Capítulo 4: La historia de Índiga Mettalium

A duras penas cinco minutos después, cuatro jóvenes estaban reunidos alrededor de una quinta persona, mientras ésta se tomaba tranquilamente una taza de té bajo uno de los chopos cercanos al tramo del río que atravesaba las ruinas de Sailon.

Éstos cuatro jóvenes, de procedencias y personalidades dispares, esperaban pacientemente a que aquel hombre de pelo púrpura terminara su degustación de té para que pudiera comenzar a relatar su historia.

La historia de cómo un demonio pudo concebir una hija con una dragona dorada.

- Lo cierto es - empezó Xellos - que la historia comienza muchos años
atrás, cuando vi a Filia por primera vez. Aunque lo mejor será que
empiece por un momento que nada tiene que ver con nosotros dos, pero
que os ayudará a entenderlo mejor..... Esto ocurrió después de la boda
de tus padres. - dijo dirigiéndose a Mina - Había terminado de
realizar una misión y volví a Wolf Pack Island para informar a mi
señora...

[comienza el flashback]

El sacerdote y general del Ama de las bestias esperaba pacientemente en el pasillo a que su señora le concediese audiencia. Hacía tan sólo un minuto que había vuelto de la boda de Reena y Gaudy y debía informarla sobre las novedades, tal y como ella se lo había ordenado semanas antes.

Las puertas de la gran estancia se abrieron de par en par y una voz femenina, seductora a la par que estremecedora, le invitó a pasar.

- Adelante, mi querido Xellos. - dijo la voz - Te estaba esperando.

Obediente, Xellos atravesó las pesadas puertas de ébano y hierro que guardaban los aposentos de su señora (o su harén, como a ella le gustaba llamarlo), haciendo que sus pasos resonaran a medida que caminaba por el suelo de baldosas de gabro. Con un chirrido estridente, las puertas se cerraron tras de sí automáticamente.

A continuación, se encaminó hacia una cama envuelta en sábanas de seda blanca, cubierto por una cortina igualmente blanca y transparente, que fue descorrida poco a poco por la persona que la ocupaba. Era una mujer alta, de tez morena y pelo rubio platino, casi blanco, ondulado y largo hasta poco más allá de su cintura. Vestía un vestido semi-transparente, a juego con las cortinas blancas de su cama, y calzaba unos zapatos de tacón rojos. Sus tobillos, muñecas y brazos estaban adornados con diversas pulseras y abalorios de oro puro. Sus labios, gruesos, alargados y pintados de carmesí, expulsaban humo de una boquilla por la que fumaba tabaco rubio y que sostenía con elegancia en su mano derecha. Su mirada, penetrante y de ojos rojizos, tan seductora como el resto de su ser, seguía a su sirviente a medida que éste se aproximaba a su lecho.

El sacerdote-general hincó una rodilla en el suelo y se inclinó respetuosamente a su ama, sosteniéndose en su bastón al mismo tiempo. La señora de las bestias se recostó entonces en su cama, al tiempo que alargaba su mano izquierda hacia su subordinado para que se la besase. Los labios de Xellos tocaron ligeramente el dorso de la mano que su señora le tendía y dijo a continuación:

- A vuestros pies, mi señora Zellas.

Zellas Mettalium sonrió satisfecha; nada le gustaba más al Ama de las Bestias que el que la adularan. A continuación se sentó sobre el borde de la cama, dando una calada a su boquilla.

- ¿Y bien, Xellos querido? - preguntó expulsando el humo hacia la
cabeza de su servidor, quien permanecía todavía inclinado en el suelo,
sin atreverse siquiera a toser por el humo del tabaco - ¿Qué novedades
me traes de tu. incursión por el plano físico?
- ¡Oh, ha sido muy interesante! - dijo Xellos al tiempo que levantaba
la cabeza, exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja - Ojalá lo
hubierais visto, os habría divertido tanto como a mí.
- Siéntate y cuéntamelo todo, querido. - pidió Zellas al tiempo que le
hacía sitio junto a ella al borde de la cama -.

Xellos obedeció y procedió a contarle con todo detalle los incidentes de la boda. Cada anécdota hacía que la augusta mujer se partiera el pecho de la risa, para después darle una calada a su boquilla y seguir escuchando a su sacerdote-general con atención.

- Conque la hija menor del soberano de Sailon se ha fugado con una
quimera ¿eh? - dijo volviendo a estallar en carcajadas - Xellos, tus
ideas son cada vez más originales. Ya me estoy imaginando la cara del
Príncipe Philionel...
- Me halagan vuestras adulaciones, mi señora. - agradeció Xellos
sonriente, a la par que volvía a inclinarse respetuosamente -.
- Pero bien sabes - dijo dando una nueva calada y expulsando el humo
en forma de anillos - que no te dejé ir a esa boda sólo para organizar
alguna que otra travesurilla...

La sonrisa desapareció del rostro de Xellos y su semblante se tornó serio. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, se sentía temeroso de la reacción de su señora con respecto a lo que tenía que decirle.

- Lo sé. - afirmó el demonio - Y mucho me temo que debo daros malas
noticias, mi ama. - en este punto, Zellas enarcó una ceja extrañada,
pues rara vez Xellos le fallaba en una misión, pero permitió que éste
continuara: - Lamento deciros que no he podido encontrar rastro alguno
de naturaleza demónica en el pequeño Val...
- ¿Estás seguro, querido? - preguntó Zellas con el semblante serio y
la mirada severa -.
- Bueno... No del todo. - admitió Xellos - Era difícil, por no decir
imposible, hacer tal averiguación sin que su madre se enterara. Me
estaba vigilando, no me quitaba el ojo de encima ni aún cuando
conseguí que me diera al pequeño...

Zellas alzó una mano para indicar a su servidor que ya era suficiente. Se levantó de la cama y se encaminó hacia el balcón, con paso lento y elegante. Xellos la siguió al cabo de un rato. Cuando apartó las cortinas de raso transparentes que separaban la estancia principal del balcón, se encontró a su señora apoyada en la barandilla, observando su territorio; una extensa isla situada al sur de la Unión de los Estados Costeros, llamada Wolf Pack Island porque su población la constituían manadas de lobos prácticamente en su totalidad. Sólo Zellas Mettalium, que tenía poder sobre todas las bestias, fue capaz de hacer aquella isla habitable para ella y los demonios que la servían.

- Es importante que averigües cuanto antes si aún existe algo de
Valgaarv en el joven Valteria, Xellos. - dijo a su sirviente - Si se
une a nuestras filas, podría ayudarnos a dominar sobre los demonios.
Puede que incluso sea útil a la hora de combatir contra Dynast
Garrusherra...
- ¿Qué hay de Dolphin? - preguntó Xellos -.
- ¿Esa loca? - dijo Zellas soltando una carcajada despreciativa -
Créeme, no representa ninguna amenaza en estos momentos...
- Habéis de tener en cuenta, sin embargo, que es la más mayor de los
cinco Dark Lords, después de Fibrizo y Gaarv, - apuntó Xellos - por lo
que es la más poderosa de los tres Dark Lords que quedan...
- Corrijo: podría haber sido la más poderosa. - rectificó Zellas -
Pero afortunadamente hiciste un buen trabajo con ella, querido Xellos.

Era cierto, él había provocado la demencia que padecía la Dark Lady Deep Sea Dolphin. Cuando ya había adquirido el entrenamiento suficiente, su señora le había encomendado su primera misión: ir a hacer una visita "de cortesía" a Dolphin y persuadirla, por la fuerza si era necesario, de que no se le ocurriese enfrentarse a la voluntad de Zellas Mettalium. La forma en que había logrado su propósito...

Le preocupaba sobremanera que Dolphin no hubiese olvidado lo que pasó aquella noche. eso y que tarde o temprano le pasase factura...

- Pero eso no viene al caso. - dijo su señora sacándole de sus
pensamientos - Lo que importa es que localices esa parte demónica en
el pequeño y que hagas lo que sea necesario para persuadirle de que se
una a nuestra causa.
- No resultó la última vez. - le recordó Xellos - Ni siquiera
ofreciéndole la vida de Reena Invers a cambio. ¿Porqué iba a funcionar
esta vez?
- Xellos, es sólo un niño ahora. - dijo ella tranquilamente, como si
fuera lo más evidente del mundo - Y los niños pueden ser fácilmente
manipulados...
- Siempre y cuando su madre no esté vigilándome con cien ojos... -
apuntó él, recordando la reacción más habitual de Filia ante su
presencia (es decir, sacar la maza y golpearle repetidas veces al
tiempo que le insultaba llamándole namagomi) -.
- Precisamente por eso deberás... digamos, introducirte en su entorno.

Xellos empalideció al averiguar las intenciones de su señora.

- ¿No... no os referiréis - tartamudeó - a vivir con ella?
- A eso me refiero precisamente, querido. - afirmó Zellas -.
- No hablareis en serio... - dijo Xellos con una sonrisa nerviosa -.
- Mucho me temo que sí hablo en serio, mi querido Xellos. - dijo el
Ama de las Bestias sin el menor signo de estar bromeando - Y te guste
o no, vas a tener que cumplir la misión a rajatabla. Después de todo
hay algo muy valioso en juego...
- Sí que la hay: mi integridad física. - dijo Xellos medio en broma,
medio en serio -.
- Sabes perfectamente que no me refiero a eso, sino a Valgaarv,
querido. Pero, vamos, no te retrases, ve allá. - dijo su señora
conduciéndole a la salida - Debes vigilar al pequeño las 24 horas del
día, observar si hay alguna anomalía y quiero que me informes
periódicamente. Bastará con una vez al mes, supongo. En cualquier
caso, aunque importante, esta misión no es prioritaria, así que si en
algún momento te necesito para otra misión de mayor importancia o para
dirigir mis ejércitos, deberás acudir de inmediato y posponer tu
investigación. ¿Entendido?
- Así se hará... mientras sobreviva a las primeras semanas de
estancia. - respondió Xellos al tiempo que se despedía con una solemne
reverencia y se encaminaba hacia la puerta -.
- Vamos, Xellos, no seas tan quejica. - rezongó Zellas con fastidio -
Además... - añadió pícara - creía que te gustaba la forma en que te
trataba esa dragona...
- Soy un masoquista, mi señora, no un suicida - respondió él
simplemente antes de desaparecer de la vista -.

* * *

- ¡Mami, mami, juega conmigo!

Filia se dio la vuelta al sentir que su pequeño Val le tiraba insistentemente de la capa para llamar la atención. En el último año el pequeño dragoncito había crecido mucho más de lo esperado. Pero claro, los años no pasaban en vano para Filia y por primera vez en su vida comenzaba a experimentar la crisis que sufren todas las madres cuando los niños han alcanzado una etapa de su vida en la que sus energías y sus ganas de jugar todo el día se triplican.

Una etapa conocida como los "Terribles dos años".

- Val-chan, cariño, no puedo. - intentó razonar Filia con el pequeño -
Mamá tiene que irse a recoger unos encargos en la ciudad vecina...
- ¡Pero yo quiero que juegues conmigo! - insistió el dragoncito -.
- Más tarde jugaremos, te lo prometo...
- ¡No! ¡Yo quiero que juegues ahora! - exigió el pequeño dando patadas
en el suelo - ¡Ahora, ahora, ahora, ahora!
- Vamos, amo Valgaarv, no llore. - le consoló Jiras cogiéndole en
brazos - Tu mamá no puede jugar contigo ahora, pero yo si puedo, si
quieres.
- ¿Lo harías? - preguntó Filia ilusionada -.
- ¡Tranquila, Jefa, déjelo en mis manos! - le aseguró el hombre-zorro
con determinación - ¡Yo y Gaubros nos encargaremos de todo, no tema!
- Gracias, Jiras, eres un sol. - le agradeció ella estampándole un
beso en la frente, haciendo que Jiras se pusiera ligeramente colorado
- Volveré de aquí a dos horas, si no me entretienen por el camino. - a
continuación salió de la tienda de jarrones de la que era dueña, se
transformó en dragón y antes de remontar el vuelo le dijo a Jiras: -
¡Procura que Val-chan se eche la siesta, que si no luego está muy
inquieto!
- ¡Muy bien, Jefa, lo que usted mande! - accedió Jiras con entusiasmo
-.
- Y por favor, Jiras, llámame Filia...
- ¡Vale, Jefa!

Filia suspiró pesadamente. No tenía caso: llevaban dos años conviviendo y no había forma de que Jiras la tratase de tú. Se empeñaba en usar siempre el apelativo de "Jefa" con la misma tozudez con la que se empeñaba en llamar a su retoño "Amo Valgaarv" en vez de Valteria, como lo había rebautizado. Sin más tardanza, Filia desplegó sus alas y se elevó hacia los cielos.

- Bueno, ya se ha ido. - suspiró Jiras mientras veía a la dragona
desaparecer poco a poco en la distancia - En fin, amo Valgaarv,
pongámonos manos a la obra. No creo que sea tan difícil encargarse de
la tienda y de ti al mismo tiempo......

* * *

Jiras se desplomó agotado sobre el mostrador. Encargarse de la tienda y del joven Valteria era mucho más difícil de lo que esperaba. Dado que ésta era tremendamente popular, normalmente venían decenas de clientes a comprar las famosas cerámicas de Filia Ul Copt. Y claro, con tanto cliente Jiras las había pasado canutas toda la mañana. Gaubros no era de mucha ayuda, ya que cada vez que decidían turnarse, el troll acababa destrozando tres o cuatro jarrones cada vez que se daba la vuelta. Entre pitos y flautas, todavía no había empezado a jugar con Valteria y el crío estaba que se subía por las paredes.

- Jiras ¿cuándo vamos a jugar? - preguntó con impaciencia el niño -.
- Cuando acabe con el trabajo, amo Valgaarv... - respondió Jiras en
tono cansado -.
- ¡Eso dijiste la última vez! - protestó Val - ¡Quiero jugar ya!

Jiras miró a través de su ojo bueno al pequeño, quien le miraba a su vez con cara de pocos amigos. Luego echó un vistazo a la tienda: por el momento estaba desierta. Suspiró y se incorporó lentamente, tratando de que no le venciera el cansancio.

- Está bien... - accedió finalmente, sentando al pequeño Val sobre sus
rodillas - ¿Y a qué queréis jugar...?

De repente el hombre-zorro empezó a olfatear el aire. Algo en esa casa se estaba empezando a quemar... y el olor venía de la cocina.

- ¡El horno! - exclamó incorporándose y tirando a Valteria al suelo -
¡Gaubros! ¡¿Qué hacías que no lo estabas vigilando?!

El crío miraba algo confundido y bastante dolorido desde el suelo de la tienda a Jiras a medida que éste corría hacia el interior de la casa, en dirección a la cocina. El hombre-zorro se acordó de repente del crío y volvió momentáneamente para decirle:

- ¡Quedaos aquí, amo Valgaarv! ¡No tardaré!
- ¿Y qué hago? - preguntó Val todavía más confundido -.
- No sé... vigila la tienda por ejemplo. - dijo Jiras a falta de algo
mejor que decir antes de desaparecer dentro de la casa -.

Valteria se encaramó entusiasmado al mostrador. Aquella era la primera vez que le dejaban al cargo de la tienda y eso que era algo que añoraba desde hacía tiempo. Pero su madre nunca le dejaba, alegando que aún era pequeño para eso. Ahora iba a demostrar que su madre se equivocaba, que no era tan pequeño como para no ocuparse solo del negocio. Sólo tenía que esperar a que entrara algún cliente. Esperó pacientemente durante un minuto. Pasó otro minuto, pero nadie venía. Cuando ya habían pasado tres minutos, Valteria dejó de encontrarle la gracia al juego. Y finalmente, cuando ya había bajado del mostrador y se dirigía al interior de la casa para reclamarle a Jiras algo de atención, la campanilla que colgaba de la puerta tintineó.

El cliente que había entrado era el más extraño que Valteria había visto en su corta vida. Era muy alto, puede que no tanto como Gaubros, pero en cualquier caso era alto, eso seguro. Parecía un poco más mayor que su madre en edad y tenía una capa muy parecida a la de ella, sólo que de color verde oscuro en vez de blanco. También eran verde oscuro sus pantalones, muy sobrados, lo que le daba un aspecto gracioso. Esa gracia se veía reforzada por su rostro siempre sonriente, enmarcado en unos cabellos púrpura cortados a media melena (que en opinión de Val le hacían parecer una chica).

- ¡Buenos días, señor! - saludó cortésmente, tal y como había visto
hacer a su madre o a Jiras cientos de veces - ¿En qué puedo ayudarle?

El cliente dirigió la mirada hacia el suelo desde el que Val le miraba. Fueron sus ojos lo que llamó poderosamente la atención del chaval: eran exactamente del mismo color que su pelo y alargados como los de un gato. No tuvo sin embargo mucho tiempo de fijarse en ellos, pues enseguida los ocultó bajo sus párpados cerrados, que junto con la sonrisa que exhibió a continuación le hacían parecer un tipo simpático.

- ¡Vaya, vaya, qué niño tan educado! - exclamó el hombre inclinándose
sobre él y a continuación le preguntó: - ¿Está tu mamá en casa?
- No. - negó el pequeño - Pero si quiere algo de la tienda, yo se lo
puedo enseñar. Llamaría a Jiras, pero ahora está ocupado... -añadió
señalando la puerta que separaba la tienda de la casa, de la que salía
un espeso humo proveniente del horno -.

Como si hubieran escuchado la conversación que Val-chan mantenía con el hombre misterioso, de repente se oyó a Jiras y a Gaubros discutir desde la cocina.

