Título: El destino del árbol y el junco

Autor: abysm

Disclaimer: Los personajes son de JR Tolkien, por supuesto. Los tomé prestados un tiempito.

Advertencias: Esto será slash Aragorn/Legolas, definitivamente. Creo que será rating R en algunos capítulos.

Aclaraciones: AU. No hay Anillo ni Sauron. El fic estará ambientado en la tradición de las geishas. Algunas de esas costumbres van a estar alteradas para beneficio de la trama del fic. Intentaré aclarar las ideas erróneas, me encanta el mundo de las geishas y no quisiera ofender. Por eso, habrá algunos nombres japoneses (personajes secundarios, obvio y poquitos) y alguna que otra frase.

Capitulo

El fin del camino

Legolas reprimió el gesto de sorpresa y casi de horror al ver la cicatriz. Lo que había visto asomando por el borde de la túnica era apenas el comienzo. Rugosa y pálida, se extendía desde el cuello sobre gran parte del hombro hasta abarcar la porción superior del brazo e incluso alcanzaba alguna extensión en la espalda.

No dijo nada, pero en cuanto Aragorn se metió en el cuarto de baño, salió a toda velocidad a buscar algún ungüento para mitigar las marcas que podía dejar semejante herida. Cierto que los elfos sanaban rápidamente, pero eso no los eximía de guardar algunas cicatrices obtenidas de heridas profundas. Si no tenían más a la vista, era porque las trataban con el esmero correspondiente para que la piel volviese a crecer lozana y fuerte.

En silencio regresó a las habitaciones que le habían asignado a Aragorn y lo esperó. Hubiese deseado entrar y ayudarlo con su baño, pero había pasado tanto tiempo, que tuvo un poco de reticencia a interrumpirlo mientras se aseaba. Y algo de razón tuvo, lo supo cuando vio salir al hombre envuelto en una bata que cubría la cicatriz de manera conveniente.

Yo... Te traje un ungüento... para...

Está bien, me lo pondré luego- comentó Aragorn, y en vista de lo distante y (rusco de su respuesta, Legolas no insistió.

Ven... Acuéstate y descansa- el elfo abrió las sábanas y lo condujo para que se acomodase situándose luego a su lado.

Casi al instante, Aragorn se acercó a él, poniendo la cabeza en su regazo y el elfo, a medias asombrado,lo dejó hacer.

Estás muy cansado, mi señor- dijo, mientras acariciaba suavemente el húmedo cabello castaño -. Duerme, yo me quedo aquí hasta que despiertes.

Pero tengo que contarte...

Sí, y me contarás luego. Ahora descansa.

El suspiro de Aragorn fue la única muestra de cansancio que dio. Cerró los ojos y por primera vez en muchos meses, pensó que por fin estaba donde quería estar, con quien quería estar. Necesitaba decirle todo lo que había sucedido desde su último contacto por carta, pero estaba realmente cansado. Como siempre, su elfo tenía razón, le contaría luego.

Ni siquiera se dio cuenta el momento en que se quedó dormido.

(-o0o-)(-o0o-)

El silencio era embriagador y hermoso. Había silencio fuera y dentro de él, y los dolores se habían atenuado muchísimo, eran casi imperceptibles, tenues.

Sin abrir los ojos, Aragorn suspiró pero no se movió. Junto con el suspiro, le llegó el aroma fragante del bosque entrando en brisas leves y frescas, trayéndole el recuerdo de su infancia en Rivendel y de tiempos felices en los jardines reales de Minas Tirith.

Otro perfume se coló en su nariz, y ése lo reconocía perfectamente bien.

Bosque verde, lluvia, tierra mojada...

Es un sueño...- murmuró -. Es un sueño y no quiero despertar...

Una caricia levísima se posó en la punta de su nariz y luego se deslizó recorriendo el contorno de su boca.

No es un sueño- susurró Legolas antes de posar sus labios en los de Aragorn que se dejó besar disfrutando el momento, pero aún sin abrir sus ojos.

Aprovechando eso, el elfo repitió, esta vez con su boca, el recorrido que momentos antes había trazado la punta de sus dedos, y siguió hasta posar un besito leve en cada uno de sus párpados. Ante semejante invitación, el hombre abrió apenas sus ojos para hundirse en la fantástica visión del elfo inclinado sobre él y se dio cuenta que continuaba en la posición en la cual se había dormido: con su cabeza sobre las piernas de Legolas.

Desvió su vista hacia las ventanas, donde se apreciaba el paso del día.

¿Dormí mucho...?

Horas.

¿Y estuviste aquí... sin moverte...?

Legolas asintió suavemente, sonriendo mientras empezaba a enredar sus largos dedos en el cabello del rey.

¿Acaso tendría algo más importante que hacer, que velar el sueño de mi señor? Dormías tan tranquilo, que te hubiese contemplado por muchas horas más.

En esa ocasión, fue el hombre quien alzó su mano hacia el elfo para acariciar con la punta de los dedos, las delicadas hebras doradas que caían hacia él. Durante tanto tiempo había ansiado estar así y solamente al tocarlo, sentirlo y olerlo, conseguía convencerse que era una preciosa realidad.

Sin embargo había algo que debía hacer antes de seguir adelante.

El cambio en las facciones del hombre fue evidente, y Legolas se irguió un poco.

Amor, tengo mucho que contarte- dijo al fin.

¿Quieres hablar de ello ahora?

Aragorn analizó lo que sentía. Posiblemente tendría que repetir el relato para el rey Thranduil, que hasta ese momento no había pedido explicaciones pero con seguridad luego lo haría y supo que sí, quería hablar de todo lo sucedido primero con Legolas. Después, con los demás sería más fácil.

Asintió muy despacio y dejó que los primeros recuerdos se formasen en su mente. Luego, sólo los dejó fluir.

El relato de Aragorn

Las manos del hombre rodaron con cierto recelo sobre la tela suave, tanteando pero sin animarse a apoyarlas verdaderamente.

Espera un momento- le indicó la voz de Elrond y él se detuvo.

Casi un momento después, sintió el lento movimiento debajo de sus dedos, y la conciencia de lo que producía aquella sinuosidad lo dejó apabullado y silencioso por unos segundos. Volvió los ojos hacia el elfo de cabello oscuro que no pudo reprimir la sonrisa al ver la cara de asombro en su hijo adoptivo.

Se está moviendo...- consiguió musitar Aragorn.

Por supuesto... Tu hijo está vivo y se mueve. Será un pequeño revoltoso.

Podría ser una niña, ada- intervino Arwen, sonriendo con satisfacción al tener tan cerca al padre de su hijo.

-No importa si es niño o niña- repuso Aragorn, volviendo a la realidad al escuchar a la elfa -. Eso no será importante a la hora de declarar la sucesión al trono.

-Háblale...- dijo Arwen, como si no hubiese prestado atención a la frase del rey -. Dice ada que tiene que aprender a reconocer la voz de su padre.

Aragorn acercó su rostro hacia el crecido vientre y susurró. Susurró tan suavemente que ni siquiera Arwen o Elrond pudieron oír lo que decía, pero él supo que su hijo había escuchado. Lo supo porque la piel onduló nuevamente bajo sus dedos, y la criatura se movió como si respondiese a la voz que en esos momentos le hablaba con inmensadulzura de todo lo que harían juntos cuando hubiese nacido.

Desde su posición, Arwen miraba y sentía que en aquellos momentos, su hijo no nacido compartía con el rey una intimidad que ella no disfrutaba. A pesar de todo, se sentía excluida y sabía que para el hombre, ella no era más que un accidente, pero estaba dispuesta a dejar de serlo. Tenía su carta de poder, tenía que emplearla con sabiduría.

Pero no en ese momento. Tenía que ser precavida, de modo que dejó que Aragorn susurrase a su vientre pese a que ella no pudiese escuchar lo que decía. Mientras observaba detenidamente al hombre, decidió que necesitaba conseguir que Aragorn pasara más tiempo con ella y para eso tenía que separarlo de todas las 'distracciones' que lo mantenían alejado.

(-o0o-)

Detestaba admitir que Aragorn estaba haciendo un trabajo excepcional con los jardines reales. Con o sin su consejo estaban quedando maravillosos, incluso para los exigentes ojos de un elfo.

Pasear por allí estaba resultando un placer, pero al cabo de algunos pasos, alcanzó a ver a Baldor sentado en una banca bajo una glorieta y la sola visión la puso fuera de sí.

Por momentos olvidaba que ese mortal y el galadrim continuaban en el palacio y que era con ellos con quienes Aragorn pasaba gran parte del tiempo que hubiese debido dedicarle a ella. Allí estaba el primer paso a cumplir para tener de nuevo al rey. Sin pensarlo dos veces, se encaminó hacia él.

-Baldor... ¿continúas en el palacio...?- preguntó, sentándose en otra banca frente a él.

El muchacho levantó la vista del papel que tenía entre las manos. Haldir le estaba enseñando a hablar en su idioma, inclusive a leer y escribir en esos símbolos tan extraños, y en esos momentos se encontraba enfrascado en desenmarañar una de sus primeras lecturas fáciles.

-Haldir sigue aquí.

-Sí... Es el perrito faldero del rey, según he oído.

-Haldir no es perrito faldero de nadie, Arwen...

-¿No...? Lo ha seguido por años, moviendo el rabo obedientemente y si ahora se queda aquí, es porque no...

-Si se queda aquí, es por su amistad con el rey, no por otra cosa...

-¿Sabías que para quedarse aquí renunció a su puesto en la Guardia de Bosque Dorado? La Dama Galadriel le pidió que volviese a su hogar, pero no lo hizo.

Por la cara de asombro del muchacho, Arwen supo que el elfo no había dicho nada de eso y aferró con fuerza esa idea.

-Aunque quizás tengas razón. Tal vez no lo hizo por el rey, sino por ti... ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien que un humano vaya a vivir a Bosque Dorado...? Imagínate cómo lo recibirían... En pareja con un muchachito humano...

-Eso no es verdad. Haldir es amigo del rey, y ésa es la única razón para seguir aquí... ¿Cuáles son tus intenciones ahora, Arwen...¿Acaso tienes miedo que el rey olvide a Legolas y esta vez te cambie por otro elfo? Después de todo, Haldir también es rubio...

La elfa se envaró de inmediato al oír mencionar a Legolas, y por una vez Baldor se dijo que no se echaría atrás. No quería ahondar demasiado en las palabras de Arwen, luego las discutiría con Haldir, pero de momento, no retrocedería de nuevo ante ella.

Cerró el libro que tenía sobre sus rodillas y juntó el resto de los papeles.

-Acéptalo,Arwen. No tienes ni tendrás nunca al rey. Es Legolas quien está dentro del corazón de Aragorn, él supo entrar allí con tan sólo un arma: su amor incondicional, y eso es algo que tú no puedes dar porque no lo tienes.

