Preludio: La boda
Había pasado un año desde la destrucción de Estrella Oscura. Un año durante el cual los componentes del grupo que había acompañado a la valerosa hechicera Reena Invers habían tomado caminos diferentes.
Filia, quien había renunciado a su posición de sacerdotisa del Dios Dragón de Fuego, se fue a vivir a una casita en un pueblo llamado Darien. Allí fundó una tienda de jarrones y mazas e inició la dura tarea de criar a Valgarv, resucitado tras la destrucción de Estrella Oscura (que había poseído su cuerpo), junto con Jiras y Gaubros, sus antiguos servidores.
Xellos volvió con su señora, Zellas Mettalium, para relatarle lo ocurrido con Estrella Oscura. Lo que su señora le mandara a hacer después queda, de momento, en el más absoluto de los secretos.....
Amelia Will Tesla Seyruun regresó a su reino para asumir su tarea de embajadora. lo que en la mayoría de los casos implicaba pasarse horas y horas sentada en un sillón firmando montañas de papeles burocráticos que para ella carecían de sentido. De vez en cuando dejaba la pluma a un lado y miraba, nostálgica, por la ventana que tenía detrás, recordando a alguien que ahora estaba muy lejos de allí.
Zelgadis continuó vagando errante por todo el mundo, con la esperanza de encontrar una cura para volver a ser humano. A veces le entraba sed y bebía de su cantimplora, mirando a continuación un brazalete rosa que había allí colgado. Aquel brazalete en sí mismo constituía una promesa a cierta princesa..... que debía cumplir.
Únicamente Reena y Gaudy permanecieron juntos tras la separación del grupo. Y juntos vivieron muchas más aventuras..... pero eso es otra historia que otros relataran en mi lugar.
La historia que les quiero contar comenzó, como dije antes, un año después de la aventura de Estrella Oscura. Los componentes del grupo, antaño separados, volvieron a reunirse, junto con muchos más, para celebrar un acontecimiento que tenía lugar en ese momento en la catedral de Sailon.
* * *
-Vos, señora: ¿aceptáis a este hombre como vuestro legítimo esposo,
para amarle y respetarle hasta el fin de vuestros días?
La mujer en cuestión, giró la cabeza hacia su compañero. Bajo el velo translúcido, de color rosa pálido como el resto de su vestido, se distinguía su cara, en la que destacaban unos grandes ojos rojo fuego, como su pelo. Ésta era, ni más ni menos, la poderosa hechicera Reena Invers, que contaba en el momento de su boda 18 años. Sonrió al hombre que tenía a su lado, con cara de infinita ternura, antes de decir:
-Sí, quiero.
El sacerdote se ajustó las gafas de ver de cerca, pasó la página del libro que tenía entre manos y continuó:
-Y vos, caballero: ¿aceptáis a esta mujer como vuestra legítima
esposa, para amarla y respetarla hasta el fin de vuestros días?
El hombre dirigió la mirada hacia su futura esposa. Su pelo largo y rubio le tapaba parcialmente la cara, ocultando uno de sus ojos, de un precioso azul cielo. El ojo que le quedaba libre miraba a Reena con tanta o más ternura que ella. Este hombre, de nombre Gaudy Gabriev, contaba 23 años en el momento en que respondía:
-Sí, quiero.
El sacerdote cerró de golpe el libro, levantando una pequeña nube de polvo frente a sí que le hizo toser ligeramente. Dejó el libro a uno de sus ayudantes, carraspeó y dijo a los novios:
-Juntad las manos.
En el mundo de Reena Invers era costumbre, en vez de lo típico de los anillos, juntar las manos de los futuros recién casados y unirlas mediante un hechizo. Dicho hechizo provocaba la formación de un círculo de luz alrededor de las manos de los novios, tanto más grande y brillante cuanto mayor era el amor que sentían el uno por el otro. El hechizo era en realidad una prueba de amor que los novios debían pasar, pues de ser el círculo demasiado pequeño u opaco (lo que demostraba que al menos uno de los dos se casaba por otros intereses muy alejados del amor mutuo), el sacerdote se reservaba el derecho de cancelar la boda. De ese modo se habían evitado aparatosos trámites de divorcio a los pocos años de inicio de varios matrimonios. No eran raros, sin embargo, casos de matrimonios de conveniencia en los que los padres de los novios llegaban a un acuerdo (normalmente de tipo económico) con el sacerdote para que hiciese la vista gorda. Eso por no hablar de que no en todos los reinos estaba permitido el divorcio. No era el caso de Reena y Gaudy. Dejando aparte que aquello no era un matrimonio de conveniencia, el tamaño y la forma en que brillaba el círculo alrededor de sus manos (brillaba tanto que el sacerdote y varios invitados que estaban sentados en primera fila se vieron obligados a ponerse gafas de sol) dejaba patente que su amor era prácticamente imposible de romper. Cuando el círculo se desvaneció, se encararon de nuevo al sacerdote, quien pronunció las palabras finales:
-Puesto que vuestro amor es sincero y en el nombre de Ceipheid, yo os
declaro marido y mujer. - hizo una pausa y, al ver que no hacían nada,
carraspeó y dijo dirigiéndose a Gaudy: - Adelante, puedes besar a la
novia....
-¿Eh? - dijo Gaudy como saliendo de un sueño. Miró al sacerdote, luego
a Reena y exclamó poniendo una mano en su nuca: - ¡Ah, claro! ¡Lo
había olvidado!
Hubo un goterón de sudor general, por parte de los invitados, del sacerdote y de Reena quien murmuró:
-Nunca cambiarás... - y añadió con ojos tiernos: - Pero me alegro de
que así sea.
Gaudy sonrió complacido. Lentamente retiró el velo de la cara de Reena, la cogió delicadamente entre sus manos y la acercó hacia sí, permitiendo que sus labios se unieran en un tierno, dulce y sincero beso.
Amelia Will Tesla Seyruun, heredera del trono de Sailon, no pudo contener las lágrimas de felicidad ante aquella escena. Su voz se unió al coro del "¡Oooooh...!" que se oyó entre la muchedumbre de invitados. Seguidamente se unió también al aplauso general y a los gritos de júbilo de algunos.
Filia Ul Copt, después de dejar a su hijo Valgarv (ahora rebautizado como Valteria) en brazos de Jiras, se levantó del asiento y se unió a su vez al aplauso, con un entusiasmo tal que hubiera puesto verde de envidia a un hincha de un estadio de fútbol.
Una figura embozada sonrió y aplaudió levemente desde la última fila.
Una oscura sombra sonrió también, desde su privilegiado puesto de vigilancia en una de las vigas del techo de la catedral, justo encima del sacerdote y los novios, a la par que murmuraba: "Vaya, vaya, no lo hace mal, después de todo..."
Después de que los labios de los recién casados se separaran, éstos miraron a los invitados, que seguían aplaudiéndoles a más no poder, y les saludaron. Seguidamente Gaudy cogió a Reena en brazos, momento en el cual toda la corte de invitados, entre los que estaban la Princesa Amelia, Filia, Jiras, Gaubros, Val y el hombre embozado, salió para recibirlos a la salida. La sombra que había en la viga de la catedral se había desvanecido.
Ya afuera, Reena y Gaudy se protegieron de la lluvia de granos de arroz que les caía encima, todavía felices y sonrientes. A medida que bajaban las escalinatas, Reena, quién aún estaba en brazos de Gaudy, empezó a recordar los momentos pasados con su compañero de fatigas, ahora además marido. A pesar de que la había ridiculizado cuando se conocieron y de que al principio lo siguió sólo para poder quitarle la Espada de Luz, Gaudy había conseguido ganarse su corazón con el día a día, con sus sonrisas y sus ojos azules, con sus comentarios (buenos o malos), con sus constantes peleas por la comida.. De algún modo Gaudy había conseguido que su presencia fuera imprescindible para que ella fuera feliz. Y ahora, después de muchos calvarios y aventuras juntos, estaban unidos para toda la eternidad.
Sus pensamientos fueron interrumpidos súbitamente, cuando Gaudy la soltó haciendo que cayera sobre las escalinatas y que casi las bajara rodando. Iba a reprenderle por su conducta cuando vio a su marido tirado también en las escalinatas y medio inconsciente, al lado de un gran saco de arroz que le había producido un enorme chichón en la cabeza. A continuación oyó unas risas que le resultaron familiares.
-Reconocería esas risas en cualquier parte... - dijo y a continuación,
mirando hacia arriba, gritó hecha una furia: - ¡Xellos! ¡¿Porqué has
hecho eso?!
En efecto, el demonio estaba en lo más alto de la fachada de la catedral, partiéndose el pecho de risa al ver las consecuencias de su trastada. Cuando por fin consiguió calmarse y después de secarse un par de lágrimas, respondió:
-Je, je... Bueno, lo siento, Reena. Sólo quería echaros el arroz, pero
como no podía abrir el saco, pensé que se abriría en la cabeza de
Gaudy. Como la tiene tan dura...
En ese momento, Gaudy empezaba a recobrar la consciencia.
-¿Eh? ¿Qué ha pasado? Reena, ¿qué ha sido eso que...?
Al girarse hacia su esposa para hacerle ésa pregunta, enmudeció súbitamente. Reena temblaba de arriba a abajo y unas llamas parecían surgir de su cabeza, señal inequívoca de que estaba realmente furiosa. Instintivamente y debido a las experiencias pasadas, se cubrió la cabeza con los brazos. Pero, para su fortuna, la furia de Reena estaba dirigida a otro objetivo.
-¡NADIE se atreve a insultar a mi marido y NADIE se atreve a arruinar
mi boda sin sufrir la cólera de REENA INVERS! - murmuró y a
continuación, levantando la cabeza hacia su objetivo y con llamas
incandescentes que parecían surgir de la profundidad de sus ojos,
gritó: - ¡¡XELLOS ME LAS VAS A PAGAR!!
Ante esa amenaza, Xellos se empezó a poner nervioso. La verdad es que jamás había visto a Reena tan furiosa.
-¡Ree...Reena, tranquila, que sólo era una broma!
Pero de poco le sirvieron las excusas.
-¡BOLA DE FUEGO! - bramó la hechicera -.
La bola de fuego fue lanzada con fuerza directamente hacia Xellos, quien al intentar evitarla perdió el equilibrio y se cayó de la fachada de la catedral, chocando estrepitosamente contra el suelo. Tras esto, Reena se sacudió las manos, sonrió satisfecha y siguió bajando las escalinatas de la catedral, cogiendo del brazo a su marido y con la cabeza bien alta. A pesar de las apariencias, el demonio no sufrió daños físicos irreparables; unos sacos de basura amortiguaron su caída. Tan sólo quedó un poco adolorido.. y apestado. Si en ese momento hubiera llegado Filia y le hubiera llamado namagomi, como acostumbraba a hacer cada vez que le veía, el mote estaría más que justificado.
-Agh... La próxima vez - se dijo a sí mismo - que vaya a hacerle una
trastada a éste par, primero dejaré inconsciente a Reena. Así me
evitaré malos tragos como éste.
* * *
Ya al final de las escalinatas, Reena y Gaudy se vieron rodeados por cientos de personas, la mayoría de las cuales eran mujeres, que querían felicitarles.
-¡Enhorabuena, Srta. Invers!
-¡Qué elegante está usted, Srta. Invers!
-Qué envidia nos da, Srta. Invers, con lo difícil que es hoy en día
encontrar un marido decente.
-Vaya, vaya, Reena, ya sabía yo que una de las dos acabaría sentando
la cabeza...
-¡¡¿¿LU...LUNA??!!
Efectivamente, frente a sí Reena tenía nada más ni nada menos que a su temida hermana mayor, Luna Invers, que ostentaba el título de Caballero de Ceipheid, aunque irónicamente se la conocía más como "La camarera del Infierno". Cualquiera que no las conociese podría negar cualquier tipo de parentesco entre ambas, ya que no se parecían en nada: así como Reena era pelirroja, de pelo largo y ojos rojos, además de estar poco dotada (o como solía decir Gaudy "más plana que una pared"), su hermana tenía el pelo corto y violeta oscuro, con un flequillo que mantenía ocultos sus ojos y una delantera digna de Pamela Anderson.
-¿Pero qué haces aquí? - preguntó Reena a continuación - ¿No tendrías
que estar trabajando? ¿Y dónde están Papá y Mamá?
-Le he pedido a mi jefe unos días libres - respondió Luna - Y en
cuanto a Papá y Mamá, no han podido venir, así que he venido yo en su
lugar... Y a propósito... - añadió acercando su cara a la de su
hermana y con un tono amenazante - .... no recibí ninguna invitación a
la boda. ¿Acaso te olvidaste de tu querida hermana mayor?
-Eeeh... ¡pues claro que no, mujer! - disimuló Reena - ¡Si hace tiempo
que te mandamos la invitación! Seguro que es por culpa del correo,
cada vez es más lento, hay qué ver...
-Pero Reena, si no le enviamos ninguna invitación... - intervino Gaudy
-.
Gaudy tenía toda la razón; ya le aterrorizaba a Reena la sola mención de su hermana mayor, con que no estaba dispuesta a que asistiera a su propia boda, de ahí que decidiera no invitarla. Pero si Luna llegaba a saberlo, era capaz de pegarle una paliza. Así que para evitar el desastre, le plantó el codo en toda la boca, mientras decía:
-¡Oh, no le hagas caso! ¡Si Gaudy tiene el cerebro de una medusa,
seguro que ni siquiera se acuerda...!
-¡Que sí, Reena, que me acuerdo perfectamente! De hecho, me dijiste
que ni se me ocurriera invitar a tu hermana, porque...
Antes de que terminara la frase, los vigorosos brazos de su esposa rodearon su cuello y lo oprimieron, impidiendo que siguiera hablando.
-¡Cállate ya! ¿Es que ni siendo mi marido vas a dejar de meter la
pata? ¡Animal de bellota! ¡Tarugo...! - le gritaba ésta mientras
ejercía cada vez más presión sobre su cuello -.
Mientras sudaba de vergüenza ajena, Luna pensó que no estaba bien ser la causa de las primeras disputas matrimoniales de su hermana, así que decidió poner paz.
-Déjalo, Reena, total ya da lo mismo. - dijo - A fin de cuentas he
venido ¿no es así? Porque - añadió con el mismo tono amenazante de
antes - no querría por nada del mundo perderme la boda de mi querida
hermanita pequeña y menos el momento en que lance el ramo...
-¿El... el ramo? - preguntó Reena sin saber para qué lo quería -.
-Pues claro. - respondió Luna como si aquello fuera algo obvio - Ya
sabes lo que dicen, que la que coge el ramo en una boda será la
próxima en casarse..... y yo no voy a permanecer soltera para siempre
¿verdad que no? ¡Bueno, ya nos veremos! Y espero por tu bien - añadió
adoptando una vez más su tono amenazante - que tengas buena
puntería...
Dicho esto se dio la vuelta y sacó la lengua, sonriendo traviesa. En realidad no tenía prisa por casarse, pero le gustaba poner nerviosa a su hermanita, porque sabía que la temía. Luna tenía muy desarrollado ese instinto sádico que todos los hermanos mayores tenemos con respecto a nuestros hermanos pequeños (Y como hermana mayor sé de lo que me hablo - risa maliciosa - )
Después de soltar a Gaudy y de farfullar algo de que Luna era una solterona resentida, Reena anunció a grito pelado que era el momento de lanzar el ramo.
-¡Que todas las solteras vengan aquí! ¡Xellos, tú no! - le gritó al
demonio, que se había camuflado con el vestido que usó cuando
quisieron entrar en Fémenil - ¡Cuidado que va!
La novia lanzó el ramo de flores. La muchedumbre de mujeres solteras se movió de un lado para otro intentando coger al ramo en su trayectoria. (Xellos no tuvo tiempo de apartarse y fue arrollado por decenas de mujeres desesperadas por perder su condición de soltería). Finalmente, el ramo aterrizó en medio del grupo. Las chicas que estaban más al exterior, al tiempo que emitían quejidos de impotencia y de lástima, se fueron apartando para ver quién había sido la afortunada.
Amelia, princesa de Sailon y la mejor amiga de Reena Invers, miraba el ramo que había tirado su amiga, y que ahora tenía entre sus manos, con alegría.
-¡Qué bien! - exclamó ilusionada - ¡Voy a ser la siguiente!
-¡Pues sí! - exclamó su padre, el príncipe Philionel de Sailon,
apareciendo detrás suyo de vaya uno a saber dónde - ¡Y me da a mí que
será muy pronto! ¡¡Ja, ja, ja, ja...!!
Amelia miró a su padre desconcertada, sin saber qué había querido decir con ello. Pero después le sonrió feliz, pensando que quizás su padre consentiría que se casara con el hombre al que más amaba en este mundo.
Mientras tanto, Gaudy contemplaba de lejos la cara de felicidad de Amelia.
-¡Qué bien! - le dijo a Reena - Pronto veremos a Amelia casada. Me
pregunto con quién... ¿Tú que piensas?
-No lo sé. - respondió Reena temblando detrás suyo - Sólo espero que
Luna no se tome demasiado mal el no haber podido coger el ramo..
* * *
Una de las razones por las que Reena y Gaudy funcionaban como pareja era porque tenían muchas cosas en común. Y una de ellas era su gusto por el buen comer.. o mejor dicho, por el comer mucho.
A Reena le encantaban las bodas precisamente porque siempre había toneladas de comida. Si además su boda la financiaban las arcas reales de Sailon, podía estar segura de que la cantidad de comida en la mesa sería la mayor que hubiese visto jamás.
Y en efecto, eso es lo que encontraron los recién casados al llegar a la gran mesa central del salón de actos del palacio, donde se celebraba el banquete. Montañas de comida, de todos los gustos. Desde asados de cordero en su salsa, pasando por patos a la naranja, hasta doradas a la sal, todo eran exquisiteces preparadas por los mejores cocineros del reino para este día tan especial. Eso sin contar con la tarta de bodas, de diez pisos, para cuya preparación se necesitaron tres maestros cocineros, la ayuda de 15 pinches de cocina y hora y media de horno.
De ver tanta comida junta, a Reena se le estaba haciendo la boca agua. Otro tanto cabría decir de Gaudy.
El Príncipe Philionel de Sailon, que presidía el banquete, pidió silencio a los presentes.
-¡Damas y caballeros, por favor! Estoy seguro de que muchos de ustedes
estarán ansiosos por disfrutar de este ostentoso banquete. Pero
primero, unas palabras de los recién casados: Srta. Invers, Sr.
Gabriev...
Philionel calló cuando vio que Reena y Gaudy ya habían empezado sin el resto de los invitados. Cuando se trataba de comida, ninguno de los dos podía esperar.
-¡Efta tofo fuenífimo! - dijo Reena con la boca llena y sin dejar de
coger de todos los platos -.
-¡Fi! ¡Mufas grafias a fodos! - dijo Gaudy a su vez, también con la
boca llena y comiendo lo más deprisa que podía, antes de que Reena se
lo comiera todo -.
De la cabeza de todos los presentes emanó una gota de sudor del tamaño de la catedral de Sailon. Y puesto que ya no había ninguna necesidad de esperar, Phil dio el banquete por comenzado. Amelia, que estaba sentada justo al lado de la pareja, sabiendo que si no se daba prisa acabarían por comérselo todo, empezó a comer rápidamente, pero de forma educada (no estaba bien que una princesa comiera como lo hacían Reena y Gaudy... es decir como cerdos). Filia, que se había sentado a la derecha de la princesa, sacó un potito de una bolsa que tenía preparada (con todos los accesorios que un bebé necesita, a saber: ropa, pañales, biberones, leche en polvo, más de diez variedades de potitos, polvos de talco, y una larga lista de etcéteras.) y dio de comer a Valteria, mientras Jiras y Gaubros empezaban a comer sin ella. Más allá, alejado de la mesa y oculto tras una columna, el caballero embozado observaba la escena. De Xellos no había ni rastro... por el momento. Pero ni siquiera la aparente ausencia del demonio preocupaba en ese momento a Reena y Gaudy, quienes estaban en ese momento en plena disputa matrimonial, esta vez por un muslo de pollo al whisky.