- ¡¿Se puede saber porqué no lo estabas vigilando?! - se oyó la voz
estridente de Jiras -.
- Tú me dijiste que vigilara la trastienda. - se disculpó Gaubros -.
- ¡Eso fue a hace media hora.....!
- ¿Lo ve? - dijo Valteria dirigiéndose al hombre del pelo púrpura -.
- Entiendo... - dijo el hombre al tiempo que una gota de sudor de
vergüenza ajena emanaba de su frente - En ese caso... ¿podrás hacerme
un favor, pequeño?
- ¡Claro! ¿De qué se trata?

Sin mediar palabra, el hombre dejó un báculo que sostenía en su mano derecha apoyado en la pared y se quitó un broche que adornaba su pecho, sosteniendo la capa. El báculo era de madera, con una esfera rojiza en la punta. Lo curioso del caso es que, por alguna razón que desconocía, a Val aquel báculo le resultaba familiar.

El hombre de pelo púrpura le entregó el broche que se acababa de quitar, con una sonrisa dibujada en el rostro. Val lo examinó con curiosidad. Estaba compuesto por tres placas plateadas superpuestas. La que estaba encima del todo llevaba incrustadas tres esferas rojizas, igualitas a la que adornaba su báculo pero de menor tamaño.

- Dale esto a tu madre. - le dijo - Y dile que volveré de aquí a unos
días a buscarlo. No te preocupes, ella ya sabrá quien soy en cuanto se
lo entregues.
- Vale, lo haré. - accedió el dragoncito -.
- ¡Así me gusta! - dijo el hombre alegremente, sonriendo aún más y
revolviéndole a Valteria el pelo. Seguidamente, recogió su báculo y se
encaminó hacia la puerta, despidiéndose con la mano - ¡Hasta otra!

Y tras atravesar el umbral, desapareció misteriosamente.

Valteria parpadeó varias veces, creyendo que había visto visiones. Salió un momento fuera por si veía a aquel hombre extraño, pero no había caso: realmente se había desvanecido sin dejar rastro.

En ese momento, Jiras regresó de la cocina.

- Bueno, todo arreglado. - dijo mientras se limpiaba el hollín de la
cara con un trapo. Entonces reparó en que Val sostenía algo entre sus
manitas y se acercó para ver lo que era - ¿Qué es eso que tienes allí,
amo Valgaarv?
- Eeeeh... ¡Nada! - intentó disimular el dragoncito, escondiendo el
broche tras su espalda -.
- No me mientas. - le regañó el hombre-zorro con una mirada de
represalia- Si has estado robando algo...
- No, no lo he robado. - se apresuró a decir Val - Me lo ha dado un
señor.
- ¿Un señor? - dijo Jiras extrañado, al tiempo que echaba un vistazo
al exterior para ver si veía al susodicho sujeto. Al no ver a nadie,
le preguntó al chico: - ¿Y te dijo quién era ese señor?
- No. - negó el pequeño - Sólo me dijo que le diera esto a mamá, que
ella ya sabría quién es...
- En ese caso, no te preocupes, yo se lo daré por ti. - se ofreció el
hombre-zorro alargando su mano, pero el dragoncito oprimió el objeto
que le había sido confiado fuertemente contra su pecho -.
- ¡No! - exclamó él - ¡Me dijo que yo se lo diera a Mamá! ¡No tú!
- Venga, amo Valgaarv, no seas cabezota y dámelo. - insistió Jiras -.
- ¡¡No, no y no!! - se negó en redondo Val - ¡He dicho que se lo daré
a Mamá! - y mientras huía de Jiras canturreaba: - ¡A Mamá, a Mamá, a
Mamá, a Mamá, a Mamá!

Tuvo lugar entonces una cómica escena: Jiras, ayudado por Gaubros, se pasó los siguientes cinco minutos persiguiendo a Valteria, quien correteaba por toda la casa negándose a soltar el broche, que aún sostenía en su mano izquierda. Llegó un momento en que ambos consiguieron rodear al crío, pero éste se encaramó a lo alto de uno de los estantes de la tienda.

Gaubros entonces alargó sus brazos hacia el pequeño, intentando cogerlo, pero éste, adivinando sus intenciones, se puso fuera de su alcance, volando con sus pequeñas alitas negras hacia una lámpara que colgaba del techo.

Los dos improvisados "niñeros" empezaban a preocuparse; aquella lámpara a duras penas se sostenía y bajo el peso del dragoncito podría caer en cualquier momento.

- ¡Amo Valgaarv, por favor, bájese de ahí! - imploró un angustiado
Gaubros-.
- ¡ Haz caso a Gaubros, amo Valgaarv! - suplicó a su vez Jiras -.
- ¡No! - negó Valteria todavía desconfiado - ¡Sólo bajaré cuando venga
Mamá, para que le pueda dar lo que me dio el señor!
- ¿Qué es todo esto? - preguntó confusa una voz femenina desde el
umbral de la puerta de entrada - ¿Qué ha pasado aquí?
- ¡Mamá! - exclamó ilusionado el niño al tiempo que volaba hacia los
brazos de Filia, justo a tiempo ya que en ese momento la lámpara se
cayó del techo-.
- ¡Val-chan! - le regañó la dragona - ¡Te has portado muy mal con
Jiras y Gaubros! ¡Esta noche te quedarás sin postre! ¡Y vosotros dos!
- gritó dirigiéndose a sus ayudantes - ¡Ya me estáis explicando lo que
ha pasado!
- Verá, jefa - se explicó jiras - es que alguien le dio algo al amo
Valgaarv diciendo que era para usted. Entonces le dije que me lo
diera, pero el niño no quiso...
- ¡El señor me dijo que yo te lo diera! - se excusó Valteria -.
- Bueno, en ese caso ¿porqué no me lo das ya? - dijo Filia sonriendo
amablemente al tiempo que alargaba la mano -.
- ¡Es verdad! - exclamó Val al acordarse. Entonces depositó el
preciado objeto en la mano enguantada de Filia, diciendo: - Aquí
tienes.

Filia miró el objeto que Val-chan le había dado. Al momento empezó a ponerse pálida. En sus manos tenía el broche que tantas veces había visto adornando el pecho de Xellos Mettalium, aquel que exterminó a cientos de los suyos, aquel que servía al Ama de las bestias..... aquel al que ella llamaba namagomi.

- Cariño - le dijo a Val, cogiéndole por los hombros alarmada -
¿Recuerdas cómo era ese señor?
- Pues... - dijo el dragoncito tratando de recordar - Era un señor muy
alto... un poco más alto que tú, creo. Tenía el pelo púrpura, así de
corto - indicó la altura del corte con sus manos - parecía una
chica... ¡Ah! Y sonreía mucho, mucho, así. - añadió sonriendo lo más
que pudo -.

Aquella descripción no hizo más que confirmar sus peores sospechas; aquel hombre no podía ser otro más que el namagomi...

- Me dijo que volvería para recoger eso. - continuó Val señalando el
broche- Y también me dijo que tú sabrías quién es nada más verlo.....
Por cierto Mamá ¿quién era ese señor?

Filia no respondió. La dragona se había dado la vuelta y temblaba de pies a cabeza. Cuando se hubo calmado un poco, le pidió a Jiras:

- Jiras... ¿puedes llevarte un momento a Val, por favor?
- Claro, no hay problema. - asintió el hombre-zorro -.
- Y también os agradecería que me dejarais sola un momento..... -
añadió ella-.
- Por... por supuesto. - volvió a asentir Jiras al tiempo que dirigía
a Gaubros una mirada interrogativa -.

Cuando los tres hubieron desaparecido en el interior de la casa, Filia salió al exterior. Y allí emitió un grito de rabia tal, que incluso los trolls del bosque que había a las afueras del pueblo se escondieron asustados en sus cuevas.

- ¡MALDITO NAMAGOMI! - bramó la dragona - ¡JURO QUE EN CUANTO TE VEA
APARECER TE VAS A ENTERAR DE LO QUE VALE UN PEINE!

* * *

A partir de aquella misma tarde, Filia se dedicó a velar la casa las 24 horas del día, vigilando incluso de noche. Sin embargo aquel día Xellos no hizo acto de presencia. La dragona aún así no se fiaba y siguió velando al día siguiente... Y al siguiente... Y al siguiente... Al quinto día, viendo que el namagomi seguía sin aparecer y dándose cuenta de que si seguía sin conciliar el sueño se caería de puro cansancio en cualquier momento, decidió irse temprano a dormir.

Eran poco más de las ocho de la tarde cuando Filia subió al piso superior de la casa, hacia su habitación, para irse a acostar. Todavía había algo de luz, así que, después de cerrar la puerta y las ventanas, echó las cortinas y procedió a desvestirse. Tras deshacerse de sus ropas de sacerdotisa, se puso un camisón de raso rosado. No era transparente, pero sí algo translúcido, lo que permitía percibir la figura que formaban sus curvas. A la dragona, por lo general muy pudorosa, no le importaba vestir aquel camisón en su habitación, mientras estaba sola.

De repente, se dio cuenta de que en realidad no estaba sola. Sentía muy cerca una presencia, tan cerca que casi diría que estaba justo detrás de ella.

- Volvemos a vernos, Filia-chan... - dijo una voz burlona a sus
espaldas -.

Sin previo aviso, la dragona agarró el mazo y arreó a la persona que tenía detrás.

Segundos después, Xellos yacía en el suelo en una posición extraña y completamente dolorido y contusionado.

- ¿Eres siempre una anfitriona así de amable? - ironizó el demonio,
mientras trataba a duras penas ponerse en pie -.
- No, sólo cuando cierto demonio namagomi hace acto de presencia. -
puntualizó Filia con casi el mismo tono irónico que Xellos - ¿Se puede
saber qué diablos haces aquí?
- Eso es... - empezó Xellos como siempre, pero en cuanto vio la maza
de Filia a sólo unos centímetros de su cara, rectificó sus palabras -
¡Era broma, era broma! Yo sólo venía para recuperar lo que es mío. ¿O
acaso Val no te dio mi broche?
- ¿Tu qué? - preguntó Filia, pero luego recordó - ¡Ah sí, es verdad!

Seguidamente la dragona fue hacia su tocador y abrió uno de los cajones superiores. De allí extrajo un pequeño joyero, de forma rectangular, tapizado por fuera y por dentro con una tela roja con dibujos de bambúes bordados. Al levantar la tapa del joyero, sacó un pañuelo con el que había envuelto el broche y se lo devolvió a su legítimo dueño.

Xellos se colocó de nuevo su preciado broche. Una vez el broche volvió a su posición original, lo examinó detenidamente para luego decir:

- Te felicito, dragona dorada, me lo has cuidado muy bien. Aunque es
curioso... - añadió algo irónico - Jamás pensé que guardarías una de
mis pertenencias como oro en paño... ¿Tanto me aprecias?
- ¡Por supuesto que no! - se apresuró a decir Filia, a pesar de que
sus mejillas se empezaban teñir de un tono rojizo delatador - ¡Sabes
perfectamente que si por mí fuera te irías a paseo, namagomi!
- Oh, qué hermosas palabras. - bromeó Xellos - En fin, supongo que no
querrás que te siga estorbando, así que mejor me voy.

Dicho esto hizo además de irse, pasando al lado de Filia. Sin embargo el demonio fue frenado por la mano aprisionadora de la dragona, que tiraba de su capa hacia atrás.

- No tan deprisa, Xellos. - dijo ella - Quiero que me digas ahora
mismo porqué razón fuiste a verme hace cinco días a la tienda. Y ni si
te ocurra responderme con aquello de "Es un secreto", a no ser que
quieras que te arree de nuevo con la maza... - añadió en tono que
sonaba más a amenaza que a advertencia -.
- Bueno, ya te dije en la boda de Reena y Gaudy que vendría a
visitarte en cuanto mi ama me concediera unas vacaciones... -
respondió simplemente- Y aunque te parezca mentira, siempre cumplo lo
prometido.
- Lógica respuesta, pero aún así no me convences.....

Entonces la puerta de la habitación se abrió con un chirrido y la cabecita de pelo turquesa de Valteria asomó por ella.

- Mamá, Jiras me dijo que te llevara algo de leche. - dijo al tiempo
que entraba en la habitación intentando mantener el equilibrio con una
bandeja encima de la cual estaba el tazón de leche caliente. De pronto
se paró en seco y miró con los ojos como platos al interlocutor de su
madre - ¡Anda! ¡Pero si eres el señor que vino hace unos días!
- ¿Qué tal, Val-chan? - saludó Xellos con su habitual sonrisa - Veo
que al final hiciste lo que te dije. Buen chico. - añadió
revolviéndole el pelo -.
- Sí, y yo se lo di a Mamá y no a otro, como me pediste. - dijo Val
con el orgullo y la satisfacción de haber realizado bien su misión -
Por cierto, Mamá: ¿Me vas a decir ya quién es este señor?
- Cariño, no creo que eso tenga importancia ahora... - dijo Filia
intentando eludir la pregunta -.
- Mi nombre es Xellos. Xellos Mettalium. - se presentó el demonio
haciendo caso omiso de Filia -.
- ¿Xellos? Es un nombre muy gracioso. - dijo el dragoncito sonriendo.
A continuación echó un vistazo a las ropas y al bastón que le había
llamado tanto la atención el otro día y preguntó: - ¿Eres un mago?
- Bueno, eso... es un secreto. - respondió Xellos, como era ya muy
habitual en él, sonriendo ampliamente y llevándose un dedo a los
labios -.
- ¿Un secreto? - preguntó el pequeño con curiosidad - ¿Y me lo
contarás, señor Xellos?
- Quizás otro día, cariño. - intervino Filia tratando de sacar a Val
de la habitación - Ahora vete con Jiras y Gaubros, mientras yo hablo
con nama.. quiero decir, con el señor Xellos.

Valteria bajó las escaleras con cara de fastidio. Su madre siempre le excluía de lo que ella llamaba "conversaciones privadas de los mayores" y eso le fastidiaba. ¿Tanto importaba que él oyera lo que tenían que decir? Después de todo él también se haría mayor algún día...

Filia y Xellos siguieron al pequeño con la mirada a medida que éste bajaba las escaleras.

- Ha crecido mucho desde la última vez. - comentó Xellos -.
- ¿Sí, verdad? - afirmó Filia - Está ya muy gran... - de repente dejó
de hablar, reflexionó unos minutos y al darse cuenta de algo le gritó
al demonio, cogiéndole de la camisa - ¡Un momento! ¡Ya sé porqué has
venido!
- ¿Porqué he venido? - preguntó Xellos haciéndose el tonto - Ya te lo
dije, para visitarte...
- ¡No me mientas, demonio! - exclamó ella al tiempo que lo zarandeaba
- ¡Seguro que te han enviado para matar a mi Valteria! ¡O peor, para
corromperle!
- ¿Corromperle yo? - dijo el demonio haciéndose el inocente -
Honestamente, mi querida filia, te estás volviendo un poco paranoica.
Si hubiera querido corromperle, hace tiempo que lo habría hecho. Y
tres cuartos de lo mismo para matarle...

Filia le miró sin soltarle, no muy segura de si creerle o no. Reena a menudo solía decirle que Xellos era incapaz de mentir (lo que no quería decir que dijera toda la verdad), sin embargo, como asesino de su raza no confiaba en él.

- Mira... - intentó razonar él, apartando gentilmente las manos de
Filia de su camisa - Ahora estás un pelín alterada, lo mejor es que me
vaya y ya volveré cuando estés más tranquila.
- Pero... - intentó objetar la dragona, cuando fue acallada por el
dedo enguantado de Xellos depositado sobre sus labios -.
- No hay más que hablar. - dijo él, sonriendo a continuación y
dirigiéndose hacia la puerta - En fin, ya nos veremos. - se despidió y
añadió dirigiéndole una mirada un tanto lasciva: - Por cierto, te
sienta muy bien ese camisón, labios de lagartija.

Filia se miró y dio un respingo cuando se dio cuenta de que aquel camión le había mostrado al sacerdote de la bestia más de lo que ella consideraba visible. Poniéndose más colorada que un tomate, su siguiente reacción fue agarrar la maza y dirigirla con furia a la cara de Xellos al grito de: "¡¡HENTAIII!!"

Tarde. El namagomi se había teletransportado ya y en el único sitio en el que Filia golpeó con su maza fue el quicio de la puerta, haciendo que éste quedara hecho astillas.

Poco después, Filia escuchó un gemido afuera. Se asomó para descubrir a Jiras tirado en el suelo, asustado, a tan sólo unos pocos centímetros del sitio donde había golpeado su maza.

- Yo... yo sólo vine a ver si se encontraba bien, Jefa.. - balbució
Jiras al borde de un infarto -.

* * *

Nuevamente Filia pasó en vela las noches siguientes. Había cambiado su camisón translúcido por uno largo de algodón (que le resultó incómodo por el calor que daba) y todas las noches cerraba firmemente puertas y ventanas, para luego tumbarse en la cama, sin cerrar los ojos, con la maza preparada por si Xellos volvía a aparecer.

Pero el tiempo de espera se alargó mucho más que la última vez y Filia permaneció despierta durante 20 días. A la mañana del día 21, mientras desayunaba con su familia, se notaba que el insomnio había hecho mella en la doncella dragón.

- Mamá. - la llamó Valteria, preocupado porque Filia se había
desplomado sobre su bol de cereales y temía que de un momento a otro
se ahogara con la leche - ¡Mamá!
- ¿Eh? ¡Sí, estoy despierta, estoy despierta! - exclamó Filia, sacando
repentinamente la cabeza del bol -.
- ¿Se encuentra bien, Jefa? - preguntó Jiras, tan preocupado como Val
-.
- No parece tener muy buen aspecto... - puntualizó Gaubros -.
- Estoy perfectamente, muchachos, no debéis preocuparos por mí... -
les intentó tranquilizar Filia -.

Sin embargo su aspecto detonaba todo lo contrario. Eso y el hecho de que a continuación se desplomó sobre una tostada rellena de mermelada.