Con algo más de lentitud de la que hubiese querido, Baldor tomó todas sus cosas y se encaminó de regreso al palacio. Mas le valía no apresurarse si no quería agitarse demasiado y que Haldir lo retase por descuidado.

-¡Un tullido, eso es lo que eres Baldor!- dijo la voz exasperada de la elfa a sus espaldas -. ¡Por eso Haldir renunció a su puesto¡Porque le daría vergüenza presentarse con un mortal casi inválido como tú! Un elfo orgulloso y fuerte necesita al menos alguien tan fuerte como él y no un mortal que ni siquiera puede caminar solo hasta sus habitaciones.

-Al menos cuando yo llegue a mis habitaciones, tendré alguien en quien apoyarme, Arwen- dijo Baldor sin darse la vuelta siquiera -. ¿En quién te apoyarás tú cuando consigas 'rodar' hasta tus aposentos?

Baldor siguió caminando sin detenerse pero por el silencio que siguió, supo que la elfa no sabía por qué indignarse primero: si por la clara mención a que el rey nunca estaba con ella o por la alusión a su figura deformada por el embarazo.

Unos segundos después, Arwen pasaba a su lado a toda velocidad, al menos sólo para demostrar que podía caminar y no rodar.

"Lo siento, bebé..." se disculpó Baldor mentalmente. "Yo no creo que el embarazo deforme a las mujeres, pero no todas lo ven como el milagro de vida que es... Espero que tu padre te ame lo suficiente como para compensar a la madre que el destino te ha deparado".

(-o0o-)

Cuando Haldir entró, vio a Baldor sentado al escritorio, con la pluma en la mano. Se le quedó observando unos momentos, notando que en realidad no estaba escribiendo nada). Al acercarse, vio que no miraba lo que tenía frente a sí, sino que su mirada se perdía en el espacio frente a él.

-Baldor...

-Oh, Haldir... No te escuché llegar- dijo, saliendo de su abstracción de inmediato.

-Creí que estabas en los jardines y te busqué allí... ¿Por qué regresaste solo? Yo podría haberte traído...

-¡No soy un tullido¡Puedo caminar perfectamente bien hasta aquí por mí mismo!- exclamó antes de poder contenerse.

El elfo se quedó mudo por unos instantes. Era bastante común que Baldor protestara un poquito por sus cuidados, pero no que se pusiese tan exaltado. Aunque sí era cierto que a vecesél se ponía demasiado sobre protector.

-Nunca dije que fueras un tullido...- musitó.

-Pero es evidente que lo piensas, sino ¿por qué me tratas como si fuese a romperme? Sé que no soy tan fuerte como los elfos a los que estás acostumbrado, pero no soy de cristal.

-Un momento... Aguarda un momento, Baldor... ¿De dónde sacaste que yo estoy acostumbrado a los elfos fuertes...?

La mirada del muchacho, entre dolida y angustiada, lo enfocó al contestarle.

-Como los que estaban contigo en la Guardia de Bosque Dorado a la que renunciaste... Seguramente a ellos no los llevas y traes en brazos como a mí.

Haldir suspiró y tomando una banqueta, se sentó a su lado.

-¿Cómo supiste que renuncié a la Guardia?

-No te diré hasta que no me digas por qué renunciaste.

-Lo hice porque Aragorn me pidió que me quedase con él un tiempo más... hasta que Legolas pueda regresar. Y también lo hice por ti. Los sanadores te recomendaron mucho reposo y que no te agites demasiado. Incluso un traslado hasta mi casa era un riesgo que no quería correr- le tomó las manos y las acarició -. Estuve demasiado cerca de perderte para arriesgarme de nuevo.

-Haldir... Si tuvieses que llevarme a ese sitio... Bosque Dorado... ¿Lo harías...?

-Claro que lo haría. ¿Por qué no iba a hacerlo? Si estuvieses en condiciones de viajar, claro.

-¿No te avergonzarías de mí...¿No te resultaría vergonzoso presentarte conmigo delante de todos esos elfos tan fuertes y hermosos que estaban contigo en Bosque Dorado?

-Si fueses embustero, ladrón o alguna de esas cosas, podría avergonzarme de ti; ésas son las únicas razones que podrían hacer que me sintiese abochornado... Haber dado mi amor a un mal hombre podría avergonzarme. Pero nunca me sentiré avergonzado de ti.

Era fácil e irresistible alcanzar los labios del muchacho desde esa posición, y Haldir no se resistió a la tentación, no tenía por qué hacerlo. Lo que sí tenía que hacer, era despejar dos incógnitas que habían aparecido en su mente.

-¿Te he tratado como un tullido?- preguntó en una pausa entre beso y beso.

-A veces sí... Sé que te preocupas por mí, pero tienes que dejarme hacer cosas... Ponerme en actividad de nuevo. Hay tantas cosas que sé hacer y nunca hice para ti... Nunca bailé para ti, nunca...

-Eres demasiado precioso para mí, pero tienes razón... Trataré de enmendarme.

-Gracias... Te prometo que seré cuidadoso.

-Dime... ¿Cómo supiste lo de la Guardia?- preguntó Haldir, y viendo que Baldor no se animaba a hablar tuvo que recordarle su promesa -. Yo te dije mis razones, ahora te toca a ti. ¿Cómo supiste?

-Yo... Estaba en el jardín... Entonces, pues... Arw...

No llegó a terminar de pronunciar el nombre porque el rostro del elfo sufrió una transformación espontánea. Pasó de cálida carne y piel a piedra fría en unos segundos. Se puso de pie y sin darle tiempo a decir más, salió a toda velocidad de la habitación.

-Haldir, no... Por favor...- pidió Baldor, pero el elfo ya había salido

No hubo grandes discusiones al respecto, pero al día siguiente, Haldir empezó a preparar todo para trasladarse de regreso a la casa que Aragorn le facilitaba para vivir en la ciudad. Lo lamentaba profundamente por su amigo y de esa forma se lo había dicho, pero Baldor estaba primero y no iba a permitir que esa elfa jugase con la salud de su amor.

Dos días después las habitaciones quedaron vacías y Arwen tuvo su primera victoria para aislar a Aragorn.

(-o0o-)

Tomando el aire fresco de la mañana, Arwen salió al balcón de sus habitaciones y desde allí vio una silueta conocida recortándose en la niebla matinal. Aquella alzó los brazos y un ave partió hacia el norte. Podría reconocer esa figura en cualquier sitio. Ahora que Gandalf había partido una vez más hacia la Comarca, era el mismo Aragorn el que se encargaba de enviar sus cartas al elfo.

Tenía que detener eso de algún modo. Mientras el rey continuase en contacto con Legolas, aunque fuese mediante cartas, sus posibilidades de aprovecharse de la soledad del hombre, eran reducidas.

Con algo de cuidado, podía aprovecharse de la bondad innata de algunos de los acompañantes de su padre. Solamente necesitaba localizar a uno lo bastante tonto y que tuviese buena puntería.

Encontrar al adecuado no fue difícil, luego bastaron un par de lágrimas vertidas en el momento adecuado y el elfo quedó convencido que haría un inmenso favor a Lord Elrond y su hija si impedía que las aves mensajeras llegasen a destino. Y como no iba a cometer dos veces el mismo error, luego de leer la siguiente carta que Aragorn envió, la arrojó al fuego.

Esa vez, no guardaría pruebas que alguien pudiese esgrimir en su contra.

(-o0o-)

"No lo entiendo, amor... ¿Por qué no me escribes?" pensaba Aragorn, recorriendo por décima vez el corredor. Ya había dado tantas vueltas en su estudio que estaba mareado y ahora rondaba por los corredores.

Llevó la mano hacia su pecho donde en un pequeño bolsito de terciopelo tenía cuidadosamente plegadas y guardadas las cartas que había recibido de Legolas hasta ese momento. Al igual que el elfo, las llevaba consigo siempre y eso lo hacía sentir más cerca de él.

Todavía tenía presente la última, donde Legolas le pedía que fuese precavido. Su pedido, hecho casi al mismo tiempo en que había llegado a un acuerdo para compartir algunos momentos con su hijo, lo había llenado de aprensión y se había apresurado a contestarla para tranquilizar a su amado. Pero la respuesta a su carta no llegaba.

Era inconcebible que la mensajera se hubiese extraviado, eran aves adiestradas por el propio Gandalf. Tenía que tomar en cuenta los imponderables, por supuesto, pero no era común que esas aves se dejasen atrapar o se extraviaran. Además, ya había enviado dos y sólo le quedaba una.

Trató de decirse que la respuesta llegaría pronto. Tenía que llegar. No podía ni siquiera pensar que en la lejanía, Legolas hubiese podido renunciar a él.

No, él había sentido el profundo amor que los unía, todavía lo sentía por las noches, cuando lo anhelaba tanto que el tiempo no parecía pasar nunca. Legolas lo amaba, estaba seguro de eso, pero había pasado demasiado tiempo...

Escuchó los pasos acercándose a través de otro de los pasillos y esperó. El guardia que apareció venía casi corriendo. Apenas llegó a su lado, le extendió un sobre.

-Majestad...- dijo casi sin aliento -. Esto acaba de llegar... Una mensajera común.

El sello, la letra... Aragorn casi se abalanzó para tomar el sobre. De no haber sido por guardar un mínimo de compostura real, hubiese besado al guardia que le traía la carta. De inmediato se encerró en el estudio para leer.

(-o0o-)

-¡Maldita criatura pestilente!- masculló entre dientes.

Arwen caminaba desenfrenadamente por la habitación. Había trazado con tanto cuidado sus planes para aislar al rey, para que ya no recibiese cartas del elfo y aquella criatura había decidido prescindir de las mensajeras de Gandalf. Había un sinfín de cosas que hubiesen podido sucederle en el larguísimo trayecto que el ave tenía que cruzar para entregar su mensaje, los depredadores naturales, frío, desorientación... Sin embargo, el avechucho había sorteado todos los peligros y había entregado la carta en manos que no podía manejar.

Ella misma le había dicho a su incauto aliado que sólo derribase las aves mensajeras de Gandalf, las cuales eran fácilmente reconocibles; nunca se le ocurrió pensar que el elfo usaría una común, arriesgándose a todas las dificultades que podían obstruir la entrega.

Pero Legolas lo había hecho y había conseguido su propósito. Ella misma había visto al guardia llegando a toda velocidad, apretando el sobre en su mano y por un instante pensó en detenerlo, en decirle que ella misma podía encargarse de entregarle la carta al rey;pero aquel pasó demasiado rápido y ella, con su enorme vientre por delante, no hubiese podido alcanzarlo.

No le quedó más remedio que ver cuando Aragorn recibía la misma y su rostro resplandeciente de alegría al constatar que era del elfo.

"Es mío... El rey es mío... He luchado por él. Lo vi en el Espejo, yo seré la madre de su hijo."