-¡Trae para acá! - gritaba Reena intentando coger el muslo, que Gaudy
sostenía en alto - ¡Es míooooo!
-¡De eso nada! - dijo Gaudy alejando el muslo de las manos de Reena e
intentando librarse de ella - ¡Yo lo cogí primero!
-¿Pero es que no piensas compartirlo con tu querida y bien amada
esposa? - dijo Reena con tono meloso y poniendo su mejor carita de
pena - Porfaaa...
-¡Ni hablar! - negó Gaudy alejando todavía más el muslo - Que te
conozco y sé que te lo comerías tú sola, sin dejarme a mí ni los
restos.
Viendo que su plan de hacerse la inocente no había funcionado, Reena pasó a tácticas más bruscas. Tiró a Gaudy al suelo y allí empezó a ahogarle, intentando obligarle a soltar el muslo, mientras él se empeñaba en sostenerlo lejos de su alcance.
-¡Que me lo des yaaaa! - gritaba ella - ¡Dame, dame, dame, dame...!
-¡Reena, debería darte vergüenza! Ahora estáis casados y deberíais
cuidaros mutuamente en vez de estar peleados todo el día...
Los recién casados giraron simultáneamente sus cabezas al oír aquella voz tan familiar a sus espaldas.
-¡Sylphiel! ¡Has venido! - exclamó Gaudy - ¡Caray, estás muy cambiada!
Y así era, en efecto. Aunque aún conservaba esa mirada inocente de ojos verdes, Sylphiel había hecho un cambio radical de look, con respecto a la última vez que se vieron: había cambiado su atuendo de pantalones ajustados y camisa sin mangas violetas por un vestido largo y de tela ligera de color nacarado. En su pecho lucía una joya verde oscuro, que sostenía una banda parecida a la que llevaba Filia antes de renunciar a su sacerdocio. Lo único que conservaba de su atuendo anterior eran las hombreras, encima de una capa de color lila claro. Hasta su pelo negro había cambiado. Ahora era aún más largo y tenía dos grandes mechones cogidos con trenzas, mientras que el resto le caía por la espalda como una cascada.
-Pues sí. - dijo ella a la par que se ponía un poco colorada - Es que
ahora soy la Suma Sacerdotisa de Sairaag ¿sabes?
-¿En serio? - preguntó Reena sorprendida - ¿Entonces ya está Sairaag
reconstruida?
-Sólo el templo. - respondió Sylphiel negando tristemente con la
cabeza - El resto de la ciudad aún está reconstruyéndose. Pasará
todavía un tiempo antes de que Sairaag vuelva a ser la ciudad que era
antes...
Reena sabía que eso era bien cierto. Cuando Kopii Rezo destruyó la ciudad, todo había sido arrasado, barrido por completo: las calles, las casas..... y las incontables vidas humanas. Sylphiel había sido la única superviviente de la tragedia, lo cual la había marcado de por vida.
-¿Eh? ¿Pero qué...? ¡Oye tú!
Las palabras de Gaudy distrajeron a Reena de sus pensamientos e hicieron que girara la cabeza. Al parecer uno de los perros de caza de Phil había aprovechado el despiste de Gaudy para coger el muslo de pollo que aún sostenía en su mano derecha.
-¡Vuelve aquí, chucho! - le gritaba Gaudy mientras le perseguía por
toda la sala - ¡Ese muslo es míoooo!
Reena sudó de vergüenza ajena al contemplar la escena. Ya no se acordaba de que ella estaba haciendo lo mismo que Gaudy hacía tan sólo unos minutos.
-Por cierto - Sylphiel reanudó la conversación - siento haberme
perdido la ceremonia, pero tenía que resolver unos asuntillos en el
templo y me llevó más de lo esperado...
Reena miró con una mezcla de tristeza y lástima a la ahora Suma Sacerdotisa del templo de Sairaag.
-Sylphiel, no hace falta que disimules - dijo - Las dos sabemos lo que
sientes por Gaudy...
La expresión en el rostro de Sylphiel se tornó seria. Bajó la cabeza ocultando por un momento sus ojos entre su flequillo. Dos pequeñas lágrimas asomaron por éstos, pero no llegaron a salir del todo, porque enseguida levantó de nuevo la cabeza, mostrando su siempre alegre sonrisa.
-¿Te acuerdas, Reena, de lo que hablamos hace unos años? - dijo
simplemente -.
Reena enarcó una ceja sin entender a qué se refería.
-Quiero decir - aclaró Sylphiel - cuando te pregunté si tanto te
importaba Gaudy. Tú me dijiste que en realidad sólo estabas con él
para quitarle la espada. Y yo te creí y pensé que podía intentar que
Gaudy se fijara en mí sin remorderme la conciencia, porque en realidad
no parecía que os llevarais bien entre vosotros... ya sabes, con eso
de pelearos por todo...
Hizo una breve pausa, para secarse una nueva lágrima que empezaba a aflorar en uno de sus ojos. Reena entonces recordó a qué momento se refería: fue durante el transcurso de su primera aventura, cuando Reena y Gaudy a duras penas se conocían.
Sin embargo - continuó Sylphiel - cuando nos volvimos a ver un año
después... ¿Te acuerdas? Cuando Gaudy fue capturado por Phibrizo...
Parecías tan preocupada por él... Y cuando, después de que la Diosa de
la Pesadilla Eterna se intentara llevar tu cuerpo y de que Gaudy fuera
a rescatarte, volvisteis a aparecer los dos abrazados... Entonces, no
me preguntes cómo, pero intuí que Gaudy en realidad te quería a ti y
sólo a ti. Después de ese día decidí no interponerme entre los dos.
Gaudy fue mi mejor amigo durante mucho tiempo y lo que más me importa
ahora es que él sea feliz... aunque sea con otra mujer que no sea
yo...
-¿Significa eso que... no me guardas rencor? - preguntó Reena -.
-¡Qué va, al contrario! - respondió Sylphiel - Al aceptar finalmente
casarte con Gaudy le has hecho feliz ...y a mí también. Sólo espero
que cuides de él tan bien como lo habría hecho yo en tu lugar.
Dicho esto último, Sylphiel se dio la vuelta y empezó a alejarse de Reena.
-¡Eh, pero...!¿Ya te vas? - preguntó Reena entre desconcertada y
desilusionada - ¡Si acabas de llegar! ¿Es que no vas a quedarte?
-Yo ya he cumplido aquí. - respondió Sylphiel sin darse la vuelta - Me
esperan mis obligaciones en el templo de Sairaag. Si sigo aquí mucho
más tiempo - añadió riendo divertida - seguro que mis sacerdotes
acabarán locos por no saber cómo llevarlo...
Reena sonrió. Aunque le daba pena que Sylphiel no se quedara, sabía que ahora una gran responsabilidad pesaba sobre ella: la de dirigir el templo y procurar que la ciudad mágica de Sairaag resurgiera de sus cenizas.
-Ah, una última cosa, Reena. - dijo de repente Sylphiel -.
-¿Sí?
Reena se extrañó al ver que su antigua compañera de fatigas le tendía el dedo meñique de su mano derecha, con una gran sonrisa en los labios.
-Tienes que prometerme que cuando esté reconstruida vendréis a Sairaag
a visitarme. Y no debes incumplir tu promesa. ¿Vale?
La hechicera miró la cara alegre de la sacerdotisa y luego a su meñique extendido frente a ella. Sonrió ampliamente y, después de extender su dedo meñique y juntarlo con el de su amiga, dijo:
-¡Prometido, Syl! ¡Y no te preocupes, porque la gran hechicera Reena
Invers nunca falta a su palabra!
En ese momento, el perro de Phil y Gaudy pasaron por su lado como una exhalación. El perro aún sostenía el muslo de pollo en la boca.
-Y ahora - dijo Reena - si me permites yo también tengo que resolver
un asuntillo... ¡Gaudy, cerebro de medusa! - le gritó a su marido al
tiempo que empezaba a correr tras él - ¡Ese muslo sigue siendo mío!
Sylphiel rió divertida al ver a los recién casados persiguiendo al perro para recuperar un simple muslo de pollo. Realmente esos dos eran tal para cual.
* * *
La celebración continuó en los jardines de palacio, donde tenía lugar en ese momento el baile, encabezado, como no, por Reena y Gaudy. Los pies de las parejas se movían al son de la música de la banda real, que en ese momento tocaba un pasodoble. Los que no bailaban, se relajaban cerca de la mesa donde se servían las bebidas (que en realidad era "la" bebida, pues sólo sirvieron ponche) Y allí precisamente estaba Amelia cuando vino su padre de repente.
-¿Qué, Amelia? - preguntó Phil, tan alegre como siempre - ¿Te lo pasas
bien?
-¡Oh, pues claro! - respondió ella - ¿Cómo no iba a pasármelo bien?
En realidad Amelia no se divertía mucho que digamos. Si bien era cierto que disfrutaba viendo cómo la pareja del día disfrutaba de su día especial, sentía que le faltaba algo. Algo como la presencia de alguien a quien esperaba desde hace tiempo y al que todavía no había visto, aunque también había sido invitado a la boda.
-Bueno, hija, quería presentarte a alguien. - dijo Phil al tiempo que
se apartaba para mostrar a un chico más o menos de la edad de Amelia,
castaño de pelo corto y ojos verdes. - Este es el príncipe Darío de
Ralteague. Alteza ésta es mi hija, Amelia.
-Un placer conocerla, al fin. - dijo el muchacho haciendo una
reverencia a la princesa - Me han hablado mucho de usted.
-Eh... Mucho gusto, príncipe Darío. - respondió Amelia tendiéndole la
mano para que se la besara, más por mantener el protocolo que por otra
cosa -.
-En fin, os tengo que dejar un momento solos, he de discutir unos
asuntos..... - se disculpó Phil - Volveré enseguida, pero hasta
entonces, Amelia, quédate con él ¿de acuerdo?
Antes de que Amelia pudiera decir nada, Phil desapareció entre la muchedumbre.
Los siguientes tres minutos, Amelia se quedó junto al príncipe Darío, mientras éste soltaba un largo discurso sobre política y alianzas entre reinos que a la princesa personalmente no le interesaba en absoluto. (aunque de vez en cuando le miraba y asentía con la cabeza para que pareciese que le estaba escuchando, únicamente por cortesía) A medida que se desarrollaba el discurso, Amelia escudriñaba el lugar en busca de esa persona a la que tanto echaba en falta.
Y entonces, semioculto detrás de una pared, vio a una figura embozada que la observaba sin quitarle el ojo de encima. Y a pesar de que el embozo le tapaba media cara, desde la nariz para abajo, Amelia reconoció al hombre detrás de la máscara.
El hombre al que había esperado durante tanto tiempo, por fin había venido.
Y en ese mismo instante, la banda dejó de tocar el pasodoble y empezó a tocar un Vals, momento que aprovechó Darío para ponerse delante de ella, tapándole la visión, y preguntarle con una gran sonrisa en los labios:
-Princesa: ¿me concedería usted este baile?
Visiblemente fastidiada, aunque sin perder la compostura, Amelia miró disimuladamente por encima del hombro del príncipe de Ralteague.
El hombre embozado había desaparecido.
Desilusionada, miró de nuevo al príncipe Darío, quien aún le sonreía y le tendía una mano, esperando que ella aceptara su invitación. Quizás en el fondo, lo que había visto era tan sólo una ilusión, producida sin duda por la nostalgia que sentía al no poder ver a ese hombre al que esperaba, a ese amigo que hacía tiempo le había prometido que iría a verla...
Hasta la fecha, ese hombre había incumplido su promesa. Ni una estancia corta, ni una visita relámpago, nada. Ni siquiera una mísera carta...
Finalmente, Amelia tendió su mano a la del Príncipe Darío, aceptando su invitación. Éste la llevó lentamente hacia el centro de la pista. Una vez llegados allí, el muchacho cogió con su izquierda la mano derecha de la princesa y la elevó ligeramente, mientras con su propia derecha la cogía por el talle de la cintura. Ella, a su vez, depositó su mano izquierda en el hombro de él y dejó que guiara sus pasos de baile al ritmo del Vals que tocaba la banda.
El misterioso hombre embozado, sin embargo, no había sido una ilusión. Él aún continuaba allí, ocultándose detrás de la pared, viendo al príncipe y a la princesa bailar, mientras la envidia y los celos le carcomían por dentro.
* * *
Mientras esto sucedía, Filia se había alejado de la escena, por razones de fuerza mayor.....
-¡¡¡BUAAAAAAAAAA!!!
-Vamos, vamos, Val.. Shhh... No llores, cariño mío...
En efecto, por razones desconocidas Valteria se había puesto a berrear, lo que había obligado a Filia a abandonar el escenario del baile y marcharse a un lugar alejado dentro del jardín para intentar calmarlo. Para su desgracia, Val seguía erre que erre a pesar de que su madre adoptiva lo había intentado todo: desde cambiarle los pañales, pasando por hacerle caras y cantarle nanas, hasta darle de comer. La pobre dragona ya no sabía qué más hacer.
-Venga, Val, no llores más... ¿Qué te ocurre? - le interrogó, a pesar
de que sabía que era inútil esperar una respuesta de un bebé de un año
- ¿Te has asustado por algo...?
-Buenas... - saludó una voz detrás de ella -.
-¡¡AAARGH!! - chilló Filia asustada al girarse y ver quién era -.
-¡¡¡¡¡BUUUUUUAAAAAA!!!!! - Val berreó más si cabe, asustado por el
alarido de su madre -.
Al darse cuenta de lo que había hecho, Filia rápidamente empezó a mecer al bebé en sus brazos, pero él seguía sin calmarse.
-¡XELLOS! - le gritó al demonio, que era quien había aparecido detrás
de ella dándole el susto - ¡Mira lo que acabas de hacer, imbécil!
-No, no, yo no he hecho nada, mi querida Filia. - respondió el
demonio, sonriendo como siempre - Has sido tú solita la que ha
asustado al pequeño con ese chillido... ¡Y madre mía! - añadió
hurgándose la oreja con un dedo para ver si recuperaba algo de su
capacidad auditiva - ¡Menudo chillido! Seguro que hasta se ha oído en
el Plano Astral...
-¡Ha sido por tu culpa, pedazo de burro! - se defendió ella - ¿Cómo se
te ocurre aparecer así, de golpe y porrazo?
-Bueno eso es... un secreto.
-Serás hijo de...
-¡¡¡BUAAAAAAAAAA!!!
Un nuevo berreo por parte de Val interrumpió la batería de insultos de Filia hacia Xellos, la cual volvió a acunar al pequeño sin éxito.
-¿Problemas con el crío? - preguntó el demonio, señalando Val -.
-Eso a ti no te importa, namagomi. - replicó Filia -.
-Podría ayudarte. - se ofreció Xellos - Tengo buena mano con los
niños....
-¡Ja! Preferiría ofrecerme en sacrificio a Estrella Oscura antes que
dejar a mi niño en tus sucias manos... - respondió la dragona -.
-¿Sucias? ¡Qué va! Si me las he lavado esta mañana... - bromeó él -.
-Nunca cambiarás... - dijo Filia mientras una gota de sudor emanaba de
su frente - Diga lo que diga a ti te resbala...
Por millonésima vez, Val berreó con más fuerza que nunca, para mayor desesperación de su madre.
-Vamos, mujer. - insistió Xellos tras haber leído sus pensamientos -
No pierdes nada por intentarlo...
Filia no estaba muy convencida de dejar a su pequeño con el demonio. Desconfiaba de él; si había destruido en el pasado a cientos de su raza con un solo dedo y sin pestañear, fácilmente podría acabar con la vida de su querido Valteria ahora que no podía defenderse... Pero, por otro lado, el niño no paraba de lloriquear...
Finalmente y a falta de otra solución, accedió al ofrecimiento de Xellos.
-Está bien, tómalo... con cuidado, cógelo con cuidado. - le decía
mientras lo depositaba lentamente en brazos del demonio - Por la
cabeza... Aaaasí...
Xellos cogió delicadamente al bebé con el brazo que le quedaba libre. (en el otro sostenía el báculo) Y mientras Filia no le quitaba ojo de encima, él lo acunaba, al tiempo que le decía con voz suave:
-Vaaaamos, tranquilo... Shhhh... Ea, ea, no llores...
Entonces Xellos extendió la esfera de su báculo hacia el pequeño. Alarmada, Filia echó mano de su maza, pero la volvió a guardar bajo sus faldas cuando vio que Xellos se la había dado para que el niño jugase con ella. Val cogió la esfera entre sus manitas riendo mientras el demonio lo miraba sonriendo satisfecho, como un padre cuando ve cómo su niño hace gorgoritos...
Rápidamente Filia apartó ese pensamiento de su mente. ¿Xellos ejerciendo de padre? ¡Imposible, sobretodo viniendo de un demonio! Los demonios carecen de sentimientos, por lo que Xellos no podía sentir amor, ni siquiera amor paternal...
¿O sí podía?
El demonio murmuró unas palabras, haciendo que unas pequeñas lucecitas salieran de la esfera. Val las miraba maravillado e intentaba cogerlas, pero cada vez que lo hacía, explotaban en sus manos. Poco a poco el niño comenzó a cerrar los ojitos, cansado, bostezó y finalmente se acurrucó soñoliento en el pecho de Xellos.
Filia abrió los ojos como platos sorprendida cuando vio como el pequeño empezaba a respirar pausadamente.
-Pero...¿cómo...? - empezó a decir sin salir de su asombro -.
-Shhh... - le silenció Xellos y añadió en voz baja - Se ha dormido.
Toma, cógelo con cuidado, que no se despierte...
El demonio depositó a Val de nuevo en los brazos de su madre, quien miraba al pequeño, completamente dormido, y luego a Xellos con cara de no creérselo.
-¿Cómo lo has hecho? - le preguntó ella y luego dedujo: - Ha sido un
hechizo de sueño ¿verdad?
-Bingo. - afirmó el demonio - Y, francamente, no sé cómo no se te
ocurrió a ti antes....
-Xellos, yo.... - balbució Filia bajando la cabeza como avergonzada -
No sé qué decir.... Excepto... Gracias.
-No se merecen. - dijo el demonio ampliando su sonrisa y añadió a
continuación: - Bueno, me marcho. Tengo algo urgente que hacer y
después he de volver con mi señora para que me dé instrucciones
nuevas...
Dicho esto se alejó pasando de largo al lado de Filia, quedando los dos espalda contra espalda, mientras Filia miraba a su pequeñuelo con ojos tiernos.
-Ah, a propósito - dijo de repente Xellos - después de hacer lo que me
pida mi señora, pensaba tomarme unas largas vacaciones, así que a lo
mejor nos volvemos a ver.....
-¡¿Cómo que nos volveremos a ver?! - exclamó Filia dándose la vuelta -
¡Xellos...!
Pero el demonio ya había desaparecido. El lugar donde él antes estaba, ahora sólo lo ocupaba el viento que movía las hojas de los árboles.
* * *
-¡¿Qué has hecho quéeee?! - exclamó Amelia, sin poder creer lo que
acababa de oír por boca de su padre -.
-Pues lo que has oído: Te he comprometido con el Príncipe Darío de
Ralteague. - repitió Phil - ¿Qué te parece?
-¡¡PUES ME PARECE HORRIBLE!! - gritó Amelia histérica, para luego
decir exasperada - ¡¿Porqué me has hecho esto?!
-Compréndelo, hija - intentó Phil razonar con ella - Hace tiempo que
necesitábamos una alianza con el reino de Ralteague y una boda entre
los dos herederos es la alianza perfecta...
¡Claro! Y a mí y a mis sentimientos que les zurzan ¿no?, pensó la princesa y a continuación dijo:
-Papá no puedo casarme con el Príncipe Darío.
-¿Porqué? - preguntó Phil - ¿Acaso no te gusta?
-Hombre... - meditó Amelia - La verdad es que feo no es, más bien al
contrario...
-Entonces no hay más que hablar. - le interrumpió su padre -.
-¡Pero es que a duras penas le conozco! - insistió ella -.