- Mamá no ha vuelto a dormir desde que volvió el señor Xellos. -
explicó Valteria a Jiras y Gaubros -.
- ¡No es verdad! - saltó de repente la dragona, todavía con restos de
mermelada por toda la cara - Y en cualquier caso, gracias a mi
vigilancia ese naba...... nana... Nagamo... bueno, ese demonio no ha
vuelto a pisar esta casa. ¡Ja! ¡Aún falta para que se deje caer de
nuevo por aquí!

Nada más decir aquello, un huevo cayó del techo y fue a parar justo en medio del bol de cereales, haciendo que la leche se saliera por todo, salpicando a todos cuantos estaban sentados en la mesa de la cocina, especialmente a Filia, quien se levantó hecha una fiera, maza en ristre y gritando:

- ¡NAMAGOMI ESTÚPIDO! ¡NO HA TENIDO NINGUNA GRACIA!

Sin embargo al levantar la vista hacia el techo, lo único que vio fue a una lechuza blanca como la nieve recién caída, que ululaba sin parar mientras revoloteaba alrededor de la mesa, antes de aterrizar sobre ella magistralmente y arreglarse las plumas en señal de satisfacción.

- ¡Qué bonita! - exclamó Valteria, sorprendido ante el hecho de que el
animal se dejase acariciar por él tan dócilmente -.
- Me alegra que te guste, Val-chan. - dijo de repente una voz a sus
espaldas-.
- ¡Señor Xellos!

En efecto, allí estaba el demonio, sonriendo, como siempre, a los presentes, con un búho gris encima del hombro izquierdo. Con un par de palmadas hizo que la lechuza acudiera a él. El ave se posó en su mano derecha y ululó cariñosamente cuando su amo le acarició la cabeza con la otra mano.

- ¿Tiene nombre? - preguntó ansiosamente el pequeño Val, refiriéndose
a la lechuza - ¿Es un regalo, señor Xellos? ¿Es para mí?
- Respecto a la primera pregunta - contestó Xellos - la respuesta es:
sí, y se llama Hedwig. En cuanto a las dos últimas, sí, es un regalo,
pero no, no es para ti... - viendo que el dragoncito ponía cara de
desilusión, añadió: - No te pongas así, ya te traeré algo la próxima
vez. Pero Hedwig es para tu madre...
- ¿Para... para mí? - preguntó Filia con incredulidad -.

Xellos asintió sonriente y le alargó a la dragona el brazo en el que Hedwig seguía posada. Filia dudó unos instantes.

- ¡Vamos, no te hará daño! - la animó Xellos - Está amaestrada..
Aunque eso sí - añadió metiendo la mano en su zurrón para sacar un
guante de cuero, que le tendió a Filia - antes de cogerla, ponte esto.
Tiene las uñas muy afiladas...
- ¿Y tú? - preguntó la dragona al percatarse de que el demonio
sostenía a ambas aves en sendas manos sin más protección que los finos
guantes que siempre llevaba -.
- Oh, bueno, ya me conoces. - dijo Xellos sin darle mayor importancia
- Soy todo un masoquista; no hay nada que me produzca más placer que
el dolor físico, propio o ajeno...
- Me lo imaginaba... - murmuró Filia con una gota de sudor en la
frente, al tiempo que se ajustaba el guante. Seguidamente Hedwig saltó
hacia su mano y comenzó a arreglarse las plumas satisfecha, sin
importarle que Filia le acariciara la cabeza - La verdad es que es muy
dócil...
- Ya te lo dije: está bien amaestrada. ¡Y eso que la empecé a entrenar
hace sólo un mes! Con Hermes en cambio llevo más tiempo...
- ¿Hermes?
- Mi búho gris. - aclaró Xellos mostrando al ave en cuestión, que
agitaba las alas nervioso - Es mejor que les vayas enseñando la
casa... ya sabes, para que se familiaricen...
- Jiras: ¿Querías encargarte tú de Hedwig y Hermes, por favor? -
preguntó Filia pasándoselos -.

No le costó mucho a Jiras sostenerlos, ya que él ya llevaba guantes de cuero. Segundos después, el hombre-zorro y su compañero troll, así como el pequeño Val, abandonaron la cocina. Ninguno de los dos sirvientes se fiaba del demonio; ya había sido antes enemigo de su señor Valgaarv y estaba claro que a su actual patrona no le agradaba su presencia.

- ¡Mas te vale explicarme de qué va todo esto, demonio! - le dijo
Filia a Xellos en tono amenazante -.
- Pensé que había estado muy mal despedirme la última vez, sin ni tan
siquiera decirte cuando volvería. - empezó el demonio - Así que pensé
que lo mejor sería establecer un sistema de mensajería, vía búho...
- Pensaba que los demonios os comunicabais a través de las mentes... -
observó Filia -.
- En condiciones normales, sí. - aclaró él - Pero en caso de una
guerra entre demonios, sería peligroso. Piensa que todos los demonios
tienen el poder de leer la mente, lo que implica que pueden interferir
las conversaciones mentales también. Así que para evitarlo mi señora y
yo aprovechamos su poder sobre las bestias para establecer nuestro
propio sistema de comunicación. Empezamos a entrenar varios animales
para que pudieran hacer de mensajeros... y yo entrené a un búho
gris...
- ¿Te refieres a Hermes? - preguntó ella -.
- Bueno, no exactamente a ese Hermes. - admitió él - En realidad ése
es Hermes XII, el Hermes I murió hace más de 200 años...
- Tienes una gran imaginación a la hora de inventarte nombres... -
ironizó la dragona - En cualquier caso ¿cómo piensas que ese sistema
va a funcionar?
- Muy sencillo. - explicó Xellos - Cada vez que me vaya, mandaré a uno
de los dos. A Hedwig la he entrenado poco tiempo y sólo puede seguir
rutas muy cortas, así que te la enviaré cada vez que tenga previsto
volver en un periodo relativamente corto de tiempo. En cambio, si
tengo que ausentarme durante más tiempo, por la razón que sea, te
enviaré a Hermes, que se conoce muchas más rutas y está mejor
adiestrado. ¿Qué me dices?
- Que espero que me envíes primero a Hermes. - replicó Filia - Me
encantaría no verte el careto durante muuuuucho tiempo...
- Tan amable y encantadora como siempre. - dijo Xellos con sorna -
Bueno, ya que no tengo nada más que decir, mejor nos vamos.

Tras decir esto dio unas cuantas palmadas, haciendo que Hedwig y Hermes acudieran raudos a su llamada. Cuando el demonio estaba a punto de atravesar el umbral de la puerta, apareció súbitamente Valteria, quien había bajado rápidamente las escaleras siguiendo a las dos aves.

- ¿Se marcha ya, señor Xellos? - preguntó Val algo desilusionado -
Pero volverá pronto ¿verdad?
- Bueno, eso no depende de mí... - respondió Xellos - Pero no te
preocupes, Mamá ya te dirá cuando voy a regresar ¿verdad, dragón
dorado?- añadió guiñando un ojo a Filia -.

Filia no respondió.

- En fin, hasta la vista, Val-chan. Y tú cuídate, labios de lagartija.

Y tras esta despedida y hacer alzar el vuelo a su búho y lechuza amaestrados, desapareció. Otro tanto hicieron sus aves a medida que volaban hacia el horizonte.

Val, sin embargo, tenía una duda en la mente.

- Mamá... ¿porqué el señor Xellos te llama así? ¿Es que os habéis
besado alguna vez?
- ¿¿¿¿QUÉEEE???? ¿¡Por ... porqué preguntas esas cosas, Val-chan!? -
balbució Filia - ¡Yo...jamás... en mi vida... con un demonio... ni
hablar! ¡No sé de dónde has sacado una idea tan absurda!

A pesar de que la creía, a Valteria le parecía tremendamente sospechoso el hecho de que mientras decía esto, Filia cogía paulativamente un tono escarlata en el rostro.

* * *

Contra los deseos de Filia, la primera de las aves en aparecer fue Hedwig.

Fue justo a la tarde del día siguiente. Filia estaba lavando los platos de la merienda (los amigos de Valteria habían venido a merendar, así que la dragona tenía trabajo para rato), cuando la lechuza blanca entró a través de la ventana de la cocina. Aterrizó en la encimera, justo al lado de ella, y tras arreglarse las plumas, alzó una de sus patitas, en la que había atado un mensaje. Filia, llena de curiosidad, le desató el mensaje, lo desplegó y pudo leer la siguiente inscripción:

'Buonjorno, princessa!!'

- ¿Te gusta mi mensaje?

Filia se giró para ver, cómo no, a Xellos sonriéndola pícaramente.

- No creo que resulte adecuado. - respondió la dragona - Después de
todo yo no soy una princesa...
- Oh, para mí si que lo eres... - dijo Xellos cogiéndole gentilmente
de la mano. Cuando Filia empezaba a ruborizarse por el halago, el
demonio añadió picarón: - ¡La princesa de las lagartijas, claro!

Iba Filia a responderle con un mazazo, cuando su hijo entró en la cocina a toda velocidad.

- ¡Señor Xellos! - exclamó entusiasmado, al tiempo que se tiraba sobre
el demonio, haciendo que casi perdiera el equilibrio, y preguntó a
continuación:- ¿Me has traído algún regalo?
- ¡Val-chan! - le reprochó su madre -.
- Tranquila, Filia, no pasa nada porque pregunte. - dijo Xellos
quitándole importancia - Además, tiene razón: le debía un regalo y...
- hizo un par de movimientos de mano y sacó una cajita de la nada -
... aquí está.
- ¡Guau! - exclamó Val cuando al abrir la caja encontró una esfera
brillante de color rojo - ¿Qué es, señor Xellos?
- Luego te explicaré para qué sirve. - respondió simplemente - Ahora
enséñaselo a tus amigos, yo tengo que hablar de algo con Mamá...

Valteria obediente, salió de la cocina, gritando de júbilo. Ese momento lo intentó aprovechar Filia para reprender al demonio.

- ¿¡Cómo te atreves a llamarme lagartija, demonio!? ¡Además no te
consiento que malcríes a mi hijo de esa...! - se detuvo en seco cuando
de repente Xellos sacó un paquete, de forma rectangular y fino, y se
lo tendía frente a las narices - ¿Qué es eso?
- Ábrelo. Te gustará. - le instó el demonio -.

No demasiado convencida de sus intenciones, aunque muerta de curiosidad, Filia obedeció. Cuando consiguió rasgar el envoltorio, vio que era un librito. Se trataba en realidad de una guía, cuyo título versaba: «Cerámicas del mundo y cómo fabricarlas»

- Pero... ¿Cómo... Dónde... cuándo? - balbució filia sin poder
creérselo-.
- Me pasé hace una semana por Femenil - aclaró Xellos - Estaban
poniendo una exposición de objetos de cerámica y en la tienda de
recuerdos encontré esta guía... Pensé que tenía que compensarte por
haber cuidado tan bien de mi broche...
- Yo... - siguió balbuciendo Filia, ojeando las páginas de aquel
librito como si fuera lo más maravilloso del mundo - Xellos, esto
es... estupendo, muchas gracias, de verdad.
- De nada. - respondió Xellos - En fin, si me disculpas, ahora voy a
enseñarle a Valteria como funcionan esas esferas explosivas. Luego me
tendré que volver a Wolf Pack Island, espero que me envíes tu mensaje
a través de Hedwig...

Y sin decir más, desapareció de la cocina para ir al exterior.

Filia no podía creer el detalle que Xellos había tenido con ella. Esa guía era de las mejores en la materia y era dificilísima de conseguir. ¡Con decir que hacía años que la buscaba...! Lo cierto es que Xellos se había portado, primero comprándole a ella el libro y ahora enseñando a los niños cómo usar sus esferas explosivas...

Un momento... ¿Había dicho esferas explosivas?

- ¡VAL-CHAN! ¡NO! - gritó la dragona levantándose repentinamente de la
silla -.

* * *

Unas horas después, Xellos recibió a Hedwig y su mensaje de respuesta en sus aposentos privados en Wolf Pack Island. El mensaje decía así:

'A Val-chan le ha entusiasmado el regalo, pero a mí me ha provocado algún que otro problema con los padres de los otros niños.

Fdo.: Filia.

P.d.: ¡SI VUELVES A APARECER POR AQUÍ TE DARÉ TU MERECIDO, NAMAGOMI!'

Xellos rió con ganas mientras sobaba la cabeza de Hedwig. Quizás aquella misión no iba a ser tan dura después de todo...

* * *

Los siguientes meses Xellos se pasó por casa de Filia casi a diario. Al principio la dragona le recibía como era habitual en ella: maza en ristre y amenazándole con estampársela en todo el careto. Después pasó de las amenazas a la frialdad, luego a la indiferencia. Finalmente, en las últimas dos semanas había pasado de la indiferencia a la aceptación. Y aunque el demonio seguía con su carácter socarrón y algo impertinente, Filia cada vez le daba menos importancia a sus comentarios, lo cual hizo que Xellos se empezara a mosquear.

- Me decepcionas, labios de lagartija. - le dijo en una ocasión
mientras tomaban tranquilamente una taza de té en el salón - Hubo un
tiempo en que con mi sola presencia era capaz de ponerte al borde de
un ataque de nervios.
- Bueno, lamento desilusionarte, namagomi - le respondió Filia
sorbiendo su té con una sonrisa de satisfacción - pero la gente cambia
y madura con los años... Justo a la inversa que tú, que te comportas
exactamente igual que un niño pequeño...
- Conque esas tenemos ¿eh? - dijo Xellos en tono desafiante y a
continuación exclamó, señalando al suelo: - ¡Cuidado, una rata!
- ¡¡¡AAAARGH!!! - chilló Filia al tiempo que se agarraba a la persona
que tenía más cerca - ¿Dónde, dónde?
- Era broma... - rió divertido Xellos al ver la forma en que la
dragona se agarraba a su cuello -.

Segundos después, Filia volvía a agarrar el cuello al demonio, pero no para protegerse sino para estrangularle.

En fin, salvando ocasiones como ésta, la vida en la pequeña casa-taller de Filia transcurría sin mayores complicaciones, con Xellos como huésped y niñero ocasional. Valteria era quien más le aceptaba. Filia pensó que tal vez fuera el carácter juguetón del demonio, su actitud " de niño grande", como ella la definía, lo que hacía que Valteria considerase a Xellos como un amigo más.

Cuando ya se estaban a punto de cumplir los cinco meses después de la primera aparición de Xellos desde la boda de Reena y Gaudy, ocurrió algo que demostró a Filia que Xellos, para Val, era algo más que un simple compañero de juegos.

Estaban Xellos y Filia en el salón, ya entrada la medianoche, cuando oyeron unos lloriqueos escaleras arriba.

- ¡¡¡BUAAAA!!! ¡¡MAMÁAAAA!!
- ¡VALTERIA! - exclamó la dragona alarmada subiendo a toda prisa las
escaleras, con Xellos pisándole los talones -.

Cuando entró precipitadamente en la habitación de su hijo, le encontró fuera de su cama, acurrucado en una esquina, sollozando y temblando, con sus ojos brillantes por las lágrimas mirando asustado al tendido, como si acabara de ver a un fantasma. Rápidamente Filia corrió hasta él y lo abrazó para consolarle.

- Estoy aquí. - le tranquilizó - Estoy aquí, cariño, no pasa nada...
Ssh... Tranquilo... - después de un rato, le hizo encararse con ella y
le preguntó: - ¿Qué ha pasado, Val-chan?
- Es que... Snif... - empezó Valteria limpiándose las lágrimas y los
mocos con el dorso de la mano - ... he tenido un sueño muy malo...
había un señor, se parecía mucho a mí pero era más mayor y con un
cuerno en la cabeza... llevaba una lanza o algo así... y también
estabais tú y Xellos-san- añadió señalándoles - Estaban todos en una
cueva y discutíais... no recuerdo muy bien de que... el caso es que
entonces Xellos y el que se parecía a mí empezaron a pelear... se
cayeron unas rocas, estaban a punto de aplastarte, Mamá, pero Xellos
te salvó... luego volvió a pelear con el otro y... - los ojos del
pequeño se volvieron a llenar de lágrimas, mientras hacía un esfuerzo
por terminar de contarlo - y entonces el que se parecía a mí hirió a
Xellos con la lanza... parecía que le había partido... tú gritabas, yo
grité y entonces me desperté... ¡Ha sido horrible, Mamá!

Y no pudiendo aguantarlo más, se echó a llorar sobre el pecho de su madre.

Filia no podía creer lo que acababa de oír por boca del pequeño Valteria. Acababa de describirle lo que pasó en la cueva, hace dos años, cuando Xellos ofreció al entonces Valgaarv a Reena Invers a cambio de que se uniera a los demonios. La escena se había desarrollado tal y como Val había dicho y era cierto, Xellos había resultado herido durante la batalla... La dragona estaba confundida.

En ese momento, Xellos se sentó sobre el suelo en el que Filia consolaba a su hijo y lo atrajo hacia sí, recostándolo sobre su regazo y dejando que el pequeño se deshiciera en lágrimas durante un rato en su pecho.

- Sólo ha sido un sueño, Val-chan. - le dijo - A veces se sueñan cosas
raras como ésa, pero no hay que darles importancia... Figúrate, una
vez soñé que andaba desnudo por la calle, con toda la gente mirándome.
- el pequeño olvidó por un momento su pesadilla y se echó a reír -
¡No, no te rías! No sabes la vergüenza que pasé... Pero cuando me
desperté todo se quedó en nada. ¿Qué, ya estás mejor? - al ver que el
niño asentía con la cabeza, concluyó: - Entonces, venga a la cama, que
ya es muy tarde.

El demonio llevó en brazos al dragoncito hasta su cama y lo arropó. Seguidamente Filia le dio a su hijo un beso de buenas noches.