La violenta contracción casi la dobló en dos. Los dolores habían comenzado antes, pero no les había prestado atención, después de todo aún eran espaciados y leves. Con seguridad el disgusto causado por ese descuido suyo le había provocado dolores más intensos.

Con algo de asombro, sintió la humedad entre sus piernas y algo se derramó desde su interior. Sólo en ese instante supo que el parto era inminente.

Llamó a sus sirvientas personales apretando los dientes en una mueca de triunfo. No importaba cuántas cartas escribiese el elfo, Aragorn vendría en cuanto supiese que estaba dando a luz. En esos momentos, ella estaba dándole al rey de Gondor algo que ese elfo jamás podría darle. Dejó que la trasladaran a la cama, que la desvistiesen y que llamasen a su padre.

Tal como esperaba, Aragorn vino y Arwen lo recibió con una sonrisa plena y satisfecha. Ningún elfo por hermoso, por amante que fuese,podía quitarle ese instante de triunfo.

(-o0o-)

El parto había sido bastante fácil considerando las condiciones que Arwen había exhibido durante esos meses. Su hijo nació rápido pero no parecía muy saludable, o al menos no demasiado fuerte, sin embargo lloró con fuerza y eso alegró el corazón del padre. No hubo modo en que aceptase el pecho materno, y Elrond tuvo que decidirse entre la idea de buscar un ama de leche o alimentarlo de forma artificial. Por fin se decidieron por la primera opción y aunque no dijo nada, Arwen se sintió complacida.

Lo último que necesitaba era el crío prendido a su pecho todo el día.

Se sintió mejor en pocos días, pero tampoco lo dejó ver, reteniendo a Aragorn por nimiedades todo el tiempo que pudo. En cierta forma era una suerte para ella que el niño no fuese del todo saludable, porque así el rey no tenía problemas en permanecer en sus habitaciones.

Quince días habían transcurrido desde el nacimiento del bebé, y Arwen había disfrutado a más no poder el tiempo que Aragorn pasaba junto a su hijo. Veía en sus ojos la llamita de la esperanza cuando lo tomaba en brazos, y sabía que en esos momentos, el hombre deseaba que el bebé hubiese podido compartir la sangre del elfo. A pesar todo eso, Aragorn se las arregló para contestar la última carta de Legolas y enviar su respuesta con la última de las mensajeras de Gandalf que le quedaba. La vio partir con el corazón detenido de expectación y rogando en su interior para que el elfo contestase pronto.

"Pero es mío" pensaba, con feroz alegría. "Es mío y es algo que Legolas nunca podrá darte..."

Con verdadero placer recibió en sus manos la carta que había enviado Aragorn con su última mensajera. La carta estaba repleta de palabras llenas de amor pero era indiscutiblemente peligrosa, ya que en ella Aragorn le decía que sí había escrito y no se explicaba la ausencia de la mensajera, ya que había muy pocas probabilidades que aquellas se extraviasen. Aún así, renovaba sus promesas de un pronto re encuentro, le daba fuerzas y esperanzas para seguir adelante haciéndole presente su amor eterno.

Feliz por haber detenido esa carta fatal, hizo un bollo con el sobre, otro con el papel y arrojó ambos al fuego de la chimenea que crepitaba en sus habitaciones. Casi en ese segundo, Aragorn golpeó muy despacio y entró.

Arwen no dijo nada, solamente sonrió, porque desde que su hijo había nacido, Aragorn parecía haber olvidado su requisito de que Elrond estuviese entre ellos y venía con asiduidad a visitarla. En realidad, iba a visitar al niño, pero Arwen prefería creer que también iba a verla.

Aragorn avanzó en silencio en el salón y miró alrededor. En general, cuando el bebé estaba despierto, Arwen lo ponía en un moisés pequeño en el saloncito, porque así estaba más a la vista que si estaba en la cuna dentro de su habitación.

-¿Eldarion duerme?- preguntó en voz baja al no verlo.

-No lo sé...- contestó Arwen, detestando genuinamente que todos hablasen en susurros cuando iban a verla -. Vamos a ver.

Sin decir nada más, inició el camino hacia su cuarto mirando de soslayo y esperando que Aragorn se animase a seguirla, cosa que el rey hizo luego de un instante de indecisión.

En su cunita, el bebe no dormía, pero se mantenía en silencio. Las manitas apretadas y rosadas apenas se agitaban y pestañeó cuando las dos sombras se interpusieron en la luz tenue que tenía frente a sí. Estremecido de amor por su pequeño, Aragorn se acuclilló junto a la cuna, y acarició la mejilla redonda y suave. Una caricia similar se asentó en el rostro del hombre, que elevó la mirada primero hacia la tersa y delicada mano que ahora descansaba en su hombro, y luego hacia el bellísimo rostro de la madre de su hijo.

-Es tan hermoso... ¿verdad...?- la voz de Arwen era un murmullo cálido -. Aragorn... ¿Sería tan difícil para ti pensar en nosotros como en tu familia...? Eldarion necesitará una familia que lo ame, que lo cuide... Si tan solo quisieras intentarlo...

Sabiendo que había dicho todo lo que podía decir sin causar un rechazo, Arwen retiró su mano y se alejó un par de pasos.

-Voy a ver si la criada preparó todo para bañarlo...

Salió de su habitación, contenta, porque Aragorn no la había rechazado de plano como en otras ocasiones. Era cierto que se había envarado al sentir su toque, pero no la había quitado ni había protestado por sus palabras. No era mucho, pero era un avance.

Confundido, Aragorn la vio salir. No esperaba encontrar una faceta dulce en Arwen, mucho menos una relacionada con la maternidad y por ello descubrirla lo había dejado un tanto asombrado. Bien, si existía era mucho mejor para todos, sobre todo para su niño. Por supuesto que su hijo necesitaría una familia que lo amase y cuidase, pero si tenía que ser sincero, no se le había pasado por la cabeza hasta ese momento formarla con Arwen, mucho menos después de todas las cosas que aquella había hecho.

Sacudió la cabeza tratando de sacudir también cualquier opinión adversa. Arwen había hecho muchas cosas malas, pero no podía fingir el cariño por su hijo, eso era seguro... Era una lástima que todas sus acciones anteriores ahora sólo lo condujeran a que desconfiasen tanto de ella.

Aragorn se irguió, esperando que el cuarto donde preparaban el baño del pequeño estuviese más cálido que la habitación de Arwen. Algunas veces aquella olvidaba que el niño no era completamente elfo y resentía las temperaturas demasiado frías, de manera que buscando caldear un poco el sitio, tomó el atizador y trató de avivar las pequeñas llamas de la chimenea.

-Necesita leña- pensó tomando un madero de la leñera y se inclinó para avivar el fuego.

Casi sin proponérselo, sus ojos tropezaron con un trozo de papel que las llamas estaban consumiendo en esos momentos. Algo encendió la alerta en su mente y sin pensarlo, estiró la mano para quitarlo de allí quemándose los dedos en el proceso. Un poco más allá había otro trocito, más consumido pero visible y esta vez con el atizador, lo hizo a un lado y con algo de paciencia lo arrastró fuera.

Mientras los extendía con cuidado sobre el suelo de madera, no cesaba de decirse que no era posible. Y no era posible, porque de algún modo inconsciente, ya los había identificado. El lacre del sello estaba casi derretido, pero era todavía reconocible y era eso lo que le había quemado los dedos al adherirse caliente a su piel. El pedacito de papel, con algunas letras escritas, no era demasiado revelador salvo porque él reconocía el final de la frase.

"...cioso mío, desearía estar contigo y q..."

-Y que mi amor pudiese borrar todas tus inquietudes y dudas- murmuraba todavía cuando Arwen regresó a la habitación.

-Ya está listo...- su frase quedó a medias al ver al hombre arrodillado junto al fuego y más al ver lo que tenía con él.

-Dime que no es cierto- dijo Aragorn, poniéndose de pie, y tomando los carbonizados trocitos de papel en su mano los exhibió ante la vista de Arwen.

-No sé qué es eso- replicó con fría presencia de ánimo -. Pero si quisieras informarme...

-Sabes perfectamente qué es.

-No, no lo sé. No me dedico a revolver chimeneas...- comentó y se dirigió a tomar al niño en brazos. Al menos que le sirviese de escudo ante la furia que ya había visto empezaba a emerger en los grises ojos del rey.

-¡Es mi carta¡Es la carta que escribí a Legolas¡Dame una buena razón para que un trozo de ella esté ardiendo en tu chimenea!

-Te repito que no sé de qué me estás hablando. Y te pido que no grites, estás asustando a Eldarion.

Aquella aseveración no era del todo cierta. Aragorn estaba hablando un poco más fuerte de lo acostumbrado, pero no gritando y el bebé sólo había abierto mucho sus ojitos pero no lloraba. Aragorn trató de decirse que no tenía ninguna evidencia de que Arwen en realidad supiese qué hacía su carta entre las llamas, pero al mismo tiempo, la voz de Legolas en la distancia resonaba en su mente:

"Sé precavido, amor... Sé precavido, amor...".

-Legolas mencionó que mis cartas no han llegado... ¡Claro que no lo han hecho¡Han estado quemándose en tu chimenea¡Por eso me envió su última carta con una mensajera común!

-¿Y yo que tengo que ver con eso, Aragorn¿Acaso crees que me lanzo a volar a través de las ventanas para detener tus preciosas cartas?

Eso era cierto y la seguridad en la voz de la elfa aplacó un poco a Aragorn. Él mismo dejaba ir a las mensajeras, nadie lo hacía por él. Pero había mucha helada dignidad en la voz ofendida de Arwen, y Aragorn pensó que ése tono de voz era mucho más conocido para él que el escuchado momentos atrás.

Cuando avanzó hacia ella, Arwen retrocedió pero Aragorn se limitó a tomar a Eldarion en brazos.

-Voy a averiguar cómo llegó mi carta a tu chimenea,Arwen... Y te juro que si llego a averiguar que tienes tus dedos metidos en esto, me aseguraré que jamás te permitan cuidar de mi hijo.

Salió del cuarto para no seguir discutiendo con el niño en medio y decidió que se encargaría personalmente de asearlo y luego lo trasladaría a sus habitaciones. Se metió en el cuarto, donde una tina pequeña ya estaba llena de agua caliente y perfumada y cerró la puerta tras él.

-¡No vas a quitarme a mi hijo, Aragorn¡Es mío¡Aunque te cueste reconocerlo, también es mío y no te dejaré quedarte con él! Tú y ese elfo no van a educar a mi hijo, te lo juro.