-¡Bobadas! Ya os iréis conociendo cuando estéis casados... - se
mantuvo él -.
-¿Y si después resulta que no me gusta? ¡Papá no es una boda justa y
lo sabes! - protestó ella al borde de las lágrimas - ¡De hecho, tú
mismo te casaste con mamá por amor y no por conveniencia!
Amelia sabía que no debía haber nombrado a su madre, que desde su muerte aquello era un tema tabú, pero no le había quedado más remedio. Philionel bajó la cabeza, atormentado por el recuerdo de su ya hace tiempo fallecida esposa. Su mirada, casi siempre alegre y vitalista, se oscureció y su voz se tornó seria y firme cuando le respondió a su hija:
-Sí, Amelia, es cierto, me casé con tu madre porque la quería. Y
precisamente por esa razón, sufrí mucho cuando la perdí. Y no quiero
que eso mismo te pase a ti, hija mía.
-Papá, comprendo tus razones... - dijo Amelia - Pero tú también debes
comprender las mías...
-¡Basta! ¡No hay discusión que valga! - sentenció Phil - ¡Se hará lo
que yo diga y punto! ¡Y no quiero seguir hablando del asunto!
Diciendo esto, Philionel dio la espalda a su hija y la dejó sola. La princesa no pudo aguantar las lágrimas. Si ya antes era difícil estar con el hombre al que amaba, ahora las posibilidades eran remotas, por no decir nulas. Y lo peor de todo es que no podía hacer nada; su posición de princesa de Sailon la tenía atada de pies y manos.
Lo que no sabía la princesa era que en ese momento una oscura sombra se alimentaba de la pesadumbre y la tristeza que había en su joven corazón, mientras la observaba a una distancia prudencial.
-Supongo que esto significa que debo darme prisa en llevar a cabo el
plan... - dijo y tras estas palabras desapareció -.
* * *
-¡¿Porqué, porqué, porqué?! - se preguntaba el misterioso hombre
embozado, mientras descargaba su ira pegando puñetazos a la pared -
¿Porqué ella de entre todas las personas de este mundo? ¡¿PORQUÉ?!
La escena del príncipe Darío bailando con la princesa Amelia lo había destrozado. Aquel principito de tres al cuarto le había arrebatado a la persona que más quería en ese mundo, ante sus propias narices. Y todo por su culpa; ¿Porqué diablos no se había atrevido a venir a Sailon hasta ahora? De haberlo hecho, ese pisaverde no se habría interpuesto nunca. Pero ahora... ya era tarde. La princesa había elegido y no precisamente a él.
-¡MIERDA! - exclamó dándole tal puñetazo a la pared que dejó un enorme
agujero en ésta -.
Impotente se miró las manos cubiertas por mitones, que no llegaban a ocultar del todo los fragmentos de roca que había incrustados en ellas, al igual que en el resto de su cuerpo.
Aunque hubiera venido antes ¿de qué me habría servido?, pensó mientras suspiraba apesadumbrado. Sigo siendo sólo un. un monstruo. Ella merece a alguien mejor, no a alguien que se tenga que ocultar siempre de la mirada de los demás bajo una máscara.
-¡Hombre, Zelgadis! - dijo una voz cantarina a sus espaldas, pegándole
un susto de muerte - ¡Cuánto tiempo sin verte!
-¡Xellos! - exclamó Zel, girándose y descubriendo al fin su rostro
para poder insultarle mejor - ¡Cagüen el demonio que te creó! ¡No
vuelvas a pegarme esos sustos!
-Bueno, vale, no te pongas tan nervioso. - le tranquilizó el demonio
-.
-¡¡NO ME PONGO NERVIOSO!! ¡¡ERES TÚ EL QUE ME PONE NERVIOSO!! - la
cabeza de Zel aumentó 10 veces su tamaño original y le pegó tal grito
a Xellos que dejó su pelo púrpura completamente despeinado -.
-Vaya, vaya, yo que venía esta vez en son de paz... - dijo Xellos
mientras sacaba un peine de su bolsa con el que recomponer su
desordenada melena -.
-¿En son de paz? - dijo el quimera escéptico - ¡Eso no te lo crees ni
tú!
-Pues sí, porque yo sé algo que tú no sabes... - dijo el demonio
haciéndose el interesante -.
-Bah. - dijo Zel dándose la vuelta desinteresado - Al contrario que a
los demás, tus secretos no me interesan lo más mínimo.
-¿Ni siquiera si tienen que ver con cierta princesita de ojos azules
que tú y yo conocemos? - preguntó el demonio picarón, guiñando un ojo
-.
-No hace falta que lo digas. Seguramente - dijo Zel en tono
despreciativo - ya ha decidido casarse con ese principito tan lindo...
-No por su propia voluntad.
-... de ojos ver... ¿UH? ¿Qué has dicho?
-Oh, ¿qué más da? A ti no te interesan mis secretos...
Pero Zelgadis no estaba para bromitas ni secretismos. Agarró al demonio por la camisa y lo zarandeó, despeinándolo de nuevo, mientras le exigía:
-¡O ME DICES LO QUE SABES O TE LANZO TAL RA-TILT QUE TE ENVIARÉ DE
VUELTA AL MAR DEL CAOS EN MENOS TIEMPO DEL QUE TARDES EN DECIR "ES UN
SECRETO"!
Sonriendo nervioso al tiempo que una gran gota de sudor emanaba de su frente, Xellos decidió hacerle caso, antes de que su pobre pelo sufriese mucho más.
-Vale, no te pongas así... Te lo diré si me sueltas....
Zel soltó al demonio, no sin dejar de mirarle con desconfianza. Cuando éste se hubo sacudido las ropas y peinado de nuevo su pelo, empezó.
-Decía que sí, en efecto, Amelia va a casarse con el príncipe Darío,
pero no por voluntad propia; Phil y la reina Rumilda de Ralteague
pretenden usar este matrimonio de conveniencia para establecer una
alianza entre los dos reinos.
-¿Me estás diciendo que Phil va a obligarla a casarse con ese
pisaverde? - preguntó Zel con cara de no creérselo -.
-¡Exacto! - confirmó Xellos sonriendo -.
Zelgadis meditó unos instantes. Un matrimonio de conveniencia no era propio de Philionel de Sailon, quien había tomado por esposa a una plebeya, enfrentándose a las convecciones sociales únicamente porque la amaba. Por otro lado, Phil era capaz de defender la paz a toda costa. Y si la gobernadora de Ralteague le había amenazado con entrar en guerra si no accedía a ese matrimonio, era probable que el pacífico rey de Sailon antepusiera la paz a los intereses de su hija... Y la pobre Amelia en medio de todo ese guirigay sin poder hacer nada para evitar su matrimonio con el pisaverde...
-Bueno, chico de piedra os dejo. - dijo de repente Xellos levitando en
el aire - Seguro que tenéis muchas cosas de que hablar...
-¿Cómo que "os dejo"? - preguntó Zel extrañado - ¡Xellos si sólo
estamos tú, yo y nadie má...!
El hombre quimera calló de pronto al girarse y descubrir a la propia princesa Amelia, de pie frente a sí, con cara de sorprendida y los ojos todavía brillantes por las lágrimas derramadas.
* * *
Princesa y quimera se quedaron mirándose frente a frente durante largo rato, sin saber qué decir. Finalmente Amelia logró decir:
-Zelgadis, eres tú... eres tú de verdad.ha pasado tanto tiempo...
-Sí, mucho.... - afirmó Zelgadis con un tono de pesadumbre en la voz -
Me alegra veros de nuevo, princesa...
Amelia entonces, llorando de pura felicidad, se lanzó en brazos de Zelgadis y lo abrazó fuertemente, como si temiera perderlo de nuevo.
-¡¿A...Amelia?! - exclamó Zel entre sorprendido y falto de aliento -.
-¡Zel...! - dijo la princesa entre sollozos - ¡Es horrible! ¡Quieren
casarme con el príncipe Darío...!
-Lo sé.
-¿Lo sabes? - preguntó Amelia sorprendida -.
-Xellos me lo contó todo. - explicó él -.
-Zel...yo...lo siento mucho...
-¿El qué sientes?
-Pues eso: siento que me vaya a casar con Darío.
-Pero mujer..... ¿porqué habrías de sentirlo?
-¿Es que a ti no te importa?
Zelgadis calló. Su mirada se tornó triste, apagada, mucho más seria de lo que acostumbraba a ser. Agachó la cabeza, como avergonzado, antes de decir:
-Mira Amelia, es por tu bien, tienes que entenderlo.... Además, quizás
el tal Darío no sea tan malo, le gustas y yo creo que podría llegar a
gustarte a ti también....
-¿Tú también piensas como mi padre? - dijo Amelia apartándose de él
violentamente - ¡Por el amor de Ceipheid, Zelgadis! ¡Si la gente
hiciera las cosas realmente por mi bien, dejarían que por lo menos yo
pudiera elegir! Y yo no quiero casarme con Darío, él no me gusta. En
cambio tú me.... - balbució poniéndose colorada - ....me gustas mucho,
Zelgadis.
Zel se sorprendió ante esa declaración. Lo había oído claramente y sin embargo no podía creerlo: ¡Ella también lo amaba! Sintió ganas de abrazarla, de decirle lo mucho que la quería....
.... Pero se contuvo. Eso no estaba bien, no podría ser, ella merecía a alguien mejor.
-Amelia yo.... - dijo dándole la espalda - .....Tú no puedes, no debes
amarme.
-¿Porqué no? - preguntó ella -.
-¿Es que no lo ves? - dijo él mirándose las manos - Sólo soy un
monstruo, una criatura fea y horrible que no te merece....
Amelia lo miró con lágrimas en los ojos e infinita ternura. Lentamente se acercó a él y, sin que lo advirtiera, le cogió por la cintura y lo apretó contra sí.
-No es cierto, Zel. - le dijo - Tú no eres un monstruo.
-Amelia... - intentó contradecirla él -.
-¡No, Zel, ahora escúchame! - le exigió la princesa, obligándole a que
se diera la vuelta y la mirase a los ojos - Yo no sé cómo eras siendo
humano. Sólo conozco al Zelgadis quimera, solitario y vacío pero de
sentimientos y corazón noble, que ahora mismo veo ante mí. Y me gustas
tal y como eres. Además - añadió sonrojándose - te infravaloras
demasiado, Zel. Yo te encuentro muy guapo...
Zelgadis le sonrió agradecido y alzó una mano a su mejilla para acariciársela. Amelia, aunque al principio se sorprendió, pronto acarició la mano de Zel con la suya propia, sintiendo ese áspero pero dulce y agradable contacto en su piel. Y entonces se alzó sobre las puntas de los pies para alcanzar su cara y juntar sus labios a los de él. Zel, lejos de negarse, devolvió el beso y la abrazó fuertemente, mientras el viento suave de primavera mecía los pétalos caídos de los cerezos.
* * *
La banda nuevamente dejó de tocar. Reena que había estado bailando con Gaudy todo lo que la banda tocaba sin descanso, se desplomó agotada en una silla cercana.
-¿Estás bien, Reena? - preguntó su marido, quien no parecía haberse
agotado lo más mínimo -.
-Sí, estoy bien. - le tranquilizó ella y añadió en tono medio
sarcástico - Sólo que los pies me están matando, eso es todo...
-¿Ah, sí? - preguntó Gaudy extrañado - Vaya, no sabía que los pies
pudieran ser tan peligrosos, tendré más cuidado con los míos a partir
de ahora...
-Ay, pero qué simple eres a veces, Gaudy... - suspiró Reena a la par
que una gota de sudor resbalaba por su frente - Es una frase hecha, en
realidad lo que quería decir es que estoy cansada, nada más.
-Ah, ya comprendo. - dijo Gaudy, a pesar de que en realidad sólo se
había enterado de la mitad, y preguntó a continuación: - ¿Quieres que
te traiga algo?
-Hum... Bueno, ya que estás... - dijo Reena con una sonrisa en los
labios - ¿Podrías ver si ha quedado algo del banquete? Es que me está
entrando el gorigori...
-Em... Bueno, iré a ver. - accedió Gaudy mientras una gotita de sudor
aparecía en su frente - Tú espérame aquí ¿vale? ¡Nos vemos luego!
Gaudy desapareció entre la multitud de gente. Reena se quedó sola, sentada en la silla y contemplando a las parejas que todavía bailaban al son de la música, no sin sentir cierta envidia por las damas que aguantaban bailando desde hacía horas con esos zapatos de tacón que a Reena le resultaban extremadamente molestos.
-¡Amelia! ¡¡Ameeeliaaaa!
La voz del príncipe Philionel llamando a su hija hizo que Reena, picada por la curiosidad, se levantara de la silla y fuera hacia donde estaba el gobernador de Sailon, con la angustia y la preocupación pintadas en su rostro.
-¡Eh, Phil! ¿Qué ocurre?
-¡Ah, Reena! - exclamó Phil al verla - A lo mejor tú puedes ayudarme.
¿Has visto a mi hija por aquí?
-Pues... - Reena meditó por unos instantes - Hablé con ella antes de
que empezara el baile y después no la he visto más...
-Es decir que tampoco tú sabes dónde está ¿no? - Reena negó con la
cabeza - ¡Es terrible! ¡El príncipe Darío y yo llevamos buscándola
desde hace horas!
-¿El...príncipe Darío? - preguntó Reena extrañada -.
-Pues sí, el príncipe Darío, su futuro marido.... - al ver la cara de
estupor y de "ahora sí que no entiendo nada" que puso Reena (mucho más
propia de Gaudy que de ella) Phil tuvo que explicarse - Es que....
verás: la reina de Ralteague y yo teníamos previsto establecer una
alianza, pero sólo firmará el tratado si su hijo se casa con Amelia.
Tengo que encontrarla, o si no es capaz de declararme la guerra... -
dicho esto se alejó de nuevo entre la multitud gritando el nombre de
su hija - ¡¡¡Ameeeliaaaaa!!!
Reena quedó unos minutos desconcertada, en medio de la gente, intentando que su mente digiriera la nueva información que acababa de obtener. ¿Phil obligando a su hija a casarse sólo para firmar un tratado? ¿Y además con un completo desconocido? Aquello no podía ser verdad... Pobre Amelia... Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó una respiración jadeante a sus espaldas; era Gaudy.
-Reena, te había dicho que me esperaras allí. - le reprendió él - No
he podido encontrar nada del banquete, pero si te apetece un helado...
- añadió alargándole uno de los dos helados de nata y chocolate que
traía. Cuando vio que su esposa permanecía impasible, le preguntó: -
Reena ¿te pasa algo?
Reena suspiró levemente y al tiempo que cogía el helado que le ofrecía Gaudy, le dijo:
-Será mejor que te lo explique poco a poco.....
* * *
Cuando Zel y Amelia separaron sus labios, se miraron largo rato a los ojos, felices aunque también tristes, porque sabían que su situación no podría durar, porque sabían que en cuanto Amelia se casara no volverían a verse jamás.
-Oh, Zel... - dijo Amelia entristecida - Ojalá hubiera alguna forma de
evitar ese matrimonio de conveniencia...
-La hay. - dijo Zelgadis - Pero.....no, Amelia, es arriesgado,
demasiado...
-¿El qué? - preguntó ella ansiosa - Dímelo, Zel. Si hay alguna
posibilidad de que estemos juntos, por pequeña que sea, la
aprovecharé.
Zelgadis calló, dubitativo. Pero al ver los ojos de Amelia, llenos de esperanza, finalmente dijo:
-Podrías... huir conmigo. Es algo muy arriesgado, ya lo he dicho
antes. Además después de esto no podrás volver a ver a tu padre, nos
declararían a los dos proscritos o traidores, viviríamos en la más
absoluta de las miserias, viajando errantes por el mundo, sin un lugar
adonde ir... pero al menos estaríamos juntos. Por el contrario -
añadió señalando el castillo de Sailon que se alzaba, imponente, en el
mismo centro de la ciudad - puedes aceptar el matrimonio que te
ofrecen. Te casarías con alguien a quien no quieres realmente, pero
nunca te faltaría de nada y podrías quedarte en tu reino para
siempre... La decisión es tuya, Amelia. Yo no quiero hacer nada que tú
no quieras hacer o que pueda perjudicarte...
Amelia siguió mirando con ojos enamorados a Zelgadis. Ni un atisbo de duda asomaba por éstos cuando respondió:
-Huiré contigo. No me importa lo difícil que sea el camino, yo sólo
quiero estar a tu lado...
Zel sonrió complacido y besó a Amelia en la cabeza con cariño.
-Bien - dijo - Ahora necesitaremos un transporte... y un plan.
-El plan te lo dejo a ti. - respondió Amelia - En cuanto al
transporte, iremos a las caballerizas. Mi yegua es la más rápida del
reino...
-¡Exagerada! - dijo Zelgadis sonriendo -.
-¿Acaso dudas de la palabra de una princesa? - bromeó Amelia
haciéndose la ofendida -.
Mientras los enamorados iban hacia las caballerizas intentando evitar a la guardia real, una sombra oscura les observaba de lejos...
... No, no se trataba de Xellos, sino de otra persona.
En concreto era una mujer de pelo negro azabache muy largo, ojos azules, tez pálida y cuerpo escultural, que por cierto no se molestaba en ocultar; iba ataviada tan sólo con un tanga y sostén negros (que sostenía unos pechos que podrían poner verde de envidia a Reena o incluso a su hermana Luna), una capa también negra con el reverso rojo granate, guantes y botas igualmente negros y unas hombreras de las que sobresalían púas afiladas. En su cuello, además, llevaba un collar hecho con la calavera de un animal pequeño y cuentas de colores.
Cuando la princesa Amelia y Zelgadis hubieron desaparecido de la vista, la mujer misteriosa emitió una carcajada; una carcajada que habría puesto a cualquiera los pelos de punta, no ya sólo por el elevado volumen sino por lo ridícula que era.
-Parece que muy pronto otro miembro de la realeza abandonará Sailon...
- se dijo a sí misma -.
-¿Has oído eso? - dijo una voz de pronto -.
-¡Sí, creo que viene de allí! - respondió otra voz -.
Las voces, según la mujer pudo constatar, pertenecían a dos miembros de la guardia real. Rápidamente bajó del árbol en el que se había escondido y con la misma habilidad trepó el elevado muro que rodeaba el jardín, aislándolo del resto de la ciudad.
-¡Ahí está! - gritó uno de los guardias al ver a la mujer, que ya casi
había saltado el muro -.
La mujer, alarmada por la presencia de los guardias, se intentó descolgar hacia la calle, pero con las prisas y los nervios resbaló y se metió una leche.. En fin, que mis torpes palabras no podrían describir el daño que se hizo la pobre mujer en la caída. Y a pesar de ello, se levantó rápidamente del suelo y huyó calle abajo, mientras gritaba a los guardias:
-¡Jamás me atraparéis! ¡¡Jamás!!
Y tras estas palabras volvió a emitir la misma risa heladora a la par que ridícula de antes.
* * *
-¿Tienes frío, Reena? - preguntó Gaudy preocupado al ver que su mujer
se frotaba los brazos con las manos -.
-No, no es eso, Gaudy, es que he sentido un escalofrío.
-¿Porqué?
-Me ha parecido oír una risa familiar, eso es todo... Bueno - dijo la
hechicera cambiando de tema - no perdamos más el tiempo. Sigamos
buscando.
Caminaron entre la multitud durante un largo rato, hasta que Gaudy paró a su esposa y le preguntó:
-Oye, Reena... ¿Me puedes decir qué buscamos exactamente?
-Gaudy ¿es que no me estabas escuchando? - le dijo la hechicera y
luego recordó: - Claro, olvidaba que tienes la memoria de un pez...
Tenemos que encontrar a Amelia antes que su padre. Seguramente ha
huido después de lo que le dijo...
-¿Y qué le dijo?
-¡Pues qué va a ser, cerebro de medusa! Claro, tampoco te acuerdas..
Phil pretende casar a Amelia con el príncipe Darío de Ralteague, para
que su madre firme una alianza con Sailon y así evitar que le declare
la guerra. ¿Lo entiendes?