- Buenas noches, Val-chan. - se despidió ella -.
- Buenas noches, Mamá. - le respondió el pequeño y añadió cuando
estaba ya adormilado: - Y buenas noches a ti... Papá Xellos...

El demonio, se giró sorprendido ante el apodo que le acababa de poner el pequeño Val, pero no por mucho tiempo, ya que enseguida Filia lo arrastró fuera de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

- ¿Lo has oído? - le preguntó Xellos a la dragona, todavía sin
creérselo - Acaba de llamarme papá...
- Desde que nació, Val-chan ha carecido de una figura paterna. -
respondió Filia, sin darle mayor importancia - Es normal que la asocie
al hombre con quien se siente más confidente... que para mi desdicha
eres tú. Lo que realmente me preocupa - añadió cuando ya se habían
sentado de nuevo en las butacas del salón - es la pesadilla que ha
tenido..... ¡No puedo creer que aún recuerde lo de la cueva! - esperó
alguna reacción por parte del demonio, o algún comentario, pero éste
permanecía con la cabeza gacha, totalmente en silencio - ¿Tú...crees
que aún queda algo de Valgaarv en él?

Sin quererlo, Filia acababa de hacer la pregunta tabú. Hacía ya mucho tiempo que Xellos se había dado cuenta de que, aparte de unas pequeñas estrías que empezaban a asomar por sus mejillas y de una inteligencia innata que hacía que intelectualmente pareciera un niño de cinco o seis años, Valteria no conservaba nada de su naturaleza anterior. Aún así había mantenido el engaño con su señora, haciéndole creer que Filia le vigilaba tan estrechamente que le había sido imposible hacer ninguna averiguación..... El porqué de que engañara a su señora era un misterio, incluso para él. Quizás en el fondo, le agradaba la compañía de la dragona y su hijo...

Pero eso carecía de importancia. Ahora que había descubierto que Valteria conservaba también los recuerdos de Valgaarv, empezaba a preocuparse. ¿Quería eso decir que aún conservaba en su mente algún resquicio de la personalidad del antiguo sirviente de Gaarv? Y de ser así... ¿Adoptaría de nuevo esa personalidad?

Y lo que era aún más importante: ¿Cómo reaccionaría su señora si se enteraba?

- Honestamente... - dijo Xellos en respuesta a la pregunta de Filia -
No lo sé... - y preguntó a continuación: - ¿Aún no le has dicho nada?
- Pensaba contarle lo que les ocurrió a los dragones antiguos, cuando
fuera un poco más mayor. - dijo ella - Pero no le diré nada sobre su
vida como Valgaarv... Prefiero mil veces que me odie a mí por lo que
los dragones dorados les hicieron a los antiguos a que se odie a sí
mismo por todas los cosas malas que hizo cuando lo de Estrella Oscura.
- Ya.

Hubo unos minutos de tenso silencio.

- Estooo... Filia... - dijo el demonio de pronto - Debo irme.
- Tienes razón. - asintió la dragona - Tu señora te estará empezando a
echar en falta... - cuando Xellos ya se había levantado de su asiento,
Filia lo retuvo - ¡Xellos...!
- Dime.
- Me enviarás un mensaje cuando regreses ¿Verdad?
- ¡Pues claro, labios de lagartija! - afirmó el demonio con una amplia
sonrisa - Ya sabes que nunca falto a mis promesas.

Y tras estas palabras desapareció, dejando a Filia, una vez más, a solas con sus pensamientos y sus preocupaciones.

* * *

- ¿Y bien, Xellos? - preguntó la augusta mujer dando una calada a su
cigarrillo -.
- Sin novedad, mi señora. - respondió Xellos, como siempre, al tiempo
que se arrodillaba respetuosamente -.
- Ya veo... Otra vez la dragona vigilante ¿No?
- En efecto.
- Pero... ¿se ha acostumbrado ya a tu presencia?

Xellos quedó en silencio, pensativo. La verdad, jamás se había parado a pensar en si Filia le aceptaba por Valteria. o porque realmente ya se había acostumbrado a sus inesperadas visitas.

- La verdad... - admitió - no estoy seguro...
- En ese caso, querido - dijo entonces Zellas dando una nueva calada a
su cigarrillo y sonriendo malévolamente - vamos a hacer un experimento
para comprobarlo...

* * *

Durante casi tres días, Filia esperó junto a la ventana de su habitación a que viniera Hedwig con el mensaje de Xellos, diciéndole que enseguida vendría, para a los tres segundos de haberlo leído aparecer súbitamente, tal y como estaba acostumbrada.

Pero en contra de lo esperado, a la mañana del tercer día no fue Hedwig la que apareció en el alféizar de la ventana, sino Hermes.

Aquello de entrada extrañó a la dragona. Por lo que le había dicho Xellos, Hermes sólo aparecería en caso de que, por las razones que fueran, no pudiera volver en un periodo corto de tiempo.

El mensaje que el búho gris llevaba atado a la pata no hizo más que confirmar sus sospechas.

Mi señora me ha encomendado una misión. Tardaré más de lo previsto.

Filia no dijo nada. Escribió el mensaje de respuesta (diciendo que tuviera cuidado, que Val y ella lo esperaban con impaciencia... - ¡Un momento! ¿Y a ella qué más le daba que el namagomi volviera o no? - ), lo ató a la pata de Hermes y contempló cómo éste se alejaba volando por el horizonte.

Después esperó, pero el búho tardaba en regresar. La dragona se pasaba las horas muertas junto a la ventana de su habitación, preocupada, esperando a que le llegaran noticias de Xellos. Por fin, cuando ya había pasado mes y medio, Hermes regresó... sin ningún mensaje atado a la pata.

Entonces Filia se empezó a preocupar de verdad, tanto que aquella noche no pudo dormir. Desde las once, se pasó todo el tiempo en la cocina, bebiendo litros y litros de tila, que no consiguieron calmarla lo más mínimo. Y allí se puso a pensar sobre los últimos acontecimientos.

'A saber dónde estará Xellos ahora..... ¿y si le ha pasado algo? ¿Y si le han...?' Interrumpió sus pensamientos y negó con la cabeza rotundamente. '¡Pero porqué te preocupas, Filia! Mejor para ti, ¿no? Recuerda que él exterminó a gran parte de tu raza...'

Pero ese argumento hacía tiempo que había dejado de tener importancia.

Lo siguiente que le cruzó por la mente fue la imagen de Xellos, saludándola y sonriéndola, con esa sonrisa, seductora a la par que inquietante, esa sonrisa que sólo él sabía hacer, y esos ojos cerrados que le hacían parecer encantador, cuando no se metía verbalmente con ella.

'¿Y si él no regresa nunca?' Se preguntó angustiada. '¿Qué será de Val- chan? ¿Qué será... que será de mí?'

En ese momento, se puso a llorar desconsoladamente. Sí, sí, lo admitía: quería que el namagomi regresara sano y salvo. Y no precisamente por Val, sino por ella. Porque ella sabía perfectamente que no sería capaz de vivir sin él. Porque había empezado a quererle, no como amigo, sino como algo más..

¡Parecía mentira! ¡Se había enamorado de un demonio! ¡Y no de un demonio cualquiera, sino del mismísimo Juusinkan! Si el Gran Anciano levantara la cabeza...

Pero el Gran Anciano hacía años que había muerto y ni lo que él ni lo que el resto de su raza opinara le importaban lo más mínimo. Sólo tenía un deseo...

- Por favor, Xellos... - rogó entre lágrimas - Vuelve a casa... vuelve
conmigo...

Se sobresaltó y dio un respingo al notar una mano posarse sobre su hombro.

Y allí, como si su sueño se hubiera hecho realidad, estaba Xellos, sonriendo con esa sonrisa perfecta y seductora.

- ¡Hola, Filia-chan! - saludó alegremente como si tal cosa - Perdona
que haya tardado tanto, es que mi señora me envió a un cuartel a dar
instrucción a nuestros nuevos reclutas. ¡No sabes cómo se están
poniendo las cosas entre los demonios! ¡El trabajito me tenía tan
absorbido que siempre me olvidaba de escribirte...!

El demonio calló cuando vio cómo el rostro de Filia se ensombrecía y quedaba oculto entre los dos mechones de pelo que lo enmarcaban.

- ¿Filia? ¿Te pasa algo? - interrogó Xellos y luego añadió con sorna -
¿No me digas que la orgullosa Filia Ul Copt estaba preocupada por mí?
¡Esto sí tiene gracia! ¡Ja, ja, ja...!

Dejó de reír súbitamente, cuando la mano enguantada de Filia le dio una soberana bofetada.

El demonio, se palpó sorprendido la mejilla izquierda. Hubiera preferido que la dragona hiciera lo de siempre, pegarle con la maza mientras despotricaba una sarta de insultos contra él. Pero no, le había dado una bofetada, así, sin más. Aquella bofetada le dolió, no físicamente, sino en el alma, especialmente cuando a continuación dos surcos de lágrimas resbalaron por las mejillas de Filia.

- ¡Idiota! - le insultó Filia, por fin, al cabo de un rato, mostrando
su cara empapada de lágrimas - ¿¡Tienes idea de lo mal que lo he
pasado!? He estado esperando a que me enviaras un mensaje,
preguntándome dónde te encontrabas, si estabas bien... ¿¿Y luego
llegas de repente y sólo se te ocurre decir que se te había olvidado??

No hablaba por todos los componentes de la casa, ni siquiera por Valteria. Hablaba en primera persona... Aquello desconcertó a Xellos hasta lo inimaginable. Pero no tuvo mucho tiempo para quedar desconcertado, porque a continuación Filia hizo algo que ni aún en sueños esperaba que hiciera.

Se tiró a su cuello y lo abrazó con fuerza, sollozando sobre su pecho.

- ¿¿Fi... Filia?? - exclamó el demonio aún más confundido - ¿Qué...?

Sus palabras quedaron nuevamente silenciadas, por unos labios que se posaban sobre los suyos: los de Filia.

Xellos abrió de par en par sus ojos amatista, sin poder creerse lo que éstos veían. ¡Filia le estaba besando! ¡A él! ¡A Juusinkan! ¡Aquel que casi acabó con su raza! ¿Pero porqué lo hacía? Y lo más importante... ¿¿Porqué él no había hecho nada para que dejase de hacerlo??

No lo sabía, pero por alguna razón no quería que esos labios se separaran de los suyos. Así que lo siguiente que hizo fue abrazarla y empezar a devolver el beso, acariciando al mismo tiempo sus rubios y suaves cabellos, sumergiéndose en su aroma.

El resto pasó muy deprisa.

* * *

Los primeros rayos de sol empezaban a filtrarse por entre los visillos corridos de la ventana de la habitación de Filia. Unos ojos amatistas se abrieron, cegados por el pequeño resplandor que había invadido la estancia. Su dueño giró la cabeza para contemplar al cuerpo femenino que descansaba sobre su pecho, desnudo igual que el suyo. Su respiración era pausada y tranquila y sonreía en sueños, igual que él al mirarla.

Despacio para no sobresaltarla, se deslizó fuera de la cama y se vistió. Después agarró su báculo, que aún reposaba en el lugar donde lo dejó anoche, apoyado cerca de la puerta, y salió de la habitación de puntillas. Bajó las escaleras y atravesó toda la casa hasta que encontró la puerta de salida, que cerró con cuidado al salir.

No volvería a Wolf Pack Island, al menos por el momento. Necesitaba tiempo para reflexionar sobre lo que había pasado aquella noche, sobre lo que sentía hacia Filia. Así que se marchó por el camino, hacia un destino indefinido, todo ello habiendo dejado a Filia únicamente a Hermes con un mensaje en su pata que decía así:

'Volveré.'

* * *

No fue hasta dos semanas después que Xellos se presentó ante su señora, y para entonces Zellas Mettalium estaba ya que se subía por las paredes.

- ¡Has tardado mucho! - fue con esas palabras con las que recibió a su
sacerdote-general -.
- Ha sido un camino muy largo hasta aquí, mi señora. - se disculpó
Xellos -.
- No te creo. - dijo Zellas mirando a su sirviente con desconfianza -
Aunque el cuartel estuviera en el quinto pino, si te hubieras
teletransportado habrías llegado en cuestión de segundos. Y sin
embargo te has pasado fuera dos semanas. ¿¡Dónde has estado todo éste
tiempo!?
- Bueno, mi señora, eso... es un secreto.

Contrariamente a lo que esperaba, Xellos se encontró repentinamente con su garganta aprisionada en la fuerte mano de su señora, alzado unos centímetros por encima del suelo.

- En condiciones normales dejaría pasar esa insolencia. - le dijo -
¡Pero mi paciencia se agota contigo, Xellos! ¡ASÍ QUE DIME DÓNDE HAS
ESTADO O YO MISMA TE DESTRUIRÉ!

Las amenazas del Ama de las Bestias fueron interrumpidas súbitamente por el ulular de Hermes, el búho amaestrado de Xellos, quien entró en la estancia a través del balcón. Xellos aprovechó el despiste de su señora para teletransportarse lejos de su alcance, justo al lado de Hermes, quien se había posado en un saliente de la cama. Seguidamente le arrebató el mensaje que portaba y lo leyó rápidamente. En su cara se estaba dibujando una expresión de preocupación.

- ¡Lamento interrumpir esta conversación, mi señora, pero debo irme! -
exclamó de pronto, corriendo hacia la salida -.
- ¿¿Adónde te vas?? - interrogó Zellas confundida y agregó hecha una
furia- ¡¡Xellos, te ordeno que vuelvas aquí ahora mismo y me expliques
lo que está pasando!!

Pero ya era tarde: el demonio había desaparecido por el pasillo.

Zellas refunfuñó contrariada. Su sacerdote-general había cambiado demasiado en los últimos meses. Se tomaba demasiadas confianzas con la dragona dorada y su familia, cada vez llegaba con más retraso a su cita de todos los meses, para informarle... y además empezaba a sospechar que cuando le decía que no había podido averiguar nada respecto al joven Valteria, no le estaba diciendo toda la verdad... Encima, ahora desaparecía durante dos semanas y tenía la osadía de ocultarle dónde había estado.

Un lobo negro como la noche oscura apareció detrás de ella, en actitud sumisa. Era el jefe de la manada de lobos que ella regentaba.

'¿Queréis que le siga, mi señora?,' preguntó el viejo lobo a través de la mente.

- Sí, hazlo. - accedió Zellas - Y averigua con quién ha estado estas
últimas semanas.

El lobo inclinó la cabeza respetuoso y corrió hasta salir del castillo.

La caza no había hecho más que comenzar.

* * *

Xellos apareció en medio del salón de la casa de Filia, un salón que ya le era familiar por la infinidad de veces en las que había tomado el té allí con la dragona. Sin perder tiempo, investigó todos los rincones de la casa, intentando encontrarla. Cuando vio que la casa estaba desierta, empezó a alarmarse.

- ¡Xellos! ¿Cuándo has llegado?

Se giró repentinamente para ver el rostro sonriente de Valteria, quien había abierto la puerta que comunicaba con la trastienda, que Filia usaba para dar forma a sus creaciones.

- ¡Val-chan! ¿Dónde están todos? - preguntó Xellos acercándose al
pequeño-.
- Jiras y Gaubros están en la tienda. - explicó Val - Mamá está aquí,
dice que quiere verte. - añadió señalando la sala que tenía tras de sí
-.
- ¿Qué quiere verme? - preguntó el demonio incrédulo -.
- Ajá. - afirmó el dragoncito - La verdad estos últimos días ha estado
muy rara... - añadió - Tres días después de que te marcharas empezó a
beber mucha, mucha leche. Y esta mañana, se encerró en su habitación y
cuando salió estaba muy contenta, no sé porqué, no me quiso decir
nada...

Mientras el pequeño explicaba todo eso, Xellos se encaminó al interior del taller. Allí estaba Filia, trabajando en su torno de alfarero, tan bonita como siempre. Suspiró aliviado. En ese momento, la dragona se percató de su presencia, interrumpió su tarea y miró a su amado con ojos tiernos.

- ¡Xellos! ¡Has vuelto! - exclamó tras levantarse de su asiento y
correr para abrazarle. Tras unos minutos de tenerlo entre sus brazos,
se apartó y dijo dirigiéndose a Valteria - Cariño, déjanos solos un
momento ¿vale? Los mayores tienen que hablar...

Como en todas las ocasiones en las que le decía aquello, Valteria se retiró con cara de fastidio.

- ¡Filia! - le reprochó Xellos - ¿Tienes idea de los problemas que me
has causado? ¡Zellas está que trina conmigo! ¡Encima vas tú y me
mandas un mensaje diciendo que venga, que es urgente y yo todo
preocupado me vine lo más rápido que pude, dejando a mi señora hecha
una furia! ¿Y todo para qué? ¡Para encontrarte aquí, tan tranquila!
¿¿¡¡Se puede saber para qué me has mandado llamar!!??

Filia se limitó a ponerle un dedo en sus labios para que se tranquilizara y a mirarle toda risueña. Seguidamente, se agachó para coger algo que había depositado bajo su mesa de trabajo. Era una cesta-cuna, en la que antaño Filia había depositado durante tres meses el huevo de Valteria. Ahora estaba cubierta por un pañuelo de seda.

La dragona invitó a Xellos a retirar el pañuelo, cosa que hizo en el acto.

Dentro de la cesta había un huevo, no más grande que una mano, cuya cáscara era de color dorado en su mayoría, con algunas estrías de color violeta oscuro.

Xellos se quedó alucinado ante aquella visión. Tanto que no supo reaccionar cuando Filia, tras estamparle un beso en la mejilla, le anunció:

- Sí, Xellos. Es nuestro hijo.

* * *

- ¿Un huevo, dices? - preguntó Zellas al lobo espía que tenía postrado
a sus pies -.