Los gritos eran bastante destemplados y restallaron con la fuerza de un latigazo en el silencio de las habitaciones seguidos por un par de golpes fuertes, como de objetos estrellados. Alguno de ellos debió impactar cerca de la puerta del cuarto donde él estaba porque el estruendo sobresaltó al bebé que empezó a llorar. Hubo un portazo y el silencio regresó. Seguramente Arwen se había encerrado en el pequeño estudio que tenía junto a su cuarto.

-Shhh... Tranquilo, chiquito...- susurró Aragorn, paseando con su hijo en brazos tratando de calmarlo -. Es únicamente un berrinche, nada más... Ya se le pasará. Aunque si no se le pasa, a ti no debe importarte. Yo te quiero mucho.

Le llevó un buen rato calmarlo y luego de conseguir que dejase de llorar, se dedicó a asearlo. Era la primera vez que lo hacía solo y tenía un miedo mortal a que sus manazas hicieran daño al bebé, pero una vez que estuvo calmado, el niño se mantuvo tranquilo y confiado. Durante un largo rato, Aragorn casi olvidó lo sucedido.

-Eres un pequeño bribón... Primero no querías meterte al agua... ahora no quieres salir- dijo Aragorn, envolviéndolo en la tibia y mullida tela para secarlo.

Miró alrededor y comprobó que la ropita del pequeño había quedado en la habitación. Lo arropó mejor para que no fuese a pescar frío al salir y abrió la puerta.

El estallido de luz y calor lo arrojó hacia atrás, y por puro instinto, Aragorn enroscó sus brazos alrededor del cuerpito de su hijo, impidiendo que las intensas llamaradas que entraron llegaran a él. Algunas empezaron a encender su ropa, pero el mismo impacto que lo arrojó hacia atrás, lo hizo atropellar la tina volcándola sobre ambos y apagando las llamas.

El saloncito era un infierno, las llamas crecían y devoraban todo hasta los techos. El fuego había estado contenido en ese lugar y al abrir la puerta del cuarto, las llamaradas habían escapado por ese sitio, esparciendo las flamas y el humo.

A medias mojado, Aragorn se incorporó y revisó a su hijo, que volvía a llorar aterrorizado. Tenía que salir de allí o ambos terminarían carbonizados. Rápidamente se quitó la chaqueta, la empapó en el agua que había quedado en una cubeta y envolvió con ella a su bebé; después se arrojó encima el resto rogando para que fuese suficiente.

El marco de la puerta era puro fuego y no alcanzaba a ver mucho más all�, pero tendría que arriesgarse. El cuarto de aseo no tenía más salida al exterior que un pequeño ventanuco de ventilación, muy arriba. Se lanzó a través del fuego para comprobar que del otro lado, el infierno era peor.

El fuego había encontrado combustible en los pisos de madera, los muebles y los cortinados.

-¡Arwen!- llamó a pesar del espeso humo negro.

-¡Aragorn¡No puedo abrir!

La voz desesperada llegó desde el estudio, tal como imaginaba. La puerta del mismo estaba totalmente en llamas y por un segundo Aragorn calibró las posibilidades de abrirla si la pateaba con fuerza. Una tosecita ahogada por el lío de ropas mojadas lo regresó a la realidad. El bebé no resistiría mucho tiempo más en esas condiciones.

-¡Aléjate de la puerta, Arwen¡Volveré por ti!

Salir por la puerta principal era imposible, allí las llamas eran demasiado intensas como para pensar en atravesarla y no era para menos porque todas las puertas del palacio eran de buena madera maciza de roble, fuertes, capaces de resistir un buen embate.

"Los ventanales de la habitación" pensó y se lanzó hacia allí.

Las llamas todavía no habían devorado mucho del sitio, pero estaba anegado en humo y Aragorn tosió una y otra vez mientras intentaba abrir los postigos sin soltar a Eldarion. Cuando al fin lo consiguió, encontró los cristales. Desesperado, tomó una banqueta y la arrojó contra ellos, esparciendo una lluvia de cortantes trozos de cristal. Boqueando, asomó la cabeza para respirar algo de aire y al hacerlo, el dolor en su garganta casi lo hizo estremecer. Luchó contra la agonía de sus pulmones que parecían querer reventar hasta aplacarse un poco.

"Tengo que salir, tengo que poner a mi hijo a salvo"

Alcanzó a ver que metros más abajo, ya se reunía gente que había observado el resplandor saliendo de la parte superior de la torre.

"Muy bien, montaraz flojo, demuestra si eres lo bastante bueno como para salvar a tu hijo. Respira, respira..."

Volvió hacia dentro y tomando una manta todavía intacta, consiguió atar a Eldarion junto a su cuerpo para poder utilizar sus manos. Se aseguró que los nudos que lo sostenían estuviesen firmes y se dio cuenta que, tal vez por el mismo miedo, el niño no lloraba.

-Muy bien, Eldarion... Eres hijo de elfos y montaraces... Vamos a demostrarles a todos que saldremos de ésta juntos.

Se asomó sobre el borde del balcón sin mirar los muchos metros que separaban ese sitio del suelo pero sí enfocando la punta del tejado y las vigas de los techos. Si conseguía aferrarse a ellos y cruzar el vacío, podría llegar al balcón de una ventana más alejada.

Trató de no escuchar los desesperados gritos que llegaban, en parte desde abajo y en parte a sus espaldas. Tenía que enfocarse en una cosa a la vez. Era un tramo bastante prolongado, pero tenía que hacerlo y no tenía muchas opciones. Si se quedaba allí morirían ahogados o carbonizados, o si tenía buena suerte, podía llegar al otro balcón sin desmoronarse.

Se puso de pie en el borde y se tomó de la primera viga. Detrás de él, las llamas ya estaban devorando la habitación y ocasionales fogonazos de luz y calor salían por el espacio abierto de la ventana. Tenía que apresurarse antes que las llamas alcanzasen el techo.

Cuando sus pies dejaron el apoyo que significaba el borde del balcón, se balanceó en el vacío. Vaciló un poco y soltó una de sus manos para pasarla a la viga siguiente. Buscó aferrarse bien dentro de lo posible antes de seguir avanzando.

"No mires abajo, no mires abajo".

Uno a uno, a una velocidad mínima, aferrándose con alma y vida a cada viga antes de continuar consciente de la preciosa carga que portaba, Aragorn avanzó sobre el vacío, hasta que al llegar cerca del otro balcón, dos manos fuertes lo tomaron por las piernas y lo pusieron a salvo.

Antes que alguien pudiese hacer algo, Aragorn desató el bulto de telas que todavía tenía junto a su cuerpo. La carita tiznada de Eldarion no hizo ningún gesto cuando la descubrió.

-No, no... Vamos, chiquito... Respira, respira para mí...- imploró al notar que no había respiración en el pequeño. Desesperado, recordó lo que Haldir había hecho una vez en su presencia para insuflar aire en Baldor y aplicó su boca a la del pequeño, soplando en su interior.

Toda la técnica que Haldir le había explicado quedó relegada a un rincón de su mente, la única sabiduría que poseía en esos momentos, era la de su desesperación. Con un par de tosecitas, Eldarion respiró de nuevo y Aragorn no retuvo las lágrimas de agradecimiento por ello.

Pero un grito estremecedor lo sacó de esa emoción momentánea. Se puso de pie, y terminó de desatar al pequeño al que puso en brazos de una de las criadas que estaban allí.

-Cuídalo...

-Majestad... ¿Dónde...?

-Arwen todavía está adentro- alcanzó a decir mientras corría para salir de allí y regresar a las habitaciones incendiadas.

Las llamas que lo recibieron poco antes de llegar a las puertas, no lo hicieron retroceder. Tenía que llegar a como diese lugar, le había prometido a Arwen que volvería por ella. Tomó una banca de madera y poniéndola por delante, cargó contra la puerta.

Ante el impacto, aquella crujió y lanzó una cascada de chispas doradas y rojas al desgajarse y romperse. El interior del cuarto en llamas palpitaba y rugía como una bestia aguardando su próxima comida, y Aragorn se lanzó hacia ese vientre fulgurante sin pensarlo mucho.

No había avanzado mucho más que algunos metros, cuando un crujido hizo temblar todo a su alrededor, y con la lenta irrealidad de todo lo horroroso, las vigas del techo cedieron y lo último que Aragorn pudo hacer fue adelantar un brazo y tratar de cubrirse con él parte de la cabeza, para impedir que el infierno se le desmoronase encima.

Después, sólo hubo silencio

(-o0o)

Dentro de la habitación, el alto elfo de cabello oscuro procuraba manipular con cuidado el cuerpo que estaba curando, intentando no hacer siquiera el mínimo movimiento errado. Los sanadores que seguían sus procedimientos, lo miraban con un arrobamiento rayano en el asombro absoluto.

Todavía se sentía flotando en el aire el acre olor del humo del incendio y de hecho, había sitios del ala sur que todavía ardían, consumiendo los últimos restos que quedaban sin quemar.

Con absoluta precisión, Elrond levantó la piel inútil y la seccionó, apartándola a un lado, descubriendo con un alivio que no demostró, que debajo de aquella, la carne era rosada y saludable. Ni huesos ni músculos habían sido afectados por la quemadura. Eso le daba ciertas esperanzas, la cicatriz sería grande pero con los cuidados adecuados podría ir menguando al correr del tiempo.

Intentaba cerrar su olfato al olor de la piel chamuscada, del cabello quemado y por unos momentos, tuvo que detenerse porque su vista se nubló debido a las lágrimas. El cuerpo que tenía bajo sus manos se agitó apenas y recobró una chispa de reconocimiento, o tal vez fue el dolor que lo hizo surgir a la conciencia.

-Leg...- el llamado se apagó antes de terminar, y la inconsciencia lo reclamó de nuevo.

Obligándose a mantener firme el pulso, Elrond tomó la finísima tela que ya tenía preparada y embebida en una infusión de hojas y la posó sobre la terrible quemadura, como si con ella pudiese suplir la piel que había quitado minutos antes. Eso evitaría que la herida se infectase, tenía que mantenerla húmeda para que no se pegara a la carne.

Se hizo a un lado terminando su obra por el momento.

-Ahora debemos esperar- dijo a los presentes mientras se aseaba las manos en una jofaina cercana.

-Lord Elrond... ¿Qué le decimos a la gente...? Están inquietos... quieren saber si su Majestad está bien...

El elfo pareció meditar un momento. Si hubiese estado en Rivendel hubiese sabido qué hacer, pero no era su lugar, y no quería usar una autoridad que no tenía, que nadie le había conferido.

-¿El Capitán Haldir está afuera?- preguntó.

-Sí, señor.

-Háganlo pasar.

En silencio, los sanadores recogieron los paños sucios, todo lo utilizado y salieron.

Al punto, el elfo rubio entró en la habitación mirando con inquietud hacia el lecho ocupado. Por unos instantes no supo qué decir, luego avanzó hacia el otro elfo.

-Lord Elrond... ¿Cómo está...?- preguntó sin poder evitarlo.