-¿Con Darío de Ralteague? ¿Pero no se iba a casar con Zelgadis?
-¿Con... Zelgadis? - preguntó Reena sorprendida -.
-Sí claro. -soltó Gaudy, como si aquello fuera evidente - Se gustan.
¿O es que no te has dado cuenta?
Reena miró a Gaudy con los ojos como platos. A veces le sorprendía la capacidad de Gaudy de percibir ciertas cosas que los demás a menudo pasaban por alto, como cuando dijo que había sabido desde el principio, por "puro instinto animal", que Xellos era en realidad un demonio.
-Pues... - dijo ella - La verdad es que nunca me había parado a
pensarlo.
-Pues yo te digo que están enamorados. - insistió Gaudy - Igual que
Filia y Xellos...
-¡Anda ya! - Reena sería capaz de creerse lo de Amelia y Zel, pero lo
de Filia y Xellos... era sencillamente imposible - ¡Si siempre se
están peleando!
-Ya. Y nosotros dos también nos peleamos, sobre todo por la comida.
Además tú siempre me estabas pegando... ¡Y míranos ahora! ¡Recién
casados! Ya verás como el tiempo me da la razón, Reena...
-Sí, bueno.. Ah, mira, hablando de la reina de Roma... - dijo Reena al
ver de repente a Filia en medio de la gente con Val en brazos -
¡Filia! ¡Yuuuhuu!
Filia giró su cabeza al oír que alguien la llamaba.
-¡Reena! - exclamó al ver a la hechicera - ¿Dónde has estado?
-Buscando a Amelia por ahí. - respondió Reena - ¿La has visto?
-No. - negó la dragona - Y tampoco sé dónde puede estar.
-¡Yo sí! - dijo de pronto una voz cantarina a sus espaldas -.
-¡Maldita sea, Xellos! - le gritó Reena - ¡No pegues esos sustos! ¿Y
qué es eso de que tú sí?
-Pues eso: que yo sí sé dónde está Amelia. - repitió el demonio - O
mejor dicho, dónde estaba la última vez que les vi...
-¿"Les vi"? - preguntó Filia - ¿A quiénes te refieres?
-A Zel y a Amelia, por supuesto. - dijo Xellos - Y por cierto que
estaban muy acaramelados los dos... - añadió con picardía -.
-¿Ves lo que te decía? - le dijo Gaudy a Reena pegándole un codazo -
¡Ay! ¡Reena mira que eres burra! ¿Porqué me has pegado? - se quejó
tras recibir una colleja por parte de su ahora esposa -.
-¿Y tú les estabas espiando? - le dijo Filia a Xellos enojada -.
-No exactamente. Digamos que... he ayudado a que se juntaran... -
respondió el demonio -.
-Sí, ya. - dijo la dragona con sarcasmo - Como si un demonio pudiera
hacer una obra de buen samaritano...
-Vaya, vaya, así que a pesar de que te ayudé a dormir a Val todavía
desconfías de mí.... - dijo Xellos no sin cierta ironía en el tono de
voz -.
-Oye, un momento... - dijo entonces Reena mirando a Filia con
desconfianza - Esto es nuevo. ¿Qué es eso de que Xellos te ayudó a
dormir a Val? ¿Y tú que hacías con Xellos?
-Pues...yo... - Filia se sonrojó avergonzada y luego miró a Xellos de
reojo con odio contenido - No.. no es nada importante....
-¿Lo ves? - le dijo Gaudy a Reena de nuevo, haciéndole un guiño de
complicidad - ¿Ves cómo ellos dos también...? ¡Ay! ¡Para, Reena! - se
quejó cuando ésta apretó sus puños contra sus sienes - ¡Que me haces
daño!
-Y a propósito: ¿Dónde están Zel y Amelia ahora? - le preguntó Filia a
Xellos cambiando de tema -.
Xellos iba a responder con su clásico "Es un secreto", cuando fue interrumpido por el relincho de un caballo y el sonido de sus cascos al galope. Cuando los cuatro giraron sus respectivas cabezas, vieron a un caballo blanco, montado por un misterioso hombre que ocultaba su rostro tras un embozo y que cogía las riendas del caballo con una mano mientras que con la otra sujetaba a una jovencita, que Reena reconoció como la princesa Amelia.
Y detrás de ellos, un séquito de soldados de la guardia real les pisaba los talones.
-¡Apártense todos! - avisó el hombre embozado a la gente que estaba en
medio de su camino -.
Muchos de los invitados, asustados, se apartaron rápidamente de su camino, algunos en el último segundo. Reena, aunque estaba también en la trayectoria del caballo, no se movió; se había quedado paralizada al reconocer en la voz del hombre embozado la de su amigo Zelgadis.
-¡¡Reena, cuidado!!
Diciendo esto, Gaudy cogió a su esposa en brazos y se tiró al suelo, cubriéndola con su cuerpo, justo en el momento en que el caballo saltaba por encima de ellos. Otro tanto cupo decir de Filia y Valteria, quienes fueron salvados en el último segundo por Xellos, cuando los llevó consigo al plano astral. El caballo siguió corriendo al galope sin detenerse.
-¿Estás bien, Reena? - le preguntó Gaudy preocupado mirándola a los
ojos -.
-S.....Sí, estoy bien... - respondió Reena poniéndose colorada - Oye,
Gaudy ¿no deberías quitarte de encima?
-¿Y si viene otra vez? - preguntó Gaudy, dándola a entender que no
pensaba quitarse -.
-Es que... nos está mirando todo el mundo... - le explicó ella
poniéndose más colorada todavía -.
-¿Y qué? Ya estamos casados... - respondió él simplemente -.
Y tras estas palabras la besó.
Mientras tanto, Xellos había vuelto a materializarse en el plano físico, cogiendo a Filia en brazos, quien a su vez sostenía a Valteria.
-Ya es la segunda vez que te salvo, labios de lagartija. - dijo Xellos
dirigiéndose a Filia - Como sigas así, voy a tener que empezar a
cobrarte por hacerte de guardaespaldas...
-¡¡Espera!! - le gritó Filia sabiendo lo que iba a hacer a
continuación - ¡Ni se te ocurra soltarme como la última vez, que llevo
un niño en brazos!
Xellos, obediente, dejó las piernas de Filia lentamente en el suelo, permitiendo que luego ella se pusiera de pie.
-En fin, ahora sí que tengo que marcharme. - tras estas palabras, le
dio un beso en la mejilla y se despidió - ¡Hasta que nos volvamos a
ver!
Antes de que Filia pudiera protestar por el beso, Xellos ya había desaparecido.
* * *
Zelgadis frenó a la yegua a pocos metros de las puertas de la ciudad de Sailon, antes de que ésta se desbocase. Miró a todos lados para constatar que nadie les seguía.
-¿Y ahora qué? - preguntó Amelia - ¿Cuál es el plan?
-Atravesar las puertas de la ciudad antes de que puedan detenernos y
salir pitando. - respondió Zelgadis simplemente -.
-¿Ese es tu plan? Pues bien podría haberlo pensado yo... - dijo Amelia
escéptica -.
-Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. - replicó
Zel, al tiempo que espoleaba a la yegua, iniciando de nuevo la carrera
-.
La yegua pegó un relincho y corrió como alma que lleva al diablo hacia las puertas. Entre tanto, Philionel de Sailon y Rumilda de Ralteague contemplaban atónitos la escena.
-¿A qué espera? ¡Haga que cierren las puertas! - exigió la reina de
Ralteague - ¡No puede dejar que ella escape!
Philionel obedeció. Inspirando todo el aire que pudo, ordenó a voz de grito:
-¡CERRAD LAS PUERTAS! ¡LEVANTAD EL PUENTE LEVADIZO!
El guardia, que hasta entonces había permanecido en un profundo sueño, se espabiló al oír la enérgica y atronadora voz de su majestad. Rápidamente, accionó el sistema de engranajes que permitía bajar y subir la verja de la puerta. Otro tanto hizo con el que levantaba en puente levadizo.
Zelgadis, viendo que no les quedaba tiempo, espoleó de nuevo a la yegua para que corriera más deprisa. Si no cogían velocidad pronto, jamás saldrían de allí.
-¡Corre, Justicia, corre! - gritó Amelia animando a su yegua -.
-Ya podrías haber escogido otro nombre para la yegua ¿no? - dijo Zel
en tono de sarcasmo -.
-¿Porqué? - preguntó Amelia tan inocente como siempre - A mí me parece
un nombre bonito.....
-Ya hablaremos de eso luego..... ¡Jiiaaa, Justicia! - gritó Zel
espoleando a la yegua una vez más -.
La yegua apretó el paso. La verja descendía rápidamente. Estaban ya muy cerca. Sólo unos metros más. Faltaba poco..... Zel agachó la cabeza y protegió a Amelia con su cuerpo. Consiguieron pasar cuando la verja estaba a punto de rozarles. Y en ese momento llegaron los guardias jadeando detrás de ellos, así como numerosos invitados curiosos, entre los que se encontraban Reena y Gaudy.
-¡Han pasado la verja! - exclamó Gaudy -.
-¡Sí, pero aún les falta el puente! - dijo Reena al tiempo que
pensaba: Vamos Zel... Amelia...podéis hacerlo chicos, ánimo os falta
muy poco...
La yegua seguía corriendo, sin detenerse, hacia el puente levadizo que se alzaba a una velocidad aún mayor que a la que descendía la verja. A medida que el ángulo entre el puente y el suelo se hacía más pronunciado, a la yegua le costaba más mantener el ritmo. Dos veces estuvo a punto de detenerse. Zel volvió a espolearla alentándola a seguir hasta que llegaron al borde del puente.
-¡Salta, Justicia! ¡Ahora! - le ordenó Amelia -.
La yegua obedeció.
La respiración de todos se cortó en el momento en que la yegua y sus jinetes volaban por el aire.
Todo pasó muy deprisa y a la vez muy lentamente.
Parecía que ese salto sería insuficiente para que llegaran a tierra firme. Pero entonces Zelgadis conjuró un Raywing. La burbuja les envolvió y les hizo flotar en el aire, hasta que lograron aterrizar, sanos y salvos, en el suelo.
Reena y Gaudy, que lo habían estado viendo todo con el corazón en vilo, suspiraron a la vez, aliviados.
Y aún habiendo logrado salvar el último obstáculo que les separaba de su ansiada libertad, Zelgadis y Amelia no dejaron que la yegua se parara y huyeron al galope, alejándose por el camino hasta desaparecer en la distancia.
Rumilda de Ralteague estaba roja de ira.
-¡Usted! - chilló señalando acusadoramente a Philionel - ¡Es culpa
suya! ¡Por culpa de su incompetencia, la prometida de mi hijo a
escapado! - al no recibir respuesta, ni siquiera una réplica o una
disculpa, por parte del gobernante de Sailon, se dio la vuelta
indignada mientras bramaba: - ¡Esto es un ultraje! ¡Sabrá de mí de
aquí a unos meses, cuando mis ejércitos lleguen a los límites de su
reino de pacotilla para aplastarle!
Philionel de Sailon permaneció mudo, quieto, mirando fijamente la puerta que su hija había atravesado hacía escasos minutos para no volver. Ni las rabietas y amenazas de invasión de la gobernadora de Ralteague le importaban lo más mínimo en estos momentos. Amelia, su pequeña, la niña de sus ojos, le había abandonado...
Exactamente igual que su hermana Gracia hará unos años.
Y todo por su culpa, por haber estado tan ciego, por confiar estúpidamente que su hija aceptaría el matrimonio sin revelarse, por haber antepuesto la salvaguarda de su reino a los sentimientos de su hija.
-Amelia... - murmuró al tiempo que una lágrima resbalaba por su
mejilla -.
Abajo, Reena y Gaudy contemplaban la lejanía del camino, él posando una mano sobre su hombro y acercándola hacia sí, ella recostando la cabeza y su mano derecha sobre su pecho mientras con la izquierda rodeaba la cintura de su esposo, sonriendo los dos y con la alegría en el corazón.
-¿En qué piensas? - preguntó Gaudy mientras apoyaba su mentón en la
cabeza de ella y al mismo tiempo la rodeaba con sus brazos -.
-En que tenías razón. - respondió Reena - Y que espero que sean
felices.
-¿Tanto como nosotros dos? - le preguntó el rubio espadachín,
encarándose con ella -.
-Tanto como nosotros dos - afirmó la hechicera al tiempo que se alzaba
para unir sus labios con los de él en un tierno beso -.
Mientras tanto, ya a las afueras de Sailon, la yegua de Amelia llevaba a sus dos jinetes, a paso cansino, a través del camino que les llevaría a lo desconocido, a un futuro incierto no exento de dificultades, tanto para una como para el otro.
Pero de momento el futuro no les importaba. Sólo querían vivir el presente.
Y si lo vivían los dos juntos, mejor.
Zelgadis alzó con su mano la barbilla de Amelia, que se había quedado adormilada en sus brazos. Ésta despertó y le sonrió tiernamente. Acercaron lentamente sus caras para fundirse en un beso, mientras frente a ellos el sol empezaba a ocultarse tras las colinas.
* * *
Apenas unas horas después, cuando los últimos rayos del sol iluminaban una tierra habitada por humanos, dragones y demonios en dispares proporciones, llegó el momento en el que los recién casados debían partir.
La carroza que Philionel les había facilitado ya estaba lista para el viaje. El lacayo abrió la puerta. Gaudy ayudó a Reena a entrar, después la siguió al interior del vehículo y el lacayo cerró la puerta.
-¿Vendréis a Zefilia pronto? - preguntó Luna - Os recuerdo que vuestro
nidito de amor ya está terminado desde hace semanas...
-¡Pues claro! - asintió Reena asomando la cabeza por la ventana - Pero
primero vamos a tomarnos unas pequeñas vacaciones.
-¡Sí! - corroboró Gaudy - ¡Recorreremos el mundo visitando los mejores
restaurantes y posadas!
-¡Y machacando bandidos por el camino! - añadió Reena entusiasmada -
¡Será una luna de miel perfecta!
Todos los invitados y especialmente aquellos que conocían bien a la pareja sudaron la gota gorda (en el sentido más específico de la palabra) Quizás fueran una pareja perfecta, además de ser los salvadores del mundo por excelencia, pero no se podría decir que tuvieran un gran derroche de imaginación a la hora de pensar en el futuro; lo único que les importaba era comer, machacar bandidos y de paso (al menos en el caso de Reena) enriquecerse a costa de ellos, mediante el robo de sus botines.
El cochero hizo chasquear el látigo y los cuatro caballos blancos que tiraban de la carroza se pusieron en marcha. A medida que atravesaban las puertas del reino de Sailon, los recién casados se despidieron con la mano, mientras los presentes les deseaban toda la suerte del mundo en su recién estrenado matrimonio.
El único que no se despidió fue el anfitrión, Philionel de Sailon, que desde la huida de su hija había permanecido encerrado en su alcoba, meditando en silencio.
* * *
-Gracias, cochero, puedes irte.
-¿Está segura, Srta. Invers? - preguntó el cochero - Puedo acercarles
a Greenytown, que está más cerca de Zefilia...
-No, gracias - rechazó la hechicera - Además seguro que le están
esperando, si no se marcha ahora no llegará nunca a Sailon.
-Como quieran. - accedió el cochero y tras poner de nuevo en marcha a
los caballos añadió: - Ah, y enhorabuena.
-Muchas gracias. ¡Adiós, buen viaje! - se despidió ella -.
Cuando ya había caído la noche, consiguieron llegar a un pequeño hostal a 10 Km. de Sailon. Reena pensó que ese era un bonito lugar para hospedarse. Así, después de que el cochero les ayudase a bajar las maletas, habían decidido pasar la noche allí para a la mañana siguiente iniciar su viaje por las mejores posadas y los mejores restaurantes del mundo.
El dueño les dio las llaves de una bonita habitación en el piso superior y, mientras los criados subían sus maletas, la pareja cenó abundantemente, para sorpresa y desesperación del cocinero. (por culpa de su glotonería la despensa estaba casi vacía)
Ya saciados subieron a su habitación para descansar. Tal y como dictaba la tradición (y esto era una de las cosas en las que coincidía con la tradición de nuestro mundo) Gaudy pasó a Reena en brazos a través del umbral.
-¡Mpf! ¡Jolín, Reena! - se quejó Gaudy - No engordarás después de las
comidas pero... ¡Lo que pesas cuando acabas de comer!
-¡Tú cuidadín con lo que dices, que te la ganas! - le amenazó Reena -
Venga, que ya falta poco...
Gaudy atravesó el umbral y cerró la puerta con un pie. Después, haciendo un último esfuerzo, se dirigió al dormitorio y dejó caer a Reena sobre la cama.
-¡Uf! ¡Al fin! - suspiró aliviado y añadió, dirigiéndose a su mujer: -
Voy un momento al baño a cambiarme de ropa y a lavarme la cara. ¡Estoy
sudando como un pollo relleno en el horno!
-Vale, yo te espero aquí. - accedió ella -.
Gaudy fue hasta el baño, se quitó la chaqueta y la pajarita y empezó a lavarse la cara con el agua de la palangana, mientras en el dormitorio Reena se empezaba a despojar de su vestido de novia, empezando por los guantes de seda que cubrían sus brazos.
-¿Sabes una cosa, Reena? - dijo de repente Gaudy, en voz alta para que
Reena le oyese a través de la puerta cerrada del cuarto de baño -.
-¿El qué? - preguntó Reena desde la habitación -.
-Es que estaba pensando durante la ceremonia - empezó él - que casi
era un milagro que aceptaras casarte conmigo. Fíjate si no me lo
esperaba - rió divertido - que cuando te lo pedí pensé que tu primera
reacción sería lanzarme una bola de fuego, como de costumbre.
-¿Fue por eso por lo que a continuación te cubriste con los brazos y
me suplicaste: "¡Por favor no me pegues!"? - recordó la hechicera
riendo -.
-Sí, exactamente... - asintió Gaudy y añadió a continuación - Y por
eso creo que soy el hombre más afortunado del mundo, porque después de
todo lo que hemos pasado por fin podré estar junto a ti para siempre..
Claro que de todos modos no me habría importado seguir siendo tu
guardaespaldas, pero así es mejor ¿no te parece?
Esta vez no recibió respuesta alguna.
Esperó unos minutos, pero Reena seguía sin decirle nada.
-¿Reena? - preguntó alarmado mientras salía del baño - ¡Reena!
Entonces vio la mano de Reena asomar por la puerta del dormitorio, indicándole que viniera. Gaudy, extrañado, obedeció. Cuando entró, vio a Reena de pie frente a sí, con su hermoso y femenino cuerpo cubierto únicamente por la ropa interior.
-¡¿Ree... Reena?! - balbució Gaudy un poco turbado y poniéndose
colorado -
Pero Reena le calló poniéndole un dedo sobre los labios. A continuación le cogió las manos y lo llevó consigo a la cama.
-No tengas miedo... - le dijo con voz dulce -.
Sin embargo Gaudy no tenía miedo. De algún modo él también esperaba ese momento. Pero no quería hacerle daño a Reena y no sabía cómo actuar. Así que simplemente se dejó llevar por ella, a medida que lo despojaba de la camisa y le besaba el cuello, susurrándole al oído:
-Te quiero mucho, Gaudy.
* * *
Aquella fue la primera noche de amor y pasión de Reena y Gaudy, que no la última. De hecho, aún debería pasar un año antes de que esas noches que compartieron dieran su fruto y Gaudy dejara encinta a Reena.
Continuará.en el Capítulo 1.
~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~? ~?~?~?~?~?~?~?
Nota de Amber: Bueno, bueno, bueno.. he aquí el prólogo de Slayers Continous. Sí, ya sé, un poco demasiado acaramelado, pero no se preocupen que la acción vendrá muy pronto.. Sólo lean el primer capítulo ¿OK?
Por lo demás, ya saben, comentarios, dudas, quejas y cheques en blanco (a ver si cuela ^_^) envíenlas a: almudenmumu@yahoo.es
¡Ah! Y lo más importante: ¡Dejen sus reviews!