'Sí, mi señora.' Afirmó éste. 'Lo vi todo desde el jardín, al otro lado de la ventana de la habitación donde ella y el traidor conversaban. Y hay algo más. Oí decir a la dragona: "Xellos, es nuestro hijo"'

- ¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿QUÉEEEEEEEEEE?????!!!!! - la exclamación en tono iracundo
de Zellas Mettalium retumbó por las paredes de todo el castillo, igual
que el estruendo que hizo su copa haciéndose añicos contra la pared,
donde ella la había lanzado -.

El lobo espía, temeroso ante la reacción de su soberana, se refugió bajo la cama. Todo el escándalo provocado por el Ama de las Bestias acabó tan pronto como había empezado. De repente, ella calló durante unos segundos, para luego empezar a reírse, al principio suavemente, para después, paulatinamente ir aumentando de volumen, hasta transformarse en una risa histérica, casi demente.

'¿Mi... mi señora?' Le preguntó el lobo, temeroso de que, al igual que Deep Sea Dolphin, hubiera perdido la chaveta. '¿Qué os hace tanta gracia?'

- El hecho de que nuestro querido Xellos - explicó Zellas tras
interrumpir su carcajada - nos haya solucionado el problema de
Valgaarv sin saberlo...

Lo siguiente que hizo fue susurrar al oído unas palabras al lobo, unas palabras imposibles de percibir incluso para quienes estuvieran cerca.

'Astuto plan.' Aprobó el lobo tras oír todo lo que su señora tenía que decirle. 'Ahora mismo ordenaré a mi manada que vayan allí y...'

- ¡No! - le interrumpió Zellas - Debemos dejar pasar un tiempo
prudencial, o Xellos podría sospechar. Además - añadió con una sonrisa
maligna - quisiera encargarme yo personalmente...

* * *

A pesar de que era consciente de que esa acción podría costarle cara, Xellos decidió cuidar de la que ahora se había convertido en "su familia", lo que implicó que en los siguientes días no se separó de Filia ni del huevo ni un segundo, ni siquiera en la tienda, donde él echaba una mano a su amante (lo cual implicó a su vez dos cosas: 1ª- El número de clientes femeninas aumentó considerablemente, debido al atractivo del "nuevo dependiente". Y 2ª - La pareja volvió a discutir de nuevo, debido a los celos que tenía Filia de las clientas, que no paraban de atosigar a Xellos)

Y aunque las discusiones se daban con harta frecuencia, también eran capaces de perdonar y olvidar rápidamente. Y era entonces cuando se sumergían el uno en el otro, disfrutando cada noche, como si fuera la primera, del placer sexual que compartían.

Sin embargo, la alegría quedó interrumpida tan súbitamente como había empezado.

Un buen día Filia se levantó temprano, como siempre, para abrir la tienda. Cuando fue hacia la puerta que comunicaba con el taller, se dio cuenta de que estaba abierta, a pesar de que estaba absolutamente segura de que la había cerrado con llave la noche anterior. Al acercarse más, detectó un fuerte olor a tabaco rubio, incluso vio cómo parte del humo escapaba a través de la puerta entreabierta. Se asomó por ella y la abrió del todo.

Una mujer voluptuosa y majestuosa como una reina en su trono, sentada con las piernas colgando encima de la mesa de trabajo, se volvió repentinamente al ser descubierta haciendo ondear su pelo rubio platino rizado y mirando a la dragona con sus ojos rojos como la sangre.

Filia supo por instinto natural de quién se trataba y ahogó un grito de sorpresa.

- ¡Ah! Así que tú eres la dragoncita de la que se ha encaprichado mi
general-sacerdote ¿Eh? - dijo bajándose de la mesa de un saltito.
Luego dio un par de pasos elegantes hacia ella y añadió extendiendo su
mano, en tono aparentemente amable: - Mucho gusto.

Filia miró desconfiada la mano que la Dark Lady Zellas Mettalium le tendía y retrocedió. La despechada dama cambió su semblante amable por uno serio y dio una calada a su cigarrillo.

- Eres bastante maleducada, dragona. - dijo mirándola como si quisiera
atravesarle la piel con sus ojos rojos - ¿Acaso no te enseñaron buenas
maneras en el Templo de Vrabazard?

En ese momento, alguien abrió la puerta y entró. El visitante, que no era otro que Xellos, dejó caer su báculo, sorprendido y a la vez asustado por la presencia de su señora en la humilde tienda de Filia, y se postró a los pies de ésta con el fin de mantener el protocolo.

- Y he aquí - añadió Zellas mirando a su subordinado por encima del
hombro- al hijo pródigo... Xellos, querido: ¿Cómo es que no has vuelto
a Wolf Pack Island en todo este tiempo?

Silencio.

- ¿Callas? - preguntó Zellas acercando su cara a la de Xellos, a quien
un sudor frío le empezaba a recorrer todo el cuerpo - Normalmente no
estás tan silencioso conmigo, Xellos. Tal vez sea cierto eso que me ha
dicho un pajarito de que estás manteniendo un "affaire" con esta
dragona. "Affaire" que además - añadió mirando distraídamente a su
alrededor - parece haber dado sus frutos...

Un fuerte cúmulo de energía mágica hizo que Zellas dirigiera su atención a la mesa de trabajo de Filia, más concretamente a algo que estaba oculto bajo sus patas. Miró debajo y detectó esa misma energía, con más intensidad si cabe, en una pequeña cesta de mimbre que tenía aspecto de cunita. Sonriendo satisfactoriamente, cogió la cuna y retiró la tela que la cubría, para descubrir el huevo dorado que ésta contenía.

- Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? - exclamó al tiempo que cogía el
huevo, tirando a un lado la cuna de mimbre - ¡Un huevo de dragón! Me
pregunto - añadió balanceando peligrosamente el huevo en la mano con
que lo sostenía - qué pasaría si lo dejase caer...
- ¡¡¡NOOOOOOOO!!!

Para sorpresa de la Dark Lady, Filia le arrebató el huevo de las manos con sorprendente rapidez y, cubriéndolo con su propio cuerpo, dirigió su maza hacia el rostro de Zellas de forma amenazadora.

- ¡¡No te atrevas a tocar a mi niño con tus sucias manos, demonio!! -
le amenazó -.

Sin embargo, Zellas se limitó a sonreír, segura de sí misma.

- Eres valiente, dragona dorada. - dijo - Aprecio el valor de mis
enemigos. Sólo por eso me evitaré la molestia de destruirte por esa
insolencia. En cualquier caso - añadió dando una nueva calada a su
cigarrillo - nunca le haría daño a mi propio nieto...

Diciendo esto último dirigió una mirada, mezcla de severidad y triunfo, a su subordinado y le indicó que se pusiera en pie. Xellos obedeció y Filia pudo ver en sus ojos un sentimiento que jamás pensó que llegara a ver nunca reflejado en aquellos fríos ojos amatista.

Miedo.

- Me fallaste en tu misión con Valgaarv, Xellos. - continuó Zellas -
Pero aún no es demasiado tarde para enmendar tu error. Sólo te pido
que hagas una cosa: en cuanto tu hijo salga del cascarón, quiero que
me lo entregues.
- ¡JAMÁS! - sentenció Filia, apretando el huevo contra su pecho - No
consentiré que...
- Filia, basta.

La firme orden de Xellos silenció las protestas de la dragona, quien no se esperaba aquella reacción por parte del que era el padre de la criatura. Tampoco estaba preparada para lo que vendría después.

Xellos se inclinó de nuevo, cogió la mano de su señora y se la besó, diciendo a continuación:

- Se hará lo que vos ordenéis, mi señora. Sólo os pido que me
concedáis unos minutos a solas, para convencer a la madre...
- Sea. - accedió Zellas, al tiempo que empezaba a caminar hacia la
salida - Y espero que esta vez no me falles... De lo contrario, vendré
yo personalmente a apoderarme del huevo y destruiré a cuantos se me
pongan delante, incluida tú. - dijo señalando a Filia y añadió a
continuación: - Por cierto, querida, no te lo tomes como algo
personal..... Pero nadie más que yo puede jugar con mi juguete
favorito... espero que lo entiendas. Buenos días.

Y tras estas palabras, se desvaneció, como si jamás hubiera estado allí.

Filia miró a Xellos, quien se acercaba peligrosamente a ella. A sabiendas de lo que iba a hacer a continuación, dejó el huevo en la mesa y se interpuso entre éste y el demonio.

- Por favor, Filia, no me pongas las cosas más difíciles..... - le
rogó él -.
- ¡Ni hablar! - exclamó ella - ¡No permitiré que te acerques!
- Filia, quítate de en medio. - insistió él -.
- ¡Pasa si puedes! - le desafió ella sin moverse de su sitio -.

Impaciente, Xellos se intentó deslizar por el lado derecho, recibiendo como resultado un rodillazo en el estómago por parte de la dragona que lo dejó tirado en el suelo. Lo siguiente que hizo Filia fue coger de nuevo el huevo entre sus brazos y dirigir su maza a Xellos, quien continuaba tendido en el suelo, retorciéndose de dolor.

- Tú y tu señora lo teníais todo planeado ¿Verdad? - le acusó -
Primero ganarte mi confianza y la de mi familia, luego seducirme... ¡Y
después arrebatarme a mi niño, que encima también es tuyo! Nunca debí
confiar en ti, maldito gusano despreciable...
- ¡¡POR EL AMOR DE SABRAANIGUDU, FILIA!! ¿¿QUIERES HACER EL FAVOR DE
ESCUCHARME DE UNA VEZ??

Al exclamar Xellos aquello, Filia se quedó con la boca abierta de la impresión, mientras Xellos recuperaba la compostura y se ponía en pie. Entonces el demonio se acercó a ella, le arrebató la maza de las manos y la lanzó lejos. (tan sorprendida estaba ella que no osó ni protestar por aquel gesto) Seguidamente la cogió por los hombros y la miró seriamente durante largo rato.

- Filia - dijo al fin - le debo lealtad absoluta a mi señora. Después
de todo de no ser por ella mi mera existencia sería imposible...

Hizo una pausa de unos minutos, durante los cuales los ojos de Filia empezaron a llenarse de lágrimas, ante la certeza de que, dijera lo que dijera ella, Xellos le llevaría el pequeño a Zellas. Una vez más se había equivocado.

- Sin embargo - continuó Xellos - mi vida como su sirviente no ha sido
precisamente un camino de rosas... Zellas Mettalium puede llegar a ser
un ser cruel y despiadado, incluso con aquellos que le son más leales.
Yo ya estoy acostumbrado..... pero por nada del mundo dejaría que eso
le ocurriera a nuestro hijo. Merece algo mejor que la vida de esclavo
que yo he llevado.
- Entonces... - preguntó Filia secándose las lágrimas - ¿No vas a...?
- Eso le dije a mi señora, pero no voy a hacerlo. - respondió Xellos
sonriendo de nuevo - Claro que si le llego a decir eso, me habría
destruido en el acto y se habría llevado al niño a la fuerza.
Necesitaba ganar tiempo para desarrollar mi plan...
- ¿Qué plan? - preguntó Filia -.
- Es un secreto. - respondió Xellos simplemente - Aunque necesitaré tu
ayuda. Pero antes...

Xellos señaló el huevo que Filia todavía sostenía entre sus brazos.

- ¿Qué vas a hacer con él? - preguntó Filia -.
- No puede quedarse aquí, tú y tu familia correríais un grave peligro
- aclaró Xellos - Si me lo llevo yo, en cambio, podría encontrarle un
sitio donde puedan cuidar de él, lejos de aquí...

Filia dudó un momento. Por un lado su instinto natural le llevaba a desconfiar de cualquier demonio (y cuando digo cualquiera, digo cualquiera), pero por otro lado Xellos era el padre, después de todo, y él mismo acababa de decir que no quería ningún mal para el pequeño. Miró dubitativa a los ojos amatistas del demonio, ojos felinos que la miraban con una mezcla de seriedad y ruego, como pidiéndole que confiara en él.

Finalmente, la dragona, tras contemplar por última vez a su retoño, se lo entregó a su padre, quien lo ocultó dentro del zurrón que llevaba siempre cruzado por el pecho.

- Has hecho bien, Filia. - le dijo Xellos en tono reconfortante -.
- Eso espero. - suspiró Filia - Y ahora: ¿Para qué necesitas mi ayuda?
- Antes de explicarte nada, una pregunta. - dijo Xellos - ¿Serías
capaz de hacer una figura de cerámica en pocas horas?
- Hum... Si la cuezo al horno para que se seque cuanto antes, tal vez.
- respondió Filia rascándose la cabeza - Pero el resultado no sería el
mismo que si la dejara secar al sol..
- No es necesario que sea perfecto. - dijo Xellos - Tan sólo quiero
que se parezca lo más posible a una cáscara de huevo rota...

* * *

Zellas miró estupefacta los restos de la cáscara del huevo que Xellos había depositado a sus pies. Restos de un líquido de color amarillento y semitranparente se derramaban por toda la alfombra y entre ese líquido todavía era perceptible un trozo de carne amorfo.

Según Xellos, aquello era lo único que quedaba de la criatura que se estaba desarrollando dentro del huevo.

- ¿Cómo ha sido? - preguntó Zellas tratando de ocultar su expresión de
asco-.
- Se negó a entregármelo. - explicó Xellos, postrado a los pies de su
ama - Sabía que era tozuda, pero no tanto.. - hizo una pausa, tragó
saliva y continuó: - Cuando iba a coger el huevo, lo tiró al suelo y
lo rompió. Dijo que prefería sacrificar a su hijo antes que dejar que
el mal lo corrompiera...
- Ya... Muy típico de los dragones dorados... - suspiró ella - Está
bien, Xellos, déjalo. Ya no es necesario que sigas yendo a casa de esa
dragona. Además, te necesito urgentemente para otra misión más
importante.
- ¿De qué se trata? - preguntó Xellos poniéndose en pie -.
- Las tropas de Dynast avanzan con más rapidez de la que creíamos. -
explicó la Dark Lady - Los ejércitos al mando de Sherra ya han
arrasado varias ciudades al norte de la antigua barrera...
- ¿Sherra? - preguntó Xellos sorprendido - Tenía entendido que Reena
Invers había acabado con ella hacía poco...
- Sabes que hay formas y formas de acabar con un demonio, Xellos. -
aclaró Zellas - Y al parecer tu amiguita no llegó a acabar con ella
del todo, sólo destruyó su imagen en el mundo físico, dejándola fuera
de combate por un tiempo. No sé por que razón, pero no usó todo su
potencial contra ella... quizás después de lo que ocurrió con Fibrizo
se acobardó... Pero eso no viene al caso, querido. - agregó dando una
calada a su cigarrillo - Resulta que nuestros espías han averiguado
que su próximo objetivo es Sailon.
- Sailon... - repitió Xellos para sí -.
- Así es. - afirmó el Ama de las Bestias - Con la heredera del trono
desaparecida, Philionel no se ha sentido con fuerzas para seguir
gobernando y le ha pasado el testigo a su hermano Christopher. Pero
ese inútil se ha limitado en los últimos meses a pelear con los reinos
vecinos con el fin de conseguir más territorios y ejércitos... y sólo
ha conseguido mermar las pocas tropas de las que disponía. Sherra
pretende aprovechar la situación para apoderarse de la capital de la
magia blanca. Pues, bien, Xellos querido, tu misión ahora es ponerte
al frente de nuestros ejércitos y dirigir una campaña para conquistar
Sailon antes que Sherra.
- ¿Sólo eso? - preguntó su sirviente con suficiencia - ¡Bah! ¡Eso es
tan fácil como quitarle un caramelo a un niño...!
- No te creas que va a ser tan fácil, Xellos. - dijo Zellas - En la
medida de lo posible, me gustaría que no hubiese supervivientes. Y
tampoco quiero que tu simpatía hacia la princesa Amelia te impida
acabar con lo que queda de su familia...

No era una simple campaña de guerra: Zellas le estaba poniendo a prueba. Estaba claro que desde lo que lo pasó con Filia, su ama ya no confiaba tanto en él y quería asegurarse de que en adelante no le volviera a fallar. Al principio el demonio titubeó, pero entonces palpó su zurrón, en el que aún escondía el huevo del cual nacería su hijo o hija.

El que había entregado a Zellas no era más que un señuelo para engañarla, fabricado con las hábiles manos de Filia a base de cerámica. Para el líquido, Xellos había hecho un potingue con lo que pudo encontrar en la cocina de casa de Filia. El falso embrión fue lo más fácil: le bastó con cazar un conejo, deshollarlo y cortarle orejas y cola parta darle un aspecto lo más amorfo posible.

Xellos tomó una decisión: debía obedecer a su señora. Era la única forma de sobrevivir, de ganar tiempo para encontrar un lugar donde esconder a su retoño. Lo sentía mucho por Amelia, pero no había otra salida. Tenía que hacerlo, por el embrión que se estaba desarrollando en ese huevo.

- A sus órdenes, mi señora. - dijo Xellos antes de desaparecer de los
aposentos de su ama -.

* * *

Durante casi tres meses Xellos dirigió los ejércitos de Zellas Mettalium por el camino de la gloria. En su ruta hacia la ciudad de Sailon, había conquistado diversos pueblos y ciudades. Las primeras en caer fueron las que había más al sur de la barrera, pueblos insignificantes cuyos habitantes a duras penas pudieron defenderse. Más adelante se abrieron paso a través del reino de Elmekia, el camino más corto para llegar hasta el reino de Sailon, pero también el más duro ya que los naturales de Elmekia poseían conocimientos en la magia astral demasiado avanzados como para hacerles frente. Tanto era así que no lograron ni tan siquiera acercarse a la ciudad capital, con todos los hechiceros vedándoles el paso. Aún así, puesto que no estaba en los planes del Ama de las Bestias (al menos por el momento) conquistar Elmekia, Xellos decidió pasar de largo y continuar hacia el norte. No tardaron mucho en llegar a la frontera con Sailon y continuaron su masacre por todos los pequeños pueblos al sur del reino, básicamente pueblos agrícolas que abastecían de alimentos a la capital.