-Es grave- dijo, en tono medido y mesurado, como siempre. Sin embargo debajo de esa expresión, Haldir comprendía la angustia que había en el corazón del elfo -. Pero mi hijo es fuerte y saldrá adelante.

-¿Y el niño?

-Delicado también. Respiró demasiado humo antes de que Aragorn pudiese sacarlo.

-Yo... convoqué al consejo- comentó Haldir, apesadumbrado por las noticias -. Un emisario partió esta mañana rumbo a Ithillien en busca de Faramir. Gondor no puede estar sin guía en estos casos... Me tomé la libertad de utilizar a un par de miembros de su escolta... Envié uno a Lothlórien y otro a Rivendel... También inicié los preparativos...

Elrond contempló a su vez el preocupado rostro del galadrim, adivinando en él la preocupación por el amigo y asintió. Agradecía profundamente que se hubiese ocupado de todas esas cosas mientras él se ocupaba de lo más urgente.

Haldir no conocía demasiado al lejano señor de Rivendel, sin embargo, se permitió el familiar gesto de colocar una mano en el hombro, procurando dar algo de consuelo. No era bueno con las palabras, y en esos momentos le resultaba más evidente que nunca.

-Yo me ocuparé de todo hasta que... hasta que sea necesaria su presencia- dijo Haldir -. Entonces vendré a reemplazarlo para que pueda cumplir su parte. Por favor, envíe por mí donde sea si es necesario.

Una vez más, Elrond asintió en silencio, y Haldir se marchó, rogando en su interior para que todo se resolviese de la mejor manera. Se preguntó si correspondía enviar un mensaje a Legolas, sabiendo que lo sucedido era demasiado terrible como para mantenerlo oculto, pero por fin prefirió esperar. Un mensaje tardaría demasiado en llegar... Decidió arriesgarse a esperar un poco y salió dispuesto a cumplir sus obligaciones.

En cuanto la puerta de la habitación se cerró, Elrond regresó junto al lecho y verificó la respiración leve del hombre para luego tomar asiento en un sillón cercano.

En aquellos momentos, agradecía profundamente el don élfico de poder permanecer sin descansar durante varios días, porque no quería entregarse al sueño y que las terribles imágenes de lo sucedido volviesen a torturarlo.

Sin embargo,no era necesario que durmiese, porque sin poder evitarlo, las imágenes volvían.

La noticia del pavoroso incendio que se había iniciado en el ala sur, corrió a través del palacio y de todos los rincones del mismo surgieron soldados y sirvientes dispuestos a luchar contra el fuego. Entre todos los que corrieron hacia el sitio, estaba él.

Había llegado justo a tiempo de ver, con el corazón latiéndole en la garganta, cómo su hijo pendía peligrosamente en el vacío, sujetándose con la sola fuerza de sus brazos en un intento de huir del infierno que se había desatado a sus espaldas. Como un poseso corrió a través de salones y corredores, subió escaleras y llegó al balcón en el cual Aragorn buscaba ponerse a salvo. Fueron sus manos las que lo aferraron por las piernas y lo pusieron lejos de ese peligroso precipicio que yacía bajo él.

Mudo de asombro, vio las manos negras de hollín que desataban el bultito que una manta sucia mantenía aferrado al cuerpo del rey, y de ella vio surgir la carita tiznada de su nieto. Cuando Aragorn lo puso en las manos de una de las criadas que también habían llegado allí, escuchó las palabras que el hombre había dicho:

-Arwen sigue adentro...

Y no pudo hacer más que seguirlo en cuanto se recobró de la sorpresa.

Ya era tarde, su hijo se había perdido por las escaleras a una velocidad que sólo la desesperación podía aumentar de esa manera. Escuchó el ruido de la madera desgajándose, crujiendo y contempló la lluvia de chispas doradas que Aragorn dejó atrás al derribar la puerta y entrar. Supo con exactitud lo que sucedería incluso antes de verlo, por eso pudo arrojarse también en ese mar de llamas crepitantes unos segundos antes que el infierno decidiera derrumbarse.

Adentro, el calor hacía ondular el aire, lastimaba los pulmones, y por encima del fragor, podía escuchar los gritos de Aragorn llamando a su hija, pero ninguna respuesta. Una parte del techo cedió, se vino abajo en medio de un rugido y cuando se disipó un poco el resplandor, Elrond vio el cuerpo de Aragorn caído y aprisionado debajo de una viga que todavía ardía en partes.

El resto del lugar se calcinaba sin remedio, y el elfo supo que nada podía haber con vida allí. Lo supo de manera cierta, al tiempo que algo parecía desgarrarse en su pecho, porque la verdad era que sentía que ya había perdido a su hija, y únicamente el hecho de que estaba a punto de perder a su hijo también, lo hizo moverse.

Con un par de tirones imperiosos y decididos, hizo a un lado la viga y con su propia chaqueta ahogó las llamas que se habían encendido en el brazo que Aragorn había conseguido elevar para proteger el rostro. No podía decir qué tan herido estaba, pero lo alzó en brazos y salió de allí a toda velocidad. Unos momentos después, el resto del techo colapsó y cayó.

Ahora, contemplaba a su hijo con el corazón en un puño, rogando, esperando que la porción de sangre élfica que corría por sus venas, fuese lo bastante fuerte como para hacerlo salir adelante. Además de la quemadura, el brazo derecho estaba roto en dos partes, también la clavícula y tenía algunas costillas fisuradas.

Se recostó sin apartar la vista del convaleciente, mientras recordaba lo que Haldir le había dicho luego de la tragedia:

"No quedó nada, Lord Elrond... El techo se derrumbó y arrasó algunas paredes. Las únicas que resistieron fueron las que estaban adosadas al muro del corredor... Revisé personalmente el lugar. Creo que todo se inició por una lámpara. Estaba caída a un lado de la puerta principal, es decir... estaban los trozos de ella."

No quería pensar en Arwen en ese sitio, no quería imaginarla rodeada de fuego, intentando salir. Sabía que en ese encierro, un humano posiblemente hubiese muerto por asfixia, y no supo si eso era mejor que ser abrasado vivo. Nunca sabría con exactitud lo sucedido pero considerando que ninguna de las opciones era agradable, prefirió quedarse con esa incertidumbre.

Su preocupación presente, era cuidar para que Aragorn y Eldarion se recobrasen.

(-o0o-)

El dolor estallaba en fulgurantes fogonazos que iban desde su hombro hasta su atormentado cerebro, y en el camino, irrigaban todo con implacables mordiscos de agonía. Detrás de sus párpados cerrados seguían brillando las llamas del mismo modo en que las veía cuando cayeron sobre él, intensas, refulgentes y por si eso fuera poco, el rugido del fuego y por encima de ese maremágnum de sonidos, el llamado de Arwen, desesperado.

Sin distinguir si eso era parte de la pesadilla o la realidad, intentó moverse, intentó ponerse en movimiento para hacer lo que había prometido: ir por Arwen, pero de nuevo la tenaza ardiente se ensañó con su cuerpo y se dejó caer, traspasado por sufrimiento.

Él había prometido... le había prometido ir por ella una vez que pusiese a su hijo a salvo... Tenía que cumplir, tenía que ir por ella...

Alguien lo hizo recostar y se ocupó de aplacar el fuego que parecía arder en su cabeza, pero la idea seguía rondándolo, como también el pedido de auxilio que levantaba ecos en cada rincón de su cerebro. Una nueva inquietud se instaló en él y consiguió encontrar algo de aire para echar fuera la voz, aunque eso clavó impiadosos dardos en su garganta.

-Eldarion...

No escuchó la respuesta, volvió a hundirse en la oscuridad y permaneció allí.

(-o0o-)

Elrond le inclinó la cabeza hacia atrás, y dejó que el líquido resbalase muy despacio entre los labios agrietados por la fiebre. Hubo una mueca de dolor y con eso, supo que las delicadas membranas internas seguían sensibles pese a que el líquido estaba apenas tibio. Pero al menos la fiebre había empezado a ceder y Aragorn ya no deliraba ni intentaba levantarse.

El elfo revisó la delgada tela que cubría la zona quemada que por fortuna se presentaba rosada y de buen aspecto pese a todo. El cuerpo había luchado contra una incipiente infección y había ganado. Los huesos tardarían más en sanar, pero estaría bien. Respirando con cierto alivio, volvió a tomar asiento cerca, en ese sitio del cual no se había movido en los últimos días.

Y cuando se movía, era para ir hasta la habitación contigua, donde estaba su nieto, que con más fortuna estaba mejor que el padre.

"Arwen..."

Su hija había hecho muchas cosas equivocadas, otras decididamente malas, y aún así, le dolía el corazón por ella, porque ya no había posibilidad de arreglarlo, de hacer que entrase en razón, que encontrase la forma de vivir con las consecuencias de sus actos. Ahora era tarde para todo.

Sabía que en los lejanos bosques de Lothlórien y en las cascadas de Rivendell, los cánticos de los elfos seguirían sonando, recordando con tristeza la belleza impactante de su hija. Por suerte aquellos no estaban al tanto de los últimos acontecimientos, pero era mejor así. Todos tendrían el mejor recuerdo de ella, no tenía sentido ahora airear lo sucedido en Minas Tirith.

"Galadriel tenía esperanzas que Arwen enmendase su comportamiento... Ella había visto los comienzos de esa mala semilla germinando y esperó que cambiar de ambiente la ayudase a superar sus errores. Pensó que la cercanía con ese elfo podía ponerla en contacto con las cualidades que ella debía reunir para convertirse en la compañera ideal para Aragorn... Arwen... Cuanto hubiese querido que así fuese... Eldarion tendría una madre amorosa, mis hijos estarían unidos... Qué diferentes han resultado las cosas..."

Sus divagaciones fueron interrumpidas por un lamento tenue, y Elrond dirigió la vista hacia la cama. Los ojos de Aragorn, apenas abiertos,mostraban conciencia por primera vez en cinco días. Se acercó y aquellos viraron hacia él para enfocarlo. Los labios se movieron intentando hablar.

-Tranquilo... No hables, todo está bien- mintió Elrond.

"No, no todo está bien... Arwen ha muerto y tu hijo está delicado, pero quiero creer que he conseguido ponerte a salvo..."

Era probable que Aragorn no llegase a comprender del todo lo que decía, pero se dejó convencer con facilidad y volvió a cerrar los ojos. Ahora ya no estaba inconsciente, sino dormido.

(-o0o-)

Elrond encontró a Haldir que salía de la habitación de Aragorn con gesto preocupado y entristecido.

-Lo siento, Lord Elrond... Me preguntó por su hijo y por Arwen. No pude mentirle.

Era cuestión de tiempo y Elrond lo sabía,pero hubiese querido que Aragorn estuviese mejor física y mentalmente para recibir la noticia. Asintió en silencio y entró en el cuarto.