Había pasado un año desde la destrucción de Estrella Oscura. Un año durante el cual los componentes del grupo que había acompañado a la valerosa hechicera Reena Invers habían tomado caminos diferentes.
Filia, quien había renunciado a su posición de sacerdotisa del Dios Dragón de Fuego, se fue a vivir a una casita en un pueblo llamado Darien. Allí fundó una tienda de jarrones y mazas e inició la dura tarea de criar a Valgarv, resucitado tras la destrucción de Estrella Oscura (que había poseído su cuerpo), junto con Jiras y Gaubros, sus antiguos servidores.
Xellos volvió con su señora, Zellas Mettalium, para relatarle lo ocurrido con Estrella Oscura. Lo que su señora le mandara a hacer después queda, de momento, en el más absoluto de los secretos.....
Amelia Will Tesla Seyruun regresó a su reino para asumir su tarea de embajadora. lo que en la mayoría de los casos implicaba pasarse horas y horas sentada en un sillón firmando montañas de papeles burocráticos que para ella carecían de sentido. De vez en cuando dejaba la pluma a un lado y miraba, nostálgica, por la ventana que tenía detrás, recordando a alguien que ahora estaba muy lejos de allí.
Zelgadis continuó vagando errante por todo el mundo, con la esperanza de encontrar una cura para volver a ser humano. A veces le entraba sed y bebía de su cantimplora, mirando a continuación un brazalete rosa que había allí colgado. Aquel brazalete en sí mismo constituía una promesa a cierta princesa..... que debía cumplir.
Únicamente Reena y Gaudy permanecieron juntos tras la separación del grupo. Y juntos vivieron muchas más aventuras..... pero eso es otra historia que otros relataran en mi lugar.
La historia que les quiero contar comenzó, como dije antes, un año después de la aventura de Estrella Oscura. Los componentes del grupo, antaño separados, volvieron a reunirse, junto con muchos más, para celebrar un acontecimiento que tenía lugar en ese momento en la catedral de Sailon.
* * *
-Vos, señora: ¿aceptáis a este hombre como vuestro legítimo esposo,
para amarle y respetarle hasta el fin de vuestros días?
La mujer en cuestión, giró la cabeza hacia su compañero. Bajo el velo translúcido, de color rosa pálido como el resto de su vestido, se distinguía su cara, en la que destacaban unos grandes ojos rojo fuego, como su pelo. Ésta era, ni más ni menos, la poderosa hechicera Reena Invers, que contaba en el momento de su boda 18 años. Sonrió al hombre que tenía a su lado, con cara de infinita ternura, antes de decir:
-Sí, quiero.
El sacerdote se ajustó las gafas de ver de cerca, pasó la página del libro que tenía entre manos y continuó:
-Y vos, caballero: ¿aceptáis a esta mujer como vuestra legítima
esposa, para amarla y respetarla hasta el fin de vuestros días?
El hombre dirigió la mirada hacia su futura esposa. Su pelo largo y rubio le tapaba parcialmente la cara, ocultando uno de sus ojos, de un precioso azul cielo. El ojo que le quedaba libre miraba a Reena con tanta o más ternura que ella. Este hombre, de nombre Gaudy Gabriev, contaba 23 años en el momento en que respondía:
-Sí, quiero.
El sacerdote cerró de golpe el libro, levantando una pequeña nube de polvo frente a sí que le hizo toser ligeramente. Dejó el libro a uno de sus ayudantes, carraspeó y dijo a los novios:
-Juntad las manos.
En el mundo de Reena Invers era costumbre, en vez de lo típico de los anillos, juntar las manos de los futuros recién casados y unirlas mediante un hechizo. Dicho hechizo provocaba la formación de un círculo de luz alrededor de las manos de los novios, tanto más grande y brillante cuanto mayor era el amor que sentían el uno por el otro. El hechizo era en realidad una prueba de amor que los novios debían pasar, pues de ser el círculo demasiado pequeño u opaco (lo que demostraba que al menos uno de los dos se casaba por otros intereses muy alejados del amor mutuo), el sacerdote se reservaba el derecho de cancelar la boda. De ese modo se habían evitado aparatosos trámites de divorcio a los pocos años de inicio de varios matrimonios. No eran raros, sin embargo, casos de matrimonios de conveniencia en los que los padres de los novios llegaban a un acuerdo (normalmente de tipo económico) con el sacerdote para que hiciese la vista gorda. Eso por no hablar de que no en todos los reinos estaba permitido el divorcio. No era el caso de Reena y Gaudy. Dejando aparte que aquello no era un matrimonio de conveniencia, el tamaño y la forma en que brillaba el círculo alrededor de sus manos (brillaba tanto que el sacerdote y varios invitados que estaban sentados en primera fila se vieron obligados a ponerse gafas de sol) dejaba patente que su amor era prácticamente imposible de romper. Cuando el círculo se desvaneció, se encararon de nuevo al sacerdote, quien pronunció las palabras finales:
-Puesto que vuestro amor es sincero y en el nombre de Ceipheid, yo os
declaro marido y mujer. - hizo una pausa y, al ver que no hacían nada,
carraspeó y dijo dirigiéndose a Gaudy: - Adelante, puedes besar a la
novia....
-¿Eh? - dijo Gaudy como saliendo de un sueño. Miró al sacerdote, luego
a Reena y exclamó poniendo una mano en su nuca: - ¡Ah, claro! ¡Lo
había olvidado!
Hubo un goterón de sudor general, por parte de los invitados, del sacerdote y de Reena quien murmuró:
-Nunca cambiarás... - y añadió con ojos tiernos: - Pero me alegro de
que así sea.
Gaudy sonrió complacido. Lentamente retiró el velo de la cara de Reena, la cogió delicadamente entre sus manos y la acercó hacia sí, permitiendo que sus labios se unieran en un tierno, dulce y sincero beso.
Amelia Will Tesla Seyruun, heredera del trono de Sailon, no pudo contener las lágrimas de felicidad ante aquella escena. Su voz se unió al coro del "¡Oooooh...!" que se oyó entre la muchedumbre de invitados. Seguidamente se unió también al aplauso general y a los gritos de júbilo de algunos.
Filia Ul Copt, después de dejar a su hijo Valgarv (ahora rebautizado como Valteria) en brazos de Jiras, se levantó del asiento y se unió a su vez al aplauso, con un entusiasmo tal que hubiera puesto verde de envidia a un hincha de un estadio de fútbol.
Una figura embozada sonrió y aplaudió levemente desde la última fila.
Una oscura sombra sonrió también, desde su privilegiado puesto de vigilancia en una de las vigas del techo de la catedral, justo encima del sacerdote y los novios, a la par que murmuraba: "Vaya, vaya, no lo hace mal, después de todo..."
Después de que los labios de los recién casados se separaran, éstos miraron a los invitados, que seguían aplaudiéndoles a más no poder, y les saludaron. Seguidamente Gaudy cogió a Reena en brazos, momento en el cual toda la corte de invitados, entre los que estaban la Princesa Amelia, Filia, Jiras, Gaubros, Val y el hombre embozado, salió para recibirlos a la salida. La sombra que había en la viga de la catedral se había desvanecido.
Ya afuera, Reena y Gaudy se protegieron de la lluvia de granos de arroz que les caía encima, todavía felices y sonrientes. A medida que bajaban las escalinatas, Reena, quién aún estaba en brazos de Gaudy, empezó a recordar los momentos pasados con su compañero de fatigas, ahora además marido. A pesar de que la había ridiculizado cuando se conocieron y de que al principio lo siguió sólo para poder quitarle la Espada de Luz, Gaudy había conseguido ganarse su corazón con el día a día, con sus sonrisas y sus ojos azules, con sus comentarios (buenos o malos), con sus constantes peleas por la comida.. De algún modo Gaudy había conseguido que su presencia fuera imprescindible para que ella fuera feliz. Y ahora, después de muchos calvarios y aventuras juntos, estaban unidos para toda la eternidad.
Sus pensamientos fueron interrumpidos súbitamente, cuando Gaudy la soltó haciendo que cayera sobre las escalinatas y que casi las bajara rodando. Iba a reprenderle por su conducta cuando vio a su marido tirado también en las escalinatas y medio inconsciente, al lado de un gran saco de arroz que le había producido un enorme chichón en la cabeza. A continuación oyó unas risas que le resultaron familiares.
-Reconocería esas risas en cualquier parte... - dijo y a continuación,
mirando hacia arriba, gritó hecha una furia: - ¡Xellos! ¡¿Porqué has
hecho eso?!
En efecto, el demonio estaba en lo más alto de la fachada de la catedral, partiéndose el pecho de risa al ver las consecuencias de su trastada. Cuando por fin consiguió calmarse y después de secarse un par de lágrimas, respondió:
-Je, je... Bueno, lo siento, Reena. Sólo quería echaros el arroz, pero
como no podía abrir el saco, pensé que se abriría en la cabeza de
Gaudy. Como la tiene tan dura...
En ese momento, Gaudy empezaba a recobrar la consciencia.
-¿Eh? ¿Qué ha pasado? Reena, ¿qué ha sido eso que...?
Al girarse hacia su esposa para hacerle ésa pregunta, enmudeció súbitamente. Reena temblaba de arriba a abajo y unas llamas parecían surgir de su cabeza, señal inequívoca de que estaba realmente furiosa. Instintivamente y debido a las experiencias pasadas, se cubrió la cabeza con los brazos. Pero, para su fortuna, la furia de Reena estaba dirigida a otro objetivo.
-¡NADIE se atreve a insultar a mi marido y NADIE se atreve a arruinar
mi boda sin sufrir la cólera de REENA INVERS! - murmuró y a
continuación, levantando la cabeza hacia su objetivo y con llamas
incandescentes que parecían surgir de la profundidad de sus ojos,
gritó: - ¡¡XELLOS ME LAS VAS A PAGAR!!
Ante esa amenaza, Xellos se empezó a poner nervioso. La verdad es que jamás había visto a Reena tan furiosa.
-¡Ree...Reena, tranquila, que sólo era una broma!
Pero de poco le sirvieron las excusas.
-¡BOLA DE FUEGO! - bramó la hechicera -.
La bola de fuego fue lanzada con fuerza directamente hacia Xellos, quien al intentar evitarla perdió el equilibrio y se cayó de la fachada de la catedral, chocando estrepitosamente contra el suelo. Tras esto, Reena se sacudió las manos, sonrió satisfecha y siguió bajando las escalinatas de la catedral, cogiendo del brazo a su marido y con la cabeza bien alta. A pesar de las apariencias, el demonio no sufrió daños físicos irreparables; unos sacos de basura amortiguaron su caída. Tan sólo quedó un poco adolorido.. y apestado. Si en ese momento hubiera llegado Filia y le hubiera llamado namagomi, como acostumbraba a hacer cada vez que le veía, el mote estaría más que justificado.
-Agh... La próxima vez - se dijo a sí mismo - que vaya a hacerle una
trastada a éste par, primero dejaré inconsciente a Reena. Así me
evitaré malos tragos como éste.
* * *
Ya al final de las escalinatas, Reena y Gaudy se vieron rodeados por cientos de personas, la mayoría de las cuales eran mujeres, que querían felicitarles.
-¡Enhorabuena, Srta. Invers!
-¡Qué elegante está usted, Srta. Invers!
-Qué envidia nos da, Srta. Invers, con lo difícil que es hoy en día
encontrar un marido decente.
-Vaya, vaya, Reena, ya sabía yo que una de las dos acabaría sentando
la cabeza...
-¡¡¿¿LU...LUNA??!!
Efectivamente, frente a sí Reena tenía nada más ni nada menos que a su temida hermana mayor, Luna Invers, que ostentaba el título de Caballero de Ceipheid, aunque irónicamente se la conocía más como "La camarera del Infierno". Cualquiera que no las conociese podría negar cualquier tipo de parentesco entre ambas, ya que no se parecían en nada: así como Reena era pelirroja, de pelo largo y ojos rojos, además de estar poco dotada (o como solía decir Gaudy "más plana que una pared"), su hermana tenía el pelo corto y violeta oscuro, con un flequillo que mantenía ocultos sus ojos y una delantera digna de Pamela Anderson.
-¿Pero qué haces aquí? - preguntó Reena a continuación - ¿No tendrías
que estar trabajando? ¿Y dónde están Papá y Mamá?
-Le he pedido a mi jefe unos días libres - respondió Luna - Y en
cuanto a Papá y Mamá, no han podido venir, así que he venido yo en su
lugar... Y a propósito... - añadió acercando su cara a la de su
hermana y con un tono amenazante - .... no recibí ninguna invitación a
la boda. ¿Acaso te olvidaste de tu querida hermana mayor?
-Eeeh... ¡pues claro que no, mujer! - disimuló Reena - ¡Si hace tiempo
que te mandamos la invitación! Seguro que es por culpa del correo,
cada vez es más lento, hay qué ver...
-Pero Reena, si no le enviamos ninguna invitación... - intervino Gaudy
-.
Gaudy tenía toda la razón; ya le aterrorizaba a Reena la sola mención de su hermana mayor, con que no estaba dispuesta a que asistiera a su propia boda, de ahí que decidiera no invitarla. Pero si Luna llegaba a saberlo, era capaz de pegarle una paliza. Así que para evitar el desastre, le plantó el codo en toda la boca, mientras decía:
-¡Oh, no le hagas caso! ¡Si Gaudy tiene el cerebro de una medusa,
seguro que ni siquiera se acuerda...!
-¡Que sí, Reena, que me acuerdo perfectamente! De hecho, me dijiste
que ni se me ocurriera invitar a tu hermana, porque...
Antes de que terminara la frase, los vigorosos brazos de su esposa rodearon su cuello y lo oprimieron, impidiendo que siguiera hablando.
-¡Cállate ya! ¿Es que ni siendo mi marido vas a dejar de meter la
pata? ¡Animal de bellota! ¡Tarugo...! - le gritaba ésta mientras
ejercía cada vez más presión sobre su cuello -.
Mientras sudaba de vergüenza ajena, Luna pensó que no estaba bien ser la causa de las primeras disputas matrimoniales de su hermana, así que decidió poner paz.
-Déjalo, Reena, total ya da lo mismo. - dijo - A fin de cuentas he
venido ¿no es así? Porque - añadió con el mismo tono amenazante de
antes - no querría por nada del mundo perderme la boda de mi querida
hermanita pequeña y menos el momento en que lance el ramo...
-¿El... el ramo? - preguntó Reena sin saber para qué lo quería -.
-Pues claro. - respondió Luna como si aquello fuera algo obvio - Ya
sabes lo que dicen, que la que coge el ramo en una boda será la
próxima en casarse..... y yo no voy a permanecer soltera para siempre
¿verdad que no? ¡Bueno, ya nos veremos! Y espero por tu bien - añadió
adoptando una vez más su tono amenazante - que tengas buena
puntería...
Dicho esto se dio la vuelta y sacó la lengua, sonriendo traviesa. En realidad no tenía prisa por casarse, pero le gustaba poner nerviosa a su hermanita, porque sabía que la temía. Luna tenía muy desarrollado ese instinto sádico que todos los hermanos mayores tenemos con respecto a nuestros hermanos pequeños (Y como hermana mayor sé de lo que me hablo - risa maliciosa - )
Después de soltar a Gaudy y de farfullar algo de que Luna era una solterona resentida, Reena anunció a grito pelado que era el momento de lanzar el ramo.
-¡Que todas las solteras vengan aquí! ¡Xellos, tú no! - le gritó al
demonio, que se había camuflado con el vestido que usó cuando
quisieron entrar en Fémenil - ¡Cuidado que va!
La novia lanzó el ramo de flores. La muchedumbre de mujeres solteras se movió de un lado para otro intentando coger al ramo en su trayectoria. (Xellos no tuvo tiempo de apartarse y fue arrollado por decenas de mujeres desesperadas por perder su condición de soltería). Finalmente, el ramo aterrizó en medio del grupo. Las chicas que estaban más al exterior, al tiempo que emitían quejidos de impotencia y de lástima, se fueron apartando para ver quién había sido la afortunada.
Amelia, princesa de Sailon y la mejor amiga de Reena Invers, miraba el ramo que había tirado su amiga, y que ahora tenía entre sus manos, con alegría.
-¡Qué bien! - exclamó ilusionada - ¡Voy a ser la siguiente!
-¡Pues sí! - exclamó su padre, el príncipe Philionel de Sailon,
apareciendo detrás suyo de vaya uno a saber dónde - ¡Y me da a mí que
será muy pronto! ¡¡Ja, ja, ja, ja...!!
Amelia miró a su padre desconcertada, sin saber qué había querido decir con ello. Pero después le sonrió feliz, pensando que quizás su padre consentiría que se casara con el hombre al que más amaba en este mundo.
Mientras tanto, Gaudy contemplaba de lejos la cara de felicidad de Amelia.
-¡Qué bien! - le dijo a Reena - Pronto veremos a Amelia casada. Me
pregunto con quién... ¿Tú que piensas?
-No lo sé. - respondió Reena temblando detrás suyo - Sólo espero que
Luna no se tome demasiado mal el no haber podido coger el ramo..
* * *
Una de las razones por las que Reena y Gaudy funcionaban como pareja era porque tenían muchas cosas en común. Y una de ellas era su gusto por el buen comer.. o mejor dicho, por el comer mucho.
A Reena le encantaban las bodas precisamente porque siempre había toneladas de comida. Si además su boda la financiaban las arcas reales de Sailon, podía estar segura de que la cantidad de comida en la mesa sería la mayor que hubiese visto jamás.
Y en efecto, eso es lo que encontraron los recién casados al llegar a la gran mesa central del salón de actos del palacio, donde se celebraba el banquete. Montañas de comida, de todos los gustos. Desde asados de cordero en su salsa, pasando por patos a la naranja, hasta doradas a la sal, todo eran exquisiteces preparadas por los mejores cocineros del reino para este día tan especial. Eso sin contar con la tarta de bodas, de diez pisos, para cuya preparación se necesitaron tres maestros cocineros, la ayuda de 15 pinches de cocina y hora y media de horno.
De ver tanta comida junta, a Reena se le estaba haciendo la boca agua. Otro tanto cabría decir de Gaudy.
El Príncipe Philionel de Sailon, que presidía el banquete, pidió silencio a los presentes.
-¡Damas y caballeros, por favor! Estoy seguro de que muchos de ustedes
estarán ansiosos por disfrutar de este ostentoso banquete. Pero
primero, unas palabras de los recién casados: Srta. Invers, Sr.
Gabriev...
Philionel calló cuando vio que Reena y Gaudy ya habían empezado sin el resto de los invitados. Cuando se trataba de comida, ninguno de los dos podía esperar.
-¡Efta tofo fuenífimo! - dijo Reena con la boca llena y sin dejar de
coger de todos los platos -.
-¡Fi! ¡Mufas grafias a fodos! - dijo Gaudy a su vez, también con la
boca llena y comiendo lo más deprisa que podía, antes de que Reena se
lo comiera todo -.
De la cabeza de todos los presentes emanó una gota de sudor del tamaño de la catedral de Sailon. Y puesto que ya no había ninguna necesidad de esperar, Phil dio el banquete por comenzado. Amelia, que estaba sentada justo al lado de la pareja, sabiendo que si no se daba prisa acabarían por comérselo todo, empezó a comer rápidamente, pero de forma educada (no estaba bien que una princesa comiera como lo hacían Reena y Gaudy... es decir como cerdos). Filia, que se había sentado a la derecha de la princesa, sacó un potito de una bolsa que tenía preparada (con todos los accesorios que un bebé necesita, a saber: ropa, pañales, biberones, leche en polvo, más de diez variedades de potitos, polvos de talco, y una larga lista de etcéteras.) y dio de comer a Valteria, mientras Jiras y Gaubros empezaban a comer sin ella. Más allá, alejado de la mesa y oculto tras una columna, el caballero embozado observaba la escena. De Xellos no había ni rastro... por el momento. Pero ni siquiera la aparente ausencia del demonio preocupaba en ese momento a Reena y Gaudy, quienes estaban en ese momento en plena disputa matrimonial, esta vez por un muslo de pollo al whisky.