Finalmente, casi al término del tercer mes de campaña, los exploradores avistaron la ciudad de Sailon. No había señal alguna de batalla en las inmediaciones, por lo que Xellos dedujo que Sherra había tenido sus contratiempos más al norte y se había retrasado. Su siguiente movimiento fue establecer un sitio alrededor de la ciudad para imposibilitar la llegada de ayudas en forma de ejércitos o víveres.

La estrategia de Xellos funcionó: las tropas sailonianas estaban cada vez más desmoralizadas por los ataques del ejército demoniaco y aunque la defensa de la ciudad aguantaba, las bajas eran numerosas, no ya sólo por el combate sino también debido a la hambruna que azotaba a la ciudad. Conforme pasaba el tiempo, la situación se hacía cada vez más insostenible.

Mientras tanto, Xellos esperaba en uno de los campamentos montados alrededor de la ciudad. No había prisa: al contrario que los humanos, los demonios no tenían necesidades básicas y vivían largas vidas, incluso las hordas de trolls que formaban parte de su infantería ligera estaban hechos para aguantar situaciones de extrema dureza. Todo ello, añadido a que más de mil años de experiencia pesaban sobre sus espaldas, hacían de Xellos un demonio sumamente paciente. Y hacían también que confiara en una pronta solución del conflicto.

No se equivocó: a mediados del cuarto mes de campaña, Xellos pudo distinguir desde su posición privilegiada en lo alto de un árbol una cohorte de no más de seis soldados que custodiaban a una séptima persona, que portaba una bandera blanca. El portador no era otro que el propio Christopher de Sailon.

- Viene hacia aquí. - murmuró para sí - Bien... Recibámosle, pues,
como se merece...

* * *

Christopher de Sailon era muy opuesto a su hermano Philionel en varios sentidos. Por un lado, físicamente no se parecían en casi nada: Philionel era un hombre fuerte, de gran altura y cuerpo ancho y musculoso, pelo negro azabache, cara cuadrada, gran nariz ancha y ojos pequeños y oscuros, mientras que Christopher era de estatura y cuerpo normales, con el pelo cubierto por un turbante a juego con sus ropas árabes, cara alargada y fina y unos ojos un poco más grandes que los de su hermano. En lo único en lo que se parecía a él era en el prominente mostacho que crecía bajo su nariz aguileña.

Por otro lado, los dos hermanos no pensaban igual: mientras que a Philionel no le importaba mezclarse con el populacho y era partidario de evitar las confrontaciones en la medida de lo posible (razones por las cuales era muy querido por su pueblo), Christopher jamás había abandonado los muros de palacio y creía que un rey debía hacerse respetar por la fuerza de las armas. Aquella forma de pensar le estaba costando el reino. Siempre había deseado el trono de Sailon, pero no a cualquier precio como su otro hermano Randy y su hijo Alfred, que atentaron contra la vida de Philionel; él jamás se habría atrevido a hacer daño a su propio hermano. Y cuando por fin le llegó su oportunidad, apenas unos seis meses después de la desaparición de su sobrina Amelia, ya no estaba tan seguro de si era eso lo que quería: dolor, sufrimiento, desesperación, muerte..... Por culpa de los demonios y también por la suya propia, el reino de Sailon había caído en desgracia. Y sólo él debía solucionarlo, negociando con el general de Zellas Mettalium antes de que Sailon se convirtiera en polvo y cenizas.

Lo que más llamó la atención de Christopher cuando fue llevado junto con su escolta a presencia de Xellos era que no parecía que fuera un demonio. Ni siquiera parecía un general. Las ropas que él llevaba, así como su báculo, le hacían parecer un sacerdote ambulante y tenía un aspecto simpático, acentuado por su expresión alegre y sonriente. Además, en su recibimiento fue cortés y educado, muy alejado de la rudeza de los hombres de acción.

- Bienvenido, príncipe Christopher. - dijo levantándose de la mesa,
puesta especialmente para las negociaciones - Adelante, puede
sentarse.

Christopher asintió y se acercó a la mesa de negociaciones, pero en ese momento Xellos alzó una mano, indicándole que se detuviera.

- Le agradecería que viniera sin escolta. - explicó Xellos - Como ve
he venido solo y desarmado y para que la negociación sea justa
considero que usted debería hacer lo mismo...

El demonio tenía razón: aunque la mesa estaba situada en el centro del campamento, todas las tropas se habían alejado, excepto los dos guardias que les habían traído hasta allí. Christopher se giró hacia el jefe de su guardia personal, quien le miraba con expresión dubitativa.

- Haced lo que dice. - le ordenó y ante las objeciones de éste añadió:
- No os preocupéis por mí, estaré bien. Esperadme a la salida del
campamento, ya os alcanzaré.

El jefe de la guardia todavía tenía sus dudas, pero no tuvo más remedio que acceder cuando los dos guardias demonios les obligaron a marchar hacia la salida del campamento. Finalmente Christopher tomó asiento, seguido de Xellos, que cruzó una pierna sobre otra en actitud relajada.

- ¿Té? - le ofreció el demonio, haciendo aparecer una tetera y un par
de tazas de la nada -.
- No, gracias. - rechazó Christopher, pues no se fiaba de lo que
pudiera haber en la bebida -.
- ¡Oh, vamos! Le aseguro que no está envenenado. - insistió Xellos
adivinando los pensamientos del príncipe -.

A pesar de ello, Christopher seguía sin fiarse.

- No me gusta el té. - mintió -.
- Como quiera. - accedió Xellos - En ese caso supongo que deberíamos
pasar a las negociaciones ¿Me equivoco? - hizo una pausa para sorber
algo de té y dijo: - Usted dirá.
- Mi pueblo sufre y pasa hambre. - explicó Christopher - Nuestra
situación es precaria y vuestro asedio no hace más que empeorar las
cosas. Y los combates de las últimas semanas demuestran que no podemos
haceros frente. Por eso os ofrezco la ciudad, pero a cambio de que
dejéis partir a mi pueblo. ¿Aceptáis?

Durante un rato que se hizo eterno, Xellos permaneció impasible, ocupado en su tarea de saborear el té de su taza. Después la dejó a un lado, totalmente vacía, hizo una pausa, entrelazó sus manos y apoyó la barbilla sobre ellas.

- Personalmente no me parece un mal trato y lo aceptaría encantado. -
empezó - Por desgracia las órdenes de mi señora han sido claras y
precisas: no desea que haya supervivientes. De hecho - añadió poniendo
una expresión siniestra en su rostro - he mandado que ejecuten a tus
hombres en cuanto salgan del campamento...

Christopher volvió su cabeza alarmado, pero ya era demasiado tarde: en la lejanía pudieron oírse claramente los gritos de dolor de su guardia mientras los asesinaban a sangre fría. La expresión de horror de su rostro se transformó en mirada de odio dirigida hacia su interlocutor que continuaba inmutable en la misma posición de antes.

- Vamos, Christopher, no os alteréis. - dijo Xellos - De todas maneras
tampoco hubiera aceptado el trato por la sencilla razón de que al
dejar a tu gente libre podrían pedir ayuda, por ejemplo a Elmekia. - y
añadió con sorna y abriendo ligeramente un ojo. - Y no queremos que
eso pase ¿verdad?

El príncipe, cegado por la rabia, perdió el control de sí mismo. Con un rápido movimiento desenfundó una daga curva que ocultaba entre sus ropajes y se abalanzó sobre Xellos al grito de:

- ¡MALDITO HIJO DE PERRA! ¡¡MUERE!!

Sin embargo Xellos era bastante más rápido de reflejos e inclinó la cabeza a tiempo. La daga tan sólo consiguió cortar dos o tres cabellos de la purpúrea melena del demonio. Seguidamente éste apretó una de sus manos en la garganta de Christopher, haciendo que éste soltara la daga y se llevara ambas manos al cuello, tratando de deshacerse de la presión a la que estaba siendo sometido. Entonces Xellos dejó ver sus ojos, ojos felinos y violáceos que miraban a su víctima con crueldad.

- Ha sido usted muy imprudente, Príncipe Christopher. Esperaba no
tener que hacer esto pero no me ha dejado otra alternativa.

Tras estas palabras, Xellos concentró su energía en un punto del pecho del príncipe y la bala formada atravesó limpiamente su cuerpo, haciendo que cayera varios metros hacia atrás, como un fardo pesado.

Y sin más, Xellos se dio la vuelta dispuesto a abandonar la mesa de negociaciones, pero en ese mismo instante el príncipe Christopher de Sailon, reuniendo sus últimas fuerzas, le dijo algo que le hizo detenerse.

- Quizás hayas... acabado conmigo... - empezó Christopher casi sin
aliento - Pero... mientras hablamos... mi gente... está siendo
evacuada de la ciudad poco a poco... - hizo una pausa y tosió durante
un rato, expulsando sangre por la boca. Para entonces ya había
conseguido captar toda la atención del demonio - incluyendo mi
hermano... el príncipe Phil... Y te diré una cosa, maldito demonio:
mientras haya... un solo miembro de la realeza vivo... Sailon jamás
será tuya...

Y al decir esto, expiró por última vez.

Xellos se quedó mirando, medio sorprendido, medio alarmado, al cuerpo sin vida que yacía a sus pies. Al principio creyó que se trataba de un farol, pero poco después oyó una explosión a lo lejos. Se elevó un momento y vio una columna de humo que se elevaba sobre una parte cercana a la ciudad amurallada.

Minutos después, una multitud de demonios menores que constituían el grueso de las tropas demoniacas, corrían hacia el lugar donde su señor y el soberano de Sailon, ahora fallecido, habían tenido su charla diplomática, con evidentes caras de preocupación. Al ver al general Xellos sin signos de haber sido herido, algunos suspiraron aliviados.

- ¡Mi señor! - se adelantó uno de los demonios, uno que parecía tener
un cargo militar importante - ¡Menos mal que estáis bien! Nos teníais
preocupado; oímos una explosión y creímos...
- ¿Cuántos soldados estaban vigilando el tramo del río?

El demonio calló, desconcertado ante esa pregunta.

- ¡He hecho una pregunta y quiero una respuesta inmediata! - insistió
Xellos furioso, cogiendo al demonio por el cuello y elevándolo a
varios metros del suelo - ¿¡CUANTOS VIGILABAN EL TRAMO DEL RÍO!?
- Pu... Pues creo... - empezó el demonio - que una decena, como mucho
una docena, mi señor..... No era un lugar muy importante y...
- ¿Qué no era importante? ¿QUÉ NO ERA IMPORTANTE? - exclamó Xellos
fuera de sí - ¡Parte de los sitiados acaban de escapar por ese lugar,
vigilado únicamente por una guarnición de a duras penas una docena de
soldados...! ¿¡Y ME DICES QUE NO ERA IMPORTANTE!?
- Mi... mi señor ... - dijo el demonio algo falto de aliento - asumo
toda la responsabilidad... y le pido disculpas...

No llegó a decir nada más. Súbitamente Xellos hizo más presión sobre su cuello y el demonio desapareció en medio de un mar de llamas negras que lo redujeron a cenizas.

- Disculpas aceptadas... Teniente... - dijo Xellos con sorna
sacudiéndose algunas cenizas de la mano y añadió dirigiéndose a uno de
los demonios que habían sido testigos: - ¡Tú! Te nombro teniente
provisional. Deberás reunir a las tropas y prepararlas para la próxima
batalla mientras esté ausente. ¿Entendido?
- ¡Sí, mi general! - dijo el demonio con un saludo -.

Y tras estas palabras, Xellos se teletransportó lejos de allí.

* * *

Xellos volvió a reaparecer en un recodo del río, cerca de un bosque de chopos. El panorama que se le presentó ante sus ojos era desolador: todo cuanto alcanzaba a ver eran los cuerpos calcinados de los doce soldados que formaban el cordón de vigilancia y señales de pelea. Se acercó al cuerpo que tenía más cerca y lo examinó detenidamente. El fuerte olor a azufre que desprendía no dejaba lugar a dudas.

- Dragones...

Se reincorporó y oteó el horizonte durante un rato, pero no vio a ninguno.

- Demasiado tarde. - se dijo a sí mismo - Ya deben estar muy lejos.

En su rostro se dibujó una expresión de contrariedad, pero que poco a poco se fue transformando en una expresión meditativa. Abrió ligeramente el zurrón para contemplar el huevo del cual nacería su descendiente. Quizás aquella fuera la única oportunidad que le quedaba. Si conseguía que los dragones se hicieran cargo del pequeño... No sería tarea fácil, sin embargo: no se llevaba demasiado bien con los dragones, de hecho le temían por lo que hizo hace poco más de mil años. Además, primero tenía que encontrar el templo y evitar que sus hombres lo destruyeran sin levantar sospechas...

Una presencia que notó a sus espaldas interrumpió sus pensamientos. Se dio la vuelta y vio que era su recientemente nombrado teniente.

- Señor, las tropas ya están preparadas. ¿Cuáles son sus órdenes?

Sus órdenes... Xellos sabía que no podía dar más que una orden, pero.....

La imagen de Amelia apareció en su mente. No la tenía en tanta estima como a Reena, pero aún así... Se podría decir que la tenía aprecio, a pesar de que la princesa le había dado más de un quebradero de cabeza con sus intentos de llevarle "por el camino del amor y la justicia"

'Espero que me perdones algún día, Amelia.', pensó antes de decir:

- Atacad Sailon. Con todas vuestras fuerzas. Sin cuartel. El Ama de
las Bestias no desea supervivientes, así que no dejéis con vida a
nadie. ¿Ha quedado claro? A nadie.
- A sus órdenes, mi general. - dijo el teniente con un saludo antes de
darse la vuelta -.

Antes de que se teletransportase para transmitir su orden a las tropas, a Xellos se le ocurrió una idea.

- Ah, y otra cosa más, teniente...
- ¿Señor?
- Tengo razones para pensar que hay cerca un templo de dragones. -
dijo Xellos mirando con malicia a su subordinado - Quiero que lo
encontréis y cuando lo hagáis quiero que volváis para informarme.
- ¿No quiere que lo destruyamos, señor? - preguntó el demonio confuso
-.
- ¡No! - se apresuró a decir Xellos - Quiero encargarme yo
personalmente de ellos. Y si me entero de que alguien ha atacado el
templo sin permiso - añadió amenazador - castigaré severamente a los
responsables... incluyéndote a ti...
- Como gustéis, mi señor. - afirmó el demonio algo nervioso antes de
desaparecer definitivamente de la vista -.

No le cabía duda a Xellos de que si había un templo de dragones por la zona sus soldados lo encontrarían pronto. Entonces negociaría con los ancianos: la custodia de su retoño a cambio de salvar sus vidas. Se arriesgaba a ser descubierto por su señora y a que ésta le tomara por un traidor, pero siempre cabía la posibilidad de autolesionarse y fingir que los dragones le había dejado fuera de combate. Aquel era el plan.

Arriesgado, sí, pero todo fuera por poner a su hijo a salvo. Suspiró.

- Todavía no has salido del cascarón y ya me estás dando problemas...
- le dijo, medio en broma, medio en serio, al huevo que ocultaba en su
zurrón -.

* * *

- ¿Cómo dices? ¿Qué no habéis encontrado el templo?
- No, señor y le aseguro que hemos removido cielo y tierra para
encontrarlo, pero...

Xellos se puso una mano sobre la frente y cerró los ojos tratando de controlar su ira. Sus planes se habían ido al garete en menos de un minuto, el tiempo que había tardado el teniente en comunicarle el parte de guerra y su fracaso en la búsqueda del templo de los dragones.

- Por lo menos, Sailon ha sido tomada... - murmuró -.

Así había sido, en efecto, aunque tampoco podía estar muy orgulloso de su victoria: había sido demasiado fácil. Muchos de los habitantes y las tropas leales al príncipe Phil, así como el propio Phil, habían conseguido escapar gracias a la ayuda que los dragones les habían prestado, de manera que en la ciudad amurallada sólo encontraron una pequeña guarnición de a duras penas un centenar de hombres, puesta allí para cubrir la retirada de los fugados, y unos cuantos civiles que no pudieron ser evacuados a tiempo. Todos ellos fueron exterminados, tal y como había ordenado.

Pero... ¿De qué le servía? Su hijo aún estaba escondido dentro del zurrón y no disponía de un plan alternativo... Lo único que podía hacer era seguir esperando.

- ¿Hay algo más que debamos hacer, mi señor? - preguntó el teniente -.
- No. - respondió Xellos - Estableceremos nuestra base en palacio y
esperaremos. Hasta que Zellas no me dé nuevas instrucciones, nadie
hará nada excepto vigilar si viene alguien. ¿Entendido?
- Sí, mi señor. - dijo el teniente antes de desaparecer de nuevo -.

Xellos también desapareció a su vez, para trasladarse a una de las habitaciones de palacio. Por lo ostentoso de la estancia, diría que aquella habitación había pertenecido probablemente a un miembro de la familia real. Le extrañó sin embargo ver que las sábanas de la cama, las cortinas, el papel de las paredes, todo era de color negro y estaba lleno de polvo, como si esa habitación no se hubiera usado en años. Además observó que en la pared de enfrente de la cama había un enorme retrato.

El retrato representaba a una mujer joven, probablemente no pasaría de los veintipocos, de piel pálida, semblante elegante y pelo negro azabache, cara alargada en la que destacaban unos grandes ojos azules y labios gruesos pintados de rojo intenso, del mismo rojo intenso que el vestido que llevaba. A sus pies, había dos niñas, las dos morenas como su madre y con los mismos ojos azules. No le costó mucho trabajo reconocer a una de ellas: se notaba a la legua que era Amelia, sólo que cuando era muy pequeña, probablemente no pasaría de los cinco o seis años cuando le hicieron el retrato. La otra era la viva imagen de la madre, sólo que no tendría más de doce años y se reía mostrando sus perfectos dientes blancos.