Luego de un par de semanas de evolución inestable, con períodos de recaídas, por fin Aragorn parecía estar mejorando, pero todavía estaba débil y en ocasiones confundía algunos episodios recientes, de manera que Elrond prefería mantenerlo aislado de todos. Las únicas visitas que permitía eran las de Haldir, Faramir y Baldor.

Sin embargo, cuando entró, el rostro apesadumbrado de su hijo le mostró que al menos en ese momento, no estaba confundiendo nada. Ahora, además de lo demacrado que estaba por lo sucedido, su hijo parecía haber envejecido diez años en un día.

-Lo intenté, Ada...- murmuró,compungido por no haber podido cumplir su promesa -. Le prometí que regresaría por ella...

-Tranquilo, Estel... No te martirices más...

-Pero no pude cumplir...

-Tenías que poner a salvo a Eldarion. Decidiste lo mejor que pudiste, ion nin... Si te hubieses quedado a sacar a Arwen, es probable que hubiesen muerto los tres. Los Valar saben lo que es mejor, y así estaba dispuesto.

No hacía para nada bien a la recuperación del rey el exaltarse tanto, así que con decisión, el elfo se dirigió a la mesilla donde tenía sus cosas y eligió cuidadosamente unas hierbas, preparó una tisana y se acercó con ella al convaleciente. Sin hacer caso a la resistencia inicial, consiguió que bebiera unos cuantos sorbos. Un poco después, Aragorn dormía de nuevo.

(-o0o-)

Conforme pasaban los días, la herida de la quemadura mejoraba pero el estado general de Aragorn no parecía evolucionar con la misma rapidez. La bebida que Elrond le administraba lo mantenía confundido y somnoliento la mayor parte del tiempo. En general no sabía dónde estaba, con quien estaba hablando, perdía la noción de las horas y los días.

Sin embargo, entre toda esa confusión, alguien sí sabía lo que pasaba.

-Creo que estás exagerando, Haldir...- comentó Faramir mientras miraba asombrado la cantidad de trabajo que se acumulaba en el estudio sin que él diese abasto para cumplir con todo -. Lord Elrond quiere lo mejor para Aragorn.

-No he dicho lo contrario... Sólo digo que tal vez en esta ocasión no esté actuando acertadamente. Mantiene a Aragorn todo el día durmiendo, y cuando está despierto ni siquiera sabe dónde está...

-Elrond dice que intenta levantarse y eso no es bueno.

-Claro que quiere levantarse... ¿Y sabes para qué?

-Elrond dice que como no sabe bien lo que sucedió, insiste en que quiere ir a rescatar a Arwen.

-¡Elrond dice, Elrond dice¿Es lo único que sabes decir¿Te has molestado en ir y verificar si realmente es eso lo que Aragorn quiere?

Un poco asombrado por la explosión de Haldir, el joven Senescal dejó a un lado los papeles para mirarlo. Semejante arranque merecía atención especial.

-No- admitió -. No lo he hecho... No quería molestar.

-Pues yo sí lo hice. Lo único que ocupa la mente de Aragorn es ir por Legolas. Ése es su único pensamiento.

-¿Sugieres que Lord Elrond lo mantiene así para impedir que vaya a buscarlo?- ahora sí el rostro de Faramir era bastante serio.

-No, en absoluto. Lord Elrond realmente cree que hace lo mejor para su hijo, pero en esta ocasión, está equivocado... Aragorn necesita estar consciente... Tener la esperanza de reunirse con Legolas, sólo así se recuperará pronto, pero no avanzará si sigue adormecido con esas bebidas...

-Creo que no comprendo...

-Tal vez todavía no sea formal, pero el lazo entre ellos ya existe, Faramir. Sus almas están unidas, y Aragorn resistía el alejamiento porque existía la posibilidad real de reunirse de nuevo con Legolas. Era cuestión de tiempo y Aragorn sabía eso. Pero ahora, esa bebida le perturba la capacidad de pensar, lo único que sabe, es que lo necesita y no lo tiene. Si no hacemos que empiece a pensar, empeorará y ahora que lo pienso...

-¿Qué...¿Hay algo peor...?

-No creo que Legolas esté mejor, aunque quizás él resista más.

-Hay que convencer a Lord Elrond que deje de darle esa cosa...

-Exacto.

-¿Y qué estamos haciendo aquí? Vamos ahora mismo...

Después de todo, no resultó tan difícil. Pese a que en un primer momento, el elfo adulto se opuso, al final tuvo que reconocer que el razonamiento de Haldir podía ser válido, y consintió en dejar de administrarle la tisana por algún tiempo.

Los primeros días fueron horrendos, porque la bebida atenuaba algunos dolores y aquellos se presentaron con toda su furia pero no en vano Aragorn había pasado toda una vida resistiendo embates de la peor especie. Soportó también ésos, y luego de algunos días de aparente recaída, empezó a mejorar en todo sentido.

(-o0o-)

El dolor en las costillas lo estaba matando, o al menos estaba haciendo un considerable esfuerzo por lograrlo, pero Aragorn lo ignoró por completo y terminó de colocar la silla sobre Hasufel.

Afuera, la noche estaba fresca y clara, y no había nadie en las caballerizas. Hacía muchos días que podía caminar sin apoyo y se sentía bastante bien si no tenía en cuenta el brazo que continuaba en cabestrillo y el grueso vendaje que cubría sus costillas y parte del hombro.

Y sin embargo nada de eso iba a detenerlo. Sentía que debía partir en ese mismo momento, su corazón le decía que debía apresurarse, que su elfo lo esperaba todavía, pero cada día lo sentía más lejos y esa sensación lo desesperaba. Sabía que Legolas no dejaría de amarlo, de manera que solamente había una posible respuesta a eso. Recordando el junco languideciendo lejos del Árbol Blanco, Aragorn supo que su elfo languidecía con cada día que pasaba.

Había enviado unos cuantos mensajes, pero ya sin las eficaces mensajeras de Gandalf, no tuvo más opción que usar aves comunes.

"No tiene caso..." se dijo. " Yo llegaré casi al mismo tiempo si me voy ahora".

Ajustó la cincha haciendo verdaderos malabarismos con un solo brazo, pero consiguió hacerlo bastante bien. Era una suerte que Hasufel conociese bastante bien a su dueño, y por ello Aragorn no se preocupaba, si era necesario montaría sin silla.

-Sabía que tarde o temprano harías algo así- dijo la voz de Haldir desde la oscuridad. Un paso más atrás, apareció Faramir.

-No escucharé- les advirtió Aragorn -. Estoy bien, mi hijo ya está fuera de peligro... Debo irme, debo irme ahora.

-Nunca escuchaste, no veo cual será la diferencia- comentó Faramir y avanzó hasta él para revisar por sí mismo la cincha y ajustarla un poco más -. Es peligroso que vayas solo.

-Si voy solo iré más rápido. He viajado solo durante mucho tiempo, Faramir.

-Hace unos cuantos años que no haces esto, Aragorn... Y aún no estás del todo repuesto.

-He cabalgado en peor estado, no te preocupes por mí.

-No nos preocupamos por ti, montaraz terco- terció Haldir -. Nos preocupamos por nosotros... Cuando tu padre sepa que te dejamos ir, va a degollarnos.

Diciendo así, reveló que traía consigo una alforja con alimentos que aseguró en la grupa de Hasufel, como también una manta abrigada para las noches y un odre con agua. Luego extendió un pequeño bolsito de tela.

-Estas son las mismas hierbas que te estaba dando tu padre. Si el dolor se pone insoportable, mastica unas hojas pero no las tragues o empezarás a ver orcos vestidos de doncellas...

Lo estrechó en un rápido abrazo y se apartó para que Faramir pudiese despedirse también.

-No te preocupes, Aragorn... Le explicaremos a tu padre... Cuidaré de Minas Tirith hasta que regreses- prometió -. Pero regresa con Legolas... ¿De acuerdo?

-De acuerdo.

Se colocó la capa, su viejo sombrero y montó ayudado por Haldir. Minutos después, los cascos de Hasufel resonaban sobre las piedras del patio de armas y luego se perdían en el silencio de la noche.

El galadrim y el joven humano se miraron por un instante y luego, de común acuerdo regresaron al palacio. Tendrían que buscar la manera de explicarle todo eso a Lord Elrond.

(-o0o-)(-o0o-)

Aragorn terminó su relato en un murmullo apenas audible, incluso para los oídos del elfo que mantenía la cabeza del hombre sobre sus piernas y acariciaba con suavidad los cabellos castaños aún húmedos. Ante su silencio, Aragorn abrió los ojos, para encontrar el rostro de Legolas concentrado y serio. No había ninguna expresión en él.

¿Legolas...¿Estás bien?

Sí, Aragorn... Es que no... no puedo terminar de aceptar todo lo que acabo de escuchar. Una parte de mí quisiera sentirse apenada por la muerte de Arwen... pero... No es que me alegre su muerte, pero tampoco me siento todo lo apenado que debería por la desaparición de una de los nuestros... ¿Soy muy horrible por eso...?

El hombre se incorporó para sentarse frente a él y atraerlo dentro de su abrazo.

Nunca podrías ser horrible, amor... Tal vez el único que tendría genuino derecho a sentirse feliz por su muerte, podrías ser tú... y no lo haces... Nunca sabré qué hice para merecer tu amor, pero no me lo preguntaré.

Legolas permaneció dentro del refugio cálido que había anhelado durante todos esos meses sintiendo un regusto agridulce al tenerlo de nuevo. Si tenía que analizar lo que sentía por la elfa, no podía encontrar otro sentimiento que no fuera lástima. Era seguro que ese sentimiento era lo último que Arwen hubiese aceptado, pero no tenía otro para brindarle.

Aragorn... ¿Tu hijo...?- dejó la frase inconclusa, con cierto temor a terminarla.

Ya estaba bien cuando me fui. Es fuerte, saldrá adelante...

Pero lo dejaste para venir conmigo.

Yo te sentía amor, te sentía cada vez más lejos y supe que tenía que venir. Y yo tampoco hubiese soportado mucho tiempo más lejos de ti. Eres mi aire, Legolas... Si no te tengo, puedo morir de a poco- musitó casi soplando las palabras entre el rubio cabello y estrechándolo más todavía si eso era posible.

Eso no le gustará a Lord Elrond.

Sé que no debe haberle causado gracia, pero tendrá que entender. Y necesitaré tu ayuda, mi amor, para convencerlo que puedo encargarme de mi hijo.

Legolas cerró los ojos, y se mordió los labios con impotencia. Por supuesto que sabía que ese pedido iba a surgir tarde o temprano. Tal vez lo había presentido la noche que contempló a Elroy y Löne en los jardines, esperando al pequeño con tan amorosa anticipación.