-¡Trae para acá! - gritaba Reena intentando coger el muslo, que Gaudy
sostenía en alto - ¡Es míooooo!
-¡De eso nada! - dijo Gaudy alejando el muslo de las manos de Reena e
intentando librarse de ella - ¡Yo lo cogí primero!
-¿Pero es que no piensas compartirlo con tu querida y bien amada
esposa? - dijo Reena con tono meloso y poniendo su mejor carita de
pena - Porfaaa...
-¡Ni hablar! - negó Gaudy alejando todavía más el muslo - Que te
conozco y sé que te lo comerías tú sola, sin dejarme a mí ni los
restos.
Viendo que su plan de hacerse la inocente no había funcionado, Reena pasó a tácticas más bruscas. Tiró a Gaudy al suelo y allí empezó a ahogarle, intentando obligarle a soltar el muslo, mientras él se empeñaba en sostenerlo lejos de su alcance.
-¡Que me lo des yaaaa! - gritaba ella - ¡Dame, dame, dame, dame...!
-¡Reena, debería darte vergüenza! Ahora estáis casados y deberíais
cuidaros mutuamente en vez de estar peleados todo el día...
Los recién casados giraron simultáneamente sus cabezas al oír aquella voz tan familiar a sus espaldas.
-¡Sylphiel! ¡Has venido! - exclamó Gaudy - ¡Caray, estás muy cambiada!
Y así era, en efecto. Aunque aún conservaba esa mirada inocente de ojos verdes, Sylphiel había hecho un cambio radical de look, con respecto a la última vez que se vieron: había cambiado su atuendo de pantalones ajustados y camisa sin mangas violetas por un vestido largo y de tela ligera de color nacarado. En su pecho lucía una joya verde oscuro, que sostenía una banda parecida a la que llevaba Filia antes de renunciar a su sacerdocio. Lo único que conservaba de su atuendo anterior eran las hombreras, encima de una capa de color lila claro. Hasta su pelo negro había cambiado. Ahora era aún más largo y tenía dos grandes mechones cogidos con trenzas, mientras que el resto le caía por la espalda como una cascada.
-Pues sí. - dijo ella a la par que se ponía un poco colorada - Es que
ahora soy la Suma Sacerdotisa de Sairaag ¿sabes?
-¿En serio? - preguntó Reena sorprendida - ¿Entonces ya está Sairaag
reconstruida?
-Sólo el templo. - respondió Sylphiel negando tristemente con la
cabeza - El resto de la ciudad aún está reconstruyéndose. Pasará
todavía un tiempo antes de que Sairaag vuelva a ser la ciudad que era
antes...
Reena sabía que eso era bien cierto. Cuando Kopii Rezo destruyó la ciudad, todo había sido arrasado, barrido por completo: las calles, las casas..... y las incontables vidas humanas. Sylphiel había sido la única superviviente de la tragedia, lo cual la había marcado de por vida.
-¿Eh? ¿Pero qué...? ¡Oye tú!
Las palabras de Gaudy distrajeron a Reena de sus pensamientos e hicieron que girara la cabeza. Al parecer uno de los perros de caza de Phil había aprovechado el despiste de Gaudy para coger el muslo de pollo que aún sostenía en su mano derecha.
-¡Vuelve aquí, chucho! - le gritaba Gaudy mientras le perseguía por
toda la sala - ¡Ese muslo es míoooo!
Reena sudó de vergüenza ajena al contemplar la escena. Ya no se acordaba de que ella estaba haciendo lo mismo que Gaudy hacía tan sólo unos minutos.
-Por cierto - Sylphiel reanudó la conversación - siento haberme
perdido la ceremonia, pero tenía que resolver unos asuntillos en el
templo y me llevó más de lo esperado...
Reena miró con una mezcla de tristeza y lástima a la ahora Suma Sacerdotisa del templo de Sairaag.
-Sylphiel, no hace falta que disimules - dijo - Las dos sabemos lo que
sientes por Gaudy...
La expresión en el rostro de Sylphiel se tornó seria. Bajó la cabeza ocultando por un momento sus ojos entre su flequillo. Dos pequeñas lágrimas asomaron por éstos, pero no llegaron a salir del todo, porque enseguida levantó de nuevo la cabeza, mostrando su siempre alegre sonrisa.
-¿Te acuerdas, Reena, de lo que hablamos hace unos años? - dijo
simplemente -.
Reena enarcó una ceja sin entender a qué se refería.
-Quiero decir - aclaró Sylphiel - cuando te pregunté si tanto te
importaba Gaudy. Tú me dijiste que en realidad sólo estabas con él
para quitarle la espada. Y yo te creí y pensé que podía intentar que
Gaudy se fijara en mí sin remorderme la conciencia, porque en realidad
no parecía que os llevarais bien entre vosotros... ya sabes, con eso
de pelearos por todo...
Hizo una breve pausa, para secarse una nueva lágrima que empezaba a aflorar en uno de sus ojos. Reena entonces recordó a qué momento se refería: fue durante el transcurso de su primera aventura, cuando Reena y Gaudy a duras penas se conocían.
Sin embargo - continuó Sylphiel - cuando nos volvimos a ver un año
después... ¿Te acuerdas? Cuando Gaudy fue capturado por Phibrizo...
Parecías tan preocupada por él... Y cuando, después de que la Diosa de
la Pesadilla Eterna se intentara llevar tu cuerpo y de que Gaudy fuera
a rescatarte, volvisteis a aparecer los dos abrazados... Entonces, no
me preguntes cómo, pero intuí que Gaudy en realidad te quería a ti y
sólo a ti. Después de ese día decidí no interponerme entre los dos.
Gaudy fue mi mejor amigo durante mucho tiempo y lo que más me importa
ahora es que él sea feliz... aunque sea con otra mujer que no sea
yo...
-¿Significa eso que... no me guardas rencor? - preguntó Reena -.
-¡Qué va, al contrario! - respondió Sylphiel - Al aceptar finalmente
casarte con Gaudy le has hecho feliz ...y a mí también. Sólo espero
que cuides de él tan bien como lo habría hecho yo en tu lugar.
Dicho esto último, Sylphiel se dio la vuelta y empezó a alejarse de Reena.
-¡Eh, pero...!¿Ya te vas? - preguntó Reena entre desconcertada y
desilusionada - ¡Si acabas de llegar! ¿Es que no vas a quedarte?
-Yo ya he cumplido aquí. - respondió Sylphiel sin darse la vuelta - Me
esperan mis obligaciones en el templo de Sairaag. Si sigo aquí mucho
más tiempo - añadió riendo divertida - seguro que mis sacerdotes
acabarán locos por no saber cómo llevarlo...
Reena sonrió. Aunque le daba pena que Sylphiel no se quedara, sabía que ahora una gran responsabilidad pesaba sobre ella: la de dirigir el templo y procurar que la ciudad mágica de Sairaag resurgiera de sus cenizas.
-Ah, una última cosa, Reena. - dijo de repente Sylphiel -.
-¿Sí?
Reena se extrañó al ver que su antigua compañera de fatigas le tendía el dedo meñique de su mano derecha, con una gran sonrisa en los labios.
-Tienes que prometerme que cuando esté reconstruida vendréis a Sairaag
a visitarme. Y no debes incumplir tu promesa. ¿Vale?
La hechicera miró la cara alegre de la sacerdotisa y luego a su meñique extendido frente a ella. Sonrió ampliamente y, después de extender su dedo meñique y juntarlo con el de su amiga, dijo:
-¡Prometido, Syl! ¡Y no te preocupes, porque la gran hechicera Reena
Invers nunca falta a su palabra!
En ese momento, el perro de Phil y Gaudy pasaron por su lado como una exhalación. El perro aún sostenía el muslo de pollo en la boca.
-Y ahora - dijo Reena - si me permites yo también tengo que resolver
un asuntillo... ¡Gaudy, cerebro de medusa! - le gritó a su marido al
tiempo que empezaba a correr tras él - ¡Ese muslo sigue siendo mío!
Sylphiel rió divertida al ver a los recién casados persiguiendo al perro para recuperar un simple muslo de pollo. Realmente esos dos eran tal para cual.
* * *
La celebración continuó en los jardines de palacio, donde tenía lugar en ese momento el baile, encabezado, como no, por Reena y Gaudy. Los pies de las parejas se movían al son de la música de la banda real, que en ese momento tocaba un pasodoble. Los que no bailaban, se relajaban cerca de la mesa donde se servían las bebidas (que en realidad era "la" bebida, pues sólo sirvieron ponche) Y allí precisamente estaba Amelia cuando vino su padre de repente.
-¿Qué, Amelia? - preguntó Phil, tan alegre como siempre - ¿Te lo pasas
bien?
-¡Oh, pues claro! - respondió ella - ¿Cómo no iba a pasármelo bien?
En realidad Amelia no se divertía mucho que digamos. Si bien era cierto que disfrutaba viendo cómo la pareja del día disfrutaba de su día especial, sentía que le faltaba algo. Algo como la presencia de alguien a quien esperaba desde hace tiempo y al que todavía no había visto, aunque también había sido invitado a la boda.
-Bueno, hija, quería presentarte a alguien. - dijo Phil al tiempo que
se apartaba para mostrar a un chico más o menos de la edad de Amelia,
castaño de pelo corto y ojos verdes. - Este es el príncipe Darío de
Ralteague. Alteza ésta es mi hija, Amelia.
-Un placer conocerla, al fin. - dijo el muchacho haciendo una
reverencia a la princesa - Me han hablado mucho de usted.
-Eh... Mucho gusto, príncipe Darío. - respondió Amelia tendiéndole la
mano para que se la besara, más por mantener el protocolo que por otra
cosa -.
-En fin, os tengo que dejar un momento solos, he de discutir unos
asuntos..... - se disculpó Phil - Volveré enseguida, pero hasta
entonces, Amelia, quédate con él ¿de acuerdo?
Antes de que Amelia pudiera decir nada, Phil desapareció entre la muchedumbre.
Los siguientes tres minutos, Amelia se quedó junto al príncipe Darío, mientras éste soltaba un largo discurso sobre política y alianzas entre reinos que a la princesa personalmente no le interesaba en absoluto. (aunque de vez en cuando le miraba y asentía con la cabeza para que pareciese que le estaba escuchando, únicamente por cortesía) A medida que se desarrollaba el discurso, Amelia escudriñaba el lugar en busca de esa persona a la que tanto echaba en falta.
Y entonces, semioculto detrás de una pared, vio a una figura embozada que la observaba sin quitarle el ojo de encima. Y a pesar de que el embozo le tapaba media cara, desde la nariz para abajo, Amelia reconoció al hombre detrás de la máscara.
El hombre al que había esperado durante tanto tiempo, por fin había venido.
Y en ese mismo instante, la banda dejó de tocar el pasodoble y empezó a tocar un Vals, momento que aprovechó Darío para ponerse delante de ella, tapándole la visión, y preguntarle con una gran sonrisa en los labios:
-Princesa: ¿me concedería usted este baile?
Visiblemente fastidiada, aunque sin perder la compostura, Amelia miró disimuladamente por encima del hombro del príncipe de Ralteague.
El hombre embozado había desaparecido.
Desilusionada, miró de nuevo al príncipe Darío, quien aún le sonreía y le tendía una mano, esperando que ella aceptara su invitación. Quizás en el fondo, lo que había visto era tan sólo una ilusión, producida sin duda por la nostalgia que sentía al no poder ver a ese hombre al que esperaba, a ese amigo que hacía tiempo le había prometido que iría a verla...
Hasta la fecha, ese hombre había incumplido su promesa. Ni una estancia corta, ni una visita relámpago, nada. Ni siquiera una mísera carta...
Finalmente, Amelia tendió su mano a la del Príncipe Darío, aceptando su invitación. Éste la llevó lentamente hacia el centro de la pista. Una vez llegados allí, el muchacho cogió con su izquierda la mano derecha de la princesa y la elevó ligeramente, mientras con su propia derecha la cogía por el talle de la cintura. Ella, a su vez, depositó su mano izquierda en el hombro de él y dejó que guiara sus pasos de baile al ritmo del Vals que tocaba la banda.
El misterioso hombre embozado, sin embargo, no había sido una ilusión. Él aún continuaba allí, ocultándose detrás de la pared, viendo al príncipe y a la princesa bailar, mientras la envidia y los celos le carcomían por dentro.
* * *
Mientras esto sucedía, Filia se había alejado de la escena, por razones de fuerza mayor.....
-¡¡¡BUAAAAAAAAAA!!!
-Vamos, vamos, Val.. Shhh... No llores, cariño mío...
En efecto, por razones desconocidas Valteria se había puesto a berrear, lo que había obligado a Filia a abandonar el escenario del baile y marcharse a un lugar alejado dentro del jardín para intentar calmarlo. Para su desgracia, Val seguía erre que erre a pesar de que su madre adoptiva lo había intentado todo: desde cambiarle los pañales, pasando por hacerle caras y cantarle nanas, hasta darle de comer. La pobre dragona ya no sabía qué más hacer.
-Venga, Val, no llores más... ¿Qué te ocurre? - le interrogó, a pesar
de que sabía que era inútil esperar una respuesta de un bebé de un año
- ¿Te has asustado por algo...?
-Buenas... - saludó una voz detrás de ella -.
-¡¡AAARGH!! - chilló Filia asustada al girarse y ver quién era -.
-¡¡¡¡¡BUUUUUUAAAAAA!!!!! - Val berreó más si cabe, asustado por el
alarido de su madre -.
Al darse cuenta de lo que había hecho, Filia rápidamente empezó a mecer al bebé en sus brazos, pero él seguía sin calmarse.
-¡XELLOS! - le gritó al demonio, que era quien había aparecido detrás
de ella dándole el susto - ¡Mira lo que acabas de hacer, imbécil!
-No, no, yo no he hecho nada, mi querida Filia. - respondió el
demonio, sonriendo como siempre - Has sido tú solita la que ha
asustado al pequeño con ese chillido... ¡Y madre mía! - añadió
hurgándose la oreja con un dedo para ver si recuperaba algo de su
capacidad auditiva - ¡Menudo chillido! Seguro que hasta se ha oído en
el Plano Astral...
-¡Ha sido por tu culpa, pedazo de burro! - se defendió ella - ¿Cómo se
te ocurre aparecer así, de golpe y porrazo?
-Bueno eso es... un secreto.
-Serás hijo de...
-¡¡¡BUAAAAAAAAAA!!!
Un nuevo berreo por parte de Val interrumpió la batería de insultos de Filia hacia Xellos, la cual volvió a acunar al pequeño sin éxito.
-¿Problemas con el crío? - preguntó el demonio, señalando Val -.
-Eso a ti no te importa, namagomi. - replicó Filia -.
-Podría ayudarte. - se ofreció Xellos - Tengo buena mano con los
niños....
-¡Ja! Preferiría ofrecerme en sacrificio a Estrella Oscura antes que
dejar a mi niño en tus sucias manos... - respondió la dragona -.
-¿Sucias? ¡Qué va! Si me las he lavado esta mañana... - bromeó él -.
-Nunca cambiarás... - dijo Filia mientras una gota de sudor emanaba de
su frente - Diga lo que diga a ti te resbala...
Por millonésima vez, Val berreó con más fuerza que nunca, para mayor desesperación de su madre.
-Vamos, mujer. - insistió Xellos tras haber leído sus pensamientos -
No pierdes nada por intentarlo...
Filia no estaba muy convencida de dejar a su pequeño con el demonio. Desconfiaba de él; si había destruido en el pasado a cientos de su raza con un solo dedo y sin pestañear, fácilmente podría acabar con la vida de su querido Valteria ahora que no podía defenderse... Pero, por otro lado, el niño no paraba de lloriquear...
Finalmente y a falta de otra solución, accedió al ofrecimiento de Xellos.
-Está bien, tómalo... con cuidado, cógelo con cuidado. - le decía
mientras lo depositaba lentamente en brazos del demonio - Por la
cabeza... Aaaasí...
Xellos cogió delicadamente al bebé con el brazo que le quedaba libre. (en el otro sostenía el báculo) Y mientras Filia no le quitaba ojo de encima, él lo acunaba, al tiempo que le decía con voz suave:
-Vaaaamos, tranquilo... Shhhh... Ea, ea, no llores...
Entonces Xellos extendió la esfera de su báculo hacia el pequeño. Alarmada, Filia echó mano de su maza, pero la volvió a guardar bajo sus faldas cuando vio que Xellos se la había dado para que el niño jugase con ella. Val cogió la esfera entre sus manitas riendo mientras el demonio lo miraba sonriendo satisfecho, como un padre cuando ve cómo su niño hace gorgoritos...
Rápidamente Filia apartó ese pensamiento de su mente. ¿Xellos ejerciendo de padre? ¡Imposible, sobretodo viniendo de un demonio! Los demonios carecen de sentimientos, por lo que Xellos no podía sentir amor, ni siquiera amor paternal...
¿O sí podía?
El demonio murmuró unas palabras, haciendo que unas pequeñas lucecitas salieran de la esfera. Val las miraba maravillado e intentaba cogerlas, pero cada vez que lo hacía, explotaban en sus manos. Poco a poco el niño comenzó a cerrar los ojitos, cansado, bostezó y finalmente se acurrucó soñoliento en el pecho de Xellos.
Filia abrió los ojos como platos sorprendida cuando vio como el pequeño empezaba a respirar pausadamente.
-Pero...¿cómo...? - empezó a decir sin salir de su asombro -.
-Shhh... - le silenció Xellos y añadió en voz baja - Se ha dormido.
Toma, cógelo con cuidado, que no se despierte...
El demonio depositó a Val de nuevo en los brazos de su madre, quien miraba al pequeño, completamente dormido, y luego a Xellos con cara de no creérselo.
-¿Cómo lo has hecho? - le preguntó ella y luego dedujo: - Ha sido un
hechizo de sueño ¿verdad?
-Bingo. - afirmó el demonio - Y, francamente, no sé cómo no se te
ocurrió a ti antes....
-Xellos, yo.... - balbució Filia bajando la cabeza como avergonzada -
No sé qué decir.... Excepto... Gracias.
-No se merecen. - dijo el demonio ampliando su sonrisa y añadió a
continuación: - Bueno, me marcho. Tengo algo urgente que hacer y
después he de volver con mi señora para que me dé instrucciones
nuevas...
Dicho esto se alejó pasando de largo al lado de Filia, quedando los dos espalda contra espalda, mientras Filia miraba a su pequeñuelo con ojos tiernos.
-Ah, a propósito - dijo de repente Xellos - después de hacer lo que me
pida mi señora, pensaba tomarme unas largas vacaciones, así que a lo
mejor nos volvemos a ver.....
-¡¿Cómo que nos volveremos a ver?! - exclamó Filia dándose la vuelta -
¡Xellos...!
Pero el demonio ya había desaparecido. El lugar donde él antes estaba, ahora sólo lo ocupaba el viento que movía las hojas de los árboles.
* * *
-¡¿Qué has hecho quéeee?! - exclamó Amelia, sin poder creer lo que
acababa de oír por boca de su padre -.
-Pues lo que has oído: Te he comprometido con el Príncipe Darío de
Ralteague. - repitió Phil - ¿Qué te parece?
-¡¡PUES ME PARECE HORRIBLE!! - gritó Amelia histérica, para luego
decir exasperada - ¡¿Porqué me has hecho esto?!
-Compréndelo, hija - intentó Phil razonar con ella - Hace tiempo que
necesitábamos una alianza con el reino de Ralteague y una boda entre
los dos herederos es la alianza perfecta...
¡Claro! Y a mí y a mis sentimientos que les zurzan ¿no?, pensó la princesa y a continuación dijo:
-Papá no puedo casarme con el Príncipe Darío.
-¿Porqué? - preguntó Phil - ¿Acaso no te gusta?
-Hombre... - meditó Amelia - La verdad es que feo no es, más bien al
contrario...
-Entonces no hay más que hablar. - le interrumpió su padre -.