Supo entonces que la habitación que había escogido para refugiarse era ni más ni menos que los antiguos aposentos de la reina madre, la esposa de Philionel, fallecida al ser asesinada en aquella misma habitación, en extrañas circunstancias que jamás fueron reveladas.

De repente se acordó de porqué había venido allí: quería dejar a un lado sus deberes como general, alejarse de sus tropas para comprobar si el pequeño estaba bien y de paso estar un rato a solas con él. Sacó el huevo del zurrón y lo depositó en la cama. El color dorado de la cáscara parecía brillar con luz propia, en contraste con el oscuro de las sábanas y de la habitación. Xellos se quedó mirando el huevo, acariciándolo durante un rato, como si con ello quisiera transmitirle el cariño que sentía.

Miró de nuevo a su alrededor y vio que una de las cortinas estaba ligeramente descorrida. Xellos se levantó para correrla del todo, por si acaso alguien aprovechaba para espiarle. Pero cuando miró por la ventana, vio algo que le hizo olvidarse por un momento del huevo.

Allá en el horizonte se distinguía una nube de polvo, esa clase de nubes de polvo que sólo pueden levantar los ejércitos numerosos cuando avanzan sobre su enemigo.

* * *

Una mujer esperaba, de pie sobre una gran roca, a que le llegaran noticias sobre la situación de la ciudad de Sailon. Por su aspecto, se diría que la chica no pasaba de los 15 o 16 años. Tenía el pelo azul, bastante corto, con una pequeña trenza que sobresalía de su nuca y era ondeada por el viento, igual que la casaca azul marino que constituía su atuendo, junto con unos pantalones blancos y unas botas color verde botella. Su mano izquierda la mantenía apoyada sobre el puño de una gruesa espada, sostenida a su cintura por un cinto fino, mientras con la derecha se hacía pantalla sobre sus ojos. Unos preciosos y grandes, pero apagados ojos verde menta en los que destacaban unas pupilas felinas, que oteaban sin cesar el horizonte.

Finalmente sus ojos distinguieron en la lejanía la silueta que formaban la partida de exploradores que había enviado a investigar.

- ¿Y bien? - preguntó con impaciencia -.
- Malas noticias, mi señora Sherra. - respondió uno de los
exploradores al tiempo que le entregaba un catalejo y le señalaba la
torre más alta del castillo -.

Visiblemente extrañada, Sherra miró hacia donde le había indicado su explorador a través del catalejo. Al principio no vio nada en especial pero al dirigir el catalejo un poco más arriba, distinguió perfectamente una bandera con un símbolo que representaba cinco rayas cruzadas de manera perpendicular.

El símbolo de Zellas Mettalium.

- Xellos...

* * *

- Muy bien: ¿Cuál es nuestra situación?

Xellos apoyó su mejilla en la mano izquierda y tamborileó los dedos de la otra en el brazo del trono (un trono en el que hasta la fecha se había sentado 10 generaciones de reyes sailonianos), esperando con impaciencia la respuesta de su teniente, que permanecía todavía postrado a sus pies sin osar levantar la cabeza del suelo.

- Estamos asediados, mi señor. - empezó el teniente - Las tropas de
Sherra han aprovechado los lugares donde habíamos establecido nuestros
puestos de vigilancia para establecer los suyos propios... Nos tienen
totalmente rodeados...

Ante esas nuevas, Xellos puso cara de fastidio, pero en ese momento el teniente recordó algo:

- Bueno, en realidad... hay un puesto que no han aprovechado.
- ¿Cuál? - preguntó Xellos -.
- Es... - el teniente tragó saliva y continuó, sudando de lo nervioso
que estaba - es el recodo del río, señor...

Xellos alzó una ceja con sumo interés. Probablemente Sherra y los suyos habían percibido el olor a azufre del entorno, lo que les había advertido sobre la presencia de dragones en las cercanías. Y seguramente también habían visto los cadáveres de sus hombres, de modo que ello les habría desalentado de establecer allí un puesto de vigilancia; un solo dragón se bastaba solo para destruir a más de una veintena de demonios de rango medio.

Ningún demonio, excepto él o Sherra se atrevería a ir a aquella zona. Incluso tenía dudas sobre si Sherra tendría suficientes agallas para intentarlo siquiera...

Un demonio de rango medio-bajo que tenía como consejero, se le acercó lentamente, como un gusano que se arrastra sobre su vientre, y le dijo:

- Creo, eminencia, que sería conveniente retirarnos aprovechando esa
zona que, según nuestro estimado teniente dice, está totalmente libre
de vigilancia. De ese modo evitaríamos el asedio inminente...
- No.

La tajante respuesta del general-sacerdote desconcertó al consejero.

- Perdone, eminencia... ¿Cómo dice?
- He dicho que no. - repitió Xellos levantándose del trono y paseando
por la sala - No estoy dispuesto a dejarme vencer por Sherra así como
así. Zellas me encomendó esta misión precisamente para evitar que
Sailon cayera en manos de la general de Garrusherra. Si nos marchamos
ahora, será como si le entregáramos la ciudad en bandeja de plata...
- Pero eminencia...

El consejero acalló sus protestas cuando Xellos volvió la cabeza hacia él, mostrando sus enfurecidos ojos amatistas. Lenta y amenazadoramente, el general-sacerdote dirigió sus pasos de nuevo hacia el trono y se apoyó en el brazo izquierdo, mirando al tembloroso consejero con malicia.

- ¿Quién está al mando de esta campaña? ¿Tú o yo? - preguntó -.
- Pu... pues vos, eminencia. Po... por supuesto que vos... -
tartamudeó el consejero -.
- ¡Vaya, menos mal! - dijo Xellos en tono aparentemente alegre - Creía
que ya habías olvidado cuál era tu posición...

Y tras estas palabras, volvió a levantarse y a caminar por toda la sala, dejando al consejero suspirando aliviado al tiempo que se secaba el sudor de la frente.

- Muy bien, éstas son mis órdenes: - continuó Xellos dirigiéndose esta
vez a su teniente y a unos cuantos soldados que había en la sala, en
la misma posición sumisa que el teniente - Mañana por la mañana me
entrevistaré con Sherra en privado. Conozco su estrategia: con
frecuencia suele asediar pueblos o ciudades durante varios días para
luego atacar por sorpresa, de noche. Si dejamos que nos asedie,
tendremos las de perder. Pero al entrevistarme con ella, la obligaré a
enfrentarse conmigo en campo abierto, lo que nos dará ventaja.
Teniente, quiero que designe a un mensajero para que le entregue a
Sherra personalmente el mensaje que voy a redactar. Después prepare a
las tropas para el ataque. ¿Entendido?
- ¡Sí, mi señor! - afirmó el teniente con un saludo -.
- Bien. Eso es todo... de momento. - concluyó Xellos al tiempo que
subía las escaleras hacia el ala oeste del castillo - Podéis
retiraros. Si me necesitáis estaré en mis aposentos, pero llamad antes
de entrar...

Xellos entró en sus "aposentos", como él los llamaba, y cerró las puertas de madera de cedro tras de sí. Allí, entre las sábanas negras de la cama, que hacía ahora de improvisado nido, se encontraba el huevo dorado. El demonio, cansado, dejó su báculo a un lado, se quitó la capa y se recostó al lado del huevo. Entonces empezó a acariciarlo, para darle calor, mientras le susurraba:

- Pronto... Muy pronto encontraré la manera de que estés a salvo. Te
lo prometo... hijo mío...

* * *

A la mañana siguiente Xellos se encaminó hacia el campamento de Sherra, exactamente por el mismo camino por el que Christopher y los suyos habían venido a su campamento unos días antes.

Con una diferencia: él iba completamente solo.

En el mensaje que le envió a la general de Dynast, le pedía que ella viniera también sola. Confiaba en que cumpliera su palabra, ya que Sherra, aunque demonia, tenía lo que ella solía llamar un código del honor de guerrero muy estricto y era incapaz de atacar a sus enemigos a traición.

Claro que no le había dicho que viniera desarmada...

Con esos pensamientos en la cabeza, llegó al lugar donde se produciría el encuentro. Ironías de la vida, era exactamente el mismo lugar en el que se había citado con Christopher. La misma mesa de negociaciones, las mismas sillas, Sherra sentada en una de ellas con la misma pose de superioridad y tranquilidad que la que él mismo había adoptado con Christopher... Parecía que la general de Dynast había escogido aquel lugar a propósito.

Las manchas de sangre resecas que aún había en la mesa corroboraban esa idea.

Sin mediar palabra, Sherra hizo un gesto, invitándolo a sentarse. Xellos obedeció. Los dos generales quedaron de ese modo mirándose cara a cara, Sherra con expresión seria pero serena, Xellos con la misma expresión risueña y burlona de siempre.

- Ha pasado mucho tiempo, Xellos. - dijo Sherra - No te veía desde la
guerra de Kouma.
- Muy cierto. - corroboró Xellos sin dejar de sonreír - Y veo que no
has cambiado nada, querida Sherra. Tan hermosa como siempre y con la
misma cara de amargada. - añadió riendo -.
- Y tú sigues tan sarcástico e impertinente como siempre. - respondió
Sherra haciendo esfuerzos por aparentar que el comentario de Xellos le
resbalaba - Pero no creo que hayas venido a recordarme viejos tiempos
¿Me equivoco?
- ¿Y porqué no? - dijo Xellos haciéndose el tonto -.
- ¡No te hagas el loco conmigo, Xellos! - dijo Sherra con evidentes
signos de impaciencia - Yo y mis tropas os tenemos asediados, y
quieres proponerme una solución más pacífica. ¿Porqué si no ibas a
querer reunirte conmigo?
- ¿En serio crees que te temo tanto como para venir aquí a suplicarte
que levantes tu asedio? - preguntó Xellos con aires de superioridad -
Te recuerdo que si quisiera podría destruirte ahora mismo con la misma
facilidad con la que puedo aplastar a un insecto...

Un escarabajo aterrizó oportunamente encima de la mesa y Xellos lo atrapó y lo redujo a poco menos que cenizas, como ejemplo ilustrativo. Pero Sherra no parecía impresionada.

- Te sorprendería saber cuan poderosa me he vuelto en los últimos
años...- dijo sencillamente sin dirigirle la mirada -.
- No es eso lo que me han contado... - puntualizó Xellos con retintín
-.

Al oír aquello, Sherra golpeó con rabia la mesa; Xellos había conseguido, por primera vez en lo que iba de reunión, sacarla de sus casillas.

- ¡LA CULPA FUE DE ESA ESTÚPIDA AMIGUITA TUYA, REENA INVERS! ¡ME
DERROTÓ, LA MUY...! - sus puños aún cerrados temblaron, pero logró
contenerse - Pero como ves, afortunadamente no llegó a acabar
conmigo.. Aunque me da la impresión de que algunos se habrían
beneficiado de mi muerte ¿no es cierto, querido Xellos?

Xellos no negaba que se había sentido cuanto menos aliviado cuando oyó que Reena había acabado con Sherra. No era para menos, pues la general de Dynast Garrusherra era la única demonia de su rango que podría hacerle sombra. Los dos sacerdotes del Señor del Norte sencillamente no se atrevían a decir "Esta boca es mía" (hasta el punto en que hacía años que no oía hablar de ellos), Gaarv no conservaba ningún sirviente tras su muerte (salvando quizás al renacido Valgaarv, pero él ya no contaba) y en lo referente al fallecido Fibrizo y a Dolphin, sus respectivos sacerdote y general habían caído durante la Guerra de Kouma.

- Bueno, a decir verdad tienes toda la razón. - admitió Xellos - Pero
no soy el único...
- ¿Qué quieres decir? - preguntó Sherra desconcertada -.
- Oh, nada. - dijo Xellos con fingida inocencia - Sólo... me
preguntaba si a tu señor Dynast no le interesaría también que
desaparecieras del mapa...

La sola mención de un complot por parte de su señor para destruirla hizo que Sherra se levantara de la silla temblando de rabia y con la cara totalmente enrojecida.

- No... no es verdad. - dijo - Estás... mintiendo, maldito
embustero... Mi señor... Dynast... jamás haría algo así...

Xellos sonrió satisfecho. Esperaba una reacción como aquella; corrían fuertes rumores acerca de que Sherra estaba secretamente enamorada de su propio señor y por lo que Xellos había observado en su reacción cuando le había hecho anteriormente alguna broma referente a aquello, estaba seguro de que los rumores no eran precisamente infundados.

- ¿Estás segura? - preguntó Xellos volviendo al ataque - Todos los
demonios saben que Dynast y Zellas mantuvieron... relaciones en el
transcurso de la guerra de Kouma. ¿Quién te dice que después de todo
el tiempo que ha pasado Dynast no quiera volver con mi señora...
aunque eso signifique librarse de ti? ¿Porqué si no iba a enviarte a
la conquista de Sailon, sabiendo que era un ataque arriesgado?
Además... tú jamás podrías tener ninguna posibilidad con tu señor...
estando mi señora en medio.

La paciencia de Sherra tocó fondo. Gritando de pura rabia, desenvainó su espada y asestó un golpe a la mesa, partiéndola en dos ante los atónitos ojos de Xellos. La Dulgofa seguía siendo una buena espada.

- Tu insolencia merece una lección ejemplar. - dijo Sherra jadeando
todavía por el esfuerzo - No esperaré a que te pudras en ese montón de
piedras abandonado. Te reto a un duelo. Esta tarde, cuando el sol
empiece a ponerse, tu ejército y el mío se enfrentarán, al igual que
tú y yo, cara a cara. El vencedor, se llevará Sailon y con él la
gloria. El que pierda..... Bueno, digamos que el que pierda no volverá
ver otro atardecer.
- Imagino que no tengo otra opción más que aceptar ¿Verdad? - preguntó
Xellos con una sonrisa burlona -.
- El código del honor así lo exige. - respondió Sherra - Claro que lo
comprenderé si decides rajarte... Un tramposo como tú nunca
comprendería lo que es el honor...
- Je... Nuevamente te equivocas, querida Sherra. - dijo Xellos,
abriendo sus ojos - Sigo siendo el general de Zellas Mettalium. Y
además, jamás he dicho que no a un duelo.
- Entonces, nos veremos al atardecer. - dijo Sherra dándose la vuelta
antes de añadir: - Aunque te lo advierto: mi Dulgofa sigue tan afilada
como el día en que fue forjada...

Tras aquella amenaza, desapareció. Xellos rió para sí, satisfecho de haber hecho una vez más un buen trabajo. Como manipulador, no tenía precio.

'Muy bien, Sherra, rétame,' pensó para sus adentros. 'No saldrás viva de esta. Quizás no sea tan bueno resistiendo asedios... pero en el campo de batalla, la ventaja está de mi parte.'

* * *

El tiempo parecía haber pasado volando. El día se esfumó rápidamente, dando paso a la tarde. El Astro Rey, único testigo de lo que pasaría a continuación, se empezaba a poner, poco a poco, tras unas montañas, al tiempo en que los dos ejércitos demoníacos avanzaban hacia el campo de batalla, un poco alejado de la ciudad.

Finalmente, las tropas de Dynast y Zellas se encontraban frente a frente. Sus respectivos generales levitaban por encima de cada uno de sus ejércitos, mirándose fijamente, como si quisieran adivinar el próximo movimiento de su contrincante.

Sherra desenvainó su espada, la legendaria Dulgofa, mientras Xellos se ponía en posición de ataque, sosteniendo firmemente su báculo con la diestra. Quedaron así durante un rato, hasta que, de manera simultánea, dieron el grito de guerra y se abalanzaron el uno sobre la otra, haciendo entrechocar sus respectivas armas. El mismo ejemplo siguieron los dos ejércitos. A partir de ese momento la situación se volvió caótica: abajo, los soldados en ambos bandos caían bajo el filo de las espadas y el golpe de las hachas y lanzas. Arriba, Sherra y Xellos se lanzaban toda clase de hechizos, aparecían y desaparecían, hacían entrechocar sus armas en varias ocasiones.... No parecía haber un claro ganador.

De pronto, algo cambió. La última vez que Xellos y Sherra desaparecieron para pelear en el plano astral, Xellos volvió al plano físico... solo.

Sabía lo que Sherra tramaba: quería atacarle desde el plano astral. Concentró sus energías en detectar cualquier variación que hubiera en la fina capa que dividía el plano físico del astral. De repente, presintió un movimiento a sus espaldas.

Sherra salió rápidamente del plano astral, asestando un golpe mortal con la Dulgofa que no llegó a tocar a su enemigo. Xellos se había transportado a tiempo, por encima de la cabeza de Sherra y aprovechando la confusión de ésta golpeó con la gema de su báculo la hoja de la Dulgofa, que se partió bajo la dureza de la joya. Sherra soltó la espada horrorizada.

Aprovechando nuevamente la distracción de su rival, Xellos se envolvió a sí mismo en un aura de energía negra, transformándose en un cono negro que atravesó de parte a parte a la demonia.

Sherra a duras penas podía sostenerse en pie. Sangraba terriblemente y se sujetaba el pecho atravesado con una mano, jadeando. Xellos había recuperado su forma original y sus ropas estaban empapadas de sangre negra.

- Creo - dijo Xellos con una sonrisa en los labios y mirando con sus
crueles ojos cómo Sherra agonizaba - que ya tenemos un ganador.

Sherra levantó la vista hacia Xellos y empezó a reírse débilmente. Aquello al sacerdote-general le olió a chamusquina: si a pesar de estar a punto de morir la general de Dynast se reía, es que aún le quedaba un as en la manga.