Tenía que admitirlo de una buena vez. Él era capaz de dar su vida por Aragorn, podía dar cada gota de sangre si hacía falta, lo seguiría donde fuese, pero había una sola cosa que con todo su amor no podía hacer, y eso era lo que Arwen sí había podido darle: un hijo.

No era justo, no era justo para nada que él no pudiese ofrecerle a Aragorn lo más preciado que un amante podía dar; y que la elfa, sin amarlo, sin desear otra cosa que el poder que le hubiese otorgado la posición como madre del heredero, hubiese conseguido eso sin dificultad.

Aceptar al hijo de Arwen... Sólo por la bendita curiosidad de Baldor al hurgar en la caja de la elfa era que ese hijo no lo había separado de Aragorn en forma definitiva; porque no dudaba ni por un instante que hubiesen intentado obligar al hombre a aceptar un lazo formal con ella... Pero tendría que intentarlo, tendría que quererlo porque también era hijo de Aragorn, y era sobre todo, algo que él no podía ofrecer.

Mientras toda esa lucha interna se llevaba a cabo dentro del elfo, Aragorn seguía acariciándolo sin soltarlo, con el temor que al perder contacto, se desvaneciese y él descubriese que no era más que otra de las visiones que tenía durante sus delirios de fiebre.

¿Estoy pidiendo demasiado, verdad...?- musitó Aragorn -. No te culparé si no quieres...

Te ayudaré en lo que pueda...- alzó hacia él sus ojos sin ocultar el asomo de tristeza que había en ellos -. ¿Cómo podría privarte de algo que yo nunca podré darte...? Te prometo que lo querré...

Esa dolida admisión, la promesa de la ayuda, del cariño hacia el hijo de alguien que le había causado tanto dolor...

Elbereth... No es posible no amarte...

Tampoco era posible resistirse al encanto de los labios entreabiertos y húmedos tan cerca de los suyos, o resistir la tentación de beber el aliento fresco hasta saciarse, aunque a esas alturas, el hombre ya sabía que nunca podría saciarse. Tantos largos meses ansiando el momento de tenerlo de nuevo, y ahora por fin estaba con él.

El cuerpo de Legolas se acomodó al suyo, juntos, muy juntos y los besos se volvieron más vehementes, más urgentes y ansiosos. Los brazos del elfo viajaron hacia los hombros de Aragorn, y al enredarse en su cuello, aquel dio un respingo. Por más que fuese leve el peso del elfo, su hombro aún sin terminar de curarse resintió la presión. Agitados, levemente ruborizados por la ansiada cercanía, se separaron un poco y Legolas recorrió el rostro del hombre con sus dedos largos.

Tal vez sea mejor que esperemos un poco...- dijo el elfo, intentando normalizar su respiración.

No, no quiero esperar... He esperado tanto...

Pero ante el nuevo intento de abrazar a Legolas, fue su brazo el que le recordó que todavía no estaba del todo repuesto. Necesitaba encontrar una posición en la cual no se resintiese ninguna de sus partes dolidas, y trató de buscarla, pero un par de discretos golpecitos en la puerta interrumpieron la tarea.

Un tanto agitado, Legolas se desembarazó de las manos que trataban de aferrarlo para mantenerlo a su lado y consiguió llegar a la puerta para abrir. El rostro de Elroy dibujó una tenue sonrisa al ver aparecer a su hermano, con las ropas estrujadas, el cabello revuelto, el rubor tiñendo sus mejillas y los labios que daban inequívocas señales de lo que estaba sucediendo allí dentro.

Imaginé que estarías aquí...- musitó -. Pero pensé que serías un poco más discreto, hermanito...

Levemente avergonzado por haber sido encontrado con tanta facilidad, Legolas intentó acomodar su apariencia, al menos un poco, consiguiendo con eso que la sonrisa de Elroy fuese por demás evidente.

Estábamos... hablando...

Por supuesto. Sin embargo, creo que ese humano está demasiado cansado como para la clase de 'conversación' que tú quieres, así que he venido en su rescate.

Ahora el rubor en el rostro del elfo fue notorio, pero no tenía caso que intentase ocultarlo a su hermano y sonrió. Miró hacia dentro, donde Aragorn había vuelto a acomodarse en el lecho notando que incluso a esa distancia, eran más que visibles las huellas que el cansancio y las molestias de sus heridas habían dejado en él.

Creo que él también está interesado en 'conversar' contigo, Legolas... Y aunque tú te recuperas más rápido de lo que yo había previsto, él es un mortal. Uno que ha abusado un poco de sus fuerzas y su legado élfico...- Elroy se asomó un poco para contemplar de lejos a Aragorn -. Volverá a dormirse en cualquier momento.

Sí... No imagino cómo llegó hasta aquí, así como está...

Con mucho sacrificio, supongo. Sacrificio que creo volvería a hacer con tal de encontrarte, hermanito... Así que si quieres que tu rey te dure un tiempo, creo que mejor lo dejas descansar al menos hasta la hora de la cena. Mientras tanto, tú y yo podremos ir a buscarle algo de ropa y esas cosas... Creo que ha viajado sólo con lo que tenía encima.

Lo que Elroy decía era cierto en cada una de sus palabras, y Legolas lo sabía. Ansiaba quedarse junto a Aragorn, pero si lo hacía, le resultaría imposible mantenerse alejado de sus labios, de tocarlo, de querer estar con él. Si quería dejar descansar a Aragorn, lo mejor era dejarlo solo.

Espérame- pidió a su hermano.

Regresó junto a la cama y la mirada deseosa del hombre lo recorrió de arriba abajo, encendiendo su piel, convenciéndolo del todo que, lo mejor por el momento, era retirarse. Tomó una manta y la extendió sobre el cuerpo de Aragorn que medio se irguió sin comprender.

¿Qué...?

Shhh...- esta vez, fue el elfo quien puso su índice sobre los labios del hombre imponiendo silencio -. Tienes que descansar un poco más.

No eran mis planes descansar, precisamente- protestó.

Tampoco los míos, pero... ¿Qué clase de encuentro tendremos si cada vez que nos abrazamos, algo te duele?- se inclinó para susurrar en su oído -. Y yo quiero tocarte, mi amor... quiero reconocer cada pequeño espacio de tu piel sin que nada me detenga...

No sigas, Legolas...- le advirtió Aragorn -. O le daremos mucho de qué hablar a tu hermano.

El elfo sonrió y Aragorn se sintió absolutamente indefenso ante esa sonrisa, sabiendo que haría cualquier cosa que Legolas le pidiese sólo por volver a ver ese gesto. Se recostó otra vez y permitió que lo arroparan. En cierto modo, tenía razón, tal vez lo mejor era esperar. Ahora ya estaba con su amado y no había apuros, podía quedarse tranquilo porque estaban juntos y eso era lo único importante.

Se dio cuenta que el sueño volvía a invadirlo, el cansancio volvía a recordarle que él no era un elfo y necesitaba más tiempo para recuperarse.

Entornó los ojos, sabiendo que la última visión que tendría, sería la de Legolas sonriéndole.

(-o0o-)

Espantado, Legolas se miró en el espejo notando por primera vez todo lo que Elroy le había dicho un montón de veces durante esos meses: que estaba demasiado delgado, demasiado ojeroso, demasiado demacrado. Las ropas le sobraban por todos lados, y al parecer no había manera de acomodarlas para que no se le cayeran o colgaran de forma desastrosa.

Se sentó en la cama, en medio de la pila de ropa que había ido probándose y desechando a medida que veía cómo le quedaban y resopló con un poco de fastidio. Era la primera noche en mucho tiempo en que quería verse realmente bien, y resultaba que terminaría luciendo como un desarrapado.

Encontrar ropa para Aragorn no había sido difícil, el hombre tenía una contextura fuerte similar a la del rey Thranduil, por lo que solamente habían tenido que asaltar los armarios de su padre para encontrarle algo digno.

No tiene caso...

¿Puedo pasar?- preguntó la voz de la esposa de su hermano desde afuera.

Como todavía tenía encima las últimas prendas que se había probado, Legolas ni siquiera se molestó en cambiarse. Bastante desanimado estaba con el aspecto que tenía.

Claro, adelante.

Todavía le impactaba un poco la presencia de la elfa, porque el aire de familia era bastante pronunciado. Ahora que Löne había tenido a su bebé, había perdido un poco los rasgos de jovencita y su rostro tenía una firmeza que por momentos era atemorizantemente parecida a la de Arwen. El mismo cabello negro lustroso, la misma figura espigada y alta; sin embargo, había mucha ternura en los ojos oscuros.

Siempre vestía con mucha sencillez y por eso la belleza serena parecía resaltar más. Traía unas prendas en sus manos que extendió a Legolas.

Bien... Esta mañana me imaginé que querrías verte bien para la cena, y me tomé la libertad de elegir uno de tus trajes para dárselo a las costureras y que lo ajustaran un poco... Espero que te agrade el que elegí.

Que su cuñada solía ser considerada con él, no era nuevo, pero en esos momentos Legolas la hubiese estrujado de puro agradecimiento. El traje que había elegido era uno de los que usaba en el Barrio, el mismo que había usado para su presentación.

Löne miró alrededor el desorden de la habitación, las ropas desparramadas por todos lados, y sonrió.

Yo... Muchas gracias...- murmuró Legolas, un poco avergonzado.

Era evidente que todos se habían dado cuenta de lo que la llegada de Aragorn significaba para él. No esperaba que Löne se acercara a él y se empinara un poquito para darle un tímido beso en la mejilla.

Es bueno ver que ya estás feliz... Eres tan parecido a Elroy en muchas cosas, que he sufrido mucho estos meses viendo cómo te apagabas... No entiendo mucho la clase de comunicación que hay entre ustedes pero sé que intentaste mantener a Elroy al margen de tu tristeza... Gracias.

¿Cómo...?

Ella se encogió de hombros, en realidad era un presentimiento más que una certeza. Casi tan exacta como la que siempre le había dicho que el antiguo amante de Elroy estaba enredado en cosas turbias. Sonrió de nuevo.

Truquitos de mujer... Me retiro ahora, te veré en la cena.

Salió de la habitación muy rápido dejando a Legolas listo para empezar a prepararse para esa noche.

Componer el desastre que había hecho le llevó un buen rato, pero luego se dedicó a permitirse un largo baño, y por primera vez en meses en verdad le preocupó que su cabello se viese brillante y hermoso como antes. Estaba siendo un poco vanidoso, pero mientras se frotaba bien la piel para que estuviese blanca y no pálida, pensó que podía permitírselo. Después de todo, nunca se había preocupado especialmente por su aspecto antes.

"Y quiero que Aragorn me vea bien esta noche..." pensó con un toque de vergüenza.

Se secó y se dedicó a peinarse.