-¡Pero es que a duras penas le conozco! - insistió ella -.
-¡Bobadas! Ya os iréis conociendo cuando estéis casados... - se
mantuvo él -.
-¿Y si después resulta que no me gusta? ¡Papá no es una boda justa y
lo sabes! - protestó ella al borde de las lágrimas - ¡De hecho, tú
mismo te casaste con mamá por amor y no por conveniencia!
Amelia sabía que no debía haber nombrado a su madre, que desde su muerte aquello era un tema tabú, pero no le había quedado más remedio. Philionel bajó la cabeza, atormentado por el recuerdo de su ya hace tiempo fallecida esposa. Su mirada, casi siempre alegre y vitalista, se oscureció y su voz se tornó seria y firme cuando le respondió a su hija:
-Sí, Amelia, es cierto, me casé con tu madre porque la quería. Y
precisamente por esa razón, sufrí mucho cuando la perdí. Y no quiero
que eso mismo te pase a ti, hija mía.
-Papá, comprendo tus razones... - dijo Amelia - Pero tú también debes
comprender las mías...
-¡Basta! ¡No hay discusión que valga! - sentenció Phil - ¡Se hará lo
que yo diga y punto! ¡Y no quiero seguir hablando del asunto!
Diciendo esto, Philionel dio la espalda a su hija y la dejó sola. La princesa no pudo aguantar las lágrimas. Si ya antes era difícil estar con el hombre al que amaba, ahora las posibilidades eran remotas, por no decir nulas. Y lo peor de todo es que no podía hacer nada; su posición de princesa de Sailon la tenía atada de pies y manos.
Lo que no sabía la princesa era que en ese momento una oscura sombra se alimentaba de la pesadumbre y la tristeza que había en su joven corazón, mientras la observaba a una distancia prudencial.
-Supongo que esto significa que debo darme prisa en llevar a cabo el
plan... - dijo y tras estas palabras desapareció -.
* * *
-¡¿Porqué, porqué, porqué?! - se preguntaba el misterioso hombre
embozado, mientras descargaba su ira pegando puñetazos a la pared -
¿Porqué ella de entre todas las personas de este mundo? ¡¿PORQUÉ?!
La escena del príncipe Darío bailando con la princesa Amelia lo había destrozado. Aquel principito de tres al cuarto le había arrebatado a la persona que más quería en ese mundo, ante sus propias narices. Y todo por su culpa; ¿Porqué diablos no se había atrevido a venir a Sailon hasta ahora? De haberlo hecho, ese pisaverde no se habría interpuesto nunca. Pero ahora... ya era tarde. La princesa había elegido y no precisamente a él.
-¡MIERDA! - exclamó dándole tal puñetazo a la pared que dejó un enorme
agujero en ésta -.
Impotente se miró las manos cubiertas por mitones, que no llegaban a ocultar del todo los fragmentos de roca que había incrustados en ellas, al igual que en el resto de su cuerpo.
Aunque hubiera venido antes ¿de qué me habría servido?, pensó mientras suspiraba apesadumbrado. Sigo siendo sólo un. un monstruo. Ella merece a alguien mejor, no a alguien que se tenga que ocultar siempre de la mirada de los demás bajo una máscara.
-¡Hombre, Zelgadis! - dijo una voz cantarina a sus espaldas, pegándole
un susto de muerte - ¡Cuánto tiempo sin verte!
-¡Xellos! - exclamó Zel, girándose y descubriendo al fin su rostro
para poder insultarle mejor - ¡Cagüen el demonio que te creó! ¡No
vuelvas a pegarme esos sustos!
-Bueno, vale, no te pongas tan nervioso. - le tranquilizó el demonio
-.
-¡¡NO ME PONGO NERVIOSO!! ¡¡ERES TÚ EL QUE ME PONE NERVIOSO!! - la
cabeza de Zel aumentó 10 veces su tamaño original y le pegó tal grito
a Xellos que dejó su pelo púrpura completamente despeinado -.
-Vaya, vaya, yo que venía esta vez en son de paz... - dijo Xellos
mientras sacaba un peine de su bolsa con el que recomponer su
desordenada melena -.
-¿En son de paz? - dijo el quimera escéptico - ¡Eso no te lo crees ni
tú!
-Pues sí, porque yo sé algo que tú no sabes... - dijo el demonio
haciéndose el interesante -.
-Bah. - dijo Zel dándose la vuelta desinteresado - Al contrario que a
los demás, tus secretos no me interesan lo más mínimo.
-¿Ni siquiera si tienen que ver con cierta princesita de ojos azules
que tú y yo conocemos? - preguntó el demonio picarón, guiñando un ojo
-.
-No hace falta que lo digas. Seguramente - dijo Zel en tono
despreciativo - ya ha decidido casarse con ese principito tan lindo...
-No por su propia voluntad.
-... de ojos ver... ¿UH? ¿Qué has dicho?
-Oh, ¿qué más da? A ti no te interesan mis secretos...
Pero Zelgadis no estaba para bromitas ni secretismos. Agarró al demonio por la camisa y lo zarandeó, despeinándolo de nuevo, mientras le exigía:
-¡O ME DICES LO QUE SABES O TE LANZO TAL RA-TILT QUE TE ENVIARÉ DE
VUELTA AL MAR DEL CAOS EN MENOS TIEMPO DEL QUE TARDES EN DECIR "ES UN
SECRETO"!
Sonriendo nervioso al tiempo que una gran gota de sudor emanaba de su frente, Xellos decidió hacerle caso, antes de que su pobre pelo sufriese mucho más.
-Vale, no te pongas así... Te lo diré si me sueltas....
Zel soltó al demonio, no sin dejar de mirarle con desconfianza. Cuando éste se hubo sacudido las ropas y peinado de nuevo su pelo, empezó.
-Decía que sí, en efecto, Amelia va a casarse con el príncipe Darío,
pero no por voluntad propia; Phil y la reina Rumilda de Ralteague
pretenden usar este matrimonio de conveniencia para establecer una
alianza entre los dos reinos.
-¿Me estás diciendo que Phil va a obligarla a casarse con ese
pisaverde? - preguntó Zel con cara de no creérselo -.
-¡Exacto! - confirmó Xellos sonriendo -.
Zelgadis meditó unos instantes. Un matrimonio de conveniencia no era propio de Philionel de Sailon, quien había tomado por esposa a una plebeya, enfrentándose a las convecciones sociales únicamente porque la amaba. Por otro lado, Phil era capaz de defender la paz a toda costa. Y si la gobernadora de Ralteague le había amenazado con entrar en guerra si no accedía a ese matrimonio, era probable que el pacífico rey de Sailon antepusiera la paz a los intereses de su hija... Y la pobre Amelia en medio de todo ese guirigay sin poder hacer nada para evitar su matrimonio con el pisaverde...
-Bueno, chico de piedra os dejo. - dijo de repente Xellos levitando en
el aire - Seguro que tenéis muchas cosas de que hablar...
-¿Cómo que "os dejo"? - preguntó Zel extrañado - ¡Xellos si sólo
estamos tú, yo y nadie má...!
El hombre quimera calló de pronto al girarse y descubrir a la propia princesa Amelia, de pie frente a sí, con cara de sorprendida y los ojos todavía brillantes por las lágrimas derramadas.
* * *
Princesa y quimera se quedaron mirándose frente a frente durante largo rato, sin saber qué decir. Finalmente Amelia logró decir:
-Zelgadis, eres tú... eres tú de verdad.ha pasado tanto tiempo...
-Sí, mucho.... - afirmó Zelgadis con un tono de pesadumbre en la voz -
Me alegra veros de nuevo, princesa...
Amelia entonces, llorando de pura felicidad, se lanzó en brazos de Zelgadis y lo abrazó fuertemente, como si temiera perderlo de nuevo.
-¡¿A...Amelia?! - exclamó Zel entre sorprendido y falto de aliento -.
-¡Zel...! - dijo la princesa entre sollozos - ¡Es horrible! ¡Quieren
casarme con el príncipe Darío...!
-Lo sé.
-¿Lo sabes? - preguntó Amelia sorprendida -.
-Xellos me lo contó todo. - explicó él -.
-Zel...yo...lo siento mucho...
-¿El qué sientes?
-Pues eso: siento que me vaya a casar con Darío.
-Pero mujer..... ¿porqué habrías de sentirlo?
-¿Es que a ti no te importa?
Zelgadis calló. Su mirada se tornó triste, apagada, mucho más seria de lo que acostumbraba a ser. Agachó la cabeza, como avergonzado, antes de decir:
-Mira Amelia, es por tu bien, tienes que entenderlo.... Además, quizás
el tal Darío no sea tan malo, le gustas y yo creo que podría llegar a
gustarte a ti también....
-¿Tú también piensas como mi padre? - dijo Amelia apartándose de él
violentamente - ¡Por el amor de Ceipheid, Zelgadis! ¡Si la gente
hiciera las cosas realmente por mi bien, dejarían que por lo menos yo
pudiera elegir! Y yo no quiero casarme con Darío, él no me gusta. En
cambio tú me.... - balbució poniéndose colorada - ....me gustas mucho,
Zelgadis.
Zel se sorprendió ante esa declaración. Lo había oído claramente y sin embargo no podía creerlo: ¡Ella también lo amaba! Sintió ganas de abrazarla, de decirle lo mucho que la quería....
.... Pero se contuvo. Eso no estaba bien, no podría ser, ella merecía a alguien mejor.
-Amelia yo.... - dijo dándole la espalda - .....Tú no puedes, no debes
amarme.
-¿Porqué no? - preguntó ella -.
-¿Es que no lo ves? - dijo él mirándose las manos - Sólo soy un
monstruo, una criatura fea y horrible que no te merece....
Amelia lo miró con lágrimas en los ojos e infinita ternura. Lentamente se acercó a él y, sin que lo advirtiera, le cogió por la cintura y lo apretó contra sí.
-No es cierto, Zel. - le dijo - Tú no eres un monstruo.
-Amelia... - intentó contradecirla él -.
-¡No, Zel, ahora escúchame! - le exigió la princesa, obligándole a que
se diera la vuelta y la mirase a los ojos - Yo no sé cómo eras siendo
humano. Sólo conozco al Zelgadis quimera, solitario y vacío pero de
sentimientos y corazón noble, que ahora mismo veo ante mí. Y me gustas
tal y como eres. Además - añadió sonrojándose - te infravaloras
demasiado, Zel. Yo te encuentro muy guapo...
Zelgadis le sonrió agradecido y alzó una mano a su mejilla para acariciársela. Amelia, aunque al principio se sorprendió, pronto acarició la mano de Zel con la suya propia, sintiendo ese áspero pero dulce y agradable contacto en su piel. Y entonces se alzó sobre las puntas de los pies para alcanzar su cara y juntar sus labios a los de él. Zel, lejos de negarse, devolvió el beso y la abrazó fuertemente, mientras el viento suave de primavera mecía los pétalos caídos de los cerezos.
* * *
La banda nuevamente dejó de tocar. Reena que había estado bailando con Gaudy todo lo que la banda tocaba sin descanso, se desplomó agotada en una silla cercana.
-¿Estás bien, Reena? - preguntó su marido, quien no parecía haberse
agotado lo más mínimo -.
-Sí, estoy bien. - le tranquilizó ella y añadió en tono medio
sarcástico - Sólo que los pies me están matando, eso es todo...
-¿Ah, sí? - preguntó Gaudy extrañado - Vaya, no sabía que los pies
pudieran ser tan peligrosos, tendré más cuidado con los míos a partir
de ahora...
-Ay, pero qué simple eres a veces, Gaudy... - suspiró Reena a la par
que una gota de sudor resbalaba por su frente - Es una frase hecha, en
realidad lo que quería decir es que estoy cansada, nada más.
-Ah, ya comprendo. - dijo Gaudy, a pesar de que en realidad sólo se
había enterado de la mitad, y preguntó a continuación: - ¿Quieres que
te traiga algo?
-Hum... Bueno, ya que estás... - dijo Reena con una sonrisa en los
labios - ¿Podrías ver si ha quedado algo del banquete? Es que me está
entrando el gorigori...
-Em... Bueno, iré a ver. - accedió Gaudy mientras una gotita de sudor
aparecía en su frente - Tú espérame aquí ¿vale? ¡Nos vemos luego!
Gaudy desapareció entre la multitud de gente. Reena se quedó sola, sentada en la silla y contemplando a las parejas que todavía bailaban al son de la música, no sin sentir cierta envidia por las damas que aguantaban bailando desde hacía horas con esos zapatos de tacón que a Reena le resultaban extremadamente molestos.
-¡Amelia! ¡¡Ameeeliaaaa!
La voz del príncipe Philionel llamando a su hija hizo que Reena, picada por la curiosidad, se levantara de la silla y fuera hacia donde estaba el gobernador de Sailon, con la angustia y la preocupación pintadas en su rostro.
-¡Eh, Phil! ¿Qué ocurre?
-¡Ah, Reena! - exclamó Phil al verla - A lo mejor tú puedes ayudarme.
¿Has visto a mi hija por aquí?
-Pues... - Reena meditó por unos instantes - Hablé con ella antes de
que empezara el baile y después no la he visto más...
-Es decir que tampoco tú sabes dónde está ¿no? - Reena negó con la
cabeza - ¡Es terrible! ¡El príncipe Darío y yo llevamos buscándola
desde hace horas!
-¿El...príncipe Darío? - preguntó Reena extrañada -.
-Pues sí, el príncipe Darío, su futuro marido.... - al ver la cara de
estupor y de "ahora sí que no entiendo nada" que puso Reena (mucho más
propia de Gaudy que de ella) Phil tuvo que explicarse - Es que....
verás: la reina de Ralteague y yo teníamos previsto establecer una
alianza, pero sólo firmará el tratado si su hijo se casa con Amelia.
Tengo que encontrarla, o si no es capaz de declararme la guerra... -
dicho esto se alejó de nuevo entre la multitud gritando el nombre de
su hija - ¡¡¡Ameeeliaaaaa!!!
Reena quedó unos minutos desconcertada, en medio de la gente, intentando que su mente digiriera la nueva información que acababa de obtener. ¿Phil obligando a su hija a casarse sólo para firmar un tratado? ¿Y además con un completo desconocido? Aquello no podía ser verdad... Pobre Amelia... Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó una respiración jadeante a sus espaldas; era Gaudy.
-Reena, te había dicho que me esperaras allí. - le reprendió él - No
he podido encontrar nada del banquete, pero si te apetece un helado...
- añadió alargándole uno de los dos helados de nata y chocolate que
traía. Cuando vio que su esposa permanecía impasible, le preguntó: -
Reena ¿te pasa algo?
Reena suspiró levemente y al tiempo que cogía el helado que le ofrecía Gaudy, le dijo:
-Será mejor que te lo explique poco a poco.....
* * *
Cuando Zel y Amelia separaron sus labios, se miraron largo rato a los ojos, felices aunque también tristes, porque sabían que su situación no podría durar, porque sabían que en cuanto Amelia se casara no volverían a verse jamás.
-Oh, Zel... - dijo Amelia entristecida - Ojalá hubiera alguna forma de
evitar ese matrimonio de conveniencia...
-La hay. - dijo Zelgadis - Pero.....no, Amelia, es arriesgado,
demasiado...
-¿El qué? - preguntó ella ansiosa - Dímelo, Zel. Si hay alguna
posibilidad de que estemos juntos, por pequeña que sea, la
aprovecharé.
Zelgadis calló, dubitativo. Pero al ver los ojos de Amelia, llenos de esperanza, finalmente dijo:
-Podrías... huir conmigo. Es algo muy arriesgado, ya lo he dicho
antes. Además después de esto no podrás volver a ver a tu padre, nos
declararían a los dos proscritos o traidores, viviríamos en la más
absoluta de las miserias, viajando errantes por el mundo, sin un lugar
adonde ir... pero al menos estaríamos juntos. Por el contrario -
añadió señalando el castillo de Sailon que se alzaba, imponente, en el
mismo centro de la ciudad - puedes aceptar el matrimonio que te
ofrecen. Te casarías con alguien a quien no quieres realmente, pero
nunca te faltaría de nada y podrías quedarte en tu reino para
siempre... La decisión es tuya, Amelia. Yo no quiero hacer nada que tú
no quieras hacer o que pueda perjudicarte...
Amelia siguió mirando con ojos enamorados a Zelgadis. Ni un atisbo de duda asomaba por éstos cuando respondió:
-Huiré contigo. No me importa lo difícil que sea el camino, yo sólo
quiero estar a tu lado...
Zel sonrió complacido y besó a Amelia en la cabeza con cariño.
-Bien - dijo - Ahora necesitaremos un transporte... y un plan.
-El plan te lo dejo a ti. - respondió Amelia - En cuanto al
transporte, iremos a las caballerizas. Mi yegua es la más rápida del
reino...
-¡Exagerada! - dijo Zelgadis sonriendo -.
-¿Acaso dudas de la palabra de una princesa? - bromeó Amelia
haciéndose la ofendida -.
Mientras los enamorados iban hacia las caballerizas intentando evitar a la guardia real, una sombra oscura les observaba de lejos...
... No, no se trataba de Xellos, sino de otra persona.
En concreto era una mujer de pelo negro azabache muy largo, ojos azules, tez pálida y cuerpo escultural, que por cierto no se molestaba en ocultar; iba ataviada tan sólo con un tanga y sostén negros (que sostenía unos pechos que podrían poner verde de envidia a Reena o incluso a su hermana Luna), una capa también negra con el reverso rojo granate, guantes y botas igualmente negros y unas hombreras de las que sobresalían púas afiladas. En su cuello, además, llevaba un collar hecho con la calavera de un animal pequeño y cuentas de colores.
Cuando la princesa Amelia y Zelgadis hubieron desaparecido de la vista, la mujer misteriosa emitió una carcajada; una carcajada que habría puesto a cualquiera los pelos de punta, no ya sólo por el elevado volumen sino por lo ridícula que era.
-Parece que muy pronto otro miembro de la realeza abandonará Sailon...
- se dijo a sí misma -.
-¿Has oído eso? - dijo una voz de pronto -.
-¡Sí, creo que viene de allí! - respondió otra voz -.
Las voces, según la mujer pudo constatar, pertenecían a dos miembros de la guardia real. Rápidamente bajó del árbol en el que se había escondido y con la misma habilidad trepó el elevado muro que rodeaba el jardín, aislándolo del resto de la ciudad.
-¡Ahí está! - gritó uno de los guardias al ver a la mujer, que ya casi
había saltado el muro -.
La mujer, alarmada por la presencia de los guardias, se intentó descolgar hacia la calle, pero con las prisas y los nervios resbaló y se metió una leche.. En fin, que mis torpes palabras no podrían describir el daño que se hizo la pobre mujer en la caída. Y a pesar de ello, se levantó rápidamente del suelo y huyó calle abajo, mientras gritaba a los guardias:
-¡Jamás me atraparéis! ¡¡Jamás!!
Y tras estas palabras volvió a emitir la misma risa heladora a la par que ridícula de antes.
* * *
-¿Tienes frío, Reena? - preguntó Gaudy preocupado al ver que su mujer
se frotaba los brazos con las manos -.
-No, no es eso, Gaudy, es que he sentido un escalofrío.
-¿Porqué?
-Me ha parecido oír una risa familiar, eso es todo... Bueno - dijo la
hechicera cambiando de tema - no perdamos más el tiempo. Sigamos
buscando.
Caminaron entre la multitud durante un largo rato, hasta que Gaudy paró a su esposa y le preguntó:
-Oye, Reena... ¿Me puedes decir qué buscamos exactamente?
-Gaudy ¿es que no me estabas escuchando? - le dijo la hechicera y
luego recordó: - Claro, olvidaba que tienes la memoria de un pez...
Tenemos que encontrar a Amelia antes que su padre. Seguramente ha
huido después de lo que le dijo...
-¿Y qué le dijo?
-¡Pues qué va a ser, cerebro de medusa! Claro, tampoco te acuerdas..
Phil pretende casar a Amelia con el príncipe Darío de Ralteague, para
que su madre firme una alianza con Sailon y así evitar que le declare
la guerra. ¿Lo entiendes?
