolta, tenia que viajar rápido y una escolta es muy molesta.

Pero estás herido...

No me atacaron en el camino tampoco... Ven, sentémonos, amor... Tengo mucho para contarte.

No, no... Primero tienes que ir a asearte, y descansar... No tenemos elfos sanadores que conozcan sobre humanos, pero puedo revisar tus heridas... Y haré que preparen unas habitaciones para ti...

En ese momento, Legolas recordó que mientras ellos se besaban con tanto olvido del resto del mundo circundante, Thranduil había estado presente; pero al girar notó que su padre se había retirado con diplomacia segundos después de asegurarse que todo estaba bien.

Ahora que estás aquí, todo lo demás puede esperar, amor; incluso mi curiosidad...- replicó el elfo con suavidad pero al mismo tiempo con firmeza -. Hablaremos una vez que te hayas aseado, que hayas descansado y que yo haya podido quedarme tranquilo con ese vendaje que por ahora no puedo ver bien.

Aragorn sonrió y suspiró, feliz y agradecido porque a pesar de las palabras de Thranduil, Legolas parecía estar bien y no tan débil como le habían dicho. Sin querer recordó el árbol y el junco que seguían creciendo juntos en el Patio del Manantial. Asintió sin dejarlo escapar de sus brazos.

Como digas, amor...- deslizó sus dedos entre el cabello, con ansias, deseando que sus manos nunca dejasen de tocarlo -. Te extrañé tanto, que hasta me gusta que me estés retando.

Aún no he comenzado...- Legolas se apartó apenas para recorrer una vez más con la vista la figura del hombre antes de agregar -. Tardaste mucho en venir...

Era evidente que Aragorn no esperaba que realmente lo retaran y por eso sólo atinó a mirarlo, incrédulo.

Y luces horrible...- agregó el elfo, con rostro grave.

Eso fue definitivamente demasiado. Para impedir que Legolas continuase, Aragorn recordó que había un método infalible y muy agradable para él. Selló sus labios usando los propios y con eso consiguió su objetivo: dejaron de retarlo.

TBC...

Notitas: Sé que había prometido cargarme a la elfa en este capítulo, pero fue imposible. Juro solemnemente que lo haré sin falta en el próximo )

Reviews:

Azalea: Buuaaahhh, si, poecito elfo, sigue sufriendo, y me seguirás odiando durante casi todo este capítulo, ya lo estoy viendo... Pero sí, espero que Leggy sea muy, pero que muy feliz porque no quiero esa 'conversación' ToT... Te prometo que al final, seré buenita con ellos, cuando llegues al final de este capi verás que sí. Jeje, de alguna forma, la elfa se libró del elfito, lo sacó del medio por algún tiempo, y... vamos por partes, primero les cuento aquí que pasó con mis dos hermosos, y luego me encargo de ella. La historia casi, casi se termina... Un besito.

Ashura: Sorry por las tardanzas, creo que ya cubrí mi cuota de disculpas, pero debe ser que le estoy tomando pavor a los finales... Me dará pánico de escritor aficionado con el capítulo final... HORROR! Ah�, tiene razón señorita, fue una victoria a medias. A pesar de todo, Arwen se quedó en el palacio, y pésele a quien le pese, ella tendrá al bebé de Aragorn. Es verdad que Elrond y Galadriel le han tenido demasiada consideración, pero achaquémosle eso al bebé que espera... Sólo a eso. Lo de los pergaminos de Gandalf... Bueno una parte queda dicha aquí... El resto, pues ya veré... ;-) Me tendrás un poquitín más de paciencia? Beshitos.

Nina: Ays, Legolas podría haberse quedado, ésa hubiese sido una opción, pero pobre elfo... Hubiese sufrido a mares teniendo a la vista a Arwen. Y aunque ya todos saben la clase de elfa que es, no pueden hacer mucho hasta que el bebé nazca. Kisses!

Prince Legolas: Jajaja... XD, XD... Ya te lo había dicho, pero eso de 'desodorante para orcos' me encanta! Es tan apropiado para ella, que no tiene precio. Tomé muy en cuenta tus propuestas para la elfa, hay todo un listado de posibles muertes para ella, provenientes lógicamente de todos los comentarios... Yo pensé que tendría que romperme la cabeza pensando, pero en realidad, sólo tuve que ir descartando de esa lista ) Espero que tengas aspirinas cerca, este capítulo también te ocasionará migraña, casi hasta el final, pero te pido que me tengas paciencia hasta que acabes de leerlo, sí? Pliiiizz... Un besazo.

Ishtar:

OK, afinando deditos para responder a este comentario ) Bueno, no me salteé la señal, así que aquí vamos: Sip, SH tiene el sistema de alertas que está buenísimo y te avisa de las actualizaciones, el caso es que como los de ffnet son algo quisquillosos a veces y yo no tengo ganas de pasar malos ratos con ellos por el tema del slash, la mayoría de mis fics los subo allí, que puedo poner todo el slash que quiera y a nadie le molesta. ¿El destino de las hortalizas? XD, XD... y yo que casi muero buscándole un título al fic... Buuaaahhhh ToT... En fin, vamos con lo que sigue: Ojalá pudiese grabar la voz de Haldircito... La hago plata sin pensarlo dos veces! Eso! Se puede hacer un piquete en los túneles que llevan de un nivel a otro! Si no restablecen a Baldor, no pasa nadie! Y lo traemos a Castells para que lidere el piquete P No te enojes con el pobre Elrond, después de todo, es el papá de Arwen y no estaba al tanto de la 'elfita' que tiene por hija. Por eso se puso un poquitín odioso con Leggy... ) Veo que la imagen de Thandruil con sus mechitas rojas te persigue, eh? Jeje... Si eso no es una reunión tensa, pues no sé... Creo que solo por educación no han terminado tirándose de los pelos, al mejor estilo gato montés... Y la pregunta del millón... Mientras tanto Baldorcito hurguetea (por fin) dentro de la caja siniestra... Señores, han cantado bingo en la sala! Ahí ta, todas las pruebas juntitas... Y sip, Gandalf nomás, que llega tarde como siempre. No te preocupes por él, no tiene mucha utilidad en el fic, pero Aragorn lo había mandado a buscar, así que en algún momento tenía que llegar... Todavía no sé muy bien en qué quedará eso de los documentos... Ah, te sorprendió que Leggy aceptara el desafío, no? A mí también, juro que agarré al muso por los pelos para que me explicara, pero él no explica, me tira las ideas y se va volando �.�... Sí, sí le daré un respiro al elfito. De hecho para el final de este capi, ya tendrá quien le de respiritos ). PD varias: También me gustan tus postdatas, sigue echando baba por todos los elfitos que quieras, por mí, no problem... Espero que te haya llegado mi mail, y que no estés insultándome, odiándome, y otros etcéteras todos juntos... Ya sabes, atenerse a las consecuencias! ;-) Un montón grande de besitos!