- Muy bien, Xellos, me has derrotado. - dijo con lo que le quedaba de
aliento- Pero si te crees que voy a dejar que te lleves la gloria,
estás muy equivocado.

Dicho esto, dirigió una bomba de viento al castillo, sin darle tiempo a Xellos de reaccionar. No se había dado cuenta de que se habían acercado demasiado al castillo durante la pelea. Cuando vio hacia qué parte del castillo había dirigido el hechizo, Xellos abrió de par en par los ojos, horrorizado.

La bomba de viento hizo explotar la torre oeste.

Y el huevo seguía allí.

- ¡NOOOO! - exclamó Xellos abandonando la pelea y volando hacia la
torre antes de que ésta se derrumbara del todo -.

Aunque Sherra no tenía ni idea de qué había tan valioso en esa torre que hiciera abandonar a Xellos, no por ello dejó de atacar. Lanzó varias bombas de viento más, hasta que todo el edificio cayó, quedando reducido a un gran montón de rocas, con Xellos atrapado en su interior.

Sherra soltó una carcajada en señal de victoria. El general-sacerdote de Zellas Mettalium había sido derrotado y con ello, su señor volvería a recuperar el prestigio y el poder perdido por la avaricia de Zellas y su subordinado.

Sus risas se interrumpieron por un reguero de sangre que empezó a vomitar de repente. Se sentía demasiado débil. Si seguía allí mucho tiempo, moriría desangrada. No le quedaba otra que regresar al plano astral para recuperarse.. y no sabía cuanto tiempo tardaría esta vez.

'¡Maldito Xellos...!,' maldijo para sí. 'Por tu culpa no podré disfrutar de mi victoria.... Pero en cuanto me recupere, mi señor Dynast y yo nos encargaremos de tu señora. ¡Oh sí! ¡Cuánto disfrutaré humillándola, aplastándola como un gusano, indefensa sin su general-sacerdote....!'

Y con esos pensamientos, desapareció, sin darse cuenta de que algo se movía entre las rocas que antes se alzaban formando el castillo de Sailon.

* * *

Cuando Sherra ya se había marchado, Xellos resurgió de entre los escombros del castillo, llevando el huevo entre sus brazos. Estaba bastante magullado, parte de sus ropas estaban rasgadas y se le notaba falto de energía. El huevo en cambio, no parecía tener ni el más mínimo rasguño.

- Eres un huevo de cáscara dura ¿eh? - le dijo medio bromeando -.
- ¡Mi señor Xellos...!

El demonio se sobresaltó al oír que le llamaban. Si le veían con el huevo en las manos, estaba perdido. Salió como pudo de los escombros y echó a correr hacia el recodo del río junto a los chopos.

- ¡Mi señooor...!

La llamada se oía cada vez más cerca. Xellos estaba al límite de su resistencia, pero apretó el paso. Y por fin llegó.

Miró a su alrededor. La escena seguía prácticamente igual que cuando lo vio por última vez. Si era cierto lo que le había dicho su teniente acerca de la reticencia de los demonios a ir a aquel lugar, entonces era el sitio perfecto para esconder a su retoño. Lo tenía planeado desde ayer por la noche. Dejaría el huevo allí, oculto al pie de algún árbol y con un poco de suerte los dragones lo encontrarían y lo llevarían a su templo, donde quiera que estuviese.

A orillas del río encontró lo que buscaba: un sauce llorón, cuyas ramas y hojas formaban una espesa cortina que difícilmente hacía visible lo que había detrás. Apartó una cuantas ramas y fue hacia el pie del sauce. Allí, excavó un hoyo poco profundo y lo recubrió con hojas y ramas caídas. Seguidamente depositó el huevo en aquel improvisado nido y tras echarle una última mirada, lo envolvió con su capa para darle calor. Una vez hecho todo esto, se teletransportó de nuevo junto al castillo derruido.

- ¡Mi señor, estáis bien! - exclamó lleno de júbilo el teniente -
¡Pensábamos que habíais quedado sepultado!
- No pasa nada, teniente. - le tranquilizó Xellos - Sólo estoy un poco
magullado... Dime: ¿Cuál es nuestra situación?
- Muy precaria, mi señor. - dijo el teniente tristemente - Las tropas
han luchado fieramente, pero el ejército de Garrusherra era fuerte.
Sólo hemos quedado unos 30 soldados, como mucho 35, creo yo.
- ¿Y ellos?
- Por el estilo, señor. Además, se han retirado en cuanto han visto
desaparecer a su general. No creo que se atrevan a volver hasta que
ella se recupere de su pelea con vos.
- ¿Y en qué estado se encuentran nuestros 30 soldados?
- Honestamente, señor, en muy mal estado... Pero si usted lo ordena,
podremos quedarnos y...
- No. - le interrumpió Xellos dirigiendo la mirada al castillo
derruido - En el estado en que se encuentran nuestras tropas y
teniendo en cuenta que ya no queda ningún edificio en pie, lo mejor es
que volvamos a Wolf Pack Island. Sailon ya es historia, no vale la
pena pelear más por ella.
- Comprendo, señor. - afirmó el teniente -.
- Bien. Reúne a lo que quedan de las tropas a las afueras de la
ciudad. Después nos iremos a casa. - ordenó Xellos -.
- ¡Señor, sí señor! - obedeció el teniente -.

Cuando su teniente se hubo alejado, Xellos giró su cabeza para mirar, una vez más al recodo del río junto a los chopos. Y deseó con todas sus fuerzas que el pequeño estuviera a salvo.

Finalmente, apoyándose en su báculo, se alejó, amparándose en la oscuridad de la noche, al tiempo que, entre las ramas de un sauce llorón, una vida daba comienzo.

[interrupción del flashback]

- Así que eso es lo que pasó. - dijo Mina y después se quedó meditando
unos instantes - Hum... eso explica muchas cosas...
- ... Como los poderes de Índiga y su rara naturaleza..... - terminó
de decir Andracis -.
- Lo que no entiendo es cómo pudo desarrollar sus poderes sin ayuda...
- meditó Mina -.
- Eso es porque sí recibí ayuda. - dijo Índiga, acaparando así la
atención de todos los presentes - Veréis: poco después de que yo
naciera, los dragones que hacía días habían huido de Sailon
regresaron...

[continuación del flashback]

Ya caída la noche, unas figuras gigantescas surcaron los cielos y aterrizaron en el recodo cerca de los chopos. Al tomar tierra, su tamaño se redujo, hasta alcanzar la altura media de un humano adulto.

La que encabezaba el grupo era una mujer de aparentemente entre 25 y 30 años de edad, bastante alta, de cara fina y alargada, cabello rubio tirando a anaranjado y rizado y ojos aguamarina que miraban al río fijamente. Su rica vestimenta era de varios tonos de azul, desde el azul marino al azul celeste, y combinaba con una larga capa blanca, así como con una joya turquesa que sostenía una banda sobre su pecho. En su frente, además, destacaba una diadema con una joya verde en forma de lágrima, de la que pendían unos pendientes constituidos por dos voluminosas esferas azules y doradas.

Sus acompañantes, tanto varones como hembras, iban ataviados con una sencilla túnica de color marrón claro, un cinturón dorado y una capa de un color muy parecido al de la túnica, además de botas, marrones para los hombres, blancas para las mujeres.

La mujer del vestido azul metió delicadamente sus pies en el agua. Alzó una mano y empezó a concentrarse, pero algo le interrumpió.

- ¡Mi señora Gabriele, venga a ver!

La que la había llamado era una de sus damas de honor, que estaba escondida tras las ramas de un sauce llorón. Gabriele salió del agua y se reunió con ella. Lo que vio al llegar allí la sorprendió.

Al pie de aquel sauce, llorando entre un montón de ramas, hojas y restos de cáscaras de huevo y envuelta en una capa oscura, había una niña. Más aún, tal y como pudo constatar Gabriele cuando vio cómo a la niña le sobresalían una cola y un par de alitas doradas, se trataba de una dragoncita. Aún así era una dragoncita muy extraña. Por su cabecita asomaban unos cuantos pelitos de color violeta. Además, al acercarse más a la pequeña, Gabriele notó una intensa energía negativa, más propia de un demonio. La capa que la envolvía, que desprendía una energía parecida, corroboró esa idea.

Gabriele, haciendo caso de su instinto que le empujaba a alejarse de cualquier demonio, retrocedió asustada, dispuesta a dejar a la niña donde estaba y a olvidar el asunto. Pero entonces sucedió algo que la hizo cambiar de opinión: la pequeña abrió los ojos, unos ojos violetas como su pelo, redondos y brillantes como las estrellas del cielo.

Los ojos más bonitos que Gabriele había visto en su vida.

¿Cómo era posible que una niña tan hermosa, tan pequeña e indefensa hubiera sido abandonada a su suerte en aquel lugar? Seguramente, pensó Gabriele, los demonios la dejaron allí, esperando que muriera de hambre y frío. Eso explicaría la energía negativa que desprendía la niña y la capa.

La pequeña empezó a reír y a hacer gorgoritos, al tiempo que extendía sus bracitos menudos hacia Gabriele. La dragona la cogió en brazos y la miró con una cara que detonaba la más infinita de las ternuras, a medida que salía de entre las ramas del sauce. Se encontró entonces con la mirada de todas las personas que la acompañaban, miradas llenas de desconfianza hacia aquello que Gabriele llevaba en sus brazos. Pero ella los miró a su vez con una mezcla de seguridad, autoridad y severidad y todas las miradas se dirigieron al suelo. Una cosa estaba clara: Gabriele era quien mandaba sobre el resto de los dragones de su grupo.

Gabriele se dirigió nuevamente el río, con la niña en brazos, y se adentró en sus aguas hasta que ésta le quedó a la altura de los muslos. Entonces volvió a extender una de sus manos, mientras que con la otra mantenía firmemente sujeta a la pequeña. Ocurrió entonces algo extraño, casi bíblico: las aguas del río se dividieron, dejando un camino por el que Gabriele y sus compañeros podrían pasar.

Y al final del camino, en lo más profundo del lecho del río, la entrada de una cueva, que llevaba a una serie de pasadizos al final de los cuales, cavado en la roca de la montaña, se hallaba el templo escondido de los dragones.

Gabriele y los suyos se pusieron en marcha por aquel camino y mientras los demás cuchicheaban entre sí sobre el retoño recién encontrado, Gabriele contempló una vez más el pelo y los ojos de la pequeña.

- Tu pelo parece violeta, pero en realidad es casi de color índigo. -
le dijo - ¡Espera, ya lo tengo! Creo que te voy a llamar... Índiga.
¿Qué te parece?

La dragoncita rió, dando con ello su aprobación. Y junto con Gabriele entró en la cueva, hacia su nuevo hogar.

[fin del flashback]

- ¡Claro! - exclamó Mina golpeando su puño contra la palma de su otra
mano - ¡Por eso Xellos nunca encontró el templo! No era un templo que
pudiera estar a la vista, como todos los demás... era un templo
oculto...
- Después de aquello - continuó Índiga - Gabriele me adoptó como su
hija y fui iniciada en las artes de la magia blanca con el fin de
convertirme en sacerdotisa...
- Aunque no solo aprendiste magia blanca, por lo que he podido
saber... - dijo Xellos en tono misterioso - De hecho, si no recuerdo
mal, usaste un Asher Dist para eliminar a una partida de exploradores
humanos, hará ahora unos diez años...

Índiga se quedó mirando a su padre durante unos minutos, luego suspiró y asintió con la cabeza.

- En aquel entonces no sabía controlar mis poderes. - explicó ella -
Antes de que me diera cuenta ya lo había hecho. Así de simple. Lo
único que quería es que aquellos hombres se alejaran del
bosque......de mi bosque.....
- ¿Sólo alejarles... con un Asher Dist? - preguntó Xellos incrédulo -
¡Pues menos mal que sólo querías que se marcharan, que si hubieras
querido destruirles igual echabas mano del Giga Slave!

Ignorando el comentario sarcástico de Xellos, la dragona-demonia se dirigió a Mina y le dijo:

- La posición del templo es un secreto que todos los dragones de la
comunidad deben guardar celosamente. Os ruego que jamás lo contéis a
nadie, eso supondría un peligro para mi clan.
- ¡Por mí no te preocupes, Índiga! - exclamó entusiasmada Mina dándole
una palmada en la espalda que casi la tira el suelo - ¡Mis labios
están sellados! ¿Qué dices, Andracis?
- ¡Que estoy de acuerdo! - exclamó éste levantándose y haciendo una
pose justiciera - La salvaguarda de esos dragones está en juego. ¡Seré
como una tumba!
- ¿Xellos? - preguntó a continuación Mina -.
- Hum... La tal Gabriele cuidó muy bien de mi hija, le debo mucho. -
dijo mirando a Índiga con una gran sonrisa - Sólo por eso, la
respetaré a ella y a su gente.
- ¿Y tú Val? - le interrogó Mina -.

Valteria no contestó. Se había dado la vuelta y se había quedado mirando el río.

- Val ¿me estás oyendo? - insistió Mina algo irritada - ¡Te he hecho
una pregunta!

Val se giró un momento, les miró con los ojos entrecerrados, por encima del hombro y volvió a dirigir la mirada al río, diciendo a continuación en tono de desprecio, refiriéndose a Xellos:

- Yo no hablo con ese namagomi delante...
- ¡VAL, YA ESTÁ BIEN! - le gritó Mina - ¡TU HERMANA DE SANGRE TE HA
PEDIDO UN FAVOR Y TÚ... TÚ TE NIEGAS A CONTESTAR...
- Déjale, Mina. - la interrumpió Xellos intercediendo en favor de Val
- Supongo que aún estará enfadado conmigo por lo de su madre... Es
comprensible, no tiene porqué...

De repente dejó de hablar y abrió sus ojos amatistas sorprendido. Se levantó del suelo de un salto y se puso en guardia, ante las caras de "no entiendo nada" de Mina, Índiga y Andracis. Segundos después, Valteria reaccionaba de la misma forma y se situaba al lado de Xellos enarbolando su lanza.

- Sí, yo también lo he sentido... - le dijo -.
- ¡Pero bueno! - exclamó Mina entre desconcertada e impaciente - ¿¿Se
puede saber qué está pasando aquí??

De pronto, algo salió de entre los chopos y se abalanzó sobre Val. El dragón antiguo y su atacante se revolcaron por el suelo, hasta que por fin la criatura, que resultó ser una loba blanca, quedó encima de Valteria, con sus fauces abiertas y dispuestas a despedazarle. Lo único que se lo impedía eran las manos de Val haciendo fuerza para que no se cerraran.

- ¡Val! - exclamó Mina al tiempo que desenvainaba su espada, dispuesto
a socorrerle - ¡Aguanta!
- ¡VAINA ASTRAL! - invocó Andracis al tiempo que desenvainaba la suya
-.

Nada más hacerlo, la vaina de su espada se tornó de un color rojo intenso. Andracis se abalanzó sobre la bestia y le asestó un fuerte mandoble en el costado, tirando a la loba hacia atrás mientras ésta gemía de dolor por la profunda herida que la espada le había provocado.

- Gracias, Andy. - agradeció Valteria cuando éste le ayudó a
levantarse - Supongo que ahora sí que te debo una.....
- No fue nada. - dijo Andracis - Supuse que era lo único que podría
herirla...

Ante la mirada asombrada de Mina, la loba se levantó del suelo y gruñó exhibiendo al grupo sus colmillos afilados.

- ¡No puede ser! - exclamó - Esa herida debería haber matado a esa
loba.
- Eso es porque no es una loba. - le explicó Andracis -.
- ¿¿Quéee?? - preguntó Mina todavía más desconcertada de antes - ¿Pero
si no es una loba, entonces que diablos es eso?

La respuesta no tardó en llegar, esta vez por boca de Xellos, quien miraba a la loba como quien veía a un fantasma, con sus ojos amatista abiertos de par en par.

- Zellas...

Continuará... en el Capítulo 5.

~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~? ~?~?~?~?~?~?~?

Nota de Amber: ¡¡Dioxxxx!! ¡Este capítulo se me ha hecho eterno! (Y supongo que a los lectores también... ^^U) Aunque en realidad no se le podría llamar exactamente un capítulo... Mi intención era más bien escribir una historia dentro de la historia. (O un fanfic dentro del fanfic, según se mire...) También he aprovechado para hacer un pequeño homenaje a Harry Potter (jamás le agradeceré lo bastante a mi hermana el que me haya prestado sus libros...) e introducir un guiño de La vida es bella, de Roberto Begnini (una película muy lograda en mi opinión, con drama y comedia en su justa medida...)

Y ahora que lo pienso... Con Zellas en escena... ¿Qué les pasará a nuestros protagonistas? (¡Una suegra enfadada puede ser terrible! ^^UUU) La respuesta, como siempre, en el siguiente capítulo...

Y esta vez he recibido muchas reviews... ¡Así me gusta! Gracias mil a mis reviewers: Raven147 (Ejem... discrepo contigo en cuanto a la originalidad de darles a Xellos y Filia una hija... a esta parejita le han puesto de todo: hijas, hijos, incluso gemelos - ¡y creo recordar que una vez leí uno en el que tenían trillizos! ^^U - De todos modos me alegra que te guste el fanfic, aunque yo misma reconozco que no soy precisamente el colmo de la originalidad ^^U) Galatea (¡No pasa nada, mujer! Lo importante es que hayas vuelto a reiwear ^_^) y Maryttha (¡Pues aquí lo tienes; el siguiente capítulo! Espero que te guste - y que no te parezca excesivamente largo ^^U- ) Y por supuesto gracias también a Guiliana Cabello y a Sophie Aiko por sus e- mails. ^_^

Y como siempre, pueden escribirme a esta dire para lo que quieran: almudenmumu@yahoo.es

¡Y sigan dejando reviews!