"Nada demasiado complicado... Tampoco quiero darle pie a Elroy para que se ponga bromista... No dudo que durante toda la noche me recordará que me encontró besándome con Aragorn en sus habitaciones... Elbereth... "

Por fin decidió componer el mismo peinado que había usado para su 'misedashi'. Ya que iba a usar el mismo traje, no sería desacertado que usase el mismo peinado.

Cuando estuvo listo, se miró al espejo por última vez. Cierto era que había lucido mucho mejor en su 'misedashi', el color azul del traje parecía resaltar más lo delgado que estaba, pero también hacía que su cabello se viese como el oro y hacía prevalecer el brillo de sus ojos en lugar de los oscuros círculos que los rodeaban.

"Bien, es lo mejor que puedo hacer..." se dijo, resignado. "Parezco un elfito ante su primera cita..."

Salió de sus habitaciones antes de desanimarse de nuevo y se encaminó hacia las de Aragorn. Podía ir a despertarlo y ayudarlo con su ropa, después de todo estaba herido y con seguridad no le resultaría fácil vestirse solo. Complacido, pensó que por primera vez podría hacer esas tareas que se supone hace un 'protegido'.

Antes de llegar allí, un guardia lo detuvo en uno de los corredores.

Alteza... Su Majestad está en el estudio principal y solicita que se presente de inmediato allí.

Sin comprender, Legolas sólo asintió y siguió al guardia, pensando en qué sería tan importante para que el rey lo mandase a llamar de esa forma. Deseó que Aragorn durmiese un ratito más todavía, para darle tiempo a esa entrevista y regresar a cumplir sus tareas.

El guardia lo anunció y luego le franqueó la entrada al estudio.

Se asombró bastante al ver que Thranduil estaba de pie en medio del salón;a un lado, Aragorn estaba sentado en uno de los sillones, pero se puso de pie en cuanto lo vio entrar.

"Bueno, llegué tarde para ayudarlo a vestirse..." pensó desilusionado.

Adelante, Alteza...- dijo Thranduil, indicando con un gesto que se acercara.

Más bien intrigado por el tono formal con que su padre se dirigía a él, Legolas avanzó hasta quedar cerca de ambos. Apenas una mirada le bastó para apreciar la presencia de Aragorn y trató con todas sus fuerzas de dejar de mirarlo para enfocar su atención en su padre.

Muy bien, Alteza, tenía pensado mantener esta conversación contigo antes, pero estabas tan... indispuesto, que había decidido postergarla... Pero en vista que te encuentras lo bastante repuesto, tendremos que hablar ahora.

Thranduil hizo una pausa para pensar en lo que tenía que decir, porque eso le había rondado por la mente durante muchos meses y por fin se le presentaba la oportunidad.

Durante nuestra estancia en Minas Tirith te hice bien presente mi opinión acerca del tipo de relaciones que existían en ese lugar de la ciudad en el que vivías. ¿No es cierto?

Legolas recordó la conversación punto por punto y apenas atinó a contestar.

Sí, Majestad.

Creí haber dejado en claro que no aceptaría que te rebajases a convertirte en el amante de un mortal; y sin embargo, en abierta oposición a mis deseos, le propusiste a este humano convertirse en tu 'danna'.

Majestad, yo...

Silencio, Alteza, no he terminado. Me enfrentaste delante de la Dama de Bosque Dorado, de Lord Elrond, de Gandalf...

Esa vez, Legolas alzó la mirada hacia su padre, tranquila y calmada, y cuando habló su voz volvía a tener la cadencia armoniosa de siempre, más una firmeza que parecía haberse afianzado más desde aquellos días.

Sí, Majestad... Y volvería a hacerlo si fuese necesario.

Me lo imaginé- dijo Thranduil, resoplando -. Y como si eso fuese poco, este insensato humano no ha podido esperar siquiera hasta mañana, y hace casi dos horas que está intentando convencerme de lo buen esposo que sería para ti...

Ante esa frase, el elfo giró para mirar a Aragorn, que ya no estaba tan serio como al principio pero que sí parecía mucho más nervioso que antes.

Por supuesto, ya aprendí mi lección- dijo el elfo adulto intentando ocultar lo divertido que estaba -. Y no voy a volver a concertar un matrimonio sin consultar antes... No preguntaré si lo amas, porque eso ya lo sé... Pero, hijo... ¿Lo has mirado bien...? Es pura piel y huesos... Ni los orcos han querido comérselo en el camino hacia aquí.

Sonriendo, Legolas asintió.

Sí, Ada... Lo he visto bien... No me importa que esté tan flaco. Yo no estoy mucho mejor.

Y está lleno de cicatrices... Tendrá suerte si sus huesos rotos se curan bien antes del día de la boda...

No importa, Ada... No me importa nada de eso.

Bien, entonces. Como te dije en aquel momento sólo tendrías mi aceptación si el rey Elessar era capaz de brindarte una posición digna y de respeto acorde a tu rango... y como su propuesta es satisfactoria para mí, tienen mi consentimiento.

Por un instante, Legolas pensó que soñaba, que toda esa escena era producto de su mente, que estaba divagante y perdida en los últimos tiempos, pero luego la mirada ansiosa y tierna de Aragorn lo convenció que todo era realidad. Abrazó a Thranduil con mucha fuerza, consciente que sin su apoyo no hubiese podido salir adelante en los difíciles días que habían pasado.

Ahora bien... El protocolo dice que deberían comprometerse y esperar al menos un año antes de celebrar la boda...- dijo Thranduil, y se apresuró a agregar al ver el horror aflorando en los dos rostros en forma simultánea -. Pero creo que ustedes han esperado demasiado... ¿Qué opinas al respecto, Majestad?

La verdad es que yo quisiera casarme con Legolas hoy mismo... Pero también tenemos leyes al respecto en Gondor. La boda tendrá que ser en Minas Tirith, ya que será nuestro hogar... Y tendré que contar con la presencia de mi padre adoptivo. Su consentimiento no es del todo necesario, pero a mí me haría muy feliz tenerlo...

Podremos hablar de esto durante la cena- comentó Thranduil, más divertido todavía al notar que los dos tenían mucho interés en quedarse a solas -. La cena estará dispuesta dentro de poco, enviaré a alguien a avisarles...

Librándolos de su presencia, salió del estudio para dejar que disfrutaran a solas de esos momentos.

Y en cuanto las puertas del estudio se cerraron, Aragorn se apresuró a encerrar entre sus brazos el cálido cuerpo de Legolas,sin recordar de momento todos sus dolores. Además, tenía que besarlo de manera urgente así que se abocó a esa tarea como si fuese su único pensamiento en el mundo. De hecho, en esos instantes, lo era. Solamente así podía confirmar que todos los sufrimientos, toda la agotadora espera, todo lo malo por fin había quedado atrás.

Entonces Aragorn recordó algo más y se apartó apenas.

Hay algo más que tenemos que arreglar, amor mío.

Oír que por fin tenía el derecho a ser llamado de esa forma delante de todos, era la más hermosa música que Legolas podía haber escuchado.

Dime.

Aragorn metió la mano en un pequeño bolsillo de la túnica, extrajo algo brillante y luego tomó la delgada mano del elfo.

La primera vez que te di esto no estabas consciente...Tus hermanos aún no habían llegado para despertarte pero yo te lo ofrecí con todo mi amor y con un juramento... Pese a todo lo que Arwen haya dicho, estoy seguro que yo nunca lo habría ofrecido a alguien a quien mi corazón no hubiese elegido. Me lo devolviste por todo lo que sucedió luego, pero quiero que regrese al sitio del cual no debió salir nunca.

Diciendo eso, deslizó nuevamente el anillo en el dedo del elfo, que ante el contacto del metal en su piel pareció por fin darse cuenta de lo mismo que el hombre había notado antes.

Los días de agónica espera, las mañanas interminables, las tardes y noches que se deslizaban con pasmosa lentitud, la soledad que lo aguardaba y acechaba detrás de cada sombra, y sobre todo en las penumbras del descanso, todo se disipaba con rapidez.

El silencio ya no sería una carga mortal, ni los días una maldición inacabable. Por fin sus brazos no se cerraban en el vacío ni sus labios anhelaban un calor que parecía nunca llegar.

Mientras se abandonaba por completo a los besos que tanto había ansiado, Legolas todavía escuchaba los fragmentos de frases que Aragorn dejaba caer entre beso y beso.

Y sí, mi amor... Sí quiero ser tu 'danna'. Seré tu compañero, tu amante, tu esposo... Seré todo lo que quieras...

En tan pocas palabras, había un universo de amor, y por fin disponían del tiempo y la libertad para descubrirlo.

TBC...

Reviews:

Nina: Hi! Sí, Aragorn y Legolas por fin pueden estar juntos, ya se lo merecían, después de tantos contratiempos y sufrimientos y de todas las maldades que hizo Arwen. Espero que este capítulo haya despejado tus dudas porque esa elfa no volverá a hacer daño. Kisses.

Prince Legolas: Ays, qué pena, si yo no quería que te diera el patatús, lo juro! Je, como recibí muchas amenazas si Aragorn no iba por el elfito, tuve que ceder jajaja... Hablando en serio, no podía dejar al pobrecito Legolas solito y abandonado, no te parece? Mi corazoncito no lo hubiese soportado, no señor... Cuando leí cómo había terminado Arwen en tu fic, me dije: noooo, no puede ser... pero yo no fui tan bondadosa con ella. Nada de viajecito a Valinor, de ningún modo! Aunque quedó similar, no pude hacer nada por cambiarlo, ya lo había previsto así desde hacía tiempo... Por eso tuve que sacar al elfito del palacio y todo eso... Bueno, espero que igual te haya gustado. Y claro que habrá boda! Besitos élficos (ñerf, hay besitos élficos...? jajaja)

Azalea: Aj�, como no hiciste el viajecito y terminaste el comentario en Slasheaven, me quedo contentita porque me salvé y te contesto el pedacito de review que dejaste aquí )

Ashura: Don't worry, por mí, ningún problema con que los leas tooooodas las veces que quieras! Mmm, pues sí, el elfito tuvo infinita paciencia, porque yo no sé si me hubiese aguantado dejar al reyecito tan cerca de la elfa mañosa... No, creo que no. A mí, Elrond me dá mucha pena. Es como casi todos los padres... Para ellos, un hijo nunca será malo, y lo seguirán viendo como el bebé adorable que alguna vez fue, aunque el crío se haya convertido en una piraña. Pero por suerte Aragorn no tiene ese 'amor de padre' y ya sabe muy bien con quien trata. Muy bien, señorita! Así fue, exactamente. En cuanto el reyecito estuvo en condiciones salió a toda velocidad en busca de su amado elfito... ya sabrás cómo fue que quedó en ese estado. Por supuesto habrá bodas, y arroz para todos. Tengo ese par de parejitas en espera de un feliz final, así que ya veremos cómo le hago con todos ellos, pero que se casan, se casan jeje. Un besito.