-¿Con Darío de Ralteague? ¿Pero no se iba a casar con Zelgadis?
-¿Con... Zelgadis? - preguntó Reena sorprendida -.
-Sí claro. -soltó Gaudy, como si aquello fuera evidente - Se gustan.
¿O es que no te has dado cuenta?
Reena miró a Gaudy con los ojos como platos. A veces le sorprendía la capacidad de Gaudy de percibir ciertas cosas que los demás a menudo pasaban por alto, como cuando dijo que había sabido desde el principio, por "puro instinto animal", que Xellos era en realidad un demonio.
-Pues... - dijo ella - La verdad es que nunca me había parado a
pensarlo.
-Pues yo te digo que están enamorados. - insistió Gaudy - Igual que
Filia y Xellos...
-¡Anda ya! - Reena sería capaz de creerse lo de Amelia y Zel, pero lo
de Filia y Xellos... era sencillamente imposible - ¡Si siempre se
están peleando!
-Ya. Y nosotros dos también nos peleamos, sobre todo por la comida.
Además tú siempre me estabas pegando... ¡Y míranos ahora! ¡Recién
casados! Ya verás como el tiempo me da la razón, Reena...
-Sí, bueno.. Ah, mira, hablando de la reina de Roma... - dijo Reena al
ver de repente a Filia en medio de la gente con Val en brazos -
¡Filia! ¡Yuuuhuu!
Filia giró su cabeza al oír que alguien la llamaba.
-¡Reena! - exclamó al ver a la hechicera - ¿Dónde has estado?
-Buscando a Amelia por ahí. - respondió Reena - ¿La has visto?
-No. - negó la dragona - Y tampoco sé dónde puede estar.
-¡Yo sí! - dijo de pronto una voz cantarina a sus espaldas -.
-¡Maldita sea, Xellos! - le gritó Reena - ¡No pegues esos sustos! ¿Y
qué es eso de que tú sí?
-Pues eso: que yo sí sé dónde está Amelia. - repitió el demonio - O
mejor dicho, dónde estaba la última vez que les vi...
-¿"Les vi"? - preguntó Filia - ¿A quiénes te refieres?
-A Zel y a Amelia, por supuesto. - dijo Xellos - Y por cierto que
estaban muy acaramelados los dos... - añadió con picardía -.
-¿Ves lo que te decía? - le dijo Gaudy a Reena pegándole un codazo -
¡Ay! ¡Reena mira que eres burra! ¿Porqué me has pegado? - se quejó
tras recibir una colleja por parte de su ahora esposa -.
-¿Y tú les estabas espiando? - le dijo Filia a Xellos enojada -.
-No exactamente. Digamos que... he ayudado a que se juntaran... -
respondió el demonio -.
-Sí, ya. - dijo la dragona con sarcasmo - Como si un demonio pudiera
hacer una obra de buen samaritano...
-Vaya, vaya, así que a pesar de que te ayudé a dormir a Val todavía
desconfías de mí.... - dijo Xellos no sin cierta ironía en el tono de
voz -.
-Oye, un momento... - dijo entonces Reena mirando a Filia con
desconfianza - Esto es nuevo. ¿Qué es eso de que Xellos te ayudó a
dormir a Val? ¿Y tú que hacías con Xellos?
-Pues...yo... - Filia se sonrojó avergonzada y luego miró a Xellos de
reojo con odio contenido - No.. no es nada importante....
-¿Lo ves? - le dijo Gaudy a Reena de nuevo, haciéndole un guiño de
complicidad - ¿Ves cómo ellos dos también...? ¡Ay! ¡Para, Reena! - se
quejó cuando ésta apretó sus puños contra sus sienes - ¡Que me haces
daño!
-Y a propósito: ¿Dónde están Zel y Amelia ahora? - le preguntó Filia a
Xellos cambiando de tema -.
Xellos iba a responder con su clásico "Es un secreto", cuando fue interrumpido por el relincho de un caballo y el sonido de sus cascos al galope. Cuando los cuatro giraron sus respectivas cabezas, vieron a un caballo blanco, montado por un misterioso hombre que ocultaba su rostro tras un embozo y que cogía las riendas del caballo con una mano mientras que con la otra sujetaba a una jovencita, que Reena reconoció como la princesa Amelia.
Y detrás de ellos, un séquito de soldados de la guardia real les pisaba los talones.
-¡Apártense todos! - avisó el hombre embozado a la gente que estaba en
medio de su camino -.
Muchos de los invitados, asustados, se apartaron rápidamente de su camino, algunos en el último segundo. Reena, aunque estaba también en la trayectoria del caballo, no se movió; se había quedado paralizada al reconocer en la voz del hombre embozado la de su amigo Zelgadis.
-¡¡Reena, cuidado!!
Diciendo esto, Gaudy cogió a su esposa en brazos y se tiró al suelo, cubriéndola con su cuerpo, justo en el momento en que el caballo saltaba por encima de ellos. Otro tanto cupo decir de Filia y Valteria, quienes fueron salvados en el último segundo por Xellos, cuando los llevó consigo al plano astral. El caballo siguió corriendo al galope sin detenerse.
-¿Estás bien, Reena? - le preguntó Gaudy preocupado mirándola a los
ojos -.
-S.....Sí, estoy bien... - respondió Reena poniéndose colorada - Oye,
Gaudy ¿no deberías quitarte de encima?
-¿Y si viene otra vez? - preguntó Gaudy, dándola a entender que no
pensaba quitarse -.
-Es que... nos está mirando todo el mundo... - le explicó ella
poniéndose más colorada todavía -.
-¿Y qué? Ya estamos casados... - respondió él simplemente -.
Y tras estas palabras la besó.
Mientras tanto, Xellos había vuelto a materializarse en el plano físico, cogiendo a Filia en brazos, quien a su vez sostenía a Valteria.
-Ya es la segunda vez que te salvo, labios de lagartija. - dijo Xellos
dirigiéndose a Filia - Como sigas así, voy a tener que empezar a
cobrarte por hacerte de guardaespaldas...
-¡¡Espera!! - le gritó Filia sabiendo lo que iba a hacer a
continuación - ¡Ni se te ocurra soltarme como la última vez, que llevo
un niño en brazos!
Xellos, obediente, dejó las piernas de Filia lentamente en el suelo, permitiendo que luego ella se pusiera de pie.
-En fin, ahora sí que tengo que marcharme. - tras estas palabras, le
dio un beso en la mejilla y se despidió - ¡Hasta que nos volvamos a
ver!
Antes de que Filia pudiera protestar por el beso, Xellos ya había desaparecido.
* * *
Zelgadis frenó a la yegua a pocos metros de las puertas de la ciudad de Sailon, antes de que ésta se desbocase. Miró a todos lados para constatar que nadie les seguía.
-¿Y ahora qué? - preguntó Amelia - ¿Cuál es el plan?
-Atravesar las puertas de la ciudad antes de que puedan detenernos y
salir pitando. - respondió Zelgadis simplemente -.
-¿Ese es tu plan? Pues bien podría haberlo pensado yo... - dijo Amelia
escéptica -.
-Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. - replicó
Zel, al tiempo que espoleaba a la yegua, iniciando de nuevo la carrera
-.
La yegua pegó un relincho y corrió como alma que lleva al diablo hacia las puertas. Entre tanto, Philionel de Sailon y Rumilda de Ralteague contemplaban atónitos la escena.
-¿A qué espera? ¡Haga que cierren las puertas! - exigió la reina de
Ralteague - ¡No puede dejar que ella escape!
Philionel obedeció. Inspirando todo el aire que pudo, ordenó a voz de grito:
-¡CERRAD LAS PUERTAS! ¡LEVANTAD EL PUENTE LEVADIZO!
El guardia, que hasta entonces había permanecido en un profundo sueño, se espabiló al oír la enérgica y atronadora voz de su majestad. Rápidamente, accionó el sistema de engranajes que permitía bajar y subir la verja de la puerta. Otro tanto hizo con el que levantaba en puente levadizo.
Zelgadis, viendo que no les quedaba tiempo, espoleó de nuevo a la yegua para que corriera más deprisa. Si no cogían velocidad pronto, jamás saldrían de allí.
-¡Corre, Justicia, corre! - gritó Amelia animando a su yegua -.
-Ya podrías haber escogido otro nombre para la yegua ¿no? - dijo Zel
en tono de sarcasmo -.
-¿Porqué? - preguntó Amelia tan inocente como siempre - A mí me parece
un nombre bonito.....
-Ya hablaremos de eso luego..... ¡Jiiaaa, Justicia! - gritó Zel
espoleando a la yegua una vez más -.
La yegua apretó el paso. La verja descendía rápidamente. Estaban ya muy cerca. Sólo unos metros más. Faltaba poco..... Zel agachó la cabeza y protegió a Amelia con su cuerpo. Consiguieron pasar cuando la verja estaba a punto de rozarles. Y en ese momento llegaron los guardias jadeando detrás de ellos, así como numerosos invitados curiosos, entre los que se encontraban Reena y Gaudy.
-¡Han pasado la verja! - exclamó Gaudy -.
-¡Sí, pero aún les falta el puente! - dijo Reena al tiempo que
pensaba: Vamos Zel... Amelia...podéis hacerlo chicos, ánimo os falta
muy poco...
La yegua seguía corriendo, sin detenerse, hacia el puente levadizo que se alzaba a una velocidad aún mayor que a la que descendía la verja. A medida que el ángulo entre el puente y el suelo se hacía más pronunciado, a la yegua le costaba más mantener el ritmo. Dos veces estuvo a punto de detenerse. Zel volvió a espolearla alentándola a seguir hasta que llegaron al borde del puente.
-¡Salta, Justicia! ¡Ahora! - le ordenó Amelia -.
La yegua obedeció.
La respiración de todos se cortó en el momento en que la yegua y sus jinetes volaban por el aire.
Todo pasó muy deprisa y a la vez muy lentamente.
Parecía que ese salto sería insuficiente para que llegaran a tierra firme. Pero entonces Zelgadis conjuró un Raywing. La burbuja les envolvió y les hizo flotar en el aire, hasta que lograron aterrizar, sanos y salvos, en el suelo.
Reena y Gaudy, que lo habían estado viendo todo con el corazón en vilo, suspiraron a la vez, aliviados.
Y aún habiendo logrado salvar el último obstáculo que les separaba de su ansiada libertad, Zelgadis y Amelia no dejaron que la yegua se parara y huyeron al galope, alejándose por el camino hasta desaparecer en la distancia.
Rumilda de Ralteague estaba roja de ira.
-¡Usted! - chilló señalando acusadoramente a Philionel - ¡Es culpa
suya! ¡Por culpa de su incompetencia, la prometida de mi hijo a
escapado! - al no recibir respuesta, ni siquiera una réplica o una
disculpa, por parte del gobernante de Sailon, se dio la vuelta
indignada mientras bramaba: - ¡Esto es un ultraje! ¡Sabrá de mí de
aquí a unos meses, cuando mis ejércitos lleguen a los límites de su
reino de pacotilla para aplastarle!
Philionel de Sailon permaneció mudo, quieto, mirando fijamente la puerta que su hija había atravesado hacía escasos minutos para no volver. Ni las rabietas y amenazas de invasión de la gobernadora de Ralteague le importaban lo más mínimo en estos momentos. Amelia, su pequeña, la niña de sus ojos, le había abandonado...
Exactamente igual que su hermana Gracia hará unos años.
Y todo por su culpa, por haber estado tan ciego, por confiar estúpidamente que su hija aceptaría el matrimonio sin revelarse, por haber antepuesto la salvaguarda de su reino a los sentimientos de su hija.
-Amelia... - murmuró al tiempo que una lágrima resbalaba por su
mejilla -.
Abajo, Reena y Gaudy contemplaban la lejanía del camino, él posando una mano sobre su hombro y acercándola hacia sí, ella recostando la cabeza y su mano derecha sobre su pecho mientras con la izquierda rodeaba la cintura de su esposo, sonriendo los dos y con la alegría en el corazón.
-¿En qué piensas? - preguntó Gaudy mientras apoyaba su mentón en la
cabeza de ella y al mismo tiempo la rodeaba con sus brazos -.
-En que tenías razón. - respondió Reena - Y que espero que sean
felices.
-¿Tanto como nosotros dos? - le preguntó el rubio espadachín,
encarándose con ella -.
-Tanto como nosotros dos - afirmó la hechicera al tiempo que se alzaba
para unir sus labios con los de él en un tierno beso -.
Mientras tanto, ya a las afueras de Sailon, la yegua de Amelia llevaba a sus dos jinetes, a paso cansino, a través del camino que les llevaría a lo desconocido, a un futuro incierto no exento de dificultades, tanto para una como para el otro.
Pero de momento el futuro no les importaba. Sólo querían vivir el presente.
Y si lo vivían los dos juntos, mejor.
Zelgadis alzó con su mano la barbilla de Amelia, que se había quedado adormilada en sus brazos. Ésta despertó y le sonrió tiernamente. Acercaron lentamente sus caras para fundirse en un beso, mientras frente a ellos el sol empezaba a ocultarse tras las colinas.
* * *
Apenas unas horas después, cuando los últimos rayos del sol iluminaban una tierra habitada por humanos, dragones y demonios en dispares proporciones, llegó el momento en el que los recién casados debían partir.
La carroza que Philionel les había facilitado ya estaba lista para el viaje. El lacayo abrió la puerta. Gaudy ayudó a Reena a entrar, después la siguió al interior del vehículo y el lacayo cerró la puerta.
-¿Vendréis a Zefilia pronto? - preguntó Luna - Os recuerdo que vuestro
nidito de amor ya está terminado desde hace semanas...
-¡Pues claro! - asintió Reena asomando la cabeza por la ventana - Pero
primero vamos a tomarnos unas pequeñas vacaciones.
-¡Sí! - corroboró Gaudy - ¡Recorreremos el mundo visitando los mejores
restaurantes y posadas!
-¡Y machacando bandidos por el camino! - añadió Reena entusiasmada -
¡Será una luna de miel perfecta!
Todos los invitados y especialmente aquellos que conocían bien a la pareja sudaron la gota gorda (en el sentido más específico de la palabra) Quizás fueran una pareja perfecta, además de ser los salvadores del mundo por excelencia, pero no se podría decir que tuvieran un gran derroche de imaginación a la hora de pensar en el futuro; lo único que les importaba era comer, machacar bandidos y de paso (al menos en el caso de Reena) enriquecerse a costa de ellos, mediante el robo de sus botines.
El cochero hizo chasquear el látigo y los cuatro caballos blancos que tiraban de la carroza se pusieron en marcha. A medida que atravesaban las puertas del reino de Sailon, los recién casados se despidieron con la mano, mientras los presentes les deseaban toda la suerte del mundo en su recién estrenado matrimonio.
El único que no se despidió fue el anfitrión, Philionel de Sailon, que desde la huida de su hija había permanecido encerrado en su alcoba, meditando en silencio.
* * *
-Gracias, cochero, puedes irte.
-¿Está segura, Srta. Invers? - preguntó el cochero - Puedo acercarles
a Greenytown, que está más cerca de Zefilia...
-No, gracias - rechazó la hechicera - Además seguro que le están
esperando, si no se marcha ahora no llegará nunca a Sailon.
-Como quieran. - accedió el cochero y tras poner de nuevo en marcha a
los caballos añadió: - Ah, y enhorabuena.
-Muchas gracias. ¡Adiós, buen viaje! - se despidió ella -.
Cuando ya había caído la noche, consiguieron llegar a un pequeño hostal a 10 Km. de Sailon. Reena pensó que ese era un bonito lugar para hospedarse. Así, después de que el cochero les ayudase a bajar las maletas, habían decidido pasar la noche allí para a la mañana siguiente iniciar su viaje por las mejores posadas y los mejores restaurantes del mundo.
El dueño les dio las llaves de una bonita habitación en el piso superior y, mientras los criados subían sus maletas, la pareja cenó abundantemente, para sorpresa y desesperación del cocinero. (por culpa de su glotonería la despensa estaba casi vacía)
Ya saciados subieron a su habitación para descansar. Tal y como dictaba la tradición (y esto era una de las cosas en las que coincidía con la tradición de nuestro mundo) Gaudy pasó a Reena en brazos a través del umbral.
-¡Mpf! ¡Jolín, Reena! - se quejó Gaudy - No engordarás después de las
comidas pero... ¡Lo que pesas cuando acabas de comer!
-¡Tú cuidadín con lo que dices, que te la ganas! - le amenazó Reena -
Venga, que ya falta poco...
Gaudy atravesó el umbral y cerró la puerta con un pie. Después, haciendo un último esfuerzo, se dirigió al dormitorio y dejó caer a Reena sobre la cama.
-¡Uf! ¡Al fin! - suspiró aliviado y añadió, dirigiéndose a su mujer: -
Voy un momento al baño a cambiarme de ropa y a lavarme la cara. ¡Estoy
sudando como un pollo relleno en el horno!
-Vale, yo te espero aquí. - accedió ella -.
Gaudy fue hasta el baño, se quitó la chaqueta y la pajarita y empezó a lavarse la cara con el agua de la palangana, mientras en el dormitorio Reena se empezaba a despojar de su vestido de novia, empezando por los guantes de seda que cubrían sus brazos.
-¿Sabes una cosa, Reena? - dijo de repente Gaudy, en voz alta para que
Reena le oyese a través de la puerta cerrada del cuarto de baño -.
-¿El qué? - preguntó Reena desde la habitación -.
-Es que estaba pensando durante la ceremonia - empezó él - que casi
era un milagro que aceptaras casarte conmigo. Fíjate si no me lo
esperaba - rió divertido - que cuando te lo pedí pensé que tu primera
reacción sería lanzarme una bola de fuego, como de costumbre.
-¿Fue por eso por lo que a continuación te cubriste con los brazos y
me suplicaste: "¡Por favor no me pegues!"? - recordó la hechicera
riendo -.
-Sí, exactamente... - asintió Gaudy y añadió a continuación - Y por
eso creo que soy el hombre más afortunado del mundo, porque después de
todo lo que hemos pasado por fin podré estar junto a ti para siempre..
Claro que de todos modos no me habría importado seguir siendo tu
guardaespaldas, pero así es mejor ¿no te parece?
Esta vez no recibió respuesta alguna.
Esperó unos minutos, pero Reena seguía sin decirle nada.
-¿Reena? - preguntó alarmado mientras salía del baño - ¡Reena!
Entonces vio la mano de Reena asomar por la puerta del dormitorio, indicándole que viniera. Gaudy, extrañado, obedeció. Cuando entró, vio a Reena de pie frente a sí, con su hermoso y femenino cuerpo cubierto únicamente por la ropa interior.
-¡¿Ree... Reena?! - balbució Gaudy un poco turbado y poniéndose
colorado -
Pero Reena le calló poniéndole un dedo sobre los labios. A continuación le cogió las manos y lo llevó consigo a la cama.
-No tengas miedo... - le dijo con voz dulce -.
Sin embargo Gaudy no tenía miedo. De algún modo él también esperaba ese momento. Pero no quería hacerle daño a Reena y no sabía cómo actuar. Así que simplemente se dejó llevar por ella, a medida que lo despojaba de la camisa y le besaba el cuello, susurrándole al oído:
-Te quiero mucho, Gaudy.
* * *
Aquella fue la primera noche de amor y pasión de Reena y Gaudy, que no la última. De hecho, aún debería pasar un año antes de que esas noches que compartieron dieran su fruto y Gaudy dejara encinta a Reena.
Continuará.en el Capítulo 1.
~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~? ~?~?~?~?~?~?~?
Nota de Amber: Bueno, bueno, bueno.. he aquí el prólogo de Slayers Continous. Sí, ya sé, un poco demasiado acaramelado, pero no se preocupen que la acción vendrá muy pronto.. Sólo lean el primer capítulo ¿OK?
Por lo demás, ya saben, comentarios, dudas, quejas y cheques en blanco (a ver si cuela ^_^) envíenlas a: almudenmumu@yahoo.es
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